La Tragedia de Bleiburg
Studia Croatica – Edición
Especial
Buenos Aires 1963
Documentos sobre las matanzas
en masa de los croatas en Yugoeslavia en 1945
CAPITULO I. LOS CRIMENES QUE NO TUVIERON SU NURENBERG
CAPÍTULO II: TRAGEDIA DE BLEIBURG O SUPERKATYN CROATA
CAPÍTULO III: LOS ASPECTOS POLÍTICOS Y MORALES DEL
"KATYNISMO" YUGOESLAVO
CAPÍTULO IV: ¿QUIENES ACTUARON COMO PATRIOTAS Y QUIENES
COMO TRAIDORES QUISLINGS?
CAPÍTULO V: PÉRDIDAS HUMANAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
CAPÍTULO VI: REPATRIACIONES FORZADAS - PROBLEMA DE LA
MORAL INTERNACIONAL
CAPÍTULO VII: HECATOMBE EN CROACIA - CONDICIÓN DE LA
EXPANSIÓN SOVIÉTICA
SEGUNDA PARTE: DESCRIPCION DE LOS HECHOS DELICTIVOS
CAPÍTULO I. ANTECEDENTES HISTORICOS
CAPÍTULO II: EN EL TORBELLINO DE LA SEGUNDA GUERRA
MUNDIAL
CAPÍTULO III: INVASIÓN DE CROACIA, EXODO, RENDICIÓN EN
BLEIBURG Y REPATRIACIÓN FORZADA..
CAPÍTULO IV: MATANZAS COLECTIVAS DE LOS PRISIONEROS Y
CIVILES AL TERMINAR LA GUERRA
CAPÍTULO V: "LAS MARCHAS DE LA MUERTE"
CAPÍTULO VI: MÉTODOS DEL TERROR COLECTIVO
CAPÍTULO VII: OTRAS LESIONES DEL DERECHO DE GUERRA Y
CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD
CAPÍTULO VIII: TORTURA Y MASACRE DE MUJERES Y NIÑOS
SUPLEMENTO I: LA TRAGEDIA DEL PUEBLO ESLOVENO
SUPLEMENTO II: EXTERMINIO Y EXPULSIÓN DE LA MINORÍA
ÉTNICA ALEMANA DE YUGOSLAVIA
1. ANTECEDENTES DE LA TRAGEDIA DE BLEIBURG
2. EPISCOPADO CATÓLICO SOBRE EL DERECHO DE CROACIA A LA INDEPENDENCIA
NACIONAL
4. DOCUMENTOS SOBRE RENDICION EN BLEIBURG
5. MASACRES Y TUMBAS COLECTIVAS EN DISTINTOS LUGARES DE
ESLOVENIA
6. MATANZAS COLECTIVAS DE LOS NACIONALISTAS MONTENEGRINOS
8. MATANZAS EN DISTINTOS LUGARES DE CROACIA
9. PROTESTAS DE LOS OBISPOS CATÓLICOS
Studia Croatica: La Tragedia de Bleiburg
Por el DR. EDUARDO AUGUSTO GARCIA
Ex Presidente del Consejo de la Organización de los
Estados Americanos
Quien lea las páginas que siguen, podrá tener una
pálida imagen de la trágica realidad vivida por los croatas al avanzar las
fuerzas comunistas del régimen soviético sobre su noble nación, no obstante la
contribución que hicieron para alcanzar su libertad a pesar de las potencias
del Eje durante la última contienda mundial.
Las narraciones hechas por testigos presenciales de
las horrendas masacres llevadas a cabo por las fuerzas militares comunistas,
constituyen el testimonio vivo e irrefutable de la barbarie empleada para
exterminar a un pueblo noble y valiente que había luchado denodadamente por la
causa de la libertad en que se hallaban empeñadas las naciones aliadas.
Vale la pena leer con detención los relatos de esos
testigos porque ellos demuestran con fidelidad los procedimientos propios de
seres realmente inferiores en la escala humana que caracteriza a los individuos
que componen las hordas del comunismo.
Y vale la pena leer esos relatos aquí, en Argentina y
en América, al amparo de leyes e instituciones que protegen la libertad y la
dignidad de las personas, sin discriminaciones raciales, ideológicas o
religiosas, para que se advierta la diferencia que existe entre el régimen comunista
y el democrático, entre la esclavitud y la libertad, entre la humillación y la
dignidad, entre lo que tenemos y lo que se nos quiere imponer desde Moscú o
Pekín.
Los pueblos que tienen la dicha de pertenecer a la
civilización occidental y que durante largas centurias han llevado a cabo una
tremenda lucha para ir conquistando palmo a palmo los principios que aseguran
la vida, el honor y la fortuna de los seres humanos, se sienten estremecidos de
espanto y de indignación cuando advierten el avance sistemático e inescrupuloso
de los agentes del comunismo, sin que se adopten las medidas más elementales
destinadas a mantener su libertad y su seguridad.
El ser humano quiere ser libre, quiere mantenerse
libre, quiere practicar la libertad, quiere gozar de ella y quiere que los
demás seres disfruten de ella en la justa medida que corresponde, para que cada
uno pueda realizar su propio destino. Abomina de la esclavitud como abomina de
la humillación. Se levanta contra los opresores como contra los explotadores. Y
algún día triunfa, como triunfa siempre la Justicia.
Buenos Aires
En los países latinoamericanos -particularmente en la
Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Brasil, Uruguay y Bolivia- viven más de 200.000
croatas y sus descendientes directos. Según los datos de las antiguas crónicas,
los primeros croatas que pisaron suelo americano serían unos cuantos marineros
de Dalmacia que habrían participado en el primer viaje de Cristóbal Colón. Se
sabe con certeza que los primeros inmigrantes croatas llegaron a la América
Latina en el Siglo XVI. A mediados del siglo XVIII, el jesuita croata Fernando
Konschak, gran misionero, explorador y colonizador, hizo el primer mapa
científico de la Baja California, probando su carácter peninsular. Pero la
principal corriente inmigratoria de Croacia data de fines del siglo pasado y
comienzos del actual.
Los croatas llegaban de un país lejano, que desde
hace siglos viene defendiendo los valores de la cultura occidental cristiana en
su amenazada frontera oriental, y "se han consustanciado -según el
escritor chileno González Vera- con los demás habitantes sin dificultad, tanto
que ya sobresalen, no sólo en la ovejería, la agricultura, el comercio y la
industria, sino en el afán científico, en las profesiones liberales y en la
creación artística. Los hay autores, obispos, políticos, periodistas,
literatos, músicos, escultores y poetas. Trabajan en todo y en cada rincón del
continente y han dado a nuestros rostros más blancura, mejillas sonrosadas y, a
menudo, estatura aventajada".
Después de la última guerra mundial que terminó con
la invasión comunista de Croacia, decenas de miles de croatas, víctimas de la
tiranía comunista, encontraron posibilidades para una vida libre y digna en sus
nuevas patrias del continente latinoamericano. Entre esos exilados los hay
empresarios, profesionales e intelectuales, impulsados por el deseo natural de
hacer conocer la problemática de Croacia cautiva a los pueblos de habla
hispana, especialmente en estos momentos de lucha sin cuartel del mundo libre
contra el comunismo, su adversario común. En ese sentido orienta sus
actividades el Instituto Croata Latinoamericano de Cultura de Buenos Aires, a
través de Studia Croatica, revista de estudios políticos y culturales
que patrocina, fundada en 1960, y en la que colaboran destacados escritores y
publicistas tanto croatas como americanos y europeos.
Afanosos de que los pueblos latinoamericanos conozcan
cabalmente el carácter liberticida del comunismo internacional, los editores y
colaboradores de Studia Croatica estimaron, desde el principio, que era su
deber esclarecer a fondo y en forma documentada uno de los trágicos capítulos
de la historia contemporánea croata, muy poco conocido en el exterior: las masacres
en masa perpetradas por los comunistas yugoeslavos a fines de la pasada guerra
e inmediatamente después, comparables con los crímenes más horrendos contra la
humanidad de todos los tiempos. Sin embargo, el material documental reunido es
tan abundante e importante que hemos decidido dedicarle un tomo íntegro, con
mayor cantidad de páginas, pues les será utilísimo especialmente a quienes se
ocupan del comunismo.
Esas matanzas colectivas suelen denominarse la
Tragedia de Bleiburg del pueblo croata, según la ciudad austríaca homónima,
junto a la frontera eslovena. A mediados de mayo de 1945, una semana después de
terminar la guerra, las tropas inglesas impidieron allí pasar a Austria a más
de 120.000 soldados croatas que querían rendirse a los Aliados occidentales.
Fueron obligados a entregarse al ejército yugoeslavo controlado por los
comunistas, que prometieron tratarlos conforme a las convenciones
internacionales sobre prisioneros de guerra. Por el contrario, la mayor parte
del ejército croata fue masacrada o liquidada de diferentes modos. Igual número
de la población civil, que escapó ante el avance comunista, fue también
repatriada compulsivamente. Gran parte fue masacrada y liquidada sin
consideración de edad o sexo, principalmente sin sumario ni juicio previo.
Trátase, pues, de una violación flagrante de los derechos y las costumbres de
guerra, de los principios del derecho penal de las naciones civilizadas y, por
ende, de crímenes de guerra en gran escala. Como esas masacres acusan también
características del genocidio, trátase, en rigor, de abominables crímenes
contra la humanidad.
Los croatas constituyen la víctima principal de esas
matanzas, pues Croacia, restablecida durante la guerra como Estado nacional e
independiente, disponía de un ejército de más de 200.000 soldados, imbuido de
alto espíritu combativo, que se oponía denodadamente a la rebelión comunista,
apoyada por el Ejército Rojo. Los croatas no se oponían sólo a la tiranía
comunista sino también a la liquidación de su Estado nacional y a la
incorporación de Croacia a la Yugoslavia comunista, Estado típicamente
multinacional, copia fiel en miniatura de la Unión Soviética. A la vez los
croatas eran conscientes de combatir en defensa del Occidente conteniendo la
expansión del nuevo imperio soviético de sus satélites europeos hasta Trieste y
las costas croatas del Adriático, es decir, hasta el sector central del
Mediterráneo clásico.
Asimismo, en 1945 los comunistas yugoeslavos
masacraron a 12.000 combatientes anticomunistas eslovenos, varios millares de
chetniks serbios y nacionalistas montenegrinos. El número de víctimas de las
minorías nacionales -alemana, húngara, italiana y albanesa- era, relativamente,
mucho más alto. En opinión de los comunistas, todos ellos eran, igual que los
croatas, traidores por ser adversarios tanto de la dominación comunista como de
la restauración de Yugoslavia desintegrada en 1941. Según datos comprobados,
fueron masacrados o liquidados en los campos de exterminio más de 60.000
integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia.
Estas matanzas en masa de los adversarios de los
comunistas no configuran un caso aislado - según lo verificó en 1952 una
Comisión especial del Congreso norteamericano para la investigación de la
masacre de los oficiales polacos en el bosque de Katyn- sino que son parte de
"un prefijado y diabólico plan totalitario para la conquista del
mundo", de modo que se puede hablar del katynismo como de una liquidación
sistemática no sólo de todos los elementos anticomunistas combativos sino
"de los que un día podrían oponerse a los planes soviéticos de
comunización de los países respectivos". Por eso, dicha Comisión propuso
que se constituyera, en las Naciones Unidas, un Tribunal Internacional con el
propósito de investigar y castigar todos los casos de katynismo como un
complemento lógico del Tribunal Internacional de Nuremberg. Esta iniciativa, a
causa de la lamentable situación internacional imperante, no prosperó, como
tampoco la iniciativa formulada en el Congreso de Washington para que una
comisión especial determinara la responsabilidad por la extradición en masa de
los patriotas procedentes de la Europa Centro-oriental, efectuada por
funcionarios militares y civiles aliados, a los gobiernos comunistas que
ordenaron la masacre colectiva de los repatriados. Eso constituye también
flagrante violación, y en gran escala, del derecho al asilo político, tan
arraigado en las repúblicas americanas.
Aunque los culpables de katynismo no hayan sido
enjuiciados por un tribunal internacional, es menester examinar sus crímenes
para que sean condenados y repudiados por la conciencia del mundo libre y para
que los que sufren detrás de la cortina de hierro sepan que cuentan con las
simpatías de todos los amantes de la libertad y la justicia. Es preciso dilucidarlos
también para que los pueblos donde los comunistas se presentan con disfraz de
libertadores conozcan su carácter liberticida y sus métodos y tácticas para el
sojuzgamiento de pueblos enteros. Establecer los hechos e indagar las causas de
cada caso de katynismo resulta necesario para la debida orientación de la
opinión pública y de los estadistas responsables para que no incurran en los
mismos errores que favorecieron la expansión comunista.
En el caso concreto del katynismo en Croacia cabe
advertir que éste y otros países y minorías étnicas, incorporados por fuerza a
Yugoslavia, cayeron bajo la dominación comunista debido a que los artífices de
la paz, terminada la Primera Guerra Mundial, infringiendo el principio de
autodeterminación nacional, forzaron la creación de tamaño conglomerado
multinacional, donde una nación -Serbia, el cuarto del territorio y de la
población del nuevo Estado- ejercía la hegemonía y la explotación económica
bajo un sistema de rígida dictadura. De ese modo se dieron condiciones ideales
para que los comunistas aprovecharan el descontento de los pueblos oprimidos y
de los conflictos nacionalistas originados. El teórico y ejecutor principal de
esa táctica fue José Stalin. Los comunistas explotaron al máximo ese
descontento y esos conflictos durante la guerra pasada, lo que denominaron
"la lucha por la liberación nacional", muchas veces elogiada
erróneamente en los países democráticos. En Yugoslavia continúa la opresión
nacional aún después del diferendo entre Moscú y Belgrado, aunque se hable de
independencia, por cierto muy discutible, de la Yugoslavia comunista con
respecto a la Unión Soviética y de un supuesto nuevo tipo "de comunismo
nacional". Si ello es así en parte, entonces se trata del mismo tipo del
nacionalismo comunista de Rusia que Stalin, heredero de la autocracia zarista,
practicó respecto de los pueblos no rusos incluidos en la Unión Soviética. Tito
es también heredero de la dictadura monárquica serbia. En el país del llamado
comunismo nacional yugoeslavo no se dan las libertades y los derechos
individuales, civiles y religiosos, ni tampoco las libertades nacionales para
los pueblos y minorías oprimidos.
Entregando al público hispanoamericano este volumen
que se refiere al katynismo yugoeslavo en forma documentada y con un
concienzudo análisis histórico, político, jurídico y moral, queremos
simultáneamente honrar la memoria de los caídos en defensa de Croacia y del
mundo occidental, y retribuir a los países latinoamericanos que acogieron
fraternalmente a croatas que, por ventura, escaparon a las masacres de los
comunistas yugoeslavos. Lo hacemos en momentos en que los gobernantes
comunistas yugoeslavos, tras haber agotado las posibilidades del turismo
político en los países africanos y asiáticos, en función de caballo de Troya
soviético y de sembradores de cizaña neutralista, se hacen presentes en varias
repúblicas latinoamericanas, exhibiéndose insolentemente como libertadores de
pueblos que de hecho esclavizan a fuerza de tantos y tan horrendos crímenes, de
modo que su lugar debería estar, no en las solemnes recepciones en los países
democráticos, sino sólo en el banquillo de acusados de un tribunal
internacional para los crímenes contra la humanidad.
Hubo que superar muchas dificultades para poder
publicar un trabajo documentado acerca del katynismo yugoeslavo.
Lamentablemente, los gobiernos democráticos y las instituciones internacionales
del mundo libre no se interesaron lo suficiente en los crímenes de los
gobernantes comunistas yugoeslavos, ya que a partir de 1948 trataron de ahondar
las lisuras producidas en el bloque monolítico soviético y por eso trataron
amistosamente a los gobernantes comunistas yugoeslavos. Los exilados croatas y
los testigos oculares de esos crímenes vivían en condiciones harto difíciles,
expuestos en los primeros años al peligro de ser repatriados, lo que
actualmente se hace a veces con los nuevos refugiados en Italia y Austria so
pretexto de ser asilados por motivos económicos y no políticos. Los inmigrantes
croatas, hasta tanto no obtengan la carta de ciudadanía del país donde están
radicados, no gozan de protección diplomática alguna del gobierno que rige
actualmente en Croacia. Más bien, las representaciones diplomáticas yugoeslavas
organizan contra ellos campañas difamatorias, raptos y atentados (a raíz del
atentado cometido contra el Hogar Croata en Buenos Aires en 1960 murió una
niñita de tres años y resultaron heridos varios menores, algunos de gravedad),
amén de presiones y extorsiones contra quienes osan señalar sus atropellos y
crímenes, amenazándoles con represalias contra sus familiares en la Croacia
cautiva.
Pese a todos esos obstáculos, las Comisiones de
Investigación de la Tragedia de Bleiburg, constituidas en Roma, Cleveland y
Buenos Aires -gracias al patriotismo y el valor de tantos exilados- reunieron
más de 200 testimonios y declaraciones de testigos oculares, algunos de los ex
guerrilleros y policías de Tito que participaron en dichas masacres.
Huelga destacar el valor de quienes permitieron que
sus testimonios se publicaran con su nombre y apellido. Tratamos de incluir en
la sección Documentos gran parte de esos testimonios, si bien todos los
testigos están dispuestos a reafirmar su declaración ante cualquier comisión
instancia o tribunal internacional.
Nos resulta sumamente grato expresar nuestro
agradecimiento a los miembros de las Comisiones de Investigación de la Tragedia
de Bleiburg con sede en Cleveland y en Roma. Damos sentidas gracias asimismo a
los que aportaron su colaboración describiendo las masacres de los eslovenos y
los alemanes.
Expresamos reconocimiento especial al autor del
Prefacio el Dr. Augusto Eduardo García, eminente jurista, internacionalista y
diplomático argentino, autor de valiosas obras de su especialidad, ex embajador
de la República Argentina en la Organización de los Estados Americanos (O.E.A.)
y ex Presidente del Consejo del mismo organismo, actualmente presidente del
Movimiento Argentino Contra el Comunismo (M.A.C.E.C.) y del Instituto Argentino
de Defensa Jurídica del Occidente.
Con orgullo destacamos que éste es el primer trabajo
completo, con las explicaciones indispensables y abundantes documentos, sobre
el katynismo yugoeslavo. Desde luego que esta edición castellana será seguida
por otras en otros idiomas, enriquecidas por mayor número de documentos que
llegan incesantemente.
Apelamos a todos los que propugnan esfuerzos
solidarios en defensa de las libertades individuales, civiles, nacionales y
religiosas, amenazadas por el comunismo -que logró someter a un país americano
y hace sentir su presencia en otros países de nuestro continente- para que
acojan con comprensión esta edición, excusen deficiencias inevitables y le den
la mayor publicidad posible.
Por último, séanos permitido abrigar la esperanza de
que no faltarán personas e instituciones que, impulsadas por el amor a la
libertad y justicia, tratarán, en base a los datos consignados en este tomo, de
que un organismo internacional de defensa de los derechos humanos investigue
los crímenes de los comunistas yugoeslavos que violaron las convenciones
internacionales sobre el tratamiento de los prisioneros y heridos de guerra,
transgredieron los principios del derecho penal, mereciendo el repudio y el
desprecio por parte del mundo libre y especialmente de los países a los que se
ofrecen como mentores y se presentan como libertadores de los pueblos que
esclavizaron y contra quienes perpetraron terribles crímenes.
Buenos Aires, 1963.
INSTITUTO CROATA LATINOAMERICANO DE CULTURA
Auge soviético, secuela de la política de poder de las potencias occidentales
Según las enunciaciones solemnes de los Aliados
occidentales, éstos no entraron primordialmente en la Segunda Guerra Mundial
para imposibilitar el predominio de las potencias del Eje en el continente
europeo y consiguiente alteración del equilibrio de las fuerzas entre las
grandes potencias, sino que su principal propósito era la cruzada de las
democracias contra el totalitarismo y el amparo de la independencia y la
integridad territorial de la Polonia y de las naciones pequeñas en la Europa
Centro-Oriental, amenazadas por la agresión de los países totalitarios. No tan
sólo por la Alemania nacional socialista, sino también por la Unión Soviética,
que en vísperas de la guerra, el 23/8/1939, suscribió con el Tercer Reich el
pacto de no agresión y un pacto secreto relativo al restablecimiento de las
fronteras entre los imperios germano y ruso, anteriores al tratado de la paz de
Brest-Litovsk. Recién entonces Hitler se decidió a agredir a Polonia, doblegada
muy pronto ante las fuerzas superiores de dos potencias totalitarias,
resultando repartida por cuarta vez en su tormentosa historia, una vez más
víctima de los mismos apetitos imperialistas.
Pero Stalin y Hitler, herederos de los Romanov y los
Hohenzollern, no pudieron ponerse de acuerdo en la repartición de la esfera de
intereses en el sudeste europeo. Por eso, en 1941, igual que 27 años antes,
estalló la guerra ruso-alemana, casi por idénticas razones.
Por su parte, Gran Bretaña y Francia, al no tomar
medidas adecuadas contra la Unión Soviética -que invadió Polonia, anexó la
mitad de su territorio, una parte de Rumania, liquidó las repúblicas bálticas,
reincorporándolas a Rusia, agredió a Finlandia so pretexto de amenazar al
coloso soviético- estuvieron ya en 1939 en vías de desdecir sus solemnes
enunciaciones acerca de la lucha por la democracia contra los totalitarismos de
toda laya, sobre la defensa de la independencia y las fronteras de los países
que cayeron víctimas tanto de la agresión germana como de la soviética.
Al aceptar Gran Bretaña, y más tarde Estados Unidos,
a la Unión Soviética no sólo como aliada circunstancial en la guerra contra sus
contrincantes sino también como socio en la futura organización de la paz,
reconocieron, primero tácita y luego expresamente -cuando temían un nuevo
acuerdo entre Moscú y Berlín-, las conquistas soviéticas en la Europa Oriental,
realizadas en base al pacto Ribbentrop-Molotov de 1939. Respecto a la división
de la esfera de intereses, los Aliados occidentales, las potencias sin
intereses directos en el continente europeo, fueron en sus concesiones a los
rusos mucho más lejos que el Tercer Reich, potencia netamente continental.
Teniendo en cuenta más el poder nacional que el bien común internacional, F. D.
Roosevelt y W. Churchill no estuvieron en condiciones de frenar a Stalin cuando
se trató de organizar el mundo de postguerra. Aferrados a concepciones
perimidas sobre la división de las zonas de intereses entre los cuatro Grandes
(EE.UU., la Unión Soviética, Gran Bretaña y China, entonces nacionalista) en
una época en que se cumplían las previsiones de Alexis de Tocqueville sobre la
polarización del poder mundial en dos centros, Rusia y EE.UU., Roosevelt y
Churchill estuvieron a punto de reconocer la supremacía soviética en Europa,
que sigue siendo, pese a todo, el insustituible foco de nuestra cultura
occidental e importantísimo baluarte del mundo libre, cuyo sometimiento al
comunismo llevaría a la subyugación del mundo entero.
Ocurrió, pues, que Stalin pudo aprovechar las guerras
fratricidas de los pueblos occidentales, aspecto éste muy grave de la crisis
social contemporánea de nuestra comunidad de Occidente, desgarrada por
conflictos nacionales y de clase. Tras la victoria aliada, que debió ser el
triunfo de la democracia y de los derechos de los pueblos pequeños, el
Occidente estupefacto contempló el crecimiento de la Unión Soviética, cuna del
totalitarismo moderno, que incorporó en el imperio europeo de sus satélites
precisamente a los países por cuya defensa e independencia se declaró la
guerra. Además, todo el mundo se sintió agobiado por la pesadilla de una guerra
termonuclear con que Moscú venía extorsionando al mundo libre para conseguir el
reconocimiento del statu quo, quiere decir de su dominación sobre tantas
naciones, como un hecho definitivo e irrevocable, sin renunciar a nuevas
conquistas por vía revolucionaria.
Ominoso silencio sobre métodos y fines del comunismo
mundial
Terminada la guerra, no se produjo una reacción
adecuada de la opinión pública libre. Reinaba gran confusión, creada durante la
guerra, por haberse ocultado deliberadamente los verdaderos objetivos del
comunismo. Mientras se creaba el imperio europeo de los satélites soviéticos,
tan generalizada era la confusión que quienes señalaban el peligro y el
carácter liberticida del imperialismo soviético fueron sospechados y
calumniados como apologistas del derrotado nazismo.
Los comunistas llegaron a eliminar aun en los países
europeos libres a sus adversarios de clara orientación democrática, tachándolos
de colaboracionistas, por definición traidores de la patria y de la libertad.
Con igual rótulo cubrían también a los adversarios del comunismo en los países
esclavizados por los soviéticos, que en la mayoría de los casos antes de la
guerra carecían de la libertad nacional y política y por consiguiente mal
podían traicionarlos. Los comunistas abusaron de la terminología valedera para
los países libres para imponer a la opinión pública sus criterios,
esencialmente liberticidas. Convenía a los comunistas provocar toda clase de
confusiones y equívocos, para pescar en aguas turbias. Aprovecharon no sólo
tensiones sociales y prejuicios nacionales, exagerándolos hasta el odio destructor,
sino que abusaron de las cualidades más nobles del hombre occidental: su
capacidad de indignación espontánea ante las violaciones de los valores
fundamentales de nuestra cultura -la libertad, los derechos y la dignidad
humana- y su tenacidad en la búsqueda de la verdad, considerada como valor en
sí, prescindente de los intereses políticos.
Ese repudio y esa indignación espontánea ante ciertas
violaciones de las normas fundamentales de la sociedad occidental, verificadas
en forma flagrante durante la guerra, los comunistas lo circunscribieron
hábilmente a los abusos, excesos y crímenes del "nacionalismo
zoológico" en los países europeos, hasta entonces vanguardia del progreso
moderno. Los campos de exterminio, cámaras letales y otros crímenes contra la
humanidad, que habrían de sancionarse, por primera vez en la historia ante un
tribunal internacional en tal grado cautivaron la atención del mundo occidental
-que hasta entonces creía en la capacidad ínsita de la ciencia moderna de
abolir las fuerzas de la barbarie-que sus posibilidades de indignarse y
asombrarse fueron agotadas. Aturdido y desalentado, el hombre occidental ya no
tuvo tiempo, voluntad ni nervios para ocuparse de crímenes semejantes,
cuidadosamente silenciados, de sus ex aliados comunistas. Tanto menos cuanto
que éstos y sus compañeros de ruta se empeñaron en interpretar los crímenes
comunistas, al filtrar alguna noticia en el mundo libre, como medidas
represivas necesarias para proteger la democracia, o como castigo merecido por
actividades de colaboración y traición. Esa interpretación era posible desde
que se aceptó la tesis comunista de que el sometimiento de una docena de países
en Europa Centro-Oriental significaba su liberación, oponiéndose únicamente a
esa nueva esclavitud "los resabios del nazismo y el fascismo",
puestos por eso fuera de la ley.
Pasó mucho tiempo antes de que en Occidente se
alzaran voces autorizadas sobre el peligro del comunismo e imperialismo ruso,
antes de que P. H. Spaak exclamara que la quintacolumna del totalitarismo
soviético es tan peligrosa que, a título de comparación, la quintacolumna nazi
era una especie de boy scouts. Se produjo cierto vuelco cuando Sir Winston
Churchill, a la sazón jefe de la oposición, caracterizó a los partidos
comunistas en su memorable discurso de Fulton, como milicias soviéticas para la
conquista del mundo, empleando por primera vez el término "la cortina de
hierro". Sin embargo, el impacto de la propaganda de guerra favorable al
aliado soviético era todavía tan fuerte que la administración del Presidente
Truman, presente durante la vibrante denuncia del imperialismo soviético,
consideró oportuno aclarar en un comunicado que el Presidente no había estado
enterado con anticipación del contenido del discurso de Churchill, uno de los principales
artífices de la victoria aliada. Más tarde Truman se hará acreedor de la
gratitud europea y de todo el mundo libre con su política de contención de la
expansión bolchevique, con el plan Marshall, la salvación de Berlín y de Corea
del Sur.
Todavía hoy, 18 años después de la guerra, los
comunistas logran, gracias a la actitud equivocada de los Aliados occidentales
al finalizar la guerra, exhibirse ante el "tercer mundo", incluso
ante los países latinoamericanos de cultura occidental y cristiana, como
campeones de la lucha "de liberación nacional" contra el imperialismo
y el colonialismo, por cierto, únicamente de los países occidentales. Por las
mismas razones el mundo libre todavía ignora la entera verdad sobre las
circunstancias y los métodos de la conquista y consolidación del poder de los
quislings comunistas en el nuevo imperio soviético europeo de los satélites.
Hasta coinciden las potencias democráticas y los comunistas en muchas
apreciaciones referentes al trágico proceso político-social que desembocó en la
opresión de la Europa Centro-Oriental. Por eso tanta reserva y circunspección
cuando se discute sobre el sometimiento de tantos pueblos y de la necesidad de
liberarlos del yugo comunista. Mientras en los EE.UU. se celebra la
"Semana de las Naciones Cautivas", con participación oficial, se
distingue entre las Naciones Cautivas en los países satélites y Ucrania y otras
naciones sometidas dentro de la Unión Soviética. Los pueblos subyugados en
Yugoslavia no pueden figurar en la nómina de las Naciones Cautivas. Tal
proceder es debido en parte al desconocimiento de las circunstancias
imperantes, en parte a los prejuicios favorables a todos los movimientos
revolucionarios izquierdistas, y en parte a la necesidad de aplacar su propia
conciencia por la complicidad en el sometimiento de los pueblos de Europa
Centro-Oriental. Por eso se repite tanto que las relaciones sociales y
políticas fueron en esa zona tan malsanas y los regímenes no democráticos tan
desacreditados, que no era posible el retorno al statu quo ante (estamos de
acuerdo, con la reserva de que semejante situación fue sostenida por las
democracias occidentales, a veces contra las aspiraciones auténticas de los
pueblos respectivos) y que, en cierto modo, la victoria comunista era ineludible,
introduciendo los comunistas ciertas reformas de permanente valor a las que se
oponían los gobiernos reaccionarios de esos países.
Todas esas concesiones al ex aliado comunista en
detrimento de las pequeñas naciones europeas -sumadas a la subestimación de su
aspiración libertadora y de su capacidad de alcanzar por vía evolutiva o
revolucionaria, si fuera necesario, a los países más adelantados del Occidente
sin tener que soportar el yugo soviético-, implican grave peligro para el mundo
libre, que ya siente sus siniestras consecuencias. Una de ellas es la creciente
penetración comunista en los países en vía de desarrollo. Si los comunistas son
artífices bienvenidos, y hasta inevitables, de las reformas sociales y del
desarrollo económico de la Europa Oriental, entonces por supuesto, resultan
imprescindibles también en los países africanos y asiáticos. Si Yugoslavia, un
país comunista, recibe ingente ayuda por valor de más de 4.000 millones de
dólares porque ello convendría a los intereses estadounidenses, ¿cómo rebatir
las malintencionadas afirmaciones de Castro de que Washington no se guía por
principios sino por intereses y que se opone a la revolución cubana meramente
por intereses egoístas y apetitos voraces del capital yanqui?
"El katynismo", un plan totalitario para
conquista del mundo
Ya es tiempo de presentar un cuadro completo y
verídico de los métodos de subyugación de tantos pueblos, impedidos de
denunciar los crímenes comunistas. Eso no interesa sólo a los pueblos cautivos,
sino al mundo libre entero, particularmente a los pueblos en pleno desarrollo
ante los cuales los comunistas se presentan como únicos amigos o se ofrecen
como libertadores.
Es menester en esa materia abstenerse de
recriminaciones muy frecuentes de los exilados contra los países libres
favorecidos por la suerte. Omisiones, errores, yerros y crímenes cometieron
todos. Más que las potencias occidentales, que indirectamente favorecieron la
expansión soviética, los gobiernos y camarillas políticas de los países
esclavizados son responsables del desafortunado proceso del sojuzgamiento de
tantas naciones. Mientras se alteraba, entre las dos guerras mundiales, la
relación de fuerzas en Europa y las potencias democráticas rectoras tuvieron
que contender con las potencias del Eje por la amistad de Moscú, las pequeñas
naciones de Europa Centro-Oriental, a pesar de encontrarse apretadas entre los
colosos ruso y germano, se comportaron como si nada hubiese ocurrido, imitando
a las grandes potencias que se destruían recíprocamente. Ni introdujeron las
reformas necesarias ni procuraron acercarse una a otra, visto el peligro de la
expansión del Tercer Reich y de la Unión Soviética. Seguían la pauta de la
política perimida, convencidas de que las potencias democráticas podían y
querían defenderlas hasta el final. Y cuando, ya víctimas de los apetitos
imperialistas de Berlín y Moscú, ansiaban únicamente el retorno al statu quo
ante, una vez alcanzada la victoria aliada.
Sin embargo, en el esclarecimiento del carácter
liberticida del comunismo, no pueden ser omitidos los refugiados en el mundo
libre. Ellos, relatando las experiencias de los países esclavizados, cumplen su
sagrado deber con las víctimas del comunismo y con las naciones donde
encontraron las posibilidades de una vida nueva y digna.
Los croatas pueden suministrar datos sobre un
aspecto, acaso el más horrendo del sojuzgamiento comunista. Trátase de las
matanzas sistemáticas de todos los elementos activos y combativos que
ofrecieron resistencia al expansionismo soviético, considerados por los
comunistas como obstáculo a la realización de sus planes. Trátase del fenómeno
que en la literatura política se denomina el katynismo, según el bosque de
Katyn donde se realizó la matanza en masa más renombrada y característica del
programa de expansión soviética. Allí fueron asesinados varios miles de
oficiales polacos y sus tumbas colectivas fueron halladas en 1943 cerca de
Smolensk, en Rusia[1].
Esa masacre de la élite militar e intelectual polaca
ocultada cuidadosamente por Moscú, fue perpetrada en 1940 por la policía
política soviética. Cuando en 1943 fueron halladas las tumbas colectivas en el
bosque de Katyn, Stalin trató de incriminar al ejército alemán. Por concurso de
circunstancias políticas, obtuvo cierto éxito de modo que, en el proceso de
Nuremberg, los delegados soviéticos -quienes en lugar de sentarse ellos también
en el banquillo de acusados por los crímenes contra la humanidad, se erigieron
en fiscales y jueces- imputaron la masacre de Katyn a los dirigentes del Tercer
Reich. Pero el tribunal internacional rechazó la denuncia soviética por no
haber sido comprobada debidamente.
Aunque por razones de conveniencia no era posible
juzgar, en aquel entonces a los responsables de la masacre de Katyn, por lo
menos años después ese crimen fue investigado y condenado al menos moralmente.
Por resolución unánime de la Cámara de Representantes de Washington se
constituyó el 18 de setiembre de 1951 una Comisión, que a fines de 1952 produjo
un extenso informe, comprobando que:
"las pruebas... evidencian en forma decisiva e
irrevocable que la N.K.V.D. soviética (policía política) había perpetrado la
matanza de los oficiales polacos en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk en
Rusia, antes de la primavera de 1940. La finalidad de dicha matanza -dícese en
el informe- fue la eliminación de todos los líderes polacos, que un día podrían
oponerse a los planes soviéticos de comunizar a Polonia[2].
Aquí nos interesan particularmente las constataciones
del informe de que hubo otras matanzas como parte de un plan único para la
conquista del mundo por los comunistas.
"La Comisión -expresa el informe- tomó
declaraciones de testigos que evidencian la existencia de otros Katyn. Deseamos
que, con los medios a nuestra disposición, la investigación de Katyn llegue a
descubrir otros numerosos crímenes contra la humanidad, cometidos por los
regímenes totalitarios. Esta Comisión opina que habría que formar un tribunal
internacional para examinar las supermatanzas, dondequiera fuesen perpetradas.
Las Naciones Unidas dejarán de cumplir con sus obligaciones hasta tanto no
anuncien al mundo que el katynismo y diabólico para la conquista del
mundo".
Se solicitó del Gobierno de Washington que pidiese a
la ONU la constitución de un tribunal para los casos del katynismo. Sin
embargo, por razones de procedimiento y las circunstancias imperantes en la ONU
-donde los países africanos y asiáticos se muestran sensibles únicamente a los
casos de dominación y violencia concernientes a las ex y actuales colonias
europeas, sin interesarles el colonialismo o la dominación soviéticos- el
problema de las masacres colectivas comunistas no fue debatido en el organismo
internacional. Acaso, con el correr del tiempo, ese máximo cuerpo internacional
se librará de la presión psicológica del bloque comunista y podrá debatir los
crímenes comunistas contra la humanidad y su dominación y explotación colonial
en tantos países.
Otros casos del katynismo, referidos en dicho
informe, son las matanzas colectivas y deportaciones de los patriotas bálticos
-de Lituania, Letonia y Estonia-, de los habitantes de la ex república alemana
en Volga, de los cosacos de Crimea, integrantes del ejército de Vlasov, y
otras, figurando entre ellas las matanzas en Corea. Casos típicos del katynismo
son también las matanzas en masa perpetradas por los comunistas yugoeslavos
contra los croatas y otros pueblos y minorías oprimidos de Yugoslavia.
UNO DE LOS MAS ABOMINABLES CRIMENES DE GUERRA
Hechos: masacres de cientos de miles de croatas e integrantes de otros pueblos y minorías de Yugoslavia
A continuación citaremos datos rigurosamente
verificados sobre las matanzas masivas perpetradas por los comunistas yugoeslavos
a fines de la guerra pasada. La descripción detallada de las masacres se dará
en segunda parte. Aquí señalaremos tan solo aquellos momentos que prueban que
se trata de un caso típico de katynismo.
Las matanzas en cuestión no fueron perpetradas contra
los adversarios comunistas en la lucha, mientras los combatían con armas, sino
sobre soldados desarmados y la población civil sin distingo de sexo o edad.
Solamente entre los croatas las víctimas ascienden a 200.000, y a 12.000 entre
eslovenos. Las masacres fueron perpetradas también sobre otros pueblos y
minorías nacionales de Yugoslavia, especialmente sobre la minoría étnica
alemana. Dentro del plan soviético de provocar una enemistad perdurable entre
los pueblos eslavos y sus vecinos occidentales, en Yugoslavia fue expulsada y
exterminada casi en su totalidad la numerosa minoría alemana, que antes de la
guerra contaba 500.000 miembros.
Con las matanzas sistemáticas se empezó ya en 1944,
tras la instalación del gobierno en Belgrado por el Ejército Rojo y bajo el
control comunista. Los comunistas, ya asistidos por los aliados occidentales,
estaban en condiciones de tomar todo el poder. El único obstáculo era la
promesa a los Aliados occidentales de que el pueblo, en comicios libres,
debería decidir sobre el futuro régimen y gobierno. Así fue convenido también
en la Conferencia de Yalta. Stalin convino con Churchill que la esfera de
intereses en Yugoslavia sería repartida por mitades. Este interés de los
aliados occidentales se debe a la posición estratégica del Adriático, dominado
a la sazón por la flota y la aviación angloamericanas con bases en Italia, de
donde apoyaban las operaciones del ejército comunista yugoeslavo en la
conquista de Croacia. En momentos en que la escuadra británica liquidaba a cañonazos
a la guerrilla griega, prevalecía la opinión de que los aliados no dejarían de
exigir elecciones libres en Yugoslavia. Y, si fuera necesario, desembarcarían
en las costas croatas del Adriático, donde la población los esperaba
ansiosamente como a auténticos libertadores. Por otra parte, los comunistas
conocían bien la capacidad de los croatas de oponerse a los abusos electorales,
por ejemplo, bajo los gobiernos dictatoriales de la Yugoslavia monárquica. En
las elecciones de 1935 y 1938, celebradas bajo fuerte presión, sin libertad de
prensa, propaganda y reunión, con voto público, los croatas votaron
unánimemente contra los candidatos de la dictadura.
Por esas razones, los comunistas yugoeslavos, a
medida que invadían las regiones croatas a fines de 1944 y a principios de
1945, liquidaban sistemáticamente a los destacados dirigentes nacionales, en
todos los niveles sociales, y especialmente a los partidarios de las
democracias occidentales. Muchos se salvaron replegándose en Zagreb, capital de
Croacia, bajo el amparo del ejército croata, que luchaba denodadamente contra
la invasión comunista respaldada por un lado por el Ejército Rojo y, por el
otro, por la aviación y la armada angloamericana de la vecina Italia.
A principios de mayo de 1945, el ejército croata
evacuó Zagreb y se retiró a través de Eslovenia hacia la frontera de Austria,
para rendirse a las tropas anglonorteamericanas. Al mismo tiempo se produjo un
éxodo en masa de la población civil en busca del asilo político en la zona
ocupada por las potencias democráticas.
Más adelante referiremos cómo las autoridades
militares británicas en Austria se rehusaron a aceptar al ejército croata de
cerca de 150.000 soldados como prisioneros, lo obligaron a deponer las armas y
repatriaron a más de 100.000 fugitivos croatas. El 15 de mayo de 1945 se
efectuó la entrega del grueso del ejército croata desarmado, a los comunistas
cerca de la ciudad austríaca de Bleiburg. Idéntica suerte le cupo a los
exilados eslovenos y a grupos menores de serbios y montenegrinos. Los
comunistas yugoeslavos se apoderaron, de ese modo, de varios centenares de
miles de sus adversarios, perpetrando después una matanza sistemática sobre los
oficiales, suboficiales, soldados, dirigentes políticos fugitivos,
intelectuales, campesinos, obreros, etc. Los que no fueron asesinados, pasaron
su amargo vía crucis en las "marchas de muerte", en los campos de
concentración y las cárceles.
Esas matanzas colectivas son denominadas por los
croatas "La tragedia de Bleiburg del pueblo croata" o el
"Superkatyn croata", pues la mayoría de los autores que se ocuparon
de ese caso de katynismo, están contestes en que fueron masacrados 20 veces más
croatas que polacos en Katyn y otros lugares en 1940 [3].
Análisis jurídico: violación flagrante de convenciones
internacionales y principios del mundo civilizado. El crimen del genocidio
Las masacres en masa de croatas que los comunistas
yugoeslavos perpetraron configuran, conforme a todas las definiciones
conocidas, la comisión de crímenes de guerra[4].
Considerando que esas matanzas, sin sumario ni juicio
previo y a menudo sin la identificación de las víctimas, comprendieron, además
de los soldados desarmados, gran masa de población civil, se trata de
flagrantes crímenes contra la humanidad. Las matanzas y torturas "con la
intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso", "matanza de miembros del grupo" o
"lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del
grupo"[5]
configuran un delito de derecho internacional en el sentido de la convención
posterior de las Naciones Unidas sobre el crimen de genocidio, a la que adhirió
también la Yugoslavia comunista.
La masacre de los desarmados oficiales, suboficiales
y soldados constituye una evidente violación de las Convenciones de Ginebra del
27 de julio de 1929 sobre el tratamiento de los soldados heridos y prisioneros
de guerra. El gobierno comunista yugoeslavo, que invoca la continuidad legal de
la Yugoslavia monárquica, tenía la obligación formal de observar esas
Convenciones a las que adhirió Yugoslavia el 20 de mayo de 1931. El Estado
Independiente de Croacia adhirió también a las citadas Convenciones el 29 de
enero de 1943 y, sobre el particular, el Consejo Federal Suizo informó el 13 de
marzo de 1943 a todos los Estados adheridos, significándoles que la adhesión de
Croacia surtía efecto inmediato[6].
Además, los representantes militares, tanto ingleses
como yugoeslavos, insistían, antes de que el ejército croata depusiese las
armas y se rindiese en Bleiburg, que los prisioneros de guerra serían tratados
de acuerdo a las convenciones internacionales, y los fugitivos repatriados de
acuerdo a las normas humanas y obligaciones de los Estados miembros de las
Naciones Unidas[7]
de modo que serían objeto de castigos sólo los verdaderos criminales de guerra.
La esperanza de que los anglonorteamericanos influirían para que así se
procediera fue uno de los factores decisivos de que el ejército croata
depusiera sus armas sin resistencia digna de mención.
Los principios generales de las convenciones
internacionales sobre los prisioneros y heridos son suficientemente conocidos y
por eso, a renglón seguido, transcribiremos tan sólo algunos párrafos:
"Está especialmente prohibido... matar o herir a
un enemigo que, habiendo depuesto las armas, careciendo de medios de defensa,
se entrega a discreción (Ap. de la Convención de La Haya, N° IV, de 1907). A
los prisioneros de guerra debe siempre dárseles un trato humano y protegerlos
especialmente contra actos de violencia, insultos y la curiosidad pública (Art.
2 de la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra). Los prisioneros
de guerra tienen derecho a que se respete su persona y su honor... Los
prisioneros retienen su plena capacidad civil (Id., art. 3). La potencia en cuyo
poder se hallan prisioneros de guerra debe ocuparse de su sustento (Id., art.
4). Todas las pertenencias y los objetos de uso personal - menos armas,
caballo, equipo e instrumentos militares- quedarán en posesión de prisioneros
de guerra... (Id., art. 6). Las autoridades militares y judiciales de la
potencia que tiene prisioneros podrán sancionarlos únicamente con las penas
previstas para actos idénticos contra las personas militares de su ejército
(Id., art. 46). Dicha convención contiene numerosas y detalladas disposiciones
sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra, su atención médica,
alimentación, necesidades intelectuales y morales, etc.
En la Convención de Ginebra sobre los heridos y
enfermos se estipula que para ellos rigen las normas generales del derecho
internacional, referentes a los prisioneros de guerra (art. 2) y, además, el
bando beligerante en cuyo poder se hallan los tratará en forma humana y
cuidadosa, sin hacer distingos de nacionalidad (Id., art. 1). Los demás
artículos hablan in extenso de asistencia médica, organización sanitaria y
cuidado de los heridos de guerra.
De la subsiguiente exposición de las masacres
comunistas sobre los croatas y otros grupos nacionales de Yugoslavia, y de las
declaraciones de los testigos oculares, publicadas en nuestra sección de
documentos, resulta obvio que los comunistas yugoeslavos han violado en forma
brutal e innegable las disposiciones del derecho internacional sobre los
prisioneros y heridos de guerra.
La mayoría de los soldados prisioneros, y casi la
totalidad de los oficiales y suboficiales, fueron asesinados sin sumario ni
juicio previo, después de haber sido vejados, torturados y robados. Los que no
fueron masacrados en el acto, tuvieron que caminar a través de Eslovenia y
Croacia, expuestos a toda clase de suplicios, privaciones y trato degradante, a
veces atados con alambre y formando las llamadas "marchas de muerte".
La mayoría pereció en esas marchas extenuantes, mortificados y agotados, sin
beber ni comer durante días, víctimas de los instintos bestiales y la furia de
sus custodios. Los que se quedaban por agotamiento eran fusilados en el acto. A
menudo fueron expuestos a malos tratos por parte de los comunistas civiles y de
la población serbia, incitada por los comunistas contra los croatas. En los
campos de concentración, el trato dispensado era degradante e infrahumano;
parecían más bien campos de exterminio. En varios campamentos, además de los
soldados desarmados, fue internada y torturada una gran masa de población
civil. Allí sucumbieron también al hambre y enfermedades nutridos grupos de la
minoría étnica alemana de Voivodina, actualmente provincia autónoma dentro de
la República Socialista de Serbia.
También fueron masacrados, en la mayoría de los
casos, los heridos de guerra junto con el personal asistencial. No sólo no se
les dispensó la atención necesaria prescripta por la Convención de Ginebra,
sino que fueron maltratados y castigados junto con quienes los cuidaban por
motivos caritativos o patrióticos. Ocurrió que las monjas católicas fueron
condenadas a muerte por haber atendido como enfermeras a los heridos de guerra.
En su desprecio por los principios básicos de la
humanidad, los comunistas hasta nivelaron y araron los cementerios militares.
Arrojaron a los prisioneros y fugitivos masacrados en pozos, ríos, fosos y
zanjas antitanques. Hay centenares de millares de tumbas desconocidas. Esa
crueldad infligida al adversario muerto configura una transgresión brutal de
las normas internacionales, expresamente de la Convención de Ginebra sobre los
heridos, que dice:
"Los bandos beligerantes... cuidarán de que
antes del entierro y la quema, los cadáveres sean revisados cuidadosamente y,
si es posible, por un médico con el fin de certificar la muerte, establecer la
identidad e informar al respecto. Además, se ocupará de que sean dignamente
sepultados, que sus tumbas sean respetadas y que se las pueda encontrar
fácilmente" (art. 4). En la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de
guerra leemos: "Los bandos beligerantes se ocuparán de que los prisioneros
de guerra, muertos en cautividad, sean dignamente sepultados y que sus tumbas
estén provistas de los necesarios signos de identificación, respetadas y
decorosamente cuidadas (art. 76).
La responsabilidad criminal de los gobernantes comunistas yugoeslavos
Todos esos crímenes no constituyen actos ilegales
cometidos por soldados individuales que pueden ocurrir en cualquier ejército o
donde haya grupos de hombres de diferentes sentimientos e intelecto, sino la
violación sistemática de las leyes y costumbres de la Guerra y de los Códigos
de las naciones civilizadas por los gobernantes[8].
La Convención de Ginebra, en el art. 2, establece
expresamente la responsabilidad del gobierno miembro en cuanto al tratamiento
de los prisioneros de guerra:
Los prisioneros de guerra se hallan en poder de la
potencia enemiga, y no en poder de individuos o partes de tropas que los
capturaron.
En 1945, en el momento de perpetrarse las matanzas
que nos ocupan, los comunistas yugoeslavos no eran un grupo desorganizado de
guerrilleros como al comienzo de sus operaciones, o pequeños grupos
desconectados, como la resistencia en Italia y Francia. Existían entonces el
gobierno y el ejército yugoeslavos bajo el control comunista, reconocidos por
los aliados como un gobierno y un ejército aliados con sus órganos y jerarquías
correspondientes. Las tropas que se encargaron del ejército croata desarmado y
de los fugitivos repatriados eran unidades regulares del ejército yugoeslavo,
igual que aquellas que los custodiaban en "las marchas de muerte",
los saqueaban, vejaban y masacraban.
El mismo dictador yugoeslavo, como comandante en jefe
del ejército yugoeslavo, expidió un elogio especial a las unidades del III
Ejército que en mayo de 1945 capturaron (según dice) en la frontera
yugoeslavo-austríaca más de 120.000 "oficiales y soldados enemigos"[9].
Justicia unilateral
Por lo demás, los dirigentes comunistas yugoeslavos
ni intentaron transferir su responsabilidad por las trasgresiones de las normas
de guerra y los principios jurídicos a elementos irresponsables y subalternos.
Hasta en la Unión Soviética se admiten hoy tantos crímenes y se los imputa a
Stalin y a sus colaboradores. En Yugoslavia procuran ocultarlos o, cuando no es
posible, darles una justificación política y moral, que evidencia la
idiosincrasia de la "nueva clase" y pone al desnudo su perversidad
consubstancial.
Por un lado, insisten en el castigo condigno de las
violaciones del derecho de guerra y de los principios de humanidad, perpetradas
por sus enemigos. En ese sentido, durante y después de la guerra, vienen
citando declaraciones de los gobiernos occidentales. Sin embargo, de sus proclamas
y procederes se colige claramente que únicamente sus adversarios políticos
deben ser castigados por los crímenes de guerra. Esas concepciones, esa
unilateralidad, son pura negación de la justicia. No afectan a un sector
exiguo, casos aislados, que se produjeron también en los países europeos
altamente civilizados, sino que se trata de la venganza colectiva contra grupos
enteros: movimientos políticos, prácticamente pueblos enteros y comunidades
religiosas. No fueron afectados tan sólo aquellas facciones políticas que ellos
calificaron de fascistas -que ni en los países occidentales fueron siempre
tratadas con escrúpulos- sino también partidos y grupos netamente democráticos.
Al no someterse a las directivas comunistas y no servir a sus fines liberticidas
y al expansionismo soviético, fueron declarados enemigos del pueblo y
colaboracionistas. Los demócratas convencidos fueron asesinados como
potenciales rivales en el caso de que los aliados insistiesen en la realización
de elecciones libres después de la guerra.
La razón de Estado, típicamente multinacional, contra
el legítimo patriotismo nacional
Los comunistas yugoeslavos interpretaron de una
manera que le es propia los derechos a la libertad e independencia de los
pueblos de Yugoslavia, que antes defendían en teoría. En esta cuestión obraron
como buenos alumnos de Stalin, principal teórico soviético en los problemas
nacionales. Pues Yugoslavia, como la Unión Soviética, es un Estado
plurinacional, con hegemonía de un solo pueblo. Durante la Yugoslavia
monárquica, los comunistas, igual que los revolucionarios en la Rusia zarista,
subrayaban el derecho a la separación de todos los pueblos y minorías oprimidas
en Yugoslavia, que llamaban "la cárcel de pueblos" y ejemplo típico
de explotación colonial[10]
de la mayoría en beneficio de Serbia y de su casta gobernante. Empero, durante
la guerra y por oportunismo político -como veremos más adelante-, defendían con
energía la necesidad "de la fraternidad y unidad" de los pueblos
yugoeslavos. Los pueblos y las minorías nacionales -particularmente los
croatas, los macedonios y las minorías albanesa, húngara y alemana- que en 1941
consideraron la desintegración de Yugoslavia como liberación nacional y se
oponían a su restauración, fueron tildados y tratados como traidores, lacayos
de los ocupantes alemanes, italianos, búlgaros y húngaros, renegados
merecedores del odio y de la terrible venganza colectiva. De hecho, en nombre
de la imposible lealtad a un odioso Estado multinacional y opresor, se condena
al auténtico patriotismo de los pueblos que tienen el sagrado derecho a
defender sus intereses legítimos dentro de su propio Estado nacional hasta
tanto no contraríen el bien general internacional.
Esta subversión de la escala de valores, esa supuesta
prioridad de lealtad hacia un Estado que fue y sigue siendo "cárcel de los
pueblos", frente al legítimo patriotismo nacional de los pueblos y
minorías oprimidos en Yugoslavia, llegó tan lejos que incluso la Iglesia
Católica fue incluida entre los presuntos traidores y enemigos de pueblo. Los
comunistas, al desatar la persecución contra la Iglesia Católica, recalcaban
que no lo hacían en su carácter de ateos combativos, sino porque los católicos
-la mayor parte son croatas-, según ellos, se pusieron al servicio del fascismo
y nazismo, aunque de hecho obraron como buenos patriotas, prescindiendo de
diferencias partidistas o ideológicas. Era lógico que la Iglesia Católica no se
opusiera a los anhelos de sus feligreses en Croacia a la libertad nacional, y menos
aun si se tiene presente que, tanto en la Yugoslavia monárquica como en la
comunista, el catolicismo fue y es objeto de discriminación en favor de la
Iglesia Nacional Serbia "Ortodoxa".
Sin embargo, los comunistas tienen su lógica. Para
ellos, la lealtad patriótica se identifica con la lealtad sumisa al Estado
comunista, sea éste nacional o multinacional, independiente o satélite. Si
pueden llegar al poder únicamente con la ayuda de Serbia, entonces es natural
que ella debe ejercer su supremacía sobre los demás pueblos y minorías
nacionales de un Estado, típicamente, multinacional. De hecho, tampoco hicieron
gran favor a los serbios. So pretexto de proteger los intereses de Serbia y de
su Iglesia Nacional, los llevaron a un conflicto irreconciliable con sus
vecinos, de modo que no tuvieron otro remedio que esperar su salvación de los
comunistas y los soviéticos. Exagerando los contrastes nacionales y ahondando
el odio de los serbios hacia los "traidores" -es decir los pueblos
que no querían luchar por Yugoslavia en su función de una Serbia engrandecida-,
lograron durante la guerra imponerse sobre la resistencia nacional serbia,
exponer la población serbia a grandes pérdidas y al final liquidar la monarquía
serbia, aunque, en su mayoría, los serbios son patriotas y adictos a su
dinastía.
Instigación de serbios ortodoxos contra croatas
católicos
Un aspecto harto repugnante de la explotación
comunista de los múltiples contrastes dentro de un Estado heterogéneo en lo
nacional, cultural y lo religioso, es la instigación al odio confesional. Como
es sabido, la mayoría de los croatas es católica y la minoría musulmana, es
decir, pertenecen a las comunidades religiosas del carácter universalista,
mientras que los serbios, a causa de su proceso histórico dentro de la
tradición cultural bizantina, organizaron su Iglesia Nacional. Además
identifican la nacionalidad con la confesión.
Siendo ortodoxos, los serbios ven a Rusia -no
obstante los regímenes imperantes allí- como protectora tradicional de los
ortodoxos balcánicos contra la Turquía islámica y los vecinos occidentales,
católicos. Considerando a Yugoslavia como su Estado nacional, en rigor como
Nación-Iglesia, los serbios, desde el comienzo, veían en los católicos y
musulmanes elementos anacionales, hasta antinacionales. Esa disposición básica
fue acentuada por la propaganda paneslavista rusa. Unicamente los ortodoxos
pueden ser adictos a Rusia, "madrecita eslava", mientras que los
católicos y musulmanes son leales a jefes religiosos extranjeros y solidarios con
los pueblos de su credo religioso, que no son eslavos, y que los serbios
consideran "enemigos hereditarios" de los pueblos eslavos. Además, el
a veces inconsciente pero vigoroso sentimiento de Serbia y Croacia de
pertenecer a civilizaciones diferentes a menudo agudiza reacciones emocionales
de tal carácter.
De lo expuesto sigue que durante la última guerra, no
les era difícil a los comunistas explotar los contrastes no solamente
nacionales, sino también religiosos entre los serbios ortodoxos por una parte,
y los croatas católicos y musulmanes por otra parte, pues los serbios querían
restaurar a Yugoslavia y los croatas lucharon por conservar su Estado nacional,
restablecido en 1941, cuando la Yugoslavia monárquica se desintegró en líneas
generales, de acuerdo al criterio nacional. Contra las aspiraciones nacionales
croatas, no contrariadas, claro está, por la Iglesia Católica, coincidieron
tanto los guerrilleros comunistas como los serbios nacionalistas. A los
comunistas les resultaba fácil incitar el odio a los croatas, especialmente al
clero católico y miembros de las organizaciones católicas. Cuando más tarde el
mariscal Tito se lamentó con hipocresía ante los periodistas extranjeros de no
poder liberar al prisionero cardenal Stepinac porque eo ipso provocaría a los
serbios ortodoxos, dijo la verdad, pero "se olvidó" de explicar quién
y por qué había exagerado los contrastes entre los cristianos occidentales y
orientales y que el cardenal Stepinac fue condenado como víctima expiatoria
para dar satisfacción a los serbios, previamente azuzados por los comunistas.
Paneslavismo como instrumento del expansionismo
soviético
El paneslavismo constituye una faceta importante en
la política comunista de explotación de los contrastes entre los elementos heterogéneos
del artificial Estado yugoeslavo. El hecho es que, durante la guerra, la Unión
Soviética, utilizando los sloganes de la propaganda paneslavista de la Rusia
zarista propugnando la "unidad y fraternidad" de los eslavos del Sur,
no atrajo a los croatas, sino, por el contrario, ahondó aun más el antagonismo
serbio-croata, mientras, como es lógico, atemorizó a las minorías no eslavas, a
saber la albanesa, la húngara y la alemana, como también a los Estados vecinos
no eslavos. y de modo especial a la Hungría y Rumania. Mientras los serbios se
sienten unidos a Rusia por el idioma -por consiguiente, y de acuerdo a las
teorías del racismo lingüístico, también por vínculos de sangre-, y por la
tradición política y cultural, los croatas, si bien pertenecen al grupo
lingüístico eslavo, por su religión, cultura y tradiciones políticas aborrecen
del paneslavismo, a veces más que los pueblos occidentales no eslavos. Eso se
debe mayormente a las experiencias del período entre las dos guerras, cuando
conviviendo con los serbios en el mismo Estado, los croatas probaron que toda
comunidad estatal, dominada por un pueblo de diferente tradición cultural y
política, procura imponer por la fuerza el ideal cultural del pueblo dominante
a los demás pueblos. Concretamente, los croatas se convencieron de que, en
nombre del eslavismo, querían imponerles la tradición político-cultural de
Serbia, de proveniencia bizantino- rusa, que para los croatas significaría la
desnacionalización, pues su cultura nacional, igual que la de los demás pueblos
occidentales, es una expresión peculiar de la mancomunión cultural occidental.
Para los croatas, renunciar a su tradición cultural occidental y aceptar la
bizantino- rusa equivaldría a renunciar a su cultura nacional y, siendo un
pueblo de habla eslava, transformarse en serbios sostenedores del paneslavismo
del tipo ruso.
No obstante ello, los comunistas, al optar por la
restauración de Yugoslavia en función de Estado nacional serbio y de exponente
de la Rusia Soviética, insistieron en las concepciones políticas paneslavistas,
de las que aborrecen los croatas, y los presentaron ante los serbios
paneslavistas y rusófilos como traidores del eslavismo. Y no sólo ante los
serbios sino también ante la opinión pública occidental que, durante la guerra,
había aceptado, en parte, la tesis de que la guerra entre el Tercer Reich y la
Unión Soviética tenía primordialmente el carácter de una guerra eslavo-germana,
aunque esos antagonismos deben ser considerados más bien como un problema de
encuentros y conflictos de diferentes civilizaciones, donde el idioma no juega
un papel decisivo. Lo testimonia el antagonismo permanente entre los eslavos
occidentales y orientales, Polonia versus Rusia, Croacia versus Serbia, pueblos
del mismo entronque lingüístico pero de diferentes tradiciones básicas
culturales y políticas.
Todos esos elementos contradictorios, muy confusos
para un observador extranjero, de la propaganda de guerra comunista, sirvieron
a los comunistas yugoeslavos para agudizar el hasta paroxismo los contrastes
con miras a presentar a sus adversarios individuales o en grupo como culpables
de las supuestas "traiciones" y merecedores de venganzas y masacres
colectivas.
Preparación de masacres mediante instigación al
"odio noble"
Citaremos a continuación algunos ejemplos de esa
propaganda "del odio noble", término usado por Milovan Djilas, jefe
de propaganda de los guerrilleros comunistas durante la guerra pasada.
Los comunistas yugoeslavos dieron gran publicidad a
los lemas proclamados en Moscú en 1942 con motivo del 25 aniversario de la
revolución rusa. Entre estos se puede leer:
¡Hermanos, eslavos oprimidos! _ ¡Levantaos en la
santa guerra nacional contra los imperialistas hitleristas, enemigos acérrimos
de los eslavos! ¡Viva la unidad combativa de los pueblos eslavos! ¡Soldados del
Ejército Rojo: Vengaos despiadadamente de las bestias germanofascistas! Sangre
por sangre, muerte por muerte [11].
En la misma oportunidad el Comité Central del Partido
Comunista Yugoeslavo dirigió un llamado a la juventud para que tomara venganza
del ocupante y de miembros de los movimientos nacionalistas anticomunistas:
"Que en vuestros jóvenes y patrióticos corazones
se enciendan con más ardor todavía el profundo odio a los enemigos
irreconciliables y comunes de nuestros pueblos y vuestra resolución de vengar
los sufrimientos, lágrimas y sangre de nuestra patria sojuzgada... [12]".
Milovan Djilas, a la sazón director de Borba,
principal vocero comunista, denegó a sus adversarios la calidad de hombres:
"Los perros fascistas sienten que son perros,
perros furiosos, en el peldaño más bajo de los seres vivientes..."
"Ya está allanado el camino para invitación a
cometer masacres: No los investiguen, no malgasten tiempo, no sutilicen con
ellos. Ellos saben lo que hacen. Mátenlos como a los perros, como lo han
merecido. Venguen las víctimas inocentes... No son copartícipes, son
criminales" [13].
Resulta interesante citar ahora, después de la
rebelión de Djilas, lo que pensaba en aquella época y en tal sentido escribía
numerosos artículos.
En un artículo de fondo en Borba, de 1942,
titulado "El noble odio", Djilas afirmó que los adversarios de los
comunistas son bestias en forma humana, y los describe en este orden. "El
soldado medio alemán se convirtió en asesino profesional y en bandido sin
conciencia, despojado de todo lo humano y noble... Los italianos... igualaron a
sus maestros alemanes en el saqueo, incendio, asesinato y violencias... Los
croatas ustachi son las bestias más feroces, sin corazón ni mente. Su corazón
es el nido del crimen, su mente sirve sólo para inventar crímenes cada vez más
horrendos... Los chetniks serbios devastaron poblados enteros de musulmanes y
croatas. En los puentes sobre el Drina degollaron uno tras otro, a centenares
de musulmanes atados con alambre, hombres, mujeres y niños... No hay traición,
vileza ni crimen que no cometería un chetnik. No hay traición, vileza ni crimen
que el "gobierno" exilado (en Londres) no premiaría y elogiaría. En
ese gobierno se despertó la bestia granserbia que no conoce fin ni medida en su
traición y crimen, que en un mar de sangre están sofocando, por motivos de
clase, la lucha de su propio pueblo para asegurarse en el futuro su sangriento
régimen hegemonista... "
"Los chetniks y los ustachi -continúa Djilas- no
son ni serbios ni croatas, no son hombres... Son bestias sanguinarias de la
selva de los imperialistas germano-fascistas... El único índice actual del amor
al pueblo es la profundidad del odio al enemigo... Buscar en esas fieras algo
humano significa atribuirles algo que no tienen ni pueden tener por su
condición social. Odiar al ocupante, odiar a sus adláteres, ese abyecto cáncer
en el hermoso cuerpo del pueblo, odiarlos con toda el alma, con todo su
pensamiento, con cada gota de su sangre, significa estar impregnado del noble y
gran sentimiento de los vengadores del pueblo... Tener piedad y compasión con
esas bestias sanguinarias, ¿no significa traicionar lo que te impulsa a la
lucha? Un odio despiadado hacia ellos, ése debe ser tu programa y tu juramento,
el noble ardor de los ideales por los que combates... Acordaos de que el gran
conductor de la humanidad progresista, el compañero Stalin, dijo: No se puede
vencer al enemigo si no se aprende a odiarlo... Se aprestan miles de nuevos
combatientes... Hay que enseñarles, a ellos y a la gran masa del pueblo, cómo
conocer al enemigo, cómo destruir su semblante inhumano, cómo asfixiarlo con su
llama, con su odio popular y noble: ésta es la gran tarea que se impone" [14].
Djilas ni siquiera trató de distinguir entre el ejército
alemán regular (Wehrmacht) y las formaciones nazis, entre soldados italianos y
los fascistas. En su vocabulario, los croatas que reclaman su Estado nacional
son "ustachi", y "bestias" los serbios que, aunque
partidarios de Yugoslavia como los comunistas, pero sin su régimen, deben ser
exterminados. El gobierno yugoeslavo exilado en Londres, reconocido como un
gobierno aliado incluso por la Unión Soviética, se halla incluido, "por
razones de clase", entre las "bestias". Igual trato a los
croatas que lucharon contra la restauración de Yugoslavia y a los su favor,
evidencia que a los comunistas les importaban únicamente la conquista del poder
y la expansión soviética, aprovechando los conflictos nacionales serbio-
croatas para destruir "al enemigo de clase" y adversarios de la
dominación soviética.
Odios y rencores ancestrales a los musulmanes
Hemos refrescado adrede los conceptos de Milovan
Djilas, quien luego se rebelará contra la "nueva clase" y describirá
la mentalidad balcánica en su estremecedor libro "Tierra sin
Justicia" (en traducción exacta, "Tierra sin juzgamiento ni
justicia").
"Creo que nací -escribe Djilas sobre sí mismo-
con sangre en los ojos. Mi primera visión fue de sangre. Mis primeras palabras
eran de sangre y estaban bañadas en sangre [15].
La manera de tratar en el pasado siglo a los
musulmanes en Montenegro bajo el gobierno teocrático del príncipe-obispo, quien
jugaba con las muchas cabezas de sus víctimas como si fueran manzanas[16],
se asemeja mucho a lo que les pasó a los adversarios del yugoeslavismo y el
comunismo al término de la segunda conflagración mundial.
"A los musulmanes -dice Djilas- los mataron o
expulsaron después de vencerlos. Hasta sus cementerios fueron nivelados y
arados... La toma de tierras musulmanas se consideró como una compensación de
los horrores, la carnicería y el heroísmo de la guerra (...), aunque eran de la
misma lengua y la misma sangre que los montenegrinos" [17].
Djilas describió también las matanzas de la población
musulmana, perpetradas con la complicidad de las autoridades de la Yugoslavia
monárquica, crímenes estos que los comunistas repudiaron en su tiempo por ser
obra de su "enemigo de clase" y que luego ellos heredarán e imitarán
al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
El destacado escritor comunista serbio Branko Copic
publicó en 1957 en Belgrado la discutida e interesante novela "La pólvora
sorda" (Gluvi barut), en la que relata la matanza y el exterminio de la
población musulmana por los guerrilleros serbio-comunistas[18].
Se trata de la descripción realista y novelada de uno de tantos casos en que
los comunistas explotaron a los fines de "liberación" a las incitadas
masas serbias contra sus conciudadanos de otra religión y otro origen. Esa
novela provocó sensación en la Yugoslavia "liberada" por haberse
atrevido su autor a relatar los crímenes cometidos por los comunistas, si bien
trata de justificarlos "dialécticamente". En ese sentido, la obra de
Copic contrasta con todo un aluvión de novelas y cuentos con temas de la
guerra, donde según el esquema de blanco y negro, todos los crímenes, excesos,
bestialidades y culpas se atribuyen exclusivamente al adversario.
Represalias en masa, negación de los principios del
mundo civilizado
Cuando Djilas escribía sobre "el odio
noble" obró de acuerdo con la idiosincrasia de su ambiente y, además, como
ideólogo comunista que trata de Justificar las masacres colectivas. Sus
antepasados semiprimitivos sabían, empero, que no procedían como hombres y
cristianos, que eran pecadores, pero hubo que esperar la llegada de los
comunistas, predicadores de una nueva ética y mensajeros de una nueva
civilización, para enseñarles que eso no es malo, sino algo grande, noble y
sublime, porque es el ideal del gran José Stalin. Más tarde Djilas se percatará
de que centurias de civilización se interponen entre la ejecución sumaria de
los derrotados en una guerra y el empleo de los procesos y protecciones
habituales de la justicia de acuerdo a la ley para determinar el grado y la
naturaleza de la culpabilidad individual.
Cuando Djilas preparaba y alababa las matanzas
colectivas, creyendo defender de ese modo la civilización contra la barbarie
nazi, el Presidente Roosevelt exponía el programa de los aliados unidos:
"El número de las personas que eventualmente
sean condenadas como culpables, indudablemente será muy reducido comparado con
el total de la población enemiga. No es la intención de este Gobierno y de los
Gobiernos asociados recurrir a las represalias en masa. Es nuestra intención
que se les imponga un castigo justo a los cabecillas responsables del asesinato
de miles de personas inocentes y de atrocidades violatorias de todos los
principios de la Fe Cristiana" [19].
Los tratadistas occidentales, conforme a los
principios de nuestra civilización, excluían toda idea de matanzas masivas por
eventuales transgresiones en la guerra. Para ellos era evidente
que en la justicia civilizada, incluso el criminal
tomado IN FRAGANTI DELICTO con un humeante revólver en la mano, es y debe ser
sometido a un proceso libre, capaz de permitirle su defensa y exponer los
argumentos de mitigación de la pena que pueda tener. Hasta los más flagrantes,
evidentes y repudiables criminales de guerra no deben, sin embargo, ser
castigados sin una comprobación a cargo de tribunales imparciales [20].
El empeño de los comunistas yugoeslavos de
tergiversar los propósitos políticos de sus adversarios durante la última
guerra no los exime de la culpabilidad de tantas violaciones de los elementales
principios humanos y de las normas del derecho de guerra, de horrendos crímenes
de guerra, sino que sirven más bien como prueba supletoria de que se trató de
la masacre de sus adversarios políticos. Asesinatos en masa y, como medio de
política nacional o internacional, son violación flagrante de los deberes
comunes de los Estados civilizados. El mero hecho de que el crimen en gran
escala haya sido envuelto en el manto de las propagandas políticas y de los
hechos de guerra, u organizado en nombre de verdaderos o supuestos intereses
nacionales, no es una defensa sino más bien una circunstancia agravante.
Coincidencias contra la libertad nacional de Croacia
y acusaciones mutuas entre chetniks y comunistas
No queremos omitir las insinuaciones de los
comunistas yugoeslavos contra la oposición croata, a cuyos integrantes tachan
de Quislings. Por eso es menester examinar tales cargos esclareciendo su origen
y alcance.
La aseveración de que los croatas -por haberse
rebelado contra la dominación serbia y restablecido, en 1941, su Estado
nacional declarando la separación de Serbia- son vulgares quislings, tipo
peculiar de colaboracionistas muy odioso en Occidente, no es un invento
comunista sino de los políticos serbios exilados en Londres. Estos, tras el
rápido colapso político de la Yugoslavia monárquica y de su capitulación sin
lucha -lo que años después Churchill definirá "suicidio vergonzoso de
Yugoslavia"- trataron de responsabilizar a los croatas por su supuesta
traición a Yugoslavia. Querían justificarse y al mismo tiempo crear un clima
favorable para la venganza contra los croatas y otros pueblos oprimidos en
Yugoslavia, una vez conseguida la victoria aliada. Dichos esfuerzos fueron
apoyados por el prestigio que hábilmente sacaron de las noticias sobre la
guerrilla nacionalista serbia de Draza Mihailovic cuya importancia fue
exagerada por parte de los Aliados occidentales por motivos de propaganda de
guerra.
Los comunistas yugoeslavos antes de la guerra, de
acuerdo con la táctica de aprovecharse de la oposición de los pueblos y
minorías contra el predominio serbio, bregaban por la separación de los pueblos
oprimidos. Haciendo hincapié en el derecho de autodeterminación de los pueblos
y minorías sometidos en Yugoslavia, los comunistas querían captar las simpatías
de las masas, en caso de que hubiese una nueva guerra. Según las instrucciones
de Lenin, los comunistas tenían que estar siempre preparados para transformar
la guerra internacional en guerra civil y mientras tanto hacer todo lo posible
para debilitar al reino yugoeslavo, creado por las potencias vencedoras en la
Primera Guerra Mundial para servir de piedra angular dentro del famoso
"cordón sanitario" contra la expansión soviética. A los croatas y los
demás pueblos y minorías dominados por los serbios, los comunistas, de acuerdo
con las instrucciones explícitas de Stalin, tenían que considerarlos como la
fuerza aprovechable para la destrucción del Estado yugoeslavo. Según el
criterio leninista, la lucha por la liberación nacional está en conexión
indisoluble con el problema general de la revolución proletaria. Los comunistas
en Yugoslavia debían sostener el derecho de autodeterminación y una efectiva
separación de cada una de las nacionalidades que la componen. Las fronteras del
Estado yugoeslavo, sostenía Stalin, creadas como resultado de la guerra y
violencias, no pueden convertirse en punto de partida y en base legal de la
solución del problema nacional[21].
Esa actitud de la jefatura comunista, radicalmente antiyugoeslava,
se vio parcialmente modificada, cuando, estando Hitler en el poder, la Unión
Soviética trataba de aliarse con Francia, protectora principal de Yugoslavia y
cuando los comunistas se sintieron decepcionados por haber fracasado en sus
empeños de conquistar a las masas croatas, aglutinadas en fuerte movimiento
nacional, democrático y humanista. Pero hubo mucha confusión en las filas
comunistas yugoeslavas a raíz del pacto Ribbentrop-Molotov y en los momentos
del colapso de la Yugoslavia monárquica que sobrevino estando todavía en
vigencia el pacto mencionado. Si bien a fines de 1940 había tirantez entre
Moscú y Berlín, precisamente a causa de los intereses encontrados en la zona
balcánica, los comunistas yugoeslavos seguían criticando a las "plutocracias
imperialistas del Occidente". Por eso, los comunistas croatas y macedonios
consideraron estar en "la línea general", cuando aceptaron la
disgregación de Yugoslavia en abril de 1941 con cierta satisfacción, pues la
reconstitución del Estado croata y la integración de Macedonia al reino de
Bulgaria pudo interpretarse como la realización del derecho de
autodeterminación de los pueblos subyugados por la dinastía serbia.
Los comunistas macedonios se adhirieron al partido
comunista búlgaro, que los afilió como la cosa más natural. Luego durante años
no quisieron tomar parte en las actividades guerrilleras encabezadas por el
partido Comunista de Yugoslavia. Tito en su Informe Político en el V Congreso
del Partido Comunista de Yugoslavia, celebrado en 1948, recalcó que en
Macedonia, debido a la oposición de los jefes comunistas, no era posible
"en los primeros años de guerra organizar un levantamiento armado"
pues opinaban, que Macedonia no estaba ocupada sino liberada por las tropas del
rey Boris, mientras que las tropas alemanas jugaron "un papel
positivo", ya que contribuyeron a la "liberación" de Macedonia[22].
En el mismo informe Tito acusó también a los
comunistas croatas, particularmente al secretario del partido, Andrija Hebrang.
Los comunistas croatas -recalcó Tito- asumieron una posición chovinista
respecto a los serbios y "estaban por el debilitamiento de la vinculación
de Croacia con Yugoslavia" y que en ellos se "notaba en cada paso de
cada día su desviacionismo hacia un separatismo nacionalista croata" [23].
Con otras palabras, los mismos comunistas croatas estaban de acuerdo con las
masas populares de Croacia que saludaron con entusiasmo la separación de
Croacia de Serbia.
La jefatura comunista cambió su táctica, declarándose
en favor del Estado yugoeslavo, cuando advirtió que para organizar una
guerrilla -cuyo objetivo principal en la primera fase era aliviar, mediante
actividades diversionistas, la presión alemana en el frente ruso y en la
segunda fase conquistar el poder en toda Yugoslavia y de modo especial destruir
la organización estatal de Croacia, obstáculo a la expansión del imperio
ruso-soviético hacia el Adriático- no podía valerse de los adversarios de
Yugoslavia sino únicamente podía explotar el descontento de las masas serbias
por la capitulación y la desintegración de Yugoslavia. Por eso los comunistas
tuvieron que declararse como firmes partidarios de la restauración de
Yugoslavia, considerada por los serbios como su Estado nacional, y por
consiguiente luchar contra "los separatistas" croatas. De allí su
coincidencia con los políticos chovinistas serbios en el gobierno del rey Pedro
II, entonces exilado en Londres al acusar a los croatas como traidores
quislings, fascistas y colaboracionistas, mientras los croatas en realidad
libraban una dura lucha por su libertad nacional.
Si bien los comunistas y los chetniks serbios
coincidían en el propósito de destruir el Estado croata[24],
divergían diametralmente en cuanto a la forma del futuro gobierno en Yugoslavia
una vez restaurada. Por consiguiente, los comunistas trataban de desacreditar a
sus contrincantes serbios, los chetniks de Mihailovic y el gobierno exilado en
Londres, acusándolos de querer restaurar la dictadura monárquica, organizar la
venganza colectiva contra los croatas y de colaborar a su vez con el mismo
enemigo. Los chetniks rebatían los reproches comunistas acusándolos no sólo de
quislings soviéticos y totalitarios sino que les reprochaban la colaboración
con los alemanes.
Por cierto que en los Balcanes los principios
políticos y las obligaciones internacionales se respetan mientras convengan a
los intereses momentáneos. Tampoco los chetniks y los comunistas fueron
excepción de esa regla. Por eso, lo principal es puntualizar, quién durante la
última guerra estaba luchando por la libertad nacional y política y quién por
la opresión. Lo demás son abstracciones, generalizaciones y confusiones.
Una definición de la traición tipo Quisling
La traición tipo Quisling era un fenómeno histórico
concreto. Analizándolo estableceremos los elementos siguientes: 1) Noruega,
antes de la invasión alemana, era una nación democrática y libre; 2) Vidkun
Quisling hizo traición aprobando y apoyando, como adicto de una ideología
totalitaria, la ocupación de Noruega por una potencia extranjera de idéntica ideología
política; 3) La potencia ocupante, como premio, le posibilitó participar en el
gobierno de su país, donde fue despreciado como traidor.
En síntesis, trátase de una traición prototipo de la
patria libre por codicia del poder y fanatismo antidemocrático.
Réstanos examinar qué posición tuvieron los croatas
en Yugoslavia entre las dos guerras mundiales; si los líderes del levantamiento
de 1941 traicionaron su patria y la causa democrática, habiendo sido por ello premiados
por el ocupante y despreciados por el pueblo. Por razones de metodología
conviene aquí traer a colación los hechos posiblemente reconocidos e invocados
por los mismos comunistas.
Ad I) Los croatas no han podido ser traidores de un
Estado que fue la negación de sus libertades nacionales y políticas
I. La Yugoslavia de preguerra ¿fue un Estado nacional
con régimen democrático?
Los comunistas niegan con razón ambas cosas. Antes de
la guerra la tesis oficial era que el Reino de Yugoslavia es un Estado
nacional, mientras que hoy oficialmente se reconoce que es un Estado
plurinacional, integrado por "varios pueblos y minorías nacionales. Se
reconocen cinco pueblos -el serbio, el croata, el esloveno, el macedonio y el
montenegrino-, cuatro literaturas nacionales, tres idiomas, dos escrituras (los
croatas y los eslovenos usan letras latinas y los serbios las cirílicas como
los rusos), y tres religiones. La división confesional coincide en líneas
generales con la nacional y cultural. La parte occidental del país -Croacia y
Eslovenia- es predominantemente católica, mientras que la oriental pertenece a
la Iglesia serbia nacional, estando los montenegrinos y los macedonios
subordinados a ella por razones chovinistas. Los serbios y los croatas, los dos
pueblos principales de Yugoslavia, nunca han convivido en un mismo Estado a lo
largo de su historia milenaria y cada uno posee su propia tradición estatal de
diferente tipo. Es decir, Croacia y Eslovenia son países de cultura y tradición
política occidental, y los serbios de las de Europa oriental. Es verdad, poco
se habla de las diferencias culturales en la Yugoslavia comunista, pues quieren
eliminarlas como un obstáculo a la integración.
La historiografía comunista insiste en que entre las
dos guerras no había libertades políticas ni nacionales. El Reino de Yugoslavia
fue gobernado en beneficio de los serbios como si fuera su Estado nacional, si
bien Serbia constituye apenas un cuarto de la población y del territorio
yugoeslavo. Los comunistas reconocen que Yugoslavia monárquica era un ejemplo
típico de opresión nacional y explotación económica, la "cárcel de los
pueblos".
Va de suyo que donde se violan los derechos e
intereses de la mayoría no cabe un gobierno democrático. La dinastía serbia
reinaba de acuerdo con la tradición autocrática bizantino- rusa, apoyándose en
la casta militar y la Iglesia nacional serbias. Los comunistas llamaron ese
sistema la "dictadura militarfascista del Rey".
Ad 2) Los croatas no se levantaron para ayudar a los
invasores, sino para instaurar su Estado nacional
II. En vista de lo antedicho, el levantamiento
nacional croata de 1941 fue dirigido contra la opresión extranjera y la
explotación, calificada por los comunistas "colonial". Que ese
levantamiento constituía un paso adelante en la liberación nacional de los
pueblos oprimidos de Yugoslavia, lo admitían incluso los comunistas, con la
reserva de que se trataba de una victoria del nacionalismo burgués. Empezaron a
interpretarlo como traición tipo Quisling recién cuando los soviéticos se
aliaron con Gran Bretaña y reconocieron al gobierno del rey Pedro II, exilado
en Londres. Entonces compartieron el punto de vista aliado, que insistía en la
ficción de la existencia de la Yugoslavia monárquica después de su
desintegración en abril de 1941, mientras que en Croacia ya funcionaba un
gobierno, reconocido "de jure" por varios gobiernos y "de
facto" por la Santa Sede, Suiza y Suecia[25].
En Europa, bajo la supremacía del Eje, Croacia, de 1941 a 1945, gozaba de tanta
independencia como otros Estados nacionales de la Europa Centro-oriental -
Bulgaria, Hungría, Rumania, etc.- y, por cierto, más de lo que disfrutan esos
países hoy en el imperio de los satélites soviéticos.
La posición comunista respecto a la legitimidad del
gobierno del rey Pedro Karageorgevich durante la guerra cambiaba según su
conveniencia para eliminar a la monarquía, y respecto a Croacia quedó
inalterable, aunque insostenible e ilógica. Apenas consiguieron controlar
cierta zona, harto inestable y limitada, y establecer en apariencia sus
autoridades, los comunistas consideraron a su Consejo Antifascista como
gobierno de facto, pidiendo el reconocimiento formal y diplomático de los
aliados. Al mismo tiempo deniegan el carácter de autoridad estatal al gobierno
de Croacia, que desde cuatro años antes controlaba casi todo su territorio, con
órganos visibles de autoridad, y reconocido desde el comienzo por varios
gobiernos con los que mantenía intensas relaciones diplomáticas comerciales,
culturales y de tránsito. En las postrimerías de la guerra los comunistas
accedieron a recibir mandato para formar el gobierno de la Regencia, designada
por el rey Pedro y en ese mandato fundan su continuidad legal de la Yugoslavia
monárquica de preguerra.
La tesis de que la lucha de los croatas por la autodeterminación
configura un crimen de traición fue concebida por los chovinistas granserbios
ya tras la creación de Yugoslavia en 1918. Semejante teoría y la coincidencia
entre los comunistas y los partidarios de la monarquía, reflejan no sólo
desconocimiento de los derechos de Croacia sino también una mentalidad extraña
y hostil al mundo occidental.
Según esta concepción, el mismo anhelo de los croatas
de preservar y afirmar su cultura nacional de tipo occidental, implica la
traición al mundo eslavo que debe regirse por la tradición cultural rusa,
antagónica a la occidental. De aquí las diferencias entre los croatas y los
serbios en la interpretación de la oposición de Croacia a la dominación serbia.
Desmembrada la monarquía de los Habsburgo - que
integró Croacia durante cuatro siglos (1527- 1918) como reino asociado con
atributos soberanos-, Croacia fue anexada al Reino de Serbia como una provincia
más. Eso significaba la pérdida de la individualidad política croata por
primera vez en 1.300 años de su historia, y dio motivo a la lucha del pueblo
croata por la libertad nacional, mientras que los serbios interpretaron esa
anexión como liberación de Croacia de las influencias culturales y políticas
extrañas de Occidente y como comienzo de su reintegración al mundo eslavo de
tradición cultural y política rusa. Los croatas se oponían a esa indeseable
comunidad estatal, en la que se trató por fuerza de desoccidentalizarlos e
imponerles un ideal cultural ajeno y diferente. El pensamiento nacional croata,
arraigado en la tradición cultural del Occidente, fue censurado en los textos
escolares y publicaciones oficiales como resabio de la presunta dominación
extranjera, de la influencia nociva de la Iglesia romana y de los vecinos
occidentales de Croacia que los serbios consideran "enemigos
hereditarios" de los pueblos eslavos. Mediante la censura, la policía y
los tribunales se reprimía cualquier defensa de la tradición nacional croata.
Todo ese proceso de opresión culminó con el asesinato
de los líderes democráticos croatas en el recinto del parlamento de Belgrado,
en 1928, y con la introducción subsiguiente de la dictadura del rey Alejandro
I, que decretó que en adelante el "Reino de los Serbios Croatas y
Eslovenos" se llamaría Yugoslavia, que sólo había un pueblo unitario
yugoeslavo y que los croatas no existen ni siquiera como una comunidad étnica.
Los comunistas en su condena de la tradición cultural
croata, proceden en forma diferente pero más enérgica. Mientras los monárquicos
serbios, tras la caída de la Rusia zarista, su protectora, hubieron de tener en
cuenta la actitud de las democracias occidentales, en ese sentido los
comunistas no vacilan, si bien reciben ayuda substancial de las potencias
occidentales. Para los comunistas yugoeslavos Rusia no es sólo el guía natural
y protector de los pueblos eslavos, acreedora de su lealtad, sino también la
patria del proletariado mundial, de la clase elegida. Por consiguiente, la
oposición croata a la influencia y la expansión de Rusia constituye doble
traición y merece ser reprimida sin miramientos.
En eso obran con más hipocresía que su antecesora, la
dictadura monárquica. Esta prohibió públicamente el nombre y los símbolos
nacionales croatas, mientras que los comunistas reconocen formalmente la
nacionalidad croata, pero con todos los medios de un poder totalitario tratan
de vincular a Croacia con una civilización extraña para poder equipararla así
con Serbia, dentro de una forzosa unión estatal.
El fin de todos esos conjuntos esfuerzos y de
regímenes políticos serbios tan opuestos era desplazar la influencia occidental
en beneficio del expansionismo serbio, de hecho, ruso. Esos esfuerzos se vieron
favorecidos por la triste situación imperante en Occidente y por el
enfrentamiento de grandes potencias europeas. Si ciertos gobiernos occidentales
en su afán de destruir el enemigo descuidaron la defensa de nuestra sociedad en
su frontera oriental amenazada, los croatas, soportando directamente los
embates de la expansión rusa, sabían que tenían que defender sus derechos a la libertad
y a la vez los intereses del mundo occidental. No sólo que los soldados croatas
-según lo demostraremos- no lucharon en la guerra pasada contra los aliados
occidentales y sí contra el comunismo, sino que destacaban en forma pública que
combatían por su libertad y no por ideologías políticas. Eso lo entendieron
bien los alemanes y trataron de impedir semejante interpretación de la lucha,
que ponía reservas al racismo alemán. Los anhelos de todos los patriotas
croatas sin distingos partidarios (sin excluir incluso cierto número de
comunistas) tendían a preservar el Estado croata. La gran mayoría confiaba en
que tras la victoria aliada el Estado croata debería organizarse
democráticamente y de conformidad con su tradición secular participar en la
futura comunidad de los pueblos europeos libres.
Ad 3) El restablecimiento del Estado Croata no fue
propósito y obra de Hitler sino del pueblo croata
III. Es obvio que el Estado de Croacia, restablecido
durante la guerra, pudo subsistir gracias al reconocimiento del Eje, que
controlaba el continente europeo, y con un régimen autoritario. Eso, empero, no
quiere decir que los activistas nacionalistas, líderes del levantamiento
nacional, servían los intereses del Eje o luchaban para tomar el poder. Ni el
desmembramiento de Yugoslavia ni la creación del Estado croata figuraban en los
planes de Hitler. Por el contrario, el Tercer Reich buscó la amistad de
Yugoslavia[26]. Recién
a principios de 1941 en vísperas de la campaña contra Grecia y Rusia, Hitler
presionó para que Yugoslavia adhiriera al Pacto Tripartito, con la obligación
de que las tropas alemanas no exigirían pase libre por el territorio
yugoeslavo. La Regencia suscribió dicho Pacto cuando constató que el ejército
no estaba en condiciones de oponerse al ataque alemán. El Pacto fue firmado el
25 de marzo de 1941 en Viena y dos días después un puñado de oficiales y
políticos dio golpe de Estado en Belgrado. Ese acto, seguido por la
desintegración ineludible y la liquidación definitiva de la Yugoslavia
monárquica, fue interpretado en Occidente, por motivos obvios, como acto de
solidaridad de un pequeño y valeroso país con los países que se oponían con
armas al dominio del Eje. Sin embargo, los putschistas no querían guerra. Su
propósito primordial era invalidar las concesiones políticas acordadas a los
croatas por la Regencia, consciente de la incapacidad defensiva del ejército,
no sólo a causa de la ineptitud y corrupción de su plana mayor, sino también
debido a que las tropas estaban integradas mayormente por los croatas y otros
conscriptos de los pueblos oprimidos, predispuestos a la rebeldía. El gobierno
golpista trató de convencer a Hitler de que respetaría el Pacto Tripartito[27],
pero éste quiso despejar la situación y decidió agredir a Yugoslavia.
En Croacia se sabía que el golpe de Estado, concebido
y ejecutado por un grupo de los oficiales y políticos serbios, estaba dirigido
contra la transacción política entre Zagreb y Belgrado, convenida ante el
riesgo común[28]. Ese
acto demostró definitivamente que no había posibilidad de una transacción
perdurable y creó condiciones para el levantamiento nacional. Ocurrió lo que el
Dr. Vladko Macek, destacado político, había anunciado durante la dictadura del
rey Alejandro al corresponsal del importante diario parisino oficioso "Le
Temps": que el pueblo croata, si se le privara de las libertades
fundamentales, se levantaría en la primera ocasión propicia[29].
Al proclamar los croatas, dos semanas después del
golpe, el 10 de abril, su independencia nacional, ese acto fue reconocido, más
no preparado, por las potencias del Eje[30].
Croacia consiguió entonces status de Estado independiente y, por lo tanto, no
fue un país ocupado. Es verdad que el gobierno croata tuvo que enfrentarse
durante la guerra con enormes dificultades, pero cuando se trató de defender a
la patria todos eran unánimes, incluso muchos de los que criticaban acerbamente
el régimen imperante. El pueblo, que en su gran mayoría dio su apoyo a la
defensa de la patria, supo distinguir entre regímenes pasajeros y el Estado nacional.
En ese aspecto resultan definitorias las
declaraciones del Arzobispo metropolitano de Croacia, cardenal Aloysius
Stepinac, ante el tribunal comunista, del 3 de octubre de 1946. Citaremos sólo
este párrafo:
"La nación croata se había declarado plebiscitariamente
a favor del Estado Croata y yo hubiera sido un infame si no hubiese sentido el
pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoslavia era esclavo. He dicho que
los croatas no podían ascender en la carrera militar o ingresar al cuerpo
diplomático, a no ser que mudaran su religión o se casaran con una ortodoxa. Se
trata, pues, de un problema del que yo tenía que hablar en mis pastorales y
sermones".
"Todo lo que haya dicho sobre el derecho del
pueblo croata a su libertad e independencia está de completo acuerdo con los
principios básicos enunciados por los Aliados en Yalta y en la Carta del
Atlántico, Si, conforme con estos principios, toda nación tiene derecho a su
independencia, entonces, ¿por qué se le niega a la nación croata? La Santa Sede
ha subrayado reiteradas veces que tanto las pequeñas naciones como las minorías
tienen el derecho a la libertad. ¿No puede, entonces, un obispo metropolitano
católico, mencionar siquiera este principio? Si hemos de caer, caigamos por
haber cumplido nuestro deber".
"Si creéis que este proceso complace al pueblo
croata, dadle la oportunidad de pronunciarse. Por mi parte, aceptaré su
veredicto. He respetado y respetaré siempre la voluntad de mi pueblo" [31].
Origen y alcance del Movimiento Ustacha
Los comunistas tratan de justificar ante el Occidente
las matanzas en masa de los croatas alegando que eran ustachi, tachados como
fascistas croatas. Las masacres y medidas terroristas de los comunistas en
Croacia son así presentadas como "liquidación de los resabios
fascistas".
Es cierto que esa propaganda tuvo cierta repercusión,
principalmente porque el mundo occidental tuvo la ocasión de saber algo más
acerca de los ustachi, en dos circunstancias, por conducto de informadores
propagandistas de las dos dictaduras yugoeslavas: la monárquica y la comunista.
A raíz del atentado contra el rey Alejandro en Marsella en 1934 los ustachi
fueron descriptos como terroristas internacionales, a sueldo de Italia. Por
segunda vez se habló mucho de ellos en 1941-45, cuando actuaron como factor
decisivo en el desmembramiento de Yugoslavia, en la restauración y defensa del
Estado de Croacia. Por lo tanto, nuestro cuadro sobre el katynismo yugoeslavo
no sería completo sin aclarar debidamente el origen, el carácter, el alcance y
la actuación de los ustachi.
La denominación verdadera de esa organización era
Movimiento Croata de Liberación Ustacha (insurrecto). Surgió sin estímulos
extranjeros y casi espontáneamente como respuesta al asesinato de los líderes
democráticos croatas en el Parlamento de Belgrado en 1928 -cuya inspiración se
atribuye con razón al rey Alejandro-, y a la implantación de la dictadura el 6
de enero de 1929, dirigida especialmente contra el nacionalismo croata. Ambos
sucesos revisten suma importancia para la evolución posterior de las relaciones
serbio-croatas. La gran mayoría de los croatas nunca creyó en la posibilidad de
una transacción política entre Croacia y Serbia, pero después del atentado en
el Parlamento y la implantación de la dictadura granserbia, prevaleció la
opinión de que no se podía luchar con éxito contra la dominación serbia sólo
por medios legales -los únicos conocidos hasta entonces en la vida política
croata- sino que había que recurrir a métodos revolucionarios y prepararse para
el momento cuando la situación internacional se tornase propicia al alzamiento
nacional. Hasta entonces, los partidos políticos croatas, estructurados dentro
de Austria-Hungría -país modelo del imperio del derecho-, no utilizaban los
métodos expeditivos de los países balcánicos, especialmente de Serbia. El mismo
Dr. Ante Pavelic (1889-1960), Poglavnik (jefe) del movimiento ustacha fue hasta
1929 diputado nacional por Zagreb, capital de Croacia, y uno de los dirigentes
del más antiguo partido croata, fundado por el Dr. Ante Starcevic (1823-1903),
político liberal, considerado el Mazzini croata. Su partido tenía una
denominación legalista: Partido del Derecho Constitucional Croata.
La dictadura había prohibido todos los partidos
croatas. El Partido Campesino Croata, mayoritario, fue el único que pudo actuar
en forma semilegal en la segunda fase de la dictadura real, después de la
muerte violenta del Rey-dictador en 1934. Su ideario era netamente democrático,
humanista y hasta pacifista. Con el Partido del Derecho Constitucional Croata
formaba el llamado Bloque Croata. El movimiento ustacha fue fundado en 1929,
como organización clandestina, cuyo fin era organizar la acción revolucionaria
y su objetivo supremo restablecer la independencia estatal de Croacia. Fue la
respuesta directa al desafío de la opresión y la dictadura serbias. Como tal,
carecía de tintes ideológicos. Más que a los movimientos fascistas de la época
se asemejaba a los carbonarios italianos. Su aparición era consecuencia directa
de la opresión de Croacia por un Estado típicamente balcánico como Serbia.
Sus contactos con los círculos políticos extranjeros
fueron determinados por las circunstancias y la situación creada, de modo que
los ustachi pudieron actuar contra la dictadura yugoeslava únicamente en los
países que los toleraban y, en ocasiones, los ayudaban. Se trata en primer
lugar de los países que reclamaban la revisión de los tratados de paz
concluidos después de la Primera Guerra Mundial: Bulgaria, Hungría, Italia,
Alemania y Austria.
La actividad del movimiento ustacha en su primera
fase, ilegal, culminó con el atentado contra el rey dictador Alejandro en
Marsella en 1934, en colaboración con los revolucionarios macedonios. Entonces
se sostenía que detrás del atentado estaba la Italia fascista. Luego se quiso
atribuirlo a influencias nazis. En realidad, el atentado fue organizado por un
grupo de jóvenes ustachi y su ejecutor fue un macedonio. Las autoridades
húngaras dieron ciertas facilidades a los atentadores (pasaportes). Después de
la guerra, escritores netamente antifascistas como Gaetano Salvemini sostienen
que Mussolini no fue el instigador del atentado, el que sobrevino, para él, en
muy mal momento, mientras se aprestaba a invadir Abisinia y propiciaba el
acercamiento a Francia. Los ustachi actuaron libremente en Alemania
democrática, pero no recibían ayuda alguna del régimen hitlerista. Por el
contrario, estaban bajo un rígido control, especialmente cuando se
establecieron relaciones amistosas entre Berlín y Belgrado. Pudieron actuar en
Alemania recién después del golpe de Estado del 27 de marzo de 1941. Cabe
destacar aquí, para comprender mejor la política yugoeslava, que el deseo de
los exponentes de la dictadura granserbia de debilitar la resistencia nacional
croata jugó papel decisivo en el abandono, por parte de Yugoslavia, de Francia
y de sus aliados de la Pequeña Entente. La condición principal de Belgrado para
mejorar las relaciones con Roma y Berlín era la prohibición de las actividades
de los exilados croatas. Los exilados en Italia vivían bajo el régimen de
deportación en Lipari.
En cuanto a las tan exageradas acciones terroristas
del movimiento ustacha, cotejadas con las acciones diversionistas de distintos
movimientos de resistencia contra la ocupación alemana, resultarían puro
diletantismo. Si se justifican los métodos empleados por los movimientos de
resistencia, no es sino hipocresía condenar los métodos empleados por los
ustachi. Y qué decir de la hipocresía de los comunistas o de los nacionalistas
serbios, sabiendo que la historia moderna de Serbia es inconcebible sin una
larga serie de acciones terroristas y atentados. Desde el punto de vista
croata, su patria estaba ocupada por Serbia de 1918 a 1941, igual que los
países ocupados por las tropas del Eje durante la última guerra, de modo que el
deber y el derecho de los patriotas croatas era oponerse a la violencia y a la
dictadura inclusive con medidas de fuerza.
Huelga hacer constar que no todos los nacionalistas
croatas aprobaban los métodos de acción directa, discordante con las
tradiciones croatas de la ética y del derecho. Hasta los más extremistas
responsabilizan en primer lugar al chovinismo serbio que obligó a los croatas a
defenderse.
La segunda fase, legal, del movimiento ustacha se
inició al producirse e} levantamiento nacional de 1941, cuando, por el concurso
de las circunstancias, esta organización, hasta entonces ilegal y secreta,
llegó al poder en el restablecido Estado de Croacia. El movimiento, por su
carácter de resistencia nacional clandestina no pudo tener gran caudal de
afiliados ni pretensiones a constituirse como un partido político y competir
por la influencia decisiva en el gobierno. El Partido Campesino Croata
ostentaba la representación legal del pueblo, pues en los comicios de 1935 y
1938 obtuvo casi la totalidad de los votos croatas, inclusive los de los
ustachi. Cuando Hitler, a raíz del "putsch" de Belgrado en marzo de
1941, resolvió invadir Yugoslavia, deseoso de sacar partido del descontento
general en Croacia, sus emisarios negociaban en primer lugar con los
representantes del Partido Croata Campesino. Recién cuando su presidente el Dr.
Vladko Macek rehusó encabezar el alzamiento revolucionario nacional coincidente
con la invasión nacional socialista, aparece como factor decisivo la
organización ustacha dentro del país. El Dr. Macek se retiró de la actividad
política, negándose a participar tanto en el gobierno croata como en el
yugoeslavo, exilado en Londres. En este último delegó al Dr. Juraj Krnjevic secretario
general de su partido, y él quedó en Croacia exhortando al pueblo a acatar las
órdenes de las nuevas autoridades. El Dr. Macek -que desde mayo de 1945 vive
exilado y actualmente reside en Washington- explicó que había tomado tal
actitud por no creer en la victoria de Alemania y por no considerar como líder
de un partido democrático, oportuno ni posible gobernar democráticamente en la
época cuando Europa estaba controlada por las potencias del Eje. Sus simpatías
políticas y esperanzas en la liberación de Croacia estaban ligadas a los
aliados occidentales.
El Dr. Macek pudo retirarse de la actividad política
durante la guerra, exponerse a persecuciones e internaciones, lo que no pudo
hacer el pueblo croata en conjunto ni el grueso de sus partidarios, cuando en
abril de 1941 el pueblo croata se enfrentó con el dilema: defender a
Yugoslavia, su cárcel nacional, y de los demás pueblos y minorías oprimidos, o
participar en el levantamiento por la independencia nacional. Aunque el
levantamiento se produjo en circunstancias inadecuadas, la gran mayoría del
pueblo adhirió espontáneamente. En él tomaron parte activa las organizaciones
locales del Partido Campesino Croata, especialmente las guardias urbana y rural
con sus jefes. El cardenal Aloysius Stepinac definió la disposición general de
los croatas en estos términos: "La entera nación croata se había declarado
plebiscitariamente en favor del Estado nacional croata y yo hubiera sido un
infame si no hubiese sentido el pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoslavia
era esclavizado".
La gran mayoría de los croatas esperaba que su
liberación nacional de la dominación serbia sobrevendría con la ayuda de las
democracias occidentales. Sin embargo, ocurrió al revés. La invasión de
Yugoslavia por los ejércitos del Eje posibilitó el alzamiento nacional.
Prevalecía la opinión de que en la guerra no se eligen aliados; se los acepta.
Si las naciones poderosas y democráticas como Inglaterra y Norteamérica se
aliaron contra los regímenes totalitarios, con la Unión Soviética, también
totalitaria, sin por ello convertirse en totalitarias y comunistas, entonces el
pequeño y oprimido pueblo croata en su lucha por la liberación nacional contra
la dictadura granserbia y luego contra el peligro comunista pudo también
recibir la ayuda indirecta del Eje, sin por ello renegar los ideales
democráticos.[32].
Ciertas actuaciones del movimiento ustacha como
también las de su líder son muy discutidas incluso por los croatas que durante
la guerra consideraron deber patriótico contribuir al restablecimiento del
Estado de Croacia y a su defensa contra los chovinistas y los comunistas
serbios. Por otra parte, es menester reconocer que, en los primeros tiempos, el
nuevo gobierno, con la mejor voluntad, no pudo controlar autoridades y grupos
armados locales, organizados espontáneamente, que, haciendo de policía y de
ejército, a menudo se extralimitaron en la represión de las acciones
subversivas e ilegales de quienes hasta ayer detentaban el poder en el Estado
yugoeslavo desintegrado. Esos excesos dieron motivo a noticias exageradas sobre
las represalias de que nos ocupamos en el capítulo siguiente.
El movimiento ustacha en su segunda fase legal,
cuando detentaba el poder, era el eje de una amplia coalición nacional, de la
que participaban grupos patrióticos y personas de distintas ideologías, más
bien que un partido totalitario monolítico. En el gobierno, en la
administración y hasta en las filas ustachi, en todos los niveles, había muchos
patriotas, afiliados antes de la guerra a agrupaciones democráticas y reacios
al fascismo, que en Croacia era impopular también por pretensiones
irredentistas italianas respecto a Dalmacia, donde prácticamente no hay
italianos. Tampoco congeniaban con el racismo nazi, condenado por la Iglesia
Católica. Hasta en las publicaciones principales más influyentes del movimiento
ustacha se sostenía la tesis de la "guerra croata", es decir, que los
croatas no luchaban por una determinada ideología política, sino en defensa de
su independencia nacional. En aquella situación eso significaba no
identificarse con la ideología nazi. Cuando, a fines de la guerra, se
vislumbraba la posibilidad de un desembarco de los aliados en la costa croata,
todos los croatas estaban dispuestos a acogerlos como amigos y unirse a ellos[33]
contra los comunistas, adversarios acérrimos del eventual desembarco[34].
En ese sentido se intentó en Croacia un golpe de Estado tipo Badoglio,
encabezado por los ministros del Ejército y del Interior, ambos destacados
dirigentes ustachi[35].
Antes de la guerra, se intentó fundar en Croacia el Partido nacionalsocialista,
que no prosperó y pronto fue disuelto. Si bien en una Europa bajo control
militar del Eje era ineludible la adopción de ciertos signos externos, medidas
y pronunciamientos, en Croacia en realidad nunca fueron propagadas ideologías
racistas y totalitarias[36].
Eso no era posible a causa de los hondos sentimientos religiosos de los
católicos y de los musulmanes. La influencia de la Iglesia católica era
decisiva tanto en el plano moral como intelectual.
La teoría sobre el origen godo de los croatas surgió
fuera de Croacia como una de las tantas teorías sobre el origen de las tribus
croatas que a principios del siglo VII emigraron de la Polonia actual a las
provincias romanas Dalmacia y Panonia donde crearon una organización política.
En torno a ese núcleo, mediante el proceso etnogenético, muy parecido al de
tantos pueblos europeos, de elementos étnicos heterogéneos (ilirios, celtas,
griegos, romanos, tracios, avaros, eslavos, germanos), se formó el actual
pueblo croata como peculiar grupo étnico nacional. Durante el romanticismo
europeo se creía que los antiguos croatas eran ilirios. Más tarde, bajo el
impacto del paneslavismo, predominó la teoría de los filólogos alemanes sobre
el origen eslavo de los croatas. En época reciente surgieron teorías, basadas
en eruditos estudios históricos, sobre el origen iranio, godo y hasta mogólico
del núcleo inicial croata.
Cierto alcance político, mas no racista, tuvieron
esas teorías sobre el origen no eslavo de los croatas en los tiempos de la
oposición a la teoría oficial, decretada por el rey dictador Alejandro, que
sustentaba la unidad étnica del pueblo sureslavo. Servían también como antídoto
a las tendencias y teorías oficiales sobre el racismo eslavo, despojadas de
todo fundamento científico. Por eso, cuando los comunistas persiguieron después
de la guerra a los historiadores croatas, condenando a varios de ellos a la
pena de muerte (entre ellos al profesor Querubín Segvic, anciano sacerdote de
80 años, colaborador del L'Osservatore Romano), que en sus estudios
científicos sostenían la teoría goda, defendían de hecho la teoría sobre el
racismo paneslavo.
Por consiguiente, si con rigurosa objetividad
analizamos el movimiento ustacha en todas sus etapas, hemos de concordar con
los estudiosos de las ciencias políticas que no lo clasifican entre los
movimientos extremistas fascistas, sino en los llamados "movimientos
autonomistas", es decir, movimientos nacionalistas que en primer lugar
perseguían la liberación nacional[37].
Los comunistas verdaderos traidores quislings de
Croacia antes y ahora
Croacia en 1945 sucumbió ante fuerzas muy superiores
y fue reincorporada a Yugoslavia, restaurada por los comunistas. Todo el mundo
sabe que los croatas en la primera oportunidad se levantarán de nuevo para
restablecer su independencia nacional. El pueblo croata considera como
quislings a los comunistas, esta minoría insignificante. Efectivamente, los
jefes comunistas en Croacia, por fanatismo político, propiciaron no sólo la
ocupación extranjera de su patria sino también la liquidación del Estado
nacional croata. Lo hicieron sabiendo que sin la ocupación serbio-rusa Croacia
rechazaría el comunismo y se uniría a las naciones democráticas. Por ello no
pudo obtener status de Estado independiente incluso dentro del imperio de los
satélites soviéticos. Lo que fue reconocido a tantos países de Europa
Centro-oriental, no integrados directamente en la Unión Soviética, no lo fue
para Croacia. Esta fue anexada por Serbia formalmente como una república federal
- parecido el caso de Ucrania en la Unión Soviética-, pero, de hecho, bajo la
ocupación extranjera, gobernada por el partido comunista, en que dominan los
serbios[38].
Dentro del bloque comunista, hasta la pequeña Albania obtuvo status de Estado
independiente, pero no Croacia, con milenaria historia cultural y política, que
suministra algunos de los principales artículos de exportación de Yugoslavia y
además posee la mayor parte de industria yugoslava. De ella sale casi la
totalidad de la producción del petróleo, aluminio y madera. Suministra barcos,
controla toda la navegación marítima y es principal atracción turística.
Los dirigentes comunistas yugoeslavos siguen siendo
quislings también después del conflicto entre Moscú y Belgrado. Si Yugoslavia,
como tal, ya no dependía tanto de la Unión Soviética, Croacia siguió
subordinada a Serbia. Los jefes comunistas de Croacia evidenciaron aun más su
carácter de quislings cuando servilmente aplaudieron la liquidación del ex
secretario general del Partido Comunista croata, Andrés Hebrang, quien fue
asesinado bajo acusación de haber intentado oponerse a la dominación serbia en
Croacia, esta vez en forma nueva.
Resultan improcedentes las analogías entre los eventos políticos de Noruega y los de Croacia durante la guerra.
Si a toda costa se quiere recurrir a analogías
históricas, susceptibles más bien de alejarnos que de aproximarnos a la verdad,
cabría únicamente trazar la similitud entre la lucha de los croatas y la de los
irlandeses en la Primera Guerra Mundial, o la de Birmania en la Segunda.
Los nacionalistas irlandeses, mientras combatían por
su independencia nacional, no rehusaron cooperar con la Alemania del Kaiser,
aunque era evidente que el régimen de Guillermo II no era su modelo político.
Birmania durante la guerra pasada sacudió su
dependencia colonial de Gran Bretaña con la ayuda del Japón aliado del Tercer
Reich. No obstante, al terminar la guerra, fue reconocida como Estado
independiente. Es muy probable que sin ese proceso hoy estaría dominada por los
comunistas.
Las dos guerrillas yugoeslavas, que disponían de
medios informativos aliados para difundir su propaganda, presentaban sus
esfuerzos liberticidas como lucha por la liberación contra los ocupantes y los
traidores internos exagerando desmedidamente las pérdidas sufridas durante la
guerra. Con esa propaganda lograron impresionar al mundo libre, al punto de que
muchos autores y publicistas toman por verídicos o probables los datos
oficiales yugoeslavos[39].
Así Pierre Renouvoin, catedrático en la Sorbona y miembro del Instituto Francés
de París, aduce que Yugoslavia tuvo durante la guerra pasada 1.706.000 bajas, o
sea el 10,8% de la población de preguerra, a raíz de la guerra internacional y
civil.
Pérdidas materiales causadas por la guerra
Los daños materiales ascenderían a 9.000 millones de
dólares. Renouvoin alega que se destruyó 20% de casas, 24% de frutales, 38% de
viñedos 50-60% de ganado, 80% de material ferroviario, 36% de plantas
industriales y herramientas, y 20.000 talleres artesanos[40].
En las publicaciones de las Naciones Unidas las
pérdidas humanas se estiman en 300.000 soldados y 1.400.000 civiles[41].
El fiscal soviético en el tribunal de Nuremberg, L.
N. Smirnov, culpó al Tercer Reich de la muerte de 1,5 a 2 millones de personas
en Yugoslavia[42].
Exagerando esas cifras, los comunistas yugoeslavos -
responsables principales de esas pérdidas -persiguen efectos políticos, si bien
se trata de hechos que acusan más a ellos que a sus enemigos.
Mientras exageran los daños materiales -tema éste que
abordamos aquí de pasada- los comunistas quieren en cierto modo justificar la
falta del bienestar prometido en el nuevo orden económico, sus reclamaciones de
elevadas reparaciones y la cuantiosa ayuda que reciben de los países
vituperados por ellos como capitalistas.
En el mismo texto Renouvoin observa que la suma
aducida de 9 mil millones de dólares de pérdidas materiales supera los daños
sufridos por Gran Bretaña. Se impone la pregunta, ¿cómo es posible que en un
país relativamente pobre -donde diez años después de la guerra el ingreso
nacional oscilaba entre 2 y 3 mil millones de dólares- esos daños sobrepasen
los de Gran Bretaña, tan castigada por los bombardeos?
Los que han vivido durante la guerra en el territorio
de Yugoslavia actual saben que ciertas cifras son absurdas, como por ejemplo
las relativas a la destrucción de frutales y viñedos. Ni siquiera el parque
ferroviario, destrozado sistemáticamente por los comunistas, quedó tan dañado,
pues las líneas principales funcionaron hasta el final de las hostilidades.
Pérdidas humanas
Aquí nos interesan preferentemente las pérdidas
humanas causadas por la guerra y las matanzas colectivas. Los especialistas demográficos
alemanes abordaron ese problema a raíz de las acusaciones comunistas contra el
ejército alemán. Comparando las estadísticas demográficas de Yugoslavia de pre
y posguerra, llegaron a la conclusión de que los datos oficiales comunistas
sobre los caídos y muertos son harto exagerados.
Mientras, según los datos oficiales, la población de
Yugoslavia a causa de la guerra disminuyó en 2,21 millones, el profesor Ipsen
Gunther opina que es más probable la cifra de 1,69 millones (1.05 millones de
varones y 0,64 millones de mujeres). Esa cifra comprende no sólo a los caídos y
muertos, sino a los que murieron como prisioneros de guerra, a los exilados,
personas desplazadas y la disminución de natalidad durante la guerra[43].
Se puede obtener una cifra aproximativa de las
víctimas de distintas masacres en Yugoslavia durante y después de la guerra en
Yugoslavia, si de la cifra total de 1,69 millones que dan los especialistas
extranjeros, o de la oficial de 2,21 millones, se descuenta el número de
nacimientos disminuidos, de los exilados y desterrados, de los militares y
civiles caídos en operaciones de guerra, principalmente a causa de los
bombardeos.
Nacimientos disminuidos- Exilados políticos
Los técnicos en estadísticas yugoeslavos estimaron
que a causa de la guerra hubo 424.755 nacimientos menos. Supongamos probable
esa cifra.
En cuanto a los exilados políticos no hay cifras
exactas. Como punto de referencia puede servir la declaración formulada por
Alejandro Rankovic, vicepresidente del gobierno comunista yugoeslavo, a raíz
del proyecto de ley de amnistía, promulgada en marzo de 1962. Rankovic en esa
ocasión citó la cifra de 200.000 exilados y prisioneros de guerra, que no
quisieron regresar a Yugoslavia[44].
Desde luego que el jefe de la temible policía política (OZNA, luego UDBA) no
incrementó, sino más bien rebajó ese número.
Componentes de las minorías nacionales exilados y
desterrados
De la amnistía fueron exceptuados los exilados de las
minorías étnicas y en primer lugar los alemanes[45].
Antes de la guerra, había 499.900 integrantes de la
minoría étnica alemana en Yugoslavia. De hecho, su número era más elevado.
Según los datos oficiales, en 1948, en la Yugoslavia comunista vivían sólo
55.328 integrantes de la minoría étnica alemana.
A fines y después de la segunda contienda mundial
disminuyó considerablemente el número de los integrantes de las minorías
étnicas húngara, albanesa y turca. Según distintas estimaciones su número
oscila alrededor de 100.000.
En el territorio actual de Yugoslavia, que antes de
la guerra pertenecía a Italia, la minoría étnica italiana disminuyó en casi
175.000.
El profesor Ipsen opina que, en vista del elevado
número de fugitivos y expulsados, el total de las minorías étnicas en
Yugoslavia disminuyó en 700.000. Esta cifra no comprende a los masacrados,
condenados a muerte o muertos en los campos de exterminio que, por cierto, no
eran pocos.
Setenta mil miembros de la minoría alemana asesinados
Según los datos contenidos en una publicación
semioficial alemana, en la República Federal de Alemania residen actualmente
147.494 alemanes, exilados y expulsados de Yugoslavia, y en Austria cerca de
150.000. Con los que emigraron a los países de ultramar y los que viven en
Yugoslavia, el total de la minoría alemana en Yugoslavia durante la guerra y
que todavía viven serían 409.500 personas. La cifra de los asesinados en
Yugoslavia o muertos en los campos de concentración llegaría a 68.664. Los
restantes, unos 20.000, son soldados caídos en la guerra o desaparecidos en el
cautiverio ruso[46].
Total de los caídos y asesinados en Yugoslavia
Tomando por exacta, si bien exagerada, la cifra de la
disminución de la población durante la guerra de 2,21 millones y restando la
cifra de nacimientos rebajados de 424.755, calculada por los especialistas
yugoeslavos, más 200.000 exilados y 700.000 expatriados y expulsados de las
minorías étnicas obtendremos la cifra de 885.245 muertos y asesinados en todo
el territorio de la Yugoslavia actual. Eso representa casi la mitad del número
de los caídos con que operan las estadísticas yugoeslavas por motivos
propagandísticos. El profesor Ipsen cree que ese número de caídos es todavía
mucho menor. A título de comparación acotamos que Gran Bretaña tuvo en la
guerra pasada 530.000 bajas y Francia 500.000.
Número de los partisanos caídos
Si queremos establecer la cifra de las víctimas de
las masacres y las represalias, debe descontarse de la cifra consignada el
número de los guerrilleros de Tito caídos y de la población civil muerta
accidentalmente a causa de las operaciones de guerra, principalmente
bombardeos.
Los datos de las Naciones Unidas se refieren a
300.000 soldados yugoeslavos caídos en la última guerra. Según los datos
yugoeslavos oficiosos e imprecisos es obvio que ese número no incluye a los
chetniks ni a los componentes del ejército croata. No resulta claro si esa
cifra de 300.000 abarca también a los componentes del ejército yugoeslavo
caídos durante la campaña del 6 al 18 de abril de 1941. En todo caso, su cifra
no fue elevada, pues no hubo resistencia seria a la invasión. Los alemanes,
según sus datos oficiales, tuvieron en la campaña balcánica (Yugoslavia y
Grecia), abril de 1941, sólo 1.099 bajas. Las bajas del ejército yugoeslavo
tampoco han podido ser grandes.
La cifra de 300.000 caídos partisanos es un poco
exagerada, si bien ha sido elevada. Tantas pérdidas se deben al trato inhumano
con los efectivos reclutados por fuerza. Los partisanos escaseaban, en escala
subhumana, de víveres, ropas, aprestos y medicamentos. Guerreaban en zonas
apenas transitables, recurrían a marchas forzadas de día y de noche, carecían
de bases y viviendas. Unicamente los fanáticos comunistas, impulsados por el
ansia de poder, sin miramientos a los sufrimientos y sacrificios humanos,
podían obligar a la gente a pelear en tales condiciones inhumanas.
Hasta algunos comunistas protestaron contra
semejantes sacrificios cuando se hizo patente que Alemania sería vencida. Los
observadores aliados en los cuarteles partisanos vieron muchas cosas, pero no
les fue posible apreciar todos los horrores, la barbarie y la miseria de las
tropas movilizadas por los aventureros comunistas.
Es cierto que sufrieron también los comunistas, pero
muchísimo más los que reclutaron por fuerza, pues los controlaban y castigaban
despiadadamente al notar la más mínima vacilación. De modo que la mayor parte
que cayó por su causa, fueron víctimas de ellos.
Otros soldados caídos durante la guerra
Entre los soldados caídos durante la guerra debe incluirse
también a los integrantes de las formaciones militares anticomunistas de varios
pueblos y minorías de Yugoslavia.
Los serbios peleaban, fuera de las filas partisanas,
como chetniks al mando de Draza Mihailovic, y a las órdenes del gobierno serbio
de Milan Nedic, designado por los alemanes. Los chetniks de Nedic combatían
exclusivamente contra los guerrilleros comunistas, y los de Mihailovic
principalmente contra los croatas. En Macedonia, anexada a Bulgaria, reclutaba
el ejército búlgaro, y en Voivodina, incorporada a Hungría, movilizaba el
ejército húngaro. Los miembros de la minoría alemana integraban unidades
militares alemanas. Algunos croatas y eslovenos de la zona anexada por Italia
servían bajo las banderas italianas. En Eslovenia fueron organizadas unidades
de domobranci para contrarrestar el terror comunista. Las fuerzas armadas
croatas, por ser más numerosas, sufrieron más bajas. Los soldados croatas,
defendiendo su patria, lucharon con valentía contra los comunistas y los
chetniks.
Según una estimación cautelosa, cayeron en los
combates, aparte de las masacres comunistas perpetradas después de la guerra,
más de 100.000 integrantes de dichas formaciones militares, de modo que el
total de los combatientes caídos en Yugoslavia durante la guerra llega a más de
400.000.
Víctimas de los bombardeos y otras operaciones
bélicas
A causa de los bombardeos y otras operaciones bélicas
cierto número de civiles perdió su vida. A raíz del bombardeo de Belgrado del 6
de abril de 1941, murieron 17.480 personas, conforme a los datos oficiales.
Hubo durante la guerra varios bombardeos de mayor o menor escala con sus
respectivas víctimas. Esos bombardeos eran más de los aliados desde sus bases
en Italia que de los alemanes. Generalmente se realizaban a pedido del comando
partisano[47].
Cómo abusaban los comunistas de la ayuda aliada, lo
prueba la declaración del diputado por Ohio, Wayne L. Hays, formulada el 13 de
diciembre de 1950, en una sesión del Congreso:
"Sé positivamente que Tito solicitó que los
bombarderos norteamericanos atacaran Belgrado el domingo de Pascua (ortodoxa)
del último año de la guerra... Fijó el día y la hora. Ocurrió que ese día y a
esa hora, por casualidad supongo, fue el domingo de Pascua y la hora de la
salida de los serbios de los templos ortodoxos" [48]
Cabe estimar, pues, en 50.000 el número de las
víctimas de los ataques aéreos.
Cerca de 400.000 víctimas de represalias y masacres en masa
De ese modo llegamos al total de 450.000 bajas
causadas por la acción directa de la guerra, y su mayor parte se debe a los
métodos inhumanos de la guerra de guerrillas. Si restamos ese número de la
cifra presuntiva de los combatientes caídos y de la población civil perecida de
885.245, resulta que unas 435.000 personas perdieron la vida a causa de las represalias
y masacres.
De ese saldo trágico debe descontarse el número de
los judíos masacrados en el territorio de Yugoslavia, donde había, según las
estadísticas de 1931 cerca de 60.000. Este número incrementó en vísperas de la
guerra a causa de la afluencia de los judíos fugitivos de Alemania y las zonas
ocupadas por el Tercer Reich. Según la ya citada publicación oficiosa alemana,
a principios de la guerra abandonaron Yugoslavia 22.000 judíos, temiendo la
invasión de Hitler. Ellos deben ser incluidos en la cifra de 700.000 miembros
expatriados o desterrados de las minorías nacionales. Durante 1942/43 -según la
misma fuente- fueron llevados a los campos de exterminio de Polonia unos 32.000
judíos de Yugoslavia [49].
Determinados judíos fueron matados en distintas regiones de Yugoslavia.
Llegamos así a la cifra de 400.000 víctimas de las
represalias y masacres entre los serbios, los croatas y demás pueblos y
minorías de Yugoslavia, perpetradas por varias formaciones militares y
policiales.
Los chetniks serbios iniciaron matanzas en masa
Por orden cronológico, los monárquicos serbios fueron
los primeros en recurrir a represalias. Antes de la guerra, en el ejército
yugoeslavo, controlado por la oficialidad serbia, se organizaron batallones
especiales de chetniks para aterrorizar a la población civil. Esos batallones
fueron denominados chetniks, según la homónima organización diversionista de la
época de las luchas contra los otomanos y el Imperio de Austria-Hungría. En
vísperas y durante la guerra su misión era: a) impedir posibles rebeliones de
los croatas y otros pueblos oprimidos, y b) organizar en la retaguardia del
frente, en el territorio ocupado por el enemigo, acciones diversionistas. Con
tal propósito, disponían de depósitos de armas secretos en las zonas pobladas
por los serbios
Durante la guerra de doce días los chetniks no
entraron en acción a causa de que el clima de rebeldía, especialmente entre los
croatas, macedonios y las minorías albanesa, alemana y húngara, era tan
enardecido que no se atrevieron a tomar represalias. Cuando el ejército
yugoeslavo capituló el 18 de abril de 1941, tras el fulminante derrumbe
político y militar, de acuerdo a las normas del derecho internacional debieron
cesar todas las operaciones bélicas de los integrantes del ejército yugoeslavo.
En general así fue, por lo menos las primeras semanas. Hubo casos aislados de
ataques chetniks contra las tropas alemanas en Serbia y la población civil en
Croacia que se plegó al alzamiento nacional.
Represalias alemanas excepcionalmente severas
Las represalias contra acciones ilegales de los
restos del ejército yugoeslavo, organizados más tarde como guerrilla al mando
del coronel Draza Mihailovic -luego promovido al grado de general y designado
ministro de guerra en el gobierno real exilado en Londres- fueron inevitables y
concordantes con el derecho de guerra. Sin embargo, las contramedidas fueron a
veces excesivamente crudas y afectaban también a inocentes. A menudo resultaban
contraproducentes, pues la población atemorizada se refugiaba en los montes,
donde los esperaban agitadores y comandantes comunistas. Más tarde, los
comunistas provocaban represalias para movilizar más fácilmente sus fuerzas de
resistencia.
El comando alemán, tras repetidos ataques a sus
soldados, expidió un bando difundido entre la población interesada: por cada
soldado alemán asesinado serían fusilados 100 serbios y por cada soldado herido
50 serbios. Según datos oficiales alemanes, hasta febrero de 1942 en Serbia
fueron fusiladas 20.149 personas a título de represalias[50].
Posteriormente hubo también represalias, pero en
escala menor, debido a que los chetniks para "economizar la sangre
serbia" habían reducido o paralizado totalmente las acciones
diversionistas y hasta colaboraron con las tropas de ocupación en Serbia contra
los partisanos. Respecto a los ataques de los chetniks y los partisanos contra
las tropas alemanas que provocaron las represalias, escribe el historiador
militar inglés Liddell Hart: "Resultaron ser menos efectivas que la
resistencia pasiva generalizada... y causaron mucho más daño a su propia gente.
Las represalias provocadas eran más graves que el daño infligido al
enemigo..." [51].
Represalias húngaras, búlgaras e italianas
Los comunistas y los nacionalistas serbios
difundieron, por conducto de los centros informativos aliados, no sólo cifras
exageradas respecto a las represalias, sino que querían crear la impresión de
que casi únicamente los croatas cometieron represalias contra los serbios
atribuyéndoles carácter de genocidio. La verdad es que todos los grupos armados
que actuaban en el territorio de Yugoslavia recurrían a represalias. Los
húngaros liquidaron varios millares de serbios en Bachka. Las autoridades
húngaras admitieron que se trataba de represalias excesivas y algunos culpables
fueron castigados. Las tropas búlgaras realizaban represalias en Macedonia y en
Serbia, pues existían tradicionales rencores entre los búlgaros y los serbios[52].
Harto siniestras resultaron las represalias del II Ejército
italiano, estacionado en partes de Eslovenia y Croacia, en Montenegro, Kosovo y
Metohija. Estas represalias no eran masivas sino dirigidas contra personas
destacadas. En cambio, hubo internaciones en masa en Italia, especialmente de
croatas. Eso motivó que cierto número de croatas se plegara a los partisanos.
La intervención italiana en los conflictos serbio- croatas era maquiavélica y
extremadamente perjudicial. Protegían y armaban a los efectivos chetniks del
gobierno real yugoeslavo con el cual estaba Italia en estado de guerra. Bajo el
amparo italiano, los chetniks cometían matanzas de croatas, formalmente sus
aliados[53].
Esos chetniks de religión ortodoxa, con la ayuda indirecta de las tropas
italianas, perpetraron masacres colectivas sobre la población musulmana de
Bosnia, y la católica de Dalmacia, que se oponían a su anexión al imperio
romano fascista. El político serbio Zivko Topalovic, partidario ardiente de
Draza Mihailovic, relata que el "cabecilla" chetnik Pavle Djurisic,
había comunicado a Mihailovic en una carta que los chetniks a su mando habían
arrasado, en una sola operación, siete aldeas croatas, asesinando a 900
"ustachi" (es decir, campesinos indefensos croatas) y quemado vivos a
varios sacerdotes católicos[54].
Las víctimas de los chetniks ascienden a decenas de miles.
Represalias croatas contra chetniks
Las represalias en Croacia contra la población serbia
no tardaron en desencadenarse. Fueron ejecutadas, a raíz del terrorismo de los
chetniks, por las tropas irregulares participantes en el alzamiento nacional
contra la dominación serbia y el restablecimiento del Estado de Croacia.
Como los líderes del alzamiento eran miembros de la
organización clandestina ustachi, todos los excesos se atribuían a ese
movimiento y su régimen. En eso, por cierto, hay exageraciones, aunque es
lamentable que el régimen ustachi en el comienzo haya carecido de una política
clara y prudente respecto a la población ortodoxa en Croacia que, influenciada
por la Iglesia nacional serbia ortodoxa, era propensa a adherirse, desde el
punto de vista nacional, a Serbia, y se prestaba a veces a acciones
antipatrióticas desde el punto de vista de la legalidad croata.
Los integrantes de la minoría serbia en Croacia,
educados en la Yugoslavia monárquica en el espíritu chovinista granserbio y
siendo el grupo dirigente y privilegiado en detrimento de la mayoría católica y
musulmana, desgraciadamente no atinaron a acomodarse a la nueva situación. Por
eso, en las regiones donde viven mezcladas la población croata y la serbia, se
produjeron, primero, las agresiones de los chetniks y sucesivamente conflictos,
golpes y contragolpes, represalias y contrarrepresalias recíprocas, que
acarrearon decenas de miles de pérdidas por ambos lados.
Los serbios se vengaban de la supuesta traición
croata al Reino de Yugoslavia, y los croatas -mayormente grupos
revolucionarios, antes de organizarse autoridades y el ejército regular croata-
reaccionaban defendiendo su recién restablecido Estado, impulsados por los
recuerdos todavía muy frescos de los crueles métodos de la dominación serbia
entre las dos guerras. En esa época se aplicaban represalias tremendas contra
la oposición croata. Los gendarmes solían disparar contra la población civil
incluso durante las procesiones religiosas. Los contragolpes, en el recién
restablecido Estado nacional, si no se pueden aprobar, se comprenden. El mismo
criterio comparte el prestigioso parlamentario y escritor político francés,
Ernest Pezet, insospechado amigo del pueblo serbio[55].
El mismo autor, en su libro "La Yougoslavie en péril" (París, 1933)
publicó numerosos datos y cifras sobre la opresión de los croatas en
Yugoslavia, presagiando su trágico desenlace.
Los conflictos nacionales, caldo abonado para los
comunistas
Las cifras exageradas de las víctimas causadas en los
conflictos croata-serbios, que difunden tanto los comunistas como los
monárquicos serbios, tenían un fin chovinista: desacreditar no sólo a cierta
fracción política croata, sino al pueblo croata como tal y su lucha por la
libertad nacional. Los comunistas recurrieron a esas exageraciones para ponerse
al frente de las masas serbias contra Croacia, que durante la guerra y hoy es
la principal fuerza de resistencia a la dominación de Serbia y a la opresión comunista.
Alimentar el odio y las reacciones pasionales de los serbios contra toda
cooperación razonable con los croatas y demás pueblos oprimidos en Yugoslavia,
sigue siendo la condición primordial de la estabilidad relativa del régimen
comunista. Debido al chovinismo serbio, los pueblos y minorías de la
Yugoslavia, un Estado típicamente multinacional, no consiguieron formar un
frente unido contra el comunismo en base al principio de autodeterminación
nacional para todos y al reconocimiento de los derechos nacionales y políticos
de todas las minorías. Ningún grupo serbio exilado acepta sin reservas
semejante programa.
Las masacres de más de 200.000 croatas a fines y
después de la última guerra fueron presentadas a los serbios como venganza
merecida por la "traición" croata a la Yugoslavia monárquica.
Lamentablemente, los círculos serbios anticomunistas en el exilio jamás
repudiaron esos crímenes comunistas. En cambio, los croatas deploran a los
serbios asesinados por los comunistas y por supuesto a los caídos a causa de
los conflictos durante la guerra. No queremos insistir en las masacres chetniks
sobre la población croata, pues consideramos que la cadena sangrienta de
venganzas recíprocas debe terminarse una vez por todas en beneficio de ambos
pueblos. Deseamos tan sólo señalar que ya es tiempo de que los anticomunistas
serbios dejen de difundir datos y cifras harto exagerados, cayendo en la trampa
de los opresores comunistas que obran según el lema "divide et
impera".
Si analizamos con imparcialidad las cifras de las
bajas en el territorio de la actual Yugoslavia, percibiremos que las cifras,
difundidas por la propaganda anticroata, de centenares y centenares de miles de
serbios masacrados, es el resultado de una fantasía excitada, azuzada por los
comunistas. El total máximo de las bajas por represalias y masacres entre todos
los integrantes de Yugoslavia llega a 400-500.000. Esa cifra comprende 200.000
víctimas de las matanzas perpetradas por los comunistas contra los croatas en
primer lugar y contra casi 12.000 eslovenos, varios miles de serbios y
montenegrinos. Ya hemos mencionado 70.000 alemanes asesinados o muertos en
campos de concentración. Los comunistas masacraron a miles de integrantes de
las minorías húngara e italiana. Debe tenerse en cuenta también a las víctimas
de las represalias de las tropas alemanas, húngaras, italianas y búlgaras
estacionadas en Yugoslavia y de las masacres organizadas por los chetniks. Por
lo tanto, no queda margen para pretendidos centenares de miles de bajas serbias
producidas en los conflictos con los croatas. Pese a los propagandistas del
odio nacional, tanto los croatas como los serbios saben muy bien que las cifras
difundidas de los caídos serbios en la guerra chetniks contra ustachi son
absurdas[56].
Los desbocados nacionalistas serbios no deberían
olvidar que los comunistas azuzan también a los croatas contra los serbios
acusando a los chetniks por la matanza de la población croata. Las cifras
comunistas pueden ser exageradas, pero esas matanzas se realizaron y el número de
las víctimas no era pequeño. Un destacado partidario de Draza Mihailovic cita
un informe de un oficial chetnik a su superior sobre una de las numerosas
"acciones de limpieza" en los distritos de Plevlje, Bjelopolje,
Cajnici y Foca, donde los chetniks asesinaron a 10.000 musulmanes, mayormente
mujeres y niños[57].
Topalovic es el único dirigente serbio exilado que
reconoce que las masacres de la población croata tuvieron "consecuencias
catastróficas", y admite que en ese aspecto "los chetniks no eran
mejores que los ustachi". Mataban a los croatas sin distinción alguna. Los
comandantes chetniks, especialmente Jevdjevic y Djuic, "exterminaban a la
población croata y musulmana en cuantas ocasiones se les presentaron"
(Ibid., pp. 103-4, 186, 190).
Después de la guerra se publicó la nota de protesta
del gobierno británico al gobierno yugoeslavo exilado en Londres contra las
acciones de Draza Mihailovic que "lucha contra los croatas" y otros
conciudadanos y no contra los ocupantes[58].
Precisamente por la posición irrazonable y chovinista
respecto a los croatas, los aliados occidentales dejaron de ayudar al gobierno
yugoeslavo en el exilio y a los guerrilleros chetniks, dispensando desde el año
1944 ayuda exclusivamente a los partisanos comunistas. Por ende, esa actitud
chovinista para con los croatas motivó primero, la crisis política y militar
que desembocó en la desintegración y la capitulación militar de Yugoslavia en
1941, y luego, en el curso de la guerra, hizo que los comunistas eliminasen al
gobierno exilado y sometiesen a todos los pueblos integrantes del conglomerado
yugoeslavo.
Algunas palabras "pro domo"
Queriendo ser objetivos en la exposición de las bajas
sufridas durante la guerra en Yugoslavia, nos abstuvimos de recriminaciones.
deseosos de arrojar verdadera luz sobre los opresores comunistas de los pueblos
y las minorías en Yugoslavia. Como palabras finales hemos de manifestar que en
esa cadena cruel de represalias y contrarrepresalias los croatas casi siempre
tuvieron que defenderse. Ni los nacionalistas croatas más recalcitrantes
intentaron trasladar la lucha al suelo de Serbia. Los soldados croatas
combatieron únicamente en el suelo croata, mientras que los chetniks y los
comunistas transfirieron la lucha al territorio del Estado croata con el claro
propósito de impedir su consolidación, pues lo consideraban como obstáculo
principal para la restauración de Yugoslavia con la supremacía serbia[59].
Los líderes serbios no censuraron con franqueza las
injusticias infligidas a la nación croata, en tanto los croatas deploran los
excesos que cometieron algunos exasperados, desviándose de ese modo, si bien
momentáneamente, de su tradición milenaria de ética y respeto del derecho, el
contenido substancial del pensamiento nacional croata. Los jefes eclesiásticos
croatas, y particularmente el cardenal Aloysius Stepinac, condenaron todos y
cada uno de esos excesos. Igualmente obraron los representantes religiosos
musulmanes. En este sentido, reflejaban los sentimientos de la gran mayoría del
pueblo.
Las repatriaciones forzadas de los adversarios
comunistas de la Europa Centro-oriental y Sur- oriental que, escaparon a fines
de la guerra a las zonas de Alemania y Austria, ocupadas por los Aliados
occidentales y, su entrega a los gobiernos comunistas, sabiéndose que no los
tratarían en forma legal y humana, constituyen un problema de moral
internacional. Max Lerner subraya con razón que las democracias afrontan hoy el
dilema: o perecer por seguir aceptando, más o menos voluntariamente, el
principio del maquiavelismo, o regenerarse, rechazando concienzuda y
decididamente dicho principio[60].
Aunque se adopte la tesis, sostenida en la pasada
guerra por Jacques Maritain, "de que no es una falta moral el buscar-en
caso de necesidad y en la medida que la necesidad lo exija-la alianza de un
Estado poco respetuoso de la justicia y de la moralidad política (como
evidentemente lo es la Unión Soviética) a condición de que no haya compromiso
para cometer ningún acto injusto o inmoral y mientras no se acepten, por lo
tanto, las exigencias excesivas de ese Estado", y que "no es una
falta moral aceptar los ofrecimientos de una mano manchada, cuando ello
constituye el único medio de asegurar el éxito de una empresa de tanto riesgo
como una campaña militar"[61],
no cabe duda de que las repatriaciones forzosas, terminada ya la guerra, fueron
actos injustos y concesiones excesivas a los gobiernos comunistas
Sería ocioso hacer recriminaciones, pues ningún bando
beligerante está limpio de errores y hasta de crímenes, pero no es admisible
silenciarlos, particularmente cuando todavía se sigue repatriando forzadamente
a los croatas, incluso con la colaboración del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados[62].
Comparación con los exilados cubanos
Nuestros amigos en Latinoamérica comprenderán todo el
horror trágico de dichas repatriaciones si se da por supuesto que ellas se
aplicaran a los exilados cubanos.
Imaginémonos lo que significaría si los Estados
Unidos y otras repúblicas americanas hubiesen continuado prestando ayuda a
Castro después de haberse comprobado su papel de satélite soviético. Supongamos
que en su represión de las fuerzas democráticas recibe ayuda en propaganda,
municiones, armas, víveres, medios de trasporte y cooperación activa de la
aviación y la flota. Imaginémonos que, por ello, centenares de miles de
combatientes anticomunistas debiesen emprender el éxodo, y no se les dejara
pasar a los países libres, se los desarmara y, junto con centenares de miles de
exilados políticos, se los repatriara compulsivamente y terminaran, sin juicio
previo, ante "el paredón", centuplicando de tal modo el actual saldo
del terror comunista en Cuba.
Supongamos que luego comisiones de gobiernos
democráticos diesen caza en los países libres a los pocos adversarios del
castrismo, salvados del exterminio y declarados criminales de guerra por haber
luchado contra el comunismo, entregándoles a la muerte segura. Figurémonos que
después de 19 años de repatriaciones forzosas y masacres colectivas, mientras
se hubiese dado gran publicidad a cada fugitivo de Berlín Este, los fugitivos
de la Cuba comunista fuesen calificados como refugiados "económicos"
y no "políticos" y como tales repatriados. (Eso, en efecto, les pasa
hoy a los exilados croatas y de otras regiones de Yugoslavia. Mientras se paga
el "rescate" por los prisioneros de Castro, Italia y Austria
devuelven gratis al cautiverio de Tito miles y miles de refugiados
anticomunistas por año.)
Imaginémonos, además, que Krushchev, como antes
Stalin en el caso de Tito, decidiera designar otros dirigentes cubanos, más
dóciles y adictos, y Castro se opusiera a su designio; los gobiernos
democráticos, en lugar de utilizar la crisis política surgida para liberar a
Cuba, considerasen como un gesto genial prestar ayuda a Castro por valor de
miles de millones de dólares y en forma de las más modernas armas, mientras
Castro siguiese empeñado en sembrar la cizaña neutralista en Africa y
Latinoamérica, como, efectivamente, lo hace el dictador comunista yugoeslavo.
Supongamos asimismo que esos comunistas cubanos,
envalentonados por la cuantiosa ayuda con que costean sus elevados gastos
propagandísticos, fuesen declarados en Occidente como "comunistas
nacionales", una especie nueva, simpática, de comunistas, y no se
considerase ya a Cuba como nación "cautiva", absolviendo de ese modo
a Castro y a sus adláteres de toda culpa por la matanza de los patriotas
anticomunistas y dispensando a sus verdugos recepciones oficiales en las capitales
y las cortes de los países democráticos, considerados con toda seriedad cuando
en las comisiones internacionales para la defensa de los derechos humanos y en
las Naciones Unidas dieran lecciones a las democracias occidentales sobre los
sentimientos de humanidad y los derechos de todos los pueblos a la libertad.
Imaginémonos que todos esos absurdos fuesen realidad
y entonces tendremos el cuadro aproximado de cómo las democracias occidentales
proceden respecto a los pueblos oprimidos en Yugoslavia.
Además de los croatas, las autoridades militares
aliadas repatriaron también a millones de patriotas y adversarios comunistas, a
la Unión Soviética y a los países satélites.
El pecado original: el restablecimiento del Estado
multinacional yugoeslavo invocando el principio nacional
En cuanto al caso específico croata, cabe señalar que
fueron repatriados integrantes de un pueblo cuyos derechos a la
autodeterminación nacional le fueron negados por las potencias vencedoras en la
Primera Guerra Mundial.
Entonces los artífices de la paz, dentro del marco de
la política del poder, incorporaron a Croacia contra su voluntad en el Estado
plurinacional yugoeslavo, con gobierno no democrático, constituido y gobernado
dictatorialmente en interés de un solo pueblo. Creían que favoreciendo a Serbia
crearían un Estado militar y económicamente suficientemente fuerte para
contener el expansionismo soviético y el germano. Por los mismos motivos las
democracias occidentales ayudaron, entre las dos guerras, a gobiernos
chovinistas, reaccionarios y dictatoriales granserbios. Por ventajas
momentáneas de la propaganda de guerra respaldaron a políticos granserbios en
el gobierno exilado en Londres, si bien era obvio que por su culpa sobrevino el
derrumbe militar y político del Reino de Yugoslavia.
Su punto de vista de que todos los combatientes
contra la tiranía serbia eran traidores y quislings, convenía únicamente a los
comunistas para desvirtuar totalmente los términos de la libertad nacional y la
democracia, dándoles su contenido específico. Igual que los bolcheviques -que
antes de la caída del régimen zarista calificaban al imperialismo ruso como
cárcel de los pueblos- se convirtieron después en continuadores del
imperialismo y la autocracia de Rusia, los comunistas yugoeslavos se transformaron
en seguidores y portadores de la política chovinista y totalitaria de la misma
dinastía serbia a cuya liquidación contribuyeron.
Se sobreentiende que los dirigentes soviéticos no
tenían reparos principistas en consentir y respaldar la restauración del Estado
plurinacional yugoeslavo en su función de instrumento de la expansión
granserbia en detrimento de los demás pueblos y minorías de Yugoslavia, y de
los Estados vecinos de Serbia. Lo principal para ellos era que la Yugoslavia
comunista bajo la hegemonía serbia, fuera el agente de la expansión soviética
hasta los lindes de Italia y la zona central del Mediterráneo. Las democracias
occidentales, al olvidar que, a la larga, la única política buena es una
política justa no estaban en condiciones de impedir la realización de los
planes comunistas y de sus protectores soviéticos. Sin lograr liberarse del
lastre de su política y reconocer abiertamente a todos los pueblos de
Yugoslavia el derecho de autodeterminación, de acuerdo a la Carta del
Atlántico, las democracias occidentales estaban atrapadas en la propia red de
la continuidad política de Yugoslavia, "cárcel de los pueblos".
Tuvieron que deshacerse de Draza Mihailovic y prestar ayuda a los guerrilleros
comunistas, luego renegar del rey Pedro y hasta obligarlo a reconocer como
legal el gobierno controlado por los comunistas y como único su ejército en
Yugoslavia con el comandante supremo, el mariscal Tito. Entonces se dieron las
condiciones para el sometimiento comunista de todos los pueblos de Yugoslavia.
Vanos fueron en ese sentido los esfuerzos de Churchill, que convino con Stalin
que Yugoslavia sería zona de influencia recíproca en relación 50:50%, y que,
después de la guerra, se celebrarían elecciones libres[63].
Los comunistas pedían y consiguieron todas las ventajas -incluso las
repatriaciones forzosas- sin cumplir con las promesas dadas, y precisamente a
causa de esas promesas masacraron y silenciaron, en primer término, a los
partidarios de los Aliados occidentales.
Lo más trágico de todo es que los estadistas
responsables occidentales no pueden alegar no haber sido informados sobre el
carácter liberticida de toda política tendiente a la restauración de
Yugoslavia. A Churchill le avisaron sus propios emisarios en el cuartel general
de Tito que los comunistas se proponían esclavizar a los pueblos de Yugoslavia[64].
Roosevelt propiciaba la separación de Croacia y
Serbia
El presidente F. D Roosevelt estaba correctamente
informado sobre el conflicto serbio-croata y juzgó acertadamente que la única salida
sería la separación de Croacia de Serbia.
Roosevelt expresó esa opinión, antes de la
capitulación y la desintegración de Yugoslavia, al embajador yugoeslavo en
Washington, Konstantin Fotic, personaje influyente en la camarilla palaciega
serbia, en la audiencia del 3 de abril de 1941. Lo relata el mismo Fotic en su
libro de recuerdos:
"Antes de despedirme, el Presidente me preguntó,
en mi condición de serbio y no de representante de Yugoslavia: ¿No le parece
que para vosotros los serbios sería mucho mejor volver a ser un Estado nacional
homogéneo, separándose de vuestras provincias occidentales? (Croacia y
Eslovenia, N. de la R.). Serían nuevamente fuertes y no malgastarían sus
esfuerzos en interminables problemas y disputas internas. Me sorprendió esta
pregunta franca y libre del Presidente, formulada en forma tan inesperada
después de la conversación de casi una hora. Desde luego, me constaba toda la
gravedad de nuestros problemas internos y el intento casi imposible de
encontrar una solución satisfactoria tanto para los croatas como para los
serbios. Sin embargo, no esperaba que el Presidente de los Estados Unidos
planteara esa cuestión en el momento en que Yugoslavia necesitaba concentrar
todas sus fuerzas para oponerse al inminente ataque de las fuerzas del Eje. Por
desgracia, los acontecimientos sucesivos confirmaron que sus observaciones
fueron justificadas" [65]
Según acota el subsecretario de Estado, Summer
Welles, Roosevelt, evidentemente impresionado por la guerra serbio-croata,
seguía opinando que a los croatas les asiste el derecho a la libertad nacional.
"Roosevelt -apunta Summer Welles- era
partidario, más que Woodrow Wilson, de la idea del plebiscito, sosteniendo que
los plebiscitos son el remedio general. Fue en 1942 que me habló una noche más
de una hora y media de la aplicación deseable del plebiscito para que una vez
por todas se arreglen las riñas entre serbios, croatas y eslovenos que tanto
ensombrecieron la historia de Yugoslavia como Estado independiente" [66].
S Welles, a continuación, anota que Roosevelt no
atribuía mucha importancia al daño que con ello se infligiría a la economía de
los tres pueblos. Tal vez desconocía S. Welles que una de las causas
principales del descontento de los croatas y eslovenos en el Reino de
Yugoslavia era su despiadada explotación económica en favor de Serbia.
Idénticas causas del descontento subsisten hoy en la Yugoslavia comunista.
Harry Hopkins apuntó que Roosevelt insistía en la
misma solución durante las deliberaciones celebradas a mediados de marzo de 1943
en la Casa Blanca con Anthony Eden sobre el futuro ordenamiento de Europa:
"El Presidente expresó su repetida opinión de
que los croatas y los serbios no tienen nada en común, por lo que es ridículo
empeñarse en que dos pueblos tan antagónicos hayan de vivir bajo un solo
gobierno".
Eden expresó la opinión de que el Presidente era al
respecto "pesimista en exceso"
Roosevelt, empero, discutió más tarde con Hopkins
sobre el mismo tema en relación con la situación que se presentaría después de
la derrota de Alemania.
"Yo le dije al Presidente -acota Hopkins- que
era muy importante que mantuviésemos una conversación franca con el señor Eden
sobre las posibles diferencias que pudieran surgir en Europa. Dije que de
momento veía dos muy importantes: primera, el asunto de los pueblos de Serbia y
Croacia, y segunda, el problema de cuáles países, libres o no, debían ser
desarmados en Europa" [67].
¿Por qué Roosevelt desistió del principio nacional?
Por lo que sabemos, Roosevelt no insistió hasta el
fin de la guerra en la solución radical del problema croata-serbio. Tal vez
cediera en ese punto "muy esencial" bajo la presión de los sucesos
posteriores y las insistencias soviética y británica. A fines de la guerra
Roosevelt, lamentablemente, se había resignado a repartir entre los cuatro
Grandes las esferas de influencia -EE.UU., Gran Bretaña, Unión Soviética y
China (nacionalista)- aceptando la influencia predominante de Rusia en Europa.
Por ello, para la solución del problema serbio-croata, prevaleció el criterio de
Rusia, favorable a la restauración de Yugoslavia, engrandecida si fuera
posible. El cardenal Francis Spellman conferenció con el Presidente el 3 de
septiembre de 1943, en vísperas de la conferencia de Teherán que decidió
prestar ayuda a los guerrilleros comunistas de Tito. El cardenal preguntó
expresamente al Presidente: "¿Y si Austria, Hungría y Croacia cayeran en
alguna forma bajo el protectorado ruso? La respuesta fue claramente
confirmativa". Roosevelt declaró también en esa ocasión "que puede
presumirse que Rusia tendrá predominio en Europa porque es grande, poderosa y
porque se impone, simplemente... Los pueblos de Europa tendrán simplemente que
soportar la dominación rusa, en la esperanza de que, en diez o veinte años,
serán capaces de vivir en paz con Rusia". En cuanto a los Estados Unidos,
espera que una amistad forzada con Rusia "resultará muy pronto real y
duradera" [68].
Los comunistas explotaron la oposición británica a la
aplicación del principio nacional
Los estadistas británicos, a diferencia de Roosevelt,
han sido menos propensos a considerar la desintegración de Yugoslavia, si bien
sabían que su derrumbe fulminante se debió al chovinismo serbio. Explotaron,
eso sí, con fines propagandísticos, el golpe de Estado y el descalabro militar
de Yugoslavia en 1941 (lo que a posteriori Churchill calificará de
"vergonzoso suicidio de Yugoslavia"). Esperaban explotar contra los
alemanes el descontento de las masas serbias por la derrota de Yugoslavia,
exagerando a tal efecto la importancia de la guerrilla nacionalista. Varias
veces sugirieron desembarcos en las costas adriáticas para unirse con los
guerrilleros de Draza Mihailovic. Los rusos replicaban que la zona costera
estaba en manos de los croatas adversarios de los chetniks. Por fin, en 1943,
en la Conferencia de Teherán, se decidió suspender toda ayuda al general Draza
Mihailovic, ministro de guerra "in partibus", en el gobierno
yugoeslavo exilado en Londres y apoyar, en cambio a los guerrilleros
comunistas, exponentes del expansionismo soviético, es verdad, pero quienes, en
opinión de Churchill, tenían ventaja por no ahorrar en la lucha vidas serbias.
Churchill, interpelado en la Cámara de Diputados por armar a los comunistas,
declaró que daría armas a todo bandido en Yugoslavia con tal de que matara a un
huno (alemán).
Insatisfecho por el giro de los acontecimientos,
Churchill, de regreso de Teherán -donde habían sido rechazadas sus sugestiones
sobre una mancomunidad danubiana- dijo, enojado al Dr. Bozidar Puric,
presidente del gobierno yugoeslavo exilado a la sazón en El Cairo: "Hay
dos tendencias hegemonísticas en Europa que deben ser eliminadas en interés de
la paz; la de Prusia y la Serbia" [69]
Parece que ni el lúcido Churchill se percató de que
el chovinismo serbio dejaría de ser nocivo únicamente si se redujese a Serbia
dentro de sus fronteras naturales y dejase de ser el instrumento de los anhelos
expansionistas rusos. Infructuosos resultaron sus esfuerzos por conseguir
garantías, bajo presión, de los políticos serbios exilados en el sentido de que
los derechos nacionales de todos los pueblos de Yugoslavia serían asegurados[70].
Criterio acertado de Edward Hallet Carr
Lo que no quisieron decir los estadistas británicos
sobre la inconsistente comunidad estatal entre Croacia y Serbia, lo expresaron
autores políticos ingleses.
Edward Hallett Carr, por ejemplo dice:
"El arreglo establecido después de la Primera
Guerra Mundial de ningún modo puede considerarse final y definitivo. La autodeterminación
nacional se convirtió en un permanente llamado a la secesión. El movimiento que
desmembró a Austria-Hungría y creó a Yugoslavia y Checoslovaquia tuvo que ser
seguido por los movimientos de desintegración de Yugoslavia y Checoslovaquia. Habiendo
sido aceptadas las premisas del nacionalismo, su evolución se hizo natural y
legítima" [71].
El mismo autor, por eso, mientras se acusaba de
colaboracionismo incluso a los pueblos que lucharon por su libertad, advertía
sagazmente "que habría que esperar cierto tiempo para tener una
información completa e imparcial... [72].
De haberse procedido así, a buen seguro que al
término de la guerra se habría tratado de otra manera el caso de los soldados y
fugitivos croatas.
La fatal insistencia del gobierno británico en
sostener que a pesar de todo es posible la vida común de los croatas y los
serbios en un Estado multinacional -que derivó en la esclavitud comunista de
ambos pueblos- se explica también por el hecho de que Gran Bretaña no es un
país homogéneo étnicamente y que el Commonwealth es un ejemplo de la
colaboración supra nacional de los pueblos de culturas muy distintas. Hasta la
tradición imperial influye para que los británicos enfoquen distintos problemas
europeos sin la comprensión íntima de los contrastes nacionales. No es ajena
del todo a su mentalidad la concepción serbia de la identidad Estado-Iglesia,
lo que constituye el obstáculo insuperable para una transacción política entre
los ortodoxos, serbios y los croatas, predominante católicos, formados en la
tradición occidental del universalismo[73].
En su brillante obra Study of History Toynbee
cita a Croacia como ejemplo de una nación pequeña cuya historia se hace
incomprensible fuera del desarrollo de los pueblos de la Sociedad Occidental.
De Serbia escribe que su historia se puede comprender únicamente "dentro
de los marcos sucesivos de la historia bizantina y otomana y, finalmente, en
relación con la cuestión balcánica.." (Estudio de la Historia, Buenos
Aires, ed. EMECE, vol. I, p. 35). refiriéndose en otro libro de la misma serie
a Yugoslavia, Toynbee advierte que es un Estado nuevo "que reúne dentro de
sus fronteras recién trazadas, poblaciones que han sido nutridas hasta ahora
por dos civilizaciones diversas. Este audaz experimento de la química política
puede tener éxito o fracasar; estas naciones sintéticamente formadas pueden
convertirse en uniones orgánicas o desintegrarse en sus elementos
constitutivos..." (Ibid. Vol. II, p. 193) Ahora bien; mientras Toynbee
escribe como funcionario del Instituto Real de Asuntos Internacionales,
pudiendo comprobar el fracaso del experimento que consistió en reunir dentro de
las mismas fronteras los pueblos de dos civilizaciones antagónicas, como si
contradijera al perspicaz historiador Toynbee. Pues en el libro "Hitler's
Europe" redactado con la ayuda de todo un equipo de colaboradores, en
capítulo dedicado a Croacia (La Europa de Hitler Barcelona 1955, vol. II, pp.
269-74) publica, mayormente, un montón de datos y sloganes tomados del arsenal
de la propaganda de guerra serbio-comunista.
Del mismo modo que resultó ser siniestra la tesis de
la rendición incondicional de Alemania, al impedir una resistencia eficaz
contra Hitler dentro de Alemania, la insistencia en la restauración
incondicional de Yugoslavia impidió que se realizaran los planes, tan caros a
Churchill, de establecer un segundo frente en el sudeste europeo. Eso era
posible sólo mediante desembarcos en la costa croata, y la operación hubiera
sido fácil y poco arriesgada a condición de asegurar a los croatas que no se
perseguía la liquidación de su Estado nacional. Por la negativa británica a
tomar en consideración el factor croata, fracasó también un intento
significativo, poco conocido fuera de Croacia, de pasarse al bando aliado en el
segundo semestre de 1944. Ese intento implicaba amplias posibilidades. Toynbee
hace la siguiente referencia sobre el particular:
"Con la caída de Roma y la deserción de Rumania,
toda la Península balcánica esperaba que las fuerzas aliadas apareciesen
cualquier día y la mayor parte del ejército croata estaba dispuesta a darles la
bienvenida. Desde luego, a principios de septiembre, el último Ministro de
Defensa, Vokic, proyectó volverse contra las tropas alemanas de Zagreb. Los
alemanes se enteraron de esta conspiración y obligaron a Pavelic a detener a
los más importantes de los últimos colegas que le quedaban; la situación de
Zagreb era literalmente absurda. En el mes de noviembre, un enviado de Pavelic
llevó un memorándum de éste, sobre los derechos de Croacia, al Cuartel General
Aliado en Caserta, pero fracasó este intento lo mismo que todos los demás que
hizo de manera desesperada" [74]
Respeto del derecho de autodeterminación - única
solución justa
Es verdad que las razones de orden político y legal
constituían un impedimento si entre los fines de guerra aliados quería
incluirse la liberación de los pueblos de Yugoslavia de acuerdo a las
aspiraciones croatas. En 1941 el Reino de Yugoslavia, agredido por el Eje, fue
acogido por Gran Bretaña como aliado bienvenido, no obstante el hecho de que el
gobierno golpista trató de persuadir a Hitler de que respetaría las
obligaciones contraídas con la adhesión al Pacto Tripartito. Capitulada
Yugoslavia sin lucha, e inmediatamente desmembrada, el gobierno de Belgrado se
refugió en Londres (y en 1943 se trasladó a El Cairo) como uno de los gobiernos
aliados. Por razones de propaganda de guerra, según hemos visto, se presentaba
en forma tendenciosa e inexacta el proceso político subsiguiente y se exageraba
grandemente el alcance y la dimensión de los guerrilleros nacionalistas serbios
chetniks, ocultándose su carácter liberticida.
Con tales precedentes no era fácil dar un giro
completo durante la guerra y liquidar la política granserbia, en otros
términos, ratificar el hecho consumado no sólo de la caída de la monarquía
yugoeslava, sino también de la desintegración del mismo Estado. Eso último se
hizo más difícil aun desde que aparecieron en el panorama yugoeslavo, de por sí
enmarañado, los guerrilleros comunistas con sus fines específicos, respaldados
por la Unión Soviética, que en su propio interés se había decidido por el
restablecimiento de Yugoslavia.
Con todo, de no haber mediado ciertos prejuicios por
parte inglesa, se habría encontrado la manera de aceptar la única alternativa
posible a la esclavitud comunista, es decir, la afirmación del derecho a la
libertad de todos los pueblos de Yugoslavia. En cambio, una posición
principista en favor de la monarquía y la excesiva autoconfianza del Primer
Ministro que esperaba, a la postre, asegurar con su habilidad y dinamismo
político la influencia occidental en la Yugoslavia de posguerra, convenían a
los propósitos comunistas. Churchill reconoció después, decepcionado: "Mi
error capital fue haber dado fe a Tito"
Además, Gran Bretaña tampoco defendió hasta el final
a monarquía yugoeslava, suspendiéndole toda ayuda y reconociendo el predominio
comunista. Tampoco insistió en que en la Europa Centro-oriental se volviera al
statu quo ante. Aunque declaró la guerra al Tercer Reich para asegurar la integridad
e independencia garantizadas a Polonia, durante la guerra accedió, junto con
los Estados Unidos, a la anexión de la mitad oriental de Polonia a la Unión
Soviética. El argumento esgrimido de que se procedía de conformidad con el
principio nacional, por tratarse de un territorio poblado por elementos étnicos
ajenos, tenía mayor validez y consistencia en el caso de Yugoslavia, en la que
Serbia -cuarta parte del territorio y de la población- dominaba sobre otros
pueblos y minorías nacionales, separadas esas últimas de sus Estados nacionales
contiguos a Serbia.
Todos los desaciertos de la política de guerra de los
Aliados occidentales en lo concerniente a Yugoslavia terminaron con la retirada
no sólo ante la Unión Soviética -potencia de primer orden, desde luego-, sino
también ante los dirigentes comunistas yugoeslavos, puñado de aventureros
inescrupulosos, ansiosos del poder, reconocidos hoy como partners en pie de
igualdad y como libertadores de los pueblos que, de hecho, esclavizaron.
Unicamente dentro de una política tan insana e
inmoral en su esencia, pudo ocurrir que los comunistas se apoderaran, en mayo
de 1945, de centenares de miles de patriotas con la ayuda de los aliados
occidentales. Centenares de miles fueron masacrados porque los comunistas veían
en ellos sus opositores y amigos de las democracias occidentales, y en el caso
de los croatas adversarios de un Estado, constituido y mantenido mediante la
violación de la moral y el derecho natural.
Tales serían los frutos amargos de un realismo
político, una especie de maquiavelismo. No pensamos únicamente en las grandes
potencias, pues los egoísmos nacionales prevalecieron por doquier. Con todo, no
se puede medir con la misma vara a los pueblos sometidos, que se levantaron en
defensa propia, y a sus opresores.
Del mismo modo cabe hacer distinción entre las
potencias en cuanto al problema de las repatriaciones forzosas se refiere,
Francia, en rigor, quedó con las manos limpias en este asunto, debido acaso a
que ella misma sufrió las peripecias de la guerra, de la derrota militar y de
la ocupación. Sea como sea, Francia permaneció fiel a sus tradiciones de
magnanimidad para con los que luchan por su libertad de una u otra manera.
Abona esa noble tradición el proceder correcto de Francia hacia los exilados de
posguerra que en su suelo encuentran asilo y trabajo, mientras que los
gobiernos de Italia y Austria han repatriado por fuerza a varios millares de
fugitivos.
La opinión pública norteamericana contra las
repatriaciones compulsivas
En los Estados Unidos hubo una reacción positiva
contra esas repatriaciones, atribuidas al sospechoso "realismo"
político de un grupo de intelectuales, que a su vez son reacios al idealismo
wilsoniano. Estados Unidos es -como dice Maritain- un Estado moderno para cuyo
instinto y comprensión políticos el maquiavelismo es básicamente repugnante, si
bien constituye un indicio inquietante el ver que cierto número de
intelectuales cae sin sospecharlo en los antiguos lazos, cuando con ingenuidad
imperdonable creen descubrir en Maquiavelo, un maestro de la ciencia política y
hasta un doctor y profeta de la democracia[75].
Esos no comprenden que nunca el exceso de amor enloquece a los pueblos y a los
hombres políticos mientras que sin amor y generosidad siempre hay ceguera y
falta de cálculo.
Norteamérica, tras tantos desaciertos durante la
guerra, asumió la onerosa carga de defender y restaurar el mundo, amenazado por
el imperialismo comunista. No pidió reparaciones de los vencidos sino que
contribuyó con ingentes gastos a su resurgimiento. La opinión pública de
semejante país tuvo que reaccionar contra las repatriaciones forzosas.
Hubo intentos de formar una Comisión del Congreso
para establecer la responsabilidad por las repatriaciones compulsivas. Su
proponente fue Albert H. Hoch, diputado republicano por Nueva York. El 8 de
febrero de 1954 presentó ante la Cámara de los Representantes una resolución
pidiendo:
1) "que se investiguen y estudien en forma
amplia y completa hechos, pruebas y demás circunstancias relacionadas con el
programa de repatriaciones forzosas, efectuadas por nuestras autoridades
militares y civiles en Alemania y otros países en 1945 y hasta 1947, cuya
secuela era la repatriación compulsiva de millones de prisioneros de guerra y
civiles anticomunistas a los países bajo control soviético" y 2) "se
establezcan las responsabilidades por ese programa".
Con ese motivo, Julius Epstein, miembro de la
"Comisión Norteamericana para los Refugiados", declaró en la
conferencia sobre los refugiados que "es una necesidad moral limpiarnos
del grave error, tenido por muchos hombres autorizados como crimen de acuerdo
al derecho norteamericano e internacional". A.J. Hoch en los considerandos
de su ponencia subrayó que las repatriaciones forzosas "no pueden justificarse
por los acuerdos de Yalta"; que constituyen "violación de las
disposiciones ejecutivas del acuerdo sobre los prisioneros de guerra,
publicadas por la Secretaría del Estado el 8 de marzo de 1945". Esas
repatriaciones "contrastan también con la opinión del tribunal supremo,
según se viene pronunciando desde hace cuarenta años" y "forman una
mancha imborrable para la tradición norteamericana que siempre ofrecía
solícitamente el asilo a los exilados políticos" [76].
Posición incomprensible del gobierno británico
En Gran Bretaña, cuyas autoridades militares
repatriaron centenares de miles de exilados, no hubo discusión pública sobre
ese tema. Dado su carácter insular, Inglaterra está menos vinculada con la
Europa Central que Norteamérica, que cuenta con varios millones de ciudadanos
oriundos de los países a los que se entregaban los repatriados. Unicamente los
círculos católicos de Gran Bretaña evidenciaron comprensión por los
sufrimientos y persecuciones de los católicos croatas y eslovenos. En el verano
de 1948, un grupo de diputados católicos interpeló al gobierno sobre la
repatriación de los fugitivos de Yugoslavia en mayo de 1945. Se les contestó
que, efectivamente, a fines de mayo de 1945, fueron repatriados 600
colaboracionistas de Yugoslavia, que habían escapado ante el ejército
yugoeslavo a Austria y las autoridades inglesas los habían desarmado y,
conforme al derecho internacional, (¡sic!) devuelto a su patria.
John Cornellis, welfare officer británico,
quien a la sazón se hallaba en Austria y conoció de cerca la tragedia de los
12.000 eslovenos repatriados en circunstancias asaz bochornosas, escribió al
Foreign Office, expresando su asombro por la respuesta inexacta del gobierno a
la interpelación de los diputados católicos. Lo invitaron a suministrar los
datos de que disponía. Le agradecieron y explicaron que los funcionarios
británicos en Austria al terminar la guerra estaban tan ocupados que "sus
informes podrían contener alguna inexactitud y deficiencia, pero es el único
del que disponen". "Los oficiales que los firmaron están ahora
desmovilizados y el Ministerio de Guerra no puede solicitar ahora que presenten
informes detallados sobre ese problema y por eso - dijéronle- nos atenemos a
los que disponemos". Cuando Cornellis insistió en que sólo eslovenos se
había repatriado más de 10.000, le contestaron "que seguía en vigor el
número de 600, pues así constaba en los informes oficiales" [77].
Ante tamaña insensibilidad de los burócratas y
"realistas" políticos se hiela el estremecido corazón humano.
El análisis precedente de los aspectos políticos,
jurídicos y morales del katynismo yugoeslavo y de los eventos implicados
permite extraer determinadas conclusiones acerca de las causas, objetivos y
alcance de esos horrorosos crímenes; conclusiones de repercusión universal
también, puesto que pueden servir a los demás países, blanco del expansionismo
soviético.
Polémicas sobre el significado de la intervención
soviética en Yugoslavia
Tras la Resolución del Cominform en 1948 contra la
jefatura del Partido Comunista de Yugoslavia se desató una acre polémica sobre
si la intervención soviética fue factor determinante en la comunización del
país. Los dirigentes comunistas yugoeslavos, de acuerdo con la idiosincrasia
del ambiente serbio, subestimaban la ayuda prestada por el Ejército Rojo,
atribuyendo el triunfo de la revolución comunista a sus propios esfuerzos y
méritos[78].
Sin embargo, no se puede ocultar que recién después de la intervención directa
del Ejército Rojo en Yugoslavia, su invasión de Voivodina y Serbia, con la
cooperación de los guerrilleros de Tito, pudo instalarse el gobierno comunista
en Serbia con todos sus atributos. Recién entonces, dicho gobierno ejerció el
control sobre un territorio estable y tuvo la posibilidad de movilizar y
organizar un ejército regular, para emprender, a fines de 1944, con la ayuda de
las tropas soviéticas y búlgaras y el apoyo aéreo y marítimo
anglonorteamericano, la invasión de Croacia y Eslovenia. Tampoco se puede
ocultar que los comunistas alcanzaron ese objetivo recién al terminar la
guerra, tras la retirada de los ejércitos croata y esloveno a la zona de
Austria, ocupada por los Aliados occidentales, donde fueron desarmados. Este
golpe final a las fuerzas de resistencia hasta entonces invictas, pudo darse
debido a que muchos patriotas confiaban hasta el fin de la guerra en que las
democracias occidentales utilizarían, en su propio interés, a dichas fuerzas
anticomunistas para impedir la sovietización de Yugoslavia y la penetración
rusa a la zona central del Mediterráneo.
No cabe duda, pues, de que el peso internacional
soviético y la intervención directa del Ejército Rojo fueron factores decisivos
en la comunización de Yugoslavia, y de su restauración en forma de república
comunista, copia fiel de la Unión Soviética.
Por otra parte, los comunistas yugoeslavos en su
acción revolucionaria fueron diestros alumnos de Lenin y Stalin; supieron
explotar la crisis y la caída de la monarquía serbia, obrando a veces por
iniciativa propia, lo que motivará posteriores querellas con Moscú.
Coincidencias y diferencias entre la revolución rusa
y la yugoeslava
Ciertas analogías en la comunización del imperio ruso
y del Reino de Yugoslavia saltan a la vista. En ambos casos, la revolución fue
precedida por el derrumbe de las monarquías autocráticas, por la descomposición
de las fuerzas sociales y sobre todo por la destrucción del aparato estatal en
que se apoyaban. Y en ambos casos se trataba de Estados multinacionales,
dominados por un solo pueblo.
La crisis de la sociedad rusa y la serbia en vísperas
de las revoluciones respectivas surgió bajo el impacto de las ideas
revolucionarias occidentales difundidas junto con la técnica y ciencia modernas
en el ámbito de una tradición cultural y política diferentes. Esas ideas
revolucionarias surtieron, tanto en Rusia como en Serbia, efectos más profundos
que en el mismo Occidente donde fueron autóctonas.
No obstante ello, entre la crisis social-política de
la Rusia zarista y la del Reino de Yugoslavia, condición previa del triunfo de
la revolución comunista, existen diferencias notables.
La Rusia zarista, como conjunto, estaba arraigada en
las tradiciones bizantinas. La única excepción fue el exiguo territorio en el
linde occidental del imperio, donde desde el principio prevalecieron influjos
occidentales. Es por ello que Polonia y los países bálticos lograron separarse
durante la revolución rusa y constituirse como Estados nacionales no
comunistas.
Yugoslavia, en cambio, no era un país homogéneo en lo
cultural. El proceso social y político sólo de su parte oriental, Serbia, era
muy similar al ruso, mientras la mitad occidental de Yugoslavia -Croacia,
Eslovenia y Voivodina- se desarrolló desde sus comienzos en la comunidad de los
países occidentales. Por consiguiente, únicamente en Serbia se dieron
condiciones y supuestos para una crisis político- social, propicios para la
intervención comunista. En Croacia y Eslovenia el comunismo fue impuesto por
las tropas extranjeras como en Polonia, los países bálticos, Hungría y Alemania
oriental.
Cuando estalló la revolución bolchevique, las
democracias occidentales, por lo menos, trataron de ayudar a las fuerzas
anticomunistas. Fracasaron en Rusia, pero Polonia, Finlandia, Letonia, Lituania
y Estonia se salvaron del dominio y Finlandia de la influencia bolchevique
hasta la Segunda Guerra Mundial. En el caso de la revolución comunista
yugoeslava, por el concurso de circunstancias adversas, los Aliados
occidentales, en lugar de oponerse a los designios comunistas, los ayudaron
activamente en su invasión de Croacia y Eslovenia y, con ello, en perjuicio del
mundo libre, facilitaron la expansión soviética hasta la cuenca central del
Mediterráneo. Recién más tarde procurarán reparar ese grave error e impedir el
control soviético de esa zona de vital importancia estratégica, dispensando
cuantiosos auxilios a los cismáticos comunistas yugoeslavos, por lo demás con
muy escasas perspectivas de éxito final.
La crisis político-social de Serbia, producida por el
impacto de los influjos occidentales en el ámbito de una civilización ajena,
culminó entre las dos guerras mundiales, originando el colapso de la Yugoslavia
monárquica. El desquiciamiento de la sociedad tradicional serbia es bajo muchos
aspectos consecuencia directa de la situación creada por el establecimiento del
nuevo Reino de los Croatas, Serbios y Eslovenos en 1918 bajo la hegemonía de
Serbia. Lo que los artífices de la paz y los mismos serbios consideraron como
premio y recompensa por los sacrificios de Serbia en la Primera Guerra Mundial,
resultó ser la causa de la tragedia tanto de los pueblos y minorías oprimidos
en Yugoslavia como de la misma Serbia.
En el nuevo Estado, Serbia, país pequeño y relativamente
atrasado, tuvo poder y riqueza, pero surgieron nuevos problemas de orden
político y moral, o se agudizaron los antiguos, superando la capacidad y
madurez de la clase dirigente serbia.
Tras la caída de la Rusia zarista y la creación del
nuevo Estado, patrocinado por las democracias occidentales, con la inclusión de
varios pueblos de tradición occidental, Serbia se enfrentó con el problema
acuciante de convivencia con el mundo occidental en el plano interno y externo.
Ese problema fundamental del nuevo Estado los serbios no lo comprendieron.
La crisis política de la monarquía serbia
Por su parte, los nuevos protectores de Serbia no se
percataron de que debían intervenir activamente para consolidar la situación en
un Estado heterogéneo en lo cultural y lo nacional, constituido con el
propósito de formar un conjunto con el poder suficiente como para contener los
embates ruso-bolcheviques. Dejaron que la dinastía serbia, apoyada en el
aparato estatal predominante serbio, solucionara el muy grave problema de una
convivencia política en la comunidad estatal de los pueblos de diferentes
tradiciones políticas y culturales. Tampoco intervinieron cuando se hizo
patente que el rey Alejandro, arraigado en la tradición serbia y educado en la
corte imperial rusa, no era capaz de realizar una transacción política acorde
con las concepciones occidentales, sino que buscaban soluciones en un régimen
autocrático, apoyándose en las fuerzas tradicionales de Serbia -el ejército, la
burocracia y la Iglesia ortodoxa nacional serbia-, inaceptable para los croatas
y otros pueblos y minorías oprimidos. De allí, crisis y conflictos políticos
cuyo corolario fue aquel acto descabellado de un puñado de oficiales y
politiqueros serbios que dieron el golpe de Estado el 27 de marzo de 1941,
provocando el descalabro definitivo de la monarquía y la sociedad tradicional
de Serbia. El golpe de Estado estaba dirigido contra el intento híbrido de una
transacción política entre los líderes democráticos croatas y la autocracia
serbia, representada por el Consejo de Regencia. También la política exterior
de Yugoslavia ha sido condicionada por las tensiones existentes entre los
grupos de potencias; fluctuaba en ese momento entre las potencias del Eje, las
democracias occidentales y la Unión Soviética. Los opositores serbios a la
política de transacción con los croatas y los eslovenos consiguieron dar el
golpe de Estado apenas el gabinete de Cvetkovic-Macek se vio obligado a adherir
al Pacto Tripartito, quebrando de ese modo el equilibrio esforzadamente
mantenido entre los bloques de potencias.
Un grave error de dicho gobierno fue el haber
restablecido las relaciones diplomáticas con Moscú en 1940, acompañado de un
régimen mucho más liberal respecto al partido comunista hasta entonces ilegal.
La presencia de la representación diplomática soviética en la capital de Serbia
-para la que Rusia, aunque con el gobierno comunista, siempre fue y es la
"madrecita" eslava-, y la agitación comunista intensificada, tolerada
por razones de política exterior y por cierta liberalización de la vida
política en general, contribuyeron en gran medida a la animosidad contra las
potencias del Eje, favorable a los golpistas. Pese a las apariencias, las
democracias occidentales, que tantos favores prodigaron a Serbia, no eran
populares en Belgrado, que veía en ellas un apoyo potencial para la oposición
contra la hegemonía de Serbia. La reacción contra la adhesión al Pacto
Tripartito no se fundaba tanto en las simpatías anglófilas como en los
sentimientos germanófobos e italófobos (prescindiendo de los regímenes
imperantes) y sobre todo en las esperanzas en la ayuda de Rusia. Tan sólo bajo
la tutela rusa los serbios pueden sentirse contentos y amparados. Los
comunistas y los representantes diplomáticos soviéticos en Belgrado supieron
despertar, en ese período crítico, las viejas simpatías por Rusia. Los
comunistas, durante la crisis de marzo de 1941 eran el elemento más activo en
las demostraciones callejeras, mientras que la Unión Soviética justamente en
vísperas de la invasión alemana suscribió apresuradamente el pacto de amistad
con Yugoslavia. Los serbios, por un lado, interpretaron dicho pacto -que ha
sido tan sólo una intriga diplomática- como garantía contra la agresión por
parte del Eje, y los alemanes como motivo inmediato para invadir a Yugoslavia y
declarar pocos meses después la guerra a la Unión Soviética. Los únicos
auténticos amigos, aunque impotentes, de las democracias occidentales eran los
croatas y los eslovenos, contra quienes fue dirigido el golpe de Estado,
erróneamente interpretado como prueba de las simpatías de Serbia por los
Aliados occidentales. Bozidar Puric, presidente del gobierno exilado yugoeslavo
(1943-43) y ex diplomático serbio, enjuicia a los autores del golpe del 27 de
marzo de 1941. Sostiene, que habían "incitado a los serbios al suicidio
por locura y ceguera o por la traición más sangrienta" [79].
La crisis moral de la sociedad serbia
Con la crisis política está en íntima ligazón la
crisis moral de Serbia entre las dos guerras. Están en relación de causa y
efecto. El súbito crecimiento del poder, del territorio y de la riqueza, y el
deseo de mantenerlos a toda costa favorecían una política chovinista,
respaldada por amplias capas populares serbias, erróneamente educadas. Sacaban
partido de las simpatías políticas y elevados créditos de las democracias
occidentales, sin pensar siquiera en poner en práctica los principios de la
libertad nacional y la democracia de sus nuevos protectores. El Estado fue
considerado propiedad dinástica y de un estrecho círculo de beneficiarios de la
victoria, que no entendían ni las necesidades de las masas populares de la
misma Serbia. De sus protectores occidentales, los círculos dirigentes serbios
adoptaban la vida ostentosa y las masas populares particularmente la generación
joven, ideas revolucionarias sin el contrapeso del respeto a la libertad y la
dignidad de la persona humana, pero imbuida de sentimientos chovinistas y
amargada contra la camarilla de los beneficiarios de la victoria en la Primera
Guerra Mundial, carentes de cualidades morales e intelectuales. Especialmente
la generación joven de los intelectuales, sin oportunidad de ubicarse en
semejante sociedad, prestaba cada vez más complaciente oído a las seductoras
voces provenientes de la Rusia comunista y eslava. Incluso, ciertos hijos de la
clase privilegiada, arraigados en la tradición cultural serbia, supieron
combinar las ventajas brindadas por las democracias occidentales con las
simpatías por Rusia, no obstante su régimen bolchevique. En ese sentido, es
característico el caso de Dusan Nikolajevic, autor del drama "Volga,
Volga...", representado con resonante éxito en el Teatro Nacional de
Belgrado durante el más rígido curso anticomunista. Su autor, hijo de una
rancia familia serbia, en el último acto hace aparecer a Lenin, padre de la
revolución bolchevique y a Dostoievski, representante de la Rusia tradicional.
Dostoievski -con el estruendoso aplauso de los espectadores- invita a Lenin a
crucificar a Rusia a condición de que el santo río Volga, es decir el comunismo
ruso, aniegue Europa occidental, destruya al Moisés de Miguel Angel en Roma y
Notre Dame en París, símbolos del Occidente cristiano.
La joven inteligencia serbia logró, pues, combinar su
entusiasmo por el expansionismo de Serbia con la búsqueda de una salida en la
comunización del nuevo Estado, estructurado según el modelo ruso, de modo que
Serbia, igual que Rusia, mantendría su posición dominante respecto a otros
pueblos y minorías de Yugoslavia. Los comunistas dominaban antes de la guerra
en la Universidad de Belgrado. Tenían en sus filas a muchos estudiantes de
familias prestigiosas e influyentes. Controlaban, por ejemplo, el principal
diario serbio, "Politika". Durante la guerra, la secretaria de Tito
fue la hija del ministro de Relaciones Exteriores, Nincic, en el gobierno
exilado en Londres. Los hijos del mismo Draza Mihailovic optaron por los
comunistas, declarándose públicamente en contra de su padre.
Un ex oficial del ejército real yugoeslavo describe
fielmente la situación imperante. Confiesa que Occidente tenía pocos amigos en
Serbia. El pueblo estaba tan exasperado contra la corrupción oficial que
"estaba harto de los sufrimientos, no importándole si viniera el mismo
diablo, pues no lo pasaría peor que ahora".
"Si la grande y fraternal Rusia pudo adoptar tal
programa ¿por qué no también nosotros, los pequeños pueblos eslavos? Durante la
guerra decían: "Si el pueblo ruso no estuviese contento, ¿combatiría con
tanto arrojo por semejante régimen?". "Así hablaban, antes de la
guerra, muchos que ocupaban altos cargos. Así hablaban muchos sabelotodo en la
breve guerra de 1941". Luego "nadie podía sacar de la cabeza de la
mayoría del pueblo que Tito bregaba por un orden popular y social mejor del que
tenían y conocían". Dada la corrupción total de la sociedad burguesa en
Serbia, "los comunistas en la Yugoslavia de preguerra dominaban
secretamente en la vida política, cultural, económica, judicial y
administrativa. También en el ejército, a través de los oficiales del Estado
Mayor y del elevado número de oficiales descontentos y suboficiales
despreciados. Como grandes demócratas, monarquistas y brillantes nacionalistas
(los comunistas) se aprovecharon de las damas prestigiosas y de los hijos de
altos funcionarios para destruir el Estado... En la política no había ni asomo
de moral" [80].
Desquiciamiento político, supuesto de la revolución
comunista
Los organizadores del golpe de Estado de 1941,
deseosos de salvar y fortalecer las posiciones de Serbia, vale decir de la
casta gobernante, al lanzarse a la guerra en circunstancias harto adversas,
consiguieron un efecto contraproducente. La guerra, la derrota fulminante y la
desintegración de Yugoslavia crearon en Serbia una situación indispensable, en
opinión de los comunistas, para la acción revolucionaria. Lo dice claramente el
programa del Partido Comunista de Yugoslavia siete años después:
"Era imposible desencadenar un levantamiento
exitoso contra las fuerzas de ocupación sin la destrucción del aparato estatal
que fue instrumento de la burguesía traidora y que se puso al servicio del
enemigo. El levantamiento empezó sobre las ruinas de la autoridad de la
burguesía traidora... mediante el establecimiento de los órganos de la
autoridad popular" [81]
Esta cuestión de la destrucción previa del aparato
estatal con miras a la revolución comunista tiene valor de principio y rige
para todos los "movimientos de liberación nacional". Los comunistas
lo consideran no sólo como instrumento de lucha contra la dominación o la
influencia extranjera, sino también como instrumento de su revolución.
"La guerra o, más precisamente, el colapso
nacional de la organización estatal, era innecesario para las revoluciones
anteriores, por lo menos para la mayoría de ellas. Hasta ahora, empero, ese fue
el supuesto fundamental para la victoria de las revoluciones comunistas" [82].
Los comunistas, durante la "lucha de liberación
nacional" trataron de destruir sistemáticamente, acatando instrucciones
precisas, los restos del aparato estatal de la Yugoslavia monárquica: oficinas
públicas, archivos, registros de propiedad y libros catastrales, restos de la
organización militar y administrativa, etc.
¿Por qué liquidaron el Estado de Croacia?
En ese sentido los comunistas no tropezaron con
mayores dificultades en Serbia, Montenegro y Macedonia, ocupadas por las tropas
alemanas, italianas, húngaras y búlgaras. El único impedimento serio lo
constituía el Estado de Croacia con su organización militar y administrativa.
Ni el gobierno monárquico en el exilio ni su exponente in partibus Draza
Mihailovic, como portavoces de la restauración política, tenían posibilidad de
lanzar a la lucha grandes masas populares ni siquiera en Serbia, y en Croacia y
otras partes oprimidas antes de la guerra menos que menos. Unicamente el deseo de
venganza por la supuesta traición croata era capaz de agitar en parte a las
masas serbias en favor de la monarquía. Mihailovic no ocultaba que su objetivo
principal era destruir el Estado de Croacia, pero aun en eso resultaron más
eficientes y más consecuentes sus rivales comunistas.
Por lo tanto, Winston Churchill no acertó cuando en
la última fase de la guerra depositaba su esperanza en los sentimientos
monárquicos de los campesinos serbios, en lugar de contar con el apoyo activo y
real de los croatas y los eslovenos. En cambio, los comunistas sabían muy bien
que únicamente las fuerzas democráticas dentro de Croacia, aprovechando el
ejército nacional y el Estado nacional, eran capaces de salvar, para el mundo
libre, trascendentales posiciones estratégicas en el Adriático y la cuenca
danubiana con el apoyo de los Aliados occidentales, destacados entonces en
Italia.
Por eso, los comunistas no se limitaron a derribar el
régimen imperante en Croacia, sino que desistieron de su postulado anterior en pro
de la independencia de las naciones oprimidas del Reino de Yugoslavia.
Secundaron la lucha por el Estado de Croacia entre las dos guerras[83],
mientras especulaban sacar partido de la oposición croata a la Yugoslavia
monárquica. Sin embargo, durante la guerra lucharon fanáticamente contra el
Estado nacional croata y por su reincorporación a Serbia.
Este vuelco radical de los ex adversarios de
Yugoslavia se explica únicamente porque los dirigentes comunistas yugoeslavos
se persuadieron de que era posible extender la influencia soviética hasta el
Adriático tan sólo si se satisficieran los deseos de las masas serbias
contrarias al Estado de Croacia y empeñosas por restaurar Yugoslavia bajo la
hegemonía de Serbia.
Adherir a la independencia estatal de Croacia, propiciada
a su tiempo por los comunistas, implicaría en la nueva situación el peligro de
que Croacia no sólo se alinease con los Aliados occidentales, sino que se
paralizara el alistamiento de las masas serbias en la llamada "lucha por
la liberación nacional" cuyo fin era aliviar la presión alemana en el
frente ruso y hacer factible la penetración soviética hasta las fronteras de
Italia. La única base masiva para ese movimiento podrían ser los serbios,
exasperados por la derrota y ansiosos de restablecer a Yugoslavia, que
consideran como su Estado nacional engrandecido.
Además, como se ha visto, existieron en Serbia
también presupuestos morales para la intervención comunista. En Croacia, en
cambio, mucho antes de la guerra, fue organizado el movimiento nacional de
liberación contra la dominación serbia, sin la participación comunista. Tampoco
podrían contar con el éxito a causa del proceso peculiar del desarrollo
político social en Croacia, poco propicia a los fines comunistas y, además,
Rusia siempre temía las influencias occidentales en los Balcanes que llegaban
vía Croacia. No sólo los comunistas no podían contar con una revolución exitosa
en Croacia, sino que es un hecho público y notorio que sin la ocupación
extranjera no podría mantenerse en Croacia el régimen comunista impuesto.
Pese a la excesiva indulgencia de los Aliados
occidentales que reconocieron la decisiva influencia soviética en gran parte de
Europa, los británicos evidenciaron cierto interés en mantener su influencia en
el Adriático, como lo prueban intentos de Churchill de conseguir el
consentimiento para un desembarco en Croacia y sus esfuerzos sobre el reparto
con Rusia de la influencia en el territorio yugoeslavo en proporción 50:50 [84].
La destrucción del Estado de Croacia y el restablecimiento
de Yugoslavia en perspectiva histórica
Por ello los comunistas insistían terminantemente en
la restauración de Yugoslavia, explotando la ficción de su continuidad jurídica
sostenida por los Aliados occidentales. Unicamente, con el programa de restablecer
a Yugoslavia los comunistas pudieron conquistar y liquidar al Estado de
Croacia, afirmando que se trataba de la liberación de Croacia.
La relación de fuerzas en los teatros de guerra
europeos era tal que los Aliados occidentales, ya desde 1943 en Italia, muy
cerca de Croacia, acaso no hubiesen consentido de modo alguno la ocupación
soviética directa de Croacia y Eslovenia. Esa ocupación pudo realizarla sólo
Serbia, en lugar de los soviéticos, invocando la unificación de Yugoslavia.
Unicamente con una ocupación permanente por Serbia en Croacia era posible, tras
la conquista de Croacia, mantener el régimen comunista en ese país tan
netamente occidental, invocando la unidad del Estado yugoeslavo y contando con
el apoyo del elemento dominante serbio. Esta es la razón principal y
concluyente de que Croacia no figurara como Estado nacional independiente
siquiera dentro del imperio de los satélites soviéticos europeos.
Cuando en 1945 los comunistas alcanzaron su objetivo
y ocuparon Croacia, seguían temiendo la resistencia del pueblo y la eventual
presión occidental para que se celebrasen elecciones libres, prometidas
solemnemente. Por eso, la represión en Croacia tuvo que ser implacable y
despiadada, y el Katyn croata superó veinte veces al polaco.
De ese modo, la concepción estatal yugoeslava resultó
fatal para Croacia y su misión como nación fronteriza en la línea divisoria
entre dos civilizaciones europeas. Se cumplieron las previsiones del gran líder
democrático croata, Esteban Radic, quien, encarcelado en 1923 en Yugoslavia, y
acusado conforme a la ley de defensa del Estado como republicano y partidario
de la independencia de Croacia y tildado de simpatizante comunista, anotó en su
diario que era necesario a la mayor brevedad destruir a Yugoslavia, separar Croacia
de Serbia, ya que acechaba el peligro de que, en caso de una crisis
internacional, en la que Serbia se inclinaría por Rusia, Croacia también sería
empujada a la esfera soviética de intereses [85].
La jefatura comunista, tanto soviética como
yugoeslava, conoce la proyección histórica de las diferencias entre la
tradición nacional croata y la serbia. Sólo Serbia puede ser el vehículo de la
influencia rusa, sea zarista o comunista, en el Sudeste europeo y nunca
Croacia.
Como el comunismo como tal, inclusive el yugoeslavo,
es una forma específica del marxismo, desarrollado sobre la base de la
tradición bizantino-rusa del césaropapismo y el autocratismo, la jefatura del
partido comunista yugoeslavo opta, a sabiendas, por la tradición cultural
serbia, íntimamente ligada a Rusia. En ese sentido nos ofrece un interesante
testimonio Milovan Djilas.
Cuando Djilas, en abril de 1944, viajó a Moscú al
frente de la misión militar publicó en la revista rusa "La guerra y la
clase obrera" un artículo sobre Tito, que previamente fue amputado y
modificado por la redacción. En el texto original Djilas escribió lo siguiente
sobre la misión histórica de los eslavos del sur:
"Quien conoce la sangrienta y gloriosa historia
de los eslavos del sur que se radicaron en el vendaval balcánico como muralla
contra todas las invasiones, desde las Cruzadas hasta las campañas de Hitler;
historia afín por la sangre y el destino de sus pueblos... se percatará de que
Tito es hijo de los anhelos históricos de todos nuestros pueblos... que es un fenómeno
inevitable del desarrollo histórico nuestro y mundial, realizador de las
aspiraciones seculares..." [86].
Djilas, que fue y sigue siendo un integralista
yugoeslavo, acorde con la concepción serbia del yugoeslavismo, asigna la
tradición antioccidental serbia "a todos nuestros pueblos", también a
los croatas y eslovenos de neta orientación occidental que nunca consideraron
las Cruzadas como una invasión extranjera ni sintieron la necesidad de
transformarse en un cordón protector contra influjos e invasiones occidentales
hacia el Oriente.
Esquemas anticuados de los tiempos de guerra
La política occidental está ya liberándose del lastre
de la propaganda bélica durante las guerras fratricidas en Europa, que Rusia
explotó tan exitosamente para sus fines expansionistas e imperialistas. Es
también preciso desechar los criterios perimidos respecto a los pueblos del
Centro y Sudeste de Europa según los cuales los amigos seguros de las
democracias occidentales serían aquellos que, por concurso de circunstancias fortuitas,
peleaban en su bando en las dos guerras mundiales y sus permanentes enemigos
los que voluntariamente o contra su voluntad peleaban del otro lado de la
barricada.
Según este esquema perimido, Serbia, que en las dos
guerras mundiales luchó como aliada de las democracias occidentales, de hecho
como agente y exponente ruso, sería un amigo seguro del Occidente, mientas que
Croacia, que siempre formó parte integrante del Occidente, sería el enemigo de
todo aquello por lo que durante siglos luchó y se sacrificó, sólo por no ser
dueña de sus decisiones en ambas conflagraciones.
Si en la última guerra la resistencia de los croatas
a la expansión serbia y rusa acarreó a su patria tremendas consecuencias, acaso
el Occidente a pesar de todos los errores sacó de ello algún provecho.
Hemos visto que a causa de la resistencia croata no
les convenía a los soviéticos ocupar directamente a Croacia y que su ejército
no llegó al Adriático. No sólo Croacia sino tampoco Serbia fue ocupada por las
tropas soviéticas. De ese modo pudo ceder la presión soviética a raíz de las
querellas entre Moscú y Belgrado.
Cabría aducir muchas cosas sobre el efecto de las
influencias occidentales vía Croacia y Eslovenia durante todo ese proceso.
Mencionaremos sólo un hecho muy conocido: el reciente acercamiento entre Moscú
y Belgrado se opera bajo la creciente presión de los comunistas serbios,
preocupados ante la oposición croata y eslovena a la hegemonía serbia, que se
manifiesta tanto en la cooperación cultural con el mundo occidental como en la
defensa de los intereses económicos de Croacia y Eslovenia contra los intentos
de quitarles la posición rectora en ese terreno y que su economía sea orientada
hacia el bloque soviético en vez en el occidental por intermedio de Croacia y
Eslovenia.
Política de convivencia y repudio al katynismo
yugoeslavo
Creemos que un enjuiciamiento público de los crímenes
cometidos por os comunistas yugoeslavos contra los croatas y eslovenos, por algún
organismo del carácter internacional podría beneficiar al mundo libre también
en el actual periodo de coexistencia pacífica. En este período tampoco se debe
dejar de luchar contra los intentos comunistas de someter sin la guerra
caliente a sendos países a través "de los movimientos de liberación
nacional".
Visto que a causa de las interpretaciones anacrónicas
de la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos, no es posible
ventilar ante un tribunal internacional, prolongación del de Nuremberg, los
horrorosos y alevosos crímenes y transgresiones contra la humanidad, de que son
responsables Tito, Rankovic, Koca Popovic y otros jefes comunistas yugoeslavos,
es factible al menos una investigación imparcial internacional de alguna
entidad del carácter humanitario en base a los documentos y testimonios
comprobados.
Los pueblos amenazados por la comunización mediante
la táctica del frente "de liberación nacional" tienen derecho a
conocer, en base a ejemplos concretos, los métodos comunistas de conquista. La
condena, al menos moral, de los crímenes comunistas es exigida por la justicia
lesionada y los supremos y permanentes intereses de la humanidad. "Las
saturnales de sangre y crimen en que el culpable, ganador o perdedor, no es
castigado por las más flagrantes violaciones de las normas consagradas, son
algo así como un llamamiento particularmente intoxicante para los pueblos que
ansían la guerra" [87].
Es necesario puntualizar los métodos comunistas de
conquista ante las acciones subversivas en varios países latinoamericanos,
disfrazadas como defensa de la libertad y de los derechos de los pueblos
respectivos, lo que coincide con los empeños del dictador comunista yugoeslavo
por figurar como exponente típico de la táctica comunista de conquista a través
de los sloganes sobre "la lucha de liberación nacional". Eso es
necesario tanto más cuanto que, en los últimos tiempos, los dirigentes
comunistas yugoeslavos actúan -según la expresión de Walter Lippman, que hasta
hace poco consideraba su neutralismo útil a las democracias occidentales- como
"embajadores comunistas entre neutrales" [88].
Como es archisabido, los comunistas tratan de
presentar las masacres sobre los croatas y otros casos del katynismo yugoeslavo
como defensa de la unidad yugoeslava y liquidación de "los resabios
fascistas". Aparte del problema de si el mantenimiento forzoso de un
Estado plurinacional, con régimen dictatorial y la hegemonía de un pueblo,
condice con la moral y el derecho natural, no es posible defender, con
semejantes argumentos, asesinatos alevosos, muertes violentas y torturas
increíbles de centenares de miles de seres humanos. Tanto menos cuanto que en
la mayoría de los casos las víctimas carecían de la más mínima defensa
judicial. Aun menos se puede defender los métodos del katynismo alegando la
lucha contra un totalitarismo para implantar otro.
Mientras los dirigentes comunistas yugoeslavos
declinan una investigación objetiva e imparcial la opinión del mundo libre
tiene derecho a interpretar su negativa del mismo modo que la negativa
soviética a indagar a fondo la masacre de Katyn.
Aunque las masacres en masa de los croatas y otros
casos de katynismo son parte del plan comunista global de conquista del mundo,
hay antecedentes y factores de la
geografía antropológica que impiden atribuir esos métodos de conquista
exclusivamente al comunismo como versión extrema del marxismo.
La revolución bolchevique y el sojuzgamiento de una
serie de naciones después de la Segunda Guerra Mundial son hechos históricos
vinculados a un territorio que el mismo padre del "socialismo
científico", Carlos Marx, consideró muy inepto para la revolución
comunista. Por consiguiente, tanto la expansión del comunismo como los métodos
del katynismo llevan la impronta del espíritu y la tradición del imperio ruso y
de la sociedad en general que llamamos la civilización europea oriental, cuyo
portavoz principal en la Edad Media era el imperio bizantino y en la época
moderna el ruso[89]. Para
ambos imperios, sus satélites e imitadores es característico el espíritu de
fuerza y el afán de conquistas ilimitadas para crear un imperio universal. El
espíritu de la Tercera Roma y del mesianismo hace que "el ruso cree
libertar cuando conquista y servir a fines más altos cuando subyuga". Lo
constata un autor que con simpatía y sobrada benevolencia escribe sobre Rusia[90].
Por eso, cuando los soviéticos perpetraron la matanza de Katyn y
simultáneamente instituyeron el Comité Nacional de Liberación, que sería el
nuevo gobierno comunista en la Polonia dividida y ocupada, esta
"liberación" no es nada nuevo para los conocedores de la historia
rusa.
Afinidades entre Rusia y Serbia
Lo mismo vale en cuanto a la "liberación"
de Croacia, que sirve de pantalla para la masacre de más de 200.000 croatas.
Otros tantos combatientes anticomunistas fueron sometidos a la
"reeducación" en los campos de concentración. Escaparon a la muerte y
la persecución ulterior únicamente unos pocos que a raíz del "lavado del
cerebro" creyeron que, de hecho, fueron "liberados" por los
conquistadores serbios y, que mientras lucharon por la libertad nacional,
obraron como traidores infames.
Schubart comprueba que la sociedad rusa se
caracteriza "por el espíritu de fuerza, crueldad, atrofia del sentimiento
del derecho y la autocracia". Pero opina que se trata de "cuerpos
extraños en la tradición de Rusia, que son de origen tártaro y
romano-bizantino". Sin esos influjos, especialmente el tártaro, no se
habría producido la revolución rusa[91].
Sea como fuere, idénticos rasgos encontramos en las
conquistas de la Rusia sovietizada y deben entenderse como expresión de la
sociedad en que se realizó la revolución comunista.
Existe gran parecido también en lo que respecta a la
revolución comunista y el katynismo en Yugoslavia, que no reflejan tan sólo los
anhelos de expansión comunista, sino que asumen también las características de
la tradición serbia, similar a la rusa. También en Serbia era decisiva la
influencia bizantina. Está ausente el influjo de los tártaros, pero Serbia
estuvo 500 años bajo la dominación turca. Las consecuencias no podían faltar,
puesto que "todos los pueblos que han estado esclavizados durante mucho
tiempo ofrecen esta característica común: la atrofia del sentimiento del
derecho" [92]. En la
parte central balcánica esa característica está acentuada por rasgos peculiares
de la población nómade semiprimitiva y belicosa, propensa al pillaje, la
violencia, la crueldad y los impulsos expansionistas, particularmente fuertes
en los serbios[93].
Este imperialismo de un pequeño y relativamente
atrasado país es tan llamativo que no lo pueden ocultar ni los autores serbios.
Desimir Tosic, político serbio con ambiciones de ideólogo de su generación de
exilados anticomunistas, admite que existe "un complejo colectivo serbio,
la megalomanía, el afán de grandeza. Los serbios no se sienten un pueblo
pequeño, les parece que han de ser siempre los primeros y dar ejemplo a los
demás"[94]. En
términos más claros, trátase de un caso flagrante del imperialismo enano,
fuente permanente de intrigas en el plano internacional y causa de las
calamidades y derrotas de la misma Serbia. En el mismo contexto Tosic dice al
respecto: "Ese afán de grandeza a menudo valió a los serbios gloria y
éxitos, en el caso de Yugoslavia, el pueblo serbio pagó alto precio por ese
complejo - precio en sangre, en tiempo, material, y hasta en prestigio
político".
Ambiciones imperiales de un pequeño país balcánico
Este espíritu de poder y el afán de expansión
ilimitada de los serbios ha sido fortalecido en la Edad Media mientras se
formaban y desarrollaban en la esfera cultural y política de Bizancio, llegando
a considerarse pretendientes a la herencia política de la Segunda Roma. Esteban
Dusan el Poderoso, el monarca más fuerte de la Serbia medieval, se proclamó en
1346 "emperador y autócrata de los serbios, griegos y búlgaros", y en
vano procuró asumir, como rey de una atrasada provincia del mundo bizantino, la
herencia política de la Roma oriental, antes tan poderosa. Su Estado se
desintegró muy pronto y, tras la derrota en Kosovo en 1389, Serbia fue
absorbida por el imperio otomano.
Los serbios, reducidos al status de "rayeh"
oprimida, soñaron durante cinco siglos con su imperio y la venganza contra los
turcos. Cuando en el siglo pasado, a causa de la decadencia del imperio
otomano, Serbia, igual que otros países balcánicos, se emancipó, sus
características principales eran la implacable venganza contra los turcos
derrotados y el apetito voraz por los territorios ajenos. Serbia no se contentó
con ser un Estado nacional según los conceptos occidentales dentro del
territorio, donde los serbios son mayoría étnica, sino que reclamaron
territorios ajenos con tanta obstinación y lograron impresionar tanto a la
opinión pública internacional que sus exigencias no aparecieron del todo
injustificadas. Acaso no hay otra nación que con tanta insistencia se apropie
del territorio de todos los pueblos vecinos, que en las zonas reivindicadas por
los serbios constituyen la mayoría étnica. Esas reivindicaciones afectan
territorios donde la mayoría de la población la constituyen búlgaros.
macedonios, griegos, albaneses, croatas, rumanos, húngaros y alemanes. A todos
ellos Serbia quiere "liberar" y en ese sentido trata de convencer a
los propios serbios, al extranjero e incluso a los pueblos y minorías
sometidos.
Con la "liberación" de los pueblos vecinos
mediante su conquista y anexión, recurriendo a toda clase de terror y
violencia, empezó Serbia en las Guerras Balcánicas (1912-13), incorporando gran
parte de Macedonia y el territorio de Kosovo y Metohija (abreviado Kosmet),
actualmente zona autónoma dentro de la República Socialista de Serbia.
Aunque en Macedonia son una minoría insignificante,
los serbios se autoproclamaron sus "libertadores" y la llaman
"la Serbia meridional". Como si eso fuera poco, anhelan conquistar la
Macedonia búlgara y griega con Salónica. Inclusive hoy día, en la Yugoslavia
comunista, que oficialmente reconoce la nacionalidad macedonia, en el orden
eclesiástico Macedonia está subordinada al patriarcado serbio.
En Kosmet vive casi la mitad del pueblo albanés en
continuidad territorial con su Estado nacional. Aunque hay muy pocos serbios en
Kosmet, lo llaman "Serbia la Vieja" y ni piensan reconocer los derechos
de Albania conforme al principio nacional. Más aun, Serbia, al reclamar el
derecho a la salida al mar antes de la Primera Guerra Mundial, quiso anexar
buena parte del territorio albanés. También los comunistas quisieron incluir en
la Yugoslavia restaurada a Albania entera, lo que impidió Stalin, impresionado
por la megalomanía de los dirigentes comunistas de Belgrado.
Serbia alcanzó su expansión máxima cuando, al
terminar la Segunda Guerra Mundial, logró crear el Estado multinacional
yugoeslavo, y para colmo invocando el principio nacional y la teoría de que
Serbia desempeñó la función de Piamonte del pueblo de los eslavos del Sur
(yugoeslavos), que nunca existió ni existe, como unidad étnico- nacional. Con
esta maniobra, además del Reino de Montenegro, Serbia se anexó todas las
provincias croatas, Backa, Eslovenia y además partes de Banat y Baranja, donde
la mayoría absoluta la constituían los húngaros, alemanes y croatas. De ese
modo se cuadruplicó el territorio de Serbia, propiamente dicha, mediante la
incorporación de regiones mucho más adelantadas en lo cultural y económico.
Idéntico cuadro se presenta en la Yugoslavia monárquica como en la comunista de
hoy.
Las ambiciones de conquista de las naciones pequeñas
y débiles entrañan peligro, tanto para ellas mismas como para sus vecinos, e
inclusive repercuten en las relaciones entre grandes potencias. La codicia
insaciable de territorios ajenos, evidenciadas hoy por los pequeños países
balcánicos, surgidos durante el siglo pasado de las ruinas del imperio turco, y
de modo especial de Serbia, convirtieron a la península de los Balcanes en el
polvorín de Europa y se usan para calificar querellas y discusiones entre
países pequeños en su función de exponentes de grandes potencias. En ese
sentido, Serbia es un ejemplo típico y basta mencionar que en 1914,
pretendiendo Bosnia y Herzegovina -provincias donde incluso hoy no hay más del
40% de la población ortodoxa- organizó actos subversivos contra Austria-Hungría
que culminaron con el asesinato de Sarajevo y con la crisis de la Primera
Guerra Mundial, cuyas consecuencias siente todavía hoy el mundo entero.
La expansión mediante la conquista sin tener en
cuenta las fronteras étnicas y culturales y la capacidad de asegurar una
coexistencia pacífica con elementos ajenos, conduce inevitablemente al empleo
de medios inhumanos tanto durante la conquista como en el sometimiento de los
nuevos súbditos. Por eso las represiones implacables son medios políticos
tradicionales de los países de esa zona euroasiática. El principio de Lenin,
según el cual es moral todo lo que sirve a la expansión del comunismo, se
practica desde tiempos remotos en esa zona, como principio de la política del
poder. Represalias en masa y matanzas por motivos políticos son un fenómeno
corriente Es verdad que también la historia de los pueblos occidentales
registra casos de represión contra las minorías, como asimismo varios casos de
matanza en masa y de expulsiones de las minorías religiosas y raciales, pero se
trata de fenómenos excepcionales, condenados por la mayoría como aberración y
negación de la dignidad y libertad de la persona humana. Por el contrario, en
la zona de "las eternas tiranías del Oriente" -según se expresara
Ortega y Gasset- esos métodos se consideran medios legítimos de la política del
poder del Estado todopoderoso, que deshumaniza al hombre y lo subordina
totalmente a los fines políticos.
"Haiduks", precursores de
"chetniks" y partisanos
Aquí señalaremos, brevitatis causa, sólo aquellos
elementos históricos y de la geografía antropológica, imprescindibles para
entender mejor las frecuentes referencias de los testigos en nuestra serie
documental sobre la crueldad de la población serbia para con los prisioneros
croatas, subrayando que las masacres colectivas fueron concebidas también como
venganza serbia contra los adversarios del Estado yugoeslavo, de tal manera que
con las matanzas empezaron, de hecho, los nacionalistas serbios (chetniks) que
más tarde actuaron también en las filas comunistas.
Hay datos comprobados de la época prerromana y
numerosas referencias de los cronistas medievales sobre la agresividad,
crueldad y el pillaje de las bandas rebeldes en la zona montañosa de los
Balcanes centrales. Trátase de un fenómeno endémico, explicable por las
características topográficas de esa zona, casi intransitable y separada de
grandes centros culturales. Allí, a lo largo de los siglos, ningún poder logró
imponer su control permanente. De las montañas poco accesibles, pobladas por
pastores nómades semiprimitivos, bajan a los valles bandas para saquear a los
labradores o atacar a las caravanas de los comerciantes. En la época de la
dominación turca, esas expediciones tuvieron a veces carácter de represalias de
los forajidos contra los exponentes del dominio extranjero.
En esos tiempos, en todos los pueblos balcánicos, y
particularmente entre los serbios, se difundió el culto de los forajidos y
rebeldes, llamados haiduks. En Serbia ese culto forma parte del mito nacional
sobre la venganza contra los turcos por la derrota sufrida en Kosovo. Un
estudioso serbio, autor de un importante libro sobre haiduks, anota:
"Escribir acerca de los haiduks significa escribir nuestra íntima historia
moral, la historia de nuestra alma y nuestro espíritu"[95].
En la poesía popular serbia a menudo encontramos descripciones detalladas y
gozosas de las sádicas torturas[96].
Los haiduks fueron el factor decisivo en los
levantamientos serbios contra los turcos en el siglo pasado y hasta en la
formación de la clase dirigente de moderno Estado serbio, reconocido
internacionalmente por las potencias reunidas en el Congreso de Berlín, en
1878. Los autores serbios destacan que en el alzamiento y la creación del nuevo
Estado desempeñaron el papel principal los tratantes aldeanos de porcinos,
cabecillas aldeanos y los haiduks, que en la época de la decadencia del imperio
turco fueron considerados "profesionales"[97].
Los haiduks eran cabecillas militares y de sus filas provinieron los primeros
dirigentes políticos y, además ambas dinastías serbias: los Obrenovic y los Karageorgevic.
"Quien era haiduk más renombrado y quien en sus
fechorías tuvo más éxito, en el nuevo Estado lograba mejor puesto, más riqueza
y mayor prestigio. El sentido de esos privilegios consistía en atraer y
comprometer a los destacados cabecillas de los Haiduks a una vida tranquila,
pues eran peligrosos para un nuevo estado de cosas y el orden establecido"
[98].
El despotismo, empero, de los nuevos gobernantes
serbios era tal que provocaba resistencia y más tarde hubo casos serios de
bandolerismo, especialmente en 1884, cuando los haiduks dominaban distritos
enteros[99].
Los haiduks actuaron en Serbia hasta la última guerra. Los diarios belgradenses
describían con frecuencia sus desmanes, sin ahondar en sus causas sociológicas
y políticas[100]. Hasta
el ex rey yugoeslavo en su asaz confuso libro de memorias describe el encuentro
de su padre Alejandro con los haiduks en ocasión de un viaje oficial por la
zona montañosa de Serbia[101].
Mito sobre el heroísmo de los guerrilleros
yugoeslavos
La tradición de los haiduks se hizo presente en las
acciones guerrilleras contra los turcos antes y durante las Guerras Balcánicas
(1912-13). Los chetniks seguían esta tradición, de la que, como hemos visto,
los círculos patrióticos serbios no se avergüenzan sino que se enorgullecen[102].
Entre las dos guerras, en las escuelas nacionales y en el ejército del Reino de
Yugoslavia se fomentaba el culto de los haiduks como uno de los importantes
ingredientes de la educación nacional en escuelas y en ejército.
Ese elemento humano y el contorno geográfico fueron
factores determinantes de las conocidas guerrillas serbias durante la guerra
pasada, tanto las nacionalistas de Draza Mihailovic como las comunistas. Los
cronistas y la opinión pública occidentales idealizaban a esos guerrilleros apreciando
su ida a los bosques con criterios que aquí no caben[103].
Los mismos autores serbios, que glorifican esa guerrilla, ponen de relieve que
poco elemento urbano había entre los guerrilleros... "la resistencia fue
encabezada por el hombre local, de hecho, el haiduk político local que entre
los chetniks representaba el extremo... y en el movimiento de los guerrilleros
de José Broz la fuerza principal de combate"[104].
"Unicamente en un ambiente -acota otro autor de nacionalidad montenegrina-
donde la élite espiritual pudo enaltecer a los haiduks como combatientes
idealistas y héroes nacionales, pudo surgir ese movimiento rebelde que se
autodenominó partisano"[105].
El mismo autor señala los métodos inhumanos de la guerrilla de los partisanos y
la inmoralidad de su agresión contra el Estado nacional croata.
El espíritu de subversión y la crueldad con el
adversario derrotado, una de las constantes de la historia de Serbia, se deben
a las influencias bizantinas y a la reacción contra la dominación turca. En la
Serbia medieval la mayoría de los monarcas fueron derrocados por la fuerza y a
menudo fueron asesinados o mutilados por sus parientes más allegados. En la
Serbia moderna, como dice D. Tosic:
"Unicamente Milos Obrenovic y Pedro I
Karageorgevic murieron en el trono de muerte natural, pero ambos llegaron al
trono después del exilio. Milos asesinó a Karageorge en 1817, el príncipe
Alejandro Karageorgevic murió en el destierro en 1885, el príncipe Mihailo fue
matado por un grupo de conjurados en 1868, el rey Milan murió en el exilio en
1901, su hijo Alejandro fue asesinado en 1903 en Belgrado, el rey yugoeslavo
Alejandro fue muerto en 1934 en Marsella..." [106]
El último siglo de la historia de Serbia se
caracteriza por las luchas implacables entre las dos dinastías, ambas de origen
haiduk (bandolero).
"La crónica política de ese periodo registra
descuartizamientos, latigazos e incluso algunos casos de empalamiento" de
los adversarios políticos. De los tiempos turcos "debió quedar en la
psicología de nuestras (serbias) masas populares algo de la crueldad turca que
los serbios con frecuencia evidenciaban en la lucha... Los métodos policiales
del principado vasallo de Serbia... fueron igualmente crueles". Los
castigos corporales eran usuales, de modo que el destacado historiador serbio
Slobodan Jovanovic, presidente de uno de los gobiernos yugoeslavos en el
exilio, decía que "la cachiporra fue el símbolo del poder en nuestro
país" y que los gendarmes "apaleaban a la gente peor que al
ganado". El aplastamiento de "las frecuentes rebeliones se hacía de
modo igualmente cruel". Los rebeldes "eran torturados
terriblemente" y los campesinos matados en masa. "Dado ese estado de
cosas, no es de extrañar que la prensa europea escribiese en 1899 que nosotros
los serbios estamos borrados de la lista de los pueblos civilizados" [107].
No debe, tampoco, extrañar el hecho de que los
serbios aplicasen idénticos métodos, en escala mucho mayor, contra los
macedonios, albaneses, croatas, húngaros, etc., "liberados" por
ellos, y que en la guerra de guerrillas, durante la última conflagración
mundial, consumando la "venganza" por la desintegración de
Yugoslavia, sobrepasaran todos los límites.
Masacres de vencidos y minorías, parte de la
tradición nacional serbia
Un capítulo aparte en la historia de Serbia lo
constituyen las matanzas colectivas de los enemigos y minorías étnicas.
Ese fenómeno debe entenderse como influjo de la
concepción estatal bizantina totalitaria sobre los montañeses balcánicos
semiprimitivos. Bizancio fue el primer Estado totalitario en Europa. En él,
tanto el individuo como todas las manifestaciones culturales estaban sujetos al
poder político autocrático (césaropapismo). En la versión moderna, trátase de
la identificación del Estado, la nación y la religión. En semejante sistema no
hay lugar para una minoría desconformista, a la que se persigue despiadadamente
y casi siempre es exterminada.
Ya en la Serbia medieval regían medidas
extremadamente severas contra los católicos y los patarenos (bogomili). En la
época moderna, esos métodos afectan principalmente a la minoría aborigen que,
bajo el dominio turco, abrazó el islamismo. Así el príncipe obispo de
Montenegro, Danilo I, intimó a los musulmanes de la región que había
conquistado, a pasar a la religión ortodoxa en plazo determinado. Al no
hacerlo, fueron masacrados en la Nochebuena de 1708. Ese acto cruel llamó la
atención del emperador ruso Pedro el Grande, quien suscribió un pacto con
Montenegro contra los turcos y desde entonces ese minúsculo país balcánico
estuvo permanentemente en la esfera de influencia rusa. Posteriormente, hubo
también frecuentes casos de masacres colectivas de los musulmanes en las zonas
que iban conquistando los montenegrinos[108].
Esas matanzas alevosas consumadas por el gobierno
teocrático montenegrino quedarían como uno de tantos episodios de la sangrienta
historia balcánica, si uno de los sucesores de Danilo I, el príncipe-obispo
Pedro II Njegos (1830-1854) no hubiera glorificado ese genocidio en su poema
"La guirlanda de montaña", que los serbios consideran unánimemente
como obra maestra de su literatura nacional. "Esas gentes apenas conocían
la Biblia; el poema de Njegos hacía las veces de libro sagrado" [109]
"Njegos representa el pensamiento serbio y nacional..." [110].
Matanzas de los musulmanes
La emancipación de Serbia del dominio turco durante
el siglo pasado estuvo acompañada por la expulsión y a menudo por la masacre de
la minoría musulmana. Un cronista francés dice al respecto: "Todos los
turcos que rehusaron ser bautizados murieron en los más horrorosos suplicios.
Los niños fueron despedazados. A las mujeres les extirpaban los intestinos o
las tomaban como esclavas" [111].
Cuando los comunistas serbios consumaron en 1945
masacres de prisioneros de guerra y civiles, inclusive mujeres y niños, repetían
sus crímenes contra los turcos. Los serbios "cometieron miles de
atrocidades contra los vencidos, quebraron su juramento de las condiciones de
la rendición, degollaron a los turcos, violaron a las mujeres y se entregaron
al pillaje" [112].
El destacado político serbio Milan Gavrilovic, embajador yugoeslavo en Moscú
que suscribió el pacto de no agresión con la Unión Soviética en 1941, luego
presidente del Comité Nacional Serbio interpartidario en los EE.UU., orgulloso
de haber guerreado en su juventud contra los turcos, se refiere a los informes
de los representantes franceses sobre dichas masacres serbias contra los turcos
derrotados. Extracta los informes del cónsul David que dice que los serbios
habían "degollado a 2.000 de los suyos, contrarios a semejante empresa
armada. El furor entre los dos partidos era tal que un bárbaro en riña con su
padre, contrario a que se rescindiera el acuerdo, mató con pistola a su
progenitor" [113].
En esa ocasión, según informa el mismo cónsul francés, protagonista de la crónica
novelada de Ivo Andric "Sucedió en Bosnia", "masacraron a todos
los judíos que estuvieron del lado turco" [114].
Las masacres siguieron también en nuestro siglo,
siempre con propósitos expansionistas y opresores. Cuando los serbios en 1913
"liberaron" a Macedonia, perpetraron, de acuerdo a los datos
verificados por una comisión internacional, una serie de crímenes contra la
población lugareña que rehusó ser serbia[115].
Dos años después, durante la Primera Guerra Mundial,
el ejército serbio tuvo que evacuar su patria y, al pasar a Bosnia, consumó
masacres de musulmanes en los distritos de Foca y Rogatica, donde asesinó al 3%
de la población[116].
Que no se trata de un incidente casual, sino de la opinión prevaleciente en
Serbia, lo testimonia Ivan Mestrovic, quien anotó las declaraciones del
político serbio Stojan Protic, varias veces ministro y presidente del gobierno
serbio y luego yugoeslavo, sobre la modalidad de resolver el problema de los
musulmanes en Bosnia y Herzegovina.
"Cuando nuestro ejército atraviese el río Drina,
dará a los turcos (los croatas de religión islámica) 24 horas, o al máximo 48,
para que vuelvan a la fe de sus antepasados, y los que no lo quieran, los
mataremos, como a su tiempo hicimos en Serbia". Cuando los horrorizados
croatas presentes le preguntaron: "cómo podían, hombres instruidos,
considerar a los hombres de otro credo religioso como lo hacían los haiduks
primitivos y analfabetos", Protic reafirmó: "En Bosnia con los turcos
no procederemos a la europea, sino según nuestra ley" [117].
Protic era uno de los políticos serbios más moderados
en cuanto a las relaciones serbio- croatas. Su opinión no era aislada y
Mestrovic pudo registrar en sus memorias declaraciones parecidas de varios
representantes prestigiosos de la vida pública serbia.
Masacres en el Reino de Yugoslavia entre las dos
guerras
Como Yugoslavia en 1918 fue creada al amparo de las
democracias occidentales, los serbios no pudieron cometer masacres en gran
escala. No obstante, perecieron millares de montenegrinos y albaneses. En
Montenegro y en Sandzak hubo varios casos de matanza colectiva y pillaje contra
la población musulmana[118].
Los serbios, ya durante la Primera Guerra Mundial, torturaron y asesinaron a
los soldados croatas que cayeron prisioneros en el frente ruso. De acuerdo al
convenio estipulado entre los gobiernos ruso y el serbio, en Odesa debió
formarse con los prisioneros la legión serbia de voluntarios. Cuando los
prisioneros croatas se negaron a enrolarse al ejército serbio, fueron
perseguidos, castigados y asesinados[119].
Es interesante acotar que entre los oficiales serbios figuraba "el
voluntario" Dr. Ivan Subasic, que en 1939 fue impuesto por la Regencia
yugoeslava como "bano" (virrey) de Croacia (1939-41) y en 1944 por el
gobierno británico como presidente del gobierno yugoeslavo exilado y en ese
carácter firmó el acuerdo con Tito en tales condiciones que los comunistas
tenían asegurado el control completo del poder.
Yugoslavia fue creada en 1918 mediante la sangre, la
violencia y la violación del derecho de autodeterminación. Tito expresó sobre
el particular el punto de vista del Partido Comunista de Yugoslavia en su
informe presentado ante el V Congreso partidario en 1948. Sobre el origen de
Yugoslavia dijo:
"Los pueblos que integraron la nueva comunidad
estatal vivieron más de trece siglos separados en condiciones diferentes y bajo
influencias distintas -políticas, culturales, económicas y sociales... La
llamada unificación de los serbios, croatas y eslovenos se operó en 1918
mediante abundante asistencia de las tropas vencedoras, serbias y francesas,
que vinieron a Croacia, Eslovenia, Bosnia, Herzegovina y Montenegro... Claro,
esas tropas acudieron para asegurar la posición hegemonista a la burguesía
granserbia. En Montenegro y en Croacia hubo fuerte oposición a semejante
unificación: esa resistencia fue aplastada en sangre, tanto en Montenegro como
en Croacia. Tal la misión de las tropas francesas y serbias en las regiones
recién anexadas" [120].
Unicamente Tito omitió decir que de manera semejante
se restauró YUGOSLAVIA en 1945, cuando el ejército partisano-serbio ocupó a
Croacia, respaldado por el Ejército Rojo, y a sangre y fuego aplastó la
resistencia croata.
Milovan Djilas describe cómo fue aniquilada la
oposición a la liquidación del Reino de Montenegro y su incorporación a Serbia
en 1918. El clan Rovci se opuso a ello.
"Los rovcani fueron tratados con crueldad y
vileza. Incendiaron sus casas: fueron robados y golpeados. A las mujeres les
cosieron gatos en sus faldas y golpearon a los gatos con varas. Los soldados
montaban a la grupa de los ancianos y los obligaban a llevarlos a través de la
corriente. Atacaban a las jóvenes. Todo lo pisotearon: la propiedad, el honor y
el pasado" [121].
También en Croacia, el ejército serbio se portó como
en un país ocupado, aplicando las leyes militares serbias y castigos
corporales, antes desconocidos en Croacia. Centenares de miles de croatas
fueron aporreados. Ya el quinto día después de la unión oficial, el 5/12/1918,
hubo masacre de los desarmados soldados croatas en la plaza mayor de Zagreb.
Fueron muertos 9 soldados y 4 civiles, heridos 10 soldados y 7 civiles. En
otras provincias croatas se produjeron violencias y masacres. Las figuras
representativas de la vida cultural y política se hallaban en la cárcel. En
algunas regiones hubo rebeliones.
"La lucha entre los gendarmes, el ejército
(serbio) y el pueblo se inició primero en la aldea Ivanje, el 2/9/1920. Muy
pronto se extendió a Bregi, Grubisno Polje, Cazma, Dugo Selo, sv. Ivan Zelina,
sv. Helena, Garesnica, Pesin y otras localidades. Un gran combate se libró en
el bosque cerca de Sisak. Varios millares de campesinos se enfrentaron con las
unidades militares. Hubo muchos muertos y heridos. Centenares de campesinos
fueron encarcelados y molidos a palos por el ejército y la gendarmería" [122].
El Dr. Mate Drinkovic, político croata y luego
ministro en el gobierno dictatorial del rey Alejandro, testimonia que en 1920,
en una reunión del gabinete, se opuso durante cuatro horas a la proposición de
que "había que organizar contra los croatas una expedición punitiva
militar en línea de combate contra los campesinos, precisamente como en un país
enemigo", y "someter a esos esclavos a sangre y acero si las
cachiporras no bastasen". Dice que en la discusión tuvo que espetar a los
proponentes que "no quería que lamen la sangre croata" [123].
La opresión y los atropellos contra los croatas
culminaron con la implantación de la dictadura personal del rey Alejandro, el
6/1/1929. En el decenio 1929-1939 las persecuciones, las torturas, las detenciones
y los asesinatos de croatas eran fenómenos corrientes. Los desmanes y actos de
violencias se hicieron tan frecuentes que monseñor Dr. Ante Bauer,
metropolitano croata, entregó el 25/5/1935 al Regente, príncipe Pablo
Karageorgevic, un extenso memorial sobre los abusos del poder, pues no podía
presenciar "sin perturbarse cómo se está sembrando la simiente que en el
futuro podía fructificar en el odio, la venganza y la adhesión a las corrientes
impacientes por abolir la civilización la cultura europea y cristiana... Es mi
deber levantar la voz contra las crueldades, pues algunas de ellas se vienen
consumando con motivo de las fiestas religiosas..." En dicho memorial se
citan numerosos lugares, nombres y casos de torturas del clero católico, a quienes
los gendarmes serbios "injuriaron su Dios católico"[124].
Tuvo que protestar la Iglesia, porque a la sazón los
representantes políticos croatas fueron asesinados, encarcelados o exilados. A
raíz del citado memorándum se formó nuevo gobierno, presidido por el Dr. Milan
Stojadinovic que, con miras a debilitar la oposición croata, alentada por los
asilados en Hungría, Austria e Italia, trató de acercarse a las potencias del
Eje. Al mismo tiempo, la prensa publicaba casi semanalmente comunicados
oficiales de que los gendarmes se vieron obligados a disparar contra los grupos
croatas. Cada vez había muertos y heridos entre deportistas, excursionistas,
romeros (peregrinos), conjuntos corales, etc. Bastaba que alguien se opusiese a
los gendarmes despóticos, izase la bandera nacional o entonara alguna canción
patriótica.
El político serbio Svetozar Pribicevic, entonces
exilado en Francia, en su libro sobre la dictadura del rey Alejandro, publicado
en París, para comprobar que "todo el pueblo croata estaba fuera de la
ley" describió los asesinatos de los prominentes políticos y literatos
croatas, los asesinatos en masa. Entre otros, se refiere el caso siguiente:
"Para ejemplificar aportaré un caso de la
represión por expresiones más inocentes del sentir popular croata en forma de
los asesinatos en masa de los hombres, mujeres y niños. En la ciudad croata
Omis, en Dalmacia "hubo una manifestación religiosa, el Congreso
Eucarístico. Cuando después de la solemne misa el pueblo empezó dispersarse
formando procesiones, entonando cánticos religiosos, de repente aparecieron los
gendarmes al mando del subteniente Markovic, previamente en acecho y
escondidos, acometiendo con tiros contra la gente indefensa. Dispararon contra
la gente desbandada sin previo aviso e intimación. Al principio los fieles
suponían que estaban tirando al aire. Pero las primeras víctimas, caídas en la
plaza mayor de Omis, demostraron lo contrario. En vista de la terrible
experiencia cundió un pánico indescriptible. La gente huía, caía y gritaba. Los
gendarmes destrozaron la bandera de una asociación católica de Vranjic porque
junto con las imágenes del Salvador y de la Virgen lucía los colores nacionales
croatas. El resultado de esta masacre cruel fue cuatro personas heridas
gravemente, un colegial con la bala en el estómago, una muchacha de Sucurac con
la mano derecha amputada y cuarenta personas heridas, algunas de gravedad. Pero
los gendarmes todavía no estaban satisfechos. La misma noche en el pueblo
Celine mataron en la misma puerta de su casa a dos hermanos Becic, hijos únicos
de sus ancianos padres... Los mataron sólo por el hecho de haberse negado a
entregarles el estandarte de una sociedad religiosa croata. La ciudadanía de
Split, donde murieron en el hospital, quiso honrarlos con un sepelio solemne,
pero los gendarmes raptaron sus cadáveres y con fuertes calores del verano
mediterráneo los llevaron en un saco no se sabe dónde..." [125]
En esta atmósfera se celebraron dos comicios en los
que el Partido Campesino Croata, con grandes sacrificios, pudo presentar su
lista opositora, que en Croacia obtuvo casi la totalidad de los votos, pese a
que el voto fue público, no había libertad de reunión, de campaña electoral ni
de prensa, y a que los gobiernos dictatoriales acusaron a la oposición de estar
contra el Estado y en favor de los exilados ustachi. Resultó que esas
acusaciones favorecieron enormemente a la oposición. Por su parte, los
diputados nacionales croatas exigían las libertades y los derechos cívicos para
Croacia, de acuerdo con el principio nacional y el derecho de
autodeterminación, sin ocultar que el pueblo croata en caso de una guerra no
lucharía por un Estado que los priva de las libertades nacionales y políticas.
Recién en 1939, en vísperas de la guerra, la Regencia
acordó a Croacia una autonomía limitada sobre el territorio nacional amputado.
Sin embargo, a causa del chovinismo serbio, esta fue una transacción política
que, lejos de consolidar la situación, fue motivo del golpe de Estado de marzo
de 1941, de la entrada de Yugoslavia en la guerra y de su desmembramiento.
Yugoslavia fue atacada el 6 de abril de 1941 y diez
días después el Rey y el gobierno huyeron del país. El día 17 de abril se firmó
la capitulación incondicional.
Situación compleja y tensa tras el colapso y la
desintegración del Reino de Yugoslavia
La súbita derrota militar de Yugoslavia sorprendió no
sólo a sus agresores, sino todavía más a Gran Bretaña que, por conducto de sus
agentes, alentó el golpe de Estado, confiando en que la resistencia militar
yugoeslava facilitaría la apertura del frente balcánico.
El desmoronamiento político y militar de Yugoslavia
no era fortuito, sino expresión de la endeblez interior de un Estado multinacional,
dominado por un pueblo minoritario sobre la mayoría que tiene la conciencia
nacional altamente desarrollada y está mucho más adelantada en lo cultural y lo
económico que sus opresores. Dicho de paso, lo mismo ocurriría en caso de una
nueva crisis internacional, ya que también en la Yugoslavia actual Serbia
domina sobre los demás pueblos y minorías nacionales. Tras la desintegración de
Yugoslavia se creó una situación político-militar muy compleja. Se dieron
ciertas soluciones acertadas junto con una serie de medidas erradas e injustas
que, sumadas a las inevitables tensiones de guerra, a la que los comunistas
trataron de imprimir carácter revolucionario, facilitaron la injerencia de la
Unión Soviética.
La creación del Estado Independiente de Croacia conforme
al principio nacional y la incorporación de las zonas habitadas por las
minorías búlgara, albanesa y húngara a los países respectivos, significaron
soluciones acertadas y justas. Teóricamente se dio una solución a medias al
problema de Montenegro, que debió ser un reino separado en unión personal con
el Reino de Italia [126].
El problema territorial de Serbia encontró solución
acertada, pues Serbia quedó dentro de las fronteras anteriores a las Guerras
Balcánicas y en la emergencia de la guerra bajo la ocupación militar alemana.
Unicamente en tal Serbia, que constituye una unidad histórica y geográfica, los
serbios son la mayoría absoluta de la población. Es verdad que hay más de dos
millones de serbios fuera de sus fronteras, pero en ninguna provincia constituyen
la mayoría de la población. Los alemanes designaron en Serbia el gobierno del
general Milan Nedic, ex ministro de guerra, con el propósito de conseguir su
colaboración en la lucha contra los grupos guerrilleros.
Flagrantes violaciones del principio nacional fueron
el reparto de Eslovenia entre Italia y Alemania (Hungría se anexó Prekomurje e
igualmente la comarca croata de Medjimurje) y la incorporación a Italia de
partes sustanciales de la zona marítima, habitadas exclusivamente por los croatas.
Las soluciones dadas a los problemas de Albania y
Montenegro fueron correctas únicamente en teoría, puesto que esos territorios
de hecho estaban ocupados por los italianos. Además, había fricción entre
Italia y Alemania respecto a la esfera de intereses en el Sureste europeo, y
los italianos, temiendo la influencia predominante de Alemania, particularmente
en Croacia, practicaron una política que forzosamente surtió efecto contrario
entre todos los patriotas croatas. En lugar de procurar afianzar los lazos
amistosos entre ambos pueblos adriáticos, se inauguró la política de presión e
intrigas e incluso se llegó a prestar ayuda directa a los chetniks, enemigos
comunes, e indirecta a los guerrilleros comunistas. Con la amputación de la
zona adriática croata y con su política en general, enderezada a integrar a
Croacia dentro del imperio fascista, Mussolini logró un efecto
contraproducente. Los croatas, en la difícil lucha por conservar su
independencia nacional, se vieron obligados a depositar sus esperanzas en el
Tercer Reich que, por lo menos en ese momento, aventajaba a Italia por no
presentar ninguna reclamación territorial perjudicial para Croacia.
El chovinismo serbio, caldo de cultivo de la rebelión
De esa manera estaban decepcionados y exasperados no
sólo los serbios, para quienes Yugoslavia era y es Serbia engrandecida, sino
que tampoco estaban contentos los pueblos y las minorías étnicas que en la
desintegración de Yugoslavia veían la destrucción de su cárcel nacional. Se
crearon así las condiciones de un nuevo tipo de guerra, contraria a las
costumbres y al derecho de guerra vigentes hasta entonces, pero que se mostró
como un instrumento poderoso de la conquista comunista. Los métodos de la
guerra de guerrillas fueron aceptados y apoyados por los Aliados occidentales,
que no comprendieron que eso implicaba la derrota inevitable de las fuerzas
nacionales, pues no podían competir con los comunistas en los despiadados
sacrificios de vidas humanas y bienes nacionales. Se afirma que los comunistas
contestaban a las objeciones de que con sus métodos de guerra desaparecería el
pueblo y el país quedaría despoblado, que lo principal era mantener el
territorio y en cuanto a los habitantes, en caso de necesidad, se podría
radicar allí a los chinos que son tantos. El hecho es que los comunistas no
ahorraban vidas humanas ni bienes nacionales, obrando según el lema "lo
peor es lo mejor". El comando militar del Eje partía de la premisa
equivocada de que con la capitulación del Reino de Yugoslavia la guerra había
terminado y que en el territorio ocupado bastaban pocas fuerzas, principalmente
para proteger las vías de comunicación. Por eso sostenían que Croacia no
necesitaba ejército salvo uno que otro destacamento para los fines policiales.
En esa tesis insistía particularmente Italia, que mediante los Acuerdos de
Roma, del 18/V/1941, aseguró su influencia en la organización de las fuerzas
armadas croatas, con el propósito de mantener en dependencia al recién
restablecido Estado de Croacia. Sin embargo, el verdadero interés de Italia
hubiera sido reforzar a su aliado croata en la orilla oriental del Adriático.
Por otra parte, la jefatura militar serbia en Yugoslavia entre las dos guerras
lo hizo todo para dificultar la organización del ejército nacional en Croacia. Aunque
Croacia es más industrializada que Serbia, las industrias de guerra no estaban
en su territorio, de modo que Croacia, en cuanto al armamento, dependía
totalmente del extranjero, de Alemania e Italia, y en parte de los países
neutrales. Muy pocos oficiales y suboficiales de nacionalidad croata figuraban
en el ejército yugoeslavo y durante la guerra había que apresurar la formación
e instrucción del cuerpo de oficiales croatas. Mientras tanto, fueron
reactivados ex oficiales de la época del imperio austro-húngaro, declarados
cesantes entre 1918 y 1941.
Los primeros casos de rebelión se verificaron en
Serbia a mediados de 1941. Los primeros en entrar en acción fueron los
chetniks, al mando de Draza Mihailovic, abasteciéndose de los depósitos de
armas escondidos antes de la guerra en regiones montañosas. Atacada Rusia,
aparecieron inmediatamente los guerrilleros comunistas, muy pocos al comienzo,
pero paulatinamente iban eclipsando las acciones guerrilleras de los chetniks.
En el verano de 1941, los chetniks y los partisanos dominaban en la Serbia
sudoccidental, donde había escasas guarniciones alemanas. Al producirse una
enérgica contra-acción de los alemanes, primero los chetniks y luego los
comunistas transfirieron su actividad a Sandzak y Montenegro. Allí se
mantuvieron, tanto a causa de la configuración topográfica muy asequible a la
guerrilla, de la tradición arraigada de los haiduks y chetniks de esa región,
cuanto por la inactividad de las tropas de ocupación italianas.
Desde allí, primero los chetniks, seguidos por los
partisanos, se trasladaron a Bosnia, territorio del Estado de Croacia, donde se
les unió cierto número de los integrantes de la minoría étnica serbia.
Se trataba de la región al sur de la línea
Karlovac-Foca, donde estaban estacionadas las tropas italianas en virtud de un
convenio entre las potencias del Eje. Los representantes militares italianos no
permitieron que se organizasen allí fuerzas armadas croatas ni siquiera
guardias locales.
Recién a fines del verano de 1941 se pudo abordar la
organización del ejército croata, cuando a raíz de las acciones guerrilleras,
Roma y Berlín se percataron de que la cooperación de las fuerzas armadas
croatas era imprescindible. Se comprobó que las acciones comunistas pudieron
controlarse únicamente en las zonas donde la población era solidaria con las
autoridades militares, pues es sabido que las acciones guerrilleras son
posibles únicamente si son apoyadas por la población lugareña.
Formación del ejército croata de 250.000 integrantes
pese a la oposición de Italia fascista
En pos de la mejor comprensión de los sucesos,
conviene referirse a la organización del ejército croata, despiadadamente
masacrado por los comunistas al terminar la guerra. Recapitularemos los datos
del general croata Fedor Dragojlov, teniente 1° en el ejército austro-húngaro,
y jefe del Estado Mayor del ejército croata durante la guerra[127].
Las primeras acciones del nuevo ejército croata,
contra la voluntad de las potencias del Eje, tenían por finalidad proteger a la
población croata contra las represalias de los restos del ejército yugoeslavo.
Si bien los alemanes y los italianos se llevaron el armamento del derrotado
ejército yugoeslavo como botín de guerra, quedaron armados pequeños
contingentes ustachi y de guardias urbana y campesina, organizadas antes de la
guerra por el Partido Campesino Croata para proteger a la población de los
abusos y atropellos de los órganos oficiales de Yugoslavia. Por otra parte, en
las regiones amenazadas por los restos del desbandado ejército yugoeslavo y por
los chetniks serbios, se formaron espontáneamente milicias locales semilegales,
que a menudo y de modo arbitrario se arrogaban los distintivos de los ustachi.
Esa milicia, en la mayoría de los casos, protegió con éxito a la población en las
comarcas de población mixta croata-serbia, donde los serbios perseguían
abiertamente el exterminio de la población croata. Esos grupos, formados en
defensa propia y obrando por iniciativa propia, replicaban a veces a los
excesos de los chetniks con medidas iguales, tanto más que actuaban en su país
y como defensores de su Estado nacional.
Esta primera fase de recíproca destrucción entre
serbios y croatas tuvo secuelas harto nocivas, puesto que los comunistas y los
chetniks consiguieron convencer a la nutrida minoría serbia en Bosnia que su
salvación era plegarse a la guerrilla contra el Estado de Croacia. Su tarea fue
facilitada por el hecho de ser, entre las dos guerras, la minoría serbia en
Croacia el elemento dominante. Al convertirse luego en minoría, no era difícil
incitarlos a acciones diversionistas y a la rebeldía. Eso vale especialmente
para las regiones con seculares tradiciones de bandas depredadoras y bandoleras
(haiduks).
Luego, durante la formación del ejército regular
croata, no se pudo pasar por alto a los contingentes ustachi, integrados por
voluntarios y distinguidos por su alto espíritu de combatividad. "Se puede
pensar -dice el general Dragojlov- de las unidades ustachi una u otra cosa,
pero el hecho es que las integraban entusiastas combatientes voluntarios por la
libertad de su patria".
De ese modo surgió el dualismo dentro del ejército
croata. Por un lado, el ejército regular - los domobrani- y por el otro la milicia
ustachi. Los comunistas trataron luego de describir a todos los ustachi como
fascistas recalcitrantes y colaboracionistas, que ellos, como defensores
autocalificados de los intereses nacionales y la democracia, tenían el derecho
y el deber de masacrar. Incluso hoy, a los 18 años de haber terminado la
guerra, en la Yugoslavia comunista se dictan condenas severas contra todo
croata acusado de haber pertenecido a las formaciones ustachi.
La oposición germano-italiana a la organización de un
ejército croata fuerte y bien pertrechado dio por resultado que los chetniks y
los comunistas tuvieran un año de ventaja en la formación de sus fuerzas de
choque. Esta fue la consecuencia más desastrosa de la negativa del Eje. El
tiempo perdido ya no podían recuperarlo los croatas. Los partisanos, sacando
provecho de las experiencias de la revolución rusa, aprovecharon también otras
ventajas, y a mediados de 1942 disponían en el territorio de Croacia de más
fuerzas que los croatas y los alemanes en conjunto. (Los italianos contaban con
mayores fuerzas, pero, dicho eufemísticamente, eran un lastre, ya que
premeditadamente se negaban a combatir contra los rebeldes, creyendo que,
obrando así, les sería más fácil extorsionar a los croatas y contener la
influencia alemana en Croacia).
En estas circunstancias, los croatas se vieron
obligados a ingeniarse para, al margen de las relaciones correctas entre Roma y
Berlín, burlar la oposición italiana y, con la ayuda alemana, echar los
cimientos de su organización militar. A tal propósito, sin que lo pidiesen los
alemanes, ciertas unidades croatas lucharon en el frente ruso, a saber, el 369
regimiento de infantería de voluntarios, un escuadrón de aviones de caza y uno
de bombarderos, más un contingente numeroso de marinos croatas que operaban en
el Mar Negro. Debido a la intransigente oposición italiana, no era posible
crear la marina de guerra en el Adriático y renovar las gloriosas tradiciones
marítimas croatas, sino en mares lejanos. Tras la capitulación de Italia, esos
marinos regresaron a Croacia.
La oposición italiana a la formación del ejército
croata fue burlada del modo siguiente: se organizaron varias divisiones
croatas, denominadas legionarias, dentro del ejército alemán. Esas divisiones,
instruidas y adiestradas en Alemania, combatieron en Croacia y una de ellas, a
fines de la guerra contra los soviéticos en la Hungría meridional. Aunque se
trataba de unidades eficientes y bien organizadas, con distintivos croatas y
mayormente al mando de oficiales croatas, y el comando en croata, eso equivalía
a cierta dependencia de un ejército extranjero, muy perjudicial para el
prestigio del Estado de Croacia. Más tarde el ejército croata dependerá del
comando alemán para el Sudeste europeo en cuanto a las operaciones de guerra.
Durante 1941 y hasta la primavera de 1942, en Croacia
no había ni 10.000 soldados alemanes, mayormente reservistas, destacados a lo
largo de las vías principales ferroviarias: Zagreb- Belgrado y Brod-Sarajevo.
Ni siquiera más tarde los comunistas habían comprometido importantes fuerzas
alemanas. Dragojlov cita todas las unidades alemanas apostadas en Croacia y
desmiente rotundamente las afirmaciones de los comunistas yugoeslavos en el
sentido de que habían obligado a 20 divisiones alemanas a combatir en Yugoslavia,
en lugar de hacerlo en otros frentes. Es obvio que en esas cifras incluyen las
unidades del ejército croata.
Los primeros contingentes del ejército regular croata
tuvieron que ser lanzados a la lucha sin el debido adiestramiento a fines del
verano de 1941. Eso también estorbó la formación normal de las fuerzas armadas
croatas que, respecto a su armamento y equipo, dependían de Italia y Alemania.
Esos pertrechos llegaban lentamente y en cantidades insuficientes. Los dos
primeros años, el ejército croata era más débil que un ejército de reserva en
tiempo de paz. Por eso, al comienzo los comunistas desarmaban a las
guarniciones de domobrani, se quedaban con su armamento y equipo y los enviaban
a sus casas. "Más tarde, subraya el general Dragojlov, la lucha contra
todas las unidades croatas y las defensas locales voluntarias se libraba sin
miramiento alguno. Los vencidos fueron masacrados y muchas veces torturados
previamente". En la segunda fase de la guerra, los partisanos no tenían
soldados croatas prisioneros.
Poco a poco se organizaron las fuerzas armadas
croatas: el ejército (domobrani y unidades ustachi, ahora como tropa regular),
la aeronáutica, la marina y la gendarmería. Se formó también a ritmo acelerado,
en parte en Alemania y en parte en las academias militares croatas, un nuevo
cuerpo de oficiales. A fines de 1943, el ejército croata constaba dentro del
país de 22 divisiones en estado de guerra (una de reserva) con 10 unidades
móviles y eficientes servicios de retaguardia, en total 225.000 hombres. La
gendarmería tenía 10.000 hombres, la aviación 6.000 entre oficiales,
suboficiales y tropa; la marina, reforzada por 1.000 legionarios regresados del
mar Negro, disponía de ocho torpederos a motor, dos buques de escolta y un
torpedero mediano (T3). El último combate lo libró la marina croata en Trieste,
cuando miles y miles de desmoralizados marinos y soldados alemanes e italianos
quisieron rendirse sin lucha a los partisanos yugoeslavos. Los marinos croatas
resistían desde sus buques propios y los alemanes abandonados, y luego llegaron
a los puertos del sur de Italia donde se entregaron a los Aliados occidentales.
Además, bajo el comando alemán peleaba a fines de la
guerra una división legionaria, compuesta de voluntarios musulmanes de Bosnia
(división de Handzar), un total 18.000 hombres, y 5.000 voluntarios en una
división de gendarmería, integrada por croatas y miembros de la minoría alemana
de Croacia y Voivodina.
A fines de 1944, las fuerzas terrestres tenían
258.000 soldados, aparte la aeronáutica y la marina, otros 10.000. De ellos,
había 171.000 combatientes (18.000 en la Hungría meridional), 4.000 reclutas,
13.000 hombres de la defensa local y 70.000 en los servicios de retaguardia.
Este ejército defendió a su patria hasta el fin de la
guerra cuando sobrevino el repliegue fatal y el éxodo en mayo de 1945.
Idiosincrasia de los "chetniks" serbios
Puesto que los chetniks fueron los primeros en
desatar acciones guerrilleras y consumar masacres de la población civil,
conviene añadir a lo ya expuesto, algunos datos adicionales.
El origen de la organización chetnik está vinculado
con la actividad de la Serbia contra el imperio turco. Serbia fue reconocida en
1878 como Estado independiente dentro del territorio donde los serbios, salvo
la región de Timok, constituyen la mayoría absoluta de la población. No
obstante, aspiraba a "liberar" nuevas zonas en poder de los turcos. A
tal propósito los serbios organizaron acciones diversionistas, que desde
entonces no dependían de los haiduks, sino de la organización chetnik. Estos,
desde el principio de nuestro siglo, se mostraron muy activos, especialmente en
Macedonia, bajo el dominio turco, donde actuaban como exponentes de la
expansión serbia frente a las reivindicaciones búlgaras y los sentimientos de
la población. Igual que sus antecesores haiduks, los chetniks eran combativos y
crueles, pero como una organización patriótica, respaldada por el Estado
nacional serbio, ajustaron su agresividad a los fines políticos serbios. Sus
acciones no cesaron en el Reino de Yugoslavia, conquistada ya Macedonia.
Actuaban como una organización paramilitar patriótica granserbia en íntimo
contacto con el ejército y la policía contra los macedonios, albaneses, los
partidarios de la independencia de Montenegro y contra las croatas,
particularmente en las regiones de población mixta serbio-croata. Tanto en
Croacia como en otras regiones fueron muy odiados como ejecutores de la
política y el terror granserbios. Punisa Racic, "tipo clásico nacionalista
serbio" [128],
asesino de Esteban Radic, era miembro de la organización chetnik. [129]
P. D. Ostovic, autor del libro "La verdad sobre
Yugoslavia", partidario de la comunidad estatal entre serbios y croatas,
dice: "La organización croata ustacha, formada después de la muerte de
Radic, surgió como reacción directa a la organización serbia chetnik,
patrocinada por el gobierno" [130].
Ostovic transcribe a continuación: "el cuadro
independiente de la organización", dado por Rebecca West, que
reiteradamente defendió con energía la causa serbia. "La policía fue
considerada un cuerpo que produjo resultados satisfactorios al poder supremo
del Estado, y convenía a los poderes subalternos no indagar cómo conseguía esos
resultados por miedo a la venganza por parte de la policía. Eso alentó sus acciones,
que eran deplorables en Croacia, cuando la misma policía empezó por asesinar a
los políticos croatas creyendo que su eliminación facilitaría su cometido; las
bandas organizadas de gángsteres, llamadas chetnici (plural de chetnik)
merodeaban a través del país asaltando a los patriotas croatas y dispersando
sus reuniones cuando la policía uniformada no podía hacerlo". [131]
En vísperas de la guerra se formaron batallones
especiales de chetniks dentro del ejército yugoeslavo con el fin de efectuar
represalias eventuales contra los croatas y otros adversarios de Yugoslavia.
Esos batallones no entraron en acción en abril de 1941, pero su tradición y
organización continuaron en las guerrillas al mando de Draza Mihailovic.
Afinidades y divergencias entre "chetniks"
y partisanos
En la primera fase de la rebelión chetnik en la
Serbia sudoccidental, que coincidió con la rebelión comunista casi en la misma
zona, hubo contactos directos entre Tito y Mihailovic, tendientes a coordinar
sus acciones. Salvo la lucha contra el enemigo común, esas dos guerrillas
perseguían fines políticos opuestos respecto al futuro. Los chetniks
proyectaban restaurar a Yugoslavia, es decir, una Serbia engrandecida,
gobernada por el ejército y la dinastía serbios, que tomarían venganza contra
los croatas, mientras que los partisanos querían transformar la guerra
internacional en civil, destruir el aparato del Estado burgués e instaurar la
dictadura comunista. Muy pronto se hizo evidente que existían diferencias
sustanciales también en la táctica de guerra. Los comunistas anhelaban aliviar
la presión germana sobre el frente ruso, no ahorraban vidas humanas ni bienes
nacionales. Aun más, a sabiendas provocaban represalias del ocupante para
facilitar el reclutamiento de nuevos combatientes. Los chetniks se mostraron
menos combativos. Con el tiempo, por razones de deficiente disciplina y
deseando "economizar la sangre serbia", paralizaron casi
completamente sus acciones bélicas, sosteniendo que estaban conservando todas
sus fuerzas para el momento del desembarco aliado. En esta fase luchaban
exclusivamente contra los croatas y algunas veces contra los comunistas,
colaborando en todos los sectores con los italianos y muchas veces con los
alemanes por intermedio de los grupos chetniks que respondían a las órdenes del
gobierno colaboracionista del general Milan Nedic, nombrado por el comandante
alemán en el territorio ocupado de Serbia. Sobre esta colaboración con las
fuerzas de ocupación de Serbia existen numerosos y evidentes documentos. Los
defensores de Draza Mihailovic, no pudiendo negarlo, arguyen que los
comandantes locales colaboraron con las tropas italianas y alemanas sin su
consentimiento directo. Todavía se discute acerca de quién inició primero las
luchas recíprocas, los partisanos o los chetniks. Por lo demás, este problema
es más bien de orden académico, pues es seguro que los fines políticos, y en
parte los métodos, de los dos grupos guerrilleros eran tan opuestos que los
choques fueron inevitables. Los esfuerzos de los delegados políticos y
militares occidentales por reconciliar a esos dos grupos antagónicos revelaron
el hondo desconocimiento de la situación, que tan eficazmente explotaron los
aventureros balcánicos. Desde el momento que los Aliados occidentales adoptaron
el lema de Winston Churchill: "armaremos a todo bandido capaz de matar a
un huno (alemán)", el éxito final de los comunistas estaba asegurado.
Las tácticas de los comunistas y de los chetniks
diferían un tanto respecto a los adversarios de la restauración de Yugoslavia.
La táctica de los chetniks era totalmente primitiva.
Creían que los Aliados restablecerían el Reino de Yugoslavia, donde podrían sin
estorbo alguno vengarse de los croatas y toda población no serbia. Ya durante
la guerra habían proyectado el genocidio contra los croatas en todas las
regiones en que vivían mezclados con serbios. Querían crear una Serbia
ensanchada, étnicamente homogénea. En Sandzak, en ciertos distritos de
Herzegovina y la Bosnia oriental y occidental perpetraron masacres en masa
contra los musulmanes.
Los chetniks, en su lucha contra la independencia
nacional de Croacia, mataban a los croatas como tales. Los comunistas, a su
vez, eliminaban, en primer lugar a los que consideraban peligrosos para sus
objetivos políticos: la restauración de Yugoslavia bajo la dictadura comunista.
Sus víctimas eran destacados patriotas croatas, adversarios políticos y los
serbios conocidos por su ideología anticomunista. Mucho más sufrieron los
croatas, pues en su gran mayoría defendían con arrojo su Estado nacional, es
decir, se oponían tanto al comunismo como al yugoeslavismo. Sin embargo, los
chetniks y los comunistas coincidieron en la lucha contra el Estado de Croacia
y la población serbia dio su apoyo masivo a los guerrilleros comunistas que
ocultaban sus verdaderos fines, enarbolaban divisas patrióticas y se
autocalificaban como "Ejército de liberación nacional". Además, por
ser exponentes de la influencia rusa, los comunistas eran, en ese aspecto,
simpáticos a las masas serbias, adictas, por tradición, a Rusia, de manera que
en ciertas regiones las diferencias entre los comunistas y los chetniks fueron
asaz limadas. Ocurría que ciertos grupos cambiaban con facilidad de bando. Allí
donde los chetniks colaboraban con las tropas italianas, de día llevaban sus
propios distintivos y de noche operaban como partisanos. A fines de la guerra,
la gran mayoría de los efectivos chetniks se unió a los partisanos, reconocidos
por los Aliados occidentales como uno de los ejércitos aliados. El gobierno de
Gran Bretaña incluso obligó al rey Pedro II a dirigir personalmente por radio
llamados para que todos se enrolasen en las filas partisanas, que él reconocía
como ejército yugoeslavo y a Tito como su comandante supremo.
Documentos sobre las matanzas chetniks- comunistas de
los croatas
Las coincidencias de los comunistas y los chetniks en
su virulenta animosidad al Estado de Croacia eran tan acentuadas, que en la
primera fase de la guerra no era posible siempre deslindar las responsabilidades
por las violencias y atropellos cometidos. En el "Libro gris",
publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Croacia, sobre los
crímenes de las bandas rebeldes durante 1941, no se pudo con exactitud
identificar la culpa de esos dos grupos rivales [132].
No podemos, por razones de espacio, reproducir aquí los datos comprobados y
verificados por comisiones especiales. Nos limitaremos a citar los resultados
de esta investigación, hecha con todos los recaudos jurídicos y legales. En
contraste con las cifras arbitrarias sobre el número de las víctimas con que
operan autores serbios y comunistas, en los mencionados documentos se recalca
que el número de las víctimas es aproximativo, aunque las comisiones
respectivas trabajaron in situ, contaron con el apoyo de las autoridades
locales, interrogaron a los testigos, exhumaron cadáveres, verificaron todo
dato, etc.
Pudo establecer que ya en 1941, "decenas de
miles de croatas habían perdido su vida" (p. 21) y en muchísimos casos de
modo muy cruel. "Cortaban o partían las cabezas de la gente, seccionaban
gargantas, sacaban ojos, cortaban orejas, manos y piernas, los desollaban,
cortaban genitales, a las muchachas y las madres les cortaban los senos...
empalaban a la gente y la quemaban viva, extraían uñas, picaban con cuchillos
bajo las uñas, seccionaban en vivo las manos, herraban a la gente con clavos,
con cuchillos sacaban el corazón, pegaban hasta que las víctimas se desmayaban,
etc.... Ni siquiera los niños se salvaron..." (pp. 20-21).
Reis ul Ulema Fehim Spaho, jefe supremo de la
comunidad musulmana, en la carta que el 6/12/1941 dirigió (documento
reproducido en el libro citado) al mariscal Slavko Kvaternik, ministro a la
sazón de las fuerzas armadas croatas, informa que los representantes religiosos
musulmanes pudieron establecer, en base a las declaraciones testimoniales de
los fugitivos musulmanes de la Bosnia oriental, que desde Serbia habían
irrumpido "bandas comunista-chetniks" que incendiaron, sólo en el
distrito de Rogatica, 71 aldeas musulmanas.
"El incendio de esas aldeas se originaba después
de quedar la población -niños, mujeres y varones encerrada en sus casas, a las
que luego prendieron fuego... Los asesinatos son cometidos del modo más atroz.
Cortan las narices, sacan los ojos, a las muchachas y las madres les cortan las
tetas, a las mujeres encinta les abren la barriga, etc. En el hospital de
Rogatica los chetniks masacraron trescientos heridos y enfermos... No respetan
ni el honor de nuestras madres, hermanas e hijas, pues las bandas
comunistas-chetniks violan a las mujeres y muchachas musulmanas" (pp.
21-22).
Gran valor histórico poseen los documentos que
evidencian en forma irrefutable que los chetniks ya habían incendiado aldeas
croatas en Herzegovina y cometido matanzas los días 13, 14 y 15 de abril de
1941, antes de haberse organizado las autoridades en el recién restablecido
Estado de Croacia en dicha provincia. Se citan nombres y apellidos, lugares y
fechas y los demás datos pertinentes (pp. 33-38) sobre la masacre de la población
indefensa en varias partes de Bosnia y Herzegovina. En forma detallada se
describen e investigan las matanzas, consumadas por los chetniks en Bosnia, en
la aldea católica Krnjeusa (pp. 38-43), en la localidad musulmana Foca, donde
los comunistas y los chetniks venidos de Serbia asesinaron a cinco mil
musulmanes (pp. 43-52). La comisión de investigaciones exhumó en Prijedor
tumbas colectivas, hallando 229 cadáveres de hombres y mujeres, asesinados por
los partisanos en la noche del 15 al 16 de mayo de 1942, cuando por pocos días
se habían adueñado de esta pequeña ciudad de la Bosnia occidental (pp. 58-80).
Esta fue la primera acción grande de ese carácter de los guerrilleros
partisanos. Sus efectivos estaban integrados por campesinos serbios de las montañas
vecinas, organizados y conducidos por los comunistas venidos de ciudades.
En las 36 páginas siguientes, de gran formato, quedan
transcritos los documentos sobre las matanzas en masa en muchas localidades de
Bosnia y Herzegovina. Además de asesinar, dichas bandas depredadoras saqueaban
en gran escala, incendiaban aldeas, destruían mezquitas, iglesias, edificios
públicos y vías de comunicación.
Según lo que pudo verificarse, los chetniks y los
comunistas mataron durante la guerra a 200 sacerdotes musulmanes (hodza) y
cerca de 500 sacerdotes y religiosos católicos, 34 de éstos víctimas de los
chetniks. Durante el invierno 1941-1942, en la Bosnia oriental, distritos Foca,
Visegrad, Rogatica y Cajnice, fueron masacrados 29.000 musulmanes o un tercio de
la población musulmana de esa zona (mayormente por los chetniks)[133].
En la diócesis de Banja Luka, Bosnia occidental, el número de los católicos se
redujo de 130.000 a unos 40.000 [134].
En este exterminio de la población croata tomaron parte tanto los chetniks como
los guerrilleros comunistas (el caso de Prijedor).
En cuanto a los métodos empleados, es interesante
acotar que durante las emisiones de BBC de Londres se emitían órdenes de poner
a ciertas personas "bajo la letra Z". Esas órdenes se impartían a las
"troika" (trío) terroristas chetniks en nombre de los ministros
serbios en el gobierno yugoeslavo en el exilio, de acuerdo con Draza Mihailovic
y designaban a los adversarios políticos ,que había que matar. Stephen
Clissold, especialista inglés en los problemas de Yugoslavia, dice al respecto:
"La letra 'Z' era el signo de la muerte. 'Poned
a tal y cual bajo la letra Z', repetía el locutor de la radio londinense. 'Z'
significaba 'degollar', es decir matar con cuchillo. Esa era la señal para las
troikas chetniks, quiere decir los grupos de tres, para que asesinasen a la
víctima con el cuchillo chetnik. A veces la víctima era algún quisling de
Belgrado, a veces algún partidario de Tito. Ese fue un papel vil asumido por
Londres. ¿Fue por desconocimiento que los aliados británicos toleraron esos
excesos monstruosos?" [135].
El gobierno de Tito publicó gran cantidad de
documentos sobre las masacres de los croatas durante la última guerra,
atribuyéndolas a los chetniks de Draza Mihailovic. Este último, de acuerdo a esos
documentos, admitió en el proceso que se le instruyó y por el que resultó
condenado a muerte, muchos de esos crímenes, alegando que muchos fueron
consumados sin su conocimiento y que su finalidad era patriótica, quiere decir
eliminar el Estado de Croacia para poder restaurar a Yugoslavia. No podemos
utilizar dichos documentos, ya que sabemos por experiencia que no son siempre
fidedignos y que los comunistas atribuyen sus propios crímenes a sus
adversarios. Así, en ciertas publicaciones, reprodujeron las fotografías del
"Libro gris", editado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Croacia, esgrimiéndolas como prueba contra las autoridades croatas. En otras,
publicaron la foto de la iglesia católica incendiada en Krnjeusa.
Por lo tanto, no obraremos como los exiliados serbios
anticomunistas que recurren a los documentos comunistas para acusar a los
croatas y apoyan los pedidos comunistas de extradición de ciertos exiliados
croatas. Por el contrario, estimamos que no se puede dar fe a los documentos comunistas.
Además, los comunistas, autores de tantos crímenes, no pueden erigirse en
jueces de sus adversarios. A falta de un tribunal internacional, se debe
esperar que, en los países sometidos hoy al comunismo, se establezcan gobiernos
democráticos y se instituyan tribunales independientes que ofrecerían todas las
garantías necesarias.
La guerra nacional entre Croacia y Serbia
Desde el punto de vista nacional croata, los cargos
comunistas contra los chetniks por la matanza de los croatas tienen el carácter
de polémicas recíprocas entre dos facciones rivales que pugnaban por el poder,
pero ambas negaban al pueblo croata el derecho a la independencia nacional.
Ambos grupos coartan por medios crueles el derecho de autodeterminación de los
pueblos de Yugoslavia, dominada por Serbia.
Hemos considerado necesario esclarecer ese momento
muy importante para juzgar el carácter de la lucha enconada, librada en Croacia
en la guerra pasada entre las fuerzas armadas croatas por un lado y dos
facciones guerrilleras por el otro: los chetniks, chovinistas granserbios, y
los comunistas quienes, no obstante las consignas sobre la fraternidad y la
unidad, se oponían con la misma terquedad a la liberación nacional de los
pueblos y minorías de Yugoslavia. Por eso, esas luchas no tenían carácter de la
guerra civil, como por ejemplo la guerra de secesión en los EE.UU., sino que se
trataba de una guerra de los pueblos entre Serbia y Croacia. Lo que constató
también Albert Mousset, experto francés en los asuntos de Yugoslavia, autor de
varios libros, estudios y trabajos, quien entre las dos guerras sostenía la
necesidad de la unión de Yugoslavia. París esperaba que Yugoslavia constituiría
un fuerte pivote de la supremacía francesa en la Europa Centro-oriental, pero
en los momentos decisivos experimentó gran decepción. Por eso el eminente
internacionalista francés tuvo que expresar respecto a la restauración de la
Yugoslavia multinacional bajo la dictadura comunista este juicio:
"Resta el problema nacional cuya clave reside
todavía en el arreglo de las relaciones serbio- croatas. Pesa sobre la
República Federal como ha pesado sobre la Yugoslavia unitaria del rey
Alejandro. En su fuero íntimo, los croatas abrigan la esperanza de tener un día
su Estado propio..." A continuación Albert Mousset se expresa así:
"Radic ha dado al pueblo croata una coincidencia social y nacional más
viva que la que emanaba antaño de sus "derechos históricos"... Su
asesinato en el Parlamento de Belgrado cavó entre serbios y croatas un abismo
sangriento que nunca fue colmado. En 1941 y 1943 hubo una guerra nacional entre
ellos. No hay que olvidarlo".[136]
Esa guerra entre dos pueblos, librada con especial
furor en 1941-42, entre el Estado de Croacia por un lado y los chetniks y los
comunistas por el otro, siguió hasta el fin, con los guerrilleros comunistas,
reclutados principalmente entre los serbios.
Enfoque erróneo de los problemas nacionales por los
Aliados occidentales
Ese aspecto esencial de las luchas en Yugoslavia no
fue ponderado debidamente en el extranjero. Las grandes potencias, preocupadas
por sus propios problemas y subordinándolo todo a la victoria final, no podían
tomar en cuenta los momentos que eran de interés primordial para los pueblos
pequeños. Relegaban sus intereses vitales y los sacrificaban si no se podía
sacar el más mínimo provecho propio, insignificante en todo caso para el
resultado final de la guerra[137].
Los Aliados occidentales cometieron un gran error sacrificando, por ventajas
ínfimas durante la guerra, no sólo sus principios sino sus intereses
sustanciales y permanentes. Para sacar provecho dudoso de las acciones
guerrilleras, como las desatadas en Yugoslavia, hicieron tantas concesiones
políticas a los comunistas, cuyos resultados catastróficos después de la guerra
eran inevitables.
Dada la ubicación geográfica de Croacia y Eslovenia
en el Mediterráneo y en Europa Central, los comunistas yugoeslavos creían que
los Aliados occidentales no les ayudarían hasta el final y que, como en Grecia,
apoyarían activamente a las fuerzas anticomunistas. Los dirigentes comunistas
yugoeslavos, sabiendo bien que el ejército croata, que se oponía a su invasión,
no era fascista, sino un pueblo armado que lucha por su libertad y los derechos
nacionales, tenían miedo, pánico de que se produjera en Croacia, en los últimos
meses de la guerra, un vuelco parecido al de Italia en 1943. Para conjurar la
dominación comunista sobre el espacio estratégico de Croacia y Eslovenia
bastaba un desembarco aliado de efectivos mínimos, casi simbólicos, en las
costas croatas del Adriático en la última fase de la guerra, cuando ya no
existía el peligro de un nuevo pacto Ribbentrop-Molotov. En ese caso, en
Croacia se habría creado otra situación político- militar con un gobierno
democrático y proaliado. Además, esa operación político-militar era tan
sencilla, y sus ventajas tan grandes, que con ella contaron casi con la
absoluta seguridad tanto los comunistas yugoeslavos como los soviéticos,
especialmente a raíz de la insistencia de Churchill en asegurar la influencia
de los Aliados occidentales en Yugoslavia. Esa influencia, traducida en el
reparto de las zonas de interés, significaba la formación de gobiernos
democráticos en Croacia y Eslovenia.
Sin embargo, los Aliados occidentales, dentro de su
política confusa y contradictoria frente al expansionismo soviético, eligieron
otro camino que forzosamente condujo al triunfo comunista. En lugar de traducir
ese reparto de influencia en un control absoluto de ciertos territorios,
adoptaron la fórmula "de la influencia bipartidaria" en los países de
la Europa Centro- oriental, expresada en porcentajes que Churchill y Stalin
garrapatearon en un famoso trozo de papel. La influencia occidental debería
asegurarse mediante la participación, en los gobiernos controlados por los comunistas,
de los políticos que gozaban de la confianza de Londres.
Ese modo de asegurar la influencia de los Aliados
occidentales en Yugoslavia, incluyendo en el gobierno a algunos políticos
anticuados y sin poder alguno, era tan torpe que nadie creyó que eso podría ser
la última palabra de las potencias democráticas. Tanto en Moscú como en
Belgrado se creía que los anglo- norteamericanos asegurarían su influencia en
Croacia y Eslovenia desembarcando en la costa oriental adriática. Para ellos,
en Croacia existían todos los presupuestos. El espíritu combativo del ejército
croata era muy elevado y la administración croata controlaba todos los puntos y
vías de comunicación importantes. En vastos sectores populares prevalecía la
convicción de que el Estado de Croacia era un instrumento del pueblo en la
lucha por la independencia y la libertad frente a la nueva amenaza de la
subordinación a Serbia y a la implantación de la tiranía comunista. El pueblo
croata no se consideró vencido ni derrotado por los sucesos de la guerra
internacional.
El colapso de la guerrilla nacional serbia
En Serbia se presentaba un cuadro totalmente
diferente. Los chetniks, de hecho, ya habían abandonado la lucha en 1942. Su
grueso colaboraba con los italianos y alemanes en forma directa o por conducto
del gobierno colaboracionista serbio de Milan Nedic. No lo hacían por
simpatizar con el ocupante, sino esperando el término de la guerra, la victoria
aliada y el retorno del Rey con su gobierno. El gobierno exilado en Londres, de
donde fue expulsado en 1943 a El Cairo, asestó el golpe mortal al movimiento
chetnik, a causa del fracaso total de su política. Ese gobierno, por su
posición chovinista granserbia, se debatió en múltiples crisis, consecuencia de
las intrigas y maniobras de varias camarillas de políticos y militares serbios,
enemistadas entre sí, que ni el joven e incapaz rey pudo dominar. Además, tras
el derrumbe militar y político del Reino de Yugoslavia, en 1941, los políticos
granserbios no supieron extraer conclusiones atinadas. No quisieron reconocer
que ese derrumbe se debió a la política granserbia de opresión nacional y
explotación económica de Croacia y otros pueblos y minorías oprimidos y que era
necesario colocar las relaciones serbio-croatas sobre nuevas bases y, de
acuerdo a la Carta del Atlántico, garantizar a los croatas su libre elección en
cuanto al futuro. Esos políticos sostenían la tesis de que Yugoslavia se había
desintegrado a causa de la "traición" de los croatas y otros pueblos
y minorías, que se negaron a pelear por un Estado cárcel. Alentados por la
guerrilla nacionalista serbia al mando de Draza Mihailovic, concebían el futuro
como retorno al statu quo ante, con el agregado de consumar la venganza colectiva
contra los croatas.
Al ver los Aliados occidentales que semejante
política del gobierno exilado en Londres perjudicaba las operaciones bélicas y
que los chetniks luchaban principalmente contra los croatas y los partisanos,
colaborando a menudo con las tropas alemanas e italianas, presionaron a los
políticos serbios en el exilio para poner fin a ese curso político. En ese
sentido es el documento principal la nota del gobierno británico, firmada por
W. Churchill el 29/3/1943, en la que se citan las acusaciones de Draza
Mihailovic contra Gran Bretaña y su declaración de que su apoyo verdadero eran
los italianos y no los ingleses, mientras que sus enemigos principales eran los
croatas, los partisanos y los musulmanes y no los ocupantes alemán e italiano[138].
Con todo, los políticos serbios exilados no quisieron
cambiar su posición chovinista. Sencillamente, no creían que los Aliados
occidentales podrían encontrar una alternativa política al gobierno monárquico.
Por un lado, estaban convencidos de que el gobierno británico, desde que los
soviéticos se pronunciaron por la restauración de Yugoslavia dentro de sus
fronteras anteriores, eventualmente extendidas, no podrá ya aceptar el programa
de realizar el derecho de autodeterminación, lo que significaría reconocer el
hecho consumado de la desintegración de Yugoslavia. Por otro lado, creían que
Gran Bretaña tendría que oponerse a la comunización de Yugoslavia. Estaban en
el juego demasiados grandes intereses para que un país de arraigadas
tradiciones imperiales como Gran Bretaña pudiera acceder a que, en el punto
neurálgico del Mediterráneo central, se estableciese un gobierno comunista,
exponente del expansionismo soviético. Sin embargo, contra la expectación
general, ocurrió eso último.
Primero en la Conferencia de Teherán se resolvió que
los Aliados occidentales prestarían ayuda a los guerrilleros comunistas. A
continuación sobrevino el abandono total de Mihailovic [139].
El gobierno yugoeslavo exilado se sumió en una crisis política sin salida y
después de la renuncia de los ministros croatas se formó un "gobierno de
los funcionarios", obligado en el año 1943 a trasladarse a El Cairo. Eso
era el comienzo del fin. Acto seguido los Aliados occidentales obligaron al rey
Pedro a encargar al Dr. Ivan Subasic la misión de formar un gobierno, que
trataría de avenirse con los partisanos. Por su parte, los partisanos, el
29/11/1943, constituyeron su propio gobierno, denegaron todo derecho al
gobierno exilado y proclamaron el destronamiento del rey Pedro. Se podía prever
que el acuerdo que Subasic tuvo que suscribir con Tito facilitaría el triunfo
final de los comunistas en vista de que disponían del ejército, de la policía y
la organización partidaria. El acuerdo consistía en instituir la Regencia que
designaría a Tito como jefe del gobierno. Además de los comunistas, lo
integraría un par de políticos exilados quienes, en opinión de los comunistas,
fuesen demócratas intachables. En cuanto a la forma del gobierno, el pueblo
debería decidirlo mediante el plebiscito después de la guerra. Desde luego, por
anticipado se sabía cómo se realizaría ese plebiscito bajo el control
comunista.
El fracaso político del gobierno exilado y la
capitulación de la dinastía serbia ante los comunistas
El rey Pedro II se oponía a acceder a semejante
acuerdo, forzado por el gobierno británico mucho más que por el estadounidense.
El consentimiento del rey fue imprescindible para mantener la ficción de la
legitimidad y continuidad con la Yugoslavia de preguerra. Según la constitución
yugoeslava, promulgada por el rey Alejandro en 1931, el rey detentaba todo el
poder. Podía tomar importantes medidas en la política estatal sin el
consentimiento de los representantes nacionales. La constitución dictatorial se
transformó, de esa manera, en el instrumento de la liquidación de la dinastía
serbia que la promovió, cuando el rey Pedro por fin tuvo que designar a la
Regencia y de esa manera sepultar el Reino de Yugoslavia. El gobierno británico
lo trató sin consideración alguna. W. Churchill había declarado que el gobierno
británico aprobaría el acuerdo Tito- Subasic incluso contra la voluntad del rey
Pedro.
De ese modo, el gobierno controlado por Tito fue
reconocido por los aliados y el rey Pedro como el único gobierno legal con
jurisdicción sobre toda Yugoslavia y como continuación legítima de los
gobiernos de preguerra. No había otro contragobierno yugoeslavo. Más importante
aun es que el ejército de Tito fue reconocido como el único ejército yugoeslavo
dentro del país. El rey Pedro invitó por radio Londres a los chetniks a
ingresar en las filas partisanas, lo que la gran mayoría efectivamente hizo. De
ese modo, el ejército de Tito vigorizó su carácter nacional serbio y la guerra
entre los partisanos y las tropas croatas adquirió definitivamente el carácter
de una guerra entre dos pueblos: Croacia y Serbia. En esa guerra hubo que
decidir si Croacia se mantendría como Estado independiente, con régimen
democrático después de la guerra, o incorporada en la Yugoslavia restaurada
bajo la dictadura comunista.
En la segunda mitad de 1944, las tropas alemanas se
retiraban de los Balcanes. Entonces los comunistas lanzaron todas sus fuerzas
disponibles a Serbia para unirse con el Ejército Rojo y con su ayuda tomar el
poder en Serbia.
Bajo el impacto de ese curso de acontecimientos, las
masas populares en Serbia, y especialmente la generación joven, se plegaron a
los comunistas y hasta la generación más vieja, impresionada por la
capitulación del rey Pedro, la desintegración de su gobierno y por la actitud
de los aliados. Más que nada los impresionó el acercamiento de las tropas
rusas. La gran mayoría de los serbios, prescindiendo de las diferencias
políticas, esperaron a los rusos con grandes simpatías. Para ellos, Rusia fue
siempre y sigue siendo la "madrecita" eslava y la protectora de los
eslavos ortodoxos en los Balcanes, primero contra los turcos y luego contra las
influencias de los pueblos occidentales. El mismo Draza Mihailovic envió al
encuentro de los rusos a un contingente de los chetniks, que se apresuraron a
fraternizar con los "hermanos" rusos, sin que se conociera la suerte
que les tocó.
Por eso, en el segundo semestre de 1944, la situación
prevaleciente en Serbia favoreció mucho a los comunistas, política y
militarmente. Cuando iniciaron la lucha por el control de Serbia, sin ser
molestados por los alemanes que se replegaban a marchas forzadas, "en
Serbia hubo un verdadero alzamiento nacional" [140].
"Las divisiones comunistas crecen como la levadura. Hace un mes y medio la
Primera división serbia contaba con 2.500 combatientes y hoy tiene 9.000" [141]
Cuando, con la ayuda rusa, fue conquistada Belgrado,
capital de Serbia y de toda Yugoslavia, y allí se instaló el gobierno de Tito,
los comunistas pudieron emprender el reclutamiento de un ejército regular, bien
armado y lanzarse a la conquista de Croacia y luego de Eslovenia para extender
su dominio sobre la Yugoslavia restablecida.
Incumplimiento de las promesas comunistas a las
democracias occidentales
Es verdad que Tito y los soviéticos se habían
comprometido a no imponer el comunismo por fuerza y que el pueblo debía decidir
libremente sobre la forma de gobierno. Stalin hasta cedió a los Aliados
occidentales el derecho al 50% de influencia en Yugoslavia. Sin embargo, ni
Stalin ni Tito pensaban cumplir con sus promesas. Los soviéticos aconsejaron a
Tito, para satisfacer a los ingleses, que permitiesen el regreso del rey Pedro,
ya que de otro modo los ingleses les pondrían obstáculos en otras partes. Pero,
"después de algún tiempo, podían darle una puñalada en la espalda"[142].
Tito, cuatro años después, refiriéndose a sus
promesas de que Yugoslavia no sería comunista, declaró en el V Congreso del
Partido Comunista Yugoeslavo que esas promesas "eran correctas en aquel
tiempo".
"Tuvimos -dijo Tito- que acceder a ese acuerdo a
pedido insistente de los Aliados occidentales... Además, nosotros teníamos
fuerza armada... mientras que el rey y su gobierno no tenían nada, puesto que
Draza Mihailovic fue derrotado por nuestras unidades. Por lo tanto, nada
teníamos que temer y consentimos tal acuerdo, que no nos pudo perjudicar sino
beneficiar, si procedíamos como se debía. Así en efecto sucedió más tarde...
Habiendo creado durante la guerra los presupuestos principales y teniendo una
perspectiva clara sobre la creación del Estado de nuevo tipo, en lugar del
viejo, en el período del gobierno conjunto no pudimos hacer concesión alguna a
los elementos en el gobierno que de hecho representaban a los intereses de la
monarquía derrocada, de la burguesía y de sus patrocinadores en el extranjero,
quiere decir de la reacción internacional. Mientras duró ese gobierno
conjunto... los Aliados occidentales ejercieron gran presión sobre nosotros.
Pedían concesiones imposibles para la clase burguesa en Yugoslavia: exigían con
insistencia ciertos derechos de tipo democrático occidental... Durante esa
presión de algunos Aliados occidentales nos ayudó la Unión Soviética,
prestándonos pleno respaldo... Ese fue el período de transición en el proceso
del ordenamiento interno de la nueva Yugoslavia. En ese periodo también
nuestros adversarios dentro y fuera del país acariciaban ilusiones sobre
"quién dará a quién". Nosotros no teníamos semejantes ilusiones
(aplauso); sabíamos con exactitud cómo terminaría todo ese asunto... " [143].
La oportunidad perdida: malogrado "pustch",
tipo Badoglio, en Croacia
Empero, no hay que entender ad litteram esa
jactancia tardía de Tito. Los comunistas, en efecto, dominaban en Serbia en el
segundo semestre de 1944, y tenían el apoyo militar de los soviéticos que
ocuparon una parte del territorio yugoeslavo al norte de los ríos Danubio y
Drava. Las masas serbias aprobaban la política cuyo objetivo primordial era la
conquista de Croacia y la restauración de Yugoslavia.
Sin embargo los occidentales tenían la posibilidad de
imitar el ejemplo soviético e intervenir militar y políticamente en apoyo de
los croatas. Además, como se sabe hoy, ni la actitud soviética coincidía
totalmente con los deseos y las ambiciones de los dirigentes comunistas
yugoeslavos. Los soviéticos aquí, como en casos similares, estaban dispuestos a
sacrificar los intereses de sus satélites en aras de su expansión imperialista [144].
Las publicaciones de los comunistas yugoeslavos de
ese tiempo revelan la suspicacia y el temor permanente ante la posibilidad de
un desembarco anglo-norteamericano en Croacia, donde en elecciones libres
triunfarían las fuerzas democráticas. Como ya queda subrayado, los croatas
depositaban sus esperanzas en ese desembarco y "la mayor parte del
ejército croata estaba dispuesta a darles la bienvenida" a los Aliados
occidentales y dos ministros croatas preparaban el vuelco de Croacia al bando
aliado[145]. Este
es un importante episodio de la historia de Croacia durante la guerra, hasta
ahora poco esclarecido, tal vez a causa de la muerte violenta de sus
protagonistas croatas y la discreción comprensible que guardan los órganos de
la inteligencia aliada que, a buen seguro, tuvieron su parte en el asunto. Es
muy probable que las memorias inéditas del general Edmund Glaise von Horstenau,
citadas sobre el particular por el historiador austríaco Rudolf Kiszling[146]
contengan datos valiosos acerca de ese problema. El General Glaise von
Horstenau fue, entre las dos guerras, ministro de Austria y del Tercer Reich, y
durante la guerra (1941- 1944) "el general alemán plenipotenciario en
Zagreb". Se creía que estaba interiorizado de los preparativos de dicho
putsch croata. A continuación, y a título de información citaremos lo que
acerca de ese asunto escribió Vladimir Dedijer, biógrafo oficial de Tito, en su
"Diario". Dedijer constata en primer lugar que Andrija Hebrang
(miembro del Comité Central del Partido Comunista Yugoeslavo, más tarde
ministro de Tito, asesinado en la prisión yugoeslava después del conflicto
Moscú- Belgrado) fue destituido del cargo de secretario del Comité Central del
partido comunista para Croacia.
"Había mucho chovinismo en Croacia, y también
oportunismo" (Ese chovinismo y oportunismo son la aspiración de los
croatas a afirmar su independencia nacional). Luego se refiere "al putsch
malogrado, preparado por Macek[147]
y una parte de los ustachi".
"A medida que se aproximaba la caída de la
Alemania hitlerista, y con ello la del Estado Independiente de Croacia de
Pavelic, una parte de los ustachi, en primer lugar el ministro de los domobrani
(de hecho, de todas las fuerzas armadas croatas, N. de la R.) y Lorkovic,
ministro de Relaciones Exteriores, tomaron contacto con Macek y Kosutic por
intermedio de David Sincic, prefecto de Knin[148].
Asimismo establecieron contacto con Jevjevic y por su intermedio con Djuic[149].
El plan de los golpistas era el siguiente: Vokic con los domobrani y Kosutic
con la guardia[150]
y Djuic con los chetniks tomarían el poder en Croacia y particularmente sobre
la línea Zagreb-Rijeka, donde presuntamente deberían desembarcar las tropas
aliadas. Pavelic luego renunciaría y saldría libremente de Croacia; acto
seguido, se formaría un gobierno bajo la dirección de Stepinac[151].
Más tarde, Macek asumiría, también formalmente, la jefatura. Presuntamente
Vokic y Lorkovic implicaron en esa combinación a ciertos generales alemanes de
origen austríaco. Pavelic estuvo al tanto de todo el proceso. El habría
conversado con el general alemán Kasche[152],
que denunció todo a Hitler. Vokic y Lorkovic fueron arrestados en el acto, como
también varios destacados funcionarios de Pavelic. Fue muerto el íntimo
colaborador de Lorkovic, Branko Rukavina, jefe del servicio de informaciones
del Estado Independiente de Croacia[153].
La prensa aliada se extendió acerca de la tentativa
de ese putsch (golpe de Estado) Primero informó sobre la reconstrucción del
gobierno de Pavelic y luego sobre la rebelión. Las fuentes alemanas difundieron
la noticia de que dos miembros del gobierno habían sido internados y 20
oficiales condenados a muerte. "New York Times" publicó estas
noticias sin comentario" [154].
Dedijer alega que todas esas informaciones provienen del ingeniero Kosutic,
quien se refugió en la zona ocupada por los partisanos, permaneciendo largo
tiempo encarcelado.
Los comunistas ofrecen la cooperación a los alemanes
y los soviéticos a los "ustachi"
Los comunistas yugoeslavos tomaron muy en serio ese
intento fracasado tipo Badoglio en Croacia en agosto de 1944, temiendo la
posible intervención aliada.
Los comunistas yugoeslavos recrudecieron sus medidas
de terror y represión, destruían y saqueábanlo todo en Croacia, asesinaban a
los jefes nacionales, destruían sistemáticamente el aparato estatal con el fin
de descalabrar la resistencia democrática en Croacia. Por otra parte, se
aprestaron a impedir el desembarco aliado en Croacia, lo que no les hubiera
sido fácil, pues las fuerzas angloamericanas tenían control completo en el
Adriático, dominaban en Africa y buena parte de Italia. Para impedirlo, los
comunistas incluso ofrecieron colaboración militar al general plenipotenciario
alemán en Croacia, Glaise von Horstenau, contra los anglo- norteamericanos, en
caso de desembarcar éstos en las costas croatas del Adriático. Sobre el
particular trae datos concretos Walter Hagen, agente del servicio secreto
alemán [155].
Hagen asevera que dicho ofrecimiento lo había hecho
el Dr. Velebit, delegado de Tito, después de la guerra, embajador yugoeslavo en
Londres, acusado por los soviéticos como espía británico. Al general alemán se
presentó como hijo del ex general del ejército austro-húngaro. Hagen también
escribe que en Hungría fue arrestado un correo soviético que llevaba a Tito las
instrucciones de Stalin en el mismo sentido [156].
Dichos datos los confirma el mismo general Glaise von Horstenau en sus memorias
puntualizando que Velebit, emisario de Tito, declaró que hacía este
ofrecimiento con la aprobación de Stalin, porque Rusia sostenía
irrevocablemente que los Balcanes eran su zona de influencia y que en caso del
desembarco aliado en ese espacio estaría dispuesta a impedirlo incluso con la
ayuda alemana. Hitler rechazó ese ofrecimiento [157].
Con este fondo de combinaciones e intrigas políticas,
los comunistas se aprestaban a la conquista de Croacia y Eslovenia,
sucesivamente. Para esta operación final los comunistas se preparaban a fondo,
sin apresuramiento, decretando la movilización general en Serbia, reorganizando
totalmente sus fuerzas, ya no de guerrilleros sino del ejército regular, para
el ataque final y concentrándose contra Croacia. Sin apresurarse, según lo
recalca el general Dragojlov en el trabajo citado, pues no les convenía gastar
sus fuerzas en luchas con los alemanes que se replegaban de los Balcanes a
través de Croacia y Hungría meridional. Esperaron que la proporción de las
fuerzas les favoreciera. A fines de la guerra, de acuerdo a la estimación del
general Dragojlov, los comunistas yugoeslavos disponían de fuerzas militares
tres veces superiores al ejército croata, reforzado por pequeñas guarniciones
alemanas en Croacia y Eslovenia. No obstante ello, los comunistas tuvieron
elevadas bajas en Srijem, en el linde entre Croacia y Serbia, particularmente
cuando empezó su gran ofensiva a principios de abril de 1945. Tito, en su informe
presentado ante el V Congreso del Partido Comunista Yugoeslavo, adujo que los
partisanos sufrieron grandes bajas en Srijem y Eslavonia y que tuvieron más de
70.000 heridos[158].
Informe del Jefe del Estado Mayor del ejército croata
Las tropas croatas resistían heroicamente, acortando
el frente, retirándose gradualmente hacia Zagreb. En la Croacia noroeste se
pensaba ofrecer la resistencia final, creando así las condiciones para la
posible intervención de los Aliados occidentales. A tal propósito, el ejército
croata fue reorganizado, se elaboró el plan defensivo de la llamada línea
Zvonimir. La ofensiva comunista duró un mes entero. Incluso en los últimos días
de abril, las tropas croatas pasaron a la contraofensiva y rechazaron al
enemigo allende el río Ylovaca. "El espíritu combativo de los soldados
croatas no fue quebrado, por el contrario, cada uno deseaba defender a su
patria" [159]. Sin
embargo, una división de los voluntarios rusos, englobada en el ejército
alemán, abandonó, supuestamente por una orden malentendida, un sector
importante de la línea defensiva Zvonimir, lo que originó el repliegue del
frente hacia Zagreb y Eslovenia. En vista de la situación generar -el avance
ruso en Austria y el anglonorteamericano en Italia del Norte- el comando alemán
para el Sudeste europeo, tratando de eludir el envolvimiento total, trasladó su
cuartel a Celje, Eslovenia, y ordenó la retirada general acelerada hacia
Austria. El Estado Mayor croata se enfrentó con una situación muy difícil:
librar el último combate en Croacia o retirarse rumbo a Austria con el
propósito de, juntamente con los eslovenos y algunos serbios[160],
ofrecer la última resistencia en la línea Celje- Ljubljana, esperando la
intervención de los Aliados occidentales.
Las opiniones de los exiliados croatas difieren
respecto a si las medidas tomadas por los factores responsables, políticos y
militares, respondían a las circunstancias y las posibilidades. A título de
información, transcribiremos a continuación la exposición del ex jefe del
Estado Mayor del ejército croata, el general Dragojlov, sobre la retirada del
ejército y sus razones:
"En base a la situación imperante, el gobierno
croata, presidido por Poglavnik, decidió el 5 de mayo retirarse hacia
Occidente, a Klagenfurt en Austria, donde el Jefe del Estado, se dirigió el 7
de abril por la tarde. Se tomó esta decisión porque no era plausible objetivo
derramar 'en la última batalla en el suelo patrio hasta la última gota de
sangre' y poner de ese modo al pueblo en situación todavía más precaria. Se
decidió perseguir el único gran objetivo para que el joven ejército croata de
200.000 combatientes, quienes en su Estado Independiente de Croacia veían su
ideal, salvara su vida.
"El gobierno croata, de acuerdo a lo planeado,
llegó el 7 de mayo a Klagenfurt, capital de Carintia. Zagreb fue abandonada el
8 de mayo sin lucha; hubo sólo tiroteos esporádicos. Las fuerzas combatientes
partisanas entraron en la capital de Croacia recién dos días después.
"El Jefe de Estado se enteró de la capitulación
total alemana en el trayecto a Klagenfurt, en Rogaska Slatina, Eslovenia, por
la noche del 8 de mayo..." El comando operativo pasó totalmente a manos
croatas, si bien en suelo extranjero. El 8 de mayo, por la mañana, se ordenó a
todas las unidades que se retiraban de la patria... acelerar su repliegue en
dirección a Carintia y que, al pasar la frontera, se entregasen con todo su
armamento a los ingleses y de ningún modo a los partisanos. Había esperanzas de
que el gobierno croata que se hallaba en Klagenfurt y al que debió unirse el
Jefe de Estado, consiguiese en las negociaciones con el comandante en jefe
inglés, mariscal de campo Alexander, que el ejército croata no fuese entregado
a Tito. Esa esperanza era ilusoria puesto que no hubo tales negociaciones. Los miembros
del gobierno croata que se encontraban en Carintia fueron entregados a los
partisanos. Algunos fueron asesinados en el camino por los guardias y otros, en
cuanto llegaron a Zagreb, fueron juzgados por los "tribunales
populares" y muertos.
"El grueso del ejército croata siguió vía
Celovec hacia Carintia, abriéndose paso, a veces, entre débiles fuerzas
partisanas. Grupos pequeños, separados del ejército croata, fueron aniquilados
por el enemigo. El grueso, sin embargo, formando una larga columna (a la que se
unió la población civil) llegó en orden a su destino. Antes, el 13 de mayo, en
un breve combate con las fuerzas partisanas más débiles al sur de Dravograd, se
abrió paso hacia el oeste. Además, el 14 de mayo, en una acción ofensiva, a
unos 6- 8 kilómetros al este de Bleiburg, obligó a la fuga a fuertes efectivos
partisanos que trataron de obstruirle el camino. El espíritu combativo de los
soldados croatas no estaba todavía quebrado. Por la tarde del mismo día, llegó
la columna principal a los alrededores de la ciudad austríaca Bleiburg, ocupada
ya por los ingleses. El grueso del ejército croata, integrado por unos 120.000
a 140.000 cumplió con su cometido".
"Se iniciaron las negociaciones con los
ingleses. Los oficiales croatas que parlamentaban esperaban que, pese a todo,
se evitaría la extradición a los comunistas. Los británicos, sin embargo,
insistían en la rendición incondicional, que tras el ultimátum del 15 de mayo
de 1945 sobrevino. La misma tarde fueron entregados los prisioneros de guerra a
los partisanos ya listos. Empezaron a llevarse en seguida a grandes grupos de
prisioneros. Es muy probable que de 110 a 120 mil soldados fueran entregados
como prisioneros a los partisanos, mientras que una parte se lanzó a los
bosques durante las negociaciones".
Tal sería la exposición harto esquemática y concisa
de los hechos trágicos acaecidos en mayo de 1945. En este informe se omiten los
hechos políticos y los datos sobre el éxodo de la población civil, no sólo de
la capital de Croacia y sus alrededores, sino de fugitivos de todas las
regiones croatas que abandonaron sus hogares huyendo ante la embestida de los
comunistas, que irrumpieron desde Serbia y por doquiera perpetraron masacres en
masa. Lo hacían con doble finalidad. Por un lado, la policía política
comunista, en base a listas cuidadosamente preparadas, mataba a los destacados
patriotas sin distingo de clase o ideología (ver documento N° II con
descripción de la masacre en Dubrovnik). Por otro lado, esas masacres tenían
carácter de venganza serbia contra los croatas, considerados por todos los
serbios como "traidores", por haber luchado contra la restauración de
Yugoslavia.
Exodo de las figuras representativas de la vida
política y cultural y de masas populares
Los primeros días del mes de mayo de 1945, junto con
el ejército croata, abandonaron el suelo patrio destacadas figuras en la vida
política y cultural de Croacia y una multitud de patriotas civiles de todas las
clases sociales, tratando de escapar de las represalias comunistas. Además de
funcionarios civiles, tildados por los comunistas de quislings incursos en
graves penas, se retiraron también políticos de todos los colores, diputados y
dirigentes del Partido Campesino Croata con su presidente, el Dr. Vladko Macek,
hasta entonces internado. Mientras la prensa occidental informaba sobre la
participación de dos ministros en el gobierno de Tito como representantes de
ese partido croata, que entre las dos guerras obtenía el 90 % de los votos
croatas, su plana mayor escapaba del país.
Entre los fugitivos había altos prelados católicos, a
saber: monseñor Ivan Ev. Saric, ordinario de Sarajevo y arzobispo metropolitano
de Bosnia y Herzegovina, y monseñor Garic, obispo de Banjaluka en Bosnia. En
esas regiones los católicos fueron blanco especial del ensañamiento y
represalias serbio-comunistas. Huyeron también muchos eximios representantes de
la ciencia, la literatura y las artes croatas, entre ellos el rector de la
Universidad Nacional, ingeniero Esteban Horvat, el presidente de la institución
literaria Matica Hrvatska, prof. Felipe Lukas, el presidente de la Sociedad de
Escritores Croatas, Prof. Ante Bonifacic y tantos otros. El escultor Ivan
Mestrovic ya se hallaba en el exilio, en Suiza. Los fugitivos y soldados
croatas iban acompañados, en muchísimos casos, por sus esposas y familias
enteras.
Ese éxodo masivo, que terminó en extradición de los
prisioneros de guerra y los fugitivos políticos y en masacre colectiva,
constituye la escena final del desarrollo trágico de una situación cuya responsabilidad,
como en todas las tragedias de esta dimensión, en parte recae sobre los mismos
croatas, pero cuya causa principal reside en la incorporación forzosa de
Croacia a la comunidad estatal bajo la hegemonía de Serbia, y en la persistente
negativa de acordar el derecho de autodeterminación nacional a una de las más
antiguas naciones históricas de Europa. Croacia no pudo resignarse a vivir
sometida a Serbia dentro de un sistema dictatorial y terrorista y aun menos
bajo la tiranía comunista.
Muchos croatas huían por temor a las represalias y la
esclavitud comunista, alentados por la esperanza de obtener asilo político de
los Aliados occidentales. Lo creían especialmente los simpatizantes de las
democracias occidentales, convencidos de que Londres y Washington no
permitirían la expansión del imperio soviético hasta las fronteras de Italia.
Incluso después de la ocupación comunista de Croacia, la mayoría de la
población daba fe a los solemnes enunciados de Yalta, según los cuales los
pueblos de Europa Centro-oriental deberían decidir libremente acerca de su
futuro. Pese a que los comunistas hicieron cuanto estuvo a su alcance por
impedirlo, se presumía que precisamente ese proceder comunista, esa burda
violación de los compromisos contraídos motivarían la intervención de los
Aliados occidentales. Muchos perdieron su vida precisamente por haber creído en
la voluntad y la capacidad de los Aliados occidentales para defender tanto sus
intereses propios como los generales. Los que se quedaron en Croacia, depositando
su fe en las promesas solemnes de que no se impondría el comunismo por la
fuerza, fueron víctimas de represalias crueles al manifestar de un modo u otro
sus sentimientos patrióticos y democráticos.
Retirada de Zagreb hasta la frontera de Austria
Dado el elevado número de los soldados y civiles
-alrededor de 400.000 personas- que se retiraban rumbo a la frontera de
Austria, en la primera quincena de mayo de 1945, podemos suministrar sólo datos
salientes sobre la marcha de varios grupos, sus encuentros con las unidades
partisanas y, por último, con los efectivos del VIII Ejército británico, que en
esos días habían llegado a Carintia, provincia de Austria.
Nutridos grupos salieron de Zagreb y de la zona
abarcada por el arco Varazdin-Dugo Selo- Karlovac, y por distintos caminos,
rutas y carreteras avanzaron hacia Celje en Eslovenia (Estiria meridional).
Avanzaban por las carreteras: Zagreb-Rogaska Slatina-Celje (116 Km.);
Zagreb-Zidani Most-Celje (114 Km.); Varazdin-Rogaska Slatina-Celje (116 Km); Karlovac-Samobor-Zidani
Most-Celje (157 Km).
De Celje hasta el destino prefijado, el valle de
Klagenfurt en Carintia, lleva la ruta Celje- Dravograd-Klagenfurt (132 Km) y un
camino bueno, aunque indirecto, Celje-Maribor- Dravograd-Klagenfurt.
Las columnas de los soldados y fugitivos salieron de
Croacia entre el 6 y 10 de mayo sin mayores inconvenientes, pues unidades
especiales aseguraban la retaguardia. Los primeros días, los partisanos no
atacaron directamente a la columna, sino que se organizaban para cortarla e
impedir su pase a Austria. El grueso llegó sin mayores estorbos a Celje. Hubo
dificultades cerca de Zidani Most a causa de los caminos obstruidos y atascados
por los vehículos y pertrechos alemanes abandonados. En la misma Celje, durante
los primeros días de la retirada, no hubo dificultades, puesto que los pequeños
grupos partisanos se dedicaron a recoger las armas y pertrechos dejados por los
alemanes que cesaron la lucha después de la capitulación de Alemania (la noche
del 8 al 9 de mayo). Recién cuando los partisanos obtuvieron refuerzos,
hostigaron a pequeños grupos de peatones y civiles indefensos. Desde Celje,
distintas columnas se dirigían a Dravograd y Maribor. Rumbo a Dravograd avanzó
el grueso del ejército con la mayor parte de los fugitivos civiles y hacia
Maribor se dirigieron principalmente los civiles en trenes. Tomaron la ruta que
lleva a Maribor por estar menos congestionada por los vehículos.
El camino vía Maribor fue cortado el 10 de mayo a
raíz de la penetración del Ejército Rojo en Estiria. Los partisanos
establecieron en Maribor el cuartel general de su III Ejército. Sin mayores
dificultades detuvieron y capturaron a numerosos grupos croatas, integrados
mayormente por civiles y varios trenes con heridos. Según una estimación aproximativa,
allí cayeron en manos de los partisanos de 50 a 60.000 croatas. Los comunistas
pudieron operar aquí sin apresuramiento, clasificar a los fugitivos por
categorías y disponer de ellos según las órdenes de los dirigentes comunistas.
La mayor parte de los soldados fue asesinada, inclusive los heridos, mientras
que la mayoría de los civiles, mujeres y niños, fueron devueltos a Croacia.
Después de la extradición ante Bleiburg, Maribor se convirtió en el principal
centro de reunión de los prisioneros y fugitivos croatas. Los partisanos
debieron habilitar terrenos especiales para poder maniobrar con la gran
multitud que regresaba vía Dravograd en largas columnas, durante la segunda
quincena de mayo de 1945.
El grueso del ejército croata y de los fugitivos,
particularmente de los que iban con vehículos motorizados, avanzó por la línea
Celje- Dravograd. Por allí, ya el 7 de mayo había pasado la columna integrada
por miembros del gobierno croata y por altos funcionarios estatales. Al mismo
tiempo pasaron por allí, llegando a Klagenfurt, jefes políticos croatas,
dignatarios eclesiásticos y representantes de la vida cultural ya mencionados.
La retaguardia de la columna principal llegó a Celje
los días 9 y 10 de mayo. En una columna, de decenas de Km de longitud, se
prosiguió hacia Dravograd. Los primeros grupos atravesaron el puente sobre el
río Drava y siguieron rumbo a Klagenfurt. Por este camino y por otros accesos
menos transitables se congregaron en Carintia, Austria, ocupada por los
británicos, más de 50.000 croatas, entre civiles y soldados.
El avance de la columna principal de Celje a
Dravograd era asaz lento, a causa de los caminos atascados, de los desfiladeros
estrechos, muy propicios para emboscadas y asaltos por parte de los
guerrilleros de Tito. Cuando la vanguardia de la principal columna militar
llegó ante Dravograd, ya estaban allí los partisanos, reforzados por un
regimiento búlgaro provisto de artillería. Detuvieron a numerosos grupos de
civiles, no dejándoles pasar a la orilla izquierda del río Drava. Los días
siguientes, los partisanos concentraron en ese espacio 11 brigadas del III
Ejército, cuyo cuartel general se hallaba en Maribor.
En Dravograd se iniciaron negociaciones entre los
croatas por un lado y los búlgaros y partisanos, por el otro. Los partisanos
ganaron tiempo en esas negociaciones, de manera que los croatas tuvieron que
abrirse paso combatiendo a lo largo de la orilla derecha del Drava, del valle
del riachuelo Meza (Mies) hacia Bleiburg y Klagenfurt. (Ver descripciones de
esos combates en sección Documentos, particularmente N° XXXIV). Ante Dravograd
se perdieron dos días irrecuperables, de manera que el grueso de la columna
militar, al llegar a Bleiburg, en la frontera de Austria, encontró el camino
obstruido por las unidades del VIII Ejército, teniendo previamente que librar
escaramuzas con los efectivos partisanos.
Así los días 14 y 15 de mayo se encontraron frente a
frente tres ejércitos: el croata (el más numeroso), el británico y el de los
guerrilleros yugoeslavos.
Es preciso tomar en cuenta que la columna militar
croata, entretanto, se había desorganizado bastante. Perdió el contacto con el
cuartel general, puesto que Poglavnik ya el 9 de mayo llegó a Austria, y al día
siguiente fue rodeado por efectivos rusos que, pese a los acuerdos previos con
los Aliados occidentales, ocuparon Estiria. Poglavnik abandonó su columna y
vestido de civil prosiguió a pie por los Alpes hacia Salzburgo, ocupada por los
anglo- norteamericanos.
Sólo una pequeña parte del ejército croata pudo librar
lucha. La gran cantidad de los civiles agravaba aun más la situación. El
problema de la alimentación requería urgente solución.
Con todo, desde el punto de vista militar, el
ejército croata podía forzar el paso hacia Klagenfurt, cumpliendo con la orden
del comandante supremo expedida al comienzo de la retirada, que rezaba que
había que pasar a Austria y rendirse a los ingleses y americanos, y de ningún
modo a los partisanos. Sin embargo, no se procedió así porque implicaba
entablar la lucha con las unidades motorizadas británicas, apoyadas por los
aviones que sin cesar sobrevolaban en rasantes vuelos intimidatorios.
Las circunstancias, por lo tanto, dictaban negociar
con los representantes del VIII Ejército británico (al mando del teniente
general Richard McCreery), subordinado al comando aliado para el Mediterráneo
con sede en Caserta (Italia), a cuyo frente estaba el mariscal del campo
Alexander.
Negociaciones y rendición ante Bleiburg en Austria
Ya el 14 de mayo se estableció el contacto entre los
comandantes croatas y el ejército británico. La primera impresión de los
croatas fue favorable, pero al día siguiente se supo que los británicos exigían
la rendición incondicional del ejército croata a los partisanos. El oficial
inglés (tal vez el general Horatius Murray, comandante de la VI división
blindada) recibió primero a dos y luego a tres oficiales croatas en presencia
de dos comisarios comunistas que exigían la capitulación incondicional en el
plazo de una hora. El general británico insistió en estas condiciones y ofreció
a los partisanos sus tanques en caso de necesitarlos. Sobre esas negociaciones
publicamos en la sección "Documentos" informes detallados del
delegado croata y del delegado partisano, respectivamente (Nos. XI y XII). No
disponemos de documentos británicos sobre ese hecho. Los británicos, al
insistir en la capitulación incondicional del ejército croata y en su rendición
a los partisanos, trataron al ejército yugoeslavo como aliado de guerra. Cuando
durante las negociaciones se aludía a las convenciones internacionales sobre
los prisioneros de guerra, los británicos tal vez creyesen que los partisanos
se atendrían a las normas del derecho internacional y acaso no dieron fe a las
afirmaciones croatas de que los partisanos tratan con crueldad a sus
adversarios derrotados.
No es posible establecer con seguridad en qué medida
dependía de los oficiales británicos locales su negativa a recibir a los
croatas como prisioneros de guerra. Tal vez tenían ciertas instrucciones de su
comando de Caserta, que no pudo saber con anticipación qué cantidad de soldados
y fugitivos llegaría a la frontera esloveno- austríaca[161].
Parece que esas instrucciones no eran precisas, pudiendo interpretarse
diversamente, en lo concerniente, en particular, a los fugitivos políticos y a
los civiles en general. Resulta llamativo que en Bleiburg se discutió
principalmente acerca de los soldados sin abordar a fondo el problema del asilo
político para los civiles. Cosa diferente le ocurrió a un grupo cerca de
Lawamund, donde, a insistencia croata, los civiles fueron protegidos y se
salvaron muchos militares (Documento N° XIII).
Al mismo tiempo, por intercesión de ciertos croatas
ante las autoridades militares británicas en Klagenfurt, cerca de 3.000
croatas, mayormente civiles que se hallaban en la vecina Krumpendorf, fueron
transportados por tren a Italia y alojados casi en su totalidad en el
campamento de refugiados de Fermo.
Repatriaciones forzadas de exilados políticos
El problema de la repatriación forzosa de los soldados
fugitivos políticos anticomunistas croatas es una parte del problema común a
todos los fugitivos de la Europa Centro-oriental que, a fines de la guerra, se
encontraron en Alemania o Austria, ocupadas por los Aliados occidentales.
Fueron repatriados a los países comunistas en masa. No cabe duda de que ese
problema no fue enfrentado correctamente por los funcionarios políticos y
militares anglo-norteamericanos. Estos obraron dentro del marco de las
relaciones cordiales imperantes entre las democracias occidentales y la Unión
Soviética, sin tomar en cuenta las razones humanas contrarias a la entrega a
segura muerte de centenares de miles de fugitivos y prisioneros de guerra.
Los combatientes anticomunistas se dejaron desarmar y
repatriar sin mayores incidentes (desde luego, hubo casos de suicidio por
desesperación, de saltos de trenes en marcha, huidas bajo fuego de
ametralladoras, saltos al río, etc.), confiando en la protección aliada contra
los comunistas. Conocían los métodos comunistas que el mundo civilizado no
podía aprobar ni ayudar, y sabían que los comunistas, caído el nazismo,
consideraban a las democracias occidentales como sus adversarios odiosos y
peligrosos. Creían que los estadistas responsables occidentales extraerían la
conclusión lógica y correcta de que los adversarios comunistas, es decir la
gran mayoría en los países esclavizados, son sus aliados naturales y
potenciales. Simplemente, no concebían que los funcionarios de las potencias
vencedoras democráticas podrían ver en los adversarios de los comunistas tan
sólo a vulgares quislings, conforme los pintó la propaganda comunista.
Por otro lado, las tropas de ocupación
anglonorteamericana de Austria tuvieron que encarar el arduo problema de
alimentar y alojar a centenares de miles de fugitivos de toda Europa central y
sudoriental.
Respecto a los croatas y otros refugiados de la
Yugoslavia comunista, muchos oficiales británicos tenían prejuicios favorables
a los partisanos. Con ellos, durante los dos últimos años de guerra,
colaboraron estrechamente; les prestaron ayuda cuantiosa, les facilitaron bases
en Italia, transportes marítimos por el Adriático, curaron a sus heridos, les
proporcionaron armas, pertrechos, equipos y los apoyaron con su aviación.
Winston Churchill delegó al cuartel de Tito a su propio hijo Randolph, que pasó
un año con los partisanos. Randolph Churchill hará a posteriori una crítica
negativa de los partisanos, lo que no pudo influir en los sucesos de mayo de
1945, aunque ya en esa época hubo fricción entre Tito y los británicos respecto
a Trieste y Carintia. Cuando esa tensión se agudizó, mejoró la situación de los
fugitivos, pero lamentablemente la mayor parte ya había sido repatriada
forzosamente. Los comunistas yugoeslavos procuraron explotar el lento avance
aliado en Italia y colocar a los aliados ante el hecho consumado ocupando
Trieste y sus alrededores, el valle inferior del río Drava en Carintia, con el
propósito de anexar esas regiones a Yugoslavia, pobladas por un alto porcentaje
de eslovenos. Querían conseguir no sólo el control del importante puerto de
Trieste, sino también efectos políticos, particularmente entre los eslovenos y
en parte en Croacia, es decir en dos naciones donde los comunistas son harto
impopulares.
Sus aspiraciones chocaron con los intereses de los
Aliados occidentales, que necesitaban Trieste como base de abastecimiento para
sus tropas en Austria y no querían modificación de fronteras antes de la
Conferencia de Paz. Por ello, rechazaron los intentos de Tito de ocupar Trieste
y la Carintia meridional. Los comunistas, en esas zonas, según los verificaron
las tropas aliadas, perpetraron actos terroristas y criminales que culminaron
en masacres colectivas. Especialmente cerca de Trieste fueron halladas fosas en
el Garso (foibe), llenas de cadáveres de las víctimas comunistas de Tito,
mayormente italianos. El comandante en jefe aliado en la zona del Mediterráneo,
mariscal del campo Alexander, formuló a mediados de mayo de 1945 su conocida
declaración de que los comunistas son peores que los nazis. Cuando luego vino a
Austria en viaje de inspección, tal vez se mostró más accesible a los
argumentos de los fugitivos, internados en los campamentos improvisados para
las personas desplazadas (Displaced Persons). El 4 de junio de 1945 se impartió
nueva instrucción a los funcionarios militares ingleses en Carintia sobre el
trato de los fugitivos. Lo esencial en dicha instrucción era que en adelante no
efectuarían repatriaciones compulsivas. Su texto reza:
"Nueva política respecto a los yugoeslavos
vigente desde ya":
1) Ningún yugoeslavo será devuelto a Yugoslavia o
entregado a las tropas yugoeslavas contra su voluntad.
2) Todo yugoeslavo que luchó contra Tito será tratado
como persona que se rindió y será enviado al campamento de Vitkring a
disposición; deben esperarse nuevas instrucciones.
3) Todas esas personas serán consideradas como
personas desplazadas y finalmente trasladadas a Italia.
En virtud de esta orden mejoró substancialmente la
situación de los refugiados de Yugoslavia, que en pequeños grupos o
individualmente trasponían la frontera de Austria o Italia en los meses
subsiguientes. Fueron suspendidas las repatriaciones en masa y las
individuales. Más tarde, en virtud de convenios especiales, fueron arrestados y
repatriados aquellos refugiados que las autoridades comunistas de Yugoslavia
acusaban de "criminales de guerra". Durante 1946 y 1947 fueron
devueltos varios centenares de exilados y entre ellos prestigiosos publicistas
y escritores croatas de neta orientación democrática cuyo único
"crimen" consistía en haber luchado contra la tiranía comunista y en
pro de la libertad individual y nacional.[162]
Las extradiciones señaladas se efectuaron
generalmente por los británicos, en menor escala por los norteamericanos,
mientras que los franceses no entregaron a nadie a los comunistas. Las
autoridades aliadas de ocupación de Italia, Austria y Alemania brindaron,
además, grandes facilidades a los emisarios del gobierno comunista de Belgrado,
que inspeccionaban los campos de refugiados, apremiándolos a regresar a
Yugoslavia o se esforzaban por hallar a las personas que pensaban tildar, con
argumentos falsos, de criminales de guerra y obtener su repatriación
compulsiva. No es difícil imaginar en qué peligro se encontraban los refugiados
en esos campos, en los que debieron ser auxiliados y amparados. Disponemos del
texto del "Convenio entre los gobiernos del Reino Unido de Gran Bretaña y
el de Yugoslavia sobre las personas desplazadas", suscripto en Bled, Yugoslavia,
el 8/9/1947 por Vladimir Velebit y el teniente general D. Lekic, en nombre de
Yugoslavia, y por Charles Peake y el teniente general Steele, en nombre de Gran
Bretaña.
Mediante dicho "convenio" quedó estipulado
"alcanzar con redoblados esfuerzos la solución definitiva del problema
global de las personas desplazadas y colaboracionistas de Yugoslavia bajo el
control británico" (art. 1). Con miras "a la colaboración general y
mas íntima, el gobierno de la República Federal de Yugoslavia adscribirá una
delegación de alto rango ante la Comisión Especial para los Refugiados"
(art. 2). Esa Comisión Especial deberá suministrar a la delegación yugoeslava
"los informes sobre la investigación de cada súbdito yugoeslavo" y
bajo ciertas condiciones "la misión yugoeslava de enlace tendrá derecho a
participar en tales indagaciones", y a la vez facilitará datos y
antecedentes para la indagatoria de las personas sospechosas (art. 3).
Asimismo, el gobierno yugoeslavo proporcionará datos "sobre todas las
organizaciones yugoeslavas hostiles a Yugoslavia y a las repatriaciones
forzosas". Tales organizaciones en la zona británica de Alemania y Austria
serán disueltas, mientras que el gobierno británico intervendrá para que lo
mismo ocurra en Italia (art. 4). Debe "darse la máxima prioridad" a
la investigación de las personas desplazadas en Austria, tanto en los
campamentos como fuera de ellos. Todos los acusados por el gobierno yugoeslavo,
cuya repatriación no fue rechazada definitivamente, deben ser arrestados.
También deben ser alejados de Austria los que señale el gobierno Yugoslavo, a
causa de su agitación contra la repatriación de los exilados. Además, el
gobierno británico se compromete "a alejar sin pérdida de tiempo de la
zona británica en Austria a todos los yugoeslavos que no se presenten para la
repatriación voluntaria" (art. 5). El gobierno británico se atendrá a las
conclusiones "del Consejo de ministros de Asuntos Exteriores reunido en
Moscú, en virtud de las cuales en los campamentos para personas desplazadas se
prohíbe toda propaganda contra los intereses de las Naciones Unidas o las
repatriaciones" (art. 6). Se entiende que Yugoslavia es considerada
también una de las Naciones Unidas. Se facilitará el suministro del material
propagandístico de la Yugoslavia comunista con miras a la repatriación (art.
8). Las autoridades británicas "tomarán todas las medidas necesarias para
detener a los súbditos yugoeslavos cuya extradición como colaboracionistas
requirió el gobierno de la República Federal Yugoslavia" (art. 12),
entregándolos si se establece prima facie que fueron colaboracionistas. En caso
de que las autoridades británicas no consideren las pruebas yugoeslavas
suficientes, el acusado quedará detenido dos meses y será puesto en libertad si
las autoridades yugoeslavas no aportaran nuevas pruebas (art. 13). Se
restringirá la libertad de movimiento de los exilados yugoeslavos que podrían
obstaculizar la aplicación de este convenio y las repatriaciones compulsivas
(art. 15). Gran Bretaña, a efectos de la ejecución de este convenio,
"pedirá la conformidad y colaboración de terceros" (arts 16). El
convenio tiene vigencia para 12 meses y, expirado este plazo en adelante, a
menos que sea revocado con dos meses de anticipación (art. 18).
Cabe señalar que dicho convenio es anterior al
conflicto Moscú-Belgrado, y data de la época en que los comunistas yugoeslavos
fueron "más stalinistas que el mismo Stalin", cuando las autoridades
norteamericanas rechazaron de plano todos los pedidos de Belgrado relacionados
con las repatriaciones compulsivas, sosteniendo el criterio correcto de que las
autoridades yugoeslavas esgrimen pruebas falsas y que sus tribunales no ofrecen
la más mínima garantía de defensa y justicia, y por lo tanto cada repatriación
forzosa implicaría la muerte segura de la gente inocente.
Este convenio yugoeslavo-británico no fue el único,
ya que en 1946 se firmó un acuerdo entre ambas partes según el cual serían
detenidos y repatriados aquellos refugiados que figuren en la lista de
"colaboracionistas", confeccionada por las autoridades comunistas
yugoeslavas. En virtud de ese acuerdo, fueron arrestados en Austria e Italia
numerosos croatas y entregados a los comunistas, sin que las autoridades
británicas les comunicasen el motivo de su detención, ni los cargos formulados
contra ellos, negándoles la posibilidad de defenderse de la acusación
arbitraria de los comunistas. Los funcionarios británicos se limitaron, en la
mayoría de los casos, a identificar a las personas requeridas en base a la
mencionada lista "negra". Todos los repatriados en esa forma fueron
condenados a la pena capital y ejecutados.
Antes de referirnos a las masacres en masa sobre los
prisioneros de guerra croatas y los civiles repatriados, resumiremos cómo y
dónde cayeron por manos comunistas los principales grupos de los fugitivos.
Según queda dicho, la columna principal tuvo que
rendirse a los comunistas ante Bleiburg, sólo una pequeña parte escapó a los
bosques vecinos, algunos llegaron a Austria y otros fueron apresados. De
acuerdo a las fuentes croatas y comunistas, ese grupo constaba de 100 a 200.000
personas[163].
Alrededor de 60.000 croatas, mayormente civiles, se hallaron en Maribor y sus
alrededores, y casi todos cayeron en manos de los guerrilleros comunistas. A
mediados de mayo había unas 50.000 personas en Carintia, principalmente en el
valle de Klagenfurt. La retaguardia del ejército croata, que no alcanzó
Dravograd, compuesta de 50.000 personas, se quedó en el camino cerca de Celje y
Zidani Most. Se trataba mayormente de civiles, rezagados en el camino y de
efectivos militares que aseguraban el repliegue y el pase a los fugitivos. La
noticia sobre la rendición en Bleiburg los sorprendió en el camino. Algunos se
unieron a las columnas de los prisioneros que regresaban a Croacia, otros se
vistieron de civil, abriéndose camino individualmente o en pequeños grupos
rumbo a Austria. Algunos se retiraron a los bosques y prosiguieron la lucha
tipo guerrilla.
La cifra exacta de los integrantes de ese trágico
éxodo nunca podrá establecerse, pero no es exagerado apreciar su número, en
base a numerosos datos, de 300 a 400.000 personas entre soldados y civiles.
Corresponde decir algo más sobre la extradición de
los croatas que llegaron a la zona austríaca de Carintia, ocupada por los
británicos, y pretendida por los partisanos como parte integrante de
Yugoslavia. En la Carintia meridional penetraron varios grupos partisanos,
constituyendo gran peligro para los refugiados croatas. Los ingleses, al
comienzo, confraternizaron con los partisanos, considerándolos tropas aliadas,
quienes, a su vez, acusaban a los croatas de fascistas y quislings y lograban
de ciertos comandantes ingleses su extradición. Lo mismo les ocurrió a los
refugiados eslovenos que, en grupo compacto, pasaron a Austria. Los grupos
militares croatas en Carintia, que no se habían dispersado y mudado en civil,
fueron entregados gradualmente a los comunistas en Bleiburg y Dravograd, o
enviados por tren a Jesenice, Eslovenia, con la promesa, en la mayoría de los
casos, de que se los transportaba a Italia. La excepción fue el grupo de
Lawamund. Algunos soldados lograron abrirse paso hacia Italia, salvándose de la
extradición compulsiva.
En cuanto a los civiles escapados a Austria, el trato
no era siempre igual. El grupo que integraban el presidente del gobierno
croata, Dr. Nikola Mandic, y varios ministros, constaba de cerca de 500
personas y se refugió en Turracherhohe. Este grupo fue entregado a los
partisanos con anterioridad a la extradición en Bleiburg. Con posterioridad
fueron devueltos contingentes de soldados y pequeños grupos de civiles, pero al
mismo tiempo más de 3.000 civiles fueron trasladados a Italia, mientras que
otros grupos fueron alojados en los campamentos para desplazados. Su suerte se
mantuvo incierta hasta la citada orden sobre "el nuevo trato" con los
refugiados, lo que implica que antes regían otras instrucciones favorables a
las repatriaciones forzosas.
Por consiguiente, sólo una pequeña parte de los
croatas que llegaron a Carintia se salvó; los sobrevivientes, tras la selección
aludida en los campamentos, se radicaron después como refugiados políticos en
los países de ultramar: grupos nutridos en EE.UU., en la República Argentina,
Canadá, Australia y Venezuela, y grupos menores en todos los países del mundo
libre.
Es menester dejar constancia de que las autoridades
británicas rehusaron todo contacto con los representantes del Estado y el
ejército de Croacia, salvo en Bleiburg, donde el general inglés se limitó a
exigir la rendición incondicional.
Cuando el gobierno croata salió de Zagreb el 6 de
mayo y al día siguiente llegó a Klagenfurt, se creía todavía en la posibilidad
de negociar con los Aliados occidentales acerca del destino de los soldados y
fugitivos croatas. Los británicos ignoraron al gobierno croata, excepto para
entregar sin más a su presidente y varios ministros a los comunistas. Los
funcionarios civiles y militares aliados no mostraron interés en establecer
contacto ni con los representantes democráticos croatas (Dr. Macek) ni con los
dignatarios eclesiásticos (arzobispo Saric) ni con la Cruz Roja Croata (su
presidente, Dr. Ivo Petric), cuya actuación fue luego prohibida[164],
si bien el Estado Independiente de Croacia había adherido en 1943 a la
Convención de Ginebra, sobre lo que fueron informados los países miembros (Documento
N° VIII, IX y X).
Hasta qué punto ignoraron los británicos al Estado de
Croacia, no reconocido por ellos, pero que existió durante cuatro años, lo
evidencia el episodio con el emisario del gobierno croata que tenía que
establecer contacto con el Comando Aliado para el Mediterráneo, con sede en
Caserta, Italia. El ministro, Dr. Vjekoslav Vrancic, acompañado por el
intérprete Andrija Vrkljan, capitán de navío, llegó el 5 de mayo de 1945 en
avión a Klagenfurt y de allí pasó en coche a Italia. Llevó el memorándum del
gobierno croata sobre la lucha por la libertad nacional de los croatas. En el
valle del río Piave toparon con las unidades del VIII Ejército. Les comunicaron
que al día siguiente, 8 de mayo, serían trasladados por avión a Caserta, lo que
sucedió. Después de esperar dos días se les denegó la calidad de emisarios y
fueron transferidos entre los fugitivos y pocos días después entre prisioneros
de guerra, y allí el capitán Douglas de la Field Security Police 313 les quitó
el coche[165].
Dicho de paso, las autoridades militares británicas
quitaron a los refugiados croatas miles de vehículos, no sólo de propiedad
estatal sino también privada. Con los dedos se podrían contar los que
preservaron sus automóviles. Cuesta creer que el reglamento militar británico
permitiese quitar los coches a los particulares, a veces con todo el equipo,
sin compensación ni recibo. El escultor Ivan Mestrovic afirma que al grupo del
presidente del gobierno croata lo entregó a los comunistas un oficial británico
por un coche (Documento N° XL)
El prestigioso semanario austríaco "Die
Furche" publicó una referencia similar. Presuntamente el Dr. Vladimir
Bakaric, a la sazón presidente de la República Popular de Croacia se jactó de
que el general inglés que entregó el ejército croata a los comunistas fue
obsequiado con un Packard. Alexander Keller, autor del aludido artículo,
corrobora esta declaración con otros casos de soborno de los funcionarios
aliados con fines de repatriación compelida de los exilados. Este escabroso
tema fue tratado por la prensa austríaca [166].
Aclaraciones previas
Nos resta referirnos a las matanzas de los soldados y
civiles croatas consumadas por los comunistas. Lo haremos en forma sintética,
puesto que las declaraciones testimoniales dicen más que cualquier exposición
por documentada que sea. Remitimos, pues, la atención del lector a la sección
Documentos, que contiene una selección de testimonios característicos, escogidos
entre los 250 de que disponen hasta la fecha las Comisiones de Investigación de
la Tragedia de Bleiburg del pueblo croata con sede en Roma, Cleveland y Buenos
Aires. Estos testimonios están numerados y así los citaremos en nuestra
exposición, excepto los reproducidos en la sección Documentos, que llevan
numeración de I hasta XL.
En la selección de las declaraciones testimoniales
tratamos de publicar las más características, las que se publican firmadas por
su autor, dando preferencia a los testigos radicados en la República Argentina.
Es de subrayar que muchos testigos no pueden consentir que su declaración se
publique con su nombre y apellido, por temor a las represalias contra sus
familiares y personas referidas, cuya identificación no sería difícil, conociéndose
el nombre y apellido del testigo presencial. Sin embargo, todos los testigos,
sin excepción están dispuestos a ratificar bajo juramento su declaración ante
cualquier comisión de investigación del katynismo yugoeslavo, mucho más
horrendo que el polaco. En los últimos 18 años fallecieron varios testigos,
pero siempre afluyen nuevos testimonios en cantidad más que suficiente para una
investigación a fondo de ese caso del genocidio. "Committee for
Investigation of the Bleiburg Tragedy", en Cleveland, prepara una edición
inglesa de todos los testimonios disponibles.
En vista de la gran cantidad de víctimas y de lugares
donde se cometieron las masacres, hubo que omitir muchos detalles importantes. Con
todo, en base a los documentos agregados, al análisis histórico, político y
jurídico, el paciente lector tendrá un cuadro ilustrativo sobre la dimensión y
el alcance de los terribles crímenes cuya responsabilidad recae en los
dirigentes comunistas yugoeslavos.
En la siguiente exposición no podemos seguir el orden
cronológico a causa del elevado número de los lugares de matanza que la harían
confusa. Por ello, relataremos las masacres según los lugares donde fueron
consumadas.
Comenzaremos con las columnas que del área Bleiburg-
Dravograd y con transportes desde Jesenice regresaban a Croacia por varios
caminos. La mayor parte de los soldados prisioneros y civiles fue masacrada en
varios lugares de Eslovenia. Los primeros y mayores escenarios de las masacres
colectivas fueron Maribor, Celje (y alrededores) y Kocevlje. Otros grupos
fueron asesinados en distintos lugares de Croacia. Especial atención merecen
las columnas en las "marchas de muerte", que por varios caminos
llegaron hasta la frontera serbio- rumana. Por último, haremos una breve
referencia con datos concretos y documentados sobre las flagrantes
transgresiones de las convenciones internacionales sobre los heridos y los
cementerios militares, sobre el trato en los campamentos de prisioneros de guerra
y sobre los tribunales comunistas y sus prisiones.
Masacres en Maribor y sus alrededores
El mayor número de los soldados prisioneros y civiles
croatas fue masacrado en Maribor y sus alrededores. Según las declaraciones y
el proceder de los oficiales partisanos se puede concluir que en Maribor se
hicieron los preparativos para estas masacres colectivas[167].
Asimismo había en Maribor varios millares de
prisioneros alemanes y montenegrinos.
Maribor fue elegida por los comunistas probablemente
por ser una ciudad relativamente grande, adecuada para la ubicación y
clasificación de prisioneros y fugitivos y por haber allí muchísimas zanjas
antitanques, a las que arrojaron a los croatas asesinados. El hecho de que los
oficiales croatas, sacados de las columnas, fueran enviados a Maribor, indica
que el III Ejército comunista, con sede en esa ciudad, había preparado
anticipadamente todo para la masacre en gran escala.
Aparte de los numerosos grupos de soldados y civiles
capturados en Bleiburg, en Maribor se había congregado una multitud de croatas
que no llegó a pasar la frontera austríaca. A partir del 4 de mayo de 1945, se
dirigían hacia allí numerosos trenes con población civil en primer lugar.
Fugitivos de las regiones lejanas de Croacia, familiares de los soldados,
heridos, miembros de distintas organizaciones patrióticas, especialmente de la
juventud ustachi, rama femenina.
Los contingentes partisanos ocuparon Maribor antes
que Celje y Dravograd y ya el 10 de mayo detuvieron a grupos de fugitivos y
trenes repletos de gente. El testigo N° 59, ferroviario de Maribor, vio en la
estación Hoce, cerca de Maribor, diez trenes largos, en 4 vías, cada uno
compuesto de 60 vagones para viajeros y carga, repletos de heridos y civiles,
mayormente de familias enteras con muchos niños y mujeres.
A Maribor fueron enviados, con anterioridad a la
rendición en Bleiburg, varios grupos de fugitivos, capturados por los
comunistas en distintos lugares, especialmente en la línea Celje-Dravograd. De
ese modo, en Maribor se concentraron, bajo el control comunista, más de 50.000
croatas. (Testigos 105, 144, 162).
Los comunistas iniciaron aquí las masacres por
disponer de efectivos suficientes y encontrarse fuera del control de los
Aliados occidentales, pues del otro lado de la frontera esloveno-austríaca se
hallaban tropas soviéticas y búlgaras, que penetraron y ocuparon a Estiria
antes que los británicos, a quienes esa provincia austríaca les fue asignada
por los acuerdos previos como zona de ocupación. Recién varias semanas después
de terminar la guerra, los soviéticos evacuaron Estiria. Esa cuña ruso-búlgara
fue un gran impedimento para la retirada de los croatas a Austria vía Maribor.
En el período crítico operaban en Maribor dos
divisiones yugoeslavas: la XVI, llamada de Voivodina, integrada por los serbios
de la provincia homónima, y la división XVII de choque, integrada también por
serbios, entre los que había gran número de los ex combatientes de Draza
Mihailovic, netamente chovinistas y croatófobos. El comandante de la división
XVI (de Voivodina) era el general Kosta Nadj, de nacionalidad serbia,
posteriormente comandante de la zona militar de Zagreb y durante la guerra uno
de los más destacados jefes guerrilleros. El comandante de la división XVII de
choque era el teniente coronel Blaza Jankovic, también serbio. Esta división
fue integrada por la 1ra. Brigada de artillería, por la 2da. Brigada de
Krajina, la XV brigada de Majevica, la VI Brigada proletaria de Bosnia. La
oficialidad y la tropa de esta división de asalto se componía casi en su
totalidad de serbios y muchos de ellos integraron previamente los efectivos
chetniks al mando de Draza Mihailovic[168].
Las masacres principales fueron cometidas por los
integrantes de la VI brigada proletaria de Bosnia al mando del capitán Rade
Colak, de nacionalidad serbia; el comandante del I Batallón era el capitán Bozo
Hinic; comandante y el comisario político de la II Compañía Petar Milenkovic y
su reemplazante Petar Kuznic, todos de nacionalidad serbia.
Las masacres de los croatas en Maribor se iniciaron
antes de la rendición en Bleiburg y se prolongaron hasta mediados de junio de
1945, con una única pausa con motivo de cumpleaños de Tito, el 25 de mayo,
cuando cierto número de soldados domobrani y civiles fue despachado a Croacia
supuestamente indultados por Tito. Con anterioridad habían sido separados y
masacrados casi en su totalidad oficiales, intelectuales e integrantes de las
formaciones ustachi.
Por lo que se sabe, en Maribor había tres lugares de
concentración, donde seleccionaban a los croatas capturados y en parte los
asesinaban. La clasificación por grados: oficiales, suboficiales y soldados
rasos y la separación de los domobrani de los ustachi se efectuaban en forma
apresurada y superficial. En la mayoría de los casos masacraron a sus víctimas
sin identificarlas.
Acerca de las masacres en Maribor y sus alrededores
hay abundantes testimonios. Esas masacres duraron un mes y fueron perpetradas
en distintos puntos. La cifra de los soldados y civiles masacrados en Maribor y
sus alrededores y de los que pasaron por esta localidad fue tan elevada que
ninguno de los testigos presenciales pudo tener un panorama completo. Tampoco
pudieron obtener una imagen completa los ciudadanos de Maribor e integrantes
del ejército yugoeslavo que a posteriori se refugiaron y cuyas valiosas
declaraciones testimoniales obran en nuestro poder.
Por ello, nuestros datos referentes a las masacres
son necesariamente incompletos y las cifras aproximativas.
El citado testigo N° 59, ferroviario esloveno, manifiesta
que los fugitivos de Croacia, civiles y heridos, que llegaron a Maribor en 10
trenes apiñados, fueron conducidos gradualmente a Kadetnica, escuela de los
oficiales de reserva de preguerra. De allí los llevaron al aeródromo Tezno,
donde los masacraron. El testigo vio cómo llevaban en camiones "atestados,
a hombres y mujeres, incluso a niños, todos en paños menores y con las manos
atadas a la espalda". Oyó las ráfagas de las ametralladoras. Sobre el
particular conversó con un alto funcionario comunista, inquiriéndole a quiénes
estaban fusilando. Este le contestó que en Maribor todo está listo para
eliminar a 70.000 hombres.
Otro testigo (N° 50), ex soldado partisano, declara
que en ese mismo lugar, según le contó su comandante, fueron asesinados 24.000 croatas.
Los comunistas decían: "Caray, cómo los rematamos. Les dimos su
independencia nacional. Ahora están totalmente independientes".
Las masacres principales fueron perpetradas después
de la llegada de la columna de la zona de Bleiburg, en la que había, según la
estimación de varios testigos, más de 70.000 personas.
Los conducían al matadero en grupos, ya mayores, ya
menores. El testigo N° 32 declara que de la columna fueron separados, cerca del
hospital, 2.000 ustachi y conducidos ante el pelotón de fusilamiento.
El testigo N° 194 manifiesta que los comunistas, en
un lugar de concentración de Maribor, invitaron a que se presentasen oficiales
e intelectuales, lo que hicieron unos 3.000, que fueron llevados a la vista del
testigo y luego fusilados, según se enteró.
La testigo N° 1 (una eslovena oriunda de Maribor)
declara haber visto cómo los comunistas llevaron en camiones a los croatas para
fusilarlos, hecho que no ocultaban. Iban a un bosque sobre la colina, distante
cerca de un kilómetro "y poco después oíamos ráfagas de las ametralladoras
cercanas... Vi por lo menos 10 camiones repletos de hombres destinados a ser
fusilados, más no pude ver a causa de la oscuridad, pero oía el ruido de los
motores y ráfagas de ametralladoras hasta el amanecer".
Los prisioneros, antes de ser fusilados, debieron
quitarse la ropa. Un oficial búlgaro, que presenció esos fusilamientos,
declaró: "Toda la noche escuchaba los gemidos de vuestros desgraciados
soldados y vi cómo llevaron para ser fusilados a hombres totalmente desnudos.
Mire ese monte (amanecía), no es un monte sino la pila de uniformes y de ropa
interior de los soldados croatas que ya no lo son" [169].
De un grupo sacaron de 1.900 a 2.000 oficiales
croatas para ser fusilados (testigo N° 103). El mismo testigo presenció cómo
los comunistas se llevaron a 500 oficiales, entre ellos a sus conocidos y
amigos, sin que luego nada se supiese de ellos, pues ni uno sólo escribió a su
familia.
Actualmente viven en el mundo libre otros testigos
oculares de las matanzas consumadas en los alrededores de Maribor. El testigo
N° 30, movilizado por fuerza por los partisanos, presenció las masacres
cometidas por la VI brigada proletaria de Bosnia en el kilómetro 7 de Maribor,
donde se hallaban las zanjas antitanques. Conducían a prisioneros y fugitivos
en grupos de 100, los desnudaban, les quitaban relojes, anillos y cuanto objeto
de valor poseyeran. Atados con alambres de a tres, los cargaban sobre camiones
con insignias de la Cruz Roja. El testigo era uno de los guardias que acompañaron
uno de los camiones. Arribados a un bosque vecino, se encontraron con una
decena de hombres con fusiles listos a disparar.
"En ese momento -declara el testigo- oí el
tiroteo de ametralladoras y pistolas automáticas, oí aullidos y gritos de
socorro. Repuesto algo de las sacudidas del camión, oí el grito: "Salgan
los primeros tres, y los demás esperen". Apenas los primeros tres hubieron
saltado, los recibieron a palazos, latigazos, culatazos, los golpearon en la
cabeza, en la cara y el vientre tan cruelmente que no pude contemplar esta
escena por horrenda. A algunos les emergía un ojo de la cabeza partida. Entre
los verdugos los había menores de 12 a 15 años, mujeres y civiles armados.
Aturdido por este espectáculo tétrico, no noté en seguida un canal (antitanque),
de tres metros de profundidad y cuatro de ancho, sin que se le viera el término
del lado izquierdo o derecho. Estaba ya tapado hasta la mitad con cadáveres
atados de a tres, unos encima de otros, atravesados, deformados, algunos sin la
mitad del cráneo, desnudos. Algunos en el fondo de la zanja están cubiertos con
5 o 6 filas de los asesinados y gemían "Ah, mátenme, estoy vivo
todavía". Los verdugos se burlaban cínicamente: "Nosotros no matamos,
nosotros queremos que todos vivan". Me estremecí. Los primeros tres que
acompañé en el camión ya están medio muertos. Los llevan al borde del canal.
Luego a otros tres y así sucesivamente. Algunos, todavía conscientes, exclaman.
"Viva el Estado Independiente de Croacia". Otros imploran: "Mi
Dios, Jesús y María, ayudadme". Entre los verdugos, susurro, escarnio y
risotadas. Los empujaban atados de a tres al borde del canal. Allí los verdugos
esperan, apoyados con el pie sobre los cadáveres. Uno emite la orden:
"Fuego". Los verdugos tiran a la nuca y al mismo tiempo los empujan
al canal sobre otros cadáveres. Luego les toca el turno a otros tres hasta
quedar todos rematados. Acto seguido, llegan otros camiones y así todo el
día..."
"El comandante preguntó a los soldados de
custodia -manifiesta el mismo testigo- si querían fusilar, pero "muy pocos
se presentaron", uno que otro serbio, hasta ayer chetnik. Fusilaron de 15
a 20 hombres".
"Tuve, con otros tres -declara este testigo- que
cargar la pistola del comandante del batallón, Bozidar Minic. Cargábamos pistolas
para él. El contaba los proyectiles y por la noche declaró que había matado a
2.040. Ante eso, el comisario político Petar Milenkovic se jactó de haber dado
muerte a cerca de 400, y su reemplazante Petar Kundak profirió: "Eh, mi
comandante, yo ni más ni menos sino el doble".
Al día siguiente prosiguieron otros con el
fusilamiento. Era el tercer día de la masacre y siempre estuvieron activos los
30 camiones de la Cruz Roja que conducían a los prisioneros. El cuarto día la
unidad en que servía el testigo N° 30, tenía el encargo de tapar el canal,
lleno de cadáveres.
"Quise averiguar su longitud, más un soldado me
dijo que no tendría tiempo, pues le tomó más de 20 minutos recorrerlo de un
extremo al otro, pues esta zanja medía más de dos kilómetros de longitud. Le
pregunté si en todos los puntos el canal estaba tan lleno como aquí. Me replicó
que estaba lleno, más o menos, en todos los puntos. En un lugar sólo había 11
mujeres desnudas, atadas con alambre y torturadas antes de ser fusiladas. Se
portaron con valentía y dieron vivas a la independencia nacional croata. Creo
al que me lo dijo porque era partisano igual que yo. Mi unidad rellenó la zanja
durante dos días junto con las demás unidades de nuestra brigada. Por fin,
salimos de ese paraje y llegamos a Maribor, distante a 7 kilómetros. Según
contaron el comandante y el comisario fueron fusilados en ese lugar más de
24.000 hombres".
A las masacres de Maribor se refiere también el
testigo ocular N° 166. Declara que al matadero llegaban víctimas atadas con
alambre desde hace 15 días. En el sector donde se encontraba como soldado del
ejército comunista yugoeslavo, dos mayores serbios perpetraron las masacres.
Asesinaban a los prisioneros con un tiro en la nuca y los empujaban a puntapiés
a la zanja, donde las víctimas caían sin orden.
"Muchos heridos gemían en la zanja donde heridos
mortalmente agonizaban horas y horas. Especialmente horribles son mis
impresiones de aquellos días cuando conducían a mujeres y muchachas de la
columna de los prisioneros croatas. Muchas de esas desgraciadas aullaban en la
zanja implorando un tiro de gracia para que sus torturas acabasen una vez por
todas".
El testigo N° 62 depone que el primer día de la
matanza colectiva fueron llevados para ser fusilados, de un solo lugar, 10.000
personas.
El aeródromo Tezno, cerca de Maribor, fue uno de los
mataderos. El testigo N° 106, esloveno de Maribor, manifiesta que la matanza se
prolongó allí durante un mes.
Los integrantes de la división XVI perpetraron
también masacres, sacando a nutridos grupos de los prisioneros croatas de la
columna. Los soldados croatas tuvieron que arrojar a sus camaradas muertos o
heridos al río Drava, raudo y ancho cerca de Maribor. Luego, los comunistas les
dieron muerte a ellos también, agraviando e insultando a Croacia[170].
Matanzas en Kocevlje
La localidad eslovena Kocevlje (50 kilómetros al
sudeste de Ljubljana y no lejos de la frontera de Croacia), y sus alrededores
(Kocevski Rog) fueron otro matadero de croatas. Allí fueron asesinados también
numerosos eslovenos y montenegrinos. Kocevlje estaba poblado por alemanes,
evacuados durante la guerra. Los comunistas eligieron esa región despoblada
para sus crímenes para eludir, acaso, testigos presenciales.
A Kocevlje fueron conducidos varios grupos croatas,
en primer lugar los repatriados por los ingleses de Carintia, que fueron
alojados transitoriamente en Ljubljana, en el campamento St. Vid, ex seminario
diocesano. También terminaron allí los grupos de Jesenice, repatriados
forzosamente en la frontera esloveno-austríaca. Grupos menores fueron traídos
de Kranj y otros lugares de Eslovenia.
Las masacres principales en Kocevlje y sus
alrededores fueron consumadas a fines de mayo. Las víctimas llegaban en
columnas o en vagones cerrados, tratadas como bestias por los comunistas.
Muchos no comieron durante diez días. Los vagones estaban atestados al máximo;
los presos hacían sus necesidades dentro de ellos. A causa del calor y el hacinamiento
muchos se desmayaron, algunos se asfixiaron y otros enloquecieron (Testigo N°
145).
De la estación ferroviaria de Kocevlje los
prisioneros fueron llevados al cuartel, centro principal de reunión. De allí
los conducían en grupos de 30-40 a pequeñas viviendas en dirección a Dolga Vas,
donde los desvistieron, y en camiones los llevaban al matadero. Los fusilaban,
mayormente con un tiro en la nuca y, acto seguido, los arrojaban a las fosas.
Los más fueron asesinados entre Kocevlje y Postanica, en el lugar llamado
Kocevski Rog.
Según los testimonios de varios testigos cabe
concluir que en Kocevlje y sus alrededores fueron masacrados más de 20.000
prisioneros, cierto número de civiles, inclusive mujeres y niños.
El testigo N° 145, que a la sazón estaba reclutado
por los partisanos y destinado a empaquetar los uniformes de los asesinados,
atestigua que el número de las víctimas sobrepasa los 30.000; el testigo N° 56
habla de 21.000 asesinados, mientras que el testigo N° 25 se refiere a
20-30.000 víctimas y el testigo N° 59 cita la cifra de 23.000. El testigo 145
manifiesta que los verdugos se jactaban: "En ocho días hemos liquidado a
30.000 enemigos".
Varios testigos declaran que entre los asesinados
habían mujeres, esposas de oficiales croatas. El testigo 143 vio a unas 15
mujeres que antes de morir fueron violadas por los oficiales partisanos, según
ellos mismos lo contaron. El mismo testigo vio a un grupo de menores, chicos y
chicas, de 14 a 16 años, que fueron fusilados.
Ejecutaban tales crímenes las unidades especiales
(Doc. N° V, testigos Nros. 59, 145, 157) al mando de los oficiales del ejército
yugoeslavo. El testigo N° 145 declara que los ejecutores fueron premiados,
enviados de recreo en Bled, condecorados y obsequiados con relojes de oro
Terminadas las masacres, atestigua el testigo N° 145,
inspeccionaba una comisión, integrada por un coronel, varios tenientes
coroneles y mayores y por tres civiles bien trajeados. El jefe de la comisión
era el coronel Dule Korac y los recibía en nombre del pelotón del fusilamiento
su comandante Simo Dubajic, ambos de nacionalidad serbia. Controlaban el
empaquetamiento de los uniformes y trajes, tomaban objetos de oro y otras
piezas de valor. Cuidaban especialmente de que no se dejara rastro visible de
la masacre. A tal efecto minaban la roca encima de las tumbas colectivas, que
cubrían con montones de piedra. Los testigos mencionan también a los siguientes
verdugos en Kocevlje: el capitán Nikola Marsic, comandante de un pelotón de
fusilamiento, los tenientes coroneles Daniel Jakovic, Mate Usorac; los
comisarios Luka Blazevic, Ante Cepic, Bozo Kacic, Albert Stambuk, Ivan Bokez,
Jakov Blazevic.
Matanzas en Celje y zonas adyacentes
De las columnas de los prisioneros de guerra y
civiles croatas, que vía Dravograd retornaban a Croacia, en los primeros días
fueron separados aviadores y oficiales ustachi y enviados a Maribor, mientras
los remanentes proseguían rumbo a Celje. Luego se cambió de táctica y las
columnas que marchaban en filas cuádruples fueron divididas; una parte se
dirigió a Maribor y la otra vía Slovenjgradec y Velenje hacia Celje y Croacia.
En distintos lugares, numerosos grupos fueron sacados
de la columna de muerte y asesinados en masa. En la sección
"Documentos" figuran varios relatos sobre esas pavorosas marchas de
muerte.
Entre Dravograd y Celje fueron separados los primeros
grupos nutridos de prisioneros y acto seguido masacrados. El testigo N° 96
declara que pudo verificar que los partisanos habían separado a 200 hombres,
que luego mataron, y el testigo N° 50 se hallaba en el grupo de 300, separados
y asesinados, salvo 23. El testigo N° 128 estima que de Dravograd a
Slovenjgradec fueron asesinados 15.000 hombres.
Según el testigo N° 2, muchos croatas perecieron en
el desfiladero denominado Huda Luknja, sito entre Slovenjgradec y Celje, lo que
atestiguan también dos eslovenos lugareños, (testigos Nos. 125, 134, ver Doc.
XII y XVIII). De 20 a 25 carros campesinos transportaron varios días los
cadáveres de soldados y civiles asesinados a Huda Luknja, no lejos de Mislinje.
El testigo N° 13 manifiesta que en ese sector fueron masacradas 16.000
personas.
En Celje, como queda dicho, se iniciaron las masacres
de los croatas capturados antes de la rendición en Bleiburg. Había dos campos
de concentración, uno en el campo de deportes en Celje y otro en Teharje, a
cuatro kilómetros de Celje. En tanto que del campamento de Celje muchos
reanudaron la marcha hacia Croacia, en Teharje casi todos fueron masacrados.
Sobre la matanza de Celje testimonia un ex partisano
que tomó parte en ella (testigo N° 219). Al arribo de los primeros prisioneros
croatas, se organizaron en Celje grupos de 60 ó 70 partisanos encargados de
fusilarlos. Dicho testigo no participó el primer día en la carnicería, pero el
segundo día fue incluido en el grupo de ejecutores. Se llevaba a grupos de a
100 soldados croatas a un edificio, distante unos 4 kilómetros, donde se
hallaban de 50 a 60 partisanos, entre ellos más de 10 oficiales y comisarios.
Durante cuatro noches acompañó a los prisioneros al matadero, cerca del dicho
edificio, hasta las fosas excavadas a propósito, de 6 a 7 metros de profundidad
por 2 de ancho. Los ultimaban de un tiro en la nuca, y algunos fueron
degollados. Muchos agonizaban en la fosa. El testigo vio cuatro fosas grandes y
una decena más pequeñas, todas atestadas de cadáveres, y en las inmediaciones
se notaban varias fosas ya tapadas.
En Teharje empezaron la matanza ya el 12 ó 13 de
mayo, según lo manifiesta el testigo N° 145, partisano a la sazón. El
comandante del campo de exterminio era Franc Sotosek, oriundo de la vecindad de
Rajhenburg, y sus ayudantes Anton Surné, N. Benesek y Stefan Krusc. Asesinaban
a los prisioneros de varios modos. Por ejemplo, ponían de 100 a 200 hombres en
cisternas bajas y luego dejaban correr el agua, de modo que todos se ahogaban
(Documento N° XVIII).
Otros grupos fueron fusilados en un vallecito. Les
quitaron previamente la ropa, ellos mismos tuvieron que cavar sus sepulcros y
luego fueron fusilados con armas automáticas. El testigo N° 160, un esloveno
lugareño, declara que en el bosque Gaji, cerca de Bezigrad, hay tumbas
colectivas con 3 a 5 mil víctimas. Otras tumbas colectivas se hallan en la
línea Spodnje Hodinje- Dobrava-Istrozno, en una longitud de 4 a 5 kilómetros.
Allí había numerosas zanjas antitanques en las que arrojaban a los masacrados,
y los campesinos lugareños tuvieron luego que taparlas.
Una tumba con 400 muertos se halla cerca del castillo
de Majdic en la misma Teharje. Allí los comunistas fusilaron durante siete
noches a varones y mujeres semidesnudos. El testigo observó cómo llevaban a las
víctimas, oyó ráfagas de ametralladoras y los gritos de los moribundos.
Grupos de prisioneros fueron conducidos de Celje
también hacia la mina de Trbovlje, donde se los fusiló. El testigo N° 59 fue
sólo herido, logró escabullirse debajo de los cadáveres y huir.
Según el testimonio de varios testigos, en Celje y
las afueras el fusilamiento en masa de prisioneros y civiles duró todo el mes
de junio, y esporádicamente hasta septiembre. El testigo N° 145 expone que
cerca del campamento en Teharje fueron fusilados 10.000 hombres. El testigo N°
160 declara que en el campamento Teharje, en junio, fueron asesinados cerca de
7.000 hombres.
De la carretera Celje-Zidani Most, en el lugar St.
Peter, un camino lleva a la aldea Hrastnik. El testigo N° 15 dice que allí fue
llevado un grupo de 7.000 hombres hacia una mina abandonada, a 2 kilómetros de
Hrastnik. Allí fueron fusilados y sus cuerpos echados a la mina, cuya abertura
fue luego minada con explosivos y tapada completamente. Lo mismo confirma el
testigo N° 115 (Documento XVII).
Al sur de Celje, a unos diez kilómetros sobre la
carretera que conduce a Zidani Most, se hallan la pequeña localidad Lasko y una
vieja mina en la que los comunistas arrojaron vivos, según lo testimonia el
testigo N° 113, cerca de 3.000 croatas, entre ellos cierto número de mujeres y
niños. No los mataron sino que los arrojaron en la mina, de 100 metros de
profundidad, y después de arrojar 20 ó 30 personas por vez, tiraron varias
bombas de mano. (Documento XVIII).
El testigo N° 128 relata que en el lugar Ratece,
contiguo al linde esloveno-croata, por seis noches consecutivas se fusiló a
civiles, hombres y esposas de los oficiales croatas y montenegrinos asesinados.
Previamente los verdugos comunistas los torturaron. El testigo estima que allí
perecieron 3.000 personas.
El testigo N° 48 afirma que en Sevnica, sobre la ruta
de Zidani Most a Croacia, fueron masacradas cerca de 1.000 personas. En
Rajhenburg hay cinco tumbas colectivas; en la primera fueron sepultadas 400
personas, en la segunda 80, en la tercera 70 y en las dos restantes 50 víctimas
en cada una. Las cifras fueron dadas por los habitantes de Rajhenburg que las
sepultaron. Muchas víctimas fueron arrojadas al cercano río Sava.
Sobre la ruta que va de Celje a Croacia, las últimas
tumbas colectivas se hallan cerca del aeródromo entre Krsko y Kostanjevica.
Allí, en las zanjas antitanques y en depósitos subterráneos de bombas, fueron inhumados
varios millares de croatas asesinados. Luego, esos depósitos fueron tapados
mediante explosiones. El testigo N° 48 expresa que allí yacen 6.680 víctimas;
el testigo N° 90 cita la cifra de 8.000; el testigo N° 31, ex guerrillero
partisano, se refiere a 5.000; el testigo N° 59, a unas 7.000 víctimas y el
testigo N° 89, ex partisano, manifiesta que sólo cerca de Kostanjevica murieron
2.000 croatas. Según los testigos, esas masacres fueron consumadas por los
batallones 29 y 39 de la 7 brigada de Krajina de la X división. El comandante
de la brigada era Rade Brkic y el comisario Drago Maric; el comisario del
batallón 2 era Miljenko Gjuric, que supuestamente habría matado personalmente a
300 hombres; el comandante del batallón 39 era Petar Buic y el comisario Mitar
Bakovic. Todos los comandantes y casi toda la tropa eran serbios.
Masacre en Ljubljana y sus inmediaciones
Entre tantos lugares no mencionados de Eslovenia
donde se ejecutaron masacres colectivas de croatas, nos referiremos a Podutik,
cerca de Ljubljana, donde en la segunda quincena de mayo fueron conducidos del
campamento de St. Vid alrededor de 1.000 croatas fusilados allí y arrojados a
las fosas, de las que más tarde salía agua hedionda en dirección a Ljubljana.
Para conjurar el peligro de un contagio, los cadáveres tuvieron que ser
exhumados y sepultados en otro lugar. Lo testimonian el testigo N° 111, ex
combatiente partisano, y el testigo N° 145 (Documento N° XX). Este testigo fue
chofer del comisario de la policía política en Ljubljana y lo llevaba a
inspeccionar los trabajos de exhumación, realizados por los soldados alemanes
prisioneros, luego fusilados. Se sabe que en las inmediaciones de Ljubljana y
St. Vid hay tumbas colectivas de croatas y según toda evidencia constituyen una
de las más grandes masacres de croatas en 1945.
Matanzas colectivas en Croacia
Podemos clasificarlas del modo siguiente: 1) La
matanza de los croatas que no tomaron parte en el éxodo multitudinario por
razones familiares u otras, o, de los ingenuos que no creían devenir blanco de
las represalias tan crueles de los comunistas; 2) La masacre de los prisioneros
de guerra y los civiles repatriados de Austria y Eslovenia; 3) El exterminio de
los adversarios declarados del comunismo, rezagados en el camino y de los que
se lanzaron a los bosques para seguir con la resistencia.
Las principales masacres en masa fueron perpetradas
en el noroeste de Croacia, cerca de Zagreb, en Krapina, Samobor, Karlovac,
Sisak, Bjelovar y en varios lugares de Kordun, ex Confín Militar, poblado por
una nutrida minoría étnica serbia. Allí fueron asesinados numerosos croatas
sacados de Zagreb, cuya culpa fue haberse declarado por la independencia de
Croacia y contra la doctrina comunista. Zagreb es símbolo del patriotismo para
todos los croatas y, además, un importante centro de la cultura occidental en
su frontera balcánica.
Asimismo muchos fueron asesinados en varios lugares
de Eslavonia, particularmente los que tomaron parte en "las marchas de
muerte", y los remanentes en distintos puntos de Voivodina y Serbia. Las
masacres se verificaron también en Bosnia: en Bosanski Brod, Bosanski Novi,
Derventa, Sarajevo, Zenica, etc.
Fusilamiento en masa en los alrededores de Zagreb
Varios testigos oculares testimonian sobre los
fusilamientos colectivos, lugares de ejecución o tumbas colectivas en los
alrededores de Zagreb, capital de Croacia.
El testigo N° 98 expone que, después de la entrada de
los comunistas en Zagreb, oía todas las noches en sus afueras, en el matorral
cerca de Rakov Potok y particularmente en el bosque de Stupnica, disparos del
pelotón de fusilamiento.
"Las masacres solían ser ejecutadas entre las 23
y las 2. Tras el fusilamiento, los cuerpos eran arrojados en las zanjas,
cavadas por los soldados durante la guerra, a lo largo del camino para
Kalinovica, en la ruta Zagreb-Karlovac hasta la casa de la familia Kavur en la
aldea Stupnik, en una longitud de un kilómetro. Las zanjas, de 1 metro de ancho
por cerca de 1,50 de profundidad corrían a veces en línea zigzagueante... Por
la mañana, los transeúntes encontraban zanjas recién tapadas, y así cada
mañana. Como no eran muy hondas, los perros las rondaban husmeando y a veces
solían extraer algún cadáver, hasta que los campesinos los taparon bien. Con
todo, a causa del terrible hedor en días calurosos, no se podía transitar por
allí, y las "autoridades nacionales" obligaron a la gente a rociarlos
con carbón. Los pobres masacrados no eran de nuestras aldeas, sino traídos en
camiones de varios campos de concentración, y particularmente de Zagreb".
También el testigo N° 124 se refiere en términos
semejantes a esas tumbas colectivas. Menciona asimismo las tumbas cerca de la
aldea Horvat, sobre la ruta Zagreb-Karlovac, en un robledo, distante de 300 a
400 metros de la ruta y 500 de la vía férrea. Allí hay 50 tumbas en un área de
500 metros. Los campesinos de Horvat oyeron, durante 20 a 30 noches, ráfagas y
disparos.
El testigo N° 162 suministra datos sobre las tumbas
colectivas cerca del pueblo Sosice en Zumberak. A esa región montañosa
conducían, de noche, a las víctimas de distintas partes, las castigaban y
torturaban, y luego algunas vivas y otras muertas las echaban en un precipicio
muy hondo, ubicado entre la aldea Gornje y Sopoti. Las masacres se prolongaron
hasta mediados de junio de 1945. Los campesinos de los pueblos vecinos oían
alaridos de las víctimas arrojadas en ese precipicio aún vivas. En el mismo
sentido declara el testigo N° 124.
El testigo N° 14 afirma que entre la aldea Kravarsko
y Donji Lukavac fueron sepultadas 5.000 víctimas de las masacres colectivas.
El testigo N° 130 conoce las tumbas en masa en las
inmediaciones de Zagreb, cerca de Sestine, Gracani y Mirosevac.
El testigo N° 22 coincide con las manifestaciones de
otros testigos sobre las tumbas cerca de Rakov Potok, Sestine, Gracani, y
además ubica otras cerca de Dubranec y en Anin Dol, no lejos de Samobor.
El testigo N° 37 confirma otras declaraciones sobre
las tumbas en Maksimir (Zagreb) y está enterado de las tumbas en el bosque
Bukovacka, Markusevac y Novi Dvori. El mismo testigo expone que las autoridades
exigían de los propietarios del terreno respectivo que sepultaran a los
muertos. En el terreno de sus primos se encontraron tres cadáveres de los que
se alejaron de Zagreb con el propósito de no encontrarse allí en el momento de
las masacres comunistas. Fueron asesinados sin que se indagara su
identificación. El testigo N° 159 declara que los primeros días se podía ver
cadáveres en las calles de Zagreb. Los partisanos mataban en la calle a los
sospechosos de haber regresado de Eslovenia.
Campos de concentración y masacres en otras partes de
Croacia
En los campamentos de otras ciudades del noroeste de
Croacia el trato no difería del ya descripto respecto a Zagreb y sus
alrededores. Disponemos de varios testimonios de testigos oculares sobre los
campos de concentración en Samobor, Krapina, Sisak, Karlovac, Cemernica,
Slavonska Pozega y Mirkovici. Alrededor de esas localidades se extienden tumbas
colectivas de croatas masacrados.
La única novedad en esos campamentos era que
separaban a grupos de prisioneros so pretexto de enrolarlos en el ejército
partisano. Los conducían, en cambio, a Kordun, a los poblados habitados por
compacta minoría serbia.
El testigo N° 174 fue chofer de uno de los camiones
que los llevaba "al servicio militar en Kordun". Entre los
prisioneros figuraba también su hermano. Llegados cerca del pueblo Vojnici, se
presentó la milicia local partisana.
"Partieron alambre en trozos de más de medio
metro... ataron a cada uno y los cargaban en camión con las manos atadas en la
espalda. Todos debieron arrodillarse y con el resto del alambre les ataron los
pies. Manejaban el alambre con tanta brutalidad que a muchos les reventaron las
venas y se desangraron. Ese suplicio se prolongó y desde los camiones partían
gritos aterradores. A los que gritaban, les aplicaban culatazos en la cabeza.
Otros pedían que los golpeasen para desmayarse. Las víctimas fueron llevadas en
cuatro camiones. Tan pronto regresaba uno, salía otro, repleto de víctimas. La
distancia no era mucha. Los partisanos que nos acompañaban, mientras íbamos por
el nuevo botín se repartían los objetos y el dinero de los masacrados.
Encontraron muchos devocionarios que destrozaron y tiraron" (Documento
45).
El testigo N° 174 dice que de Karlovac llevaban todas
las noches a unas 100 personas para ser masacradas en Kordun. El se hallaba en
un grupo y un partisano, su conocido, le facilitó la huida.
El testigo N° 102, ex presidiario del campamento de
Sisak, atestigua que todas las noches cuatro camiones cargaban a los presos,
cerca de 60 hombres por camión. Esa faena se prolongó durante unos 10 días y
fueron llevados para ser fusilados por lo menos 1.500 presos. (Sobre la matanza
en Sisak véase el Documento XXIX).
En Kordun, en la aldea Cemernica, a 7 kilómetros de
Topusko, había un campo de concentración. El testigo N° 101 expresa que en
dicho campo se hallaban soldados prisioneros menores de 20 años. De allí nadie
escapó vivo y se lo considera campo de exterminio. Los masacrados, sin
interrogatorio ni juicio sumario, fueron sepultados en las hondonadas y los
pozos naturales cerca de Toplicka kosa. A veces hubo dentro 1.500 presos y
siempre varios centenares. Este campo dependía del comando partisano en
Petrinja. En las masacres tomaban parte también los campesinos serbios
lugareños. Allí fueron llevados los soldados de los campamentos de Sisak,
Karlovac, Zagreb y de otros lugares. El testigo opina que allí fueron
asesinados por lo menos 4.000 croatas (Documento XXXIV).
Sobre el campo de concentración y la carnicería de
los prisioneros en Bjelovar, por donde pasaron en las "marchas de
muerte", tenemos varios testimonios. El testigo N° 170 declara que tan
pronto su grupo llegó al campo, los presos le señalaron tumbas colectivas
tapadas en las zanjas que sirvieron de refugio contra los ataques aéreos. Según
las cifras dadas por los presidiarios y los habitantes de Bjelovar, allí
perecieron de 8 a 9.000 prisioneros y por el campo de concentración pasaron
30.000 (Documento XXXIV). El testigo N° 87, partisano en el tiempo de la
masacre, depone que en Bjelovar fueron masacrados tanto prisioneros de guerra
como civiles.
"Tuve la oportunidad de presenciar cómo una masa
de gente venía frente al campamento llevando comida a los prisioneros. Una vez
ocurrió lo siguiente, que es del dominio público en todo Bjelovar. Millares de
personas alcanzaban víveres a los presos, aunque los guardias las insultaban,
empujaban y dispersaban. Las mujeres gritaban: "Dejen en libertad a los
soldados croatas; ¿por qué los torturan?; no han hecho nada malo". Los
guardias abrieron el fuego y varias mujeres cayeron acribilladas".
Los testigos Nos. 194 y 105 declaran haber visto una
multitud de soldados que los partisanos mataban mientras pasaban por las
calles. Una mujer con el niño en brazos vio en una columna de prisioneros a su
marido y corrió a saludarlo, pero el guardia comunista lo apartó de la columna
y lo mató en el acto diciendo a la mujer: "Aquí lo tienes".
El campo de concentración en Krapina estaba
habilitado por breve lapso mientras pasaban por allí hacia Zagreb y Eslavonia
los prisioneros de regreso de Eslovenia. Ese campo fue pronto levantado a raíz
de acerbas protestas de los habitantes, que siempre se destacaron por su
conciencia nacional. Más tarde, los presos fueron trasladados al campo
Mirkovac, cerca de Sv. Kriz. El testigo N° 191 depone que en ese campo había
millares de hombres. Vio cómo ataron con alambre, a la vista de todos, a un
grupo de 200 a 300 y los llevaron. Luego se enteró de que fueron asesinados.
Tales escenas se repitieron por tres noches sucesivas. El testigo N° 194 vio el
mismo espectáculo. Se encontró entre los trasladados al campo de concentración
Mirkovac, donde antes funcionaba el servicio de trabajo de Croacia. "Allí
apartaron a todos los ustachi y los fusilaron". "En ese campo -afirma
el testigo- permanecí diez días y no nos daban nada de comer ni de beber, de
manera que muchos murieron de hambre y de sed".
Una de las formas más horribles de torturas y
matanzas colectivas fueron las tristemente célebres "marchas de la
muerte", en las que perecieron decenas de miles de croatas a la vista de
centenares de miles de sus connacionales.
Largas columnas estaban compuestas por soldados
croatas y fugitivos capturados ante Bleiburg y en otros lugares de Eslovenia.
Las primeras y más numerosas, formadas en Bleiburg, tomaron el camino de
Dravograd- Maribor o Dravograd-Celje. Los sobrevivientes prosiguieron su forzada
marcha a través de Croacia hasta la frontera rumana.
Como es sabido, muchos integrantes de estas columnas
fueron separados en Maribor y otros en distintos puntos de las línea
Dravograd-Celje- Zidani Most para ser masacrados o internados en los campos de concentración
y luego, en su mayoría, asesinados.
Además, antes de llegar a esos lugares, ya desde los
primeros días se mataba individual o colectivamente. Todos, sin distinción
alguna, soldados, civiles, jóvenes y viejos, varones y mujeres, tuvieron que caminar
en condiciones infrahumanas. En el camino su número disminuía progresivamente
por las razones señaladas y porque fusilaban en el acto a los rezagados. Los
comunistas mataban a los prisioneros más resistentes para intimidar a los demás
y a los espectadores.
Las columnas principales recorrieron más de 500
kilómetros, y algunos hasta 1.000 kilómetros. Caminaban, generalmente, a través
de Eslovenia, el norte de Croacia hasta Serbia y Voivodina, algunos hasta la frontera
de Rumania y los restos de una columna llegaron hasta Macedonia, no lejos de la
frontera con Grecia.
En la sección "Documentos" publicamos
varios relatos fidedignos y estremecedores de esas verdaderas "marchas de
la muerte". Esos relatos, por extensos que sean, reflejan sólo una pequeña
parte de la trágica realidad.
Principales "columnas de muerte"
Como nos es imposible seguir el recorrido de cada
columna, determinaremos a continuación el itinerario de las principales desde
mediados de mayo y hasta fines de agosto de 1945.
I. Bleiburg - Dravograd - Maribor - Ptuj - Varazdin -
Ludbreg - Koprivnica - Djurdjevac - Virovitica - Podravska Slatina - Nasice -
Osijek - Vinkovci - Sid - Kukuljevci - Mitrovica - Ruma - Stara Pazova - Zemum
- Belgrado - Pancevo - Vrsac - Bela Crkva
II. Bleiburg - Dravograd - Slovenjgradec - Velenje -
Celje - Lasko - Radece - Selnica - Krsko - Brezice - Samobor - Zagreb - Sesvete
- Dugo Selo - Cazma - Bjelovar - Pakrac - Dragovic - Pozega - Krndija - Osijek
- Vukovar - Sid - Mitrovica - Belgrado - Kovin.
Los soldados y civiles repatriados de Austria y
trasladados por los ingleses a Jesenice siguieron, en líneas generales, este
recorrido:
III. Jesenice - Radovnica - Kranj - Medvede - St. Vid
(la mayor parte llevada a Kocevlje donde fue masacrada) - Celje - Krsko -
Brezice - Zagreb.
IV. Jesenice - Kranj - Ljubljana - Rudnik - Kocevlje
- Delnice - Rijeka.
Con los repatriados y arrestados en Zagreb y sus
alrededores se formaron en esa ciudad varias columnas que recorrieron el trayecto
siguiente:
V. Zagreb - Sesvete - Dugo Selo - Popovaca - Banova
Jaruga - Lipik - Caglic - Okucani - Nova Gradiska - Bosanska Gradiska - Gornji
Podgradci.
No es posible dar un cuadro completo de dichas
columnas por razones de espacio y por falta de datos exactos que, a buen
seguro, ni las autoridades comunistas poseen, pues no hacían un control
riguroso de los prisioneros y civiles repatriados y, además, mataban en
muchísimos casos sin sumario ni indagación, a veces sin identificar a sus
víctimas, que arrojaban a los ríos, dejaban en el camino, inhumaban en fosas,
pozos, hoyos y zanjas antitanques. Con todo, no cabe la menor duda de que en
esas "marchas de muerte" sucumbió la mayor parte de sus integrantes,
decenas de miles de hombres.
Cifras sobre la dimensión de las "marchas de
muerte"
Varios testigos proporcionan cifras que permiten
crearse una idea sobre la dimensión de la tragedia en dichas "marchas de
muerte"
El testigo radicado en la Argentina (Doc. XXVI)
afirma que en su columna el número de los muertos fue elevado desde el primer
día, y que ya en Bleiburg, bajo el control de la V división serbia, se había
formado una columna de 18.000 prisioneros. "Hasta Dravograd nos trataron
con circunspección, pues estábamos todavía bajo el control británico. Apenas
traspuesto el puente de Dravograd, empezaron las masacres. Al principio los
asesinatos eran individuales, pereciendo los que sucumbían de hambre y
agotamiento. Además, de vez en cuando, los partisanos penetraban en nuestra
columna, dando culatazos, puñaladas y porrazos a diestra y siniestra,
asesinando o pisando con caballos e impeliendo a la gente a saltar a la
corriente del río Drava. A unos 15 kilómetros de Maribor nos obligaron a
correr, teniendo que quitarnos toda impedimenta para poder aguantar esa
corrida. Quienes no aguantaron, y fueron tantos, eran fusilados... De los
18.000 que éramos apenas llegó a Maribor la mitad."
Un integrante de una columna de muerte que en Maribor
contaba 15.000 hombres, declara que tras 300-400 kilómetros. de marcha forzada
llegaron a Osijek apenas 6.000. Otra columna que en Dravograd contaba 5.000,
arribó, tras recorrer 1.000 kilómetros, a Bitolj, en Macedonia, con sólo 300
sobrevivientes.
El testigo que integraba una columna desde la
frontera de Austria hasta Rumania (Doc. XXV) manifiesta haber oído que el jefe
de la escolta reportó a un comisario político que en dicha columna había 11.000
prisioneros, mayormente jóvenes, y algunos civiles. Al llegar a Pancevo,
suburbio de Belgrado, tras 600 kilómetros de caminata, eran unos 600, casi
todos enfermos y lacerados.
El testigo, que se hallaba en la columna de muerte
desde Dravograd hasta Belgrado, informa que eran cerca de 24.000 y llegaron al
destino muy pocos (Doc. XXVIII).
"Desde el principio cada paso que dimos fue
marcado por la sangre de los prisioneros. Los guardias disparaban contra los
grupos a su antojo. Separaban uno por uno, los torturaban y, por último, los
degollaban a la vista de todos. Al salir de Dravograd se apropiaron de todo,
relojes, ropa, zapatos, y a los que no poseían nada los ultimaban de un tiro en
la nuca. Presencié escenas terribles. No hacían distingos entre ancianos y
niños, entre hombres y mujeres que había en nuestra columna". En Maribor
permanecieron siete días sin comer. Todos los días llevaban grandes grupos para
fusilarlos. En el camino hacia Varazdin "los cadáveres de los soldados
croatas llenaban las zanjas". "Tuvimos que correr la mayor parte del
tiempo, mientras que los partisanos montaban a caballo y bicicletas liquidando
en el acto a los que se caían... Los jóvenes aguantamos a duras penas, mientras
que los mayores sucumbieron en el camino, no pudiendo resistir el ritmo de la
marcha... En los pies se formaban callos, apareciendo poco a poco llagas
sangrantes. Todos estábamos descalzos, pues en Maribor nos quitaron los
zapatos... Al salir de Osijek, en el kilómetro 6 ó 7 hacia Dalj, nuestros
acompañantes degollaron ante nuestros ojos a 150 hombres. En Vinkovci nos
instalaron en una fábrica de ladrillos. De noche venían serbios y sacaban grupo
tras grupo, sin que volviese ni un solo hombre. Durante la noche resonaban
ráfagas de ametralladoras que sesgaban las vidas de los atados soldados
croatas. La minoría serbia nos castigaba a porrazos, traspasaba los cuerpos con
lanzazos, partían las cabezas con garrotes y hachas, cortaban cuellos, ataban a
los caballos para arrastrar a los infelices por el camino... En Sid cooperaron
en las matanzas incluso ciertos miembros del Ejército Rojo. Permanecimos allí
seis días sin comer un bocado. Nos colocaron en una hondonada y alrededor
colocaron barriles llenos de agua. Como la sed nos atormentaba hasta volvernos
locos, corrimos a los barriles. A medida que alguien se avecinaba, era
fusilado... Tras esta tortura, nos dieron agua y un pan de dos kilos para 33
hombres. Muchos murieron de excesivo consumo de agua."
En Mitrovica obligaron a los agotados prisioneros a
bañarse en la veloz corriente del río Sava y muchos se ahogaron.
En el trayecto Djurdjevac-Belgrado fueron asesinados
por lo menos 2.800 prisioneros "sin mencionar a los que fueron muertos de
otro modo o perecieron de hambre, sed y agotamiento". En Pancevo fue
separado un batallón entero y fusilado.
El testigo pertinente fue separado también y enviado
a trabajos forzados en tales condiciones que de su grupo de 100 prisioneros
sobrevivieron sólo 42. Además, todos los días fusilaban a grupos menores. Un
grupo tuvo que quedarse durante días en el río Drava y los que aguantaron
fueron, por fin, ahogados. El testigo pesaba en el momento de captura 84 kilos,
y cuando lo soltaron por menor de edad pesaba 48.
Un testigo (Doc. XXXI) suministra la cifra precisa de
su columna, que en Eslovenia contaba 12.000 personas y tras la marcha de 500
kilómetros, en Novi Sad, Voivodina, quedaron con vida 3.000.
"Lo sabía con precisión, pues era uno de los
encargados de repartir el pan, a saber: 150 gramos por día a cada integrante de
la columna. Por lo tanto, en el trayecto murieron maltratadas en forma bestial
9.000 personas".
Trato inhumano con los integrantes de las
"columnas de muerte"
Los rasgos comunes de cómo fueron tratados los
integrantes de las columnas de muerte, en lo que coinciden todos los testigos,
serían los siguientes:
- Tras la captura, los partisanos empezaron a
quitarles dinero, relojes, anillos y cuanto objeto de valor poseían los
prisioneros (muchos se llevaron consigo joyas de familia), y, paulatinamente,
ropa y zapatos, y así al final los más iban semidesnudos, en paños menores y
descalzos.
- Muy rara vez, generalmente al final del recorrido,
les daban algo de comer y agua. Aun más, en muchísimos casos los guardias
prohibían a la población civil alcanzar a los integrantes de las columnas,
mujeres y niños, comida y agua. Muchas veces maltrataron a la población
compasiva, le arrebataban la comida y tiraban el agua, y varias personas fueron
muertas por querer socorrer a sus infortunados compatriotas. Se recurría a
torturas refinadas, deteniendo a la columna junto a una fuente de agua y no
permitiendo beberla. Los que se atrevieron a tomarla fueron fusilados en el
acto. A los niños no siempre les daban agua.
- Mientras la población croata se esforzaba por
ayudarlos, los comunistas organizaban a sus correligionarios y simpatizantes
que se ensañaban contra los sufridos caminantes. Especialmente en los poblados
de la minoría serbia fueron maltratados, torturados, expoliados y asesinados
los prisioneros croatas. Hubo casos en que los habitantes serbios envenenaron
el agua y la comida. Cabe subrayar que eso ocurría en Croacia y contra los
croatas que combatieron por la independencia nacional.
- La población croata, corriendo gran peligro,
manifestó honda solidaridad con sus compatriotas. A veces esos sentimientos de
solidaridad se trocaron en demostraciones en masa, reprimidas brutalmente por
los partisanos.
Los que se quedaban en el camino por agotamiento,
debilidad, enfermedad o sueño eran fusilados sin piedad. Tenían que proseguir,
incluso las mujeres que, de sufrimientos y fatiga, abortaron en el camino.
- Hubo muchos casos de rezagados fusilados, teniendo
en cuenta que fueron torturados, tuvieron que correr bajo el sol quemante,
mientras que sus guardias iban a caballo o en vehículos.
Por regla general, los partisanos cada tanto sacaban
a prisioneros de la columna y sin ninguna razón especial los mataban, a veces a
la vista de los demás, y a veces en los bosques circundantes.
- Los guardias solían aconsejar a los que no daban
más o a los enfermos que se quedasen a esperar la ambulancia. Los que les
hicieron caso fueron asesinados en el acto. Algunos desesperados, con el fin de
poner término a los sufrimientos, se quedaron adrede, sabiendo que serían
fusilados.
Algunos prisioneros sobrevivieron gracias a los
sacrificios de sus compañeros, que cargaban con ellos, les daban algo de agua o
un terrón de azúcar que les quedaba.
El trato con las mujeres y los niños, en línea
general, fue idéntico, salvo que se quedaron todos en Zagreb, donde en parte
fueron liquidados y en parte soltados. En las columnas que marcharon de Zagreb
a través de Eslavonia hasta Voivodina y Serbia había pocos civiles. En cambio,
en muchas columnas de muerte desde la frontera de Austria hasta Zagreb
prevalecieron civiles, hombres y mujeres.
El porqué de las "marchas de muerte"
Se impone el interrogante: ¿por qué los dirigentes
comunistas organizaron tantas torturas y masacres de los prisioneros croatas a
la vista de centenares de miles de gente en Eslovenia, Croacia y Serbia? ¿No
hubiera sido más lógico ocultar sus crímenes como lo intentaron, en parte, en
Eslovenia?
Creemos acertar si decimos que esas marchas de muerte
fueron organizadas por motivos políticos y de propaganda. Los comunistas se
sentían todavía inseguros y, aplicando los métodos del terror colectivo,
especialmente en Croacia, trataron de intimidar a la población con las medidas
más drásticas. En Croacia, la mayoría abrumadora de la población era
anticomunista y consideraba la restauración de Yugoslavia no como
"liberación", sino como nueva esclavitud mucho peor que la anterior.
Querían quebrar la resistencia de un pueblo, pues no se había desvanecido
totalmente la esperanza de que los Aliados occidentales, de un modo u otro,
obligarían a Tito a cumplir sus promesas y celebrar elecciones para que los
pueblos de Yugoslavia decidieran libremente sobre su destino y la forma del
gobierno. La acerba propaganda comunista contra la reacción internacional y el
capitalismo anglosajón, como la expulsión de las tropas de Tito de Trieste y
Carintia, sugerían la posibilidad de una intervención angloamericana. La
inactividad de los Aliados occidentales, que durante la guerra aseguraban a los
pueblos de Europa central que su victoria les reportaría la liberación de la
supremacía nazifascista, fue una de las causas adicionales de los sufrimientos
de sus simpatizantes opositores a la tiranía comunista. De ese modo se jugaba
con la suerte, la libertad y la vida de individuos y pueblos enteros, al
prometerles la paz, la democracia y la prosperidad. Eso ayudó mucho a los
comunistas en su victoria y en la liquidación de la resistencia.
Por eso, las masacres en masa, las "marchas de
muerte", los campos de concentración y las prisiones repletas tuvieron
como fin atemorizar a la Croacia rebelde y no doblegada. Por las prisiones de
Tito pasaron en 1945 centenares de miles de croatas, vejados y maltratados.
Cada preso vivía en la pesadumbre de que el próximo turno de suplicio y muerte
violenta podría tocarle a él. Y cuando esa multitud de presos y presidiarios
maltrechos y deprimidos regresó a sus casas, enterándose de los hermanos o
hijos asesinados o torturados, viendo a sus allegados y amigos en la extrema
miseria, echados de sus hogares, viviendo bajo control constante y el impacto
de una propaganda incesante, se necesitaban fuerzas sobrehumanas para no perder
el ánimo y pasarse al servicio de los opresores comunistas.
Ejemplo croata - Advertencia a los eslovenos
Los organizadores comunistas de las matanzas en masa
y las marchas de muerte perseguían efectos políticos y psicológicos bien
precisos no sólo en Croacia, sino en Serbia y Eslovenia. Tenían razones
especiales para no ocultar sus sangrientas represalias contra los croatas.
El derrumbe fulminante, tanto militar como político,
del Reino de Yugoslavia produjo en Eslovenia gran decepción e indecibles
calamidades. Yugoslavia se mostró totalmente incapacitada para defender los
intereses nacionales de Eslovenia, repartida entre Italia, Alemania y Hungría.
Los sufrimientos de los eslovenos, especialmente en la parte anexada por el
Tercer Reich, eran indescriptibles. La porción eslovena de Estiria, en los
planes de Hitler, tuvo que germanizarse en su totalidad. Los que no lo
admitían, debían ser deportados y hasta exterminados.
En el momento de la invasión del Eje en abril de 1941
y después, Eslovenia fue abandonada por los serbios a su suerte. Eso fortaleció
el movimiento por la independencia nacional y estatal de Eslovenia dentro de la
comunidad europea. Esa tendencia tomó cuerpo aún durante el Reino de
Yugoslavia. Los eslovenos sabían que sin el apoyo croata no podían mejorar su
situación dentro de Yugoslavia e influir en su política interior y exterior.
Sabían por experiencia que a despecho de los representantes del partido
mayoritario esloveno en el gobierno central, los serbios tomaban decisiones catastróficas
contra el sentir, el pensar y los intereses vitales tanto de los croatas como
de los eslovenos. Los católicos eslovenos no se olvidaron de que el concordato
ya firmado entre Yugoslavia y la Santa Sede, que aseguraba la igualdad
religiosa entre los católicos y los ortodoxos, no fue ratificado por culpa de
los serbios. Temiendo la consolidación de la república de Austria, Belgrado
favoreció la política de Anschluss, lo que representaba para Eslovenia tener
por vecino al Tercer Reich. Los serbios, esperando el apoyo contra Alemania,
establecieron en 1940 relaciones diplomáticas con Moscú, lo que contrariaba los
sentimientos de los croatas y los eslovenos. Temiendo la creciente influencia
de los croatas y los eslovenos, los serbios invalidaron la adhesión de
Yugoslavia al Pacto Tripartito, lo que debía salvarla de los horrores de la
guerra o por lo menos postergar su entrada en la guerra hasta el momento más
favorable. No es de extrañar, pues, que los líderes del partido mayoritario
esloveno, Dres. Kulovec y Krek, a raíz del golpe de Estado en marzo de 1941,
llevaron al conocimiento del gobierno del Tercer Reich que, ante la inminente
desintegración de Yugoslavia, les preocupaba ante todo la suerte del pueblo
esloveno, para el que veían dos alternativas: 1°) Una Eslovenia independiente o
2° ) un Estado común de croatas y eslovenos[171].
Ese creciente sentimiento de los eslovenos de confiar
en primer lugar en sus propias fuerzas, tuvo su expresión durante la guerra en
la autonomía de Eslovenia, que tuvieron que reconocer las autoridades alemanas
de ocupación y en la organización del propio ejército, que con éxito se
enfrentó con los efectivos comunistas. Ese ejército fue masacrado, igualmente
que el croata[172].
"Las marchas de muerte" y matanzas de croatas en Eslovenia,
evidentemente han sido concebidas por los comunistas con el propósito de
atemorizar a los eslovenos para que no siguiesen el ejemplo de Croacia en la
lucha por su independencia nacional.
La venganza serbia motivada con la razón de Estado
Masacrando a los croatas como traidores a la
"unidad y fraternidad" yugoeslavas, los comunistas buscaban efecto
político en Serbia, opuesto al que perseguían en Eslovenia. Los serbios exigían
unánimemente la venganza contra los croatas por su supuesta traición en 1941.
Los comunistas, favoreciendo las tendencias chovinistas serbias y anticroatas,
consiguieron la cooperación de las masas serbias durante la guerra. Opinaban
que afianzarían sus posiciones entre los serbios, defensores intransigentes de
la unidad de Yugoslavia, si impusieran la venganza en masa contra los croatas.
Esa venganza, como sabemos, fue consumada en forma de genocidio y de esclavitud
nacional. En ese sentido, los comunistas fueron sucesores dignos de la
dictadura monárquica y de los guerrilleros de Draza Mihailovic. Las masacres en
masa, las marchas de muerte y luego la persecución de la Iglesia Católica
fueron concebidas y organizadas conforme a la teoría de la razón del Estado.
"Los soldados croatas tuvieron que morir para que Yugoslavia viva",
dijo Milovan Djilas. Tito declaró a los periodistas norteamericanos que no
podía dejar en libertad al presidiario cardenal Stepinac "por cuanto todos
los serbios se opondrían" [173].
Se sabía con anticipación en la capital de Croacia
que los comunistas adoptan múltiples medidas terroristas y represivas para
prevenir todo intento de oposición y resistencia. Esas medidas de terror se
practicaron despiadadamente y con precisión de máquina aun cuando, aparentemente,
parecían excesos no controlados.
Saqueos, pillajes y asesinatos estaban a la orden del
día y aunque parecían espontáneos, como obra de guerrilleros no controlados, de
hecho se ejecutaban según el plan prefijado allí donde se consideró necesario
aplicar las medidas del terror colectivo para castigar a la población por su
resistencia al comunismo y a la forzosa unidad de Yugoslavia. Al mismo tiempo,
en forma bárbara se premiaba con ello a los combatientes comunistas que
pudieron dar rienda suelta a sus impulsos agresivos saqueando y maltratando a
la población civil.
Ese desahogo, según las circunstancias, solía durar
varios días (generalmente 48 horas, Documentos XIX). Luego entraba en acción la
temible OZNA (policía política comunista, denominada hoy UDBA),
"limpiando" sistemáticamente, liquidando, de acuerdo a las listas
cuidadosamente confeccionadas, a todas las figuras destacadas en la vida
nacional en todos los niveles sociales. Estas medidas se agregaron a un control
severo y total de la población en sus domicilios, talleres, fábricas, de
oficinas, la alimentación, vehículos y del movimiento -para todo había que
tener carnet y llenar un sinnúmero de formularios y planillas. La participación
en los mítines, reuniones, conferencias y manifestaciones era obligatoria y ay!
de quienes no gritasen sloganes oficiales, exclamasen y aplaudiesen, cantasen y
desfilasen. Los "trabajos voluntarios" eran obligatorios (los
intelectuales tuvieron que remover escombros, limpiar calles, sepultar muertos
y efectuar otros trabajos físicos al cabo de sus tareas específicas y de la
participación en los mítines y reuniones).
Todo eso, sumado a la ruidosa propaganda, fue
calculado para eliminar toda posibilidad de reacciones psicológicas normales,
mediante el terror, la intensa propaganda y el cansancio físico.
La capital de Croacia bajo el terror comunista
Los métodos del terror comunista y la presión
psicológica culminaron en Zagreb, altiva y resistente capital de Croacia, que
con desprecio y en silencio acogió a los "libertadores" balcánicos y,
como era el centro principal de resistencia, los comunistas quisieron
doblegarla a toda costa.
Si el propósito de las autoridades croatas era,
evacuando sin lucha a la capital, salvarla de la destrucción, el pillaje y las
masacres colectivas (en Zagreb están las principales instituciones culturales
croatas, bibliotecas, museos, galerías, archivos), debe reconocerse que fue
acertado. Ni siquiera los partisanos sedientos de venganza osaron dar rienda
suelta a sus instintos de odio. El prestigio de Zagreb, moderna metrópoli de
tipo occidental, y la fama de la alta conciencia patriótica de sus ciudadanos
que a lo largo de los siglos se opusieron a la dominación extranjera,
influyeron incluso en los guerrilleros comunistas llegados del interior de los
Balcanes. En vano los dirigentes comunistas dispusieron adrede que los primeros
efectivos guerrilleros que entraron en Zagreb fuesen, no las contadas unidades
reclutadas en Croacia, sino los aguerridos combatientes partisanos, deseosos de
venganza.
Las primeras unidades partisanas aparecieron en las
calles de Zagreb dos días después del repliegue del ejército croata. Avanzaban
por las calles, llenas de miedo, en formaciones de combate como en país
enemigo. Nadie, ni hasta sus escasos simpatizantes, salió a la calle para
ovacionarlos como "libertadores", ni tampoco hubo desafíos ni motivos
para violencias y pillaje en masa.
Los comunistas trataron de dar, en el primer momento,
la impresión de una vida normal en una gran metrópoli, por suerte salvada de
las destrucciones de guerra. No lo lograron. La presencia de los partisanos,
roñosos, harapientos y desaliñados contrastaba con el ejército regular croata
replegado y daban tal aspecto nuevo a las antes limpias y elegantes calles y
avenidas que se sintieron desconcertados no sólo los habitantes de Zagreb sino
también los invasores. Todos veían con claridad que los partisanos no habían
"liberado" a nadie y que era posible quebrar la resistencia de esta
capital y de la nación croata únicamente mediante los más drásticos métodos de
terror. El Estado de Croacia fue liquidado dentro del marco de la contienda
general, pero Croacia no fue vencida ni doblegada.
Cabe recalcar que las autoridades croatas, al
retirarse de Zagreb, la dejaron intacta, funcionando los servicios públicos,
las oficinas, la industria y el comercio, sin destruir nada. En todas las
instituciones permaneció el personal técnico imprescindible, corriendo el grave
riesgo de las represalias comunistas. La red de la radiodifusión nacional
funcionó incluso después de la entrada de las unidades partisanas en Zagreb y
cuando los invasores ocuparon la estación de radio, los radioescuchas pudieron
oír que los locutores los habían recibido a gritos y balazos.
El gran miedo del vencedor y del vencido
Bogdan Radica, escritor croata, actualmente profesor
en Fairleigh University, EE.UU., publicista de prestigio internacional, fue a
la sazón jefe del departamento de prensa del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Tito. Asqueado por el régimen comunista, muy pronto escapó y diez
años después escribió un ensayo instructivo "El gran miedo", Zagreb
1945 [174],
demostrando que el miedo se había apoderado no sólo de las víctimas sino
también de sus victimarios y torturadores:
"El miedo invadió a los individuos y a las
masas, a la minoría y la mayoría. Vivían con temor tanto los indefensos como
los que con fuerza y opresión generaban el miedo en cada uno y en el país
entero. Desde los peldaños más bajos del poder comunista hasta los más
encumbrados, de los que se hubiera podido suponer que no sufrieron susto, el
miedo se apoderó del vencedor y del vencido. Sobre el miedo provocado por la
revolución y el terror, he leído muchos libros de memorias no sólo respecto a
la Revolución Rusa sino también a la Francesa. Y ese gran temor, suscitado por
hondos colapsos históricos, derrumbes de los sistemas y gobiernos establecidos,
el estallido que provoca la anarquía y el instinto de la fuerza bruta, creció
ahora y envolvió a Zagreb entera: a los que temblaban en sus hogares,
inseguros, temiendo al oír un paso, un golpe en la ventana o la puerta, y a los
que vivían en los ministerios de la nueva autoridad impuesta, o en los hoteles
donde colectivamente vigilaban los dirigentes supremos de la satrapía
comunista. En Zagreb seguían explotando las bombas y cada detonación helaba los
huesos de todos sus habitantes. Como un huracán, el miedo arremetía en sentido
horizontal y vertical, suscitando en el hombre sensación de nulidad física y de
miseria intelectual. La vida humana se rebajó tanto que todas las nociones
sobre su valor, fraguadas a lo largo de los siglos, desde la época griega y
romana hasta la cristiana, se tornaban estériles. El cerebro del hombre, su
esencia intelectual, su espíritu y alma apenas asomaban en la superficie.
Mientras las masas desenfrenadas de los partisanos, de los jóvenes intoxicados
con mentiras y el alcohol, cantaban a la "libertad", no había
libertad para nadie; ni para la mayoría oprimida y atemorizada, ni para la
minoría que temía el caos, la violencia y el terror que ella misma imponía a la
mayoría. Cada uno en cualquier momento pudo ser víctima de la violencia
arbitraria... El gran miedo de 1945 sumió a Croacia en la oscura noche
balcánica... Era el tiempo de un Juicio Final más terrible, de un Infierno
dantesco más negro de lo que jamás pudo imaginarse[175].
Consuelo de la religión
En esos tiempos difíciles, por los que acaso no pasó
en la historia moderna pueblo europeo alguno, la única fuente de consuelo fue
la religión. La Iglesia Católica fue la única institución que por su naturaleza
y la alta moral de sus representantes escapaba totalmente al control comunista.
Tanto más cuanto que su jefe era el cardenal Stepinac, hombre de virtud,
fortaleza espiritual y valentía excepcionales.
Aquí cuadra señalar el hecho importante, pero poco
subrayado, de que el arzobispo de Zagreb, monseñor Stepinac, en parte, fue
víctima de la propaganda y la política de guerra de las democracias
occidentales. Aunque él, tal vez mejor que nadie en Croacia, percibió aun antes
de la guerra el peligro comunista, e hizo cuanto estuvo a su alcance para limar
asperezas y conflictos, tan hábilmente explotados por los comunistas, creía sin
embargo que las democracias occidentales en su propio interés no permitirán el control
soviético sobre el Adriático. Creía a raíz de los contactos con los
diplomáticos ingleses y norteamericanos durante sus visitas en el Vaticano que
los Aliados occidentales, apoyándose en las fuerzas anticomunistas en Croacia y
Eslovenia, tratarían de contener el imperialismo comunista que, al conquistar a
Croacia, se apoderaría de importantes posiciones estratégicas en la cuenca
danubiana y dominaría los accesos a Italia, a la Europa central y al
Mediterráneo.
Hicimos esta disgresión a fin de que los lectores que
no hayan experimentado la opresión comunista puedan comprender mejor lo que
siguió después de la "liberación" de la capital croata y del
territorio que durante toda la guerra se hallaba bajo el control de las
autoridades croatas. El pueblo croata, a despecho del régimen autoritario
transitorio, sabía que combatía y sufría por los intereses del mundo libre y
por su Estado nacional, sin el cual no puede haber libertades nacional ni
civiles.
Arrestos en masa, prisiones y campos de concentración en Zagreb
Ya los primeros días, los comunistas arrestaron a más
de 80.000 personas en Zagreb. Los primeros detenidos fueron quienes
respondieron a los llamados propalados por radio de que se presentasen en los
lugares establecidos los ex funcionarios estatales, militares y policías, los
que trabajasen en empresas del Estado y los que se radicaron en Zagreb en los
últimos años.
Muy pronto trascendió que esos llamados significaban
ir a la cárcel y la gente se presentaba ya provista de mantas y de los efectos
personales imprescindibles.
Otros fueron detenidos por los órganos del ejército y
la policía comunista. Las cárceles de la calle Petrinjska, de Savska Cesta,
Nova Ves, de la Plaza de Kulin Ban y la calle Mosinski estuvieron atestadas.
Se improvisaron campamentos en Kanal, Mirogojska
Cesta, Precko, Jankomir, Maksimir y Podsused. Se trataba de recintos de mayor o
menor dimensión, rodeados de alambrado de púa y de nidos de ametralladoras,
desprovistos de adecuada instalación higiénica. Los presos no recibían comida
ni siquiera agua. Las familias de los detenidos no sabían dónde se encontraban
sus familiares, de manera que millares de padres, madres, hijas, ancianos y
menores iban de un campamento a otro y miraban desde lejos, corriendo a veces
el riesgo de ser blanco de los disparos, e indagaban para saber algo de sus
padres, hijos, hermanos o maridos. Se sentían felices quienes podían averiguar
el lugar de detención de sus familiares y aun más dichosos los que podían
alcanzarles comida y agua. En esos momentos de angustia se robusteció el
espíritu de sacrificio, la solidaridad y el valor cívico, tanto de los
arrestados como de sus allegados. Al no poder entregar víveres, cigarrillos,
ropa y bebidas a sus familiares, los entregaban a otros detenidos de modo que
todos salieron beneficiados en esta campaña de solidaridad humana y patriótica.
Testimonios sobre cárceles y campos de concentración
Sobre la situación imperante en los campos de
concentración y las cárceles de Zagreb hay varios testimonios (testigos Nos.
37, 152, 159, 191, 192, etc.); a las torturas y malos tratos se refiere
monseñor Stepinac en sus cartas de protesta al Dr. Vladimir Bakaric (Documento
XXXVIII).
El testigo N° 34 declara que los partisanos empezaron
a arrestar a la gente tan pronto hubieron entrado en Zagreb, preferentemente de
noche, durante el toque de queda.
"El trato con los detenidos era terrible. Citaré
lo que me pasó a mí. Cuando me llevaron a la cárcel de la calle Mosinski,
encontré a otros 90 arrestados. Durante la noche se presentaron los partisanos
con una lista de 40 personas, los pasaron al primer piso, donde todos fueron
muertos con armas blancas. Así, durante semanas enteras.
El testigo N° 57 sostiene que en los campos de
concentración había por lo menos 80.000 personas y la mayoría, "sin juicio
previo, fue masacrada bestialmente en Maksimir, en el bosque Bukovacka, en
Markusevac y en Novi Dvori. Los camiones transportaban diariamente las víctimas
a la vista de todos, sin que pudiéramos ayudarlos a ellos ni a nosotros
mismos".
El testigo N° 22 estuvo arrestado en la prisión de
Savska Cesta.
"Todas las noches, a eso de las nueve, llegaban
los camiones y se llevaban a los detenidos para fusilarlos... Primero llamaban
por las celdas a las víctimas, las ataban, pegaban y las cargaban en camiones.
Una noche se llevaron a una mujer encinta que gritaba e imploraba para que no
le pegasen. Sin consideración alguna seguían pegándole y ofendiéndola con
blasfemias y los insultos más soeces... Mientras estuve en la cárcel, sacaban a
la gente de 9 a 12 horas de la noche, lo que observé durante diez días. Luego
me trasladaron al primer piso y desde allí no pude observar ya esas escenas,
pero me consta que la cárcel se vaciaba cada noche y luego traían a otros
arrestados..."
El testigo N° 159 especifica que la cárcel de la
calle Alosinski estuvo llena de oficiales.
"Era la peor cárcel. Allí daban muerte a
hachazos. Me lo dijeron testigos presenciales. También asesinaron a muchos detenidos
de la prisión en Nova Ves, que diariamente se evacuaba para ser llenada con
nuevos presos".
La testigo N° 152, esposa de un preso, manifiesta:
"En las cárceles estaban hacinados, y los campos
de concentración en Precko, Mirogoj y Kanal repletos con decenas de miles de
croatas. Encontré a mi buen marido, tras una larga búsqueda, en el campo de
Kanal. Bajo el sol ardiente solíamos esperar desde el amanecer, en largas
hileras, esposas y familiares, observando a cada grupo que sacaban del campo.
Liquidaban de noche. Lo sé, puesto que nosotras las mujeres habíamos organizado
una guardia nocturna, escondiéndonos en lugares apropiados, sobre todo detrás
de la vivienda cerca del puente ferroviario en Kanal. Todas las noches salían
del campo de concentración camiones cargados con 50 hasta 60 hombres (esos
camiones los había regalado UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation
Administration para la reconstrucción de las ciudades destruidas), con las
manos atadas a la espalda. Lo pude discernir bien, puesto que los camiones
pasaban bajo una gran bombilla de luz en el cruce de las calles. El 13 de julio
se llevaron también a mi marido. En el mismo grupo se hallaba también Vlasta,
de 19 años, novia de Vinko Marovic, ya masacrado. Esa misma noche fueron fusilados
sin proceso. Pese a mis esfuerzos y los de la madre de Vlasta, nunca pudimos
saber dónde se hallaban sus tumbas".
El testigo N° 176 declara:
"Después de la entrada de los partisanos en
Zagreb fui detenido y llevado al campo de concentración en Kanal junto con una
gran cantidad de ex soldados y oficiales de todas las armas y civiles. El trato
era horrible. Sin atención médica, casi sin comida, piojosos, sometidos a
constante terror. De día nos interrogaban... Buscaban a los
"fascistas" y a sus simpatizantes, y de noche los conducían para ser
fusilados... Hago mención de una escena terrible. Entre numerosas mujeres,
madres y otros familiares que del otro lado de la alambrada trataban de ubicar
a sus familiares para alcanzarles, en el momento propicio y a escondidas, un
paquete de comida u otra cosa, estaba una señora, conocida mía, que consiguió
entregar a su hijo, colegial aún, pero fuerte y bien desarrollado, un poco de
comida, y le preguntó qué le gustaría que le trajera otra vez. El guardia se
dio vuelta y desde una distancia de uno a dos metros disparó contra el muchacho
gritando: "Aquí tiene el regalo". El joven, alcanzado, se desplomó y
en el último espasmo se levantó y ante el horror de su madre y de los
presentes, exhaló el último suspiro. Los presos se alejaron de la alambrada.
Semejantes escenas eran frecuentes. El campo de concentración estaba a cargo de
las unidades serbias".
El testigo N° 192, detenido en el gran campamento
Precko, manifiesta que los guardias que estaban cerca de la alambrada permitían
adrede que se congregase allí un grupo mayor de hombres hambrientos que
ansiosamente esperaban que alguien del otro lado les alcanzase un trozo de pan.
En ese momento abrían el fuego contra los presos ante los ojos de los
familiares que buscaban en los campos a sus allegados.
El testigo N° 25 permaneció en Precko tres días:
"Entre nosotros había muchos enfermos
especialmente de disentería, como yo, desatendidos totalmente, sin ser
separados de los sanos, hambrientos, sin mantas, de modo que muchos murieron
allí... Las mujeres traían comida y ropa a sus familiares, pero los guardias
las repelían, destruían la comida, las pegaban, maltrataban, les quitaban los
anillos y objetos de valor que tuviesen. Por lo que sé, mataron a dos mujeres
ante la alambrada al querer aproximarse a los prisioneros".
El testigo N° 19, ex presidiario de Precko, afirma
que transcurrió largo tiempo antes de que los civiles empezaran a traer comida
a los presos. "Los guardias trataron muy mal a los civiles. Tuve que presenciar
cómo un guardia empujó con la culata a mi madre tan brutalmente que la tiró al
suelo cuando me entregaba un paquete".
El testigo N° 191, detenido en el campo de
concentración en Podsused, manifiesta:
"Aquí también se repitieron las escenas de conducción
y encadenamiento de los presidiarios, por centenares a la vez. A algunos, tal
vez en base a una lista, los torturaron a la vista de cientos de hombres. Así
grabaron con cuchillo la letra U a Jacobo Pavelic, de profesión empleado. La
misma letra la grabaron a diez hombres más, y a uno le vaciaron los ojos".
(U es la primera letra de la palabra ustacha).
Es evidente, pues, que el tratamiento de los presos
era extremadamente bárbaro y que se violaron de modo flagrante todas las
convenciones sobre el trato a los prisioneros y heridos, como también los
principios del derecho penal de la gente civilizada, en cuanto a la población
civil se refiere. Fueron maltratados y a veces muertos los familiares de los
presos que trataban de alcanzarles comida y ropa. Mataban en masa a los presos,
sin juicio ni sumario previo, y si se instruía causa, era mera apariencia, por
cuanto no había defensa ni apelación (Documento XXXVIII).
Matanza y tortura de heridos
La Cruz Roja, fundada hace 100 años bajo el lema
"In armis caritas", perseguía en primer lugar un trato humano hacia
los heridos de guerra. Y como el mundo civilizado conmemoró este año el primer
centenario de esta benemérita institución, interesa sobremanera resumir cómo
los comunistas yugoeslavos aplicaban las disposiciones de la Convención de
Ginebra respecto a los heridos.
Es de poner de relieve que el Estado Independiente de
Croacia adhirió a esta Convención en 1943 y el Reino de Yugoslavia ya en 1929.
Por lo tanto, la observación de sus disposiciones respecto a los soldados
croatas era obligatoria para el gobierno yugoeslavo, controlado por los
comunistas. Ese gobierno se consideró continuador de facto y de jure
de la Yugoslavia de preguerra y como tal asumió todos los derechos y las
obligaciones derivadas de sus compromisos internacionales.
Ya el citado general Dragojlov, jefe del Estado Mayor
de las Fuerzas Armadas croatas, afirma que en la última fase de la guerra los
comunistas solían matar a los heridos capturados. Lo mismo hicieron después de
la guerra y, además, castigaban a quienes osaran socorrerlos. Por la misma
causa fueron condenadas a muerte varias monjas católicas (Ver la protesta del
arzobispo Stepinac, Doc. XXX, y la de los obispos de toda Yugoslavia, Doc.
XXXIX). Sobre el particular atestiguan varios testigos presenciales. El testigo
N° 84 (Doc. VI) declara:
"Estuve nueve meses con los partisanos hasta el
término de la guerra y nunca vi a un solo soldado prisionero enemigo, que
estuviese herido, atendido en los puestos sanitarios u hospitales de los
guerrilleros comunistas. Por el contrario, por las conversaciones entre los
partisanos me enteré de que ultimaban a todos los prisioneros heridos, fueran
croatas o alemanes..." Después de la lucha por Kakanj el testigo vio
"en un patio bastante grande de 300- 400 prisioneros en tren de ser
interrogados. Entre ellos había muchos heridos (alrededor de 100) en las manos,
piernas, cuello, pecho, etc., lo que pude ver bien... Al anochecer, ante mis
ojos y de los demás partisanos, se llevaron a ese triste séquito de heridos al
río Bosna, más abajo del puente. Estaban atados de a dos o más con alambre y
algunos apenas podían caminar, sosteniéndose de sus camaradas más fuertes. En
la orilla del río cortaron el alambre y los fusilaron uno por uno, generalmente
de frente, arrojando al río a los muertos o heridos. El río los llevaba o los
ahogaba si todavía vivían. Esta escena la vi con mis propios ojos a la distancia
de unos cuarenta metros. Había cerca de cien heridos y la ejecutora fue una
unidad de la división de Krajina".
Igual suerte trágica les tocó a los heridos evacuados
de Zagreb a principios de mayo de 1945, que fueron enviados por trenes y
ambulancias hacia la frontera de Austria, como a los que los comunistas
encontraron en varios hospitales de Zagreb. Estos últimos fueron llevados en
dirección desconocida y todos desaparecieron sin dejar rastro. Del hospital de
Brestovac, cerca de Zagreb, donde había 100 soldados enfermos de tuberculosis
ósea, todos fueron masacrados en la inmediación de ese nosocomio.
El testigo N° 54 declara:
"Me interné en el hospital de Kuniscak tres días
antes de la llegada de los partisanos. Este amplio hospital estaba repleto de soldados
y oficiales heridos. Cuando nos enteramos de la entrada de los guerrilleros
comunistas en Zagreb, quienes pudimos movernos huimos del hospital. Los que se
quedaron fueron cargados en camiones, llevados a un lugar entre Sestine y
Gracani, donde los partisanos los asesinaron y sepultaron".
Cosas parecidas ocurrieron en otros lugares. El
testigo N° 16 declara:
"Pocos días después de la entrada de los
partisanos en Sisak, apareció una mañana gran cantidad de cuerpos horriblemente
mutilados cerca de la fábrica de vidrio. Muchos tenían los cuellos cortados,
vaciados los ojos, los dientes arrancados, amputadas las manos, etc. Se supo
que se trataba de los cadáveres de soldados croatas heridos, alojados en el
hospital. Entre los degollados había dos monjas católicas que atendían a los
heridos".
El mismo destino les cupo a los heridos que se
retiraron rumbo a Austria. El testigo N° 2, que se encontraba ante Bleiburg el
15 de mayo, manifiesta:
"Pasó algo horrible cuando las ambulancias con
los heridos cayeron en manos de los partisanos. Arrojaron al suelo a los
heridos, en las literas trasportaron las armas para cargarlas en las
ambulancias, pisando al mismo tiempo a los heridos". El testigo N° 94
dice: "Junto con nosotros fueron capturados diez heridos, lesionados en
los pulmones y las piernas. Como no podían caminar, los remataron en el
acto".
Del trato de los heridos, después de la rendición en
Dravograd, habla el testigo N° 97:
"Pocos kilómetros antes de Dravograd, nuestra
columna fue detenida. Al rato pasaron ambulancias con los heridos. Nos
detuvimos dos horas y cuando reanudamos la marcha recorriendo unos 2
kilómetros, los partisanos nos ordenaron mirar a la izquierda y si alguien
volviera la mirada a la derecha sería fusilado en el acto. Corriendo gran
peligro, aunque los partisanos no podían controlar a todos, varios miraron a la
derecha. En una amplia pradera contigua al río Drava pudieron ver un horrendo
espectáculo. Las ambulancias del ejército croata estaban vacías, sábanas y
vendas empapadas de sangre y dispersas en derredor, muchas tumbas frescas. Se
habla del crimen cometido allí hace poco".
El testigo N° 2, ferroviario esloveno, presenta un
cuadro estremecedor de los heridos croatas en Maribor, alojados en varios
trenes, llegados de Zagreb.
"Del campamento en Maribor condujeron a todos
los heridos al río Drava, donde fueron rematados con barras de hierro y
arrojados al río. Los que, lesionados en manos y piernas, estaban enyesados,
fueron tirados vivos al agua. (No podían nadar y se ahogaron). Los enfermeros
tuvieron que vigilar en la orilla y empujarlos con palos, desde la costa, hacia
la corriente central del raudo río. En un recodo, distante unos 100 metros del
lugar donde arrojaron a los heridos, enviaron a cuatro enfermeros para que empujasen
los cadáveres que allí se detuvieron..."
Acerca del trato de los soldados heridos y enfermos
en el "hospital" del campamento Precko (Zagreb), informa el testigo
N° 19:
"Había allí una barraca para nuestros heridos y
para los que se enfermaron de tifus. De noche partían de allí terribles
aullidos. Un soldado, muy afiebrado, se refugió entre nosotros y nos contó que
los partisanos pegaban a los heridos a porrazos, les desgarraban las vendas
insultándolos y amenazándolos, de modo que por excesiva pérdida de sangre
morían muy pronto. Tuve que sacar, cada mañana, de ese 'hospital' cuerpos
inanimados y estimo que ningún herido o enfermo quedó con vida".
La masacre de los heridos constituye una de las
violaciones más flagrantes del derecho de guerra por parte de los comunistas
yugoeslavos. Ese crimen basta para que los dirigentes comunistas sean
declarados como los criminales más infames de la guerra, cuya compañía dista de
ser grata. El hecho de que por cortesía internacional se les confiera las más
altas condecoraciones representa uno de los escándalos más ominosos de nuestro
tiempo.
Infracciones del derecho a sepultura decorosa
Es innato en todo ser humano el culto a los muertos,
que observan generalmente incluso las tribus salvajes. Las convenciones internacionales
sobre la guerra establecen el derecho de los enemigos caídos a una sepultura
decorosa y a la identificación de sus tumbas.
Los comunistas yugoeslavos infringieron de modo tan flagrante
todas las disposiciones relativas a las tumbas militares, que al respecto no
existe otro ejemplo en la historia bélica moderna. No sólo negaron a sus
víctimas una sepultura decorosa sino que incluso las familias de las víctimas
de las masacres en masa carecen de toda información acerca del lugar donde
yacen los restos de sus seres queridos ni pueden recabarla, pues nivelaron los
cementerios militares existentes.
Ocurre, pues, que por regla general no se sabe
cuándo, cómo y dónde murieron decenas de miles de croatas a manos de los
comunistas, cuándo y dónde fueron sepultados. Casi todos los testigos se
refieren a las tumbas colectivas en zanjas antitanques, en fosas, pozos; dicen
cómo arrojaban a los asesinados a ríos, precipicios, minas, cómo emergían
miembros y cuerpos; cómo los perros los arrastraban, etc. En ciertos ríos,
particularmente en el Drava había tantos cadáveres que en el verano de 1945 las
autoridades comunistas prohibieron bañarse en determinados lugares, temiendo un
contagio epidémico. Esas escenas escalofriantes prueban el desprecio de los
comunistas por los valores humanos y éticos que respetan todas las
civilizaciones. Debían servir como una prueba del derrumbe de un mundo y de la
victoria de la revolución comunista.
Ni las autoridades comunistas saben donde se halla la
mayoría de las tumbas de sus víctimas. Con excavaciones sistemáticas se
descubrirían seguramente inmensos cementerios u osarios colectivos, aunque no
debe descartarse la posibilidad de que los comunistas a posteriori trataron de
ocultar los vestigios de sus crímenes.
Sobre las transgresiones de las disposiciones del
derecho internacional relativo a las tumbas militares tenemos referencias en
casi todos los testimonios, y en cuanto a la nivelación de los cementerios
publicamos el testimonio valioso del arzobispo Stepinac del 21/6/1945 (Doc.
XXXIII) y la carta pastoral colectiva de los obispos de Yugoslavia, fechada el
20/9/1945 (Doc. XXXIX).
El arzobispo Stepinac afirma en su carta de protesta
al presidente de la "República Popular de Croacia", Dr. Vladimir
Bakaric, que:
"Los familiares no tienen derecho a saber dónde
se hallan las tumbas de sus seres queridos, hermanos y maridos... Actualmente,
las ejecuciones se cumplen en lugares desconocidos. Los cuerpos son arrojados
en zanjas comunes y ningún deudo sabe dónde encontrar la tumba de su ser
querido".
La carta pastoral de los obispos del 20/9/1945 habla
"del hecho doloroso y sorprendente" de que las autoridades comunistas
destruyen y nivelan los cementerios militares, sacan las cruces de las tumbas
para que se pierda todo rastro.
Antes de la invasión comunista, en las ciudades de
Croacia había cementerios decorosos, bien cuidados, con la debida
identificación de cada difunto. Los comunistas no se limitaron a vengarse de
los vivos sino que no respetaron ni a los caídos durante la guerra,
escarneciendo sus sepulturas y haciendo desaparecer toda huella de sus
adversarios. Los familiares ya no podían frecuentar la tumba de sus allegados
ni trasladar sus restos a las tumbas familiares.
Casos de semejante barbarie se registraron en Zagreb,
Sarajevo (en cementerios católicos y musulmanes), Banja Luka, Varazdin, Mostar,
Petrinja y Split, y seguramente en otras localidades, no mencionadas por
nuestros testigos.
Destacamos que hay antecedentes de tal salvajismo en
la historia turbulenta de los pueblos balcánicos. Milovan Djilas habla de los
"cementerios nivelados" de los musulmanes en las regiones
conquistadas por los montenegrinos[176].
No es extraño que ese "hecho sorprendente"
de la nivelación de tumbas fuese señalado por los obispos en los aciagos
momentos de la persecución anticatólica. Vale la pena citar el párrafo íntegro:
"Por último, para terminar, amadísimos fieles,
cábenos señalar otro hecho doloroso y sorprendente para nosotros: ni siquiera
se respetaron las tumbas de los difuntos. En los cementerios de Zagreb,
Varazdin y otros lugares, por orden directa de las autoridades regulares,
sacaron las cruces de las tumbas de los ustachi y de los soldados alemanes,
nivelaron la tierra de modo que ya no se pueda identificar el lugar de ninguna
sepultura individual. Tal proceder debe condenarse en términos absolutos: ante
la muerte todos los hombres se inclinan y el enemigo deja de serlo en virtud de
las leyes no codificadas, del decoro humano que deriva de la caridad cristiana
y también este enemigo tiene el derecho a una tumba decorosa. Se sabe que
después de la última guerra mundial los ex enemigos respetaron y conservaron
las tumbas de los soldados conquistadores, caídos en tierra extranjera. Y en
nuestro país se niegan a reconocer el derecho sagrado a los propios hijos de
esta tierra".
Tres arzobispos, nueve obispos, cuatro vicarios
generales y un provicario, con sus firmas bajo el texto leído en todos los
templos católicos, confirman que no se trataba de actos de guerrilleros
irresponsables, sino de "disposiciones de las autoridades
superiores".
Rehusar la sepultura decorosa de los soldados caídos
y de los ajusticiados, y la destrucción de los cementerios militares existentes,
no en lugares escondidos sino en las mayores ciudades de una nación europea
civilizada, constituyen la infracción flagrante, fácilmente comprobable, de las
convenciones internacionales sobre los prisioneros de guerra y los heridos,
firmadas por Yugoslavia y que ésta debió acatar obligatoriamente.
Cosa extraña que la Cruz Roja Internacional pase por
alto esas transgresiones que ni bárbaras merecen llamarse, puesto que muchos
pueblos bárbaros sepultaban a sus muertos, no negando este derecho ni a los enemigos
derrotados. En la Yugoslavia comunista, como expresan los obispos católicos,
"se niega ese derecho sagrado a los propios hijos de esta tierra",
"liberados" por los comunistas.
Campos de exterminio y de concentración
Los campos de concentración para los prisioneros de
guerra y los civiles repatriados, como asimismo para otros ciudadanos
arrestados que no se unieron al éxodo, fueron numerosos y siempre repletos. Al
comienzo, muchos de esos campos eran de exterminio y servían para intimidar a
la población civil. Con el tiempo, se convirtieron en instituciones estables en
la Yugoslavia comunista. Esa cuestión, fuera del marco del presente estudio,
merecería un trabajo aparte[177].
Especialmente mal afamados fueron los campos de concentración para la minoría
étnica alemana, en los que perecieron decenas de miles de personas sin
diferencia de edad ni sexo. Todavía existe el tétrico campo de exterminio en
Goli Otok, islote rocoso en el Litoral croata. En ese campo -¡qué ironía del
destino!- junto con los resistentes y opositores a la tiranía comunista
perecieron también muchos culpables y autores de las masacres y represalias en
masa de 1945. Pues, después de la Resolución del Cominform de 1948, allí fueron
internados muchos comunistas combativos y recalcitrantes sospechosos de ser
partidarios de Stalin.
Represalias contra los intelectuales
Varias veces recalcamos a lo largo de esta exposición
que las represalias comunistas afectaban igualmente a todas las clases
sociales. Bastaba que uno se destacase por su conciencia nacional o la
convicción religiosa. Sin embargo, con más ensañamiento y odio fueron tratados
los integrantes de la clase dirigente en todos sus niveles: intelectuales,
oficiales, clero, políticos, forjadores culturales y dirigentes sindicales
democráticos. De las declaraciones de casi todos los testigos se colige que los
oficiales croatas, especialmente los de rango superior fueron exterminados sin
excepción. El episcopado católico, en sus pastorales del 24 de marzo y 20 de
septiembre de 1945, habla de centenares de sacerdotes asesinados y detenidos.
Según datos recientes, los comunistas asesinaron en Croacia a 362 sacerdotes
católicos, y los chetniks a 34. En 1945, los comunistas yugoeslavos dieron
muerte a 219 sacerdotes, entre ellos a dos obispos[178].
Posteriormente y hasta la fecha dieron muerte a 40 sacerdotes más. Gran
porcentaje de los sacerdotes pasó por cárceles y campos de concentración,
saliendo, en la mayoría de los casos, maltrechos e incapacitados para cualquier
misión. Casi la cuarta parte del clero croata fue exterminada, lo que
constituye el más alto porcentaje en comparación con otros países, excepción
hecha de los países bálticos y Ucrania[179].
Con motivo del primer decenio de las matanzas en
masa, consumadas en 1945, la Revista Croata que se edita en Buenos Aires
publicó los datos y demás pormenores acerca de más de 50 escritores croatas,
muertos a manos de los comunistas. En esta larga nómina figuran novelistas,
poetas, críticos literarios, historiadores, filósofos, juristas, teólogos y
publicistas de nota [180].
Otros fueron arrestados, confinados y perseguidos.
Una de las maneras más odiosas de la persecución comunista contra los
intelectuales, no es precisamente la imposibilidad de nuevas creaciones, sino
la prohibición total de sus obras anteriores. El destacado novelista Mile
Budak, los poetas Ljubo Wiesner y Vinko Kos, los críticos literarios Dr. Albert
Haller y Dr. Radoslav Glavas, los escritores políticos Julije Makanec, Rudolf
Herceg, Milivoj Magdic, Tias Mortigjijia, los estudiosos y científicos como
Milan Sufflay, Filip Lukas, Vinko Kriskovic, Janko Simrak, etc., no sólo fueron
asesinados o huyeron y murieron en el destierro, sino que sus obras están
proscriptas. No pueden reeditarse ni distribuirse sus libros e incluso se los borra
de la historia de la literatura y la cultura croatas. Es de poner de relieve
que ese ostracismo espiritual y el total desconocimiento de su obra se aplica
únicamente a los escritores y estudiosos croatas.
Por ellos y tomando en consideración la persecución
religiosa, se puede hablar de "genocidio mental" por cuanto se trata
de cambiar a fondo la orientación e identidad cultural de un grupo
socio-nacional íntegro[181].
En esta exposición insistimos en la masacre y tortura
de los prisioneros de guerra y los heridos para poner en evidencia cómo los
dirigentes comunistas yugoeslavos han violado todas las disposiciones de las
convenciones internacionales sobre la materia y, por lo tanto, según la
definición de los crímenes de guerra, deben figurar entre los peores criminales
contra la humanidad de la última contienda mundial, perdiendo todo derecho
moral a erguirse como acusadores y jueces de sus enemigos durante la guerra y de
sus adversarios políticos después. Pero hubo también matanzas de civiles y de
muchas mujeres y niños, lo que constituye crímenes más repugnantes que la
matanza de los soldados desarmados.
¿Por qué huía la gente de condición humilde?
El éxodo multitudinario de principios de mayo de 1945
es la continuación de la huída en masa ante los comunistas que se inició, en
gran escala desde las provincias del sur y el este de Croacia, dos meses antes
de terminar la guerra. Cuando los comunistas, tras la movilización en Serbia y
la reorganización de sus efectivos, respaldados por las tropas soviéticas y el
apoyo aéreo angloamericano, empezaron a invadir y ocupar las regiones
meridionales y orientales de Croacia, la población civil huía en masa hacia
Zagreb, de modo que junto con el ejército croata se retiraba rumbo a Austria
una multitud de civiles, sin distinción de sexo, edad o profesión. En las
columnas de los fugitivos había muchísimos peatones, miles y miles de carros
campesinos con familias enteras. Hay varios relatos y referencias sobre ese
punto en la sección Documentos.
Un testigo dice al respecto:
"En la segunda mitad de abril de 1945 me
encontré con mis familiares en Eslavonia, cuando se replegaba el ejército
croata... No fue sólo la retirada del ejército, sino el éxodo espontáneo de la
gran masa del pueblo ante el avance de los partisanos. Niños, mujeres, chicos,
ancianos y ancianas se pusieron en marcha, por los caminos y en los trenes. Los
campesinos abandonaban sus hogares con familias enteras y, cargando en los
carros sus enseres, se dirigían a Zagreb. En vano alentaba el ejército a la
gente a no abandonar sus casas, asegurando que volvería pronto. Quienes durante
los cuatro últimos años tuvieron la oportunidad de conocer a los partisanos,
los rehuían temerosos (Doc. XXXI).
Procede que no huían sólo funcionarios y dirigentes
partidarios sino todas las capas sociales, hombres y mujeres, los pobres y los
ricos y además muchos niños y menores. El testigo N° 9 afirma:
"Lo más conmovedor era contemplar a los pequeños
descalzos de Lika y Bosnia en la larga e inmensa columna. Nunca me olvidaré de
esa madre croata que huía con sus nueve hijos descalzos, cuyo marido y padre
fue degollado por los partisanos una mañana mientras araba en Bosnia".
Los comunistas trataron a posteriori de explicar esa
huida en masa ante los "libertadores" como una retirada compulsiva de
los civiles o, por lo menos, como secuela de una propaganda alarmista. Por un
lado quieren ocultar la verdad acerca de su impopularidad y por el otro juzgan
de acuerdo a sus propios métodos. Durante la guerra, cuando los comunistas
debían evacuar ciertas localidades ante el avance de las tropas croatas,
lanzaban noticias alarmantes y gritaban en grupo: "Huyan, huyan, vienen
los ustachi para degollaros". Hacían todo lo posible para que la gente se
fuese a los montes, pues allí la movilizaban. En la última fase de la guerra
inclusive trasladaban la población de la zona costera al extranjero (una parte
a Egipto), a menudo contando con la ayuda de la flota anglonorteamericana.
La cifra de los exilados civiles
Los comunistas tienden a reducir la cifra de los
civiles que participaron en el éxodo. Tito, por ejemplo, en su parte diario del
15 de mayo de 1945, dice que las tropas del III Ejército habían capturado más
de 100.000 soldados enemigos y que "se liberó" a 8.000 civiles que
las bandas ustachi habían llevado consigo por fuerza (Doc. XV). Sin embargo, el
comandante del III Ejército, Kosta Nadj, afirma que "los criminales se
habían llevado consigo gran multitud de niños y de mayores por motivos
especulativos" [182].
Mientras el comandante del III Ejército habla de la
"gran multitud de niños y mayores" que huían hacia los Aliados
occidentales en busca de libertad, un coronel de este mismo cuerpo, Vukasin Subotic,
sostiene que:
"Junto con la agrupación ustachi-domobrani, en
el área Slovenjgradec-Dravograd fueron capturados 4.000 personas civiles,
niños, mujeres y empleados... El 15 de mayo finalizó la liquidación de otra
agrupación ustachi en el área Prevalje-Priberg (Bleiburg) que contaba más de
30.000 soldados y oficiales y más de 30.000 personas civiles, funcionarios,
empleados y otros" [183].
Por lo tanto, esos dos altos oficiales partisanos
desmienten la cifra de 8.000 civiles "liberados", dada por Tito, que
las "bandas" (ejército regular) llevaron consigo por fuerza, es
decir, según dice el coronel Subotic, funcionarios y empleados públicos,
mujeres y niños de esos 100.000 oficiales y soldados croatas. Nadie fue llevado
por fuerza; por el contrario, muchos se quedaron en casa contra su voluntad y a
pedido de sus allegados que creyeron ahorrarles de ese modo los sufrimientos
mayores de una penosa retirada y por la incertidumbre respecto a cómo
terminaría el éxodo.
Milan Basta, comisario político de la división 51 (de
Voivodina) del III Ejército, quien en Bleiburg negoció la rendición de las
tropas croatas, asistió a ella y luego la relató con lujo de pormenores, habla
de 120.000 soldados croatas y de "número casi doble de la población
civil" (Doc. XII).
A la multitud de civiles se refieren numerosos
testigos que relatan el éxodo y el regreso en las "columnas de
muerte".
Trato cruel hacia mujeres y niños - Declaraciones de
los testigos
Toda esa enorme cantidad de civiles fue tratada igual
sino peor que los soldados prisioneros. Al fin de cuentas, los soldados estaban
bien pertrechados, entrenados y en la mejor juventud, mientras que entre los
civiles había hombres de edad, mujeres y niños. Sus sufrimientos fueron
relativamente mayores, particularmente en las "columnas de muerte",
cuando, junto con los soldados debieron caminar en marchas forzadas, incluso
mujeres con niños, soportando la intemperie, fatiga, hambre y sed.
Las que fueron transportadas por tren no lo pasaron
mucho mejor.
La testigo N° 1, esposa de un oficial croata
asesinado, a quien acompañó hasta Bleiburg, describe detalladamente sus
sufrimientos, que citaremos in extenso, por ser un caso característico:
"Como no quise separarme de mi marido, el
partisano me golpeó tan fuerte con la culata que por dos días tuve la mano
entumecida completamente (tenía 18 años y estaba encinta de tres meses). En
grupo fuimos cargadas en cuatro vagones en vía abierta, junto con un grupo de
las afiliadas a la organización ustacha, rama femenina. Eran jóvenes de 14 a 16
años, muy pocas de 20 a 22 años. Muchas parecían niñas. Esos cuatro vagones
estaban tan atestados que tuvimos que quedarnos de pie, mortificadas por el
hambre, la fatiga y la sed. En tres días no probamos un bocado. Muchas se
desmayaron y las teníamos en brazos, puesto que no había lugar para
acostarlas". (Llegadas a Maribor, oyeron que los partisanos exclamaban que
por la noche las llevarían al río. La testigo se fugó y se salvó).
"Todavía en Maribor me enteré de que todas esas menores fueron asesinadas
y arrojadas al río Drava. Lo contaban en público los partisanos ante los
prisioneros y pudimos oírlo yo y la señora N (vive en Yugoslavia) cuando nos
arrastramos debajo de la alambrada en busca de agua. Los partisanos habían
cerrado todos los grifos de agua y no permitían el acceso a la fontana, a
despecho de que en el campamento había centenares de niños que pedían agua a
lágrima viva. Dentro del recinto, cercado de alambrada, había una decena de
barracas alemanas, pero los partisanos clausuraron con clavos puertas y
ventanas para que los reclusos no pudiesen guarecerse de la tormenta y la
lluvia. Había allí más de 5.000 civiles, mayormente mujeres y niños, bajo el
cielo abierto, soportando sed, lluvia, hambre y calor. Nada nos dieron de comer".
La testigo fue incluida en la columna que marchaba
rumbo a Zagreb. "Durante nueve días, en el trayecto de Krapina a
Oroslavje, nada nos dieron de comer ni de beber... Pillajes y registros eran
cosa horrible y continua. Un partisano albanés quiso quitar las botas de los
pies hinchados de mi amiga, pero no lo lograba. Tiraba las botas de tal modo
que nos parecía que le arrancaría los pies. Ella gemía terriblemente de dolor.
Estaba encinta y muy pronto abortó un varoncito. Muchas mujeres abortaron en el
camino y entre ellas yo también, encinta de tres meses. Todas tuvieron que
continuar la marcha, sangrando y extenuadas, pero no podían detenerse, ya que
las rezagadas eran fusiladas sin piedad. Cerca de Ptuj, una mujer tuvo dolores
de parto y en una banquina a la vista de todos, alumbró mellizos, un varón y
una nena. No la mataron, pero no permitieron que nadie se detuviera y la
ayudara o la mirara con compasión. Pidió refugiarse en una vecina casa
campesina, pero no lo permitieron y muy pronto tuvo que reanudar la marcha con
los demás. Desconozco lo que le pasó luego... Cuando llegamos a Ptuj y
atravesamos el puente sobre el río Drava, vimos el río ensangrentado en
determinados lugares y muchos cadáveres flotando. A unos treinta metros delante
de mí se apartó de la columna una mujer desesperada y enloquecida y,
arrastrando a dos mellizas de 2 a 3 años, se arrojó al río, Se llamaba Elena,
oriunda del distrito de Novska, esposa del coronel Vicente N., de Split. Los
guardias ni siquiera trataron de detenerla".
El testigo N° 22 (repatriado forzosamente por los
ingleses de Carintia) declara que estaban acostados en el fango, bajo la
lluvia, sin lecho ni manta. No hacían diferencia entre hombres, mujeres y
niños, todos sufríamos igualmente.
El testigo N° 25, relatando el maltrato en Maribor,
expresa: "Los guerrilleros y las guerrilleras quitaban sin pudor las
camisas, las medias e incluso las bombachas de las mujeres, dejándolas desnudas
o semidesnudas ante los hombres o poniéndoles su ropa sucia y piojosa".
El testigo N° 144 describe el saqueo y malos tratos
ante Dravograd y entre otras cosas, dice: "A los que nada tenían, los
liquidaban de un tiro en la nuca. Vi escenas horribles. No hacían distingo
entre ancianos y niños, hombres y mujeres."
El testigo N° 71 (Doc. XXI) declara: "Vi como
pasaron a cuchillo a varios niños a la vista de sus madres."
El testigo N° 171 depone:
"Vi flotar muchos cadáveres de soldados por el
río Drava, de muchos civiles también, y en un grupo cuerpos de tres mujeres y
de dos niños". Vio también que "de una habitación sacaron y violaron
a quince menores y muchachas, algunas de ellas fusiladas tras del
estupro".
Varios testigos declaran que en la sala de espera de
la estación ferroviaria de Maribor, apagadas las luces, toda una compañía de
partisanos violó a 40 estudiantes de la Universidad de Zagreb, que gritaban
horriblemente y luego, no muertas aun, las arrojaron al río.
El testigo N° 200 (Doc. XXIII), refiriéndose a la
matanza de un numeroso grupo, manifiesta:
"La misma noche se llevaron a todos, mujeres y
niños sin distinción, para ser fusilados en el bosque. Los pusieron en círculo
y dispararon... Oí gritos de socorro de los niños y las mujeres y sus ruegos de
que los rematasen, lo que los partisanos en efecto hicieron... "
De modo similar se expresa otro testigo (Doc. XXXI):
"Con frecuencia se oían el tableteo de las
ametralladoras, protestas y gritos de socorro, llanto de mujeres y muchachas.
Algunas fueron violadas y luego asesinadas, muchas fueron deshonradas y
reincorporadas a la columna. Al día siguiente una muchacha, de nombre María, me
contó los horrendos actos a que la sometieron."
"Todos los vehículos, hasta los carros
campesinos, fueron requisados por los partisanos. Los padres cargaban con sus
chicos. El haber podido aguantar era un verdadero milagro de amor paternal. Yo
era joven y soltero y a duras penas sobrepasé todo eso. A muchos les ayudamos
llevando en brazos a sus chiquitos. Yo también ofrecí mi ayuda a todos los
padres de nuestro grupo. Muchas esposas derramaron amargas lágrimas al ver
llevarse a sus maridos y asesinarlos. Muchas madres perdieron a sus hijos,
abandonados a su buena suerte y corriendo tantos peligros. Vi muchos casos
semejantes. A los pequeños que no podían aguantar tal esfuerzo estuviesen o no
con sus padres, les tendimos nuestra mano de cristianos en este vía crucis. Lo
peor era, para los padres y los que los rodeaban, cuando los chicos pedían agua
sin que fuera posible decirles que no había agua y que muchos perdieron su vida
por tomar un sorbo de agua".
Sobre la suerte de mujeres y niños dan algún detalle
casi todos los testigos (Doc. XVI). Uno describe la matanza de mujeres y niños
en Herzegovina cuando los comunistas ocuparon un poblado (Doc. V). Otro (Doc.
XVIII), de nacionalidad esloveno, que presenció la captura de los croatas,
manifiesta que los partisanos asesinaban sin hacer distinción entre hombres,
mujeres y niños, y que en la mina Lasko arrojaron vivos a niños y mujeres y
luego granadas para despedazarlos.
Muchos testigos se refieren al trato cruel de los
comunistas hacia los niños. Mientras una de las columnas entraba en la ciudad
de Bjelovar un niño reconoció a su padre y corrió a abrazarlo. Cuando el padre
salió al encuentro del hijo, el guardia lo fusiló a la vista del chiquillo"
(Doc. XXIV).
Otro testigo (Doc. XXV) describe "que una madre
fue separada de la columna y fusilada a la vista de todos por haberse atrevido
a protestar contra el trato bestial de los guardias partisanos. A cualquier
protesta de las madres, los partisanos contestaban a culatazos y porrazos a fin
de silenciar sus gritos desgarradores. Muchos ancianos fueron separados,
asesinados y abandonados a lo largo del camino". El mismo testigo relata
que la escolta partisana impedía a los progenitores acercarse a sus hijos en la
columna. "Las madres con lágrimas vivas llamaban a sus hijos y los
partisanos de Tito las dispersaban, no admitiendo que prestasen ayuda a sus
hijos y a los demás infortunados. Pero estos ancianos y ancianas, verdaderos
padres y madres, no se dejaban arredrar por nada ni nadie. Ellos y su proceder
eran tan maravillosos que por el momento nos olvidamos de nuestros
sufrimientos..."
Un testigo presencial (Doc. XXX) describe las escenas
de torturas de los prisioneros y de los civiles en las columnas de muerte
"No soy capaz de describir todos esos horrores y
atrocidades. Los comunistas nos dispensaron muy "cálida" acogida a
porrazos, pedradas, con agua caliente, a hachazos... sin consideración alguna
por las mujeres y los niños. Quedaron en el suelo muertas 96 personas de
nuestra columna". Este testigo vio cerca de Zidani Most, en Eslovenia,
"cadáveres deformados y amputados de manera inverosímil". "De
los árboles colgaban cuerpos desnudos, perforados a cuchilladas en muchísimas
partes, con ojos, corazón, lengua, genitales y uñas arrancados, con intestinos
extirpados, cabezas cortadas, etc. Muchas jóvenes tenían las manos pasadas por
las cavidades del seno o las manitas infantiles pasadas a través de las tetas o
el seno maternales".
Otro testigo (Doc. 4445) anota este caso: "Me
acuerdo de un caso dramático ocurrido cerca de Krizevci, cuando en un recodo de
camino una madre reconoció a su hijo y, en el momento de abrazarse, ambos
cayeron acribillados".
La enfermedad partisana
Muchos testigos recalcan que las guerrilleras
superaban en crueldad a sus compañeros, fenómeno éste, muy interesante, de
psicología social.
Así, una guerrillera (declara, testigo N° 121)
insultaba en la columna a un hombre de edad por haberse retirado tan anciano.
El le replicó que fue movilizado. Cuando podías servir -díjole la guerrillera-
a los bandidos puedes también llevarme a mí, y montándolo a la fuerza lo
espoleó durante el recorrido de 1 kilómetro, y cuando el viejo se desplomó no
dando más, lo mató con el revólver.
Los sufrimientos de los que llegaron a Zagreb no
cesaron. El testigo N° 200 relata los suplicios padecidos durante el trayecto
en vagones hacinados y repletos de mujeres y niños, sin comida, agua ni aire, a
tal punto que los chicos se asfixiaban.
"Al cabo de tres días soltaron (del campo de
concentración Maksimir en Zagreb) a los menores de 14 años y cierto número de
mujeres. Muchos nos quedamos. Antes de salir, nos dijeron que deberíamos
lavarnos y desinfectarnos, a lo que nadie se opuso, ya que desde hacía un mes
nadie se había lavado, salvo tal vez la cara. Nos pusieron en una sala de
baños, con unas diez cabinas y varias duchas en cada una. Cuando nos
desvestimos, se llevaron la ropa y dejaron correr el agua tan caliente que era
un infierno. Contadas fueron las mujeres que no se desmayaron y con mis ojos vi
morir a tres niños. Ese retorcer de los ojos, esos gritos desgarradores de las
madres nunca los olvidaré..."
Tras tantas crueldades cometidas por los torturadores
comunistas no debe extrañarnos el fenómeno específico de la enfermedad
partisana, privilegio de los guerrilleros comunistas. Esa enfermedad afectaba
especialmente a las mujeres. El testigo (Doc. XXXI) hace mención de esa
enfermedad en el caso de la guerrillera Bosiljka Djuric, en Vucevac, Eslavonia:
"Esta guerrillera serbia mató a un centenar de
alemanes en el campamento para la minoría alemana en Krndija, conforme me lo
contó ella misma. Después padecía de la enfermedad partisana. Cuando esos
enfermos eran presa de tales arrebatos, se arrastraban convulsionados y,
retorciéndose por el suelo, pedían en su delirio víctimas para
degollarlas".
Dicha enfermedad cobró tal dimensión que hay varios
estudios sobre ese tema en la literatura científica internacional[184].
Los médicos psiquiatras que abordaron ese tema hablan de exclamaciones
"incomprensibles" de los enfermos, ex partisanos. Esas exclamaciones
muchas veces son "incomprensibles" por desconocimiento del idioma,
pero los entendidos en la historia de los guerrilleros de Tito, las vinculan y
con razón con las crueldades cometidas. Si los psiquiatras extranjeros
conociesen mejor los crímenes de los partisanos, no teorizarían sobre el
súper-ego colectivo y darían otra explicación a los arrebatos histéricos de los
guerrilleros de Tito. Merece anotarse que Parin observó 200 casos de enfermedad
partisana, lo que prueba su difusión y la cantidad de crímenes cometidos. El
mismo autor insiste en el hecho de que los síntomas de la enfermedad de los
partisanos no presentan analogía alguna con los de las neurosis habituales de
guerra.
Es la mejor prueba de que los guerrilleros
yugoeslavos, autores de masacres en masas, de innumerables y escalofriantes
crueldades durante la última guerra, ya de por sí terrible y cruel,
sobrepasaron todo límite.
El preludio
Durante la Segunda Guerra Mundial empezó para el
pueblo esloveno el período más sombrío de su historia. El territorio nacional
fue despedazado y anexado por tres potencias - Alemania, Italia y Hungría- y la
parte incorporada al Tercer Reich sometida al régimen de exterminio con
múltiples métodos de sobra conocidos y difundidos por la literatura de
posguerra.
Pero ni los ocupantes con todos sus métodos
exterminadores fueron tan crueles, sangrientos y siniestros como los usados por
el enemigo doble interno y externo: el comunismo. Al pueblo, pues, no le quedó
otra salida en esta grave encrucijada bélico-política que la de organizar la
autodefensa frente al enemigo principal y más peligroso, que por su número
representaba una fuerza exigua y minoritaria en el sentido político-militar,
social y moral.
Esta minoría, sin embargo, dadas la configuración
geotopográfica del país, la ayuda que le prestaron las potencias aliadas e
indirectamente las tropas de ocupación, como asimismo la imposibilidad de las
fuerzas nacionales de maniobrar libremente en las acciones defensivas,
sometidas a un control riguroso y trabadas por el ocupante, siempre lograba
salvarse y eludir golpes decisivos, recomponiéndose en las regiones limítrofes
para reaparecer en el teatro de la guerra de guerrillas, repuesta y
fortalecida, consumando nuevos crímenes contra la población y provocando a las
tropas de ocupación para que tomaran medidas de represión, generalmente contra
la población indefensa.
Pese a la regla deducida de la historia bélica
mundial de que la revuelta y la rebeldía brotan solamente de la mayoría contra
la minoría opresora o tiránica, los comunistas eslovenos fueron una excepción a
causa de las circunstancias adversas, creadas por ellos mismos, en las que
según Clausewitz, "de la peor y más pesada desesperación brotó el ardor de
la lucha".
Con esta desesperación ilimitada, provocada e
instigada continuamente, los comunistas desataron la guerra revolucionaria
entre hermanos justo durante la ocupación militar del país, sembrando un terror
criminal y sangriento entre la población oprimida e indefensa.
La población muy pronto advirtió quien era el opresor
más cruel y peligroso, causante de tantas calamidades y desesperación.
La mayoría de los eslovenos, compuesta de campesinos,
obreros y artesanos, católicos a carta cabal, con la ideología nacional
cristalizada, presentía intuitivamente que la victoria comunista significaría
en primer lugar la liquidación de la clase campesina libre y, en general, la
extinción definitiva del orden democrático, seguido por una lenta muerte
biológica del pueblo esloveno.
Por estas razones, basadas en hechos probados, la
mayoría del pueblo, allí donde pudo elegir, resolvió espontáneamente recurrir a
la autodefensa. Esas acciones de autodefensa se desarrollaron conforme a las
disposiciones del derecho internacional de guerra.
Se formaron unidades de guardia campesina (vaske
straze) en la Carniola baja e interior (Dolenjsko y Notranjsko), ocupada por
los italianos, y de los defensores (brambovci) en Estiria, ocupada por los
alemanes.
Estas formaciones estaban mal equipadas, peor
adiestradas y pésimamente armadas. De día labraban el campo y de noche
custodiaban sus aldeas. Los ocupantes no les permitían libertad de acción, sea
policial o bélica, técnica o ideológica. Todos estaban sometidos a un régimen
humillante que permitía únicamente la defensa de la vida propia y nada más. No
obstante esa situación, el número de voluntarios crecía llegando a 13 mil
hombres[185].
Número asaz elevado en comparación con los guerrilleros comunistas, que en
agosto de 1943 contaron con sólo 3.000 combatientes, entre ellos un puñado de
los ex voluntarios en la guerra civil española. Los comunistas en aquel tiempo
traicionaron la línea nacional y popular eslovena que les había valido más del
80% de los combatientes, al cambiar los nombres de 1ra. y 2da. división
eslovena en las XIV y XV división del "ejército de liberación nacional de
Yugoslavia". Así dejó de existir por siempre el ejército comunista
esloveno. Para el porvenir esloveno este hecho significará gran ventaja.
A raíz de la capitulación del ejército italiano en
1943, que puso todo el armamento pesado (morteros, artillería y tanques) junto
con grupos de soldados especializados a disposición de los comunistas,
acrecentando la fuerza numérica de sus brigadas y divisiones con voluntarios y
formando incluso brigadas íntegras de nacionalidad italiana, creció
notablemente el ejército comunista en Eslovenia. Pero el valor combativo de
esas unidades italianas y sus aptitudes operativas disminuyeron en tal grado
que desde el punto de vista bélico no rendían ni el 25% del efecto que a la
sazón hubiera rendido el ejército italiano, utilizado como un factor operativo
intacto por los Aliados occidentales.
Paralelamente, los órganos comunistas territoriales
efectuaron movilización compulsiva entre la población campesina, adhiriéndose a
ella gran número de voluntarios urbanos de Ljubljana (7.000), Novo Mesto,
Trieste, Gorizia, etc
De ese modo, los comunistas lograron organizar
transitoriamente a más de 26.000 hombres en una veintena de brigadas, agrupadas
en cinco divisiones (XIV, XV, XVIII, XXX, antes Goriska, y XXXI, antes
Triglavska).
La estrella roja de cinco puntas logró imponerse a
fines de 1943 sobre el pequeño pedacito del cielo esloveno, mostrando su
verdadera faz a quienes aún no habían experimentado los métodos sangrientos e
inhumanos del régimen comunista.
Casi la totalidad de las guardias campesinas en la
Carniola alta, parte de la Carniola interior y baja (Bela Krajina, Suha
Krajina, parcialmente en Notranjsko y Dolenjsko) fueron aniquiladas y
masacradas.
Después de las matanzas perpetradas por los
comunistas en Krimska Jama, en Mozelj y en Jelen Dol, donde exterminaron a
muchos presos e internados nacionalistas eslovenos, después de las graves y
trágicas derrotas sufridas en Grcarice y Turjak, los crímenes comunistas
culminaron con la masacre de los chetniks y brambovci eslovenos que se habían
rendido. Estos delitos y fechorías comunistas contra sus adversarios políticos
persuadieron a la mayoría del pueblo, en su totalidad católico y de orientación
democrática, de que los comunistas no peleaban contra la dominación extranjera
sino para implantar su dictadura ya desde su comienzo sanguinaria y
liberticida.
Para superar tan grave desastre, habiendo previsto el
curso adverso de la lucha debido a la organización primitiva de la autodefensa
y a la desintegración del ejército ocupante italiano, a la no intervención de
los Aliados occidentales en pro de la causa democrática eslovena, como asimismo
a las represiones alemanas, el oficial esloveno de más alto grado, preparación,
edad y experiencia, el general León Rupnik (incontestablemente el militar
esloveno de mayor prestigio), a pesar de no haberle sido asignado el mando de
las unidades brambovci, logró a tiempo tomar las medidas pertinentes e impartir
directivas necesarias a algunos oficiales profesionales a fin de prevenir y
conjurar el colapso total de las fuerzas autodefensoras, localizando los focos
bélicos comunistas. Rupnik organizó y formó el ejército esloveno denominado
"Slovensko domobranstvo" (La defensa de la patria eslovena) partiendo
de los principios militares, perfectamente ajustado a las leyes y normas
internacionales de guerra y compuesto de voluntarios bien decididos (cuyo
número llegaría a 15.000 hombres).
Este ejército esloveno nació en el memorable y
victorioso combate librado el domingo 12/9/1943 en las orillas del río Krka, en
la periferia de la aldea Mrseca Vas, reconocido oficialmente (de facto y
de jure) en el mismo lugar por las autoridades alemanas de ocupación el
19/9/1943. Dicho combate constituyó a la vez el primer golpe de contención,
seguido por un contraataque irresistible que obligó a las unidades comunistas a
la fuga desordenada, dejando como botín a los vencedores sus armas, vehículos y
un carro blindado intacto. Por aquellos días comenzaron también las operaciones
en el frente: Rakek - Rakitna- Ljubljana - Litija - Krmelj- Trzisce- Skocjan -
Kostanjevica, entre el joven ejército esloveno en formación, numéricamente
débil todavía, y las fuertes unidades comunistas. Estas operaciones perduraron
hasta el 21/10/1943 y con ellas se logró frenar y detener a las masas del
ejército comunista que procuraba extenderse sobre todo el territorio de
Eslovenia, destruyendo todas las comunicaciones, objetivos y edificios
públicos, saqueando, pillando, aterrorizando a la población campesina y
sembrando el caos y la muerte, preparando bases y escondites para su futura
acción.
Muy larga se haría la descripción completa de la
historia bélica eslovena durante 1943, 1944 y 1945. El tiempo y el espacio nos
obligan a señalar solamente las operaciones y batallas de mayor envergadura.
(a) Las operaciones para localizar focos bélicos
comunistas (del 12/9 al 21/10/1943)
(b) Las operaciones para mantener y afianzar
posiciones reconquistadas (del 21/10 al 12/12/1943; Kocevlje - el Alcázar
esloveno).
(c) Las operaciones, compuestas y multifásicas
(tendientes a ganar la colaboración de la población expuesta al control e
intimación comunistas como también para reforzar y desarrollar el ejército
esloveno) durante todo el año 1944.
(d) Las operaciones y la batalla para dispersar, al
IX cuerpo (división XXX y XXXI del ejército comunista en Trnvskigozd entre el
13/3 y el 3/4/1945.
e) La batalla interrumpida, planeada para batir el
VII cuerpo (XV y XIII división) del ejército comunista en la Carniola blanca (Bela
Krajina) y defender el suelo patrio de la invasión del IV ejército comunista de
Tito (4/4/, 3 y 4/5/1945).
Huelga destacar que el ejército esloveno fue el
factor primordial que, por la influencia indirecta y la intervención del
general León Rupnik, obtuvo pleno reconocimiento por parte de las autoridades
alemanas, preservó la autonomía eslovena en las Carniola baja e interior,
extendiendo su influencia a otras provincias, promoviendo en ellas resistencia
unánime al comunismo, y veló por la organización político- militar. Así se
formó la guardia popular en la costa adriática (Trieste - Gorizia -Postumia) y
una parte del ejército esloveno en la Carniola alta (Gorenjsko). Los defensores
de Estiria (Stajersko) casi aniquilaron la XIV división comunista en la IV zona
de operaciones.
La bandera nacional, la administración civil
eslovena, el mando militar esloveno, las estampillas postales propias, el
dinero propio, la desaparición de las inscripciones extranjeras[186],
escuelas eslovenas reabiertas en los territorios que desde la Primera Guerra
Mundial pertenecieron a Italia y muchos hechos más comprueban que el ejército
esloveno en forma digna y modesta, pero decidida, logró dar al pueblo los
atributos de una nación emprendedora, resistente y terminantemente contraria a
las cadenas de una esclavitud perpetua, fraguadas por varios "amigos"
y enemigos, entre los que sobresalió el comunismo.
En vísperas del ocaso
Los hechos registrados y las circunstancias
imperantes en el teatro de guerra y en el campo político relacionados
particularmente con el destino del pueblo esloveno en el período final de la
conflagración bélica fueron los siguientes:
Las fuerzas titoístas, autotituladas "El
Ejército yugoeslavo de liberación nacional", operaban en el territorio del
Estado de Croacia tratando de vencer al ejército nacional croata, a los
contingentes alemanes al mando del general coronel Lohr, y ensanchar el
profundo flanco de los ejércitos ruso y búlgaro en Hungría y Yugoslavia al
norte de los ríos Danubio y Drava.
En la segunda quincena de abril de 1945 las fuerzas
comunistas superaban en número a las alemanas y croatas. Su armamento,
pertrechos y equipo, como asimismo sus unidades blindadas y motorizadas, su
fuerza aérea y artillería, gracias al abastecimiento y la ayuda rusa y
anglonorteamericana fueron muy superiores a los de sus adversarios.
El dominio comunista tanto en aire como en el
Adriático fue absoluto.
Las operaciones se desarrollaron en tres direcciones
principales:
1. A lo largo de la costa adriática, prolongada por
el valle del río Soca (Isonzo) y hacia Carintia, de capital importancia para
los eslovenos. En esta dirección operaba el IV ejército comunista al mando del
coronel Petar Drapsin, compuesto de tres, posteriormente cinco, cuerpos de
ejército (IV, VII, VIII, IX y XI) con un total de nueve, luego catorce,
divisiones, con la correspondiente artillería motorizada y unidades blindadas.
2. En la dirección del valle del río Sava (siempre
corriente arriba) teniendo por objetivos principales: Zagreb y Ljubljana. En
esta dirección operaban el I y II ejércitos, uno por la orilla izquierda y otro
por la derecha el río, al mando del general Peka Dapsevic.
3. En la dirección del valle del río Drava, donde
operaba el III ejército a las órdenes del coronel general Kosta Nadj.
Esta fuerza abrumadora avanzaba lentamente hacia las
fronteras eslovenas, siempre especulando con el avance ruso en Hungría e inglés
en Italia, lo que indirectamente obligó al ejército alemán de los Balcanes a
retroceder y permitió el "glorioso" avance de las tropas de Tito.
Hablando figurativamente, los ejércitos croata y
alemán prácticamente se encontraron en una bolsa estratégica cuya abertura la
tenían por un lado los rusos y por el otro los anglonorteamericanos. Al
ejército de Tito le tocó el papel de dar el golpe decisivo contra el fondo y el
contenido de la bolsa, lo que no logró hasta el momento de la rendición
incondicional de Alemania, el 9/5/1945 a la una de la madrugada. Esta rendición
fue dictada por las grandes potencias e impuesta por las operaciones militares
en los principales sectores del teatro de guerra, particularmente dentro de la
misma Alemania.
En esta situación, Eslovenia estuvo prácticamente
protegida por los ejércitos croatas y alemán frente al ejército extranjero,
invasor y opresor de Tito. De modo que al ejército esloveno le quedaba ejecutar
las siguientes tareas principales:
1) Batir, aniquilar o expulsar al VII cuerpo del
ejército comunista que estaba penetrando en la comarca de la Carniola blanca
(Bela Krajina).
2) Preparar la defensa del territorio esloveno en las
orillas del río Kupa o en otras posiciones junto con los demás ejércitos (el
croata, el alemán, el serbio con algunas unidades griegas, y unidades del
general ruso Vlasov) en otros sectores.
El ejército esloveno ya estaba empeñado en la batalla
con el VII cuerpo del ejército comunista, cuando sobrevinieron las siguientes
sorpresas:
(a) El ejército serbio (chetniks) de 15.000 hombres
al mando del general Damjanovic abandonó, sin previo aviso, el campo de batalla
en el sector monte Skurina (altura 1.470 metros) - monte Sneznik (altura 1.796
metros) - excluido el flanco derecho y el izquierdo, y el valle del río
Cabranka, como también la parte occidental del teatro de guerra esloveno (que
les fue confiado en custodia y defensa en cooperación con la guardia litoral
eslovena). El general Damjanovic con sus tropas se retiró precipitadamente
entre el 29/4/1945 y 1/5/1945 a la orilla occidental del río Soca, especulando
con un feliz encuentro con los ingleses de quienes esperaba la ayuda para
restablecer el dominio serbio monárquico sobre Eslovenia.
(b) El IV ejército comunista, aprovechando la
traición serbia, avanzó en sus operaciones con algunas divisiones transportadas
por la ruta Cabar - Prezid - Masun - Knezak - - St Peter hacia Trieste y
Gorizia rivalizando en su marcha con los chetniks para llegar primero al río
Soca. Los chetniks, con miras a fraternizar con los ingleses en Italia y los
comunistas para ocupar ellos y no los ingleses la abertura de la mencionada
bolsa estratégica.
(c) El ala derecha del frente continuo, formada en la
línea de defensa croata Zvonimir (Rijeka - Ogulin - Generalski Stol - Tosilovic
- Kamenica - Lomnica - Dugo Selo - Vrbovac - Krizevci - Koprivnica - Zakanj)
quedó cortada de su grueso en la comarca de Gorski Kotar, de manera que el
LXXXXVII cuerpo del ejército alemán entre Rijeka (Fiume) e Ilirska Bistrica,
aislado y rodeado, libró una encarnizada y desesperada batalla con el IV
ejército comunista hasta el armisticio local estipulado de común acuerdo el
7/5/1945.
d) El 28/4/1945 a las 16 horas se reunió el Comité
Nacional Esloveno en Ljubljana. El general Rupnik, tras empeñosos esfuerzos,
logró convencer al general alemán Rosener de que había llegado el momento de
transmitir el poder al Comité Nacional, gobierno del Estado nacional esloveno.
El día 5/5/1945 Rupnik fue depuesto y despojado de todos los cargos, inclusive
del mando militar. Con ello se echó por tierra todos los planes para ofrecer la
última resistencia con el fin de conseguir la intervención de los Aliados
occidentales.
e) El Comité Nacional Esloveno ordenó la evacuación y
el abandono del territorio aún libre sin tener garantía alguna respecto al
futuro del pueblo esloveno y la integridad del Estado nacional, proclamado por
el mismo Comité el 3/5/1945 sobre todo el territorio habitado por los
eslovenos. El general Franc Krener, nuevo jefe del ejército esloveno, emprendió
la retirada de las tropas de Ljubljana (capital de Eslovenia) el 4/5/1945.
A oscuras
Las unidades combatientes del ejército esloveno, en
contacto esporádico con las divisiones comunistas XXIX, XV y XVIII, y la
división llamada "de la defensa popular", emprendieron la retirada de
las posiciones defensivas de Ljubljana el 8/5/1945 a las 21 horas, perdiendo
luego todo contacto con el enemigo.
Efectuando los movimientos de un retroceso ordenado y
coordinado con los demás participantes en el teatro de guerra esloveno, las
unidades del ejército nacional forzaron durante el día 10/5/1945 el desfiladero
de Ljubelj en la cordillera de los Karavanke, abandonando la provincia Carniola[187]
y descendiendo hacia el valle del río Drava al territorio de Austria[188].
Antes del anochecer se libró un corto, pero violento y exitoso combate con las
unidades comunistas, destacadas en la IV zona de operaciones, entre las que
figuraba la 13 brigada "Mirko Bracic". Estas unidades fueron vencidas
y totalmente dispersadas, dejando el sector (entre las localidades Borovlje -
Svetna Ves) en la orilla del río Drava, con el puente sobre el río, intacto. En
este combate participaron también una batería AT y un pelotón de tanques
alemanes que se encontraron en el mismo camino.
Terminado el combate, las unidades eslovenas tomaron
posiciones para asegurar y posibilitar el tránsito, protegiendo ese sector en
beneficio de millares de fugitivos civiles y de las unidades del Cuerpo
Voluntario Serbio, de las partes del regimiento Semenov del ejército ruso del
general Vlasov y del regimiento de la policía alemana Dahm
El resultado más importante de esta acción fue el
contacto establecido con las autoridades militares inglesas, pertenecientes al
ejército de ocupación británico en Austria.
El Comité Nacional Esloveno, que se encargó del
gobierno el 5 de mayo no consiguió que el ejército esloveno fuera reconocido
por los Aliados como una unidad militar aliada, de modo que el 13/5/1945
realizó un acto histórico y fatal para el ejército esloveno. Por orden de las
propias autoridades supremas pasó el puente sobre el río Drava y depuso sus armas
a los ingleses, considerados como aliados, para ser internado en el campo de
Vetrinje cerca de Celovec (Klagenfurt), junto con las demás unidades militares
que fueron tratadas como prisioneros de guerra en condiciones excepcionales,
puesto que en el mismo campo se encontraban también millares de fugitivos
civiles. Tan pronto fue desarmado el ejército esloveno, varios soldados
ingleses pertenecientes al escuadrón del desarme, quitaron, amenazándoles con
armas de fuego, a los soldados eslovenos: relojes, anillos y cuantos objetos de
valor encontraron.
En el campo de Vetrinje reinaban miseria y desorden.
Si los alemanes en los primeros días no hubiesen repartido entre todos el pan
que todavía tenían en reserva y si los eslovenos no hubieran ayudado a los
demás con la carne de mulas sacrificadas, habría sobrevenido un hambre atroz. A
pesar de las circunstancias adversas, las autoridades supremas eslovenas
estando libres en Celovec, capital de Carintia, visitaban diariamente el campo
y ordenaban varias medidas de organización, como ser: el reagrupamiento de las
unidades del ejército esloveno, la movilización de los civiles fugitivos aptos
para el servicio militar, ejercicios, desfiles, etc.
En aquellos días visitaron el campo de Vetrinje
varias personas influyentes en altos círculos ingleses, a saber: el 15/5/1945
lady Louise Mountbatten y el 21/5/1945, el Jefe del VII ejército británico,
teniente general McCrerry.
El Comité Nacional Esloveno y el mando supremo del
ejército esloveno procuraron varias veces establecer contacto directo con algún
personaje responsable inglés, sin llegar a entrevistarse con ningún comandante
o jefe, siendo atendidos por funcionarios subalternos (del más alto grado,
capitán o mayor). En realidad, las autoridades militares inglesas ya habían
decidido repatriar por fuerza al ejército esloveno y a los fugitivos civiles,
lo que ocultaban cuidadosamente a los representantes eslovenos, queriendo
obviamente que su entrega a los verdugos comunistas se efectuara sin
resistencia ni rebelión. Esta operación de extradición de la flor de la
juventud eslovena a la muerte segura se vio facilitada por la confianza
ilimitada, diríamos ingenua, que en los ingleses depositaban los miembros del
Comité Nacional Esloveno, considerándolos como sus aliados.
No obstante carecer de garantías efectivas o pruebas
concretas sobre la probabilidad y la veracidad de las declaraciones formuladas
por los ingleses, el Comité Nacional y el comando del Ejército repetían y
confirmaban que las tropas y los fugitivos civiles serían transportados a
Italia para reunirse con los contingentes del general Damjanovic, para ser
rearmados y servir como un ejército aliado inglés.
Incluso, cuando trascendió la tragedia del ejército
croata y cuando regresaron al campamento oficiales voluntarios serbios
(miembros del Cuerpo Voluntario Serbio que hasta el final lucharon hombro a
hombro con los eslovenos) para avisarles que habían sido entregados a los
comunistas en las estaciones ferroviarias de Pliberk (Bleiburg) y Podgorje
(Maria Elend), las autoridades supremas eslovenas seguían manifestando a las
tropas que tenían plena seguridad en cuanto al destino de los traslados de las
unidades eslovenas, ordenados mientras tanto por los ingleses.
Hasta que, finalmente, el comando del 2° regimiento
esloveno (antes de salir el primer transporte con las tropas nacionales)
comunicó personalmente al comando supremo las informaciones veraces y bien
comprobadas en un largo interrogatorio del Sr. Ljotic (hijo), sobre la
repatriación de las unidades serbias. Este informe fue recabado el 27/5/1945 a
las 7 de la mañana. El coronel Bitenc decidió parar el transporte que debió
salir el lunes, 28/5/1945, hasta tanto las autoridades supremas aclarasen los
hechos señalados en una audiencia con el comandante inglés. A pesar de esta
decisión, fueron trasladados y entregados a los comunistas el día 27/5/194S, a
las nueve, el batallón técnico al mando del ingeniero mayor Janez Skof y la
gendarmería eslovena a las órdenes del teniente coronel Franc Sturm, y el día
28/5/1945 el 4° regimiento al mando del mayor Anton Mehle.
La audiencia programada con el comandante en jefe de
la división británica no tuvo éxito alguno. Los miembros del Comité Nacional
Esloveno junto con el comandante del ejército y el intérprete, capitán de fragata
Podhorsky, tuvieron que esperar tres horas en la antesala del comandante inglés
y, por fin, un oficial subalterno entregó al general Krener la respuesta
siguiente, redactada en alemán:
"Del mayor general Murray, comandante de la 6ª.
División blindada británica al general Krener del ejército esloveno.
"La orden que me fue dada expresa que su grupo
debe ser trasladado por tren a determinado lugar en determinado tiempo.
"No he sido enterado del destino de los vagones
y nada sé al respecto,
"La orden que me fue impartida dice, además, que
este traslado debe efectuarse, dentro de lo humanamente posible, sin medidas de
fuerza.
"Pienso dar cumplimiento a esa orden y
lamentaría enormemente tener que emplear la fuerza.
"Como soldado cumplo con esa orden que me fue
impartida por la superioridad. Como soldado usted debe ayudarme en ello".
Juzgar la forma y el estilo del único documento
inglés existente sobre las relaciones entre las autoridades eslovenas e
inglesas queda al criterio de cada lector, como asimismo las conclusiones sobre
la manera de proceder y obrar de los miembros del Comité Nacional y del
Comandante del ejército esloveno que obligaron a todos sus subordinados, pese a
las pruebas recabadas y fehacientes, a seguir con los traslados, de modo que:
El 29/5/1945 fueron transportados el 3° regimiento al
mando del mayor Maks Kunstelj, y la artillería del ejército al mando del
capitán Gabriel Hocevar;
El 30/5/1945, el 2° regimiento al mando del teniente
coronel Vuk Rupnik;
El 31/5/1945 el resto del 1° regimiento sin
comandante.
En total 10.100 hombres, víctimas inocentes,
entregados a los comunistas que, con su violenta y terrible muerte hubieron de
sellar la amistad de los occidentales con el sanguinario monstruo comunista.
Es menester subrayar aquí que siempre hay excepciones
y que el 31/5/1945, cuando el teniente Ames, comandante inglés del campo
militar esloveno ya evacuado, dio orden de seguir con los traslados de 6.000
fugitivos civiles eslovenos -ya el día siguiente debieron ser trasladados a la
estación Pliberk 1.500 fugitivos y a la estación Maria Elend 1.200-, gracias a
la intervención del encargado de los fugitivos eslovenos, médico Dr. Valentín
Mersol, fue revocada la orden inglesa de extradición con respecto a todas las
personas provenientes de la Yugoslavia comunista.
El Dr. Mersol encontró pleno apoyo y ayuda por parte
del mayor canadiense Barre, del mayor William Johnson y, por último, del
mariscal del campo, vizconde Harold Alexander, comandante en jefe de la zona
del Mediterráneo.
De ese modo, el Dr. Valentín Mersol salvó también a
millares de personas más que se hallaban dispersadas en la zona de ocupación
británica. Esta fue la primera chispa luminosa en la total oscuridad de
aquellos días.
La masacre en el infierno comunista
Numerosas declaraciones juradas y firmadas de
personas que lograron salvarse después de haber sido entregadas a los verdugos
comunistas, terminada ya la guerra, es decir después del 9 de mayo de 1945 a la
una de la madrugada, permiten establecer los siguientes hechos, datos y fechas
probatorios de la atroz masacre consumada por los órganos del poder comunista
que subyugó y sigue esclavizando al pueblo esloveno entero. (Véase el cuadro
sinóptico adjunto).
No es posible relatar todos los pormenores de las torturas
físicas y psíquicas a que fueron sometidos los prisioneros eslovenos. Baste
mencionar que las mujeres fueron violadas, que todos sufrían hambre, sed y
privación de las necesidades higiénicas más elementales; que fueron vejados,
ultrajados y golpeados a latigazos; que contra los presos desahogaban en
cualquier hora del día y la noche sus impulsos sádicos todas las heces de la
sociedad comunista. En todo caso, semejante proceder revela el nivel de la
moral y las concepciones sociales de los comunistas "progresistas".
Los prisioneros fueron clasificados en cuatro grupos:
a) menores.
b) los que se alistaron en el ejército nacional
después del 1° de enero
c) los militares veteranos.
d) los fugitivos civiles.
Los grupos a, b, y parcialmente d, fueron condenados
a trabajos forzados.
Los grupos c íntegro y d parcialmente fueron
desnudados, atados con alambre de púas o cable telefónico, cargados en camiones
y de noche fusilados y arrojados en fosas comunes (minas abandonadas y hoyos
naturales en el Carso). Las matanzas, en su mayor parte, fueron ejecutadas en
junio y julio de 1945.
El total de las personas de nacionalidad eslovena
masacradas asciende a 11.751. En esta cifra no están incluidas las víctimas de
las matanzas cometidas cerca de Trieste ni las ejecutadas periódicamente hasta
inclusive el año 1946.
El total de las personas de nacionalidad eslovena
masacradas asciende a 11.751. En esta cifra no están incluidas las víctimas de
las matanzas cometidas cerca de Trieste ni las ejecutadas periódicamente hasta
inclusive el año 1946.
La guerra civil comunista durante la segunda
conflagración mundial, se-guida por la imposición del orden y el régimen
comunista después de la guerra, acarrearon daños irreparables de orden
biológico al pueblo esloveno. La esta-dística acusa una pérdida de 221.000
personas entre 1940 y 1953, vale decir el 13,4 % del total de 1.650.000
eslovenos que había antes de la guerra.
Los datos estadísticos actuales permiten al
colaborador H. P. R. de, la re-vista Perspektive, editada en Ljubljana, sacar
la conclusión de que Eslovenia, después de Hungría, figura en el tope de la
escala mundial de suicidios, puesto que en Hungria hay 256 suicidios por un
millón de habitantes y en Eslovenia 254.
Es preciso recalcar también que los eslovenos bajo el
régimen comunista tienen el record mundial en abortos y que, de hecho, la
"República socialista de Eslovenia" acusa la tasa de crecimiento
vegetativo más baja en Europa y tal vez en el mundo entero.
Estas y muchas más son las consecuencias de la dominación
del comunismo ateo en Eslovenia. Se impone el interrogante: ¿Por qué esos
hechos ocurren hoy en el corazón de Europa, cuna de la cultura y la
civilización?
Buenos Aires, 25 de junio de 1963
CUADRO SINÓPTICO
de la masacre de 11.751 eslovenos en junio y julio de 1945, cometida por
el régimen comunista yugoeslavo
Fecha |
Lugar de extradición a
los comunistas |
Número de personas entregadas |
Número de
ejecutados |
Porcentaje de ejecutados |
Descripción y pormenores |
Lugares de cautiverio y torturas |
Lugares de las masacres y
fosas comunes |
9/5/1945 |
Cerca de Radovljica |
150 hombres 10 mujeres |
160 |
100% |
Tren sanitario con heridos militares (y el
capellán castrense Jenko) |
Ljubljana |
Precipicio de Breznar |
201711945 20/7/1945 |
Valle del río Krka |
1800 hombres 20 mujeres |
1547 |
85% |
Grupo dispersado del ejército esloveno que no
logró asilarse, (Sin mando) |
Novo Mesto y alrededores |
Gorjanci Ljuben Kočevski Rog |
10/5/1945 |
Kirschen Theuer cerca de Borovlje |
600 hombres y mujeres |
60 |
10% |
Grupo de fugitivos detenido antes de pasar el
puente del río Drava |
Kranj Ljubljana |
Desconocido |
11/5/1945 |
Tržič |
500 hombres y mujeres |
40 |
60% |
Grupo de fugitivos con 600 vehiculos que no logró escapar a Austria (sin mando) |
Kranj y Skofja Loka |
Crni Grob Lubnik |
24/5/1945 |
Podroščica |
40 hombres |
40 |
100% |
Grupo de acompañantes de los vehículos y caballos
devueltos de Vetrinje |
At. Vid (liceo del obispado), |
Kočevski Rog |
27/5/1945 |
Podroščic |
800hombre |
760 |
95% |
Batallón técnico al mando del ingeniero mayor
Janez Skof Gendarmería eslovena al mando del Teniente Coronel Franc Sturm |
Jesenice, Kranj Skofja Loka At.Vid Kočevje |
Kočevski Rog |
281511945 |
Podroščica Pliberk |
3.000 hombres |
2.880 |
96% |
4° regimiento del ejército esloveno al mando del
Mayor Antonio Mehle Batallón suplente del ejército al mando del
Capitán Pavlovčič |
Jesenice, Kranj, Skofja Loka, At. Vid,
Kočevje, Slovenj Gradec Celje, Teharje |
Poljanska Bolina Lubnik, črni grub Kočevski Rog Huda Jama Hrastnik |
29/5/1945 |
Pliberk Podroščica |
3.000 hombres |
2.850 |
95% |
39 regimiento del ejército esloveno al mando del
Mayor Maks Kunstelj y del Teniente Coronel Stamenkovic La Artillería del ejército esloveno al mando del
Capitán Gabriel Hočevar |
Slovenj Gradec Celje, Teharje Krani škofja Loka At. Vid |
Huda Jama Hrastnik Kočevski Rog |
301511945 |
Pliberk Podroščica |
2.800 hombres 20 mujeres |
2.679 |
95% |
24 regimiento del ejército esloveno al mando del
Teniente Coronel Vuk Rupnik. 1° y 2° batallón, Mayor Richar y Cap. Sustersic. 3°
batallón, Capitán Milos Sabic |
Slovenj Gradec Celje, Teharje Kranj škofja Loka At. Vid |
Huda Jama Hrastnik Kočevski Rog |
31/5/1945 |
Pliberk |
500 hombres |
475 |
95% |
El resto del lo regimiento (sin mando) |
Slovenj Gradec Idem |
Huda Jama Hrastnik Idem |
Se sabe de sobra que los soviéticos estimularon la política de expulsión y
exterminio de millones de alemanes de Checoslovaquia y Polonia con el objeto de
crear causas de permanente enemistad entre alemanes y estos pueblos,
apartándolos así de la Europa occidental que por su cultura e historia
integran.
Menos se conoce el exterminio de la minoría alemana en la Yugoslavia
comunista, que antes de la guerra ascendía a más de 500.000, reducida, según el
censo oficial, a unos 50.000 en 1948, mientras que actualmente no existe
prácticamente. Los comunistas yugoeslavos alegan como justificativo de su
represión extrema la invasión hitlerista. De hecho, eliminaron a la numerosa
minoría alemana para crear artificialmente en la "provincia autónoma de
Voivodina" dentro de la "República Socialista de Serbia", la
mayoría étnica serbia de modo que el exterminio de los alemanes en la
Yugoslavia comunista acusa todos los rasgos del genocidio.
Si bien esta materia no hace rigurosamente a nuestro tema, para mejor
entendimiento del trato infligido por los comunistas a los croatas estimamos
oportuno dar una apretada referencia sobre la suerte de la minoría étnica
alemana, escrita por un estudioso alemán, en base a documentos y datos
comprobados.
Cuando,
desintegrada la monarquía danubiana en 1918, Croacia, Eslovenia y Voivodina
fueron anexadas a Serbia, los alemanes de Voivodina compartieron el destino de
los demás pueblos y minorías étnicas oprimidos. De acuerdo al censo austríaco
de 1910, la minoría alemana cifraba en 577.252, y, según la estadística
yugoeslava de 1921, 513.472. El núcleo principal de la minoría alemana estaba
radicado en Voivodina (integrada por Backa, Banat y Baranja), y según el censo
oficial de 1931 contaban 308.259, o sea el 20% de la población total en dicho
territorio (1.424.281 habitantes). En Voivodina, pretendida y conseguida por
Serbia en 1918, vivían al máximo 450.000 serbios, menos de un tercio del total
de la población.
Además, mayores
núcleos de alemanes estaban radicados en la provincia croata de Eslavonia con
Srijem y en Eslovenia.
Pequeños grupos
de artesanos, mercaderes y mineros alemanes se radicaron en Croacia y Eslovenia
ya en el Medievo. Grupos más nutridos inmigraron a Eslavonia tras las derrotas
de los turcos. En virtud de los tratados de paz de Karlovci (1699) y Pozarevac
(1718), Banat, Backa, Baranja y Srijem integraron definitivamente el Imperio de
los Habsburgo. Entonces, fuertes núcleos de húngaros, alemanes, croatas,
serbios, rumanos, eslovacos y de otras nacionalidades, empezaron a colonizar
sistemáticamente esa región tan fértil como la pampa argentina, casi despoblada
bajo el dominio otomano.
En la monarquía
multinacional danubiana, las minorías alemanas en Croacia, Hungría y Eslovenia
vivían compenetradas con la población lugareña sin tener que enfrentarse con el
problema de la lealtad ciudadana o nacional. Ese conflicto surgió,
lamentablemente, en Yugoslavia, que no supo enfocar con justeza el problema de
la convivencia de las distintas nacionalidades y minorías étnicas que la
constituían. Se gobernó en interés de los serbios, apenas la cuarta parte de la
población total. De allí la inestabilidad política inicial del nuevo Estado,
originada por los conflictos nacionales, principalmente entre croatas y
serbios, lo que forzosamente determinó efectos negativos en sus relaciones
internacionales.
Aunque en
Yugoslavia, entre las dos guerras mundiales, se practicó la discriminación
nacional en provecho de los serbios y la religiosa en beneficio de los
ortodoxos (la minoría alemana era católica y protestante), los alemanes
trataron de acomodarse a la nueva situación para proteger mejor sus derechos de
minoría. Eso vale particularmente para los alemanes de Voivodina (Los pequeños
núcleos alemanes radicados en Croacia se sentían compenetrados con los croatas
y participaron en la resistencia nacional croata contra la dominación serbia y
en su mayoría votaban por los candidatos croatas).
Pese a los
empeños de los representantes políticos de la minoría alemana por no dar motivo
a las represalias serbias, lo que en la opinión de la nueva generación rayaba
en crudo oportunismo, los gobiernos yugoeslavos, sobre todo durante la
dictadura del rey Alejandro, adoptaron medidas hostiles contra la minoría
alemana por considerarla un obstáculo a la serbización de Voivodina. A causa de
las pronunciadas diferencias religiosas y culturales casi no hubo asimilación
serbia de los alemanes, mientras que hubo muchísimos casos de croatización o
magiarización, por tratarse de pueblos de tradición cultural común. Hubo
momentos muy críticos en las relaciones serbio- alemanas. En 1929 fueron
prohibidos todos los partidos de las minorías étnicas. Se produjeron reiteradas
agresiones contra las instituciones y hogares alemanes. En una ocasión quedó
gravemente herido el Dr. Stefan Kraft, líder de la minoría alemana.
Con todo, hasta
la crisis estatal y militar de 1941, los alemanes, pese a la agitación
nacionalsocialista, evitaron conflictos mayores con las autoridades estatales.
Cuando a raíz del golpe de Estado de marzo de 1941, se produjo la tirantez y
muy pronto estalló la guerra entre Alemania y Yugoslavia, la minoría alemana se
enfrentó con la difícil disyuntiva: lealtad al pueblo alemán o al Estado
yugoeslavo, cuyos súbditos eran. Es sabido que dicho golpe de Estado motivó
violentas demostraciones antigermanas, en las que perdieron la vida varios
alemanes, hecho que aprovechó la propaganda del Tercer Reich para fundar su
invasión de Yugoslavia. Más tarde se citaba la cifra de 120 alemanes
asesinados, probablemente exagerada.
Los yugoeslavos y
sobre todo los comunistas subrayaban la actividad de la quintacolumna alemana,
exagerándose también en ello[189].
La minoría alemana en Yugoslavia trató en 1941 de escapar a las represalias
huyendo por millares a Hungría, Austria y Rumania. La mayor parte hizo caso
omiso a la citación de movilización. Los movilizados en el momento del ataque
germano rehusaron combatir contra sus connacionales. (Por lo demás, ni los
mismos serbios evidenciaron arrojo y combatividad). Colaboraron con los croatas
en actos de sabotaje y la captura de oficiales y soldados serbios. En ese
sentido fueron sobremanera activos en Novi Sad y Osijek. Las autoridades
yugoeslavas tomaron a principios de la guerra cierto número de alemanes como
rehenes, que pronto fueron liberados debido al fulminante avance de las tropas
germanas.
Tras la
capitulación incondicional y la desintegración del Reino de YUGOSLAVIA, Backa,
con el núcleo principal de la minoría alemana, fue incorporada a Hungría. El
importante núcleo de Banat quedó bajo el régimen de la ocupación alemana. El
tercer grupo por orden de importancia quedó dentro del Estado de Croacia,
recientemente restablecido. En todo ese territorio se sucedieron durante la
guerra acciones subversivas y guerrilleras comunistas, que desde el punto de
vista del derecho internacional de guerra eran ilícitas y, por lo tanto,
punibles. En esas luchas, las autoridades militares alemanas y húngaras empeñaron
hasta el máximo a los miembros de la minoría alemana. En virtud de un convenio
especial entre los gobiernos croata y alemán, los integrantes de la minoría
alemana en Croacia fueron reclutados en unidades alemanas, mayormente en la SS
división Prinz Eugen, y en parte en gendarmería y en milicia que custodiaba
vías férreas y protegía a determinadas localidades de los asaltos partisanos.
Sus bajas fueron relativamente altas, superadas en mucho por las masacres
posteriores. Terminada la contienda mundial, la minoría étnica alemana en
Yugoslavia fue expulsada, deportada, trasladada o exterminada en distintas
formas.
Sobre la triste
suerte que le cupo hay varios estudios[190]
documentados y de autores concienzudos, que, sin embargo, difieren en
pormenores y las cifras de las víctimas. Eso no es de extrañar por cuanto se
trata de centenares de miles de hombres sacados de sus hogares, deportados y
masacrados en distintos lugares y circunstancias, lo que imposibilita
establecer cifras exactas.
No hace mucho, en
la serie Dokumentation der Vertreibung der Deutschen aus Ost- Mitteleuropa, en
el tomo V, dedicado a la minoría alemana en Yugoslavia[191]
se publicaron datos y documentos en base al material recogido por una comisión
especial designada por el Ministerio de Refugiados de la República Federal
Alemana. Esa publicación oficiosa, de 900 páginas, contiene, además de
abundante material documental y todas las referencias, una exposición crítica
de los hechos. La sección "Documentos" ocupa la parte principal del libro,
de modo que se trata de una reseña histórica fidedigna y objetiva, a tal punto
que sus compiladores fueron tan cautos y medidos en sus apreciaciones que las
cifras de los masacrados son inferiores a las consignadas en otros estudios de
autores competentes y serios. A continuación reproduciremos datos y cifras
sobre el exterminio de la minoría alemana en Yugoslavia, publicados en dicha
obra documental.
La minoría
alemana desapareció de distintos modos: traslados, huidas, deportaciones,
pérdidas durante la guerra, masacres y suplicios, y sobre todo a raíz de las
epidemias y tratos crueles en los campos de concentración.
Buena parte de
los alemanes en Croacia y algunos de Eslovenia (Kocevlje) fueron trasladados.
En virtud de un acuerdo entre Croacia y el Tercer Reich, ya a principios de
1944 emigraron grupos de alemanes y durante y después de la guerra debieron
emigrar todos. Las autoridades alemanas temían acaso que los alemanes fuesen
absorbidos totalmente en Croacia si a tiempo no se los trasladaba a Alemania. El
núcleo alemán de Kocevlje fue trasladado a Estiria, puesto que la región de
Kocevlje fue anexada en 1941 a Italia.
Los traslados de
Croacia, iniciados a principios de 1944, al final revistieron carácter de
incontrolada huida en masa, de modo que un determinado número de personas,
sobre todo de avanzada edad, pudieron burlar la orden de emigrar y quedarse en
sus hogares.
Los traslados de
Backa y Baranja se verificaron más tarde y terminaron en huidas desordenadas
ante el avance de las tropas soviéticas a fines de 1944. La mayor parte logró
pasar a tiempo a Austria y Alemania. En cambio, el grueso de los alemanes de
Banat fue sorprendido por el avance ruso. Cerca de 200.000 se quedaron en
Yugoslavia, mayormente al norte de los ríos Danubio y Drava, bajo la ocupación
soviética. El proceder soviético era igual al aplicado en otras zonas por ellos
ocupadas; vale decir: saqueo, violación de mujeres, secuestro de vehículos,
confiscación de víveres, trabajo forzado, etc. No hubo discriminación en
detrimento de la minoría alemana, y recién los "comités de liberación
nacional" comunistas, compuestos en su 90% por serbios, tomaron medidas
persecutorias y extremadamente represivas cuando asumieron el poder en esa
zona. En la primera ola de arrestos y masacres colectivos, fueron exterminadas
figuras destacadas, funcionarios públicos, dirigentes de instituciones
políticas y culturales, inclusive mujeres. En determinadas localidades fueron
fusilados grupos de centenares de personas; se formaron pelotones especiales de
fusilamiento, que iban de un lugar a otro cumpliendo su tarea sangrienta por
orden de las autoridades comunistas locales.
Luego fueron
detenidos e internados prácticamente todos los alemanes hombres y mujeres,
ancianos y niños. Primero los habitantes de grandes localidades, como ser
Pancevo (hoy suburbio de Belgrado), Vrsac y Veliki Beckerek, luego de poblados
menores, de modo que los que sobrevivieron a la matanza colectiva, la
deportación a Rusia o la expulsión, pasaron varios años en los campos de concentración.
El gobierno
comunista prohibió inmediatamente a los alemanes cambiar de residencia, comprar
o enajenar bienes muebles e inmuebles. Luego vino la confiscación de todos los
bienes y la internación en los campos de concentración. Muy pronto se supo que
ello se hacía en virtud de la resolución del parlamento provisorio (AVNOJ),
tomada el 11/11/1944, por la que se despojaba a todos los alemanes, sin
distinción, de los derechos civiles y de sus bienes. El texto de esta ley,
única en los anales del mundo civilizado, convirtiendo a centenares de miles de
personas en parias, se halla en la sección Documentos, p. 180 E del libro
mencionado.
En el lugar de
los alemanes expropiados se radicaron los montañeses del interior de Yugoslavia
venidos mayormente de Montenegro, Bosnia y Lika, casi todos de nacionalidad
serbia. A causa de su incapacidad e ineptitud para continuar con la explotación
que hacían los progresistas colonos alemanes de la cuenca danubiana, menguó
sensiblemente la producción agropecuaria de Yugoslavia, déficit éste que
tuvieron que compensar los contribuyentes norteamericanos en forma de cuantiosa
ayuda prestada al régimen de Tito.
En Voivodina y
Eslavonia se organizaron numerosos campos de concentración para la minoría
étnica alemana. El régimen era tal que los presidiarios morían en masa de
hambre y epidemias, lo que evidentemente se perseguía. Pese a la magra comida y
las enfermedades, los presos fueron destinados a trabajos forzados y tuvieron
que ejecutar tareas muy pesadas.
Tras la ocupación
soviética de Voivodina, hubo deportaciones en masa a Rusia, sobre todo entre el
25 y el 31 de diciembre de 1944. Fueron deportados preferentemente varones de
17 a 45 años, y como eran pocos, los rusos deportaban a mujeres de 18 a 40 años
y en determinados convoyes había de 7 a 9 veces más mujeres que varones.
La caza a hombres
y mujeres con el fin de deportarlos se inició adrede durante las fiestas
navideñas, cuando era más fácil encontrarlos en sus casas. Fueron deportadas de
27 a 30.000 personas. Ciertos autores consignan cifras más elevadas. Los
deportados fueron cargados en vagones de carga, de 30 a 40 por vagón. El viaje
duró de 15 a 20 días en condiciones alimenticias e higiénicas desastrosas, de
modo que muchas mujeres murieron en el trayecto o se enfermaron gravemente. El
trato en Rusia era excepcionalmente severo y allí murió el 16 % de los
internados. Al ser trasladados posteriormente ciertos grupos a Alemania
Oriental, se comprobó que estaban inválidos y enfermos, incapacitados para
cualquier trabajo.
Harto triste era
la suerte de los niños, cuyas madres fueron deportadas a Rusia y sus padres
caídos en la guerra. Varios millares de esos menores huérfanos murieron en
campos de concentración sin atención alguna. Más tarde, por intervención de la
Cruz Roja, una parte de esos niños fue trasladada a Alemania, y ya antes grupos
de gente anciana y enferma fueron expulsados a Hungría y Austria.
Con posterioridad
a la publicación de la mencionada documentación se publicó el testimonio de
Ivan Boras, ex oficial del ejército croata, actualmente en Alemania, sobre la
suerte de 5.000 niños alemanes desaparecidos en Yugoslavia[192].
En mayo de 1945, Boras fue hecho prisionero, y en Derventa, Bosnia, ha sido uno
de los testigos oculares del bestial exterminio por asfixia de esos niños
alemanes de Voivodina de 4 a 12 años, cuyos padres fueron asesinados o lograron
escapar a Austria y Alemania. El y otros prisioneros descargaban a esos chicos
de los camiones, y luego, ya asfixiados por el gas, los llevaban a la orilla
del río Bosna, al lugar denominado Lukovac, rociaban los cadáveres con petróleo
y nafta y los quemaban. Luego sobre los restos pasaba una pesada aplanadora, y
lo que quedaba se arrojaba al río. Los padres alemanes que lograron salvarse
inquirían ansiosamente por la suerte de sus hijos. Las autoridades yugoeslavas
contestaban invariablemente que se encontraban en escuelas e institutos
educativos. La declaración de Boras suscitó una enorme excitación en Alemania.
Ese crimen horrendo ha sido cometido bajo las órdenes de Momcilo Popovic,
funcionario de la policía política y luego funcionario en la delegación
yugoeslava en Bonn, donde cayó, víctima de una demostración del grupo de los
exilados croatas[193].
El mismo ex
oficial croata es testigo presencial de una espeluznante masacre de un grupo de
300 prisioneros alemanes y croatas en Usora, Bosnia, cometida por los
comunistas a las órdenes de Koca Popovic, actual canciller en el gobierno de
Tito[194].
Los campos de
concentración fueron disueltos años después. Una parte de los internados fue
enviada a las granjas y fábricas estatales como peones de los nuevos
propietarios en sus posesiones, mientras que la otra, tras el conflicto
Moscú-Belgrado, en virtud de lo convenido con el gobierno federal de Bonn, fue
trasladada a Alemania Occidental. Sucesivamente, el número de los trasladados
crecía, de modo que hoy prácticamente no hay alemanes en la Yugoslavia
comunista. En el reciente censo de población ni siquiera figuran.
A principios de
1944 había en el territorio de la Yugoslavia actual 510.000 alemanes y en 1950
sólo 55.328, en la República Federal Alemana 163.000, en Austria unos 150.000 y
cerca de 15.000 en los países de ultramar. En la guerra y en la cautividad
murieron 28.000, de ellos varios miles de prisioneros fueron fusilados,
mayormente en Eslovenia en mayo de 1945. En las masacres en masa perecieron
sobre todo los integrantes de la división Prinz Eugen, reclutados en Voivodina
y, en parte, en Croacia.
Según cifras
cautelosas, que no comparten todos los expertos por considerarlas demasiado
bajas, la suerte de la minoría étnica alemana sería ésta: 2.361 personas
muertas en la huida; 5.777 masacradas en matanzas colectivas; 5.683 muertas a
causa de los suplicios o asesinadas, mientras se las trasladaba a los campamentos
o deportaba; 48.024 murieron en los campos de concentración de hambre y
epidemias; 187 fueron condenadas a muerte y ejecutadas; 6.273 desaparecieron.
Si se toma en
cuenta que alrededor de 28 mil soldados, integrantes del grupo étnico alemán
fueron masacrados o cayeron, resulta que los comunistas dieron muerte a unos
98.000 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia, o sea al 19,1
por ciento de su totalidad. Los restantes emigraron, huyeron, fueron expulsados
y deportados.
Tal sería el sino
sombrío de los colonos progresistas alemanes en la Yugoslavia comunista, en la
tierra en que sus antepasados vivían desde varios siglos y con su esfuerzo y
capacidad contribuyeron al progreso de esa región en convivencia armónica y
pacífica con sus conciudadanos. La minoría étnica alemana en Croacia participó
en la lucha por la libertad y la independencia de su patria adoptiva. Los
croatas no lo olvidaron. Varios testigos cuyas declaraciones figuran en la
monumental obra sobre el "Destino de los alemanes en Yugoslavia",
atestiguan que la población croata sin distinción mostró compasión y caridad
fraternal hacia los alemanes perseguidos.
Cábenos, para
terminar, poner de relieve que los comunistas yugoeslavos masacraron y
maltrataron a los ancianos, mujeres y niños alemanes, quienes, por cierto, no
pueden ser tildados de "criminales de guerra".
I - MASACRE DE
350 CROATAS EN TUZLA EN OCTUBRE DE 1943
El señor N. N.,
destacado gremialista en las filas de la Federación Obrera croata, suministró a
la comisión de investigación de la Tragedia de Bleiburg en Buenos Aires un
espeluznante testimonio sobre la matanza de croatas en Tuzla en los primeros
días de octubre de 1943, cuando esa ciudad de Bosnia fue ocupada
transitoriamente por los guerrilleros comunistas serbios. Este testigo ocular
de un episodio estremecedor, salvado por milagro, prefiere guardar el anonimato
por temor a represalias contra sus familiares en Croacia, pero está dispuesto a
declarar ante cualquier tribunal, instancia u organismo creado a tal efecto.
"A fines de
septiembre de 1943, los partisanos conquistaron la ciudad de Tuzla tras
enconados combates. Destruyeron todas las instalaciones industriales y mineras,
derribaron sus torres y chimeneas. En seguida arrestaron a más de 350
destacados croatas, tanto de religión católica como islámica, y les dieron
muerte, sin sumario ni juicio previo.
"Los
comunistas dirigieron un llamado patético a los obreros de este centro minero e
industrial para que se enrolaran en sus filas. Para su gran asombro, la
negativa de los obreros fue unánime. Luego empezaron a reclutar por fuerza.
Como no me había presentado y había rehusado estimular a los obreros a engrosar
las filas del "ejército de liberación nacional", me arrestaron y
torturaron durante 16 días, pese a las numerosas protestas e intervenciones de
los habitantes y obreros de Tuzla.
"Ante el
avance de los efectivos croatas y alemanes, los partisanos se aprontaron el 10
de octubre de 1943 a retirarse de la ciudad. En la retirada nos llevaron a 23,
entre nosotros a una mujer, en un camión cerrado. Al llegar al pie del Monte
Majevica, no lejos de Tuzla, nos bajaron, ataron con soga de a dos y nos condujeron
al lugar del fusilamiento. Hacía mucho frío y había mucha nieve. Nos
custodiaron seis partisanos, armados hasta los dientes.
"En el lugar
establecido, un gitano cavaba la tumba para las nuevas víctimas, pues debajo de
la nieve, al parecer, había tumbas anteriores. El Director de
"Croacia" de Zivinice, Emilio Varadi, estaba amarrado a mi mano
derecha y al ver al sepulturero empezó a llorar y le ofreció su último
cigarrillo. Tuvimos que quitarnos el traje, luego nos ataron nuevamente. Nos
ordenaron arrodillarnos de a dos. Varadi y yo estuvimos en la primera fila, y
tras de nosotros había tres filas más. Los cuatro partisanos tomaban posición a
nuestra espalda con los fusiles listos.
"A la orden
dada por dos jefes resonaron los cuatro primeros tiros. Mi compañero Varadi
lanzó un gemido y se desplomó arrastrándome a mí también, que no fui alcanzado.
Luego más tiros y todos estaban agonizando y exhalando el postrer suspiro,
salvo yo, ensordecido por los estampidos, sufriendo todavía sus consecuencias.
Estaba todo empapado de la sangre todavía caliente de mis compatriotas.
"Nueva orden
a los cuatro ejecutores de no tirar más y de regresar en seguida a la Tuzla
superior donde los partisanos estaban concentrándose para la retirada. Ambos
jefes se quedaron todavía hurgando en los trajes apilados al lado, llevándose
dinero, relojes, anillos y cuantos objetos de valor encontraron.
"Mientras lo
hacían, aparenté estar muerto y pensaba qué debía hacer si en la tumba común me
arrojaran primero, pues me hallaba en la primera fila, y luego me taparan con
siete cadáveres. Quise incorporarme y pedirles amablemente que me obsequiaran
con un tiro de gracia, dado que el primero falló y estaba vivo.
"Por suerte,
los dos partisanos ordenaron al gitano que cavaba la tumba alejarse y sepultar
a esa banda al día siguiente. Acto seguido se fueron monte abajo, tras dar unos
veinte pasos, se detuvieron y observaron si alguno mostraba señales de vida.
Después de que se alejaron, me levanté y con la mano izquierda y los dientes
logré desatar la soga que me ataba a Varadi. Tomé mi ropa, me vestí
rápidamente, olvidándome del gabán que esa noche me hubiera venido muy bien. La
voluntad de vivir era tan fuerte que salté una empalizada y me acurruqué en un
bálago para entrar en calor y reflexionar sobre qué hacer. Moví los hombros
para convencerme de estar aún vivo, y no en el otro mundo, pero el frío me
advirtió que me hallaba en la tierra. ¿Qué camino tomar? ¿Regresar por el mismo
camino a Tuzla, por el que se retiraban los guerrilleros comunistas o cruzar la
montaña corriendo el peligro de caer en manos de los chetniks? Me pareció más
seguro bajar por el sendero de las cabras, entre el monte y la ruta. Lo perdí
en la bruma y así vagué toda la noche, no sabiendo por dónde, ni hacia dónde, hambriento,
agotado, ensangrentado. Por fin topé con un almiar y para descansar y
calentarme empecé a abrir un boquete en el heno como la zorra herida que busca
refugio. Para mi desventura, los perros me descubrieron y se echaron a ladrar.
En eso, de la torre de la mezquita se oyó la oración matinal, señal de que
estaba amaneciendo. Me escondí entre arbustos y, creyendo estar a seguro, oí
pasos pesados muy cerca. Me encogí y empecé a contar: 20 últimos partisanos que
se retiraban. Si hubiesen mirado a su izquierda, hubieran podido verme, pero
Dios me guardó.
"Ya era de
día y el sol estaba muy alto. No sabía qué camino tomar para volver a Tuzla y
me dirigí a la aldea Krizani. Un campesino que araba me vio, detuvo los bueyes
y me llamó: "Sr. N., es usted, por Dios, venga a mi casa". Al verme
su mujer ensangrentado y pálido rompió a llorar y en el acto me quitó los
zapatos, me trajo ropa interior, agua caliente, y más tarde aguardiente y
almuerzo.
"Ya lavado,
mudado de ropa, algo repuesto, les conté lo que había pasado. El campesino me
dijo que me conocía bien, pues le había proporcionado empleo en la salina Sim
Han. Me acompañó por un sendero indirecto hasta Tuzla, puesto que en el camino
principal quedó haciendo guardia todo el día un partisano cuando se percataron
de que no estaba entre los muertos.
Buenos Aires, 26
de mayo de 1963 N. N., m. p.
II -LOS PRIMEROS
CASOS DE "KATYNISMO" EN DUBROVNIK
A continuación
reproducimos la declaración formulada por el Rev. padre Lino Pedisic, O. F. M.,
domiciliado en San Martín 160, José Ingenieros, Provincia de Buenos Aires Rep.
Argentina, al Comité de Investigación de la "Tragedia de Bleiburg",
que se refiere a los sangrientos sucesos acaecidos en Dubrovnik a fines de
1944:
"El 19 de
octubre de 1944 amaneció en Dubrovnik uno de los días más funestos en la
milenaria historia de este importantísimo centro de la cultura croata. Ese día
el ejército y las autoridades croatas se retiraron de la ciudad hacia el norte
bajo la presión de los guerrilleros comunistas que irrumpían desde Serbia.
Desde abril de 1941 y hasta octubre de 1944 Dubrovnik formaba parte integrante
del restablecido Estado de Croacia, considerado por sus ciudadanos como
realización de la libertad nacional, denegada al pueblo croata mediante su
incorporación compulsiva en el conglomerado de Yugoslavia. Por eso Dubrovnik
presenció con recelo y hondo descontento su reincorporación al Estado
yugoeslavo bajo la dirección serbia, y sus ciudadanos, de arraigadas
tradiciones católicas, miraron con temor la llegada del ejército y las
autoridades comunistas.
"En ese
entonces acababa de ser ordenado sacerdote en el histórico convento franciscano
que a lo largo de los siglos fue un foco ardiente de la vida religiosa y
cultural. Ya el primer día los comunistas, llegados del Montenegro, detuvieron
a numerosos ciudadanos de prestigio y, entre ellos, a varios franciscanos,
conocidos y respetados por su abnegada labor. La ciudad entera esperaba con
angustia y temor el desenlace de su suerte, pero ni los adversarios más
recalcitrantes de los comunistas presagiaban lo que se pudo leer en los
carteles murales el 25 de octubre. Se anunció que 35 figuras destacadas, cuya
nómina fue dada, fueron juzgadas y fusiladas por supuesta colaboración con el
ocupante. Era un secreto público que tal juicio no se había realizado y que
fueron detenidos conforme a las listas confeccionadas con anticipación por la
policía política comunista con el propósito exclusivo de eliminar a las figuras
dirigentes de todas las capas sociales: la intelectual, la política, la
económica, la gremialista, la religiosa, de organizaciones juveniles, etc. Se
salvaron únicamente los que no prestaron fe a la propaganda comunista de que
los no incursos en actos delictivos y de traición no tenían nada que temer. Por
suerte, muchos se retiraron con el ejército croata.
"Como entre
las primeras víctimas de la matanza comunista hubo tres prestigiosos
franciscanos, no tardamos en enterarnos de los pormenores por boca de un
croata, movilizado por los comunistas, que presenció los fusilamientos. Nos
contó que los mataron en el islote Daksa a la entrada del puerto Gruz. Les
quitaron la ropa y tuvieron que cavar sus tumbas. El padre Mariano Blazic,
famoso predicador, una de las víctimas, logró pronunciar contadas palabras de
consuelo y les absolvió antes de ser segados por ametralladoras. En el momento
de ser fusilados entonaron el cántico eclesiástico: Te Deum laudamus...
"Me acuerdo
perfectamente bien de muchos, cuyos nombres paso a consignar: El Dr. Niko
Koprivica, intendente de Dubrovnik, abogado y dirigente del Partido Campesino
Croata; el Dr. Baldo Pokovic, abogado; el capitán de ultramar Zeljko Milic,
luego el profesor Makso Milosevic, director del liceo local, Ivo Peko, director
de la estación de radio de Dubrovnik y el periodista Ivo Berkovic, todos de
destacada actuación cultural. Los siguientes clérigos. muy destacados por su
labor pastoral y cultural, fueron fusilados: El Padre Mariano Blazic, conocido
predicador, profesor de ciencias naturales, adversario del fascismo y nazismo,
autor, entre otras, de la notable obra: "La evolución y el origen del
hombre"; el franciscano Tomás Tomasevic, figura descollante por su obra
social y cultural, miembro y directivo de varias asociaciones, director del
liceo franciscano; el prof. de religión, joven franciscano Gerardo Barbir,
destacado director espiritual de las organizaciones juveniles católicas.
Particularmente doloroso impacto causó el asesinato del padre jesuita Pedro
Perica, organizador de la juventud católica, muy conocido por su vida ascética.
También mataron al popular párroco Jorge Krecak, predicador, autor de obras
históricas y destacada figura en el campo cultural; luego el reverendo Mato
Milic; el párroco pensionado Mato Dobud, víctima de la venganza política por su
actitud asumida contra los asesinos del heredero al trono de Austria-Hungría en
vísperas de la Primera Guerra Mundial. Más tarde fue muerto el joven dominico
Dr. Barac, diplomado en la Universidad de Friburgo, autor del libro: "La
filosofía social del comunismo".
"Ninguno de
los sacerdotes asesinados desempeñaba cargos ni tomaba parte en las
organizaciones políticas. Los mataron a causa de su ascendencia moral sobre los
feligreses.
"Pero, los
comunistas no se limitaron a matar a los destacados clérigos e intelectuales.
Asesinaron también al sindicalista Blaskovic, al tipógrafo Pedro Barbir, a los
artesanos Baldo Crnjak y Francisco Vojvodic, ese último presidente del coro
mixto croata "Gundulic"; a los miembros de las organizaciones
juveniles católicas: Juan Kubes, Tomislao Baca, José Tuta y Slavko Barbir.
"La opinión
generalizada era que toda esa gente respetada e intachable fue asesinada porque
los comunistas los consideraban adversarios peligrosos. Su muerte violenta
suscitó impresión penosa incluso entre los integrantes del "Comité de la
liberación nacional", designado por los comunistas. Su presidente, médico
Dr. Ivo Niksic, aceptó ese cargo creyendo poder proteger a sus conciudadanos
ante los abusos y excesos comunistas. En nombre del comité protestó enérgicamente
contra la masacre incalificable. Los comunistas destituyeron dicho comité
alegando que era inapto e incapaz. Más tarde, a efectos de suavizar el impacto
provocado, lanzaron noticias de que no se produjo tal matanza y que los avisos
públicos habían sido difundidos tan sólo para atemorizar a los
"reaccionarios". Al mismo tiempo trataban de distraer la atención
pública organizando mítines masivos, conferencias, festejos, bailes y fiestas a
menudo desenfrenadas con el fin de atraer a los jóvenes. Sin embargo el
desagrado y la animosidad suscitados por los crímenes comunistas alcanzaron tal
grado que incluso los que antes no eran combativos, intentaron organizar la
resistencia. Varios grupos fueron descubiertos y condenados a graves penas.
Muchos huyeron al extranjero arriesgando la peligrosa travesía del Adriático
hasta Italia en pequeñas embarcaciones y botes.
La matanza fue el
comienzo de otras tantas que siguieron, siempre obedeciendo al mismo criterio,
quiere decir dejar descabellado el pueblo de todas sus figuras descollantes y
en todos los niveles sociales.
Esos sucesos
tuvieron gran repercusión, también fuera de la ciudad. A medida que los
comunistas se apoderaban de otras regiones y ciudades croatas, las personas
destacadas supieron lo que les esperaba y se alejaron a tiempo. Muchos, en
última línea, no se salvaron, pues cayeron víctimas de las masacres colectivas
perpetradas por los comunistas, terminada la guerra y subyugada Croacia entera.
Gran resonancia
tuvo el comienzo de la resistencia armada, suerte de la guerrilla nacional
croata anticomunista. Surgió en los alrededores de Dubrovnik, precisamente en
Konavle, región amena de gente noble y pacífica entre Dubrovnik y Boka Kotorska
(Boca di Cattaro) Dicha región es poblada por campesinos, conocidos por su
patriotismo y honradez. Como no podían soportar la tiranía ajena, se lanzaron
espontáneamente a los montes. Puedo testimoniar con el conocimiento directo de
los hechos, que éste fue el comienzo del movimiento de "cruzados" que
posteriormente cobró importante dimensión por sus ramificaciones y actuación
anticomunista. Me consta por haber participado en la elaboración de su programa
y luego pasé con ellos cierto tiempo en los montes de la Croacia meridional.
Pues los organizadores de los primeros grupos insurgentes, capitaneados por el
prestigioso campesino Pedro Bakic, de Cilipe, enviaron delegados a sus amigos,
intelectuales de Dubrovnik, solicitando su asesoramiento en la elaboración de
la plataforma de su movimiento. Les interesaba, en primer lugar, qué nombre
darle, qué programa político, si debían mantener contacto con los
angloamericanos y cuál actitud tomar frente a la resistencia nacionalista
serbia, los chetniks. Les propusieron llamarse "cruzados",
combatientes para los ideales religiosos. Ese nombre ya tenía cierta
popularidad, pues así se denominaba una organización juvenil católica, pero no
se trataba de una continuación directa o indirecta de la misma, de modo que
todos los cargos comunistas en ese sentido fueron totalmente inventados. Cabe
recordar que en 1946 los agentes comunistas asesinaron en Trieste al Dr. Ivo
Protulipac, abogado y destacado intelectual croata, presidente antes de la
guerra de la organización Krizari (Cruzados). El objetivo político era librar
la lucha en defensa del Estado de Croacia, que debía reorganizarse de acuerdo a
los principios democráticos. Los contactos con los angloamericanos eran
deseables (Luego fueron establecidos, recibióse cierta ayuda, suspendida más
tarde). En cuanto a los chetniks, que también combatían a los comunistas, les
aconsejamos ayudarlos siempre y cuando limitasen sus acciones al territorio de
Serbia y asumiesen una actitud no inamistosas hacia Croacia.
Como estuve
activo en las organizaciones de los jóvenes católicos, me sentía amenazado al
igual que mis amigos. Muchos ya padecían del llamado complejo psicológico del
timbre a raíz de las frecuentes visitas nocturnas de la policía comunista. Me
vi obligado a alejarme de Dubrovnik en vísperas de la Navidad de 1944. Pasé
cierto tiempo en los montes de Herzegovina, donde pude constatar que el nombre
de "cruzados" y su programa democrático se habían difundido en las
filas de la resistencia croata. Luego conseguí llegar a Zagreb y de allí en
mayo de 1945 me refugié en el mundo libre. Fui uno de los primeros en traer
noticias fidedignas acerca de los crímenes perpetrados por los comunistas en
las zonas por ellos "liberadas". Presenté un informe a las
autoridades eclesiásticas. Croacia entera quedó conmovida al enterarse del
asesinato de los prestigiosos padres Blazic y Perica. Como parecidas noticias
trascendían también de la Croacia nordeste, teatro de encarnizados combates, no
había duda alguna de que los comunistas se ensañaban con furor especial contra
las figuras sobresalientes acusándolas de colaboracionismo, pues temían su
influencia en una región donde eventualmente podrían desembarcar e intervenir
las fuerzas angloamericanas. Esa gente tenía un pasado intachable, eran
partidarios de la libertad individual y nacional, y del régimen democrático.
"Vi y viví
muchos eventos parecidos. Daré mi testimonio sobre todo lo dicho ante cualquier
instancia que se ocupase de esos abominables crímenes".
José Ingenieros,
Prov. de Buenos Aires, 28 de mayo de 1962.
LINO PEDISIC,
O.F.M., m. p.
III - UN ESCRITOR
COMUNISTA SERBIO DESCRIBE LA DESTRUCCION DE UNA ALDEA
Branko Copic,
destacado escritor comunista contemporáneo serbio, en su novela "La
pólvora sorda" (Belgrado, 1957) narra en forma incisiva y dramática
episodios de la guerrilla comunista en Bosnia. A continuación reproducimos
varios de sus fragmentos que describen la destrucción de una aldea musulmana
por un destacamento de partisanos, integrado por campesinos serbios. Ese
episodio es característico de los métodos comunistas que explotaban la animosidad
y el recelo de la población serbia contra la mayoría musulmana y católica de
Bosnia. La destrucción de la aldea musulmana Demirovo, afirma Copic, fue una
concesión del comandante comunista a las masas serbias, ansiosas por vengarse
de la secular dependencia de Turquía y por la lealtad de la población musulmana
al Estado de Croacia. Este exterminio de toda una aldea es una de tantas
manifestaciones de la misma táctica y del mismo odio que luego provocarían
matanzas colectivas de croatas al final y después de la Segunda Guerra Mundial.
La descripción
realista de la guerra partisana provocó gran sensación en Yugoslavia, pues
hasta entonces, en la narrativa de la postguerra, sólo se idealizaba a los
combatientes comunistas. En la novela de Copic se habla también del terror
comunista, si bien el autor, como comunista ortodoxo y comisario político
durante la guerra, niega que el comunismo sea un método normal del partido
comunista.
Para entender
mejor los fragmentos citados, acotamos que el recién designado comandante
"El Tigre" dirige el ataque contra la aldea musulmana. Odia a todos
los campesinos sin distinción. "Estaba envuelto -dice el autor- en la
leyenda de España, en la gloria de los lejanos campos de batalla, en el
deslumbramiento de nombres exóticos: Guadarrama, Guadalajara, Aragón". En
otro lugar Copic pone en boca de su protagonista: "Mucho tiempo estuve
asignado al servicio español de contraespionaje; no sé cuánta basura de la
quintacolumna habíamos fusilado". Su antagonista es Djulaga, comandante de
la guardia campesina de la aldea musulmana. Los partisanos llaman
despectivamente "turcos" a los musulmanes y a la guardia campesina
"ustachi salvajes". Por su parte, los musulmanes llaman
"válacos" a los ortodoxos
"Apenas
llegaron al campo resplandeciente de nieve, una alegre ráfaga de ametralladora
rasgó la calma. El Tigre contuvo las riendas y furioso chilló:
-¿Qué es eso
ahora?
-Eso es la
célebre Demirovo, los ustachi salvajes, musulmanes.
El Tigre miró con
atención el cerro blanqueado con manchas de casas en lo alto.
-Vaya, vaya. ¡Y
vosotros lo admitís en vuestro tan cacareado territorio libre! ¿Cuántos puede
haber arriba?
-Unos setenta, no
más.
-Hum, setenta.
Vaya que son valientes. Ya hace medio año que vienen desafiando a tantos...
Oyes, Radekic (ex oficial real), voy a decirte algo: ustedes no son partisanos
sino una patrulla campesina vulgar y silvestre como solían expresarse ustedes
los oficiales.
Se apearon y
guarecieron en un saucedal. Desde allí Radekic señaló dónde estaban las
trincheras en Demirovo y describió a El Tigre el último ataque fracasado de los
partisanos contra ese nido aislado musulmán.
-Caray, son unos
cuantos desharrapados, pobres gatos, y te desafían y resisten como si tuviesen
un Estado detrás de ellos. Defienden sus hogares, que el diablo se los lleve.
El Tigre, callado
y pensativo, fijó su mirada en el impreciso montón de casuchas sobre el
collado.
Vienen a agitarlo
y desgarrarlo en lo íntimo, la furia y el odio contra esas misérrimas e
inútiles guaridas por las que debe malgastar toda su fuerza y su entusiasmo.
¿Qué se le interpuso en el camino? Hundido y sentado en cuclillas en el lodo
frente a los setenta primitivos, y mañana tendrá que atacarlos... ¿Con qué?
¿Con qué ejército?
- ¡Hijos de mala
madre campesina, vosotros tenéis consideración con esta banda! Hace tiempo que
habéis podido liquidarla, sin duda alguna.
-¡Qué te pasa,
hombre! Los nuestros los odian como a los demonios. En un vaso de agua...
- Los odian por
ser musulmanes, no por otro motivo
El Tigre,
alejándose, volvió a mirar hacia Demirovo y como si contestara a una nueva
ráfaga de ametralladora, concluyó en tono vengativo:
- Liquidar a esa
banda hasta el último, lo más pronto posible. Dentro de pocos días nos llegarán
lanzaminas. Entonces veremos a ese Djulaga cuando empiecen a explotar contra la
mezquita.
-Nos darán mucho
trabajo. Se defenderán hasta lo último.
- Eso lo veremos.
Iremos con un cañón y tres morteros. A ver qué hará ese salvaje Djulaga cuando
en su guarida empiecen a estallar minas y granadas.
- ¿El? Por mi fe
que se defenderá.
En el amanecer
nubloso y plomizo, cuando el cañón partisano dio la señal de ataque, la
soñolienta Demirovo saltó, como sacudida del sueño, cubrió al azar todos los
alrededores con la descarga confusa de fusiles y el repiqueteo sofocado de
ametralladoras. De un escondrijo invisible resonó el grito provocador:
-¡Dale Djulaga!
-¡Ven aquí El
Tigre-e-e-e!
-¡Ahaaay!
Del pelotón negro
de artillería partisano, acostado en la loma nevada, se oían frecuentes llamados:
-¡Mira, caray,
estos nuestros no se mueven! - gruñó El Tigre y avanzó debajo del sauce
inclinado al pie del cerro-. ¿Qué pasa arriba, Bojan?
-¿Atacamos con
morteros, compañero comandante? Cayeron sin protección alguna.
-Cayeron, hijos
del demonio! -desairó ásperamente El Tigre, tiró la colilla en la nieve y a
tropezones subía con premura. Detrás de él, como amarrado, salió el comisario,
alto y morocho.
Una tras otras
detonaron las minas por la loma. Entre su estampido y fragor quedaron ahogados por
un instante el tiroteo y la grita de Demirovo, y recién tras larga pausa salió
de allí una ahogada ráfaga de ametralladora y retumbó el desenfrenado aullido
de los partisanos que se lanzaron al asalto.
-¡ Hurra!
¡Adelante!
Demirovo, llena
de estrépitos y alboroto, se envolvía cada vez más en humareda y llamas.
Primero cayó la pequeña trinchera de avanzada, cerca del cementerio. Allí
irrumpieron los combatientes de la Brigada Juvenil. Los defensores
sobrevivientes se retiraron hasta las primeras casas y, ahora, por encima del
cementerio abandonado, de los muertos de Demirovo, de ambos lados arreciaban
descargas de fusiles y ametralladoras como si los hombres enfurecidos peleasen
y riñesen por ese oscuro lugar de muerte y matanza.
Pronto cayó
también la gran trinchera en el lado opuesto de la aldea. Ahora el fuego
vomitaba contra los partisanos desde todas las ventanas de las casas vecinas,
El Tigre descubierto y desgreñado, gritaba desde el pelotón de artillería.
-¡Bomba! ¡Dénme
bomba!... ¡Prendan fuego a todo!
Se tiraba contra
la nieve, flexible como un pez, mientras la bomba lanzada le salía de las manos
como un tiro agudo. Como si no viera que en su derredor la gente caía, se
precipitaba, enceguecido, por el laberinto de las callejuelas, invulnerable,
sin vacilación, arrastrando detrás de sí a todo el destacamento. Se levantaba
dando saltos, caía junto a las paredes y vallas sintiendo, con oculto crujir de
dientes, que esa roñosa y hedionda aldea le estaba cubriendo de cal, esquirlas
y polvo reseco de los adobes rotos.
-¡Cueva apestosa,
cubil de fieras! ¡Que se incendie, que se incendie!
En el sótano de
una casa incendiada berreó lastimosamente un ternero. El Tigre gimió como si le
alcanzara una bala ardiente y alzándose un poco de su casual refugio reprendió
con ira a los combatientes tras de él:
-¡Prendan fuego a
todo! ¿Qué están esperando? ¿Les da lástima el ganado?
Se abrió así paso
a través de la aldea hasta las casuchas aisladas cerca del cementerio. Las
llamas, entre estampidos y crujidos envolvían y tragaban todo un racimo de
casas frente a él. Ardía incluso aquella casucha solitaria, de la que sin
cesar, pese al humo y el fuego, repiqueteaba una ametralladora, solitaria y
ruidosa, aislada como un desafío a toda la batalla. El Tigre fulminó con ojos
ensangrentados a sus combatientes.
-¿Qué es eso
allí? ¿Temen el claro, eh? Dénme la bomba.
-Es la casa de
Djulaga, compañero comandante.
Percibiendo el
temor espontáneo en la voz de ese combatiente al mencionar el nombre de
Djulaga, El Tigre, sin esperar siquiera que le alcance una bomba, arrojó en la
nieve su vacía pistola automática, palpó la funda del revólver y dando saltos
corrió a la casucha. Detrás de él, gruñendo algo, corrió el comisario Vlado con
sus acompañantes.
-¡Lo matará,
rayos y truenos! ¡Jovan, tira contra las ventanas!
Tan pronto El
Tigre desapareció detrás del ángulo, la ametralladora se calló. En el mismo
instante un grupo de combatientes juveniles se lanzó por el claro hacia la
casucha. Alguien, corriendo, disparó contra la ventana.
-¡No tires! ¡El
Tigre está adentro! -chilló el comisario girando alrededor de él.
En la casa resonó
una voz femenina, aguda y penetrante. Ese aullido inhumano, estridente y
cortante como metal, traspasó y heló a todos los presentes. Alguien se abalanzó
sobre la puerta.
-Cayó el
comandante!
-¡Vaya al diablo!
¡No has oído que es una mujer!
Adentro, fragor y
gran revuelo. Con un estallido cedió y se abrió la puerta y entre una estela de
humo salieron peleando a brazo partido, dos hombres. Todos los combatientes se
retiraron sin querer, como si hicieran lugar para el duelo. Sólo uno de los
jóvenes, nervioso y excitado, levantó el fusil.
-¡Alto, matarás
al comandante!
El Tigre y
Djulaga peleaban en la nieve pisada, enceguecidos y lanzando soplidos como si
sólo ellos dos estuviesen en el mundo. El comandante de Demirovo se esforzaba
por liberar la mano derecha en la que centelleaba un largo cuchillo, mientras
que El Tigre, terco como una fiera, se resistía y daba saltos como si quisiera
agarrar por la garganta a su rival más alto.
- ¡Agárrenlo, qué
están mirando! -gritó el comisario Vlado.
En tropel se
abalanzaron sobre los contendientes que echaban espuma. A duras penas los
separaron, pero ambos, enloquecidos y enceguecidos, trataron de escabullirse y
se abalanzaban uno contra otro. Djulaga todavía apretaba en su puño de hierro
un deslucido "cuchillo de asalto" austríaco (de la Primera Guerra
Mundial, N del T.), vociferando:
-¡Suéltame, suéltame,
Djoko, no me toques!
Mientras los
combatientes, embarazados, vacilaban si soltar o no a su comandante, de la casa
irrumpió una musulmana anciana, ensangrentada y desmelenada, y tambaleándose
vino a Djulaga, gimió y se desplomó. El Tigre dejó de forcejear, con calma
separó a los que le tenían agarrado y mirando ese bulto de trapos y cabellos
que yacía en la nieve suspiró fatigosamente:
-No ven, ¡mató a
su propia familia!
-¡Mejor que lo
haya hecho yo que vosotros! - repuso con voz cascada Djulaga, dejando con
resignación que le quitaran el cuchillo.
-¿Qué haremos con
él, compañero comandante?
El Tigre, ceñudo,
hizo un ademán con la mano.
-Déjenlo que vaya
donde quiera.
Ensangrentado,
ennegrecido y hecho trizas, supinamente liberado, Djulaga dejó caer las manos,
miró a Demirovo en llamas, volvió los ojos hacia el pequeño cementerio y por
fin los detuvo en la mujer inmóvil que yacía a sus pies, y, moviendo la cabeza,
dijo:
-Ya no tengo
dónde ir.
Después del
ataque a Demirovo, El Tigre notó con alegría que ahora lo tratan con respeto,
hasta con regocijo, lo que lo alentó más de lo que esperaba.
(Dos campesinos
serbios están saqueando las casas incendiadas en la arrasada Demirovo). Al
llegar a lo que antes era la mezquita y ahora sólo un montón de muros cubiertos
de hollín, de arcilla y carbón, Todorina se persignó y dijo toscamente:
-En nombre del
padre, del hijo... ahora mi corazón está satisfecho como si hubiese visto a
Kosovo! (El campo de batalla, donde en la Edad Media los turcos otomanos
vencieron a los serbios. N. del T.)
Todo el día
hurgaban y revolvían por los lugares incendiados, extrayendo clavos y
recogiendo restos de vajilla y menaje. Estaban tan ocupados en esa tarea, llena
de agradables sorpresas, que allí les sorprendió la puesta del sol.
Ennegrecidos y
enlodados, cargaron alforjas repletas de fierro viejo y cacharros, y salieron
por el lado del cementerio, envueltos en ruidos estridentes de lata y el
retintín metálico. A unos diez metros de las primeras lápidas sepulcrales,
asomóse de la tumba un fantasma zanquilargo, de cabeza descubierta y
desgreñada, gritando en voz ronca sepulcral:
-¡Atrás, valacos,
eso es mío y de nadie más! ¡Me habéis arrebatado todo lo que vivía, pero no os
dejo los muertos! ¡Los muertos son míos, los defenderé! Déjenlos en paz por lo
menos a ellos.
Jovandeka y
Todorina -petrificados, olvidaron por un instante que una vez sabían caminar y
correr. Recién cuando el espectro se agachó y una piedra retumbó contra la
carga de Jovandeka, nuestros dos compadres, como acatando una orden, empezaron
a correr cuesta abajo. Detrás, tronaba la voz vengativa.
-¡Los muertos no
os los dejo, eh Tigre, eh valacos! ¡No doy a mis chicos, eh Tigre!
Entre sonidos y
estrépitos, perdiendo en el camino la chatarra, los dos viejos llegaron casi
rodando al camino, al pie de Demirovo. Recién allí se detuvieron sintiendo bajo
sus pies el suelo seguro, firme y conocido. Todorina gruñó no más:
-¿Qué pasó,
Jovan, hermano mío?
-¡Djulaga, el
comandante! Uh, uh, ¡casi me morí! En seguida lo reconocí.
-¿Y qué hace
arriba este infiel?
-No ves lo que
hace: guarda el cementerio.
-¿Por qué ha de
guardar el cementerio?
-¡Vete con dios!
-se enojó Jovandeka. Estuvo el comandante en Demirovo; El Tigre mató a todos,
todo lo incendió y ahora qué... custodia a los muertos.
-Oh, hombres,
hombres, qué pecado. Por qué El Tigre, por lo menos, no lo mató, sino que lo
dejó sufrir. Si asesinó a tanta gente en Japaga y en otras partes, pudo
también, válgame dios, a ese desgraciado...
-Pregúntalo tú
-repuso secamente Jovandeka, levantándose.
IV - MASACRE DE
OCHENTA SERBIOS REALIZADA EN VELIKI LOSINJ EN 1943
Transcribimos a
continuación la declaración de Antonio Stuparic, de nacionalidad italiana,
capitán de un gran barco trasatlántico, sobre la matanza de 80 serbios en la
isla Veliki Losinj.
"En
septiembre de 1943, firmado el armisticio entre Italia y los aliados, la
guarnición militar italiana en Veliki Losinj (en italiano Lussingrande)
abandonó la isla en barcos de la marina y pesqueros a motor requisados. La isla
la ocuparon entonces unos 80 soldados de nacionalidad serbia que provenían de
la retaguardia yugoeslava y llegaron a través de la isla Rab. Eran tropas
adictas al Rey, que ya diezmadas y sometidas a continuas privaciones, buscaron
refugio para sí y sus familiares. Los soldados se alojaron en tiendas
improvisadas en un pinar que domina la Punta Cappelletta, mientras las mujeres
y los niños se establecieron en Villa Punta, sita en el lado opuesto y
temporalmente deshabitada.
Los recién
llegados, asistidos por varios paisanos de neta tendencia croata, tomaron el
gobierno de la isla. Sin embargo, transcurridos pocos días, la isla, sin ningún
esfuerzo, fue ocupada por otro grupo de soldados que, aunque serbios, eran
partidarios de Tito, el actual dictador de Yugoslavia. Naturalmente, entre
ambos grupos, no obstante ser hermanos de raza y lengua, reinaba profundo odio.
"Sin
resistencia alguna arrestaron a los 80 soldados, encerrándolos en la prisión
local y en casas particulares deshabitadas, ignorando la suerte que les
tocaría. Los mismos paisanos se acomodaron pronto al nuevo régimen y algunos
confraternizaron con los recién llegados, adquiriendo mucha importancia.
Desgraciadamente, se encontró uno que tomó parte en el horrendo hecho de sangre
que paso a describir.
"Efectivamente,
dos días después de la ocupación de la isla por los adictos de Tito, fue echada
la suerte de los leales al Rey: había que eliminarlos. Desafortunadamente, el
odio fraterno no podía aplacarse solamente con la sentencia a muerte, hacía
falta algo más y ese algo acabó en una masacre colectiva.
"En plena noche de uno de los últimos días de septiembre, los detenidos fueron embarcados en un barco pesquero local a motor que, term