Studia Croatica

STUDIA CROATICA

 

Año III, Buenos Aires, 1962, N° 7-8

 

 

Política norteamericana respecto al régimen de Tito. 2

Francisco J. Orlich, primer presidente americano de origen croata. 18

Por la liberación de Croacia del doble imperialismo. 20

Descentralización del intelecto. 24

Ivan Duknovic (Giovanni Dalmata), destacado escultor del "quattrocento" romano. 33

Componentes étnicos de la nacionalidad croata. 38

La crisis del titoísmo y del Estado yugoslavo. 45

Rusia y Europa. 55

Algunos aspectos de la economía yugoslava a mediados de 1962. 65

DOCUMENTOS.. 69

CRÓNICAS Y COMENTARIOS.. 79

"Declaración de principios" del Congreso de los Exilados Croatas en Nueva York. 79

Incongruencias sorprendentes de una revista norteamericana. 80

La farsa de la amnistía política en Yugoslavia. 86

Mensaje de las Organizaciones Patrióticas Macedonias a los croatas. 89

RESEÑA DE LIBROS.. 91

Dr. Dominik Mandic: Bosnia y Herzegovina - Indagaciones crítico-históricas. 91

Ilija Jukic: Tito between East and West 92

Ivo Andric: Sucedió en Bosnia. 94

 


Política norteamericana respecto al régimen de Tito

Ivo Bogdan, Buenos Aires

El Congreso contra la ayuda a Yugoslavia

Después de la "Resolución sobre la situación en el Partido Comunista Yugoslavo", adoptada en la reunión del Cominform en Bucarest el 28-IV-1948, sobreviene el cierre de la frontera yugoslavo-griega. Tito lo proclamó personalmente el 10-VI-1949 y al mismo tiempo solicitó ayuda a los gobiernos occidentales. Desde entonces la Yugoslavia comunista viene recibiendo ayuda en divisas, víveres y armas de los gobiernos democráticos occidentales, en primer lugar de los EE.UU. Durante el período de postguerra la Yugoslavia de Tito recibió ayuda de tal magnitud, "incluida la subvención de la UNRRA, que con ella pudo cubrir desde la mitad hasta los dos tercios de su presupuesto anual[1]. Según estimación de los especialistas, ese importe sobrepasa 4 mil millones de dólares. De haberse invertido esos recursos en la ayuda a las repúblicas latinoamericanas o a algunas naciones aliadas de las democracias occidentales en la defensa común frente al peligro comunista, se habrían solucionado o, por lo menos, aliviado apremiantes problemas políticos y económicos. No sucedería que el castrismo explotase la miseria de determinadas zonas latinoamericanas o que los gobiernos de Turquía y de Irán, hasta hace poco firmes aliados del Occidente, inducidos por el ejemplo de la exitosa política extorsionista de Tito y Nasser, pensasen en adherirse al bloque neutralista[2].

La financiación de una dictadura comunista por parte de los gobiernos democráticos del Occidente cristiano, al mismo tiempo que resulta obvio que Yugoslavia en la política exterior sigue los lineamientos de la subversión comunista internacional, suscita desde el comienzo la indignación de la opinión pública, sobre todo en los EE.UU., no obstante los argumentos que esgrimen los sostenedores de tal política, atribuyéndole ventajas y conveniencias[3].

En el Congreso de Washington -caja de resonancia de la opinión pública-, al discutirse el programa de ayuda exterior, esa política fue criticada más acerbamente cada año. Este año la oposición resultó particularmente vigorosa. En la reunión del Senado del 6 de junio último fue aprobada la proposición del presidente sobre la ayuda exterior por valor de 4.668.500.000 dólares, y al mismo tiempo con 57 contra 24 votos fue aprobada la enmienda por la cual se suspendía toda clase de ayuda "a los países con forma de gobierno marxista o comunista". A propuesta del senador por Ohio Frank Lausche, se prohibió de ese modo nueva ayuda a Yugoslavia y Polonia, únicos países con gobiernos comunistas, beneficiarios directos de ese programa.

En vista de la práctica anterior, cuando el Congreso en tales casos solía ceder a la insistencia de la Casa Blanca[4], se podía esperar la modificación de dicha enmienda.

Efectivamente, ya al día siguiente el Senado autorizó al Presidente, por 56 votos a favor y 34 en contra, a conceder ayuda a Polonia y Yugoslavia, limitándola a los excedentes agrícolas. La suspensión de la ayuda financiera y militar no fue revocada.

Sin embargo, al cabo de nuevas explicaciones del Ejecutivo y la campaña periodística con la colaboración de destacados especialistas en asuntos internacionales, en la Cámara de Representantes se modificó otra vez la enmienda original. En base a un acuerdo bipartidario y a un procedimiento asaz complejo, el Congreso decidió que dicha prohibición sobre la ayuda financiera y militar queda en principio en vigor, pudiendo el Presidente hacer excepciones: 1) en caso de que la ayuda sea esencial a los intereses de los EE.UU.; 2) si el país beneficiario no está controlado por el complot internacional comunista, y 3) si esa ayuda promueve la independencia del respectivo país del sistema del comunismo internacional.

Sobre la opinión pública y el Congreso influyeron también las declaraciones de los funcionarios del Departamento de Estado, respecto a que la ayuda militar a la Yugoslavia comunista no se encararía por ahora, y que la ayuda financiera, en caso de haberla, sería muy restringida. Empero, la razón que más influyó fue la de no atar las manos del Presidente para que pudiese, en caso dado, aprovechar las tensiones dentro del bloque comunista.

Parece pues, que se abre un nuevo período en el que el régimen comunista yugoslavo es objeto de consideración más crítica y la ayuda norteamericana se limitará al envío de víveres con destino, según queda apuntado, a aliviar a la población sufrida.

Los factores determinantes de la oposición del Congreso

La acción exitosa de quienes se oponen a la ayuda a la Yugoslavia comunista no se produjo este año en la forma inesperada ni casualmente. Cuadra atribuirla a la mayor solidaridad del régimen de Tito con la Unión Soviética en los puntos principales de, la política internacional y, a la vez, al hecho de haberse despejado las ilusiones de aquellos comentaristas y estudiosos que creían en la evolución del titoísmo hacia las formas occidentales del marxismo.

El giro público y notorio de Tito hacia Moscú, y el abandono del Pacto balcánico data de la muerte de Stalin. Se manifestó con motivo de la visita de Khrushchev a Belgrado en 1954 y la de Tito a Moscú en 1956, culminando con la conferencia de los países neutralistas, celebrada en septiembre del año pasado en Belgrado, cuando se puso en evidencia que el neutralismo, en la concepción e interpretación de Tito, sirve más a Moscú que a Occidente. Hasta entonces, pese a la desconfianza de la opinión occidental, hubo cierta corriente en el Departamento de Estado, que sostenía que el neutralismo podría rendir cierto provecho, como por ejemplo en el caso de ciertos países del "tercer mundo", impidiendo que se alineen total y definitivamente con el bloque comunista.

En rigor, el anticolonialismo principista gravitó para que el proceso natural e inevitable de la descolonización no se operase mediante una evolución constructiva, lo que perjudicó al mundo libre en conjunto. Durante la crisis de Suez -que coincidió con la rebelión húngara- se encontraron Eisenhower y Khrushchev en la misma línea, reforzando así la posición del dictador egipcio, en detrimento de los aliados de Norteamérica. Debido a la desunión del Occidente en aquel momento decisivo para la Europa Central, no se afrontaron adecuadamente los sucesos en Hungría.

Ninguna concesión a los agitadores comunistas y neutralistas en nombre de una posición principista y pasional anticolonialista puede cambiar el hecho de que esa agitación está dirigida, en primer término, contra los Estados Unidos como potencia rectora del mundo libre. Conforme a las premisas leninistas respecto del imperialismo y el neocolonialismo, los EE.UU. en opinión de los comunistas y sus compañeros de la ruta, son exponentes principales del imperialismo capitalista. La doctrina de Lenin sobre la explotación de los contrastes entre las potencias capitalistas y los países coloniales que luchan por su emancipación, es practicada también por Tito- comunista fanático y adversario declarado del Occidente, Cuando Tito subraya que el objetivo primordial del bloque neutralista es ayudar "a los movimientos de liberación nacional" en Asia y Africa, eso, en la terminología comunista, no significa la postulación del derecho de autodeterminación, tal como se lo entiende en Occidente. Los comunistas emplean los términos del Occidente democrático únicamente para confundir a la opinión pública del mundo libre. De hecho, en la jerga comunista, la lucha por la liberación nacional no supone el derecho de la mayoría a decidir sobre su destino político, sino el derecho de la minoría combativa a imponer su voluntad mediante la revolución. La independencia conseguida de ese modo es la primera etapa hacia la meta final: a la implantación del régimen comunista. Tito, en sus frecuentes visitas a los países de Africa y Asia, explota hábilmente los sentimientos anticolonialistas de América y la incapacidad de los países miembros de la NATO de emprender acciones solidarias en Africa y Cercano Oriente, frente al comunismo que actúa en forma revolucionaria de acuerdo a un plan unificado, conforme a las concepciones de Lenin y con el objeto de cercar y aislar a las potencias occidentales. Procediendo así, Tito es solidario con Rusia y la China Roja, por más que hable de su papel independiente y propague la política neutralista.

La tentativa megalómana de Tito, de lucirse mediante la Conferencia de los países neutralistas -organizada en Belgrado con todo lujo y costeada con fondos recibidos de los EE.UU.: como uno de los líderes influyentes del tercer mundo, hizo que los EE.UU. comprendiesen su juego[5]. Con ello, siendo la potencia rectora del mundo libre, consciente cada vez más de su papel histórico, EE.UU. se aproximó a la posición más crítica de sus aliados europeos respecto de la política exterior de Tito, especialmente de la posición de Alemania Occidental. Desde hace años las relaciones entre Bonn y Belgrado se mantienen tensas por la completa solidaridad de Tito con los soviéticos en las cuestiones de la unificación de Alemania, del armamento y del status de Berlín. Las relaciones diplomáticas fueron rotas cuando Tito en 1956 reconoció al `gobierno de Alemania Oriental. Francia había retirado temporalmente a su embajador en Belgrado a raíz de la actitud provocativa de Yugoslavia durante la crisis de Argel. Por otra parte, ni Francia, ni Gran Bretaña, ni Israel olvidaron la ostentosa solidaridad de Tito con Nasser durante la crisis de Suez. Tampoco la izquierda intelectual europea, entusiasmada con el "comunismo nacional", puede perdonar a Tito su franca solidaridad con Khrushchev durante la revolución húngara de 1956.

Cuando Khrushchev, precisamente en vísperas de la Conferencia de Belgrado, inició una serie de explosiones termonucleares los norteamericanos esperaban con curiosidad la reacción de los participantes en la Conferencia, que serviría como "test" de la sinceridad de ese sistema "fuera de los bloques", Tito ni siquiera reaccionó, en contraste con sus anteriores protestas y críticas ruidosas ante cualquier explosión hecha por los EE.UU., Gran Bretaña o Francia.

Frecuentes reuniones posteriores y visitas recíprocas entre los funcionarios soviéticos y yugoslavos, como asimismo sus declaraciones, demostraron creciente normalización de relaciones entre Moscú y Belgrado. Es verdad que el entredicho pendiente entre el Partido Comunista, yugoslavo y la central comunista de Moscú es más importante que las relaciones entre dos Estados, resultando que, pese a la total coincidencia en el plano internacional, el Partido Comunista yugoslavo sigue siendo, en principio, cismático. En ese sentido también se nota cierto ablandamiento. Las diferencias doctrinales se reducen a las cuestiones de disciplina. Incluso, el encarcelamiento reciente del empedernido herético comunista Milovan Djilas con motivo de su libro "Conversaciones con Stalin" [6], en el que censura en forma indirecta al mismo Khrushchev fue interpretado como una medida de interés recíproco no sólo de ambos gobiernos, sino también de los dos partidos.

Djilas es uno de los más destacados, aunque no el único, representantes de la corriente que aboga por una auténtica revisión de la doctrina comunista.

Ese indudable giro de los dirigentes comunistas yugoslavos hacia Moscú, coincidente con la agravación de la crisis cubana, tuvo indefectiblemente que influir en la posición del Congreso cuando se debatía el programa de la ayuda al exterior. Sin embargo, ésa no fue la única ni acaso la principal razón del diferente enfoque de la ayuda a Yugoslavia. Eso se puede colegir de la actitud asumida por los defensores de la ayuda al régimen de Tito: A diferencia de los debates anteriores, esta vez nadie destacó que la ayuda norteamericana propicia la evolución del titoísmo, el que realizaría un nuevo tipo de comunismo, más afín a las concepciones humanistas occidentales, afín al socialismo democrático o al laborismo. Semejantes ilusiones no pudieron resistir la prueba del tiempo, de modo que los sostenedores de la proposición de la Casa Blanca estimaron conveniente recalcar que Tito es tan comunista como Khrushchev. "Es la pura verdad que Yugoslavia es un país comunista", subrayó el Secretario de Estado Dean Rusk[7]. El senador republicano por Vermont, George Alken, abogando por una ayuda a Yugoslavia "reducida al mínimo", en la sesión del Senado (6/VI/1962), destaco que "ningún senador tiene simpatías por Tito, Gomulka u otro líder comunista de los países satélites". El último Secretario de Estado de la administración de Eisenhower advirtió también que Tito no se apartará del comunismo. Christian A. Herter, al intervenir en la controversia suscitada, destacó en un artículo que a Tito le gustaría volver al bloque comunista[8]. Desde luego, con tanto destacar el comunismo de Tito perseguía, como veremos más adelante, corroborar los argumentos sobre el peligro de su retorno a Moscú.

Cierta moderación de las medidas de terror en Yugoslavia no se toma ya como prueba de una tendencia a la liberalización. Tal evolución o se da tan sólo en Yugoslavia, sino, y en mayor escala, en los países netamente satélites como Polonia. Pero, desafortunadamente, no se trata de la evolución de los regímenes respectivos, lo que sería plausible desde el punto de vista humano. El comunismo no retrocede frente al ímpetu de las aspiraciones populares a la libertad, lo que probaría cuán débiles son los gobiernos comunistas, sino, por el contrario, trátase de la inquietante consolidación de esos regímenes. Las medidas del terror masivo y del control rígido hicieron desaparecer toda oposición democrática organizada. Por consiguiente, la ausencia de esas medidas es sintomática y no favorece a Occidente. No quiere decir eso que los países oprimidos son ahora menos anticomunistas. Perdieron, eso sí la esperanza en la posibilidad de una resistencia exitosa estilo Poznan y Budapest. No es que los pueblos cautivos no deseen liberarse del yugo comunista, sino que los gobiernos occidentales dejaron de aprovechar los movimientos revolucionarios surgidos bajo el impacto propagandístico de esos mismos gobiernos occidentales, y de sus solemnes enunciaciones sobre la imperiosa necesidad de liberar a los pueblos de la Europa Central. Cuando se vieron defraudadas las esperanzas en la ayuda Occidental, las consecuencias desfavorables no pudieron faltar[9]. Hasta en una publicación norteamericana de carácter oficioso leemos que los últimos cinco años significan para los pueblos sometidos de Europa, años de pérdida de la esperanza, mientras que en los países "no comprometidos" fuera de Europa se los ve como período de la decadencia occidental. Al mismo tiempo, el episodio de la Bahía de los Cochinos fue un tremendo golpe moral para todos los que creyeron en la vocación libertadora de los Estados Unidos[10].

El prestigio, pues, de los EE.UU. y del Occidente entero fue afectado. Aumentaron las posibilidades del neutralismo, incluso en las repúblicas latinoamericanas, donde hasta entonces, a causa de la distancia, los sucesos de la Europa Central no tuvieron tanta resonancia como la rebelión húngara y luego la revuelta cubana. La política norteamericana hacia el régimen de Tito, aunque de secuelas negativas en la evolución general, pudo justificarse eventualmente y en parte antes de octubre de 1956, si bien en nuestra opinión, se fundaba desde el principio en conocimientos insuficientes de la verdadera situación en el sudeste europeo. Sin embargo, la insistencia de Tito "en que diferentes caminos conducen al socialismo", pudo considerarse como un factor disgregador del bloque comunista "monolítico", especialmente desde el momento que Khrushchev inauguró el curso político de desestalinización, por lo menos en teoría, y se mostró dispuesto a tolerar la posición de Tito. Resultó, empero, que las esperanzas suscitadas no tenían firme asidero. Khrushchev no quiso ni pudo permitir que de la teoría se pasase a los hechos, de modo que ahogó a sangre y fuego la revolución húngara. Truncadas las esperanzas en el activo apoyo del Occidente, ni el "comunismo nacional" ni las rebeliones de las naciones cautivas tienen perspectiva alguna de éxito ante el enorme potencial represivo soviético, pues esas naciones se hallan, de hecho, bajo la ocupación soviética, disfrazada con el Pacto de Varsovia[11].

La represión en Hungría, la capitulación del comunismo nacional en Polonia y la inequívoca solidaridad del dictador comunista yugoslavo con el aplastamiento brutal de la rebelión de Budapest, que culminó con la extradición de Imre Nagy y su muerte segura, defraudó las esperanzas de la izquierda democrática que creía en "la evolución del titoísmo sin que justifique su indignación en cuanto ésta es mero reflejo de las ilusiones desvanecidas acerca de Tito como artífice del comunismo nacional, del que él, convencido comunista internacional, siempre aborreció[12]. La política norteamericana de ayuda a Tito, extendida a posteriori a Gomulka" no sólo resultó, dadas las circunstancias, irreal, sino dañina. Como si con esa ayuda quisieran decir a los pueblos sometidos de la Europa Central que no abriguen ya la esperanza en la liberación del comunismo y que regímenes como los de Gomulka y Tito constituyen la única alternativa del comunismo[13].

El Congreso enfrentado a tales hechos, no pudo tomar en consideración los argumentos de los que abogaban por la política de ayuda a Tito, según fue practicada por tres administraciones, dos demócratas (Truman y Kennedy) y una republicana (Eisenhower).

Argumentos de quienes abogan por el realismo político respecto a Yugoslavia

El futuro dirá cómo la administración de Kennedy aprovechará la autorización otorgada por el Congreso. Cabe prever que Yugoslavia, dado su gran déficit de la balanza de pagos, por valor de casi mil millones de pesos, que amenaza paralizar la mayor parte de la producción industrial, no escatimará esfuerzos para que continúe la ayuda norteamericana. La versión lanzada y fomentada por Tito, de que existe el peligro del alineamiento total de Yugoslavia con el bloque soviético, puede servir como instrumento de nuevas extorsiones.

Por lo tanto, por el bien internacional conviene examinar si son justificadas o no las premisas dé los que defienden la Realpolitik norteamericana en esta eventualidad. Nuestra clara y terminante posición contraria al retorno a la situación de preguerra en la Europa Central -que posibilitó la invasión del Tercer Reich y luego la de la Unión Soviética nos permite suponer que nuestras opiniones no serán rechazadas ni consideradas como rencor de políticos desplazados[14]. Pese a los serios esfuerzos de los internacionalistas norteamericanos por comprender la realidad de la Yugoslavia comunista, y a pesar de numerosos estudios sobre la materia, no son: ociosas ni inútiles las observaciones y juicios de quienes poseen conocimientos directos y larga experiencia en lo que se refiere al sudeste europeo y a los Balcanes, aún poco conocidos. Tratando de exponer con mayor objetividad los argumentos esgrimidos por los sostenedores de la "posición realista" hacia el régimen de Tito, analizaremos in extenso el pensamiento de C. A. Herter, resumido en el artículo citado precedentemente. Nos parece que allí se hallan sintetizados los argumentos principales de ese realismo político respecto a Yugoslavia, formulados por los exponentes altamente calificados de esa posición, más libres, por supuesto, en expresar sus opiniones personales que los funcionarios de la administración actual.

Herter insiste en demasía en que los argumentos contrarios son producto de emociones y enojos, malos consejeros en las decisiones políticas. "Entre los numerosos problemas mundiales que enfrentamos son pocos los que generan más frustración o suscitan más controversia" que la relación de los EE.UU. con los problemas de la Europa Centro-oriental. Destaca que numerosos norteamericanos son oriundos de esta zona, lo que podría interpretarse como una sutil alusión a los motivos electoralistas de ciertos miembros del Congreso. "Nos duele cuando sabemos que la mayoría del pueblo que vive ahora en esos países es gobernada por los regímenes que el pueblo no aprueba ni respeta. Culpamos, en parte, a nosotros mismos por no habernos opuesto con éxito a su absorción por el imperio moscovita. Ese sentimiento se reflejó muy recientemente en la acción del Senado al votar la prohibición de toda asistencia a los países "que están notoriamente dominados por el comunismo o marxismo",

Recién después de haber interpretado la oposición del Congreso a la "posición realista" como emoción, frustración, solidaridad con los países de erigen, sentimiento de culpabilidad o impotencia, Herter considera las razones de la oposición, Lo hace con una estilización especial, subrayando siempre los aspectos emocionales. Esos motivos serían el disgusto "por la parcialidad de los gobiernos asistidos en favor de la Unión Soviética" y "también... la sensación de que la ayuda prestada a Yugoslavia y Polonia no dio resultados tangibles desde el punto de vista de nuestros intereses", de modo que muchos ciudadanos norteamericanos se planteaban el interrogante: ¿Qué sentido tiene atenuar las dificultades de los regímenes comunistas? Herter replica "que nuestra política no está destinada en primer lugar a ayudar a los gobiernos, sino al desdichado pueblo de les países en cuestión. Reconocemos claro está, que eso ayuda a los gobiernos. Pero, para un juicio realista, debemos tener en cuenta el efecto global, y no solamente el más saliente; las consecuencias sutiles e indirectas resultan a menudo más importantes que las discernibles a primera vista".

Herter a renglón seguido, historia el "giro hacia el nacionalismo" de Tito. "Yugoslavia -dice- en los primeros años después de la segunda guerra mundial fue probablemente el satélite más combativo y extremista que Moscú había ganado recientemente. Ese extremismo a ultranza creó problemas. Tito, en aquellos días, fue, por lo menos, más stalinista que el mismo Stalin y su militancia creó problemas de disciplina y de control dentro del bloque. Stalin trató de apoderarse del Partido yugoslavo desde adentro. Cuando ese intento falló, maquinó la exclusión de Tito y de sus seguidores del Cominform. El dictador soviético calculó que sin su apoyo, los comunistas yugoslavos pronto se doblegarían. Se equivocó y éste resultó ser su más serio error. Pues Tito quebró la "unidad monolítica" del bloque comunista, y los vientos del nacionalismo y de la independencia empezaren a soplar y sus efectos corrosivos sobre el control de Moscú resultaron cada día más evidentes".

"La ruptura de Yugoslavia con Moscú -continúa Herter- y su búsqueda del curso independiente brindaron significativas ventajas políticas y estratégicas a los Estados Unidos y al resto del mundo no comunista. El poder soviético fue repelido del Adriático y de la frontera nordeste de Italia. La frontera meridional de Austria fue liberada del control moscovita. El cierre de la frontera de Yugoslavia a los comunistas griegos era el doblar de las campanas para los esfuerzos de estos últimos por apoderarse de Grecia" [15].

El ex Secretario de Estado señala que aparte de esas consecuencias estratégicas hubo "ventajas obvias tanto para Yugoslavia como para Occidente. Fue acelerado el ritmo de desarrollo y aumentó el nivel de vida (en Yugoslavia). Incrementó el comercio exterior, más de dos tercios de él con los países no comunistas". Herter no especifica las ventajas que obtuvo Occidente, a menos que piense en la satisfacción de la población en Yugoslavia por el debilitamiento de las relaciones con los soviéticos. "Sabemos -escribe Herter- que el presente curso fue saludado por la mayoría de los jóvenes yugoslavos y por amplios sectores de la población en general". Eso en lo que concierne al pueblo. "Sin embargo, no debemos alentar ilusiones respecto a la actual dirección política y su orientación básica comunista". Tito "podría desear su readmisión en el bloque, pero parece que no la considera en los términos de menos independencia de la que pidió en 1948", (cuando fue excluido del Cominform). "Desde el punto de vista de Moscú esa exigencia podría únicamente estimular las fuerzas del nacionalismo que ya han acarreado a Moscú molestias incalculables".

Con todo, Herter concluye que se debe seguir sobornando a Tito, ya que de otro modo podía unirse a Moscú. "El peligro de la situación actual es que una revisión drástica de la política norteamericana siguiendo la línea de enmienda propulsada por el Senado, reduciría notablemente la libertad de elección de Yugoslavia. Un riguroso endurecimiento de nuestra política y un modesto ablandamiento de la política moscovita podrían convencer a los de Belgrado que tienen un solo camino abierto". Se entiende que ese camino lleva a Moscú. El actual Secretario de Estado subrayaba en la Cámara de Representantes que quedaba una sola alternativa si se suspende toda asistencia a Tito, vale decir que Yugoslavia será "empujada al bloque comunista" [16]. Hizo hincapié en que la independencia yugoslava hace al interés fundamental de los Estados Unidos.

Se infiere, pues, que quienes sostienen la "posición realista" hacia la Yugoslavia comunista consideran ciertos supuestos suyos, que no se ajustan a la realidad, como proposiciones denominadas axiomáticas en la ciencia política. Entre esas premisas discutibles va también la opinión de que las ventajas estratégicas surgidas después de la resolución del Cominform, son: a) El resultado de la política de Tito; b) Que se produjeron gracias a la extensa ayuda prestada a los comunistas yugoslavos por los países occidentales.

Si son insostenibles esas premisas, tampoco puede ser correcta la conclusión de que a Tito le queda un solo camino, el retorno a Moscú, si se modifica la actual política de asistencia a Yugoslavia. El dilema planteado en esos términos responde, en rigor, a los deseos de Tito, pues le capacita para seguir extorsionando al Occidente y evitar encontrarse ante la disyuntiva: acceder a las condiciones políticas del Occidente o la capitulación incondicional frente a Moscú.

A continuación demostraremos que la única política realista hacia la Yugoslavia; comunista es supeditar la ayuda económica a las concesiones de orden político y moral y a las garantías de que un día Occidente no perderá todas sus ventajas en el sudeste europeo.

Exageraciones de los especialistas sobre Tito como artífice del "Comunismo nacional"

Antes de analizar las premisas de quienes abogan por la política de ayuda a Yugoslavia, huelga señalar que pese al empirismo y el pragmatismo, tan elogiados, en relación con el régimen de Tito, Washington concibió y practicó una política, determinada por prejuicios y emociones, más de lo que quieren reconocer sus sostenedores que se autodenominan realistas.

Ese fenómeno está relacionado, sin duda, con el interesante y complejo proceso de la psicología social, a la que alude Herter cuando insiste en las sensaciones de frustración de la política estadounidense respecto a la Unión Soviética. Herter, es verdad, se refiere a los opositores de la ayuda a Yugoslavia, pero, en rigor, sería difícil excluir a sus defensores. El realismo político que tanto enlazan los sostenedores de tal política fue concebido bajo el impacto de las incriminaciones de la opinión pública, que buscaba a los culpables de ese fracaso en las filas de los intelectuales que ahora se ilusionan con el comunismo nacional. Por eso, viendo las emociones sólo en un sector, parecen olvidarse de las advertencias de un eminente exponente de la ciencia política, que dice:

"Sería, sin duda, enteramente anticientífico que el estudioso de la política se engañase a sí mismo acerca de sus personales prejuicios, tan anticientífico como lo sería para el naturalista dejar de tomar en cuenta las posibilidades del error resultante de la interferencia de factores incontrolables tales como la gravitación y el tiempo atmosférico, así como las inexactitudes psicológicas de su observación. Más aún, la primera tarea de quienquiera desee hacer una obra científica en las ciencias que se ocupan del hombre, es llegar de tener conciencia de cuáles son sus propias tendencias, para poder tomarlas en cuenta al valorar su resultado"[17].

Esos intelectuales estudiosos, reclutados mayormente de las filas progresistas, que se autodenominan "liberales", mientras sus adversarios los tildan socarronamente de "Eggheads", fueron acusados de haber renunciado a los auténticos ideales de la tradición liberal norteamericana, demasiado permeables al comunismo bajo el impacto del liberalismo y el socialismo centroeuropeo. La conocida encuesta realizada por Partisan Review acerca de los intelectuales norteamericanos reveló que los intelectuales progresistas están abrazando, bajo dicha presión social, el "patriotismo granamericano" [18], James Burnham, que integra el círculo de Partisan Review se declara rotundamente por el "maquiavelismo moderno", Los puntos de vista de la ciencia política deben ser "completamente independientes de la adhesión a un ideal o a un propósito moral particular" [19].

"Estados Unidos fue llamado al escenario antes de concluir los ensayos. Su fuerza y posibilidades no han madurado con la sabiduría de tiempo y los sufrimientos. El destino les deparó ser dueños del mundo" [20].

A pesar de la conversión de los progresistas al "patriotismo gran-americano", se manifiesta una animosidad latente de la mayoría contra los intelectuales, quienes, por otra parte, actúan -dice Aron en el libro citado- "con una vaga mala conciencia por la alianza del pasado con el comunismo". De ahí, por un lado, las tendencias a encontrar en el "titoísmo" la justificación a posteriori de sus ilusiones desvanecidas en la capacidad evolutiva del comunismo, ilusiones que Stalin alimentaba con premeditación durante la guerra pasada; por otro lado, la necesidad de explicar que la ayuda a Yugoslavia es una realpolitik en el interés de los Estados Unidos. Por lo demás, incluso los progresistas europeos, más afines a los comunistas que los yanquis, defienden cada día más las premisas nacionalistas, desempeñándose como compañeros de ruta en momentos en que los soviéticos miran alarmados la integración europea y occidental, superando viejas rivalidades y enemistades nacionales.

En rigor, tanto la izquierda intelectual norteamericana como la mayoría de la población de los EE.UU., incurrieron en el mismo error con respecto a los soviéticos. La diferencia es sólo de grados. Los norteamericanos, a causa de su tendencia idealista básica en la política exterior, no estaban preparados para asumir una posición realista frente a la Unión Soviética, cuando por concurso de circunstancias fueron aliados durante la última guerra con el país que es el centro mundial de la subversión comunista.

En lugar de considerar a la Unión Soviética como aliada circunstancial en la guerra, donde no cabe elección, a fin de calmar su propia conciencia por la ayuda prestada a un régimen comunista impío, tratóse de conciliar la cruda realidad de esa alianza con su propio ideal, y se ilusionaban acerca de la posible evolución del bolchevismo. A eso contribuyó también la disposición innata de los norteamericanos a contemplar con optimismo estilo siglo XVIII europeo, las posibilidades de los países cuyo proceso cultural y político difería mucho del de la Europa occidental, de estructurar espontáneamente un régimen de libertades políticas e individuales tal como se dan en Occidente, como resultado de una evolución político-social específica. Ilusiones en una favorable evolución del comunismo, circunscriptas hasta entonces al estrecho círculo de los intelectuales progresistas, fueron compartidas por abrumadora mayoría. Stalin aprovechó hábilmente esa disposición y disolvió el Comintern como prueba de que los comunistas habían renunciado a la dominación mundial. Terminada la guerra, el norteamericano medio, enfrentado con la realidad del expansionismo soviético, procuró olvidarse de sus ilusiones, se lavó las manos y buscó a los culpables exclusivos entre los intelectuales sin tomar en cuenta las proporciones ni la circunstancial alianza Moscú.

No cabe duda de que la izquierda intelectual norteamericana ejerció cierta influencia sobre la concepción de la política practicada en relación al régimen de Tito. Es difícil, empero, verificar si esa influencia fue decisiva. Hasta los autores netamente anticomunistas como James Burnham en sus libros y estudios omiten incluir a Yugoslavia en la lista de los países europeos sojuzgados por los comunistas[21].

Tanto la administración demócrata como la republicana, indistintamente, consideran que el comunismo como ideología es menos peligroso que como subversión mundial, dirigida, por una gran potencia. Por lo tanto, los partidos comunistas serían menos peligrosos en su papel de catalizadores del descontento popular que como quintacolumnas del bloque comunista. Por consiguiente la no integración de Tito al bloque comunista, lejos de ser peligrosa, brindaría ciertas ventajas, por cuanto afectaría el carácter monolítico del mundo comunista. Siguiendo las tradiciones del empirismo inglés y del pragmatismo norteamericano, se subestiman los aspectos históricos y filosóficos del problema.

Así se considera como verdad indiscutible que en Rusia existe la misma oposición al totalitarismo comunista que en Occidente y que, a la larga, será abatido. Esas creencias fueron expresadas en enunciaciones solemnes como los mensajes del presidente Eisenhower al Congreso. Con tal modo de pensar, es difícil diferenciar los rasgos específicos entre el comunismo ruso y el yugoslavo y su solidaridad básica, no obstante riñas internas. El comunismo, tal cual se formó en Rusia, no es el marxismo auténtico, fiel aplicación de la teoría surgida y desarrollada en Occidente durante la revolución industrial, sino una versión específicamente rusa del marxismo, realizada dentro de las tradiciones culturales y políticas del totalitarismo bizantino-ruso. Por eso, la resistencia al comunismo en Hungría y Polonia países de cultura y tradiciones políticas occidentales diferentes de las rusas- es más recia y profunda que la oposición de Yugoslavia, si bien Tito consiguió lo que no pudieron lograr Nagy y Gomulka debido a la ausencia del Ejército Rojo. Pese a todas las polémicas en torno al revisionismo de los comunistas yugoslavos y a las conjeturas sobre la liberalización del titoísmo, Tito y la mayoría de los comunistas yugoslavos ansían el retorno a la central del comunismo mundial. Eso debe atribuirse a La tradición nacional política y cultural de Servia, del mismo fondo que la rusa, y al hecho de que Servia ejerce su dominio en Yugoslavia, país heterogéneo en lo cultural y nacional como lo hace Rusia en la Unión Soviética[22].

"El comunismo nacional" en Yugoslavia presenta características diferentes que en Polonia o Hungría. Estos países son Estados nacionales de tipo occidental, mientras que Yugoslavia es un conglomerado plurinacional igual que la Unión Soviética, de la que es una edición minúscula y deteriorada. Como la Unión Soviética es en sentido nacional heredera del imperio zarista, así la Yugoslavia comunista es la prolongación política de la Servia engrandecida del rey dictador Alejandro Karageorgevic.

Por consiguiente, debe tomarse con debida reserva el juicio de C. A. Herter sobre el "patriotismo" de Tito, si se alude al patriotismo nacional que movió a Nagy y a Gomulka. No sólo que Tito, igual que todos los comunistas, considera el nacionalismo como emanación de la sociedad burguesa, sino que nunca evidenció sentimiento alguno de lealtad hacia el pueblo croata, de cuyo seno proviene, según su biografía oficial. El "patriotismo" de Tito se reduce a la defensa de los intereses del grupo dominador en el Estado plurinacional de Yugoslavia, con la hegemonía de Servia, aunque en la constitución se reconocen cinco nacionalidades: la servia, la croata, la eslovena, la montenegrina y la macedonia. Tito, exponente del grupo hegemonístico, no reivindicó los intereses nacionales croatas. Por el contrario, en la última guerra luchó -por la liquidación del Estado nacional croata y por la restauración de Yugoslavia en su función de Servia ensanchada. Después de la guerra organizó una represión excepcionalmente sangrienta, con todos les elementos de genocidio contra el nacionalismo croata. Obró de este modo, aunque antes de la guerra los comunistas llamaban a Yugoslavia "cárcel de los pueblos", igual que los bolcheviques a la Rusia zarista antes de subir al poder. Se ha dicho que Tito, siendo jefe de un Estado multinacional, sigue el ejemplo de los Habsburgo[23], en cuyo ejército, antes y durante la primera guerra mundial adquirió conocimientos castrenses como suboficial. Se podría decir, con más razón, que Tito es el Stalin yugoslavo, Stalin pese a ser oriundo dé Georgia, uno de los países sometidos al imperio ruso-soviético, fue el heredero político de los zares rusos. Tito, pésimo opresor del pueblo croata, es más bien el heredero político de los Karageorgevic que de los Habsburgo. Estos últimos fueren, por lo menos, gobernantes legítimos en la comunidad danubiana homogénea en lo cultural y complementaria en lo económica, lo que no cabe decir de Yugoslavia ni de la dinastía servia de Karageorgevic.

Hablar del titoísmo como del patriotismo nacional cabe únicamente si se toma, conforme a las concepciones del ancien régime, por nación sólo al grupo dirigente o a la cabeza del poder totalitario absoluto.

Tito cobra caro al Occidente sus ficticios servicios

Yugoslavia se vio obligada, a raíz de la resolución de Cominform a abandonar su política agresiva contra Occidente, en la que hasta entonces se mostró como el satélite soviético "más combativo y extremista" cuando Tito era "más stalinista que el mismo Stalin". Incluso después de la Resolución durante el V Congreso del Partido Comunista Yugoslavo, reunido del 21 al 28 de julio de 1948, "el grupo Tito, Kardelj, Rankovic y Djilas", blanco de los ataques del Cominform, no dejó de subrayar su lealtad a Stalin y a la Unión Soviética[24].

Recién cuando fracasó la tentativa de revocar la Resolución, el régimen de Tito, pasando por un trance difícil bajo la presión soviética y la de los países satélites vecinos[25], moderó su política agresiva contra los países occidentales. De este modo se produjo cierto alivio en las fronteras yugoslavas con Grecia, Italia y Austria. Sin embargo, deducir que ese alivio se produjo debido únicamente a la resistencia de Tito a Stalin, es aplicar el sofisma post hoc, ergo propter hoc, lo que implica el peligro de considerar como causa lo que es sólo un antecedente.

En efecto, si no nos detenemos en la Resolución del Cominform y nos remontamos al pasado, constataremos que la posición agresiva de Tito hacia Grecia, Italia y Austria no concordaba con las intenciones de Moscú. Los dirigentes soviéticos disuadían a Tito de semejante política e incluso antes de la Resolución actuaban contra él cuando lo consideraban conveniente para los intereses de la Unión Soviética y del comunismo mundial. Por consiguiente, la tirantez entre Yugoslavia y sus vecinos se habría aflojado en caso de que Stalin hubiera derrocado al grupo de Tito y llevado al poder a gente de su confianza.

El biógrafo oficial de Tito subraya reiteradamente que Stalin se mostraba descontento de la agresiva política exterior de Tito[26]. Otros autores también confirman esos asertos. Milovan Djilas, en su reciente libro, dice que Stalin en 1948 exigía la suspensión de la guerra civil en Grecia. Los norteamericanos y los ingleses -declaró Stalin- jamás permitirán que las rutas marítimas en el Mediterráneo sean cortadas. Nada podemos contra eso, ya que no tenemos armada".[27] Eso no obstó para que el Cominform atribuyese la derrota comunista en Grecia, a la explotación norteamericana de la traición de Tito. Replicando a esas acusaciones, Vukmanovic Tempo, destacado jefe comunista yugoslavo, inculpó sin cortapisa a los dirigentes soviéticos que abandonaron "la lucha revolucionaria del pueblo griego" por no considerar a Grecia "zona de los intereses soviéticos".[28]

Stalin tampoco apoyó la política agresiva de Tito contra Austria, que perseguía la anexión a Yugoslavia de una parte de Carintia. En su carta, fechada el 12/V/1945 y dirigida al canciller austríaco Dr. Karl Renner, prometió la integridad territorial de Austria. Luego dos años después, Molotov declaró a Eduardo Karadlj entonces vicepresidente del gobierno yugoslavo que sus reclamaciones respecto de Carintia carecen de perspectiva y que el gobierno soviético sigue arrastrando ese problema para obtener una solución más favorable de la cuestión de las propiedades del Tercer Reich en Austria[29].

Los soviéticos tampoco estaban satisfechos con la posición de Tito en el entredicho triestino. Firmaron el tratado de paz con Italia, aunque Trieste no fue anexada a Yugoslavia conforme lo reclamaba Tito. Ya el 27/V/1945, en un discurso pronunciado en Ljubljana, Tito expresó su disgusto por la falta de ayuda soviética en momentos en que los guerrilleros comunistas tuvieron que retirarse de Trieste. De la correspondencia entre los partidos comunistas yugoslavos y ruso previa a la Resolución del Cominform, se desprende que Moscú interpretó esa protesta como un acto antisoviético encaminado a arrastrar a la Unión Soviética a la guerra, en condiciones desfavorables, contra las democracias occidentales. Esa fue una de las causas principales del posterior conflicto. Por otra parte, los soviéticos, lejos de querer fortalecer a un satélite tan ambicioso, estimaban que la agitación yugoslava respecto a Trieste perjudicaba al Partido Comunista italiano. En efecto, es creencia generalizada que la declaración de los gobiernos occidentales del 20/3/1948 sobre la entrega de Trieste a Italia, contribuyó a la derrota de los comunistas italianos en los comicios de ese año, cuando parecía que con el apoyo del ala izquierda del socialismo se transformarían en factor principal de la política italiana.

Se colige, pues, que Stalin quiso hacer sua sponte lo que Tito, tras la resolución de Cominform, se vio obligado a hacer a causa de su aislamiento, es decir, terminar con la política agresiva de Yugoslavia contra Grecia, Italia y Austria. No cabe duda de que la ayuda prestada por los países occidentales facilitó a Tito la marcha atrás. Lo no correcto es acreditar ese cambio a Tito y presentarlo sin reservas como "resultado sorprendente" de la ayuda norteamericana a la Yugoslavia comunista.

Sin el apoyo ruso, Yugoslavia no puede practicar una política agresiva antioccidental, aunque Tito lo intentara. Croacia y Eslovenia, ubicadas en el Mediterráneo y en la Europa Central, lindan con los países democráticos en larga extensión. Los países vecinos de Yugoslavia, Grecia e Italia, integran la NATO. Incluso los factores económicos, la gravitación de Croacia y Eslovenia hacia los centros industriales del Occidente, determinan que Tito transija con los países occidentales si no quiere depender totalmente del bloque soviético.

Producido el conflicto con Stalin, Tito no tuvo otra escapatoria que solicitar ayuda del Occidente. En esta emergencia, las potencias democráticas tenían otra alternativa: en lugar de prestar el apoyo político a una tiranía comunista, se podía aprovechar el callejón sin salida del régimen de Tito con el fin de liberar a los pueblos de Yugoslavia del yugo comunista. El régimen comunista no estaba en aquel entonces consolidado. La resistencia de las fuerzas nacionales y anticomunistas era muy vigorosa. Los países satélites ejercían fuerte presión sobre Belgrado. No es probable que una eventual rebelión hubiera sido tratada como luego la de Hungría. En cambio, es muy probable que los gobiernos comunistas de Hungría, Bulgaria y Albania habrían aprovechado la crisis interna del régimen de Tito para reivindicar Voivodina, Macedonia y Kosmet, respectivamente, territorios contiguos y habitados en masas compactas por los connacionales de los respectivos países.

El derrocamiento del régimen comunista más agresivo habría significado permanentes ventajas estratégicas para Occidente y, además, el ejemplo de la derrota de la vocinglera tiranía comunista habría estimulado mucho más las fuerzas de resistencia en los países satélites que todas las discusiones sutiles sobre el titoísmo como comunismo nacional, que -como vemos- no pueden conducir a la liberación de los pueblos oprimidos. En lugar de ceder posiciones, era factible otro camino con serias perspectivas de hacer retroceder a la Unión Soviética a sus fronteras de preguerra y luego aprovechar los antagonismos nacionales allí latentes.

Prevaleció, no obstante la tesis que abogaba por la ayuda a Tito en lucha contra Stalin. Ahora quieren justificarla destacando su popularidad entre las vastas masas anticomunistas en Yugoslavia. De hecho, la supuesta popularidad de la política exterior de Tito se resume en que los pueblos oprimidos de Yugoslavia, colocados frente al dilema: o la tiranía comunista bajo la poderosa protección del coloso soviético, o una tiranía comunista debilitada a raíz del conflicto con Moscú y la escisión interna, prefirieron, como es lógico, la segunda alternativa como mal menor. Sin embargo, ese mal es tan grande que son contados los que en Yugoslavia y Europa Central comprenden cómo era posible que las democracias occidentales no hayan tratado de ayudar a los pueblos sojuzgados de Yugoslavia para liberarlos del yugo comunista. Esa omisión deprimió a los amantes de la libertad, alentó a los comunistas y perjudicó los intereses occidentales en los países neutralistas.

Peligro que no existe

Aparte la cuestión de si las ventajas derivadas del conflicto Tito-Stalin son resultado de la ayuda occidental a la Yugoslavia comunista, aquí someteremos al análisis los argumentas de los que defienden esa política y sustentan que una actitud más firme de las potencias occidentales, acompañada de concesiones insignificantes por parte de Moscú desembocaría ineludiblemente en la readmisión de Tito en el bloque comunista.

Ante todo, es preciso examinar a fondo las causas, la naturaleza y el alcance del conflicto Belgrado - Moscú. Luego, podremos discutir si ese conflicto se debe a las razones personales de los actores y a otros factores contingentes o fue el reflejo de las constantes sociales y políticas, es decir de factores determinantes difíciles de alterar.

Si consideramos sin prejuicios las relaciones imperantes dentro del bloque comunista, verificaremos ante todo que el conflicto Stalin-Tito fue acaso el primero, más no el único y el más importante, síntoma de la crisis en las relaciones entre Kremlin y los gobiernos de los países satélites. Por lo tanto, aparte las proporciones, no fue Tito quien quebró "la unidad monolítica comunista", pues existe tirantez entre Moscú y sendos gobiernos satélites, sobre todo entre la Unión Soviética y la China roja que no se resigna a desempeñar el papel del satélite soviético.

En la nueva situación surgida tras la segunda guerra mundial, tales tensiones fueron ineludibles y no dependían de la voluntad individual, sino de factores objetivos. Hasta el término de la última conflagración mundial, la Unión Soviética fue el único país comunista. Los partidos comunistas fuera de Rusia actuaban en diáspora, en muchos casos ilegalmente. Para todos ellos la Unión Soviética era la patria del proletariado mundial a la que debían ser leales antes que a su propio país. En semejantes circunstancias, la central moscovita del comunismo internacional pudo en sus relaciones con los partidos comunistas fuera de la U.R.S.S. sin mayores perturbaciones practicar los principios leninistas relacionados con la disciplina y la unidad monolítica del partido bolchevique.

Como los conductores del comunismo mundial eran al mismo tiempo el gobierno de una gran potencia con arraigadas aspiraciones al dominio mundial, sendos partidos comunistas, meras secciones del Comintern, ajustaban su actividad a la política exterior de la Unión Soviética, subordinando los intereses de su país a los intereses de "la patria del proletariado mundial". Así, en la última guerra, estando aún vigente el pacto Ribbentropp-Molotov, los partidos comunistas estaban contra las "plutocracias" occidentales. En la segunda fase de la guerra, producido el conflicto germano-ruso, los partidos comunistas organizaron movimientos de resistencia con el objeto de aliviar la presión alemana sobre el frente soviético y de conquistar posiciones para la expansión comunista de la posguerra. Derrotado el Tercer Reich, los comunistas cambian nuevamente de frente. Luchan contra el "imperialismo occidental" que hasta entonces era un aliado bienvenido. "Lenin tenía precedentes de su imagen de Moscú como el cuartel central ideológico y político de un Estado universal. La idea del eslavofilismo, que concebía a Moscú como Tercera Rama, como el centro de religión universal y de un Estado mundial, no le era ajena" [30]. La Unión Soviética no hubiera podido dominar la gran parte de Europa al finalizar la guerra de no haber contado con el sistema monolítico del partido comunista, definido por Stalin como "la unidad total y absoluta de voluntad y acción". Es el cimiento en que se asienta todo el edificio del ensanchado imperio soviético. Esa unidad se practica implacablemente, pese a las declaraciones acerca de la independencia de los países satélites. En consonancia con las tradiciones imperialistas rusas, la Unión Soviética practica su hegemonía en todos los ámbitos -militar, político, económica y hasta cultural- con evidentes tendencias de rusificación. Con la característica prepotencia rusa se reprime la crítica más moderada de los métodos soviéticos. "El principal instrumento de América es la libertad; el de Rusia la esclavitud" ha constatado Alexis de Tocqueville mucho antes del establecimiento del régimen bolchevique.

Ese sistema de total subordinación de los intereses de los países satélites a los de la Unión Soviética -sin distinguir a veces si se defienden los intereses del imperio ruso o de "la patria del proletariado soviético"- hubo de suscitar inevitablemente la oposición en los países sojuzgados y no sólo de los anticomunistas. Incluso los comunistas empedernidos pudieron convencerse ahora que los intereses encontrados entre sendos países comunistas no desaparecieron automáticamente de acuerdo al internacionalismo comunista, como muchos esperaban. Los países satélites en la Europa Centro-oriental conservaron, mayormente, sus fronteras trazadas después de la primera guerra mundial, de modo que actualmente también, dentro del sistema comunista subsisten las reivindicaciones territoriales. Los únicos cambios territoriales fueron operados en beneficio de la Unión Soviética, a expensas de Finlandia, de los países bálticos -anexados, en rigor, a Rusia-, de Polonia, Checoslovaquia y Rumania. Además países de tradición occidental en lo cultural y económico, dependen ahora de Rusia, lo que los dirigentes soviéticos justifican con el interés del comunismo mundial.

Por razones de oportunidad política, "las democracias populares" se comportan formalmente como Estados soberanos, independientes de la Unión Soviética. La virtual ocupación soviética está disfrazada con el Pacto de Varsovia. Stalin, empero, se aseguró la "unidad monolítica" mediante el control de los partidos comunistas, verdaderos factores de poder. De ese modo el gobierno soviético -que es a la vez la jefatura del partido- mantiene en dependencia completa a los gobiernos satélites. Ese control está reforzado y garantizado por la presencia del Ejército Rojo. Cuán importante es este control militar, lo prueba el hecho de que sólo los países comunistas donde no se hallan estacionadas las tropas soviéticas, como Yugoslavia, la China Roja y Albania, pudieron oponerse a los dictados de la jefatura soviética.

En el sistema soviético de satélites reviste suma importancia la cuestión de idoneidad y lealtad de quienes controlan los partidos comunistas y por su intermedio a los gobiernos en los países satélites. Los dirigentes locales deben ser incondicionales a la dirección del Kremlin, siempre conscientes de su dependencia. El satélite recibe del sol, luz y calor, mientras que el poder de gravitación fija su órbita. Los dirigentes de los países satélites al querer, frente a Moscú, buscar apoyo dentro de su nación o si cuentan con propios méritos y popularidad, no son los verdaderos satélites y, por eso, no pueden ser tolerados.

Ese momento tuvo gran importancia al surgir el entredicho Tito Stalin. El dictador yugoslavo llegó al poder como criatura del mismo Stalin, quien lo impuso en 1937 como secretario general del Partido Comunista Yugoslavo, en reemplazo del Josip Cizinski Gorkic, oriundo de Bosnia, pero de ascendencia ucraniana. Gorkic fue acusado de tendencias trotskistas, se le perdió todo rastro en Rusia durante las famosas "purgas" con la mayoría de los ex jefes comunistas yugoslavos. (En ello Tito desempeñó un papel oscuro, todavía no aclarado debidamente).

Stalin entonces, viendo el fracaso de la táctica comunista en Alemania que, de hecho, favoreció al nacionalsocialismo inauguró el curso del Frente Popular. En lugar de proseguir atacando a los socialistas, el centro democrático y la izquierda, había que infiltrarse y captarlos so capa de la lucha contra el enemigo común. La misma táctica, algo modificada, fue aplicada durante la última guerra en el plano internacional, cuando la Unión Soviética, por concurso de circunstancias especiales se alió a las democracias occidentales. Entonces "los frentes antifascistas" se transformaron en ciertos países en "los movimientos de liberación nacional" cuyo objetivo primordial consistía en conquistar el poder.

Terminada la guerra, en la nueva situación y en aquellos países donde llegaron al poder los comunistas practicaron con todo rigor el sistema del gobierno totalitario comunista, eliminando en primer lugar a sus aliados de ayer. En el plano exterior, los aliados occidentales se trocaron en un cerrar y abrir de ojos en "instigadores belicistas imperialistas". Ese cambio de frente requería el abandono de los slogans acerca de la independencia nacional y la realización de "la unidad total y absoluta de voluntad y acción" del imperio soviético ampliando, en una actitud intransigente para con los adversarios del comunismo tanto internos como externos. Si algunos dirigentes comunistas se sintiesen demasiado satisfechos en su papel de gobernantes de los países independientes debió aplicarse el principio: nueva política, nuevos ejecutores. Resultó es cierto, que algunos jefes comunistas no se adaptaban adecuadamente a nueva situación, aunque Stalin trató aun antes de la guerra de entregar la dirección de los partidos comunistas a gente absolutamente leal, eliminando a los intelectuales, a quienes suplía con ex obreros, sin instrucción formal, pero conscientes de su habilidad, militancia, disciplina, dedicación a la causa comunista y sobre todo de lealtad personal a Stalin[31]. Cuando esos elementos subversivos, sin visual amplia, ocuparen los puestos clave en los países satélites, surgieron dificultades inevitables. Los jefes, privados de condiciones de acción independiente, tuvieron que actuar durante años y años con cierta independencia (disolución del Comintern) como defensores de los intereses nacionales contra la ocupación e influencia del Tercer Reich y la Italia fascista. Eran propensos a defender los intereses creados tanto personales como, en algunos casos, los intereses nacionales. Aunque no se declaraban abiertamente contra la jefatura moscovita, subsistían antagonismos y rivalidades por la influencia entre los gobiernos satélites.

Tito puede servir como un caso típico. Era obrero metalúrgico que adquirió instrucción política en Rusia. Como secretario general del Partido Comunista yugoslavo liquidó, obedeciendo las instrucciones de Stalin, los conflictos dentro del partido, sostenidos por los intelectuales. Logró ciertos éxitos con sus acciones independientes contra el deseo de Stalin y fue el primero en caer con su grupo cuando Stalin inició, por las razones aducidas precedentemente, nuevo curso político, introduciendo cambios en la jefatura comunista de los países satélites.

Durante la guerra pasada Tito aprovechó la inactividad y la actitud chovinista granservia del general Draza Mihailovic, enfrentándose así con el gobierno yugoslavo exilado en Londres y reconocido por Moscú. Mihailovic, contrincante de Tito en Servia, era formalmente ministro de guerra en el gobierno exilado. Stalin, mientras necesitaba el apoyo de las democracias occidentales, que respaldaban al gobierno yugoslavo en Londres, no deseaba esos conflictos. Recién en la última fase de la guerra, Tito contó con el apoyo de Moscú, y a fines de 1944 el Ejército Rojo lo entronizó en Belgrado. Luego tuvo que luchar sin el respaldo directo de Moscú, ya que en virtud del acuerdo entre Churchill y Stalin, la Yugoslavia restaurada debió ser una zona de influencia ambilateral, de modo que los soviéticos no pudieron ocupar el territorio yugoslavo y ser dueños absolutos en el país. Más tarde, a raíz de la resolución del Cominform, los comunistas yugoslavos no dejaron de quejarse con amargura de que Stalin, mientras necesitaba de los anglosajones, estuvo dispuesto a dividir a Yugoslavia. Además, según queda dicho, ni después de la guerra Stalin propició las reivindicaciones territoriales de Tito. Es pública su oposición a los planes de Tito en lo que concierne a la federación balcánica bajo la égida de Belgrado.

La posición de Stalin fue determinada por numerosos factores, de los que ya mencionamos los principales. Cabe agregar que a Stalin no le gustaba un satélite demasiado fuerte y arrogante, que so pretexto de defender los intereses servios había aglutinado durante la guerra las fuerzas de resistencia. Con todo, Tito pudo oponerse a Stalin debido precisamente a la cambiante táctica de éste con los aliados occidentales, tan censurada en Belgrado. Stalin no insistió en la ocupación de Yugoslavia, que, por lo demás, ya era un país comunista. Por otra parte, pese a la estructura análoga del Partido Comunista de Servia y de su adhesión tradicional a Rusia, Tito pudo oponerse a Stalin debido también a la mentalidad megalómana de sus colaboradores, tan característica para la psicología social de los montañeses balcánicos[32]. Además, los dirigentes comunistas no servios procedentes de países occidentalizados, como Croacia y Eslovenia, abominaban insistentemente los conceptos ruso-soviéticos y la práctica del monopolio comunista. Tito tuvo oportunidad de ver los métodos stalinistas in situ durante las depuraciones en Rusia, en las que tomó parte. Sabía que dentro de la tradición autocrática de la Europa oriental, al perderse el poder, se pierden todos los privilegios, peligra la libertad e incluso la vida de uno. La suerte que corrieron ciertos dirigentes comunistas en Hungría, Bulgaria, Rumania y Polonia, eliminados por Stalin durante el proceso de consolidación de la "unidad monolítica", constituye una prueba bastante clara.

Por lo tanto, Tito, hasta entonces "más stalinista que el propio Stalin", no tuvo otra salida que oponerse a los dictados de Moscú. Capitular equivaldría a perder los privilegios del poder, la libertad y la vida. La oposición era arriesgada, pero la única alternativa para salvar todo eso. Acorralado, Tito, si bien comunista fanático, impermeable a las inquietudes intelectuales tipo Djilas, buscó y logró el apoyo del Occidente capitalista, que tanto odia, deseando y presagiando su pronta quiebra. De ese modo, el dictador comunista, respaldado por el partido comunista monolítico, tuvo que buscar justificación ideológica de su proceder al ser acusado de traición a los ideales comunistas. Se inició, pues, una larga controversia en torno a las relaciones entre los países comunistas y la Unión Soviética. Una vez más, Tito tuvo suerte. Como se sabe, en el plano de relaciones entre los gobiernos de Moscú y Belgrado se llegó a un completo entendimiento tras la muerte de Stalin y el alejamiento de Molotov. La posición de Tito frente a sus correligionarios mejoró, pero no quiere decir que fue superado el conflicto entre los Partidos Comunistas soviéticos y yugoslavo que detentan el poder en ambos países. Los dirigentes yugoslavos no pueden aceptar la interpretación soviética de la unidad que implica el derecho del Kremlin a controlar totalmente a los partidos comunistas en los países satélites y a eliminar a los dirigentes no propicios e inadaptables. Es obvio que Tito no puede acceder a esas condiciones ni tampoco Moscú puede renunciar a sus conceptos sobre La unidad monolítica del comunismo internacional. Deberían operarse cambios profundos -y no sólo pequeñas concesiones- en las concepciones de los dirigentes soviéticos para que Tito reingrese al bloque comunista sin arriesgar su poder, su libertad personal y su vida. Lo que consiguió la China Roja, es decir, que se toleren ciertas diferencias en la interpretación de la doctrina marxista-leninista, no lo puede pretender Yugoslavia, país débil y pequeño, dominado por Servia, tenida desde varios siglos por esfera de intereses rusos.

Por consiguiente, todos los factores objetivos indican que Tito no puede regresar al bloque soviético y quo la discutible independencia de Yugoslavia no correría peligro en caso de que los Estados Unidos modifiquen su política de asistencia.

El peligro real ignorado

La independencia de la Yugoslavia de Tito, en opinión de los sostenedores de la "posición realista", sería de tanta importancia para los intereses de los EE.UU. que se justificarían contribuciones aún más cuantiosas y concesiones de orden moral y política todavía más perjudicables.

Independientemente del hecho de que el aflojamiento de la tensión en las fronteras de Yugoslavia con Grecia, Italia y Austria, respondía a las intenciones de Stalin, y aparte la cuestión de si esas ventajas debieron ser pagadas a tal precio, es indudable que en los primeros años posteriores a la Resolución del Cominform hubo en dicho sector cambios favorables a las potencias occidentales. Basta mencionar el Pacto Balcánico de amistad y cooperación, firmado en Ancara el 28/II/1953, por Turquía, Grecia y Yugoslavia que un año más tarde, con el acta adicional suscripta en Bled el 9/VIII/1954, fue transformado en alianza militar. Como Grecia y Turquía son miembros de la NATO y como Yugoslavia en aquel tiempo estaba presionada por el bloque soviético se trataba, de hecho, de una alianza defensiva contra la agresión soviética. Sin embargo, muerto Stalin, y tras el intercambio de visitas entre Khrushchev y Tito, el Pacto Balcánico se convirtió muy pronto en letra muerta. Tito y los comunistas yugoslavos dieron la bienvenida a la primera oportunidad para restablecer las relaciones amistosas con la Unión Soviética y sus satélites. La visita de Khrushchev a Belgrado y una serie de declaraciones sobre la culpabilidad de Stalin y Molotov por el conflicto con Yugoslavia, complacían la vanidad de Tito y fueron acogidas con gran alivio por parte de los comunistas yugoslavos, disgustados por la ruptura con la Meca del comunismo mundial. Ese giro puso en tela de juicio la independencia de la política exterior yugoslava respecto a Moscú. Lo que no desalentó, sin embargo, a los defensores occidentales de la política de asistencia a Tito. Ellos interpretaron la concesión de Khrushchev "que varios caminos conducen al socialismo" como una confirmación de sus ilusiones respecto al comunismo nacional. En efecto, podían alegar que ese criterio tuvo cierta repercusión en los países satélites en la primera fase de destalinización. La rebelión húngara, en sus comienzos, implicaba el carácter de resistencia de los mismos comunistas a la concepción stalinista en cuanto a los métodos de la unidad comunista.

Empero, la supresión brutal de la revolución húngara y la política oportunista de Gomulka demostraron que no hay perspectivas de éxito del comunismo nacional en los países del Pacto de Varsovia, donde se hallan estacionadas las tropas soviéticas. "El caso de Yugoslavia es particularmente significativo, porque la historia de las relaciones soviético - yugoslavas indica que las rebeliones contra el tipo ruso de monolitismo no anulan necesariamente la necesidad imperativa de una unidad comunista en relación al mundo no comunista[33]. Tito no vaciló en ponerse del lado de Khrushchev contra Imre Nagy tan pronto éste, presionado por los rebeldes, accedió a introducir un sistema pluripartidista y pedir ayuda del Occidente.

Si Tito no integró totalmente el bloque soviético, no se debe a la ayuda de los EE.UU., sino porque Khrushchev insiste en la tesis leninista - stalinista sobre La unidad del comunismo mundial, que implica un control rígido y total de los órganos estatales en los países satélites. En Moscú no pueden prosperar las teorías sobre el "policentrismo" comunista y, en caso concreto, sobre la creación de un directorio que regiría la política del mundo comunista con la participación igual de la Unión Soviética, la China Roja y Yugoslavia, en la primera fase. Si los soviéticos deben tolerar ciertas críticas chinas, potencia de primer orden, no están dispuestos a tolerarlas por parte de Yugoslavia, país relativamente pequeño y débil, que consideran como esfera de sus intereses, Los dirigentes soviéticos no omitieron, además, tomar medidas preventivas contra el peligro de la candidatura china a la jefatura del bloque comunista. Por un lado aceleran la rusificación de Asia Central para prevenir el peligro de la expansión china, y por el otro intensifican su control político y económico sobre los países satélites, con el propósito de consolidar las posiciones del imperio soviético en Europa, conquistadas por Stalin. Eso no permite a Tito explotar la tirantez entre Moscú y Pekín. Con todo, la central comunista en Moscú es ahora menos propensa que nunca a renunciar a los principias del monolitismo comunista, lo único que podría facilitar a Tito su regreso al bloque comunista sin someterse al control total de Moscú y sin correr riesgo de ver destituida la jefatura del Partido Comunista yugoslavo.

Los deseos de Tito se enfrentan también con acerba crítica china en cuanto al "revisionismo" yugoslavo. Pekín, que todavía no realizó sus planes expansionistas, es contrario a La interpretación de Krushchev de "coexistencia pacífica". Rusia, realizado ya el sistema de satélites, necesita cierta pausa para poder consolidar sus conquistas, cobrar nuevas fuerzas para asegurarse la jefatura del mundo comunista y conseguir, tal vez, sin necesidad de acciones bélicas, el dominio mundial mediante tácticas extorsionistas. E1 virulento comunismo chino rehusa contemporizar, y atacando a Tito quiere perjudicar a Khrushchev. Este, aunque lo quisiera, evita provocar a los chinos haciendo concesiones a Tito, adecuadas a los deseos y ambiciones del dictador yugoslavo. La enérgica posición china en este asunto se pone en evidencia en la defensa de Albania contra el supuesto acuerdo Tito y Khrushchev de subordinarla a Yugoslavia.

Tito, al llegar a la triste convicción de no poder ocupar dentro del bloque soviético un puesto de influencia y seguridad personal trató de afirmarse como uno de los líderes del tercer mundo, incompatible con la fuerza e importancia de Yugoslavia. Ya hemos visto que no se cumplieron las esperanzas de ciertos círculos norteamericanos de que el neutralismo, propagado por Tito, sería equidistante entre Moscú y Washington. Que Tito piensa todo lo contrario se deduce del programa de la liga de los Comunistas yugoslavos aprobado en su congreso, que tuvo lugar en Ljubljana en 1958. En dicho programa consta que la nacionalización que practican ciertos países recientemente emancipados no debe interpretarse como comienzo del sistema capitalista, sino más bien como primer paso hacia el socialismo. Eso concuerda también con las teorías comunistas acerca de "los movimientos de liberación nacional", cuya independencia sería la primera fase de la "liberación" total, es decir, la implantación del régimen comunista. Ello se ajusta también a la "coexistencia positiva" de Tito y a la "coexistencia pacífica" de Khrushchev; (mera diferencia de términos), que los ideólogos soviéticos definen como "el tipo más elevado de la lucha de clase", El neutralismo, en interpretación de Tito, consistiría en el establecimiento de lazos entre el comunismo soviético por un lado y los políticos y burócratas de los países subdesarrollados, por el otro. Tito presenta a los pueblos afroasiáticos los logros iniciales de industrialización de Yugoslavia como ejemplo atrayente para los países faltos de capitales. La industrialización de esos países sería viable únicamente con los métodos socialistas.

Asistimos, pues, al fenómeno paradojal de que los EE.UU., campeón de la democracia y la economía libre, financia la campaña del dictador comunista yugoslavo contra los intereses y la influencia del Occidente y de ellos mismos. No sólo financian experimentos costosos de Tito en el terreno económico, sino que financian directamente la propaganda que Yugoslavia no podría costear con sus propios medios.

Sólo durante un año y pico Yugoslavia concedió créditos por valor de más de 100 millones de dólares, a saber: a India, 40 millones; a Ceilán, 15,4 millones; a Indonesia, 10 millones; a Etiopía, 10 millones; a la República Arabe Unida, 10 millones; a Sudán, 5,5 millones; a Marruecos, 5 millones; a Ghana, un crédito de cinco años para financiar una serie de plantas industriales. Otorgó también créditos a ciertos países latinoamericanos, especialmente al Brasil y a la Argentina[34]. Todo ello debería probar lo bueno que es el sistema comunista yugoslavo. El régimen de Tito hace, además, una intensa propaganda directa. Según los datos oficiales, sólo en el período 1950-52 se imprimían en Yugoslavia 111 periódicos en 17 idiomas, además de grandes ediciones de libros, folletos en los idiomas principales. Esa actividad incrementó con el tiempo.

Si bien Tito, en sus frecuentes viajes por Asia y Africa, visita también a los países cuyos gobiernos se acercan más a las monarquías absolutistas orientales que a las "democracias populares", sus preferencias se vuelcan hacia los países con posibilidad de transformar en breve plazo "la ayuda por la liberación nacional'' en la conquista del poder por los comunistas. Yugoslavia defiende sistemáticamente en la ONU el régimen castrista, las aspiraciones de Gizenga en Congo y las fracciones izquierdistas de Argelia.

Al mismo tiempo que los cancilleres de las 19 repúblicas latinoamericanas condenaron unánimemente en la reunión de Washington la intervención soviética en Cuba, considerándola un peligro para las instituciones libres del hemisferio occidental, Tito en la declaración conjunta con Brezhnev, presidente de la Unión Soviética, dada a conocer el 3 de octubre de este año, responsabiliza a los EE.UU. de las relaciones tirantes con Cuba y los invita "a normalizar" sus relaciones con el régimen comunista cubano. "Teniendo presente la situación tirante de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba -dice el comunicado conjunto y algunas de las declaraciones agresivas e imperialistas de los círculos extremistas de Estados Unidos, que siembran la inquietud en el mundo, ambos bandos se declaran partidarios de la normalización de las relaciones". Piden que las "relaciones normales" se establezcan sobre los principios de la "coexistencia pacífica", en el momento, pues, que los técnicos rusos montaban con ritmo acelerado las bases para sus cohetes con cabezas atómicas, lo que probablemente sabía el dictador yugoslavo.

En el mismo comunicado Tito adoptó el punto de vista soviético en todos los problemas de la política mundial, incluso contra la integración política y económica de la Europa occidental.

Todo eso coincide con una serie de solemnes declaraciones conjuntas yugoslavo-soviéticas y con el reconocimiento inserto en el programa del Partido Comunista Soviético (1961) de que Yugoslavia "pertenece al campo socialista", que ha "adoptada sabiamente la senda socialista".

La "independencia" actual de Yugoslavia frente a Moscú consiste en no haber suscripto el Pacto de Varsovia. Tito no lo hizo por temor a la presencia de las tropas soviéticas en Yugoslavia, que implicaría su control total del país. Su adhesión enfática a la "coexistencia pacífica" se debe también a que la táctica dilatoria de Khrushchev le da tiempo, pues un conflicto abierto entre los dos bloques le obligaría a definirse y dejar entrar a las tropas extranjeras, lo que en ambos casos significaría el fin de su poder.

La oposición de Tito al estacionamiento de las tropas soviéticas en Yugoslavia trae indudablemente ciertas ventajas al Occidente. Pero, por otra parte, es menester tomar en cuenta que, pese a las ingentes inversiones y compromisos de orden moral, desaparecieron las ventajas derivadas del Pacto balcánico y Tito rehusa toda colaboración militar con los países miembros de la NATO. Para evitar ciertos contactos y controles del Occidente, Tito renunció a la nueva ayuda norteamericana.

El valor de tal "independencia" disminuye cuando se piensa en las serias posibilidades del retorno de Yugoslavia al bloque soviético en, caso de producirse cambios y relevos en la jefatura comunista de Belgrado. Eso vale especialmente para el caso de la muerte de Tito, hombre de avanzada edad, extenuado por la vida turbulenta que llevaba. En la prensa europea se discute ya desde hace tiempo sobre sus herederos políticos. En Yugoslavia existe una lucha sorda entre sus presuntos sucesores, relacionada, con la prevista reforma de la constitución yugoslava. Los comunistas servios quieren reforzar el poder central con el fin de perpetuar la hegemonía de Servia sobre los demás pueblos de Yugoslavia. Moscú, a su vez, favorece esa corriente centralista, pues por tradición aborrece las influencias occidentales a través de Croacia y Eslovenia y espera que los nuevos dirigentes comunistas servios, menos comprometidos durante el conflicto Tito-Stalin, podrían aceptar las condiciones soviéticas. Eso coincidiría con la aspiración tradicional de Servia de ser el exponente ruso en los Balcanes, lo que facilitaría su hegemonía en el sudeste europeo. Con la ayuda rusa, Servia podría oponerse a las reivindicaciones territoriales de los países vecinos, particularmente de Bulgaria, a causa de Macedonia y de Albania, que pide le sean anexados los territorios contiguos habitados por 800.000 albaneses y rehusa ser satélite del satélite, puesto que le asignan tanto Belgrado como Moscú.

Con el respaldo de Rusia, Servia podría tomar medidas de extrema represión contra los pueblos descontentos de Yugoslavia, sobre todo contra los croatas y eslovenos, que en el período 1945-1948, cuando detrás de los dirigentes servios se hallaba el coloso ruso, pasaron por los momentos tal vez más difíciles de su larga historia. Dicha represión cobró formas de verdadero genocidio, sobre el que el mundo libre sabe poco o nada. El mundo libre conoce únicamente y en parte las persecuciones religiosas que tendían a excluir no sólo la influencia social de la religión, sino también la influencia del Occidente en general.

A favor del posible retorno de Yugoslavia al bloque soviético cabe alegar también tantas afinidades entre Yugoslavia y la Unión Soviética. Ambos son Estados plurinacionales, dominados por un pueblo: la Unión Soviética, por el pueblo ruso; Yugoslavia, por el servio. De ahí, cierta analogía de las estructuras políticas y sociales. El ordenamiento interno de Yugoslavia es copia fiel del de la Unión Soviética. El comunismo yugoslavo es más próximo al marxismo de tipo ruso que el comunismo en otros países de tradición occidental. Los comunistas servios, cuando más dependían de la ayuda norteamericana, no dejaron de subrayar el "carácter corroedor" de influencia del "Occidente podrido". Por lo demás, existe la solidaridad de la "nueva clase" comunista en el nivel internacional.

Aunque Tito ordenó una represión despiadada contra los stalinistas en las filas del Partido Comunista yugoslavo en el momento culminante del conflicto con el Kremlin, en esta pugna procedió conforme a su formación política de tipo ruso. Consiguió restaurar a Yugoslavia gracias, en primer término, al apoyo servio. Fue tolerado en Belgrado como restaurador de Yugoslavia en función de la Servia engrandecida pese a su origen croata proclamado oficialmente. Huelga destacar la total ausencia de sentimiento patriótico de Tito en vista de que se lo exalta como creador del comunismo nacional. El Estado plurinacional yugoslavo representa para él, en primer lugar y ante todo, un instrumento de poder. La Raison d'Etat es el principio rector de su política. De ahí que en la situación actual luche más por las simpatías de Moscú que por las de Washington. En este sentido procede con crudo realismo. Las potencias occidentales se abstienen de hacer presiones sobre su régimen, de modo que se cuida bien de no provocar a Moscú, única amenaza seria. Cuando no puede participar en pie de igualdad en la conducción del comunismo mundial, Tito se contenta con el papel del cismático tolerado. Khrushchev acepta ese juego político y no hace peligrar el régimen comunista de Tito, esperando que con el tiempo Yugoslavia reingresará en el bloque soviético. Su propósito primordial, en la fase actual, es consolidar a la Unión Soviética y su imperio en Europa, convertirlos en base firme, en bastión de la revolución comunista mundial. Entretanto, China y Yugoslavia deberían cumplir otros cometidos en sus esferas respectivas dentro de la global estrategia de la revolución mundial.

Si bien ese estado de cosas no cuadra con los deseos íntimos de Tito, lo acepta, pues le permite ser tolerado por los países comunistas y poder asegurar la base de su régimen, integrado por un grupo relativamente reducido de comunistas combativos. Los que de mala gana se alejaron del bloque soviético, ahora aplauden cada acercamiento a Moscú, que para los comunistas servios no es sólo el cuartel general de la revolución mundial, sino también la madre patria de los eslavos ortodoxos, protectora natural de Servia.

Parece que a Tito no le preocupa mucho La cuestión de su herencia política. Cuando piensa en las futuras relaciones con Moscú, sus simpatías de un comunista de convicción y de formación rusa están del lado de quienes desearían la integración de Yugoslavia en el bloque soviético. Entre ellos, como si existiera un acuerdo táctico: lo que no puede conseguir Tito, la lograrán sus sucesores.

La necesidad de una verdadera política hacia la Yugoslavia comunista

Hemos podido esbozar en líneas generales los principales aspectos del conflicto Tito-Stalin. Con todo, cabe concluir que al cabo de un estudio objetivo de la naturaleza y alcance de ese conflicto se deduce que los supuestos de los sostenedores de la política realista hacia la Yugoslavia comunista no son exactos ni precisos, de modo que no pueden servir de base para una política exitosa.

En primer lugar, la ayuda abundante prestada a Tito durante más un decenio, no puede considerarse un factor desencadenante de ciertas ventajas estratégicas para las democracias occidentales. En este caso la proposición post hoc, ergo propter hoc carece de valor, ya que Tito tuvo que renunciar a su política agresiva contra Occidente antes de haber solicitado y obtenido ayuda financiera, en víveres y la militar como asimismo cierta clase de garantías contra el ataque soviético o de los países satélites. Tuvo que apartarse de esa política, que no tenía sentido y resultaba peligrosa sin el apoyo del bloque comunista, tan pronto sus correligionarios y aliados comunistas se convirtieron en sus adversarios procurando llevar al poder hombres de lealtad incondicional a Stalin. La continuación de la política agresiva del "más stalinista que el mismo Stalin", habría inducido a los gobiernos occidentales a respaldar la resistencia de los pueblos oprimidos de Yugoslavia, doblemente peligrosa para Tito: como reacción popular contra la tiranía comunista y contra la hegemonía de Servia sobre los demás pueblos y numerosas minorías nacionales. De este modo Occidente habría probablemente logrado mayores ventajas estratégicas sin necesidad de contraer incómodos compromisos de orden político y moral. Ellos serían de carácter permanente, no dependerían de la política oscilante de Tito entre Washington y Moscú. Incluso en el caso de que Stalin hubiese eliminado al grupo de Tito, la política agresiva antioccidental sería mitigada. Es verdad que en tal emergencia no se habrían producido los éxitos iniciales como la adhesión de Yugoslavia al Pacto balcánico, dirigido en última instancia contra la Unión Soviética. Esos desde luego, fueren éxitos efímeros. Dependían más de Moscú que de Washington, pues al aflojar la presión soviética contra el régimen de Tito después de la muerte de Stalin, se produjo inmediatamente el vuelco que pone en duda las citadas ventajas estratégicas del Occidente.

Los autores de esa Realpolitik hacia la Yugoslavia comunista son muy poco realistas en sus premisas sobre el alcance del conflicto entre los comunistas yugoslavos y la central del comunismo mundial en Moscú. Juzgando las relaciones en los Balcanes y en la Europa Oriental de acuerdo a los criterios y cánones prevalecientes en el ámbito de la civilización occidental, se muestran incapaces de calar a fondo en las relaciones imperantes en el ámbito de la milenaria tradición autocrática de les imperios bizantino y ruso y su reflejo en la concepción comunista de disciplina y de unidad monolítica. Suponen erróneamente que el factor determinarte en el conflicto Stalin-Tito fue el presunto patriotismo de éste último, mientras se trataba y trata de conservar sus propios intereses y privilegios, ya que según la arraigada tradición bizantina, la pérdida de poder implica también pérdida de vida. Si concurrían también los intereses nacionales, el grupo de Tito los concebía en función de la conquista y la conservación de su poder absoluto. La patrie, c'est moi! Es preciso también tener presente que la defensa de "los intereses nacionales" en un Estado plurinacional como lo son Yugoslavia y la Unión Soviética, significa el nacionalismo expansionista del grupo étnico dominante.

Una política, concebida sobre premisas falsas, insuficiente conocimiento de la situación real, por demás mal interpretada, no pudo brindar ventajas políticas a largo plazo. Ya ahora resulta muy problemática la independencia de Yugoslavia, tan altamente cotizada en el State Departament, pues hay peligro serio de que, en caso, de cambio en la jefatura política de Yugoslavia, queden eliminadas todas las disensiones entre los partidos comunistas yugoslavo y soviético, dado que ya existen coincidencias entre ambos países sobre los principales problemas internacionales. En tal caso, Occidente perdería definitivamente todas sus ventajas en el Sudeste europeo. Sus consecuencias se harían sentir también en las relaciones internas de la misma Unión.

EE.UU. debería tomar todas las medidas necesarias a fin de impedir un desarrollo tan desfavorable. Conviene asegurarse que tantos sacrificios materiales, y sobre todo los morales, no sean inútiles. A tal propósito el State Departament debería abandonar las premisas inconsistentes según las cuales el dictador Tito, enfrentado con el planteamiento de condiciones políticas, tendría una sola alternativa: capitular ante Moscú. Desde el comienzo existe otra alternativa menos drástica: la de hacer concesiones al Occidente. Debido únicamente al carácter defensivo de la política norteamericana frente al expansionismo comunista y a un optimismo iluso respecto a la evolución espontánea de los regímenes comunistas, prevaleciente sobre todo entre los intelectuales, no se había tomado en consideración, desde el principio, otra alternativa que corresponde a la verdadera situación dentro del bloque comunista. Ahondando el problema, resulta que Belgrado es consciente de que su regreso al bloqueo soviético significaría una capitulación incondicional con todos los peligros inherentes para el grupo de Tito, mientras que haciendo concesiones de importancia al Occidente, su integridad física sería salvaguardada. Esta noción está en la raíz de la evolución de Milovan Djilas hacia las concepciones occidentales del socialismo.

Uno de los perjuicios, sostenidos y difundidos por la propaganda del régimen yugoslavo, es también la leyenda acerca de Tito, hombre altivo y patriota a carta cabal, dispuesto a capitular ante Moscú con todos los peligros que eso implica antes de aceptar condiciones políticas del Occidente. Semejante ingenuidad es susceptible de provocar tan solo comentarios humorísticos en un ambiente cruel e implacable donde la lucha por el poder es el principio rector de la política, pues es la condición de autoconservación de quienes detentan el poder absoluto.

La leyenda en torno a un orgullo patriótico de Tito se vuelve insostenible a la luz de un análisis crítico y objetivo. Para Tito, como para todos los comunistas auténticos, la dictadura del proletariado prevalece sobre los intereses nacionales. Si Tito, siendo ante todo comunista fanático, pudo solicitar y recibir la ayuda del Occidente capitalista que odia y cuyo derrumbe desea y prepara, puede sacrificar también sus sentimientos patrióticos si es que los tiene. Por eso, todas sus anunciaciones solemnes de que nunca haría concesiones políticas, resultan mero regateo oriental discordante con los hechos reales. Hay antecedentes que prueban que Tito sería capaz de retribuir la asistencia del Occidente con concesiones políticas. Lo prueba inequívocamente su retirada en el entredicho triestino en 1954. En aquel entonces amenazaba repetidamente con desencadenar la guerra en caso de que Trieste fuese incorporada a Italia en virtud de la declaración de los gobiernos occidentales de 1948. Esa retirada -según acota Sir Anthony Eden, actor activo en las negociaciones, y la transacción sobre Trieste, concluidas en 1956- "había costado caro a los aliados en hombres, dinero y mal humor. Costó bastante convencer a los yugoslavos, pero pudimos endulzar la píldora. Uno de los dulces era económico, y en este aspecto el gobierno de los Estados Unidos se mostró generoso y prudente. Ofreció veinte millones de dólares, a los que nuestro Ministro de Hacienda añadió dos millones de libras para ayudar a sufragar la construcción de un nuevo puerto en la zona B y para otras necesidades" [35].

Sólo este caso de eliminación de uno de los focos más virulentos de la guerra fría con una compensación ridícula, bastaría para acabar con la leyenda de que Tito es inaccesible a las concesiones políticas, de no existir prejuicios hondamente arraigados entre los expertos occidentales.

No cabe duda que actualmente todo planteamiento de condiciones políticas al régimen de Tito chocaría con ciertas dificultades. Belgrado ya está acostumbrado a recibir abundante ayuda sin retribución alguna. Además en caso de una presión occidental con eventual apoyo a la resistencia de los pueblos oprimidos de Yugoslavia, Tito podría contar con cierto respaldo, soviético. En todo caso, lo pensaría antes de solicitar intervención militar soviética, pues eso equivaldría a la capitulación incondicional frente a Moscú. Para Tito la "independencia" de Yugoslavia de la Unión Soviética importa más que para los EE.UU. De ella depende su permanencia en el poder, que es la que Tito aprecia más. Dada la evidente identificación de la política exterior soviético-yugoslava, la independencia de Yugoslavia pierde su valor para los EE.UU. En la situación actual, Washington, aunque no obtuviera las garantías deseadas mediante presión económica y política, no perdería mucho; en cambio, si las obtuviera, su valor sería tal que merecen cierto riesgo.

La cuestión de las concesiones políticas en los asuntos internos de Yugoslavia requiere un cuidadoso examen, no así el problema de la política exterior de Tito. Prescindiendo de la controversia sobre si Tito sólo busca en el "tercer mundo" su propia afirmación o coopera con la Unión Soviética, no tiene sentido la financiación norteamericana de la agitación de Tito en los países afroasiáticos e incluso latinoamericanos. ¿Qué sentido tiene solicitar de los gobiernos suramericanos separarse con muralla china de la Cuba castrista, y al mismo tiempo financiar un régimen solidario con el fidelismo en su papel de exponente soviético? A medida que mejoran las relaciones entre Moscú y Belgrado, resulta más evidente que, no obstante las disensiones entre Moscú, Pekín y Belgrado, existe solidaridad básica frente a los países no comunistas. Hay acusada similitud entre la posición de Tito respecto a los países subdesarrollados, conforme a lo expresado en el programa del Partido Comunista yugoslavo de 1958, y las afirmaciones de su acerbo crítico Chou-en-Lai, formuladas en su discurso del 20 de agosto del mismo año, en las que abogaba por la transferencia de la agitación antioccidental de Asia y Africa a los países latinoamericanos. El ideólogo comunista chino sostenía: "... que los pueblos de los países latinoamericanos tienen algo en común con los puebles de Asia y Africa. Tienen objetivos comunes: oponerse al colonialismo, oponerse a la agresión y a la intervención imperialista, demandar la paz, oponerse a la guerra, presionar por un desarrollo independiente de la economía nacional y surgir del subdesarrollo; en otras palabras..., los pueblos de los países latinoamericanos, asiáticos y africanos tienen aspiraciones y demandas comunes'' [36]. Si Tito quiere comerciar con el hemisferio occidental, pase, pero ¿qué beneficio puede traer su anunciada visita a varios países latinoamericanos?

Del presente análisis, necesariamente incompleto, de una problemática tan compleja, se deduce que la actual política del "riesgo calculado" de ayuda al régimen de Tito, no fue debidamente adaptada a la situación real. No somos de los que niegan todo valor de esa política. Con ellos coincidimos cuando subrayan los factores de índole moral inherentes a la política de ayuda a una dictadura comunista por parte de las potencias democráticas del Occidente cristiano, pero estimamos que la simple negación de los esfuerzos realizados, sin ofrecer una alternativa a la política actual, significa el abandono de los pueblos oprimidos de la Europa Centro-oriental a su triste destino. Siempre es mejor una política activista imperfecta que la abstinencia total.

Lo que consideramos insostenible en la política actual son las apreciaciones infundadas de las relaciones entre Moscú y Belgrado. A causa de ollas, los defensores de la supuesta Realpolitik ni pensaron en que la liberación de los pueblos de Yugoslavia podría servir de poderoso instrumento de presión política y económica lo que estaba a su alcance. Tampoco se intentó conseguir garantías de que las provisorias y limitadas ventajas estratégicas del Occidente, resultado del antagonismo Moscú-Belgrado, no se perdiesen en caso de cambios políticos en Belgrado.

Tras tantas oportunidades desperdiciadas -la última era la revolución húngara-, las posibilidades actuales son bastante restringidas. Con todo, ante el peligro evidente del retorno de Yugoslavia al bloque soviético, queda únicamente, aunque tarde y en situación no tan propicia, impedir una nueva derrota de los países democráticos en su pugna con el bloque soviético. Es menor riesgo exponerse a sufrir un fracaso que esperar, en actitud pasiva, una evolución desfavorable, al parecer inevitable. Aunque no se logre el éxito deseado, el hecho de haberse intentado impedir el control soviético en la zona adriático-danubiano-balcánica, importaría efectos positivos de orden moral, que no deben desdeñar ni los que sustentan el realismo político, a menos que crean, en el espíritu tradicional del realpolitik, que en los asuntos políticos no cuentan valores morales.

Una tentativa, por tardía e improductiva que sea, de influir en el desarrollo de la situación en el sudeste europeo, reavivaría las esperanzas de los pueblos oprimidos y sería interpretada en el mundo entero como una prueba de que EE.UU. y otras potencias democráticas occidentales no renuncian a su vocación libertadora. La repercusión en los mismos EE.UU. sería favorable, por cuanto quedarían invalidadas las acusaciones de traición, por el estilo de las formuladas después de la última guerra mundial, cuando cundió la decepción respecto al aliado soviético. Las primeras víctimas de la decepción pública serían los estudiosos especialistas, actuales partidarios de la política de asistencia al régimen de Tito, despojada de condiciones políticas y de garantía alguna.

"No puede apoyarse la libertad en un lugar, rindiéndola en otro", declaró el secretario de Estado Dean Rusk el 30 de septiembre, alegando las razones por las que no es posible hacer concesiones en Berlín a cambio de las ventajas en Cuba, El principio de la indivisibilidad de la libertad y la vocación libertadora de los EE.UU., sintetizados en esas palabras de Rusk, no deben ser olvidados sistemáticamente cuando se trata de la esperanza de los pueblos oprimidos en Yugoslavia. Uno de los síntomas más claros de semejante actitud y, por ende, del éxito propagandístico del titoísmo en los círculos democráticos occidentales, es la omisión sistemática de mencionar el comunismo yugoslavo, cuando se habla de la necesidad de liberar a los pueblos de la Europa Centro-oriental del yugo comunista. Para citar un solo ejemplo, en la organización, diríamos oficiosa, de la Asamblea de las Naciones Cautivas de Europa, no figuran los representantes de los pueblos sojuzgados de Yugoslavia, si bien son víctimas de la tiranía comunista como los demás pueblos de aquella zona. Aún más, ciertos pueblos de Yugoslavia sufren doble opresión: la del régimen comunista y la nacional, pues se los priva del derecho de autodeterminación nacional, es decir, de tener su Estado nacional. Igual ocurre en el imperio soviético donde los pueblos, salvo el ruso, carecen de verdadera libertad nacional.

Con silenciar o embellecer la amarga verdad sobre Yugoslavia, ignorando los derechos fundamentales de sus pueblos, con el fin de no zaherir a una dictadura cruel, no se logran ventajas políticas, sino que se pone en duda la sinceridad de los gobiernos occidentales en la defensa de los principios de nuestra cultura. Se alimenta, a la vez, la propaganda neutralista "de la tercera posición", que presenta el conflicto entre dos bloques como mera pugna de dos imperialismos. Consecuentemente, los demás pueblos -según la propaganda de Tito- deberían adherirse a la política de las "naciones no comprometidas", tan útil como supuestamente justificada desde el punto de vista moral.

Unicamente respaldando el derecho a la libertad de todos los países bajo cautiverio comunista, puede afirmarse la autoridad moral de las potencias rectoras del Occidente, dando un sentido más hondo y la justificación a los sacrificios, imprescindibles en la defensa de la libertad amenazada por el comunismo internacional.

 


Francisco J. Orlich, primer presidente americano de origen croata

Ante Bonifacic, Chicago

Los croatas aprenden en su historia nacional que hubo 27 grandes visires en el Imperio osmanlí durante su máximo apogeo, de origen y estirpe croata y que el croata era el idioma diplomático en la corte de Estambul. En la misma época Europa entera seguía con admiración y estremecimiento la lucha de los pueblos de la cuenca danubiana contra la penetración turca en Europa, y el Papa León X confirió también a los croatas el título de "Antemurale Christianitatis".

Este rasgo psicológico de dinamismo, impetuosidad, de inquebrantable lealtad y adhesión a las ideas, entraña, también la tragedia de los croatas desde su arribo al Mediterráneo en la temprana Edad Media. Fraccionados políticamente, divididos en el aspecto religioso, los croatas dieron a los vecinos sus genios más ilustres. Laurana fue maestro de Bramante, Julio Klovic "croata de Croacia", como solía firmar sus obras, fue protector del Greco joven. El maestro de Beethoven fue Franz Haydn, de quien no sólo los croatas sino también Hadow, célebre profesor de música de Oxford, afirman que era descendiente de los prófugos croatas en Burgenland (Austria). "Illustration Fran¸aise" había publicado antes de la segunda guerra mundial, como "chronique scandaleuse", que el último rey y emperador apostólico de Austria era hijo ilegítimo del general y virrey de Croacia José Jelacic, y que en 1848 éste le salvó el trono a raíz de la rebelión de los patriotas húngaros en lugar de haberse proclamado rey de Croacia, conforme lo pedían y esperaban sus partidarios, incluso los de Bosnia, a la sazón gobernada por los turcos. Como premio los croatas recibieron lo que los húngaros como castigo: el absolutismo de la camarilla vienesa.

No es de extrañar, pues, que un poeta croata llegase a la conclusión de que "sors boni Croatae emigrare domo" (el destino del buen patriota croata es emigrar de su patria).

El pueblo croata, en posesión de la más hermosa costa en Europa, bordada por casi un millar de islas, cuya distancia a veces puede salvarse a nado, desde 852, cuando luchó contra los sarracenos en Italia salvando al Bizancio, y hasta hoy día, se cuenta entre los mejores pueblos marítimos. Como los fenicios, griegos, venecianos, ingleses, portugueses y españoles, los croatas surcaban los mares con sus barcos chicos y grandes. Argosy es el atributo de la nave más galana construida en los astilleros croatas. Miguel Pracat, mercader y naviero, preclaro hijo de la ciudad estado de Dubrovnik (Ragusa), cuyo lema era "Parva sed nostra", prestaba ducados a Carlos V.

El amor fanático de los croatas por su patria los mantuvo durante los siglos de lucha. Mientras que los godos y lombardos se volvieron italianos, y franceses, los francos, los croatas, ya a partir del siglo IX luchaban con Roma para salvaguardar el derecho al uso de su idioma nacional en los oficios litúrgicos, y siendo católicos muy combativos no renunciaron hasta el presente a ese derecho en las costas adriáticas y sobre todo en la isla de Krk, de donde es oriunda la familia de Francisco Orlich, primer presidente americano de origen croata. Los Papas concedieron a los croatas ese derecho después que, según la maliciosa anécdota del cronista y latinista croata Tomás Archidiácono, el Papa con sus propias manos había afeitado la barba al monje Zdeda, quien en su ingenuidad creyó que con ese acto era consagrado obispo.

"Parva sed nostra" es pequeña, pero hidalga Costa Rica, pequeña como lo eran las repúblicas independiente y las más adelantadas del mundo: Atenas, Florencia, Venecia y Dubrovnik, ya que la paleontología nos enseña que los dinosaurios han desaparecido y los hombres sobrevivieron la edad helada, como sucederá en las futuras federaciones del globo, al desaparecer las enfermedades del gigantismo contemporáneo y al iniciar los hombres la nueva era humanitaria superando "hominem lupum". Unos años antes de estallar la segunda guerra mundial habíame contado su vida Francisco Orlich, abuelo del actual presidente de Costa Rica. Empezó como grumete en un pequeño velero, a la sazón único medio de comunicación entre nuestra isla y la tierra firme, se granjeó las simpatías de un paisano suyo, llegado de Costa Rica, impulsado por el deseo da ver una vez más su hogar. De estatura pequeña, pero singularmente vigoroso y dinámico, Frane Orlic, como entonces se llamaba, terminó como patricio en su nueva patria. Me contó que había prometido donar un altar a la iglesia parroquial si lograba éxito en su primer negocio de exportación de bananas y café. Creyente fanático en Dios como sus antepasados, que casi durante diez siglos plantaran vides, higueras, olivos y sembraran trigo en la misma tierra, recorriendo en procesiones a Nuestras Señoras y los Crucifijos Milagrosos, Francisco Orlich llevó consigo al Nuevo Mundo la, energía de su isla y de sus antecesores. Emprendedor y empeñoso, todo florecía en contacto con sus manos. Sus hijos llegaron a ser ministros y diputados de la república libre de Costa Rica, se casaron con las descendientes de otras ciudades marítimas de Génova a Cres, y sus retoños se adaptaron perfectamente al ambiente de su patria después de haber cursado estudios en Europa.

Si bien los habitantes de Krk fueron durante cuatro siglos ciudadanos de Venecia, hace un siglo y medio Ivan Orlic, poeta popular de Punat escribió:

Y ahora, que todos conocéis al valeroso mozo

Más me gustaría pasearme, lozano, por Punat

Que mordisquear bizcochos por las calles de Venecia.

De igual modo Frane Orlich nunca se olvidó de su lugar de nacimiento. Tenemos un mismo tatarabuelo y en él veía yo algo de ese antepasado mítico, quien como el abuelo y bisabuelo, sacaba de la piedra el pan, el vino y el oro. Cuando un grupo de financistas húngaros e italianos trató de adueñarse del mar alrededor de nuestra isla, el pequeño grumete del velero de Punat fundó la compañía "Austro-Croata", acaso la primera sociedad democrática de navegación de Europa, El día 18 de octubre de 1905 tuvo lugar la primera reunión de los campesinos de la isla de Krk con el propósito de fundar su propia sociedad de navegación. Decidieron reunir entre ellos medio millón de coronas austro-húngaras (100.000 dólares), a fin de ser dueños de su mar. Cada uno podía tener sólo dos acciones y eso únicamente los que habían nacido en una de las islas de Quarnero, que según una antigua leyenda son huesos desparramados del joven Absirto desde la época en que los argonautas buscaban el "vellocino de oro". Se trataba de que la sociedad quedase en manos del pueblo y no en las de los especuladores. Frane Orlic, considerado ya millonario, encabeza esa acción, igual que ahora su nieto no quiere ser representante de los reyes centroamericanos de bananas y café, sino que lucha por elevar a todo su pueblo a la altura de ciudadanos libres e independientes de una república libre e independiente. El mismo, más que seguro, ignora en qué medida es, en ese sentido, nieto del fundador de la familia Orlich en Costa Rica. Pero, para que sus parientes (en mi pueblo hay más de un millar de Orlic) sepan cómo él quiere a su nueva patria, erigió un hermoso chalet denominado Costa Rica. Parados, de niños, ante las rejas de hierro de su jardín, aprendimos las primeras palabras españolas del pico de un famoso loro costarricense. Además de construir un hermoso y moderno molino, la fábrica de macarrones y la primera fábrica de hielo en la isla, Frane Orlich fue en su madre patria no sólo el primer presidente de la primera sociedad campesina de navegación en Europa, sino también el pionero del progreso y de la técnica contemporáneos. Su más entrañable amigo era Antonio Mahnic, uno de los obispos más grandes de la isla en catorce siglos. En su pequeña ciudadela en Krk, Mahnic había instalado la imprenta y fundado la Academia Antigua-Eslava, con el objeto de defender los derechos de su rebaño a oír en su propio idioma los oficios de la iglesia católica romana. Y en sus escritos enjundiosos revela a todo el pueblo croata los horrores del vicio y del desorden, que desde entonces socavaron no sólo al imperio decadente de los Habsburgo, sino que llevaron al pueblo a los campos de concentración y a la unidad monolítica de los aventureros comunistas de la Nueva Clase.

Los croatas pagaron más caramente que pueblo alguno su amor por la libertad y la independencia, El ofuscamiento del Occidente los hizo esclavos de Tito y desde hace varios años presencia su extradición de los campos de refugiados en Italia y Austria a los verdugos de Tito sin que nadie diga algo, al revés de lo que ocurre ahora cuando los ingleses devuelven a los chinos de Hong Kong. Sin embargo, los croatas, en una generación, fueron testigos oculares del derrumbe de varios imperios y reinos y, con la perseverancia de sus antepasados, aguardan la libertad para edificar en su Estado independiente una república floreciente de libertad, progreso, bienestar, artes y letras.

El nuevo presidente de Costa Rica sigue las huellas de su abuelo en la lucha por los derechos de los más débiles y, con motivo de su primera visita a la patria de sus antepasados y de Francisco Orlic I, vio que "todo lo que su abuelo había legado fue robado por los comunistas." Acostumbrado a los trucos de propaganda, si bien viajaba en el barco que le puso a disposición el régimen comunista, sabía que ese barco no pertenece al pueblo que lo construyó y que los tripulantes ganan menos de 30 dólares por mes, suma ésta que sus hermanos perciben en los Estados Unidos de América por semana en concepto de "ayuda cuando no trabajan". Los croatas dispersos por el mundo esperan con ansia que su compatriota en Centroamérica se erija en el campeón de sus virtudes seculares: en el capitán del mundo libre, en el luchador por la libertad de todos los oprimidos, en el creyente en la justicia eterna y en Dios, que a todo da sentido y finalidad. En esta creencia, están convencidos de que las libres repúblicas americanas cuentan ahora en su seno con un presidente notable, paladín de la libertad y de la verdadera democracia.

 


Por la liberación de Croacia del doble imperialismo

Michael A. Feighan, House of Representatives, Washington

A continuación transcribimos en versión castellana la alocución pronunciada por el Honorable Michael A. Feighan, miembro del Congreso norteamericano, por Ohio, el 6 de mayo último en Cleveland sobre la lucha y aspiraciones del pueblo croata a su independencia nacional. A pedido del Honorable Feighan su alocución fue insertada en el diario de sesiones del Congreso de Washington (Congress Record, Thursday, May 10, 1962, pp. A 2564-3566).

Nos hemos reunido hoy aquí para festejar el Día de la Independencia de Croacia y rendir así tributo a la antigua civilizada nación sumergida por doble imperialismo. Ese doble imperialismo tiende a exagerar todo lo malo que hay en la historia secular de Croacia, falseando nuestro conocimiento de la historia y nuestro entendimiento de los asuntos internacionales contemporáneos. Mas ese doble imperialismo no puede expulsar a la nación croata del escenario mundial. El espíritu de la independencia nacional es muy fuerte en Croacia y en el corazón de los croatas radicados en el mundo libre.

Detengámonos un momento para examinar ese doble imperialismo del que estoy hablando. Su primer aspecto proviene de Moscú y a él se debe la imposición del régimen que impera actualmente en Yugoslavia. Algunos lo llaman imperialismo comunista. Yo lo llamo imperialismo ruso, lo que en realidad es. En la segunda guerra mundial Yugoslavia se desplomó porque era un Estado multinacional dictado en la mesa de conferencias al término de la primera guerra mundial. Las naciones involucradas no dieron su aprobación a ese arreglo entre naciones. Entre las dos guerras mundiales, los intereses nacionales croatas fueron menoscabados dentro de ese Estado multinacional. El pueblo croata fue explotado y perseguido a causa de su devoción a los ideales de la independencia nacional, Era lógico pues que en las circunstancias creadas por la guerra, Croacia declarase su independencia nacional. Croacia luchó por su independencia nacional en dos frentes: contra el nuevo imperialismo moscovita y el viejo imperialismo del Estado multinacional yugoslavo. Esta fue una guerra costosa para el pueblo croata, quien pagó caramente sus esfuerzos por emular a los Próceres Fundadores de los Estados Unidos. Los croatas sabían el precio que en sacrificios humanos debían pagar para conquistar la independencia nacional y estaban dispuestos a pagarlo. Pero la superioridad del doble imperialismo era muy grande, La independencia nacional de Croacia fue perdida en la guerra global, llevada por la independencia de todas las naciones y por la libertad de todos los hombres. Esta es una de las grandes tragedias en una era de tragedias, durante y después de la segunda guerra mundial. Prevalecieron la astucia rusa y Stalin sobre Churchill y Roosevelt; Tito fue entronizado en el reconstruido Estado multinacional de Yugoslavia, que quedó Estado vasallo de Rusia.

El segundo aspecto de este doble imperialismo deriva del forzoso encierro de la nación croata dentro del imperio yugoslavo. Tito cumplió el mandato de Moscú, destruyendo la independencia nacional de Croacia y encubriendo a esta nación bajo el manto de Yugoslavia. El viejo sistema imperial de Yugoslavia fue restaurado y perfeccionado, ligado estrechamente por el dictador Tito al imperialismo ruso. Así vemos que Croacia, como nación, y la independencia nacional croata están sumergidas por dos imperialismos coligados -por el del Estado yugoslavo y por el imperialismo ruso, garante del imperialismo yugoslavo.

Esfuerzos planeados se han hecho en los Estados Unidos para ocultar las realidades de ese doble imperialismo. Se presenta a Tito como una especie de "comunista nacional" pese al hecho de que gobierna sobre el imperio multinacional de Yugoslavia. Cómo el nacionalismo puede igualarse con el imperialismo, es una de las grandes falacias de nuestros días. Yugoslavia no es una nación, sino conglomerado compuesto de Croacia, Servia, Eslovenia y Montenegro; todas ellas naciones peculiares y diferentes entre sí. Sabemos que el comunismo de Tito no difiere del comunismo del régimen de Khrushchev.

Los sostenedores del régimen de Tito en los Estados Unidos recibieron en los últimos meses dos rudos golpes. El primero era la conferencia de las naciones llamadas no comprometidas, celebrada en Belgrado por invitación de Tito. Se suponía que los participantes elaborarían un programa de principios y acciones para "la tercera fuerza" del neutralismo. Los rusos decidieron reanudar las pruebas con armas atómicas mientras la conferencia de Belgrado estaba sesionando. Tito encabezó la parada de los apologistas de Rusia, inventando toda clase de excusas imaginables de la reanudación de ensayos atómicos. Eso hubiera debido probar que Tito era tan neutral como Khrushchev y hacer que su alineación con Moscú apareciera clara como la luz del día. Mas no ocurrió así. Sus apologistas en el Departamento de Estado norteamericano lo hallar inocente y, lo que es peor, merecedor de nuevo apoyo norteamericano.

En el desfile del 1° de Mayo, en Belgrado, Tito se mostró nuevamente tal cual es. Los despachos de prensa informaron que el rasgo interesante de ese desfile lo constituyeron los flamantes tanques medianos rusos T-54, fabricados en URSS y entregados a Tito por sus queridos amigos rusos. Esos tanques no fueron resultado de convenio alguno estipulado por Gromyko, quien había visitado a Tito apenas pocos días antes. Ellos llegaron a Titolandia en virtud de un acuerdo secreto y a largo plazo firmado entre Tito y sus protectores rusos. Ahora se plantea el interrogante: ¿Contra quién se emplearán esos tanques? ¿Contra los rusos? No hay la más mínima posibilidad de quo ello ocurra, ya que Tito siempre proclamó públicamente que marcharía hombro a hombro con sus compañeros rusos en caso de un conflicto entre Este y Oeste.

Me interesa qué nuevas excusas inventarán ahora quienes abogan en el seno de nuestro gobierno por la continuidad de los envíos de trigo a Tito. No me sorprendería que urgiesen el envío de un cohete Atlas a Tito, sencillamente para mostrarle que nosotros podemos eclipsar a los rusos. Por cierto que el momento es oportuno para los chantajistas internacionales.

Una de las razones de que Tito todavía encabece el Estado comunista de Yugoslavia es nuestra ayuda. Nuestra política nacional hacia Yugoslavia ha sido débil, carente de finalidad y errónea. Hace pocos meses, el Secretario de Estado declaró "que Yugoslavia, en virtud de nuestra actual Ley Pública 480, es considerada como un Estado amigo". Rechazo la declaración de que el gobierno yugoslavo es un gobierno amigo. Estoy de acuerdo en que el pueblo en su mayoría es amigo, pero no los comunistas de Tito.

La ayuda norteamericana contribuyó a la consolidación del régimen comunista. Pocas migajas llegaron al pueblo. El Secretario de Estado admitió que no tenemos medios para asegurar qué uso se da a esa ayuda o si ha sido transbordada a otras naciones satélites o a la Unión Soviética.

Recientemente, nuestros periódicos informaron que "Gromyko ponía fin a su visita a Yugoslavia; mejoraron notablemente las relaciones". He visto tantas pruebas como para quedar convencido que, desde 1950, las relaciones soviético-yugoslavas nunca estuvieron tensas. Permítaseme dar otro ejemplo, además de tanques.

En 1959, los rusos completaron un reactor nuclear para Yugoslavia, instalado en el Instituto Nuclear Boris Kidric en Vinica. Un crecido número de técnicos rusos reapareció en los dos últimos años. Se han multiplicado las delegaciones científicas, técnicas y culturales. Tito viene trabajando en estrecha coordinación con el sistema ruso de Inteligencia. Exporta la revolución de tipo ruso desde 70 embajadas y legaciones yugoslavas a través del mundo. Ellas exportan el marxismo de tipo ruso a los países latinoamericanos, Popovic ministro yugoslavo de relaciones exteriores, visitará a Bolivia Brasil, Chile y a otros países latinoamericanos para entrar en contacto con los activos grupos y células comunistas.

Estas no son acciones de dos potencias hostiles. Pese a esta cooperación y la ayuda norteamericana en gran escala, el gobierno comunista yugoslavo está en aprietos. Está atrasado en el pago de deudas, y en los pagos comerciales a corto plazo a otras naciones por intermedio del Banco Nacional de Yugoslavia. Necesitan 200 millones de dólares por año para enjugarlas. La situación es muy grave, a menos de obtener ayuda, y eso no obstante la ayuda estadounidense que alcanza a casi 4 mil millones de dólares.

Nuestro Departamento de Estado, guiado por la política de que debemos apoyar a los regímenes llamados independientes que evidencian tendencia a romper con Moscú, con toda seguridad acudirá en ayuda del régimen yugoslavo. El mismo día en que Gromyko recalco la mejora registrada en las relaciones de Yugoslavia, nuestro Departamento de Estado suscribió un acuerdo de cesión a Tito de alimentos por valor de 24 millones de dólares. Catorce millones de dólares de esa suma serían " reembolsados en dinares, la moneda comunista, que se imprime a voluntad del régimen marxista que hace escarnio de nuestro sistema. Así y todo, nosotros les otorgamos créditos.

No hace mucho nuestro embajador en Yugoslavia, George Kennan, estaba en los Estados Unidos y abogó intensamente por la mayor ayuda a Tito.

Se entiende que expondría la misma línea que Gromyko, pues ambos creen en el bienestar estatal. George Kennan dijo una vez "que el comunismo contiene la simiente de su propia destrucción". Parece que no está practicando lo que predica.

Debemos modificar esa política de apoyo a los llamados regímenes comunistas independientes o de tipo comunista cualquiera sea. Ese cambio puede operarse únicamente por gente que habla directamente o por sus representantes debidamente elegidos.

Quisiera citar un ejemplo de esa presentación unilateral de hechos y cómo nuestro Departamento de Estado vacila para poder justificar su posición. Citaré una carta dirigida por el Secretario de Estado al Comité Selecto de los Controles de Exportación de la Cámara de Representantes:

"Sabemos muy bien que Yugoslavia es un país comunista y lo ha sido desde el fin de la segunda guerra mundial. El Presidente Tito y los demás altos funcionarios del gobierno yugoslavo han sido comunistas, por supuesto, durante la mayor parte de su vida. La consideración más importante desde el punto de vista de nuestra seguridad, empero, es que a partir de 1948 Yugoslavia no forma parte del bloque soviético. Por el contrario, la política yugoslava ha sido causa de rencor y disensión dentro del bloque comunista",

Yo desafío al Secretario de Estado a que pruebe que la política yugoslava fue alguna vez causa de rencor y disensión dentro del bloque comunista.

Citaré otro párrafo de esa asombrosa carta:

"Nuestra política respecto a Yugoslavia, por lo tanto, es duradera bien probada. Ha sido exitosa. Muchas de las críticas que esa política suscitó son el resultado del desengaño público de que nuestra ayuda a Yugoslavia no logró un avenimiento total de Yugoslavia con nuestra política exterior. Algunas de esas desavenencias provienen directamente de la Conferencia de las Naciones Neutrales, celebrada en Belgrado. La decepción pública por el resultado de esa reunión, no puede, sin embargo, basarse en alineación alguna de la Conferencia con la Unión Soviética. Tal alineación no se produjo. Nuestra decepción pública se basa en el fracaso de las naciones neutrales en la adopción de una posición más cercana a las del mundo occidental".

La carta termina con la frase siguiente: "Una revisión total de los hechos nos lleva a la conclusión da que la venta de aviones jet y el entrenamiento (de los pilotos yugoslavos en EE.UU.) que formaba parte del acuerdo de venta, fueron plenamente justificados."

Este es otro ejemplo del criterio unilateral y no realista que el Departamento de Estado dio al pueblo norteamericano. Nuestra política para con Yugoslavia no ha sido un éxito. Ha sido un fracaso funesto, por cuanto perpetuó un régimen comunista ateo, un régimen que cruelmente viene explotando a las naciones y pueblos de Yugoslavia.

Examinemos ahora el punto de vista de que nuestro desengaño se debe a que nuestra ayuda a Yugoslavia no consiguió un acuerdo total de Yugoslavia con nuestra política exterior. Ese no es el verdadero punto en disputa, pues el problema principal es que la política exterior yugoslava está dirigida completamente contra nuestro sistema de gobierno y nuestro modo de vida. El público norteamericano no solo está decepcionado, estamos indignados

¿Cómo puede el Departamento de Estado justificar plenamente la venta de aviones jet a Tito a precio regalado, a un gobierno dedicado a la destrucción de nuestro sistema de gobierno?

Todo eso forzosamente no deriva de estupidez o falta de conocimiento de los hechos. Yo sería muy ingenuo si pensara que allí no haya cierto elemento de colusión. Hace unos años me contó un alto funcionario algo que corrobora mi punto de vista, Le habían enseñado una carta de Tito dirigida al Presidente de los Estados Unidos. Empezó a reírse cuando leyó La carta. A la pregunta: "¿Qué hay de gracioso en ella?", contestó: "Si no fuera tan trágico, sería divertido. Las razones de Tito para pedir ayuda son casi idénticas a nuestros documentos políticos. De hecho, los términos son tan similares que pudo haberlos escrito la misma persona." Como lo dije antes, uno de los puntos de vista sostenido por muchas personas de alto rango en los círculos gubernamentales elude deliberadamente un examen público de otras vías de acción que podrían servir mejor a nuestras necesidades e intereses nacionales.

No son tanto los funcionarios electos de nuestro gobierno los que abordan los problemas políticos con tanta rigidez como los no electos. Ellos presumen saber lo que conviene más al pueblo, como si trabajasen en las oficinas de las monarquías, y muy a menudo se sienten por encima del electorado, siendo más frecuentes sus yerros que sus aciertos.

Quienes planifican la política en el Departamento de Estado impusieron a nuestros líderes electos la idea de que nosotros deberíamos ayudar a Tito. Impusieron a nuestros líderes la política de que deberíamos ayudar a los regímenes comunistas llamados independientes. He combatido esa política en el Congreso y así lo haré en adelante.

Hay muchos indicios de que el pensamiento encubierto de los planificadores de la política del Departamento de Estado ha sido influido por los partidarios de la acomodación, infiltrados en los altos cargos gubernamentales. Eso viene sucediendo sin interrupción desde 1955.

Un esfuerzo masivo se está haciendo a objeto de neutralizar el enfoque norteamericano del problema ruso y yugoslavo. Ese esfuerzo lo dirigen los manipuladores del pensamiento en el Kremlin y en Belgrado, lo apoyan sus agentes y órganos de propaganda en los Estados Unidos. Tratan de confundir, retardar y falsear los hechos verídicos. Con ello esperan crear cierto grado de apatía, asegurándose de ese modo la continuación del monopolio de unos pocos privilegiados en la conducción política.

En este caso, conocimiento es poder. Vosotros conocéis la verdad. Haced conocer vuestros sentimientos y pensamientos a vuestros prójimos y al gobierno, Trabajando unidos podemos contribuir a la destrucción del comunismo ateo militante, quebrar el régimen tiránico de Tito y brindar el derecho de autodeterminación nacional al pueblo de Croacia. Debemos empeñarnos en un programa de política exterior positiva y afirmativa. Debemos :

1. Apoyar con firmeza a Berlín, que es una isla de libertad, prosperidad y promesa de liberación de los pueblos oprimidos y esclavizados por el imperio ruso.

2. Rechazar toda proposición rusa que pueda sugerir que Estados Unidos está dispuesto a refrendar el status quo con respecto al actual imperio ruso.

3. Respaldar con valentía y vigor el principio político de autodeterminación nacional como solución pacífica de la crisis berlinesa de la Alemania ocupada por los rusos.

4. Buscar solución a todos los problemas pendientes con los rusos en la Europa Centro-oriental, insistiendo en el derecho a la autodeterminación de todas las naciones involucradas.

5. Prepararse para la victoria en la guerra fría, pues así será si apoyamos con persistencia estas líneas de acción política.

Croacia recobrará un día su libertad e independencia nacional. Debemos trabajar unidos para acelerar ese día feliz. Os prometo mi constante apoyo para que sea coronada esa causa.

 


Descentralización del intelecto

Encuentro de los intelectuales croatas con el marxismo

Janko Zagar, Saint Albert´s College, Oakland, California

El signo revelador de la vida intelectual en la Yugoslavia comunista, sobre toda en Croacia, donde la presión del régimen es más violenta, es la ausencia tanto de diferentes corrientes de pensamiento como de creación artística. Esta esterilidad se nota no sólo en los creadores apegados a la tradición -si es que no fueron exterminados, encarcelados o se hallan refugiados en el exterior-, sino también en las filas de los intelectuales de orientación marxista, antes muy activos. A este vacío cabe sumar la relativa falta de iniciativas políticas. Los intelectuales croatas, en primer lugar los marxistas apenas están recobrándose de los golpes recibidos después de la guerra. Hubo épocas en que la sección croata de los comunistas en Yugoslavia dominaba en el Partido por su preponderancia literaria e ideológica. Con la victoria del comunismo en 1945, la situación se trastrocó. El centro del poder que todo lo controla y dirige no está en Croacia sino en Servia. Por lo tanto, la dirección marxista, como asimismo todo el ordenamiento de postguerra, pasó a manos de otros, convirtiéndose en artículo de importación, asumiendo al respecto los intelectuales croatas y todo el pueblo la única actitud viable.

 

Apenas recientemente, entre palabras y líneas suelen asomar pensamientos que preanuncian, tal vez, el comienzo de una nueva ofensiva ideológica. Los nuevos enfoques de la problemática de la vida y del mismo marxismo se deben al conflicto entre la expectación subjetiva de los que desean ser activos en el campo intelectual y la evolución objetiva dentro del mismo sistema socialista. Por eso y aunque nos interesa primordialmente el pensamiento croata, no podemos prescindir del sistema socialista yugoslavo en su conjunta, que sofoca ese pensamiento. Existe un ambiente social común con su interpretación oficial. Disponiendo de datos limitados, nos referiremos a la corriente de pensamiento de los intelectuales en la Croacia sojuzgada, y ante todo de los que pueden, aunque en forma limitada, expresar sus opiniones. No pueden, algunos tampoco lo desean, negar los supuestos de la doctrina marxista. Con todo, muchos ponen en tela de juicio con sus interpretaciones el contenido del marxismo, lo que cobra mayor importancia aún por su analogía con otras manifestaciones de disconformismo en el terreno político y económico. Hay síntomas no sólo de "descentralización" económica reflejados en los antagonismos nacionales, mayormente en la lucha por las inversiones, sino también de "descentralización" del intelecto en contra del dogmatismo marxista en general y contra la imposición de los criterios valorativos propios de la mentalidad servia.

 

El ambiente social y su teoría

 

Piénsese lo que se quiera del año 1948, cuando por resolución del Cominform fue condenada la dirección del Partido Comunista Yugoslavo, desde el punto de vista marxista ese año constituye, por cierto, un importante punto de cambio. Desde luego, la causa interna del conflicto Belgrado-Moscú puede ser provisoria, hasta aparente. La diferencia práctica entre ambas dictaduras no debe ser grande. Mas la repercusión exterior del suceso no es sólo "el neutralismo" de Tito en el plano internacional. A sabiendas o no, y aunque en cierta medida sólo en teoría, asomaron las perspectivas de una rápida evolución cada día más difícil de controlar, Por cierto que todo puede cambiar mediante un retorno brutal al bloque soviético o un eventual conflicto internacional. En ambos casos sobrevendría el fin del "camino específico" yugoslavo al socialismo. Dicho fin no nos interesa en este trabajo. La historia registra también procesos evolucionarios, tanto más hondos cuanto más lentos. Bajo el impacto de la realidad que con el correr del tiempo degrada los movimientos más ideales, el marxismo yugoslavo atraviesa su metamorfosis ineludible. Krleza[37] lo admitió cuando en su discurso de salutación a Sartre dijo:

 

"Durante esos quince años difíciles y críticos hemos advertido que el mundo de los hechos es implacablemente terco" [38].

La "revolución" yugoslava, igual que las demás revoluciones comunistas, no se ajusta al materialismo histórico del marxismo, sino a la táctica leninista. Cabe afirmar que después de Lenin el marxismo no es una filosofía, sino un movimiento; no síntesis dialéctica del materialismo histórico, sino instrumento eficaz para el poder político y el acelerado desarrollo industrial, lo que lo hace perimido en los países desarrollados y atrayente en los subdesarrollados. Sin embargo, a un observador imparcial no se le escapa el hecho de que el comunismo de ese modo asume, de facto, al papel del capitalismo burgués del siglo pasado. Con el sudor de la mayoría, controlada por la minoría, se levanta la industria con el fin de alcanzar mayor bienestar. El culto de la producción es no sólo su lenguaje común sino su religión común. ¿Qué importa si en lugar de los capitalistas privados hay funcionarios estatales? Para los obreros y empleados, la diferencia es insignificante, ya que, nuevamente citamos a Krleza, "suena a paradoja, pero la experiencia nos enseñó que tampoco en el socialismo ser rico o pobre es lo mismo" [39]: La burocracia, consecuencia imprescindible "de la dirección social", llega a ser una carga no sólo para el pueblo que la soporta, sino también para la ideología que la propugna, pues ésta tampoco puede flotar permanentemente aislada de la realidad, Las diferencias de clase que, según hemos visto, no desaparecen incluso cuando todo el pueblo se convierte en una clase, son más difíciles de soportar si las "calificaciones sociales" de los cuadros no corresponden a su idoneidad administrativa y técnica. La ignorancia no es provechosa para nadie, aunque la lealtad sea intachable. El problema fundamental del régimen yugoslavo estriba precisamente en este contraste. Debe tomarse, pues, un camino más moderado; hay que buscar una colaboración más amplia y, diríamos, un control más vasto. El nuevo curso recibió su nombre, e incluso su teoría, de la política de "descentralización". S. Vukmanovic Tempo, influyente miembro del gobierno central, dio una reseña retrospectiva de ese cambio en su artículo "Un decenio del gobierno obrero" [40]. "Los colectivos obreros -sostiene Vukmanovic- ejercían su influencia a través de los consejos sindicales de producción como también a través de su Partido y de los órganos estatales, dado que el poder estatal no era sino el poder de la clase obrera (...). Sin embargo, la masa trabajadora no ha podido tomar parte directa en la solución de determinados problemas relativos a su posición (...). Recién cuando en la segunda fase de nuestro desarrollo de postguerra -en la fase de la autogestión obrera-, se procedió a descentralizar las funciones directivas, se dieron marcos más amplios para La participación de los colectivos obreros en la solución de los problemas vinculados con las relaciones sociales en la producción y la distribución". Con respecto a esta exposición estereotipada cabe observar que los "colectivos" no son "los obreros" y en qué medida se dieron los "marcos más amplios", lo sabremos enseguida de otra fuente.

Pese a las frases hermosas, el Partido Comunista sigue monopolizando escrupulosamente todos los sectores de producción, administración y educación. Mas, el contraste entre palabras y hechos se torna provocativo, pues las cosas serias jamás se han solucionado en superficie. Autocríticas, críticas e innúmeros nuevos planes prueban la impracticabilidad del marxismo estatizado, que, además, desde su cuna, sucumbió a la infiltración del gusto burgués, de La prensa de bulevar, del sensacionalismo, la publicidad, sin que haga falta mencionar delitos económicos, estafas, desfalcos, peculados y la decadencia moral que incluso preocupa a los círculos oficiales. Las decepciones sobrevenidas están en relación directa con las esperanzas puestas en ello, siendo la más amarga la relativa a la productividad del socialismo. Bakaric[41] reconoció reiteradamente el fracaso del sistema. Dijo luego, que el marxismo se aplicó entre nosotros "en la medida de lo posible" lo que no quiere decir que las cosas habrían andado mejor de haberlo explicado más extensamente. La modestia se vuelve duda cuando afirma Bakaric "que la experiencia plantea incesantemente nuevos problemas (...)" respecto a todas las formas de la organización política; que faltan "alicientes" en la producción; que no se encontró "el sistema de distribución", en una palabra, que "ahora debemos buscar y hallar los caminos del desarrollo ulterior del sistema político en ese sentido" [42]. Como ejemplo de desproporción entre la teoría y la práctica de la "descentralización" (a lo que, de hecho, se refiere su crítica) Bakaric ofrece la "comuna", su aspecto más cacareado. "Su base económica había declarado en la V Reunión de la Liga Socialista de la Croacia- no crecía paralelamente con este papel" aludiendo al papel del autogobierno obrero. "La comuna incluso por su sistema no tendía a estimular la productividad de sus empresas" [43]. Esta abierta crítica de la "práctica centralista" como "irracional" cobra mayor significado a causa de que acaba de festejarse un decenio de "descentralización".

 

Al establecer el principio "del premio por rendimiento" en la producción, incluyendo los trabajos en que el rendimiento, por pura lógica, no depende del obrero, el régimen, "de facto", capituló ideológicamente ante el mecanismo de las leyes económicas. "Nuestros criterios y nuestros motivos deben ser ante todo de índole económica", declaró en la Asamblea Nacional uno de los más conspicuos planificadores de la economía de Tito, M. Todorovic, como si citara a J. B. Say u otro economista liberal[44]. Incluso esta novísima reforma, acompañada por la desvalorización de la moneda, la suba de precios y el empeoramiento de las condiciones de trabajo, se presenta como lucha contra "la injerencia burocrática en el proceso de producción y distribución". De ser sincera, equivaldría a una concesión a la economía liberal que incluso el sistema capitalista debe limitar. Empero, el contraste está en que las "leyes económicas" rigen para todos, excepción hecha del Estado que fija con anticipación "sus gastos", prescindiendo del "ingreso neto" de la empresa y de los obreros. Los esfuerzos tendientes a conformar esas medidas con el marxismo clásico, resultan asaz simulados. Marx, es verdad, previó "las contribuciones sociales" de los obreros, mas, siendo mal psicólogo, no previó que efectuar un trabajo físico por diez mil dinares mensuales no es lo mismo que dirigir por cincuenta mil. El único, o tal vez el más característico, vínculo existente entre el descarriamiento económico socialista y el marxismo es el conflicto heredado entre el centralismo (en el sentido de la planificación económica), impuesto por la producción moderna, y el trabajo individual que en la concepción marxista no debería negarse al obrero. Marx, como economista, se percató del dilema y optó por el centralismo cuando hizo el análisis de la Comuna parisiense, conocida por su tendencia a abolir el poder central. Consideró que su "federalismo" era transitorio, ya que su objetivo debió ser "la régénération de la France", vale decir, la renovación del Estado[45].

 

Cuando los comunistas yugoslavos reducen su "descentralización" al concepto de la extinción de burocracia, creada por ellos, no hacen más que prometer algo que en realidad no admiten ni tampoco, en su conjunto, pueden admitir, "ya que siempre queda algo que por sí mismo pertenece a todos y debe ser resuelto en el nivel de la comunidad general o de sus órganos" [46]. Entre la administración, que es una necesidad social, y la sociedad, que no debe ser instrumento de la burocracia, se abre el abismo nunca zanjado por Marx y Engels, pues sostenían a priori que únicamente la lucha de clases era capaz de regular las relaciones entre los hombres. No dieron un cuadro diáfano de cómo funcionaría la sociedad sin el Estado, ni tampoco justificaron por qué los nuevos "órganos sociales" no se convertirán en gérmenes de una nueva clase, cuando, en su opinión, el comienzo de las diferencias clasistas debe atribuirse precisamente al fenómeno de la administración. El camino normal a la "descentralización" sería permitir a los hombres opinar y proponer lo que quieren, controlar la administración que ellos pagan. Como no lo admiten y se sigue con la identificación ilusoria y falaz del individuo con la "sociedad", sucede que todo ambiente social se caracteriza no sólo por la permanente desconfianza y los roces entre individuo y sociedad, sino también por una ininterrumpida "fase transitoria", donde se hace difícil elaborar un auténtico plan económico, expresar un constante pensamiento político o aun crear una obra literaria de valor. Krleza imprimió aquí también su impronta pesimista. "Vivir en las 'fases de transición' significa vivir 'la vida transitoria de hombre' y nada más... A ello debemos resignarnos" [47]. Mas la vida que se está extinguiendo no se puede comparar con la vida que se inicia. Si Krleza se resignó a las "fases de transición", los jóvenes quieren poder decidir sobre ellas. Cuánta tensión reina, lo prueban fehacientemente los esfuerzos presurosos por educar "ideológicamente" a los jóvenes. Es completamente normal, pues, que se busque el fondo teórico también a ese ambiente social transitorio.

 

Cuando se habla de la teoría del socialismo yugoslavo, tiene la palabra, en primer lugar, el dirigente comunista esloveno Eduardo Kardelj, como ideólogo oficial, si bien muchas cosas se filtran de los artículos ideológicos y, desde luego, de las respuestas oficiales a las críticas rusas y chinas. Tendremos el cuadro más completo si analizamos la conferencia que Boris Ziherl, destacado teórico comunista de Belgrado, dio a los estudiantes comunistas de Zagreb a fines de mayo de 1959 para explicarles las conclusiones del VII Congreso del Partido en materia de la "descentralización" [48].

Allí encontraremos no sólo la justificación necesaria del "camino específico" yugoslavo, sino también una nueva interpretación del socialismo. Al comienzo de su disertación el autor reconoce una evolución en el movimiento obrero como un fenómeno normal, que degeneró, sin embargo, en dos tendencias revisionistas contrapuestas: la tendencia "liberal-burguesa" y la "estatista-pragmática", es decir, stalinista. Ziherl condena a ambas. A la primera, por haber permitido la penetración de las ideas burguesas en el movimiento obrero, sin tomar en consideración ciertas posiciones fundamentales de Marx, como ser: la doctrina sobre la revolución y la lucha de clases, y haber degenerado en anarquía. A la segunda, por haber degenerado en burocracia. El error de la tendencia "estatista pragmática" no estriba ciertamente en haber implantado, al principio de la revolución, el centralismo estatal, sino en no haber tampoco renunciado a él una vez transformado en burocracia. El deber de quienes, en nombre de la clase obrera, asumieron el poder, sería, pues allanar el camino para su propia liquidación dentro del marco del desarrollo socialista. Lo que no hizo Rusia lo está haciendo, supuestamente, Yugoslavia mediante su sistema de la autogestión obrera. La conclusión a que llega Ziherl es más rotunda, pues comprende la tesis de Marx sobre la "extinción del Estado". "La extinción del Estado no significa otra cosa sino el fin de la función de la determinada capa social cuya existencia caracteriza, al Estado en todo su proceso histórico. ¿Con qué se reemplaza esa clase particular? Se puede reemplazarla de tal modo que los mismos productores, el mismo pueblo, asuman la dirección de los asuntos públicos, es decir, que el proceso de extinción del Estado es el proceso en que el gobierno en nombre del pueblo pasa a manos del mismo pueblo. Porque toda la historia del Estado de todos los tiempos (no se trata tan sólo del Estado socialista) evidencia que toda clase gobernante representa a una clase determinada. Pero cada capa tiene cierta independencia relativa que en determinados momentos históricos la contrapone a la clase que le otorgó plenos poderes."

A esta confesión pública da que la "Capa" comunista no es necesariamente el representante auténtico de los intereses obreros o del pueblo, basta agregar el hecho de que la conclusión teórica carece de valor práctico, ya que la filiación partidaria sigue siendo el único criterio de valoración y de poder. Pero de ese modo se abre mayormente cada vez el abismo entre la "determinada clase" gobernante y el pueblo, con las consecuencias descriptas por Ziherl muy plásticamente en la siguiente exposición de la edificación del socialismo.

La edificación del socialismo -dice Ziherl- "se asemeja a la construcción de una casa". "La tarea fundamental y el trabajo más difícil, qué requiere más medios, es la colocación de los cimientos. Una vez asentados los cimientos, el edificio llega rápidamente hasta el techo. Pera los cimientos requieren enormes esfuerzos e ingentes recursos, sin que de afuera, se vea mucho. Lo mismo pasa cuando se edifica el socialismo en un país atrasado. Se invierten cuantiosos fondos y esfuerzos en lo que es imprescindible y sin lo que no puede haber socialismo alguno. Suele ocurrir por eso que la gente se vuelve impaciente y empieza a dudar en el mismo sentido de la edificación socialista, en la posibilidad de una estructuración provechosa de las nuevas relaciones sociales; por otra parte, en un país relativamente atrasado, el factor retardatorio es el número relativamente exiguo de la clase más progresista, de la clase obrera. No sólo su relativa exigüidad numérica, sino también su relativo atraso en cuanto a su preparación técnica y organizativa."

Por más que el autor trate de ser concreto, no se sabe si el socialismo del que tanto habla es medio o fin. ¿Deben ser aceptadas de buen grada las actuales "relaciones sociales" por su valor intrínseco o por ciertos resultados potenciales? ¿Quién garantiza que esos resultados serán positivos? La incertidumbre respecto al futuro viene acompañada de ciertas vaguedades del presente. No está claro, por ejemplo, por qué la clase "más progresista", incluso en un país subdesarrollado, tendría que ser "la menos numerosa" y atrasada en cuanto a su capacidad "técnica y organizativa", o, si adolece de esos defectos, ¿qué es lo que la hace "la más avanzada"? Tampoco se ve claro, si ya se hacen comparaciones, por qué las clases adelantadas de los países más desarrollados no abrazan el socialismo, o por qué, en términos generales, uno debe bregar por el socialismo, si éste, conforme a la exposición precedente, ni es un proceso normal del desarrollo social, la conclusión ineludible del materialismo histórico, ni tampoco una tarea fácil allí donde se practica con violencia por motivos inexplicados.

En qué medida, bajo la presión de los "hechos inexorables", quedó desvirtuado el contenido marxista (que todavía sirve de inspiración principal y justificación de todo lo que acontece) en la práctica socialista, sirvan como prueba dos últimos casos. En un discurso en que condenó la práctica stalinista" de colectivización, Jakov Blazevic[49] considera que la esencia del socialismo es la producción. "Un país adquiere carácter socialista por sus apartes, por la forma de ser producidos y por el monto de gastos de esa producción. Cuánto más produzcamos en la agricultura (...) más socialista será" [50]. Antes se esperaba otra cosa del socialismo, pero las costumbres cambian y con ellas cambia también el marxismo que las motivó. Toda la distancia entre el marxismo profético y la realidad yugoslava queda resumida en una cruel frase de Kardelj, cuando dijo que, "con la extensión de la práctica comunista en el mundo, el socialismo gana y el marxismo pierde" [51]. Dijo la verdad, cualquiera sea el sentido que quiso darle.

Las señaladas serían las características fundamentales del ambiente social sobre lo que ahora cederemos la palabra a los intelectuales marxistas croatas.

Inquietud y aspiración del intelecto

La facilidad con que el régimen comunista yugoslavo rompió la unidad ideológica con la Unión Soviética en 1958, prueba en qué grado la disposición intelectual para esa ruptura estaba madura y cuán reales son las aspiraciones por visuales intelectuales más amplias. Ya no se oculta hoy que el centralismo político tenía un ministerio especial para la dictadura del espíritu. Es completamente lógico, por lo tanto, que en las nuevas condiciones se refleje la política de descentralización también en la descentralización del intelecto. Empero, todavía no se da tal caso. Y mientras la descentralización del poder vacila entre las promesas y los hechas, la descentralización del intelecto vuélvese exigencia.

Si bien nuestro análisis posterior de los pareceres surgidos como eco del ambiente social es continuación de su interpretación teórica, lo abordamos en un capítulo aparte por dos razones. La primera, por trasponer los límites de la pura interpretación política y discurrir sobre los extensos problemas filosóficos, literarios y de la creación humana en general. La segunda razón es que nos son asequibles aquí casi exclusivamente los autores croatas.

¿Qué es el marxismo en su opinión?

En la respuesta que nos darán se sentirá, ante todo, el deseo de lo que el marxismo debería ser. Se sentirá también no sólo la influencia de la concepción filosófica occidental del marxismo, que hizo que las comunistas croatas fueran siempre izquierdistas en el Partido Comunista Yugoslavo, sino también la ínsita propensión de las croatas más bien a la reflexión que a la acción. Las marxistas croatas, incluida la generación joven, se inclinan hacia el marxismo filosófico. Por el contrario, el socialismo oficial yugoslavo sigue siendo en su fundamento leninista-táctico; en él, recurriendo a las palabras de Kardelj, el "marxismo se pierde". Cuando, enfocando ese contraste entre los croatas filósofos-marxistas y la realidad yugoslava, contemplamos la actual polémica, desencadenada en torno al problema de la unidad o diferencia entre el "joven" (filosófico) o el "viejo" (político) Marx, entonces Yugoslavia en su totalidad nos ofrece el cuadro instructivo y preciso de ese conflicto. Claro que los marxistas croatas se oponen a esa división considerándola como una infiltración burguesa, y abogan por un Marx indivisible. Pero ese Marx indivisible es precisamente el Marx "joven", filosófico, que pone en tela de juicio un sistema político concreto.

Es muy comprensible que un hombre, sea filósofo o no, rectifique, en el curso de su vida y su investigación, sus opiniones anteriores. En el caso de Marx, esos cambios no se operaron sin consecuencias, tal vez por haber asumido siempre una actitud "científica", lo que significaría la seguridad absoluta. En su juventud, influido por Hegel y siguiendo los usos de los filósofos de su época, Marx buscaba ante toda la respuesta filosófica a la evolución histórica de la humanidad, que en su tiempo era revuelta, contrapropuesta y económicamente dividida. ¿Qué es, de hecho, lo que determina el curso histórico y a dónde va éste? Analizando la vida, que da la impresión de conflictos tensos como asimismo de calmas temporarias, Marx concluyó que la dialéctica hegeliana no sólo se parece mucho a lo que acontece en el mundo, sino que en ese fondo material visible reside su valor genuino, no intuido por Hegel. En opinión de Marx, Hegel fue víctima de la tradición, dominada por el "espíritu", y en la que nadie, salvo el olvidado Epicuro, pensaba que el spiritus movens del acontecer universal podría ser precisa y únicamente la "materia".

Esa debería ser, pues, la gran "novedad" filosófica que hace a la esencia del marxismo y por la que, según lo demuestra la reciente política de la "coexistencia pacífica", un verdadero marxista se reconciliaría antes con el capitalismo que, por ejemplo, con la religión. Luego, el pensamiento de Marx discurría sin mayores asperezas. La vida entera se desarrolla no en virtud de una idea o de ideas, sino sobre la base de las condiciones materiales, es decir, de los "medios de producción", los cuales, autónomos en su origen (aunque no se sabe por qué), determinan la superestructura político-cultural. Basándose en la evolución de esas condiciones materiales, siempre con primacía sobre las relaciones político-jurídicas, Marx preveía el inexorable derrumbe del capitalismo, si bien el golpe de gracia le será asestado por la revolución. Eso marcará el comienzo de una nueva era histórica. El orden que se establecerá será más democrático que todas las democracias burguesas, y devolverá al hombre los frutos de su trabajo, su valor humanista y toda la felicidad y la armonía terrestres de las que se hablaba, con ingenuidad a los obreros. El materialismo histórico, definido así, no es un movimiento, sino la filosofía de la historia, científica, e infalible en sus previsiones según Marx, aunque todos los hombres se paseasen con las manos en los bolsillos. Algunos de sus primeros textos podrían interpretarse en el sentido de que toda la intervención humana está de más desde que "ningún sistema social desaparece antes de haberse desarrollado todas las fuerzas productivas que pueda contener". En consecuencia, la revolución debería estallar primero en los países más desarrollados y luego en los subdesarrollados, aunque en esos últimos el proceso podría acelerarse, Más tarde, al convertirse los movimientos obreros en un importante factor político, la concepción filosófica de la historia cede lugar en Marx a los consejos políticos, dirigidos mayormente a los obreros alemanes. El cambio más importante, desde luego, es la idea de acelerar el proceso histórico mediante la intervención revolucionaria del partido comunista como portavoz consciente de los intereses obreros, o sea de aquella "clase determinada" que hoy día gobierna en lugar de los obreros. El Marx político o "el más viejo" llegó a ser mucho más concreto, aunque, en opinión general de los críticos, en menoscabo de su filosofía. Porque si se sacrifica el materialismo histórico en aras de un éxito político, toda la estructura marxista de una nueva sociedad y humanidad, como asimismo el Weltanschaung (visión del mundo) marxista se ponen en tela de juicio. Es natural, pues, que las marxistas aborrezcan esa división. Lenin cuya obra corresponde al Marx político, fue el primero en rechazar esta diferencia esforzándose por probar su lealtad a la filosofía. Sus seguidores rusos son menos circunspectos, y para los exégetas stalinistas el verdadero Marx está en sus últimos escritos. En cambio, los revisionistas burgueses, influidos por la evolución del capitalismo sin una intervención revolucionaria, atribuyen mayor valor y cierta previsibilidad a las obras filosóficas.

Esa querella familiar asoma con frecuencia en las páginas de literatura comunista y fue tema de discusión en la reunión de los filósofos marxistas croatas, celebrada en Zagreb a fines de 1959. El tema por sí mismo era susceptible de suscitar observaciones que, en realidad, desbordaron los límites de un simple o doble Marx, dando, como veremos, una nueva noción del marxismo. De todas las observaciones formuladas entonces o "a posteriori", cuatro tendencias merecen atención especial, a saber: 1) Que el marxismo como filosofía se subordine a los resultados científicos y a la experiencia, y sea independiente de un sistema político concreto; 2) Que se le dé una proyección tendiente al futuro; 3) Que se condene desde su punto de vista el vacío de la creación cultural, causado por su dogmatismo prevaleciente hasta ahora. 4) Que se rompa el aislamiento ético en que el comunismo está arrojando a la nueva generación y se restablezcan los vínculos con el pasado y los valores universales del hombre.

El marxismo, dijo Maks Bace ("general" y diplomático de Tito) en la mencionada reunión, "no sólo no está fuera de la ciencia, ni es una cosmovisión anticientífica, ni tampoco está por encima de la ciencia, sino al revés. Prácticamente, eso quiere decir que si ocurre y cuando ocurre que la ciencia positiva obtenga respuesta comprobada a un problema u otro o más en contradicción con las respuestas marxistas vigentes, entonces cambia el marxismo en virtud de su necesidad interna y de su total concordancia[52]. El marxismo, pues, no es ya ciencia; no es profesor, sino alumno, cuyo "cientificismo" consiste en aceptar prontamente lo que otros le dicen. En opinión del conferenciante, hasta ahora no resultó ser el mejor alumno, pues en dicha adaptabilidad no fue lo bastante lejos. "Tal vez sea ésta la razón de que ciertas filosofías sean más actuales por estar más cerca de la vida cotidiana que el marxismo dogmatizado" (ib.). A veces la ciencia, incluso la misma experiencia socialista, superan a sus talentos naturales, ya que "surgen problemas o reaparecen los viejos problemas en forma nueva y contenido ampliado, sin que podamos muchas veces darles una respuesta" (ib.). La flexibilidad que Bace atribuye al marxismo no concuerda, en rigor ni con la tradición marxista ni con la determinada seguridad de Marx. Marx escribió -lo que uno de los participantes de la reunión citó- "que el comunismo significa el enigma solucionado de la historia y sabe que ésta es la solución" [53]. Aunque el marxismo y el comunismo no son conceptos idénticos, su nexo es tal que si el comunismo es el "enigma solucionado", la ciencia no debería revocar el marxismo que lo anuncia ni Bace debería decir que "la logicidad interna del socialismo no ha sido explicada suficientemente hasta el presente" [54]. Lo que mejor ilustra esta situación y afecta grandemente al comunismo es la posición de los marxistas filósofos, es decir de los profesores quienes compulsivamente enseñan algo en lo que dudan. Su posición "se hace hoy, día más difícil", pese a los "medios puestos a su disposición legal y libremente" y pese al hecho de que "cada día es mayor el número de los estudiantes con cada vez menor carga de perjuicios religiosos, chovinistas y otros". Su situación es más difícil "porque la problemática se hizo mucho más compleja, por haber surgido contrastes en el socialismo, por no haberse estudiado la logicidad del movimiento de la sociedad socialista, porque el marxismo estuvo mucho tiempo dominado por el dogmatismo y la citadología, y esa situación se vuelve extremadamente difícil si el mismo profesor filósofo: no progresa con la vida, no sabe descubrir nuevas leyes, si se oculta detrás de la fraseología y se pierde para la vida" [55]. Lo antedicho evidencia no sólo la indiferencia ideológica de profesores y alumnos, sino sus causales contra las que un activista marxista no osa todavía rebelarse, pues después de todo lo dicho sobre la inseguridad del socialismo, no se ingenia en que las nuevas leyes podrían hallarse fuera del socialismo. Esperemos que también ese residuo del dogmatismo evolucione por obra de las ulteriores experiencias científicas y socialistas.

En su exposición de lo que debería ser el marxismo, Maks Bace ha ido bastante lejos al circunscribirla a una visión subjetiva del mundo. "Lo fundamental para mí -dijo- es permanecer fiel al materialismo, es decir tratar de explicarlo todo, de comprenderlo todo con elementos materiales y materialistas, con el método dialéctico, quiero decir buscar y descubrir tanto a la sociedad socialista como a toda la historia de la humanidad a través de los elementos materialistas" [56]. El marxismo, por cierto, prometía mucho más, lo que no obsta que, a posteriori de ciertos fracasos, el materialismo y la dialéctica sean la visión del mundo y de la historia, por lo menos hasta tanto la ciencia pruebe que eso también fue "dogmatizado". Mas el marxismo, reducido a semejante posición filosófica, pone en duda los sistemas comunistas establecidos. El relativismo respecto a las formas sociales, consideradas marxistas, queda expresado en las siguientes palabras: "Las tentativas de transformar aportes de Marx a la ciencia e ideología en religión (...) existen", pero "ese fenómeno es análogo a la transformación del movimiento cristiano en la religión del Estado y carece de vínculo alguno can Marx y el marxismo" [57].

Esa declaración implica algo más que una simple crítica del dogmatismo stalinista. En realidad separa el marxismo como filosofía y visión del mundo del sistema comunista concreto, que no obstante sostiene ser reflejo fiel de esa visión y debería serlo de acuerdo al materialismo histórico. En cuanto al materialismo histórico nadie lo invalidó tan claramente como Krleza cuando escribió en su Diálogo sobre el socialismo que "la historia no es ningún garante para la victoria del socialismo o lo que es más peligroso aún, para la victoria de la revolución comunista internacional" [58]. Poniendo en duda la armonía entre el marxismo filosófico y el orden marxista, se pone en duda también la autenticidad de los movimientos comunistas en general, como asimismo su gobierno que, en consecuencia, puede ser un vulgar golpe de Estado o engañifa. Simple coincidencia, pero semejante razonamiento se aproxima a la experiencia y a la convicción populares.

Además de la tendencia a presentar al marxismo por encima de un sistema político concreto, topamos con otra tendencia no menos característica a presentarla como filosofía, proyectada fundamentalmente al futuro. El sentido "de lo futuro" no consiste ya, como antes se pensaba a voces, en que abrazaría necesariamente el marxismo como la única filosofía acertada, sino en que el presente se explica desde la perspectiva del futuro. La idea se vuelve más clara al compararla con la vida, que seguramente la inspiró, y en la que todos los sacrificios materiales, todos los trabajos voluntarios, todos los planes quinquenales se justifican con miras a un más elevado nivel social del futuro. Esta idea surgió de la discusión sobre un problema, podríamos decir, metafísico, sobre el problema del "tiempo". Es significativo no sólo que ese problema fuese tratado, sino que se lo definió con la noción del futuro, única concepción correcta. Sin embargo, los pareceres de los " filósofos" estaban ,divididos en este punto, acaso debido a que, entre otras razones, resulta asaz obvio que implica una especie de dinamismo que podría ir demasiado lejos. Sobre el problema de tiempo disertó en dichas jornadas filosóficas Vanja Sutlic. "Describir el tiempo, dijo, sea como el "pasado" sea como el "presente" equivale a caer en positivismo, que nos encierra en el practicismo y en las consecuencias prácticas, cuyas secuelas, de hecho, sabemos" [59]. De un comentario suplementario que bajo el título "La problemática humanista del marxismo" publicó, en Vjesnik, Veljko Cvjticanin, resulta evidente que el problema de tiempo fue contemplado desde el punto de vista de las posibilidades que deben brindarse permanentemente al hombre. "El hombre según el criterio marxista está abierto hacia el futuro" y "nunca es tal cual debería y puede ser" [60].

El fondo de ese debate, al parecer ingenuo, se hace aún más claro cuando se lo expresa en forma todavía más directa como en las siguientes líneas del escritor Jure Kastelan: "Negar en nombre del pasado el presente siglo es más que inútil. Pero negar este siglo en nombre del futuro se hace necesario, porque en la negación de lo que es inhumano, exánime y antivital, se halla contenido el futuro o, con mayor precisión, el camino hacia el futuro. El porvenir del hombre hambriento consiste en estar una vez satisfecho, del oprimido en liberarse y del atemorizado en dejar de tener miedo" [61].

La orientación hacia el futuro acaso sea el más sano y positivo fenómeno, siempre plausible, incluso cuando se lo atribuye, por uno u otro motivo, al marxismo; es positivo porque quiebra al marxismo actual, concreto.

En lugar del trillado tema sobre la preservación de "las conquistas de la revolución", entre los comunistas jóvenes surge el tema de la revolución permanente. Tal es el sentido que confiere a la revolución comunista el profesor Andrija Kresic al decir: "Los auténticos revolucionarios no serían tales si cual objetos pasivos se sometieran a todo lo que existe y que por propia dialéctica debería advenir. Ellos cambian el estado de cosas encontrado, sabiendo, y no sólo creyendo, que su acción revolucionaria no es en balde (...). Los comunistas se portan como si estuviesen condenados al comunismo que debería venir por sí sólo, por el dictado de esa dialéctica abstracta. El socialismo y el comunismo significan el movimiento histórico consciente" [62]. También Ivan Supek se muestra optimista cuando habla del futuro del hombre. Pero, preguntado en una conferencia como se orientaban en el mundo caótico de diversos campos contestó: "Sin orientación."

La tendencia a una mayor libertad de creación se manifiesta con mayor ímpetu en la crítica literaria, aunque rindiendo siempre la debida pleitesía al marxismo no criticable. La rebeldía oculta contra el vacío creador invade poco a poco también las páginas de la prensa oficial. En la nota sobre los ensayos "de los escritores combatientes y revolucionarios caídos y muertos" editados bajo el título Tiempo y conciencia por la editorial Kultura, Belgrado 1960, el periódico Komunist de fecha 3-XI-1960 trae la siguiente observación: "Queda el hecho de que después de Krleza y Cesarec[63], y uno que otro nombre y obra de valor, en general no se ha hecho nada excepcional en la práctica creadora de la llamada literatura socialista. Mejor dicho, esta literatura, en su mayor parte, cumplió con mayor o menor éxito una función positiva: la de señalar las penurias de aquella situación social, la vida difícil de los oprimidos despertaba la conciencia de las masas, invocaba el futuro, llamaba a la lucha por un mañana luminoso y grande". "El mañana" que preparaban, si nos atendemos a los nombres citados los escritores croatas, y si ya amaneció, no es ni luminoso ni grande.

Bajo el título "Expresión sí, pero también mensaje" [64], Marin Franicevic, literato comunista croata, observa que la ascensión de la literatura croata no corre pareja con ni alfabetismo logrado después de la guerra, sino al contrario, que le va a zaga y eso "casi exclusivamente a causa de que en ella se ha dicho muy poco sobre la vida contemporánea, o sea: por carecer de contenidos contemporáneos". Franicevic prosigue: "Se plantea, pues, el problema, del mensaje artístico al mundo (no comprendo por qué deberíamos rehuir ese término), a este mundo actual sobre su presente, al mundo de mañana sobre: su ayer, mensaje que se dio siempre de uno u otro modo: en las mejores obras. Contesta a las preguntas del hombre sobre sí mismo, que no podrá ofrecerle totalmente ni la ciencia cuando sea mucho más poderosa que hoy. Es el problema de la vivencia auténtica y la experiencia del hombre, de aliento o de crítica en al tiempo y el espacio." El mismo escritor explica el fondo de esa inquietud y la razón del vacío en un artículo de fecha posterior, en el que hace reseña del desarrollo de la crítica de la postguerra. Hasta principios del 1950, es decir con anterioridad al lanzamiento de la política de "descentralización", la crítica ... trataba de ser consecuentemente revolucionaria, si bien no siempre lo era por varias razones. El lector se encontró en la nueva posición frente a esa crítica que adquiría un nuevo peso fuera de la literatura, forma ésta que en muchos casos ni los mismos críticos habían deseado. En ciertos enfoques adquiría acento de irrevocabilidad". Refiriéndose a la nueva fase iniciada por el año cincuenta, Francevic reconoce mayores posibilidades, sin dejar de señalar las limitaciones, ya que se trata de buscar "una propia plataforma dentro del marco de la plataforma general a la que no se renunciaba, de formar su propia estética basada en lo que estaba fuera de toda discusión" [65]. Sin embargo, cabe hacer notar que se siente cierto enfriamiento incluso lo que todavía está "fuera de toda discusión", cuando, por ejemplo se considera que "el materialismo histórico de Marx y Engels es sólo una entre las muchas teorías" que desde Aristóteles hasta hoy intentaron descubrir los caminos del acontecer artístico[66].

No cabe duda de que la misma sensación de descontento impregna incluso las análisis que por su tema transcienden el marco de los problemas internos. En el artículo "Hombre productor y automatización" [67], Rudi Supek discute, es verdad, sobre la situación de hombre en la era de automatización en general, mas "la burocracia, no trae consecuencias mejores ni en la sociedad socialista". El hombre se da cuenta cada día más "que su destino está en manos ajenas, que es cosa de alguien". "Nace el malestar que se extiende, disgrega las fuerzas optimistas, con su escepticismo corroe las fuerzas jóvenes, fosiliza los cerebros jóvenes y, mientras que hace un siglo y medio el malaise du siècle significaba el choque de la indeterminada existencia humana con una historia abierta, inmensa o impenetrable, hoy ese malestar surge de las limitaciones con que tropieza el hombre a cada paso y sin poder trasponerlas".

Nadie puede objetar si alguien busca la libertad del hombre y de su creación en base a su convicción subjetiva, aunque esa convicción arranque del marxismo. Marx prometía no sólo al obrero sino al hombre en general el retorno de todos sus valores enajenados, como solía decir por el inhumano orden capitalista. Según Supek, esa época inhumana estaba, empero, abierta a perspectivas infinitas de la historia, donde cabían todavía los mensajes libres e individuales al mundo, entre los cuales el marxismo ocupaba un lugar visible.

La creación artística no es el campo aislado donde el marxismo, según lo afirmaba, sembraba trigo, mientras que con el comunismo crece cizaña. ¿Dónde buscar la causa? El conflicto yugoslavo-soviético brindó aquí también la oportunidad de reprochar públicamente al otro lo que en silencio se reprochaba a sí mismo. El enemigo de la creación artística es el centralismo del intelecto, conocido bajo el término de "zdanovismo". En el artículo: "Camino a la antología del arte" [68], Ivan Focht considera que en el arte únicamente es "el objetivismo el que tiene un fin definido". La estética en nuestros tiempos sólo puede actuar ontológicamente. Pues sólo y exclusivamente de ese modo actúa y lucha el arte moderno por su status. No importa qué criterio comparte el autor; lo importante es lo que condena, es decir la subordinación del arte a los fines políticos. El poder político, "viendo en el arte una fuerza, desea someterlo a sus fines, pero , una vez sometido a esos fines, el arte pierde su vigor". Idéntica opinión expresó Ivan Supek cuando escribió que el "conformismo es la entrega del hombre al orden muerto, la sofocación de la facultad creadora, coche-cama a la muerte" [69]. Si en ese sentido la situación en Yugoslavia fuera más favorable, es probable que no haría falta luchar contra la "burocracia de las instituciones culturales y artísticas", como es el caso ahora, por fortuna[70].

Con la crítica del vacío espiritual está ligada también la crítica de la injustificada ruptura con el pasado, nociva para la cultura, como asimismo del aislamiento del resto del mundo. Respecto al aislamiento, la salida se busca en la lectura de la literatura extranjera y en las numerosas traducciones de las obras, por supuesto predominantemente de carácter socialista. En cuanto al pasado, parte integrante incluso del hombre moderno, la situación es más delicada. La ruptura con el pasado originó, entre otras cosas, la conocida invasión de las mediocridades, en la que pesa mucho la distancia entre los auténticos valores humanos y las calificaciones en el papel, otorgadas por la "sociedad". A guisa de ejemplo citaremos la crítica que de esa situación formuló Dusko Car[71]. "Con frecuencia propensos a valorizar un documento escrito (...) olvidamos que el hombre es lo más esencial (...) y creyendo al papel olvidamos que el papel a menudo oculta las concepciones repetidas a través de los siglos, ahora sólo cubiertas con rescoldos, pero no apagados ,sobre el valor del hombre y de su lugar original en la lista de los méritos genuinos en la sociedad". El pensamiento del autor se expresa en forma aun más clara en la siguiente comparación. "Es imposible omitir en semejante reflexión los resultados negativos del rompimiento de las raíces plantadas durante siglos, llamémoslas como sea, tradición, inercia, poco importa, pero es imposible no reconocer los resultados que arroja la superación gradual del camino desandado. Por último, nos hallábamos en el regazo de esa intelligenzia burguesa, todavía extraemos gran cúmulo de conocimientos, normas, hasta prejuicios de esos intelectuales burgueses y no debemos olvidar nunca la palabra de la experiencia histórica que habla del origen plebeyo de esa intelligenzia y de su muerte increíblemente rápida en las relaciones históricas." (ib.).

El problema planteado no es ninguna nostalgia del pasado, sino el sentimiento del aislamiento espiritual y cultural, de la humillación intelectual frente a las calificaciones "en el papel". ¿Hace falta advertir que hay tantos hombres de talento sumidos en el silencio por no haberse desprendido de sus "prejuicios"? La práctica socialista demostró, entre tantas otras cosas, que con el comunismo no empieza la historia y que existen determinados valores humanos que deben respetarse en todos los tiempos. El pasado, no obstante sus detalles, tuvo la ventaja de que el progreso ético-cultural corría paralelo con los logros materiales, gracias tal vez principalmente a la presencia de la religión en la sociedad. El comunismo se apropia de las conquistas materiales, pero destruye violentamente la superestructura ético-moral. En ello reside su originalidad histórica y su condenación práctica, pues quien con hierro mata a hierro muere. Verdad justicia, honradez, responsabilidad, trabajo, matrimonio, saber, capacidad, etc., no pertenece al pasado ni al futuro, sino al hombre y toda injerencia política en esas valores universales repercute en el propio ser.

En el párrafo citado no se habla de qué modo la separación de lo moral, lo pasado y lo eterno de la vida concreta se toma venganza. De eso escriben los diarios. Pero nos habla de algo más importante aún, o sea que hay hombres que lisa y llanamente no quieren esa separación. Al cabo de 16 años de aislamiento ideológico, la joven generación comunista busca, la salida no sólo hacia el fúturo sino también hacia el pasado. "La cultura socialista no se hace ex nihilo", escribió Vjekoslav Mikecin en su trabajo titulado "El hombre joven hoy en día" [72]. Sin embargo, tomar una actitud definida frente a la tradición en la esfera cultural con máxima atención y respeto, constituye todavía un problema actual en nuestro país".

Este problema tal vez no sea el que nos figuramos en el primer momento es decir el peligro de ser tildado de "chovinista", si uno se refiere a los héroes nacionales, ya que el autor no oculta ser comunista rechaza el "romanticismo nacional", censura incluso la campaña antizdanovista como "hipócrita", pues no admite el divorcio entre lo estético y lo social, él es comunista y por eso resulta interesantísimo cuando dice que vive en "El tiempo de la crisis más total". Cada generación cree que "con ella comienza la verdadera historia"; su generación, la comunista, no sólo lo creyó sino que lo sostuvo. Mas "la historia dictó su veredicto. Sobraban candidez y mentecatez".

Y ahora se plantea el problema al comunismo, que no halló el substituto socialista a los valores eternos, de cómo "definirse ante la tradición en el sentido ético", pero "con plena y rotunda negación de todas las formas burguesas de la vida, del oportunismo, de la psicología de clase, del embotamiento del espíritu, de toda forma de degeneración". La experiencia, acaso, persuadió al autor de estas interesantes reflexiones que "éste no es un cometido que se resuelve desatando campañas", pero lo escandaloso es oír de boca de un marxista que tampoco se resuelve "con una simplificada y vulgar fórmula materialista sobre la base que automáticamente modifica la superestructura". Agreguemos, como conclusión y última constatación, que éste no es sólo el problema de un intelectual joven, sino "la parte integra del problema de nuestra sociedad en general".

Intelecto y fuerza

Frente a un cúmulo de dificultades prácticas y la insatisfacción de las aspiraciones humanas, el socialismo como sistema pierde la claridad ideológica que tuvo en la "ilegalidad", faltándole a la vez una política económica estable, A la postre, no se sabe ya si es el fin alcanzado o el medio que persigue algo; si es la victoria ganada o por ganar; si va a venir por la ley del materialismo histórico, o exclusivamente mediante duros sacrificios e ingentes recursos, ya que la historia no es, ni mucho menos, el garante de su victoria,

Todas esas interrogantes son una parte de la confusión, de "la crisis más total", que si no amenaza directamente el poder que tanto gasta para su seguridad "corroe escépticamente a las fuerzas jóvenes y fosiliza los cerebros". "Los contrastes dialécticos", de que tanto se habla, suelen ser simples contradicciones lógicas, acompañadas, si no causadas también, con el contraste vital entre el lujo y la pobreza, entre el aprovechamiento personal y los "servicios sociales" palaciales. Ese contraste, legalizado por la práctica del sistema, que predica la igualdad, incita no sólo ambiciones materialistas, sima que origina, lo que es mucho peor; la irresponsabilidad moral y la incertidumbre ética. Algunos, como Ivan Supek, lo admiten. "Escuchamos las palabras de los oradores sin callar en sus pensamientos ocultos; nosotros mismos brindamos al mundo señales diferentes de nuestras percepciones interiores" [73].

Los intelectuales marxistas croatas, los únicos a los que no está prohibida la expresión filosófico-literaria, y de quienes, por lo tanto, hemos podido hablar, al no poder moverse con libertad por el vasto campo del espíritu humano, querrían moverse con mayor libertad dentro de los esquemas marxistas[74]. Empero, su empresa sigue teniendo el sello de una inconsecuencia fundamental, comprensible acaso en las condiciones actuales, por ser todavía compulsiva. Pues, como la "descentralización" política se practica únicamente dentro de la disciplina partidaria, así la descentralización del intelecto se opera exclusivamente dentro del marco del materialismo marxista. Acaso aquí y allá brille un rayo de mayor libertad; tal vez sea eso el anhelo generalizado de los pensamientos ocultos. Pero, mientras una sola "visión del mundo" disponga de "medios legales", no es lícito hablar de la libertad, ni de la altura de esa visión, pues el panegírico queda letra muerta si falta la crítica. Con todo, en la plataforma de lo que sigue "fuera de discusión", se nota mayor agitación. Los marxistas croatas quisieran darle nuevamente bases científicas al marxismo, subordinarlo al intelecto, separarlo de un sistema concreto, inspirarlo con valores humanitarios, brindarle mayores posibilidades de creación, literaria, infundirle mayor optimismo respecto al futuro y mayor respeto al pasado. Pero, mientras se encierren en el materialismo, no podrán dar esa respuesta, por cuanto el marxismo como sistema filosófico, si alguna vez contesta al hombre por qué trabaja, jamás le constará: por qué vive.

Muchas reflexiones que afloran en la prensa comunista merecerían mayor atención y podríamos citar muchos nombres más, pero nuestro propósito no es dar una antología de autores sino el contenido de las opiniones. Lo dicho sobre el particular no es ninguna concesión a sendos autores, cuyos "papeles sociales" desconocemos en la mayoría de los casos. Sería erróneo concluir que los intelectuales marxistas croatas se han alineado de golpe en las filas de oposición, pero es seguro que el marxismo en su forma concreta, en sus resultados, no los satisface. Ellos socavan el marxismo creyendo en él, pues lo más significativo en todo ese proceso es que el descontento no es obra de la influencia extranjera, sino expresión de las inquietudes interiores, no una voz aislada, sino el denominador común de la gestación intelectual que, según la inexorable ley natural, retorna de las ruinas del paraíso prometida a los elementales problemas humanistas del hombre. Con ello no queda tan sólo revocado el materialismo dogmático histórico, sino que se ve amenazada su actual forma socialista. En qué medida el régimen se da cuenta de ello, se refleja cabalmente en un discurso del vicepresidente de gobierno, Eduardo Kardelj, que públicamente condenó ese nuevo humanismo. "Algunos intelectuales jóvenes, enfrentados can diversas dificultades de la vida real -a veces de índole material, a veces derivadas de la desorientación ideológica, de conocimientos insuficientes, de incapacidad de creación etc.; prefieren buscar refugio en ciertas abstractas construcciones humanistas, creyéndose sabihondos y muy revolucionarios y, de hecho, son snobs estériles y charlatanes impotentes ( ... ) Y aquí no bastan para orientarse las palabras huecas sobre el humanismo y democratismo, sobre el bien y el mal..." [75]. Eso es una prueba más de que el marxismo no es ya una idea que atrae, sino un régimen que oprime, en tanto que la historia enseña que toda vez que la fuerza se enfrentó con el intelecto, quien sucumbió no fue el intelecto, sino la fuerza.

 


Ivan Duknovic (Giovanni Dalmata), destacado escultor del "quattrocento" romano

J. G. Fratija

El aporte croata al humanismo y el Renacimiento no está todavía lo suficientemente valorizado, destacado y esclarecido en la literatura especializada. Las tendencias nacionalistas infiltradas en la historiografía de los pueblos europeos hicieron que se presenten e interpreten unilateralmente incluso aquellos movimientos y empresas en los que tomaron parte todos los pueblos de la Europa occidental, cada uno según sus posibilidades y peculiaridades. El aporte de los pueblos pequeños no se aprecia debidamente o se atribuye a los pueblos grandes. Eso pasa a menudo cuando se trata de los relativamente numerosos artistas nacidos en Croacia, quienes a causa de las continuas luchas contra las invasiones osmanlíes tuvieron que refugiarse en el extranjero para poder trabajar y crear. Durante el Renacimiento, Croacia fue escenario de cruentas, largas y extenuadoras luchas. Formando parte de la muralla oriental defensiva de la Europa occidental, Croacia cumplía con su misión histórica con tanta abnegación y sacrificio que el Papa León X, de la familia Medici, le confirió el título de scudum saldissimum ac antemurale Christianitatis. Ese Papa renacentista, hijo de Lorenzo Medici, hablaba con el conocimiento de Croacia a cuya defensa había contribuido con más de 100.000 ducados. Croacia no es sólo vecino directo de Italia en su frontera oriental, sino que el instructor de los hijos de Lorenzo Medici fue el franciscano croata Juraj Dragisic, célebre humanista conocido con el nombre de Georgius Benignus de Salviatis, fugitivo de Bosnia, entonces bajo la ocupación y dominación turca.

No sólo los autores e historiadores extranjeros suelen omitir el origen croata de los numerosos sabios, escritores y artistas que actuaron en el extranjero, predominantemente en Italia, sino que los mismos autores croatas están desorientados cuando escriben sobre ellos. Como si se sintieran heridos en su orgullo nacional ante el hecho de que tantos talentosos croatas trabajaron fuera de su patria y que la mayor parte de sus obras se hallan en Italia y en grandes museos europeos. No debe extrañar ese sentimiento de frustración. Hasta época, reciente no se tenía en debida cuenta el hecho de que en la era prenacional y hasta la eclosión de los movimientos nacionales, los intelectuales y creadores europeos no se sentían extranjeros en cualquier centro cultural y docente de la Europa Occidental y que eso no hería sus sentimientos patrióticos. Así muchas celebridades croatas en el ámbito cultural, científico y artístico actuaron en el extranjero sin perder vínculo con su patria, que de vez en cuando visitaban, ejecutaban allí algunas obras o por lo menos, a su apellido agregaban Croata, Dalmata, Schiavone[76], o se llaman según el lugar de su nacimiento en Croacia. El pintor Juraj Culinovic es conocido como Giorgio Schiavone y el célebre pintor Andrija Medulic como Andrea Meldola Schiavone. El miniaturista Julio Clovio firma algunas de sus obras con Giulio Clovio da Croazia o Croata[77]. El destacado arquitecto del Renacimiento italiano Luciano Laurana lleva el nombre de su ciudad natal y también su homónimo el escultor Francesco Laurana que trabajó para los reyes de Aragón en Nápoles. Ivan Duknovic, otro gran escultor renacentista oriundo de Croacia, figura en la historia del arte bajo el nombre de Giovanni Dalmata.

Todos ellos pertenecían al mismo tiempo a la sociedad cristiana occidental y a su patria Croacia. Esta unidad fue debilitada, luego con las diferenciaciones radicales entre la cultura occidental y las culturas nacionales, consideradas estas últimas como unidades culturales definitivas y de máximo alcance. Sin embargo, en los tiempos recientes toma cuerpo la conciencia de que las culturas nacionales de les pueblos europeos no on sino expresión local, la variante nacional, de la cultura y civilización común del Oeste europeo.

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Esas palabras preliminares contribuirán a comprender por qué la vida y la obra de Ivan Duknovic, conocido en la literatura general del arte como Giovanni Dalmata, no ha sido todavía debidamente esclarecida y estudiada, si bien se trata de uno de los más eximios escultores del Quattrocento romano. Los historiadores se circunscribieron a estudiar y analizar sus esculturas ejecutadas en Roma bajo el reinado de los Papas Pablo II y Sixto IV. Apenas recientemente se arrojó luz en Croacia sobre su origen, mocedad y su estada posterior en Roma y sobre sus trabajos realizados en Croacia. También en los últimos decenios, a raíz de los hallazgos arqueológicos, se pudieron completar los datos relativos a la estada y actuación do Duknovic en Hungría, en la corte del rey húngaro-croata Matías Corvino. En base a dicho material y a sus propias indagaciones pudo escribir Kruno Prijatelj, historiador croata del arte y director de la Galería de Arte en Split, una enjundiosa monografía sobre la vida, obra e importancia de ese renombrado escultor renacentista[78]. Aparte de las breves e incompletas notas que figuran en ciertas ediciones enciclopédicas, en castellano no hay nada publicado sobre un escultor renacentista que trabajó en Italia, Croacia y Hungría y cuyas obras, además, figuran en el Louvre de París, en el Victoria and Albert Museum de Londres, y según atribuciones de algunos especialistas en el Kunsthistorisches Museum de Viena y en el Fogg Art Museum, Harvard University, EE.UU. Esperamos que el presente trabajo llenará tal vacío y servirá como fuente de informaciones a quienes en el ámbito del idioma español se interesan por el estudio del Renacimiento europeo.

Según los datos históricos publicados no ha mucho en Croacia, quedó comprobado que Giovanni Dalmata se llamaba Ivan Duknovic y que su familia procedía del pueblo Orahovica cerca de Trogir (en latín Tragurium, en italiano Traú). Hijo de Esteban Duknovic, Ivan nació en Trogir o en sus alrededores cerca del 1440, adquiriendo los primeros conocimientos escultóricos y humanistas en su pequeña patria, rica en canteras y en talleres de marmoleros. En aquel entonces se terminaba la monumental catedral de Trogir, tal vez la más hermosa en Croacia. Mientras Ivan era joven, el maestro Nicolás Fiorentino, discípulo de Donatello, ejecutaba en la catedral la capilla de San Juan Orsini, una de las obras más bellas del Alto Renacimiento.

Ya entonces, en los albores del Humanismo y del Renacimiento, los monumentos de la antigüedad se convertían en fuente de inspiración. Duknovio pudo contemplarlos cerca de la ciudad. A un paso de Trogir y Split se hallaban los restos aún bien conservados de la gran ciudad romana Salona, Allí el insigne humanista y padre de la literatura croata Marko Marulic recogía las monedas romanas y anotaba las inscripciones latinas de las necrópolis[79]. En Split se podían ver entonces los restos bien conservados de soberbio palacio del emperador romano Diocleciano, obra maestra del arte antiguo romano. El mausoleo de Diocleciano fue convertido en la Alta Edad Media en la catedral del arzobispo spalatinense cuyo título era Primas Dalmatiae ac totius Croatiae. En ese mismo tiempo el maestro Juraj Dalmatinac (Giorgio Dalmata), constructor de la catedral de Sibenik, insigne escultor y el más destacado representante del estilo gótico florido en Dalmacia trabajó en la capilla y en el altar de San Anastasio en la catedral de Split[80]. Y la misma ciudad Trogir, antigua colonia griega, luego un poblado romano de pescadores, consagraba muchos fragmentos del arte griego y del romano. Allí en casa del humanista Coriolano Cippico se conservaba un hermoso relieve Kairos de un desconocido discípulo de Lizipo y los fragmentos posteriormente publicados de "La cena de Trimalhión" de Petronio.

Con los conocimientos adquiridos en ese ambiente, Duknovic se traslada a Roma para perfeccionarse en el arte escultórico. Tiene 20 años. En Roma colabora con dos botteghe de primer orden, con la de Mino da Fiesole (1431-1484) y la de Andrea Bregno (1421-1506). "La influencia de esos dos escultores -dice Kruno Prijatelj- podrá apreciarse en su obra, pero nunca ensombrecerá su acusada nota individual y su estilo, que En lo que concierne a la problemática escultórica era mucho más vigoroso que el de ellos".

El primer trabajo que conocemos del joven Duknovic en Roma fue el escudo del Papa Pío II sobre el portal del Cortile del Maresciallo en el Vaticano. Parece que Pío II, conocido como humanista bajo el nombre de Silvio Piccolomini, quien de Roma hizo centro del arte renacentista reuniendo allí a los mejores maestros y escultores, fue el primer protector del joven Duknovic. Murió en Ancona mientras se aprestaba a conducir la cruzada en ayuda de los cristianos amenazados en la otra orilla del Adriático.

Otro trabajo ejecutado por Duknovic en Roma sería el escudo del Papa Pablo II en, al portal lateral del Palacio de Venecia en Roma. De mayor envergadura fue su participación en la ejecución del sepulcro del cardenal Giacomo Tebaldi en la iglesia romana Santa María sopra Minerva, en cooperación con Andrea Bregno. Al mismo tiempo esculpió varias estatuas y relieves para el tempietto de San Jacobo en Vicovaro, no lejos de Roma, edificado por la familia Orsini, y expresamente la luneta encima del portal, los ángeles en el arco, las ojivas y el tímpano.

Prijatelj opina que Duknovic, interrumpiendo su primera estada en Roma, volvió a Trogir alrededor de 1470, basándose en ciertos monumentos de Trogir que le atribuye, Es muy probable que Duknovic colaboró en la catedral con Nicolás Fiorentino en la capilla de San Juan Ursini y la bóveda de la familia Sobota en la iglesia de Santo Domingo. Prijatelj comprueba la mano de Duknovic en la ejecución de ornamentos en la capilla y especialmente en algunos putti. Más tarde, Duknovic esculpiría para esa capilla dos estatuas, Con argumentos convincentes Prijatelj le atribuye dos impresionantes leones en La bóveda de la familia Sobota, que fueron comparados con los de Donatello. Esa estadía de Duknovic en su patria, tras sus estudios y afirmación en Roma, no fue mero episodio en la vida del maestro, sino un significativo aporte a la afirmación definitiva de las formas plásticas y decorativas renacentistas en los conservadores talleres marmoleros de Dalmacia, que se atenían al estilo gótico bajo la influencia tanto de Venecia como de la fuerte personalidad artística de Juraj Dalmatinac (Giorgio Dalmata).

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La época más fecunda de Duknovic fue su segunda estada en Roma entre 1470 y 1481. En ese decenio definió su estilo y su perfil artístico. Dio a sus obras nueva sensación de volumen y de forma, nuevo dinamismo pletórico, mayor refinamiento p más alta calidad, ocupando el primerísimo lugar en la escultura del quattrocento romano. Su obra maestra de esa época es la tumba del Papa Pablo II, ejecutada en cooperación con Mino da Fiesole. De ese monumento dijo Vasari que es "la piu ricca sepoltura, che fusse stata fatta d'ornamenti e di figure a pontefice nessuno". Se trata de un nicho monumental, colocado en la antigua basílica de San Pedro, dotado de numerosas estatuas y relieves. Fue, lamentablemente, desmontado durante la construcción de la nueva basílica de San Pedro salvándose la mayor parte de los fragmentos en las grutas vaticanas. Algunos fragmentos se hallan en el Louvre parisino y un ángel que algunos atribuyen a Duknovic, se encuentra en Fogg Museum de Universidad de Harvard, EE.UU.

Mino da Fiesole tuvo la parte principal en la concepción del conjunto del sepulcro de Pablo II y de su línea básica arquitectónica. En cuanto a la parte escultórica, lo superó Duknovic, quien hizo las esculturas más hermosas y vigorosas, que le valieron merecido lugar entre los grandes maestros del Renacimiento.

Por falta de documentos escritos, varios autores que se ocuparon de tumba de Pablo II sobre todo H. Tschudi, A. Venturi y L. Donati- no están siempre acordes sobre a quién atribuir ciertas esculturas, a Duknovic o a Mino da Fiesole. K. Prijatelj, partiendo de aquellas estatuas y fragmentos que llevan la firma de Duknovic como la Esperanza en la tumba de Pablo II y la estatua de San Juan en Trogir, y analizando minuciosamente el estilo y los trazos característicos de ambos artistas, coincide con las atribuciones de Tschudi y ensalza su sagacidad. Según ellos, en la tumba mencionada, debería atribuirse a Duknovic los siguientes trabajos: la figura yacente del Papa Pablo II en el sarcófago; el gran relieve de la Resurrección, de una concepción vigorosa y lírica; relieve de Dios Padre con los ángeles, motivo éste que Duknovic tratará reiteradamente; la estatua de la Esperanza que lleva la firma del escultor; estatuas de los evangelistas SS. Marcos y Mateo; el relieve de la Creación de Eva, acaso la más hermosa composición de la tumba; relieve con uno de los escudos del Papa; un ángel derecho; tres ángeles a la derecha del grupo con el Dios Padre y un fragmento de arquitrabe con querubines. Todas esas partes están en Le Grotte Vaticane. Prijatelj le atribuye certeramente también el arquitrabe de Leuvre con decorativas cabezas leoninas en medallones.

En la fase final de los trabajos de la tumba de Pablo II Duknovic y Mino da Fiesole elaboraron conjuntamente el tabernáculo, trabajo mediano guardado hoy en la sacristía de la iglesia romana de San Marcos. Luego Duknovic está ocupado con dos obras grandiosas. Primero con Andrea Bregno trabaja en la tumba del cardenal Bartolomé Roverella y luego, casi solo, ejecuta el sepulcro para el cardenal Bernardo Eroli en la antigua basílica de San Pedro.

En la monumental tumba del cardenal Roverella, Duknovic hizo dos esbeltos y estilizados ángeles junto al sarcófago, nuevo tipo de cariátides, y un relieve de lírica factura y concepción de la Virgen entre los ángeles, además de una estatua enorme y monumental de Dios Padre.

De lo que fue espléndida tumba del cardenal Eroli quedan únicamente fragmentos en las grutas vaticanas. La figura yacente en el sarcófago del cardenal es de expresión impresionante y vigorosa llena de un nuevo ritmo lírico. Es la cumbre de las realizaciones de Duknovic con figuras yacentes. La figura monumental de Cristo, colocada frontalmente, es la creación más acabada del maestro que testimonia nuevas facetas de su personalidad artística. Las figuras de los santos apóstoles Pedro y Pablo, también conservadas, son expresivas en su concepción y la intensidad de la vida interior. De esa época son dos relieves de Duknovic -Virgen entre ángeles y Dios Padre- fragmentos de una tumba ahora en Grotte Vaticane.

A. Venturi atribuye a Duknovic incluso la tumba del cardenal Pietro Riari en la iglesia de los Santos Apóstoles, mientras que Prijatelj opina que es un trabajo conjunto de Andrea Bregno y Mino da Fiesole. Tampoco estima acertadas otras atribuciones, como los trabajos en cancellata y cantoria de la Capilla Sixtina en el Vaticano, y el escudo del Papa Alejandro VI encima de la puerta de los Apartamenti Borgia.

Adolfo Venturi atribuye también a Duknovic una serie de monumentos arquitectónicos. Si bien se le cita en un documento de la época como arquitecto, las pretensiones de Venturi carecen de asidero. En cambio su atribución a Duknovic de la expresiva estatua de San Juan Evangelista en la capilla de San Juan Ursini en Trogir, fue confirmada al descubrirse hace poco la firma Ioannis Dalmatae F., esculpida al pie de la pieza. Esa estatua, síntesis de los elementos más característicos del estilo de Duknovic, en opinión de Prijatelj, fue elaborada durante la segunda estada de nuestro maestro en Roma.

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En el decenio de 1480 a 1490, I. Duknovic reside en Hungría, en la corte del rey húngaro-croata Matías Corvino, convertida en verdadero centro de la cultura humanista y el arte renacentista. Ahí, además de una serie de escritores y artistas plásticos europeos, se hallaban varios croatas, y entre ellos dos escultores: Jacobo Stafileo e Ivan Duknovic, ambos de Trogir.

De la vida y actividad de Duknovic en ese decenio no existen muchos datos. Las obras artísticas de las residencias del rey fueron en parte destruidas y en parte trasladadas por el Solimán II a Estambul, tras la derrota del ejército húngaro-croata en Mohac, acaecida en 1526. Gran parte de Hungría fue conquistada y las residencias reales fueron saqueadas y destrozadas. Por ello, sólo se salvaron fragmentos y algunos retratos de la obra de Duknovic, realizada en Hungría.

Entre otros documentos fidedignos que comprueban la estada de Duknovic en Hungría, existen dos donaciones. En la primera, fechada en Viena el 25 de julio de 1488,, el rey Matías, de acuerdo con su esposa Beatriz de Aragón -denominada por los humanistas Diva Beatrix- dona "magistri Ioannis Duknovich de Tragurio, statuarii sive marmorum sculptoris... castellum Maykovez vocatum in comitatu Crisiensi habitum", castillo Maykovez en Croacia, en el distrito de Krizevci, para retribuirle por sus obras extraordinarias y difundir su gloria por los siglos de los siglos. Al mismo documento se refiere a él un contemporáneo de Duknovic, el escritor humanista croata Ludovicus Tubero-Crijevic de Dubrovnik, quien lo llama Ioannes Dalmata illustris sua aetate scultor[81].

A Duknovic, por cierto, pertenece el relieve de la Virgen de Diósgyötir, uy dañado, que hoy se guarda en el Museo Nacional de Budapest. No hay unanimidad para atribuirle la fuente ricamente decorada con torso del pequeño Heracles de mármol colorado, festones decorativos de flores, frutas, escudo de armas y blasones. Esa fuente se hallaba en la residencia veraniega del rey Matías Corvino en Visegrad. Sus restos fueron descubiertos recién en 1941-42. P. Meller aportó argumentos convincentes para atribuir la paternidad de esa fuente a Duknovic, opinión que comparte K. Prijatelj, igual que la opinión de A. Venturi respecto a los dos relieves retratos que se encuentran en el Museo Nacional de Budapest, que representan al rey Matías y a la reina Beatriz. En cambio, es dudoso que el relieve del rey Matías en el Museo de Arte de Viena sea obra de Duknovic. Aproximadamente a la misma época y al mismo ciclo pertenecen un retrato de un humanista, que se guarda hoy en el palacio Cippico en Trogir, y el retrato más logrado de esa serie que representa al poeta y humanista italiano Francesco Cinti, conservado hoy en el Victoria and Albert Museum de Londres.

A Duknovic se atribuye también la paternidad de otras obras y fragmentos, conservados parcialmente en Hungría. Prijatelj no niega su influencia en algunas de estas obras, mas sostiene que circunscribiendo la obra de Duknovic, realizada en Hungría; a la fuente de Visegrad, a la Virgen de Diósgyör y a los relieves con retratos, la personalidad del maestro cobra en coherencia y unidad. Esa obra refleja nuevos momentos y cambios en su estilo, la modelación de materiales y el tratamiento de volúmenes, testimoniando a la vez acerca de su notable importancia en la introducción de formas renacentistas en Hungría.

Muerto el rey Matías en 1490, Duknovic abandona a Hungría y durante los veinte años subsiguientes reside y trabaja sucesivamente en Trogir, luego en Venecia, Ancona y probablemente en Zagreb por el año 1510. No se conoce con exactitud la fecha y lugar de su fallecimiento, presumiéndose que ocurrió por el año 1510.

En los últimos veinte años, signados por evidente y comprensible decadencia, Duknovic esculpió algunas obras significativas, como ser el relieve de La Virgen, hoy en el Museo Cívico de Padua, y el busto de Carlo Zeno (hoy en el Museo Correr de Venecia). Por su refinamiento, la frescura extraordinaria su gracia y espontaneidad, por su estupendo tratamiento, ese relieve es una de las obras maestras de Duknovic. El retrato de Carlo Zeno, atribuido a Duknovic también por A. Venturi, es muy sugestivo y expresivo. Para la capilla de San Juan Ursini en Trogir, Duknovic elaboró en esa época La estatua de Santo Tomás Apóstol y para La catedral de Ancona -donde antes que él se hizo famoso el maestro constructor Juraj Dalmatinac (Giorgio da Sebenico)- un monumento sepulcral en relieve del Bienaventurado Girolamo Gianelli. En Venecia no llegó a terminar el gran altar para 1a Escuela de San Marcos. A Duknovic se atribuye también la lápida sepulcral del obispo de Zagreb. Lucas Baratin, cuyos fragmentos se encuentran en el Museo Histórico Croata en Zagreb. En uno de esos fragmentos está grabada firma del escultor: Ioannis...

En la extensa y fecunda obra plástica de Duknovic, se pueden apreciar ciertas influencias del Quattrocento romano, luego elementos puramente clásicos, especialmente en el tratamiento del mármol. En las estatuas ejecutadas durante la segunda estada del maestro en Roma se cristaliza su tendencia por los volúmenes puros bajo el impacto de Piero della Francesca y Francesco Laurana (Franjo Vranjanin). En su fase húngara se hacen visibles ciertas influencias nórdicas.

Con todo, las influencias apuntadas no pudieron ensombrecer la vigorosa personalidad artística de Duknovic, sino que la enriquecieron como les suele ocurrir a todos los genios auténticos.

Kruno Prijatelj estima que los rasgos característicos de La obra de Duknovic son: sus concepciones generales de las esculturas, donde se funden un lirismo delicado y un dinamismo inquieto, detalles específicos de caligrafía, el modo de cincelar, tratamiento de cabellos, postura de las figuras, la expresión típica de los rostros, ojos y labios muy característicos, La materia del encarnado blanda como cera, el juego de vestido con repliegues triangulares tan propios del maestro. Su auténtica originalidad se refleja en el conjunto y la unidad de sus esculturas y composiciones, impregnadas de un hondo lirismo y de un inquieto dinamismo v que se remonta al gótico tardío, aunque en ciertas obras asoman formas preanunciadoras del barroco.

Los logros máximos del arte duknoviciano lo constituyen la Creación de Eva, la Resurrección, La Esperanza y Dios Padre de la tumba del Papa Pablo II, la Virgen en la tumba del cardenal Roverella, la estatua de San Juan en Trogir, las figuras del Cardenal y de Cristo en la tumba de Eroli, la Virgen en Padua y ciertos retratos ya mencionados. Para Croacia tienen suma importancia los trabajos realizados por Duknovic en Trogir. Mientras que otros grandes maestros croatas como Culinovic (Giorgio Schiavone), Medulic (Andrea Meldolla Schiavone), el miniaturista Klovic (Julio Clovio), Benkovic y ambos Laurana trabajaron casi exclusivamente en el extranjero, donde dejaron sus obras, Ivan Duknovic ejecutó una parte de su obra en Croacia, representando un papel muy significativo en el movimiento plástico en Dalmacia a través de sus esculturas en Trogir, y especialmente a través de su estatua de San Juan, la hermosa escultura que adorna la extraordinaria capilla de Nicolás Fiorentino. En los talleres marmoleros y en las botteghe del primer cinquecento dálmata encontramos repercusiones y formas inexplicables sin la presencia y la enseñanza de Duknovic. Introdujo en Croacia maduras formas del arte renacentista en momentos muy difíciles, cuando las embestidas turcas llegaban a las puertas de Split y Trogir. Bernardo Zane, arzobispo de Split, describiendo en forma conmovedora los sufrimientos del pueblo croata ante el Concilio Laterano, dijo: "Eso no lo he oído decir, no lo he leído, sino que lo he visto al igual que mis doce obispos sufragáneos en sus ciudades. A menudo, pobre de mí, mientras oficiaba, me veía obligado a desprenderme del hábito eclesiástico, asir las armas y correr a las puertas de la ciudad para animar a la gente consternada y consolar a los afligidos para que resistieran valerosamente al enemigo despiadado y sanguinario". Otro obispo, que a la vez era banus (virrey) de Croacia, Petar Berislavich, oriundo de Trogir como Duknovic, cayó combatiendo contra los osmanlíes mientras conducía como comandante supremo del ejército croata, a sus soldados que lo consideraban, según las crónicas de aquel tiempo, "más bien su padre que el virrey".

Vista a la distancia histórica de cinco siglos, la obra escultórica de Duknovic resulta clara y coherente. Aplicando el criterio estético moderno, su personalidad artística surge descollante y original, con todo no haber sido esclarecida y valorizada como lo merece.

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Bibliografía: El presente trabajo se ha hecho aprovechando los datos consignados en la citada monografía de Kruno Prijatelj y en otras publicaciones de autores croatas. L. Donatti publicó también una extensa bibliografía sobre Duknovic en su trabajo: L'attivitá in Roma di Giovanni Dalmata de Traú, Archivio storico per la Dalmazia, X, Vol. 59, pp. 522-534, vol. 62, pp. 54-66. Otros trabajos de importancia serían H. Tschudi: Giovanni Dalmata, Jahrbuch der kángl. preuss. Kunstsammlungen, IV, Berlín 1883: A Venturi: Storia dell' Arte Italiano; L. Donatti: L'attivitá de Giovanni Dalmata de Traú a Roma. Archivo storico per la Dalmazia, X, vol. 59, pp. b22-534; P. Meller: Mátyás Király visegrádi dszktíja, Budapest 1946 y del mismo autor: La fontana di Mattia Corvino a Visegrad, Annuario dell'Instituta ungherese di storia dell'arte, I, Florencia 1947, p. 47-73. Los trabajos de los demás autores tanto croatas como extranjeros, figuran en la monografía de Bruno Prijatelj.


Componentes étnicos de la nacionalidad croata

Dinko A. Tomasic, Indiana University, Bloomington, EE.UU.

Los pastores en las montañas dináricas, los campesinos en las llanuras de Panonia y la "inteligenzia" en los centros urbanos de Croacia fueran los principales actores en el desarrollo político y social del pueblo croata. Esos agentes sociales y sus acciones recíprocas han determinado la formación de los rasgos distintivos de la nacionalidad croata. Influyeron asimismo en el desarrollo de la ideología nacional croata desde el alto Medievo hasta nuestros días.

Los guerreros de las montañas dináricas

Varias tribus croatas posiblemente de origen turco-mongólico se establecieron por el siglo siete de la era cristiana en la zona montañosa de la retaguardia de la costa oriental del Adriático (Alpes Dináricos). Dos circunstancias determinaron el papel que esa gente desempeñaría durante los siglos venideros: su organización tribal de clanes belicosos; habían ocupado y controlado una zona estratégicamente importante pero inaccesible, disputada primero entre el Imperio Franco y Bizancio, luego pretendida por Venecia y por el Reino de Hungría, contendida entre la cristiandad occidental y la oriental. Más tarde, los imperios austríaco y otomano lucharon por el mismo territorio. Servia aspiraba a esas regiones en la primera guerra mundial, Italia especialmente en la segunda guerra mundial, mientras que el comunismo de tipo soviético las controla ahora. Como resultado de esa rivalidad entre imperios, religiones e ideologías, esta área permaneció durante siglos "tierra de nadie", e inestable y revuelta zona fronteriza. Semejante situación contribuyó a que se perpetuasen los rasgos militares de sus pobladores, cuyas tradiciones guerreras se remontan a los días del antiguo Reino de Iliria.

Los ilirios fueron conquistados y romanizados por el poderoso Imperio Romano que tuvo que asegurar la libre navegación para sus barcos del ataque de los piratas ilíricos y proteger las fronteras del Imperio de los belicosos invasores provenientes del Este. Cuando las tribus croatas se establecieron en esa zona, el Imperio Romano Occidental ya había, sido destruido, y la lucha entablada entre Bizancio y los francos por ese territorio posibilitó a algunos jefes tribales croatas seguir los pasos de los antiguos piratas ilíricos y de otros pueblos guerreros, coma godos, hunos y avaros, que les precedieron.

Dado que ni los emperadores francos ni bizantinos pudieron derrotar a los croatas con armas, el único modo viable de establecer la paz y orden en esa zona era reconocer el poder de los más descollantes jefes tribales, cristianizarlos, conferirles títulos de príncipes y reyes, proveerlos de ingresos regulares pagados por una serie de prósperas ciudades costeras romanizadas, incluyendo Venecia, en forma de tributos. De ese modo surgieron varios principados croatas y con el tiempo el Reino de Croacia en las costas orientales del Adriático durante los siglos VIII y IX. (AD) El reino croata se extendió hasta el interior balcánico y hasta las llanuras de Panonia, alcanzando la línea que antaño dividía la parte oriental y occidental del Imperio Romano, La misma línea divisora separaba la parte helenizada de la parte romanizada del Imperio.

Sin embargo, la organización interior del reino croata estaba calcada sobre el tradicional sistema tribal croata, el centro de cuyo poder residía en unos cuantos clanes más poderosos y en manos de las familias más destacadas de esos clanes. Tal sistema limitó notablemente las tendencias centralizadoras de los reyes, exponiendo a la vez, el reino a las rivalidades abiertas entre clanes y tribus, a las intrigas de las potencias foráneas y a las guerras civiles. Esas condiciones impidieron, además, el desarrollo del sistema feudal como asimismo el crecimiento de la agricultura, la industria y el comercio intensivos. Las tribus en las montañas seguían con su economía de extensiva cría seminómade de ovejas y los labriegos en las tierras bajas con un sistema económico autárquico organizado para el consumo casero y no para los mercados.

Los príncipes y reyes croatas, pues, respecto a sus ingresos tuvieron que contar principalmente con los tributos recaudados de las ciudades románicas a lo largo de la costa. Por otra parte, la población románica en las ciudades y en las montañas (descendientes de los tracio-ilirias romanizados) resistió con éxito y no se dejó asimilar por el sistema tribal, organizado sobre los principios exclusivistas de identidad de origen y de cultura étnica. La lealtad de esa gente a los gobernantes croatas no era firme. Por ello, tanto la unidad interior del reino como su poderío militar considerable en cierta época, declinaron gradualmente. Entretanto, algunos jefes croatas se emparentaron con los magiares, otro pueblo que había invadido la región panónica. Ese curso de acontecimientos facilitó poco a poco, la unión de Croacia con Hungría, baja un rey común, a principios del siglo XII.

Las belicosas tribus magiares, establecidas en el siglo IX en las cuencas de los ríos Danubio y Tisza, se impusieron sobre la población nativa y fundaron un poderoso reino. Ya habían organizado un poder político centralizado y el sistema feudal. En las negociaciones para la unión con Hungría bajo un rey común, los jefes croatas retuvieron sus exclusivos derechos a gobernar sobre los territorios históricos del Reino de Croacia. El rey húngaro fue coronado como rey de Croacia en ceremonias separadas. Empero, bajo la influencia del ejemplo húngaro, los jefes de los principales clanes croatas, recurriendo a la apropiación forzosa de la tierra tribal y otra, como asimismo mediante donaciones de tierra hechas por reyes, se transformaron en señores feudales. Aun así la memoria colectiva del pueblo croata seguía soñando con el poder y la gloria del antiguo Reino de Croacia, anhelo éste que con el transcurso del tiempo iba fortaleciéndose. Fue precisamente en base a esas aspiraciones históricas que la nobleza croata recalcaba siempre su independencia. Ella defendía sus antiguos privilegios, conservando celosamente el auto-gobierno de Croacia y su derecho de autodeterminación contra los abusos de los reyes y estamentos magiares. Ahora el centro del poder de la nobleza croata se desplazó rumbo al noroeste en las llanuras panónicas de Croacia, donde el sistema feudal pudo progresar debido a la labor productiva de los campesinos y donde florecieron ciudades pobladas por artesanos y mercaderes alemanes, italianos y nativos.

Mas, a medida que tuvieron que afrontar la amenaza del clero y la nobleza feudal magiares y las tendencias centralizadoras de los reyes húngaros, los grandes y el clero croatas se afanaban por afirmar su independencia de Hungría toda vez que las circunstancias lo requerían.

Así, verbigracia, ya en el siglo XIII, la nobleza feudal croata en Bosnia y Herzegovina empezó a gobernar ese territorio con independencia. Debido a las favorables circunstancias internacionales, Bosnia, en paulatino proceso, llegó a ser un reino separado en el siglo XIV, En las demás provincias croatas continuaba la lucha entre las tendencias centralizadoras de los reyes húngaros y las tendencias separatistas de la nobleza croata. Mientras tanto, la presión que los turcos otomanos ejercían sobre las tierras croatas en el siglo XV y a principios de XVI iba recrudeciendo, y las posibilidades croatas de resistencia disminuían a causa de la pérdida del territorio y de mano de obra. En tales circunstancias los croatas se volvieron al archiduque Fernando de la vecina Austria, y lo eligieron en 1527, independientemente de Hungría, como rey de Croacia, comprometiéndose él a defender las tierras croatas con un número convenido de tropas.

La experiencia de los croatas con los Habsburgo fue más decepcionante aún que La vivida con los reyes húngaros. No sólo que los gobernantes de Austria no hicieron honor a sus compromisos, sino que dividieron el territorio de la Croacia histórica formando, en el territorio croata, la unidad administrativa separada denominada Confín Militar, regida por oficiales austríacos. Aquí imperaba un sistema de permanente preparación militar, destinada a perpetuar los rasgos guerreros entre la población que debió estar empeñada en incesante guerra de guerrillas con los turcos. Así la nobleza croata perdió la mayor parte del territorio croata, como antes, en el siglo XV, bajo los reyes húngaros, se perdió la costa adriática en provecho de Venecia.

La Croacia feudal, reducida a tal punto, ofreció, empero, resistencia a. los gobernantes extranjeros en el siglo XVII, mediante la conspiración de los condes croatas Zrinski y Frankopan. El propósito de los conjurados fue separar a Croacia y Hungría de Austria, y establecer el reino croata-húngaro, cuyo rey sería Zrinski, bajo la "suzeraineté" del sultán turco. El plan fracasó y el poder de los nobles croatas fue finalmente quebrado. Su papel de detentores de la soberanía nacional fue asumido por los campesinos de la llanura panónica y por la naciente "inteligenzia" en las ciudades costeras y del interior de Croacia.

Los labradores de las llanuras de Panonia

Hasta los comienzos del siglo XX la unidad básica de la organización social del campesinado en las cuencas de los ríos Sava y Drava era la comunidad de tierra y vivienda (zadruga), integrada por varias familias y regida por los principios de la democracia económica y política. Era una unidad a la vez territorial y familiar, en la que prevalecían más los vínculos territoriales que los consanguíneos. Las familias que formaban una comunidad (zadruga) no debían estar necesariamente emparentadas y sus hijos se casaban a menudo entre sí. Tampoco la unidad era gobernada por el Padre o el Mayor, sino por dos encargados elegidos, un hombre y una mujer. Sus poderes les fueron delegados por la asamblea de todos los miembros activos, hombres y mujeres, podían ser revocados en cualquier momento, Campo, agua, molinos, bosques, casas, establos e implementos agrícolas eran de propiedad colectiva y se explotaban para el consumo casero y no para el mercado o comercio.

Este sistema de economía autárquica, que se sostenía a sí misma, proyectado para dar seguridad económica y bienestar general, era igual para todos sus miembros. Además de la igualdad económica y social, la comunidad, por su extensión (como promedio de 20 a 40 miembros o más) estaba en condiciones de brindar entretenimiento, juego y satisfacción emocional a todos. De añadidura, cada familia individual en esta comunidad podía poseer un lote de campo propio, como también otros inmuebles individuales. Mientras que todas las familias comían juntamente en la casa comunal, cada una disponía de vivienda separada en la que sus miembros dormían, descansaban, se entretenían, ellos y sus amistades, toda vez que buscaban aislamiento. De modo que, además de la seguridad económicos y la igualdad social, este sistema de organización proporcionaba también independencia personal y dignidad humana, desalentaba a quienes ansiaban el poder, reducía al mínimo los conflictos, promovía cualidades de adaptación y compromiso, como asimismo la ayuda mutua. Alentaba, también, el rápido crecimiento de la población.

Tal sistema social prevaleció entre los antiguos labradores eslavos, quienes poblaron por etapas las llanuras panónicas y balcánicas y los valles de los ríos desde los primeros siglos de la era cristiana hasta el alto Medievo. En aquel entonces, además de la aldea local, compuesta de varias comunidades de tierra y vivienda (zadruga), en cuanto a los asuntos comunes, esa gente se había organizado en unidades territoriales más amplias integradas por varias aldeas denominadas "zupa". Estas unidades fueron gobernadas también conforme a los principios de la democracia política.

Este sistema de la organización económica, territorial y política impidió: a la vez una aguda diferenciación social y la concentración del poder en manos de una clase o de una persona. Semejante estructura social no favorecía, pues, la formación de "Estados" Más aún, esa gente habiendo dedicado toda su energía a la producción y careciendo de rasgos guerreros, no adelantó mucho en las técnicas y la destreza castrenses. De ahí que con frecuencia estuviera indefensa frente a las tribus depredadoras o militares profesionales. La estrategia de esos labriegos consistía en radicarse en pantanos o en medio de bosques y otros lugares, alejados de las principales rutas de tránsito. Si sus tierras eran conquistadas, esos campesinos se adaptaban a los conquistadores a condición de que los nuevos amos les dejasen la posesión de sus tierras y respetasen sus costumbres vernáculas.

Sin ser agresivos ni amenazar a nadie, y siendo valiosos como productores agrícolas, los eslavos no fueron molestados mientras emigraban en busca de más tierra arable, requerida por el rápido crecimiento de su población y la economía autárquica. A menudo daban con esas tierras en las áreas devastadas por las tribus y hordas belicosas del Este, que venían invadiendo a la Europa oriental y central hasta las postrimerías de la Edad Media. Tales migraciones, acompañadas de cultivo de tierra, se operaban a un ritmo asaz lento y a cortas distancias, quedando siempre un estrecho contado con el lugar de origen. Tal tipo de migración explica la extensión de la zona poblada por esos labriegos, como también la gran similitud de lenguas y costumbres populares que conservaron. Asimismo explica la habilidad de los labradores eslavos en asimilar a los conquistadores cuyo número era menor.

Cuando las tribus guerreras croatas invadieran las llanuras de Panonia y los Alpes Dináricos en el siglo VII AD, los agricultores eslavos que con anterioridad habían poblado esas zonas proporcionaron la base económica para el Estado croata. En ese Estado las dos sociedades contrastantes, la de los agricultores y la de los guerreros, establecieron una relación de simbiosis. Algunos guerreros y pastores en las montañas empezaron a establecerse en las tierras bajas, dedicándose al agro. Otros prefirieron seguir con la cría de caballos, con la cría seminómade de ovejas y las ocupaciones guerreras.

Sin embargo, en el curso de los siglos siguientes, a medida que la organización tribal de los guerreros croatas iba desintegrándose para ceder lugar al sistema feudal, los campesinos se opusieron al despojo de sus tierras y lucharon por sus derechos con medios legales y también levantando frecuentes revueltas locales. Ellas culminaron con el levantamiento general de los campesinos de la llanura de la Croacia septentrional en el siglo XVI. Los campesinos croatas fueron derrotados por el ejército superior de los estamentos.

No obstante, algunos campesinos lograron mantener sus tierras y su libertad. Se organizaron en comunidades agrícolas libres que gozaron de los privilegios de la nobleza. Fue precisamente esa nobleza campesina, organizada administrativamente en mayores unidades territoriales, llamadas zupanias (comitatus), que quedó como foco de las ideas constitucionales y democráticas siendo el último baluarte de resistencia a la política centralista y a los regímenes absolutistas de los monarcas austríacos. "Zupanias", por su constitución, eran unidades autónomas y ninguna ley tomada por las más altas autoridades era válida sin la previa aprobación de la asamblea de zupania. Zupanias controlaban el reclutamiento de soldados y el presupuesto de guerra; por lo tanto, podían ofrecer una resistencia efectiva a los gobernantes. Así se opusieron al absolutismo de los Habsburgo y a su política centralista bajo el reinado de María Teresa, con tanta eficacia que su hijo, José II (1780-1790), abolió las zupanias como unidades administrativas y legislativas. Sin embargo, ante los reveses sufridos en la guerra con Turquía (1787-1791), se vio obligado a restaurarlas con todos sus privilegios y autonomía.

A mediados del siglo XIX, en toda Croacia fue abolido el sistema feudal y los campesinos, obtuvieron al fin su libertad legal. Sin embargo, los intereses campesinos y sus anhelos de los "viejos derechos" estaban cercenados por los gobernantes de Hungría que trataban de someter a Croacia a su control. Los líderes del resurgente nacionalismo magiar habían decidido someter a Croacia y magiarizarla, procurando realizar su viejo sueño de un Estado magiar unitario desde los Cárpatos hasta el Adriático, Habían convenido con los monarcas austríacos reorganizar la monarquía en un imperio dual, quedando Croacia adjudicada arbitrariamente a Hungría. Para someter a Croacia tuvieron que restringir los derechos políticos, pues si se concedía el voto universal y secreto a los campesinos en Croacia, que entonces integraban casi el 90% de la población total, ellos controlarían el gobierno local en Croacia y serían, por lo tanto, un obstáculo infranqueable para los objetivos magiares. Demasiado confiados en su posición superior y su fuerza, los magiares optaron por gobernar a Croacia mediante un parlamento ficticio y con la ayuda de la minoría étnica servia, a la que brindaron favores especiales.

Después de la creación del Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos el sufragio universal proporcionó al movimiento de los campesinos croatas, papel predominante en la política local e influencia muy significativa en los acontecimientos de ese reino. Antes, bajo el gobierno de Hungría, la resistencia de los campesinos era más bien espontánea y no bien organizada. Pero en la época de la creación de Yugoslavia, los campesinos croatas habían fraguado un poderoso instrumento de su lucha un partido político bien organizado y conducido hábilmente por contados intelectuales de extracción campesina.

Ese Partido Campesino Croata había formulado la plataforma que incluía no sólo demandas sociales sino también nacionales. Por consiguiente, en la subsiguiente lucha contra la política centralizadora de los regímenes de Belgrado, todos los estratos croatas comprendiendo la gran mayoría del pueblo croata, se unieron con el tiempo bajo la égida del Partido Campesino Croata, exigiendo se reconociese la individualidad nacional croata y el derecho de autodeterminación nacional. En su programa, según consta en el proyecto de la "Constitución de la República Neutral Campesina de Croacia", adoptado en 1921 por sus diputados parlamentarios, el Partido Campesino Croata formuló el pedido a favor del Estado soberano de Croacia, organizado sobre los principios de democracia social dentro de un sistema de gobierno parlamentario y republicano.

También en Yugoslavia, como antes en Austria y Hungría, las tendencias centralizadoras de los gobernantes y la brutalidad de sus órganos policiales provocaron una resistencia masiva por parte de los campesinos croatas, lo que a su vez originó contramedidas de los gobernantes, que en 1928 culminaron en el asesinato de Radic y otros dos líderes del Partido Campesino Croata, en el recinto del parlamento de Belgrado. Cuando la inminente segunda guerra mundial puso en peligro la misma existencia de Yugoslavia como unidad estatal, los gobernantes del país llegaron a un acuerdo con los líderes del Partido Campesino Croata, a fin de evitar la segura caída. Conforme a esa avenencia, la soberanía croata fue restablecida en forma de territorio político separado que abarcaba la mayor parte de las provincias croatas y tenía autonomía interna dentro del Reino de Yugoslavia.

La "inteligenzia" de los centros urbanos

Poco después de establecerse las tribus croatas en la zona disputa por Roma y Bizancio estuvieron expuestas a las influencias antagónicas de las civilizaciones occidental y oriental, Así, mientras las ciudades en la costa oriental adriática y su clero estaban bajo el control bizantino, el clero en los "Estados" croatas se orientaba hacia Roma, no obstante haber adoptado ciertas prácticas bizantinas, como ser el matrimonio de sacerdotes. Los príncipes y reyes croatas, salvo la única excepción, gravitaban hacia Roma, Orientarse hacia Bizancio implicaba sometimiento político, y Roma en cambio, ofrecía la libertad política.

Sin embargo, a fines del siglo IX, los croatas adoptaron en los ritos litúrgicos el idioma antiguo eslavo en lugar del latín, y estaban en vía de instituir una especie de Iglesia nacional. Esta situación que discrepaba con tendencias de la Roma papal fue tolerada hasta que las relaciones tensas entre las Iglesias bizantina y romana estuvieron a punto de romperse y los Papas asumían papel cada vez más militante en los asuntos seculares. En esta coyuntura los Papas insistieron en la latinización del clero croata y en la dependencia política de los reyes croatas. Los reyes croatas se mostraron propensos a aceptar esas condiciones a cambio del control de las ciudades costeras de las que extraían sus principales ingresos y que, en gran medida, contribuyeron al poder y la posición del reino. Con la incorporación de esas ciudades románicas, económicamente prósperas y de cultura adelantada, se robusteció la influencia de la civilización occidental sobre la clase dirigente, inclusive el clero. Esas influencias se exteriorizaron en la mejor técnica agrícola, en el progreso educacional y en el nivel de vida de la población sobre las tribus belicosas en las montañas.

No todas las tribus, ni todo el clero, empero, aceptaron ese estado de cosas, resentidos por la latinización de la iglesia y la influencia del clero romano en la corte real. Esta situación agudizó las tensiones internas del reino y debilitó su poder militar a tal grado que Roma volcó su apoyo principal en esa zona hacia los magiares, que habían organizado un poder fuertemente centralizado y no estaban inficionados por las influencias bizantinas. De este modo Roma respaldó la unión del reino croata con el húngaro. Como el centro del poder político croata se trasladó a las llanuras de Panonia a lo largo de los ríos Drava y Sava, se fundó aquí un nuevo obispado, el de Zagreb, que se convirtió en nuevo centro de latinización en Croacia. Las influencias orientales en la iglesia iban desapareciendo paulatinamente, si bien sus vestigios se conservaron hasta los tiempos presentes en los ritos litúrgicos oficiados en el antiguo idioma eslavo en algunas diócesis a lo largo de la costa adriática. Fue adoptado también el alfabeto latino, y el latín se convirtió en el idioma oficial de la administración. Con él, los conocimientos occidentales -ciencia filosofía, artes y letras- penetraron en Croacia. Posteriormente en los siglos XVIII y XIX, se usó el latín coma defensa contra los intentos magiares de imponer el magiar como idioma oficial en Croacia.

Ahora bien, muy diferente fue el curso de los sucesos en Bosnia y Herzegovina, donde varios nobles croatas, a fin de preservar su independencia tanto de Hungría como de Bizancio, instituyeron su propia iglesia estatal en la forma de bogomilismo, que era una secta patarena. A causa do la, sencillez de sus ritos y de su jerarquía, además de su estrecha vinculación con la gente común, esta secta atrajo también a muchos labriegos de la región. La Iglesia de Bosnia y sus seguidores promovieron un agudo antagonismo tanto contra la ortodoxia oriental como contra el catolicismo romano, y ambos persiguieron a los bogomiles con métodos inquisitoriales. Tal situación debilitó la resistencia de los bosnios a la islamización. Por eso, cuando los invasores otomanos ofrecieron a la nobleza bosnia derechos hereditarios a sus tierras y la liberación de servidumbre a aquellos campesinos que abrazaban el mahometismo. Bosnia y Herzegovina cedieron a los conquistadores turcos en la segunda parte del siglo XV con escasa o ninguna lucha. Sin embargo, la islamización de Bosnia no destruyó la cultura autóctona de sus pobladores agrícolas, ni la de su nobleza guerrera ni de los clanes montañeses. La nobleza croata de religión musulmana seguía gobernando en esa zona y entonces sus belicosos montañeses sobresalieron en los combates bajo la Medialuna. Pero más tarde, en, el siglo XIX, con el empuje del nacionalismo, la inteligenzia musulmana en Bosnia y Herzegovina se identificó (con poquísimas excepciones) con los ideales nacionales croatas.

En las ciudades a lo largo de la costa adriática los sucesos tomaron diferente rumbo. Esta región (Dalmacia) se hallaba bajo el control de Venecia de principios del siglo XV hasta fines del XVIII, salvo la ciudad de Dubrovnik, que se formó como una república independiente. Esos centros urbanos, originariamente compuestos de la población románica, se croatizaron gradualmente mediante el fluir constante de los pastores croatas de las cercanas montañas dináricas y de la gente del campo proveniente de la costa y las islas. Esos inmigrantes se radicaron en las ciudades como comerciantes, artesanos, jornaleros y terratenientes. Algunos, con el correr del tiempo, llegaron a ser patricios y nobles. Paralelamente, arribaron también muchos italianos a esas ciudades como artistas, clérigos, maestros, médicos, escribanos o cancilleres. Muy pronto la juventud aborigen croata fue estimulada a estudiar en el extranjero, particularmente en Italia. Y ya en la primera parte del siglo XIII algunos sobresalientes trabajos artísticos y arquitectónicos en estas ciudades fueron realizados por maestros de nombres croatas, A partir del siglo XV y hasta el término del XVII, en algunas ciudades costeras (especialmente en Split, Hvar, Dubrovnik) se registró un extraordinario florecimiento de ciencia, artes y letras croatas, tanto en latín como en croata, siguiendo fas líneas generales del Renacimiento y el Humanismo, como asimismo de la Contrarreforma.

La Contrarreforma, empero, era muy activa en los centros urbanos de la Croacia septentrional que, formando parte del Reino Húngaro-Croata estaba particularmente expuesta a las ideas de la Reforma debido a la irrupción del protestantismo en Hungría. Por eso la Orden Jesuítica estableció en el siglo XVI en las tierras croatas las primeras escuelas y academias de altos estudios. Al mismo tiempo, la jerarquía católica de Croacia, en unión con la alta nobleza, aprovechando la autonomía vigente de Croacia, impidió la expansión del protestantismo en su territorio, sobre todo desde que el protestantismo fue visto como nuevo instrumento de la dominación magiar.

Más tarde, bajo el absolutismo de los monarcas austríacos, particularmente el de María Teresa, José II y Francisco I, las ciudades croatas tuvieron que soportar fuerte influencia alemana; se filtraba la filosofía liberal, especialmente entre la nobleza y las clases superiores de la población urbana, difundida por funcionarios austríacos, civiles y militares, de habla germana. Esas influencias se manifestaban en los modos sociales, en la manera de vida, en el ámbito docente, artístico y literario, como asimismo en las formas gubernamentales y administrativas. Hijos de la alta nobleza se educaban en el Theresianum de Viena y los hijos de la clase media se inscribían en las Universidades de Austria y Alemania. Aún cuando algunos de esos nuevos instruidos se germanizaban, la mayoría recibía la cultura occidental a través de las escuelas alemanas, no dejándose desnacionalizar. La posición de esos últimos se vio reforzada por las ideas de la Revolución Francesa, que penetraban en Croacia desde fines del siglo XVIII, y en forma particular como secuela de las reformas promovidas por la administración francesa en Dalmacia y en el Estado napoleónico de Iliria, a principios del siglo pasado. Se fomentó el uso del idioma croata en escuelas, prensa y oficinas públicas. De ese modo, la mayor parte de los pobladores extranjeros educados en las provincias croatas, con excepción de la minoría servia, fueron croatizados gradualmente.

Entretanto, esas influencias occidentalizantes en la población urbana croata se vieron, en cierta medida, contrarrestadas por la gravitación oriental del eslavofilismo y el paneslavismo, La primera formulación escrita conocida del paneslavismo fue publicada en el libro, impreso en Viena, del dominico croata Vinko Pribojevic. oriundo de la isla de Hvar, en la primera parte del siglo XV. Le siguió el sacerdote croata Juraj Krizanic en el siglo XVII. En su origen el eslavofilismo y el paneslavismo se identificaban con la cantidad numérica de los pueblos eslavos y con sus realizaciones, lo que proporcionó la sensación de fuerza y de orgullo en comparación con otros pueblos grandes, como los germanos, latinos y anglosajones, que solían mirar con desprecio a los eslavos. El paneslavismo lo apoyaron también algunas mentes esclarecidas de la Contrarreforma que veían en la unión, de la Iglesia Católica Romana y la Rusa Ortodoxa, un contrapeso al creciente vigor del protestantismo.

Como consecuencia de esas corrientes en el pensamiento croata, al desarrollarse el nacionalismo croata en el siglo XIX bajo el impacto de la Revolución Francesa, su ideología seguía mostrando doble orientación: pro occidental y pro-eslava, La orientación pro-eslava de los nacionalistas croatas en el siglo pasado fue proporcionada también por el romanticismo filosófico y literario de algunos pensadores y escritores alemanes, en primer término por las obras de Johann Gottfried, por los eruditos checos y eslovacos y por los escritores de orientación eslavófila. Uno de los exponentes principales de la orientación pro-eslava en la Croacia de esos días era el obispo católico José Jorge Strossmayer, estadista croata de descendencia alemana. El también acariciaba el anhelo de la unión de las Iglesias occidental y oriental, razón por la cual se opuso al dogma de la infalibilidad papal en el Concilio Vaticano de 1869-70.

Como un brote del romanticismo eslavófilo, un grupo de jóvenes intelectuales laicos croatas en los primeros decenios del siglo XIX, la mayoría de los que cursaron sus estudios en la Universidad de Graz, Austria, elaboró ideas respecto a la unión política de todos los sureslavos. La formulación de esta "idea yugoslava" (sureslava) constituía el nacimiento ideológico del futuro Estado de Yugoslavia. La idea yugoslava, empero, muy pronto experimentó retroceso debido a las actividades políticas de la minoría étnica servia en Croacia en la segunda mitad del siglo XIX. Entonces, los nacionalistas magiares, practicando una política de centralismo y magiarización, encontraron en Croacia su mayor sostén entre los adherentes a la Iglesia ortodoxa oriental. Esa gente se radicó en Croacia, en las tierras do la nobleza croata durante las invasiones turcas en los Balcanes, Una parte considerable eran en su origen pastores guerreros románicos que abrazaron la ortodoxia oriental bajo el gobierno turco, que la favorecía en detrimento del catolicismo romano.

Las autoridades austríacas, a su vez, los habían invitado a establecerse en el Confín Militar por sus cualidades guerreras. Pero, a diferencia de los inmigrantes alemanes y otros en Croacia, esos ovejeros y guerreros de religión ortodoxa se opusieron a la asimilación.

En la ortodoxia oriental subsiste la identificación tradicional de la Iglesia y del Estado juntamente con el papel de la Iglesia como instrumento de la política nacional. Por eso, el clero ortodoxo de fondo étnico servio se había identificado con el medieval Reino de Servia, que había promovido la formación de la Iglesia ortodoxa servia autocéfala, y dedicó todas sus fuerzas a restablecer ese reino desde el momento de su caída. Practicaron esa política en el Imperio Otomano, en Austria y en Hungría luego de radicarse allí los inmigrantes ortodoxos orientales. Y cuando, por fin, el Estado servio fue establecido en el siglo pasado, el clero y la inteligenzia servio-ortodoxos siguieron en Austro-Hungría, la política que mejor se ajustaba a los intereses corrientes del Reino de Servia de aquellos días. Así, mientras los reyes de servia estaban aliados con Austria-Hungría, los líderes servios en la monarquía danubiana apoyaban la política de las autoridades austríacas y húngaras.

En Dalmacia, por ejemplo, convertida tras la derrota de Napoleón en provincia austríaca, los líderes de la minoría servio-ortodoxa, en asociación con la minoría étnica italiana, se opusieron a las demandas de la población croata en Dalmacia tendientes a la unión con Croacia y en Croacia propiamente dicha, los líderes servios dieren respaldo al gobierno dictatorial y policial de los representantes húngaros, recibiendo como gratificación favores y privilegios especiales.

Un cambio radical se operó en la política, de la minoría servia en Croacia cuando los militares servios, respaldados por la Rusia zarista, emprendieron una política agresiva de expansión territorial en los Balcanes mediante conquistas bélicas desde el comienzo del siglo XX. Austria-Hungría constituía el principal obstáculo a esos planes. Por lo tanto, había que debilitarla en el frente interno y con el tiempo desmembrarla. La estrategia más efectiva para cumplir ese cometido pareció ser una política de apoyo al nacionalismo radical magiar, que buscaba independencia completa y separación de Austria. En persecución de esos objetivos, los líderes de La minoría servia en Croacia y en Dalmacia se esforzaron por entenderse con los líderes políticos croatas anti-austríacos y de orientación yugoslava respecto a la línea política común para con Austria y Hungría. Como resultado de esa política se formó la coalición política croata-servia que, actuando en cooperación con los magiares, pudo llegar al poder en Croacia. En tal situación, la inteligenzia servia estaba en favorable posición para difundir una propaganda antiaustríaca y pro-servia, recrudecida particularmente con motivo de las victorias servias en las guerras balcánicas de 1912-13.

Fue precisamente ese clima a favor de Servia, sumado al secular resentimiento de los croatas contra la política hegemonista de Austria y Hungría y al miedo a las pretensiones italianas sobre el territorio croata, lo que contribuyó a la formación del Estado común de los servios, croatas y eslovenos, bajo el rey de Servia, al finalizar la primera guerra mundial. Esta unión fue consumada antes de que los representantes legítimos del pueblo croata hubiesen convenido y estipulado las condiciones requeridas respecto a la forma y contenido de dicha unión. Por eso, tan pronto se creó el nuevo Estado, de inmediato se enfrentaron dos ideologías estatales y nacionales irreconciliables. Los líderes de Servia que sin cesar iban expandiendo las fronteras de su Estado: mediante sucesivas conquistas militares desde mediados del siglo XIX eran propensas a considerar a Croacia sencillamente como una región más que habían conquistado y que, al igual que otras regiones, había de ser, a su debido tiempo, sometida y servizada. Por otra parte, los croatas que a través de los siglos habían logrado, con lucha tenaz contra fuerzas superiores, preservar su identidad étnica, seguían defendiendo su individualidad nacional, reclamando el derecho de autodeterminación. Estaban resueltos a conseguir este derecho tanto mediante la lucha parlamentaria como mediante la resistencia masiva a los regímenes militares y policiales de Belgrado. Ese choque con Belgrado dio lugar a una serie de asesinatos, ejecuciones y matanzas colectivas, dirigidas por la policía de Belgrado.

En esta atmósfera de persecuciones y terror se organizó en Croacia un movimiento intensamente nacionalista, denominado Ustasha, que por su radical militancia atrajo a los elementos combativos, especialmente entre la población croata de las regiones dináricas. La población de esas regiones había conservado las bases esenciales de su original organización patriarcal social, propicia a los hondos sentimientos de parentesco y amistad a la vez que instigadora de intensos conflictos y de acciones violentas y sin compromiso, perpetuando de ese modo los seculares rasgos bélicos de esa zona Las "ustashi" se orientaron hacia Italia y Alemania, urdieron el asesinato del rey Alejandro en 1934 y restablecieron el Estado Independiente de Croacia a principios de la segunda guerra mundial. Este Estado croata comprendía una nutrida minoría étnica servia, muchos de cuyos miembros conservaban tradiciones y cargos guerreros y estaban hondamente resentidos contra las nuevas autoridades. Eran propensos a unirse a los grupos guerrilleros servios (chetniks), cuyo objetivo era luchar contra las autoridades recientemente establecidas en el ex territorio de Yugoslavia. Así pronto arreciaron los choques entre los grupos de chetniks y las autoridades croatas que condujeron a la total guerra civil. Esta guerra civil recrudeció por obra de las actividades comunistas, que en su mayoría, especialmente los activistas combativos, procedían, en gran porcentaje, de las regiones tradicionalmente guerreras, y de modo peculiar, de los grupos étnicos servio y montenegrino de las comarcas dináricas (los guerrilleros partisanos). Acatando los preceptos de Lenin de tomar poder en condiciones de desorientación y descrédito de los gobernantes y las instrucciones de Stalin de transformar la segunda conflagración mundial en civil, los comunistas hicieron máximo esfuerzo, recurriendo a todos los medios, para incitar uno contra otro a los grupos guerreros y extremadamente nacionalistas servios y croatas y para prolongar e intensificar las luchas recíprocas. Con esta estrategia los comunistas, a la postre, tomaron el Poder en toda el territorio de Yugoslavia con la ayuda activa de los Aliados occidentales.

En la Yugoslavia comunista la nacionalidad croata fue reconocida con la formación de la "República Popular de Croacia" dentro de la unión federal de Yugoslavia. Tal de jure soberanía resulta de facto, en gran medida, mera formalidad, dado que en Yugoslavia, lo mismo que en otros Estados con régimen comunista, todo el poder está concentrado en manos del Partido monolítico. Esta organización rígidamente centralizada se convierte en un Estado multinacional en instrumento de hegemonía de un grupo étnico sobre los demás. En Yugoslavia, el Partido Comunista se trocó en instrumento de servización tendiente a destruir a otros grupos étnicos como naciones independientes en el país. Esa política, desde luego, tropieza con vigorosa resistencia de las nacionalidades oprimidas. Pues la identificación étnica y demanda de auto-realización, creadas y fraguadas durante muchos siglos de distinto desarrollo social, cultural y político, no pueden suprimirse mediante fuerza o terror, según lo demostró el proceso histórico del pueblo croata. Esos profundos anhelos de la auto-afirmación nacional jamás podrán ser ahogados. Brotaron con ímpetu en acciones masivas reiteradas veces en la secular historia croata y con vigor creciente toda vez que varios regímenes hegemonistas empezaron a evidenciar su debilidad intrínseca.


La crisis del titoísmo y del Estado yugoslavo

Discurso de Tito, pronunciado el 6/V/1962 en Split

Jure Petricevic, Brugg, Suiza

Para inaugurar la central hidroeléctrica "Split", cerca de Omis, Tito pronunció el 6 de mayo último en Split un resonante discurso, dando un cuadro desastroso de la situación económica y de la evolución política en la Yugoslavia comunista. Los dirigentes comunistas admiten públicamente que durante 17 años de su régimen no han logrado resolver los fundamentales problemas socioeconómicos ni los político-estatales. No se trata, por consiguiente, de errores y fracasos tácticos o de orden secundario, sino de problemas esenciales concernientes a la sociedad y al Estado.

No obstante la cuantiosa ayuda norteamericana por valor de varios miles de millones de dólares, no obstante las riquezas naturales del país y la ubicación favorable en el intercambio comercial internacional (vías marítimas y fluviales), en lugar de mejorar, empeoran las condiciones de vida de las masas populares en Yugoslavia. La balanza de pagos y del comercio exterior de Yugoslavia acusa un déficit de 800 millones de dólares, según lo declaró Tito. En contraste con los planes quinquenales y los pronósticos de los dirigentes comunistas, que preconizaban equilibrar la importación con la exportación mediante mayor producción industrial, Yugoslavia tiene cada vez más deudas en el comercio exterior y en la balanza de pagos. Si se agrega la grave situación en la agricultura, cuya producción, debido a la política hostil del Partido Comunista hacia los campesinos, resulta insuficiente para cubrir las necesidades internas, debiendo ser complementada con la importación de los excedentes agrícolas de los EE.UU., casi regalados hasta ahora, entonces el cuadro de la economía yugoslava se presenta muy sombrío. A esas deficiencias cabe añadir la corrupción, la desmoralización y la incapacidad de los dirigentes ejecutivos en las instituciones y empresas económicas.

Todos esos resultados negativos y desastrosos en e: orden social y económico los constató Tito como jefe del Estado y del Partido Comunista Yugoslavo. Las condiciones económicas y sociales se agravaron al punto de hacerse insoportables a los trabajadores, de modo que Tito no pudo soslayarlas y silenciarlas.

Tito habló con tanta franqueza que ni la crítica de sus adversarios podría ser más desalentadora. Así y todo, se detuvo a medio camino sin extraer las conclusiones pertinentes. Es verdad que aludió a la responsabilidad de los comunistas, mas el peso principal lo hizo recaer sobre los dirigentes económicos en distintos niveles, exceptuando la jefatura del Partido y sin poner en duda el sistema económico como tal. Empero, dada la gravedad de la situación económica se impone el interrogante primordial: ¿de ese estado catastrófico y del bajo nivel de vida no debe responsabilizarse el sistema económico y social comunista y no a unos cuantos ejecutivos de la economía? ¿Puede sanearse esa situación destituyendo una legión de directores y dirigentes en las empresas o hace falta cambiar todo el sistema? Pese a las reiteradas depuraciones entre los dirigentes económicos y los decretos pertinentes, la situación no mejoró. ¿No es responsable de todo el proceso económico, la jefatura del Partido y del Estado que fija y controla la política económica? ¿Por qué no asumir la responsabilidad por la situación creada? Esos interrogantes, que interesan tanto al país como a los observadores extranjeros, son eludidos por Tito y sus colaboradores más íntimos. Analizando el referido discurso de Tito se obtendrá la respuesta adecuada.

Antes de entrar en materia, huelga destacar otro problema que abordó Tito. Es el problema nacional todavía sin resolver dentro del Estado plurinacional yugoslavo. Tito habla del descontento político, del "chovinismo nacional", es decir de los contrastes nacionales en todas las esferas de la vida pública: en economía, en literatura, en la educación familiar, en la educación comunista de la juventud en general. Se refiere a la conducta chovinista de los miembros del Partido Comunista y de los intentos de minar por dentro la "fraternidad y unidad" de los pueblos de Yugoslavia. Lo asombra el hecho de que 17 años después de la guerra deba insistir en "la fraternidad y unidad" y amenaza que a nadie permitirá socavarlas por dentro. Aquí surge de por sí el parangón con el rey dictador Alejandro Karageorgevic y su política granservia enderezada contra los croatas, los macedonios y los eslovenos so pretexto de preservar la unidad nacional. El rey Alejandro quiso también mediante la fuerza bruta sofocar las aspiraciones justificadas de los pueblos no servios a gozar del derecho de autodeterminación, mas acabó por ser víctima de su propia política y aceleró el derrumbe y la desintegración de la Yugoslavia monárquica. El grito desesperado de Tito a favor de la "fraternidad y unidad" irrealizables de los pueblos de Yugoslavia y su amenaza contra quienes se atrevan a destruirlas recuerdan cabalmente las supuestas postreras palabras del dictador Alejandro: preservad a Yugoslavia. ¿No deben interpretarse las palabras de Tito frente a esos insuperables antagonismos nacionales coma confesión de la impotencia comunista ante un factor histórico que desborda el marco de la doctrina comunista y resulta insoluble con los recursos y métodos de la política comunista? Un detenido análisis del discurso de Tito dará, aquí también, una respuesta válida.

El estado económico y social

Aludiendo a las deficiencias en el sector económico, Tito habla de inversiones, constatando, entre otros, este hecho desastroso:

"Hoy tenemos aquí y allá una que otra empresa que mañana habrá que clausurar, dado que sus demasiados productos no tienen salida. No pueden quedar muchos establecimientos afines, y vosotros sabéis que cada comuna, cada municipio quiso a menudo tener su empresa y al edificarla no se tuvo en cuenta la responsabilidad ni se pensó en lo que pasaría mañana con sus productos al llegar a la saturación en ese y en otros ramos de nuestra industria y de nuestra economía en general..." "Se cometieron, además, errores en la planificación. Se iniciaba, por ejemplo, la construcción de grandes establecimientos antes de elaborar los planes y es lógico que luego el costo era doble del previsto. Todo lo cual afectaba a nuestros trabajadores, que debieron apretarse el cinturón" La jefatura comunista, debido a su megalomanía en el ámbito de: la industrialización a su incapacidad y a la falta de control popular, elabora planes irrealizables y hace inversiones que con frecuencia no responden a las necesidades o contradicen la realidad. A veces no se toma en cuenta la demanda real del mercado o el transporte de materias primas resulta antieconómico, o falta la mano de obra especializada, de modo que, a la postre, las nuevas plantas industriales fracasan y a menudo quedan sin terminar. Todo ello supone un derroche inútil de sumas cuantiosas. Por supuesto que semejante proceder no es una especialidad del titoísmo, sino fenómeno corriente tanto en la Unión Soviética y la China roja como en todos los países comunistas satélites. Las inversiones erróneas y antieconómicas hacen a la esencia del sistema económico comunista. Pese a las promesas de los dirigentes comunistas, se reincide en los mismos errores. Es preciso evocar aquí los métodos de la promoción económica en este país es comunista. Los planes no pueden ejecutarse sin la aprobación de las comisiones centrales de planificación y del Partido Comunista.

Una vez aprobados se inicia una intensa propaganda oficial y se exigen sacrificios del pueblo en forma de "trabajo voluntario". De ese modo justifican los salarios bajos. Dichos planes absorben en parte la ayuda norteamericana. Es notorio que muchos objetos económicos fueron realizados con el trabajo forzoso y que la juventud debe tomar parte en las llamadas brigadas juveniles voluntarias, si quiere progresar luego. Después de tantos esfuerzos y sacrificios resulta que muchos establecimientos industriales son contraproducentes o sobran.

Tito, hablando de la política inversora, alude también a la distribución de los fondos acumulativos y admite que ella no es siempre equitativa. Acerca del sistema bancario en relación a dicha distribución, dice expresamente:

"Nuestro sistema bancario acusa otros tantos puntos flacos. Hubo casos de que quienes hubieran podido utilizar determinados fondos con mayor rentabilidad no los consiguieron, mientras otros los obtenían mediante cohecho u otros medios, si bien no pudieron garantizar su rentabilidad. Por ello trataremos de corregir un poco ese sistema bancario".

De sobra se conoce que los fondos comunes para inversiones se reparten arbitrariamente y que el proteccionismo y la corrupción desempeñan en ello papel preponderante. El mismo Tito reconoce que mediante cohecho se pueden obtener fondos para negocios improductivos. Es menester destacar que quienes reciben el soborno son los directores y otros jefes, por regla general miembros del Partido Comunista. Esos deberían ser la elite comunista ejemplificadora y, en cambio, viven de corruptela y coima.

A continuación Tito trata del problema doloroso de los salarios obreros en Yugoslavia. No es ningún secreto que ni obreros ni empleados pueden vivir de su sueldo sino que deben procurarse otro trabajo complementario o vivir dentro de una familia que tiene muchos miembros trabajando y de este modo cubrir las necesidades elementales. La consecuencia muy frecuente de los salarios bajos son desfalcos y defraudaciones en las empresas, tan perseguidos pero siempre reincidentes. También la "criminalidad económica" es parte constitutiva del sistema comunista. Esa criminalidad contagió en primer lugar a los encumbrados en la estructura económica que disponen de grandes fondos y cometen irregularidades, estafas, desfalcos y peculados, asignándose, por otra parte, salarios desproporcionadamente altos y otros beneficios. He aquí las palabras de Tito sobre el particular:

"El problema de la diferencia de salarios en nuestro país es un problema importante. Hay casos en que el salario más alto supera el más bajo veinte veces en el misma establecimiento. Resulta sencillamente incomprensible cómo pudo ocurrir tal cosa y con qué fatalidad se llegó a ello... En cuanto al reparto interno de ganancias en las empresas, también hubo diversas irregularidades. Sucedió que un obrero recibió digamos, 2000 dinares en concepto del superávit realizado, y alguien cobró 80.000 dinares".

Tito responsabiliza a los "colectivos" obreros, admitiendo que en parte son culpables los comunistas, es decir el régimen, por haber permitido tamañas injusticias. Reconoce que los dirigentes comunistas se arrogan mayores derechos. Primero habla de casos esporádicos para admitir más adelante que tales anomalías pasan "casi todos los días", que esos errores adquieren carácter político y que cunde el descontento general. Tito promete "tomar medidas para subsanar esas cosas y prevenir que se repitan".

Es interesante la admisión de Tito de que la corrupción de los dirigentes comunistas trae consecuencias políticas, vale decir provoca el descontento de masas populares que achacan toda la responsabilidad al Partido Comunista y al régimen y no sólo a fulano o mengano. Ese es uno de los motivos que indujeron a Tito a tratar públicamente este problema. Es reveladora, además, la constatación de que la situación de los trabajadores es mísera en comparación con la de sus amos y que se los explota peor que en la fase inicial del capitalismo. Suena a paradoja el hecho de que el sistema comunista haya creado mayores injusticias y diferencias sociales que las peores formas de la explotación capitalista.

Tito prometió tomar medidas de saneamiento. Están en curso depuraciones y encarcelamiento de determinados dirigentes. Esas purgas, empero, no afectan a los más altos funcionarios, sobornables y corrompidos a cual más, y que disfrutan de mayores privilegios. El ejemplo patente es el mismo Tito, que con su tren de vida suntuosa da muy mal ejemplo de jefe comunista. Le pertenecen numerosos castillos y cotos de caza, dispone de trenes lujosos, barcos y yachts especiales, su séquito es muy numeroso y los gastos que acarrea no guardan relación con el nivel de vida de la población. En la "purga" actual caerán, desde luego, pequeños jefes y dirigentes, pero los encumbrados quedarán intocados. Si no, la jefatura comunista debería eliminarse a sí misma lo que, por supuesto, no quiere pese al descontento y la exasperación del pueblo.

A los jerarcas comunistas, aparte de chalets con lujosos muebles y altas remuneraciones, les gustan tanto los automóviles como los viajes al extranjero, En las sordas luchas internas por privilegios, malgastan sus energías principales, Los viajes al extranjero, especialmente a los países occidentales, son preferidos ya que, además de contribuir a "prestigio social", significan divisas, heladeras, caches y otros objetos suntuosos. Tito expresó al respecto:

"Quisiera referirme a los viajes al exterior y al derroche de divisas que ellos implican. Muchos viajan al extranjero sin necesidad, por cuenta de los colectivos, es decir, por cuenta de toda nuestra comunidad. Muchos se quedan fuera meses y meses, malgastando dinero..."

"Al referirme a esos viajes quisiera añadir unas cuantas palabras más. Ocurre que tras esos viajeros llega el coche. Pregunto cómo es posible eso. Bueno, hay uno que otro caso que se puede comprar el coche, que en el extranjero cuesta menos que aquí, pero no creo que se pueda comprar tantos coches con los viáticos percibidos. Es obvio que se trata de otra cosa. En el extranjero con frecuencia corrompen a nuestros representantes y luego les mandan obsequios, etc."

Quiero decir que alguna concesión fue hecha, claro está. Pero esa concesión se hizo a cuenta de nuestra comunidad, ya que algo se pagó más caro de lo necesario o se vendió a precio más bajo. Se dan casos de depósitos secretos en los bancos extranjeros difíciles de comprobar..."

"En nuestro país a menudo se habla mucho y de ese modo en contacto con los extranjeros se revelan nuestros secretos económicos..."

En consecuencia, el jefe supremo del Partido Comunista reconoce que los dirigentes comunistas despilfarran las divisas del Estado, se dejan corromper en el extranjero, hacen depósitos en los bancos extranjeros y venden a los extranjeros los secretos económicos. Semejantes infracciones son corrientes entre los comunistas y evidencian extrema corrupción y desmoralización. Tal jefatura no puede promover ni dirigir una economía sana ni merecer el prestigio y respeto de los trabajadores. Esos hombres y esos fenómenos son consecuencia normal del sistema comunista socioeconómico y no se subsanan con medidas administrativas preconizadas por Tito.

Se sabe que en Yugoslavia los precios suben sin cesar y que la relación entre el costo de la vida y los salarios se agrava cada día para los trabajadores. La causa principal de esa grave situación debe buscarse en la economía dirigida, en la supresión de la iniciativa privada y en la falta del interés personal, palancas principales éstas del progreso económico. Cabe agregar también la falta de control del pueblo, la disipación de los fondos comunes mediante inversiones antieconómicas, corrupción, sometimiento de los bienes nacionales al servicio de los jefes comunistas, capaces de dirigir la economía, Todo lo cual reconoce y constata Tito.

Va de suyo que tampoco el comercio en semejante sistema puede marchar bien y en beneficio del pueblo. Tito apunta al respecto:

"Permitidme ahora, compañeros y compañeras, pasar al comercio, referirme a determinados problemas en ese sector de nuestra economía. En Yugoslavia sentimos constantemente, no sólo sentimos sino lo vemos, cómo suben los precios de múltiples artículos. Los precios de muchos productos suben constantemente incluso cuando se vislumbra una cosecha buena, de la misma que esperamos la estabilización de precios. Uno debe preguntarse ¿a qué se debe ese alza de precios? ¿En qué consiste el quid de este problema? El quid consiste, en primer término, en la mala organización de suministros".

"Eso lo conocemos muy bien. No obstante, permitimos que los interesados aumenten los precios según se les antoje. Hasta en los países capitalistas existen ciertos reguladores que impiden el alza excesiva de precios y aquí ocurre que nuestro comerciante aumenta con tanta prontitud y rapidez los precios apenas se nota la escasez de ciertos productos, que en mi opinión, no lo hace comerciante capitalista alguno. Hubo numerosos casos en que nuestro comercio retenía la mercadería almacenada para provocar escasez en el mercado y poder mantener precios altos. De ahí que ahora tenemos tanta mercadería apilada en depósitos que el comercio rehusó expender a precios más bajos. De ahí que actualmente debemos vender ciertos artículos almacenados acaso a mitad del precio".

"Dicha mercadería no sólo está almacenada sino que se deteriora. Mucho es, pues, lo que se pierde de esta manera para que el comercio pueda realizar un margen de ganancia amplia... Por lo tanto, el sistema deficiente, de provisión y organización de nuestro comercio, constituye un grave problema",

"Ya que hablamos de nuestro comercio interior, debo decir que adolecemos de cierta incapacidad no sólo en cuanto a la organización sino también a la preparación y preservación de los productos",

"Hasta ahora la situación era quo el productor agrícola cosechó, digamos, muchos tomates y otras hortalizas y frutas y que, si el comprador, es decir la empresa que interviene, no adquiere esa cosecha, el productor no siente el estímulo de producir más. No quiere arriesgarse a que también en adelante se pudran sus hortalizas y frutas, por lo que el mercado a menudo escasea de ciertos productos agrícolas. El ajo, verbigracia, está hoy a precio de oro. Lo mismo ocurre con otros productos... Las empresas adquirentes deben también arriesgarse algo. Hoy en Yugoslavia disponemos de frigoríficos donde depositar grandes cantidades de productos agrícolas, que allí no se echarán a perder. Se hallan, sin embargo, vacíos y en los mercados faltan productos que hubieran podido conservarse".

Tito echa la culpa de todo ello a la presunta democracia introducida en la economía, causante de tal agravación en relación con los años anteriores. También responsabiliza "al chovinismo nacional" en la economía, la creación de los mercados locales cerrados etc. ... Lo fundamental, es que la economía en la Yugoslavia comunista no ejerce su función primaria de intermediaria de mercancía sino que se convirtió en su propio fin, que la especulación es su preocupación principal, que arruina valores grandes y es parasitaria a costa de las masas consumidoras y de la economía entera.

No menos desastroso resulta el cuadro, esbozado por Tito, del comercio exterior de Yugoslavia. Uno de los argumentos esgrimidos por los comunistas en la tocante a la rápida y acelerada industrialización era el incremento, de la exportación de los productos industriales con el fin de procurarse divisas necesarias para la importación. De ese modo el régimen de Tito quiso superar las dificultades en la importación de víveres durante "la fase de transición" de la transformación socialista del agro, hasta tanto fueran cubiertas las necesidades internas. Del mismo modo se quiso importar otros artículos imprescindibles para la industria de consumo y de producción. Sin embargo, el desarrollo real tomó curso inverso en lugar de obtener divisas mediante la exportación de los productos industriales, aumenta constantemente el déficit en la balanza exterior de pagos. Tito resume ese desarrollo en los términos siguientes:

"Permitidme ahora, compañeros y compañeras, referirme a nuestro comercio exterior. Este no marcha del todo bien, debido también a que tuvimos que contar con los antiguos comerciantes, entre los que había buenos pero también los de poco provecho, que introdujeron en nuestro comercio exterior varios elementos negativos y perjudiciales para nuestra comunidad. En este momento tenemos más de 500, es decir 540 firmas de importación y exportación... Una empresa chica es como un vendedor ambulante cuando comercializa en el extranjero sus artículos. El comerciante debe siempre disponer de cierto stock mientras que el vendedor chico hace una operación y no tiene más artículos. La consecuencia es que estamos perdiendo mercado. Por eso dije hace dos años, que las 540 empresas de importación y exportación son demasiado y que debemos reducirlas a la mitad, pero ahora hay más que entonces... Veis, compañeros, que esas firmas cometen incorrecciones y dan a veces impacto negativo, por lo que perdemos mercados en el exterior y parecemos poco serios. Debido a tales procederes nos devuelven por ejemplo, varios productos. Semejante comerciante incorrecto cree que es lícito engañar al comprador extranjero y venderle manzanas o cerezas pasadas, por lo cual el cliente foráneo devuelve toda la remesa".

"Ya que hablo de las empresas de comercio exterior, aludiría también a sus representantes en los países extranjeros. He recorrido varios países afroasiáticos y he encontrado a muchos de nuestros comerciantes que pasaban meses y meses en bares y confiterías sin hallar un solo cliente. Pierden tiempo y malgastan divisas que reciben de su país sin hallar a un comprador, pues no conocen el mercado, ni lo trabajaron ni estudiaron lo suficiente para saber lo que se podría vender y lo que haría falta. Así ocurren cosas raras, como, por ejemplo, que se envíe al Africa cálida zuecos almacenados mucho tiempo, que aquí nadie lleva, ni tampoco se pueden usar allí. Se sobreentiende que entonces la mercadería se echa a perder y lo mismo pasa con otros artículos de nuestro país. Todo eso nos desprestigia en el extranjero".

"Es cierto que constantemente importamos más de lo que exportamos, pera mucho lo perdimos también por falta de rectitud, mejor dicho, por la incorrección de esas empresas de exportación nuestras. Nosotros importamos hoy cualquier cosa, aunque nuestra industria no sea mala. El surtido es grande y en nuestro país podemos encontrar casi de todo. Pero, por la ley de inercia, se prefiere comprar en el extranjero. No se trata tan sólo de la ley de inercia, sino, de hecho, de sacar algún provecho o beneficio personal. Van al extranjero y compran a menudo lo que no necesitamos, diciendo que allí cuesta menos. Sí, pero nosotros ganamos con divisas que nos faltan. Debemos al extranjero alrededor de 800 millones de dólares y nuestro déficit crece innecesariamente. En tal situación debemos contar con nuestras propias fuerzas internas, debemos disminuir la importación e incrementar la exportación."

De lo antedicho cabe extraer una conclusión sencilla y lógica. El crecido déficit en el intercambio comercial exterior de Yugoslavia no debe atribuirse primordialmente a los procederes incorrectos como lo hace Tito. Las causas radican en la industrialización megalómana que absorbe todos los recursos habidos por un lado, y por el otro, en la dirección irresponsable de los bienes nacionales y los planes económicas irreales. Lo mismo ocurre con el presupuesto familiar o de una empresa privada donde se gasta, derrocha o invierte irracionalmente más de lo que permiten los ingresos. Así se produce un permanente desequilibrio que hace peligrar a dicha empresa si no cambian a fondo sus egresos e inversiones. Igual ocurre con la economía nacional. El actual déficit exterior de Yugoslavia de 800 millones de dólares es una suma ingente y pesada carga para Yugoslavia, que se hará sentir durante años. Este déficit, según Tito, va en constante aumento. Tampoco debe olvidarse que se produjo este déficit pese a la substancial ayuda norteamericana. ¿Qué pasará si se agota esa fuente de subvención, lo que sugieren las últimas resoluciones del Congreso de Washington?

En el análisis de precios y salarios vimos ya que el costo de la vida sube, que hay escasez de muchos artículos en el mercado y que el poder adquisitivo de salarios disminuye. Estos serían los signos externos de una inflación aguda en curso desde hace tiempo y de ritmo acelerado últimamente. Quiere decir que no hay equilibrio en la economía yugoslava: la circulación de dinero supera la circulación de los artículos, de modo que el Estado cubre los egresos excedentes imprimiendo más papel moneda. Esto se refleja negativamente también en la balanza de pagos y en el intercambio con el exterior. Además del déficit señalado, la inflación agraria e imposibilita el restablecimiento del equilibrio en la balanza de pagos.

Mencionando una vez más la importación de coches y la agravación de la balanza de pagos, Tito trató de responsabilizar de la crítica situación económica y las irregularidades a los colectivos obreros, y aludió al problema de la huelga. Una parte de las responsabilidades la atribuye a los directores, amparándoles, sin embargo por ser en su mayoría miembros del Partido Comunista. Tito dijo sobre el particular:

"¿En qué consiste, por ejemplo, la defectuosidad de nuestros colectivos obreros? En no haberse valido de los derechos que les asisten. Pues si el colectivo obrero dirige a través de sus órganos, entonces él es responsable y no debe permitir que ocurran semejantes cosas. Se entiende por otra parte que no podemos responsabilizar tan solo a los directores ni hacerlos blancos de una campaña general. Tenemos directores muy buenos, hombres excelentes, compañeros excelentes que jamás dijeron una palabra para pedir sueldo mayor del que les asignaron los colectivos obreros. Pero hubo también directores que trataron de sacar el mayor provecho posible sin atenerse a lo resuelto por el colectivo obrero. Estos directores congeniaban con ciertos dirigentes locales y hacían y deshacían todo en la empresa respectiva. Esto debe terminar. El de asegurar una producción normal y la distribución equitativa dentro de cada empresa, es decir la asignación de salarios, esa es la tarea de los colectivos obreros. Suena a ridículo cuando algunos dicen que, en caso de no mejorar la situación, se iría a la huelga".

"¿Contra quién ir a la huelga? ¡Contra sí mismos! Esas cosas no deben ser permitidas y si alguien no sirve, debe exonerárselo..."

Resulta evidente que el poder de los colectivos obreros es meramente teórico y que las decisiones principales las toman el Partido Comunista y los directores de las empresas. Es lógico, pues, que el obrero esté descontento y que amenace públicamente con la huelga. Es precisamente en ese punto donde el Partido Comunista y Tito descubren su verdadero rostro de infractores de los derechos obreros fundamentales. No permiten la huelga aunque la situación económica de los obreros es desesperante.

Niegan el derecho a la huelga que antes de subir al poder pregonaban, derecho éste garantizado en todos los países democráticos. Recurren a la argucia remanida de que los obreros irían a la huelga contra sus derechos vitales, si bien del discurso de Tito resulta que se los explota despiadadamente. Tito la reafirma en otro párrafo de su discurso:

"Por otra parte, precisamente debido a esos defectos a que acabo de referirme, el nivel de vida de los obreros casi no aumenta, aunque, aquí y allá puede hacerse mucho más en ese aspecto. El obrero tiene derecho a percibir una parte de plusvalía que él creó. No podemos discutirle ese derecho La insuficiente alza del índice del rendimiento se debe también a que se llegó a cierta apatía, cierta desconfianza de que el obrero no recibirá una parte de lo que está creando... Los obreros deben procurar crear La plusvalía es decir ganancias que podrán repartir entre sí. Es lógico que se plantee la cuestión de cómo repartirla. Si se sigue repartiéndola como hasta ahora, entonces los obreros perderán todo empeño e incentivo".

Por lo tanto, Tito admite que el criterio con que se asignan los sueldos y reparten las ganancias hasta ahora no es un estímulo para los obreros. Los obreros son apáticos y desinteresados en su establecimiento, sus salarios no alcanzan a atender las necesidades primarias y piensan únicamente en cómo ganar algo fuera de las horas de trabajo para poder vivir. Y como ven la corrupción, los sueldos injustos y la vida lujosa de los directores y jefes partidarios, devienen desesperados y políticamente contentos. De ahí los rumores favorables a la huelga que Tito prohibe recurriendo a la fuerza.

Como la provisión de víveres y el índice bajo de la producción agrícola constituyen problema premioso en la economía yugoslava, Tito no pudo eludirlo en su discurso. Reconoce que las deficiencias subjetivas, es decir las medidas político-agrarias, superan las dificultades, como, por ejemplo, los inconvenientes climatológicos. Aunque es obvia que la crisis agraria se debe a la supresión y relegación de las posesiones campesinas individuales, Tito insiste en la promoción del sector socialista de la agricultura. Recrudecerá la presión contra los campesinos y a favor del sector socialista que debido a su exiguo volumen no puede satisfacer la demanda del mercado, absorbiendo en cambio fondos desproporcionadamente altos comparados con sus resultados, por lo antieconómicos. Tito enfoca ese problema del modo siguiente:

"... Hemos logrado grandes éxitos con las granjas cooperativas socialistas trabajadas en común mediante medios técnicos modernos que pueden dar altos rendimientos. Este alto nivel no lo conseguimos en toda la agricultura, dado que el sector socialista comprende alrededor del 12%, insuficiente para alimentar a Yugoslavia entera y a sus ciudades. Por consiguiente, debemos ampliar el sector socialista".

"Para lograrlo recurrimos a varios métodos compramos el campo, contratamos con los campesinos individuales, etc. Pero, debemos acelerar el ritmo para conseguir una producción autárquica y no sólo para un año sino a efectos de crear reservas. No podemos depender del trigo importado de los Estados Unidos y de otros países sino que lo debemos asegurar con nuestros medios propios. En ese sentido debemos marchar con más audacia..."

El camino "más audaz" lleva al socialismo, es decir, al comunismo en la agricultura y es retrógrado. El régimen de Tito esperaba que los campesinos, disueltos los koljoces, tomarían voluntariamente ese camino.

Sin embargo al no cumplirse esas esperanzas la política agraria de Tito está en esta disyuntiva: 1) refuerzo del sector socialista y supresión total de las posesiones privadas; 2) promover el sector privado en la agricultura. El régimen de Tito optó, al parecer definitivamente, por la primera solución. Desde ya cabe pronosticar, teniendo en cuenta la experiencia, que tampoco ese nuevo experimento podrá resolver el problema de la producción de víveres y menos que menos satisfacer a los trabajadores agrícolas. Los errores en la política agraria anterior se subsanaban con la ayuda norteamericana en artículos alimenticios. Tito se ilusiona de poder librarse de esa ayuda reforzando el sector socialista. El rumbo podría ser distinto según los indicios actuales. El nuevo refuerzo del sector socialista agrícola originará mayores déficits en la producción de víveres mientras que nuevos envíos de víveres norteamericanos están provocando creciente oposición en el Congreso de Washington, de modo que algún día podrían cesar.

El problema nacional

Hablando de las dificultades económicas, Tito se ocupó también de las trabas en la economía provocadas por los antagonismos entre pueblos y "repúblicas". Menciona los mercados locales, cerrados, cita expresamente las "repúblicas populares" de Eslovenia, Servia y Croacia, habla del descontento político y del chovinismo nacional. Aquí van sus palabras, textuales:

"En ese aspecto se dan tales anomalías que a causa de esas flaquezas del mercado general yugoslavo, se recurre a la cerrazón local y a la creación de mercados locales. Así de algunas repúblicas, digamos de Eslovenia, Servia, o Croacia, no se puede comprar o vender ciertos productos. Eso, compañeros, no debe ocurrir en nuestras comunidades socialistas. Nosotros debemos, prescindiendo de las repúblicas como partes de nuestra comunidad federal, tener un mercado único. En esa materia no se puede ni debe especular, ya que eso suscita el descontento político y paso a paso el chovinismo nacional. Aquí y allá asoman tales fenómenos que debemos atacar en sus raíces".

Que los problemas nacionales sin solucionar repercuten en la vida económica de Yugoslavia es cosa normal y de sobra conocida. Se sabe que el descontento cunde grandemente en Croacia y últimamente también en Eslovenia por la política inversora a costa de esas dos repúblicas, por la posición privilegiada de Servia y por el hecho de que los servios vienen ocupando los puestos claves en las demás repúblicas. La razón de ello debe buscarse en el carácter granservio de la Yugoslavia comunista y en el latente problema nacional. Las causas son opuestas a las citadas por Tito. La economía facilita la manifestación de esos fenómenos, mientras que sus causas verdaderas radican en la misma organización estatal.

Es interesante advertir que esos fenómenos cobran tal dimensión que obligan al gobierno a admitirlos y a formular amenazas contra el descontento político, y el llamado chovinismo nacional. Eso es un indicio revelador de la honda crisis del ordenamiento estatal y de las relaciones recíprocas entre los pueblos que integran a Yugoslavia. De la economía se colige también que la "fraternidad y unidad" son slogan y disfraz para el régimen granservio en Yugoslavia, lo que se comprobó recientemente en el informe favorable de la Comisión para el intercambio del programa inversor de la construcción del ramal ferroviario Belgrado-Bar. Es muy probable que el gobierno central dicte una resolución aprobatoria de ese proyecto costoso, antieconómico y nocivo para la costa adriática croata, para Bosnia-Herzegovina y las demás provincias croatas, y que sirve a la ciega política granservia de explotación y de abandono de las regiones no servias.

Al criticar Tito el "chovinismo nacional", su ataque se dirigió en primer término a los croatas sumamente descontentos desde el comienzo por razones nacionales. Es curioso, además, que Tito se ocupara in extenso en su discurso, dedicado más bien a los temas económicos, de los problemas nacionales, separados de la economía. Sus constataciones evidencian la crisis del mismo Estado y la preocupación de los dirigentes comunistas por los problemas nacionales. Tito pone al desnudo la cruel realidad y reconoce que su política de "fraternidad y unidad" no tiene asidero firme e incluso muchos comunistas están imbuidos de "chovinismo", que "los burgueses" envenenan a la juventud con sus tendencias chovinistas y hacen peligrar el Estado. Lo que equivale al mentís de sus afirmaciones anteriores, pues admite que el problema nacional está amenazando la existencia de Yugoslavia. Citaremos sus textuales palabras:

"Permitidme, compañeros y compañeras, decir unas palabras también acerca de las deficiencias en nuestra vida política. Algunas ya las mencioné. Ultimamente están apareciendo no pocos fenómenos, como ser el localismo y el chovinismo, atribuibles a razones de orden material y a falta de vigilancia por parte de los comunistas. Algunos comunistas se olvidaron de los intereses globales de la comunidad y se limitan a su círculo estrecho, produciéndose descontento político e irregularidades en algunas repúblicas. Hemos derramado ríos de sangre por la fraternidad y la unidad de nuestros pueblos y a nadie permitiremos socavarlas desde adentro."

"Esas debilidades y anomalías políticas son, el resultado del proceso cultural en nuestro país. En algunas repúblicas los escritores burgueses escriben cosas inimaginables en un país socialista. Vuelven a su historia, hurgan en ella y se olvidan del futuro desarrollo de nuestra comunidad socialista como unidad. Ninguna república nuestra, de no estar unidas, tendría la más mínima importancia. Debemos crear nuestra historia, nuestra historia socialista yugoslava, unidos también en el futuro, sin menoscabar el derecho nacional de las repúblicas, el cultivo de sus tradiciones, mas no en detrimento sino en beneficio de la entera comunidad, a efectos de complementarnos recíprocamente. Este es nuestro camino y lo que queremos, y no la desintegración de nuestra unidad por cualesquiera motivos. Nosotros no compartimos la opinión de diversos elementos burgueses, impermeables al pensamiento socialista en cuanto a nuestro desarrollo, que debemos retomar el viejo camino. Esos influyen también sobre ciertos comunistas".

"Hemos permitido que se escriba cualquier cosa en nuestra prensa. Mirad ciertas publicaciones y artículos y os daréis cuenta de su impacto destructivo. Envenenan incluso a nuestra juventud. Uno se siente angustiado viendo cómo ese chovinismo está ganando a nuestros jóvenes. Pienso que eso no viene de las nubes, sino del hogar, de los mayores. Debemos salvaguardar nuestra máxima conquista, la fraternidad y la unidad de nuestros pueblos, pues únicamente ellas nos facilitarán la marcha adelante creando, construyendo una pujante comunidad socialista y la vida más feliz de nuestra población. Incluso hoy, 15 y más años después de la guerra tenemos que seguir hablando acerca de la fraternidad y la unidad, aunque debieran ser ya sangre y carne de cada ciudadano de Yugoslavia".

Tito y sus partidarios no pueden o no quieren entender que el régimen comunista no resolvió el problema nacional. Su "solución" en Yugoslavia consiste en la división administrativa en las llamadas "repúblicas populares", estando todo el poder centralizado en Belgrado. Tanto el Partido Comunista como el poder estatal sirven para asegurar la posición dominante de Servia, mientras que contados altos cargos ocupados por los que no son servios carecen de importancia real. El hecho es que los pueblos que integran a Yugoslavia no pueden decidir sobre el ordenamiento de su país y están privados del derecho de autodeterminación. Las elecciones comunistas de constituyentes y diputados no son la expresión de la auténtica voluntad del pueblo. El problema nacional subsiste y desempeña un papel importantísimo en la política exterior. Resulta desastrosa para el régimen la aserción de Tito, de que hoy, 17 años después de la guerra, debe insistir en la necesidad de mantener "la fraternidad y la unidad". En ello está el quid del problema. La conciencia nacional y las aspiraciones de los pueblos a constituir su propio Estado son factores que en el proceso histórico moderno desempeñan un papel comparable al de las religiones en la formación y preservación de la cultura o al problema nacional, de cuya solución acertada depende asimismo el funcionamiento imperturbado y duradero de la sociedad. El interés económico y la técnica no son las únicas fuerzas motrices del desarrollo histórico, conforme sostienen los comunistas.

El problema nacional, por ende, ocupa el primer plano en Yugoslavia. La plana mayor comunista lo sabe, no obstante la interpretación que le da. El centro de gravedad se halla en Croacia y en su relación con Servia, pues el croata es el pueblo más numeroso en Yugoslavia después del servio y el problema croata fue la enfermedad crónica también de la Yugoslavia monárquica, que no pudo consolidarse y se desintegró debido a ese problema acuciante y pendiente. El problema nacional cobra importancia aún mayor si se toma en cuenta que no sólo los croatas sino también los macedonios y los albaneses no lo consideran solucionado, que el descontento nacional crece en Eslovenia ante la política granservia y que en Montenegro están resurgiendo tendencias nacionales reprimidas. En la tirantez de postguerra entre Yugoslavia y Albania las reivindicaciones nacionales albanesas son más importantes que las disputas ideológicas y por ese lado se cierne sobre Yugoslavia un peligro mayor que el provocado por el pleito ideológico. La numerosa minoría húngara (más de medio millón) radica mayormente en Voivodina, incorporada a la república popular de Servia, por su tradición y su situación actual se volvería contra la política granservia en caso de producirse la crisis del Estado. La población de Servia, más las minorías servias en otras repúblicas importaban, según el censo de 1953, un 42% de la población total. Los servios son, por consiguiente, la minoría. Si se agrega que esas minorías servias casi en su totalidad disienten con la política imperialista de Servia y que están dispuestas a avenirse con los croatas, entonces la posición de Servia resulta aún más vulnerable. En caso de producirse fuertes sacudidas políticas en Yugoslavia y en el Sudeste europeo, los demás pueblos que integran ese heterogéneo conglomerado se levantarían contra Belgrado y Servia, si es que los líderes servios no previenen ese peligro acordando una separación pacífica de Croacia y de otras naciones oprimidas.

La crisis del titoísmo y del Estado yugoslavo

Tras la ruptura con Moscú en 1948 Tito emprendió, tanto en la política interior como en la exterior, un camino independiente de la política soviética. Sin alterar el carácter comunista básico de su régimen, en las relaciones exteriores siguió el curso neutralista, apoyándose en los llamados países no comprometidos de Asia y Africa. En la política interior las medidas radicales iban suavizándose. Sin modificar el objetivo comunista, los métodos aplicados en la economía y la administración se hicieron un tanto elásticos, lo que se manifestó en la disolución de los koljoces y en el establecimiento de relaciones más estrechas con los países no comunistas. El rasgo principal del titoísmo en el plano internacional consiste en la permanente oscilación, inclinándose preferentemente hacia la política internacional soviética y apoyándola muy a menudo. Otra característica del titoísmo, como una variante peculiar del comunismo, es que obtuvo abundante ayuda financiera y material de los Estados Unidos y, en menor escala, de otros países occidentales.

El titoísmo es, de hecho, una táctica y no una ideología o un sistema. Ultimamente, el régimen y el Estado atraviesan por una honda crisis cuyas repercusiones múltiples hacen peligrar al mismo titoísmo.

En el ámbito internacional desde hace tiempo se viene esbozando un giro gradual hacia Moscú. Ese nuevo curso tuvo su concreción palpable en la actitud de Tito durante la conferencia de los países no comprometidos, celebrada en Belgrado el año pasado. Ese alineamiento con Moscú se materializa no sólo en el apoyo de la política soviética en las Naciones Unidas y en la relación con las potencias democráticas occidentales, sino también en el restablecimiento de vínculos estrechos y directos entre Yugoslavia y la Unión Soviética, y entre ambos partidos comunistas. Es patente que la coordinación política entre Moscú y Belgrado progresa y que no cabe hablar de disensiones fundamentales en sus acciones en el escenario internacional. Dada la actitud asumida por Yugoslavia en la conferencia de Belgrado, el titoísmo dejó de existir en el terreno internacional como una forma independiente del comunismo, pues respecto al desarme, experimentos nucleares, cuestión alemana y de Berlín, como asimismo respecto al colonialismo, los puntos de vista de Yugoslavia son idénticos a los de la Unión Soviética. En los últimos tiempos debe agregarse también la actitud hostil de Tito para con el Mercado Común Europeo, idéntica a la posición de Moscú. El reciente acercamiento presuroso entre Moscú y Belgrado, más los esfuerzos recíprocos por zanjar las discrepancias remanentes, llevan a la liquidación del titoísmo como un fenómeno independiente del comunismo en las relaciones internacionales.

A eso se suman los resonantes fracasos del titoísmo en la política interna. Los experimentos de "liberalizar" la economía fallaron, según la opinión unánime de observadores extranjeros imparciales. Pese a la cuantiosa ayuda norteamericana por valor de 3.500 millones de dólares desde la ruptura con Moscú pese al préstamo especial concedido el año pasado por los EE.UU. y algunos países europeos por el monto de 212 millones de dólares, y al crédito de 75 millones de dólares otorgado por el Fondo Monetario Internacional, en total 287 millones, con el fin de liberalizar el comercio exterior y ajustar el curso del dinar a su verdadero valor adquisitivo en el intercambio internacional pese a la abundante subvención norteamericana en víveres, el estado de la economía de Yugoslavia es catastrófico. En el intercambio exterior se produjo un déficit de 800 millones de dólares, en constante aumento. Falló la exportación de productos industriales. Los precios suben rápidamente. El costo de la vida aumenta sin cesar, mientras que el poder real de los salarios baja y los obreros están descontentos. La agricultura se debate en permanente crisis, sin poder satisfacer las necesidades del mercado interno, de modo que los consumidores no están menos desesperados que los campesinos. La prosecución do la política económica actual no promete mejores resultados sino mayor agravación, siendo necesarias medidas nuevas.

En vista de que las insignificantes correcciones de tinte liberal en el sector económico, pese a las inyecciones de dólares, no fueron fructíferas, se imponen dos alternativas: 1) Renunciar en general a la economía dirigista y burocrática comunista e introducir mayores libertades en la organización de las empresas y del mercado; desgravar las posesiones campesinas y no practicar una política agrícola de discriminación. Permitir la libre competencia entre el sector socialista y el privado en todos los sectores económicos. 2) Retorno al estado económico anterior a 1952 y 1958, respectivamente, e implantación de un centralismo rígido, planificación y burocratismo; es decir la aplicación en la economía del sistema soviético y la vinculación estrecha con el bloque soviético.

La primera solución favorecería a los trabajadores y a las masas populares, pero contrastaría con la política y el programa comunistas. La segunda solución se adecuaría más al acercamiento actual entre Tito y Moscú en el ámbito internacional. Adoptando los métodos económicos soviéticos, el titoísmo dejaría de existir también en la política económica y se identificaría con su modelo moscovita.

La segunda alternativa parece lógica, dado que la continuación de la política "liberal" actual, sin renunciar al sistema económico comunista, crearía mayores dificultades, mientras que la orientación económica hacia La Unión Soviética se vería facilitada por el curso político prosoviético. Por último, con la integración de la Europa occidental, Yugoslavia se aísla, lo que disminuye considerablemente su capacidad competitiva en el mercado europeo. La superación de esas dificultades no será, ni mucho menos, una tarea difícil en caso de orientarse hacia Moscú. El entero bloque soviético lucha con parecidas o mayores dificultades que Yugoslavia. La situación económica en esos países es insatisfactoria; la producción de artículos alimenticios es muy baja, de manera que Moscú tiene grandes obligaciones para con sus aliados del Bloque Económico de la Europa Oriental (COMECON), y para ayudar a Tito no queda mucho. Sin embargo, intensificando el comercio exterior hacia el bloque oriental y disminuyéndolo en el Occidente, se podría reducir el déficit de la balanza de pagos. Mas, para enjugar el déficit existente harían falta grandes créditos que probablemente Tito no obtendrá de Moscú. A lo sumo se tratará de ayuda para poder tapar los agujeros mayores. Ni hace falta destacar que en esa eventualidad el nivel de vida de las masas bajaría.

Tito enumeró las medidas que piensa adoptar para resolver la crisis económica. Promete nuevas leyes y nuevas medidas administrativas tendientes a eliminar las anomalías y corregir los errores. El sistema como tal no se modificaría, Dado que se trata de superficiales medidas administrativas sin calar a lo hondo en el problema, no cabe esperar cambios significativos ni saneamiento económico. Los observadores extranjeros y quienes están familiarizados con los problemas de Yugoslavia no creen en la eficacia de esas medidas, a las que la población interesada no atribuye importancia alguna. Medidas similares fueron adoptadas en oportunidades anteriores, sin que se produjera mejora. Así los delitos económicos constituyen un tema constante para los jefes comunistas; se dictaron severas leyes y sentencias, y Tito, después de todo, tuvo que admitir que esa criminalidad cobró proporciones tales, que la corrupción y los desfalcos son elementos principales en su sistema económico.

A fin de mejorar la situación económica, Tito promete: una ley sobre la vigilancia y el control sociales; una ley sobre el comercio interno; una ley sobre el control de precios; complementar el código penal; nuevas prescripciones sobre delitos económicos; revisión de las leyes de pensión; una ley sobre la contabilidad social, y, por fin, un proyecto de nueva constitución. Como se ve, esas medidas y prescripciones formales no pueden curar la enfermedad crónica y básica de la economía de Yugoslavia.

El titoísmo, pues, como una nueva forma del comunismo en economía sufrió gran crisis y se halla a un paso de su colapso y liquidación. A ello debe agregarse el problema nacional. El mismo Tito tuvo que reconocer que los problemas nacionales y políticos fundamentales están sin solucionar, que la llamada política de "fraternidad y unidad" fracasó y que Yugoslavia como Estado está amenazada en sus cimientos. La hacen peligrar los croatas, eslovenos, albaneses y macedonios -si bien Tito emitió mencionarlos expresamente-, que se oponen a Yugoslavia y a su régimen granservio.

De modo que Tito y su régimen enfrentan una crisis del Estado que por su alcance no se circunscribe al interior del país sino que adquiere gran importancia en el plano exterior. El descontento de les croatas, dado su número, ubicación geográfica y el poder económico, tiene un alcance que excede el marco de Yugoslavia. Luego débese agregar el interés directo de algunos países vecinos por el problema nacional en Yugoslavia. La suerte de casi un millón de albaneses a lo largo de la frontera de Albania, interesa al pueblo albanés entero y determina en gran medida la política exterior de Albania, sea cual fuese su régimen político interno. Por otra parte Bulgaria desde siempre se interesa por los macedonios en Yugoslavia, prescindiendo de si los macedonios quieren su propio Estado o la solución de su problema nacional dentro de una federación o confederación con apoyo de Servia o Bulgaria. Lo esencial es que el problema macedonio y el albanés no están solucionados y que en la próxima crisis de Yugoslavia como Estado surgirán en ese terreno complicaciones de orden internacional. Es lógico que Moscú también se interese por esos problemas de gran importancia en sus relaciones con Bulgaria y Albania. Moscú puede, aquí, dar a Tito cierto apoyo, por lo menos provisorio, pero también puede perjudicarlo. Su reciente tirantez con Albania facilitó el acercamiento de Tito con Moscú. Mas el titoísmo tropieza con el problema nacional que para su régimen y Yugoslavia, ubicada predominantemente en los Balcanes turbulentos, puede tener consecuencias más siniestras que la crisis económica.

El acercamiento de Tito a Moscú y su identificación con la política antioccidental soviética ya le causó dificultades en Occidente. Al respecto cabe mencionar la ruptura de las relaciones diplomáticas con Alemania Occidental, el retiro del embajador de Francia en Belgrado y la expulsión del embajador yugoslavo en París; dificultades con Grecia y la reciente limitación de la ayuda norteamericana, susceptible de ser suspendida integralmente. Un acercamiento más estrecho entre Moscú y Belgrado agravará las dificultades actuales con los países del Mercado Común Europeo que siguen siendo principales importadores de los productos yugoslavos. Con el tiempo, las cancillerías occidentales podrían actualizar el problema del derecho de autodeterminación de los pueblos oprimidos dentro de un Estado cuyo régimen promueve ese mismo derecho allí donde puede provocar inconvenientes a las democracias occidentales, que, a buen seguro, no necesita ni consejo ni intromisión de una dictadura a carta cabal, y mucho menos cuando se trata de aplicar el principio de autodeterminación. Por otra parte, la integración económica y política de Europa resulta atrayente para los pueblos de tradiciones y orientación europeas como son el croata y el esloveno. La integración europea invalida el argumento esgrimido por la propaganda de Tito, durante la pasada guerra, contra la constitución de pequeños Estados nacionales en la zona danubiano-balcánica. Desde el momento en que esos países pueden integrarse económica, política y militarmente a la comunidad de la Europa Occidental, quedará descartado el argumento principal a favor del mantenimiento de la comunidad forzada de los pueblos Yugoslavia.

 


Rusia y Europa

Anton Knezevic, Münster, Westfalia

Ya en el siglo pasado Pobedonoscev, entonces procurador general del Santo Sínodo ruso, constató la antítesis Rusia-Europa: "Rusia y Europa -recalcó- se comportaban entre sí como el día y la noche, como la luz y la oscuridad."

Rusia era para Pobedonoscev un orden social; Europa, una anarquía. Es curioso que al enfoque de este ruso se adhirió también el filósofo alemán Oswald Spengler, quien sostuvo que no hay un contraste tan grande como el que se da entre Rusia y Occidente.

Esta antítesis, sumada a los interrogantes: ¿pertenece Rusia al Occidente? ¿Los rusos son europeos u ocupan un lugar especial entre Asia y Europa? ¿Son los rusos advenedizos en la cultura occidental o la avanzada de una cultura en eclosión?, constituyen desde el siglo pasado el tema principal de los pensadores rusos.

Occidente prestó su atención a esta temática sólo después que el gran imperio del Este fue sovietizado, agudizándola recién al término de la segunda guerra mundial, cuando la Rusia Soviética pretendió ser el país destinado a un nuevo orden social y a una nueva cultura, esforzándose por imponerlos al mundo entero.

El punto de partida para esclarecer esta problemática tan compleja estriba en la posición que asumamos respecto a la influencia cultural de Europa sobre Rusia -por un lado- y del juicio de los rusos sobre el valor de su propia cultura en comparación con la occidental, por el otro.

I. Los pensadores rusos pro y contra Occidente

En primer lugar cabe examinar la opinión de aquellos rusos que niegan la cultura e historia propias de su país. Aquí, entre otros, hemos de nombrar ante todo al pensador Chadajev y al conocido escritor Chernishovski, pues ambos opinaban ya en el siglo pasado que esta supuesta falta de la cultura, así como el atraso general, ofrecían la posibilidad de salvación de su patria. Otro grupo de los pensadores rusos sostenía que Rusia llegó a ser una nación civilizada recién desde los tiempos de Pedro el Grande (1672-1725). Para el conocido filósofo ruso Vladimiro Soloviev, las reformas del emperador eran tan sólo una adhesión exterior al Occidente, sólo el primer caso, la Rusia secularizada presenta -para él- idéntico espectáculo que la decadencia de la Europa secularizada. La esencia de la decadencia moral de Europa y de Rusia consistía, y en esto coinciden Soloviev y Dostoievski, en el ateísmo y en el alejamiento de Dios en general. El juicio de Soloviev en cuanto a Europa era: la humanidad envejeció y Europa perecerá por causas internas y externas (peligro amarillo).

El grupo netamente antioccidentalista -llamado eslaváfilo- combatido por los prooccidentalistas (zapádniki) que bregaban por la integración cultural con Europa poniendo en duda la madurez cultural de Rusia, creía en la misión mundial de su país, haciendo resaltar el ordenamiento social específico de Rusia. Los eslavófilos atacaban a Pedro el Grande, presentado en una difundida leyenda popular como el Anticristo; censuraban sus reformas y la cultura occidental, oponiéndoles el espíritu y la cultura rusos. En base a su valoración negativa de la influencia cultural europea sobre Rusia, los eslavófilos hacían resaltar la autocracia la ortodoxia y la nacionalidad, es decir, un zar, una religión y un pueblo como bases de una verdadera política rusa, tanto estatal, nacional y cultural como eclesiástica. Estas bases están hoy día de nuevo en resalte, con la diferencia de que hoy, el lugar de Dios y el zar lo ocupan el Estado y su Partido, mientras que la llamada cultura tradicional vernácula, como asimismo la Ortodoxia con su representante el Patriarca de Moscú, siguen desempeñando al lado del marxismo un papel importante.

II. Apartamiento de Europa

El criterio de los rusos discrepa frente al dilema: ¿aceptación o rechazo de la cultura europea? No debe olvidarse que la influencia europea sobre Rusia ha sido, en efecto, desde siempre muy grande y, en ciertos aspectos, hasta fatal.

Hasta la dominación de los tártaros, Rusia, por su forma de vida, se acercaba más a la Europa occidental que al Imperio bizantino. La consecuencia de la influencia bizantina, ejercida más, tarde con la cristianización del pueblo ruso, no llegó a excluir a la antigua Rusia de la comunidad de las naciones europeas. Por el contrario, Rusia fue admitida en la vida espiritual de esa comunidad. En los siglos XI y XII la primera dinastía rusa se vinculó con lazos matrimoniales con la casa real francesa y con varias familias principescas alemanas, lo que trajo aparejada una influencia esencial sobre Rusia.

Recién en el siglo XIII, cuando el yugo de los tártaros rompió los lazos que unían a Rusia con Occidente, tomó la vida rusa, bajo la presión de los conquistadores asiáticos, formas extrañas al Occidente. Con razón puede sostenerse que el carácter y, en general, toda la vida de los rusos hasta el año 1917, han sido determinados por estos tres factores: 1) el ya mencionado yugo de los tártaros (1237-1480); 2) la servidumbre del campesinado (1586-1861), y 3) el gobierno autocrático de los zares hasta el año 1917.

Rusia, en la perspectiva histórica, se atrasó siglos, a causa de la dominación tártara, en su normal evolución. Fue violentamente separada de Europa. Recién Pedro el Grande miró hacia ella. No cabe duda alguna de que Rusia, particularmente el alma rusa y el carácter nacional, se hubieran desarrollado diferentemente sin el despotismo de los tártaros.

Un suceso trascendental en la historia del alma rusa lo constituyó la invasión germánica del siglo XIII. Entonces los suecos, dinamarqueses y alemanes invadieron por el Mar Báltico las tierras rusas, fundaron Riga y Reval y llegaron hasta Novgorod. Lamentablemente, esto era la respuesta a las súplicas que los rusos dirigieron al Occidente cristiano pidiendo auxilio contra el asalto de los tártaros.

Esta fue la primera experiencia rusa en el contacto directo con los europeos occidentales. La aversión contra el Occidente echó ya entonces sus raíces. De estas luchas en el Báltico entre los rusos y los pueblos germánicos surgió el enfrentamiento histórico. Pero la fuerte influencia asiática empezó recién a fines del siglo XVI y del XVII (que perdura hasta hoy), cuando Rusia mantenía relaciones muy activas con Persia, India y China. Fue entonces cuando más se alejó de los pueblos occidentales.

Para la formación ulterior del espíritu y el carácter nacional rusos era decisivo el establecimiento de la servidumbre, que empezó cien años después de haber terminado el dominio tártaro, pues en 1586 el campesino ruso quedó adscripto a la gleba. Hasta entonces, con todos los atropellos, el campesino tenía la posibilidad de cambiar de residencia. Ahora se convirtió en propiedad del terrateniente, explotado al antojo del propietario. El señor tenía el derecho de azotarlo, venderlo y prohibir su casamiento.

Huelga recalcar aquí que la servidumbre desmoralizaba de manera siniestra tanto a los siervos como a sus amos.

Recién en 1861, el zar Alejandro II abolió con su Ukaz (decreto) la servidumbre. Hasta ese año había en Rusia 23 millones de siervos. La Iglesia, inclusive monasterios, disponía de un millón de siervos.

III. Europeización de Rusia

El impacto de las influencias occidentales en Rusia bajo Pedro el Grande y sus sucesores debe considerarse como un acontecimiento histórico de primerísima importancia, comparable con la influencia de la cultura clásica latina en los países germánicos durante la Edad Media, especialmente en Alemania.

En Rusia, Pedro el Grande impuso por decreto las conquistas de la civilización occidental. Las viejas costumbres y las formas culturales fueron derogadas e introducidas nuevas, como por ejemplo el árbol de Navidad, costumbre de origen alemán. El zar arrancaba con sus propias manos luengas barbas patriarcales de sus cortesanos. Ordenó que todos sus súbditos, salvo sacerdotes y campesinos, deberían afeitarse la barba y vestirse a la moda europea. Es menester destacar que poco: antes de esa orden el cortarse la barba significaba incurrir en riesgo de excomunión.

Cuando el zar Pedro quiso extender sus innovaciones a las barbas de los viejos creyentes (raskólniki) rusos, muchos de ellos eligieron la muerte. Algunos se quemaron vivos al obligárseles a santiguarse con dos en lugar de tres dedos. Los campesinos no comprendieron el significado de los nuevos valores culturales introducidos por las clases superiores: quedaron desorientados y aturdidos.

Pedro fue llamado el "primer alemán, ruso" tomó a Prusia como modelo. Desencadenó la primera revolución europeizante, decidido a hacer de Rusia la segunda Prusia. De un país difícilmente accesible, aparentemente con más rasgos asiáticos que europeos, llegó a hacer un poderoso imperio, estructurado a la manera occidental.

Pero el zar revolucionario no consiguió hacer de Rusia un moderno Estado europeo, puesto que no abordó el problema fundamental: la servidumbre.

Bajo el fuerte influjo del Occidente estaba también Alejandro I (1777-1825), quien soñaba con un sistema internacional que asegurara a Europa una paz perdurable. También su sucesor, Nicolás I, trató de sostener, por todos los medios la política europea de Alejandro I, pero, al hacerlo, desempeñó -sin quererlo- el papel de un comisario de policía en Europa. Gracias a su intervención fue aplastada la revolución húngara en 1848. Aproximadamente 100 años después -en el otoño de 1956-, el poder militar ruso-soviético aplastó nuevamente la rebelión del pueblo húngaro. Nicolás I era el tipo de un oficial prusiano y gobernaba su imperio estrictamente según el calco prusiano[82]. El famoso anarquista Bakunin calificó a la Rusia de entonces "el imperio germano bajo el knut". Efectivamente, bajo Nicolás I, regía la consigna: Rusia debe ser una buena Prusia, una Prusia idealizada.

Los alemanes del Báltico y de otras regiones ejercían en el siglo pasado una influencia descomunal, a tal punto que el general ruso Yermolov, héroe del año 1812 y virrey del Cáucaso, dijo una vez que pedirá al zar "lo promoviera al alemán".

En general, puede decirse que las clases cultas en esa época eran muy permeables a las ideas políticas francesas. En cambio, los funcionarios públicos preferían imitar los métodos alemanes y, propensos a exagerar, hicieron de Rusia la patria de la burocracia.

Precisamente en este importante terreno de las ideas políticas y de las formas estatales chocó la influencia francesa con la alemana discordante, es decir, con la influencia de la Prusia de Federico el Grande.

En efecto, eran el influjo francés y el alemán dos corrientes de las más fuertes y contradictorias. La compenetración con el nuevo espíritu accidental hizo que muchos prominentes rusos dudasen del valor de la cultura vernácula de Rusia. Así el poeta Puskin se quejaba: "¡Al diablo! ¿Por qué yo, con el talento y espíritu que tengo tuve que nacer precisamente en Rusia?"

Bajo Alejandro III (1845-94) se aflojaron los vínculos con Occidente, para ahondarse y fortalecerse bajo el último zar Nicolás II. Nunca antes un ruso culto se había sentido tan naturalmente europeo, miembro de una nación que ocupaba su lugar natural entre los demás pueblos de Europa.

Tampoco las inquietudes por la paz en Europa eran extrañas al último zar. A su sugestión se debe la convocación de la primera Conferencia de La Haya el 18 de mayo de 1899, cuyo resultado fue la formación de la Corte Internacional que ya contenía en germen a la Sociedad de las Naciones.

Por infortunio precisamente bajo este último Romanov, Rusia retrocedió a la Edad Media bizantina. Sobre todo, la corte imperial se hundió en la superstición, el misticismo y la corrupción.

Para concluir podría decirse: Rusia se desarrolló por sí misma a semejanza de los pueblos occidentales. Más tarde, la cristianización echó bases iguales capaces de desarrollar en Rusia ideas e instituciones similares a las del Bizancio y del Occidente, Lo mismo cabe decir de la posterior europeización y del influjo occidental.

IV. El impacto destructivo de las ideas europeas occidentales

El proceso de europeización de Rusia no se operó en forma súbita y de golpe, pero con todo llegó sin preparación previa, pues la Iglesia rusa, que ejercía la dirección espiritual del pueblo, no poseía su propia teología.

En Constantinopla, en Roma y hasta en Alemania e Inglaterra hubo una filosofía y una teología. La escolástica preparaba a los cristianos occidentales durante siglos para el pensamiento científico y crítico. En Occidente tuvo lugar el gran movimiento espiritual del Renacimiento y del Humanismo. La nueva filosofía y la ciencia tuvieron, por otra parte, el camino despejado por la Reforma y la gradual evolución del protestantismo. Los grandes pensadores como Voltaire, Kant, Hegel y otros constituyeron en Europa un eslabón orgánico de la revolución, mientras que en Rusia ellos significaban una revolución radical del espíritu. La Rusia ortodoxa, espiritualmente estancada, fue presa fácil, primero del racionalismo francés, antieclesiástico y antirreligioso. Voltaire, Rousseau y otros fueron secretamente difundidos en la misma corte imperial y en la alta sociedad. Por ejemplo, las obras de Voltaire fueron impresas en una imprenta sita en una aldea. Pero el volterianismo era sólo una enseñanza inofensiva sin comparación con el veneno que fue Kant para los rusos.

Como se ha dicho antes, a la influencia francesa se sumó la alemana: La cultura en general, la ciencia y la filosofía alemanas penetran en Rusia ya durante la época de Pedro el Grande, pero en mayor escala bajo el reinado de Alejandro I y mucho más en tiempos de Nicolás I.

Especialmente Hegel y la izquierda radical hegeliana ejercieron influencia radical sobre los espíritus de la "intelligentsia" rusa. Fueron los filósofos europeos y en primer término Kant por cuyo intermedio la nueva Europa despertó a los rusos de su somnolencia ortodoxa y de su letargo dogmático. Dicho en el sentido figurativo, Pedro el Grande abrió las ventanas de Rusia hacia Europa; después Voltaire introdujo por ellas el aire europeo y, finalmente, Kant y la filosofía alemana sacudieron en sus fundamentos el claustro ruso y el zarismo absolutista.

Para las relaciones en la Rusia de entonces es muy significativa la descripción que hizo un ruso culto de su encuentro con la obra de Büchner Fuerza y materia: "Pero mira, un buen día nos llegó como una verdadera bomba el libro de Büchner en una traducción litográfica. Todos han leído esta obra con gran entusiasmo y en todos han desaparecido de golpe los restos de la creencia tradicional... "

Osvaldo Spengler caracterizó con acierto La situación espiritual de Rusia del siglo pasado, cuando dijo: "Arriba estaba la intelligentsia con los problemas y conflictos leídos y abajo los campesinos desarraigados con toda su miseria y primitivismo... La sociedad fue impregnada con espíritu occidentalista y el pueblo llevaba consigo el alma del país".

Rusia tenía dos rostros. Por su aristocracia parecía un país culto, pero sin una genuina vida interior. El pueblo, por otro lado, permaneció bárbaro, atrasado y esclavizado por las clases superiores.

Frente a semejante situación era natural que las ideas europeas, que La vida espiritual europea, las que el gobierno prohibía y reprimía, surtiesen impacto revolucionario. Así, verbigracia, el zar Nicolás I prohibió el estudio de la filosofía en las universidades rusas. Promulgó un ukase prohibiendo se enseñase en las escuelas rusas los descubrimientos de Copérnico y de Newton, pues contradecían a la doctrina de la ortodoxia.

Pero, precisamente, los frutos prohibidos de la civilización del Occidente fueron recogidos con mayor avidez. La filosofía y la ciencia, las artes y las técnicas en Rusia se transformaron en armas revolucionarias. La literatura era un vehículo social y político, pero al mismo tiempo un índice de los desterrados, los presidiarios y los exilados, pues los adeptos a los filósofos y científicos occidentales, por ejemplo los partidarios de Darwin, fueron encarcelados o desterrados a Siberia (Chernishevski), mientras que en Inglaterra a este pensador se le dio sepultura en la abadía de Westminster.

Ahora, imaginémonos con toda claridad la situación: el comunismo internacional de un Karl Marx tenía que desbarajustar y reemplazar la economía agraria medieval de la Rusia césaropapista.

En las "Confesiones" de L. N. Tolstoi se puede observar como un ruso volvió la revolución interna, cuando se enteró, por ejemplo, de la gran novedad que presuntamente Dios no existe. Esta novedad, la enseñanza de la inexistencia de Dios, ha sido predicada en Europa durante varios siglos, y la visión medieval del mundo como la organización teocéntrica se iba transformando paulatinamente, paso a paso. No obstante, la misma Europa ni estuvo ni podía estar siempre y en su totalidad preparada para esta novedad.

Y ahora imaginémonos a Rusia trasladándonos al mundo espiritual de un ruso educado por su Iglesia. De sopetón, cual un rayo caído del cielo sereno, oye este ruso creyente el mensaje de los pensadores occidentales. ¿Cómo habría obrado tal doctrina atea en un país donde la Iglesia y sus monjes fueron hasta entonces la autoridad intelectual suprema, por todos reconocida y donde el Estado era la mano derecha e izquierda de esta autoridad? La Iglesia rusa, cuyas bases son greco-bizantinas, que para el poder de Rusia era más que el catolicismo para Francia o España, o el protestantismo para Alemania, era el pueblo, el imperio ruso, en una palabra la Iglesia era Rusia.

La Iglesia rusa y la ortodoxia, en su papel histórico de heredera del bizantinismo, eran estacionarias mucho más que la Iglesia romana. La Iglesia y la religión en Rusia son por principio reaccionarias. Se detuvieron, en grandes líneas, en las enseñanzas y las prácticas tal cual las fijaron ya en el siglo III los grandes dogmáticos greco-alejandrinos.

Los griegos estuvieron desde muy temprano expuestos a las influencias asiáticas; en la época en que el cristianismo empezó a desarrollarse, la influencia del Asia religiosa no se circunscribía solo al Antiguo y el Nuevo Testamento. En la medida en que Bizancio se separaba política y culturalmente del Occidente, convirtiéndose en un oasis de la civilización a causa del asalto de los pueblos bárbaros de Asia y Europa oriental y más tarde especialmente de los musulmanes, su estancamiento religioso y cultural se volvió autosuficiente.

Los rusos recibieron, es cierto, del Bizancio la religión ya formada, - pero no el helenismo, o sólo de vez en cuando se notaba su presencia en la teología. El idioma griego no tuvo en Rusia, el papel del latín en Occidente, Además, en Rusia no hubo el humanismo ni el Renacimiento como tampoco el progreso de la ciencia, de la filosofía autónoma y sobre todo no hubo en Rusia la Reforma, ni protestante, ni católica.

Los rusos no estaban menos aislados que los bizantinos, y por esta razón acataban, igual que éstos, las tradiciones religioso-eclesiásticas. En la época de la preponderancia de Kiev existió cierta comunidad cultural con el Occidente, pero pronto fue perturbada. Rusia quedó aislada del Oeste y muy pronto del Este, lo que explica su estancamiento cultural y religioso. Por otro lado, la constante defensa del Estado contra numerosos y hostiles vecinos tuvo que contribuir al desarrollo unilateral preponderantemente estatal y militar.

V. La Iglesia rusa y el zarismo

La Iglesia rusa a menudo reconocía y utilizaba al Estado como su auxiliador y protector. Lo mismo pasaba, como una necesidad nacional en Bizancio, como consecuencia de los ataques contra el Imperio bizantino procedentes de Asia y Europa. A causa de este aislamiento estatal y nacional, la Iglesia no pudo desarrollarse en el sentido universal como la Iglesia occidental.

En el Oeste europeo el Imperio romano se derrumbó mil años antes que en el Este bizantino. Al cabo de varios siglos, el Imperio occidental fue en cierta medida restaurado por el pasado a su vez vigorizado y organizado como un Estado propio según el modelo oriental.

También en Rusia la Iglesia se tornó más nacional que la Iglesia occidental de carácter internacional, debido sobre todo a su lucha contra los musulmanes, el Occidente católico y más tarde el protestante.

La característica tanto de Bizancio como de Moscú era de que, a diferencia con el Occidente, no tuvieron a un San Agustín, un Gregorio VII, un Santo Tomás y sus secuaces, un Bonifacio VIII en cuanto a la valorización de la Iglesia frente al estado. El Medievo ruso no tenía a un San Bernardo, la Divina Comedia, las catedrales, y tenía que pasarse sin los grandes teólogos, místicos y meritorias órdenes monásticas, Ni Bizancio ni Moscú han alumbrado a los monarcómanos, quienes defenderían el derecho a matar al tirano. Los teólogos, defensores de la primacía de la Iglesia, que consideraban al poder temporal y a los gobernantes como inferiores, incluso como moralmente sin valor, promovieron los principios democráticos de la soberanía popular, sosteniendo a la vez el derecho de eliminar al tirano. Según estas doctrinas, el pueblo tenía derecho a elegir a su gobernante, a destituirlo y a castigarlo. Ni en Bizancio, ni en Moscú encontramos algo parecido. Ni siquiera hubo allí la lucha de los Patriarcas con el Emperador, lucha que se podría comparar con las de los Papas en Occidente. Es cierto que también en Bizancio y en Moscú hubo defensores de la primacía de la Iglesia, del Sacerdocio sobre el Estado y el poder temporal, pero este antagonismo nunca llegó a ser lo mismo que la condena del príncipe en el sentido de un Gregorio VII. Los déspotas y los gobernantes criminales como Iván el Terrible no eran destituidos. Los boyardos lucharon centra él, mas sólo en salvaguarda de sus derechos de casta, sin cuestionar su derecho a gobernar. De modo que, tanto en Moscú como en Bizancio, el emperador fue reconocido como cabeza de la Iglesia. La Iglesia reconocía el autocratismo del zar como una institución santa, y en compensación, la Iglesia fue protegida con los medios de que disponía este absolutismo santificado.

El emperador no se atrevía a promulgar nuevos dogmas, pues esto según la concepción oriental, fueron definidos una vez por siempre. Se comprende ahora por qué la gran mayoría de los pensadores rusos combatió al cristianismo, Se comprende por qué, por ejemplo, Bielinski, vinculó la idea de Dios con el knut. De ahí también la explicación del nihilismo ruso, ateísta y materialista. El nihilismo como respuesta a la traición del cristianismo a su propio ser, como síntoma de la desesperación por esta traición, surgió en la misma forma en Rusia como en Europa, con la variante de que por el hecho de estar el ortodoxismo ruso muy íntimamente ligado al zarismo, el carácter político del nihilismo ruso era fuertemente acentuado.

Es característico que los líderes del nihilismo ruso Dobroliubov y Chernishevski eran, igual que Nietzsche, hijos de popes o fueron seminaristas.

La Iglesia misma ha exigido al zar protección contra toda innovación, y a su vez prestó al autócrata su ayuda contra todo intento reformista. La Iglesia ortodoxa rusa nunca levantó la voz de protesta contra la servidumbre, el terror zarista, la censura y otras medidas e instituciones reaccionarias, sino que llegó a defenderlas a través de los siglos. La Iglesia oficial fue servidora o auxiliadora del zarismo, siendo hoy un instrumento dócil del régimen soviético. En contraste con el papado nunca aspiró a la supremacía del poder espiritual sobre el temporal.

VI. Los movimientos subversivos, consecuencia de una súbita europeización

La consecuencia de la repentina Ilustración en Rusia era la revolución espiritual y política contra el sistema vigente, La negación, el pesimismo el nihilismo eran ahora las consecuencias naturales de esta transición directa de la ortodoxia al ateísmo, el materialismo y el positivismo, dado que los rusos, gracias a su predisposición al radicalismo, llevaron al extremo esas ideologías. Al ruso le falta totalmente el sentido de evolución, de continuidad de cultura y, en cambio, tiene sentido muy desarrollado para las crisis. Prefiere ocasos a transiciones.

El europeo, por ejemplo, el alemán, se ha acostumbrado durante siglos a confiar en sí mismo; el europeo pasó por el Renacimiento, el Humanismo, la Reforma, Contrarreforma y la Ilustración. El alemán fue llevado a Feuerbach sucesivamente mediante muchas transiciones, lo que explica por qué, por ejemplo, Stirner, Nietzsche o Schopenhauer no causaron en Occidente tales estragos como en Rusia. El alemán o el francés conocieron a otros pensadores y se acostumbraron a otros argumentos pro y contra. El ruso abrazó a los pensadores occidentales modernos como la única y máxima autoridad. La consecuencia fue el rechazo de todo el pasado, lo que tuvo que conducir, en última instancia, a la revolución social y política.

Esta lucha de la filosofía contra la teología y la autocracia en Rusia requirió sus víctimas. Demostró ante todo esa insuficiencia característica que se origina siempre cuando entra en contacto una civilización antigua con otra más joven. Esta insuficiencia es equivalente de un proceso general de descomposición con todos los efectos concomitantes. Los rusos se consolaban de esta insuficiencia arguyendo que no necesitaban emplear sus energías en las experimentaciones y búsquedas ni malgastar sus fuerzas inventivas en tareas difíciles. Por eso Byelinski opinaba que en Rusia muchas veces se hacía en cinco años lo que en Occidente en cincuenta. El desarrollo que en Europa tardó tantos siglos, el coloso ruso lo realizó en igual número de décadas. La secuela de este rápido, incluso precipitado, logro se evidencia en una peligrosa insuficiencia que, desde luego, no se manifiesta necesariamente en todas las esferas. No se debe olvidar que la revolución del año 1917 fue obra de gente semiculta.

En el siglo pasado el hombre de Rusia despertó de su ortodoxia mística, y Merezkoviski dijo con acierto: "Hemos dormido durante 800" años y en el siglo entre el zar Pedro y Puskin nos despertamos. En las décadas entre Puskin y Tolstoi vivimos tres siglos. Precisamente por estas razones Rusia es joven, pues los siglos anteriores a Pedro el Grande no cuentan." El comienzo de la organización política de Rusia se remonta al año 882; pero la participación rusa en el desarrollo cultural no empezó antes del siglo XIX. Dostoievski expresó la verdad al decir: "Nosotros, los rusos, somos un pueblo joven; nosotros recién ahora empezamos a vivir, aunque hemos vivido ya 1.000 años."

Analizando las obras de ciertos escritores rusos podemos notar bien este súbito salta sobre los siglos. Así podemos considerar a Dostoievski como un contemporáneo espiritual de Shakespeare, a la vez que de Dickens o Baudelaire. A su vez podemos considerar la obra de Puskin como un resumen de la Europa medieval y moderna. Tenemos que imaginarnos vívidamente cómo un ruso, acostumbrado a la pasiva aceptación de la revelación cristiana, se enfrentó de golpe y porrazo con los resultados del pensamiento progresista europeo, Hasta entonces vivió de una manera objetivista, creyendo en la autoridad máxima de la Iglesia y del Estado. De repente, debe confiar en sí mismo y en sus ínsitas fuerzas espirituales. Kant y sus secuaces vienen a decirle: "El contenido de la ciencia, de la filosofía y de la religión es el fruto de la actividad de su intelecto y no de la Revelación; no Dios, sino el hombre es el creador de toda la vida de la sociedad humana."

Esta crisis la padeció y todavía hoy la padece Rusia. La crisis originada por la importación de los bienes culturales europeos es comparable al proceso de desintegración y de descomposición por el que atraviesan hoy en día los pueblos de Asia y Africa en contacto con la civilización occidental.

La Rusia, todavía medieval, fue incorporada en forma directa al proceso evolutivo europeo de los siglos XVIII y subsiguientes. A este influjo desintegrador de la Europa occidental quisieron los eslavófilos oponer, en el siglo pasado, el espíritu ruso y la cultura vernácula rusa, abogando por un alejamiento casi total de Europa. En este sentido se declaró Dostoievski en 1860 cuando escribió: "La primera condición para que resurja nuestro sentimiento nacional es odiar a Petersburgo con todas las fuerzas y toda el alma." De esta prédica -apartar todo lo que es de origen europeo, y Petersburgo como símbolo visible de la Rusia moderna- se desprende el odio contra Occidente, un odio francamente apocalíptico que se volcaba -observó Spengler- contra Europa. Spengler veía en el incendio de Moscú, con que los rusos pensaban impedir la conquista napoleónica, una grandiosa acción simbólica de un pueblo primitivo, el odio, de hecho, de los Macabeos contra todo lo que procede de un credo diferente, contra todo lo extranjero.

Pero ninguna capital de las que conquistó Napoleón le dio semejante recepción como Moscú. Los rusos incendiaron a su antigua capital y se fueron. Hay que tener presente que para ningún otro pueblo su capital significa lo que Moscú para los rusos. Napoleón se percató en el acto de que asistía al acontecimiento más extraordinario con que un europeo jamás pudo enfrentarse; con la erupción satánica del sentimiento de un mundo tan extrañamente formado. Nunca más pudo Napoleón librarse de este escalofrío.

VII. El ruso y el europeo

a) El ruso y los bienes terrenales

Por cierto, en ninguna parte se renuncia tan fácilmente a los bienes terrenales, en ninguna parte la falta de ellos se perdona tan prestamente ni lo perdido se olvida y sobrelleva para siempre como en Rusia. El ruso goza de los bienes materiales siempre y cuando se le ofrezcan, pero no se sentirá herido en el fondo de su ser si debe sacrificarlos o si carece de ellos.

En cambio ¡cuán difícilmente soporta un europeo las pérdidas materiales! Resulta significativo que los rusos tengan una noción menos rígida de la propiedad privada que los europeos, y que no tengan fijado el límite entre lo mío y lo tuyo en forma tan precisa como los europeos. Entre los europeos, el pobre nunca mira sin envidia a un rico, mientras que entre los rusos, el rico mira al pobre con vergüenza. Posee un sentimiento muy profundo de lo que es la riqueza, que se posesiona de nosotros en lugar de poseerla nosotros.

Si cae en desgracia, un europeo se desesperará más fácilmente, pero también se recobrará más pronto. Al europeo le place el mundo. Se instala en él como en su casa y se aferra a los bienes materiales. Es realista. Por el contrario al ruso no le importa mucho el mundo. No está apegado a nada y a nadie. No retiene nada de modo firme y duradero. Al ruso le excita más la perspectiva de los cataclismos que el cuidado del tradicionalismo.

b) La falta de mesura

La disposición espiritual fundamental de los rusos no es la proporción, sino la tendencia al extremismo, a lo último. En el ruso los sentimientos se entrechocan. La alternación de los extremos torna el carácter ruso un tanto caprichoso. El carácter del pueblo ruso ha sido formado no sólo por la larga historia de servidumbre y despotismo, sino también por los bosques sombríos, por el suelo inclemente, el clima rudo y especialmente por la inactividad forzosa durante largos inviernos.

En Rusia todo es ilimitado y desmedido. La gente no tiene medida ni meta, no sabe limitarse tanto en lo bueno como en lo malo. No puede guardar medida en cosa alguna. La posibilidad de tensión del alma rusa es enormemente grande. La amplitud de la naturaleza del hombre ruso suele compararse con la extensión de su tierra.

El ruso es o creyente ferviente o ateo recalcitrante; adepto apasionado del Occidente o antieuropeo furibundo. Cambiar las convicciones personales significa para los rusos el cambio total de la vida. Tolstoi dijo una vez: "Si entre nosotros alguien se convierta al catolicismo, se hará indefectiblemente jesuita. Si uno abraza el ateísmo, pedirá en forma terminante e imperiosa se arranque de cuajo la fe en Dios a fuego y acero, si fuere necesario."

Lo que en Occidente fue sólo una hipótesis, en Rusia se trocó en dogma, y toda otra suposición se consideraba como herejía. Los rusos se sienten cautivados por una gran idea como si fueran propiamente aplastados por ella. En tal caso les falta la fuerza de adaptarla en debida forma, y entonces creen en ella hasta el fanatismo. Siempre andan por los extremos, son nihilistas o apocalípticos; lo disgregan todo: a ellos mismos y a los demás.

c) Propensión a los extremos

A los rusos les define la tendencia a precipitarse hacia el polo opuesto. Sin este rasgo innato el bolchevismo no hubiera sido posible, por cuanto constituye en todos los problemas esenciales el polo opuesto a todo lo que hasta entonces era sagrado para los rusos. Un ruso está siempre en la búsqueda de lo opuesto, de lo contradictorio. Berdiaev, ex filósofo marxista, se convirtió en filósofo profundamente cristiano; Bulgakov, ex economista socialista se ordenó sacerdote ortodoxo; Leontiev -el Nietzsche ruso- que fuera un hedonista convencido, tomó el hábito de monje de la Iglesia oriental. Al hombre ruso le place abandonarse hasta la indolencia; en realidad, trátase del desarreglo rayano en la anarquía. Si lo fundamental del carácter del pueblo ruso es la sabiduría, la bondad, la alegría vital y la paciencia, no lo es menos la indolencia y la falta de energía. La falta de oposición, una humildad netamente pasiva, oriental, fatalista, la sumisión al zar como a los actuales gobernantes, constituyen rasgos inconfundibles de su carácter.

Cuando Iván el Terrible se retiró al monasterio, el pueblo le imploró para que volviera al trono. El mismo Máximo Gorki recalcó que el pueblo se arrodilla de noche ante su Dios y de día pisa despiadadamente sobre los cuerpos de sus semejantes. El ruso es el pueblo más obediente cuando se lo gobierna con severidad, pero es incapaz de gobernarse a sí mismo. Apenas se le sueltan las riendas, cae en la anarquía.

d) Crueldad

El ruso cambia de estado de ánimo súbitamente y sin motivo aparente, pasando de un extremo al otro. Así por ejemplo, en los cantos y bailes rusos es frecuente la brusca transición de la alegría a la melancolía.

Iván IV mataba durante el día, y al anochecer golpeaba hasta sangrar con su cabeza contra el piso de su capilla en signo de arrepentimiento. Sin parpadear hizo matar a 60.000 ciudadanos de Nizni Novgorod que pactaron con los lituanos. Ordenó en 1571 se ejecutara en la Plaza Roja de Moscú a más de 3.000 rebeldes nobles. Mientras las cabezas de estos aristócratas colgaban en la Plaza Roja en Moscú, Iván el Terrible, hizo oficiar la misa por las almas de sus víctimas.

Stalin, a su vez, ordenó en 1937 la liquidación de más de 5.000 oficiales, encabezados por el mariscal Tujachevski.

Para ser imparciales, tenemos que decir que en la época de Iván el Terrible se cometían atrocidades también fuera de Rusia. Así en 1572, bajo la regencia de Catalina de Medici, fue organizada en Francia la "noche de San Bartolomé", como boda de sangre de su hija. A su vez, Felipe II hizo quemar a los condenados por la Inquisición.

Pedro el Grande, el más progresista de los zares de Rusia, también figura en la lista de las crueldades cometidas por los gobernantes: pegó a su amiga María Danilova Hamilton por haberse expresado desfavorablemente sobre el dudoso origen de su futura esposa, luego emperatriz Catalina I. Más tarde la hizo decapitar públicamente como supuesta infanticida. Asistió a su ejecución explicando a los presentes, cual un anatomista moderno las venas de la cabeza de la víctima, y por fin besó los labios de la amiga decapitada.

Máximo Gorki opina que en el pueblo ruso es dable constatar la inclinación a una clase especial de atrocidades y durezas, que permiten verificar los límites del sufrimiento humano, de la resistencia y de la capacidad humana de resistencia a los suplicios.

Resulta discutible si la crueldad rusa puede explicarse como consecuencia de la esclavitud secular. El trato cruel que los rusos tuvieron que soportar durante 1000 años contribuyó sin duda al embrutecimiento de su carácter. Si este fue ya desde sus orígenes feroz y salvaje, hoy es difícil dejar de serlo. De todos modos, no cabe hablar del ruso bonachón como si esto fuera una de sus cualidades originarias. Calor y frío excesivos llevan al hombre a los extremos. Al igual que el calor y el frío, el desenfreno y la continencia. A los desenfrenos sin el menor sentido de medida siguen de repente el arrepentimiento y la penitencia. Después de cometer atrocidades, los rusos sienten casi siempre la necesidad del arrepentimiento público. Las confesiones de culpa y las autocríticas no son secuelas tan sólo de la educación soviética, pues la historia rusa nos proporciona al respecto ejemplos numerosos.

e) La mentira y el alcoholismo

Turgeniev opina que la mentira es uno de los vicios más grandes del pueblo ruso. A su parecer, el ruso es el pueblo más mentiroso del mundo, y, por otro lado, nada aprecian ni aman tanto como la verdad.

Michelet está en esto de acuerdo con Turgeniev, pues asevera que los rusos son muchachos bonachones, pero carecen en absoluto del sentido de la rectitud y la moral. Michelet concluye: Dado que Rusia en su esencia es la mentira, su política exterior y sus armas contra Europa deben ser necesariamente mentira.

La misma opinión la comparte también Bakunin al decir: El gobierno ruso miente en todo. Esto es su fuerza, su vida, el secreto de su existencia. La mentira se trocó en sistema.

Para Legras, la razón fundamental de la insinceridad, además del sistema de servidumbre, ha de buscarse en la inmensa extensión del país que dificulta las pruebas. A esto cabe agregar el bajo nivel de educación. La mentira es el arma natural de los niños, de los desheredados y de los subyugados.

No convendría omitir la siguiente observación: si los rusos aseveran o sienten hoy que en su país hay cierta libertad, eso es cierto en comparación con su pasado, y, por lo tanto, no mienten. Nunca en la historia conoció el pueblo ruso la verdadera libertad, sea bajo los soberanos de la dinastía Rurik, sea bajo la dominación tártara, ni más tarde bajo los Romanov.

El gobierno actual reemplazó el dominio de los zares; en lugar del zar vino otro autócrata, que concedió ciertos derechos a los campesinos y obreros, haciendo de todos, sin excepción, esclavos del Estado. En realidad, existe desde siempre la misma esclavitud para todas las clases, para todas las capas sociales.

Un hombre ruso no puede concebir la libertad en el sentido europeo occidental, ni establecer parangones con respecto a la libertad como la hace el europeo o americano, puesto que los rusos jamás gozaron de plena libertad.

Además de los vicios de toda laya, el alcoholismo también es generalizado. El régimen zarista trató este vicio entre los estudiantes con cierta complacencia, ya que la ebriedad los alejaba de los pensamientos revolucionarios. El ruso bebe no sólo para entrar en calor y animarse, sino también para olvidar la monotonía sombría de todos los días. El gobierno soviético tuvo que tomar medidas contra la beodez pese a los ingresos que devengan las tasas del monopolio estatal del alcohol.

f) Falta de sentido para el orden y el tiempo

Por su naturaleza el ruso es optimista. Este optimismo y la valorización pesimista de la cultura, que también caracteriza al ruso, no se excluyen, pues son dos aspectos de la misma constitución psíquica. La predisposición psíquica predominante del hombre occidental es la angustia primaria. El europeo es pesimista metafísico en tanto que suele con formarse con la realidad empírica; vive el mundo como un caos, al que sólo el hombre confiere sentido y justificación. Siempre lo atormenta La angustia de que el mundo va a salir de sus carriles tan pronto quite de él su mano ordenadora. El orden es el sentido de la vida occidental.

El europeo y el americano buscan el orden en sí mismos en la forma de autodisciplina y del dominio de la razón sobre los instintos lo buscan también en torno en la forma del ordenamiento político y del dominio de la autoridad sobre el ciudadano. Lo que al ruso diferencia más del Occidente es su deficiente sentido de una necesidad interior que lo impele a buscar la forma en todos los ámbitos de la vida. El hombre occidental parece a menudo a los rusos como si en lugar del alma tuviera un reloj en perfecto funcionamiento. Por esto la superorganización, el anquilosamiento psíquico, el asfixiamiento de la vida regimentada por normas constituyen el peligro para el hombre occidental. La anarquía social, la histeria psíquica y la extralimitación de la vida, por encima de todo lo normativo, acechan, a su vez, al hombre ruso.

Los rusos y los accidentales tienen un sentido del tiempo totalmente distinto: Tiempo es dinero, reza un proverbio alemán y anglosajón. Los turcos dicen: Toda prisa proviene del mal. Y el proverbio ruso expresa: En seguida, vale decir, dentro de una hora. La puntualidad no es, seguramente, una virtud rusa, y un buen ruso dice: Gracias a Dios, ¡no somos alemanes!

El ruso tiene tiempo de sobra. Esta falta en la valorización del tiempo implica la falta del sentido de medida. Si el hombre no tiene medida alguna tampoco la tiene para el tiempo, lo que acaso esté en relación con la vasta extensión geográfica de Rusia. El ruso nunca experimenta el sentido desgarrador de haber omitido algo o que debe realizar determinado trabajo diario.

Un proverbio alemán reza: Lo que puedes hacer por la mañana no lo dejes para la noche. Eso es el pesimismo del tiempo. Un ruso como un inglés piensan lo contrario: Lo que no debes hacer por la mañana, déjalo; tal vez se haga por sí.

g) Vanidad y envidia del hombre occidental

No pocas veces el hombre occidental, en la opinión del ruso, se halla dominado por la vanidad y la envidia. La vanidad occidental constituiría la herencia romana. Con ella los occidentales se vincularon directamente con el culto latino del engreimiento, con la civilización de actores y poseurs. Si no pueden exhibir alguna cualidad personal o éxito logrado, entonces se dan gran aire invocando su origen, su profesión, la ubicación de su casa, su partido político, sus amistades, sus viajes y aventuras; si lo hacen ante extranjeros, entonces se vanaglorian de su nación y sus prohombres, Lo más grato les resulta ser envidiados, y lo más penoso ser compadecidos, pues la envidia del vecino demuestra su pobreza, mientras que la compasión del vecino evidencia la orfandad del compadecido. De ahí que la vida pública y social europea esté teñida de simulación.

Es interesante notar que los rusos están ligados entre sí, en su fuero interno, con vínculos misteriosos. Apenas conocidos, se hacen enseguida amigos. Después de una hora parece como si se hubiesen conocidos toda la vida. En Europa, especialmente en los países germánicos, ocurre todo lo contrario: aquí pueden conocerse toda la vida, pero muy raramente sucede que uno abra su corazón de par en par a su amigo.

***

Hoy en día, el bolchevismo está en trance de cambiar a fondo el carácter nacional ruso. El bolchevismo hace al ruso un hombre realista que sólo admite su conocimiento exacto. En la clasificación de las dotes espirituales, la capacidad técnica ocupa actualmente el lugar más alto. El arte está rezagado, la filosofía y la religión descuidadas. El artista tiene que crear sólo a pedido y con fines prefijados. Cumple con los encargos sociales asignados. La convicción absoluta del bolchevismo es que no puede existir la literatura comunista sin la misión social.

Por supuesto, los bolcheviques quieren no sólo imitar, sino sobrepasar al Occidente materialista, tecnicista y agnóstico. Bujarin lo expresó con toda claridad cuando dijo: "Nosotros necesitamos el marxismo y el americanismo. La vida individual que separaría al hombre del proceso colectivo de producción debe suprimirse para ceder lugar al hombre-máquina colectivista: la tradición de espíritu contemplativo que precedió al bolchevismo debe superarse mediante el americanismo. Un par de botas, al fin de cuentas, son más importantes, sostuvo Bujarin, que toda la obra de Shakespeare".

Los últimos éxitos obtenidos en la producción de cohetes e investigación del espacio lo prueban fehacientemente.

Lo que en Rusia se está llevando a la práctica son, de hecho, los principios occidentales, pero la manera cómo se les aplica, es rusa. De ahí el orgullo nacional por haberlos aplicado de este modo y por primera vez. En realidad, las ideas que estaban en el origen de la revolución rusa son todas, sin excepción, tomadas al Occidente. Rusia recogió ávidamente las modernas ideas europeas y las llevó a la Unión Soviética, a causa de la desmesura rusa, hasta sus últimas consecuencias.

En su desarrollo integral, el bolchevismo no es simplemente un marxismo realizado no importa donde, sino un acontecimiento que pudo desarrollarse en tal forma únicamente en el suelo ruso. Por eso, no se lo puede entender partiendo de las tesis de la doctrina marxista, sino principalmente de lo hondo del ser ruso.

Si Rusia alguna vez rompa esa unión íntima con su pasado y renuncia definitivamente a sus pensadores, poetas y artistas de antes, entonces podría convertirse en una América, pero una Norteamérica que tendríamos que imaginar sin libertad, sin unión con Europa y sin la continuidad con la civilización occidental y la anglosajona, porque en el nuevo Imperio del Este nada significan Europa y el cristianismo, que son para los bolcheviques baratijas ridículas. Los valores del Occidente no son para ellos otra cosa sino papel moneda fuera de la circulación.

Como lo dijo Tocqueville, Rusia tiene en común con los Estados Unidos de América el haber inaugurado un nuevo ciclo de la historia mundial, en el que los papeles de la Europa Occidental y de China cobra importancia decisiva correlativa a su fuerza.


Algunos aspectos de la economía yugoslava a mediados de 1962

Tihomil Radja, Friburgo, Suiza

"En depósitos tenemos apiladas distintas mercaderías de altísimo valor que no tienen salida. Esa mercadería nos ha costado y cuesta, y sin embargo se la incluye en la renta nacional", dijo Tito a los estudiantes de las ciencias políticas[83].

A fines del año 1960 fue realizado el Plan Quinquenal 1957-61, un año antes del plazo fijado. A partir de 1961 se inició el nuevo período quinquenal 1961-65, que a fines de 1965 debería colocar a la República Federal Popular de Yugoslavia entre los países medianamente desarrollados con el ingreso nacional de aproximadamente 600 dólares por habitante.

Tal el propósito del plan en ejecución. El tiempo mostrará en qué medida se cumplirá. Respecto al Plan anterior (1957-61), su realización terminada a fines de 1960, resulta asaz problemática. Si todo se mide de acuerdo al incrementa del ingreso nacional, entonces casi podría decirse que fue cumplido, conforme a los datos consignados a continuación:

La renta nacional

-en billones de dinares[84], precios año 1956

 

 

 

 

Año

 

Plan

 

Realización

 

%

 

 

 

1961

 

2275

 

2247

98,8

 

 

Sin embargo, en muchos ramos y sectores industriales el plan no fue realizado a fines de 1960, según es dable deducir de las cifras siguientes:

Realización del plan 1957-1961

(en algunos ramos y sectores)[85]

 

Sector

 

Plan 1956-61

 

Realización 1960

 

Cobre

 

136

 

119

 

Carbón

 

148

 

127

 

Energía eléctrica

 

184

 

176

 

Aluminio

 

239

 

171

 

Fertilizantes

 

401

 

143

 

Máquinas agrícolas

 

260

 

171

 

Camiones

 

217

 

166

 

Máquinas de construcción

 

498

 

136

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Azúcar (toneladas)

 

331.000

 

264.000

 

Tabaco (toneladas)

 

54.000

 

35.000

También en otros ramos, como ser la producción de calzado, aparatos de radio y muebles, el Plan no fue realizado, mientras que en los demás sectores la producción prevista para 1961 fue realizada mayormente ya a fines de 1960. Pero, en general, en la producción industrial no fue superada la pronunciada desproporción entre los bienes de capital por un lado, las materias primas y artículos de consumo, por otro:

Producción industrial

(índices)[86]

 

Grupos de productos

 

1956

 

1960

 

1946

 

1956

 

Bienes de capital

 

100

 

184

 

100

 

802

 

Materias primas

 

100

 

159

 

100

 

334

 

Artículos de consumo

 

100

 

178

 

100

 

278

Semejante fluctuación desproporcional en la producción industrial -con el estancamiento agrícola a partir de 1960- tuvo impacto negativo en el balance del comercio exterior cuyo déficit creciente constituye traba principal para un normal desarrollo económico.

II

"Nuestra deuda exterior alcanza a 800 millones de dólares y nuestro déficit crece constantemente", declaró Tito en Split[87]. Por cierto, uno de los objetivos primordiales del Plan Quinquenal 1956-61 ha sido incrementar la importación y la exportación, por importar mucho menos a fin de atenuar el déficit del comercio exterior en artículos y servicio. Empero, el déficit comercial incrementó grandemente:

El balance comercial

(en millones de dólares)[88]

 

 

 

Promedio 1952-56

 

1957-61

 

Exportación (F.O.B.)

 

276

 

556

 

Importación (C.I.F.)

 

429

 

768

 

Déficit

 

153

 

212

El déficit promedio en el período 1957-61 fue cubierto con estos recursos[89]:

 

Remesas particulares

 

42 millones de dólares

 

Reparaciones

 

32 " "

 

Obras Públicas

 

7 " "

 

Excedente productos agrícolas EE.UU.

 

70 " "

 

Préstamos Fondo Monet. Internac.

 

14 " "

 

Créditos públicos a largo plazo

 

8 " "

 

Créditos públicos a corto plazo

 

33 " "

 

Varios

 

6 " "

 

 

 

212 millones de dólares

Salta a la vista particularmente al importe considerable de los excedentes agrícolas estadounidenses, ocasionado por el estancamiento de la producción agrícola en la Yugoslavia comunista a partir de 1960, conforme se puede colegir de los datos que citamos:

Producción de trigo y maíz

(en millones de toneladas)[90]

 

 

1957

 

1958

 

1959

 

1960

 

1961

 

promedio

 

Trigo

 

3,1

 

2,5

 

4,1

 

3,6

 

3,2

 

3,3

 

Maíz

 

5,6

 

4,0

 

6,7

 

6,2

 

4,7

 

5,4

Según la estimación del ministro y planificador de la economía yugoslava, Todorovic (ver: Vjesnik del 8-IV-1962), los perjuicios derivados de la merma en la producción agrícola en 1960 y 1961 importan alrededor de 100 millones de dólares anuales, lo que se refleja en primer lugar en r el creciente déficit del comercio exterior y, por consiguiente, en el aumento de la deuda exterior que a fines de 1960 ascendía a 476 y a fines de 1961 a 681 millones de dólares[91]. Intereses y anualidades superan los 70 millones de dólares por año, mientras que la deuda representa de 20-25 % de la renta nacional.

III

"Las condiciones sociales y materiales nos facilitan realizar con éxito el alto índice del crecimiento económico y los demás objetivos fijados en el plan presentado", declaró Tito el 26-XII-1960 en la Asamblea Nacional.

Aparte la pronunciada desproporción en la producción industrial con inclusión del mantenimiento artificial de muchos sectores mediante subvenciones estatales; aparte la merma en la producción agrícola y la falta de perspectiva de su incremento mientras rijan las tendencias colectivistas; aparte el estado catastrófico del comercio exterior, el nuevo Plan Quinquenal se impuso objetivos harto ambiciosos. Mas ya en el primer año de su ejecución, todas las contradicciones y anomalías de la economía yugoslava se manifestaron en su plenitud y, claro está, desmintieron los objetivos y las previsiones del Plan.

Producción[92]

(porcentajes por crecimiento)

Sector

Incremento
previsto (%)

1961

1962 (I-IV)

Industria

13,0

7,0

4,0

Agricultura

7,2

-6,0

-

Demás sectores

12,3

6,0

0,0

Total

11,4

3,6

-

Durante 1962, en algunas industrias clave la tendencia bajista continúa, a saber[93]:

 

1961 (I-IV)

1962 (I-IV)

Carbón

100

97

No metales

100

99

Industria metalúrgica

100

98

Materiales de construcción

100

80

Industria del caucho

100

93

Indust. de alimentación

100

96

Tabaco

100

72

También otros sectores mantienen apenas su producción en el nivel de 1961, lo que está muy por debajo de los objetivos originales prefijados. Paralelamente aminora el ritmo de ocupación, incluso en la industria. Según el Plan, en 1961 debía ocuparse 74.000 obreros más, llegándose a 56.000, mientras que la desocupación registrada acusa tendencia a rápido aumento[94]:

Desocupación (en 000)

1958

132,0

1959

161,6

1960

159,2

1961

191,3

1962 (enero-febrero)

281,3 (en 1961 enero-febrero 240,5)

Respecto al comercio exterior, la situación se agravó en relación al año pasado:

Exportación e importación

(en billones de dinares)[95]

 

1961 (I-IV)

1962 (I-IV)

Exportación

51,3

53,1

Importación

79,2

87,9

Déficit

27,9

34,8

En lo concerniente a la producción agraria no se espera aumento no con relación al año 1961, según el pronóstico de Todorovic[96].

IV

"Con frecuencia señalábamos hasta ahora las inversiones excesivas, el fenómeno que cada uno construye lo que quiere y como quiere. Ahora pagamos sus consecuencias. Muchas empresas deberán cerrar", declaró Tito en Split el 6 de mayo último.

Mientras en los últimos años hubo estancamiento y hasta disminución de la producción en todos los sectores, el ritmo de inversiones no aumentó[97]:

Inversiones (índices en precios corrientes)

1961/1962 = 121

1960/1961 = 112

La disminución relativa de inversiones en 1962 es consecuencia ineludible de la baja producción en 1961 y el aumento del déficit en el comercio exterior. Esa baja continuará, indudablemente, en los próximos años hasta tanto no se establezca el equilibrio imprescindible entre los sectores productores, de producción, el consumo y la balanza de pagos. Debido a las inversiones excesivas se produjo en los últimos años la acumulación de reservas de artículos industriales de consumo. El mercado interno no puede absorber esas reservas debido precisamente a los insuficientes fondos de adquisición. Las empresas no pueden vender sus productos por debajo del precio de su costo. La única posibilidad de rebajar precios consiste en disminuir los impuestos a los artículos de consumo.

Es lógico que semejante rebaja limitaría automáticamente los medios de inversión y otras necesidades estatales. En cuanto al mercado exterior, allí es más difícil aún colocar los artículos industriales a causa de la fuerte competencia y varios movimientos de integración.

V

"El ajo cuesta hoy más que el oro", declaró Tito en su discurso en Split. La acumulación de los artículos industriales de consumo se debe en parte al alza de precios de los productos agrícolas.

Índice de precios de los artículos de consumo

 

1961 (I-IV)

1962 (I-IV)

Productos agrícolas

100

123

Artículos ind. de consumo

100

106

Servicios

100

110

Como todavía en la estructura de consumo los artículos de alimentación representan el 45-50%, vale decir que el alza de precio de los productos agrícolas contrae en gran medida el consumo de los productos industriales, cuya demanda es más elástica. De ahí la reducción del consumo general de la población, lo que a su vez influye en ambas producciones y así gira la rueda del clásico círculo vicioso de depresión. Mientras que en el terreno de inversiones, según hemos visto, se registró un incremento, el consumo merma y por consiguiente sobreviene la rebaja de los salarios reales:

Salarios nominales y reales en industria y minería (índices)

 

1961 (I-IV)

1962 (I-IV)

Salarios nominales

100

111

Salarios reales

100

98

La expansión planificada del consumo debería crecer en 8,8% por año, y eso en su expresión real. De hecho, se produjo un fuerte movimiento inflacionista, nocivo en primer lugar para la clase obrera que en la Yugoslavia comunista no tiene derecho a exigir la equiparación de salarios con el casto de la vida, como suele ocurrir en muchos países capitalistas.

VI

Considero que será necesario proceder a la revisión del Plan Quincenal y de nuestra política de inversión en general, y que en adelante deberemos invertir sobre las bases de la rentabilidad", declaró Tito a los estudiantes de ciencias políticas en Belgrado.

Los hechos "tercos" han desmentido ya en el primer año las aspiraciones ambiciosas del nuevo Plan. La práctica dio un mentís rotundo a la teoría económica infundada según la cual el desarrollo económico debe arrancar de la industria pesada.

En la situación actual caben dos caminos:

a) Aceptar los hechos tal cual son y contentarse con crecimiento económico más modesto; superar las acentuadas desproporciones económicas, reducir la deuda exterior, incrementar el poder de consumo de la población dentro de lo posible, contentarse con el hecho de que en el campo quede el 55% de la población activa y concederle la libertad necesaria para un desarrollo económico normal. Al parecer ésta sería la línea de pensamiento de una parte de los dirigentes comunistas.

b) Otra línea aboga por la reimplantación de la estructura centralizadora, por la prioridad de la industria pesada a expensas de consumo, por el rígido control de precios y por la más intensiva colectivización del agro. En síntesis, aboga por el centralismo en la economía, que en los últimos años disfrutaba de cierta descentralización.

Si se elige el camino recto, eso, a plazo largo, podría conducir a la liberalización, en el sistema político. Si se escoge otro camino, no sólo la contradicción económica se ahondará, sino que se llegará al recrudecimiento de la dictadura política interna.

En ambos casos, la ayuda exterior será imprescindible. De esa ayuda depende en gran medida la suerte del régimen comunista como asimismo el destino de la República Federal Popular de Yugoslavia como Estado.

 

DOCUMENTOS

Memorandum

Instituto Croata Latinoamericano de Cultura

Sobre la política de opresión nacional y explotación colonial en Yugoslavia comunista, con motivo del discurso pronunciado en Toronto el 22-11-1961 por el primer ministro de Canadá, S. E. John G. Diefenbaker a los grupos étnicos

En su discurso, pronunciado el 22-XI-1961 en Toronto ante los grupos étnicos, el primer ministro canadiense John G. Diefenbaker anunció que Canadá se proponía poner en el orden del día de la Asamblea General de las Naciones Unidas, durante sus sesiones ordinarias de este año, el problema del imperialismo y colonialismo de la Unión Soviética. Con ese motivo, el Instituto Croata Latinoamericano de Cultura, con sede en Buenos Aires, elaboró el presente Memorándum, entregado a S.E. primer ministro canadiense por los representantes de la Canadian Croatian Federation.

Sr. Primer Ministro:

Todo lo que S.E. expuso en el ya célebre discurso sobre el imperialismo colonialismo ruso-soviéticos, puede aplicarse íntegramente a la situación imperante en Yugoslavia, que por su estructura y el dominio de Servia sobre la mayor parte de la población es, de hecho, la edición pequeña y deteriorada de la Unión Soviética. Trátase aquí del caso de imperialismo de un pequeño país balcánico, relativamente atrasado, en detrimento de otras naciones más desarrolladas y con una milenaria tradición cultural occidental.

La Unión Soviética -dijo S.E. en su discurso- domina, subyuga y explota vastas áreas de Asia y del Cáucaso... empleándolas así como fuente de materia prima barata, de mano de obra barata y como un mercado cautivo. La Unión Soviética, por la fuerza de armas ha despojado de su independencia a países altamente desarrollados llevó a decenas de miles de sus ciudadanos a la miseria y la muerte, Ha explotado sus riquezas sofocado despiadadamente todo intento de esos pueblos a guardar siquiera una apariencia de la identidad nacional.

Todo lo dicho vale para la República Federal Popular de Yugoslavia, en la que según el censo oficial, Servia representa el 26% de la población total, domina sojuzga, y explota económicamente a Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y zonas habitadas por compactas minorías nacionales de los países vecinos.

El carácter federal de Yugoslavia es meramente teórico, al igual que en la URSS. Quien gobierna es el todopoderoso Partido Comunista dominado y dirigido por sus miembros servios de la capital de Servia, Belgrado, que a la vez es la capital de toda la federación yugoslava.

Por la forma de su constitución en 1918 y de su restablecimiento en 1945, Yugoslavia no es sino Servia engrandecida, a semejanza de la Unión Soviética en la que predominan los atributos de la Rusia zarista.

A causa de circunstancias excepcionales, surgidas de la crisis de las dos guerras mundiales, como asimismo por la protección y el apoyo de Rusia primero zarista, luego soviética, la pequeña Servia balcánica logró realizar su sueño imperialista e imponer su predominio sobre las restantes cinco "repúblicas populares": Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro. No es mera casualidad de que en ambas guerras mundiales Rusia protegiese a Servia, su agente en las zonas danubiana, adriática y balcánica.

La primera guerra mundial fue motivada en parte por la acción subversiva y expansionista de Servia, que culminó en el asesinato del heredero al trono de Austria-Hungría, Francisco Fernando y de su esposa, perpetrado en 1914 en Sarajevo, capital de la provincia croata Bosnia. El atentado, organizado para impedir la consolidación de la situación en la parte meridional de la monarquía danubiana fue perpetrado por un joven revolucionario, socialista servio, partidario del expansionismo de Servia con respaldo de Rusia. Por intermedio de Servia, Rusia se proponía establecer su predominio en los Balcanes y controlar las vías de comunicación de Europa al Asia Menor. Tanto en la Yugoslavia monárquica como en la comunista se exalta el culto de ese atentado; el lugar donde fue cometido el asesinato lleva su nombre, como lo señala una placa recordatoria.

En la guerra que desató dicha atentado, Servia fue derrotada, El rey, su gobierno y una parte del ejército fugaron al extranjero, esperando la victoria final de los Aliados. Al volver, invadieron Croacia y otras provincias meridionales de Austro-Hungría. De ese modo, Servia con la ayuda de los Aliados, pudo anexar esas regiones, simulando tratarse de "liberación" y "unificación" de los pueblos "sureslavos" atribuyéndose ella el papel de Piamonte. La Rusia zarista proyectaba crear la Gran Servia pero al estallar la revolución bolchevique, Servia, en la necesidad de contar con el apoyo de los Aliados occidentales, aceptó la fórmula de la "unión nacional" calculando que desvirtuaría el principio de autodeterminación nacional, sostenido por presidente W. Wilson, lo que consiguió.

La segunda guerra mundial provocó tal crisis en Europa, que Servia por la intervención activa de la Unión Soviética, logró conservar status territorial creado en los tratados de paz en 1919.

El golpe de Estado del 27/3/1941, obra de un grupo de militares servios, tenía la finalidad de asegurar la hegemonía servia sobre Croacia, que en vísperas de la segunda guerra mundial había obtenido una autonomía restringida sobre un territorio reducido. Ese golpe influido también por el Kremlin y vitoreado por los comunistas en Belgrado, motivó la agresión de las potencias del Eje a Yugoslavia. El ejército yugoslavo, bajo el mando casi exclusivo de los oficiales servios, se desintegró en pocos días sin ofrecer resistencia digna de mención. Asimismo se derrumbó y desintegró el Estado servio-yugoslavo lo que era inevitable pues el Reino de Yugoslavia no era un Estado nacional sino plurinacional dominado por Servia en forma tan brutal que la mayor parte de sus súbditos se sentían verdaderos prisioneros.

El rey Pedro Karageorgevic y su gobierno, esta vez sin el ejército, fugaron. Servia quedó ocupada por el ejército alemán. Las zonas limítrofes de Servia, habitadas por las minorías nacionales fueron anexadas a Rumania, Albania y Hungría respectivamente. Los croatas establecieron su Estado nacional que fue liquidado en 1918 e integrado como provincia al Estado yugoslavo,

Las guerrillas nacionalistas servias de chetniks bajo el mando de Draza Mihailovic, que fueron presentados como combatientes contra la ocupación germano-italiana, lucharon de hecho contra los croatas e incluso contra los mismos servios que se oponían a la restauración de una dictadura militarista, propiciada por el gobierno exilado.

Lo prueban irrefutablemente los documentos Aliados como por ejemplo la nota del Foreign Office fechada el 23/III/1943 N° F 2538/2G, firmada por el premier Winston Churchill, en ausencia de Sir Anthony Eden. " Dicha nota dirigida al presidente del gobierno yugoslavo en el exilio en Londres protesta contra la política del general Draza Mihailovic, jefe de los guerrilleros chetniks y ministro de guerra en el gobierno exilado, En la nota se dice expresamente que Mihailovic "no vacila en declarar públicamente (en presencia de los miembros de la delegación militar británica) que sus enemigos no son alemanes ni italianos, invasores de su país, sino sus conciudadanos yugoslavos... partisanos, ustashi, musulmanes y croatas".

El Partido Comunista Yugoslavo organizó sus guerrillas después del ataque del Tercer Reich a Rusia con el fin primordial de llegar al poder después de la guerra. A tal fin, los comunistas aprovecharon también las masas nacionalistas servias, prometiéndoles la restauración de Yugoslavia, es decir la Gran Servia, con la ayuda de la Rusia Soviética. Los servios consideran a Rusia como su protector tradicional. De ese modo, los comunistas servios lo mismo que en su tiempo los rusos abandonaron su programa anterior sobre la desmembración de Yugoslavia o Rusia, respectivamente, al ver que les sería más fácil apoderarse del gobierno apoyándose más bien en el imperialismo expansionista servio o ruso, respectivamente.

Los guerrilleros comunistas resultaron favorecidos al retirar los Aliados occidentales su apoyo al gobierno del Rey Pedro Karageorgevic, debido a su actitud chovinista panservia. El Ejército Rojo penetró, a fines de 1945, hasta Belgrado, donde instaló al gobierno comunista quo gradualmente ocupó a Croacia y Eslovenia, aprovechando la victoria de los Aliados. De ese modo, bajo el amparo soviético fue establecido el nuevo colonialismo servio, esta vez de tinte comunista.

Servia, encontrándose, por el concurso de circunstancias al lado de los Aliados en ambas guerras mundiales, logró crear y luego restaurar a Yugoslavia como su dominio colonial. Se presentaba a Yugoslavia como un Estado nacional siendo, de hecho, imperio de Servia; como una nación que logró tras largos siglos de esfuerzos su misión aunque se tratase de unificación compulsiva con violación flagrante del principio nacional y del derecho de autodeterminación,

Si bien los comunistas reconocen el carácter plurinacional de Yugoslavia, no dejan de incorporar a Yugoslavia territorios ajenos, como por ejemplo a Macedonia territorio reclamado por los búlgaros y que bajo ningún concepto es servio. En Kosmet, territorio autónomo dentro de la "República Popular de Servia" habitan en masas compactas y en continuidad territorial de Albania casi un millón de albaneses que de acuerdo con el principio nacional deberían ser integrados a su madre patria. En la "provincia autónoma" de Voivodina igualmente dentro de la República Popular de Servia, habitan varios centenares de miles de húngaros junto a la frontera de Hungría. Cerca de medio millón de alemanes de la misma provincia fueron exterminados o expulsados.

Los comunistas sostienen en teoría el principio de autodeterminación nacional pero en la práctica mantienen la forzada unidad entre Servia por un lado, Croacia, Eslovenia y Macedonia por el otro aunque se trata de grupos étnicos diferentes, con distintas tradiciones políticas, culturales y religiosas. Croacia y Eslovenia son países centro-europeos por su desarrollo histórico, cultural político y por su gravitación económica, mientras que Servia es un país íntegramente balcánico. Croacia, reino ya en la temprana Edad Media, mantuvo durante 1200 años, hasta 1918 hondamente arraigadas tradiciones políticas propias mientras que el desarrollo político servio fue muy diferente.

Para justificar el dominio de Servia sobre Croacia y Eslovenia en la Yugoslavia monárquica se argüía que, en realidad se trata de tres grupos étnicos tan afines que constituyen un mismo pueblo con tres nombres. Hoy se admite y reconoce oficialmente que existen cinco nacionalidades en Yugoslavia servios, croatas, eslovenos, macedonios y montenegrinos.

Ahora tratan de justificar la unión compulsiva recurriendo a las conocidas teorías soviéticas sobre la "fraternidad y la unidad", socialistas, y acentuando subsidiariamente la comunidad del grupo lingüístico eslavo con mezclas de racismo e interpretando al eslavismo en función del antagonismo irreconciliable frente a los pueblos de la Europa Occidental, particularmente frente a los pueblos vecinos: italiano, húngaro y alemán.

Es verdad, en cambio, que no existen las condiciones básicas indispensables para una comunidad estatal entre croatas, eslovenos y servios, pues mientras Croacia y Eslovenia pertenecen al ámbito de la cultura occidental, Servia se desarrolló en la tradición cultural bizantino- rusa. Por ello, el historiador inglés A. J. Toynbee, al analizar la creación del conglomerado yugoslavo en 1918, escribió con razón en su gran obra "A Study of History" "que la fusión de la población, alimentada hasta ahora por dos civilizaciones diferentes... constituye un osado experimento de la alquimia política"

La línea divisoria entre la civilización europea occidental y oriental, según el mismo autor, corre de Finlandia en el norte hasta Croacia en el sur coincide con la frontera servio-croata, del mundo cristiano occidental y oriental, y fue trazada ya en el año 396 por el emperador romano Teodosio como linde entre el imperio romano de Occidente y Oriente.

Hasta 1918, Croacia y Servia, si bien países contiguos y vecinos, nunca estuvieron unidas dentro de un mismo Estado.

En la época de las migraciones de pueblos, los croatas se radicaron e la zona entre el Danubio y el Adriático, se formaron y desarrollaron dentro de la sociedad que hoy denominamos el mundo de la civilización y la cultura occidentales. Asimilaron sus rasgos peculiares y contribuyeron a su enriquecimiento y defensa. El cristianismo lo recibieron vía Roma. Su estructura sociopolítica se asemejaba a la que instituyó en su imperio Carlomagno, cuya soberanía reconocía Croacia para convertirse en el siglo IX en un reino independiente bajo el cetro de una dinastía nacional. El feudalismo de tipo occidental fue implantado gradualmente en Croacia, como asimismo prosperaron las ciudades libres. Los estilos arquitectónicos románico, gótico, renacentista y barroco florecieron también en Croacia. Los croatas contribuyeron a la cultura europea con una serie de humanistas escultores y pintores renacentistas, que actuaron tanto en Croacia como en los principales centros europeos. En Croacia se manifestaron tanto la Reforma protestante como la Contrarreforma católica. Apenas después de la invención de la imprenta, se imprimieron libros en el idioma nacional y en latín, entonces idioma de las clases cultas. En la monarquía multinacional danubiana los dirigentes políticos se comunicaban en latín y en Croacia hasta 1848, en la dieta de los estamentos (Sabor) se hablaba en latín. Paralelamente, desde la temprana Edad Media, en la costa croata se usa en la liturgia romana, por especial privilegio de la Santa Sede, el antiguo idioma croata (vetero-eslavo).

Extinguida la dinastía nacional, que gobernó entre los siglos IX y XI, Croacia, entró en Unión Personal con Hungría y luego, ante la creciente amenaza del Imperio Otomano, los croatas buscando el apoyo de Occidente europeo, eligieron como rey el año 1527 a Fernando de Habsburgo, Archiduque de Austria, rey de Bohemia y luego de Hungría también, hermano de Carlos V, emperador del sacro imperio romano-germánico y rey de España. Dentro de esta comunidad defensiva de los pueblos danubianos, Croacia permaneció hasta el fin de la primera guerra mundial.

El status político de Croacia en la comunidad danubiana fue definido con las palabras del ban conde Tomás Erdedi (que gobernó de 1583-95): "Regnum regni no prescribit leges". Esa fue la respuesta a la imposición de las leyes del Reino de Hungría en Croacia gobernada por los banos (virreyes), como jefes del poder ejecutivo y del ejército, mientras que las leyes fueron promulgadas por el Sabor, que se remonta al Medievo.

Aún durante el gobierno dualista de Austro-Hungría (1867-1918), Croacia, Eslavonia y Dalmacia eran un reino asociado con plena soberanía en los asuntos internos, de justicia, y con soberanía limitada en los asuntos comunes con Hungría y Austria.

En Bosnia, provincia croata por su ubicación, historia y composición étnica, aún mientras integraba el Imperio Otomano (1463-1878), su nobleza de credo islámico, fue la única nobleza territorial dentro del Imperio, ejerciendo, además, gran influencia política en la Sublime Puerta, de manera que uno de los idiomas diplomáticos en Constantinopla era también el croata.

En la época moderna, Croacia acusaba un constante progreso económico e industrial. Gracias a su favorable ubicación geográfica en la zona danubiana y adriática gravitaba económicamente en primer lugar hacia la Europa, Central. Aún antes de la primera guerra mundial, se asentaron en Croacia firmes cimientos para la explotación agropecuaria, la forestal, la minería, el transporte terrestre, fluvial y marítimo, el comercio, el turismo, la industria y el sistema bancario.

Totalmente distinto fue el proceso histórico-político y social de Servia. Los servios cayeron bajo la influencia del imperio bizantino al radicarse en el corazón de los Balcanes. Bajo el impacto de la invasión de los turcos osmanlíes, tanto Bizancio como Servia no tardaron en ser absorbidos por el Imperio Otomano. El status político y social de los servios durante cinco largos siglos fue el de la rayah. Apenas en la época de decadencia del Imperio Otomano, a mediados del siglo pasado, Servia logra emanciparse y en 1878, en el Congreso de Berlín, fue reconocida, como reino independiente.

Durante la dominación turca, los únicos entre los servios que sabían leer y escribir eran los monjes que conservaron la tradición del Estado servio y de la Iglesia nacional calcados en el modelo bizantino. Esa tradición, reforzada por la influencia de la Rusia zarista, caracteriza el moderno Estado servio. Rusia influyó poderosamente como presunta heredera del Imperio Bizantino, como la nación ortodoxa más grande y como centro del panislamismo en versión rusa. Por eso, la Servia moderna no es un Estado nacional de tipo occidental. Sus instituciones básicas son el poder autocrático y la Iglesia nacional, identificada con la nacionalidad. De ahí las dificultades insuperables de consolidar el nuevo Estado, formado en 1918, lo que era posible únicamente con el otorgamiento de las libertades democráticas, de la igualdad nacional y la tolerancia religiosa, todo ello desconocido en Servia y reclamado por Croacia y Eslovenia.

El papel de la Servia moderna en la historia europea, fiel a esas arraigadas tradiciones, fue el de exponente del imperialismo ruso en los Balcanes. El sentimiento popular no sufrió cambio ni cuando sucumbió la Rusia zarista y Servia tuvo que buscar apoyo de las democracias occidentales. Su solidaridad con Rusia la definió el periódico nacionalista servio "Balkan" (Belgrado, 26/ 7/1922): "Rusia sea zarista o bolchevique, es "Rusia Santa" para el pueblo servio, nuestra madre eslava. ¿Puede haber un solo servio que levante su mano contra un soldado ruso?".

La Servia moderna, pese a sus ambiciones imperialistas, era un país mal administrado, sin una economía estabilizada, con relaciones sociales patriarcales, y sin estructuras sociales debidamente desarrolladas. Eso debe atribuirse a la ubicación aislada de Servia en el centro de los Balcanes como asimismo a la dependencia, plurisecular del dominio turco. Por otro lado, la posición geográfica favorecía el expansionismo de Servia, cuya víctima en 1912 fue Macedonia, y posteriormente en 1918 y 1945 naciones más adelanta das, como Croacia y Eslovenia. Ese imperialismo enano cobró carácter de dominio odioso y de brutal explotación económica por un país relativamente atrasado sobre naciones más desarrolladas.

El nuevo Estado de los sureslavos, "ese osado experimento de la alquimia política", tuvo que dar resultados siniestros. La similitud idiomática entre croatas, servios y eslovenos no pudo borrar la mentalidad diferente, a semejanza de lo que ocurre entre Rusia y Polonia. El nombre del nuevo Estado creado en 1918, fue: Reino de los Servios Croatas y Eslovenos" declarándose que los montenegrinos y macedonios son servios. El nuevo Estado era, en realidad la Servia engrandecida y los servios también hoy lo sienten y conciben así. El ejército servio penetró en Croacia al término de la primera guerra mundial como un vencedor, considerándola como su botín de guerra, aunque se afirmaba entonces, como en 1945, que se trataba de "liberación". Los servios, también como los rusos, cuando imponen su dominación afirman que se trata de "liberación".

Días después del acta de "unión", el ejército servio asesina a la juventud croata en Zagreb, que protestaba contra la liquidación de la soberanía milenaria de Croacia. La primera tarea del nuevo gobierno fue abolir las institucionales seculares políticas croatas, vale decir el ban y el parlamento aplicando la política del terror balcánico. No se respetaron las libertades políticas, ni la dignidad humana. En lugar de la ejemplar administración de los tiempos de Austro-Hungría, imperaba la corrupción, la incapacidad y la ignorancia de los nuevos funcionarios semi-alfabetos. A su control estaban sometidos la prensa, el derecho de reunión, de discusión y de asociación. Los escolares croatas debieron estudiar historia nacional servia, el alfabeto servio- ruso, llamado cirílico, Se les enseñaba que los croatas no eran un pueblo en sentido político y étnico; mientras la historia croata se falseaba. Hubo discriminación religiosa a favor del proselitismo ortodoxo, mientras la Iglesia Católica era considerada una institución antinacional y el islamismo, el remanente nocivo de la dominación turca.

Fueron implantadas medidas económicas que equivalían al saqueo. La reforma agraria consistía en despojar a los propietarios croatas, pues poquísimos eran los latifundistas, de sus tierras, cedidas luego a los servios de Servia. Con estos nuevos colonos aumentó el número de la minoría servia en Croacia mientras que en Bosnia quedó literalmente desposeída la rancia nobleza islámica de sus ancestrales posesiones, que pasaron a manos dé la población ortodoxa servia. El cambio monetario -se estableció el dinar servio en lugar de la corona, sobre base de 4 coronas por un dinar- se opero de modo que Croacia y Eslovenia quedaron descapitalizadas. Los impuestos en Croacia y Eslovenia eran cuatro veces más altos que en Servia. Tuvieron que participar en el pago de las deudas de guerra de Servia, mientras que las reparaciones alemanas de guerra beneficiaban exclusivamente a Servia. La mayor parte de los ingresos nacionales se invertían en Servia. Belgrado, hasta entonces una población balcánica atrasada, se convertía rápidamente en una metrópoli moderna.

El rey Alejandro, de la dinastía servia Karageorgevic, instauró su sistema autocrático apoyado en el ejército en el que no había oficiales superiores croatas. (En Austro-Hungría hubo más de 80 generales y almirantes de Croacia). La constitución seudo-democrática y centralista de 1922 fue promulgada en base a comicios fraudulentos y parciales. En muchas provincias los diputados los designó el gobierno. La constitución fue proclamada por mayoría simple y en ausencia de los diputados croatas. E) Partido Republicano Campesino Croata, mayoritario en Croacia y otros políticos democráticos croatas luchaban por la República croata, recurriendo siempre a medios democráticos y pacíficos. Radic, líder del Partido Republicano Campesino Croata estuvo varias veces encarcelado Si bien su lucha encontró comprensión y simpatía en la opinión pública internacional, en París y Londres le aconsejaron trasladar la lucha al parlamento de Belgrado, pues no había posibilidad alguna de revisión de los tratados de paz.

Radic, jefe de la oposición al centralismo, la dominación y la explotación económica servia, respaldado incluso por los representantes de la minoría servia en Croacia, fue baleado el 20 de junio de 1928 durante la sesión parlamentaria por un diputado oficialista, amigo del rey. Dos diputados croatas fueron muertos en el acto y tres gravemente heridos, entre ellos Esteban Radic que poco después sucumbió a las heridas.

Ese crimen alevoso suscitó estupor en el mundo civilizado. La opinión pública señalaba a la dinastía servia como cómplice. En lugar de otorgar a Croacia, coma se esperaba, las libertades democráticas y autonomía en forma de federación, el rey Alejandro derogó la constitución, prohibió los partidos políticos y estableció una rígida dictadura personal. Se decretó que no existía la nacionalidad croata, no sólo en el sentido político sino étnico, incluso fueron suprimidos los símbolos nacionales croatas: bandera, escudo e himno. El sistema se convirtió en una tiranía autocrática, acompañada de brutales medidas policiales, de prisión e internación de destacados políticos, de torturas y asesinatos sin juzgamiento ni procesos judiciales

Ante el asesinato de las destacadas figuras culturales y científicas croatas, perpetrados en plena calle, alzó su voz de protesta la Liga. Internacional por los Derechos del Hombre. Entre otros Albert Einstein y Heinrich Mann solicitaron "que todos los que saben valorar la libertad y los derechos humanos levanten su protesta más enérgica contra el gobierno de terror reinante en Croacia. Todos los pueblos, donde existen filiales de la Liga Internacional por los Derechos del Hombre deben prestar protección a ese pequeño, pero ilustrado y pacífico pueblo".

Entre tantísimas protestas citaremos el manifiesto, publicado en "The Manchester Guardian del 24-12-1929, y firmado por los ingleses, conocedores y simpatizantes de Yugoslavia, cuya nómina es: James Berry, Edward Boyle, Roland Bryce, Víctor Cazalet, Cushendun, Arthur Evans, H. A. L Fisher, G. P. Gooch, Ellinor F. C. Grogan. Harry Lamb, Gilberd Murray, H. W. Nevinson, Noel-Buxton, Ben Riley, R. W. Seton Watson, Wickham Steed, Gertrude F. Wilde.

Los firmantes señalaban, en primer término, "las dificultades derivadas de la historia".

"Nuestros valientes aliados servios -continúan - se han criado en un mundo más primitivo. Su religión era el culto "ortodoxo". Pero las tradiciones de las provincias adriáticas y transdanubianas están vinculadas, en "gran medida a la civilización europea debido a los contactos con los regímenes veneciano, austríaco y húngaro. Su religión es, en medida preponderante, el culto católico,

"La situación entre esos dos grupos se agravó en razón de que muchísimos miembros del segundo grupo lucharon, en realidad, contra los Aliados, "pues fueron impelidos a buscar de Austria un alivio a causa del pacto secreto "de Londres que cedía a Italia una extensa franja del territorio de su patria.

"El predominio militar de Belgrado era en sí una tentación que incitaba a utilizarlo para imponer una centralización prematura. Como ejemplos, "de los medios adaptados a tal fin cabe citar no sólo la asignación casi exclusiva de puestos administrativos, hasta en las localidades más pequeñas a los "agentes del gobierno central, sino también el hecho de haberse falsificado los resultados electorales de enteras provincias, dividiendo nuevamente al "país en unidades territoriales artificiales, prescindiendo de las tradicionales fronteras históricas, especialmente en el caso de Bosnia y de Montenegro. Es como si, inmediatamente después de la reunión de las coronas "inglesa y escocesa, un gobierno de Londres hubiese separado a los Lothians "de Escocia para incorporarlos en el Northumberland.

"La prensa está amordazada. El espionaje oficial hace estragos por doquier. Los métodos policiales han llegado al punto que, como consecuencia "de una serie de asesinatos o tentativas de asesinatos, cuyas víctimas eran "jefes importantes de los partidos opositores, prevaleció la creencia, en la "mayor parte del país" con razón o no -y forzosamente resulta difícil comprobar sus fundamentos- de que los guardianes del orden público estaban de acuerdo con los asesinos.

"Los signatarios de la presente declaración, regresados hace poco de las, "provincias occidentales de Yugoslavia donde realizaran, por separado extensos viajes, pueden testimoniar el hecho de que la desesperación y el resentimiento provocados por la dictadura son compartidos por todos los elementos de la población. Uno de nosotros ha recibido las seguridades personales de los jefes musulmanes de Bosnia, considerando la situación actual "intolerable y que están completamente de acuerdo con sus vecinos croatas. "Y lo que reviste particular interés es que esa actitud de oposición inflexible "es compartida también por los servios del ex Banato húngaro al norte del "Danubio... y en los distritos de Lika, vieja comarca militar "

"Desafortunadamente, en la medida que pudimos convencernos, desde y "no se puede contar con el gobierno de Belgrado para que para remedio alguno a tal estado de cosas.

"Dada la oposición persistente y virtualmente unánime de las provincias occidentales de Yugoslavia a la dictadura de Belgrado, nos hallamos en "tal situación que, si se le deja proseguir su curso, infaltablemente constituirá una tentación constante para los gobiernos vecinos hostiles a la unidad de los eslavos meridionales lo que es un peligro permanente para la "paz de Europa. Las circunstancias requieren una revisión a fondo de la "entera constitución del nuevo Estado. Si se quiere evitar una dislocación "absoluta, será necesario establecer bajo una u otra forma, una federación "que asegure a los diversos elementos que la componen la autonomía provincial más amplia posible."

Los firmantes de ese manifiesto, que hemos citado in extenso por tratarse de amigos de Yugoslavia, concluyen dirigiendo un llamado al Gobierno de Su Majestad Británica para que en unión con el gobierno francés y de acuerdo con los gobiernos de Praga y Bucarest ejerzan la presión correspondiente en Belgrado y, si fuera necesario, no otorguen nuevas facilidades financieras al gobierno yugoslavo.

Todas esas advertencias resultaran infructuosas y no podía ser de otra manera, ya que muchos amigos y simpatizantes occidentales de Yugoslavia no comprendieron que Servia por su tradición autocrática, su concepción césaropapista del Estado y sus ambiciones imperialistas, no puede convivir en una comunidad libre de las naciones sureslavas y que la Yugoslavia que desean los chovinistas servias puede existir tan sólo con un régimen dictatorial.

Al extenderse La guerra a los Balcanes en 1941, los pueblos oprimidos no pudieron ni quisieron defender a Yugoslavia, que, de facto, era su cárcel nacional, Los croatas establecieron su propio Estado, confiados que, una vez terminadas las hostilidades podrían contar, según la letra y el espíritu de la Carta del Atlántico con el apoyo de los Aliados para consolidarlo y organizarlo en forma democrática, respetándose el derecho de autodeterminación.

Ya durante la pasada guerra la opinión pública de los países democráticos vio can claridad que la causa principal del total derrumbe militar y político de Yugoslavia era el imperialismo granservio. Los gobiernos Aliados dejaron de prestar su apoyo a los gobiernos del Rey Pedro y a su exponente en el país, el general Draza Mihailovic, jefe de los guerrilleros nacionalistas servios chetniks. Sólo es de lamentar que bajo la presión de la Unión Soviética los Aliados prestaron substancial apoyo a los guerrilleros comunistas de Tito que hábilmente encubrieron sus verdaderas intenciones y carácter, presentándose como demócratas y adversarios de la política de opresión nacional en Yugoslavia, que calificaban como "cárcel de pueblos" y simulaban reconocer a todas las naciones integrantes el derecho de secesión. Los croatas, afectados directamente, vieron que se trataba tan sólo de camuflaje propagandístico y con enorme sacrificio en vidas y bienes se opusieron hasta el último momento a los designios comunistas de imponer una dictadura y la dominación servia aún más brutales que las anteriores.

Por ello vale también para Yugoslavia lo que S.E. apuntó acertadamente respecto a la Unión Soviética:

"Mientras el nuevo Gobierno Bolchevique de Rusia en 1919 declaraba que cada parte del ex Imperio ruso podía tomar su propio camino, el ejército rojo atropelló la independencia recién lograda de Ucrania. Lo mismo cabe decir de Transcáucaso y Asia Central.

"Los representantes soviéticos nos dirán que los pueblos de esos países sometidos invitaron al ejército soviético a invadirlos, puesto que lo que más deseaban era formar parte de la Unión Soviética.

¿Hay algún Estado soberano en el mundo -independiente, democrático, económicamente vigoroso y disfrutando del alto nivel de vida- que de buena gana invitaría a su poderoso vecino a que lo ocupase militarmente y sometiera políticamente? ¿Se daría la bienvenida a semejante subyugación si ese vecino tuviese el nivel de vida más bajo, no dispusiera de instituciones democráticas y estuviese bajo una dictadura?

"Ningún país libre desearía tal invasión y subyugación. Los pueblos de Ucrania, de los países bálticos, u otros países de Europa oriental, de Transcáucaso y de Asia Central no han hecho esa invitación. Les fue impuesta. Nunca tuvieron la oportunidad de elegir la libertad. La U.R.S.S. sigue todavía privándolos del derecho que, por otro lado, pregona para todos los pueblos".

Al igual que los soviéticos, los dirigentes comunistas yugoslavos insertaron en la constitución promulgada en 1946, copia fiel de la de Stalin de 1936, el derecho de cada pueblo de Yugoslavia a la separación. Pero, eso en La práctica es imposible, lo mismo que en la Unión Soviética. Si alguien invocaba ese párrafo de la constitución era considerado traidor. Siendo tan evidente la contradicción entre el derecho reconocido por la constitución y la práctica en un país multinacional heterogéneo y de diferente fondo cultural y religioso fue suprimido a posteriori. De ese modo, los pueblos de Yugoslavia están privados incluso formalmente de ese derecho fundamental, reconocido en la Carta Atlántica y por las Naciones Unidas. Ultimamente el centralismo se agudiza y mediante una reforma constitucional se proyecta actualizar la teoría del dictador Alejandro I, según la cual no existen naciones croata y eslovena.

Igual que en la Unión Soviética, en Yugoslavia se sostiene la tesis de que los croatas invitaron a Servia a que los "libere", lo que carece de todo fundamento tanto en lo concerniente a la Yugoslavia monárquica como a la comunista.

Croacia, reino asociado con atributos de soberanía hasta 1918, quiso independizarse de Austro-Hungría y el Parlamento croata promulgó el 29 de noviembre de 1918 la independencia nacional, que fue reconocida por Servia hasta el 1" de diciembre de 1918, fecha en que el Regente del: tronó servio proclamó "la unión" de Croacia con Servia. Ese acto no fue sancionado ni por el Parlamento ni por el pueblo croata, que en posteriores comicios votaba con mayoría abrumadora por la república croata.

Los contados políticos croatas que creían que una comunidad estatal servio- croata redundaría en beneficio mutuo, pronto se decepcionaron al ver que los servios no respetaban los acuerdos previos y practicaban una política hegemonista, y pasaron luego a la oposición.

Así el político croata Dr. Ante Trumbic, ex presidente del "Comité Yugoslavo" en Londres y primer ministro de relaciones exteriores de Yugoslavia, declaró a un publicista francés durante la dictadura monárquica: "La unión "yugoslava nunca existió ni existirá. Existe Servia; que ha ocupado a Croacia, Eslovenia, Banato, Montenegro, etc. y trata lisa y llanamente de transformarlos en provincias servias, en meras y ordinarias colonias a fin de "explotarlas. El término Yugoslavia no representa otra cosa sino sufrimiento, persecuciones, ruina moral e intelectual."

Svetozar Pribicevic, jefe de la minoría servia en Croacia, uno de los principales artífices de Yugoslavia, partidario del centralismo y el unitarismo, llegó a la conclusión de que en el Reino de Yugoslavia era imposible la libertad y la democracia, exigiendo la instauración de un régimen republicano y, si fuera necesario, la separación de Croacia. En su opinión, la minoría servia en Croacia viviría mejor y con mayor libertad en una Croacia independiente que ahora que Croacia se halla bajo la dominación de Servia (Ivan Mestrovic: "Recuerdos de hombres y sucesos políticos", Buenos Aires 1961, pp. 233-34.)

El partido Campesino Republicano Croata, que entre las dos guerras mundiales obtenía en los comicios casi la totalidad de los votos croatas, en una declaración importante, formulada el 8 de marzo de 1919, protestaba contra la tiranía foránea en Croacia e impugnaba la legalidad del "reino de los servios, croatas y eslovenos" bajo la dinastía servia de Karageorgevic, pues ese Estado fue establecido sin el consentimiento del parlamento y del pueblo croata. En el mismo sentido se presentó a la Conferencia de Paz en París un memorándum refrendado por 180.000 firmantes en el que se demandaba la aplicación del derecho de autodeterminación en Croacia, cuya aspiración es convertirse en una república pacifista y neutral.

Violando la voluntad expresa del pueblo croata que luchó heroicamente durante la última guerra por preservar su Estado nacional, en 1945 fue restaurada Yugoslavia bajo la dirección comunista y con el apoyo directo del ejército rojo. El metropolitano de Croacia, cardenal Aloysius Stepinac, declaró el 3 de octubre de 1946 en el proceso que le montaron los comunistas: "que el pueblo croata se había expresado en forma plebiscitaria en favor del Estado croata y que el derecho del pueblo croata a la libertad y la independencia concordaba del todo con los principios de los Aliados enunciados en Yalta y en la Carta del Atlántico. Si de acuerdo a esos principios todos los pueblos tienen derecho a ser independientes, ¿por qué denegarlo al pueblo croata?"

En vista de la decidida voluntad del pueblo croata contra la restauración de Yugoslavia, el presidente F. D. Roosevelt argumentaba reiteradamente en sus deliberaciones con Sir Anthony Eden en 1943: "que los croatas y servios no tienen nada en común y que es ridículo obligar a dos pueblos tan antagónicos a vivir bajo un gobierno conjunto". (E, Sherwood: Roosevelt and Hopkins, an Intimate History, vol. p. 318. Banton Books, Nueva York).

Los dirigentes soviéticos califican la ocupación militar, el sojuzgamiento político y la explotación colonial de tantos pueblas como "liberación". Los dirigentes comunistas yugoslavos emplean idénticos términos, aunque reconocen que las croatas les opusieron una resistencia tenaz y que sólo en Sriem, en una pequeña área fronteriza entre Croacia y Servia, en pocos meses cayeron en esas luchas más de 100.000 soldados. Antes de finalizar las hostilidades, unos 200.000 soldados croatas se retiraron hasta la frontera de Austria, donde, desarmados por los ingleses, fueron entregados a las autoridades comunistas yugoslavas, dándoseles seguridades de que serían tratados según las convenciones internacionales. Sin embargo, los comunistas cometieron un crimen sin parangón en la historia, un verdadero genocidio, perpetrando la matanza colectiva de esos prisioneros de guerra e inclusa sobre la población civil. Además, los comunistas exterminaron durante la guerra de guerrillas centenares de miles de croatas y, una vez llegados al poder, pasaron por sus campos de concentración y sus cárceles otros tantos.

De la voluntad inquebrantable del pueblo croata de ser independiente testimonian también numerosos exilados políticos anticomunistas croatas. Entre decenas de miles de refugiados se cuentan políticos y militares, intelectuales, profesionales, sacerdotes, industriales, comerciantes, artesanos, obreros, y campesinos. Todos prefieren vivir libres en el extranjero que esclavos en su patria cautiva, Ultimamente, a partir de 1947, nuevas olas de fugitivos escapan de Yugoslavia, en tal medida que salvo Alemania Oriental, Yugoslavia es el país del que proviene mayor número de refugiados anticomunistas de Europa.

Cabe destacar que hubo muchos patriotas servios que se oponían a una comunidad estatal compulsiva entre Croacia y Servia, pues veían que el violento conflicto entre los dos nacionalismos favorecía a los comunistas y perjudicaría Servia a la postre.

En cuanto a los comunistas croatas, su papel es comparable al de los comunistas ucranios, lituanos, estonios y de otros pueblos de la Unión Soviética que aceptan sumisamente el dominio ruso. Por su exiguo número y sin la ayuda de los comunistas servios, nunca llegarían al poder en Croacia. No lucharon por la independencia, de su patria y se comportaron como verdaderos quislings al no exigir que Croacia fuera, por lo menos, un Estado aparte, aunque satélite como Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria y pequeña Albania. Los pocos entre ellos que levantaron su voz en pro del Estado croata si bien con régimen e ideología comunistas fueron silenciados y exterminados como Andrija Hebrang, ex secretario general del partido Comunista en Croacia.

A la opresión nacional de Croacia y Eslovenia en Yugoslavia es menester añadir su explotación económica como si se tratase de colonias. Aplicando la teoría marxista acerca de la igualdad económica, los dirigentes comunistas yugoslavos quieren, a ritmo acelerado, adecuar el nivel económico de Croacia v Eslovenia, "repúblicas populares" industrializadas y adelantadas, con el de las restantes repúblicas atrasadas y subdesarrolladas. Con tal finalidad, en Servia y Montenegro se levantan industrias improductivas con fondos extraídos a los obreros croatas y eslovenos, cuyo rendimiento es mucho más elevado. Semejante explotación colonial provoca oposición incluso en las filas de los mismos dirigentes comunistas en Eslovenia y Croacia. Esa oposición a la política inversionista del gobierno central se tilda como brote chovinista, nacionalista, localismo y particularismo de los comunistas croatas y eslovenos.

Para no abundar en mayores argumentos y pruebas, creemos, señor Primer Ministro. que su conclusión sobre el colonialismo soviético es extensiva también a Yugoslavia:

"¿Es la Unión Soviética la única potencia colonial remanente en el mundo? ¿Por qué el imperio soviético debe ser más sacrosanto que cualquier otro? Diferentes normas ni se aplican ni deberían aplicarse a los imperialistas soviéticos. En las Naciones Unidas no deben regir pautas dobles.

"La Declaración de las Naciones Unidas no hace distingo en cuanto al color o raza del pueblo sometido a la dominación y explotación foráneas. Emplea en el preámbulo la palabra que abarca "a todos", estableciendo que todos los pueblos tienen derecho inalienable a su libertad completa, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional".

Tampoco Yugoslavia, a semejanza de la Unión Soviética, tiene derecho a ser una excepción en el concierto de las naciones, pues adhirió al principio de que todos los pueblos tienen derecho a ser libres y, además, los dirigentes comunistas yugoslavos no dejaron oportunidad alguna de abogar por la independencia y descolonización de los pueblos afroasiáticos, tratando de imponérseles como mentores. No pueden negar que la República Federal Popular de Yugoslavia es un Estado plurinacional, una edición reducida y deteriorada de la Unión Soviética. Deben, pues, reconocer a los pueblos que la integran el derecho a la autodeterminación, ya que, como miembro de la, ONU, Yugoslavia se obligó a respetar los dos principales fundamentos su carta magna:

(1) El principio de derechos iguales a la autodeterminación de los pueblos (art. 1, par. 2).

(2) Respeto de los derechos y libertades del hombre sin distingos de raza, sexo, idioma o religión (art. 1, pár. 3).

Yugoslavia exige con insistencia que las potencias coloniales del occidente respeten esos principios, pero ella no los respeta. Regida por un régimen totalitario, viola y conculca libertades y derechos fundamentales del hombre, y siendo un Estado plurinacional, creado y mantenido por la fuerza, infringe el principio primario y fundamental de la igualdad de derechos y de autodeterminación de los pueblos.

Los principios contenidos en la Carta de las Naciones Unidas son principios jurídicos y las naciones miembros deben respetarlos como si fuesen derecho internacional, procurando que su aplicación sea efectiva en todas las partes del mundo.

El pueblo croata espera de las Naciones Unidas la aplicación de esos, principios y su ayuda en la consecución de la independencia de Croacia. Por supuesto, eso significaría la desmembración de Yugoslavia que, por cierto, redundaría en beneficio del mundo occidental. El pueblo croata quiere vivir bajo el régimen democrático e integrarse a la Europa Occidental. La consolidación de las relaciones en la zona adriático-danubiana con la libertad de todos los pueblos favorecería a la paz mundial. Croacia, durante más de mil años, tiene en posesión legítima la costa oriental del Adriático. Croacia y Eslovenia lindan con Italia, Austria y Hungría, de modo que con el restablecimiento del Estado croata toda esa zona se reincorporaría al bloque occidental. Mientras integre Yugoslavia bajo la dominación servia, existe el peligro potencial de que se transforme en pivote del imperialismo ruso. Por su tradición, cultura y religión, los pueblos croata y esloveno forman parte integrante de Occidente y en cualquier emergencia que ponga en peligro los intereses occidentales, su posición es desde ya fijada y definida.

De todo lo antedicho, procede que las medidas de las Naciones Unidas contra el colonialismo ruso-soviético deben extenderse también al imperialismo y el colonialismo servio-yugoslavos. Ambos violan los principios fundamentales de las Naciones Unidas y como tales son un peligro para la paz mundial y la libertad de todos los pueblos sin discriminación alguna, incluso de los pueblos ruso y servio.

 


CRÓNICAS Y COMENTARIOS

"Declaración de principios" del Congreso de los Exilados Croatas en Nueva York

Del 29 de agosto al 2 de septiembre del año en curso se celebró, en el Hotel Commodore en Nueva York, el Congreso de los delegados de numerosas asociaciones e instituciones de los exilados croatas de Estados Unidos, Canadá, Europa, América latina y Australia. El Congreso, presidido por el Dr. Ibrahim bey Dzinic, fue convocado con el propósito de formar una organización de todos los exilados croatas para ayudar e interpretar ante el mundo libre la lucha del oprimido pueblo croata por la liberación de la tiranía comunista y por la restauración del Estado croata.

Los participantes del Congreso examinaron la situación actual del pueblo croata y de los exilados croatas. Fue elegido un comité ejecutivo que actuará de acuerdo a la Declaración de Principios y bregará para que en el Congreso próximo estén presentes los delegados de aquellas organizaciones y grupos no representados en éste, con lo cual se podría constituir un organismo unificado de todos los exilados y emigrados de Croacia. En el Congreso se adoptaron varias resoluciones y la Declaración de Principios, que sirve como plataforma para reunir a todos los grupos, asociaciones e instituciones croatas en el exilio en torno a los mismos objetivos.

En el prólogo de la Declaración, que a continuación resumimos, se constata que en la Yugoslavia comunista el pueblo croata no tiene posibilidad alguna de expresar libremente su voluntad, siendo, por consiguiente, necesario que los exilados croatas hagan conocer al mundo libre la verdad sobre la situación imperante en Croacia y sobre las aspiraciones del pueblo croata.

En el primer punto de la Declaración se deja constancia que el pueblo croata existe como unidad étnica peculiar con propia conciencia nacional y que en virtud de la milenaria continuidad estatal -interrumpida recién en 1918- le incumbe el derecho, según el principio de la autodeterminación nacional, incluido en la Carta de las Naciones Unidas a exigir y restablecer su Estado nacional en territorio histórico, habitado por la mayoría étnica croata.

En el punto segundo se dice: "En el restablecido Estado croata serán garantizados todos los derechos fundamentales del hombre. Todos los ciudadanos sin distingo de origen, sentimiento nacional o credo religioso, serán completamente iguales". El tercer punto reza: "El ordenamiento interno del restablecido Estado croata se ajustará a los principios de la democracia occidental". Croacia será un Estado de Derecho, con el sistema pluripartidista, con la separación de poderes e iguales derechos y deberes para todos los ciudadanos.

Respecto del, sistema económico impuesto por los comunistas, en el punto cuatro queda precisado que en el restablecido Estado croata será asegurada a todas las clases sociales igual participación en la renta nacional correlativa a su contribución, de modo que todos deberán tener garantizado un nivel de vida digno del hombre. La economía libre debe ser "la principal fuerza motriz del progreso económico y de La democracia".

El punto cinco trata de las relaciones del restablecido Estado de Croacia y la integración europea. "Croacia, por su orientación ideológica, política y económica. hacia la Europa Occidental, debe ingresar en la comunidad de los Estados europeos libres..." "La participación de Croacia en el Mercado Común Europeo se ajusta perfectamente a los intereses nacionales croatas y a los intereses generales de la Europa libre.

El Congreso considera que "la vía natural para formar grandes comunidades " políticas y económicas es a través de los Estados nacionales", subrayando que "sobre éstos como sobre los demás problemas fundamentales la decisión definitiva la tomará el pueblo croata por intermedio de su parlamento (Sabor), libremente elegido". El punto sexto y último de la Declaración se refiere a la actitud de los exilados para con los croatas que colaboran con el actual régimen comunista yugoslavo. Destácase en él "que ningún motivo revanchista guía a los exilados ni guiará en el futuro al pueblo croata, sino el amor por la libertad y por la patria"... "A quienes por necesidad, por debilidad o por desorientación colaboran directa o indirectamente con el partido o el régimen comunista, les decimos lo siguiente: el pueblo croata tendrá mucha consideración en condonar esa colaboración con la condición de que todos defiendan, leal y activamente, los intereses vitales del pueblo croata expresados en esta Declaración, según las circunstancias y la posibilidad de cada uno".

En dicho Congreso estuvo representado el Instituto Croata Latinoamericano de Cultura, que patrocina esta revista, por su presidente, el Dr. Milan Blazekovic, elegido miembro del comité ejecutivo.

 

Incongruencias sorprendentes de una revista norteamericana

La publicación norteamericana Reader's Digest, vastamente difundida por todos los países del mundo libre, es una edición de clara y decidida posición anticomunista, conteste con la política de su país. El hecho de que en esa revista pudo publicarse, en forma condensada, el reportaje de Robert Littell, aparecido en Nouveau Candile de París (Selecciones del Reader's Digest, marzo 1962: "Éxito del cisma yugoslavo", pp. 122-30) destacando ya en su subtítulo la "prosperidad sorprendente" de la Yugoslavia comunista, impresiona francamente como una sorprendente inconsecuencia. El hecho merece especial atención dado nuestro empeño de esclarecer todos los aspectos del llamado titoísmo, tanto más cuanto que no es ésta la primera vez que en las prestigiosas publicaciones anticomunistas salen reseñas, notas y comentarios concordantes con las intenciones y sugestiones de la tiranía comunista yugoslava.

Son comprensibles mas no aceptables, los motivos de Reader's Digest. Se quiere satisfacer la necesidad psicológica de los norteamericanos hallando una justificación moral a la ayuda del régimen comunista de Belgrado, después de la resolución de 1948 del Kominform contra los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo. Desde entonces el gobierno de Washington, junto con los de París y Londres, viene prestando cuantiosa ayuda económica, militar y política a la dictadura comunista yugoslava. Esa política subvencionista fue denominada "riesgo calculado" y su finalidad era, obtener ciertas ventajas en la lucha con otro país comunista, más poderoso y peligroso: la Unión Soviética. Sin embargo, cuando ese realismo político no dio los frutos esperados, entonces la ayuda que se viene prestando a una tiranía comunista desde hace años y que requiere ingentes recursos materiales, siendo perjudicial moralmente para las democracias occidentales, suscitó acerbas críticas y censuras en la opinión pública que no entiende esa política. Para contrarrestar esas críticas y censuras se tiende a hacer aparecer a la dictadura yugoslava como una especie "de comunismo de forma occidental", no tan rígido ni abominable como el comunismo ruso, bolchevique.

A la reseña inexacta de las relaciones existentes en Yugoslavia, publicada en el aludido semanario francés, contribuyó probablemente el hecho, hábilmente explotado por los dirigentes comunistas yugoslavos, de que en Francia subsisten prejuicios hondamente arraigados en favor de Yugoslavia, o, mejor dicho, de la Servia ensanchada, pequeña aliada de Francia en la primera guerra mundial. Acaso debido a esa disposición básica, Littell no alcanzó a ver que en la Yugoslavia comunista existen pronunciados antagonismos nacionales que se manifiestan sobre todo en el terreno económico del que se ocupa.

Pero cuando los círculos norteamericanos declaradamente anticomunistas elogian con sorprendente inconsecuencia la supuesta prosperidad en un país comunista, entonces vemos cómo se repite -si licet parva compare magnis- la política incoherente practicada durante la guerra con la Unión Soviética, cuando, dentro de la propaganda de guerra, se embellecía la situación política y económica en Rusia. Se sabe que semejante política tuvo repercusiones desagradables sobre el desenvolvimiento político en la misma Norteamérica, cuando la opinión pública decepcionada empezó a preguntarse de quién era la culpa del actual estado de cosas en el mundo dividido.

Sobre el peligro de ilusiones respecto a Yugoslavia hablamos en otro lugar (ver nuestra editorial). Aquí nos limitaremos a someter al análisis objetivo las aserciones referentes a la Yugoslavia comunista, contenidas en el artículo de Reader's Digest y que tratan de convencer a la opinión pública: 1) que "Tito tuvo agudeza al romper con la economía comunista y con la URSS" 2) que los "observadores occidentales han contemplado con asombro este dinámico, fructífero tipo de socialismo" con atributos "de la economía libre", en la que la iniciativa y el impulso creador provienen de los más bajos peldaños de la escala económica"; 3) que "eso le ha valido una sorprendente prosperidad... que continuará desarrollándose vigorosamente"; que por todo ello es "improbable que Yugoslavia regrese al bloque soviético, al menos mientras Tito, que tiene 69 años, permanezca vivo...".

I

Que la primera premisa, según la cual las diferencias que separan a Moscú de Belgrado serían debidas a la voluntad y sagacidad de Tito, no se ajusta a la verdad, lo que resulta muy fácil de probar.

Tras el derrumbe del Tercer Reich, único objetivo común de soviéticos, y Aliados occidentales, Stalin se esforzó por organizar un bloque soviético compacto contra sus aliados de ayer. Para conseguirlo, tuvo que imponer un control lo más completo posible sobre los países satélites y ateniéndose a la norma de que la nueva política necesita nuevos ejecutores, procedió a las "purgas" en los partidos comunistas respectivos.

Stalin pudo aplicar esa política sin mayores dificultades en los países satélites bajo la ocupación soviética, pero no en Yugoslavia, de donde el Ejército Rojo se retiró al finalizar la guerra a raíz de la enérgica demanda de las democracias occidentales Los soviéticos habían invadido el territorio yugoslavo al norte del Danubio, parte de Servia con su capital Belgrado. Allí instalaron el gobierno comunista de Tito. Se retiraron persuadidos de que habían hecho lo bastante para la comunización del país y temerosos de que en caso contrario los Aliados occidentales podrían desembarcar en las costas croatas del Adriático e impedir así el control soviético sobre la zona danubiano-adriática de Croacia y Eslovenia, sumamente importante desde el punto de vista estratégico.

Eso sucedía al mismo tiempo que Churchill, defendiendo la ruta imperial a la India, limpiaba con los cañones de la armada británica a Grecia de los guerrilleros comunistas. Entonces Tito y su grupo eran enemigos acérrimos de esa política occidental. No obstante ello, en 1948, debido precisamente a esa política occidental que previno la ocupación soviética de Yugoslavia, pudieron resistir al terrible Stalin sin que hiciera falta una sagacidad política especial, defendiendo su poder y sus vidas. Tuvieron más suerte y no más inteligencia que los dirigentes comunistas de los países ocupados, a saber: Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, que perdieron sus vidas.

Si actualmente un país pequeño y débil como Albania, no ocupado por los soviéticos, se opone a Krushchev, ¿cómo no podría hacerlo un país mucho más poderoso como lo es Yugoslavia?

Además cabe tener en cuenta que Stalin no agotó todos los recursos para eliminar a Tito y a su grupo. Tal vez no quiso correr el riesgo de una posible caída del régimen comunista en Yugoslavia, lo que a su vez alejará la posibilidad del futuro control de los Balcanes, de la cuenca danubiana, del Adriático y del acceso terrestre a Italia, a través de Eslovenia de la provincia croata de Istria. Stalin pudo en 1940 quebrar la resistencia de Finlandia, pero no lo hizo así. Luego en el caso de Tito no empleó la enorme potencia de Rusia por razones especiales.

Tito, en sustancia, es tan comunista como Stalin y Khrushchev. Por lo demás es más bien un favorecido por el concurso de las circunstancias, que un político perspicaz.

II

La premisa de que Tito ha roto con la "economía comunista ortodoxa" es errónea, por la sencilla razón de que, en rigor, no existe una doctrina económica del comunismo. Existen sólo las teorías de Carlos Marx, concebidas en los tiempos de la revolución industrial del Occidente, abatidas por las experiencias posteriores. De allí la necesidad de experimentación por parte de los dirigentes comunistas, que, enfrentados con la realidad, a menudo deben cambiar de rumbo, de modo que sus vacilaciones a veces inducen a conclusiones prematuras de que está en curso la supuesta evolución del comunismo hacia el humanismo occidental.

Cuando Tito, expulsado del bloque soviético, dependía de la ayuda de los países capitalistas, empezó con experimentos económicos un tanto diferentes de los soviéticos. En esa materia no era original, pues obraba de modo igual que los comunistas de otros países satélites enfrentados a dificultades insuperables. Como comunista convencido seguía ateniéndose a la ficción de un sistema económico comunista que desde el punto de vista de la ciencia económica contemporánea, no existe. La única diferencia es que Tito no podía, como hasta 1948, seguir a ciegas y en todo la "ortodoxia" soviética, viéndose impelido a experimentar por cuenta propia, Procediendo así rechazaba enérgicamente las insinuaciones de haberse alejado de la ideología leninista y afirmaba que jamás aceptaría la ayuda occidental al precio de concesiones ideológicas. Más aún, sostenía y sostiene que el comunismo yugoslavo y no el ruso interpreta y ejecuta fielmente las teorías comunistas, aplicadas a la situación concreta en Yugoslavia.

Por eso, Khrushchev pudo, con motivo de su visita a Belgrado en 1956, toda vez que trataba de reconciliarse con los comunistas yugoslavos, aceptar la tesis de Tito, según la cual se llega al socialismo por caminos diferentes. Con eso Khrushchev reconoció de hecho, que no existe una doctrina comunista ortodoxa, pues de existir debería ser una sola e igualmente obligatoria para todos los comunistas. Después de ese reconocimiento del jefe del comunismo mundial los dirigentes de la China roja, de Yugoslavia e incluso de Albania pueden sostener con razón que su camino específico al socialismo es el mejor o por lo menos tan ortodoxo como el soviético.

Por consiguiente, si no cabe hablar de la ruptura de Tito con la "economía ortodoxa comunista", resta por esclarecer si el tipo yugoslavo de comunismo, según sostienen ciertos observadores occidentales, difiere fundamentalmente del ruso y si Tito está realizando ese supuesto tipo occidental de comunismo, afín en cierta medida a las tradicionales humanistas de los países democráticos.

Sin sobrestimar la importancia y el significado del caso Milovan Djilas, tan destacado en el Occidente, las reacciones oficiales contra sus sugestiones asaz imprecisas respecto a la evolución necesaria del comunismo yugoslavo hacia el socialismo occidental, prueban que los dirigentes comunistas yugoslavos no desean alejarse de su modelo soviético, pese a que las razones del oportunismo político, tenidas en cuenta por cierto por Djilas, aconsejarían procederes diferentes.

Este pertinaz proceder del régimen de Tito, en consonancia con la forma rusa del marxismo, tiene su explicación histórica y científica.

Rusia y Yugoslavia (en su carácter de la Servia engrandecida) tienen la misma tradición cultural y política bizantina. La autocracia y el césaropapismo, herencia bizantina de Rusia, determinaron que Lenin se convirtiese en el padre contemporáneo del totalitarismo; es causa también de que fracasara la tentativa de introducir la democracia tras el colapso del zarismo. El predominio de Servia determina en la Yugoslavia comunista el tipo ruso del marxismo. Por ello, mientras que en Yugoslavia esté en vigor la tradición básica servia, carecen de todo fundamento las cábalas de que el régimen yugoslavo podría aproximarse con la ayuda de Norteamérica al laborismo y servir como un ejemplo seductor a los partidos húngaros, polaco y otros de la Europa Centro-oriental. Si alguien creyó que en los conocidos acontecimientos ocurridos en Hungría y Polonia gravitó el ejemplo yugoslavo, fue un iluso, y muy pronto Tito se apresuró a rebatir esa creencia con su actitud durante la rebelión húngara, Calificada de vil por los marxistas occidentales. Los revolucionarios húngaros y polacos no necesitaban inspirarse en el ejemplo de la tiranía balcánica de Tito teniendo la gloriosa tradición de lucha por la libertad de sus propios pueblos.

Cierto distanciamiento del régimen comunista yugoslavo de La ortodoxia soviética, y sólo en cuestiones secundarias, no puede interpretarse como un síntoma de la evolución hacia el socialismo democrático (otro es el problema de si es posible la democracia en el sistema de la economía totalmente estatizada), pues se trata del abandono provisorio de las medidas, ortodoxas desde el punto de vista ideológico pero ineficaces en lo económico. Oficialmente, ese distanciamiento se justifica como un expediente necesario en la fase de transición del sistema capitalista o "semifeudal" al socialismo de los países atrasados, que, en rigor, no conocieron ni la economía capitalista ni el feudalismo. Para los comunistas, toda propiedad privada significa capitalismo, y toda propiedad latifundista, el feudalismo.

Incluso en la Unión Soviética encontramos precedentes de ese distanciamiento, como por ejemplo en la Nueva Política Económica (N.E.P.) de Lenin, vale decir que Tito no es original en esa materia. Tampoco Khrushchev se aferra hoy a un sistema inflexible de planificación centralista. Por consiguiente, Littell no acierta al ver en la insignificante descentralización de la economía yugoslava el comienzo de una nueva economía socialista con elementos de empresa libre. Con todo, mientras los redactores del Reader's Digest estaban "condensando" el reportaje de Littell, en Yugoslavia se denunciaba grave estancamiento económico e iniciaba la campaña oficial en favor de mayores controles y una centralización más rígida.

Quiere decir que los factores competentes en la Yugoslavia comunista no toleran ni esas mínimas desviaciones del centralismo económico mínimas y relativas, por cuanto los órganos directivos en las empresas son impuestos o estrechamente controlados por el Partido Comunista, pese a toda la propaganda que habla de la autogestión y el autogobierno de los obreros.

Obrando de ese modo, los dirigentes comunistas son guiados, por un lado, por sus concepciones ideológicas sobre la necesidad de la planificación socialista centralista, y por el otro, por la política de la hegemonía servia.

Eso lo comprenderemos mejor si consideramos que Littell pudo citar tan sólo ejemplos esporádicos, buscando pruebas de la iniciativa proveniente de abajo, como ser la instalación de una fábrica de aparatos de radio y televisión en Zagreb, competidora con una empresa afín en Belgrado; el éxito de la fábrica de artículos ópticos de Zagreb como asimismo el mantenimiento de seis estudios independientes para películas en seis repúblicas distintas. Littell, sin quererlo, se aproximó a la verdad cuando atribuyó esa competencia a motivos patrióticos. Unicamente no comprendió que no se trata aquí del patriotismo yugoslavo, ni siquiera de un patriotismo local, sino del patriotismo nacional, como signo de resistencia de los pueblos oprimidos al centralismo, que favorece los intereses nacionales servios. Esa descentralización parcial de la economía fue aprovechada por los expertos croatas y eslovenos en defensa de sus economías nacionales. En cambio, los sectores servios (inclusive los exilados anticomunistas), abogan sin cortapisas por el centralismo económico. Para justificarlo, inventaron una teoría según la cual el principio de la igualdad económica debe aplicarse no sólo a los individuos sino también a los pueblos, que integran el Estado plurinacional yugoslavo. Según esta teoría monstruosa del colonialismo al revés la política de inversiones debe ser dirigida desde Belgrado, de modo que con los fondos extraídos de Croacia, Eslovenia y Voivodina, regiones mucho más adelantadas, se fomentaría la industria en Servia y Montenegro. En otras palabras, es preciso aminorar el progreso de Croacia y Eslovenia y rebajar todavía más los salarios exiguos de por sí de los obreros en las zonas occidentales de Yugoslavia para poder incrementar el nivel de vida de la población incapaz aún de levantar una industria, que opera con ingentes pérdidas.

Littell, como muchos otros observadores occidentales no advierte que en el sistema dictatorial comunista, ausentes las fundamentales libertades humanas y políticas, la resistencia nacional se manifiesta en formas disfrazadas y, en este caso concreto, en la lucha por las inversiones. El ejemplo de la promoción antieconómica de los estudios cinematográficos en cada república popular evidencia el anhelo de afirmar las culturas nacionales respectivas.

III

Lo de la "prosperidad sorprendente" de los "cismáticos yugoslavos" debería probar la perspicacia de los que se desviaron de la ortodoxia comunista soviética. El autor, empero, se muestra cauto. Dice que se trata de una "prosperidad relativa. Claro, esta reserva no figura en el subtítulo que anuncia a secas una "prosperidad sorprendente".

Suponer que se dan ciertos elementos de economía libre dentro del sistema comunista totalitario no es sólo inconsecuencia sino un absurdo desde el punto de vista de la ciencia económica. La realidad no idealizada de la Yugoslavia comunista rebate todas las aseveraciones acerca de una prosperidad sorprendente o relativa.

El término ambiguo respecto a la prosperidad relativa, pudorosamente inserto en un cúmulo de datos tendientes a probar la prosperidad sorprendente, significaría que la Yugoslavia comunista logró mayor prosperidad que los demás países con gobierno comunista, y que significa notable progreso en comparación con la situación bajo el régimen dictatorial monárquico de preguerra. Sin embargo, los conocedores de la situación imperante en Yugoslavia y en la Europa Centro-oriental no podrían están acordes con esa reserva cauta. La economía yugoslava no acusa progreso especial alguno en comparación con los países comunistas de la Europa central, pues el nivel de vida en algunos de ellos es más alto que en Yugoslavia. Ni tampoco se cuenta con resultados muy superiores a la situación anterior.

Siendo a la vez críticos objetivos tanto de la Yugoslavia actual como de la monárquica, insistimos en que la dictadura comunista no constituye un progreso económico en comparación con la situación anterior francamente desastrosa, en la que, pese a todo, la economía eludía la injerencia total de los gobiernos dictatoriales. Ese problema reviste especial importancia principista, pues se quiere convencer a los nuevos Estados en Asia y Africa, y también a las naciones latinoamericanas, que mediante la estatización y la planificación se puede lograr una industrialización rápida, prescindiendo de toda clase de "imperialismo". Yugoslavia debería ser el ejemplo atrayente. Desde luego, se pasa por alto el hecho de que los comunistas yugoslavos han malgastado una enorme ayuda por valor de varios miles de millones de dólares. De igual modo la dictadura monárquica nacionalista había malgastado miles de millones de buenos francos franceses de preguerra, grandes sumas recibidas de Alemania en concepto de reparaciones bélicas y varios préstamos extranjeros. Entonces como hoy se hablaba acerca del supuesto bienestar en Croacia y Eslovenia -que hasta 1918 se desarrollaban dentro de la comunidad danubiana-, que les significó la incorporación En un Estado balcánico bajo la supremacía de Servia, país relativamente atrasado. Si Croacia y Eslovenia acusaron, y en esta situación desfavorable, cierto progreso económico, se trataba mas bien del crecimiento natural de sus economías que contaban con condiciones propicias -materias primas, especialmente hierro, carbón, energía hidroeléctrica; ubicación favorable en la zona danubiano-adriática: artesanía, industria, comercio, instituciones bancarias y crediticias, luego agricultura, ganadería e industria forestal bien desarrolladas, amén de grandes posibilidades para el turismo internacional- de modo que su progreso económico no lo pudieran paralizar del todo ni los gobiernos centralistas corrompidos e incapaces de preguerra ni los experimentes comunistas inhumanos de posguerra. Ya durante Austria-Hungría fueron echados los sólidos cimientos de la economía moderna en Croacia y Eslovenia. Si bien los croatas, y mucho menos los eslovenos, no estuvieron del todo contentos con las relaciones políticas de entonces. Austria-Hungría era una gran unidad económica equilibrada, donde regía el sistema de la economía libre. Hasta el gobierno democrático más incapaz hubiera facilitado mayor adelanto económico a Croacia, y Eslovenia que la dictadura monárquica o comunista en Yugoslavia, que favorecían, además a las regiones servias, practicando una política de explotación colonial de Croacia, Eslovenia y Voivodina. No se conoce lo bastante que la electrificación, tan alardeada por los comunistas, fue en parte llevada a cabo sobre los planes proyectados antes de la primera guerra mundial y que la industria naviera, de la que se habla tanto, estaba más desarrollada en los tiempos de la monarquía danubiana.

El verdadero progreso económico no se manifiesta en ciertas industrias espectaculares sino, en primer lugar, en el nivel de vida de la población, Lamentablemente el de Yugoslavia es uno de los más bajos del mundo e incluso inferior al de antes de la última guerra. Eso se colige de los datos estadísticos oficiales, Según el Anuario Estadístico de la R.F.P. de Yugoslavia para 1961, p.p. 436-440, el salario promedio de los obreros y empleados del año pasado oscila entre 13 y 19.000 dinares. Según el cambio oficial, eso importaba de 17,35 a 25,35 dólares. Debe tenerse en cuenta que el principio socialista, según el cual cada uno debe ganar de acuerdo a sus necesidades, en Yugoslavia comunista se aplica de tal modo que se implantó el sistema de incentivos en base al monto de producción, es decir el sistema contra el que luchan desesperadamente los sindicalistas de los países libres.

Frente a esos hechos, lo que relata Littel sobre la construcción de casas por valor de 25.000 dólares y la compra de automóviles que, al cambio oficial importa alrededor de 1500 dólares, pertenece al humor negro, al igual que el chiste que circula en Yugoslavia y que dice: "Todos los obreros no calificados (ganan menos de 20 dólares por mes) deberían ser fusilados en el acto. Y ¿por qué? Para que no roben".

Desde luego, el mismo Littell escribe que en el país de la "prosperidad sorprendente" la fuente indispensable del sustento es "el robo, ya muy generalizado".

Sacha Simon, colaborador de otro periódico francés (Le Figaro, Séléction Hebdomadaire N° 433, Paris 1962), expulsado de la Unión Soviética no obstante sus simpatías hacia los países comunistas, se refiere in extenso a los casos escandalosos de corrupción en Yugoslavia. Cita datos oficiales según los cuales en 1956 fueron castigadas en Yugoslavia por delitos económicos 27.000 personas, y alrededor de 14.500 en 1961. Sí la cifra de infracciones comprobadas disminuyó, aumentó el promedio de las sumas defraudadas, de 83.000 dinares en 1956 a 166.000 en 1961. Cabe recordar que los principales beneficiarios de los peculados y defraudaciones están fuera del alcance de la ley, tal cual lo pinta el escritor ruso Nicolás Gogol en su comedia "Revisor''.

Es verdad lo que dice Littell del reciente aumento de las remuneraciones de obreros y empleados. Empero, como Yugoslavia pasa por un proceso inflacionista, esos aumentos son nominales y no guardan relación con el aumento de precios. El diario de Belgrado "Politika" (16/12/1961) describe que "los ingresos reales en toda la economía aumentaron durante los primeros diez meses de 1961 en 4,4% respecto al promedio de 1960, pero según la estimación estadística el costo de la vida durante los primeros diez meses de 1961 incrementó en un 8%". El Instituto Federal de Estadística informó que durante los dos primeros meses de 1962 el costo de la vida, comparado con el del año anterior, aumentó en 11%.

La inflación no pudo impedir la retracción de la producción industrial. El Instituto Federal de Estadística informa que en los dos primeros meses del año en curso la producción sufrió "en la mayor parte de los sectores industriales, una sensible mengua". Mihajlo Todorovic, vicepresidente del Consejo Ejecutivo Federal (gobierno), señaló en su informe presentado ante la Asamblea Federal Popular el 7/14/1961, "el retraso serio en 1961 en la industria y el estancamiento de dos años incluso en la producción agrícola en 1961", recalcando que se debería "ajustar los ingresos personales a la productividad del trabajo".

Esas confesiones oficiales son muy significativas, dado que los comunistas yugoslavos, interpretarlo a su modo los datos estadísticos, alardeaban que el crecimiento de su producción industrial era uno de los más elevados en Europa.

Al mismo tiempo asoma el espectro de la desocupación bajo un régimen que solía destacar como principal ventaja del sistema comunista la ausencia del peligro de desempleo -que indefectiblemente se cierne sobre los países capitalistas como consecuencia de las supuestas inevitables crisis cíclicas en economía: "Times" londinense publicó el 1/3/1962 que en Viena acaba de firmarse un acuerdo relativo a la ocupación de 10.000 obreros yugoslavos en Austria. Times subraya que al gobierno yugoslavo le "es difícil admitir que existe desocupación dentro del sistema comunista. El gobierno yugoslavo "fue durante años ciego y sordo para los emigrantes no oficiales". Según datos fidedignos, hoy trabajan en Alemania Occidental 23.000 obreros de Yugoslavia, que no deben ser confundidos con decenas de miles de refugiados anticomunistas que hacen que en ese sentido Yugoslavia ocupe el segundo lugar y el primero Alemania Oriental.

Times incluso previó que la desocupación adquirirá tales proporciones que la prensa se verá obligada a explicarla como consecuencia de la readaptación, a raíz de las reformas económicas en curso y en parte de la automatización, incipiente en Yugoslavia. La propaganda comunista ni se refiere a la exportación de la mano de obra a los países capitalistas, aunque antes de subir al poder la censuraba como trata de blancos.

Fuera del estancamiento industrial, tan forzado en detrimento de la economía agrícola que sigue basándose en la propiedad campesina y pese a la colectivización forzosa, se plantea en forma aguda el problema de la vivienda y del transporte. Littell apunta que "el transporte es uno de los puntos flacos de Yugoslavia y la vivienda un problema gigantesco y perpetuo". En virtud de la nacionalización de las casas, salvo la vivienda propia, la situación es tal que pocas personas tienen una habitación para ellas solas.

Sacha Simon afirma en el artículo aludido que uno de cada dos habitantes de Yugoslavia está obligado a trabajar en el sector privado para asegurarse el sustento mínimo. Luego de trabajar de 7 a 14 horas en las empresas nacionalizadas o en las oficinas se hacen otros trabajos particulares. "La iniciativa privada admitida, tolerada o ilegal imprime impulso a la economía familiar, pero no es seguro que no perjudique a la economía estatal". Fuera de la nacionalización, quedan únicamente las pequeñas granjas campesinas gravadas con impuestos excesivos, la artesanía casera y en parte las profesiones libres. A partir del año en curso, los servicios médicos están nacionalizados, quedando por el momento libre tan sólo la profesión de abogados.

En el país "de la prosperidad sorprendente", la preocupación por asegurar el mínimo vital determina ciertos fenómenos dañinos para la vida familiar e individual. La lucha por la existencia deforma caracteres y conduce al agotamiento físico. El diario oficial Borba (27/2/1962, Belgrado) señala las condiciones de trabajo en la fundición de hierro en Jesenice (Eslovenia), una de las empresas grandes mejor organizadas en Yugoslavia, fundada en 1869 y que ocupa alrededor de 8.000 obreros. El año pasado, 6 obreros murieron en accidentes de trabajo y 1250 resultaron lesionados. El consultorio de la empresa registró más de 20.000 lesiones leves. El 17,8% del total de los obreros resultó lesionado, y la licencia por lesiones y enfermedad importaba el 7%. El órgano del Partido Comunista sostiene que la causa primordial de semejante situación reside en que los obreros llegan al trabajo cansados, pues deben trabajar en otro lugar para ganarse la vida.

Tal sería el cuadro real de la "prosperidad sorprendente" en la Yugoslavia comunista, pese a la cuantiosa ayuda recibida de los EE.UU. y otros países democráticos por valor que oscila entre tres y cuatro mil millones de dólares.

IV

De lo antedicho resulta infundada la conclusión de Littel de que es improbable que Yugoslavia regrese al bloque soviético, debido a los cambios operados an su sistema económico, dado que esos cambios no se produjeron. Las discrepancias entre Moscú y Belgrado no son de orden económico sino político, o más bien de índole personal. Los conflictos personales prevalecen, considerando, claro está, que Tito y Stalin no son los únicos protagonistas.

El conflicto era inevitable desde que Stalin tomó la decisión de que en Yugoslavia, como en los países satélites, era necesario efectuar cambios en la cúspide del régimen. Moscú no renunció ni después de la muerte de Stalin a ese derecho de injerencia en los asuntos internos de los países satélites. Por eso, pese a las declaraciones de Khrushchev, formuladas en Belgrado en 1956, en las que responsabilizó a Stalin del entredicho Moscú-Belgrado, y pese a las coincidencias cada día más evidentes entre la política internacional soviética y la yugoslava, en especial en lo concerniente a Alemania y Europa en general, no es posible el retorno a la situación anterior mientras en Yugoslavia permanezcan en el gobierno Tito y su grupo, que verbigracia, por razones de seguridad personal, no pueden aceptar el control del Kremlin sobre el aparato represivo político como el que existe en los países satélites ocupados por el Ejército Rojo. Por otra parte no parece probable que los rusos renuncien a sus concesiones tradicionales en materia de relaciones interaliadas, que implican un control total sobre el socio más débil. Aún menos renunciarían los soviéticos a su concepción sobre "el internacionalismo comunista".

Pese a todas esas diferencias, existe un estrecho vínculo solidario entre ambos regímenes comunistas tan afines. Los comunistas de Belgrado son conscientes de que el colapso del bolchevismo implicaría al mismo tiempo el fin de régimen comunista yugoslavo y, desde luego, el fin de la unidad forzosa de Yugoslavia. Es por esa razón que las concesiones de la Yugoslavia comunista a las democracias occidentales, a cuenta de su abundante ayuda económica, militar y política, no pueden ser sino verbales y superficiales Una evolución democrática queda descartada no sólo por la disposición y propensión personal del grupo dirigente, sino también por causas más hondas, fuera de su alcance.

Dadas las seculares tradiciones de Servia, el comunismo yugoslavo está ligado con lazos indestructibles al ruso. Incluso si Tito, Kardelj y otros dirigentes comunistas de menor monta, nacidos y educados en el ambiente de lo que fue Austria-Hungría, comulgasen con las conocidas sugestiones de Milovan Djilas, no podrían aceptarlas, ya que dependen de las fuerzas partidarias, predominantemente servias, que se opondrían con violencia a cualquier desviación radical de los modelos bolcheviques y rusos. Una marcha atrás es imposible por las mismas características de Yugoslavia, que les fueron favorables para la toma del poder.

Yugoslavia es un país heterogéneo desde el punto de vista nacional y cultural, desgarrado por hondos contrastes nacionales. Explotando esos contrastes nacionales en la Yugoslavia monárquica, los comunistas consiguieron llegar al poder. Empero, desde el momento de instalarse en el poder, lo que era una ventaja se trocó en debilidad del régimen. Todos los adversarios exteriores de Yugoslavia pueden aprovecharse de esos antagonismos nacionales propiciando su desmembramiento según el criterio nacional, que, en teoría, fue reconocido por la Constitución yugoslava de 1946. Además, Hungría, Bulgaria y Albania pueden plantear reivindicaciones justificadas, dado el latente y agudo problema de las minorías nacionales.

Debido a esas debilidades internas de Yugoslavia, todo intento serio de sus dirigentes comunistas de aproximarla al Occidente sería acompañado de la presión soviética tendiente a explotar los conflictos y contrastes nacionales. En ese juego los soviéticos son maestros acabados y experimentados. La raison d'Etat de un país, que surgió y actúa en función de la Servia engrandecida, exponente tradicional del imperialismo ruso en la zona balcánico-danubiano-adriática, aconseja a Tito no ahondar el conflicto con el Kremlin. Tito consigue mantener una neutralidad aparente, no sólo debido a las vanas ilusiones de los observadores occidentales acerca de una nueva clase de comunismo nacional en Yugoslavia --que en el fondo constituye un permanente y flagrante desafío al derecho de autodeterminación política y nacional-, sino también por la incapacidad de las democracias occidentales para explotar las debilidades internas de la Yugoslavia comunista con el objeto de contrarrestar la influencia soviética. En cambio, invirtiendo sumas ingentes y so pena de daños morales y políticos, se sigue ayudando a Tito y a su grupo, en su mayoría envejecidos aventureros comunistas que dentro de poco serán reemplazados por otros dirigentes más jóvenes, tal vez accesibles a los empeños de Moscú de incorporar totalmente a Yugoslavia al bloque soviético. Los estrategas occidentales que cuentan con la posición geográfica de Yugoslavia, experimentarán amarga decepción. Lo único cierto es que los croatas y los eslovenos no quieren luchar contra Occidente y que los servios y la mayor parte de los montenegrinos no desean pelear contra Rusia.

Podría ocurrir que aparezca en los EE.UU. un nuevo MacCarthy e investigue quién es el culpable de que se dejara pasar una oportunidad propicia para asestar en Yugoslavia después de 1948, un golpe serio al comunismo mundial con repercusiones en toda Europa Centro-oriental creando de ese modo las condiciones para arrojar a Rusia a sus fronteras naturales.

 

La farsa de la amnistía política en Yugoslavia

El 12 de marzo último la Asamblea Federal Popular de Belgrado aprobó la "Ley de amnistía" condonando ciertos actos previstos en el Código penal de la Yugoslavia comunista. La amnistía fue presentada a los corresponsales extranjeros como una prueba de liberalización y consolidación del régimen de Tito. Belgrado trató de impresionar gratamente a la opinión pública occidental en momentos que en Washington se decidía sobre la continuación de la ayuda tan necesaria al régimen de Tito tras el rotundo fracaso de sus reformas económicas tan propagadas y elogiadas. Al mismo tiempo se quiso perjudicar a los exilados que, de acuerdo a los datos oficiales, pasan de 150.000.

Es de lamentar que muchos voceros prestigiosos de la opinión pública internacional difundieron, sin reservas, noticias y comentarios coincidentes con las intenciones del régimen de Belgrado. Los corresponsales extranjeros en Belgrado no son del todo libres en su labor informativa y al redactar -sus despachos disponen tan sólo de los datos oficiales, unilaterales y parciales. Por consiguiente, estimamos oportuno presentar un cuadro completo respecto a esta medida "magnánima" del régimen comunista.

El texto de la ley de amnistía no dice mucho, pues no detalla los actos delictivos condonados, citando únicamente los párrafos del Código penal referentes a esos actos, que hay que destacar, no figuran en los códigos penales de los países occidentales. Trátase de infracciones políticas, muchas de las cuales no son punibles en los países libres y constituyen, en cambio, actividad garantizada por la ley.

Las personas comprendidas en la amnistía quedan categorizadas en tres grupos según la ley respectiva del 13 de marzo último.

El primer grupo involucra los "actos delictivos" cometidos "durante la guerra y la ocupación enemiga". (Huelga acotar que el régimen comunista considera también al Estado Independiente de Croacia, reconocido por varias potencias entre 1941-95 y que, de hecho, tuvo status de Estado soberano, como territorio ocupado). Esos actos, incluidos en los párrafos 125, 126, 127, 129, 129a, 130, 131 y 133 del Código penal yugoslavo, son definidos por regla general, en el derecho público internacional, como crímenes de guerra. Por lo tanto, no habría lugar a poner reparos, si no se tratara de un criterio unilateral de justicia tan peculiar de los comunistas. Para el régimen comunista todo lo que puede aparentemente atribuirse a sus adversarios y sirve a los fines de propaganda, se considera crimen y delito. Si esos mismos delitos fueron cometidos por los comunistas, no se los toma en cuenta e incluso se consideran grandes méritos. Por eso, como ya lo puso en relieve la prensa de los exilados croatas, ¿no sería más justo y lógico que los jefes comunistas, responsables directos de tantos crímenes horrendos, en lugar de exhibirse como acusadores y jueces generosos, piensen en su amnistía cuando lleguen al poder los representantes legítimos del pueblo?

No se trata de exageraciones que suelen atribuirse a los exilados políticos. Basta citar al efecto algunos actos delictivos previstos en los indicados párrafos del Código penal yugoslavo. Allí se dice que será castigado quien "violando las normas del derecho internacional durante la guerra... ordene o ejecute sobre la población civil asesinatos, torturas o tratos inhumanos, incluyendo aquí también a los que infieran grandes padecimientos o lesiones de la integridad física o de la salud; dispersión o desplazamientos ilegales..., la aplicación de medidas intimidatorias y terroristas...; castigo colectivo y confinamiento arbitrario en los campos de concentración... privación del derecho al juzgamiento correcto e imparcial" (párr. 125); "quien ordene o ejecute sobre los heridos... torturas o tratos inhumanos" (párr. 126); "quien ordene o ejecute sobre los prisioneros de guerra asesinatos, torturas o trato inhumano... infiera grandes padecimientos o lesiones de la integridad física o de la salud..." (párr. 127); "quien mate o hiera al enemigo que depuso sus armas o se rindió incondicionalmente o carece de medios de defensa" (párr. 129); "quien trate brutalmente a heridos, enfermos o prisioneros de guerra, imposibilite o impida que estos usufructúen de los derechos que les asisten según las normas (del derecho internacional)..." (párr. 131).

Es público y notorio que todos esos crímenes fueron cometidos, en muchísimos casos, por los mismos autores de la nueva ley de amnistía. Los guerrilleros comunistas antes y después de subir al poder, que conquistaron lamentablemente gracias a la ayuda occidental en parte, se ensañaron contra sus adversarios políticos, aplicándoles sangrientas represalias y cometiendo toda clase de crímenes horrendos. Si bien la opinión pública mundial no está enterada suficientemente de esos crímenes que hasta los gobiernos occidentales trataron de ocultar para no empañar a sus ex aliados y actuales protegidos (todavía se sigue dando apoyo moral, político y material al régimen comunista, de Tito), existen documentos y datos fehacientes de los que brevitatis causa citaremos unos cuantos.

El año pasado, en la colección Dokumentation der Vertreibung der Deutschen aus Ost-Mitteleuropa (Documentación sobre la persecución de los alemanes de la Europa Oriental y Central), editada por el gobierno federal de Alemania Occidental, se publicó el tomo V titulado Das Schicksal der Deutschen en Yugoslavia (La suerte de los alemanes en Yugoslavia), que contiene 500 documentos clasificados y verificados sobre el triste destino que cupo a 500.000 alemanes residentes en Yugoslavia, que, en parte, huyeron ante la invasión comunista y, en parte fueron exterminados o expulsados. La mayoría de ellos procedía de Voivodina, donde sus antepasados vivieron durante siglos. Muchos fueron ultimados en campos de concentración o cárceles, expuestos a torturas, enfermedades y penurias de toda índole. "La Federación de los Combatientes Eslovenos Anticomunistas" publicó en 1960 en Cleveland, EE.UU., el libro "La tragedia de Vetrinje", que contiene documentos relativos a la matanza de 11.000 miembros de la guardia nacional anticomunista, perpetrada en 1945. A fines de la guerra se retiraron a la zona de ocupación inglesa de Austria, fueron entregados a los guerrilleros de Tito y asesinados sin proceso alguno (Ver: Studia Croatica, Año II, 4, p. 322). El exilado servio B. M. Karapandzic publicó en 1959 en Cleveland el opúsculo "Kocevlje - el más sangriento crimen de Tito", en el que relata, además de la matanza de los eslovenos, cómo fueron asesinados 4.000 guerrilleros nacionalistas servios chetniks y 2.500 "soldados croatas", devueltos también por las autoridades militares inglesas.

La cifra de los soldados y civiles croatas, inclusive mujeres y niños, enfermos y heridos, que los comunistas asesinaron, terminadas ya las hostilidades, supera J00.000, El historiador austríaco Rudolf Kiszling en su obra "Die Kroaten" (Ed. Hermann Bölhaus Naohf. Graz-Köln, 1956) cita que en mayo de 1945, sólo en la vecindad de la frontera austríaca, los comunistas mataron a más de 40.000 soldados croatas. Estos integraban el ejército croata que después de la guerra quiso entregarse a los aliados occidentales, pero fue rechazado por las autoridades militares inglesas y obligados a entregarse al ejército comunista yugoslavo. Varios centenares de miles de los soldados y civiles croatas que huían hacia la frontera de Austria cayeron en manos de los comunistas, que organizaron en muchas localidades vecinas las matanzas colectivas y las siniestras "marchas de muerte" es decir, largas columnas de prisioneros que en las extenuantes y forzadas marchas fueron ultimados o sucumbieron ante el agotamiento y las torturas incesantes. Hasta ahora, lamentablemente, no hay una documentación exhaustiva de esos crímenes. Esperamos que muy pronto sea dada a conocer a pesar que las posibilidades de los exilados croatas al respecto son limitadas y los gobiernos democráticos ayudan a los comunistas que oprimen a Croacia. No obstante, acerca de la matanza de los croatas, que comporta todas las características del genocidio, se publicó ya una serie de trabajos documentados. "La Revista Croata", que se edita en Buenos Aires, publicó en castellano en 1955, vol. 17 un estudio del Dr. Krunoslav Draganovic "Los horrorosos crímenes de Tito que todavía no tuvieron, su Nuremberg". En el libro In Tito's Death Marches (José Hecimovic: En las marchas de muerte de Tito, Chicago 1961), el Dr. Edward Mark O'Connor, ex comisionado norteamericano para las personas desplazadas, se ocupa de las matanzas cometidas sobre los croatas.

Es obvio que los jefes comunistas yugoslavos son los que deberían ser amnistiados por sus violaciones del derecho internacional de guerra. Su amnistía, además de provocativa, es ilusoria, pues en dichas masacres asesinaron a la mayor parte de los dirigentes políticos, especialmente croatas, que durante la guerra lucharon contra ellos y ahora excluyeron de la amnistía a sus adversarios políticos que luchan contra ellos en el exilio.

El segundo grupo comprendido en la amnistía lo constituyen quienes durante y después de la guerra cometieron actos comprendidos en el Código penal yugoslavo, párrafos 100 al 121, 174, 292 a 303, 339 y 342. Esos párrafos abarcan "los actos delictivos contra el pueblo y el Estado". El hecho de que el Código penal yugoslavo prevé penas graves, incluso la de muerte, para toda una serie de infracciones políticas arroja suficiente luz sobre la situación en ese Estado plurinacional, restaurado por los comunistas en 1945. En Yugoslavia, cuyo carácter multinacional es reconocido y subrayado oficialmente, "todo acto que persigue la destrucción de la unidad de los pueblos de Yugoslavia será castigado con severa prisión" (párr. 100). Por consiguiente, pese a que se reconozca oficialmente que Yugoslavia es una oportunidad de cinco pueblos y numerosas minorías nacionales, se castiga con severidad todo lo que afecta la "unidad" del pueblo yugoslavo, que no existe, según lo dicen las fuentes oficiales. En otros términos, si se subraya la identidad nacional de Croacia, Eslovenia o Macedonia, eso puede calificarse como acción delictiva contra la unidad nacional y estatal, punible por el código penal. No son coartadas sólo la libertad nacional, sino las demás libertades políticas, El párr. 100 del código penal prevé la pena, de prisión para cada acto "destinado a socavar la base económica de la reconstitución socialista". Vale decir que la mera crítica de la teoría económica marxista cae bajo el peso del Código Penal. En el párr. 109 se fija severa prisión para todo ciudadano de Yugoslavia que "entre en contacto... con el grupo exilado de personas o las ayude en la realización de su actividad enemiga". Por lo tanto, el mero vínculo con la oposición democrática al régimen comunista -que claro está puede actuar sólo fuera del país- se considera como acto delictivo. El párr. 11 prevé "la severa prisión de hasta 12 años" para quien "huya al extranjero y prepare la huida o se quede en el extranjero sin autorización". Lo que ello quiere decir se colige del hecho de que el mayor número de fugitivos, después de Alemania Oriental, procede de Yugoslavia. El párr. 117 fija "la severa prisión de por lo menos cinco años" para los que forman grupo cualquiera de personas con el propósito de ejecutar los "actos delictivos" que acabamos de enumerar. Quiere decir que cualquier participación en la organización de un grupo político opositor es punible. Además "se castiga con prisión severa de hasta 12 años a quien por escrito, de palabra, o de otro modo, invite o estimule un cambio violento o anticonstitucional del sistema social o estatal... o quien presente con mala intención o falsedad la situación sociopolítica imperante en el país". Si se toma en cuenta que en Yugoslavia existe un régimen totalitario, que se considera dueño exclusivo de la verdad y que la acción política es el monopolio del Partido Comunista, vale decir que la mínima expresión de oposición al comunismo y sus interpretaciones de la realidad puede calificarse como invitación o estímulo "al cambio anticonstitucional del sistema social (comunista) y estatal" o "presentación con mala intención o falsedad de la situación político-social imperante en el país". El acto delictivo, pues, no es solo toda crítica del régimen comunista, sino también "del sistema estatal", si bien para la mayoría de los habitantes de Yugoslavia significa la violación de los derechos nacionales en provecho de Servia. Por eso en el párr. 119 se prevé castigo "de prisión severa de hasta 12 años" también para quienes "siembren discordia entre los pueblos y nacionalidades que viven en Yugoslavia". Como broche de todas esas prescripciones el párr. 121, calificando como acción delictiva aquellas actividades que en el mundo libre son inherentes a la libertad política y nacional, determina "pena de prisión severa" no sólo para las personas que ejecuten actos incriminados, sino para los que los preparan "proveyendo o facilitando medios para la ejecución de esos actos delictivos, creando condiciones para su comisión, o quienes se pongan de acuerdo con otras personas para cometer ese acto delictivo". Esas prescripciones del Código Penal esclarecen en debida forma qué posibilidades se dan en la Yugoslavia comunista en lo tocante a la libertad de reunión, asociación o cualquier otra actividad política dirigida contra el monopolio del Partido Comunista.

Los demás "delitos" involucrados en la amnistía y previstos por los párr. 174 y 292a del Código Penal son "el exponer a la burla al Estado y sus símbolos, a los supremos órganos del poder o a los representantes de los supremos órganos del poder, a las fuerzas armadas o a su comandante supremo". En un Estado donde todo depende del criterio exclusivo del Partido Comunista, cualquier intento de crítica política puede ser calificado como "exposición a la burla" del Estado y de sus órganos.

El párr. 292a restringe aún más las libertades políticas al fijar penas "para la difusión de falsas noticias". Comete un acto delictivo "quien invente o transmite falsas noticias o afirmaciones... con el ánimo de impedir la aplicación de las decisiones o medidas de los órganos o instituciones estatales o de disminuir la confianza ciudadana en tales decisiones y medidas". Por lo tanto, cuando las autoridades comunistas dictan medidas, digamos, contra la libertad de conciencia, contra los derechos familiares, contra las huelgas o la libertad religiosa, la más mínima oposición puede ser definida como una intención de "disminuir la confianza ciudadana en tales decisiones y medidas" y constituye un acto delictivo.

El tercer grupo comprendido en la Ley de Amnistía lo constituyen "las personas que están expiando y que fueron condenadas válidamente hasta fines de 1952 por los actos delictivos" incluidos en los primeros dos párrafos.

Sin embargo, como ya queda dicho, esa amnistía es ilusoria, pues en el párr. 2 se exceptúa a los que no pueden beneficiarse de sus posiciones. Trátase de las personas que actuaron "como jefes y organizadores" y ahora en el exilio "trabajan activamente como iniciadores y organizadores contra el orden constitucional de la República Federal Popular de Yugoslavia". Con ello, se exceptúa tanto a las figuras prominentes entre los exilados como a todos los que actúan en sentido político. Resulta, pues, que la amnistía fue concebida como una medida contra los exilados políticamente activos, que, en realidad, constituyen la emigración política en su auténtica acepción. Quieren aislarlos de aquellos refugiados que se ocupan de sus asuntos y de su familia, y poco a poco pierden el interés en las actividades políticas. Aquí cabe agregar que los gobiernos democráticos a menudo hacen discriminación en detrimento de los exilados anticomunistas de Yugoslavia. Mientras que a los exilados anticomunistas de los demás países se les presta cierto apoyo, los que provienen de Yugoslavia tropiezan con dificultades, por cuanto se los considera un estorbo para la política de ayuda a Tito. Todas las facilidades en el intercambio cultural internacional, las becas e invitaciones para participar en congresos internacionales, se reservan a los que propone el régimen comunista mientras que los exilados pueden contar tan sólo con la comprensión y asistencia de organizaciones religiosas, mayormente católicas, que suelen tener carácter caritativo. El régimen comunista yugoslavo, obligado a renunciar por el momento a las medidas de persecución drástica de la Iglesia Católica, procura extorsionar a las instituciones católicas internacionales que prestan asistencia a los exilados, amenazando con represalias contra seis millones de católicos croatas y eslovenos, verdaderos rehenes en poder de los comunistas.

Respecto al número de las personas amnistiadas, el vicepresidente del gobierno yugoslavo y jefe de la temible policía política, Alejandro Rankovic, en su informe del 13 de marzo, presentado ante la Asamblea, dijo que la amnistía comprende a unas 1000 personas que "están expiando penas en los penales y (campos de concentración) y cárceles" y a alrededor de 150.000 exilados. Esa v cifra debe tomarse con la debida reserva, pues el mismo Rankovic, en sus declaraciones al diario de Belgrado Politika del 8/VII/1861 se refería a 200.000 personas "que durante y a fines de la segunda guerra mundial se quedaron en el extranjero o abandonaron su país". Dicha cifra no incluye centenares de miles de miembros de las minorías nacionales. Por otra parte, se sabe positivamente que el número de refugiados que después de la guerra huyeron de Yugoslavia fue relativamente muy grande, Sólo en 1958 salieron de Yugoslavia ilegalmente más de 20.000 personas. "Los cientos de miles de refugiados escapados de Yugoslavia a causa del régimen comunista so dividen, según Rankovic, en tres grupos. El primero y más numeroso es el de los exilados políticos, anticomunistas. E1 segundo grupo lo constituyen los prisioneros de guerra que fueron internados en Alemania y no quisieron volver a su país dominado por los comunistas. Se trata, generalmente, de ex- oficiales casi todos de nacionalidad servia. El tercer grupo abarca a la gente joven que en el último decenio salió del país ilegalmente, al que en cantidad únicamente lo superan los fugitivos de la Alemania Oriental. A estos novísimos exilados los comunistas no pueden incluirlos arbitrariamente entre "los criminales de guerra". Por eso se esfuerzan, con la tan deplorable complicidad de los gobiernos de los países vecinos, en reducir su número, alegando tratarse de aventureros o personas que huyen por motivos económicos y no políticos.

Las repatriaciones forzosas de esos países se realizan en base a supuestos erróneos, consecuencia del conocimiento insuficiente de la realidad en los países comunistas, donde la economía está controlada por el Estado y estrechamente ligada a la tiranía política comunista. En caso contrario, sería absurdo que miles y miles de hombres jóvenes huyan de su patria arriesgando incluso la vida. A los prófugos de Yugoslavia les incumbe el mismo derecho de buscar amparo y protección en los países libres como a los fugitivos de Alemania Oriental. Estos últimos cuentan con la protección de la Alemania Occidental, mientras que los croatas y otros prófugos de Yugoslavia no encuentran igual amparo en el extranjero. Esto lo explotan los comunistas para describir a las nuevas generaciones la desastrosa y sombría situación imperante en los países libres, procurando de ese modo disuadirlos de abandonar clandestinamente su país.

La prensa en Yugoslavia, donde el salario mensual promedio no alcanza a 20 dólares, escribe descaradamente que la situación en los países occidentales es desastrosa y de última miseria, que los exilados viven en condiciones de esclavos se hace comercio con su mano de obra o se los alista forzosamente en la legión extranjera para luchar en las colonias rebeldes. En ese sentido se expresó el vicepresidente del gobierno de Yugoslavia, que se mantiene gracias a la copiosa ayuda de esos países occidentales. En la declaración formulada para el diario Politika, Rankovic se expresó en términos aún más drásticos. Dijo expresamente que los prófugos en los países occidentales "se tornan víctimas de los conocidos criminales de guerra y otros enemigos de Yugoslavia, quienes se aprovechan de ellos para el simple comercio de esclavos, contrabando y crímenes de variada índole. Muchos de ellos, sin protección alguna, vagan por el mundo obligados a aceptar los trabajos más pesados como mano de obra barata... Se hace discriminación de esa mano de obra pagándola mucho menos que a la mano de obra de sus propios ciudadanos. El jefe de la policía política yugoslava va tan lejos en sus calumnias contra los países occidentales, al extremo de afirmar que en esos países a los refugiados "les está prohibido mantener correspondencia con sus connacionales en el país". Quiere decir que atribuye a los gobiernos democráticos medidas que practican los comunistas. Es sabido que en Yugoslavia rige la censura y la detención de correspondencia, particularmente la de los exilados.

El párr. 2 de la Ley de amnistía, exceptuando "a las personas que como iniciadores y organizadores trabajan activamente contra el orden constitucional de la República Federal Popular de Yugoslavia", es decir contra el comunismo y en pro de la democracia, deja expedita la vía a la aplicación arbitraria de esta ley, en tal medida que todo exilado político es susceptible de ser exceptuado de la amnistía. Quedan exceptuados casi todos los miembros de las minorías nacionales. Rankovic mencionó expresamente a la minoría nacional alemana, que afecta a centenares de miles de personas, por cuanto los integrantes de esas minorías (tanto de la alemana, como húngara, albanesa e italiana) participaron en las unidades militares, movilizados obligatoriamente, o en las organizaciones patrióticas respectivas.

De todo lo antedicho se infiere que el problema de los exilados políticos de la Yugoslavia comunista afecta directamente a los derechos individuales y políticos de cientos de miles de personas e indirectamente a un número mucho mayor de sus connacionales. El régimen comunista yugoslavo no es capaz de resolver ese problema, pues no ofrece la más mínima garantía de los derechos y libertades políticas, individuales nacionales y religiosos. El mero hecho de actuar como promotor principal de la amnistía el jefe de la temible Policía política, responsable de tantos y tan horribles crímenes contra los que ahora pretende amnistiar, no sólo arroja suficiente luz sobre el régimen comunista yugoslavo sino que implica un insultante desafío al mundo libre.

Los meses transcurridos desde la proclamación de la amnistía probaron que la medida "generosa" y tan propagada se circunscribió a los efectos propagandísticos favorable para el régimen comunista de Belgrado. Son muy contados los que regresaron a Yugoslavia. Unos cuantos ex prisioneros de guerra servios a quienes se prometió pensiones. En vista del resultado tan exiguo, las representaciones diplomáticas y consulares yugoslavas tratan de disuadir a los exilados de optar por la ciudadanía del país en que están radicados, los urgen a aceptar los pasaportes yugoslavos o que visiten a sus parientes en Yugoslavia, con la condición de no ocuparse de actividades políticas, lo que equivale a restringir la libertad y los derechos de los ciudadanos de los países libres por parte de un Estado foráneo.

Respecto a los exilados croatas podemos decir sin exagerar que la amnistía concedida por el gobierno comunista yugoslavo no tuvo efecto alguno, salvo que unos cuantos visitaron a Croacia por razones familiares u otras. Esta aversión de los exilados croatas hacia la Yugoslavia comunista no se debe sólo a la amarga experiencia con el régimen comunista, sino también al hecho de que el actual régimen practica doble opresión sobre Croacia, la opresión política y la opresión nacional.

 

Mensaje de las Organizaciones Patrióticas Macedonias a los croatas

Acabamos de recibir del comité central de las Organizaciones Patrióticas Macedonias, con sede en Indianápolis, EE.UU., el mensaje siguiente:

«A nuestros amigos - el pueblo croata.

En nombre de los norteamericanos y canadienses de ascendencia macedonia, la 41° convención anual de las Organizaciones Patrióticas Macedonias (fundada en 1921) celebrada en Buffalo, Nueva York, el día 3 de septiembre de 1962, dirige sus saludos fraternales al pueblo croata en lucha.

En el pasado la dictadura monárquica de Belgrado se había fijado como objetivo primordial el asimilar a los croatas y a los búlgaros macedonios. Este peligro común para nuestros pueblos hizo que se entablara la amistad macedonio-croata. Se creó este frente fraternal común para contrarrestar los designios chovinistas de Belgrado hacia la hegemonía y para acelerar la desintegración de Yugoslavia. Tan sólo un débil soplo del memorable viento bastaba para que se derrumbase. Los acontecimientos históricos de la segunda guerra mundial lo prueban.

Hoy nuevamente, bajo el régimen servio-comunista, a Croacia y Macedonia les toca el mismo e idéntico destino, con una sola diferencia: los croatas, por lo menos en el papel son reconocidos como nación, mientras que a los búlgaros macedonios se les negó su identidad étnica mediante la creación de la llamada "nación macedonia". El propósito de los servio-comunístas consiste, desde luego, en asimilar y servizar a los búlgaros macedonios para que luego sea más fácil al régimen de Belgrado asimilar también al pueblo croata.

Ahora como antes, la fraternal amistad croata-macedonia no es sólo importante sino necesaria. Nuestra creciente fuerza fraternal conducirá finalmente a la disolución de Yugoslavia actual y la constitución de los Estados libres y soberanos de Croacia y Macedonia.

¡Viva Croacia libre e independiente!

¡Viva Macedonia libre e independiente!

¡Viva la amistad entre los croatas y los macedonios!

 

 


RESEÑA DE LIBROS

 

Dr. Dominik Mandic: Bosnia y Herzegovina - Indagaciones crítico-históricas

Francisco Nevistic, Buenos Aires

(Tomo 1: Pertenencia estatal y religiosa de Bosnia y Herzegovina en la Edad Media, Ed. del Instituto Histórico Croata, Chicago 1960, pp. 487 -en croata-)

Bosnia y Herzegovina, hoy en día bajo el régimen comunista forman una de seis "repúblicas populares" de Yugoslavia. Pero al mismo tiempo son, histórica y étnicamente, parte integrante del territorio nacional croata. Su posición geográfica hace que constituyan el problema central de Yugoslavia. Desde la formación de este Estado plurinacional en el año 1918, las luchas intestinas fueron tomando forma cada vez más espectaculares, que culminaron durante la segunda guerra mundial. El "drama yugoslavo" se convirtió en una tragedia, larga y sangrienta. Los principales protagonistas han sido los servios y los croatas. Sin adentrarnos en las demás causas y sus explicaciones, para proyectar un poco de luz sobre la esencia de dicha tragedia, basta decir que su médula la constituye justamente el problema de Bosnia y Herzegovina. En realidad, desde mediados de siglo pasado, los políticos y seudohistoriadores servios proyectaban planes y preparaban los canales diplomáticos para adueñarse de Bosnia y Herzegovina e incorporarlas a Servia. La guerra de 1914-18, provocada por los revolucionarios servios a causa de Bosnia, favoreció al expansionismo de Servia.

Una vez realizada la "unión" de los eslavos del Sur (sin búlgaros), los servios, ejercían el papel preponderante en el nuevo Estado, se empeñaron en imponer el carácter nacional servio a las dos provincias. Pero los croatas se defendieron, sosteniendo con razones sobradas que Bosnia y Herzegovina, provincias potencialmente ricas y de paisajes románticos, constituyen parte central del territorio croata.

El conflicto croata-servio, por cierto complejo en sus elementos constitutivos, sería menos virulento de no mediar el problema de Bosnia y Herzegovina, Los servios y croatas concuerdan tan sólo en uno: los dos quieren lo mismo, insisten en la definitiva incorporación de Bosnia y Herzegovina como parte integrante del respectivo territorio nacional. Resolver este problema significaría resolver el problema yugoslavo, la principal dificultad entre los servios y croatas. Los croatas piden la restauración del Estado croata en sus confines éticos e históricos, que incluyen a las provincias aludidas. Los servios desistirían de la unión yugoslava impuesta a los croatas, si pudieran asegurarse en forma definitiva la posesión de dichas provincias. Lo exigen a título de una fuerte minoría ortodoxa que vive allí y está vinculada con Servia mediante la Iglesia nacional servia. Al mismo tiempo insisten en las tergiversaciones de los hechos históricos que les son adversos.

Es obvio que el estado yugoslavo se disolverá tarde o temprano a causa de los insuperables contrastes entre los croatas y los servios. Es de desear que ello se produzca en condiciones humanitarias y por la vía democrática, respetándose a la población, sus derechos y su historia. En la disputa que continúa conviene rechazar las falsificaciones y respetar la verdad de la vida y de la historia de las atribuladas provincias.

Los exilados croatas pueden estar orgullosos de su aporte al esclarecimiento del problema en cuestión que significa el libro "Bosnia i Herzegovina" del doctor Domingo Mandic, historiador por vocación íntima, conocido también como insigne investigador de la historia de la Orden franciscana. Descartando los objetivos de una propaganda política barata, el doctor Mandic desde hace 50 años vive investigando y estudiando para escribir su obra. En ella ha volcado su enorme erudición. Su obra es rica y madura. Quien quiere conocer la verdad sobre un problema tan doloroso como lo es, por excelencia, el conflicto servio-croata, tendrá que estudiar esa obra monumental. No se puede negar la presencia en Bosnia y Herzegovina del elemento ortodoxo servio, pero ellos llegaron a las tierras croatas en tiempos de la invasión otomana. Con esta conclusión de Mandic concuerda hoy también el historiador servio, M. Dinic, actualmente profesor de historia en la Universidad de Belgrado.

El libro "Bosnia y Herzegovina" del doctor Mandic abarca los siguientes temas: Parte primera: "El desarrollo territorial de Bosnia y Herzegovina", subdividida en diez capítulos: La región de Bosnia y Herzegovina en la época de los ilirios y los romanos - La llegada y posesión de aquellas tierras por los eslavos - Cómo apareció el nombre de Bosnia - La extensión y los confines de la Bosnia. Primitiva - Aumentos territoriales de Bosnia desde fines del siglo XII hasta el año 1463 - Formación y desarrollo de Herzegovina del siglo XV hasta hoy - Bosnia en la época de la dominación turca (1463-1878), - La Bosnia croata y la Croacia turca - La formación de Bosnia y la Herzegovina contemporáneas.

La parte segunda, que trata sobre "La pertenencia estatal de Bosnia en el Medievo", se divide en los capítulos siguientes: La pertenencia estatal de Bosnia en la Edad Media - Pertenencia de Zahumlia y Travunia hasta la unión con Bosnia - Aparición y significado del titulo: Romanaeque Rex - La relación de Bosnia con Hungría - Pertenencia religiosa de la Bosnia medieval - Bosnia y Herzegovina se hallaban siempre en la zona de la Iglesia occidental - Bosnia y Herzegovina recibieron el cristianismo de Roma - La diócesis de Bosnia y Herzegovina reconocía la autoridad de Roma - En Bosnia y Herzegovina se usaba exclusivamente el ritual romano En el siglo IX en Bosnia y Herzegovina se afirmó la liturgia glagolítico-eslava pero de rito romano - En Bosnia y Herzegovina no hubo cristianos de rito oriental hasta la conquista turca.

El autor ya publicó el segundo tomo de su gran obra, ocupándose del problema de los patarenos - "bogomili", "cristianos bosníacos" - tema de interés histórico universal. Dentro de poco será publicado el tercer tomo, que versará sobre problema de la pertenencia nacional de la población de Bosnia y Herzegovina durante su larga historia hasta nuestros días. Sobre los resultados de la extensa investigación hecha por el insigne historiador se publicará en esta revista una información más extensa.

El Instituto Histórico Croata en Chicago (Croatian Historic Institute) lo dirige el mismo doctor Mandic, quien desempeñó cargos importantísimos en la Orden Franciscana, primero en su tierra natal, en Herzegovina, luego durante varios años en Roma, donde dirigió la economía de la Orden Franciscana por 12 años, inclusive durante la época más difícil de la última guerra mundial. Desde ese puesto hizo múltiples obras de valor imperdurable. Es notable su aporte en la edificación de la nueva sede de la Orden Franciscana en Roma con una iglesia monumental que constituye un valioso aporte al patrimonio artístico de la misma Roma. No cabe duda que también la obra sobre Bosnia y Herzegovina que Mandic está por terminar, significa una contribución de importancia a la ciencia histórica en general, como así también para el futuro de su pueblo croata.

 

Ilija Jukic: Tito between East and West

Milan Blazekovic, Buenos Aires

(Ed. Demos Publishing Company, Londres, 1961 pp. 99).

El autor del libro Tito entre Este y Oeste pertenece ideológica y políticamente al círculo de hombres del ex gobierno yugoslavo exilado durante la guerra en Londres, que en 1957 fundó The Study Center for Yugoslav Affairs (Centro de Estudios para los asuntos de Yugoslavia). Los dos primeros capítulos del libro que nos ocupa, fueron publicados en 1960 bajo el título El conflicto de Tito con Stalin y Khrushchev y Occidente, por la publicación Review, órgano periodístico de dicho Centro.

En los ocho primeros de los trece capítulos de que consta el libro, su autor expone detalladamente las razones del conflicto Stalin-Tito, la resistencia de Tito con la ayuda occidental, su reconciliación con Khrushchev, nuevo conflicto con Moscú después de la revolución húngara, la segunda reconciliación Tito-Khrushchev, nuevo cisma y discrepancias ideológicas entre Belgrado y Moscú. En los dos capítulos subsiguientes se trata sobre la posición internacional de Yugoslavia y su inestabilidad interna. En los dos últimos capítulos -Advertencia al Occidente y Conclusión- Ilija Jukic da sus recomendaciones de cómo salvar la independencia de Yugoslavia y lo que debe hacer Occidente para que sean devueltas, por lo menos en parte, las libertades cívicas en el país. En el post scriptum, el autor consigna los momentos políticos del 1-V-1961 -fecha de la terminación del manuscrito- al 17-VII-1961 -fecha de su impresión.

Resulta obvio que el autor se ocupa desde años de los problemas de la política exterior de Yugoslavia y que conoce la materia al punto de emitir juicios propios en los casos en que, según su criterio, los antecedentes y las fuentes no son lo bastante claros o accesibles. Toda la obra es bastante subjetivista, debido a su carácter en parte polémico y docente, por un lado, y las fuentes a que recurre con frecuencia sin citarlas específicamente. Salvo grandes diarios y agencias periodísticas, su frecuente fuente es "la fuente británica bien informada", "miembro del Comité Central del Partido Comunista Yugoslavo", "fuente autorizada", "fuente fidedigna", etc. Ese anonimato de las fuentes, aunque a veces comprensible y justificado, quita a las citas su carácter documental, dejando la impresión de subjetividad tanto en la parte analítica del libro como en la dispositiva, si se nos permite calificar así su crítica a la posición occidental en el conflicto Tito-Kremlin y sus sugestiones a las potencias occidentales respecto a la solución del problema capital, que a su juicio sería: ¿Cómo salvar a Yugoslavia para Occidente?

Dada la actualidad política de las relaciones entre Moscú y Belgrado, el tema tratado atrae la atención no sólo de los políticos de Yugoslavia en el exilio y dentro del país, sino también de los especialistas internacionales, Lo prueba la extensa literatura internacional en torno a Yugoslavia y a su sistema político-social amén de sus libros difundidos últimamente del comunista cismático Milovan Djilas. Casi toda esta literatura enfoca el problema de Yugoslavia desde el punto de vista del status quo ante político y territorial, buscando la solución de su permanente crisis política y económica en planos secundarios dentro del Estado actual. Desde este punto de vista tampoco el opúsculo de Jukic puede considerarse como un aporte positivo para la solución del problema yugoslavo, consistente en la relación entre Croacia y Servia en el Estado común en cualquier forma estatal y el sistema socioeconómico que sea.

Tomando en cuenta el punto de vista del Partido Campesino Croata, al que pertenece el autor, es inaceptable su criterio de que el postulado más importante es cómo salvar Yugoslavia, pues como croata debería ocuparse en primer lugar de cómo salvar al pueblo croata para Occidente, del que forma parte desde siempre política, histórica, cultural y económicamente. Si el autor de este libro político ve la salvación del pueblo croata para Occidente en la de Yugoslavia, entonces debió adentrarse con valentía en las relaciones entre los croatas y los servios dentro de Yugoslavia, en lugar de interpretar esta inestabilidad -a la que dedica ocho páginas como tensión y discrepancias en las filas del Partido Comunista yugoslavo.

Resulta interesante, aunque no reveladora, su exposición de las corrientes antagónicas dentro del Partido Comunista, a saber: "los reformistas", que quieren cambios y lazos más estrechos con Occidente; "los moscovitas", que abogan por el retorno al bloque soviético; "los reaccionarios", que luchan por el restablecimiento de un comunismo ortodoxo, sin romper del todo con Moscú, y, por fin, "los oportunistas", dispuestos a respaldar a quienquiera que les asegure el poder y los privilegios. Tito, en opinión de Jukic, se apoya en los dos últimos grupos que constituyen la llamada "aristocracia roja". A los "moscovitas", que de hecho es oposición, el autor no los identifica específicamente, atribuyendo la dirección de los "reformistas" a Kardelj y Bakaric vencedores formales en el Congreso del Partido celebrado en Ljubljana: en abril de 1958i cuando lograron cierto ablandamiento en lo concerniente al desarrollo interno del país. El autor sostiene que a la victoria de los "reaccionarios" a fines de 1955, encabezados por Rankovic y otros dirigentes comunistas servios, se debe la nacionalización de las casas terrenos y viviendas, y en 1959 la supresión de la atención médica privada y la intensificación de las medidas contra las posesiones campesinas individuales. La lucha entre los "reformistas", respaldada por los croatas eslovenos, y la de los "reaccionarios", apoyada por los servios y los montenegrinos, está relacionada con la sucesión de Tito, cuya posición sobre ese tema es todavía enigmática. Ahora bien, esa lucha refleja también el conflicto básico nacional que el autor, en lugar de esclarecer, elude e incluso oculta.

Nos parece asaz audaz su tesis de que el encarcelamiento del arzobispo Stepinac podría entrar en el mismo orden causal que las acciones antioccidentales de Tito después de su visita a Moscú en junio de 1946. La firma de la alianza militar con Albania en julio de 1946, el derribo de los aviones norteamericanos a fines de agosto, el comienzo del levantamiento comunista en Grecia en septiembre, un destructor inglés minado en el canal de Corfú en noviembre de 1946, suelen interpretarse, con peligro apartarnos de la verdad histórica, como parte del plan stalinista contra Occidente, en que Tito tenía misión determinada. Pero, atribuir el proceso del arzobispo Stepinac, que cronológicamente coincide con esas fechas, a los factores externos y no a motivos de política interior que en la última instancia se reducen a las relaciones croata-servias, significa eludir el quid del "problema yugoslavo", lo que no favorece la tesis básica política del libro.

Relatando con qué métodos se sirvió Stalin para derrocar a Tito después de su exclusión del Cominform en junio de 1948, el autor, sin indicar la fuente de esta información, afirma que el servicio secreto soviético trató de obtener el apoyo de ciertos adversarios recalcitrantes de Tito en el exilio, prometiéndoles incluso la partición de Yugoslavia, u otra cosa, según él grupo del que se trataba (p. 14). Si eso es verdad, cabe recordar que no era la primera vez que Stalin se mostraba disconforme con una Yugoslavia integral. Ya a fines de 1944, de acuerdo a la declaración del Dr. Ante Pavelic, Stalin, por intermedio de sus agentes, solicitó el pase del Ejército Rojo a través de Croacia, garantizando al Estado Independiente de Croacia su continuidad e integridad estatal, lo que fue rechazado. Si se agrega que Khrushchev amenazaba con el desmembramiento territorial de Yugoslavia si no se reintegrase en el bloque soviético (p. 45), resulta grave omisión del autor el no haber detallado la supuesta oferta de Stalin a los grupos exilados, determinando a esos grupos, los ofrecimientos formulados y las razones por las que no fueron aceptados. Con ello, el autor, que conoce el idioma, las publicaciones tiene vínculos personales y conoce la situación de los exilados más que cualquier extranjero, traería algo nuevo, original, que además esclarecería los métodos soviéticos con sus criaturas insumisas.

El autor reprocha a Tito, por un lado, no haber asumido en la política interior una actitud análoga a su posición internacional, temiendo tanto al Este como al Oeste, y sobre todo a su propio pueblo (p. 55), y, por el otro, objeta a las democracias occidentales no tratar a Yugoslavia conforme a las promesas hechas durante la guerra y a los acuerdos de Yalta, que Tito burló, sino que en sus medios de difusión, adhiriéndose a la "conspiración del silencio, ocultan los aspectos repelentes del régimen comunista yugoslavo, silencian la persecución de sus adversarios políticos y de las iglesias, como asimismo los sufrimientos de la población descontenta (p. 89 ) .

Empero, todos esos reproches resultan improcedentes si el que los formula no advierte que la política exterior zigzagueante de Tito arranca del hecho de que la mitad de Yugoslavia pertenece a la esfera de Occidente y la otra mitad a la del Oriente, de modo que la comunidad estatal -especialmente cuando el centro del poder se halla exclusivamente en la esfera oriental- puede mantenerse únicamente con medios compulsivos. Objetar a las democracias occidentales la "conspiración del silencio" respecto al régimen de Tito, carece de sentido, si el autor se adhirió a la "conspiración" de quienes sostienen que la existencia de Yugoslavia favorece los intereses del Occidente y arguye que el Occidente no sabe defenderlos en forma debida. El mismo autor prueba con su libro haberse unido a la conspiración del silencio" en cuanto al reclamo del pueblo croata de gozar de la libertad nacional e individual en su Estado soberano y democrático.

Los reparos formulados no quitan a la obra que reseñamos su valor informativo, pues contiene muchos datos interesantes acerca de la situación política y económica bajo el régimen comunista de Yugoslavia ubicada en una posición crucial entre Este y Oeste.

 

Ivo Andric: Sucedió en Bosnia

Ivo Bogdan, Buenos Aires

(Buenos Aires 1961, Editorial Sudamericana, pp. 541.)

En nuestra nota acerca de Ivo Andric (Studia Croatica Año II, N° 4) hemos analizado su obra principal El Puente sobre el río Drina, haciendo sólo una breve referencia a la Crónica de Travnik, a la espera de su edición castellana. El título original fue modificado en esta edición, según la traducción inglesa (Bosnian Story), debido probablemente a que Travnik, ex sede de los visires y capital de Bosnia durante el dominio turco, no se conoce tanto en el extranjero, en tanto que el título Sucedió en Bosnia evoca la misteriosa y fatal provincia, punto neurálgico, durante medio siglo, de la política mundial. En su actual capital, Sarajevo, los nacionalistas servios asesinaron en 1914 al archiduque Francisco Ferdinando, crimen éste que constituyó el preludio de la primera guerra mundial.

A diferencia del Puente sobre el río Drina, que abarca los sucesos ocurridos a lo largo de cinco siglos en torno del puente de Mohamed bajá Sokobi (en versión croata Sokolovic) y describe temas y destinos humanos -toda una serie de narraciones, género éste muy cultivado en las letras croatas, de las que Andric es representante eximio-, la trama en Sucedió en Bosnia comprende un período breve, la "era consular" en Travnik, de 1806 a 1914. El personaje central es el cónsul francés, más toda una galería de caracteres humanos, muchos de los cuales forman una unidad en sí.

Hasta los comienzos del siglo XIX, Bosnia, la provincia más occidental del Imperio osmanlí, vivió alejada de la Europa occidental. Los únicos contactos con el extranjero fueron la y escaramuzas endémicas en la frontera con Dalmacia, en poder de Venecia hasta su abolición, y en la frontera septentrional con Croacia que desde 1527 formaba parte de la monarquía de los Habsburgo como reino asociado. Cuando Napoleón conquistó en 1797 Dalmacia y, enfrentado con el bloqueo naval inglés y el peligro de la intervención rusa, estableció en 1806 consulado en Travnik, sede del visir turco. Bosnia, además de Albania y Tracia, pertenecía a la parte europea del Imperio osmanlí más islamizada. Allí vivía y sigue viviendo un nutrido núcleo de la población aborigen de religión islámica, un tercio de la población total integrada por católicos y ortodoxos.

Los musulmanes, ex patarenos (bogomili), son aborígenes tanto como los católicos, mientras que los ortodoxos se radicaron en Bosnia mayormente durante la era turca. Las autoridades osmanlíes se apoyaban en la población islámica, que era la clase dirigente, especialmente los beys, rancia aristocracia vernácula bosnia y única nobleza territorial hereditaria dentro del Imperio, donde los títulos, análogamente como en el Imperio bizantino, estaban más relacionados con las funciones administrativas y militares que con la herencia territorial. Es así que la influencia de la población aborigen de credo islámico era preponderante en Bosnia (Andric los llama "turcos", lo que se refiere al credo religioso y no a la nacionalidad), mientras que los turcos osmanlíes eran pocos, mayormente funcionarios imperiales que solían regresar a Constantinopla de donde procedían. Los musulmanes bosnios siempre fueron muy adictos a su religión y como tales eran un asidero firme para el Imperio que consideraban ante todo como portador de la afirmación islámica en Europa. El ambiente conservador provinciano, la victoriosa contraofensiva de los cristianos occidentales -durante los siglos XVII y XVIII los turcos tuvieron que retroceder de Hungría, Eslavonia y Dalmacia y concentrarse en Bosnia de los tiempos de la Paz Pozarevac (1718) -y más tarde el hecho de la decadencia del Imperio, acompañada de levantamientos de los cristianos ortodoxos hasta entonces muy sumisos, hizo que la diáspora islámica en Bosnia reaccionara con extrema sensibilidad contra toda influencia extranjera, temiendo por el futuro del Imperio y del Islam las diferencias religiosas en Bosnia incluso hoy implican diferentes formas de cultura y civilización. En los años descriptos en Sucedió en Bosnia, dichas diferencias eran aún más pronunciadas. Los musulmanes aborígenes eran -según queda dicho- sostén del pensamiento político del Imperio y de la civilización islámica, predominante en aquel entonces en Bosnia. Los católicos esperaban ayuda de las provincias croatas contiguas que integraban la monarquía danubiana. Concebían su liberación como integración con las demás provincias croatas bajo el cetro de los Habsburgo, reyes legítimos de Croacia. Por otra parte, los Habsburgo hasta la era napoleónica encabezaban el Imperio romano-germánico, que todavía para sus partidarios o adversarios en el sudeste europeo simbolizaba el poder y la influencia del Occidente. Mientras los católicos esperaban su liberación del Occidente, los cristianos orientales en el Imperio osmanlí volvían su mirada hacia Rusia, que re presentaba en el papel de Tercera Roma.

Austria pronto siguió el ejemplo de Napoleón y estableció su consulado en Travnik. Se habló también de la habilitación del consulado ruso, lo que no se realizó. Los consulados de los dos imperios actuaban al compás de las enmarañadas relaciones franco-austríacas, ora observando tregua, ora recurriendo a todos los medios, tretas e intrigas para desacreditarse mutuamente. Alrededor de esa lucha se hilvana la trama de la novela. El cónsul austríaco pudo contar con las declaradas simpatías de los católicos de Bosnia, -mayoritarios en Travnik- particularmente de los franciscanos, único clero católico en Bosnia. Al cónsul francés lo favorecía la conducta asaz correcta de los funcionarios turcos, pues Francia aliada de Turquía, era para ellos menor peligro que el Imperio de los Habsburgo, adversario occidental principal de La Sublime Puerta. La pequeña comunidad de los judíos sefardíes veía en el representante de Napoleón al portavoz de la idea de igualdad, mientras que los ortodoxos en vano esperaban al cónsul ruso.

Dada la presencia en Travnik de todos los grupos étnicos y religiosos de Bosnia, Andric pudo dar un cuadro auténtico de la Bosnia de la época turca, mucho más completo que en El Puente sobre el río Drina, donde describió el ambiente de Visegrad, pequeña ciudad en la frontera de Servia, en la que no había población católica ni, por ende, pudo prevalecer la influencia occidental. Además, Travnik es su ciudad natal, en la que pasó su mocedad y adquirió los primeros conocimientos humanistas en el renombrado colegio de los padres jesuitas, que los comunistas confiscaron en 1945. Dolac, un barrio de Travnik, habitado exclusivamente por los católicos, fue cuna de los antepasados de Andric. Por eso, sus descripciones de los paisajes del valle verde, umbroso y húmedo del río Lasva, del bazar de Travnik, de sus tipos, caracteres y rasgos peculiares resultan del todo auténticas, salvo su propensión a considerar con ciertos prejuicios a los musulmanes aborígenes. Carga demasiada tinta relatando las exteriorizaciones del disgusto comprensible de ese ambiente conservador islámico ante la súbita aparición de los cónsules y los extranjeros sospechosos. Sus reacciones las califica de bárbaras, lo que no es correcto. Pese a los aspectos negativos de la sociedad islámica durante la decadencia del Imperio otomano, Andric pudo tildar de bárbara a la clase dirigente islámica únicamente bajo el impacto de prejuicios y malestar de la rayeh balcánica cristiana y, en parte, inducido por la presunción del hombre occidental moderno cuando se consideraba a la civilización técnica contemporánea occidental como la única cultura verdadera, y a los integrantes de las antiguas civilizaciones orientales como bárbaros. Andric, lamentablemente, no distingue bien claro los problemas de la cultura y la civilización, no sólo oriental sino también occidental. Por eso, entra en contradicción con las ideas de tolerancia y del progresismo del vicecónsul francés con quien Andric evidentemente se identifica. Siendo partidario de las ideas de la Revolución Francesa, Andric censura la influencia del Imperio austríaco en Bosnia, que en las circunstancias concretas era el único portador de las ideas y formas occidentales en el sudeste europeo. Andric, compartiendo las concepciones de los eslavófilos rusos acerca del "Occidente podrido", prefiere la influencia de Rusia y de su sucursal balcánica Servia a la austríaca.

Con todo, el cuadro de Bosnia descripto por Andric es resultado de serios estudios. Los cónsules no son figuras ficticias sino personajes históricos, como asimismo ciertos funcionarios osmanlíes. La "crónica" de Andric es una exposición novelada de la situación imperante, elaborada a base del material histórico, extraído especialmente de los archivos de París. Su disertación doctoral en la facultad de filosofía y letras de la Universidad de Graz versaba sobre el tema Die kulturelle Verhältnise en Bosnien während die Türkenherrshaft (Las relaciones culturales en Bosnia durante el dominio turco).

Andric, en la Yugoslavia monárquica (1918-1941), se desempeñaba en el servicio diplomático y pudo relatar las preocupaciones, intrigas y dificultades de los "cónsules de Travnik" en base a su propia experiencia. Cuando describe dudas y vacilaciones del cónsul francés Daville, Andric obviamente alude a su drama personal. Daville, antes moderado monarquista y defensor de Luis XVI, se torna en entusiasta adherente de las ideas de la Revolución Francesa y en servidor celoso y leal de Napoleón, sucesivamente. Por último, caído Napoleón, pide protección a Talleyrand. Es también literato como Andric. Las analogías son evidentes. Andric en su juventud pertenecía a aquellos grupos intelectuales croatas que se hacían ilusiones de que Croacia, desintegrada la comunidad danubiana, encontraría más libertad y dignidad en la comunidad estatal con Servia. Por eso su choque con las autoridades austríacas y su internación durante la primera guerra mundial. En el nuevo Estado disipáronse de golpe todas esas ilusiones ante la cruda realidad de la dominación de la Servia balcánica, que culminó con la dictadura del rey Alejandro. Luego se produjo el derrumbe militar y político de Yugoslavia en 1941, y, por último, la dictadura comunista. Si bien Andric, por razones de servicio, vivió hasta 1941 casi exclusivamente en el exterior, sin participar en las lides políticas internas, tan dramáticas para los intelectuales croatas, sin duda, siendo uno de los contados croatas en el servicio diplomático, tuvo que doblegarse ante varios regímenes, simular sus pensamientos y sentimientos íntimos, sobre todo bajo la dictadura comunista.

En muchos lugares de su novela Andric define y caracteriza los rasgos negativos del levantino, hombre occidental radicado en Oriente donde lucha por la autoconservación, lo que nos recuerda el destino del mismo autor. Leyendo los fragmentos hondamente sentidos en los que relata las angustias y temores del cónsul francés en una ciudad alejada y provinciana en el momento de la caída de Napoleón, forzosamente tenemos que pensar en Andric en los días del derrumbe de Yugoslavia, cuando era su embajador en Berlín.

"Daville no podía decir cuándo había comenzado a acostumbrarse a pensar en los sucesos y asuntos del mundo sin Napoleón como presuposición básica. Al principio había sido duro y penoso, una especie de pérdida interna de la conciencia. Daville se había tambaleado mentalmente, como un hombre que siente que la tierra se mueve bajo sus pies. Luego, había sentido meramente en su interior un vacío muy grande la ausencia de toda emoción y toda resistencia, una existencia mísera, achaparrada, sin perspectivas, sin ninguna de esas apariciones distantes que son tal vez irreales, pero nos procuran fuerza y dignidad en nuestra marcha por la vida. Finalmente, pensó tanto en el asunto y se entregó de tal modo a sus sensaciones que llegó a verlo todo, el mundo, Francia, su suerte personal y la de su familia, desde ese punto de vista".

"En todo caso, se había sentido desde hacía tiempo preparado para cualquier cosa, lo cual significaba de hecho que se había separado del régimen que se estaba derrumbando en Francia y se disponía a entenderse con el que lo sucediese, fuere el que fuere" (pp. 513-14).

"Y sin embargo, era duro no pensar, no recordar, no ver. Había dedicado veinticinco años a la busca del "justo medio" que lo reconciliara todo y procurara al individuo la dignidad sin la que no podía vivir. Habían transcurrido veinticinco años en la busca, el sondeo, en avances y retrocesos, en el paso de un entusiasmo a otro, y se veía, agotado y maltrecho en el punto de partida, en el lugar donde se había visto a los dieciocho años de edad. Se viajaba simplemente. El sentido y la dignidad del viaje estribaban en lo que durante la marcha hallábamos en nosotros mismos, la medida en que lo hallábamos. No había camino ni fin del viaje. Se viajaba simplemente. Se viajaba hasta el total agotamiento" (pp. 519-20).

El autor si bien acepta con resignación la cruda realidad, no pierde toda esperanza. Su mensaje a los compatriotas y quienes se hallan en el callejón sin salida figura en las últimas páginas del libro: a pesar de todos los pesares, tenía que existir en alguna parte ese "justo camino" que había buscado en vano. Tenía que existir, sí, y algún día alguien lo descubriría y lo abriría para todos los hombres. Como una nueva melodía interior, este pensamiento hacía más ligero su trabajo" (p. 537).

Andric tal vez contestó con eso a la pregunta que varios críticos formularon con motivo de haberle sido otorgado el Premio Nobel de literatura, gracias al empeño de un régimen tiránico comunista. El interrogante de que si un escritor tan sumiso a los liberticidas es digno de ese galardón internacional, es sin duda procedente después del caso Pasternak. Es ilusorio ocultar, como ocurre en el prólogo de la edición que nos ocupa, que Andric fue uno de los exponentes máximos del régimen dictatorial yugoslavo de preguerra. En el prólogo leemos: "Andric había sido embajador yugoslavo en Berlín cuando su país rompió con el Eje, se convirtió de nuevo en un prisionero aunque no esta vez en la celda " (p. 10). De esta formulación cabría concluir que Andric era exponente del gobierno yugoslavo que se enfrentó con el Tercer Reich. Todo lo contrario, Andric fue nombrado para ocupar el cargo diplomático más importante en la Yugoslavia monárquica por Cincar Markovic, ministro de Relaciones Exteriores persona grata a Hitler, quien por intermedio de Andric negoció y firmó la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito. Cuando a raíz del golpe militar del 27/III/1941, se produjo el ataque alemán a Yugoslavia y sobrevino su fulminante capitulación y desintegración, Andric regresó a Belgrado, donde vivió sin ser molestado bajo la ocupación alemana, cobrando pensión del gobierno servio designado por los ocupantes. Su pronta integración al régimen comunista como diputado nacional, elegido unánimemente en la lista única del régimen de Tito, configura un contraste mucho más violento que el pase del cónsul francés de su novela al servicio del nuevo rey de Francia y de Talleyrand tan pronto cayera Napoleón.

Desde luego, no cuadra juzgar los procederes de los levantinos según los criterios del Occidente libre, pero tampoco hay que falsear ciertos hechos desagradables en la carrera diplomática de Andric. Podemos comprender mas no justificar a Andric cuando tolera que su talento literario sea explotado para prestigiar a un régimen tiránico y a un Estado que el pueblo croata, del que procede, considera como su cárcel nacional.

Con todo, deseosos de ser justos para con Andric y para los que, bienintencionados, le otorgan la alta distinción, expresando que querían al mismo tiempo rendir homenaje al ambiente cultural de su país, cabe destacar que Andric en muchísimos lugares de su obra literaria condena acerbamente violencia y tiranía. Si bien le falta el coraje de calor en la vida de sus contemporáneos como lo hizo Pasternak, lo hace en forma indirecta cuando censura los aspectos sombríos y negativos de los gobernantes autocráticos e intolerantes durante la decadencia del Imperio otomano. Hay muchas y evidentes alusiones a la situación actual. Creemos que sus lectores, víctimas de la tiranía comunista en Yugoslavia, lo entienden así y que los comunistas lo toleran por razones de oportunismo político.

Por fin, hay que lamentar que la edición castellana de Sucedió en Bosnia haya sido traducida del inglés y no del idioma original. Se pudo evitar eso, dado que en los países de habla castellana viven numerosos intelectuales croatas, exilados políticos. Si uno de ellos hubiese, por lo menos, revisado la terminología, habría advertido muchos errores. No se hubiera empleado la forma Fra Luka, Fra Marko, etc, sino su equivalente en castellano: Fray Lucas, Fray Marcos, etc. Tampoco se puede traducir ad litteram el nombre cariñoso "ujak" (tío materno) con que los campesinos bosnios llaman a los franciscanos. Otro lamentable defecto de esa edición es el de haberse omitido muchas y oportunas aclaraciones que harían más comprensible esta novela de Andric. Es verdad que en la "Nota de editores" (pp. 7-10) se quiso dar algunas aclaraciones, pero resulta que allí figuran falsedades que propaga el régimen comunista de Belgrado. En el comienzo de la "Nota" se habla de "una vigorosa personalidad nacional", yugoslava, para afirmar poco después que Yugoslavia es "Estado nuevo, compuesto por viejos pueblos". De hecho, incluso el régimen comunista actual reconoce que hay cinco nacionalidades en Yugoslavia: la servia, la croata, la eslovena, la macedonia y la montenegrina. Si agregamos que esos pueblos jamás han vivido antes en el mismo Estado que pertenecen a tres religiones y a tres ámbitos culturales, ¿cómo se puede afirmar que el Estado yugoslavo plurinacional p heterogéneo en lo cultural y lo político, forma "una vigorosa personalidad nacional"? ¿,Cómo se puede hablar de la literatura nacional yugoslava si no existe el pueblo yugoslavo, sino pueblos de Yugoslavia con sus tradiciones ,y culturas nacionales peculiares? En Yugoslavia, además, se reconocen oficialmente tres idiomas diferentes. Las falsedades que contiene dicha "Nota de editores" culminan con la afirmación de que Andric pertenece a la tradición servio-montenegrina de la supuesta literatura yugoslava. En nuestro trabajo (Studia Croatica, Año II, N° 4) demostramos que Andric no puede ser escritor servio ni yugoslavo, sino croata, aunque él, por oportunismo o coacción, tolera que se lo llame escritor yugoslavo. Acaso ni en la misma Yugoslavia atribuyan mucha importancia a ello, desde que todo el mundo sabe que no hay tal literatura yugoslava, sino literaturas croata, servia y eslovena separadas con diferentes públicos lectores y escritas en dos alfabetos (los croatas y los eslovenos usan las letras latinas, mientras que los servios, igual que los rusos, se sirven de las letras cirílicas).

Es obvio que los autores de la "Nota de editores" no inventaron que Andric pertenece a la tradición literaria "servia-montenegrina", sino que dieron fe a los datos suministrados por la propaganda de Belgrado, sin darse cuenta que el "yugoslavismo" como unidad cultural es una burda mistificación. Ya es tiempo de que prestigiosas editoriales no se dejen embaucar por las mistificaciones del régimen comunista yugoslavo. El hecho de que los dirigentes comunistas de Belgrado, reconociendo a la vez el carácter plurinacional de Yugoslavia, sigan sosteniendo y propagando que existe una cultura yugoslava indivisible, y "una vigorosa personalidad nacional" yugoslava y que los logros culturales croatas se declaren servios, prueba que la nueva Yugoslavia comunista sigue las huellas de la Yugoslavia de preguerra, es decir practica la política expansionista de la Servia engrandecida.

 



[1] Charles Zalar: Yugoslav Communism - A Critical Study prepared for the Subcommittee to investigate the Administration of the Security Act and Other Internal Security Laws of the Committee on the Judiciary United Senate, Eighty-Seventh Congress, First Session, October 18, 1961, U.S. Government Printing Office, Washington, 1961, p. 294.

[2] Ibid. p. 294.

[3] La moralidad de la política occidental respecto de los países comunistas en general y de la Yugoslavia comunista en particular fue puesta en tela de juicio por la Iglesia Presbiteriana, que formuló el cargo de que "Norteamérica está practicando una clase de hipocresía internacional en sus relaciones exteriores" y "que nuestro concepto de libertad está degradado, que esta nación cuenta entre sus aliadas a algunas naciones que de ningún modo son libres y (que) con nuestra acción proclamamos al mundo que los países donde la libertad está totalmente suprimida pueden merecer ser socios del mundo libre proporcionando bases militares o conveniencias estratégicas". Transcripción de la Conferencia de Prensa del Presidente sobre los asuntos extranjeros y domésticos, The New York Times, 3/VII/1958.

[4] Walter Lippmann en su libro Public Opinion (New York 1922, Ed. Harcourt Brace and Co.) señala que el Congreso cada día puede oponerse menos a las resoluciones del Poder Ejecutivo. El control de un elevado número de oficinas y agentes -dice Lippmann- facilita al Presidente de los EE.UU. informar en sus mensajes al Congreso sobre lo que le parece conveniente". "Los miembros del Congreso son, en el fondo, los ciegos en el gran mundo desconocido".

[5] George Kennan, embajador norteamericano en Belgrado, muy competente en los problemas del comunismo, en carta dirigida al The New York Times (6/7/1962), dice que en contra de lo que se esperaba "la influencia de Yugoslavia sobre los demás neutrales ha sido insatisfactoria desde nuestro punto de vista". Lo que a su vez tuvo que influir en la política norteamericana de ayuda a Tito. "Nunca durante mi desempeño aquí (en Belgrado) he considerado que la influencia de Yugoslavia sobre los demás países neutrales fuera satisfactoria desde el punto de vista de las concepciones y los propósitos de nuestro país en los asuntos mundiales. No oculté ese punto de vista a los yugoslavos. Lo expresé en muchas ocasiones en mis despachos y he insistido en que éste es uno de los factores que debería tenerse en cuenta en la proyección de nuestra política hacia Yugoslavia".

[6] Milovan Djilas: Conversations with Stalin, Nueva York 1962.

[7] The New York Times, 9/VII/1962.

[8] "No deberíamos abrigar ilusiones en cuanto a la actual dirección política y su orientación básica comunista... Empero, él (Tito) podría saludar su readmisión en el bloque" (The New York Times, 17/VI/1962, artículo de Herter bajo el título: "Former Secretary of State tells why policy exists").

[9] El mismo Kadar creyó en la posibilidad de la intervención occidental, o, según sus palabras, "en el peligro de que le tocase a Hungría la suerte de Corea". Oliver Brachefeld: Historia de Hungría, Barcelona 1957, p. 459.

[10] Hugh Seton Watson: "Cinco años después de Octubre", Problemas del Comunismo, Ed. United States Information Agency, Nueva York, Nº Sept.-Oct. 1 pp. 16-22.

[11] Sir Anthony Eden (Memorias 1945-1957, Barcelona-México 1961, p. 689) acota que el Gobierno de Washington no ha intervenido en forma adecuada a favor de Hungría ni en el Consejo de Seguridad. "Pasaron cinco días sin que se celebrara ninguna nueva reunión del Consejo para tratar de Hungría, a pesar de los esfuerzos que nosotros y otros realizamos para conseguirlo. El representante de los Estados Unidos no se mostraba propicio y proclamaba su sospecha de que nos mostrábamos tan apremiantes con respecto a la situación húngara para distraer la atención de lo de Suez. El gobierno de los Estados Unidos no parecía tener prisa alguna en actuar"

[12] Richard Lowenthal dijo con razón: "Sería injusto acusar a Tito y a su equipo de haber traicionado el advenimiento de la democracia húngara. Ellos son comunistas y no demócratas, de modo que no pueden traicionar principios que nunca profesaron. (Tito's Gamble; the winning horse failed to pay off", Encounter, Londres XI, 4, Octubre 1958).

[13] El proponente de la enmienda referente a la prohibición de prestación de ayuda a los gobiernos comunistas de Yugoslavia y Polonia, senador Frank Lausche, expresó el mismo pensamiento cuando se refirió a los pueblos sojuzgados en Yugoslavia: "Ellos quieren la libertad y nosotros les decimos: Aceptad vuestro gobierno comunista". Esas palabras son testimoniales, dado que el senador Lausche subrayó el hecho de que sus antecesores son de origen esloveno y que entiende los idiomas de los pueblos de Yugoslavia. Por el contrario, la mayoría de los expertos que tratan sobre Yugoslavia de Tito no pueden verificar en el contacto directo con el pueblo los datos suministrados por el régimen.

[14] Ivo Bogdan: "Problemas nacionales de la Europa Centro-oriental", Studia Croatica, Nros, 3-4, 1961, pp. 147-173.

[15] Dean Rusk, Secretario de Estado expuso esas ventajas` el 5/II/62 a los integrantes del Comité de Control de Exportación de la Cámara de Representantes, como si fuesen el resultado de la ayuda al régimen de Tito, que "excedieron las expectativas de los EE.UU." Para Rusk las ventajas obtenidas del diferendo Moscú Belgrado son: 1) la consolidación de la independencia yugoslava; 2) el cese de la asistencia yugoslava a los guerrilleros comunistas griegos; 3) la solución del entredicho triestino y del problema de minorías en Austria y 4) la ruptura de la continuidad territorial entre Albania y los países que integran el bloque soviético, de manera que Albania puede oponerse a Moscú. Los stalinistas chinos aprovecharon esa declaración de Dean Rusk para acusar nuevamente a Tito de agente del capitalismo y el imperialismo norteamericano.

[16] The New York Times, 9/7/1962.

[17] Carlos J. Friedrich: Teoría y realidad de la organización constitucional democrática, México 1946, p. 554.

[18] Raymond Aron: L'Opium des Intellectuels, París 1955, capítulo sobre la "inteIligentsia" norteamericana bajo el significativo título "El infierno de los intelectuales" pp. 238-244,

[19] James Burnham: Les Machiavéliens, París 1949. p. 242.

[20] James Burnham: Pour la Domination Mondiales, París 1947, p. 352 - James Burnham fue excluido del círculo de Partisan Review por no querer condenar sin reserva alguna al maccarthismo. En el citado libro opina que el gobierno de EE.UU." no impidió sino favoreció la expansión comunista en Eurasia; no combatió sino ayudó la infiltración comunista en todo el mundo, empezando por los mismos Estados Unidos" (p. 224). Roosevelt, cargado de ilusiones respecto de Stalin, impidió durante la guerra la intervención de los Aliados en los Balcanes, de modo que la Europa Central fue cedida a los soviéticos "De esa manera, la expansión comunista -arguye Burnham- no sólo fue permitida por los EE.UU.: fue activamente estimulada con su política" (p. 231).

[21] James Burnham: La Inevitable Derrota del Comunismo, Bs. Aires 1950, p. 250.

[22] D. A. Tomasic: "Nueva clase y nacionalismo", Studia Croatica, año I, Nº 1, pp. 61-77.

[23] A. J. P. Taylor: The Habsburg Monarchy, Londres 1961, p. 260.

[24] Tito concluyó su informe en dicho Congreso prometiendo "que el Partido Comunista Yugoslavo probará con su firme adhesión a la doctrina de Marx-Engels-Lenin-Stalin que no se había desviado de esa doctrina". Kardelj concluyó su exposición con las palabras: "Hay, ante nosotros, perspectivas halagüeñas... Guiados por la gran doctrina de Marx, Engels, Lenin y Stalin, transformaremos esas perspectivas en realidad para felicidad de nuestros pueblos, en beneficio del mundo socialista entero y de todas las fuerzas antiimperialistas". Djilas destacó en su informe que la fuerza del Partido Comunista Yugoslavo reside en que "sigue fielmente la doctrina de Marx-Engels-Lenin-Stalin". Rankovic, jefe de la temible policía política, terminó su discurso exclamando: "Viva el líder y el maestro del proletariado internacional, el gran Stalin, de cuyas obras hemos aprendido y conforme a las cuales obramos". Todos los delegados empezaron a clamar: Stalin-Tito-el Partido. ¡Hurra!

[25] Según los datos yugoslavos en el período entre 1/7/1948 y 15/10/1950 se produjeron en las fronteras entre Yugoslavia, Hungría, Bulgaria y Austria 19 incidentes fronterizos. Charles Zalar, op. cit., p. 167.

[26] Vladimir Dedier: Tito, New York, 1962.

[27] Milovan Djilas, op. cit. pp. 182-3.

[28] Svetozar Vukmanovic: How and Why People's Liberation Struggle on Greece Met with Defeat, Londres 1950.

[29] Charles Zalar, op. cit. pp. 157-8.

[30] D. A. Tomasic: La Lucha por el Poder en la Orbita Chino-Soviética y el Problema de la Unidad del Mundo Comunista, Estudios sobre el Comunismo, Santiago de Chile, año X, Nº 37.

[31] D. A. Tomasic, op. cit.

[32] D. A. Tomasic: National Communism and Soviet Strategy, Washington 1957, Chap. IV-VII.

[33] D. A. Tomasic, Estudios sobre el comunismo, op. cit.

[34] Charles Zalar, op. cit. 257.

[35] Sir Anthony Eden, Op. cit., pp. 238-39.

[36] D. A. Tomasic, op. cit., Estudios sobre el comunismo.

[37] Miroslav Krleza, el escritor marxista más destacado en Croacia. Entre las dos guerras mundiales influyó poderosamente en la formación de la joven "inteligencia" comunista. Después de la guerra es presidente de la Academia de Ciencias y Artes de Zagreb, director de la Enciclopedia Yugoslava, etc.

[38] Vjesnik, Zagreb, 20 - XI - 1960.

[39] Ibid.

[40] Nasa Stvarnost, Belgrado 1960, Nº 7-8, p. 3.

[41] Vladimir Bakaric uno de los más destacados políticos comunistas en Croacia de la generación joven. Después de la guerra, presidente de la llamada República Popular de Croacia.

[42] Vjesnik, Zagreb, 17 - XI - 1960.

[43] Vjesnik, Zagreb, 21 - XII - 1960.

[44] Komunist, Belgrado, 2 - III - 1961.

[45] La guerre civile en France 1871. Ed. Soc. París, 1952, p. 48 sequ.

[46] Komunist, Belgrado, 9-III-1961.

[47] Charla sobre el humanismo, Vjesnik, Zagreb, 25 - XII - 1960

[48] Dicha conferencia fue publicada en el diario Vjesnik, Zagreb, del 4 al 6-VI-1959.

[49] Dr. Jakov Blazevic, fiscal en el proceso montado contra el arzobispo Stepinac, actual jefe del poder ejecutivo en la llamada República Popular de Croacia.

[50] Vjesnik, Zagreb, 13 - IV - 1961.

[51] El socialismo y la guerra. Ver Borba del 15 - VIII - 1960.

[52] Nase teme (Nuestros temas), Zagreb 1960, Nº I, pp. 57-58.

[53] Ib., p. 107.

[54] Ib., p. 62.

[55] Ib., p. 61.

[56] Ib., p. 96.

[57] Ib.

[58] Vjesnik, Zagreb, 1-I-1961.

[59] Nuestros temas, 1960 Nº I.

[60] Vjesnik, Zagreb, 31-I-1960.

[61] Pjesnik i svijet stroja (El poeta y el mundo de la máquina). Nase teme, 1960. Nº II., p. 240.

[62] Nase teme, 1960. Nº I, p. 82.

[63] August Cesarec (1893-1941), destacado activista, ideólogo y escritor comunista croata.

[64] Vjesnik, Zagreb, 23 - XI - 1960.

[65] Vjesnik, Zagreb, 26 - III - 1961.

[66] E. Peratoner: El modernismo ficticio: Vjesnik, Zagreb, 2-IV-1961.

[67] Nase teme, 1960, Nº II., p. 226, sequ.

[68] Nase teme, 1960, Nº I, p. 5, sequ.

[69] Goruci imperativ (El acuciante imperativo) Borba I-V-1960.

[70] S. Majstorovic: Da li je vrhunska kultura ugrozena? (¿Está amenazada la cultura cumbre?), Vjesnik, 26-IV-1961.

[71] Zelja za znanjem (Deseo del saber), Nase teme, 1960, Nº I, p. 21, sequ.

[72] Nase teme, 1961. Nº II., p. 206, sequ.

[73] Goruci imperativ (El acuciante imperativo). Borba, I - V - 1960.

[74] Que la gran mayoría de la joven generación se adhiere al patriotismo tradicional pese al monopolio comunista en la educación, se desprende de la violenta polémica, librada a fines del año pasado, entre el destacado escritor comunista servio, Dobrica Cosic y el publicista comunista esloveno Dusan Pirjavec. Cosic sostenía que el problema más apremiante en la Yugoslavia comunista es "la lucha contra los nacionalismos enloquecidos". "¿No ven a esos vampiros servios, croatas y eslovenos, no ven que muchos no tienen bigotes ni barba, son unos fantasmas jóvenes, mocosos. Los barbudos desde luego, reventarán un día, pero los que están creciendo..." Ante esa crítica reaccionaron acerbamente los comunistas eslovenos, ya que los comunistas croatas temen ser incriminados de separatistas. Dusan Pirjavec (ver: Nasa Sodobnost, Ljubljana, diciembre 1961) escribió un extenso alegato contra la "integración que significaría la absorción total de las individualidades nacionales de los macedonios y eslovenos y su fusión con la nacionalidad servia. Citamos a continuación ciertos conceptos de Pirjavec:

"La nación no es una categoría capitalista ni burguesa. Nación y nacionalidad son dos categorías que existen y se desarrollan cuando desaparecen el capitalismo y la burguesía. Son categorías por encima o, por lo menos, fuera de clase. La nacionalidad constituye la parte esencial e integrante de la personalidad humana, la base de su existencia. Un reconocimiento consecuente y total de la nación y la nacionalidad significa reconocer la integridad de la personalidad del hombre, significa tan sólo verdadera democracia y libertad. La nación no es sólo una peculiaridad económica, geográfica o cultural, ni le satisfacen los derechos y formas que corresponden a las particularidades económicas, geográficas y culturales La nación no es una particularidad. En ese sentido es menester considerar las relaciones entre nación y Estado, -y en nuestro caso concreto, las relaciones entre la nación y la república. Aquí no cabe hablar sólo de cierta autonomía territorial, no se trata de reconocer y preservar ciertas peculiaridades, sino de reconocer y afianzar un organismo independiente, afirmar la nación". A esa polémica se le dio amplia publicidad. (ver: Borba, Belgrado, 14, 15 y 16 de diciembre último).

También Tito, en su discurso pronunciado en Split el 6-V-1962, en el que dio un cuadro sombrío y desastroso de la crisis total en que se debate Yugoslavia, señaló como causas principales "las tendencias localistas, separatistas y chovinistas" que se oponen a la "fraternidad y unión yugoslava", es decir al hegemonismo de Servia (Vjesnik, Zagreb, 7-V-1961).

[75] Borba, 22-III-1961

[76] Schiavone en Italia, especialmente en Venecia era sinónimo de croata. Ver Studia Croatica, Año I, No. 1, el trabajo Croacia en la Geografía Blaviana, p. 50.

[77] Ver artículo Julio Clovio Croata, protector del Greco joven, Studia Croatica, Año II, V. I, p. 21.

[78] Kruno Prijatelj: Ivan Duknovic, Ed. Drustva Historicara Umjetnosti (Sociedad de Historiadores de Arte), Zagreb, 1957, pp. 96, con 65 láminas y el resumen en francés.

[79] Ver artículo: "Anepifanía americana de un insigne humanista croata", Studia Croatica, Año I, N° 1, pp, 58-60.

[80] Ljubo Karaman: Umjetnost u Dalmaciji, XV i XVI stoljeca (Arte en Dalmacia, siglos XV XVI, Zagreb, 1933, pp. 55-57.

[81] Ludovici Tuberonis: Commentariorum de rebus suo tempore. Libri XI en J. B. Schwandtner, Scriptores rerum Hungaricarum, II, Vindebonae 1746, pp. 107-381. El párrafo citado está en el capítulo X del libro III.

[82] Suplicio del látigo en Rusia. Knut, látigo formado de correas terminadas en bolitas de metal.

[83] Vjesnik, Zagreb, 22 - VI - 1962.

[84] Anuario Estadístico Yugoslavo, Plan Social 1957 Belgrado 1957.

[85] Drustveni Plan (El Plan Social), op. cit., Indeks, 6 - 1962, Belgrado.

[86] Indeks, publicación mensual de la estadística económica de Yugoslavia, Belgrado.

[87] Vjesnik, Zagreb, 7 - V - 1962.

[88] Memorándum de Yugoslavia a OCDE.

[89] Id.

[90] Anuario Estadístico Yugoslavo 1961; Ekonomska Politika Nº 535/1962, Belgrado.

[91] Memorándum de RPF de Yugoslavia a OCDE. Es interesante señalar que Tito en su discurso a los estudiantes de ciencias políticas indica la suma de mil millones de dólares como deuda exterior.

[92] El Plan Social; Indeks, 6 - 1962. La realización 1961 y 1962 es estimación del autor de ese trabajo hecha en base de los datos consignados y da la estructura de la producción en 1960.

[93] Indeks, 6 - 1962.

[94] Indeks, 6 - 1962.

[95] Id.

[96] Vjesnik, 8-IV-1962

[97] Indeks, 6 - 1962.