Studia Croatica

 

 

 

 

 

STUDIA CROATICA

 

Año III, Buenos Aires, 1962, N° 6

 

 

Crímenes impunes. 2

La democracia y la liberación del comunismo. 7

Krizanic - Strossmayer – Mandic. 16

Gran Bretaña y Draza Mihailovic. 23

Fernando Konschak S. J. 32

Vida y obra de Ivan Mestrovic. 37

DOCUMENTOS.. 41

Cartas a la redacción. 45

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA.. 46

Milovan Djilas: Tierra sin justicia. 46

Jovan Djordjevic: Yugoslavia, democracia socialista. 48

Anton Knezevic: Die Kroaten und ihre Gesclaichte. 50

Walter Letsch: Moskau, und die Politik des Kaiserhofes im XVII. Jahrhundert, l. Teil, 1604-1654  51

 

 


Crímenes impunes

La redacción

La crisis social contemporánea culmina precisamente en el momento en que la ciencia moderna hizo posible la transformación del mundo y la liberación del hombre de la dependencia de las fuerzas naturales, a las que fue sometido a través de largos siglos. Dicha crisis y los peligros inherentes a nuestra civilización técnica suscitaron dudas en la ley del progreso universal tan creído por las generaciones anteriores del mundo occidental. Nuestros antepasados creyeron que la ley del progreso universal rige el mundo y conduce al género humano por inevitables etapas del estado de primate hasta la perfección. En cambio, las generaciones contemporáneas se han visto constreñidas a comprender cuán frágiles e insustanciales son las barreras que separan a la civilización de las fuerzas destructoras. Sabemos ahora que la barbarie no es un mito pintoresco o el recuerdo semiolvidado de una etapa primitiva de la historia, sino una realidad siniestra y subyacente que puede irrumpir con fuerza devastadora tan pronto como la autoridad moral de la civilización haya perdido su dominio[1].

Las dos guerras mundiales más nuevos y perfeccionados medios de matanza y destrucción colectiva en la era atómica, que amenazan con el exterminio de la civilización y del mismo género humano, reflejan el peligro real de las desatadas fuerzas de los instintos malignos de odio y de crueldad. Manifestadas con virulencia inesperada en el período de la crisis entre las dos conflagraciones mundiales, culminaron durante la guerra pasada. Mientras que en la primera guerra mundial, pese a sus proporciones sin precedentes debido al considerable crecimiento demográfico, servicio militar obligatorio, armamentos perfeccionados y la aplicación masiva de la técnica moderna a fines bélicos, seguían siendo respetadas las formas tradicionales de guerra y las normas de derecho internacional, limitada la matanza a los frentes bélicos, en la segunda guerra mundial, lejos de proteger a la población civil, se han practicado y propagado oficialmente, incluso por parte de los países democráticos, tales formas de lucha y extermino recíproco que significan una negación categórica de loa principios de civilización y de las convenciones internacionales. Los bloques ideológicos negaban rotundamente, o por lo menos quebraban, la escala de los valores culturales y perseguían la victoria a toda costa. A tal fin, todos los medios eran lícitos, y en primer lugar el exterminio total del adversario ideológico, y no sólo en los países en los que el respeto a los derechos humanos y la tradición legalista del Occidente brillaban por su ausencia o pesaban muy poco, sino en los viejos países europeos, de antiguas tradiciones, las facciones en pugna solían confundir las nociones de la legalidad e ilegalidad, del patriotismo y traición subordinando los intereses nacionales a los partidistas de modo que prevalecían la solidaridad con los correligionarios políticos de allende las fronteras sobre la solidaridad con sus propios connacionales

Los estadistas y la opinión pública de las democracias occidentales favorecían, por intereses momentáneos, tal estado de cosas. Se sentían tan resguardados de semejante irrupción de la barbarie y anhelaban con tanta intensidad la victoria total, que se habían solidarizado más de lo imprescindible con su aliado soviético, vehículo peligroso de las fuerzas destructoras de la barbarie. Con ello contribuyeron a la creación de las relaciones imperantes, cargadas de conflagraciones aún más terribles. En lugar de considerar su alianza con la Unión Soviética, condicionada por la política inescrupulosa del adversario, como un mal menor en una guerra despiadada, donde el aliado no se elige sino acepta, trataron a los soviéticos no sólo como aliados circunstanciales, sino como posibles y deseables socios en la futura organización de un mundo mejor. No se tomaba en cuenta que la Unión Soviética carecía de tradiciones de libertad política y que está al servicio de un grupo ideológico que persigue sistemáticamente el desbaratar de todos los valores del mundo libre.

Ocurrió así que las democracias occidentales dieran tanto apoyo material como moral no sólo a su aliado soviético sino también a distintos grupos guerrilleros comunistas cuyo programa, no obstante haber adoptado la terminología de la izquierda liberal; era escalar el poder, liquidar las instituciones libres, la independencia nacional e incluso la integridad territorial de ciertos países cómo Polonia, por cuya defensa esas mismas democracias occidentales corrieron el grave riesgo de una cruel guerra con el Tercer Reich. Los portadores de la nueva esclavitud fueron presentados como "libertadores" incluso cuando los comunistas, en la última fase de la guerra e inmediatamente después, liquidaban abiertamente a los jefes democráticos de varios países europeos. Interpelada en los Comunes por armar a los guerrilleros de Tito, Winston Churchill contestó defendiendo tal política de efectos inmediatos: "Proveeremos de fusil a cada bandido que pueda matar a un huno", es decir a un soldado alemán, si bien se sabía entonces que esos mismos fusiles dispararían contra los amigos de Gran Bretaña. Fitzroy Maclean, jefe de la misión militar británica en el cuartel general de Tito relata en su libro "Eastern Approaches" que al recalcar a Churchill que Tito y otros jefes de su movimiento son comunistas notorios y declarados y que el sistema que establecerían seguiría inevitablemente la línea soviética y sería muy probable que fuese firmemente orientado hacia la Unión Soviética, recibió la siguiente respuesta:

-¿Tiene usted la intención de radicarse en Yugoslavia después de la guerra?

-No, señor -le contesté.

-Tampoco yo -me dijo-. Siendo así, cuanto menos nos preocupe a usted y a mí la forma del gobierno que establecerán, tanto mejor. Ellos deben decidirlo. Lo que nos interesa es quiénes de ellos acarrean más daños a los alemanes[2].

Los comunistas, aprovechando ese tácito reconocimiento del derecho de liquidar a sus adversarios ideológicos y en primer lugar a los de filiación democrática, exterminaban a sus opositores no sólo en las zonas de la Europa central y oriental, desde ya sacrificadas como futura zona de interés de los soviéticos, sino también en Italia y Francia, donde se sirvieron de la guerrilla para imprimir a la resistencia el carácter de una despiadada guerra civil y, so pretexto del patriotismo, ejercer el terror para llegar al poder. Si no alcanzaron su propósito y paulatinamente fueron eliminados de los puestos gubernamentales como enemigos de la democracia, debe atribuirse ello en primer lugar a la presencia de las fuerzas militares aliadas. En la parte de Europa ocupada por las tropas soviéticas, en virtud de la teoría suicida. de la rendición incondicional, los comunistas se apoderaron del gobierno y siguieron con el exterminio de las fuerzas anticomunistas sin distingo alguno. Incluso en los países donde los comunistas no lograron imponerse, se había creado una atmósfera política y psicológica, fruto de la equivocada actitud asumida para con el comunismo, que, los crímenes del terror comunista quedaron impunes, considerándoselos como excesos comprensibles de la lucha contra los ocupantes. Los crímenes contra la humanidad pesaban únicamente en el bando vencido.

Los comunistas, aprovechando cínicamente los errores de sus adversarios y la consternación del mundo civilizado ante los sorprendentes excesos de nazismo en Alemania respetada universalmente como la patria de grandes pensadores, supieron no sólo ocultar sus crímenes, que quedaron impunes, sino que participaron como jueces en el primer tribunal internacional que sancionó los crímenes contra la humanidad. Actualmente, vistos y considerados como los enemigos más peligrosos de la libertad, los comunistas; evocando su alianza circunstancial con los aliados durante la guerra, consiguen confundir y desconcertar a ciertos sectores de la opinión pública de los países democráticos, acusando a individuos, gobiernos, grupos o pueblos enteros, de supuestas aspiraciones revanchistas de reincidencia en el totalitarismo nacionalista.

En tanto que los vencidos fueron juzgados, en Nuremberg y en otros procesos instruidos en Europa, sus émulos comunistas, que en mucho los superaron, son objeto de agasajos y honores en las capitales y en las cortes del Occidente cristiano. Por haber sido designados jueces en procesos por crímenes semejantes a los que ellos mismos cometieron, los comunistas se arrogan el derecho de comportarse en los organismos internacionales como adalides de la libertad de los pueblos afroasiáticos, incluso de las naciones cristianas de Sudamérica, censuran a las democracias occidentales que, a su vez; casi espontáneamente, fieles a los ideales de libertad y humanidad, practican la política de descolonización, mientras los soviéticos y sus epígonos yugoslavos practican la despiadada política de opresión de varios pueblos europeos y asiáticos, sin par en la historia humana, negándoles hasta el derecho de ser considerados países esclavizados y explotados.

Lo que más preocupa en todo eso es la desorientación de tantos intelectuales occidentales, desprovistos, en la crisis, de sostenes morales pues han perdido la fe en el progreso universal, fuente del optimismo liberal de las generaciones anteriores. Frente al diálogo, el debate y la duda sistemática del mundo occidental, que aprecia y busca la verdad como valor en si, prescindiendo de intereses políticos, los comunistas actúan obcecados por la fe en el papel libertador del proletariado con el que se identifican y en los dogmas del "socialismo científico". Portavoces de la doctrina que supuestamente descubre todos los arcanos del proceso histórico, encaminado inevitablemente hacia una sociedad sin clases, los comunistas pueden influir con fuerza sugestiva sobre el escéptico hombre occidental, en la época de crisis en que éste perdió el monopolio de los logros de nuestra civilización técnica y, en consecuencia, la posibilidad de la supremacía mundial.

Por fortuna, el acervo de la cultura occidental implica valores duraderos y mientras ellos subsistan debe defenderse de los bárbaros internos y externos. La recuperación de la Europa occidental, devastada y desunida por la guerra, se operó en forma tan rápida e inesperada que se la considera milagrosa. Esa recuperación europea suele valorarse por sus resultados económicos. De facto, el progreso aun mayor lo fue el hecho en el sentido de eliminar las causas de la crisis social contemporánea: los conflictos nacionales y de clase. Europa, encauzada hacia la integración económica y política, superando los conflictos nacionales y de clase, desorienta a los estrategas de la subversión mundial comunista, pues esos fenómenos no concuerdan con los esquemas de la dialéctica marxista, concebidos en la fase superada de la revolución industrial y de los conflictos nacionales del Occidente europeo.

Con paso lento pero firme se abren las posibilidades de que el mundo occidental consolidado política y socialmente, liberado del lastre colonialista tome la ofensiva y plantee el problema de la responsabilidad de los dirigentes comunistas por tantos horribles crímenes contra la humanidad.

En efecto, hay indicios de que el mundo libre ve con creciente desagrado la anomalía de que los tiranos y opresores de la peor especie siguen desempeñando el papel de paladines de la libertad y de los derechos humanos.

Hemos de señalar dos casos que revelan la reacción de los sentimientos por la justicia violada ante tamaña doblez. Si bien se trata de eventos ocurridos en Alemania Occidental y de la actitud asumida por las autoridades alemanas, nos interesan por estar vinculados con lo que pasó en Croacia durante y después de la guerra y especialmente por poner en el orden del día el problema principista muy importante: los crímenes perpetrados por los comunistas ¿deben quedar impunes por el mero hecho de haber peleado en la última guerra en el bando de los Aliados?

El primer incidente se refiere al llamado "incidente Vracaric". Se trata del representante de una empresa estatal yugoslava, que viajó en noviembre último por razones de negocios a Alemania y fue detenido en Munich (Baviera) en virtud de una resolución de autoridades militares alemanas de 1942. Fue incriminado de haber dado muerte a un soldado alemán como persona civil, tendiéndole una celada en Zagreb, entonces capital del Estado Independiente de Croacia. El gobierno yugoslavo sostuvo que, en efecto, Vracaric era un civil y según las convenciones internacionales podría ser llevado ante la justicia alemana, pero que actuaba como miembro de la resistencia yugoslava (comunista) y en el territorio que actualmente forma parte de la República Popular de Yugoslavia. Por lo tanto, arguyen los comunistas yugoslavos, terminada la guerra con la derrota alemana y la victoria da la resistencia comunista, las resoluciones anteriores de las autoridades militares alemanas carecen de efectos jurídicos.

El gobierno de Bonn, que oportunamente había reconocido al gobierno yugoslavo surgido de las filas de los guerrilleros comunistas para romper las relaciones diplomáticas al reconocer éste el régimen de Pankow, solicitó y. consiguió de las autoridades bávaras la liberación de Vracaric. El gobierno de Bonn constató al mismo tiempo que se trataba de un celo excesivo de los órganos locales, desconocidos por el gobierno federal, declarando "que no se puede proseguir en la República Federal Alemana y a los partisanos y los resistentes por actos en la guerra y la resistencia cometidos durante la última conflagración mundial" y que "no existen nóminas de autores de tales actos" [3].

Resulta obvio que la actitud asumida por Bonn no se debe tanto a las protestas y argumentos presentados por el gobierno comunista yugoslavo como a los comentarios desfavorables publicados en la prensa europea. Se trataba de dilucidar si el gobierno alemán está en derecho de castigar actos de violencia cometidos contra las fuerzas de ocupación alemanas por los miembros de resistencia en los países respectivos[4].

Aparte del problema de si ciertas formas de la guerrilla comunista resultan hoy beneficiosas desde el punto de vista político y admisible por el derecho internacional, es evidente que el gobierno de Bonn no quiso suministrar a la propaganda comunista argumentos remanidos, a fin de no debilitar la solidaridad entre las potencias occidentales, factor éste que interesa mucho a Alemania occidental, especialmente en razón de la unificación germana y del status de Berlín.

El autotitulado mariscal Tito, dictador comunista yugoslavo, aprovechó esta oportunidad para tratar de contrarrestar la impresión desfavorable suscitada en el Occidente por su total adhesión a los puntos de vista soviéticos durante la Conferencia de Belgrado. Esta identificación con Moscú en la política internacional hizo que Washington pusiese en tela de juicio la ayuda económica ulterior a Tito[5]. Por eso polemizó extensamente sobre el "caso Vracaric" en su discurso pronunciado en Skoplje, capital de Macedonia, el día 13 de noviembre último.

Vale la pena transcribir el párrafo íntegro referente a ese asunto, por reflejar en qué medida se solidariza Tito, a la vez que ambiciona encabezar el bloque neutralista, con la Unión Soviética en todos los aciagos problemas internacionales de los que depende la preservación de la paz mundial. Para él, la verdadera democracia es únicamente el comunismo. Pasa por alto el hecho de que los Aliados occidentales y los mismos alemanes habían sancionado ya los crímenes de guerra de Alemania de Hitler. Se comporta como si las convenciones internacionales relacionadas con los procedimientos bélicos fuesen obligatorias sólo para los vencidos.

"Nos han criticado en los Estados Unidos - dijo Tito- por haber propiciado en la Conferencia de Belgrado el reconocimiento de Alemania Oriental. Eso, empero; no es una actitud nueva, sino consabida[6]. Repito una vez más que es una suerte la existencia de Alemania Oriental, que es una suerte que no haya sólo una Alemania como la Occidental en la que encarcelan a los que combatieron contra los odiosos ocupantes en nuestro país durante la guerra. No hace mucho detuvieron a uno de los nuestros que fue allí por cuestiones de negocio". A renglón seguido, pasa por alto la citada declaración principista del gobierno de Bonn y se rehusa a considerar el incidente como un error administrativo. "Se trata de algo más importante que un procedimiento individual o de un grupo restringido. Todo salió de Bonn, donde conocían el caso. Entonces, el asunto cobra importancia, se torna un asunto que se quiere legalizar para vengarse colectivamente de los que defendieron a sus países con su sangre y sus vidas. ¡Eso es revanchismo! Esa es su política. Allí el fondo del problema, lo que no quieren ver en el Occidente quienes están armando a esa misma Alemania Occidental con las armas atómicas y otros equipos, sin pensar en lo que ocurrirá mañana cuando "al diablo, se le suelten las cadenas". Síntomas como éste indican que espíritu surge hoy y en forma creciente en la Alemania Occidental, espíritu capaz de hacer peligrar un día la paz mundial y provocar la catástrofe. Así, a raíz del caso que he citado, están hurgando en las normas jurídicas para probar que les asiste el derecho, pues dicen que ese compañero nuestro que disparó contra los soldados alemanes no estaba uniformado sino en traje civil. ¿Qué clase de uniforme teníamos nosotros entonces? A mí también podían, perseguirme bajo idéntico pretexto, porque, al igual que tantos compañeros nuestros, no llevaba uniforme entonces. Contra mí también fue librada la orden de arresto con la talla de 100.000 marcos oro. Sí, una tontería, pero su fondo es que tanto los de Bonn como los del Occidente que comparten sus opiniones, se quitaron la careta prematuramente. Eso solo es una estupidez, pero qué semejante espíritu surge allí, nadie lo puede negar. Nosotros tememos a semejante Alemania y no vacilamos en combatirla... Por eso digo que es una suerte que exista por lo menos una parte, lamentablemente pequeña, asentada sobre fundamentos democráticos y sin tendencias revanchistas... Quieren inculparnos por haber luchado contra ellos de civil, que no figura en las normas por ellos requeridas... Por eso creo qué nuestros aliados de la guerra pasada rinden mal servicio a la humanidad por armar y crear a una Alemania militarista, en lugar de permanecer consecuentes en el exterminio definitivo y total de todos los remanentes fascistas que tanto daño causaron a la humanidad y destruyeron tantas vidas humanas". La exposición de Tito culmina con esta afirmación: Por ello seguimos pensado que nuestra actitud hacia Alemania no puede ser otra que la actitud de la Unión Soviética. Tanto el pueblo ruso como los pueblos de la Unión Soviética fueron sometidos a ingentes sacrificios, asimismo que nuestros pueblos, el pueblo de Polonia y otros, y es comprensible que nuestros puntos de vista sobre el problema sean idénticos. Esta es nuestra posición referente a Alemania y por coincidir con la posición de la Unión Soviética vamos a decir ahora que nosotros vemos ese problema como el Occidente. Eso no pueden esperarlo de nosotros" [7].

Aunque el texto citado dice explícitamente cómo entiende Tito la neutralidad, nos interesa en primer lugar su insistencia en "el exterminio definitivo y total de los remanentes fascistas". Este es el argumento con que el régimen yugoslavo justifica todas sus fechorías y exacciones en la política interior y exterior. Todos los oponentes al comunismo pueden, dado el caso, ser catalogados como "remanentes fascistas" y con ello ser puestos fuera de la ley. Para Tito es una insolencia cuando los miembros de la Whermacht derrotada invocan las normas legales.

Mientras que el "caso Vracaric" fue tratado como incidente por las autoridades alemanas, suscitando, a pesar de eso la discusión acerca de importantes problemas principistas, el otro caso aludido se refiere, al proceso incoado por los tribunales alemanas contra el cónsul yugoslavo en Munich y no puede ser tratado como mero incidente.

El diplomático yugoslavo Predrag Grabovac era uno de los dirigentes de la guerrilla comunista durante la guerra y uno de los organizadores del ejército de Tito después de la guerra. A fines del año pasado, fue nombrado cónsul en Munich. Con este motivo, uno de los periódicos de los numerosos exilados croatas le hizo responsable del fusilamiento de los soldados prisioneros croatas y alemanes durante y después de la guerra[8]. El asunto mereció el interés de los círculos políticos y militares alemanes que, por razones de oportunismo político, mantuvieron relaciones oficiales con los dirigentes de Belgrado, sabiéndolos responsables de la expulsión y matanza de varios centenares de Volksdeutcher (miembros de las colectividades alemanas) en la República Popular de Servia. Sobre la base de los antecedentes reunidos, el Dr. Paul Wüllner, diputado del partido oficialista C.S.U. (Unión Social Cristiana), presentó el 29/11/1961, en el Landtag, parlamento de Baviera, una interpelación, solicitando del ministro de justicia la instrucción del proceso contra el cónsul Grabovac, calificándolo de asesino. "Debemos preguntarnos -acotó el político bávaro- si hemos de considerar como correcto todo medio que impida que asesinos de esa especie se muevan impunes entre nosotros e incluso sean tenidos en alta estima".

El pedido del Dr. Wüllner fue satisfecho y el ministro de justicia de Baviera ordenó la instrucción del sumario judicial contra Grabovac, bajo sospecha "de asesinato de varios centenares de soldados alemanes y de croatas después de la derrota alemana en 1945".[9])

Esta vez, en lugar de excusas, Bonn contestó a las protestas de Belgrado que se trataba de un asunto de incumbencia del poder judicial, que es independiente. El gobierno yugoslavo se vio obligado a retirar a Grabovac, quien salió de Alemania el 8/12/61, acompañado hasta la frontera a pedido del cónsul general yugoslavo, por agentes de seguridad alemanes, debido a que "la campaña de prensa desatada contra el señor Grabovac tornaba imposible su actividad consular y su seguridad personal no estaba ya garantizada".[10]

Grabovac, antes de salir de Alemania, trató de presentar su caso como una intriga de los exilados croatas, que a pocos convenció en vista de los antecedentes y datos de que dispone el gobierno federal, de los numerosos testigos y porque los tribunales alemanes, después del incidente con Vracaric, no pueden actuar a la ligera. Tampoco cabe sostener la tesis de que el caso Grabovac es una edición deteriorada del caso Vracaric.[11] No se trata de incidentes aislados, sino de matanza colectiva de prisioneros de guerra alemanes y croatas, incluso de los que se rindieron al firmarse el armisticio. Trátase de violaciones flagrantes de las convenciones internacionales en vigor y de asesinatos masivos con características de genocidio, lo que implica la responsabilidad de las autoridades supremas del régimen comunista yugoslavo. Por ello es insostenible, el punto de vista del dictador yugoslavo de tratarse tan sólo de "una acción comprensible, del exterminio definitivo y total de los remanentes fascistas". Ninguna investidura política o consular puede librar de culpa a los criminales. Por lo demás, Tito considera que incluso el régimen imperante en la Alemania Occidental debe ser "democratizado" al igual que el de la Alemania Oriental. En su opinión, el nuevo ejército alemán (Bundeswehr), parte integrante de las fuerzas defensivas de la NATO, entra en la categoría de "remanentes fascistas". Los círculos militares alemanes lo saben, y por eso publicaron en su órgano "Deutschen Soldaten Zeitung", en primera plana, el discurso del Dr. Wüllner, calificándolo como uno de los discursos políticos más importantes del año pasado.

La prensa y la opinión pública alemana participaron activamente en las discusiones suscitadas por el caso Grabovac. Se ventilaron los procedimientos comunistas durante y después de la guerra; se alegaron argumentos de orden político y moral en pro y en contra del proceso contra Grabovac. Se discutió el problema de la jurisdicción del tribunal en caso de transgresiones cometidas en territorio ajeno, se aportaron razones convincentes de índole moral y política en favor de la tesis de que no pueden quedar sin el condigno castigo los crímenes de los comunistas y que las sanciones de crímenes contra la humanidad no deben circunscribirse a los dirigentes y funcionarios del derrotado Tercer Reich únicamente, por encontrarse los comunistas en el lado aliado, en la segunda fase de la guerra que contribuyeron a encender (el pacto Ribbentrop-Molotov).

No cabe duda que la coexistencia forzosa con los regímenes comunistas en un mundo dividido supone grandes dificultades de orden político y jurídico en cuanto a la cuestión de jurisdicción territorial. Así y todo, el proceso contra Grabovac, como asimismo varias medidas político-diplomáticas de los gobiernos democráticos contra el régimen de Tito, señalan que las dificultades políticas no son insuperables. Por otra parte, hay antecedentes que eliminan toda discusión acerca de la jurisdicción territorial. En los últimos meses de la guerra y después de finalizadas las hostilidades, los comunistas yugoslavos cometieron numerosos crímenes en el territorio austríaco y en el italiano, asesinando a prisioneros de guerra y a adversarios políticos, sin sumario judicial. Son tristemente famosas las "foibe", fosas, en los alrededores de Trieste, donde los comunistas arrojaban a sus víctimas. Se conoce menos la matanza colectiva de los civiles y soldados croatas perpetrada cerca de Bleiburg, localidad austríaca lindante con Yugoslavia. Allí empezó el asesinato colectivo de los croatas cuyo número y cuya atrocidad superan los de Katyn. Si bien la mayor parte de los crímenes tuvo lugar en territorio yugoslavo, hay numerosas tumbas desconocidas de las víctimas de la masacre comunista en Austria. Los exilados croatas levantaron un modesto monumento a esas víctimas. Depende únicamente de la coyuntura política que se inicie el juicio sobre esos crímenes.

Por eso, el sumario instruido en Baviera contra el cónsul yugoslavo reviste gran importancia en el momento en que se multiplican los pedidos de poner en el orden del día los crímenes comunistas contra la humanidad. Ese problema está en relación directa con la liberación de los pueblos subyugados por el comunismo. Hasta que no se pase de las declaraciones altisonantes a la acción, el prestigio moral de las democracias occidentales irá disminuyendo en las naciones cautivas, en los países inclinados al neutralismo y de modo especial en los países latinoamericanos estimulados por un lado a combatir las infiltraciones comunistas, y por el otro dejando todavía impunes los crímenes comunistas contra pueblos enteros. Y como corolario, las potencias anticomunistas siguen prestando ayuda militar y económica al gobierno comunista yugoslavo, que hasta ahora excede a dos mil millones de dólares, cantidad más que suficiente para solucionar tantos problemas apremiantes en el continente suramericano. Unicamente si este problema se plantea en términos inequívocos y con la seguridad de que se procederá de acuerdo con los .principios éticos y jurídicos, podrá recuperarse la autoridad moral de la civilización en crisis. Eso, por otra parte, es imprescindible, si queremos que las fuerzas de la barbarie no prevalezcan y los comunistas no impongan sus concepciones al mundo libre, conquistándolo sin recurrir a la guerra caliente.

 


La democracia y la liberación del comunismo

Por Bogdan Radica, Farleigh Dickinson University, New Jersey

El malogrado intento de liberar a Cuba del comunismo, no sólo sorprendió a los autores de ese fracaso sino que plantea acaso el problema más vital de nuestro tiempo, que es: "¿Puede la democracia, - incluso cuando dispone de inmensos medios materiales, liberar a un pueblo del comunismo o ayudarle en esa liberación?" La respuesta al interrogante formulado es tanto de índole material como político-moral. El mismo presidente Kennedy, sorprendido por la fracasada invasión de Cuba que había aprobado y cuya plena responsabilidad asumió luego con valentía, declaró post mortem en su discurso ante la Asociación Interamericana de Editores de Diarios, el 20 de abril del año pasado, que ahora más que nunca, resultaba evidente que enfrentamos una batalla implacable en cada rincón del mundo, batalla que va más allá del conflicto de los ejércitos e incluso del armamento nuclear". "Los ejércitos están aquí -dijo con énfasis el presidente de los EE.UU.- y son numerosos. Las armas nucleares están aquí: Pero éstas sirven más bien de escudo, fuera del cual la subversión, la infiltración y un cúmulo de otras tácticas avanzan constantemente, conquistando uno por uno los países vulnerables en situaciones que no permiten nuestra intervención armada".

Nos parece que en esas palabras, por primera vez, y después de haberse perdido tantos años, quedó expresada la substancia de una profunda crisis en lo concerniente a las acciones que las democracias podrían o deberían emprender contra las agresiones e infiltraciones comunistas que devoran uno tras otro a los países de Asia y ahora del continente latinoamericano. Más aún, quedó expresado que con los ejércitos regulares y las armas nucleares no cabía tomar acción preventiva alguna para impedir que los comunistas se apoderen del gobierno de un país o derrocar los del poder allí donde lo tomaron por fuerza o por el fortuito concurso de las circunstancias.

I

Ante todo, intentaremos esclarecer el fracaso cubano. Según lo evidenció la no disimulada y crítica actitud de la prensa norteamericana, la frustrada invasión de Cuba no es sola y exclusivamente obra de los exiliados cubanos, sino también de los órganos del gobierno norteamericano y en primer lugar de la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A.), que técnica y políticamente había preparado toda la acción y asumió la responsabilidad de su ejecución. En base a las informaciones y los comentarios, publicados en primer término por New York Times, inmediatamente después del desagradable fracaso, se hizo patente que la C.I.A, había operado en la organización de la invasión con métodos políticamente arcaicos y militarmente anticuados[12]. Dicho de otro modo, quienes tomaron contacto con los exilados cubanos no contemplaron nuevos hechos producidos en Cuba después de la revolución de Castro, sino más bien estimaron que todo levantamiento, cualesquiera fueran sus líderes tendría éxito de por sí. Pero antes de someter al análisis este aspecto de la aventura cubana, conviene decir lo siguiente, que no se destacó en forma suficiente en la prensa mundial. La razón fundamental de que la invasión de Cuba no dio ese resultado positivo es que el gobierno norteamericano, si bien prestó apoyo e impartió bendición a la invasión, rehusó que sus propias fuerzas militares la realizasen. Es obvio que la invasión habría tenido éxito si el gobierno norteamericano hubiese puesto en acción sus fuerzas armadas, disfrazándose tras los exilados. Theodore Draper, uno de los pocos expertos norteamericanos serios sobre el problema cubano, al analizar ese aspecto afirmó que la diferencia entre Kennedy y Nixon en la forma de solucionar el problema cubano está en que el primero no quiso la intervención directa del ejército americano y el segundo opinaba que, si debía producirse la invasión, habrían de tomar parte en ella no sólo los exilados cubanos sino también contingentes militares norteamericanos[13].

Con todo ello, aunque esas discrepancias en la cumbre de dos partidos revisten importancia en nuestro caso se impone el interrogante: "Y después de Cuba, ¿qué?", es decir: "¿Qué hacer con los exilados después de lo ocurrido en Cuba?" Por la forma de preparar la C.I.A. política y militarmente la invasión de Cuba, se puede observar que esa organización norteamericana concebía en su fondo el problema de la invasión no como continuación de la revolución social, surgida en la isla tras el derrocamiento de la dictadura batista, sino como retorno al status quo ante, existente con anterioridad a la resistencia de Castro y sobre todo a su toma del poder, Es verdad que el problema de la cooperación con los exilados cubanos se agravaba diariamente. A; principio, la emigración cubana durante los primeros meses del gobierno de Castro era numéricamente reducida y en su mayoría partidaria de Batista.

Este grupo, impopular tanto en Cuba como en EE.UU., no tenía posibilidad de emprender acción alguna. Luego, a medida que el régimen castrista fue revelando sus designios; sobre todo en la segunda mitad de 1960, se acentuó la división entre los refugiados cubanos y se cristalizaron diferentes tendencias sociales y políticas. Como entre los exilados de los países comunistas, el problema de la división política, social, económica y nacional - no sólo agrava y complica el problema de la liberación sino que constituye un grave escollo para las democracias que deberían ayudar a esos exilados y a sus pueblos. En el caso de Cuba y de sus emigrantes, hubo un centenar de grupos, grupitos, fracciones, movimientos y juntas, Todos con sus respectivos jefes y subjefes, con sus programas y ambiciones, creyéndose únicos y capaces de conducir al pueblo en la Cuba liberada. Todos actuaban sobre la línea Miami, Florida, Nueva York, en las islas del Caribe o en muchos países del continente latinoamericano. En semejante situación para la C.I.A., encargada de organizar la invasión y establecer, llegado el caso, a las autoridades democráticas, no era fácil orientarse. Quien ha tenido la oportunidad de colaborar durante o después de la guerra con los organismos norteamericanos, sabe que su tendencia es más bien conservadora, poco o nada revolucionaria y que la gran mayoría de sus funcionarios propende a cooperar con la derecha, si no con el centro, pero nunca o raras veces con la izquierda anticomunista.

En el caso de los exilados cubanos, tratábase de colaborar o con la derecha prebatista, que no era fascista, sino partidaria de un conservadurismo político y económico, o con el centro mientras se pasó por alto a los grupos integrantes del movimiento castrista o que, como en el caso de Sánchez Arango, tenían un programa similar al de Castro, pero no integraban su movimiento por no creer en Castro ni en los que lo rodeaban. Preveían la posibilidad de que Castro se convirtiese en colaborador del comunismo y vinculase a la isla con la Unión Soviética y la China de Mao. El autor de estas líneas conversó en Cuba con Arango; en febrero de 1960 y obtuvo la impresión inequívoca de que era un líder popular que, en otras circunstancias y de haber más organización entre los círculos políticos cubanos, habría podido imprimir eventualmente un desarrollo más constructivo a la revolución cubana. Arango pensaba entonces que había que seguir con la revolución cubana, pero sin Castro y sin los comunistas internos y extranjeros. Eso era realizable únicamente si el gobierno de los EE.UU., hubiese reconocido, en sus lineamientos, la nacionalización castrista y sacrificado todo lo que había perdido con la subida al poder de Castro. Que ese punto de vista no agradó a los organizadores norteamericanos de la invasión se deriva del hecho de que en el Comité Nacional Cubano no figuraran Arango ni tampoco el dinámico Manuel Ray, ex ministro de Obras Públicas de Castro que encabezaba un movimiento clandestino en Cuba, perfectamente organizado. El "Frente Revolucionario Democrático" (FRD) fue presidido por el Dr. José Miró Cardona, ex primer ministro cubano durante las primeras seis semanas del régimen castrista; pero sin colaboradores de relieve. Esos, decepcionados en primer lugar de la política de C.I.A., según declararan a la prensa norteamericana, fundaron el "Movimiento Revolucionario del Pueblo" (MRP), destacando en su manifiesto lo siguiente: "Luchar contra la fracción "fidelismo-comunismo" no quiere decir luchar contra la Revolución en aras de la cual millares de cubanos inmolaron su vida, sino liberarla de los que la traicionaron". Contra la posición de esos elementos se levantaron los de derecha y buena parte del centro, tildándolos, a ellos y a su movimiento, de "Fidelismo sin Fidel". Esa honda división fue también la causa del fracaso que, así y todo, no se habría producido de haber asumido el ejército norteamericano la tarea de liberación. Estando las cosas como están, uno se pregunta: ¿qué se debió hacer? La responsabilidad asumida por el gobierno de Washington en el intento de invasión de Cuba implicaba tal compromiso que estamos convencidos que la responsabilidad moral habría sido igualmente grande de haberse llevado a cabo la expedición con el apoyo del ejército norteamericano. Con la diferencia, empero, de que los jerarcas soviéticos y cada filial comunista en cada país gobernado por comunistas habrían tenido que modificar sus puntos de vista sobre el mecanismo de la estrategia política y militar norteamericana. Tanto los dirigentes soviéticos como los comunistas en general son muy sensibles en cuanto al papel de fuerza en relación a los sucesos mundiales. Desde 1917, en Rusia, pasando por el levantamiento húngaro en 1956 y hasta la fracasada invasión de Cuba en 1961, cada tentativa de alejar o derrocar al régimen comunista en cualquier país cuyo poder domina, fracasó por

1) La división de las fuerzas sociales y políticas interiores, y

2) por la división las grandes potencias, principalmente las democráticas.

En su nuevo libro Russia and the West Under Lenin and Stalin [14] George F. Kennan, actual embajador norteamericano en Belgrado y sin duda uno de los más avezados conocedores de la Unión Soviética y del comunismo mundial, aporta un análisis agudo, casi desgarrador, de las relaciones entre Rusia y Occidente desde Lenin, luego Stalin y hasta Khruschchev. El libro, escrito en forma atrayente y documentada, evidencia no solo un largo y minucioso estudio del problema soviético-comunista, sino también una vasta experiencia política, que hacen de Kennan uno de los escritores políticos norteamericanos más sagaces. Si bien Kennan apenas alude al problema cubano prueba que la expansión comunista en el mundo fue y sigue siendo el resultado de la honda división del Occidente. En su libro, leído con atención, revistan tantos acontecimientos de que fuimos testigos, de los que se colige que el Occidente nunca tuvo ideas claras sobre la actitud frente a la toma de poder por los comunistas, primero en Rusia y luego en otras partes del mundo. En primer lugar, el desconocimiento total del marxismo y el comunismo por parte de los dirigentes occidentales, luego las continuas discrepancias respecto a decisiones conjuntas destinadas a restringir y eventualmente destruir la expansión soviético-comunista. Desde la Conferencia de Paz, celebrada al término de la primera guerra mundial, hasta Teherán, Yalta y Postdam, durante y después de la segunda guerra mundial, el Occidente se halló en permanente división política o ideológica. Kennan atribuye esa escisión a la naturaleza de la democracia y particularmente al carácter "de la diplomacia de coalición". Pluralidades en los sistemas democráticos, la opinión pública infiltrada por el enemigo de la seguridad social en democracia, opuestos análisis y conclusiones, como en el caso de Cuba, si había que recurrir a las fuerzas armadas norteamericanas o sólo a las guerrillas voluntarias de los exilados (ejemplo, el gobierno de Kennedy: Adlai Stevenson es contrario a una intervención militar norteamericana, Adolf Berle y Allan Dulles abogaban por la intervención), todo eso no, se da ni tiene cabida en las operaciones de los comités comunistas centrales o Politburos. En los países democráticos tales fenómenos no sólo se verificaron sino que son objeto de debates públicos y de informaciones periodísticas, mientras que bajo el sistema comunista las acciones de ese tipo se ocultan con todo rigor y caen cabezas si hay fracasos y hasta filtraciones.

Aplicando el criterio de Kennan al problema cubano y a la posición norteamericana sobre el mismo problema -si bien no lo menciona expresamente en su libro-, una gran potencia al estilo de EE.UU. debió prever que la caída de Batista era ineludible y que el cambio de la situación, en relación con lo que acontece ahora en el mundo, provocaría un vacío que habría que llenar con alguna fuerza política. En cambio, hasta ciertos derechistas en Cuba y en EE.UU. apoyaron el movimiento "26 de Julio" de Castro. ¿Cómo ocurrió que ni en La Habana ni en Washington se tuviese en cuenta a los elementos comunistas en el movimiento castrista? The New York Times que tanto contribuyó a la popularidad de Castro como a la de Tito durante la guerra pasada[15], no previó la posibilidad de que Castro pudiese introducir en Cuba el régimen comunista y, además, arrastrar a Cuba hacia la zona de influencia soviética, lo que alteraría completamente la relación de fuerzas no sólo en las Naciones Unidas; sino que alteraría la geografía política acercando el comunismo internacional a 90 millas del territorio norteamericano. Cuando se acaba de leer con atención y criterio el libro de Kennan, ya no se extraña cómo los diplomáticos americanos dejaron de prever y suponer que en la revolución de Castro se infiltrarían elementos tipo Che Guevara, quienes, siguiendo las tesis soviéticas y las de Mao, elaboraron las plataformas idóneas para el continente latinoamericano, maduro para la revolución, mediante las cuales la guerra de guerrillas se convierte en guerra por la conquista política del poder. La tesis de Mao, según la cual "el poder político emana de la pólvora del fusil" se convirtió, al parecer, en el punto de partida de toda acción de guerrillas. Las guerras de liberación, en la interpretación comunista, no son sino palancas para apoderarse del gobierno mediante guerrillas. Hubieron de transcurrir varios años para que se percatasen de esa realidad los líderes democráticos; hoy día resulta obvio no sólo al Presidente Kennedy sino a la gran mayoría de los jefes políticos y militares del Occidente, que en el lenguaje comunista "guerra de liberación" significa una cosa y en la concepción política occidental otra.

III

Abordando este problema, un escritor político contemporáneo debe retroceder y volver su mirada a la historia de la llamada Resistencia nacional durante la guerra pasada, de la que fuimos testigos. En marzo del año último, se celebró en Milán el "Segundo Congreso Internacional de Historia de la Resistencia" con asistencia de un centenar de historiadores, todos europeos, salvo un norteamericano. El material de ese Congreso, con todos los aportes de los delegados e historiadores presentes, reviste gran importancia para el estudio de la segunda guerra mundial y del papel que en ella desempeñaron no sólo la guerrilla sino también su cabeza política, la Resistencia nacional[16]. Como es sabido, la Resistencia nacional se llama en Italia La Resistenza, en Francia La Résistance y su versión inglesa es The Resistance. Resulta significativo que en el Congreso participasen mayormente los representantes izquierdistas de la Resistencia y, de los países comunistas, naturalmente, delegados oficiales. El representante griego, por ejemplo subrayó en su disertación más bien la posición de EAM, sector izquierdista, de la Resistencia griega, censurando a los nacionalistas-monárquicos como colaboradores, primero de los alemanes y luego de la embajada británica. El delegado yugoslavo, un tal Dusan Plenca, expuso al punto de vista oficial y actual del gobierno comunista de Belgrado sobre las guerrillas, destacando, lo que es importante la paralela actitud indecisa de la Unión Soviética y de los aliados occidentales hacia la acción de los guerrilleros comunistas y la Resistencia nacional en Yugoslavia[17]. Debemos señalar esta circunstancia a causa de que la propaganda comunista de Tito hasta 1948, es decir hasta el conflicto Moscú-Belgrado, se afanaba por reducir al mínimo el apoyo aliado prestado a Tito, agrandando y realzando el apoyo soviético a la guerrilla comunista. Apenas después de las conocidas revelaciones de Mosha Pijade, destacado teórico comunista de Belgrado, la ayuda soviética al "levantamiento nacional" era declarada un "cuento" en Yugoslavia para convertirla muy pronto en una vulgar mentira comunista[18]. La tesis actual concerniente a la resistencia de los partisanos en Yugoslavia tiende a establecer un equilibrio, diríamos casi neutralista, respecto al apoyo suministrado por la Unión Soviética por un lado, Gran Bretaña y los EE.UU. por el otro, de acuerdo con la política exterior actual de Tito. El propósito es presentar la resistencia como acción exclusiva de las amplias masas populares bajo la dirección del Partido Comunista Yugoslavo. Tanto los aliados orientales como occidentales actúan con lentitud, se muestran reservados e indecisos y su contribución no es inapreciable. Sin embargo, es un hecho revelador que tanto el coronel yugoslavo Plenca como el general soviético Boltin no ocultan en sus informes que el objetivo primario y primordial de la resistencia era conquistar el poder, se entiende, "democrático y popular" en los términos comunistas.

Así y todo, fue Deakin, profesor de Oxford e historiador inglés, que dio expresa y claramente la clave del problema de los guerrilleros en su lucha para apoderarse del gobierno. Deakin fue jefe de la misión militar británica, arrojada con paracaídas sobre el territorio yugoslavo en mayo de 1943, para establecer contacto con los guerrilleros de Tito. Según el informe de Deakin, en la conducción británica de la guerra. no se había planteado el problema del empleo de los medios "incorrectos" hasta que la acción bélica no envolvió a la Unión Soviética. Con la entrada de la Unión Soviética en la guerra, las guerrillas no sólo cobran mayor dimensión sino que el concepto de que la guerrilla implica la conquista del poder en el período postbélica constituye un nuevo elemento de la naturaleza de la misma guerra, Cabe destacar que Deakin pone de relieve el hecho de que durante la primera guerra mundial y en la guerra del Desierto (caso Lawrence) el gobierno británico se atuvo a los "conceptos militares ortodoxos" evitando alterar el sistema social, nacional y político de los países que conquista[19]. Después de la revolución francesa, de las guerras napoleónicas, después de Clausewitz y las tesis leninistas sobre la conducción política de guerra, aplicadas en Rusia tras la revolución de octubre, después de la guerra civil española, en la que estaban implicados el elemento soviético-comunista por un lado, y el momento ideológico fascista por el otro, que la inspiraban y dirigían políticamente, los círculos militares británicos procuran, a principios de la guerra, permanecer dentro de las modalidades militares normales y consuetudinarias. Para los británicos, la guerra debe ser llevada con los normales métodos bélicos, mientras que toda interpretación política, sin hablar de la revolucionaria, de la conducción de la guerra debe posponerse o sencillamente no tomarse en consideración.

Esa falta de imaginación, dice Deakin, desapareció tan pronto Churchill asumió la dirección del gobierno y de la guerra. No antes, pues desde el mes de mayo de 1940 Churchill imparte instrucciones necesarias a fin de "coordinar toda acción mediante subversión y sabotaje contra el enemigo allende el Canal". De esas decisiones surge una agencia especial, la conocida Special Operation Executive" (S.O.E.), que Churchill incorpora al Ministerio de la Guerra Económica que ingeniosamente llamaba The Ministry of Ungentlemanly Warfare (El Ministerio de la guerra no caballeresca), cuyo fin era, según sus propias palabras, "poner a Europa en llamas" (to set Europe ablaze). Para nosotros lo menos gracioso y mucho más importante es que Deakin cita, como primera acción de esa "guerra no caballeresca", "tomar parte en los confusos preparativos de conspiración contra el gobierno yugoslavo que a fines de marzo de 1941 debió firmar el Pacto del Eje". Esta actitud merece el siguiente comentario de Deakin : En rigor éste fue el primer experimento político, por cierto aislado, de la nueva organización" (S.O.E.)[20]. De lo antedicho cabe concluir que el golpe de Estado en Belgrado del 27/3/1941 y la destitución del gobierno Cvetkovic-Macek no fue, como sostienen los comunistas incluso en este Congreso. obra exclusiva de las amplias masas populares" bajo la conducción del Partido Comunista Yugoslavo, sino también la primera acción británica en la conducción de la guerra política.

A continuación Deakin subraya que la guerra política dentro de la guerra militar coincidió, de hecho, con la agresión alemana a la Unión Soviética. Entonces la situación militar en toda Europa cambia radicalmente. "Los rusos -dice Deakin- tenían un concepto coherente y diametralmente opuesto" sobre las operaciones militares y políticas. Entonces, y especialmente después del primer mensaje de Stalin a los pueblos oprimidos de Europa, en que recalcó expresamente que "la lucha contra Alemania no debe considerarse como una guerra consuetudinaria... ni guerra entre dos ejércitos"; la guerra cambia de forma y se convierte en guerra clandestina también. Mihailovich, jefe de los guerrilleros nacionalistas servios chetniks, convencido de que los Aliados desembarcarían en los Balcanes, rehusó combatir hasta que finalizara la guerra. Deakin dice "que para Mihailovich el elemento político era de mayor importancia y lo que le interesaba era el balance político en Yugoslavia al término de la guerra". Visto eso, el Comando Británico en El Cairo decidió establecer contacto con los guerrilleros comunistas de Tito, lo que se hizo bajo la dirección de Maclean y Deakin. "La decisión -continúa Deakin- de estrechar vínculos y prestar el máximo apoyo a Tito, fue una decisión exclusivamente británica y sólo tras largas argumentaciones los norteamericanos siguieron el mismo camino". Deakin se esfuerza por justificar el apoyo prestado a Tito que, según él, contribuyó a la rápida terminación de la guerra. Resumiendo su referencia a las guerrillas en Yugoslavia, Deakin conjetura:

"Es un punto discutible y que provocaría gran controversia si se lo formula en forma categórica, el del efecto en el territorio de Yugoslavia de la abstención británica de establecer contacto con y prestar ayuda a las fuerzas yugoslavas. Semejante discusión no cuadra del todo en este informe, pero quiero exponerla como punto de controversia, respaldado por la incontestable evidencia histórica, que la ayuda británica a Tito, de modo completamente imprevisto e inesperado, jugó un papel decisivo en convencer a los rusos de que los británicos habían proyectado deliberadamente toda esta operación por razones políticas ulteriores, y en provocar suspicacia entre los rusos acerca de la total lealtad del movimiento partisano yugoslavo a la causa del comunismo internacional, y por ende llevó a la ruptura entre Yugoslavia y los rusos en 1948".[21]

Si bien el maquiavelismo inglés resulta a veces más cruel de lo que jamás imaginara el mismo Maquiavelo, nos parece demasiado audaz esa aserción de Deakin, para ser considerada como un pronóstico serio de acción futura de un hombre político. No es cosa de extrañar que los "discípulos" de Churchill, egresados de Oxford y Cambridge, se sintiesen embelesados en los montes de Bosnia y en las costas dálmatas por "el encanto" de Tito, desprovistos de imaginación y de ideales, no sabiendo qué hacer en su casa y previendo que los días del Imperio Británico estaban contados, indecisos sobre qué camino tomar, hacia el marxismo reformista o revolucionario, y diesen su adhesión a Tito y a sus comunistas en un país para ellos, entre otras cosas, extraño y misterioso. Pero que ellos ya entonces imaginaran que engañarían incluso a los dirigentes del comunismo mundial y al mismo Stalin y que muy pronto enturbiarían las relaciones de Tito con los agentes comunistas en su imperio balcánico, nos parece más poesía y sueño que apreciación seria de un historiador. Huelga señalar que al hablar de Grecia e Italia envueltas en las guerras de guerrillas como Yugoslavia, Deakin afirma que tanto el gobierno británico como sus agentes en Cercano Oriente no dudaban ni un momento que no se debía permitir que en esos países ocurriera lo mismo que en Yugoslavia, es decir, que se establecieran regímenes comunistas. En consecuencia, lo admitido en Yugoslavia no se podía admitir en los clásicos países mediterráneos en los que se creía que los intereses británicos estaban en pugna evidente con la expansión comunista y el imperialismo ruso.

IV

Qué política o, más exactamente, qué políticas seguía Norteamérica respecto a las guerrillas y los movimientos de Resistencia nacional en Europa, incluso Yugoslavia, fue el tema de la reseña histórica, del profesor Norman Kogan. "Todo análisis de las políticas norteamericanas -dijo Kogan- respecto a los movimientos europeos de resistencia en la segunda guerra mundial, requiere un examen previo de ciertas posiciones históricas fundamentales que ofrecen los supuestos esenciales de esas políticas". Las tres posiciones fundamentales eran: 1) la tradición aislacionista en la diplomacia, norteamericana; 2) la herencia wilsoniana de los dirigentes norteamericanos, 3) la entrada tardía de los EE.UU. en la segunda guerra mundial, dos años y cuatro meses después del ataque nazi a Polonia.

1) La tradición aislacionista de la diplomacia norteamericana significaba que tuvo escasa o ninguna experiencia con los complejos y enredados problemas de la política europea; en primer lugar, la diplomacia norteamericana sabía poco o nada de esos tan complicados problemas de la Europa Central, del Sudeste europeo, de los Balcanes y del Mediterráneo. Por eso, la política norteamericana trataba de no inmiscuirse en los intrincados problemas de guerrillas y de resistencias, negándose a comprometerse con acción alguna con respecto a la reestructuración política o social de la Europa postbélica. En el peor de los casos, prefería dejar a los británicos la voz decisiva en la solución de esos problemas. "La preocupación principal norteamericana era ganar la guerra en el tiempo más breve posible y con el menor número de víctimas. En cuanto un movimiento de Resistencia podría contribuir a que alcancemos ese objetivo lo apoyábamos. El apoyo era prestado exclusivamente sobre "la base de la estimación militar sin criterio político alguno".

2) Tanto el presidente Franklin Delano Roosevelt como el Secretario de Estado Cordell Hull fueron herederos auténticos de la tradición wilsoniana. Esta, en opinión de Kogan, consistía: a) en la desconfianza hacia toda política de equilibrio de las grandes potencias; b) en la adhesión a los principios de autodeterminación de los pueblos asentados también en la Carta del Atlántico; y c) en la oposición al imperialismo, De ahí la desconfianza de Roosevelt en el general De Gaulle y en todas las acciones de los refugiados que ya en el curso de la guerra querían elaborar planes para el futuro. Roosevelt y Hull no admitían que las armas norteamericanas fuesen empleadas para tales fines. Se oponían enérgicamente a que durante la guerra se plantearan problemas territoriales. En resumen ambos aborrecían de los movimientos de guerrilla por temer que dichos movimientos privaran a los pueblos, después de la guerra, del derecho de elegir el gobierno que más les convenga. La opinión oficial norteamericana era que todos esos problemas deberían resolverse una vez terminada la guerra.

3) Por haber entrado tardíamente en la guerra, EE.UU. se ocupaban en primer lugar de prepararse bien para las acciones bélicas, luego poner sus pertrechos militares a disposición de sus aliados Gran Bretaña y Rusia y, por último, contemplar el problema, de ayudar a los movimientos de resistencia. Washington, por otra parte, empezó a interesarse por los movimientos de resistencia apenas después del desembarco en Italia y cuando los rusos se acercaban a Polonia.

Analizando cada uno de los movimientos de resistencia en Europa, Kogan constata que por cierto los más graves problemas surgían en Francia, Italia, Yugoslavia y Grecia. En esos países existían "movimientos de resistencia leales a los gobiernos exilados y otros en conflicto con éstos. La situación en Polonia era más grave aún, pues se trataba de los gobiernos en el exilio, uno patrocinado por la Unión Soviética y otro por Inglaterra y EE.UU. Cábenos señalar la afirmación de Kogan de "que el rasgo fundamental de la política norteamericana respecto a Europa Central consistía en considerar esa zona fuera de la esfera de su influencia. La posición norteamericana era que no se debería formular política alguna respecto a los problemas de la Europa Oriental y que sería mejor dejar que los británicos se encargasen de esos asuntos, salvo los problemas susceptibles de afectar los sentimientos en los EE.UU. Uno de esos problemas, como se sabe, era el polaco. Según datos recientes esclarecidos ahora también en fuente oficial, contenidos en los documentos de la Conferencia de Teherán, publicados por el Departamento del Estado, se reafirma la opinión generalizada de que el argumento principal esgrimido por Roosevelt en sus deliberaciones con Stalin sobre el problema polaco era que él no quería perder en las futuras elecciones votos de los polacos radicados en Norteamérica.

Con respecto a Grecia y Yugoslavia de análoga situación, Kogan afirma que los norteamericanos seguían, en líneas generales, la política británica. Hasta julio de 1943 -constata Kogan- los británicos apoyaban a Mihailovich, quien colaboraba con los alemanes y los italianos. En septiembre de 1943 Churchill manda a Maclean al cuartel de Tito, con el fin de tomar decisión sobre el apoyo a sus guerrilleros. En diciembre de 1943, durante la Conferencia de Teherán, Churchill decide respaldar a Tito, fundando ese pasa en que él era el único que combatía al enemigo en Yugoslavia. Roosevelt da su conformidad a esa decisión y desde entonces las relaciones entre los guerrilleros de Tito y los Aliados occidentales se estrechan cada día más. Kogan, empero, subraya que los EE.UU. establecieron contacto directo con Tito apenas en los últimos días de la guerra y a raíz, de la crisis triestina, después de invadir las fuerzas de Tito a Istria y las zonas adyacentes. Kogan relata aquí toda una serie de conflictos surgidos entre el general Alexander y los guerrilleros de Tito y destaca que esta vez los norteamericanos insistían en que toda la zona en disputa de Istria Trieste e incluso Fiume, fuera ocupada por los Aliados y puesta bajo el Gobierno Militar Aliado (AMG). "Desde el 28 de abril de 1945, cuando el Comando Supremo Aliado impartió la orden al general Alexander de ocupar a Venecia Julia, hasta el 9 de junio, cuando fue concluido un acuerdo formal sobre la participación, la constante en la posición norteamericana -dice Kogan- era abstenerse del empleo de fuerza contra los guerrilleros comunistas yugoslavos". En el fondo de esta "constante" de la política norteamericana Kogan descubre muchas razones que rigen las acciones diplomáticas de Washington. La primera razón sería evitar el inútil derramamiento de sangre, especialmente de quienes luchan contra el enemigo común. La segunda razón era que Truman se negaba a librar la lucha can los guerrilleros de Tito, lo que detendría a muchos contingentes norteamericanos en los Balcanes y en Italia, necesarios en el frente del Pacífico, donde la guerra con el Japón seguía siendo una incógnita. La tercera razón era de orden político: la opinión pública norteamericana no comprendería la guerra entre aliados y la necesidad de mantener a las tropas yanquis como fuerzas de ocupación en los países amigos. Por último, la razón de peso era también entorpecer las relaciones con Rusia desde que el gobierno norteamericano contaba con la intervención rusa contra el Japón. Así y todo, el 8 de mayo de 1945 Truman decide oponerse enérgicamente a Tito en la cuestión de Trieste y la diplomacia norteamericana reacciona vigorosamente contra la ocupación de Piamonte y la Venecia Julia por parte de Francia y Yugoslavia, respectivamente, destacando que ésas medidas atentaban contra el restablecimiento de la paz. A diferencia de la política norteamericana reacia al empleo de fuerza con respecto a los movimientos de resistencia, los ingleses, y el mismo Churchill, no vacilan en recurrir a la fuerza si se esperan resultados positivos. Analizando así las acciones de la diplomacia norteamericana, Kogan saca la conclusión de que Washington deseaba evitar a toda costa conflictos armados entre aliados y al mismo tiempo no definirse antes de terminar la guerra sobre los problemas de la creación o formulación de la paz futura. Sin decirlo expresamente, Kogan demuestra a las claras cuán difícil era para los británicos y norteamericanos asentar cimientos sólidos de una paz justa y de un orden democrático en el mundo, mientras que los dirigentes comunistas, considerando y respetando únicamente la fuerza, pudieron estructurar un mundo en el que ocupan una posición nunca soñada. Que eso es sí lo confirma también el nuevo libro de Kennan, en el que quedan correctamente caracterizadas y definidas todas esas actitudes ingenuas, infundadas, casi irreales, y las reacciones sentimentales y morales, lo que con razón Kennan llama rasgo no sólo de la diplomacia anglosajona sino del carácter anglosajón también.

V

Mas, antes de comentar esa política, veamos cuál es el punto de vista oficial de la historiografía soviética, expuesto por su delegado en el Congreso aludido, el general E. Boltin. En el mismo comienzo de su extensísimo informe escrito se entiende, con el estilo de la historiografía soviética oficial ad usum delphini, donde la verdad histórica está supeditada a las contingencias políticas e ideológicas, y, por lo tanto, no es verdad, Boltin define en los siguientes términos el carácter de la guerra contemporánea:

"Los historiadores soviéticos opinan que en la historia del mundo pueden delinearse con claridad dos tipos de guerra: las guerras anexionistas, es decir injustas, y las guerras de liberación, es decir justas. Si la guerra se libra para conquistar nuevos territorios, para oprimir y esclavizar a los pueblos, para robustecer el yugo externo o en nombre de la dominación de los explotadores, tal guerra es injusta. En cambio, si la guerra se libra en nombra de la liberación del país de la invasión enemiga, en nombre de la libertad y la independencia nacional, para liberarse del yugo de los explotadores y colonialistas, esta guerra es justa.

Tal guerra es capaz de entusiasmar a las masas populares que se unen activamente en la lucha armada bajo la bandera de la liberación. Los fines justos de la guerra devienen fuente inagotable de la alta moral de sus participantes, de su firmeza, de su coraje y de su heroísmo".

Consecuente con esta tesis, Boltin afirma que la segunda guerra mundial cobró el carácter de una guerra justa y lógica cuando la agresión alemana se extendió a la Unión Soviética. "La segunda guerra mundial -dice textualmente- que se desató del conflicto de dos alianzas imperialistas, empezó en el bando enemigo de Alemania a cambiar su carácter, sólo en el momento en que las amplias masas populares iniciaron la lucha antifascista. Desde entonces la guerra adquirió paulatinamente su carácter justo, de liberación y antifascista. Ese carácter se cristalizó y definió después de la entrada en la guerra de la Unión Soviética a raíz de la agresión hitlerista". Es menester destacar que con ese punto de vista coincidía totalmente la tesis de los comunistas yugoslavos, quienes antes de la guerra germano-soviética, definían la guerra como conflicto entre dos capitalismos y después de junio de 1941 la interpretaban como conflicto entre democracia y fascismo empezando por organizar la resistencia y la guerrilla.

Hablando del supuesto apoyo que la Unión Soviética prestó a movimientos de resistencia en Europa, en el capítulo referente a Yugoslavia, Boltin destaca que los partisanos yugoslavos fueron entre los primeros en organizar la resistencia y que contribuyeron notablemente al desencadenamiento de las guerrillas en toda Europa. Boltin no menciona que la diplomacia soviética había reconocido primero a Mihailovich; y que luego, bastante después, empezó a patrocinar a Tito y a sus guerrilleros. En cambio, tratando de afirmar, donde puede, la lógica y la consistencia de la tesis soviética destaca que también en la "liberación" de Yugoslavia el factor soviético fue decisivo, más decisivo de lo que reconoce la tesis oficial actual de la historiografía de Tito. Por lo tanto nos parece superfluo citar medias verdades propagandísticas en un trabajo que pretende ser conciso y objetivo. El historiador francés profesor Henri Michel señala en su informe sobre "Los Aliados y la resistencia en Europa" que, incluso en marzo de 1942 la Unión Soviética, rechazó el pedido de Tito de abandonar a Mihailovich y apoyar a sus guerrilleros. En mayo de 1942, el Kremlin acepta la proposición del gobierno yugoslavo en el exilio cuyo ministro de guerra era Mihailovich, de elevar la legación de Moscú al rango de embajada. En agosto de 1942, Moscú manifiesta su disposición de enviar a una misión al cuartel de Mihailovich, lo que el gobierno exilado en Londres no acepta. Todavía durante es otoño de 1942 Moscú no satisface los pedidos de ayuda interpuestos por Tito, sino que le aconseja moderación y le recrimina por el carácter agresivo impreso a la guerra de guerrillas[22].

Sin embargo, surgen diferencias tan fundamentales en los puntos de vista sustentados por los anglosajones y los soviéticos, que pueden dar una adecuada respuesta a la tesis de la guerra perdida. Según el criterio soviético, toda guerra que dirigen los comunistas o en la que participa la Unión Soviética es justificada, lógica, justa y libertadora. La guerra en la que no participa la Unión Soviética y que los comunistas no dirigen, sea solos, sea en coalición con otras fuerzas, resulta no sólo innecesaria y negativa desde el punto de vista histórico, sino injusta, conquistadora e imperialista. En otras palabras, la tentativa de los exilados democráticos de liberar Cuba constituye una guerra injusta e imperialista, mientras que el aplastamiento armado de la revolución nacional húngara, realizado por los tanques soviéticos es una guerra justa. Con esta tesis soviética concuerda, también la política yugoslava, que ante la disyuntiva de ver a Hungría liberada del régimen comunista, aunque bajo el mando de Imre Nagy, aprueba la intervención armada soviética y condena el intento del pueblo húngaro a ser libre.

VI

Si enfrentamos esas dos tesis opuestas, la soviético-comunista y la anglosajona, analizando ciertos aspectos de la pasada guerra y el reciente fracaso de la invasión de Cuba, llegamos a la conclusión de que la liberación de los pueblos sometidos al yugo comunista no podrá realizarse si siguen en vigor los supuestos clásicos, llamémoslos anglosajones, según los cuales el factor político e ideológico debe separarse del factor militar. Como es obvio, no nos propusimos dar en la presente reseña un cuadro exhaustivo de todos los hechos y razones que contribuyeron a que la última contienda "resultase una derrota catastrófica para tantos pueblos de Europa y Asia; especialmente para la Europa sudoriental, y que por idénticos motivos puede perderse el continente latinoamericano. Sobre ese tema se ha escrito mucho, hasta demasiado. Nos hemos limitado a subrayar ciertos criterios expresados por los historiadores anglosajones en un Congreso, celebrado el año pasado. Podríamos referirnos también a los documentos de la Conferencia de Teherán, recientemente publicados, que demuestran, por ejemplo con qué ligereza, e irresponsabilidad discutía Roosevelt con Stalin sobre el destino de la Europa oriental. Esa ligereza, ese desconocimiento de problemas y realidades en cuestión, constituye también el tema central del libro de Kennan, cuya lectura recomendamos al lector; pues allí advertirá con cuánta ignorancia de los hechos históricos y con qué incomprensión de los problemas actuales, los estadistas occidentales están resolviendo esos problemas y dictan la suerte de otros pueblos. Kennan constata. que el Occidente viene perdiendo la batalla con el comunismo mundial a partir de 1917, o sea desde sus comienzos, cuando nace y conquista el poder en el más vasto país europeo-asiático, subdesarrollado o menos desarrollado. A partir de 1917, los comunistas permanecen en el gobierno casi en todos los países que lograron sojuzgar, pues en ello los ayudan no sólo los conflictos internos de los países cautivos, sino también la total división moral y política del Occidente.

Sin embargo, por más hondo que Kennan penetrara y desentrañara los puntos débiles del Occidente frente al comunismo, no ha podido percibir ni decir toda la verdad. Al ridiculizar a ciertos intelectuales liberales en los países anglosajones, Kennan señaló en parte los defectos y peligros ínsitos en la política exterior anglosajona. Mas le faltó el coraje de incluirse a sí mismo y sus anteriores análisis en ese mismo liberalismo anglosajón, causa de esa debilidad occidental en pugna con el comunismo. Cuando se estudia la evolución de las relaciones diplomáticas entre los líderes democráticos occidentales y los déspotas asiáticos del Kremlin, se percibe que en cierta medida Churchill se daba cuenta de las consecuencias que podrían derivarse, mas Roosevelt no. Novicio en la política mundial, Roosevelt acaso haya dado más ímpetu a Stalin en sus desmesuradas pretensiones que cualquier movimiento comunista en país alguno. Roosevelt vio en Stalin su propio retrato proyectado a un terreno disímil, a la democracia de tipo anglosajón. Decepcionado con el capitalismo clásico, harto del conservadurismo, asqueado del fascismo, Roosevelt contemplaba el comunismo mundial con los ojos de su New Deal. Creyó de veras que el comunismo era un vasto movimiento de las masas populares, que necesariamente ha de ser justo para cada underdog. En Churchill veía el imperialismo, el conservadurismo reaccionario y la disgregación de una sociedad anticuada. Tales puntos de vista tuvieron que provocar la división fatal en el bloque occidental, crear aquel vacío político-geográfico, muy propicio para el avance del comunismo. Uno de las defectos fundamentales de los líderes occidentales es que, por falta de la inteligencia e iniciativa política, con su permanente vacilación posponiendo soluciones, rechazando la iniciativa y temiendo usar de la fuerza de la que disponen, envalentonan a los dirigentes comunistas impulsándolos a nuevas acciones. Los éxitos comunistas hasta ahora registrados no fueron resultantes de su superinteligencia o de la inevitabilidad histórica de la doctrina marxista, sino de la debilidad, diría orgánica, de la clase dirigente occidental incapaz de abocarse a soluciones radicales.

Cuando leemos diariamente que la diplomacia yanqui rehuye por principio el empleo de la fuerza y cuando se sabe que ésta es la política norteamericana, es obvio que los dirigentes comunistas pueden resolver cualquier problema sin recurrir a la fuerza, o mejor dicho empleándola a su modo específico. La naturaleza, de una gran potencia consiste en emplear todas las fuerzas materiales y morales de que dispone. EE.UU. dispone hoy de fuerzas que jamás tuvo potencia alguna. Si la Unión Soviética contara con esas fuerzas, es indudable que todo el globo se convertiría en feudo soviético. ¿Qué le falta pues, a los EE.UU.? La respuesta. a este interrogante es saber escoger. ¿Cuándo y en qué momento hacer uso de una parte de su poderío político y material? La razón principal de la actual supremacía soviética en el mundo radica en que los dirigentes soviéticos, en circunstancias más difíciles y con menos recursos materiales, supieron casi siempre, con poquísimas excepciones, hacer una selección correcta en la adopción de decisiones y en el uso de su fuerza política y militar. Si bien EE.UU. no es el tipo de gran potencia que en los siglos pasados lo fueron España, luego Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia, incluso Italia, hoy representa un poderío tal que podría emplearlo para restringir y eventualmente eliminar la marcha imperialista soviético-comunista sobre el mundo. Hasta 1948 EE.UU. pudo, con escoger el momento político, sabiéndose el único país posesor de la bomba atómica, restablecer en el mundo, sin arriesgar la guerra, un orden de libertad. Stalin detuvo la expansión comunista en Italia únicamente por haber calculado que dicha expansión comunista provocaría la reacción norteamericana y eventualmente amenazaría al comunismo mundial de total liquidación, Aquí también la causa principal del conflicto con Tito, Tito actuaba contra sus planes en Trieste y Grecia, exponiéndolo a un conflicto abierto con los EE.UU., que Stalin en aquel momento no pudo aceptar. Actualmente, ¿qué puede contener a Khruschev para no insistir en sus desmedidas exigencias, si después de la guerra nada ocurrió capaz de convencer a los comunistas que Norteamérica está dispuesta incluso a recurrir a la fuerza? ¿Pudo conseguirlo la frustrada acción en Cuba? ¿Cuántos son quienes pueden percibir hoy el tenue matiz entre el apoyo prestado a los exilados cubanos, su desembarco en la isla mediante los barcos norteamericanos y la eventual invasión de Cuba mediante la expedición militar norteamericana? Aunque el caso húngaro haya afectado el prestigio de la Unión Soviética, es verdad también que la decisión soviética de impedir la liberación de Hungría con intervención armada, robusteció la convicción, en la opinión mundial, de que Moscú está dispuesto a defender con la fuerza las conquistas del comunismo, mejor dicho su programa imperialista.

Se plantea, pues, el problema de fondo: ¿Puede la democracia recurrir a la fuerza para resguardar la libertad amenazada en cualquier parte del mundo? Sabemos que éste es el quid de la controversia actual en el mundo libre. Ella, de hecho, desarma a la democracia de tipo norteamericano, que funda sus creencias democráticas en principios casi ético religiosos. Desde la era wilsoniana hasta ahora la visión norteamericana se proyectaba a un mundo mejor, más noble, más humano y más justo, que, de facto, se está realizando en el continente norteamericano y en ciertas partes de la Europa occidental. Para la realización de ese mundo, el empleo de la fuerza sería contradicción. Que la democracia no se haya decidido todavía a emplear la fuerza contra el comunismo, como la empleó contra el nazi-fascismo, no se debe a la falta de motivos, sino que ciertos círculos liberales del mundo libre siguen viendo en el comunismo la futura ola social y económica, los comunistas lo saben y por eso no cesan de ilusionar el mundo con su falso humanismo. Aterrorizar con la guerra es uno de sus hábiles instrumentos, que les facilita la conquista de nuevas posiciones desalentadores para el Occidente, que rehuye la guerra. La idea es ganar todo sin guerra; ese camino, inadecuado para el Occidente, pues vive en la euforia económica, y en el desenfreno moral, puede proporcionar éxitos más positivos a los comunistas que las argucias morales y sentimentales de los círculos occidentales ¿Por qué, e.g., el comunismo como movimiento representa gran fuerza en Italia y Francia, mucho mayor que en los países en que gobierna, mientras que el nivel de vida en Francia e Italia se eleva sin cesar y es más alto que en cualquier país comunista? Esa y muchas otras razones determinan que entre los intelectuales liberales en el Occidente se extiende el neutralismo y se prepara cada vez menos a la opinión pública para una aposición organizada al comunismo. Los jefes de los países occidentales no piensan siempre en la iniciativa o en la reacción contra el imperialismo comunista como lo hacen los dirigentes comunistas. En el mundo libre no existen partidos políticos con disciplina comunista, ni en los países comunistas hay fuerzas anticomunistas organizadas. El mundo libre hizo poco o nada por ayudar a esas fuerzas, inyectarles ese ímpetu y ese aliento que los dirigentes comunistas infunden a los partidos comunistas en el mundo libre.

VII

A esta altura de nuestra exposición, se plantea el problema del papel de los exilados en la eventual liberación de sus países del cautiverio comunista. El fracaso cubano es un ejemplo palmario de cómo no debe procederse con los exilados. Ante todo, el criterio que prevalece en ciertas oficinas estatales de que cada acción de los emigrados debe subordinarse a los intereses de las grandes potencias, es totalmente erróneo. Los exilados pueden coordinar sus acciones con los intereses de las grandes potencias y con sus gestiones diplomáticas y militares, pero esas potencias y sus organismos no deben nunca ni de modo alguno hacer de los exilados y de sus movimientos su mero instrumento. Los exilados en su lucha cargan con la responsabilidad moral e ideológica ante sus respectivos pueblos. Esa responsabilidad no coincide siempre con los propósitos de las grandes potencias. En el caso de Cuba, la reforma social y la reestructuración económica de la sociedad no concuerda con los intereses de cierto capital norteamericano, ni tampoco es programa común de todos los grupos políticos cubanos. Cuando ciertos oficiales norteamericanos aceptan el programa de unos grupos contra otros, no chocan sólo con los emigrados sino con los intereses del pueblo que quieren liberar. En el momento que el presidente Kennedy anuncia a los países latinoamericanos un amplio y progresista programa económico y social, la Alianza para el Progreso, que puede resultar decisivo en la contención del comunismo su aparato, y sin que él lo sepa apta por la cooperación con los elementos de derecha y antisociales en la liberación de Cuba del comunismo, comprometiendo así toda la acción libertadora.

Abordando ese problema y en aras de la imparcialidad quiero aclarar que no me opongo o, que las agencias norteamericanas encargadas de colaborar con los exilados, cooperen también, valga la expresión, con los elementos más reaccionarios, pero deben saber que su responsabilidad debe ser total y declarada. Los objetivos deben ser claros, perseguidos con tenacidad, aunque varíen las tácticas.

La situación más trágica respecto a las grandes potencias es indudablemente la de los grupos exilados de Yugoslavia. Se sintieron desalentados e innecesarios ante las acciones erróneas de las grandes potencias, cuando la discrepancia ideológica de Tito con Moscú fue encarada con desacierto en el Occidente y especialmente en los EE.UU. En lugar de vigorizar precisamente en ese momento la acción de los exilados, las grandes potencias, en primer lugar Norteamérica, hicieron cuanto estuvo a su alcance para borrarlos de las listas de los grupos exilados anticomunistas, incluso de la lista de las "Naciones Cautivas" con el sorprendente conocimiento de estas. Este error histórico es a la vez moral. Revela al mismo tiempo que el Occidente no sólo carece de una política anticomunista firme sino que está dispuesto a cooperar con ciertos movimientos comunistas, en caso de producirse, como consecuencia del ejemplo contagioso de Tito, su separación del bloque moscovita. Ese llamado realismo aparente acarreó más perjuicio que beneficio al Occidente. Aplicado al caso cubano, surge la pregunta lógica: si el capital norteamericano se invierte en el comunismo de Tito, ¿por qué no se procedió de igual modo en el caso cubano con el propósito de alejar la influencia soviética y china del hemisferio occidental y desanimar el comunismo interno? Es mucho más importante para Norteamérica tener una clara situación en la zona, del Caribe que en el Adriático, donde nunca es clara y segura mientras gobiernen allí los comunistas.

Con esa actitud la política norteamericana dio por tierra con la influencia política de los exilados de Yugoslavia[23]. En realidad, no existe el grupo unido de los exilados yugoslavos, sino grupos separados según los países que integran a Yugoslavia. Los políticos que emigraron durante y después de la, guerra y sustentan puntos de vista anticuados, han muerto ya o están par morir. Con ellos en el país murió también un viejo mundo que jamás volverá. Ni antes ni ahora en el exilio esos políticos quisieron resolver el problema fundamental de Yugoslavia: el problema nacional. Las grandes potencias todavía respetan la legitimidad yugoslava" e incluso Moscú, que infiere y revuelve todos los problemas nacionales e internacionales en los países viejos y jóvenes con estructuras multinacionales hasta ahora se abstuvo de ventilar problema nacional alguno en Yugoslavia[24]. Las grandes potencias occidentales temen la perspectiva de que se planteen nuevos problemas nacionales, sobre todo en el Sudeste europeo y expresamente en Yugoslavia. Tanto la política oficial coma la opinión pública liberal norteamericana consideran a Yugoslavia como una creación de Wilson y, por ende, le guardan lealtad. Entre los grupos exilados de Yugoslavia existen, grosso modo, estas divisiones: entre los servios, a diferencia de su postura durante la primera y la segunda guerra mundial, prevalece el criterio de que Yugoslavia es más necesaria ahora que nunca a la nación servia. Los servios son partidarios de Yugoslavia debido a sus intereses exclusivos y permanentes. En este punto coinciden tanto la reacción como la derecha y la izquierda servias. En el momento que sería factible de veras una auténtica federalización de Yugoslavia con la igualdad de todos los pueblos componentes y otra capital que no sea Belgrado, sino alguna ciudad céntrica del país, los políticos servios en su mayoría se dividirían y tenderían a la formación de la Gran Servia. Esta postura calculada y ficticia de los exilados servios respecto a Yugoslavia agrava la posición de los exilados croatas sin imposibilitarla.

Los grupos exilados croatas, si bien desunidos ante las alternativas futuras, son más fuertes que en ninguna oportunidad anterior. En todos los continentes los intelectuales exilados croatas hacen sentir su presencia. Se puede decir que los exilados croatas han planteado en forma clara, inequívoca y unánime el problema de la autodeterminación nacional croata y del Estado croata. Aunque existen entre los croatas, como entre los demás grupos, disensiones internas, éstas no son de índole nacional sino político-social. La prueba difícil para los exilados croatas vendrá cuando se plantee el problema de la liberación del comunismo. ¿A quién se dirigirán las cancillerías de las grandes potencias? La experiencia nos enseña que se dirigirán a los elementos oportunistas, quienes seguirán los intereses y las órdenes de los órganos, con frecuencia no interiorizados en los problemas, de las grandes potencias. Precisamente lo que ocurrió durante la guerra pasada y ahora con Cuba. Por eso se requiere no sólo un bloque unido de los exilados -muy difícil en tiempo de paz sino también fuertes núcleos dentro del país que sepan lo que quieren y estén capacitados para tomar las riendas en sus manos en el momento de la crisis.

VIII

Primero el fascismo, luego el comunismo contribuyeron a la destrucción del viejo mundo, y si bien el ciclo fascista está casi concluido, queda por terminar todavía el ciclo comunista. Desde 1914 y hasta hoy, mi generación navega rumbo a la libertad que acaso no llegue a alcanzar. Nuestro ideal era que el hombre puede existir y progresar únicamente en la libertad y que cualquier forma de gobierno que restrinja la libertad debe ser, tarde o temprano, derribada por la voluntad y la fuerza del hombre.

Si el hombre de la era atómica no pierde el autocontrol y no sobreviene el fin del mundo, estoy convencido de que el principio de la libertad será el elemento principal que acabará con el comunismo. El destino del mundo en una u otra dirección será sellado tal vez en el curso de los próximos 25 ó 50 años. Dos generaciones de hombres libres que nos siguen tienen la posibilidad de resolver los problemas fundamentales no sólo del Occidente y el Oriente sino de la humanidad. Espero que en estas generaciones aparecerán en nuestro país, hombres dignos de la misión de contribuir a la liberación del pueblo croata del comunismo y asentar las bases de una vida mejor.

 


Krizanic - Strossmayer – Mandic

Tres insignes apóstoles de la reunión de los cristianos disidentes eslavos

Bonifacio Perovic, Buenos Aires

Hemos de señalar, ante todo, que el presente trabajo no se refiere a los intentos unionistas en las tierras croatas, sino a los tres insignes "operarios en la viña de la unión" -Krizanic, Strossmayer y Mandic-, quienes por su genio, actividad y celo abarcaron a todas las Iglesias eslavas separadas. Tampoco es aceptable condicionar la reconciliación, es decir, una obra eminentemente espiritual, al destino temporal de dichos pueblos, a saber, con consideraciones político-nacionales y con la unidad de la civilización. Por añadidura, el movimiento de la solidaridad de los pueblos eslavos en lo político debe considerarse dirimido hoy día por no haber podido resistir la prueba del tiempo, el rigor científico, y por no tener arraigo en el sentimiento de los respectivos pueblos. Quienes siguen propugnándolo son los aprovechadores políticos, mientras que la forma brutal en que se implantó últimamente como el paneslavismo rojo, lo desacreditó definitivamente.

Nuestro tema, pues, tiende a poner de relieve a los tres más destacados precursores y apóstoles de la unión de las Iglesias eslavas separadas, quienes, a pesar de algunos errores de estimación, fueron hombres de elevado espíritu, de un incansable fervor apostólico, de un optimismo que asombra y de una vasta visual que sobrepasa los límites de su patria, comprendiendo en sus afanes a todos los eslavos y ansiando verlos reunidos en "unum ovile" con "unus Pastor".

Dos de ellos fueron insignes representantes del movimiento eslavo; Krizanic es considerado precursor del paneslavismo, mientras que Strossmayer actuó durante el romanticismo europeo cuando el movimiento de la solidaridad eslava estaba en su apogeo. Por tal motivo, la obra sobresaliente de ambos es actualmente muy discutida entre los croatas, aunque en su favor podemos aducir que no pudieron tener los conocimientos científicos ni las experiencias de que disponen las nuevas generaciones. Además, cabe destacar que, a diferencia de los demás eslavófilos, quienes en última línea perseguían objetivos nacionales y políticos, los propósitos de los tres precursores croatas tomaron inspiración en el optimismo intrínsecamente ecuménico, que nunca dejó de confiar en el retorno de los hermanos separados. Si los dos primeros creyeron poder afianzar el retorno sirviéndose también de la afinidad eslava, es decir, de los recursos del orden temporal, el siervo de Dios, P. Leopoldo Mandic, impulsado por el mismo fervor y el optimismo católico, emprendió el camino directo de la gracia sobrenatural sin otras consideraciones.

El tema abordado vuélvese actual en momentos en que el anuncio del II Concilio Vaticano viene a suscitar un vivo interés y un vasta movimiento en la búsqueda de la unión cristiana.

Nuestros tres precursores tienen bien merecido el interés que se le presta hoy día, por haber mantenido encendida entre los eslavos la antorcha del anhelo "ut omnes unum sint", obrando en distintos siglos: Jorge Krizanic en el siglo XVII, José Jorge Strossmayer en el siglo XIX, y el siervo de Dios P. Leopoldo Mandic en el siglo XX.

Jorge Krizanic

Jorge Krizanic[25], nacido en Ribnik, cerca de Karlovac, Croacia, en 1618, descendía de una antigua familia de la nobleza castrense. Hizo sus estudios en Viena, Bolonia y Roma, donde fue alumno del Colegio de San Atanasio, dependiente de la Sacra Congregación "De Propaganda Fide". Ya de estudiante se entusiasmaba por la reunión de las Iglesias, y por eso en 1640 se traslada de Bolonia a Roma, a fin de poder dedicarse con más ahínco a los problemas inherentes a la unión, lo que desde este momento viene a ser el ideal de su vida. Graduado que fue, escribió un tratado titulado "Bibliotheca Schismaticorum", que se conserva en la biblioteca de Santa María Sopra Minerva, en Roma, según lo afirma H. Iswolsky[26] y evidencia la extraordinaria erudición del joven sacerdote.

El problema de la reunión, Krizanic no lo enfocará tan sólo desde punto de vista misionero, sino también lingüístico, político, socioeconómico y, sobre todo, cultural.

Sus trabajos en Roma lo revelan como un asiduo estudioso de los problemas lingüísticos croatas que más tarde ampliará y se ocupará de la filología eslava. El primer fruto de sus estudios lingüísticos fue una gramática croata que envió a su obispo en Zagreb, y que luego fue perdida. A su obispo remitió también una carta sobre la unión de los "Vlahi" (es decir, "valacos", el término croata de entonces para los ortodoxos). Pero conviviendo en Roma con los uniatos ucranianos, su fervor misionero se extiende con el tiempo a todos los eslavos separados, y de modo especial a los rusos, por ser más numerosos y poderosos.

Ordenado sacerdote según el rito latino y no oriental, como lo deseaba, volvió a Zagreb, y allí permaneció poco tiempo como docente y cura párroco. Su mente estaba ocupada y su corazón atraído por Rusia. Había leído todo lo concerniente a Rusia: narraciones de famosos viajeros, informes, cartas, "quaestiones disputatae" sobre las controversias teológicas. En Viena y Roma se puso en contacto con todos los emisarios, viajeros y visitantes, procurando informarse detenidamente acerca de Rusia, de modo que se enteró de cuanto ocurría en Moscú, tanto en lo atinente a la religión como a la vida social, política y económica.

Su enfoque original del problema de reunión consistía en la convicción de que los rusos, a pesar del alejamiento, habían conservado la fe intacta, de modo que no se imponía la evangelización, sino tan sólo la reunión con la Iglesia universal, a la que los vinculaban muchos lazos comunes. La separación de la Iglesia rusa la atribuía a las contingencias históricas y al desconocimiento del auténtico contenido del conflicto. Krizanic sostenía la importancia del rito oriental y del uso de la lengua eslava en la liturgia, oponiéndose a todo intento de latinización. Dos siglos más tarde defenderá la misma tesis el filósofo ruso y apóstol de la unión, Vladimiro Soloviev.

En un informe enviado a la Sagrada Congregación de la Propagación de Fe en 1641, el joven sacerdote croata desarrolló sus ideas y planes pidiendo permiso para trasladarse a Rusia. Deja por sentado en su informe que los rusos no son herejes, sino tan sólo separados por ignorancia, por lo que es menester iluminarlos, educarlos, iniciarlos en la cultura de la Europa occidental para mejorar así sus condiciones sociales, económicas y políticas. La Congregación estudió atentamente el informe de Krizanic, apreció su erudita investigación, pero no contestó su pedido de viajar a Moscú.

Krizanic, en un amplio pero fantástico plan, preveía la posibilidad de que Rusia agrupara y aunara a todos los pueblos eslavos, y que una vez reunida con la Iglesia universal, se identificase con el mundo occidental. En ello se revela el precursor del paneslavismo, pero occidentalista, que como tal seguirá hasta el fin de su vida, a pesar de tantos sinsabores, incomprensiones y ordalías que experimentaría en la Rusia de sus ensueños. Fue un hombre de vastos conocimientos enciclopédicos, valiente, incansable, de temperamento ardiente, pero terco, fantasista e impaciente. Reiteró su pedido, quejándose de la incomprensión, e insistió en que se le permitiese realizar sus planes fantásticos.

Fervoroso que fue, emprendió su primer viaje sin esperar el debido permiso. Llegado a Smolensk, en Rusia, púsose en contacto con los uniatos y empezó con todo entusiasmo a perfeccionar sus conocimientos del idioma ruso. Poco después, al detenerse en Polonia, volvió a Viena para emprender un nuevo viaje con la embajada austríaca, disfrazado de oficial, agregado a la misión que iba vía Constantinopla, lo que le dio oportunidad de conocer en la misma fuente la organización de la Iglesia griega.

Al parecer, fueron muy escasos los resultados de su primera visita a Rusia. Tuvo algunos contactos con los criptocatólicos y, según parece; con el mismo Fedor Rtischev, mayordomo del zar Alexis y con el Patriarca ruso. Adquirió, con muchas dificultades y pagándola, muy caramente, una publicación del patriarcado ruso, destinada a combatir las influencias católicas protestantes en Rusia, lo que le ayudó mucho a conocer los prejuicios de Iglesia rusa con respecto al catolicismo.

En 1652 lo encontramos de nuevo en Roma, en el Colegio Ilírico (croata). La Congregación lo miraba con enfado por considerar su viaje a Rusia como acto de desobediencia. No obstante, sus informes fueron examinados detenidamente, y después de cinco as, tan penosos para su impaciencia, se le consintió oficialmente retornar a Rusia, lo que hizo en 1657.

Contrariedades y desengaños de toda clase no le faltaron. Fue enviado a Galicia, dependiente de un obispo latino, severo y rígido, que no lo dejaba dedicarse a sus investigaciones. Sus protestas terminaron con su encarcelamiento. Busca refugio en el castillo de un noble uniato, y después de dos meses se fue a Rusia, pasando por Ucrania, entonces en guerra civil entre los partidarios de Rusia y Polonia, Krizanic, rusófilo convencido, escribía una proclama en favor del zar Alexis. Llegado a Moscú en noviembre de 1659, presentose ante el zar bajo el falso nombre de Jorge Bilisa, haciéndose pasar por hijo de un mercader de Bihac (Bosnia), disimulando así el verdadero propósito de su viaje. Ofreció al zar sus conocimientos lingüísticos, obligándose a compilar una historia rusa, un diccionario y una gramática, además de defender con sus escritos la causa de Rusia contra los polacos.

De ese modo Krizanic consiguió el cargo de bibliotecario en la corte imperial. A la sazón, el "Raskol" (cisma) devastaba a Rusia. Como en el conflicto de los cosacos ucranianos, Krizanic púsose decididamente de parte de la unidad. Su posición de bibliotecario, si bien humilde, le encantaba. Creía haber llegado al puesto en que podrá desarrollar su programa. Pero, después de un año, por un "glupo slovo" (una palabra imprudente), como él mismo dice, que lo descubrió como sacerdote católico disfrazado, fue desterrado a Tobolsk, Siberia. Se trataba de una denuncia de alguien en quien se había confiado. Llegó a Tobolsk casi al mismo tiempo que Avakum, uno de los principales "raskolniki", pero éste, muy suspicaz y fanático, no quiso entablar relaciones con Krizanic. Había llevado consigo su abundante biblioteca, de modo que pudo dedicarse a una intensa actividad intelectual. Durante los quince años de su exilio siberiano, Krizanic escribió sus mejores obras. Completó su gramática y el diccionario, escribió un tratado sobre Siberia, entró en correspondencia con los sabios y geógrafos occidentales, y sobre todo escribió entre 1663 y 1667 "Discursos sobre el gobierno", comúnmente llamado "La política" y "De Providentia Dei", obras en que resume y precisa sus ideas acerca de Rusia.

Ambos tratados fueron escritos en el idioma eslavo universal inventado por Krizanic[27] con ocasionales interpolaciones en latín, "La Política" trata del gobierno ideal, de las reformas, pero teniendo en consideración la situación real en Rusia. En el tratado "De Providentia Dei" investiga "de causis victoriarum et claudium hoc est de prospero et infelici statu reipublicae".

En su exaltación del futuro y de la misión universal de Rusia Krizanic coincide con los eslavófilos rusos, pero con la, diferencia de abogar por un gradual acercamiento a la unión con el Occidente, mientras los tradicionalistas rusos quieren preservar "la pureza de su fe ortodoxa" de la contaminación occidental. Nos dio una sorprendente y acertada definición de la psicología rusa: "Nuestra gran desgracia es nuestra falta de moderación en el ejercicio del poder; somos incapaces de seguir el término medio; no tenemos el sentido de la medida. Vamos a los extremos y deambulamos por el borde de los precipicios."

Krizanic envió sus dos obras principales al zar, sin recibir contestación alguna; fueron archivados. Un día, nos dice H. Iswolsky, el joven zar Pedro las descubrió "en alguna parte del desván", como dicen los historiadores. ¿Estudió realmente el zar el gran plan de Krizanic? Por lo menos parece que, en algunas de sus reformas, siguió la senda indicada por el croata; pero, ¿hasta qué punto? El profesor Klyuchevky escribe al respecto: "Leyendo el programa de Krizanic, de buena gana exclamamos: es el programa de Pedro el Grande!, con sus mismos defectos y contradicciones, con su fe en las fuerzas creadoras del ukase y en la posibilidad de sembrar educación con ayuda de libros traducidos del alemán y con el cierre de los comercios, de los negociantes que se niegan a aprender aritmética..." [28]

Todas las tentativas de Krizanic, al contraer una grave enfermedad, para reconquistar su libertad, resultaron vanas mientras gobernaba Alexis Mihailovic, padre de Pedro. Le prometió el perdón si renunciaba a su fe católica. Krizanic rechazó indignado, y creyéndose próximo a la muerte, redactó su testamento, indicando al pueblo ruso el único camino de salvación: la unión con Roma y con Europa Occidental. Mientras tanto, murió Alexis, y su sucesor, hermanastro de Pedro, le amnistió, pero no le permitió retornar a Occidente. Le nombró traductor en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Por fin, en 1677, consiguió salir de Rusia. Llegado a Viena, entró en la Orden de dominicos, pero poco después se unió al ejército de Yan Sobiesky; rey de Polonia, y volvió a Viena en 1683 con el ejército que ayudó a rechazar y derrotar a los turcos osmanlíes, liberando a Viena asediada. Krizanic mereció el 2 de septiembre en esta última gran batalla entre los cristianos occidentales y los turcos, acabando así su vida peregrina y sufrida; pero minada por la gran idea de la mancomunidad cristiana.

El tema ampliamente discutido: ¿Cuál es el lugar de Rusia en el mundo?; Krizanic lo enfrentó en su totalidad: en el aspecto cultural, social, político y religioso. Su respuesta se resume en la afirmación de que Rusia está entre Europa y Asia y debe servir de lazo entre civilizaciones. Dos siglos después, el mismo concepto fue desarrollado por los grandes pensadores rusos, occidentalistas, y de modo especial por Pedro Chaadaiev y Vladimiro Soloviev. Krizanic había vinculado estrechamente la unión de las Iglesias con el desenvolvimiento de los rusos. Era el primer erudito católico en exponer los lazos religiosos entre las dos Iglesias. El varón de gran celo y de vasta cultura tuvo ideas muy atrevidas en una época en que casi nadie nutría, de un lado ni de otro, la esperanza humana en la unión. "Su erudición y la vastedad de su programa infundían temor en el corazón de los incultos y escepticismo en la mente de los eruditos." Sin embargo, su enfoque del cisma es exacto. Su visión del desarrollo político y del destino religioso, sus conocimientos del alma rusa, quedan todavía como material de estudio muy útil y valioso. La transformación de Rusia en un poderoso imperio, al adoptar la técnica occidental, son las pruebas de las acertadas afirmaciones y de la perspicacia histórica de Krizanic, quien está en el umbral de la nueva era rusa; su paneslavismo occidentalista fue un sueño. El dualismo cultural de los pueblos eslavos sigue dividiendo a los eslavos en dos grupos que pertenecen a diferentes mundos de cultura y civilización.

Podemos disentir con muchas actitudes, ideas y planes de Krizanic, pero no podemos dejar de admirar su fervor, su amor y su desvelo para con sus hermanos en Cristo, que en vista de las perspectivas actuales de la reconciliación de las Iglesias lo revelan como un genial paladín y precursor de unidad.

José Jorge Strossmayer

Bien distinto de Krizanic, por su vida, su posición y su obra, fue el obispo de Diakovo, José Jorge Strossmayer (1815-1905), no obstante hallarse en la misma línea por sus conceptos, sus proyectos y por haber dedicado lo mejor de su vida a atraer a los eslavos ortodoxos al ámbito del Occidente y a unirlos a la Iglesia universal.

Strossmayer nació en Osiek, en la provincia croata de Eslavonia. Cursó sus estudios en el seminario diocesano de Diakovo y en Budapest. Laureado en filosofía y teología, fue ordenado sacerdote en 1838. En 1847, el emperador Fernando lo nombró capellán de la corte de Viena y director del colegio "Augustianum". Dos años después, cuando tenía apenas 34 años, el emperador Francisco José lo hizo nombrar obispo de la extensa y rica diócesis de Diakovo, donde permaneció hasta su muerte.

Hombre de ingenio sutil, de gran talento y de vasta cultura humanista, orador brillante -admirado en el Concilio Vaticano-, expresándose en un latín ciceroniano, un verdadero Mecenas e incansable promotor de múltiples obras culturales, Strossmayer dejó profundas huellas en Croacia, si bien algunos de sus conceptos políticos -fue durante decenios inspirador y virtual jefe del Partido Nacional Liberal- no dejan de ser discutibles. No se le puede negar que fue el organizador de la vida cultural croata moderna. Buena parte de las instituciones culturales croatas de la segunda mitad del siglo pasado tienen en Strossmayer al fundador y el benefactor: la renovada Universidad de Zagreb, la Academia de Ciencias y Artes, la Galería de Bellas Artes, para mencionar tan sólo lo más importante. Además fue gran benefactor del colegio croata de San Jerónimo en Roma. Edificó el seminario para los aspirantes de Bosnia, entonces bajo el dominio turco, y la monumental catedral neorrománica en Djakovo, adornada con pinturas de los renombrados maestros contemporáneos Seitz, padre e hijo, Overbeck, etc.

Los croatas de hoy disienten con el gran obispo en cuanto ha sido uno de los principales sostenedores de la ilusión de la unidad cultural de los eslavos meridionales, y en primer lugar de los croatas y servios. Krizanic buscaba la solución en la unión de los rusos con el mundo occidental, y Strossmayer, con su amigo historiador Racki, en la unión de los servios ortodoxos, entonces relativamente atrasados, con los croatas de cultura occidental y de religión católica. Humanista de buena ley, quiso convertir a Croacia en el foco de gravitación cultural para todos los eslavos del Sur, que habrían sido, a su juicio, designados por la Providencia como intermediarios entre el Oriente y el Occidente europeos[29].

Fue inevitable que un prelado católico; al buscar la manera de acercarse a los croatas católicos con los servios ortodoxos, topara con el problema fundamental: la separación de la Iglesia. No eludió el nudo del problema, mas bien lo enfrentó con toda su alma; se desveló por promover, discutir, escribir y obrar, a fin de que se realizase la reconciliación cristiana, siendo Strossmayer durante medio siglo el portaestandarte principal de la unión de los eslavos separados.

En la mente del Obispo la civilización había de servir de vehículo para atraer a los disidentes. El estudio de la cultura entonces no se había profundizado como hoy. Se identificaba fácilmente la cultura occidental con el cristianismo y, aún más, se prefería imaginarla en forma absoluta como la única civilización verdadera. Esas confusiones hoy día no se admiten:

La Iglesia Católica no se identifica con el Occidente y su cultura; aunque ésta esté inspirada por aquélla. Pero a la sazón, el Occidente hallábase en la cumbre de su poder y su progreso. La fe progresista en la perfectibilidad humana penetró todos los espíritus de la sociedad contemporánea, de los pensadores, políticos y economistas. No hallamos, pues, dificultad en comprender a Strossmayer, hijo de su época, cuando con su colaborador Racki imaginó un plan según el cual todos los eslavos del Sur, y especialmente los que luchaban por independizarse de la dominación turca, deberían integrarse y participar de la civilización occidental. Por el hecho de encontrarse Croacia en la esfera de la cultura occidental, conviviendo con ella y aportándole su parte, debería convertirse automáticamente en un centro cultural y rector para sus vecinos eslavos centro de cultura, centro religioso con el correr del tiempo, centro político también.

No hay que olvidar que Servia, recién reconocida cómo reino, estalla entonces de hecho bajo la protección de Austro-Hungría; su dinastía de los Obrenovich era de tendencias prooccidentalistas, y hasta hubo intentos de incorporación al imperio austríaco. Los planes políticos de Strossmayer, pues, no carecieron de fundamento. Pero para la realización de sus propósitos hacía falta la condición fundamental: la unidad de la cultura. En su optimismo, vinculado a las ilusiones de su generación, cometió un error de juicio que resultó ser fatal. Sencillamente, suponía que la unidad cultural de los eslavos meridionales seguiría automáticamente a la coyuntura histórica saber: la liberación de los Balcanes de ya dominación turca, el despertar nacional, la solidaridad eslava y los beneficios de la civilización moderna. En cambio, la realidad indicaba el camino opuesto, esto es, que los eslavos ortodoxos no optaren por el Occidente, sino que quedaron arraigados en su tradición cultural y política de cuño bizantino, fortalecida en los tiempos modernos por la influencia del imperio ruso, poderoso protector de los eslavos ortodoxos. El hecho de pertenecer los servios a la Iglesia oriental fue decisivo. Los factores del destino histórico seguían a los de la religión. Al fin, el "eslavismo" de Strossmayer, croata y occidentalista, se convirtió en nuestro siglo en instrumento del expansionismo servio y ruso. Strossmayer fracasó también en cuanto a los esfuerzos de acercamiento de las Iglesias.

De todos modos, la idea de la unidad eclesiástica le guiaba en todas sus grandes empresas, en sus escritos, discursos y contactos con grandes personalidades de la época. Estaba relacionado con los cardenales Rampolla y Jacobini, con el primer ministro británico Gladstone, con Lord Acton; el líder checo Palacky y muchos otros. El mismo Bismarck, al querer finiquitar el "Kulturkampf", trataba de establecer contacto con el obispo Strossmayer. Mantuvo lazos de amistad con Vladimiro Soloviev, gran propagador de la unión de Rusia con Roma. Alentaba el movimiento unionista en Bulgaria y se encargó de la primera edición de las poesías populares búlgaras de los hermanos Miladinov. Ayuda a la nueva edición de los libros litúrgicos en glagolítico (paleoeslavo en redacción croata). La nueva catedral de Diakovo la dedicó a la concordia de los eslavos y a la unión de las Iglesias.

Su preocupación para la unión cristiana no fue extraña a su actitud opositora en el Concilio Vaticano. En su toma de posición respecto a la definición de la infalibilidad, dijo: "...quod definitione hac de qua agimus, in effectum deducta, gregi meo, cui praesum[30] multa pericula sunt creanda" [31].

Pero, a pesar de todo, me inclino a creer que Strossmayer, como lo evidencia el citado discurso y otras circunstancias, fue un antiinfalibilista por convicción. Sin embargo, están lejos de la verdad los que querían exhibirlo como un obispo rebelde e insumiso. Strossmayer usó su derecho obispal de sostener, durante el concilio, su opinión, y una vez definida la infalibilidad, se sometió, permaneciendo toda su vida filialmente devoto al Papa[32].

La más rotunda refutación de las mistificaciones estriba en el hecho de haber estado en estrechas relaciones con la Santa Sede durante medio siglo. Fue hombre de confianza de León XIII y en su nombre cumplió misiones importantes. En 1881, Strossmayer llevó a León XIII una representación de varios pueblos eslavos, con el propósito de atraer la atención sobre el vasto pero desconocido mundo eslavo, gesta que el Papa agradeció haciendo grabar la figura de Strossmayer en la medalla conmemorativa y, con la encíclica "Grande Munus" del 30 de septiembre de 1880, extendiendo a toda la Iglesia el culto de los apóstoles eslavos SS. Cirilo y Metodio.

Testimonio de Vladimiro Soloviev

Nos complace concluir este sucinto capítulo aduciendo las palabras del famosa Vladimiro Soloviev sobre el profundo eco que tuvo la obra unionista de Krizanic y Strossmayer en las almas eslavas ansiosas de unión en un rebaño de Cristo.

Dos años ante su muerte, V. Soloviev había publicado en París su renombrada obra "Rusia e Iglesia Universal". Al final de la "Introducción", en un "Postcriptum" nos dejó una suerte de testamento espiritual, en que hace su profesión de fe al re; conocer "como juez supremo en materia de religión a aquel que fue reconocido por S. Ireneo, S. Dionisio el Grande, S. Atanasio el Grande..." sigue nombrando a todos los grandes SS. Padres y Doctores de la Iglesia Oriental y especialmente al apóstol Pedro, que vive en sus sucesores y que no oyó en vano las palabras del Señor: "Tú eres Pedro... Apacienta mis ovejas... mis corderos". Tras destacar que el espíritu inmortal del bienaventurado apóstol en el gobierno de su Iglesia visible necesita un cuerpo social, primero en el mundo grecorromano (imperio de Constantino), y luego en el mundo romano-germánico (Carlomagno). "Después, sigue Soloviev, de estas dos encarnaciones temporales se espera la tercera y última encarnación. Todo el mundo lleno de fuerzas y de deseos, pero sin conciencia clara de su destino, llama a la puerta de la historia universal. ¿Cuál es vuestra palabra, pueblos de la palabra? Vuestra masa no lo sabe todavía, pero potentes voces surgidas de entre vosotros lo han revelado ya. Hace dos siglos un sacerdote croata lo anunció proféticamente y, en nuestros días, un obispo de igual nación lo ha proclamado repetidamente con elocuencia admirable. Lo que dijeron los representantes de los eslavos occidentales, el gran Krizanic y el gran Strossmayer, sólo necesita el simple amén de parte de los eslavos orientales. Este amén vengo a decirlo en nombre de cien millones de cristianos rusos, en la firme y plena confianza de que no me desautorizarán"

Esperemos que estas dos "voces potentes" seguirán expresando, con más efecto que en nuestra época, a los hermanos disidentes, que todos somos "uno en Cristo".

Siervo de Dios Padre Leopoldo Mandic

Krizanic y Strossmayer, como queda dicho, habían confundido en sus planes unionistas los elementos del plan temporal con los de la gracia.

Su empeño de valerse del sentimiento de la solidaridad de los pueblos eslavos -para atraer a los disidentes al Occidente y a la Iglesia universal- resultó al final contraproducente. Rusos y servios también se han servida del paneslavismo en sentido opuesto, primero procurando aislar a los eslavos católicos del mundo occidental y atraerlos al ortodoxianismo y al bolchevismo después, resultado diametralmente opuesto a lo imaginado por Krizanic y Strossmayer, promotores de un eslavismo occidental. Es, pues, comprensible que los croatas se sintieran recelosos ante toda forma del eslavismo, y hasta la misma idea de unión cristiana experimentó entre ellos un contratiempo. Todo lo vivido en el presente siglo como consecuencia del movimiento eslavo no surtió otro efecto sino el alejamiento mutuo entre los pueblos eslavos de religión católica por una parte y la ortodoxa por la otra.

Dejando de lado el aspecto político, cabe subrayar que el problema de la reconciliación de las Iglesias habrá que enfrentarlo tan sólo en el plan religioso, por obra de la divina gracia: "Nisi Dominus aedificaverit domus..." Si el acercamiento de los griegos al Occidente actualmente favorece la obra de la unión, eso tal vez no sea en el caso de Rusia.

En el plano sobrenatural encaró el problema de la unión el tercer precursor croata, el siervo de Dios, Padre Leopoldo Mandic, fraile capuchino que pasó la mayor parte de su vida en Padua. Los italianos lo llaman Padre Leopoldo de Castelnuovo, por ser oriundo de Herzegnovi (Castelnuovo, en italiano) en Dalmacia, nacido el 12 de mayo de 1866. El año 1884 tomó el hábito franciscano capuchino en Udine y, transcurrido el año de noviciado, hizo la profesión religiosa. Ordenado sacerdote en 1890, desempeñó el sacro ministerio en las ciudades croatas Zadar, Kopar y Rijeka para establecerse en Padua en 1906, donde permaneció hasta su piadosa muerte ocurrida el 30 de julio de 1942.

Fue reconocido como apóstol de confesionario y adquirió fama de santidad a raíz de numerosas conversiones y curaciones realizadas por su intercesión.

Cuatro años después de su muerte se inició el proceso ordinario, terminado en 1962, y en 1968 se hizo "positio ad introductionem Causae", aguardándose ahora su beatificación.

Recién después de la muerte del P. Leopoldo, viene a saberse a todas luces que el incansable ministro del Sacramento de la confesión fue ante todo gran apóstol de la unión y que todos los sacrificios de su vida fueron ofrendados con esa intención.

En el extremo sur de Dalmacia, donde a orillas da la magnífica Bahía de Kotor está situada la ciudad natal del P. Leopoldo, desde hace mucho tiempo viene bajando desde las montañas balcánicas de retaguardia el elemento ortodoxo, conviviendo desde hace siglos con los católicos croatas. Este elemento, eclesiástica y nacionalmente heterogéneo, viene a constituir actualmente la mitad de la población en una comarca tradicionalmente católica, modo que los actuales gobernantes yugoslavos segregaron esa comarca croacia, anexándola a Montenegro.

En ese ambiente, zona de irrupción del elemento extraño culturalmente nació y creció el P. Leopoldo. El alma tierna y religiosa del niño Bogdan (Diosdado, su nombre de pila) no tardó en percibir la diferencia derivada de la separación de las Iglesias, y es allí mismo donde sintió la primera llamada divina a consagrarse enteramente para que todos sus paisanos "unum sint". Caso idéntico al de Krizanic; ambos desde su niñez estuvieron en contacto con los "Vlahi"; ambos, por motivo religioso, empezaron a ocuparse de la unión, abarcando poco a poco a todos los eslavos disidentes.

Bogdan Mandic, desde su corta edad, quería hacer algo en ese sentido. Mas no sabía qué debía hacer. Una vez sacerdote, su corazón ansiaba dedicar sus esfuerzos al apostolado de la unión. Pero la diferencia de sus antecesores, no tenía proyecto humano alguno. Su alma ardía de fervor por ver cuanto antes a sus hermanos unidos en una Iglesia, y eso le bastaba. Comprendiendo por fin que su deseo no se cumpliría, se sometió a la voluntad de sus superiores, que era la voluntad de Dios. Ofrendó ese sacrificio a Dios e hizo votos para que sus oraciones, mortificaciones, obras y sobre todo la labor del confesionario, se dedicaran a ese fin de la unión, y se ofreció a sí mismo en holocausto.

El postulador general de la Orden de los Capuchinos, P. Bernardino de Siena, publicó el año pasado un tratado en latín[33] con el propósito de poner de, relieve este aspecto unionístico menos conocido del apostolado del P. Leopoldo. El Padre Bernardino nos trae a propósito un detalle que recién ahora recobra su plena significación. El Padre Mandic, no obstante haber pasado casi toda su vida en Padua, es decir en Italia, no quiso de ninguna manera hacerse ciudadano italiano. Durante la primera guerra mundial, estando Italia en guerra con Austro-Hungría, de la cual entonces formaban parte las provincias croatas, incluso Dalmacia, el P. Leopoldo prefirió ser confinado en el interior de Italia a renunciar a su nacionalidad croata. "Permaneció en Italia -dice el P. Bernardino- pero por su sangre siempre se sintió croata". Quiso permanecer unido a su país de origen hasta por estos lazos formales, para demostrar que se puede pertenecer a la familia nacional croata, al mundo de habla eslava y al mismo tiempo ser hijo fiel de la iglesia romana. A sus hermanos capuchinos de Italia eso les parecía, a la sazón, cierta "pervicacia et obstinatio", como dice el mismo autor, y recién ahora, cuando la cuestión de la unión ocupa el centro de la actualidad contemporánea, la persistencia del P. Leopoldo en no renunciar a su identidad nacional aparece como obra de la Providencia. De tal modo quedó uno de su estirpe, su hermano, dechado y gloria, para convertirse mañana, si Dios quiere, en el patrono de la unión religiosa de los eslavos. En este sentido se ha pronunciado el episcopado croata y esloveno en sus "Litterae Postulatoriae" al Sumo Pontífice solicitando la introducción de su "Causa".

En el caso del padre capuchino Leopoldo, que se sintió siempre croata, relacionado por su idioma materno con el oriente europeo, no se trata ya de un eslavismo o exclusivismo nacionalista, ni de desviación racista, sino tan sólo de la virtud cristiana, "pietas", inspirada en motivos sobrenaturales, a fin de permanecer unido de algún modo con los eslavos disidentes, hablarles de corazón a corazón, abrazarlos como a hermanos y atraerlos así con mayor facilidad a la unión en Cristo. Sin lugar a duda, su apostolado habría perdido mucho de su vigor de atracción si hubiera renunciado a su nacionalidad.

Un profundo dolor cundía en su alma por el cisma oriental, por la herida en el Cuerpo Místico de Cristo. No dejó de llorar, rezar y gemir, renovando sus votos y sus sacrificios, a fin de que los orientales, a los que llama "populus meus, gens mea, fratres mei", vuelvan al seno de la Madre Común. En una breve oración a la Virgen, tan amada entre los cristianos orientales; escribió: "Yo, fray Leopoldo, para cumplir tu misión entre los pueblos orientales prometo... trabajar para la salud eterna de ese pueblo. Tú ves en que condiciones de vida me hallo, qué congojas me oprimen: dígnate, ruego, tomar mi causa en tus manos". De muchas anotaciones parecidas citamos la que hizo un año antes de su muerte: "Toda la razón de mi vida debe ser este hecho divino de que en mi medida contribuya algo para que un día, según ,el orden de la Sabiduría divina que todo lo dispone, fortiter et suaviter, retornen los disidentes orientales a la unidad católica".

No le preocupaban las cuestiones eclesiológicas ni las circunstancias históricas que durante un milenio no admiten se solucione el problema de la unión, presiente que se acerca el momento de la gracia y que los designios divinos se realizarán en la historia.

Su vida, llena de dolores, que atormentaban su cuerpo exiguo y frágil, y el apostolado de confesionario prueban que Dios aceptó su ofrenda de sacrificio. Solamente los sacerdotes saben lo que cuesta quedarse por doce y hasta, quince horas diarias en el confesionario. Y esta labor la sobrellevó el P. Mandic cuarenta años, sin quejarse de calor o frío, a pesar de los grandes dolores que lo aquejaban en el estómago, dolores que resultaron provenir del cáncer. Mas su constante sacrificio fue el no poder volver a su pueblo y dedicarse directamente a la misión de su vida. Cuando le fue comunicado en una oportunidad que los superiores le acababan de trasladar a Rijeka, exultó su corazón y enseguida se fue a la iglesia para dar gracias a Dios. Pero su alegría fue de corta duración. A instancias del obispo de Padua, actualmente cardenal Dalla Costa, para que le dejasen en Padua, donde cumplía apostolado de confesionario, ya entonces muy apreciado, los superiores volvieron sobre sus pasos. El Padre Leopoldo se sometió: "... mi ministerio será entretanto mi Oriente", anota el 10 de septiembre de 1935.

Los medios que conducirían a la unión de las Iglesias los veía en la interpuesta plegaria de Cristo Sumo Sacerdote, principalmente en el sacrificio de la S. Misa, y en la intercesión de la Madre de Dios. Quiso además que este apostolado fuera "ad mentem Seraphici Patris Francisci... et secundum principia beati Patris Ignatii Loyolensis", mientras que al mártir de la unión entre los eslavos, S. Josafat Kuncevicz, le profesaba una devoción particular.

Al lado de los dos precursores croatas de la unión, de vasta cultura y renombrada actuación pública, y de muchos otros, he aquí un humilde capuchino, quien a diferencia de otros precursores es un alma recóndita que reza y sufre en unión con Cristo, y por eso tiene una eficacia trascendental. Mientras sus predecesores pueden ser criticados por su actuación política, el siervo de Dios Padre Leopoldo, si bien afirmando su procedencia y su amor nacional, está completamente desprendido de todas las contingencias temporales. Confía y cree en que el "gran hecho" de la unión se realizará por los medios sobrenaturales, y, consumada ésta, desaparecerán muchos motivos de fricción y de enemistad entre el Oriente y Occidente europeos. Lo que no prosperó por vía del paneslavismo, Dios lo hará prosperar por la sustitución mística de los méritos, por la solidaridad sobrenatural de oraciones y sacrificios.

La obra, pues, que desarrollaron esos tres croatas y sus secuaces es grandiosa. Tres hombres por su genio e iniciativa emprendieron el mismo camino ideal, lejano y duro, cuando no cabía una llama de la esperanza humana, y lo emprendieron con el alma, el corazón y la mente, con todo el empeño personal que sus contemporáneos no alcanzaron ni supieron intuir. Los tres fueron sacerdotes, y todos, en el fondo, impulsados por el amor divino, que mueve cielos y tierra. El Padre Leopoldo eligió el camino más duro y por eso el más apropiado y acertado, por tratarse en primer término de un acontecimiento de tal trascendencia que ninguna actividad de índole cultural, social o política podría engendrarlo sin la presencia del "digitus Dei".

Si, Dios mediante, el "Gran Hecho" empezara a concretarse, Krizanic y Strossmayer recobrarán el lugar que les corresponde, mientras que el P. Leopoldo Mandic, en el caso de ser un día canonizado, según lo esperamos, confiados, será proclamado el Patrón de la unión de los orientales. Quod Deus faxit.

 


Gran Bretaña y Draza Mihailovic

Ante Smith Pavelic, París

Tras el desmembramiento y la capitulación de Yugoslavia en abril de 1941 hubo sabotajes y aparecieron grupos de guerrilleros en la Servia ocupada, primero los guerrilleros nacionalistas, chetniks, al mando del coronel Draza Mihailovic luego, al iniciarse la guerra alemano-rusa, los partisanos, dirigidos por el Partido Comunista Yugoslavo. Debido a los actos de sabotaje, los alemanes emprendieron en el otoño del mismo año amplias operaciones militares para normalizar la situación y asegurar las vías de comunicación en los Balcanes. En dichas operaciones apoyaban a los alemanes las tropas del gobierno servio, designado por los invasores y presidido por el ex ministro del ejército Yugoslavo, el general Milan Nedic, luego por los chetniks del caudillo Kosta Pecanac y por los "voluntarios" de Dimitrije Ljotic, presidente del movimiento nacionalista Zbor (asamblea). La fuerte presión de esas fuerzas asociadas más la gestión del gobierno yugoslavo en exilio ante los gobiernos británico y soviético impulsaron a los jefes de dos movimientos de guerrillas, el coronel Mihailovic y Tito desconocido todavía para la opinión pública, a encontrarse dos veces y discutir acerca de una colaboración, a fin de evitar el aniquilamiento de sus contingentes. No se llegó a ningún acuerdo, pues los fines políticos mediatos de ambos movimientos eran diametralmente opuestos.

Ambos, por separado, perseguían la conquista de posiciones y creación de condiciones que les facilitaran, terminada la guerra, la toma del poder absoluto en el país. Esos objetivos finales eran mucho más importantes que los intereses inmediatos, que una cooperación en la resistencia al enemigo. La consecuencia del fracaso de las negociaciones entre Mihailovic y Tito era que el 2 de noviembre de 1941 se produjo un conflicto abierto entre los chetniks y los partisanos, lo que favoreció a los alemanes, que a fines del mismo año limpiaron de guerrilleros a Servia y reconquistaron aquellas regiones que meses antes controlaron los rebeldes. El resultado fue que los comunistas pasaron a Bosnia oriental territorio del recién constituido Estado Independiente de Croacia. En Servia dejaron únicamente a sus hombres de confianza. En cambio, Draza Mihailovic llegó con su cuartel general y un puñado de acompañantes hasta Montenegro, ocupado entonces por los italianos, y allí empezó a reorganizar, sin ser molestado, su movimiento de resistencia. Sus guerrilleros que quedaron en Servia se dispersaron en parte y en parte engrosaron las filas de Nedic.

El gobierno exilado yugoslavo se encontraba a la sazón en Londres. Si bien los acontecimientos se sucedían fuera de su alcance, tenía un panorama asaz verídico de la situación imperante en Servia. La comunicación radial fue establecida ese mismo otoño con el cuartel general de Mihailovic. Su movimiento espontáneo iba a favor del gobierno que optó inmediatamente por una estrecha colaboración con Mihailovic y envió a su cuartel a una misión militar, compuesta de un capitán británico y dos mayores yugoslavos. Ellos llevaron a Mihailovic los primeros mensajes oficiales de los Aliados. Por lo que se sabe, las autoridades militares británicas exigían del coronel Mihailovic una intensificación de la lucha contra las fuerzas del Eje y pedían, con la mira de mayores resultados, la unificación o por lo menos la cooperación entre chetniks y partisanos. Los mayores yugoslavos entregaron a Mihailovic la orden del comando supremo yugoslavo con sede en El Cairo. En caso de cualquier avenencia entre los distintos grupos de guerrilleros, su comando debía quedar asegurado sobre el movimiento unido de resistencia. Poco después del arribo de dicha misión militar, se lanzó con paracaídas, al cuartel de los chetniks, la primera ayuda británica, pero buena parte cayó en manos de los alemanes.

Si bien el gobierno yugoslavo en exilio, radicado en Londres, sabía que no podía influir decididamente sobre los acontecimientos en el país y particularmente sobre las relaciones entre los chetniks y los partisanos, el presidente de ese gobierno, el general Dusan Simovic, se empeñaba en lograr una especie de cooperación entre las dos facciones, evitando de ese modo las luchas internas que cobraban carácter de guerra civil. Se percataba con toda claridad que de ello dependería la futura ayuda británica a Draza Mihailovic. Abrigaba la esperanza de poder influir sobre los partisanos por intermedio de Moscú y secundado por los británicos, quienes como se verá a continuación, actuaban en este sentido.

Los ministros servios, que eran mayoría en el gobierno del general Simovic, no estaban contentos con semejante proceder. En su opinión, en Yugoslavia estaba por surgir una nueva situación que había que aprovechar para materializar los fines nacionales y políticos servios, es decir restablecer la posición dominante de Servia en la Yugoslavia restaurada y en los Balcanes. Todos los exiliados servios, inclusive los miembros servios del gobierno, consideraban como misión propia llevar a cabo el programa nacional explotando el capital moral y político, recobrado, tras la fulminante derrota política y militar en 1941, por las acciones de Draza Mihailovic, símbolo principal de la resistencia en el país. Como consecuencia de la supuesta traición de los croatas; ansiaban obtener, aún durante la guerra, seguridades de los Aliados de que, finalizadas las hostilidades, la dirección política de los Balcanes sería confiada a los servios por ser fieles amigos y compañeros de armas.

Por esta razón, las tentativas del General Simovic estaban en franca oposición con las miras de los ministros servios en su gobierno quienes postulaban que todo apoyo moral y material debía prestarse exclusivamente para Mihailovic. Simovic deseaba un compromiso con las fuerzas izquierdistas, comunistas y filocomunistas servias. Por diferencia de puntos de vista sobrevino la crisis de gabinete, presidido por Simovic, El 12 de enero de 1942 el rey Pedro II designó un nuevo gobierno bajo la presidencia de Slobodan Jovanovic, en el que la cartera del ministerio de ejército y la marina la asumió Draza Mihailovic, promovido previamente al grado de general.

Con el nombramiento de Mihailovic se quiso lograr varios a la vez. Hubo que probar a los Aliados que Yugoslavia, tras la política y militar, seguía luchando contra las potencias del Eje; luego querían asegurar a los guerrilleros chetniks el carácter de ejército yugoslavo, para facilitar, por un lado, conforme a las convenciones internacionales, su posición frente al enemigo y, por el otra, asegurarles la supremacía sobre los guerrilleros partisanos. Sin embargo, el aspecto más importante de ese nombramiento era que ahora el general Draza Mihailovic, ministro del gobierno real, reconocido por los Aliados, podía con plena autoridad del poder estatal representar dentro del país al rey Pedro y al gobierno exilado y de ese modo llenar el vacío creado tras el desmembramiento del Estado y el colapso de todas sus instituciones. La mayoría servia en el gobierno, al asignar tal papel al general Mihailovic, anhelaba en sus adentros que, invistiéndolo con la autoridad ministerial, él podría, llegado el momento de la victoria, asumir legítimamente el poder en nombre del gobierno exilado que contaba con el reconocimiento diplomático de los Aliados. Con ello quedarían descartadas e imposibilitadas aquellas fuerzas rebeldes surgidas después del desmoronamiento del Reino de Yugoslavia de abril de 1941, partidarias de un nuevo orden, y al mismo tiempo, con asumir el poder el general Mihailovic, se aseguraría la continuidad del orden y del régimen anteriores. En síntesis, los políticos servios emigrados querían recobrar a través de Mihailovic y su movimiento de resistencia el mando en la Yugoslavia de posguerra.

Ese papel asignado al general Mihailovic podría cumplirse únicamente si su reputación entre los Aliados fuese íntegra e irreprochable. Por ello, los círculos servios hicieron cuanto estuvo a su alcance para que la opinión pública aliada no conociera las verdaderas y muy complejas relaciones imperantes en el país. En consecuencia, la propaganda oficial del gobierno exilado desmentía, como norma, toda noticia relativa a la colaboración ya de los chetniks de Mihailovic con los partidarios de Nedic o con las tropas de ocupación italianas. Cuando ya no podían ocultarlo, argüían que Nedic no era un Quisling a carta cabal, sino una especie de Pétain servio, quien con su técnica y cooperación can el invasor estaba protegiendo al pueblo servio de las represalias alemanas y, por otro lado, que hay diferencia entre la colaboración con los italianos, qué puede tolerarse, y la colaboración con los alemanes, que es censurable.

En el curso de 1942, el trabajo principal del general Mihailovic consistió en reclutar y organizar a sus fuerzas para el combate al momento del desembarque de los Aliados en los Balcanes, sea en Salónica o en la costa croata del Adriático. Semejante táctica aconsejada por el gobierno exilado de Londres, exigía evitar luchas con los alemanes e italianos a fin de preservar a sus tropas para el momento decisivo.

Frente a esa táctica de espera de chetniks, los partisanos obedecían las instrucciones de Moscú, según las cuales debía llevarse una lucha implacable contra los alemanes en los sectores más amplios posible, sin miramientos a los sacrificios y represalias que ello suponía para los combatientes y la población civil. El gobierno soviético quería pues, en el interés de sus propias operaciones militares, crear en la retaguardia del frente alemán una especie de segundo frente que dificultara las acciones militares alemanas en Rusia.

Esa disensión en la interpretación del papel de la guerrilla y de la táctica de la lucha clandestina ahondó aún más los contrastes entre los chetniks y los partisanos, planteando problemas políticos que dominaban el escenario Yugoslavo durante la guerra.

Simultáneamente con la reorganización del movimiento chetnik fue abandonado el propósito primordial de la guerrilla, esto es la lucha contra las fuerzas del Eje. Mihailovic, consciente de su verdadera papel, se abocó a combatir a los adversarios internos, a los partisanos y al Estado Independiente de Croacia, contrincantes serios en la conquista del poder cuando terminase la guerra. El programa enfocado de este modo y la extensión de conflicto motivaron acercamientos de las fuerzas nacionales servias que en el curso de la guerra llevó a la colaboración más o menos abierta entre las huestes de Draza Mihailovic; ministro en un gobierno aliado los demás grupos nacionalistas servios, que luchaban contra los comunistas en Servia bajo el mando y amparo de los ocupantes. Puesto que ya en otoño de 1941, llegaron a colaborar abiertamente varios grupos servio; no sólo con los alemanes en Servia, sino también con los italianos en Montenegro, Herzegovina y Dalmacia, en invierno de 1941-42 llegaron a colaborar los chetniks de Draza Mihailovic y las unidades de Milan Nedic. No hay pruebas de que Mihailovic aprobase tal cooperación, pero importa que no pudo impedirla. Como ministro y representante oficial del Gobierno Real no impidió a los distintos jefes de los chetniks en Montenegro y Croacia, que nominalmente reconocían su autoridad, cooperar la vista de todos con el enemigo (tropas italianas), pues ante los Aliados era responsable política y moralmente de sus acciones colaboracionistas.

Debido al afianzamiento y el carácter comunista cada día más potente de los partisanos (guerrilleros de Tito); se afirmaba correlativamente la concentración de las fuerzas nacionalistas servias. Tal situación debía suscitar la suspicacia de los Aliados en cuanto a la rectitud del comportamiento del mismo general Mihailovic. Los círculos oficiales y la opinión pública de los Aliados no podían comprender las combinaciones oportunistas, determinadas por las circunstancias, por los conflictos nacionales e ideológicos, sobre todo debido a la acción del general Mihailovic formada por ficciones de propaganda, que no permitían juzgar con objetividad lo que, en efecto, estaba sucediendo en el territorio en cuestión sus causas. En aquel entonces la opinión pública aliada conocía únicamente dos frentes: el aliado y el enemigo, mostrando poca comprensión por el peligro comunista y por los detalles de carácter local. Por lo tanto no era de esperar que el papel de Draza Mihailovic fuese contemplado bajo el prisma de una guerra compleja y múltiple, en la que el problema de resistencia a las fuerzas del Eje cobrara importancia secundaria frente a la pugna por la conquista del poder después de la guerra. Los Aliados occidentales no comprendían ni podían aceptar los argumentos balcánicos, en los que la táctica suele ensombrecer los principios y los argumentos tienen otro sentido y otras aplicaciones que en Occidente. En esta diferente concepción de lo que está permitido y lo que no está cabe buscar la tragedia de Draza Mihailovic.

***

Los soviéticos, interesados, -sobre todo en la primera fase de la guerra, en lograr cierto alivio en su frente mediante la guerrilla balcánica, no estaban contentos con la actitud pasiva de Draza Mihailovic. En el curso de 1942 exigían reiteradamente un cambio radical en la actitud de los chetniks. Al no surtir efecto alguno esas protestas el gobierno soviético empezó a dar a publicidad. Los documentos referentes a la cooperación de ciertos grupos de Mihailovic con las tropas alemanas e italianas, para formular luego una acusación abierta contra el mismo Draza Mihailovic, imputándole la colaboración con los alemanes.

Los británicos habían enviado una misión militar al cuartel del general Mihailovic ya en el otoño de 1941 y por consiguiente, estaban bien enterados de lo que ocurría en Yugoslavia. Sus simpatías estaban del lado de los chetniks. Explotaron con éxito el movimiento rebelde de Mihailovic a fines propagandísticos y en el primer momento no se oponían a su táctica dilatoria. La actitud soviética no obstante condujo a que el Foreign Office empezara a criticar desde el verano de 1942, la actuación de Draza Mihailovic, no queriendo, por este asunto de poca monta, agravar las relaciones con el Kremlin, de por sí embarazosas. Debido a los cambios profundos aperados en el país, descontento con la actuación del gobierno exilado Yugoslavo y, ante todo, deseoso de no perturbar las relaciones interaliadas, el Gobierno de Su Majestad Británica procedió a fines de 1942 a la modificación de su actitud favorable hacia el general Draza Mihailovic.

La primera advertencia en ese sentido fue significada a los funcionarios yugoslavos en Londres el 22 de diciembre, con motivo de la visita del subsecretario del ministerio de Relaciones Exteriores del gobierno yugoslavo en el exilio a su colega británico sir Orme Sargent. Este le dijo: "...que los comunistas se muestran mucho más activos que Draza Mihailovic y son los únicos en combatir en Yugoslavia; que Mihailovic desde octubre del año pasado dejó de luchar, lo que dificulta contrarrestar la propaganda soviética contra el general Mihailovic".[34] Por ser la primera vez que un alto funcionario británico censurara al general Mihailovic, los círculos oficiales servios tuvieron una desagradable sorpresa. Su disgusto creció cuando se enteraron de la conversación celebrada el 29 de diciembre de 1942 entre el mayor Zivan Knezevic, jefe del gabinete militar del presidente del gobierno yugoslavo, y el mayor Peter Boughey, experto inglés en las cuestiones militares de Yugoslavia. El mayor Boughey declaró a Knezevic entre otras cosas, "que Draza, Mihailovic era un Quisling igual que Nedic, pues Nedic colaboraba con los alemanes y Mihailovic con los italianos... Los destacamentos del general Mihailovic ahora no están luchando y a nosotros los ingleses nos importa que precisamente ahora se entable la lucha y no dentro de 2 ó 4 meses. En el momento del desembarco de las tropas aliadas en los Balcanes, nos interesará muy poco que se nos unan Nedic, Antonescu o el general Mihailovic. Para entonces todo será tarde..." [35].

Tales exteriorizaciones de la modificada actitud británica hacia el general Mihailovic hicieron vacilar la autoconfianza del gobierno Yugoslavo en el exilio. Su mayoría servia, a partir de 1942, basaba su política exclusivamente sobre el movimiento chetniks y el general Mihailovic. Semejante política provocó conflictos en el seno del gabinete y en las filas de los exilados, de modo que el primer ministro S. Jovanovic se vio obligado en enero de 1943 a reconstruir su gobierno a fin de capacitarlo para las tareas ulteriores. Sin embargo, la reconstrucción del gobierno no quiso realizar hasta tanto no se dilucidara el entredicho con el general Mihailovic y desapareciera la duda sobre su conducta, pues de eso dependía que siguiese ocupando la cartera de guerra o no. Por ello el primer ministro Jovanovic decidió por intermedio de George Rendell, embajador británico ante la Corte yugoslava, aclarar la situación de Draza Mihailovic y enterarse de la posición del Foreign Office respecto a él.

Según la anotación oficial del prof. Jovanovic, éste se reunió con el embajador Rendell el 31 de diciembre de 1942. En esta ocasión se refirió a las conocidas declaraciones de Sargent y Boughey y le comunicó su intención de reformar el gabinete. Rendell le contestó que debía informarse, pues no determinaba él la actitud del Foreign Office. Convinieron una entrevista para el día siguiente, la que, en efecto, se realizó. En esta oportunidad Rendell subrayó "que la actitud del Foreign Office para con el general Mihailovic no se había modificado lo más mínimo. El gobierno británico seguirá prestando apoyo a Mihailovic y "el coronel S. W. Bailey fue arrojado no hace mucho al territorio yugoslavo precisamente para fortalecer aún más los vínculos entre los ingleses y el general Mihailovic" [36].

Simultáneamente con esta gestión, el presidente Jovanovic sondeó también el punto de vista de Washington respecto al mismo problema. La respuesta de la Casa Blanca era favorable. Jovanovic, pues, reformó su gobierno el 2 de enero de 1943, quedando como presidente del nuevo gobierno. El número de los ministerios se redujo, pues, salvo dos, todos sus integrantes eran jefes de los partidos políticos exilados, excepción hecha de dos croatas, el Dr. Juraj Krnjevic, vicepresidente del gobierno, y Jure Sutej, ministro de Hacienda, considerados representantes croatas en el gobierno.

La segunda excepción era Draza Mihailovic, que seguía ocupando nominalmente las carteras del ejército y la marina. Casi todo el poder lo ejercía Slobodan Jovanovic, ya que además del cargo de primer ministro, de ministro del Interior y ministro interino del Ejército y Marina, que ocupaba hasta entonces, había asumido también la cartera de Relaciones Exteriores.

***

El gobierno británico seguía atentamente todo lo que pasaba, entre los yugoslavos emigrados y esperaba que tras la reconstrucción del gabinete se normalizarían las relaciones de tal modo de poder ocuparse el gobierno de las futuras relaciones entre los pueblos de Yugoslavia y de su ordenamiento democrático. Esos problemas cobraban cada día mayor actualidad y revestían importancia trascendental para el porvenir de todos los países de Europa Centro-oriental.

Así y todo, en breve se hizo patente que el segundo gabinete de Slobodan Jovanovic no difería del primero en lo atingente a las concepciones políticas y a los procedimientos, Por otra parte y en vista de los planes militares, el gobierno británico no podía esperar la normalización de las relaciones entre los emigrados yugoslavos y decidió intervenir con el fin de aclarar el papel de Draza Mihailovic y sus vínculos con los partisanos respaldados por la Unión Soviética con el propósito de influir en la reconciliación de los miembros del gobierno yugoslavo exilado y hacer de él un instrumento útil para las proyectadas operaciones aliadas en los Balcanes.

El gobierno de Gran Bretaña procuraba al mismo tiempo averiguar las intenciones y la posición de la Unión Soviética y, si fuese posible; lograr que los partisanos, por mediación de Moscú, reconocieran la autoridad del gobierno yugoslavo en el exilio, reconocido a su vez por los soviéticos y por ende, a su representante en el terreno, general Draza Mihailovic. En qué sentido se orientaban esos esfuerzos se colige del memorándum del gobierno de Su Majestad Británica del 9 de marzo de 1943, dirigido al gobierno soviético. Dicho documento consta de 11 puntos. Tras haber aclarado que con ansia se asistía a conflictos entre los dos grupos de resistencia, el gobierno de Su Majestad Británica considera que es necesario coordinar esas acciones y a tal fin "desea ajustar su política con respecto a Yugoslavia con la política, de la Unión Soviética". Seguidamente hace notar que ya en noviembre de 1941 Sir Stafford Cripps había señalado lo dañina que resulta esa división y cuán necesario que los elementos comunistas "se pusieran en los asuntos militares a disposición del general Mihailovic como conductor nacional". Idéntico problema fue discutido también con el embajador soviético en Londres, Maisky, mas sin resultado alguno. Luego se solicitaba de Moscú que en sus emisiones radiales destinadas a los guerrilleros de Tito influyera para que cooperasen con Mihailovic, respondiendo Maisky en julio de 1942 negativamente y alegando que el general Mihailovic estaba vinculado con Nedic y por eso no se le podía tener confianza." A lo que el gobierno británico, en su nota del 28 de mayo de 1942, significó a Maisky "que, según las informaciones de que disponía, el general Mihailovic había informado a su gobierno que, en efecto, mantenía vínculos con Nedic, afirmando que muchos oficiales de este último le son adictos". En opinión del gobierno de Su Majestad Británica no había pruebas como para desconfiar de Mihailovic, de modo que el gobierno soviético podría y debía hacer un esfuerzo mancomunado a objeto de que los chetniks y los partisanos luchen unidos contra el enemigo. Maisky nunca contestó esta nota.

A continuación, en el memorándum se subraya que últimamente se había agravado mucho la situación y "que el resultado general es la poca actividad en los últimos meses de Mihailovic, pues parece que él desea consolidar su posición para poder establecer un gobierno ordenado por lo menos en Servia cuando la marea del Eje se retire." El gobierno de Su Majestad respalda a Mihailovic, pues estima que con su organización se podría prevenir la anarquía en, el país después de la guerra, y por ser ministro del gobierno yugoslavo que los británicos apoyan todo lo que pueden. La situación es grave también a causa de que un grupo de guerrilleros es apoyado por los británicos y otro grupo rival por los soviéticos.

Mihailovic, aconsejado por los británicos que cesase la lucha contra los partisanos, contestó a secas que él fue el atacado. Mientras tanto, el gobierno de Su Majestad observó con preocupación que la prensa y la radio soviéticas vienen atacando a Mihailovic, por lo que apela al gobierno soviético para procurar conciliar los criterios respectivos en cuanto al problema yugoslavo, tanto más cuanto que la guerra se está cerniendo sobre los Balcanes. A tal efecto, habría que suspender los ataques públicos y, en caso de que el gobierno soviético esté dispuesto a interponer sus buenos oficios ante los partisanos, el gobierno de Su Majestad solicitaría entonces al gobierno yugoslavo "que recorra la mitad del camino al encuentro de los partisanos." El gobierno británico estaría dispuesto a ayudar a todos los elementos prescindiendo de su nacionalidad e ideología a fin de que aúnen los esfuerzos bélicos. Mas, dadas las dificultades técnicas de entrar en contacto con los partisanos, solicita del gobierno soviético que haga viables esos contactos, informe a los partisanos que los británicos les prestarán ayuda y enviarán una delegación militar. El gobierno británico prestaría ayuda técnica incluso para el envío de los agentes soviéticos a los partisanos, si así lo desea el gobierno soviético[37].

El gobierno soviético no contestó este memorándum británico. I. Zemski comenta al respecto, en el número citado de International Affairs: "El gobierno soviético no estaba de acuerdo con las propuestas británicas por estimar que era imposible imponer tal forma de colaboración al mariscal Tito, y defendía la opinión justificada de que Mihailovic y sus chetniks no podían ser considerados como fuerzas de resistencia".

Al advertir los británicos que los soviéticos querían explotar la actitud de Mihailovic y los conflictos nacionales en Yugoslavia, resolvieron intervenir con energía. El motivo para la intervención británica lo facilitó el mismo Mihailovic. En una reunión de sus partidarios realizada en Servia el 28 de febrero de 1943, Mihailovic pronunció un discurso en que atacó, en presencia del coronel Bailey, jefe de la misión británica en su cuartel, al gobierno de Su Majestad por no ayudar en forma suficiente al movimiento de los chetniks. El coronel Bailey informó sobre el particular a sus superiores y el 29 de marzo de 1943 el Foreign Office dirigió al presidente del gobierno yugoslavo Slobodan Jovanovic la nota. N° R 2538/2G, firmada par el primer ministro Churchill en su calidad de ministro interino del Foreign Office, dado que Anthony Eden se hallaba a la sazón en Washington.

A continuación transcribimos dicha nota. en la versión castellana:

"Tengo el honor de llevar a nuestro conocimiento que el gobierno de Su Majestad está seriamente alarmado por la marcha reciente de los asuntos yugoslavos y cada día más preocupado por el porvenir, a menos que se den los pasos que conducirían a una mayor unión no sólo entre los diversos elementos de resistencia dentro del país y entre los servios, croatas y eslovenos, sino también en los círculos yugoslavos en el exterior. Me doy perfecta cuenta cuán difícil es ahora y en las circunstancias actuales lograr una solución duradera de los distintos problemas que constituyen la problemática servio-croata-eslovena. Tampoco es mi deseo tratar en la presente nota esta parte especial de los asuntos yugoslavos salvo que diría, con debida avenia, que por lo que puedo juzgar, la discrepancia de criterios y opiniones se ahonda cada vez más y que eso, al parecer, dificulta que el Gobierno de Su Excelencia resuelva incluso los asuntos de menor monta.

Sin embargo, trátase de la situación dentro de Yugoslavia, de la que quiero discutir en esta nota. Los informes que ha recibido el Gobierno de Su Majestad de su oficial de enlace con el general Mihailovic y de otras fuentes no dejan lugar a dudas de que allí no existe ninguna unión entre los diversos elementos de resistencia y que entre las fuerzas del general Mihailovic y los chetniks por un lado y otras unidades de resistencia; por el otro, rige una verdadera guerra civil, y que en esa lucha el mismo general Mihailovic se ha vinculado, directa o indirectamente, con el ejército italiana de ocupación. Estos informes, a algunos de los cuales el gobierno de Su Majestad no se inclinaba hasta ahora a prestar fe, fueron confirmados por el general Mihailovic en su discurso pronunciado en una reunión local el 28 de febrero, del que dio parte el coronel Bailey, allí presente.

En ese discurso, el general Mihailovic dijo que los servios han quedado ahora sin ningún amigo y que los ingleses, con miras a sus propios intereses estratégicos, los están impulsando a emprender operaciones sin la menor intención de ayudarlos ahora o en el futuro y que los ingleses estaban luchando ahora en Yugoslavia hasta el último servio. Prosiguió que los ingleses se esforzaban por comprar la sangre servia al precio de insignificantes suministros de armas, pero que él nunca sería copartícipe en ese vergonzoso comercio, tan propio de la tradicional perfidia inglesa. Lejos de ser huéspedes; el Rey y el gobierno de Yugoslavia son de echo prisioneros de los ingleses. Fueron olvidados y confinados por el Gobierno de Su Majestad, que lesionó desvergonzadamente la soberanía yugoslava cuando negociaba directamente con el gobierno soviético acerca de los problemas internos yugoslavos. BBS, con cinismo emocionante, dejó de respaldar la sacrosanta causa servia. El afán de los Aliados por el engaño fue satisfecho con la acción extemporánea, hipócrita y antiyugoslava de los partisanos, pera los Aliados han de saber que, hicieren lo que hicieren y pese a todas sus amenazas, no podrán disuadir a los servios de su solemne y sacro deber de exterminar a los partisanos. Mientras los italianos sean su fuente principal y suficiente de provecho y ayuda en general, los Aliados no podrán hacer nada para que modifique su actitud para con ellos. Sus enemigos son los partisanos, ustachi, musulmanes y croatas. Cuando salde las cuentas con ellos, entonces se volcará contra los italianos y alemanes. Al final dijo que ya no hacía falta mantener contacto con las democracias occidentales, cuyo único objetivo era ganar la guerra por cuenta de los demás.

"Usted sabe que la política del Gobierno de Su Majestad fue siempre prestar al general Mihailovic pleno apoyo en la lucha contra el Eje y enviarle toda posible ayuda material. Durante dos años practicamos esa política hasta los límites de nuestras posibilidades y por eso estamos tanto más consternados al ver la reacción del general Mihailovic. Estimo que las palabras pronunciadas en estado emocional no representan tal vez un razonamiento ponderada y que el general Mihailovic acaso esté decepcionado provisoriamente por la poca ayuda que últimamente el Gobierno de Su Majestad pudo mandarle, lamentablemente por razones que escapan a su control. Usted comprenderá que el Gobierno de Su Majestad no puede pasar por alto este incidente ni tampoco aceptar, sin explicación Y protesta previa, una política que totalmente contradice la propia. Nunca podría justificar ante el público británico o ante sus Aliados su ayuda adicional a un movimiento cuyo jefe no vacila en declarar públicamente que sus enemigos son sus aliados -si provisorios o duraderos, poco importa- y que sus enemigos no son los alemanes e italianos, invasores de su país, sino sus conciudadanos yugoslavos y, en primer lugar los hombres que en este momento están combatiendo y sacrificando sus vidas para liberar a su país del yugo extranjero.

"No creo que esa política esté aprobada por el gobierno yugoslavo refleje de algún modo sus puntos de vista, pero, siendo el general Mihailovic ministro en el Gobierno de Su Excelencia, considero mi deber hacerle conocer los puntos de vista expresados no hace mucho y proponer a consideración del gobierno yugoslavo que tome inmediatamente las medidas necesarias para informar íntegra y correctamente al general Mihailovic sobre sus puntos de vista referentes a esos asuntos y que le serán remitidas las instrucciones para seguir una línea que se ajuste más con la actitud del gobierno yugoslavo y del gobierno de Su Majestad. Usted, estoy seguro, comprenderá que si el general Mihailovic no está dispuesto a modificar su política tanto con respecto a los italianos como a sus conciudadanos yugoslavos, el Gobierno de Su Majestad deberá ineludiblemente revisar su actual política de apoyo al general Mihailovic con exclusión de otros movimientos responsables en Yugoslavia".

Sir George Rendel, embajador británico ante el Gobierno Yugoslavo, entregó la citada nota al primer ministro Jovanovic el 30-4-1943, quien luego resumió la conversación al respecto en un memorándum oficial, del que se deduce que ante "la posición contundente de Churchill, Jovanovich trató de reducir la importancia del proceder de Mihailovic, alegando que era "un simple faux pas en un discurso" y expresó su sospecha de que so pretexto de censurar al general Mihailovic se quería "asestar un golpe al gobierno reuniendo todo lo que podría imputársele".

Quiso desviar la discusión sobre problemas concretos, pero secundarios tratando de neutralizar los reproches británicos quejándose de su proceder. Alegó que los británicos habían llamado a Londres a ciertos oficiales de su agrado quienes se habían sublevado a principios de 1942 contra el relevo de los jefes superiores a raíz de la designación del segundo gobierno de Jovanovic. Estos oficiales rebeldes, junto con el general Simovic, se cernían como la espada de Damocles sobre el gobierno de Jovanovic, por ser una alternativa, llegado el caso, en manos de los británicos al gobierno de Yugoslavia. Rendell insistió en que Churchill se había sorprendido por el tono hostil con que se expresaba el general Mihailovic contra Gran Bretaña, calificando al mismo tiempo a los italianos como sus únicos auxiliadores.

La maniobra del primer ministro Jovanovic no surtió efecto, de modo que el caso de Draza Mihailovic seguía ocupando el primer lugar en la agenda británico-yugoslava.

Sir George Rendell entregó la nota, que acabamos de resumir, al presidente Jovanovic, el 30 de abril, conviniendo nueva entrevista para el día siguiente, en la que Jovanovic informó al embajador británico sobre los borradores de la respuesta a la nota de Churchill y del cablegrama que debía despacharse a Mihailovic sobre el particular. De las actas labradas con motivo de esta entrevista se colige que Rendell quedó satisfecho en líneas generales con el borrador de la nota, objetando, sin embargo, el texto del cablegrama. Al día siguiente fue entregada a Rendell la nota S.P.D.V.K. 33, acompañada con el borrador del cablegrama a Mihailovic, solicitándose que el gobierno británico hiciese conocer a la brevedad posible sus observaciones. En esta ocasión Rendel; declaró Jovanovic que se informó en el Foreign Office que le sería prestada nueva ayuda al general Mihailovic únicamente a condición de dejar de colaborar con los italianos y atacar a sus connacionales.

A raíz de estas conversaciones, el Foreign Office dirigió al Primer Ministro yugoslavo la nota Y.P. 63, fechada el 3 de abril proponiendo algunos cambios en el cablegrama al general Mihailovic y exigiendo que se destacase "que el Gobierno de Su Majestad no puede comprender como ha podido usted decir que los italianos son su única fuente de ayuda", y que "le preocupa sumamente su declaración según la cual usted considera a los partisanos, ustachi, musulmanes y croatas como sus enemigos principales y que se volverá contra los alemanes e italianos después de haberles ajustado la cuenta a los primeros". Foreign Office propuso que habrá que decirle a Mihailovic con claridad que el Gobierno de Su Majestad podría reexaminar su política para con Mihailovic y respaldar a otro movimiento antagónico.

El primer ministro Jovanovic aceptó las sugestiones británicas y despachó a Mihailovic el cablegrama D.V.K. Nº 40, cuyos párrafos especiales traducimos del inglés:

"En poder del Foreign Office británico obra el texto del discurso que Usted pronunció en un mitin local el día 28 de febrero del año en curso. En ese discurso hay un párrafo íntegro lleno de ataques al gobierno británico, lo que llamó su atención especial, sobre todo aquella parte donde usted dijo que los italianos son su única fuente de ayuda. El Gobierno británica tomó esta declaración en serio e interpuso su enérgica protesta, Asimismo el Gobierno británico está muy preocupado porque usted considera a los partisanos, ustachi, musulmanes y croatas como sus enemigos principales y que se volverá contra los italianos y alemanes únicamente apenas después de haber saldado cuentas con los primeros. El Gobierno británico no puede aprobar el punto de vista según el cual los principales enemigos de Yugoslavia, incluso más que los alemanes e italianos, son sus propios hijos y entre ellos particularmente quienes están luchando contra los alemanes e italianos..."

"Comprendemos que hubo ocasiones en que Usted no pudo obviar encuentros con los partisanos, mas eso no puede justificar su colaboración con los italianos en contra de ellos, Por provechosa que pudiera parecer en las circunstancias actuales la ayuda italiana, sería pagada a muy alto precio si perjudicase la ayuda mucho más importante e útil que nos presta Gran Bretaña..."

"Llevando lo antedicho a su conocimiento, me dirijo a usted en mi calidad de presidente del gobierno Yugoslavo para que, de conformidad con los oficiales británicos adscriptos a su cuartel, tome una actitud hacia los italianos y partisanos que no lo hagan posible ni de los reproches británicos ni del gobierno yugoslavo."

Finalizadas las negociaciones con el Foreign Office y despachado cablegrama al general Mihailovic, el presidente Jovanovic contestó la nota del premier Churchill con la suya S.P.V.K. 67, fechada el 6 de abril de 1943. A dicha nota corría agregada copia del texto del cablegrama, dirigido al general Mihailovic. Jovanovic comparte la opinión de Churchill de que los alemanes e italianos son los enemigos principales y qué sería provechoso unificar todos los grupos de resistencia. Admite que hay conflictos en el seno del gobierno Yugoslavo, mas hace constar la unanimidad en cuanto a la necesidad; de proseguir la lucha contra las potencias del Eje.

De este modo se dio por terminado el incidente, que empero creó malestar e hizo que las relaciones posteriores entre los británicos y el general Mihailovic se desenvolviesen en un clima pesado y tenso, lo que, a su vez, tuvo que influir ineludiblemente sobre las relaciones entre los gobiernos británico y yugoslavo.

***

Entretanto, los británicos se aprestaban en la primavera de 1943 para una eventual invasión de los Balcanes, contando, al parecer, con varias alternativas. Se concibió una operación a través de la costa oriental del Adriático, esto es, a través de Croacia, y otra por Salónica; como en la primera guerra mundial, mientras que la tercera alternativa combinaba ambas operaciones a la vez en los territorios indicados.

En relación con esos preparativos, el gobierno británico dirigió el 7 de mayo de 1943 una nota al gobierno yugoslavo, informándole que "al Comando Militar Británico le interesa ante todo la contribución que los movimientos de resistencia en los países ocupados pueden aportar dentro de sus posibilidades a la conducción de la guerra". Si Mihailovic cumple con ciertas condiciones políticas, se le mandaría abundante ayuda para la acción "en la más estrecha y permanente colaboración" con el Comando de Guerra Británico. Entre las condiciones políticas se requiere "que debe terminar ahora y para siempre toda colaboración con los italianos y el general Nedic... Deben hacerse esfuerzos extraordinarios por cooperar contra el Eje con otros grupos de guerrillas en Croacia y Eslovenia y en ningún caso debe emprenderse acciones contra los croatas y eslovenos, a menos que estos estén colaborando abiertamente con el Eje..."

El presidente Jovanovic redactó, en base a dicha nota, un telegrama para el general Mihailovic, que previamente, a título de información, envió al ministro de relaciones exteriores Anthony Eden con la nota S.P.V.K. 99, fechada el 11 de mayo de 1943. Insignificantes enmiendas del texto por Foreign Office que contenía el borrador de Jovanovic fueron aceptadas.

Por telegrama Nº 1597 del 11 de junio de 1943, el general Mihailovic contestó al presidente Jovanovic que había recibido recién el 28 de mayo de 1943 su telegrama Nº 306, fechado el 12 de mayo. Reitera que lucha contra los comunistas únicamente cuando lo atacan. Está dispuesto a colaborar con el Comando Británico en el Cercano Oriente, pero de éste y por intermedio del coronel Bailey recibió órdenes que no puede aceptar como base para discusión alguna. Por telegrama Nº 1958, Mihailovic informó el mismo día al gobierno yugoslavo en Londres acerca del contenido de las aludidas órdenes. Traducimos a continuación del inglés las partes esenciales:

"Lo que sigue constituye una decisión operativa detallada. Se exige su cumplimiento inmediato. Esta decisión fue tomada después de un minucioso examen de todos los informes de que disponemos y de las instrucciones generales del jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas británicas. Su ejecución es muy urgente. Los factores decisivos son los siguientes: En vista de la posible ofensiva aliada, Mihailovic debe en el acto reorganizar sus fuerzas.

"El general Mihailovic no representa una fuerza combativa de importancia al oeste de Kopaonik (montaña de Servia, N. de la R.). Sus unidades en Montenegro, Herzegovina y Bosnia o están aniquiladas o colaboran estrechamente con el Eje; es difícil afirmar que en Croacia, Eslovenia y Eslavonia existan sus unidades". Se le exige que concentre sus fuerzas en Servia, donde recibirá abundante ayuda. En un punto aparte se habla de la actuación de los comandantes de Mihailovic en el territorio del Estado Independiente de Croacia. El Comando Supremo exigió que por la radio británica se atacase como traidores a todos quislings que combaten al lado de los italianos, entre los que figuraba el mayor Stanisic, el general Djukanovic y el señor Jevdjevic, comandantes operativos del movimiento del general Mihailovic.

Al informar al presidente Jovanovic acerca de estas órdenes, el general Mihailovic le significó su opinión al respecto:

El contenido de las órdenes precedentes contradice totalmente las informaciones del Gobierno británico que me fueron remitidas por intermedio del presidente del Gobierno Yugoslavo bajo el Nº 306 del 12 de mayo de 1943. Por lo demás, esas órdenes del Comando Supremo Británico en Cercano Oriente no condicen con la constitución del Reino de Yugoslavia y con las prescripciones militares yugoslavas. Por ello, yo personalmente no puedo contestar al Comando Supremo Británico en Cercano Oriente, pues considero que no estoy facultado para hacerlo. Por las razones indicadas transmito esas órdenes al Gobierno real Yugoslavo con el pedido de que el Gobierno y el comandante supremo S. M. el Rey decida al respecto".

A continuación Mihailovic califica de ofensas inaguantables los alegatos de que casi no existe su ejército fuera de Servia. Se queja de estas al Gobierno real Yugoslavo. Rechaza la orden de "retirar en exilio", en Servia, a sus unidades que según esa orden "el territorio restante se entrege a los comunistas bajo el mando del criminal José Broz, llamado Tito". "Solo el Gobierno Real Yugoslavo puede decidir quién es quisling y a quién se debe atacar por radio. En semejantes asuntos los extranjeros no deberían intervenir en la situación interna de su aliada Yugoslavia, la única que en esta guerra sacrificó un millón de vidas por la libertad".

***

El disgusto del gobierno británico por la conducta del general Mihailovic y el pedido de Churchill de que el gobierno yugoslavo modificase su política, obligaron al presidente Jovanovic y a los demás ministros servios a dar pasos que complacieran a los británicos y a la vez salvaren la posición tambaleante del jefe de los chetniks, pues sobre su prestigio descansaba la política total de los exilados servios. Los ministros sabían que podían salvar a Mihailovic únicamente quedándose en sus puestos ministeriales; y para mantenerse, había que satisfacer, por lo menos en parte, las exigencias británicas en lo referente a la rectificación del curso político. Colocados ante la alternativa: Mihailovic o la revisión de la línea política, los políticos servios optaron por abandonar su programa hegemonístico, reemplazándolo con un programa basado en la igualdad de los servios, croatas y eslovenos. Optando por ese compromiso táctico, el primer ministro Jovanovic presentó en junio de 1943 al consejo ministerial el borrador de una declaración política, redactado en el espíritu de una política de igualdad. En principio, dicho proyecto fue aprobado por el gobierno, que no obstante cayó debido a que el Dr. Juraj Krnjevic, destacado miembro croata en el gobierno, había manifestado sus dudas sobre la capacidad del presidente Jovanovic para realizar el programa proyectado[38]. Con ello culminó la crisis de los gobiernos "políticos". Una vez más se intentó formar gobierno "político" bajo la presidencia de Misa Trifunovic, representante del Partido Radical servio, que al cabo de pocas semanas cayó, pues se puso en evidencia que las discrepancias eran insalvables entre el grupo hegemonístico serbio y otros ministros de tendencias federalistas, a tal punto que el gobierno exilado no era capaz de elaborar un programa de trabajo y de recuperación del país después de la guerra.

Acto seguido, fue constituido un gobierno "técnico", presidido por el Dr. Bozidar Puric, en el que el general Mihailovic retuvo su cargo nominal de ministro del ejército y la marina. Este gobierno elaboró su programa en coincidencia con el curso político inaugurado el 6 de enero de 1929, cuando el rey Alejandro había derogado la Constitución y decretó la teoría sobre la supuesta unidad nacional de los croatas, serbios y eslovenos. El gabinete de Puric tampoco pudo afianzar su posición ante los británicos, puesto que se apoyaba exclusivamente en el movimiento de resistencia de Mihailovic. El curso favorable de la guerra en el Mediterráneo con la posibilidad de una invasión de los Balcanes, a través de la costa adriática croata, y el hecho de que "el movimiento de liberación nacional", dirigido por los comunistas, podría servir como aliado útil, contribuyeron a que el gobierno británico se percatara de la verdad desagradable de que los sucesos en el territorio yugoslavo tomarían rumbo opuesto a sus deseos y designios.

Cuál fue la postura británica posterior hacia el general Draza Mihailovic y su movimiento se infiere claramente de las memorias del premier W. Churchill. En su libro "El cerco se cierra", Churchill escribe que el Estado Mayor Británico en Cercano Oriente, "que apoyaba el sistema de agentes y oficiales de enlace con los partidarios de Mihailovic", por considerar a éste como "representante oficial de la resistencia a los alemanes y del gobierno yugoslavo", en mayo de 1943 "tomó nuevo rumbo", "resolviéndose el envío (a Yugoslavia) de pequeños grupos de oficiales británicos y de representantes sin plenos poderes con el propósito de establecer vínculos con los partisanos yugoslavos, pese a que estaban enemistados mortalmente con los chetniks y a que Tito, como comunista, peleaba no sólo contra las tropas alemanas sino contra la monarquía serbia y Mihailovic".

El cambio de la política británica para con Mihailovic fue decisivo tanto para él como para la entera Yugoslavia, pues desde ese momento los partisanos recibieron ayuda aliada para su lucha contra el Eje, suspendiéndose los envíos a los chetniks. No obstante el nuevo curso político de Gran Bretaña, claro y definido, Mihailovic no modificó su conducta ni tampoco lo hizo el gobierno yugoslavo, con sede ahora en El Cairo. Los ministros serbios, que eran la mayoría, se atenían tercamente a su política de hegemonía, por lo que se ahondaba más y más la brecha entre los británicos por un lado, el general Mihailovic y el gobierno yugoslavo por el otro, lo que temprano o tarde tuvo que traer consecuencias funestas.

La suerte de Mihailovic quedó sellada en la reunión de Teherán entre Roosevelt, Stalin y Churchill, celebrada el 1/XII/1943. Bajo la presión de la situación bélica general y de los conflictos en Yugoslavia, se convino que en adelante, en interés de las relaciones interaliadas y de la prosecución de la guerra, se brindaría ayuda exclusivamente a los guerrilleros de Tito.

Tocó al primer ministro W. Churchill la ingrata misión de comunicar a los representantes políticos yugoslavos en el exilio lo acordado en Teherán. A su paso por El Cairo se entrevistó con el rey Pedro y el Dr. Bozidar Puric, a la sazón primer ministro yugoslavo, exigiendo la destitución inmediata del general Mihailovic, ya que, según anotó en sus memorias, "la única esperanza de retorno al país que quedaba al Rey era conseguir, con nuestra mediación (británica) y sin dilación, algún acuerdo provisorio con Tito y eso antes de que las partisanos afiancen aún más su poder en el país".

El rey Pedro y el presidente Puric, consecuentes con su concepción granservia de la política yugoslava no quisieron abandonar a Mihailovic y a su movimiento, desoyeron el consejo de Churchill. Pocos meses después sobrevino la crisis en el gobierno y, bajo la presión británica, el mandato de formar nuevo gobierno fue confiado al ex ban de Croacia, Dr. Ivan Subasic. Este con la esperanza de hallar un compromiso entre el gobierno yugoslavo exilado y el "movimiento de liberación nacional" negoció un acuerdo con Tito.

Con el acuerdo de Teherán, los partisanos de Tito fueron reconocidos como el ejército aliado de facto, mientras que el general Mihailovic y su movimiento quedaron definitivamente abandonados. Con ello, su tragedia final era cuestión de tiempo. Para el destino de posguerra de los pueblos de Yugoslavia resulta decisivo el hecho de que en el momento de terminar las hostilidades en sus territorios había un solo ejército reconocido por los Aliados, el llamado Ejército de Liberación, controlado y conducido por los comunistas.

 


Fernando Konschak S. J.

Misionero y explorador en Baja California

George Prpic, John Carroll University, Cleveland

El primer misionero croata en el Nuevo Mundo fue Ivan Ratkaj, SJ, nacido el 22 de mayo de 1647 en el castillo de Veliki Tabor. Llegó a la ciudad de México el 25 de septiembre de 1680 y su destino fue Tarahumara, región de las tribus indias más primitivas y salvajes. Tras 10 días de fatigoso y peligroso viaje llega al lugar de la misión, donde aprendió muy pronto el idioma indígena, y en el primer mes de su estada había ya bautizado a 40 nativos. El esforzado trabajo afectó su salud, de por sí muy delicada. Fue trasladado a otro puesto misionero en la misma comarca, donde murió prematuramente. Lo envenenó un indio por oponerse a las danzas nocturnas inmorales, las orgías y las costumbres desenfrenadas. Murió como mártir de su abnegada vocación en Carichico, Tarahumara, el 26 de diciembre de 1683. Su diario y numerosas cartas constituyen una valiosa fuente de información histórica acerca de lo que es hoy la región Chihuahua en la Nueva México.

Si bien las actividades misioneras de Ratkaj tuvieron lugar en lo que actualmente es territorio mejicano, los historiadores norteamericanos Bolton y Dunne consideran que su obra fue importante para el desarrollo posterior del sudoeste norteamericano. Esas misiones en Tarahumara constituían un importante eslabón en la cadena de misiones que se extendía a través de Sonora y Baja California hasta el Pacífico. Bolton presta incluso mayor atención a la historia de las misiones jesuíticas que el prominente historiador Bancroft, si bien éste atribuye gran papel a las misiones católicas en el desarrollo del sudoeste y oeste norteamericanos. Tanto Bolton como Dunn señalan que sin las misiones jesuíticas en Tarahumara, Primeria, Sonora y Baja California en primer lugar, el desarrollo de la California actual y los estados contiguos se habría retardado considerablemente. Por eso, las actividades de Ratkaj y de otros misioneros europeos y mexicanos merecen atención y es justo tratar su obra como parte de la historia de la civilización americana.

Aunque el destino no deparó al padre Ratkaj llegar a California, su compatriota, Fernando Konschak, miembro de la orden de los jesuitas, lo hizo y allí se convirtió en un distinguido misionero. Fernando Konschak nació el 3 de diciembre de 1703 en Varazdin, a pocos kilómetros del lugar de nacimiento de Ratkaj, siendo ambos oriundos de la comarca de Zagorje Croata. Es interesante señalar que en la vecindad de Zagreb nacieron tres grandes misioneros croatas actuantes en el Nuevo Mundo, siendo el tercero el padre José Kundek. Su patria chica, Zagorje, densamente poblada, es una región de colinas verdes y ondulantes, viñedos y pequeñas granjas, adornada con castillos de las rancias familias nobles, de antiguos burgos en ruinas, iglesias y capillas que se yerguen en casi cada cima de la colina.

El padre de Konschak, oficial del ejército, procedía de la pequeña nobleza. Tras la escuela primaria, Fernando fue inscripto en el colegio jesuita de Varazdin. Cuando contaba 16 años, en octubre de 1719, fue aceptado como novicio de la Compañía de Jesús en Trenchin, Eslovaquia. En 1720 era rhetor y en 1723 fue ordenado sacerdote en Graz, Austria. Primero fue adscripto como docente al colegio de los Jesuitas en Zagreb en 1726 y luego trasladado a Budapest. Enseñando materias clásicas -humaniora studia- publicó en 1726 un libro de poemas, Nagadia versibus latinis. En esta etapa de su vida resolvió ir de misionero entre los indios americanos. En Cádiz esperó todo un año el pasaje y en 1730 embarcó rumbo a América[39]. De 1730 a 1732 vivió en Vera Cruz, de donde remitió una importante carta a su provincial en Viena[40]. En 1697, el padre Juan María Salvatierra instaló el primer establecimiento español permanente y la misión jesuítica de California en Loreto, Sin embargo, la figura principal de la fundación de una cadena de misiones jesuíticas en Baja California fue el padre Francisco Kino. Estaba en el grupo de Ratkaj cuando más de 20 jesuitas misioneros naufragaron en el puerto de Cádiz y llegó a México 8 meses después de Ratkaj. Él fundó varias misiones en el México septentrional, Arizona y Baja California. A semejanza de muchos de sus seguidores no fue tan sólo misionero, sino explorador, astrónomo, cartógrafo, constructor de misiones, ranchero y defensor de la frontera. A la sazón todos los geógrafos españoles creían firmemente que la Baja California era una isla. En 1702 Kino exploró el territorio en dirección norte y comprobó su condición peninsular. En sus visionarios planes de conquista de California, pensaba dotar a Baja California con la ruta alrededor del Golfo para conectar las misiones y establecimientos en Sonora y otras partes con los de California. Probar que California, es una península era de suma importancia para la expansión ulterior hacia la Baja y la Alta California. El Padre Kino murió en 1711. Después de su muerte seguía sosteniéndose con persistencia el error de que California es insular, de modo que el Padre Juan de Ugarte emprendió nueva exploración y en 1721 comprobó de nuevo que California no es isla sino península[41].

En las primeras décadas del siglo XVIII se observaba gran escasez de misioneros. Luego sobrevino un despertar religioso. Un grupo de misioneros voluntarios alemanes, bohemios y españoles vino a llenar ese vacío. Vinieron pese a la circunstancia de que algunos de sus predecesores fueron asesinados por los indios. Cada uno de los mártires se vio reemplazado por nuevos misioneros entusiastas. A principios de 1733, el Padre Sistiaga, sucesor de Ugarte, volvió a su misión con un nuevo misionero, recién llegado de Europa, el reverendo Konschak, Las viejas misiones de Kino fueron restauradas y fundadas otras. Ni siquiera un nuevo levantamiento de los indígenas, producido en 1734, cuyo saldo fue el asesinato de dos jesuitas más, pudo impedir este proceso[42].

Para evitar una confusión innecesaria sobre el apellido de Konschak, cabe recordar que según la costumbre prevaleciente en las colonias españolas en América, los apellidos de los misioneros europeos se amoldaban a las formas fonéticas y morfológicas del idioma castellano. Debido a esta práctica, a veces resulta difícil acertar a qué nacionalidad pertenecían esos forjadores de la civilización y el progreso. J. Bryan Clinch sostiene que el verdadero apellido de Kino era Kühn[43]. Lo mismo pasó con el apellido croata de Konscak (para mantener la equivalencia fonética, en este trabajo escribimos su nombre Konschak), que sufrió varias modificaciones. Tal vez ninguno de los apellidos extranjeros fue escrito con tantas variaciones como el suyo. Los autores Krmpotic, Dunne, Bancroft y Decorme se ocuparon de cómo debería deletrearse correctamente el apellido Konschak.

Krmpotic menciona variaciones tales como Consago, Konsak, Conssag y Konshak. Bankroft agrega. Konsag y Konschak, siendo la primera forma una derivación española y la segunda germana. Dunne cita apellidos Konscak (tal como en su original croata), Konsag, Consago y Consag. En la obra mejicana de Decorme figuran Konzag, Conzag y Konschak. En Noticia de la California, a que nos referiremos más tarde, el nombre del misionero croata está escrito Consag y Gonsag y en ciertos trabajos figura como Gonzago. Consag es la forma que suele usar la mayoría de los autores y se basa en buenas razones, esto es que el mismo misionero firmaba de ese modo, como se puede colegir del Libro de Casamientos y Difuntos de Santa Rosalía Mulege[44]. Sin embargo, en ninguno de los escritos encontramos la forma González, como algunos autores croatas y americanos alegan erróneamente en sus artículos sobre Konschak.

Cuando empezó su obra misionera, el puesto San Ignacio era la misión más septentrional. Durante años Konschak vivió como un típico misionero y colonizador. Aparte del trabajo espiritual de educar a los indígenas, guiar a los catecúmenos y enseñar a los indios varios oficios, Konschak tuvo que cumplir múltiples tareas administrativas de su establecimiento misionero.

Se dedicaba también a temas científicos, especialmente exploraciones geográficas, y en buena hora. En ese sentido, el año 1746 tiene mucha importancia en su vida y además reviste importancia histórica para California. Ya el Padre Kino había constatado que la Baja California no es una isla, según antes se creía, sino península. Empero, la opinión oficial española sobre el carácter insular de California seguía predominando. Para aportar una prueba concluyente de ello y dotarla de una ruta terrestre hacia el continente, el Padre Cristoval de Escobar, envió a Konschak, a pedido del ministerio real, a un viaje de exploración para reexaminar el Golfo, llegar al norte hasta el Río Colorado y dar una prueba fehaciente sobre la conformación peninsular de California[45].

Acompañado por soldados e indios de las misiones jesuíticas, Konhak salió de Loreto el 9 de junio de 1746. Su fatigoso viaje a lo largo del Golfo hasta el Río Colorado duró hasta 25 de julio. Trazó el mapa de la desembocadura de Colorado en el Golfo y con ello probó que California está ligada al continente y no separada por el océano, según se sostenía tercamente[46].

Al regresar al puesto misionero de San Ignacio, Fernando Konschak sintetizó su hazaña en una carta dirigida al Padre Visitador Baltasar (fechada en San Ignacio 31 de octubre de 1746). Delineó un buen mapa que reflejaba el carácter peninsular de California y lo intituló: "Seno de California, y su costa oriental nuevamente descubierta y registrada desde el cabo de las Vírgenes, hasta su término, que es el Río Colorado, año de 1747 por el Pe. Ferdinando Cansag de la Compa. de IHS Missionero en la California".[47]

Las autoridades de la Compañía de Jesús remitieron su diario y mapa a Madrid, donde consejeros reales trataron de refutarlo. Juan de Ulloa recurrió a toda su fantasía para denegar la validez del informe de Konschak, más por último fracasó[48]. Fue pues Konschak quien asestó el golpe de gracia a la teoría según la cual California es isla. Luego, por decreto real se confirmó oficialmente el nuevo hecho geográfico de que California "no es Isla sino tierra firme", lindando en su parte superior o septentrional con Nueva México[49].

H. H. Bancroft califica la exploración de 1746 de Konschak como el acontecimiento de mayor relieve de ese período[50], mientras que otro estudioso de esa época recalca, el hecho de que la prueba concluyente, aportada por Konschak, sobre el carácter peninsular de California contribuyó al desarrollo de importantes rutas terrestres y, por consiguiente a la conquista de todo ese territorio tan importante[51]. Jacobo Sedelmayr, coetáneo del misionero croata, quien actuó en la región de Primeria, escribió en 1747 una carta a su rector, José de Echeverría, de la que transcribimos el párrafo siguiente:

"El Padre Fernando (Konschak) nos suministró la información deseada que California es una península. Si bien el Padre Eusebio Francisco Kino vio y constantemente afirmaba lo mismo, porque el Padre Agustín de Campos le contradecía, la cosa quedó en duda, lo que ahora está solucionado".[52]

El mapa que el Padre Konschak preparó y sometió a las autoridades es la base de los demás mapas y cartas de las orillas del Golfo de California hasta más que de mediado el siglo pasado. Una copia de ese mapa se conserva en el British Museum y una en los Archivos de España[53].

El diario de Konschak de 1746 fue publicado primero en Teatro Americano en la Ciudad de México[54]. Fue reimpreso en forma abreviada en la conocida publicación Apostólicos Afanes, que salía anónimamente en Barcelona en 1754. Luego en 1887, apareció en la edición mejicana Historia de Nayarit, Sonora, Sinaloa, y ambas Californias, cuyo autor fue el Padre José Ortega. En la introducción de la nueva edición mejicana de 1944, Juan B. Iguinis probó que de los tres libros de Afanes únicamente el primero fue escrito por Ortega. Los dos tomos siguientes, que tratan de las exploraciones de Kino, Keller, Sedelmayr y Konschak, los escribió el jesuita Visitador y Provincial Juan Antonio Baltasar[55]. Francisco Zevallos, muerto ya Konschak, sostuvo en su obra Vida del P. Fernando Konsag que éste había escrito Apostólicos Afanes, aserción ésta que Bancroft, quien leyó el manuscrito de Zevallos en la Ciudad de México, refutó[56].

En la primera y la más importante obra sobre California, Noticia de California, compilada por Miguel Venegas, un docto jesuita misionero que trabajaba en México y California, se publicó el diario y el mapa de Konschak en 1767 con sus largos títulos[57]

En una nota interesante redactada por el editor, el Padre Venagas, agregada al final del diario de Konschak, se pone de relieve la importancia histórica de su exploración, quedando comprobado en firme el hecho de "que la California es Península, unida al Continente de América" [58].

El Padre Konschak fue nombrado dos años después de su célebre exploración, en 1748, visitador de todas las estaciones misioneras en California. La historia de este período nos refiere que había entonces de 10 a 15 misiones jesuíticas en California. Konschak, superior de esas misiones, pletórico de vigor y lleno de nuevos afanes, se abocó a explorar la región, esperando encontrar lugares adecuados para nuevos establecimientos misioneros. Según el Padre Dunn, en uno de sus laudatorios informes, consta que Konschak era muy activo desde su arribo a San Ignacio y que "su energía croata no le hubiera permitido descansar e incluso obrar con menor rapidez" [59]. En pocos años bautizó 548 Cochimies. Durante el año 1740 extendió "un anillo más amplio aún hacia el norte", exploró el terreno, examinó las condiciones prevalecientes, descubrió vitales manantiales de agua sin los cuales no se podía fundar misión alguna en el desierto californiano; por el año 1751 había instruido a 448 indios más con los que esperaba fundar una misión nueva[60]. Otro historiador de California, incluso con anterioridad a Bancroft, Bolton y Dunne, rindió su tributo al Padre croata, elogió su inteligente prosecución de los planes atinentes a la colonización ulterior y a la conquista de Baja California. El misionero, ahora visitador de todas las misiones jesuíticas en California, compilaba solícitamente toda información concerniente a la geografía; las particularidades orográficas, razas y tribus[61].

En 1748, el Padre Konschak redactó un documento, titulado la Vida y trabajos del P. Antonio Tempis. Trátase, de hecho, de una larga carta, fechada en San Ignacio, el 1 de octubre de 1748 y dirigida a sus superiores de la orden en México. Según la costumbre de aquel tiempo de escribir un informe sobre la vida y las obras de misioneros fallecidos, Konschak redactó un informe sobre la vida y obras del Padre Tempis, bohemio oriundo de Olmutz, quien murió en Santiago, California, el 6 de julio de 1746 [62]. Tal informe después de la muerte de Konschak fue escrito por su provincial el Padre Francisco Zevallos.

Con el propósito de encontrar lugares apropiados para nuevos puestos misioneros, el Padre Konschak emprendió en 1751 otra larga expedición. Salió de San Ignacio el 22 de mayo en compañía del capitán Fernando Rivera, algunos soldados y un centenar de indígenas neófitos. Viajaron por la Sierra y los áridos valles de la costa del Pacífico hasta llegar a un punto a 30 grados de latitud. Konschak entabló amistad con muchos indios y bautizó a algunos niños moribundos, pero no encontró en esas regiones secas lugar adecuado alguno para establecer nueva misión. La expedición regresó el 8 de julio a la ranchería Piedad cerca de San Ignacio[63]. En opinión de Dunne, la eterna duda que envolvía a California impulsó esta segunda gran exploración jesuítica.

En 1752 Konschak inició la construcción de una nueva misión, ubicada a 29 millas de la de San Ignacio en 28º, 3' latitud norte, y 113º, 5' longitud oeste. Fue denominada Santa Gertrudis. Cuando el jesuita alemán, Padre Jorge Retz, se encargó de ella, había más de 600 neófitos instruidos y bautizados por el Padre Konschak[64].

Según North, esta misión empezó ya en 1751 y Decorme confirma este juicio al citar que el primer registro del bautismo lleva fecha de 16 julio de 1751.[65]

Pensando en el porvenir de las misiones y confiando que un día California entera sería bautizada, incluso todas las tribus que había encontrado en su última expedición[66], Konschak no obstante estaba alarmado por unos hechos graves a los que esperaba encontrar solución.

"Lástima que habrá que interrumpir la conquista de esta muy pobre necesitada península debida a la falta de las provisiones necesarias para mantener a los ministros evangélicos. Los recursos provistos por la piedad de los caballeros y las damas, deseosos de salvar a tantas almas, han sido empleados en su totalidad en las misiones ya establecidas y que se han mantenido hasta el presente. Que nuestra Señora de Loreto, patrona de California, conmueva los corazones de los devotos para que, con su riqueza, suministren las provisiones que les niega esta región tan estéril y escabrosa".[67]

El éxito y la prosperidad de Santa Gertrudis estimularon al Padre Konschak a buscar otros lugares para establecer la cadena de misiones hacia San Diego. En 1753 realizó una nueva exploración de la costa occidental de la península hasta 31º de latitud. Fue bien acogido por los nativos y trajo a numerosos indios a Santa Gertrudis[68].

Repetidas veces, él y el Padre Retz se adentraron en el desierto, explorándolo en todas direcciones en busca de agua y de tierra cultivable. En esos frecuentes viajes de 200 o 300 millas estaba a menudo en peligro de morir de sed. Interminables extensiones de arena y montañas fueron recorridas por Konschak y Retz con muy poco éxito. En 1753 encontraron un manantial de agua alcalina a 200 millas de Santa Gertrudis, pero estaba demasiado lejos para establecer un puesto misionero sin una estación intermedia. Transcurrieron cinco años antes de descubrirse otra fuente de agua a 90 millas de Santa Gertrudis, en un lugar llamado Adac por los nativos. Infatigable como era Konschak, quería establecer allí una misión bajo el nombre de San Francisco de Borja y la dotación necesaria fue suministrada por María de Borja, luego duquesa de Gandia. Sin embargo, Konschak no pudo llevar a buen término su última empresa, pues murió el 10 de septiembre de 1759. Esta misión fue fundada tres años después por el Padre Retz[69].

Grande fue la obra realizada en California por este distinguido y abnegado misionero. Si bien tenía 55 años cuando murió, Konschak era un veterano de muchos años en las misiones. Pasó 39 años en la Compañía de Jesús, y de éstos, 29 como misionero en América. En San Ignacio, que todavía se conserva en toda su belleza como reliquia de aquellos tiempos gloriosos cuando los padres colonizaban la península, había pasado 22 años. Además de fundar nuevas misiones, cooperó en el establecimiento de la localidad minera San Antonio Real, en 1748.

Es notable, apunta un autor, que Konschak y otros misioneros dieran aguantar la rutina de la vida desértica durante tantos años[70]. Semejante tren de vida apresuró, indudablemente, su prematura muerte cuando contaba 56 años.

Otro autor lo llama "infatigable Consag", subrayando sus "virtudes ejemplares y labores apostólicas", por las que "el nombre de Consag merece ser incluido entre los más ilustres de California".[71]

Bancroft fue el primero entre los renombrados historiadores no americanos en reconocer la múltiple obra de Konschak y le rindió el merecido tributo, calificándolo de gran misionero, explorador y colonizador. Bolton le tributa homenaje como a uno de los misioneros europeos que jugaron un distinguido papel en "el transplante de la cultura cristiana al oeste americano" [72]. En la obra mejicana de G. Decorme, S J., Konschak es calificado como gran misionero, "gran apóstol", "la figura más prominente" en el último período de las actividades misioneras jesuíticas en California[73].

El Padre P. M. Dunne, S.J., en su obra Black Robes in Lower California rinde gran homenaje al "famoso Consag" de California. Recalca, como lo hace en otros trabajos, que Consag era croata y que debe figurar entre los más grandes exploradores de California[74].

Una reciente obra francesa distingue a Konschak -su nombre se cita en tres formas: Konsag, Consag y Gonzago- como sucesor del gran Eusebio Kino en la exploración de California. En efecto, según este juicio, Konschak fue el primero en explorar sistemáticamente California y su mapa fue él primer mapa científico de California[75].

Fuera de las actividades que hemos comentado en los párrafos precedentes, Konschak era lingüista. Conocía varios dialectos indígenas, lo que le hizo más fácil el contacto con los nativos que tanto quería. Su idioma materno era el croata, mas como sacerdote e intelectual del siglo XVIII conocía a fondo el latín. Además, hablaba y escribía en alemán, castellano y francés, gran experto en matemática, era igualmente versado en geografía y geología, como asimismo poseía amplios conocimientos en la construcción de minas, caminos y represas. Ante todo, claro está, era misionero y podemos acreditarle que había bautizado -de acuerdo a los registros- por lo menos a 996 indios[76]. Según lo menciona Dunne en la parte septentrional del Golfo de California existen peñascos -Consag Rocks- que todavía llevan el nombre del explorador[77].

Su connacional Mons. Martin Davorin Krmpotic publicó la primera y única versión inglesa de la Vida de Konschak, escrita por el provincial Padre Francisco Zevallos tras la muerte del explorador croata. Zevallos (anotado Ceballos en algunas fuentes mexicanas) hace gran elogio del misionero. Afirma que "el Padre Fernando era croata de nacimiento. Nació en la ciudad de Varazdin en Croacia". Luego, tras una minuciosa reseña biográfica, recalca que Konschak se expresaba en la lengua indígena tan bien como los nativos. "Con la magnitud de regularidad había combinado una veneración y devoción admirables con que diariamente ofrecía ese tremendo sacrificio (la Santa Misa) a Dios. Pese a su insensibilidad, los indios se sentían conmovidos escuchando al Padre Konsag celebrar la Misa[78]. Deseaba incesantemente catequizar y bautizar "y si fuera posible convertir a California entera". Procedía en forma estupenda para atraer a los indios y ganarlos para la Fe de Cristo. Con resolución emprendió obras que parecían imposibles de realizar. Hacía viajes erizados de peligros. Nada pudo desalentarlo; "juzgando que lo que emprendía sería a mayor gloria de Dios, lo hacía intrépidamente" [79]. Su muerte impresionó hondamente a los indios que acudieron de muy lejos; sollozando y llorando de viva voz, a ver a su querido padre. Mucho tiempo después de su muerte los indios solían venir a su tumba en San Ignacio y rezar[80]. Adamic en su libro A Nation of Nations, p. 235 afirma con desacierto que los españoles habían modificado el nombre Konschak en Gonzáles; ni en un solo documento figura como Gonzáles. Roucek escribe en su Our Racial and National Minorities (Nuestras minorías raciales y nacionales) p. 246, que Konschak fue conocido bajo el nombre Gonzáles, lo que contradice la verdad; además su aserción de que Konschak hizo el primer mapa geográfico conocido de Baja California es una negación rotunda de los hechos históricos, pues Kino fue el primero que trazó el mapa de Baja California. Bonifacio Soric fue el único en publicar en su Centennial el mapa original de Konschak tal como se conserva en la reproducción fotostática en la Biblioteca del Congreso de Washington[81].

En 1959 se conmemoró el bicentenario de la muerte del Padre Konschak. El autor de este modesto trabajo sobre la vida y la labor misionera de este hombre extraordinario quisiera rendirle el homenaje merecido. Al mismo tiempo, cabe subrayar que la obra del Padre Konschak es una parte de la contribución que los inmigrantes croatas aportaron a la colonización y el progreso de las Américas. Konschak, en cierta medida, prosiguió el trabajo de Ratkaj, si bien no se sabe si estaba enterado de la vida y de la labor misionera de su compatriota.

Al resumir la vida y la obra misionera del Padre Konschak, sería superfluo repetir que fue él quien trazó la que luego vendría a ser el Camino Real, ya que sin su organización espléndida y sin sus mapas, el Padre Serra y Portola no hubiera podido emprender tan pronto su gran obra. El comienzo del estado de California se habría retardado.

 


Vida y obra de Ivan Mestrovic

Branko Kadic

El 16 de enero de 1962, a la edad de 79 años y en pleno afán creador, falleció de síncope en South Bend, Estados Unidos, Ivan Mestrovic, célebre artista plástico croata, caracterizado por Auguste Rodin como "el fenómeno más grande entre los escultores" y a quien The New York Times calificó, en la nota necrológica, como "uno de los gigantes del arte escultórico". La Universidad de Nôtre Dame; donde últimamente dictaba la cátedra de Bellas Artes, asimismo como el mundo artístico norteamericano y europeo rindieron cálidos homenajes a esa figura descollante en el arte escultórico de nuestro siglo. Por su expreso deseo sus restos mortales fueron inhumados en el mausoleo que antes de la guerra Mestrovic había diseñado y erigido en su pueblo Otavice, en Croacia: Murió como exilado político croata y quiso dormir el último sueño en su patria.

A continuación, sin pretender dar un cuadro completo y exhaustivo, delinearemos un esbozo biográfico de Mestrovic, apuntando los datos salientes de su vida y su prolífica obra.

Ivan Mestrovic, oriundo de una familia campesina croata, nació el 16 de agosto de 1883 en Vrpolje, Croacia septentrional. Aquel año, como los años anteriores, sus padres fueron al norte del país en busca de trabajo de estación. La niñez y la mocedad las pasó en la casa paterna en Otavice, pequeña aldea en la retaguardia de Dalmacia, situada en los Alpes Dináricos. Toda esa región es rocosa y poco fértil. Su familia era muy numerosa y necesitada; de costumbres patriarcales y de arraigadas tradiciones católicas. La madre de Mestrovic, piadosa y devota, manifestaba singular ternura a su hijo taciturno y ensimismado. Toda esa comarca fue durante siglos escenario de cruentas luchas contra los invasores osmanlíes, lo que dio origen a baladas históricas, cantos épicos y una concepción particular del heroísmo. Crecido en ese ambiente de lucha tenaz contra el suelo poco fértil y henchido de sabores heroicos, Mestrovic, como Giotto, cuidaba de niño, las contadas ovejas y cabras de sus padres. Muy temprano manifestó su vocación por la escultura, tallando y grabando piedras y maderas mientras cuidaba el rebaño. Con la ayuda del párroco; a la edad de 15 años, fue enviado a Split como aprendiz en el taller de marmolería de Pablo Bilinic. Split, hermosa ciudad en el Adriático, otrora residencia del emperador romano Diocleciano; quien construyó allí un soberbio palacio con mausoleo, -hoy iglesia catedral- desplegó toda su riqueza de monumentos clásicos, románicos y renacentistas a los ávidos ojos del genio joven. Quedóse allí un año aprendiendo a leer y escribir y sorprendiendo a todos los "maestros marmoleros" por su imaginación, habilidad y maestría en la modelación y reproducción de distintas figuras. Su talento precoz y extraordinario llamó la atención de un industrial vienés, quien le costeó el viaje hasta la ciudad imperial para que prosiguiera sus estudios. El cambio era asaz brusco y dramático. El joven pastor, sin conocer una palabra de alemán, sabiendo apenas leer y escribir, se encontró de sopetón en un ambiente suntuoso en la Viena imperial, con tantos museos, tantas esculturas de la antigüedad. Sin diploma ni certificado de estudios secundarios, sin dibujos, fue aceptado en la Academia de Bellas Artes cuando su director vio sus trabajos primerizos, mayormente copias de las obras de los antiguos maestros que se guardan en Hofmuseum. El nivel artístico de la Academia no era muy elevado y los trabajos de los profesores más bien estereotipados, prevaleciendo un neobarroco convencional. Otto Wagner era la personalidad creadora más saliente en la Academia vienesa, iniciador de la nueva arquitectura y las artes decorativas en Austria. Wagner fue también organizador e inspirador principal de la Secesión vienesa. A su influencia debe atribuirse el interés y competencia de Mestrovic en el diseño arquitectónico y por la conjugación adecuada de los conjuntos escultóricos-arquitectónicos. El estilo predominante en la escultura europea en general antes del Nouveau Art y el movimiento expresionista se exteriorizaba en figuras monumentales con temas religiosas, históricos y mitológicos con el simbolismo clásico o contemporáneo y mayormente con implicaciones morales y patrióticas. La única excepción fue A. Rodin cuyas esculturas, atormentadas e inspiradoras, contrastaban con la enorme variedad de los monumentos nacionales que ornaban las plazas y paseos de las ciudades europeas. En este ambiente cultural y artístico estudió Mestrovic en Viena de 1900 a 1904. Durante ese período había ejecutado varias esculturas, más de 25 piezas grandes entre retratos, santos, temas religiosos, figuras desnudas y composiciones originales. La obra de mayor proporciones expuesta en el Salón de Secesión en 1904 era un modelo en yeso titulado En la fuente de la vida, representando varias figuras simbólicas desnudas y entrelazadas: Amor, Juventud y Ancianidad, sedientos todos del agua de la Vida. La municipalidad de Zagreb adquirió en 1910 esa composición y la colocó en la plaza, frente al Teatro Nacional. Para Carl Wittgenstein, Mestrovic ejecutó otra variante: En el manantial de la vida, de simbolismo universal, y con el dinero ganado viaja a Italia y luego a Francia. Del mismo período datan varias composiciones de contenido osado y original: Timor Dei, escultura de un enorme pie desnudo, de músculos tensos y dedos convulsos; un relieve simbolizando la vieja leyenda en torno a la Edificación de Skadar, con una mujer empotrada por el fatal sino en los muros de la ciudad; el monumento al poeta romántico croata Luka Botic, erigido en Split.

El decenio siguiente o sea el segundo período del arte mestroviciano (1904-1914), inspirado en los motivos nacionales y épicos de los eslavos del sur, se caracteriza por su grandiosidad, por sus formas patéticas, vigorosas y apasionadas. Ese ciclo suele llamarse también el ciclo de Kosovo, cuya realización era sueño juvenil de Mestrovic, surgido de la poesía, popular. Su plan era levantar un "templo", un mausoleo, en conmemoración de la batalla de Kosovo (año 1389), en la que perecieron muchos combatientes cristianos contra los conquistadores osmanlíes. Las leyendas y la poesía popular que de niño escuchaba le inspiraron un estilo épico, desprovisto de contenido religioso. Coincidió también con las guerras balcánicas, preludio de la primera guerra mundial. El proyecto de Mestrovic de erigir un santuario nacional tiene varios precedentes, desde la antigüedad y el panteón romano, hasta el panteón neoclásico de París y la Vaihalla cerca de Regensburgo en Alemania. Rodin mismo abordó los temas patrióticos como los Ciudadanos de Calais. Por otra parte, este primer conjunto arquitectónico-escultórico de Mestrovic estaba destinado al fracaso, al igual que su sueño juvenil de unión de los pueblos sureslavos, tan dispares y antagónicos desde el punto de vista político, cultural, histórico y religioso. Además de carecer de unidad y armonía, la realización del panteón fue resistida obstinadamente por los servios, de mentalidad bizantina, que repudiaban y aborrecían la estatuaria en general en los templos y, por añadidura, muchos de los elementos clásicos, góticos y renacentistas que contenía el proyecto, amén de la concepción misma para ellos extraña, de raíz católica y occidental.

Mestrovic expuso en París en 1905 en el Salon d'Automne, y sus trabajos suscitaron especial interés del anciano Rodin. Desde esa fecha los unió una estrecha amistad y admiración recíproca. Su primera gran exposición tuvo lugar en el salón de la Secesión vienesa, comprendiendo más de cincuenta esculturas de diferentes tamaños, vinculados mayormente con su proyecto del templo de Kosovo. Los críticos e historiadores de arte como Arthur Roessler y Joseph Strzygowski elogiaron el vigor, la originalidad y la maestría técnica de las figuras y del material, desatando particularmente los valores artísticos y simbólicos de Viudas, Recuerdos y Viuda con el Niño. La misma exposición se organizó un año después en Zagreb, capital de Croacia. De esa época datan también los retratos de sus padres, expresión cabal del auténtico tipo campesino, llano y sencillo, sufriente y bondadoso. Al año siguiente Mestrovic expuso el mismo grupo en la Exposición Internacional, celebrada en Roma, que le dio fama mundial y le otorgó el primer premio. Ese período del arte mestroviciano se caracteriza por la expresión vigorosa, la grandiosidad, la monumentalidad y los temas patriótico heroicos, extraídos de la historia y epopeyas tanto croatas como de los demás pueblos sureslavos.

Durante la primera guerra mundial vive exilado en Italia, Francia e Inglaterra alternando su trabajo escultórico con la actividad política. Realiza proyectos menos ambiciosos, incluyendo ciertos temas religiosos: Crucifijos, Las Piedades, San Juan Bautista, bustos de Leonardo Bistolfi y del anciano Rodin. En 1915 expone en Albert Museum de Londres y en varias ciudades del Reino Unido. Los críticos británicos destacan su poderoso élan, las formas dinámicas y la adaptabilidad arquitectónica de sus esculturas. Además de numerosos retratos y bustos hechos durante la guerra, Mestrovic empieza a inclinarse más y más hacia los temas religiosos, pasa de los motivos nacionales y locales a la temática universal, expresando los ideales intrínsecamente humanos de libertad, justicia, caridad y bondad. Junto con su soberbio relieve Arqueros de Domagoj (príncipe medieval croata), talló un alargado crucifijo en madera e hizo su primer panel del ciclo de la Vida y Pasión de Cristo que terminaría después de la segunda guerra mundial. Los estragos, tragedias y sufrimientos causados por la guerra encontrarán su honda expresión en Las Piedades y Vírgenes con el Niño. Le estatuaria de carácter nacional corre paralela con los motivos y figuras bíblicos y evangélicos: Profetas y varios Moisés, símbolo de la autoridad moral de la ley. Su estilo atraviesa nueva fase imprimiendo formas alargadas a su movimiento y diseño de reminiscencias arcaicas bizantinas. Un dolor desgarrador y la contorsión de rostros y figuras dan a sus nuevos creaciones una expresión espiritual y sublimada desconocida en sus obras anteriores más bien de carácter realista y naturalista. Con la terminación de la primera conflagración mundial se inicia la fase de la madurez creadora de Mestrovic.

Con afiebrado ímpetu se dedica a la realización de sus proyectos. Surgen monumentos y estatuas de los próceres y hombres ilustres de la historia de Croacia. En primer lugar cabe destacar la monumental capilla votiva de Nuestra. Señora de los Angeles -mausoleo de la familia Racic-, construida en la pequeña península, entre cipreses y asomándose al Mar Adriático. Esta iglesia proyectada y ejecutada por Mestrovic contiene varias esculturas y bajorrelieves suyos, en un nuevo estilo de mayor purificación y espiritualidad. En 1919 realiza una gran exposición en Petit Palais en París. Luego en 1924-1925 organiza muestras en Nueva York (Brooklin Museum), en Chicago (Art Institute), Detroit, Buffalo y otras ciudades norteamericanas. En esta ocasión, la municipalidad de Chicago le encargó dos indios ecuestres para el Grand Park. El siguiente año ejecutó el monumento de Gregorio, obispo medieval croata de Nin, que regaló a la ciudad de Split. Mestrovic dirige al mismo tiempo la Academia de Bellas Artes de Zagreb, imprimiéndole nuevo impulso y elevando su categoría. Bajo su mano rectora y su guía se están fraguando varios jóvenes talentosos. En 1930, además de la estatua ecuestre a Simón Bolívar, de potente expresividad, diseñó y construyó su magnífica residencia en Split, combinación de varios estilos que armonizan con el paisaje encantador junto al mar con las montañas desnudas por fondo. Proveyó su mansión de numerosas esculturas y pinturas, que luego donaría, lo mismo que su galería de Zagreb, al pueblo croata. Su gloria y su renombre alcanzaron el punto culminante. El escultor confiere mayor síntesis y recato a sus composiciones que se traducen plenamente en el impresionante mármol Historia Croata.

El gobierno francés organiza en 1933 la exposición individual de las obras mestrovicianas en Jeu de Paume. La misma muestra será presentada sucesivamente en Praga, Berlín, Munich, Viena y Graz. En los años subsiguientes diseñó y ejecutó el monumento al Soldado Desconocido, levantado en la colina Avala, no lejos de Belgrado. En Otavice construyó, para honrar la memoria de sus padres, la capilla de San Redentor, dotándola, de exquisitas estatuas y soberbios relieves y bajorrelieves. Participó en la restauración de la antigua iglesia de San Marcos, situada en la parte vieja de Zagreb, Para el altar mayor ejecutó un gran Crucifijo, alargado y estilizado, y para los altares laterales la Virgen con el Niño y Pietá, todas estatuas en bronce, mientras que en piedra esculpió la figura de San Marcos, patrón de la iglesia, "El Redentor en la tumba", "El villancico" y un tríptico representando la Anunciación, el Nacimiento y la Presentación del Niño Jesús en el Templo. Contemporáneamente con esta obra Mestrovic diseñó una iglesia conmemorativa dedicada a Nuestra Señora en Biskupija, modesta aldea cercana a la natal. La iglesia fue edificada en memoria del rey medieval croata Zvonimir y muy cerca, del lugar de una iglesia católica construida en estilo medieval croata del siglo once. Este templo de pequeñas dimensiones se asemeja por su estilo a las antiguas basílicas croatas. Mestrovic dotó esa iglesia de varias estatuas, la de la Virgen con el Niño en mármol (la Virgen vestida como la campesina de esa región), y la figura de Cristo Rey colocada encima del portal. La iglesia fue profanada y dañada y las esculturas destrozadas durante la última guerra por los guerrilleros nacionalistas servios de Draza Mihailovic, quienes en su odio y el proselitismo anticatólico y anticroata no se refrenaron de destruir las obras del escultor, que había enaltecido y popularizado tantas figuras y episodios sobresalientes de la historia nacional servia.

En esa época Mestrovic, entre otros encargos, proyectó y realizó el monumento al estadista rumano Ion Bratianu, erigida en Bucarest. Para la misma ciudad hizo dos grandes estatuas ecuestres, en bronce, la del rey Carol I y la del rey Fernando I. Los rusos, al ocupar Bucarest en 1944 desmantelaron ambas estatuas. Dos años antes de estallar la segunda guerra mundial, Mestrovic decidió volver a Split y terminar el ciclo de bajorrelieves con motivos evangélicos, empezados en la primera guerra mundial. A fin de proveer espacio y marco apropiados a esos trabajos, Mestrovic reconstruyó, en un pequeño promontorio, una capilla en estilo primitiva antiguo y el claustro con las piedras que encontró allí, provenientes de la capilla y el claustro semiderruidos que se remontan al siglo doce. Completada la estructura arquitectónica, Mestrovic colocó en la capilla los bajorrelieves en madera terminados hasta el momento, la dotó de estatuas de Cristo, de la Virgen, de los Evangelistas y de la figura central de San Juan de Apocalipsis. Mestrovic, además de las citadas, proyectó varias estructuras arquitectónicas, entre tantas el Pabellón de Bellas Artes, levantada en Zagreb, la Iglesia Votiva Cristo Rey, con motivo de cumplirse un milenio de la fundación de reino croata.

En 1942 fue representado en forma digna en el Pabellón del Estado Independiente de Croacia en el Bienal de Venecia. Luego se trasladó a Roma, donde ejecutó un busto del Papa Pío XII, varias piezas para el Instituto Croata de San Jerónimo en Roma, una Pietá de grandes dimensiones y el expresivo y monumental relieve Stigmata de San Francisco para la iglesia de Santa María Mediatrice. Poco después se trasladó a Suiza, donde residió tres años, para en Lausana, y parte en Ginebra. Terminada la guerra, pese a la deprimente nostalgia y los zalameros llamados de Tito de regresar a su país y continuar su obra, se rehusó a volver a, su patria esclavizada, privada de la libertad nacional y de los derechos humanos.

Los inenarrables sufrimientos y tragedias que desató la segunda guerra mundial que experimentó en carne propia, constituyeron el punto inicial de un nuevo estilo, de la nueva visión y enfoque en la obra de Mestrovic reflejados plenamente en la exposición individual de sus esculturas, realizada en 1947 en el Metropolitan Museum de Nueva York. En la primera vez en los anales del Metropolitan Museum que un escultor era honrado en vida con su exposición. La figura de Job, retorcida y desgarrada por el dolor, y a no era una expresión poética del escultor sino testimonio de tantas tragedias y horrores de la guerra. Se acentúe el carácter religioso de su arte cada vez más espiritualizado; más despojado de lo anecdótico y episódico; se vuelve símbolo puro, mensaje encarnado de los valores humanos y cristianos, de ese período son notables varios estudias de los Evangelistas, la estatua de San Francisco, el dolor de la Pietà y sobre todo las Mujeres bajo la Cruz.

Mestrovic en 1947 fue designado profesor de Bellas Artes en la Universidad de Syracuse, Nueva York, y desde 1955 hasta su muerte dictaba la misma cátedra en la Universidad de Nôtre Dame, South Bend.

Uno de los rasgos distintivos de los retratos de Mestrovic es el de recalcar la expresión del carácter. De ahí su interés por figuras descollantes tanto bíblicas como de temática, histórica, nacional y universal; de ahí también sus varios estudios de San Jerónimo, su compatriota y patriarca de la Iglesia, la figura del Papa Sixto V, reformador y constructor, quien terminó la basílica de San Pedro en Roma, de ascendencia croata y patrocinador del hospicio croata en Roma, y varios retratos de su amigo entrañable, el gran justo, que era, el cardenal Luis Stepinac.

La tensión muscular anterior cede paso al éxtasis espiritual (María Magdalena bajo la Cruz); en lugar de las formas retorcidas de sus Viudas primitivas del ciclo de Kosovo, encontramos movimiento exquisito en Psique y Perséfone Suplicante. La figura clásica de Venus cobra una interpretación no tan pagana y sensual.

La nómina de las obras realizadas por Mestrovic en Estados Unidos es impresionante. El proyecto del enorme monumento dedicado a los judíos, víctimas de la persecución racial, numerosas estatuas para iglesias, institutos y colegios norteamericanos, amén de varios retratos, bustos y la gigantescas y soberbia Pietá. Además ejecutó los monumentos de Mila Gojsalic, Andrija Kacic Miosic, San Juan Bautista, San Antonio y otros que regaló al pueblo croata. Hizo también el monumento al poeta montenegrino Petar Njegos y al P. López de Mendoza quien en 1565 celebró la primera misa en lo que es hoy EE.UU. Esos monumentos, obra y regalo del gran hijo de Croacia, quedarán durante siglos como testimonio, y, estímulo del espíritu de libertad que está latente y vigilante detrás de la cortina de hierro y de silencio impuesto por los comunistas.

Tras los múltiples caminos inciertos que en nuestro siglo tomó el arte experimental y después de la flamante consagración del arte abstracto, la potente figura de Mestrovic se yergue como un frondoso árbol secular, rico de frutos y firmemente enraizado. Aunque a muchos les parezca como un sobreviviente de "un mundo soñado a la manera clásica'', nadie que aprecie los valores escultóricos le negará históricamente su importancia y su grandeza. Mestrovic nunca intentó alejarse del pasado por mero amor de una concepción actual de moda. Hay afinidad evidente de la escultura preclásica y clásica en el vasto repertorio artístico y la "mitología" mestroviciana. Mas, si el pasado revive en el presente en su vasta estatuaria, también se dan muchos elementos del futuro, en tal medida que sus obras iniciales tenían carácter vanguardista. Las obras maestras de Mestrovic, especialmente los temas religiosos, poseen cualidad de perennidad y no dependen de uno u otro estilo o expresión artística. Más que el arte de las épocas clásicas le atraía el arte arcaico de los asirios, egipcios, de Creta y Micenas, el arte primitivo helénico anterior a la época de Pericles, el románico y el gótico de la Edad Media, debido a su carácter universal, a sus valores religiosos, éticos y sociales de orden superior, al impulso con que elevan al ser humano hacia Dios. A medida que su cosmovisión se ensancha, las aspiraciones y sufrimientos individuales se vierten en términos épicos, llegan a ser perennes y monumentales, despojados de todo elemento incidental y literario En el novísimo ciclo de este gigante a la par de Miguel Angel y Rodin se manifiestan en sumo grado la expresión depurada, la materia espiritualizada y la elevación lírica.

Además de ser "el fenómeno escultórico más grande del siglo", Mestrovic era también un escritor perspicaz y estilista singular. En el período de preguerra publicó varios trabajos en la revista Nova Europa (Zagreb). En 1945 se editó en Zurich en versión alemana, su Diálogo de Noche Buena, escrito en croata, bajo el título Dennoch Will Ich Hoffen. Era colaborador asiduo de la Revista Croata que desde hace once años viene editándose en Buenos Aires. A fines del año pasado la editorial de ésta revista publico sus voluminosas memorias: Recuerdos de hombres y sucesos políticos. Sus interesantes Diálogos con Miguel Angel, reveladores de sus conceptos artísticos, filosóficos y éticos, fueron publicados en alemán en la revista Kunst ins Volk, Vols. VIII, IX, Viena, 1957-59. Inéditos deja un libro de cuentos inspirados en el folklore croata y un drama de argumento político.

Mestrovic ostentaba numerosas decoraciones y distinciones internacionales: Gran Oficial de la Legión de Honor de Francia; miembro honorario y corresponsal de varias Academias, Universidades e Institutos de Bellas Artes en Europa, y EE.UU.; premiado y distinguido por instituciones y entidades culturales y artísticas tanto europeas como norteamericanas. En Croacia es considerado como genio y gloria de la nación.

Las esculturas, pinturas, dibujos paneles y bajorrelieves de Mestrovic figuran en galerías, museos, colecciones privadas, instituciones y templos tanto de Europa como Norteamérica y Buenos Aires.

Bibliografía: Sobre Mestrovic, su vasta obra y su importancia como escultor existe extensa bibliografía en lo que va del siglo. Por millares se cuentan notas, artículos, comentarios, ensayos, referencias y estudios sobre el arte mestroviciano en todos los idiomas europeos. A continuación consignamos los trabajos y comentarios más significativos: Milan Curcin: Ivan Mestrovic, monografía, Londres 1919; Josef Strzygowski: Eine Grabkirche von Ivan Mestrovic, Darmastadt 1923; Josef Strzygowski, Ivan Mestrovic, Capilla Votiva de la familia Rezcic, Zagreb 1937; los catálogos más importantes: La exposición de Mestrovic (Brooklyn 1924) por Christian Brinton; Ivan Mestrovic (exposición en París 1933), por André Dezarrois y R. Warnier; Catálogo de la Galería de Ivan Mestrovic en Split, 1957; la Universidad de Syracuse, EE.UU., editó en 1948 una soberbia monografía con numerosas láminas y exhaustivo análisis, The Sculpture of Ivan Mestrovic; Laurence Schmeckbier Ivan Mestrovic, sculptor and patriot, Ed. Syracuse University Press, 1969 (contiene amplia información sobre la vida y obra del artista y 200 reproducciones en papel ilustración con los datos pertinentes). La misma editorial imprimió, en separata, diez magníficas reproducciones de los paneles en madera del ciclo La vida de Cristo.

 


DOCUMENTOS

Un caso de exterminio de la población musulmana en Yugoslavia

En el artículo "Sobre la nacionalidad de los musulmanes de Bosnia Herzegovina" del Nº 3-4 Año II de nuestra revista, el prof. Dinko A. Tomasic se refiere (p. 178-9) al caso de la horrenda exterminación de la población musulmana de Pavino Polje y Sehovic por los fanáticos ortodoxos, descrito por él político y escritor montenegrino Milovan Djilas en su libro "Tierra sin Justicia" (Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1959). A título de documentación transcribimos unas páginas de este libro.

En las pp. 91-93, Djilas se refiere a los desmanes cometidos en las regiones con población musulmana, donde el poder después de la derrota de Austro-Hungría en el año 1918, cayó en manos de los montenegrinos.

"Era como si un furor tremendo, un gran fuego, súbitamente se hubiera apoderado de toda la región. Todos se levantaban, jóvenes y viejos mujeres y hasta niños, para saquear a los musulmanes en Sandzak. Inclusive, hombres que no se descarriaban fácilmente, que habían llevado una vida de rectitud y austeridad, perdían la cabeza. Muchos sentían no el deseo de ganar, sino meramente de no quedarse tras el resto, de no permitir que algún otro se quedara con algo que ellos mismos podían arrebatar para sí. Todos sabían que esa clase de robo era un pecado, pero todos persistían como temerosos de perder algo grande y fatal. Era como una migración en masa o un frenesí religioso. Hasta quienes se oponían al pillaje y procuraban persuadir a los demás de que no se abandonaran al patrocinio, se abandonaron ellos mismos, pues nada podía hacerse para detener o encauzar los acontecimientos. Llegaban hombres de otras regiones, de todo Montenegro, impulsados, parecía, por algún irresistible instinto, por un olor excitante".

"Ni siquiera mi madre se abstuvo, aunque siempre decía que los artículos robados están malditos y que nadie encontró nunca dicha en el pillaje. En verdad, nunca tomó parte en robos declarados. Sus miras estaban puestas en el trigo. Los guerrilleros distribuían artículos de un depósito austríaco en Bijelo Polje, y nuestra casa que siempre había sido hospitalaria con los guerrilleros, recibió una buena cantidad, completada por un conductor musulmán. Pero el conductor fue arrebatado de las manos de mi madre y asesinado."

Todo eso ha sido tan sólo una nueva edición de lo que pasó durante el siglo pasado, cuando los montenegrinos conquistaron la ciudad de Kolasin, hasta entonces en poder de los turcos. A eso se refieren las pp. 37-39 y 144-45.

"Los hermanos de mi padre, que ya estaban casados, construyeron casas de barro en la nueva tierra, el antiguo Estado de un beg, y empezaron una nueva vida. Pero en la aldea misma no había bastante tierra para mi padre. La tierra de la aldea ya había sido distribuida entre los nuevos colonos que después de la guerra de 1875-77 habían bajado de la montaña, hacia las posesiones musulmanas como lobos hambrientos sobre un rebaño de ovejas."

"Casi todas las tierras de Kolasin habían sido tomadas a los musulmanes, a quienes los montenegrinos mataron o expulsaron después de vencerlos. Hasta sus cementerios fueron nivelados y arados: La cruenta enemistad entre dos creencias había sido tan grande que los propios musulmanes se retiraron, abandonando sus casas y granjas..."

"Las casas y mezquitas musulmanas ya habían sido demolidas y sus cementerios nivelados como si nunca hubieran vivido y gobernado allí. Ni en ciudad ni en toda la región quedó un sólo musulmán."

En el año 1942, las víctimas han sido los pueblos Pavino Polje y Sekovici. El texto de las matanzas de los musulmanes ha sido el asesinato en una emboscada de un montenegrino, Bosko Boskovic, por los mismos montenegrinos. Pero, dice Djilas (pp. 190-95) el asesinato había tenido lugar en Sandzak, o sea al otro lado del río Tara, durante mucho tiempo una frontera de sangre entre dos credos. Por consiguiente no fue difícil incitar a las masas a una matanza punitiva de musulmanes.

"Algunos políticos deseaban debilitar la fuerza y la unidad de los musulmanes, que se asociaban después de sus reveses durante la guerra. E incitaron al pueblo levantado para organizar una cruzada contra los musulmanes."

"Inmediatamente después del entierro de Bosko, sin especial consulta, los Poljani y otros con ellos tomaron sus rifles escondidos y marcharon contra los musulmanes. La mitad de ellos iban inermes, pero las armas eran innecesarias. La población musulmana contra la cual marchaban también estaba inerme, y la mayor parte de ella no era guerrera, salvo los que vivían junto al primitivo límite, el Tara; la mayoría de los cuales se había trasladado al interior en 1912 (o en 1918). Los montenegrinos no estaban particularmente organizados. Se situaron espontáneamente bajo el mando de los antiguos oficiales; ahora pensionados, con los cuales habían ido y a quienes implicaron en la incursión."

"Nunca hubo una campaña semejante ni es posible imaginar que esto estaba latente en lo que se llama el alma nacional. El pillaje de 1918 fue un juego inocente comparado con éste: La mayoría de los cruzados se avergonzaron después de lo que ocurrió y de lo que hicieron. Pero... lo hicieron. Mi padre intervino, aunque no era particularmente dado a la crueldad, a menos no más que cualquier otro montenegrino. Nunca quiso hablar de ello..."

"Los oficiales de la policía en la pequeña ciudad más allá del Tara, así como las autoridades civiles en las comunidades, eran casi todos montenegrinos, y estaban en manos de las multitudes amotinadas. En Sahovici las autoridades informaron a los gendarmes que un grupo de musulmanes, bajo custodia so pretexto de que sus vidas estaban en peligro, eran trasladados a Bijelo Polje. Los montenegrinos los esperaron en un sitio conveniente y los asesinaron cerca del cementerio de Sahovici. Unos cincuenta musulmanes importantes fueron muertos. Un intento similar se llevó a cabo contra los musulmanes de Bijelo Polje, pueblo trabajador y pacífico. También ellos fueron trasladados hacia Sahovici con un salvoconducto. Pero al último minuto un oficial del ejército servio evitó la traición y el crimen."

"La destrucción de los establecimientos musulmanes y las matanzas de musulmanes asumieron tales proporciones que el ejército fue enviado para intervenir en los sucesos; las autoridades policiales se mostraron pasivas e inseguras. El incidente se convirtió en una guerra religiosa de pequeña escala, pero en la cual se moría de cada lado. Si es verdad, como afirmó después un rumor, que Belgrado deseó ejercer presión sobre el partido musulmán, cosa harto probable, el asunto resultó mucho más grande de lo esperado. Ni Belgrado ni los jefes de la multitud pudieron dominarla."

"A pesar de todo eso, hubo quien no perdió la vida. Siguiendo la tradición de sus padres, la multitud mató sólo a los varones de más de diez años, o quince, o dieciocho, según la clemencia de los asesinos. Entre el pillaje y el saqueo también violaciones, insólitas entre los antiguos montenegrinos." "No bien apareció el ejército, la multitud comprendió que la cosa era seria y se retiró de inmediato. Después de eso las aldeas musulmanas decayeron lentamente; los musulmanes de esa región empezaron a emigrar a Turquía, vendiendo sus tierras por una bagatela. El distrito de Sahovici y en parte Bijelo Polje se vaciaron, en cierta medida como resultado de la matanza y por miedo. Los musulmanes fueron reemplazados por los montenegrinos."

"El asunto produjo horror general, aún entre quienes lo habían ideado. Mi hermano mayor y yo sentimos verdadero espanto. Culpamos a nuestro padre por ser uno de los jefes del motín. El mismo solía decir después que había buena fortuna. Además había muchas cuentas sin saldar de días pasados Asesinos cuidadosamente elegidos esperaron seis días y seis noches a Bosko en el mismo lugar... Pero los jefes que organizaron el crimen no levantaron un dedo para impedir la matanza de los musulmanes. Comprendieron que el crimen del asesinato de Bosko era sólo una excusa, y se regocijaron en secreto de que Bosko y los musulmanes fueron eliminados en la misma barrida."

"Sekula, el que había cortado los tendones a los musulmanes, odiaba a los turcos más por ansia innata que por tendencias criminales. También él estaba insatisfecho con La situación política y detestaba a las fuerzas existentes, los gendarmes. Sentía que sus sacrificios y hazañas durante la guerra carecían de recompensa. Ya antes había robado y matado a musulmanes en secreto. No era él único en esto; ni él ni los demás sentían el menor remordimiento. Sin embargo, se destacaba por su frío odio del que se enorgullecía. Se alborozaba en él... Sin embargo, no hay razón para suponer que quisiera manchar su fe servia y su nombre montenegrino. Sencillamente consideraba a los musulmanes, a quienes llamaba turcos, como naturalmente responsables de todo el mal y tenía por deber ineludible el vengarse de ese credo extraño y extirparlo. Consideraba traidor al que perdiera una oportunidad de hacerlo."

Lo que describió Djilas poco tiene que ver con la religión y mucho menos con el espíritu de las cruzadas, completamente extraño a los cristianos orientales disidentes. El mismo Djilas sostiene que sus montenegrinos "apenas conocen la Biblia; el poema de Njegos hacía las veces del libro sagrado (p. 129). Se refiere al poema Gorski vijenac ("La guirlanda de la montaña"), del príncipe-obispo Pedro II Njegos, apoteosis de la exterminación de los montenegrinos islamizados el día de Nochebuena de 1708. "Era -dice Djilas- el príncipe-obispo... quien jugaba, con las muchas cabezas de sus víctimas como si fueran manzanas" (p. 27).

Tiene razón Djilas cuando condena el fanatismo, causa de los genocidios y odios que no perdonan ni a los muertos, pero cabe destacar que los hechos de 1918 y de 1924, descritos por Djilas, han sido cien veces superados cuando, al terminar la segunda guerra mundial, los comunistas masacraron cientos de miles de sus adversarios. Los fanáticos comunistas, cuando ya la guerra había sido terminada y cuando el gobierno comunista, ha sido reconocido por todos como el poder establecido -DjiIas entonces era el comunista Yugoslavo Nº 2, el más destacado colaborador de Tito-, mataron más de cien mil croatas desarmados. No perdonaron ni a las mujeres, y ni a los muertos. En Zagreb, la capital de Croacia, en 1945 las autoridades y no los irresponsables, nivelaron los cementerios del ejército croata. En la represión se destacaron de modo especial los comunistas montenegrinos, discípulos de Djilas (ver estudio de D. A. Tomasic, Nueva clase y nacionalismo, Studia Croatica, Año I, Nº 1, pp. 68-69).

Algunos exilados servios intentaron negar la veracidad del testimonio de Djilas, alegando que él era uno de los pilares del régimen comunista y, por lo tanto, no se podía dar fe a sus afirmaciones. Esa maniobra indujo a la redacción del boletín Enfoques Bosníacos (Bosanski Pogledi, Nº 15, septiembre 1960 Londres), a publicar el texto del memorándum que los musulmanes sobrevivientes de dicha matanza habían dirigido al rey Alejandro I. Dicho texto, que a continuación transcribimos, coincide íntegramente con la exposición de Djilas:

"Las matanzas abominables, cometidas en esos días contra los musulmanes de los municipios Pavino Polje y Sahovici, jurisdicción del distrito de Bjelo Polje; nos obligan a dirigirnos a Vuestra Majestad y a exponerle las injusticias que nos oprimen y que por más tiempo no podemos soportar, ya que las injusticias y atrocidades mucho menores sobrepasan las fuerzas humanas.

"El día 7 de noviembre de 1924 fue muerto Bosko Boskovic, ex intendente de Kolasin en la aldea Cer, perteneciente al municipio de Majkovac, donde no hay musulmanes.

"Perpetrado el asesinato, el primer deben de las autoridades era averiguar el hecho, identificar a los criminales y entregarlos a la justicia para ser juzgados de acuerdo a la ley. En cambio, ocurrió algo horroroso, algo inconcebible y nada halagador para un Estado con orden legal establecido. Las autoridades competentes, avisadas a tiempo de que los ortodoxos se aprestaban, so pretexto de vengar la muerte de Boskovic, a exterminar a los musulmanes, habían consentido en que alrededor de 2000 lugareños de Kolasin y Polje, de Montenegro, en complicidad con la población ortodoxa y los montenegrinos allí radicados, se armaran, organizaran y marcharan sobre las alejadas poblaciones musulmanas para perpetrar “la venganza de sangre” (vendetta).

"Antes de entrar en mérito del asunto, séanos permitido destacar una circunstancia tan importante y significativa como lamentable. El muerto Bosko Boskovic fue enterrado el 9 de noviembre en Polje, antiguo Montenegro. Durante el entierro, al que asistieron, entre otros funcionarios de Vuestra Majestad, los jefes del distrito de Bijelo Polje: Nikodem Cenovic, Lazo Bogicevic y Milan Teric, se pronunciaran discursos para enfurecer a la masa contra los asistentes. Especialmente Milan Teric, cuyo padre, mientras administraba el distrito de Bijelo Polje; se hizo responsable de muchos crímenes cometidos en 1920, pronunció un violento discurso contra los musulmanes y sin disimulo incitaba a la masacre. Inmediatamente después del entierro, en la noche del 9 al 10 de noviembre, se reunieron unos 2000 lugareños armados de Kolasin, Polje y otros lugares, asaltando al mismo tiempo a lo largo de 19 kilómetros, los poblados musulmanes, en los que las autoridades, dos días antes habían requisado todas las armas y las entregaron a los ortodoxos de las zonas vecinas. A la par que los asaltantes armados se aprestaban a agredir a los musulmanes, las autoridades estatales -tal vez para facilitar la acción de los atacantes y frustrar la eventual resistencia de los musulmanes- se llevaron a los jefes de familias y a los hombres más fuertes de los poblados musulmanes como rehenes y los condujeron a la casa de gobierno en Sahovici. Allí se les dijo que los citaba el intendente, pero luego fueron entregados a los asaltantes so pretexto de que los acompañarían a Bijelo Polje. Esos criminales se encargaron de los rehenes esposados, pero no sabemos si recibieron orden de asesinarlos. Unicamente sabemos que esos criminales-acompañantes, a distancia de 250 metros de la jefatura del distrito, asesinaron a 58 rehenes, salvándose 3 por pagar rescate. Un tal Novak Hasanin de Sahovici salvó a un menor de 13 años y por su noble gesto por poco no le tocó la misma suerte a él y a su familia que a los rehenes asesinados. Asesinados éstos los criminales lanzáronse al asalto en un frente de 19 km, a la vez incendiaban las casas y mataban a los ancianos y jóvenes, mujeres y niños. No se sabe cuántos murieron de cuchilladas y tiros, ni cuantos quedaron carbonizados en sus casas quemadas. El número de las víctimas asciende a centenares, mientras que los daños materiales por los incendios y los saqueos, no fueron valuados todavía. Mientras se sucedían esas atrocidades, las autoridades locales no tomaron ninguna medida para impedirlas, sino que amparaban esos horrendos crímenes con su actitud pasiva. Unicamente el jefe del distrito de Plevlje, es decir de otro distrito, acudió en ayuda de los asaltados y gracias a la intervención de ese funcionario, de apellido Kreckovic, se salvaron los sobrevivientes.

"Nos quejamos a Usted, convencidos de que no hay otro a quien quejarse. De acuerdo á la constitución, nosotros los musulmanes tendríamos que gozar de igual protección estatal, de libertad y otros derechos civiles. La constitución y las leyes no nos niegan esos derechos ni siquiera en caso de que uno de los nuestros sea culpable del asesinato de Bosko Boskovic. El juzgado competente debería, en ese caso, dictar sentencia y castigar al asesino y a sus cómplices. Desgraciadamente, las autoridades del distrito de Bijelo Polje permitieron que su deber fuese cumplido por las masas armadas, incitadas por los mismos órganos del Estado, impasibles ante el saqueo de nuestros bienes y la matanza de nuestros niños y mujeres. Este es un hecho abominable que desacreditaría a cualquier Estado. No es posible detallar los enormes daños ni expresar nuestros sufrimientos y el temor permanente por nuestras vidas v bienes; somos víctimas de atrocidades cometidas no en el curso de conflictos bélicos, sino en tiempo de paz, contra una población de nada culpable, salvo de profesar la religión islámica. Exponiendo todo eso a Vuestra Majestad, deseamos que preste atención a esos sucesos horribles, solicitando Vuestra Protección, ya que a nadie más creemos. No podemos creer, pues que los cargos oficiales se distribuyan no en mérito a la capacidad y honradez del empleado, sino por su afiliación partidaria. Claro que en esas circunstancias se infringen las leyes y los inocentes sufren, con lo que se atenta contra la autoridad del Estado y de Vuestra Majestad.

"Es grande la desgracia y el infortunio que nos ha tocada y a los que, por suerte, pudieron escapar a la muerte segura. Nos quedamos sin nada ni nadie, sin bienes y sin amparo. No esperamos protección de los juzgados regulares. Sabemos que en casos semejantes se enviaban comisiones especiales, pero desconocemos el resultado de investigación. Nada esperamos de esas investigaciones, que en los países bien administrados resultan innecesarias e inconcebibles, mas expresamos una sola esperanza y ésta es: que V. Majestad comprenda nuestra trágica situación y disponga que los daños sufridos sean valuados y compensados, pues nos hemos quedado sin nada y una ayuda inmediata aliviaría nuestra desgracia.

"En cuanto a nuestro futuro, solicitamos sumisamente a Vuestra Majestad dicte un decreto autorizándonos a abandonar nuestro solar paterno y radicarnos en otra región de nuestro reino, donde podríamos vivir en paz y tranquilidad, y prosperar bajo Vuestro amparo. El permiso de traslado lo pedimos convencidos de que, permaneciendo en nuestros hogares, se repetirán el genocidio y el terror.

De Vuestra Majestad súbditos infortunados: delegados municipales de Sahovici y Pavino Polje (siguen las firmas).

Dado en Belgrado, el 21 de noviembre de 1924

 


Cartas a la redacción

A raíz del artículo Las relaciones húngaro-croatas después de 1918 de Elemér Homonnay, publicado en Studia Croatica, Nros. 2-3, del Año 1961, pp 132-141, el Dr. Branko Peselj escribió un comentario en el periódico Croatian Voice del 29/11 /1961, editado en Winnipeg, Canadá, desmintiendo lo que el autor cita referente a las tratativas del Dr. Vladko Macek, Presidente del Partido Campesino Croata, con los representantes húngaros. A nuestro pedido el Dr. V. Macek nos remitió la siguiente carta, fechada el 16/3/1962 en Washington, donde reside actualmente como exilado político, que transcribimos textualmente en versión castellana:

A la redacción de Studia Croatica - Buenos Aires:

"En respuesta a vuestra carta del 22 de febrero del año en curso que me fue dirigida con motivo del artículo del Dr. Peselj, publicado en Croatian Voice del 29/11/1961, debo contestar lo siguiente:

No recuerdo haber conversado jamás con el señor Gabriel Apor, mas puedo afirmar con seguridad que nunca ni con él ni con nadie concerté, aunque fuera en principio, acuerdo alguno respecto a las futuras fronteras croata-húngaras. Cuán insensata es la afirmación del señor Apor, se colige también de que yo habría propuesto cierta unión personal entre Croacia y Hungría en el momento en que ni Croacia ni Hungría tenían su rey. Asimismo rechazo enérgicamente la aserción de que me había comprometido ante quienquiera que fuese a convencer a los bunjevci (que siempre tuve por croatas desde que empecé a pensar políticamente) de que optaran por Hungría.

"Dejo constancia de lo antedicho en pro de la verdad histórica y les quedaría agradecido por publicar esta carta en vuestra estimada revista".

Salúdolos atte.

Vladko Macek

 


RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

Milovan Djilas: Tierra sin justicia

Por Pedro Vukota (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1959, pp. 318.)

Milovan Djilas, ideólogo un poco romántico del comunismo Yugoslavo, pero muy ortodoxo en sus interpretaciones de la filosofía marxista; formado en un ambiente difícil de comprender para un hombre occidental, al conocer los nuevos horizontes que le ofreció el mundo libre durante su actuación de representante del gobierno comunista yugoslavo en la ONU, descubrió para sí mismo un mundo distinto de su Montenegro y de la Yugoslavia de Tito. A su vez, a ese mundo occidental revela la existencia de una nueva clase compuesta por los dirigentes de la sociedad comunista, que se había formado sobre las ruinas de la insuficientemente desarrollada estructura social de la parte balcánica de la Yugoslavia monárquica.

En realidad, no fue Djilas quien primero advirtió el fenómeno de la nueva clase de los dirigentes comunistas. El Dr. Ante Ciliga, ex miembro del Politburó del Partido Comunista Yugoslavo, y residente de largos años en Rusia; había publicado en París; aún antes de la segunda guerra mundial, el libro "Au Pays du Grand Mensonge", en el que advirtió sobre el proceso de parecida índole que se iba desarrollando en la U.R.S.S. Ni Djilas, ni los comentaristas parecen tener conciencia de que la evolución político-social en ciertas partes de Yugoslavia tiene características diferentes a las del mundo occidental y semejantes a las del mundo ruso Esto se desprende de modo muy marcado del libro "Tierra sin justicia"; que a su vez complementa la obra "Nueva clase" que al autor le diera fama. EL mérito de esta nueva obra consiste en describir con plasticidad sumamente cruda el medio ambiente de donde procede y donde se formó la gran mayoría de los dirigentes del comunismo Yugoslavo.

El prof. D. A. Tomasic de la Indiana University, en su estudio titulado "Nueva clase y nacionalismo" (Studia Croatica, año 1, N° 1) llegó a la conclusión de que "... todos los regímenes comunistas, en países multinacionales (como Yugoslavia, U.R.S.S. y Checoslovaquia) han acusado hasta la fecha fuerte tendencia a una concentración monopolística del poder político, económico y social en manos de un grupo; relativamente pequeño, de personas pertenecientes al grupo (étnico) dominante o están enteramente asimilados por ese grupo.". Tomasic demuestra que en Yugoslavia ese grupo dominante coincide con la nacionalidad servia y en gran proporción con los montenegrinos. Por consiguiente considera el nuevo libro de Djilas ("Tierra sin justicia') "importante contribución" a nuestro conocimiento de la mentalidad, procedencia y origen de los componentes de la nueva clase de la Yugoslavia comunista.

"Tierra sin justicia" contiene recuerdos de la infancia y juventud que Djilas pasó en Montenegro, su país de origen. Es a su vez una turbulenta historia del clan de los Djilas en particular y del Montenegro contemporáneo en general que en la compleja fenomenología política moderna de los Balcanes ocupó un papel peculiar y no menos significativo a pesar de su reducida extensión territorial, empequeñecida aún más por las inhóspitas montañas oscuras, cortadas por los rápidos de los ríos y precipicios insalvables.

Djilas nos presenta una región, nacionalmente aún sin determinación definitiva y con fuerte inclinación por el sentimiento nacional servio; una estructura social completamente primitiva, dividida en familias, clanes, hermandades y tribus, algunos casi independientes; una organización política primeramente teocrática y últimamente de los príncipes seglares, muy patriarcal y no menos absolutista. La verdad histórica está escondida bajo el velo del mito que sirve como medio de expresión de la fantasía popular de aquella gente de rudos pastores y guerreros, no siempre desinteresados en cuanto a los bienes ajenos. El mito del heroísmo (la palabra héroe se repite cientos de veces en las páginas de este libro de Djilas) está al servicio de los impulsos que más bien son la expresión de una fuerza primitiva y desenfrenada que, a su vez, no reconoce ni tolera otra fuerza sino la del más fuerte. La venganza en esta "tierra sin justicia'' llegó a ser una verdadera institución -y el pueblo la estima como un acto de heroísmo y de hombría. Pero en este ambiente primitivo el llamado heroísmo no incluye aquellos valores de caballerosidad y señorío tan apreciados en el Occidente de antaño, sino que presenta el valor de enfrentar a los hechos con medios primitivos. La ley de la venganza no presupone una lucha abierta y en condiciones iguales, sino los acechos, emboscadas, ataques: por sorpresa; rápidos y fugitivos, las matanzas por la espalda.

Djilas, al iniciar su obra, describe Montenegro, como un país donde "... los hombres de varias generaciones murieron a manos de montenegrinos, hombres de la misma fe y del mismo nombre. El abuelo de mi padre; mis dos abuelos, mi padre y mi tío fueron asesinados, como si una terrible maldición se hubiese abatido sobre ellos. Mi padre, su hermano y mis hermanos fueron muertos... generación tras generación, y la cadena de sangre no se rompió... El temor y el odio heredados de clanes rivales, era más poderoso que el temor y el odio a los enemigos, los turcos. Creo que nací con sangre en los ojos: Mi primera visión fue de sangre. Mis primeras palabras eran de sangre..."

Este país sin ley; con los clanes "habituados a toda clase de crímenes e ilegalidades", gobernado por un príncipe-obispo cismático que "ardía de odio hacia los turcos"' y gozaba en matar y después "con un puñal despedazar el corazón". En la lucha no respetaba ni a los niños en la cuna. Las matanzas, los pillajes y saqueos de los musulmanes han sido considerados como un mérito especial. En varias oportunidades los montenegrinos "habían bajado de las montañas hacia posesiones musulmanas como lobos hambrientos sobre un rebaño de ovejas... Casi todas las tierras de Kolasin habían sido tomadas a los musulmanes, a quienes los montenegrinos mataron o expulsaron después de vencerlos Hasta sus cementerios fueron nivelados y arados... aunque eran de la misma lengua y la misma sangre que los montenegrinos."

Todo aquello, contado con un realismo despiadado y subrayando los hechos de la barbarie más salvaje, ofrece una imagen escalofriante de una evolución cuyo producto y cuya herencia directa son- aquellos tan alabados guerrilleros de la última contienda mundial y altos funcionarios de Tito.

Desde el punto de vista sociológico, merece atención peculiar la descripción da la incipiente evolución urbana de las poblaciones y de los pobladores de Montenegro, región carente de las ciudades y de una diferenciada estructura social. Allí el pastor, mitad guerrero y mitad bandolero, desciende a los valles y las escasas llanuras, se apodera de las tierras ajenas, principalmente de los musulmanes exterminados y expulsados y se transforma en agricultor, que en su mayoría aborrece cualquier trabajo sistemático que no sea el pastoreo, mientras los trabajos pesados, en el país donde los varones alardean "heroísmo", son de incumbencia femenina.

Ahora este montenegrino, medio campesino, medio funcionario analfabeto, manda sus hijos a escuelas improvisadas, organizadas por los "extranjeros", - vale decir por los que no son montenegrinos, víctimas de una xenofobia muy divulgada. En su mayoría, los profesores eran croatas, prácticamente desterrados a Montenegro por los gobernantes servios del Reino Yugoslavo, para impedir que en su patria ejercieran su profesión: En esos colegios, medio rurales, los muchachos vestidos todavía con sus ropajes regionales, de aspecto pobre y rústico, en miseria y nivelación absoluta; soñaban con Rusia, antaño protectora de los eslavos ortodoxos de los Balcanes y particularmente de los montenegrinos.

La mayoría de la población urbana vivía, después de la desaparición del Estado montenegrino, de las pensiones y subvenciones, que eran un duro tributo impuesto por los gobernantes servios a los croatas y eslovenos: La joven generación montenegrina, consciente de la imposibilidad de organizarse la vida con los recursos insuficientes provenientes de las escasas y áridas tierras de su país montañoso, buscaba asegurarse su futuro en las escuelas improvisadas, de las cuales salían socialmente resentidos y sin perspectivas de hallar trabajo. Con la desaparición del Reino de Yugoslavia en el año 1941, cesaron también las mencionadas subvenciones. Entonces fue que tanto los montañeses como la población de las ciudades y los integrantes del proletariado intelectual de Montenegro se lanzaron a la aventura de la guerrilla, desplazándose hacia las regiones más prósperas para saquearlas so pretexto de combatir al invasor.

Estos "libertadores", como se hacían llamar ellos mismos, actuaron al principio en la línea de su supuesta lealtad por la monarquía de los Karageorgevic, pero bajo fuerte presión de la generación joven optaron sin dificultad por alistarse en las filas de la guerrilla comunista, que se organizó al producirse las hostilidades ruso-alemanas. En un país sin verdadera tradición cultural, la joven "inteligentzia" montenegrina, en su gran mayoría, consideraba como una salida natural su adhesión al marxismo soviético y a Rusia, lo que a su vez era unir las tradiciones con la acción revolucionaria. Los comunistas montenegrinos durante la guerra proclamaron a Montenegro como parte integrante de la U.R.S.S.

No obstante su posición crítica, que Djilas demuestra hacia "la nueva clase", una cantidad de hechos nos hace sentir que él sigue perteneciendo a aquel círculo de dirigentes. Eso se desprende en primer lugar de su posición respecto al problema nacional del conglomerado multinacional del Estado Yugoslavo. Este Estado, resultado de una improvisación condicionada por las excepcionales circunstancias reinantes al terminar la primera guerra mundial el año 1918, brindó un triunfo inesperado al expansionismo nacionalista servio, principal agente provocador de aquella guerra. Djilas no ve, o quizás lo considera como un hecho positivo, que las condiciones insanas, surgidas por la presión de la unión forzosa, bajo la conducción de la pequeña Servia balcánica, incapaz de desempeñar el Papel directivo en un país con preponderante carácter adriático-danubiano, crearon así las condiciones para un trágico conflicto entre Servia por un lado y Croacia, Eslovenia, Montenegro, Macedonia y numerosas minorías (albanesa, húngara y alemana) por otra parte. Dentro de esta línea, Djilas asume una posición completamente injusta, incluso hacia sus propios paisanos, partidarios de la independencia montenegrina, y se confiesa partidario del unitarismo Yugoslavo, a pesar de carecer esta concepción de una base material y moral. No hay que dejarse seducir por las apariencias, cuando en algunas páginas de este libro se ostenta simpatía por la oposición que luchaba contra los gobiernos de una monarquía tiránica en el período entre las dos guerras. Pues se trata tan sólo de una táctica netamente comunista, en línea con la conducta del Partido Comunista Yugoslavo que, fiel a las instrucciones de Stalin, explotaba el descontento de los pueblos y minorías sometidas sin ofrecer soluciones reales.

Este hecho se evidenció justamente al derrumbarse el Reino de Yugoslavia el año 1941, cuando los servios, al perder su posición privilegiada se vieron reducidos a una región gobernada por la potencia militar de ocupación, mientras otras partes, principalmente las provincias croatas, tuvieron en cierto modo una situación más soportable. Fue precisamente entonces, después que Alemania invadió a Rusia, cuando los comunistas Yugoslavos, en cuyas filas predominaban elementos servios, se transformaron en portadores de la tendencia servia de revancha y restauración del destruido imperio servio. Por lo menos en estos términos se presentaba la guerrilla comunista a las masas populares de Servia, mientras los dirigentes comunistas explotaban la combatividad conocida del elemento montañés acostumbrado durante los siglos del dominio turco a la vida de los haiducs, educado además en el culto de la rebelión y del terrorismo político.

El atentado al líder croata Esteban Radich en el parlamento de Belgrado el año 1928, para Djilas y sus coetáneos de la misma formación, según lo destaca él mismo, fue un acontecimiento trascendental. Pues el asesino Punisa Racich, diputado del partido radical servio (partido gobernante), era montenegrino de la tribu Vasoyevichi y Djilas tuvo oportunidad de tratarlo. Lo considera un asesino político. Djilas carece de consideración por su propio país y como tal no pudo dar una justa apreciación de la resistencia nacional croata. El simplemente menosprecia los conflictos nacionales en Yugoslavia y, de acuerdo a las concepciones marxista-leninistas, los considera como luchas por predominio entre las burguesías servia y croata. Además, Djilas, salido del medio balcánico, no se da cuenta que la forma tradicional del gobierno en Servia es autócrata y como tal se asemeja a Rusia. Precisamente por eso ha sido factible el proceso de transformación de un sistema autocrático de monarquía al del comunismo.

La alusión de Djilas con respecto a la "libertad prematura", está en la línea de todos aquellos que justifican las dictaduras crónicas y, en el caso de Yugoslavia, es única forma, bajo la cual puede existir. Desde este punto de vista no resulta difícil justificar la política de un Alejandro o de un Tito, pero desde el punto de vista del derecho natural y moral es bien dudosa la razón que justificaría la existencia de un Estado así creado y mantenido.

Para que la confusión de la posición "progresista" de Djilas por el problema nacional sea en este libro todavía más completo, contribuyeron las apreciaciones del autor de una larga y no menos tendenciosa introducción en la edición inglesa, H. W. Jovanovic, de descendencia servia: Por desgracia, en su pulcra edición, la Editorial Sudamericana lo traduce íntegramente, sin tomar en consideración el hecho que justamente aquí, en la Argentina, gracias a prestigiosas publicaciones como "La Revista Croata" y "Studia Croatica", ha sido fácil conseguir colaboraciones de alguno de los reconocidos expertos en la problemática político-cultural de los Balcanes, para presentar adecuadamente la obra al público de habla hispana, de acuerdo a los cánones de la verdad científica. En la mencionada introducción se pretende suavizar las impresiones que pudieran provocar aquellos hechos crueles a un lector de formación occidental. Además, sin el menor respeto por la verdad histórica, el autor tuvo la idea peregrina de servirse de las interpretaciones mistificadoras de la propaganda oficialista servia, tanto nacionalista como comunista, al referirse a distintos acontecimientos. En cuanto a la actualidad, sostiene sin vacilar la existencia de una supuesta nacionalidad yugoslava, si bien Yugoslavia es un Estado multinacional; además cree que favorece a Djilas al presentarlo como un marxista Yugoslavo sin sentimiento nacional. Las afirmaciones inexactas y sin sentido se acumulan también en las notas aclaratorias. En la página 213 se habla de la oposición croata en el Parlamento servio. Se trata del Parlamento Yugoslavo. De los croatas se dice que han sido al mismo tiempo "separatistas" y partidarios de una autonomía dentro del Estado Yugoslavo.

Según la estilización en cuestión, parece que el rey Alejandro proclamó la dictadura porque los croatas se retiraron del parlamento, transformándose de este modo el rey-tirano en el defensor del Parlamento contra la oposición croata.

El lector de este libro de Djilas llegará a complementar el conocimiento sobre la nueva clase del comunismo yugoslavo desde otro aspecto de su personalidad y a su vez comprenderá cuán fraudulenta ha sido la propaganda bélica que tanto glorificaba a los "libertadores" de Tito. Y al par quedará bien comprensible aquel esfuerzo desesperado de Croacia, nación fielmente unida a sus tradiciones occidentales y humanistas y no menos nobles en lo que se refiere a su provincia musulmana de Bosnia, en contra de los "libertadores", entre cuales se encontraba Djilas, como uno de los más crueles. Esta afirmación, sin disminuir el valor documental de ambas obras de Djilas ubica al lector en el respectivo ambiente y facilita su conocimiento.

 

Jovan Djordjevic: Yugoslavia, democracia socialista

Por B. Latkovic (Edición Fondo de Cultura Económica Méjico 1961, pp. 272. Traducción del francés.)

Desde que Yugoslavia se ha emancipado en cierto modo de la tutela soviética en 1948, se ha escrito y hablado mucho de ella en el Occidente. Es sabido cuántas esperanzas se había depositado en la supuesta brecha abierta en el monolítico bloque comunistas. Yugoslavia, en cambio, no ha dejado de insistir en que los principios de su organización social y política son base del camino independiente que ha tomado dentro de la familia de las naciones comunistas.

El libro de Jovan Djordjevic, profesor de la Facultad de Derecho de Belgrado, es sin duda un aporte considerable en la difusión de la tesis yugoslava sobre la aplicación correcta del marxismo-leninismo, y útil para quienes se interesan en conocer la organización social, económica y política de la Yugoslavia comunista, tal como resulta de su Constitución y leyes vigentes. Sin embargo, los resultados que arrojan análisis detenidos y objetivos de las realizaciones hasta la fecha, difieren mucho del cuadro que uno puede hacerse tomando como base el sistema descripto en el libro. Por esto y a pesar de la autoridad del autor, habrá que leer con precaución este libro, si es que no se quiere cerrar los ojos ante la realidad tal cual se la vive actualmente en Yugoslavia.

Además, no debe olvidarse que entre la concepción comunista y la concepción occidentalista del régimen democrático, que "no podemos abandonar so pena de abrirnos a todas las confusiones intelectuales", existe una "fatal separación" como lo observa acertadamente Marcel Prélot en su "Prefacio" al libro de Djordjevic. Pues en la "democracia socialista", realizada en Yugoslavia, "no obstante ciertas libertades reconocidas a la discusión en materia de experiencias económicas, ninguna oposición ideológica puede constituirse y toda veleidad en este sentido es inmediatamente reprimida", según constata el profesor Marcel Prélot.

En la "Introducción" el autor reseña la evolución política y constitucional de la Yugoslavia actual. Según él, "la lucha por la liberación se amplió y tomó el carácter de una lucha revolucionaria contra los representantes de las antiguas clases sociales y su dominación política", lucha que fue dirigida por el Partido Comunista de Yugoslavia. Esta afirmación resulta inexacta. En realidad, no hubo lucha de carácter social, sino, por un lado, resistencias nacionales en las partes ocupadas por los ejércitos del Eje, y por otro, oposición rebelde de una parte de la minoría servia dentro del Estado Independiente de Croacia, creado al derrumbarse el Reino de Yugoslavia en 1941: Estos movimientos de resistencia fueron infiltrados por los comunistas que luego se impusieron como sus cabecillas. Los comunistas ocultaron durante tres años sus verdaderos propósitos y, como dice el autor, "durante este período ninguna decisión revolucionaria importante fue tomada para cambiar las bases económicas y sociales en el país, es decir, la propiedad privada de los medios de producción". Recién cuando tomaron firmemente en sus manos la conducción de los grupos de resistencia; los comunistas revelaron sus verdaderas intenciones, pero ya era tarde para alejarlos del mando, pues Rusia les daba su eficaz apoyo y las potencias occidentales no veían todo el peligro que representaba.

En cuanto a la continuidad de Yugoslavia "desde el punto de vista de la voluntad nacional, claramente afirmada por cuatro años de lucha en favor de la independencia", de la que habla el autor al historiar la evolución de las relaciones entre el gobierno Yugoslavo en Londres y el Comité Nacional en Belgrado, cabe aclarar que tal voluntad no ha existido en lo concerniente a los croatas. La Yugoslavia de postguerra ha sido impuesta a los croatas, quienes durante los cuatro años de heroica lucha para afirmar su independencia, dieron prueba irrebatible de su voluntad nacional de vivir en su Estado independiente.

El libro que nos ocupa está dividido en tres capítulos: "Las bases del Sistema social y político", "Los principios de la organización política" y "La estructura del Poder". Como apéndice se agrega partes escogidas de la Constitución y de algunas leyes políticas orgánicas.

Para Djordjevic, la base de la organización social y política de la Yugoslavia comunista es "el autogobierno de los productores", y es en Yugoslavia precisamente donde, por primera vez en la historia, se implantó tal sistema. Según el autor, a este desarrollo se llegó tras la reacción yugoslava "a la tentativa abiertamente perpetrada por los dirigentes de la URSS de entonces, con Stalin a la cabeza de dominar la vida, la política y la economía de Yugoslavia", seguida por "la emancipación de la tutela doctrinal y política que sobre ella había ejercido la URSS".

Cabe señalar que el autor se empeña en demostrar que es en Yugoslavia donde se ha realizado el comunismo ortodoxo o como se lo llama, el socialismo, en contraste con la concepción staliniana del papel preponderante del Estado y de su aparato centralizado en la edificación del socialismo: Es notorio, empero, que a pesar de tan pregonada descentralización, es el Estado, por intermedio del Partido Comunista, el que dirige y controla toda la actividad económico-social y cultural de Yugoslavia. El Partido Comunista, rebautizado en la "Liga de los Comunistas Yugoslavos", es el partido político único, no estando permitidos otros. Djordjevic, defendiendo la compatibilidad del partido único con la "verdadera democracia", o sea la democracia socialista, se refiere a una encuesta de la UNESCO sobre "La democracia en un mundo de tensiones". Varios filósofos de tendencia marxista estimaron, dice Djordjevic, que en la sociedad socialista se reúnen casi todas "las condiciones para privar a la multiplicidad de los partidos de toda razón de ser. Entre estas condiciones se mencionan, generalmente, las siguientes: ausencia de diferencias profundas de opinión en el seno de la sociedad o, al menos, entre los que poseen el poder, y el hecho de que la doctrina del partido en el poder sea determinada por criterios científicos y deje de ser una simple cuestión de opinión pública. En estas condiciones, las opiniones divergentes y, en consecuencia, los partidos disidentes no podrían ser sino manifestaciones de ignorancia o de una actitud asocial, antidemocrática e inclusive criminal".

Al reseñar el papel del Partido Comunista de Yugoslavia, Djordjevic sostiene que la democracia política fracasó en la Yugoslavia monárquica debido, entre otros factores, a la debilidad de los partidos burgueses, para proseguir: "En la antigua Yugoslavia ya el Partido Comunista aparecía a las masas como la única fuerza política: capaz de dirigirlas en la lucha por la independencia nacional y libertad' política, contra la explotación y: el sometimiento al fascismo extranjero". Esto no es cierto. El comunismo no tenía arraigo en los pueblos de Yugoslavia. En Croacia era una minoría insignificante. Aunque es cierto que en la antigua Yugoslavia incluso antes de la dictadura implantada en 1929, no existía verdadera democracia política: Esto se debió a la tradición del gobierno autocrático de Servia expresada en la tendencia hegemonista de la mayor parte de los partidos servios que nunca abandonaron la idea de la dominación del pueblo servio sobre los demás pueblos de Yugoslavia. En Croacia, el Partido Agrario, agrupaba a la gran mayoría del pueblo croata. De este partido y luego del movimiento nacionalista "Ustasa" esperaban los croatas la realización de su libertad e independencia nacional, y no del partido comunista.

Hablando del federalismo, el autor dice que hay diferencia en la definición del federalismo según la Constitución de 1946 y la de 1953. En la Constitución de 1946 estaba, en su opinión, subrayada su estructura jurídica y la Yugoslavia era definida como una comunidad de Estados Nacionales". En la de 1953 se define el federalismo "acentuando vigorosamente la unidad de los pueblos Yugoslavos". Este desarrollo se asemeja mucho al que hemos visto desarrollarse en el Reino de los Servios Croatas y Eslovenos cuando la igualdad formal de estos pueblos desembocó en la dominación servia y en el cambio de la denominación del Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos (Kraljevina Srba, Hrvata i Slovenaca) por Reino de Yugoslavia. Es por esto seguramente que el autor se apresura a aclarar que "estas modificaciones del carácter del federalismo Yugoslavo no significan, de ninguna manera, que se cree actualmente una especie de nuevo "unitarismo estatal" o centralismo, ni que se haya instaurado o proclamado una especie de nueva Nación Yugoslava integral. Es interesante esta observación del autor para quien conoce el verdadero problema de Yugoslavia, ya que revela que el imperialismo servio aun en la nueva organización socioeconómica de la actual Yugoslavia sigue siendo el peligro constante para los otros pueblos que la componen. Las citadas palabras del autor no son suficientes para tranquilizarnos en cuanto a la salvaguardia de las individualidades nacionales en Yugoslavia, pues hablando de las perspectivas del autogobierno comunal, la base del sistema social y político", el autor constata que ampliando las competencias de las comunas y los distritos, se disminuyen las funciones de las repúblicas populares". Y más adelante concluye: "La federación yugoslava adquiere bases sociales y económicas autónomas en detrimento de las bases estatales y nacionales. El autogobernador local se convierte en instrumento de una integración más avanzada de la sociedad yugoslava, de la creación de una nueva comunidad social, económica y política de los ciudadanos Yugoslavos". Esta 'integración' se lleva a cabo, como es sabido, mediante la vigilancia y presión del partido comunista, pues -como leemos en otro lugar del libro- "las fuerzas productivas y la conciencia de las masas no han alcanzado todavía en Yugoslavia un nivel suficiente para que la vida social pueda prescindir de una fuerte organización política ni del apoyo de las fuerzas sociales más conscientes". De ahí el peligro susodicho pues estas "fuerzas socialistas más conscientes", están principalmente integradas y dirigidas por los servios.

 

Anton Knezevic: Die Kroaten und ihre Gesclaichte

Por Angel Belic, Buenos Aires

(Düsseldorf 1961, pp. 144).

No es tarea fácil dar en pocas páginas al lector extranjero una idea cabal de lo que representa la vida cultural y política de un pueblo durante 1.300 años.

Eso es lo que se propuso el doctor Anton Knezevic en su libro en alemán "Los Croatas y su Historia". En diez cortos capítulos, subdivididos en párrafos numerados, el autor relata en forma concisa los acontecimientos de la historia croata.

Los primeros tres capítulos se refieren a la historia medieval hasta el año 1102, cuando en Croacia reinaban los príncipes y reyes de las dinastías vernáculas. Knezevic sostiene que los croatas llegaron a las tierras que habitan hoy en el siglo VII, no como invasores bárbaros, sino como aliados del emperador bizantino Herácleos. Aclara que los croatas hoy día se consideran eslavos en cuanto al idioma y en cuanto al origen destaca las teorías sobre el origen iranio y godo del grupo étnico que plasmó a los croatas. En Occidente, a los eslavos se los considera más bien orientales. Sin embargo, el autor prueba que los croatas pertenecen a la órbita de la cultura occidental a causa de sus estrechos vínculos con la Roma de los papas y con el imperio de Carlomagno.

Los capítulos IV al VII abarcan las relaciones croata-húngaras y croata-austro húngaras. Esas relaciones se fundaban en un principio constitucional básico: los reyes comunes asumían la obligación de respetar a Croacia como reino soberano asociado. De un cúmulo de datos y actas diplomáticas se desprenden posturas independientes que asumían los señores feudales croatas frente a los reyes comunes y su permanente lucha en defensa de los derechos soberanos. La injerencia foránea, particularmente de Hungría, se agudizó durante los conflictos nacionalistas surgidos en el siglo pasado. El autor pone de relieve la conducta de la minoría étnica servia en Croacia, la cual, en vez de solidarizarse con los croatas; solía tomar el partido de los húngaros.

El capítulo VIII se refiere a la primera guerra mundial y al secreto Pacto de Londres, firmado en 1915, con el que las potencias aliadas se comprometieron a compensar a Italia con la mayor porción de las costas adriáticas croatas. Knezevic subraya el desinterés mostrado por el gobierno imperial ruso ante esta grave mutilación del territorio de un pueblo eslavo, ya -que los rusos, eslavos ortodoxos desconfiar de los croatas, católicos y de orientación occidental. El resultado fue la formación del Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos.

En el capítulo siguiente, el autor traza la historia de este nuevo Estado, sintetizada en la lucha de los croatas contra el centralismo y la dictadura servia, librada dentro del país bajo la égida del Partido Campesino Croata y en el extranjero mediante el movimiento revolucionario, fundado y encabezado por el doctor Ante Pavelic. Recién cuatro días antes de estallar la segunda conflagración mundial se llegó a un avenimiento de limitados alcances entre el príncipe regente y el doctor Macek, presidente del Partido Campesino Croata. Sin embargo -dice el autor- ni la Iglesia ortodoxa servia, ni la casta militar, ni los partidos políticos servios se conformaron con este arreglo por oponerse a que se hiciese concesión política alguna a los croatas.

El último capítulo comprende la segunda guerra mundial y expone sus consecuencias. Yugoslavia, sin resistencia militar, se desintegró días después del ataque germano y su gobierno fugó. El día 10 de abril de 1941, los croatas proclamaron su independencia nacional, acto mediante el cual -según la acertada afirmación del autor- se realizó el anhelo secular del pueblo croata. El nuevo Estado, debido a las precarias circunstancias de guerra, se hallaba en relativa dependencia de las potencias del Eje. En mayo de 1945, los guerrilleros comunistas, con el apoyo del Ejército Rojo, ocuparon a Croacia incorporándola a la Yugoslavia restablecida. El pueblo croata, sin la oportunidad de expresar su voluntad en los comicios libres -concluye el autor- ha evidenciado y lo está comprobando a diario, mediante enormes sacrificios en su lucha tenaz contra los invasores comunistas, su voluntad de vivir en libertad y democracia.

La abundancia de datos, detalles, fechas y nombres, consignados en forma sucinta, tiene sus ventajas y sus. desventajas: por un lado, conviene citar todos esos datos aunque se trate de un libro, redactado como compendio, ya que al investigador pueden servirle como punto de orientación para estudios ulteriores más amplios; por el otro, ese método requiere un esfuerzo mayor del lector para seguir con entendimiento todo el complejo proceso de la historia croata.

 

Walter Letsch: Moskau, und die Politik des Kaiserhofes im XVII. Jahrhundert, l. Teil, 1604-1654

Por Milan Blazekovic, Buenos Aires

(Moscú y la Política de las Cortes Imperiales en el siglo XVII, I". parte) Ed. Veröffentlichungen des Instituts für osteurpüische Geschichte und Südostforschung der Universitát Wien -Wiener Archiv für Geschichte des Slawentums und Osteuropas-. Verlag Hermann Btihlaus Nachf. Graz - Ktiln 1960, pp. 296).

La presente obra, de carácter exclusivamente científico, sin alusiones y deducciones políticas aplicables a las relaciones internacionales actuales, ha sido originariamente (1954) concebida y escrita como tesis para obtener el título académico en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Viena. Para su publicación en la presente forma el trabajo fue considerablemente modificado y completado con investigaciones adicionales. La obra, cuya primera parte reseñamos, prolonga los estudios del historiador austríaco Hans Uebersberger "Oesterreich und Russland seit dem Ende des 15. Jahrhunderts" (Austria y Rusia a partir del final del siglo XV). (Viena-Leipzig 1906) y trata de demostrar la infructuosidad de los esfuerzos y gestiones de ambos Estados tendientes a alcanzar una plataforma común en las circunstancias políticas de la época. El autor hizo bien de hablar de "emperador" en lugar de "Oesterreich", (Austria) y de "Estado Moscovita" en lugar de "Rusia", ya que, por un lado, en el siglo XVII el emperador fue el único vínculo entre los países que posteriormente componían Austria y, por el otro, los historiadores rusos utilizaban el término "Estado Moscovita", en lugar de "Rusia" por la misma época.

En la instructiva introducción el autor aclara en forma sucinta el procedimiento distinto de la formación de ambos Estados y la distinta razón de existir de los mismos "Concordia significaba en Rusia la liberación, y en Europa Centrooriental, en cambio, defensa contra la subyugación"- frente a los turcos y los tártaros, de lo que surge el carácter ofensivo de uno -Rusia- y el defensivo del otro -Austria. La obra se distingue especialmente por el uso de numerosos documentos extraídos de los archivos de Viena y Munich, inéditos hasta ahora.

 

 



[1] Christopher Dawson: La Religión y el Origen de la Cultura Occidental, Buenos Aires, 1953, p. 26

[2] Fitzroy Maclean, Eastern Approachs, Pan Books, Ltd., Londres, 1 p. 322/23.

[3] Le Monde, París, 7/12/1961.

[4] El diario Le Monde (París, 7/12/1961), que se inclina al neutralismo, escribió con ese motivo: "Negarse a practicar la justicia que constituyen tales demandas, es arriesgarse a robustecer las imputaciones de excesiva tolerancia con los nazis mal depurados que todavía llenan los servicios de policía y de justicia en la República Federal. Los Estados aliados de Bonn desde ya tienen el derecho de reclamar seguridades formales en cuanto a la protección de sus súbditos que durante la guerra no han hecho sino su deber luchando contra el ocupante alemán".

[5] Parece que el esfuerzo realizado y las ingentes sumas de dinero despilfarradas en la organización de la Conferencia de los países neutralistas de Belgrado, resultaron una pésima inversión Si bien en Washington prevaleció nuevamente la corriente favorable a la prestación de ayuda a Tito, por considerarlo un factor disociador de la unidad comunista, también incrementó considerablemente el número y la influencia de los que se oponen a esa política. Además, la figura dominante en la Conferencia no fue Tito, sino Nehru. Por cierto que la amistad de Tito poco le valió a Nasser, quien sufrió la resonante derrota en Siria, entre otras causas por haber copiado los métodos de Tito. Otro estadista, U Nu de Birmania -cuya amistad Tito ostentaba-, perdió el poder por ser considerado parcial en favor del comunismo. Tampoco dio mejor resultado su injerencia sistemática en el problema de la Argelia en detrimento de Francia. El gobierno de París pidió el retiro del embajador yugoslavo, lo que invalidará el argumento principal de la propaganda titoísta acerca dei presunto gran prestigio e importancia internacional de Yugoslavia bajo el régimen comunista, propaganda ésta que halla cierto eco en Servia. Es de suponer, por otra parte, que la nueva Argelia, reconciliada con Francia, preferirá mantener mejores relaciones con París que con Belgrado, tanto más cuanto que en el mundo islámico aumenta la oposición al neutralismo pro-comunista.

[6] Eso es en parte verdad. Moscú y Belgrado coincidían en cuanto a Ale Oriental hasta que se produjo el conflicto entre ellos en 1948. Desde entonces y hasta la tentativa de reconciliación iniciada por Khruschev tras la muerte de Stalin, Tito abogaba, como lo hizo en el VI Congreso del Partido Comunista Yugoslavo, celebrado en 1953, "por la revisión de la división imperialista del territorio polaco y alemán efectuada en favor de la Unión Soviética", subrayando "que ese problema debe ser solucionado de modo que queden salvaguardados los intereses de los pueblos polaco y alemán, porque únicamente de esa manera se preservará la paz y se facilitará cooperación pacífica en esa parte del mundo." (Ver: VI Kongres K.P.J., Belgrado 1952, Ed. Kultura.)

[7] Borba, Belgrado, 14/11/1961.

[8] Al caso Grabovac nos hemos referido en el número anterior de Studia Croatica (Año II, N° 4, p. 320). Señalamos que mientras se desempeñaba en el consulado yugoslavo en Buenos Aires, Grabovac ejercía presión política sobre los exilados croatas, que en su mayoría optaron por la ciudadanía argentina. Exigía de ellos la abstención de la actividad anticomunista si querían que sus familiares en Yugoslavia obtuviesen el permiso para viajar. Participó también en la campaña difamatoria contra los exilados croatas. Con ese motivo se señalaron públicamente sus actividades y sus violaciones de las convenciones internacionales en lo que respecta al tratamiento de los prisioneros de guerra. (Hrvatska misao, N° 21 y 22, pp. 1-2, y 7-9, Buenos Aires, 1957.) Grabovac entonces no refutó esas acusaciones.

[9] Le Monde, 9/12/1961, París.

[10] Ibid.

[11] Le Monde del 7/12/1961 escribió al respecto: "Si en el affaire Vracaric se podía en rigor tener por válidas las explicaciones de Bonn, especialmente los excesos de la burocracia policial, lo mismo no sirve en este nuevo caso. Su gravedad es mayor por tratarse de una personalidad que representa oficialmente a uno de los países que estuvieron en guerra con Alemania y que, a falta de otras garantías, su status consular debería protegerla. El gobierno federal alegará una vez más la independencia de los ministros de justicia de los Lander. Por lo demás el señor Joseph Strauss, ministro federal de la defensa, no carece de medios para intervenir en Baviera su calidad de presidente de la C.S.U."

[12] Aludo a Tad Szulc, el corresponsal de New York Times, quien en abril de 1961, días después de la invasión de Cuba, escribió una serie de artículos documentados, mostrando cómo y de qué modo los órganos de la agencia estatal C.I.A., encargados de la dirección técnica y política de la invasión, habían ignorado a los elementos más progresistas y más dinámicos entre los emigrantes cubanos. Leyendo esos informes recordé los tiempos de guerra en que órganos semejantes procedieron de igual manera con respecto a los exilados de Yugoslavia, perdiendo así la batalla contra Tito. Parece que en esta organización no hubo cambio alguno ni siquiera después de las experiencias con el comunismo durante la guerra, ni después de la guerra, ni tampoco tras los sucesos ocurridos en Hungría en 1956.

[13] Theodore Draper, Cuba and U.S. Policy, publicado en The New Leader, 5 de junio de 1961. Draper, autor de dos conocidos libros: The Roots of American Communism y American Communism and Soviet Russia, analiza en su trabajo el fracaso norteamericano en forma íntegra, mostrando una vez más que no se pueda luchar con el comunismo sin principios, sin ideas y con los oportunistas, incapaces de asumir el poder en su patria por su mentalidad extemporánea. Quienes se interesan de esos problemas, deberían también leer sin falta el primer ensayo de Draper, Castro's Cuba: A Revolution Betrayed?, publicado en The New Leader, en el número del 27/3/61. En mi opinión éstas son las dos exposiciones más exhaustivas de la tragedia cubana.

[14] George F. Kennan, Russia and the West Under Lenin and Stalin (Rusia y Occidente bajo Lenin y Stalin), Little, Brown and Company, Boston, 1961. El libro entero es un análisis científico y documentado de los métodos occidentales en la conducción de las acciones políticas y diplomáticas con las Unión Soviética. "¿Qué vemos al enfocar retrospectivamente - dice Kennan en la página 147 - desde este punto de vista (se refiere a la conducción de la acción política con los comunistas) - todas esas series de episodios registrados en la Conferencia de Paz? Vemos, en primer lugar, la falta espantosa del más mínimo acercamiento íntimo entre vario: gobiernos aliados. Nunca conciliaron sus diferentes puntos de vista sobre lo que suponían debería ser el mundo una vez vencida Alemania. Estaban combatiendo por diferente causa pretendiendo, a través de un fluir continuo de frases hermosas, luchar por causa idéntica. Su confrontación con el problema ruso quitó el disfraz de la mayor parte de este equívoco y esta hipocresía". En otro lugar, Kennan reconoce las deficiencias características del sistema democrático de gobierno desde el punto de vista de la conducción de la política extranjera" (p. 148). Subraya que la misión de la diplomacia debería ser "estilo, perseverancia y vigilancia permanente" (p. 147). Por último, habla también del "parroquialismo anglosajón". "Todos nosotros representamos a una sociedad en la que las manifestaciones del mal han sido cuidadosamente escondidas y sublimadas en la conducta social de la gente como en su misma conciencia" (p. 148). Sobre esos y semejantes rasgos de la política anglosajona escribí yo también en las revistas norteamericanas The New Leader y Commentary".

[15] En pos de ilustración del papel desempeñado por The New York Times, diario norteamericano de lo más responsable por cierto, cabe recordar que ese diario fue el primero durante la guerra en lanzar a Tito, dedicándole unas cuantas páginas en el reportaje de su corresponsal Cyrus Sulzberger, y también el primero en propagar la figura y la lucha de Castro, en una serie de reportajes de la Sierra Maestra escritos por su corresponsal Herbert Matthews. En los dos casos, ambos corresponsales presentaron a los líderes de la resistencia como nuevas fuerzas nacionales. Si bien Sulzberger no ocultaba que Tito era comunista, destacaba que su tipo de gobierno sería "democrático" y que estaba respaldado por las fuerzas nacionales. Matthews, en cambio, calificaba el movimiento de Castro como un gran movimiento nacional democrático. Es interesante señalar que mientras la propaganda castrista elogiaba a Matthews como un "gran norteamericano", el portavoz de Tito, Dedijer, calificó a Sulzberger, tras la publicación de sus artículos protitistas, de "gangster de la pluma", no obstante haber Sulzberger ensalzado en ellos el heroísmo de Dedijer.

[16] Gracias a la cortesía del profesor Franco Venturi me fue accesible todo el material de ese Congreso, guardado en el archivo de la Resistencia italiana en Turín. Los participantes italianos en el Congreso se proponen publicar en un libro el material íntegro. Un informe extenso y exhaustivo sobre el Congreso fue publicado en la revista mensual Resistenza, editada en Turín; N° 4, Año XV, abril 1961: El resumen de los trabajos principales fue dado en forma extensa con el prólogo del profesor Venturi.

[17] La exposición de Plenca, parcial e inexacta, presentada en el Congreso versaba sobre "El movimiento de liberación nacional en Yugoslavia y los Aliados".

[18] M. Pijade, La fable de l'aide soviétique a l'insurrection nationale yougoslave, Belgrado 1960.

[19] Como introducción a su trabajo leído en el Congreso, el profesor Deakin cita las palabras del duque de Wellington: "Siempre tuve horror de revolucionar a cualquier país con los fines políticos. Siempre decía que, en caso de producirse una sublevación espontánea vaya y pase, pero no se debe incitar a los pueblos, ya que eso es una responsabilidad terrible". Tal el criterio británico en la conducción de la guerra que, diríamos, todavía prevalece en los principales cerebros militares de Gran Bretaña y Norteamérica. La política y la guerra son dos nociones diferentes, con dos ratos diferentes.

[20] "And in addition S.O.E. agents played some part in the confused preparations of the conspiracy against the Yugoslav Government which at the end of March 1941 was about to sign the Axis Pact. This was in a sense a first political, and indeed isolated, experiment of the new organization". Citado según el informe de Deakin: Great Britain and European Resistence, p. 8.

[21] Informe de Deakin, p. 21.

[22] No me refiero a los informes de los ex delegados albaneses, checoslovacos y húngaros, si bien interesantes en la medida en que señalan el papel desempeñado por la Unión Soviética en la guerra de guerrillas. El informe albanés atribuye toda la organización de esas guerrillas, incluso dentro de Albania, no a los partisanos yugoslavos sino a la Unión Soviética. En un lugar subraya que los guerrilleros albaneses ayudaron a los yugoslavos y combatieron hombro con hombro en el territorio yugoslavo, donde habitan los arnautas (los albaneses). En el informe italiano, redactado por Ferruccio Parri y Franco Venturi, se destaca que la historia completa de la resistencia no puede escribirse hasta tanto Yugoslavia no publique todo el material sobre la cooperación entre los partisanos italianos y yugoslavos. En el Congreso predominaba la impresión de que el material de las delegaciones comunistas era pura propaganda y, por lo tanto, parcial. Para que el cuadro de la resistencia fuera más completo y más objetivo, opinamos que debieron participar el Congreso, los delegados de los grupos exilados, que participaron en los movimiento de liberación nacional, sin distinción alguna.

[23] La conocida organización de los exilados Free Europe Inc. (Europa Libre), que en su lista de pensionistas cuenta con un par de políticos "yugoslavos", es un ejemplo flagrante de cómo se dejaron desvanecer las más nobles esperanzas y como se malgastaron energías positivas para lograr muy poco o nada. La culpa exclusiva no recae sobre los norteamericanos, sino también sobre muchos exilados de los países comunistas, incapaces de exponer el problema comunista ante la opinión pública norteamericana en forma franca e independiente. Free Europe no consiguió la colaboración de los mejores especialistas norteamericanos en los problemas del marxismo y el comunismo, sino que se convirtió en una organización de hombres sin convicción, que buscan su propio sustento, haciéndose así innecesaria e impopular en los EE.UU. Es un ejemplo cómo no deben formarse las organizaciones anticomunistas. Sobre los problemas de liberación de los pueblos de Europa sudoriental escribí años atrás con más extensión en los periódicos norteamericanos. Mi artículo principal sobre este tema se publicó bajo el título Beyond Containment to Liberation, en Commentary, septiembre 1951 p. 226-231. En dicho ensayo critiqué la estática y la acción íntegra del Comité de la Europa Libre, analizando asimismo ciertos criterios norteamericanos sobre la resistencia anticomunista.

[24] Sobre el problema macedonio se escribe y discute últimamente mucho más que antes. Se publicó en inglés el libro muy objetivo: Macedonia, Its Place in Balkan Powers de Elizabeth Banker, Ed. Royal Institute of International Affairs, Londres 1950 El profesor Lunt de la Universidad de Harvard publicó el libro de lecturas macedonias con el diccionario y la gramática del idioma macedonio. Existen nutridos núcleos de macedonios exilados, muy activos El problema macedonio es de importancia vital no sólo para los Balcanes, las relaciones greco-yugoeslavas y búlgaro-yugoslavas, sino también para el problema nacional dentro de Yugoslavia, donde en el equilibrio de las fuerzas nacionales frente a la hegemonía servia, los croatas tienen en los macedonios sus aliados y colaboradores.

[25] En croata Juraj Krizanic. Se pronuncia Yúray Krízanich.

[26] Helen Iswolski: "El alma de Rusia", Buenos Aires 1946, p. 75.

[27] En 1666 redactó "Los Principios Gramaticales" de un idioma común para todos los eslavos, instrumento potencial de la unidad eslava. El nuevo idioma, un esperanto eslavo, estaba compuesto proporcionalmente de paleoslavo, ruso y el croata, H. Iswolsky dice en la obra citada, de la que me sirvo para resumir varios datos sobre Krizanic, que los libros de Krizanic se los puede leer bastante bien. Los sabios rusos les dedicaron muchos estudios, de modo que fueron incorporados también a la cultura rusa, y no solamente a la cultura croata.

[28] H. Iswolsky: o. c. pp. 84-5. - A. Mousset: Le Monde Slave, París 1946, p. 27.

[29] En los últimos tiempos, algunos croatas sostienen que fue la Santa Sede la que quiso "sacrificar los intereses nacionales de Croacia" para hacer de los croatas el puente entre el Oriente y el Occidente". Careciendo esta afirmación de todo fundamento, nos es permitido conjeturar que se llegó a tal conclusión por el hecho de haber propagado esa idea algunos eclesiásticos croatas.

[30] No olvidemos a los ortodoxos esparcidos por su vasta diócesis de Djakovo; y que Strossmayer fue el Administrador Apostólico de Servia.

[31] Discurso en el Concilio el 2 de junio de 1870. He aquí el pasaje más importante: "Schisma orientale, iam non amplius graecum dici debet, sed, proh dolor, schisma slavicum, quorum octoginta milliones ab ecclesia catholica extorres vivunt, qui suae autonomiae, suis particularibus iuribus addictissimi sunt, et nihil aliud tantopere aversantur, quam illud quod vel suspicionem ingerere istis possit, quod autonomiae et iutrium suorum periculo sit. Ego inter slavos meridionales morror, ex quibus octo circiter milliones schismatici, tres autem milliones catholici sunt. Ego non possum satis divinae misericordiae gratias agere, quod gens Croatarum, quam tantopere diligo, sit catholica, et possum dicere in tota cordis mei sinceritate, sedi apostolicae addictissima.

Verum si haec definitio effectum habeat, vereor ne, quantum nos scimus, illud fermentum bonum a Deo praedestinatum ut reliquam slavorum massam penetret et ad unitatem ecclesiae reducat; vereor ne nova nobis pericula impendant, et ex nostris quidam misere ab unitate ecclesiae rescindantur..."

[32] Después del Concilio se publicaron y difundieron en los países americanos; con su supuesta firma, cartas llenas de insultos contra el Papa; habíase preparado supuestos discursos suyos en el Concilio; la secta de veteros católicos se esforzaba por apropiárselo. Todo ello causaba al obispo gran amargura. La falsificación de los discursos y escritos de Strossmayer estaba en boga también en la Yugoslavia de los Karageorgevic (1918-41), con el propósito de despojar de toda la nobleza y altura de miras su pensamiento y explotar su autoridad moral para fines enteramente opuestos a los suyos. Si bien Strossmayer trataba a los servios con magnanimidad, durante los veinte años que ejercía el cargo de Administrador Apostólico de Servia, no le fue permitido pisar el suelo de Servia ni levantar siquiera una sola capilla o escuela católica en Belgrado. Incluso se había solicitado su destitución del cargo para nombrar como Administrador Apostólico a un prelado húngaro, el arzobispo de Kalozsa.

[33] "Servus Dei P. Leopoldus a Castronovo Capuccinus et Dissidentium Ecclesiam Catholicam - Romae, 1960. - Las citas son de esa obra.

[34] Poruka (Mensaje), vocero del Comité Nacional Yugoslavo, Nº 24, noviembre 1954, Londres.

[35] Poruka, ibid.

[36] Poruka, ibid.

[37] International Affairs, Nº 8, 1958, Moscú.

[38] Que la actitud del Dr. Krnjevic fue acertada lo aprueba el hecho de que él, siendo vicepresidente en el gobierno de Jovanovic y representante del Partido Campesino Croata, se enteró de la comentada nota de Churchill, fechada el 23 de marzo de 1943, quince años después. Ver pormenores en este número de Studia Croatica, p. 84.

[39] Mons. M. D. Krmpotic, Life and Works of the Reverend Ferdinand Konscak, S. J. 1730-1759, Boston, ed. The Stratford Co., 1923, pp. 1-2.

[40] Carta del rev. Padre Fernando Konschak, S. J., misionero mexicano de provincia austríaca al rev. V. Padre George Neumayer de la misma sociedad y provincia. Escrita en Vera Cruz en el Golfo de México el 24-4-1731. Ver: Krmpotic, op. cit., pp. 14-23.

[41] Dunne, Lower California an Island, Mid America, Vol. 35, Nº 1, enero 1953, pp. 39-42.

[42] Peter Masten Dunne, Early Jesuit Missions in Tarahumara (Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1948, p, 215).

[43] J. Bryan Clinch, California and Its Missions (2 vols., San Francisco, Ed. The Whitaker & Ray Co., 1904, I, p. 83).

[44] Dunne, Lower California an Island, p. 57. En el Archivum Historicum Societatis Jesu (Roma: Sociedad de Jesús, 1953); Vols. IV y V, nuestro misionero figura con su propio nombre croata Konscak como asimismo Konsag.

[45] H. E. Bolton and T. M. Marshall, The Colonization of North America: 1492 (Nueva York: The Macmillan Co., 1921), p. 304. Su colega, el misionero Sedelmayr, exploró. Baja Gila y el Río Colorado poco tiempo antes. Ver: Robert Glass Cleland, From Wilderness to Empire, Ed. A. A. Knopf, Nueva York 1944, p. 48.

[46] Unicamente Krmpotic, en su obra citada, p. 4, pp., 46-82, cita íntegramente en la versión inglesa el diario de expedición de Konschak; Clinch, op. cit., p. 161; Bolton, Wider Horizons of American History, p. 180; del mismo autor: The Black Robes of New Spain, p. 276; P. M. Dunne en su obra Black Robes in Lower California, pp. 321-32 da una descripción detallada de la expedición de Konschak, basada en su diario mientras que el libro en su conjunto suministra la mejor información publicada antes y después del informe de Krmpotic sobre la vida y la obra de este hombre extraordinario; ver también: Emilio Laszowski, Znameniti i Zasluzni Hrvati. (Los croatas célebres y meritorios), Zagreb, 1925, p. 138; Charles E. Chapman, The Jesuits in Baja California: 1697-1768, publicado en The Catholic Historical Review, VI, Nº 1 (abril 1920), pp. 46-58; el libro de Francisco Zevallos, Vida del P. Fernando Konsag (México, 1764) da una apreciación contemporánea de su vida y de sus logros, incluyendo las exploraciones de 1764; Francisco Javier Alegre, Historia de la Compañía de Jesús (3 tomos, México, 1841, III, 286-87, ver también la nueva edición en 2 tomos, México City: Librería de Porrúa Hnos., 1941, II, pp. 193-94; Francesco Saverio Clavigero, Storia della California (2 tomos, Venecia, 1789, II, pp. 120-22; H. H. Bancroft es el único, entre los viejos historiadores norteamericanos, en rendir homenaje merecido a Konschak. Sobre el viaje de Konschak realizado en 1746 ver su obra: The Works: History of the North Mexican States (San Francisco: A. L. Bancroft & Co. 1884), I. pp, 462-64, reproduciendo el mapa de Consag en p. 463 y relatando su vida en p. 452.

[47] Dunne: Lower California an Island, pp. 60-61.

[48] El título del diario reza: "Derrotero del viage, que en descubrimiento de la Costa Oriental de Californias, hasta el Río Colorado, en donde se acabó su Estrecho, hizo el Padre Fernando Consag, de la Compañía de Jesús, Missionero de Californias, por orden del Padre Christoval de Escobar y Llamas, Provincial de Nueva España de la Compañía de Jesús. Anno de 1746", tal como lo cita Dunne en Lower California an Island, p. 61 ver también: pp 61-66 sobre la refutación y la aceptación definitiva de la teoría de Konschak acerca de Baja California.

[49] Bernardine Irvig Richman, California Under Spain and Mexico: 1535-1847 (Boston y Nueva York: Houghton Mifflin Co., 1911), p. 59; Zephyrin Engelhardt, The Missions and Missionaries of California (4 tomos, San Francisco: James H. Barry Co., 1908) I (Lower California) pp. 237-39, con reproducción del mapa de Konschak en p. 240; Decorme, op. cit., Tomo I, rp. 502 anota que "Diario de viajes en California" de Konschak fue publicado en francés por Clavijero en la Historia of California (París, 1767) y que Clavijero publicó también su mapa; Decorme asimismo cita en su bibliografía Fco. Ceballos, Carta Edif. del P. Fernando Konzacg (México, 1764).

[50] H. H. Baneroft, op. cit., pp. 462-63.

[51] Charles E. Chapman, A History of California: The Spanish Period, Ed. The Macmillan Co., Nueva York, 1921, g. 191.

[52] Dunne, Jacobo Sedelmayr, p. 51, y "Lower California an Island", p. 49.; la carta de Sedelmayr figura en Documentos para la Historia de México, ser. III, tomo 1, pp. 481 ff. El Padre Dunne establece equivocadamente que en 1747 tuvo lugar la exploración de Konschak del Río Colorado.

[53] Arthur Willbridge North, The Mother of California: Being a historical sketch of the little known land of Baja California..., Ed. Paul Elder and C., San Francisco y Nueva York, 1908, p. 38; Krmpotic, op. cit., p. 9, dice erróneamente que éste fue el primer mapa de Baja California; Clinch, op. cit., p. 161, creyó que todos los mapas de Consag fueron perdidos por negligencia oficial en México", lo que, por fortuna no es verdad. Ver también: Mirostav Vanino, Ferdinand Konschak misijonar i geograf Kalifornije - en croata (Fernando Konschak, misionero y geógrafo de California), Ed. Vrela i Prinosi, Vol. II, Sarajevo, 1933.

[54] José Antonio Villa Señor y Sánchez, Teatro Americano (folio, 2 vols., México City, 1746), II, pp. 276-94, citado según Bancroft, op. cit., p. 464.

[55] Apostólicos Afanes de la Compañía de Jesús escritos por un padre de la Sagrada Religión de su provincia de México, Ed. Pablo Nadal, Barcelona, nueva edición bajo el mismo título, Ed. Layac, México, 1944, pp. 387-422 transcribe los diarios de todas las exploraciones de Konschak; en las págs. 380-86 se describen exploraciones de 1746.

[56] Bancroft, op. cit., I, p. 452.

[57] Miguel Venegas, Noticia de la California y de su Conquista Temporal Espiritual hacia el Tiempo Presente sacada de la Historia manuscrita, formada en México año de 1739 y de otras Noticias y relaciones antiguas y modernas (3 tomos, Ed. Manuel Fernandes, Madrid, 1757, Vol. III, Appendix pp. 140-94 con mapa entre pp. 184-195 ). Tuve suerte de poder leer esta primera edición en la colección Shea de la Biblioteca de la Universidad de Georgetown.

[58] Ibid., p. 195. Nueva edición de esta obra se publicó en México City por la Edit. Layag en 1943.

[59] Dunne, Black Robes, p. 375; Krmpotic. op. cit., pp 3-5.

[60] Dunne, Black Robes, p. 376.

[61] Theodore H. Hittel, History of California, Ed. Pacific Press Publishing House and Occidental Publishing Co., San Francisco, 1882, 4 tomos, I, pp. 248-249.

[62] Krmpotic, op. cit., pp. 24-45 con la traducción íntegra de este documento y tan importante, intitulado "P. Fernando Konsag, de la Compañía de Jesús, Superior de las Misiones en California al Padre Superior de esta Provincia de Nueva España". Ver también: Bancroft, op. cit., p. 459.

[63] Krmpotic, op. cit., pp. 6, 83-95, en la segunda parte está insertada la descripción de Konschak de su segunda exploración. Bancroft, op. cit., p. 469. En la vieja edición de Apostólicos Afanes, el informe completo figura en pp. 391-429, y en la nueva edición en pp. 387-422; Dunne, Lower California an Island, p. 57.

[64] Bancroft, op. cit., I, 469; Krmpotic, op. cit., p. 6; Clinch, op. cit., I, pp. 162-65, cita muchos datos sobre la construcción de Santa Gertrudis; Decorme, op. cit., I, pp. 532-33; Engelhardt, op. cit., I, 246-248.

[65] North, The Mother of California, p. 40; Decorme, op. cit., I, p. 532; Margueritte Eyer Wilbur, ed. Juan María de Salvatierra (Ed. The Arthur H. Clark Co., Cleveland, 1927) está equivocada cuando marca en el mapa de las misiones californianas que Santa Gertrudis y la misión de San Francisco de Borja fueron fundadas por Salvatierra, p. 341 y siguientes.

[66] Apostólicos Afanes, edición de 1944, pp. 421-422.

[67] Citado según Krmpotic, op. cit., pp. 133-34.

[68] Bancroft, op. cit., I, 470; Krmpotic, op. cit., p. 8.

[69] Clinch, op. cit., p. 165; Bancroft, op. cit., p. 470; Bancroft, muy familiarizado con las fuentes mexicanas en esta materia, cita a: Zevallos, Vida, pp. 12-14; California, Establecimiento y Progresos de las Misiones de la Antigua California, 4º serie, tomo IV, p. 201.

[70] Clinch, op. cit., p. 168.

[71] Engelhardt, op. cit., p. 251.

[72] Bolton, Wider Horizons of American History, p. 179.

[73] Decorme, op. cit., I, 67; II, pp. 513, 632; menciona que Konschak nació en Croacia, p. 532; II, pp 543-44 ofrece una valiosa y completa lista de los misioneros jesuitas en California hasta su expulsión en 1768 En esta lista alfabética Fernando Conzag (sic) figura 10º, y en el rubro nacionalidad, es anotado croata.

[74] Dunne, Black Robes, pp. 302, 320-322, 332-334. Mientras me ocupaba de Konschak y Ratkaj dirigí una carta al Rev. P. P M. Dunne de la Universidad de San Francisco, informándole sobre el presente trabajo y recibí respuesta del Departamento de Historia de la Universidad de San Francisco, fechada el 2-V-1958, comunicándome que el Padre Dunne había fallecido el año pasado.

[75] Monseigneur S. Delacroix, Histoire Universelle des Missions Catholiques, vols. 2. Ed. Librarie Grund, París. 1956, II, pp. 316-317.

[76] Laszowski, op. cit., p. 138.

[77] Dunne, Black Robes, p. 235.

[78] Según la traducción de Krmpotic en op. cit., pp. 135-51. Este biógrafo de Konschak ubicó el diario original de la expedición de Konschak de 1746 en el British Museum de Londres y sacó copia fotostática de este importantísimo documento.

[79] Krmpotic, op. cit., pp. 151-60.

[80] Ibid, p. 164.

[81] B. Soric; Centennial, 1847-1947, p.7, ed. Croatian Historical Research Bureau, 1947, Pittsburgh, USA.