Studia Croatica: La Tragedia de Bleiburg

 

La Tragedia de Bleiburg

Studia Croatica – Edición Especial

Buenos Aires 1963

Documentos sobre las matanzas en masa de los croatas en Yugoeslavia en 1945

 

PREFACIO.. 2

INTRODUCCION.. 2

PRIMERA PARTE: ANÁLISIS. 6

CAPITULO I. LOS CRIMENES QUE NO TUVIERON SU NURENBERG.. 6

CAPÍTULO II: TRAGEDIA DE BLEIBURG O SUPERKATYN CROATA.. 11

CAPÍTULO III: LOS ASPECTOS POLÍTICOS Y MORALES DEL "KATYNISMO" YUGOESLAVO   15

CAPÍTULO IV: ¿QUIENES ACTUARON COMO PATRIOTAS Y QUIENES COMO TRAIDORES QUISLINGS?. 22

CAPÍTULO V: PÉRDIDAS HUMANAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL   35

CAPÍTULO VI: REPATRIACIONES FORZADAS - PROBLEMA DE LA MORAL INTERNACIONAL   44

CAPÍTULO VII: HECATOMBE EN CROACIA - CONDICIÓN DE LA EXPANSIÓN SOVIÉTICA   54

SEGUNDA PARTE: DESCRIPCION DE LOS HECHOS DELICTIVOS. 64

CAPÍTULO I. ANTECEDENTES HISTORICOS. 64

CAPÍTULO II: EN EL TORBELLINO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.. 74

CAPÍTULO III: INVASIÓN DE CROACIA, EXODO, RENDICIÓN EN BLEIBURG Y REPATRIACIÓN FORZADA.. 92

CAPÍTULO IV: MATANZAS COLECTIVAS DE LOS PRISIONEROS Y CIVILES AL TERMINAR LA GUERRA.. 102

CAPÍTULO V: "LAS MARCHAS DE LA MUERTE". 113

CAPÍTULO VI: MÉTODOS DEL TERROR COLECTIVO.. 119

CAPÍTULO VII: OTRAS LESIONES DEL DERECHO DE GUERRA Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD.. 124

CAPÍTULO VIII: TORTURA Y MASACRE DE MUJERES Y NIÑOS. 129

TERCERA PARTE: SUPLEMENTOS. 135

SUPLEMENTO I: LA TRAGEDIA DEL PUEBLO ESLOVENO.. 135

SUPLEMENTO II: EXTERMINIO Y EXPULSIÓN DE LA MINORÍA ÉTNICA ALEMANA DE YUGOSLAVIA.. 146

CUARTA PARTE - DOCUMENTOS. 152

1. ANTECEDENTES DE LA TRAGEDIA DE BLEIBURG.. 152

2. EPISCOPADO CATÓLICO SOBRE EL DERECHO DE CROACIA A LA INDEPENDENCIA NACIONAL.. 167

3. ADHESIÓN DE CROACIA A LAS CONVENCIONES DE GINEBRA AL TRATAMIENTO DE LOS PRISIONEROS Y HERIDOS DE GUERRA.. 170

4. DOCUMENTOS SOBRE RENDICION EN BLEIBURG.. 172

5. MASACRES Y TUMBAS COLECTIVAS EN DISTINTOS LUGARES DE ESLOVENIA   198

6. MATANZAS COLECTIVAS DE LOS NACIONALISTAS MONTENEGRINOS. 209

7. "LAS MARCHAS DE MUERTE". 212

8. MATANZAS EN DISTINTOS LUGARES DE CROACIA.. 254

9. PROTESTAS DE LOS OBISPOS CATÓLICOS. 260

RESUMEN.. 269

 

Studia Croatica: La Tragedia de Bleiburg

PREFACIO

Por el DR. EDUARDO AUGUSTO GARCIA

Ex Presidente del Consejo de la Organización de los Estados Americanos

Quien lea las páginas que siguen, podrá tener una pálida imagen de la trágica realidad vivida por los croatas al avanzar las fuerzas comunistas del régimen soviético sobre su noble nación, no obstante la contribución que hicieron para alcanzar su libertad a pesar de las potencias del Eje durante la última contienda mundial.

Las narraciones hechas por testigos presenciales de las horrendas masacres llevadas a cabo por las fuerzas militares comunistas, constituyen el testimonio vivo e irrefutable de la barbarie empleada para exterminar a un pueblo noble y valiente que había luchado denodadamente por la causa de la libertad en que se hallaban empeñadas las naciones aliadas.

Vale la pena leer con detención los relatos de esos testigos porque ellos demuestran con fidelidad los procedimientos propios de seres realmente inferiores en la escala humana que caracteriza a los individuos que componen las hordas del comunismo.

Y vale la pena leer esos relatos aquí, en Argentina y en América, al amparo de leyes e instituciones que protegen la libertad y la dignidad de las personas, sin discriminaciones raciales, ideológicas o religiosas, para que se advierta la diferencia que existe entre el régimen comunista y el democrático, entre la esclavitud y la libertad, entre la humillación y la dignidad, entre lo que tenemos y lo que se nos quiere imponer desde Moscú o Pekín.

Los pueblos que tienen la dicha de pertenecer a la civilización occidental y que durante largas centurias han llevado a cabo una tremenda lucha para ir conquistando palmo a palmo los principios que aseguran la vida, el honor y la fortuna de los seres humanos, se sienten estremecidos de espanto y de indignación cuando advierten el avance sistemático e inescrupuloso de los agentes del comunismo, sin que se adopten las medidas más elementales destinadas a mantener su libertad y su seguridad.

El ser humano quiere ser libre, quiere mantenerse libre, quiere practicar la libertad, quiere gozar de ella y quiere que los demás seres disfruten de ella en la justa medida que corresponde, para que cada uno pueda realizar su propio destino. Abomina de la esclavitud como abomina de la humillación. Se levanta contra los opresores como contra los explotadores. Y algún día triunfa, como triunfa siempre la Justicia.

Buenos Aires

 

INTRODUCCION

En los países latinoamericanos -particularmente en la Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Brasil, Uruguay y Bolivia- viven más de 200.000 croatas y sus descendientes directos. Según los datos de las antiguas crónicas, los primeros croatas que pisaron suelo americano serían unos cuantos marineros de Dalmacia que habrían participado en el primer viaje de Cristóbal Colón. Se sabe con certeza que los primeros inmigrantes croatas llegaron a la América Latina en el Siglo XVI. A mediados del siglo XVIII, el jesuita croata Fernando Konschak, gran misionero, explorador y colonizador, hizo el primer mapa científico de la Baja California, probando su carácter peninsular. Pero la principal corriente inmigratoria de Croacia data de fines del siglo pasado y comienzos del actual.

Los croatas llegaban de un país lejano, que desde hace siglos viene defendiendo los valores de la cultura occidental cristiana en su amenazada frontera oriental, y "se han consustanciado -según el escritor chileno González Vera- con los demás habitantes sin dificultad, tanto que ya sobresalen, no sólo en la ovejería, la agricultura, el comercio y la industria, sino en el afán científico, en las profesiones liberales y en la creación artística. Los hay autores, obispos, políticos, periodistas, literatos, músicos, escultores y poetas. Trabajan en todo y en cada rincón del continente y han dado a nuestros rostros más blancura, mejillas sonrosadas y, a menudo, estatura aventajada".

Después de la última guerra mundial que terminó con la invasión comunista de Croacia, decenas de miles de croatas, víctimas de la tiranía comunista, encontraron posibilidades para una vida libre y digna en sus nuevas patrias del continente latinoamericano. Entre esos exilados los hay empresarios, profesionales e intelectuales, impulsados por el deseo natural de hacer conocer la problemática de Croacia cautiva a los pueblos de habla hispana, especialmente en estos momentos de lucha sin cuartel del mundo libre contra el comunismo, su adversario común. En ese sentido orienta sus actividades el Instituto Croata Latinoamericano de Cultura de Buenos Aires, a través de Studia Croatica, revista de estudios políticos y culturales que patrocina, fundada en 1960, y en la que colaboran destacados escritores y publicistas tanto croatas como americanos y europeos.

Afanosos de que los pueblos latinoamericanos conozcan cabalmente el carácter liberticida del comunismo internacional, los editores y colaboradores de Studia Croatica estimaron, desde el principio, que era su deber esclarecer a fondo y en forma documentada uno de los trágicos capítulos de la historia contemporánea croata, muy poco conocido en el exterior: las masacres en masa perpetradas por los comunistas yugoeslavos a fines de la pasada guerra e inmediatamente después, comparables con los crímenes más horrendos contra la humanidad de todos los tiempos. Sin embargo, el material documental reunido es tan abundante e importante que hemos decidido dedicarle un tomo íntegro, con mayor cantidad de páginas, pues les será utilísimo especialmente a quienes se ocupan del comunismo.

Esas matanzas colectivas suelen denominarse la Tragedia de Bleiburg del pueblo croata, según la ciudad austríaca homónima, junto a la frontera eslovena. A mediados de mayo de 1945, una semana después de terminar la guerra, las tropas inglesas impidieron allí pasar a Austria a más de 120.000 soldados croatas que querían rendirse a los Aliados occidentales. Fueron obligados a entregarse al ejército yugoeslavo controlado por los comunistas, que prometieron tratarlos conforme a las convenciones internacionales sobre prisioneros de guerra. Por el contrario, la mayor parte del ejército croata fue masacrada o liquidada de diferentes modos. Igual número de la población civil, que escapó ante el avance comunista, fue también repatriada compulsivamente. Gran parte fue masacrada y liquidada sin consideración de edad o sexo, principalmente sin sumario ni juicio previo. Trátase, pues, de una violación flagrante de los derechos y las costumbres de guerra, de los principios del derecho penal de las naciones civilizadas y, por ende, de crímenes de guerra en gran escala. Como esas masacres acusan también características del genocidio, trátase, en rigor, de abominables crímenes contra la humanidad.

Los croatas constituyen la víctima principal de esas matanzas, pues Croacia, restablecida durante la guerra como Estado nacional e independiente, disponía de un ejército de más de 200.000 soldados, imbuido de alto espíritu combativo, que se oponía denodadamente a la rebelión comunista, apoyada por el Ejército Rojo. Los croatas no se oponían sólo a la tiranía comunista sino también a la liquidación de su Estado nacional y a la incorporación de Croacia a la Yugoslavia comunista, Estado típicamente multinacional, copia fiel en miniatura de la Unión Soviética. A la vez los croatas eran conscientes de combatir en defensa del Occidente conteniendo la expansión del nuevo imperio soviético de sus satélites europeos hasta Trieste y las costas croatas del Adriático, es decir, hasta el sector central del Mediterráneo clásico.

Asimismo, en 1945 los comunistas yugoeslavos masacraron a 12.000 combatientes anticomunistas eslovenos, varios millares de chetniks serbios y nacionalistas montenegrinos. El número de víctimas de las minorías nacionales -alemana, húngara, italiana y albanesa- era, relativamente, mucho más alto. En opinión de los comunistas, todos ellos eran, igual que los croatas, traidores por ser adversarios tanto de la dominación comunista como de la restauración de Yugoslavia desintegrada en 1941. Según datos comprobados, fueron masacrados o liquidados en los campos de exterminio más de 60.000 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia.

Estas matanzas en masa de los adversarios de los comunistas no configuran un caso aislado - según lo verificó en 1952 una Comisión especial del Congreso norteamericano para la investigación de la masacre de los oficiales polacos en el bosque de Katyn- sino que son parte de "un prefijado y diabólico plan totalitario para la conquista del mundo", de modo que se puede hablar del katynismo como de una liquidación sistemática no sólo de todos los elementos anticomunistas combativos sino "de los que un día podrían oponerse a los planes soviéticos de comunización de los países respectivos". Por eso, dicha Comisión propuso que se constituyera, en las Naciones Unidas, un Tribunal Internacional con el propósito de investigar y castigar todos los casos de katynismo como un complemento lógico del Tribunal Internacional de Nuremberg. Esta iniciativa, a causa de la lamentable situación internacional imperante, no prosperó, como tampoco la iniciativa formulada en el Congreso de Washington para que una comisión especial determinara la responsabilidad por la extradición en masa de los patriotas procedentes de la Europa Centro-oriental, efectuada por funcionarios militares y civiles aliados, a los gobiernos comunistas que ordenaron la masacre colectiva de los repatriados. Eso constituye también flagrante violación, y en gran escala, del derecho al asilo político, tan arraigado en las repúblicas americanas.

Aunque los culpables de katynismo no hayan sido enjuiciados por un tribunal internacional, es menester examinar sus crímenes para que sean condenados y repudiados por la conciencia del mundo libre y para que los que sufren detrás de la cortina de hierro sepan que cuentan con las simpatías de todos los amantes de la libertad y la justicia. Es preciso dilucidarlos también para que los pueblos donde los comunistas se presentan con disfraz de libertadores conozcan su carácter liberticida y sus métodos y tácticas para el sojuzgamiento de pueblos enteros. Establecer los hechos e indagar las causas de cada caso de katynismo resulta necesario para la debida orientación de la opinión pública y de los estadistas responsables para que no incurran en los mismos errores que favorecieron la expansión comunista.

En el caso concreto del katynismo en Croacia cabe advertir que éste y otros países y minorías étnicas, incorporados por fuerza a Yugoslavia, cayeron bajo la dominación comunista debido a que los artífices de la paz, terminada la Primera Guerra Mundial, infringiendo el principio de autodeterminación nacional, forzaron la creación de tamaño conglomerado multinacional, donde una nación -Serbia, el cuarto del territorio y de la población del nuevo Estado- ejercía la hegemonía y la explotación económica bajo un sistema de rígida dictadura. De ese modo se dieron condiciones ideales para que los comunistas aprovecharan el descontento de los pueblos oprimidos y de los conflictos nacionalistas originados. El teórico y ejecutor principal de esa táctica fue José Stalin. Los comunistas explotaron al máximo ese descontento y esos conflictos durante la guerra pasada, lo que denominaron "la lucha por la liberación nacional", muchas veces elogiada erróneamente en los países democráticos. En Yugoslavia continúa la opresión nacional aún después del diferendo entre Moscú y Belgrado, aunque se hable de independencia, por cierto muy discutible, de la Yugoslavia comunista con respecto a la Unión Soviética y de un supuesto nuevo tipo "de comunismo nacional". Si ello es así en parte, entonces se trata del mismo tipo del nacionalismo comunista de Rusia que Stalin, heredero de la autocracia zarista, practicó respecto de los pueblos no rusos incluidos en la Unión Soviética. Tito es también heredero de la dictadura monárquica serbia. En el país del llamado comunismo nacional yugoeslavo no se dan las libertades y los derechos individuales, civiles y religiosos, ni tampoco las libertades nacionales para los pueblos y minorías oprimidos.

Entregando al público hispanoamericano este volumen que se refiere al katynismo yugoeslavo en forma documentada y con un concienzudo análisis histórico, político, jurídico y moral, queremos simultáneamente honrar la memoria de los caídos en defensa de Croacia y del mundo occidental, y retribuir a los países latinoamericanos que acogieron fraternalmente a croatas que, por ventura, escaparon a las masacres de los comunistas yugoeslavos. Lo hacemos en momentos en que los gobernantes comunistas yugoeslavos, tras haber agotado las posibilidades del turismo político en los países africanos y asiáticos, en función de caballo de Troya soviético y de sembradores de cizaña neutralista, se hacen presentes en varias repúblicas latinoamericanas, exhibiéndose insolentemente como libertadores de pueblos que de hecho esclavizan a fuerza de tantos y tan horrendos crímenes, de modo que su lugar debería estar, no en las solemnes recepciones en los países democráticos, sino sólo en el banquillo de acusados de un tribunal internacional para los crímenes contra la humanidad.

Hubo que superar muchas dificultades para poder publicar un trabajo documentado acerca del katynismo yugoeslavo. Lamentablemente, los gobiernos democráticos y las instituciones internacionales del mundo libre no se interesaron lo suficiente en los crímenes de los gobernantes comunistas yugoeslavos, ya que a partir de 1948 trataron de ahondar las lisuras producidas en el bloque monolítico soviético y por eso trataron amistosamente a los gobernantes comunistas yugoeslavos. Los exilados croatas y los testigos oculares de esos crímenes vivían en condiciones harto difíciles, expuestos en los primeros años al peligro de ser repatriados, lo que actualmente se hace a veces con los nuevos refugiados en Italia y Austria so pretexto de ser asilados por motivos económicos y no políticos. Los inmigrantes croatas, hasta tanto no obtengan la carta de ciudadanía del país donde están radicados, no gozan de protección diplomática alguna del gobierno que rige actualmente en Croacia. Más bien, las representaciones diplomáticas yugoeslavas organizan contra ellos campañas difamatorias, raptos y atentados (a raíz del atentado cometido contra el Hogar Croata en Buenos Aires en 1960 murió una niñita de tres años y resultaron heridos varios menores, algunos de gravedad), amén de presiones y extorsiones contra quienes osan señalar sus atropellos y crímenes, amenazándoles con represalias contra sus familiares en la Croacia cautiva.

Pese a todos esos obstáculos, las Comisiones de Investigación de la Tragedia de Bleiburg, constituidas en Roma, Cleveland y Buenos Aires -gracias al patriotismo y el valor de tantos exilados- reunieron más de 200 testimonios y declaraciones de testigos oculares, algunos de los ex guerrilleros y policías de Tito que participaron en dichas masacres.

Huelga destacar el valor de quienes permitieron que sus testimonios se publicaran con su nombre y apellido. Tratamos de incluir en la sección Documentos gran parte de esos testimonios, si bien todos los testigos están dispuestos a reafirmar su declaración ante cualquier comisión instancia o tribunal internacional.

Nos resulta sumamente grato expresar nuestro agradecimiento a los miembros de las Comisiones de Investigación de la Tragedia de Bleiburg con sede en Cleveland y en Roma. Damos sentidas gracias asimismo a los que aportaron su colaboración describiendo las masacres de los eslovenos y los alemanes.

Expresamos reconocimiento especial al autor del Prefacio el Dr. Augusto Eduardo García, eminente jurista, internacionalista y diplomático argentino, autor de valiosas obras de su especialidad, ex embajador de la República Argentina en la Organización de los Estados Americanos (O.E.A.) y ex Presidente del Consejo del mismo organismo, actualmente presidente del Movimiento Argentino Contra el Comunismo (M.A.C.E.C.) y del Instituto Argentino de Defensa Jurídica del Occidente.

Con orgullo destacamos que éste es el primer trabajo completo, con las explicaciones indispensables y abundantes documentos, sobre el katynismo yugoeslavo. Desde luego que esta edición castellana será seguida por otras en otros idiomas, enriquecidas por mayor número de documentos que llegan incesantemente.

Apelamos a todos los que propugnan esfuerzos solidarios en defensa de las libertades individuales, civiles, nacionales y religiosas, amenazadas por el comunismo -que logró someter a un país americano y hace sentir su presencia en otros países de nuestro continente- para que acojan con comprensión esta edición, excusen deficiencias inevitables y le den la mayor publicidad posible.

Por último, séanos permitido abrigar la esperanza de que no faltarán personas e instituciones que, impulsadas por el amor a la libertad y justicia, tratarán, en base a los datos consignados en este tomo, de que un organismo internacional de defensa de los derechos humanos investigue los crímenes de los comunistas yugoeslavos que violaron las convenciones internacionales sobre el tratamiento de los prisioneros y heridos de guerra, transgredieron los principios del derecho penal, mereciendo el repudio y el desprecio por parte del mundo libre y especialmente de los países a los que se ofrecen como mentores y se presentan como libertadores de los pueblos que esclavizaron y contra quienes perpetraron terribles crímenes.

Buenos Aires, 1963.

INSTITUTO CROATA LATINOAMERICANO DE CULTURA

 

PRIMERA PARTE: ANÁLISIS

CAPITULO I. LOS CRIMENES QUE NO TUVIERON SU NURENBERG

Auge soviético, secuela de la política de poder de las potencias occidentales

Según las enunciaciones solemnes de los Aliados occidentales, éstos no entraron primordialmente en la Segunda Guerra Mundial para imposibilitar el predominio de las potencias del Eje en el continente europeo y consiguiente alteración del equilibrio de las fuerzas entre las grandes potencias, sino que su principal propósito era la cruzada de las democracias contra el totalitarismo y el amparo de la independencia y la integridad territorial de la Polonia y de las naciones pequeñas en la Europa Centro-Oriental, amenazadas por la agresión de los países totalitarios. No tan sólo por la Alemania nacional socialista, sino también por la Unión Soviética, que en vísperas de la guerra, el 23/8/1939, suscribió con el Tercer Reich el pacto de no agresión y un pacto secreto relativo al restablecimiento de las fronteras entre los imperios germano y ruso, anteriores al tratado de la paz de Brest-Litovsk. Recién entonces Hitler se decidió a agredir a Polonia, doblegada muy pronto ante las fuerzas superiores de dos potencias totalitarias, resultando repartida por cuarta vez en su tormentosa historia, una vez más víctima de los mismos apetitos imperialistas.

Pero Stalin y Hitler, herederos de los Romanov y los Hohenzollern, no pudieron ponerse de acuerdo en la repartición de la esfera de intereses en el sudeste europeo. Por eso, en 1941, igual que 27 años antes, estalló la guerra ruso-alemana, casi por idénticas razones.

Por su parte, Gran Bretaña y Francia, al no tomar medidas adecuadas contra la Unión Soviética -que invadió Polonia, anexó la mitad de su territorio, una parte de Rumania, liquidó las repúblicas bálticas, reincorporándolas a Rusia, agredió a Finlandia so pretexto de amenazar al coloso soviético- estuvieron ya en 1939 en vías de desdecir sus solemnes enunciaciones acerca de la lucha por la democracia contra los totalitarismos de toda laya, sobre la defensa de la independencia y las fronteras de los países que cayeron víctimas tanto de la agresión germana como de la soviética.

Al aceptar Gran Bretaña, y más tarde Estados Unidos, a la Unión Soviética no sólo como aliada circunstancial en la guerra contra sus contrincantes sino también como socio en la futura organización de la paz, reconocieron, primero tácita y luego expresamente -cuando temían un nuevo acuerdo entre Moscú y Berlín-, las conquistas soviéticas en la Europa Oriental, realizadas en base al pacto Ribbentrop-Molotov de 1939. Respecto a la división de la esfera de intereses, los Aliados occidentales, las potencias sin intereses directos en el continente europeo, fueron en sus concesiones a los rusos mucho más lejos que el Tercer Reich, potencia netamente continental. Teniendo en cuenta más el poder nacional que el bien común internacional, F. D. Roosevelt y W. Churchill no estuvieron en condiciones de frenar a Stalin cuando se trató de organizar el mundo de postguerra. Aferrados a concepciones perimidas sobre la división de las zonas de intereses entre los cuatro Grandes (EE.UU., la Unión Soviética, Gran Bretaña y China, entonces nacionalista) en una época en que se cumplían las previsiones de Alexis de Tocqueville sobre la polarización del poder mundial en dos centros, Rusia y EE.UU., Roosevelt y Churchill estuvieron a punto de reconocer la supremacía soviética en Europa, que sigue siendo, pese a todo, el insustituible foco de nuestra cultura occidental e importantísimo baluarte del mundo libre, cuyo sometimiento al comunismo llevaría a la subyugación del mundo entero.

Ocurrió, pues, que Stalin pudo aprovechar las guerras fratricidas de los pueblos occidentales, aspecto éste muy grave de la crisis social contemporánea de nuestra comunidad de Occidente, desgarrada por conflictos nacionales y de clase. Tras la victoria aliada, que debió ser el triunfo de la democracia y de los derechos de los pueblos pequeños, el Occidente estupefacto contempló el crecimiento de la Unión Soviética, cuna del totalitarismo moderno, que incorporó en el imperio europeo de sus satélites precisamente a los países por cuya defensa e independencia se declaró la guerra. Además, todo el mundo se sintió agobiado por la pesadilla de una guerra termonuclear con que Moscú venía extorsionando al mundo libre para conseguir el reconocimiento del statu quo, quiere decir de su dominación sobre tantas naciones, como un hecho definitivo e irrevocable, sin renunciar a nuevas conquistas por vía revolucionaria.

 

Ominoso silencio sobre métodos y fines del comunismo mundial

 

Terminada la guerra, no se produjo una reacción adecuada de la opinión pública libre. Reinaba gran confusión, creada durante la guerra, por haberse ocultado deliberadamente los verdaderos objetivos del comunismo. Mientras se creaba el imperio europeo de los satélites soviéticos, tan generalizada era la confusión que quienes señalaban el peligro y el carácter liberticida del imperialismo soviético fueron sospechados y calumniados como apologistas del derrotado nazismo.

Los comunistas llegaron a eliminar aun en los países europeos libres a sus adversarios de clara orientación democrática, tachándolos de colaboracionistas, por definición traidores de la patria y de la libertad. Con igual rótulo cubrían también a los adversarios del comunismo en los países esclavizados por los soviéticos, que en la mayoría de los casos antes de la guerra carecían de la libertad nacional y política y por consiguiente mal podían traicionarlos. Los comunistas abusaron de la terminología valedera para los países libres para imponer a la opinión pública sus criterios, esencialmente liberticidas. Convenía a los comunistas provocar toda clase de confusiones y equívocos, para pescar en aguas turbias. Aprovecharon no sólo tensiones sociales y prejuicios nacionales, exagerándolos hasta el odio destructor, sino que abusaron de las cualidades más nobles del hombre occidental: su capacidad de indignación espontánea ante las violaciones de los valores fundamentales de nuestra cultura -la libertad, los derechos y la dignidad humana- y su tenacidad en la búsqueda de la verdad, considerada como valor en sí, prescindente de los intereses políticos.

Ese repudio y esa indignación espontánea ante ciertas violaciones de las normas fundamentales de la sociedad occidental, verificadas en forma flagrante durante la guerra, los comunistas lo circunscribieron hábilmente a los abusos, excesos y crímenes del "nacionalismo zoológico" en los países europeos, hasta entonces vanguardia del progreso moderno. Los campos de exterminio, cámaras letales y otros crímenes contra la humanidad, que habrían de sancionarse, por primera vez en la historia ante un tribunal internacional en tal grado cautivaron la atención del mundo occidental -que hasta entonces creía en la capacidad ínsita de la ciencia moderna de abolir las fuerzas de la barbarie-que sus posibilidades de indignarse y asombrarse fueron agotadas. Aturdido y desalentado, el hombre occidental ya no tuvo tiempo, voluntad ni nervios para ocuparse de crímenes semejantes, cuidadosamente silenciados, de sus ex aliados comunistas. Tanto menos cuanto que éstos y sus compañeros de ruta se empeñaron en interpretar los crímenes comunistas, al filtrar alguna noticia en el mundo libre, como medidas represivas necesarias para proteger la democracia, o como castigo merecido por actividades de colaboración y traición. Esa interpretación era posible desde que se aceptó la tesis comunista de que el sometimiento de una docena de países en Europa Centro-Oriental significaba su liberación, oponiéndose únicamente a esa nueva esclavitud "los resabios del nazismo y el fascismo", puestos por eso fuera de la ley.

Pasó mucho tiempo antes de que en Occidente se alzaran voces autorizadas sobre el peligro del comunismo e imperialismo ruso, antes de que P. H. Spaak exclamara que la quintacolumna del totalitarismo soviético es tan peligrosa que, a título de comparación, la quintacolumna nazi era una especie de boy scouts. Se produjo cierto vuelco cuando Sir Winston Churchill, a la sazón jefe de la oposición, caracterizó a los partidos comunistas en su memorable discurso de Fulton, como milicias soviéticas para la conquista del mundo, empleando por primera vez el término "la cortina de hierro". Sin embargo, el impacto de la propaganda de guerra favorable al aliado soviético era todavía tan fuerte que la administración del Presidente Truman, presente durante la vibrante denuncia del imperialismo soviético, consideró oportuno aclarar en un comunicado que el Presidente no había estado enterado con anticipación del contenido del discurso de Churchill, uno de los principales artífices de la victoria aliada. Más tarde Truman se hará acreedor de la gratitud europea y de todo el mundo libre con su política de contención de la expansión bolchevique, con el plan Marshall, la salvación de Berlín y de Corea del Sur.

Todavía hoy, 18 años después de la guerra, los comunistas logran, gracias a la actitud equivocada de los Aliados occidentales al finalizar la guerra, exhibirse ante el "tercer mundo", incluso ante los países latinoamericanos de cultura occidental y cristiana, como campeones de la lucha "de liberación nacional" contra el imperialismo y el colonialismo, por cierto, únicamente de los países occidentales. Por las mismas razones el mundo libre todavía ignora la entera verdad sobre las circunstancias y los métodos de la conquista y consolidación del poder de los quislings comunistas en el nuevo imperio soviético europeo de los satélites. Hasta coinciden las potencias democráticas y los comunistas en muchas apreciaciones referentes al trágico proceso político-social que desembocó en la opresión de la Europa Centro-Oriental. Por eso tanta reserva y circunspección cuando se discute sobre el sometimiento de tantos pueblos y de la necesidad de liberarlos del yugo comunista. Mientras en los EE.UU. se celebra la "Semana de las Naciones Cautivas", con participación oficial, se distingue entre las Naciones Cautivas en los países satélites y Ucrania y otras naciones sometidas dentro de la Unión Soviética. Los pueblos subyugados en Yugoslavia no pueden figurar en la nómina de las Naciones Cautivas. Tal proceder es debido en parte al desconocimiento de las circunstancias imperantes, en parte a los prejuicios favorables a todos los movimientos revolucionarios izquierdistas, y en parte a la necesidad de aplacar su propia conciencia por la complicidad en el sometimiento de los pueblos de Europa Centro-Oriental. Por eso se repite tanto que las relaciones sociales y políticas fueron en esa zona tan malsanas y los regímenes no democráticos tan desacreditados, que no era posible el retorno al statu quo ante (estamos de acuerdo, con la reserva de que semejante situación fue sostenida por las democracias occidentales, a veces contra las aspiraciones auténticas de los pueblos respectivos) y que, en cierto modo, la victoria comunista era ineludible, introduciendo los comunistas ciertas reformas de permanente valor a las que se oponían los gobiernos reaccionarios de esos países.

Todas esas concesiones al ex aliado comunista en detrimento de las pequeñas naciones europeas -sumadas a la subestimación de su aspiración libertadora y de su capacidad de alcanzar por vía evolutiva o revolucionaria, si fuera necesario, a los países más adelantados del Occidente sin tener que soportar el yugo soviético-, implican grave peligro para el mundo libre, que ya siente sus siniestras consecuencias. Una de ellas es la creciente penetración comunista en los países en vía de desarrollo. Si los comunistas son artífices bienvenidos, y hasta inevitables, de las reformas sociales y del desarrollo económico de la Europa Oriental, entonces por supuesto, resultan imprescindibles también en los países africanos y asiáticos. Si Yugoslavia, un país comunista, recibe ingente ayuda por valor de más de 4.000 millones de dólares porque ello convendría a los intereses estadounidenses, ¿cómo rebatir las malintencionadas afirmaciones de Castro de que Washington no se guía por principios sino por intereses y que se opone a la revolución cubana meramente por intereses egoístas y apetitos voraces del capital yanqui?

 

"El katynismo", un plan totalitario para conquista del mundo

 

Ya es tiempo de presentar un cuadro completo y verídico de los métodos de subyugación de tantos pueblos, impedidos de denunciar los crímenes comunistas. Eso no interesa sólo a los pueblos cautivos, sino al mundo libre entero, particularmente a los pueblos en pleno desarrollo ante los cuales los comunistas se presentan como únicos amigos o se ofrecen como libertadores.

Es menester en esa materia abstenerse de recriminaciones muy frecuentes de los exilados contra los países libres favorecidos por la suerte. Omisiones, errores, yerros y crímenes cometieron todos. Más que las potencias occidentales, que indirectamente favorecieron la expansión soviética, los gobiernos y camarillas políticas de los países esclavizados son responsables del desafortunado proceso del sojuzgamiento de tantas naciones. Mientras se alteraba, entre las dos guerras mundiales, la relación de fuerzas en Europa y las potencias democráticas rectoras tuvieron que contender con las potencias del Eje por la amistad de Moscú, las pequeñas naciones de Europa Centro-Oriental, a pesar de encontrarse apretadas entre los colosos ruso y germano, se comportaron como si nada hubiese ocurrido, imitando a las grandes potencias que se destruían recíprocamente. Ni introdujeron las reformas necesarias ni procuraron acercarse una a otra, visto el peligro de la expansión del Tercer Reich y de la Unión Soviética. Seguían la pauta de la política perimida, convencidas de que las potencias democráticas podían y querían defenderlas hasta el final. Y cuando, ya víctimas de los apetitos imperialistas de Berlín y Moscú, ansiaban únicamente el retorno al statu quo ante, una vez alcanzada la victoria aliada.

Sin embargo, en el esclarecimiento del carácter liberticida del comunismo, no pueden ser omitidos los refugiados en el mundo libre. Ellos, relatando las experiencias de los países esclavizados, cumplen su sagrado deber con las víctimas del comunismo y con las naciones donde encontraron las posibilidades de una vida nueva y digna.

Los croatas pueden suministrar datos sobre un aspecto, acaso el más horrendo del sojuzgamiento comunista. Trátase de las matanzas sistemáticas de todos los elementos activos y combativos que ofrecieron resistencia al expansionismo soviético, considerados por los comunistas como obstáculo a la realización de sus planes. Trátase del fenómeno que en la literatura política se denomina el katynismo, según el bosque de Katyn donde se realizó la matanza en masa más renombrada y característica del programa de expansión soviética. Allí fueron asesinados varios miles de oficiales polacos y sus tumbas colectivas fueron halladas en 1943 cerca de Smolensk, en Rusia[1].

Esa masacre de la élite militar e intelectual polaca ocultada cuidadosamente por Moscú, fue perpetrada en 1940 por la policía política soviética. Cuando en 1943 fueron halladas las tumbas colectivas en el bosque de Katyn, Stalin trató de incriminar al ejército alemán. Por concurso de circunstancias políticas, obtuvo cierto éxito de modo que, en el proceso de Nuremberg, los delegados soviéticos -quienes en lugar de sentarse ellos también en el banquillo de acusados por los crímenes contra la humanidad, se erigieron en fiscales y jueces- imputaron la masacre de Katyn a los dirigentes del Tercer Reich. Pero el tribunal internacional rechazó la denuncia soviética por no haber sido comprobada debidamente.

Aunque por razones de conveniencia no era posible juzgar, en aquel entonces a los responsables de la masacre de Katyn, por lo menos años después ese crimen fue investigado y condenado al menos moralmente. Por resolución unánime de la Cámara de Representantes de Washington se constituyó el 18 de setiembre de 1951 una Comisión, que a fines de 1952 produjo un extenso informe, comprobando que:

"las pruebas... evidencian en forma decisiva e irrevocable que la N.K.V.D. soviética (policía política) había perpetrado la matanza de los oficiales polacos en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk en Rusia, antes de la primavera de 1940. La finalidad de dicha matanza -dícese en el informe- fue la eliminación de todos los líderes polacos, que un día podrían oponerse a los planes soviéticos de comunizar a Polonia[2].

Aquí nos interesan particularmente las constataciones del informe de que hubo otras matanzas como parte de un plan único para la conquista del mundo por los comunistas.

"La Comisión -expresa el informe- tomó declaraciones de testigos que evidencian la existencia de otros Katyn. Deseamos que, con los medios a nuestra disposición, la investigación de Katyn llegue a descubrir otros numerosos crímenes contra la humanidad, cometidos por los regímenes totalitarios. Esta Comisión opina que habría que formar un tribunal internacional para examinar las supermatanzas, dondequiera fuesen perpetradas. Las Naciones Unidas dejarán de cumplir con sus obligaciones hasta tanto no anuncien al mundo que el katynismo y diabólico para la conquista del mundo".

Se solicitó del Gobierno de Washington que pidiese a la ONU la constitución de un tribunal para los casos del katynismo. Sin embargo, por razones de procedimiento y las circunstancias imperantes en la ONU -donde los países africanos y asiáticos se muestran sensibles únicamente a los casos de dominación y violencia concernientes a las ex y actuales colonias europeas, sin interesarles el colonialismo o la dominación soviéticos- el problema de las masacres colectivas comunistas no fue debatido en el organismo internacional. Acaso, con el correr del tiempo, ese máximo cuerpo internacional se librará de la presión psicológica del bloque comunista y podrá debatir los crímenes comunistas contra la humanidad y su dominación y explotación colonial en tantos países.

Otros casos del katynismo, referidos en dicho informe, son las matanzas colectivas y deportaciones de los patriotas bálticos -de Lituania, Letonia y Estonia-, de los habitantes de la ex república alemana en Volga, de los cosacos de Crimea, integrantes del ejército de Vlasov, y otras, figurando entre ellas las matanzas en Corea. Casos típicos del katynismo son también las matanzas en masa perpetradas por los comunistas yugoeslavos contra los croatas y otros pueblos y minorías oprimidos de Yugoslavia.

 

CAPÍTULO II: TRAGEDIA DE BLEIBURG O SUPERKATYN CROATA

UNO DE LOS MAS ABOMINABLES CRIMENES DE GUERRA

Hechos: masacres de cientos de miles de croatas e integrantes de otros pueblos y minorías de Yugoslavia

A continuación citaremos datos rigurosamente verificados sobre las matanzas masivas perpetradas por los comunistas yugoeslavos a fines de la guerra pasada. La descripción detallada de las masacres se dará en segunda parte. Aquí señalaremos tan solo aquellos momentos que prueban que se trata de un caso típico de katynismo.

Las matanzas en cuestión no fueron perpetradas contra los adversarios comunistas en la lucha, mientras los combatían con armas, sino sobre soldados desarmados y la población civil sin distingo de sexo o edad. Solamente entre los croatas las víctimas ascienden a 200.000, y a 12.000 entre eslovenos. Las masacres fueron perpetradas también sobre otros pueblos y minorías nacionales de Yugoslavia, especialmente sobre la minoría étnica alemana. Dentro del plan soviético de provocar una enemistad perdurable entre los pueblos eslavos y sus vecinos occidentales, en Yugoslavia fue expulsada y exterminada casi en su totalidad la numerosa minoría alemana, que antes de la guerra contaba 500.000 miembros.

Con las matanzas sistemáticas se empezó ya en 1944, tras la instalación del gobierno en Belgrado por el Ejército Rojo y bajo el control comunista. Los comunistas, ya asistidos por los aliados occidentales, estaban en condiciones de tomar todo el poder. El único obstáculo era la promesa a los Aliados occidentales de que el pueblo, en comicios libres, debería decidir sobre el futuro régimen y gobierno. Así fue convenido también en la Conferencia de Yalta. Stalin convino con Churchill que la esfera de intereses en Yugoslavia sería repartida por mitades. Este interés de los aliados occidentales se debe a la posición estratégica del Adriático, dominado a la sazón por la flota y la aviación angloamericanas con bases en Italia, de donde apoyaban las operaciones del ejército comunista yugoeslavo en la conquista de Croacia. En momentos en que la escuadra británica liquidaba a cañonazos a la guerrilla griega, prevalecía la opinión de que los aliados no dejarían de exigir elecciones libres en Yugoslavia. Y, si fuera necesario, desembarcarían en las costas croatas del Adriático, donde la población los esperaba ansiosamente como a auténticos libertadores. Por otra parte, los comunistas conocían bien la capacidad de los croatas de oponerse a los abusos electorales, por ejemplo, bajo los gobiernos dictatoriales de la Yugoslavia monárquica. En las elecciones de 1935 y 1938, celebradas bajo fuerte presión, sin libertad de prensa, propaganda y reunión, con voto público, los croatas votaron unánimemente contra los candidatos de la dictadura.

Por esas razones, los comunistas yugoeslavos, a medida que invadían las regiones croatas a fines de 1944 y a principios de 1945, liquidaban sistemáticamente a los destacados dirigentes nacionales, en todos los niveles sociales, y especialmente a los partidarios de las democracias occidentales. Muchos se salvaron replegándose en Zagreb, capital de Croacia, bajo el amparo del ejército croata, que luchaba denodadamente contra la invasión comunista respaldada por un lado por el Ejército Rojo y, por el otro, por la aviación y la armada angloamericana de la vecina Italia.

A principios de mayo de 1945, el ejército croata evacuó Zagreb y se retiró a través de Eslovenia hacia la frontera de Austria, para rendirse a las tropas anglonorteamericanas. Al mismo tiempo se produjo un éxodo en masa de la población civil en busca del asilo político en la zona ocupada por las potencias democráticas.

Más adelante referiremos cómo las autoridades militares británicas en Austria se rehusaron a aceptar al ejército croata de cerca de 150.000 soldados como prisioneros, lo obligaron a deponer las armas y repatriaron a más de 100.000 fugitivos croatas. El 15 de mayo de 1945 se efectuó la entrega del grueso del ejército croata desarmado, a los comunistas cerca de la ciudad austríaca de Bleiburg. Idéntica suerte le cupo a los exilados eslovenos y a grupos menores de serbios y montenegrinos. Los comunistas yugoeslavos se apoderaron, de ese modo, de varios centenares de miles de sus adversarios, perpetrando después una matanza sistemática sobre los oficiales, suboficiales, soldados, dirigentes políticos fugitivos, intelectuales, campesinos, obreros, etc. Los que no fueron asesinados, pasaron su amargo vía crucis en las "marchas de muerte", en los campos de concentración y las cárceles.

Esas matanzas colectivas son denominadas por los croatas "La tragedia de Bleiburg del pueblo croata" o el "Superkatyn croata", pues la mayoría de los autores que se ocuparon de ese caso de katynismo, están contestes en que fueron masacrados 20 veces más croatas que polacos en Katyn y otros lugares en 1940 [3].

Análisis jurídico: violación flagrante de convenciones internacionales y principios del mundo civilizado. El crimen del genocidio

Las masacres en masa de croatas que los comunistas yugoeslavos perpetraron configuran, conforme a todas las definiciones conocidas, la comisión de crímenes de guerra[4].

Considerando que esas matanzas, sin sumario ni juicio previo y a menudo sin la identificación de las víctimas, comprendieron, además de los soldados desarmados, gran masa de población civil, se trata de flagrantes crímenes contra la humanidad. Las matanzas y torturas "con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso", "matanza de miembros del grupo" o "lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo"[5] configuran un delito de derecho internacional en el sentido de la convención posterior de las Naciones Unidas sobre el crimen de genocidio, a la que adhirió también la Yugoslavia comunista.

La masacre de los desarmados oficiales, suboficiales y soldados constituye una evidente violación de las Convenciones de Ginebra del 27 de julio de 1929 sobre el tratamiento de los soldados heridos y prisioneros de guerra. El gobierno comunista yugoeslavo, que invoca la continuidad legal de la Yugoslavia monárquica, tenía la obligación formal de observar esas Convenciones a las que adhirió Yugoslavia el 20 de mayo de 1931. El Estado Independiente de Croacia adhirió también a las citadas Convenciones el 29 de enero de 1943 y, sobre el particular, el Consejo Federal Suizo informó el 13 de marzo de 1943 a todos los Estados adheridos, significándoles que la adhesión de Croacia surtía efecto inmediato[6].

Además, los representantes militares, tanto ingleses como yugoeslavos, insistían, antes de que el ejército croata depusiese las armas y se rindiese en Bleiburg, que los prisioneros de guerra serían tratados de acuerdo a las convenciones internacionales, y los fugitivos repatriados de acuerdo a las normas humanas y obligaciones de los Estados miembros de las Naciones Unidas[7] de modo que serían objeto de castigos sólo los verdaderos criminales de guerra. La esperanza de que los anglonorteamericanos influirían para que así se procediera fue uno de los factores decisivos de que el ejército croata depusiera sus armas sin resistencia digna de mención.

Los principios generales de las convenciones internacionales sobre los prisioneros y heridos son suficientemente conocidos y por eso, a renglón seguido, transcribiremos tan sólo algunos párrafos:

"Está especialmente prohibido... matar o herir a un enemigo que, habiendo depuesto las armas, careciendo de medios de defensa, se entrega a discreción (Ap. de la Convención de La Haya, N° IV, de 1907). A los prisioneros de guerra debe siempre dárseles un trato humano y protegerlos especialmente contra actos de violencia, insultos y la curiosidad pública (Art. 2 de la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra). Los prisioneros de guerra tienen derecho a que se respete su persona y su honor... Los prisioneros retienen su plena capacidad civil (Id., art. 3). La potencia en cuyo poder se hallan prisioneros de guerra debe ocuparse de su sustento (Id., art. 4). Todas las pertenencias y los objetos de uso personal - menos armas, caballo, equipo e instrumentos militares- quedarán en posesión de prisioneros de guerra... (Id., art. 6). Las autoridades militares y judiciales de la potencia que tiene prisioneros podrán sancionarlos únicamente con las penas previstas para actos idénticos contra las personas militares de su ejército (Id., art. 46). Dicha convención contiene numerosas y detalladas disposiciones sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra, su atención médica, alimentación, necesidades intelectuales y morales, etc.

En la Convención de Ginebra sobre los heridos y enfermos se estipula que para ellos rigen las normas generales del derecho internacional, referentes a los prisioneros de guerra (art. 2) y, además, el bando beligerante en cuyo poder se hallan los tratará en forma humana y cuidadosa, sin hacer distingos de nacionalidad (Id., art. 1). Los demás artículos hablan in extenso de asistencia médica, organización sanitaria y cuidado de los heridos de guerra.

De la subsiguiente exposición de las masacres comunistas sobre los croatas y otros grupos nacionales de Yugoslavia, y de las declaraciones de los testigos oculares, publicadas en nuestra sección de documentos, resulta obvio que los comunistas yugoeslavos han violado en forma brutal e innegable las disposiciones del derecho internacional sobre los prisioneros y heridos de guerra.

La mayoría de los soldados prisioneros, y casi la totalidad de los oficiales y suboficiales, fueron asesinados sin sumario ni juicio previo, después de haber sido vejados, torturados y robados. Los que no fueron masacrados en el acto, tuvieron que caminar a través de Eslovenia y Croacia, expuestos a toda clase de suplicios, privaciones y trato degradante, a veces atados con alambre y formando las llamadas "marchas de muerte". La mayoría pereció en esas marchas extenuantes, mortificados y agotados, sin beber ni comer durante días, víctimas de los instintos bestiales y la furia de sus custodios. Los que se quedaban por agotamiento eran fusilados en el acto. A menudo fueron expuestos a malos tratos por parte de los comunistas civiles y de la población serbia, incitada por los comunistas contra los croatas. En los campos de concentración, el trato dispensado era degradante e infrahumano; parecían más bien campos de exterminio. En varios campamentos, además de los soldados desarmados, fue internada y torturada una gran masa de población civil. Allí sucumbieron también al hambre y enfermedades nutridos grupos de la minoría étnica alemana de Voivodina, actualmente provincia autónoma dentro de la República Socialista de Serbia.

También fueron masacrados, en la mayoría de los casos, los heridos de guerra junto con el personal asistencial. No sólo no se les dispensó la atención necesaria prescripta por la Convención de Ginebra, sino que fueron maltratados y castigados junto con quienes los cuidaban por motivos caritativos o patrióticos. Ocurrió que las monjas católicas fueron condenadas a muerte por haber atendido como enfermeras a los heridos de guerra.

En su desprecio por los principios básicos de la humanidad, los comunistas hasta nivelaron y araron los cementerios militares. Arrojaron a los prisioneros y fugitivos masacrados en pozos, ríos, fosos y zanjas antitanques. Hay centenares de millares de tumbas desconocidas. Esa crueldad infligida al adversario muerto configura una transgresión brutal de las normas internacionales, expresamente de la Convención de Ginebra sobre los heridos, que dice:

"Los bandos beligerantes... cuidarán de que antes del entierro y la quema, los cadáveres sean revisados cuidadosamente y, si es posible, por un médico con el fin de certificar la muerte, establecer la identidad e informar al respecto. Además, se ocupará de que sean dignamente sepultados, que sus tumbas sean respetadas y que se las pueda encontrar fácilmente" (art. 4). En la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra leemos: "Los bandos beligerantes se ocuparán de que los prisioneros de guerra, muertos en cautividad, sean dignamente sepultados y que sus tumbas estén provistas de los necesarios signos de identificación, respetadas y decorosamente cuidadas (art. 76).

 

La responsabilidad criminal de los gobernantes comunistas yugoeslavos

 

Todos esos crímenes no constituyen actos ilegales cometidos por soldados individuales que pueden ocurrir en cualquier ejército o donde haya grupos de hombres de diferentes sentimientos e intelecto, sino la violación sistemática de las leyes y costumbres de la Guerra y de los Códigos de las naciones civilizadas por los gobernantes[8].

La Convención de Ginebra, en el art. 2, establece expresamente la responsabilidad del gobierno miembro en cuanto al tratamiento de los prisioneros de guerra:

Los prisioneros de guerra se hallan en poder de la potencia enemiga, y no en poder de individuos o partes de tropas que los capturaron.

En 1945, en el momento de perpetrarse las matanzas que nos ocupan, los comunistas yugoeslavos no eran un grupo desorganizado de guerrilleros como al comienzo de sus operaciones, o pequeños grupos desconectados, como la resistencia en Italia y Francia. Existían entonces el gobierno y el ejército yugoeslavos bajo el control comunista, reconocidos por los aliados como un gobierno y un ejército aliados con sus órganos y jerarquías correspondientes. Las tropas que se encargaron del ejército croata desarmado y de los fugitivos repatriados eran unidades regulares del ejército yugoeslavo, igual que aquellas que los custodiaban en "las marchas de muerte", los saqueaban, vejaban y masacraban.

El mismo dictador yugoeslavo, como comandante en jefe del ejército yugoeslavo, expidió un elogio especial a las unidades del III Ejército que en mayo de 1945 capturaron (según dice) en la frontera yugoeslavo-austríaca más de 120.000 "oficiales y soldados enemigos"[9].

 

CAPÍTULO III: LOS ASPECTOS POLÍTICOS Y MORALES DEL "KATYNISMO" YUGOESLAVO

 

Justicia unilateral

 

Por lo demás, los dirigentes comunistas yugoeslavos ni intentaron transferir su responsabilidad por las trasgresiones de las normas de guerra y los principios jurídicos a elementos irresponsables y subalternos. Hasta en la Unión Soviética se admiten hoy tantos crímenes y se los imputa a Stalin y a sus colaboradores. En Yugoslavia procuran ocultarlos o, cuando no es posible, darles una justificación política y moral, que evidencia la idiosincrasia de la "nueva clase" y pone al desnudo su perversidad consubstancial.

Por un lado, insisten en el castigo condigno de las violaciones del derecho de guerra y de los principios de humanidad, perpetradas por sus enemigos. En ese sentido, durante y después de la guerra, vienen citando declaraciones de los gobiernos occidentales. Sin embargo, de sus proclamas y procederes se colige claramente que únicamente sus adversarios políticos deben ser castigados por los crímenes de guerra. Esas concepciones, esa unilateralidad, son pura negación de la justicia. No afectan a un sector exiguo, casos aislados, que se produjeron también en los países europeos altamente civilizados, sino que se trata de la venganza colectiva contra grupos enteros: movimientos políticos, prácticamente pueblos enteros y comunidades religiosas. No fueron afectados tan sólo aquellas facciones políticas que ellos calificaron de fascistas -que ni en los países occidentales fueron siempre tratadas con escrúpulos- sino también partidos y grupos netamente democráticos. Al no someterse a las directivas comunistas y no servir a sus fines liberticidas y al expansionismo soviético, fueron declarados enemigos del pueblo y colaboracionistas. Los demócratas convencidos fueron asesinados como potenciales rivales en el caso de que los aliados insistiesen en la realización de elecciones libres después de la guerra.

 

La razón de Estado, típicamente multinacional, contra el legítimo patriotismo nacional

 

Los comunistas yugoeslavos interpretaron de una manera que le es propia los derechos a la libertad e independencia de los pueblos de Yugoslavia, que antes defendían en teoría. En esta cuestión obraron como buenos alumnos de Stalin, principal teórico soviético en los problemas nacionales. Pues Yugoslavia, como la Unión Soviética, es un Estado plurinacional, con hegemonía de un solo pueblo. Durante la Yugoslavia monárquica, los comunistas, igual que los revolucionarios en la Rusia zarista, subrayaban el derecho a la separación de todos los pueblos y minorías oprimidas en Yugoslavia, que llamaban "la cárcel de pueblos" y ejemplo típico de explotación colonial[10] de la mayoría en beneficio de Serbia y de su casta gobernante. Empero, durante la guerra y por oportunismo político -como veremos más adelante-, defendían con energía la necesidad "de la fraternidad y unidad" de los pueblos yugoeslavos. Los pueblos y las minorías nacionales -particularmente los croatas, los macedonios y las minorías albanesa, húngara y alemana- que en 1941 consideraron la desintegración de Yugoslavia como liberación nacional y se oponían a su restauración, fueron tildados y tratados como traidores, lacayos de los ocupantes alemanes, italianos, búlgaros y húngaros, renegados merecedores del odio y de la terrible venganza colectiva. De hecho, en nombre de la imposible lealtad a un odioso Estado multinacional y opresor, se condena al auténtico patriotismo de los pueblos que tienen el sagrado derecho a defender sus intereses legítimos dentro de su propio Estado nacional hasta tanto no contraríen el bien general internacional.

Esta subversión de la escala de valores, esa supuesta prioridad de lealtad hacia un Estado que fue y sigue siendo "cárcel de los pueblos", frente al legítimo patriotismo nacional de los pueblos y minorías oprimidos en Yugoslavia, llegó tan lejos que incluso la Iglesia Católica fue incluida entre los presuntos traidores y enemigos de pueblo. Los comunistas, al desatar la persecución contra la Iglesia Católica, recalcaban que no lo hacían en su carácter de ateos combativos, sino porque los católicos -la mayor parte son croatas-, según ellos, se pusieron al servicio del fascismo y nazismo, aunque de hecho obraron como buenos patriotas, prescindiendo de diferencias partidistas o ideológicas. Era lógico que la Iglesia Católica no se opusiera a los anhelos de sus feligreses en Croacia a la libertad nacional, y menos aun si se tiene presente que, tanto en la Yugoslavia monárquica como en la comunista, el catolicismo fue y es objeto de discriminación en favor de la Iglesia Nacional Serbia "Ortodoxa".

Sin embargo, los comunistas tienen su lógica. Para ellos, la lealtad patriótica se identifica con la lealtad sumisa al Estado comunista, sea éste nacional o multinacional, independiente o satélite. Si pueden llegar al poder únicamente con la ayuda de Serbia, entonces es natural que ella debe ejercer su supremacía sobre los demás pueblos y minorías nacionales de un Estado, típicamente, multinacional. De hecho, tampoco hicieron gran favor a los serbios. So pretexto de proteger los intereses de Serbia y de su Iglesia Nacional, los llevaron a un conflicto irreconciliable con sus vecinos, de modo que no tuvieron otro remedio que esperar su salvación de los comunistas y los soviéticos. Exagerando los contrastes nacionales y ahondando el odio de los serbios hacia los "traidores" -es decir los pueblos que no querían luchar por Yugoslavia en su función de una Serbia engrandecida-, lograron durante la guerra imponerse sobre la resistencia nacional serbia, exponer la población serbia a grandes pérdidas y al final liquidar la monarquía serbia, aunque, en su mayoría, los serbios son patriotas y adictos a su dinastía.

 

Instigación de serbios ortodoxos contra croatas católicos

 

Un aspecto harto repugnante de la explotación comunista de los múltiples contrastes dentro de un Estado heterogéneo en lo nacional, cultural y lo religioso, es la instigación al odio confesional. Como es sabido, la mayoría de los croatas es católica y la minoría musulmana, es decir, pertenecen a las comunidades religiosas del carácter universalista, mientras que los serbios, a causa de su proceso histórico dentro de la tradición cultural bizantina, organizaron su Iglesia Nacional. Además identifican la nacionalidad con la confesión.

Siendo ortodoxos, los serbios ven a Rusia -no obstante los regímenes imperantes allí- como protectora tradicional de los ortodoxos balcánicos contra la Turquía islámica y los vecinos occidentales, católicos. Considerando a Yugoslavia como su Estado nacional, en rigor como Nación-Iglesia, los serbios, desde el comienzo, veían en los católicos y musulmanes elementos anacionales, hasta antinacionales. Esa disposición básica fue acentuada por la propaganda paneslavista rusa. Unicamente los ortodoxos pueden ser adictos a Rusia, "madrecita eslava", mientras que los católicos y musulmanes son leales a jefes religiosos extranjeros y solidarios con los pueblos de su credo religioso, que no son eslavos, y que los serbios consideran "enemigos hereditarios" de los pueblos eslavos. Además, el a veces inconsciente pero vigoroso sentimiento de Serbia y Croacia de pertenecer a civilizaciones diferentes a menudo agudiza reacciones emocionales de tal carácter.

De lo expuesto sigue que durante la última guerra, no les era difícil a los comunistas explotar los contrastes no solamente nacionales, sino también religiosos entre los serbios ortodoxos por una parte, y los croatas católicos y musulmanes por otra parte, pues los serbios querían restaurar a Yugoslavia y los croatas lucharon por conservar su Estado nacional, restablecido en 1941, cuando la Yugoslavia monárquica se desintegró en líneas generales, de acuerdo al criterio nacional. Contra las aspiraciones nacionales croatas, no contrariadas, claro está, por la Iglesia Católica, coincidieron tanto los guerrilleros comunistas como los serbios nacionalistas. A los comunistas les resultaba fácil incitar el odio a los croatas, especialmente al clero católico y miembros de las organizaciones católicas. Cuando más tarde el mariscal Tito se lamentó con hipocresía ante los periodistas extranjeros de no poder liberar al prisionero cardenal Stepinac porque eo ipso provocaría a los serbios ortodoxos, dijo la verdad, pero "se olvidó" de explicar quién y por qué había exagerado los contrastes entre los cristianos occidentales y orientales y que el cardenal Stepinac fue condenado como víctima expiatoria para dar satisfacción a los serbios, previamente azuzados por los comunistas.

 

Paneslavismo como instrumento del expansionismo soviético

 

El paneslavismo constituye una faceta importante en la política comunista de explotación de los contrastes entre los elementos heterogéneos del artificial Estado yugoeslavo. El hecho es que, durante la guerra, la Unión Soviética, utilizando los sloganes de la propaganda paneslavista de la Rusia zarista propugnando la "unidad y fraternidad" de los eslavos del Sur, no atrajo a los croatas, sino, por el contrario, ahondó aun más el antagonismo serbio-croata, mientras, como es lógico, atemorizó a las minorías no eslavas, a saber la albanesa, la húngara y la alemana, como también a los Estados vecinos no eslavos. y de modo especial a la Hungría y Rumania. Mientras los serbios se sienten unidos a Rusia por el idioma -por consiguiente, y de acuerdo a las teorías del racismo lingüístico, también por vínculos de sangre-, y por la tradición política y cultural, los croatas, si bien pertenecen al grupo lingüístico eslavo, por su religión, cultura y tradiciones políticas aborrecen del paneslavismo, a veces más que los pueblos occidentales no eslavos. Eso se debe mayormente a las experiencias del período entre las dos guerras, cuando conviviendo con los serbios en el mismo Estado, los croatas probaron que toda comunidad estatal, dominada por un pueblo de diferente tradición cultural y política, procura imponer por la fuerza el ideal cultural del pueblo dominante a los demás pueblos. Concretamente, los croatas se convencieron de que, en nombre del eslavismo, querían imponerles la tradición político-cultural de Serbia, de proveniencia bizantino- rusa, que para los croatas significaría la desnacionalización, pues su cultura nacional, igual que la de los demás pueblos occidentales, es una expresión peculiar de la mancomunión cultural occidental. Para los croatas, renunciar a su tradición cultural occidental y aceptar la bizantino- rusa equivaldría a renunciar a su cultura nacional y, siendo un pueblo de habla eslava, transformarse en serbios sostenedores del paneslavismo del tipo ruso.

No obstante ello, los comunistas, al optar por la restauración de Yugoslavia en función de Estado nacional serbio y de exponente de la Rusia Soviética, insistieron en las concepciones políticas paneslavistas, de las que aborrecen los croatas, y los presentaron ante los serbios paneslavistas y rusófilos como traidores del eslavismo. Y no sólo ante los serbios sino también ante la opinión pública occidental que, durante la guerra, había aceptado, en parte, la tesis de que la guerra entre el Tercer Reich y la Unión Soviética tenía primordialmente el carácter de una guerra eslavo-germana, aunque esos antagonismos deben ser considerados más bien como un problema de encuentros y conflictos de diferentes civilizaciones, donde el idioma no juega un papel decisivo. Lo testimonia el antagonismo permanente entre los eslavos occidentales y orientales, Polonia versus Rusia, Croacia versus Serbia, pueblos del mismo entronque lingüístico pero de diferentes tradiciones básicas culturales y políticas.

Todos esos elementos contradictorios, muy confusos para un observador extranjero, de la propaganda de guerra comunista, sirvieron a los comunistas yugoeslavos para agudizar el hasta paroxismo los contrastes con miras a presentar a sus adversarios individuales o en grupo como culpables de las supuestas "traiciones" y merecedores de venganzas y masacres colectivas.

 

Preparación de masacres mediante instigación al "odio noble"

 

Citaremos a continuación algunos ejemplos de esa propaganda "del odio noble", término usado por Milovan Djilas, jefe de propaganda de los guerrilleros comunistas durante la guerra pasada.

Los comunistas yugoeslavos dieron gran publicidad a los lemas proclamados en Moscú en 1942 con motivo del 25 aniversario de la revolución rusa. Entre estos se puede leer:

¡Hermanos, eslavos oprimidos! _ ¡Levantaos en la santa guerra nacional contra los imperialistas hitleristas, enemigos acérrimos de los eslavos! ¡Viva la unidad combativa de los pueblos eslavos! ¡Soldados del Ejército Rojo: Vengaos despiadadamente de las bestias germanofascistas! Sangre por sangre, muerte por muerte [11].

En la misma oportunidad el Comité Central del Partido Comunista Yugoeslavo dirigió un llamado a la juventud para que tomara venganza del ocupante y de miembros de los movimientos nacionalistas anticomunistas:

"Que en vuestros jóvenes y patrióticos corazones se enciendan con más ardor todavía el profundo odio a los enemigos irreconciliables y comunes de nuestros pueblos y vuestra resolución de vengar los sufrimientos, lágrimas y sangre de nuestra patria sojuzgada... [12]".

Milovan Djilas, a la sazón director de Borba, principal vocero comunista, denegó a sus adversarios la calidad de hombres:

"Los perros fascistas sienten que son perros, perros furiosos, en el peldaño más bajo de los seres vivientes..."

"Ya está allanado el camino para invitación a cometer masacres: No los investiguen, no malgasten tiempo, no sutilicen con ellos. Ellos saben lo que hacen. Mátenlos como a los perros, como lo han merecido. Venguen las víctimas inocentes... No son copartícipes, son criminales" [13].

Resulta interesante citar ahora, después de la rebelión de Djilas, lo que pensaba en aquella época y en tal sentido escribía numerosos artículos.

En un artículo de fondo en Borba, de 1942, titulado "El noble odio", Djilas afirmó que los adversarios de los comunistas son bestias en forma humana, y los describe en este orden. "El soldado medio alemán se convirtió en asesino profesional y en bandido sin conciencia, despojado de todo lo humano y noble... Los italianos... igualaron a sus maestros alemanes en el saqueo, incendio, asesinato y violencias... Los croatas ustachi son las bestias más feroces, sin corazón ni mente. Su corazón es el nido del crimen, su mente sirve sólo para inventar crímenes cada vez más horrendos... Los chetniks serbios devastaron poblados enteros de musulmanes y croatas. En los puentes sobre el Drina degollaron uno tras otro, a centenares de musulmanes atados con alambre, hombres, mujeres y niños... No hay traición, vileza ni crimen que no cometería un chetnik. No hay traición, vileza ni crimen que el "gobierno" exilado (en Londres) no premiaría y elogiaría. En ese gobierno se despertó la bestia granserbia que no conoce fin ni medida en su traición y crimen, que en un mar de sangre están sofocando, por motivos de clase, la lucha de su propio pueblo para asegurarse en el futuro su sangriento régimen hegemonista... "

"Los chetniks y los ustachi -continúa Djilas- no son ni serbios ni croatas, no son hombres... Son bestias sanguinarias de la selva de los imperialistas germano-fascistas... El único índice actual del amor al pueblo es la profundidad del odio al enemigo... Buscar en esas fieras algo humano significa atribuirles algo que no tienen ni pueden tener por su condición social. Odiar al ocupante, odiar a sus adláteres, ese abyecto cáncer en el hermoso cuerpo del pueblo, odiarlos con toda el alma, con todo su pensamiento, con cada gota de su sangre, significa estar impregnado del noble y gran sentimiento de los vengadores del pueblo... Tener piedad y compasión con esas bestias sanguinarias, ¿no significa traicionar lo que te impulsa a la lucha? Un odio despiadado hacia ellos, ése debe ser tu programa y tu juramento, el noble ardor de los ideales por los que combates... Acordaos de que el gran conductor de la humanidad progresista, el compañero Stalin, dijo: No se puede vencer al enemigo si no se aprende a odiarlo... Se aprestan miles de nuevos combatientes... Hay que enseñarles, a ellos y a la gran masa del pueblo, cómo conocer al enemigo, cómo destruir su semblante inhumano, cómo asfixiarlo con su llama, con su odio popular y noble: ésta es la gran tarea que se impone" [14].

Djilas ni siquiera trató de distinguir entre el ejército alemán regular (Wehrmacht) y las formaciones nazis, entre soldados italianos y los fascistas. En su vocabulario, los croatas que reclaman su Estado nacional son "ustachi", y "bestias" los serbios que, aunque partidarios de Yugoslavia como los comunistas, pero sin su régimen, deben ser exterminados. El gobierno yugoeslavo exilado en Londres, reconocido como un gobierno aliado incluso por la Unión Soviética, se halla incluido, "por razones de clase", entre las "bestias". Igual trato a los croatas que lucharon contra la restauración de Yugoslavia y a los su favor, evidencia que a los comunistas les importaban únicamente la conquista del poder y la expansión soviética, aprovechando los conflictos nacionales serbio- croatas para destruir "al enemigo de clase" y adversarios de la dominación soviética.

 

Odios y rencores ancestrales a los musulmanes

 

Hemos refrescado adrede los conceptos de Milovan Djilas, quien luego se rebelará contra la "nueva clase" y describirá la mentalidad balcánica en su estremecedor libro "Tierra sin Justicia" (en traducción exacta, "Tierra sin juzgamiento ni justicia").

"Creo que nací -escribe Djilas sobre sí mismo- con sangre en los ojos. Mi primera visión fue de sangre. Mis primeras palabras eran de sangre y estaban bañadas en sangre [15].

La manera de tratar en el pasado siglo a los musulmanes en Montenegro bajo el gobierno teocrático del príncipe-obispo, quien jugaba con las muchas cabezas de sus víctimas como si fueran manzanas[16], se asemeja mucho a lo que les pasó a los adversarios del yugoeslavismo y el comunismo al término de la segunda conflagración mundial.

"A los musulmanes -dice Djilas- los mataron o expulsaron después de vencerlos. Hasta sus cementerios fueron nivelados y arados... La toma de tierras musulmanas se consideró como una compensación de los horrores, la carnicería y el heroísmo de la guerra (...), aunque eran de la misma lengua y la misma sangre que los montenegrinos" [17].

Djilas describió también las matanzas de la población musulmana, perpetradas con la complicidad de las autoridades de la Yugoslavia monárquica, crímenes estos que los comunistas repudiaron en su tiempo por ser obra de su "enemigo de clase" y que luego ellos heredarán e imitarán al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

El destacado escritor comunista serbio Branko Copic publicó en 1957 en Belgrado la discutida e interesante novela "La pólvora sorda" (Gluvi barut), en la que relata la matanza y el exterminio de la población musulmana por los guerrilleros serbio-comunistas[18]. Se trata de la descripción realista y novelada de uno de tantos casos en que los comunistas explotaron a los fines de "liberación" a las incitadas masas serbias contra sus conciudadanos de otra religión y otro origen. Esa novela provocó sensación en la Yugoslavia "liberada" por haberse atrevido su autor a relatar los crímenes cometidos por los comunistas, si bien trata de justificarlos "dialécticamente". En ese sentido, la obra de Copic contrasta con todo un aluvión de novelas y cuentos con temas de la guerra, donde según el esquema de blanco y negro, todos los crímenes, excesos, bestialidades y culpas se atribuyen exclusivamente al adversario.

Represalias en masa, negación de los principios del mundo civilizado

Cuando Djilas escribía sobre "el odio noble" obró de acuerdo con la idiosincrasia de su ambiente y, además, como ideólogo comunista que trata de Justificar las masacres colectivas. Sus antepasados semiprimitivos sabían, empero, que no procedían como hombres y cristianos, que eran pecadores, pero hubo que esperar la llegada de los comunistas, predicadores de una nueva ética y mensajeros de una nueva civilización, para enseñarles que eso no es malo, sino algo grande, noble y sublime, porque es el ideal del gran José Stalin. Más tarde Djilas se percatará de que centurias de civilización se interponen entre la ejecución sumaria de los derrotados en una guerra y el empleo de los procesos y protecciones habituales de la justicia de acuerdo a la ley para determinar el grado y la naturaleza de la culpabilidad individual.

Cuando Djilas preparaba y alababa las matanzas colectivas, creyendo defender de ese modo la civilización contra la barbarie nazi, el Presidente Roosevelt exponía el programa de los aliados unidos:

"El número de las personas que eventualmente sean condenadas como culpables, indudablemente será muy reducido comparado con el total de la población enemiga. No es la intención de este Gobierno y de los Gobiernos asociados recurrir a las represalias en masa. Es nuestra intención que se les imponga un castigo justo a los cabecillas responsables del asesinato de miles de personas inocentes y de atrocidades violatorias de todos los principios de la Fe Cristiana" [19].

Los tratadistas occidentales, conforme a los principios de nuestra civilización, excluían toda idea de matanzas masivas por eventuales transgresiones en la guerra. Para ellos era evidente

que en la justicia civilizada, incluso el criminal tomado IN FRAGANTI DELICTO con un humeante revólver en la mano, es y debe ser sometido a un proceso libre, capaz de permitirle su defensa y exponer los argumentos de mitigación de la pena que pueda tener. Hasta los más flagrantes, evidentes y repudiables criminales de guerra no deben, sin embargo, ser castigados sin una comprobación a cargo de tribunales imparciales [20].

El empeño de los comunistas yugoeslavos de tergiversar los propósitos políticos de sus adversarios durante la última guerra no los exime de la culpabilidad de tantas violaciones de los elementales principios humanos y de las normas del derecho de guerra, de horrendos crímenes de guerra, sino que sirven más bien como prueba supletoria de que se trató de la masacre de sus adversarios políticos. Asesinatos en masa y, como medio de política nacional o internacional, son violación flagrante de los deberes comunes de los Estados civilizados. El mero hecho de que el crimen en gran escala haya sido envuelto en el manto de las propagandas políticas y de los hechos de guerra, u organizado en nombre de verdaderos o supuestos intereses nacionales, no es una defensa sino más bien una circunstancia agravante.

 

CAPÍTULO IV: ¿QUIENES ACTUARON COMO PATRIOTAS Y QUIENES COMO TRAIDORES QUISLINGS?

 

Coincidencias contra la libertad nacional de Croacia y acusaciones mutuas entre chetniks y comunistas

 

No queremos omitir las insinuaciones de los comunistas yugoeslavos contra la oposición croata, a cuyos integrantes tachan de Quislings. Por eso es menester examinar tales cargos esclareciendo su origen y alcance.

La aseveración de que los croatas -por haberse rebelado contra la dominación serbia y restablecido, en 1941, su Estado nacional declarando la separación de Serbia- son vulgares quislings, tipo peculiar de colaboracionistas muy odioso en Occidente, no es un invento comunista sino de los políticos serbios exilados en Londres. Estos, tras el rápido colapso político de la Yugoslavia monárquica y de su capitulación sin lucha -lo que años después Churchill definirá "suicidio vergonzoso de Yugoslavia"- trataron de responsabilizar a los croatas por su supuesta traición a Yugoslavia. Querían justificarse y al mismo tiempo crear un clima favorable para la venganza contra los croatas y otros pueblos oprimidos en Yugoslavia, una vez conseguida la victoria aliada. Dichos esfuerzos fueron apoyados por el prestigio que hábilmente sacaron de las noticias sobre la guerrilla nacionalista serbia de Draza Mihailovic cuya importancia fue exagerada por parte de los Aliados occidentales por motivos de propaganda de guerra.

Los comunistas yugoeslavos antes de la guerra, de acuerdo con la táctica de aprovecharse de la oposición de los pueblos y minorías contra el predominio serbio, bregaban por la separación de los pueblos oprimidos. Haciendo hincapié en el derecho de autodeterminación de los pueblos y minorías sometidos en Yugoslavia, los comunistas querían captar las simpatías de las masas, en caso de que hubiese una nueva guerra. Según las instrucciones de Lenin, los comunistas tenían que estar siempre preparados para transformar la guerra internacional en guerra civil y mientras tanto hacer todo lo posible para debilitar al reino yugoeslavo, creado por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial para servir de piedra angular dentro del famoso "cordón sanitario" contra la expansión soviética. A los croatas y los demás pueblos y minorías dominados por los serbios, los comunistas, de acuerdo con las instrucciones explícitas de Stalin, tenían que considerarlos como la fuerza aprovechable para la destrucción del Estado yugoeslavo. Según el criterio leninista, la lucha por la liberación nacional está en conexión indisoluble con el problema general de la revolución proletaria. Los comunistas en Yugoslavia debían sostener el derecho de autodeterminación y una efectiva separación de cada una de las nacionalidades que la componen. Las fronteras del Estado yugoeslavo, sostenía Stalin, creadas como resultado de la guerra y violencias, no pueden convertirse en punto de partida y en base legal de la solución del problema nacional[21].

Esa actitud de la jefatura comunista, radicalmente antiyugoeslava, se vio parcialmente modificada, cuando, estando Hitler en el poder, la Unión Soviética trataba de aliarse con Francia, protectora principal de Yugoslavia y cuando los comunistas se sintieron decepcionados por haber fracasado en sus empeños de conquistar a las masas croatas, aglutinadas en fuerte movimiento nacional, democrático y humanista. Pero hubo mucha confusión en las filas comunistas yugoeslavas a raíz del pacto Ribbentrop-Molotov y en los momentos del colapso de la Yugoslavia monárquica que sobrevino estando todavía en vigencia el pacto mencionado. Si bien a fines de 1940 había tirantez entre Moscú y Berlín, precisamente a causa de los intereses encontrados en la zona balcánica, los comunistas yugoeslavos seguían criticando a las "plutocracias imperialistas del Occidente". Por eso, los comunistas croatas y macedonios consideraron estar en "la línea general", cuando aceptaron la disgregación de Yugoslavia en abril de 1941 con cierta satisfacción, pues la reconstitución del Estado croata y la integración de Macedonia al reino de Bulgaria pudo interpretarse como la realización del derecho de autodeterminación de los pueblos subyugados por la dinastía serbia.

Los comunistas macedonios se adhirieron al partido comunista búlgaro, que los afilió como la cosa más natural. Luego durante años no quisieron tomar parte en las actividades guerrilleras encabezadas por el partido Comunista de Yugoslavia. Tito en su Informe Político en el V Congreso del Partido Comunista de Yugoslavia, celebrado en 1948, recalcó que en Macedonia, debido a la oposición de los jefes comunistas, no era posible "en los primeros años de guerra organizar un levantamiento armado" pues opinaban, que Macedonia no estaba ocupada sino liberada por las tropas del rey Boris, mientras que las tropas alemanas jugaron "un papel positivo", ya que contribuyeron a la "liberación" de Macedonia[22].

En el mismo informe Tito acusó también a los comunistas croatas, particularmente al secretario del partido, Andrija Hebrang. Los comunistas croatas -recalcó Tito- asumieron una posición chovinista respecto a los serbios y "estaban por el debilitamiento de la vinculación de Croacia con Yugoslavia" y que en ellos se "notaba en cada paso de cada día su desviacionismo hacia un separatismo nacionalista croata" [23]. Con otras palabras, los mismos comunistas croatas estaban de acuerdo con las masas populares de Croacia que saludaron con entusiasmo la separación de Croacia de Serbia.

La jefatura comunista cambió su táctica, declarándose en favor del Estado yugoeslavo, cuando advirtió que para organizar una guerrilla -cuyo objetivo principal en la primera fase era aliviar, mediante actividades diversionistas, la presión alemana en el frente ruso y en la segunda fase conquistar el poder en toda Yugoslavia y de modo especial destruir la organización estatal de Croacia, obstáculo a la expansión del imperio ruso-soviético hacia el Adriático- no podía valerse de los adversarios de Yugoslavia sino únicamente podía explotar el descontento de las masas serbias por la capitulación y la desintegración de Yugoslavia. Por eso los comunistas tuvieron que declararse como firmes partidarios de la restauración de Yugoslavia, considerada por los serbios como su Estado nacional, y por consiguiente luchar contra "los separatistas" croatas. De allí su coincidencia con los políticos chovinistas serbios en el gobierno del rey Pedro II, entonces exilado en Londres al acusar a los croatas como traidores quislings, fascistas y colaboracionistas, mientras los croatas en realidad libraban una dura lucha por su libertad nacional.

Si bien los comunistas y los chetniks serbios coincidían en el propósito de destruir el Estado croata[24], divergían diametralmente en cuanto a la forma del futuro gobierno en Yugoslavia una vez restaurada. Por consiguiente, los comunistas trataban de desacreditar a sus contrincantes serbios, los chetniks de Mihailovic y el gobierno exilado en Londres, acusándolos de querer restaurar la dictadura monárquica, organizar la venganza colectiva contra los croatas y de colaborar a su vez con el mismo enemigo. Los chetniks rebatían los reproches comunistas acusándolos no sólo de quislings soviéticos y totalitarios sino que les reprochaban la colaboración con los alemanes.

Por cierto que en los Balcanes los principios políticos y las obligaciones internacionales se respetan mientras convengan a los intereses momentáneos. Tampoco los chetniks y los comunistas fueron excepción de esa regla. Por eso, lo principal es puntualizar, quién durante la última guerra estaba luchando por la libertad nacional y política y quién por la opresión. Lo demás son abstracciones, generalizaciones y confusiones.

 

Una definición de la traición tipo Quisling

 

La traición tipo Quisling era un fenómeno histórico concreto. Analizándolo estableceremos los elementos siguientes: 1) Noruega, antes de la invasión alemana, era una nación democrática y libre; 2) Vidkun Quisling hizo traición aprobando y apoyando, como adicto de una ideología totalitaria, la ocupación de Noruega por una potencia extranjera de idéntica ideología política; 3) La potencia ocupante, como premio, le posibilitó participar en el gobierno de su país, donde fue despreciado como traidor.

En síntesis, trátase de una traición prototipo de la patria libre por codicia del poder y fanatismo antidemocrático.

Réstanos examinar qué posición tuvieron los croatas en Yugoslavia entre las dos guerras mundiales; si los líderes del levantamiento de 1941 traicionaron su patria y la causa democrática, habiendo sido por ello premiados por el ocupante y despreciados por el pueblo. Por razones de metodología conviene aquí traer a colación los hechos posiblemente reconocidos e invocados por los mismos comunistas.

Ad I) Los croatas no han podido ser traidores de un Estado que fue la negación de sus libertades nacionales y políticas

 

I. La Yugoslavia de preguerra ¿fue un Estado nacional con régimen democrático?

 

Los comunistas niegan con razón ambas cosas. Antes de la guerra la tesis oficial era que el Reino de Yugoslavia es un Estado nacional, mientras que hoy oficialmente se reconoce que es un Estado plurinacional, integrado por "varios pueblos y minorías nacionales. Se reconocen cinco pueblos -el serbio, el croata, el esloveno, el macedonio y el montenegrino-, cuatro literaturas nacionales, tres idiomas, dos escrituras (los croatas y los eslovenos usan letras latinas y los serbios las cirílicas como los rusos), y tres religiones. La división confesional coincide en líneas generales con la nacional y cultural. La parte occidental del país -Croacia y Eslovenia- es predominantemente católica, mientras que la oriental pertenece a la Iglesia serbia nacional, estando los montenegrinos y los macedonios subordinados a ella por razones chovinistas. Los serbios y los croatas, los dos pueblos principales de Yugoslavia, nunca han convivido en un mismo Estado a lo largo de su historia milenaria y cada uno posee su propia tradición estatal de diferente tipo. Es decir, Croacia y Eslovenia son países de cultura y tradición política occidental, y los serbios de las de Europa oriental. Es verdad, poco se habla de las diferencias culturales en la Yugoslavia comunista, pues quieren eliminarlas como un obstáculo a la integración.

La historiografía comunista insiste en que entre las dos guerras no había libertades políticas ni nacionales. El Reino de Yugoslavia fue gobernado en beneficio de los serbios como si fuera su Estado nacional, si bien Serbia constituye apenas un cuarto de la población y del territorio yugoeslavo. Los comunistas reconocen que Yugoslavia monárquica era un ejemplo típico de opresión nacional y explotación económica, la "cárcel de los pueblos".

Va de suyo que donde se violan los derechos e intereses de la mayoría no cabe un gobierno democrático. La dinastía serbia reinaba de acuerdo con la tradición autocrática bizantino- rusa, apoyándose en la casta militar y la Iglesia nacional serbias. Los comunistas llamaron ese sistema la "dictadura militarfascista del Rey".

 

Ad 2) Los croatas no se levantaron para ayudar a los invasores, sino para instaurar su Estado nacional

 

II. En vista de lo antedicho, el levantamiento nacional croata de 1941 fue dirigido contra la opresión extranjera y la explotación, calificada por los comunistas "colonial". Que ese levantamiento constituía un paso adelante en la liberación nacional de los pueblos oprimidos de Yugoslavia, lo admitían incluso los comunistas, con la reserva de que se trataba de una victoria del nacionalismo burgués. Empezaron a interpretarlo como traición tipo Quisling recién cuando los soviéticos se aliaron con Gran Bretaña y reconocieron al gobierno del rey Pedro II, exilado en Londres. Entonces compartieron el punto de vista aliado, que insistía en la ficción de la existencia de la Yugoslavia monárquica después de su desintegración en abril de 1941, mientras que en Croacia ya funcionaba un gobierno, reconocido "de jure" por varios gobiernos y "de facto" por la Santa Sede, Suiza y Suecia[25]. En Europa, bajo la supremacía del Eje, Croacia, de 1941 a 1945, gozaba de tanta independencia como otros Estados nacionales de la Europa Centro-oriental - Bulgaria, Hungría, Rumania, etc.- y, por cierto, más de lo que disfrutan esos países hoy en el imperio de los satélites soviéticos.

La posición comunista respecto a la legitimidad del gobierno del rey Pedro Karageorgevich durante la guerra cambiaba según su conveniencia para eliminar a la monarquía, y respecto a Croacia quedó inalterable, aunque insostenible e ilógica. Apenas consiguieron controlar cierta zona, harto inestable y limitada, y establecer en apariencia sus autoridades, los comunistas consideraron a su Consejo Antifascista como gobierno de facto, pidiendo el reconocimiento formal y diplomático de los aliados. Al mismo tiempo deniegan el carácter de autoridad estatal al gobierno de Croacia, que desde cuatro años antes controlaba casi todo su territorio, con órganos visibles de autoridad, y reconocido desde el comienzo por varios gobiernos con los que mantenía intensas relaciones diplomáticas comerciales, culturales y de tránsito. En las postrimerías de la guerra los comunistas accedieron a recibir mandato para formar el gobierno de la Regencia, designada por el rey Pedro y en ese mandato fundan su continuidad legal de la Yugoslavia monárquica de preguerra.

La tesis de que la lucha de los croatas por la autodeterminación configura un crimen de traición fue concebida por los chovinistas granserbios ya tras la creación de Yugoslavia en 1918. Semejante teoría y la coincidencia entre los comunistas y los partidarios de la monarquía, reflejan no sólo desconocimiento de los derechos de Croacia sino también una mentalidad extraña y hostil al mundo occidental.

Según esta concepción, el mismo anhelo de los croatas de preservar y afirmar su cultura nacional de tipo occidental, implica la traición al mundo eslavo que debe regirse por la tradición cultural rusa, antagónica a la occidental. De aquí las diferencias entre los croatas y los serbios en la interpretación de la oposición de Croacia a la dominación serbia.

Desmembrada la monarquía de los Habsburgo - que integró Croacia durante cuatro siglos (1527- 1918) como reino asociado con atributos soberanos-, Croacia fue anexada al Reino de Serbia como una provincia más. Eso significaba la pérdida de la individualidad política croata por primera vez en 1.300 años de su historia, y dio motivo a la lucha del pueblo croata por la libertad nacional, mientras que los serbios interpretaron esa anexión como liberación de Croacia de las influencias culturales y políticas extrañas de Occidente y como comienzo de su reintegración al mundo eslavo de tradición cultural y política rusa. Los croatas se oponían a esa indeseable comunidad estatal, en la que se trató por fuerza de desoccidentalizarlos e imponerles un ideal cultural ajeno y diferente. El pensamiento nacional croata, arraigado en la tradición cultural del Occidente, fue censurado en los textos escolares y publicaciones oficiales como resabio de la presunta dominación extranjera, de la influencia nociva de la Iglesia romana y de los vecinos occidentales de Croacia que los serbios consideran "enemigos hereditarios" de los pueblos eslavos. Mediante la censura, la policía y los tribunales se reprimía cualquier defensa de la tradición nacional croata.

Todo ese proceso de opresión culminó con el asesinato de los líderes democráticos croatas en el recinto del parlamento de Belgrado, en 1928, y con la introducción subsiguiente de la dictadura del rey Alejandro I, que decretó que en adelante el "Reino de los Serbios Croatas y Eslovenos" se llamaría Yugoslavia, que sólo había un pueblo unitario yugoeslavo y que los croatas no existen ni siquiera como una comunidad étnica.

Los comunistas en su condena de la tradición cultural croata, proceden en forma diferente pero más enérgica. Mientras los monárquicos serbios, tras la caída de la Rusia zarista, su protectora, hubieron de tener en cuenta la actitud de las democracias occidentales, en ese sentido los comunistas no vacilan, si bien reciben ayuda substancial de las potencias occidentales. Para los comunistas yugoeslavos Rusia no es sólo el guía natural y protector de los pueblos eslavos, acreedora de su lealtad, sino también la patria del proletariado mundial, de la clase elegida. Por consiguiente, la oposición croata a la influencia y la expansión de Rusia constituye doble traición y merece ser reprimida sin miramientos.

En eso obran con más hipocresía que su antecesora, la dictadura monárquica. Esta prohibió públicamente el nombre y los símbolos nacionales croatas, mientras que los comunistas reconocen formalmente la nacionalidad croata, pero con todos los medios de un poder totalitario tratan de vincular a Croacia con una civilización extraña para poder equipararla así con Serbia, dentro de una forzosa unión estatal.

El fin de todos esos conjuntos esfuerzos y de regímenes políticos serbios tan opuestos era desplazar la influencia occidental en beneficio del expansionismo serbio, de hecho, ruso. Esos esfuerzos se vieron favorecidos por la triste situación imperante en Occidente y por el enfrentamiento de grandes potencias europeas. Si ciertos gobiernos occidentales en su afán de destruir el enemigo descuidaron la defensa de nuestra sociedad en su frontera oriental amenazada, los croatas, soportando directamente los embates de la expansión rusa, sabían que tenían que defender sus derechos a la libertad y a la vez los intereses del mundo occidental. No sólo que los soldados croatas -según lo demostraremos- no lucharon en la guerra pasada contra los aliados occidentales y sí contra el comunismo, sino que destacaban en forma pública que combatían por su libertad y no por ideologías políticas. Eso lo entendieron bien los alemanes y trataron de impedir semejante interpretación de la lucha, que ponía reservas al racismo alemán. Los anhelos de todos los patriotas croatas sin distingos partidarios (sin excluir incluso cierto número de comunistas) tendían a preservar el Estado croata. La gran mayoría confiaba en que tras la victoria aliada el Estado croata debería organizarse democráticamente y de conformidad con su tradición secular participar en la futura comunidad de los pueblos europeos libres.

 

Ad 3) El restablecimiento del Estado Croata no fue propósito y obra de Hitler sino del pueblo croata

 

III. Es obvio que el Estado de Croacia, restablecido durante la guerra, pudo subsistir gracias al reconocimiento del Eje, que controlaba el continente europeo, y con un régimen autoritario. Eso, empero, no quiere decir que los activistas nacionalistas, líderes del levantamiento nacional, servían los intereses del Eje o luchaban para tomar el poder. Ni el desmembramiento de Yugoslavia ni la creación del Estado croata figuraban en los planes de Hitler. Por el contrario, el Tercer Reich buscó la amistad de Yugoslavia[26]. Recién a principios de 1941 en vísperas de la campaña contra Grecia y Rusia, Hitler presionó para que Yugoslavia adhiriera al Pacto Tripartito, con la obligación de que las tropas alemanas no exigirían pase libre por el territorio yugoeslavo. La Regencia suscribió dicho Pacto cuando constató que el ejército no estaba en condiciones de oponerse al ataque alemán. El Pacto fue firmado el 25 de marzo de 1941 en Viena y dos días después un puñado de oficiales y políticos dio golpe de Estado en Belgrado. Ese acto, seguido por la desintegración ineludible y la liquidación definitiva de la Yugoslavia monárquica, fue interpretado en Occidente, por motivos obvios, como acto de solidaridad de un pequeño y valeroso país con los países que se oponían con armas al dominio del Eje. Sin embargo, los putschistas no querían guerra. Su propósito primordial era invalidar las concesiones políticas acordadas a los croatas por la Regencia, consciente de la incapacidad defensiva del ejército, no sólo a causa de la ineptitud y corrupción de su plana mayor, sino también debido a que las tropas estaban integradas mayormente por los croatas y otros conscriptos de los pueblos oprimidos, predispuestos a la rebeldía. El gobierno golpista trató de convencer a Hitler de que respetaría el Pacto Tripartito[27], pero éste quiso despejar la situación y decidió agredir a Yugoslavia.

En Croacia se sabía que el golpe de Estado, concebido y ejecutado por un grupo de los oficiales y políticos serbios, estaba dirigido contra la transacción política entre Zagreb y Belgrado, convenida ante el riesgo común[28]. Ese acto demostró definitivamente que no había posibilidad de una transacción perdurable y creó condiciones para el levantamiento nacional. Ocurrió lo que el Dr. Vladko Macek, destacado político, había anunciado durante la dictadura del rey Alejandro al corresponsal del importante diario parisino oficioso "Le Temps": que el pueblo croata, si se le privara de las libertades fundamentales, se levantaría en la primera ocasión propicia[29].

Al proclamar los croatas, dos semanas después del golpe, el 10 de abril, su independencia nacional, ese acto fue reconocido, más no preparado, por las potencias del Eje[30]. Croacia consiguió entonces status de Estado independiente y, por lo tanto, no fue un país ocupado. Es verdad que el gobierno croata tuvo que enfrentarse durante la guerra con enormes dificultades, pero cuando se trató de defender a la patria todos eran unánimes, incluso muchos de los que criticaban acerbamente el régimen imperante. El pueblo, que en su gran mayoría dio su apoyo a la defensa de la patria, supo distinguir entre regímenes pasajeros y el Estado nacional.

En ese aspecto resultan definitorias las declaraciones del Arzobispo metropolitano de Croacia, cardenal Aloysius Stepinac, ante el tribunal comunista, del 3 de octubre de 1946. Citaremos sólo este párrafo:

"La nación croata se había declarado plebiscitariamente a favor del Estado Croata y yo hubiera sido un infame si no hubiese sentido el pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoslavia era esclavo. He dicho que los croatas no podían ascender en la carrera militar o ingresar al cuerpo diplomático, a no ser que mudaran su religión o se casaran con una ortodoxa. Se trata, pues, de un problema del que yo tenía que hablar en mis pastorales y sermones".

"Todo lo que haya dicho sobre el derecho del pueblo croata a su libertad e independencia está de completo acuerdo con los principios básicos enunciados por los Aliados en Yalta y en la Carta del Atlántico, Si, conforme con estos principios, toda nación tiene derecho a su independencia, entonces, ¿por qué se le niega a la nación croata? La Santa Sede ha subrayado reiteradas veces que tanto las pequeñas naciones como las minorías tienen el derecho a la libertad. ¿No puede, entonces, un obispo metropolitano católico, mencionar siquiera este principio? Si hemos de caer, caigamos por haber cumplido nuestro deber".

"Si creéis que este proceso complace al pueblo croata, dadle la oportunidad de pronunciarse. Por mi parte, aceptaré su veredicto. He respetado y respetaré siempre la voluntad de mi pueblo" [31].

 

Origen y alcance del Movimiento Ustacha

 

Los comunistas tratan de justificar ante el Occidente las matanzas en masa de los croatas alegando que eran ustachi, tachados como fascistas croatas. Las masacres y medidas terroristas de los comunistas en Croacia son así presentadas como "liquidación de los resabios fascistas".

Es cierto que esa propaganda tuvo cierta repercusión, principalmente porque el mundo occidental tuvo la ocasión de saber algo más acerca de los ustachi, en dos circunstancias, por conducto de informadores propagandistas de las dos dictaduras yugoeslavas: la monárquica y la comunista. A raíz del atentado contra el rey Alejandro en Marsella en 1934 los ustachi fueron descriptos como terroristas internacionales, a sueldo de Italia. Por segunda vez se habló mucho de ellos en 1941-45, cuando actuaron como factor decisivo en el desmembramiento de Yugoslavia, en la restauración y defensa del Estado de Croacia. Por lo tanto, nuestro cuadro sobre el katynismo yugoeslavo no sería completo sin aclarar debidamente el origen, el carácter, el alcance y la actuación de los ustachi.

La denominación verdadera de esa organización era Movimiento Croata de Liberación Ustacha (insurrecto). Surgió sin estímulos extranjeros y casi espontáneamente como respuesta al asesinato de los líderes democráticos croatas en el Parlamento de Belgrado en 1928 -cuya inspiración se atribuye con razón al rey Alejandro-, y a la implantación de la dictadura el 6 de enero de 1929, dirigida especialmente contra el nacionalismo croata. Ambos sucesos revisten suma importancia para la evolución posterior de las relaciones serbio-croatas. La gran mayoría de los croatas nunca creyó en la posibilidad de una transacción política entre Croacia y Serbia, pero después del atentado en el Parlamento y la implantación de la dictadura granserbia, prevaleció la opinión de que no se podía luchar con éxito contra la dominación serbia sólo por medios legales -los únicos conocidos hasta entonces en la vida política croata- sino que había que recurrir a métodos revolucionarios y prepararse para el momento cuando la situación internacional se tornase propicia al alzamiento nacional. Hasta entonces, los partidos políticos croatas, estructurados dentro de Austria-Hungría -país modelo del imperio del derecho-, no utilizaban los métodos expeditivos de los países balcánicos, especialmente de Serbia. El mismo Dr. Ante Pavelic (1889-1960), Poglavnik (jefe) del movimiento ustacha fue hasta 1929 diputado nacional por Zagreb, capital de Croacia, y uno de los dirigentes del más antiguo partido croata, fundado por el Dr. Ante Starcevic (1823-1903), político liberal, considerado el Mazzini croata. Su partido tenía una denominación legalista: Partido del Derecho Constitucional Croata.

La dictadura había prohibido todos los partidos croatas. El Partido Campesino Croata, mayoritario, fue el único que pudo actuar en forma semilegal en la segunda fase de la dictadura real, después de la muerte violenta del Rey-dictador en 1934. Su ideario era netamente democrático, humanista y hasta pacifista. Con el Partido del Derecho Constitucional Croata formaba el llamado Bloque Croata. El movimiento ustacha fue fundado en 1929, como organización clandestina, cuyo fin era organizar la acción revolucionaria y su objetivo supremo restablecer la independencia estatal de Croacia. Fue la respuesta directa al desafío de la opresión y la dictadura serbias. Como tal, carecía de tintes ideológicos. Más que a los movimientos fascistas de la época se asemejaba a los carbonarios italianos. Su aparición era consecuencia directa de la opresión de Croacia por un Estado típicamente balcánico como Serbia.

Sus contactos con los círculos políticos extranjeros fueron determinados por las circunstancias y la situación creada, de modo que los ustachi pudieron actuar contra la dictadura yugoeslava únicamente en los países que los toleraban y, en ocasiones, los ayudaban. Se trata en primer lugar de los países que reclamaban la revisión de los tratados de paz concluidos después de la Primera Guerra Mundial: Bulgaria, Hungría, Italia, Alemania y Austria.

La actividad del movimiento ustacha en su primera fase, ilegal, culminó con el atentado contra el rey dictador Alejandro en Marsella en 1934, en colaboración con los revolucionarios macedonios. Entonces se sostenía que detrás del atentado estaba la Italia fascista. Luego se quiso atribuirlo a influencias nazis. En realidad, el atentado fue organizado por un grupo de jóvenes ustachi y su ejecutor fue un macedonio. Las autoridades húngaras dieron ciertas facilidades a los atentadores (pasaportes). Después de la guerra, escritores netamente antifascistas como Gaetano Salvemini sostienen que Mussolini no fue el instigador del atentado, el que sobrevino, para él, en muy mal momento, mientras se aprestaba a invadir Abisinia y propiciaba el acercamiento a Francia. Los ustachi actuaron libremente en Alemania democrática, pero no recibían ayuda alguna del régimen hitlerista. Por el contrario, estaban bajo un rígido control, especialmente cuando se establecieron relaciones amistosas entre Berlín y Belgrado. Pudieron actuar en Alemania recién después del golpe de Estado del 27 de marzo de 1941. Cabe destacar aquí, para comprender mejor la política yugoeslava, que el deseo de los exponentes de la dictadura granserbia de debilitar la resistencia nacional croata jugó papel decisivo en el abandono, por parte de Yugoslavia, de Francia y de sus aliados de la Pequeña Entente. La condición principal de Belgrado para mejorar las relaciones con Roma y Berlín era la prohibición de las actividades de los exilados croatas. Los exilados en Italia vivían bajo el régimen de deportación en Lipari.

En cuanto a las tan exageradas acciones terroristas del movimiento ustacha, cotejadas con las acciones diversionistas de distintos movimientos de resistencia contra la ocupación alemana, resultarían puro diletantismo. Si se justifican los métodos empleados por los movimientos de resistencia, no es sino hipocresía condenar los métodos empleados por los ustachi. Y qué decir de la hipocresía de los comunistas o de los nacionalistas serbios, sabiendo que la historia moderna de Serbia es inconcebible sin una larga serie de acciones terroristas y atentados. Desde el punto de vista croata, su patria estaba ocupada por Serbia de 1918 a 1941, igual que los países ocupados por las tropas del Eje durante la última guerra, de modo que el deber y el derecho de los patriotas croatas era oponerse a la violencia y a la dictadura inclusive con medidas de fuerza.

Huelga hacer constar que no todos los nacionalistas croatas aprobaban los métodos de acción directa, discordante con las tradiciones croatas de la ética y del derecho. Hasta los más extremistas responsabilizan en primer lugar al chovinismo serbio que obligó a los croatas a defenderse.

La segunda fase, legal, del movimiento ustacha se inició al producirse e} levantamiento nacional de 1941, cuando, por el concurso de las circunstancias, esta organización, hasta entonces ilegal y secreta, llegó al poder en el restablecido Estado de Croacia. El movimiento, por su carácter de resistencia nacional clandestina no pudo tener gran caudal de afiliados ni pretensiones a constituirse como un partido político y competir por la influencia decisiva en el gobierno. El Partido Campesino Croata ostentaba la representación legal del pueblo, pues en los comicios de 1935 y 1938 obtuvo casi la totalidad de los votos croatas, inclusive los de los ustachi. Cuando Hitler, a raíz del "putsch" de Belgrado en marzo de 1941, resolvió invadir Yugoslavia, deseoso de sacar partido del descontento general en Croacia, sus emisarios negociaban en primer lugar con los representantes del Partido Croata Campesino. Recién cuando su presidente el Dr. Vladko Macek rehusó encabezar el alzamiento revolucionario nacional coincidente con la invasión nacional socialista, aparece como factor decisivo la organización ustacha dentro del país. El Dr. Macek se retiró de la actividad política, negándose a participar tanto en el gobierno croata como en el yugoeslavo, exilado en Londres. En este último delegó al Dr. Juraj Krnjevic secretario general de su partido, y él quedó en Croacia exhortando al pueblo a acatar las órdenes de las nuevas autoridades. El Dr. Macek -que desde mayo de 1945 vive exilado y actualmente reside en Washington- explicó que había tomado tal actitud por no creer en la victoria de Alemania y por no considerar como líder de un partido democrático, oportuno ni posible gobernar democráticamente en la época cuando Europa estaba controlada por las potencias del Eje. Sus simpatías políticas y esperanzas en la liberación de Croacia estaban ligadas a los aliados occidentales.

El Dr. Macek pudo retirarse de la actividad política durante la guerra, exponerse a persecuciones e internaciones, lo que no pudo hacer el pueblo croata en conjunto ni el grueso de sus partidarios, cuando en abril de 1941 el pueblo croata se enfrentó con el dilema: defender a Yugoslavia, su cárcel nacional, y de los demás pueblos y minorías oprimidos, o participar en el levantamiento por la independencia nacional. Aunque el levantamiento se produjo en circunstancias inadecuadas, la gran mayoría del pueblo adhirió espontáneamente. En él tomaron parte activa las organizaciones locales del Partido Campesino Croata, especialmente las guardias urbana y rural con sus jefes. El cardenal Aloysius Stepinac definió la disposición general de los croatas en estos términos: "La entera nación croata se había declarado plebiscitariamente en favor del Estado nacional croata y yo hubiera sido un infame si no hubiese sentido el pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoslavia era esclavizado".

La gran mayoría de los croatas esperaba que su liberación nacional de la dominación serbia sobrevendría con la ayuda de las democracias occidentales. Sin embargo, ocurrió al revés. La invasión de Yugoslavia por los ejércitos del Eje posibilitó el alzamiento nacional. Prevalecía la opinión de que en la guerra no se eligen aliados; se los acepta. Si las naciones poderosas y democráticas como Inglaterra y Norteamérica se aliaron contra los regímenes totalitarios, con la Unión Soviética, también totalitaria, sin por ello convertirse en totalitarias y comunistas, entonces el pequeño y oprimido pueblo croata en su lucha por la liberación nacional contra la dictadura granserbia y luego contra el peligro comunista pudo también recibir la ayuda indirecta del Eje, sin por ello renegar los ideales democráticos.[32].

Ciertas actuaciones del movimiento ustacha como también las de su líder son muy discutidas incluso por los croatas que durante la guerra consideraron deber patriótico contribuir al restablecimiento del Estado de Croacia y a su defensa contra los chovinistas y los comunistas serbios. Por otra parte, es menester reconocer que, en los primeros tiempos, el nuevo gobierno, con la mejor voluntad, no pudo controlar autoridades y grupos armados locales, organizados espontáneamente, que, haciendo de policía y de ejército, a menudo se extralimitaron en la represión de las acciones subversivas e ilegales de quienes hasta ayer detentaban el poder en el Estado yugoeslavo desintegrado. Esos excesos dieron motivo a noticias exageradas sobre las represalias de que nos ocupamos en el capítulo siguiente.

El movimiento ustacha en su segunda fase legal, cuando detentaba el poder, era el eje de una amplia coalición nacional, de la que participaban grupos patrióticos y personas de distintas ideologías, más bien que un partido totalitario monolítico. En el gobierno, en la administración y hasta en las filas ustachi, en todos los niveles, había muchos patriotas, afiliados antes de la guerra a agrupaciones democráticas y reacios al fascismo, que en Croacia era impopular también por pretensiones irredentistas italianas respecto a Dalmacia, donde prácticamente no hay italianos. Tampoco congeniaban con el racismo nazi, condenado por la Iglesia Católica. Hasta en las publicaciones principales más influyentes del movimiento ustacha se sostenía la tesis de la "guerra croata", es decir, que los croatas no luchaban por una determinada ideología política, sino en defensa de su independencia nacional. En aquella situación eso significaba no identificarse con la ideología nazi. Cuando, a fines de la guerra, se vislumbraba la posibilidad de un desembarco de los aliados en la costa croata, todos los croatas estaban dispuestos a acogerlos como amigos y unirse a ellos[33] contra los comunistas, adversarios acérrimos del eventual desembarco[34]. En ese sentido se intentó en Croacia un golpe de Estado tipo Badoglio, encabezado por los ministros del Ejército y del Interior, ambos destacados dirigentes ustachi[35]. Antes de la guerra, se intentó fundar en Croacia el Partido nacionalsocialista, que no prosperó y pronto fue disuelto. Si bien en una Europa bajo control militar del Eje era ineludible la adopción de ciertos signos externos, medidas y pronunciamientos, en Croacia en realidad nunca fueron propagadas ideologías racistas y totalitarias[36]. Eso no era posible a causa de los hondos sentimientos religiosos de los católicos y de los musulmanes. La influencia de la Iglesia católica era decisiva tanto en el plano moral como intelectual.

La teoría sobre el origen godo de los croatas surgió fuera de Croacia como una de las tantas teorías sobre el origen de las tribus croatas que a principios del siglo VII emigraron de la Polonia actual a las provincias romanas Dalmacia y Panonia donde crearon una organización política. En torno a ese núcleo, mediante el proceso etnogenético, muy parecido al de tantos pueblos europeos, de elementos étnicos heterogéneos (ilirios, celtas, griegos, romanos, tracios, avaros, eslavos, germanos), se formó el actual pueblo croata como peculiar grupo étnico nacional. Durante el romanticismo europeo se creía que los antiguos croatas eran ilirios. Más tarde, bajo el impacto del paneslavismo, predominó la teoría de los filólogos alemanes sobre el origen eslavo de los croatas. En época reciente surgieron teorías, basadas en eruditos estudios históricos, sobre el origen iranio, godo y hasta mogólico del núcleo inicial croata.

Cierto alcance político, mas no racista, tuvieron esas teorías sobre el origen no eslavo de los croatas en los tiempos de la oposición a la teoría oficial, decretada por el rey dictador Alejandro, que sustentaba la unidad étnica del pueblo sureslavo. Servían también como antídoto a las tendencias y teorías oficiales sobre el racismo eslavo, despojadas de todo fundamento científico. Por eso, cuando los comunistas persiguieron después de la guerra a los historiadores croatas, condenando a varios de ellos a la pena de muerte (entre ellos al profesor Querubín Segvic, anciano sacerdote de 80 años, colaborador del L'Osservatore Romano), que en sus estudios científicos sostenían la teoría goda, defendían de hecho la teoría sobre el racismo paneslavo.

Por consiguiente, si con rigurosa objetividad analizamos el movimiento ustacha en todas sus etapas, hemos de concordar con los estudiosos de las ciencias políticas que no lo clasifican entre los movimientos extremistas fascistas, sino en los llamados "movimientos autonomistas", es decir, movimientos nacionalistas que en primer lugar perseguían la liberación nacional[37].

 

Los comunistas verdaderos traidores quislings de Croacia antes y ahora

 

Croacia en 1945 sucumbió ante fuerzas muy superiores y fue reincorporada a Yugoslavia, restaurada por los comunistas. Todo el mundo sabe que los croatas en la primera oportunidad se levantarán de nuevo para restablecer su independencia nacional. El pueblo croata considera como quislings a los comunistas, esta minoría insignificante. Efectivamente, los jefes comunistas en Croacia, por fanatismo político, propiciaron no sólo la ocupación extranjera de su patria sino también la liquidación del Estado nacional croata. Lo hicieron sabiendo que sin la ocupación serbio-rusa Croacia rechazaría el comunismo y se uniría a las naciones democráticas. Por ello no pudo obtener status de Estado independiente incluso dentro del imperio de los satélites soviéticos. Lo que fue reconocido a tantos países de Europa Centro-oriental, no integrados directamente en la Unión Soviética, no lo fue para Croacia. Esta fue anexada por Serbia formalmente como una república federal - parecido el caso de Ucrania en la Unión Soviética-, pero, de hecho, bajo la ocupación extranjera, gobernada por el partido comunista, en que dominan los serbios[38]. Dentro del bloque comunista, hasta la pequeña Albania obtuvo status de Estado independiente, pero no Croacia, con milenaria historia cultural y política, que suministra algunos de los principales artículos de exportación de Yugoslavia y además posee la mayor parte de industria yugoslava. De ella sale casi la totalidad de la producción del petróleo, aluminio y madera. Suministra barcos, controla toda la navegación marítima y es principal atracción turística.

Los dirigentes comunistas yugoeslavos siguen siendo quislings también después del conflicto entre Moscú y Belgrado. Si Yugoslavia, como tal, ya no dependía tanto de la Unión Soviética, Croacia siguió subordinada a Serbia. Los jefes comunistas de Croacia evidenciaron aun más su carácter de quislings cuando servilmente aplaudieron la liquidación del ex secretario general del Partido Comunista croata, Andrés Hebrang, quien fue asesinado bajo acusación de haber intentado oponerse a la dominación serbia en Croacia, esta vez en forma nueva.

 

Resultan improcedentes las analogías entre los eventos políticos de Noruega y los de Croacia durante la guerra.

 

Si a toda costa se quiere recurrir a analogías históricas, susceptibles más bien de alejarnos que de aproximarnos a la verdad, cabría únicamente trazar la similitud entre la lucha de los croatas y la de los irlandeses en la Primera Guerra Mundial, o la de Birmania en la Segunda.

Los nacionalistas irlandeses, mientras combatían por su independencia nacional, no rehusaron cooperar con la Alemania del Kaiser, aunque era evidente que el régimen de Guillermo II no era su modelo político.

Birmania durante la guerra pasada sacudió su dependencia colonial de Gran Bretaña con la ayuda del Japón aliado del Tercer Reich. No obstante, al terminar la guerra, fue reconocida como Estado independiente. Es muy probable que sin ese proceso hoy estaría dominada por los comunistas.

 

 

CAPÍTULO V: PÉRDIDAS HUMANAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

Las dos guerrillas yugoeslavas, que disponían de medios informativos aliados para difundir su propaganda, presentaban sus esfuerzos liberticidas como lucha por la liberación contra los ocupantes y los traidores internos exagerando desmedidamente las pérdidas sufridas durante la guerra. Con esa propaganda lograron impresionar al mundo libre, al punto de que muchos autores y publicistas toman por verídicos o probables los datos oficiales yugoeslavos[39]. Así Pierre Renouvoin, catedrático en la Sorbona y miembro del Instituto Francés de París, aduce que Yugoslavia tuvo durante la guerra pasada 1.706.000 bajas, o sea el 10,8% de la población de preguerra, a raíz de la guerra internacional y civil.

 

Pérdidas materiales causadas por la guerra

 

Los daños materiales ascenderían a 9.000 millones de dólares. Renouvoin alega que se destruyó 20% de casas, 24% de frutales, 38% de viñedos 50-60% de ganado, 80% de material ferroviario, 36% de plantas industriales y herramientas, y 20.000 talleres artesanos[40].

En las publicaciones de las Naciones Unidas las pérdidas humanas se estiman en 300.000 soldados y 1.400.000 civiles[41].

El fiscal soviético en el tribunal de Nuremberg, L. N. Smirnov, culpó al Tercer Reich de la muerte de 1,5 a 2 millones de personas en Yugoslavia[42].

Exagerando esas cifras, los comunistas yugoeslavos - responsables principales de esas pérdidas -persiguen efectos políticos, si bien se trata de hechos que acusan más a ellos que a sus enemigos.

Mientras exageran los daños materiales -tema éste que abordamos aquí de pasada- los comunistas quieren en cierto modo justificar la falta del bienestar prometido en el nuevo orden económico, sus reclamaciones de elevadas reparaciones y la cuantiosa ayuda que reciben de los países vituperados por ellos como capitalistas.

En el mismo texto Renouvoin observa que la suma aducida de 9 mil millones de dólares de pérdidas materiales supera los daños sufridos por Gran Bretaña. Se impone la pregunta, ¿cómo es posible que en un país relativamente pobre -donde diez años después de la guerra el ingreso nacional oscilaba entre 2 y 3 mil millones de dólares- esos daños sobrepasen los de Gran Bretaña, tan castigada por los bombardeos?

Los que han vivido durante la guerra en el territorio de Yugoslavia actual saben que ciertas cifras son absurdas, como por ejemplo las relativas a la destrucción de frutales y viñedos. Ni siquiera el parque ferroviario, destrozado sistemáticamente por los comunistas, quedó tan dañado, pues las líneas principales funcionaron hasta el final de las hostilidades.

 

Pérdidas humanas

 

Aquí nos interesan preferentemente las pérdidas humanas causadas por la guerra y las matanzas colectivas. Los especialistas demográficos alemanes abordaron ese problema a raíz de las acusaciones comunistas contra el ejército alemán. Comparando las estadísticas demográficas de Yugoslavia de pre y posguerra, llegaron a la conclusión de que los datos oficiales comunistas sobre los caídos y muertos son harto exagerados.

Mientras, según los datos oficiales, la población de Yugoslavia a causa de la guerra disminuyó en 2,21 millones, el profesor Ipsen Gunther opina que es más probable la cifra de 1,69 millones (1.05 millones de varones y 0,64 millones de mujeres). Esa cifra comprende no sólo a los caídos y muertos, sino a los que murieron como prisioneros de guerra, a los exilados, personas desplazadas y la disminución de natalidad durante la guerra[43].

Se puede obtener una cifra aproximativa de las víctimas de distintas masacres en Yugoslavia durante y después de la guerra en Yugoslavia, si de la cifra total de 1,69 millones que dan los especialistas extranjeros, o de la oficial de 2,21 millones, se descuenta el número de nacimientos disminuidos, de los exilados y desterrados, de los militares y civiles caídos en operaciones de guerra, principalmente a causa de los bombardeos.

 

Nacimientos disminuidos- Exilados políticos

 

Los técnicos en estadísticas yugoeslavos estimaron que a causa de la guerra hubo 424.755 nacimientos menos. Supongamos probable esa cifra.

En cuanto a los exilados políticos no hay cifras exactas. Como punto de referencia puede servir la declaración formulada por Alejandro Rankovic, vicepresidente del gobierno comunista yugoeslavo, a raíz del proyecto de ley de amnistía, promulgada en marzo de 1962. Rankovic en esa ocasión citó la cifra de 200.000 exilados y prisioneros de guerra, que no quisieron regresar a Yugoslavia[44]. Desde luego que el jefe de la temible policía política (OZNA, luego UDBA) no incrementó, sino más bien rebajó ese número.

 

Componentes de las minorías nacionales exilados y desterrados

 

De la amnistía fueron exceptuados los exilados de las minorías étnicas y en primer lugar los alemanes[45].

Antes de la guerra, había 499.900 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia. De hecho, su número era más elevado. Según los datos oficiales, en 1948, en la Yugoslavia comunista vivían sólo 55.328 integrantes de la minoría étnica alemana.

A fines y después de la segunda contienda mundial disminuyó considerablemente el número de los integrantes de las minorías étnicas húngara, albanesa y turca. Según distintas estimaciones su número oscila alrededor de 100.000.

En el territorio actual de Yugoslavia, que antes de la guerra pertenecía a Italia, la minoría étnica italiana disminuyó en casi 175.000.

El profesor Ipsen opina que, en vista del elevado número de fugitivos y expulsados, el total de las minorías étnicas en Yugoslavia disminuyó en 700.000. Esta cifra no comprende a los masacrados, condenados a muerte o muertos en los campos de exterminio que, por cierto, no eran pocos.

 

Setenta mil miembros de la minoría alemana asesinados

 

Según los datos contenidos en una publicación semioficial alemana, en la República Federal de Alemania residen actualmente 147.494 alemanes, exilados y expulsados de Yugoslavia, y en Austria cerca de 150.000. Con los que emigraron a los países de ultramar y los que viven en Yugoslavia, el total de la minoría alemana en Yugoslavia durante la guerra y que todavía viven serían 409.500 personas. La cifra de los asesinados en Yugoslavia o muertos en los campos de concentración llegaría a 68.664. Los restantes, unos 20.000, son soldados caídos en la guerra o desaparecidos en el cautiverio ruso[46].

 

Total de los caídos y asesinados en Yugoslavia

 

Tomando por exacta, si bien exagerada, la cifra de la disminución de la población durante la guerra de 2,21 millones y restando la cifra de nacimientos rebajados de 424.755, calculada por los especialistas yugoeslavos, más 200.000 exilados y 700.000 expatriados y expulsados de las minorías étnicas obtendremos la cifra de 885.245 muertos y asesinados en todo el territorio de la Yugoslavia actual. Eso representa casi la mitad del número de los caídos con que operan las estadísticas yugoeslavas por motivos propagandísticos. El profesor Ipsen cree que ese número de caídos es todavía mucho menor. A título de comparación acotamos que Gran Bretaña tuvo en la guerra pasada 530.000 bajas y Francia 500.000.

 

Número de los partisanos caídos

 

Si queremos establecer la cifra de las víctimas de las masacres y las represalias, debe descontarse de la cifra consignada el número de los guerrilleros de Tito caídos y de la población civil muerta accidentalmente a causa de las operaciones de guerra, principalmente bombardeos.

Los datos de las Naciones Unidas se refieren a 300.000 soldados yugoeslavos caídos en la última guerra. Según los datos yugoeslavos oficiosos e imprecisos es obvio que ese número no incluye a los chetniks ni a los componentes del ejército croata. No resulta claro si esa cifra de 300.000 abarca también a los componentes del ejército yugoeslavo caídos durante la campaña del 6 al 18 de abril de 1941. En todo caso, su cifra no fue elevada, pues no hubo resistencia seria a la invasión. Los alemanes, según sus datos oficiales, tuvieron en la campaña balcánica (Yugoslavia y Grecia), abril de 1941, sólo 1.099 bajas. Las bajas del ejército yugoeslavo tampoco han podido ser grandes.

La cifra de 300.000 caídos partisanos es un poco exagerada, si bien ha sido elevada. Tantas pérdidas se deben al trato inhumano con los efectivos reclutados por fuerza. Los partisanos escaseaban, en escala subhumana, de víveres, ropas, aprestos y medicamentos. Guerreaban en zonas apenas transitables, recurrían a marchas forzadas de día y de noche, carecían de bases y viviendas. Unicamente los fanáticos comunistas, impulsados por el ansia de poder, sin miramientos a los sufrimientos y sacrificios humanos, podían obligar a la gente a pelear en tales condiciones inhumanas.

Hasta algunos comunistas protestaron contra semejantes sacrificios cuando se hizo patente que Alemania sería vencida. Los observadores aliados en los cuarteles partisanos vieron muchas cosas, pero no les fue posible apreciar todos los horrores, la barbarie y la miseria de las tropas movilizadas por los aventureros comunistas.

Es cierto que sufrieron también los comunistas, pero muchísimo más los que reclutaron por fuerza, pues los controlaban y castigaban despiadadamente al notar la más mínima vacilación. De modo que la mayor parte que cayó por su causa, fueron víctimas de ellos.

 

Otros soldados caídos durante la guerra

 

Entre los soldados caídos durante la guerra debe incluirse también a los integrantes de las formaciones militares anticomunistas de varios pueblos y minorías de Yugoslavia.

Los serbios peleaban, fuera de las filas partisanas, como chetniks al mando de Draza Mihailovic, y a las órdenes del gobierno serbio de Milan Nedic, designado por los alemanes. Los chetniks de Nedic combatían exclusivamente contra los guerrilleros comunistas, y los de Mihailovic principalmente contra los croatas. En Macedonia, anexada a Bulgaria, reclutaba el ejército búlgaro, y en Voivodina, incorporada a Hungría, movilizaba el ejército húngaro. Los miembros de la minoría alemana integraban unidades militares alemanas. Algunos croatas y eslovenos de la zona anexada por Italia servían bajo las banderas italianas. En Eslovenia fueron organizadas unidades de domobranci para contrarrestar el terror comunista. Las fuerzas armadas croatas, por ser más numerosas, sufrieron más bajas. Los soldados croatas, defendiendo su patria, lucharon con valentía contra los comunistas y los chetniks.

Según una estimación cautelosa, cayeron en los combates, aparte de las masacres comunistas perpetradas después de la guerra, más de 100.000 integrantes de dichas formaciones militares, de modo que el total de los combatientes caídos en Yugoslavia durante la guerra llega a más de 400.000.

 

Víctimas de los bombardeos y otras operaciones bélicas

 

A causa de los bombardeos y otras operaciones bélicas cierto número de civiles perdió su vida. A raíz del bombardeo de Belgrado del 6 de abril de 1941, murieron 17.480 personas, conforme a los datos oficiales. Hubo durante la guerra varios bombardeos de mayor o menor escala con sus respectivas víctimas. Esos bombardeos eran más de los aliados desde sus bases en Italia que de los alemanes. Generalmente se realizaban a pedido del comando partisano[47].

Cómo abusaban los comunistas de la ayuda aliada, lo prueba la declaración del diputado por Ohio, Wayne L. Hays, formulada el 13 de diciembre de 1950, en una sesión del Congreso:

"Sé positivamente que Tito solicitó que los bombarderos norteamericanos atacaran Belgrado el domingo de Pascua (ortodoxa) del último año de la guerra... Fijó el día y la hora. Ocurrió que ese día y a esa hora, por casualidad supongo, fue el domingo de Pascua y la hora de la salida de los serbios de los templos ortodoxos" [48]

Cabe estimar, pues, en 50.000 el número de las víctimas de los ataques aéreos.

 

Cerca de 400.000 víctimas de represalias y masacres en masa

 

De ese modo llegamos al total de 450.000 bajas causadas por la acción directa de la guerra, y su mayor parte se debe a los métodos inhumanos de la guerra de guerrillas. Si restamos ese número de la cifra presuntiva de los combatientes caídos y de la población civil perecida de 885.245, resulta que unas 435.000 personas perdieron la vida a causa de las represalias y masacres.

De ese saldo trágico debe descontarse el número de los judíos masacrados en el territorio de Yugoslavia, donde había, según las estadísticas de 1931 cerca de 60.000. Este número incrementó en vísperas de la guerra a causa de la afluencia de los judíos fugitivos de Alemania y las zonas ocupadas por el Tercer Reich. Según la ya citada publicación oficiosa alemana, a principios de la guerra abandonaron Yugoslavia 22.000 judíos, temiendo la invasión de Hitler. Ellos deben ser incluidos en la cifra de 700.000 miembros expatriados o desterrados de las minorías nacionales. Durante 1942/43 -según la misma fuente- fueron llevados a los campos de exterminio de Polonia unos 32.000 judíos de Yugoslavia [49]. Determinados judíos fueron matados en distintas regiones de Yugoslavia.

Llegamos así a la cifra de 400.000 víctimas de las represalias y masacres entre los serbios, los croatas y demás pueblos y minorías de Yugoslavia, perpetradas por varias formaciones militares y policiales.

 

Los chetniks serbios iniciaron matanzas en masa

 

Por orden cronológico, los monárquicos serbios fueron los primeros en recurrir a represalias. Antes de la guerra, en el ejército yugoeslavo, controlado por la oficialidad serbia, se organizaron batallones especiales de chetniks para aterrorizar a la población civil. Esos batallones fueron denominados chetniks, según la homónima organización diversionista de la época de las luchas contra los otomanos y el Imperio de Austria-Hungría. En vísperas y durante la guerra su misión era: a) impedir posibles rebeliones de los croatas y otros pueblos oprimidos, y b) organizar en la retaguardia del frente, en el territorio ocupado por el enemigo, acciones diversionistas. Con tal propósito, disponían de depósitos de armas secretos en las zonas pobladas por los serbios

Durante la guerra de doce días los chetniks no entraron en acción a causa de que el clima de rebeldía, especialmente entre los croatas, macedonios y las minorías albanesa, alemana y húngara, era tan enardecido que no se atrevieron a tomar represalias. Cuando el ejército yugoeslavo capituló el 18 de abril de 1941, tras el fulminante derrumbe político y militar, de acuerdo a las normas del derecho internacional debieron cesar todas las operaciones bélicas de los integrantes del ejército yugoeslavo. En general así fue, por lo menos las primeras semanas. Hubo casos aislados de ataques chetniks contra las tropas alemanas en Serbia y la población civil en Croacia que se plegó al alzamiento nacional.

 

Represalias alemanas excepcionalmente severas

 

Las represalias contra acciones ilegales de los restos del ejército yugoeslavo, organizados más tarde como guerrilla al mando del coronel Draza Mihailovic -luego promovido al grado de general y designado ministro de guerra en el gobierno real exilado en Londres- fueron inevitables y concordantes con el derecho de guerra. Sin embargo, las contramedidas fueron a veces excesivamente crudas y afectaban también a inocentes. A menudo resultaban contraproducentes, pues la población atemorizada se refugiaba en los montes, donde los esperaban agitadores y comandantes comunistas. Más tarde, los comunistas provocaban represalias para movilizar más fácilmente sus fuerzas de resistencia.

El comando alemán, tras repetidos ataques a sus soldados, expidió un bando difundido entre la población interesada: por cada soldado alemán asesinado serían fusilados 100 serbios y por cada soldado herido 50 serbios. Según datos oficiales alemanes, hasta febrero de 1942 en Serbia fueron fusiladas 20.149 personas a título de represalias[50].

Posteriormente hubo también represalias, pero en escala menor, debido a que los chetniks para "economizar la sangre serbia" habían reducido o paralizado totalmente las acciones diversionistas y hasta colaboraron con las tropas de ocupación en Serbia contra los partisanos. Respecto a los ataques de los chetniks y los partisanos contra las tropas alemanas que provocaron las represalias, escribe el historiador militar inglés Liddell Hart: "Resultaron ser menos efectivas que la resistencia pasiva generalizada... y causaron mucho más daño a su propia gente. Las represalias provocadas eran más graves que el daño infligido al enemigo..." [51].

 

Represalias húngaras, búlgaras e italianas

 

Los comunistas y los nacionalistas serbios difundieron, por conducto de los centros informativos aliados, no sólo cifras exageradas respecto a las represalias, sino que querían crear la impresión de que casi únicamente los croatas cometieron represalias contra los serbios atribuyéndoles carácter de genocidio. La verdad es que todos los grupos armados que actuaban en el territorio de Yugoslavia recurrían a represalias. Los húngaros liquidaron varios millares de serbios en Bachka. Las autoridades húngaras admitieron que se trataba de represalias excesivas y algunos culpables fueron castigados. Las tropas búlgaras realizaban represalias en Macedonia y en Serbia, pues existían tradicionales rencores entre los búlgaros y los serbios[52].

Harto siniestras resultaron las represalias del II Ejército italiano, estacionado en partes de Eslovenia y Croacia, en Montenegro, Kosovo y Metohija. Estas represalias no eran masivas sino dirigidas contra personas destacadas. En cambio, hubo internaciones en masa en Italia, especialmente de croatas. Eso motivó que cierto número de croatas se plegara a los partisanos. La intervención italiana en los conflictos serbio- croatas era maquiavélica y extremadamente perjudicial. Protegían y armaban a los efectivos chetniks del gobierno real yugoeslavo con el cual estaba Italia en estado de guerra. Bajo el amparo italiano, los chetniks cometían matanzas de croatas, formalmente sus aliados[53]. Esos chetniks de religión ortodoxa, con la ayuda indirecta de las tropas italianas, perpetraron masacres colectivas sobre la población musulmana de Bosnia, y la católica de Dalmacia, que se oponían a su anexión al imperio romano fascista. El político serbio Zivko Topalovic, partidario ardiente de Draza Mihailovic, relata que el "cabecilla" chetnik Pavle Djurisic, había comunicado a Mihailovic en una carta que los chetniks a su mando habían arrasado, en una sola operación, siete aldeas croatas, asesinando a 900 "ustachi" (es decir, campesinos indefensos croatas) y quemado vivos a varios sacerdotes católicos[54]. Las víctimas de los chetniks ascienden a decenas de miles.

 

Represalias croatas contra chetniks

 

Las represalias en Croacia contra la población serbia no tardaron en desencadenarse. Fueron ejecutadas, a raíz del terrorismo de los chetniks, por las tropas irregulares participantes en el alzamiento nacional contra la dominación serbia y el restablecimiento del Estado de Croacia.

Como los líderes del alzamiento eran miembros de la organización clandestina ustachi, todos los excesos se atribuían a ese movimiento y su régimen. En eso, por cierto, hay exageraciones, aunque es lamentable que el régimen ustachi en el comienzo haya carecido de una política clara y prudente respecto a la población ortodoxa en Croacia que, influenciada por la Iglesia nacional serbia ortodoxa, era propensa a adherirse, desde el punto de vista nacional, a Serbia, y se prestaba a veces a acciones antipatrióticas desde el punto de vista de la legalidad croata.

Los integrantes de la minoría serbia en Croacia, educados en la Yugoslavia monárquica en el espíritu chovinista granserbio y siendo el grupo dirigente y privilegiado en detrimento de la mayoría católica y musulmana, desgraciadamente no atinaron a acomodarse a la nueva situación. Por eso, en las regiones donde viven mezcladas la población croata y la serbia, se produjeron, primero, las agresiones de los chetniks y sucesivamente conflictos, golpes y contragolpes, represalias y contrarrepresalias recíprocas, que acarrearon decenas de miles de pérdidas por ambos lados.

Los serbios se vengaban de la supuesta traición croata al Reino de Yugoslavia, y los croatas -mayormente grupos revolucionarios, antes de organizarse autoridades y el ejército regular croata- reaccionaban defendiendo su recién restablecido Estado, impulsados por los recuerdos todavía muy frescos de los crueles métodos de la dominación serbia entre las dos guerras. En esa época se aplicaban represalias tremendas contra la oposición croata. Los gendarmes solían disparar contra la población civil incluso durante las procesiones religiosas. Los contragolpes, en el recién restablecido Estado nacional, si no se pueden aprobar, se comprenden. El mismo criterio comparte el prestigioso parlamentario y escritor político francés, Ernest Pezet, insospechado amigo del pueblo serbio[55]. El mismo autor, en su libro "La Yougoslavie en péril" (París, 1933) publicó numerosos datos y cifras sobre la opresión de los croatas en Yugoslavia, presagiando su trágico desenlace.

 

Los conflictos nacionales, caldo abonado para los comunistas

 

Las cifras exageradas de las víctimas causadas en los conflictos croata-serbios, que difunden tanto los comunistas como los monárquicos serbios, tenían un fin chovinista: desacreditar no sólo a cierta fracción política croata, sino al pueblo croata como tal y su lucha por la libertad nacional. Los comunistas recurrieron a esas exageraciones para ponerse al frente de las masas serbias contra Croacia, que durante la guerra y hoy es la principal fuerza de resistencia a la dominación de Serbia y a la opresión comunista. Alimentar el odio y las reacciones pasionales de los serbios contra toda cooperación razonable con los croatas y demás pueblos oprimidos en Yugoslavia, sigue siendo la condición primordial de la estabilidad relativa del régimen comunista. Debido al chovinismo serbio, los pueblos y minorías de la Yugoslavia, un Estado típicamente multinacional, no consiguieron formar un frente unido contra el comunismo en base al principio de autodeterminación nacional para todos y al reconocimiento de los derechos nacionales y políticos de todas las minorías. Ningún grupo serbio exilado acepta sin reservas semejante programa.

Las masacres de más de 200.000 croatas a fines y después de la última guerra fueron presentadas a los serbios como venganza merecida por la "traición" croata a la Yugoslavia monárquica. Lamentablemente, los círculos serbios anticomunistas en el exilio jamás repudiaron esos crímenes comunistas. En cambio, los croatas deploran a los serbios asesinados por los comunistas y por supuesto a los caídos a causa de los conflictos durante la guerra. No queremos insistir en las masacres chetniks sobre la población croata, pues consideramos que la cadena sangrienta de venganzas recíprocas debe terminarse una vez por todas en beneficio de ambos pueblos. Deseamos tan sólo señalar que ya es tiempo de que los anticomunistas serbios dejen de difundir datos y cifras harto exagerados, cayendo en la trampa de los opresores comunistas que obran según el lema "divide et impera".

Si analizamos con imparcialidad las cifras de las bajas en el territorio de la actual Yugoslavia, percibiremos que las cifras, difundidas por la propaganda anticroata, de centenares y centenares de miles de serbios masacrados, es el resultado de una fantasía excitada, azuzada por los comunistas. El total máximo de las bajas por represalias y masacres entre todos los integrantes de Yugoslavia llega a 400-500.000. Esa cifra comprende 200.000 víctimas de las matanzas perpetradas por los comunistas contra los croatas en primer lugar y contra casi 12.000 eslovenos, varios miles de serbios y montenegrinos. Ya hemos mencionado 70.000 alemanes asesinados o muertos en campos de concentración. Los comunistas masacraron a miles de integrantes de las minorías húngara e italiana. Debe tenerse en cuenta también a las víctimas de las represalias de las tropas alemanas, húngaras, italianas y búlgaras estacionadas en Yugoslavia y de las masacres organizadas por los chetniks. Por lo tanto, no queda margen para pretendidos centenares de miles de bajas serbias producidas en los conflictos con los croatas. Pese a los propagandistas del odio nacional, tanto los croatas como los serbios saben muy bien que las cifras difundidas de los caídos serbios en la guerra chetniks contra ustachi son absurdas[56].

Los desbocados nacionalistas serbios no deberían olvidar que los comunistas azuzan también a los croatas contra los serbios acusando a los chetniks por la matanza de la población croata. Las cifras comunistas pueden ser exageradas, pero esas matanzas se realizaron y el número de las víctimas no era pequeño. Un destacado partidario de Draza Mihailovic cita un informe de un oficial chetnik a su superior sobre una de las numerosas "acciones de limpieza" en los distritos de Plevlje, Bjelopolje, Cajnici y Foca, donde los chetniks asesinaron a 10.000 musulmanes, mayormente mujeres y niños[57].

Topalovic es el único dirigente serbio exilado que reconoce que las masacres de la población croata tuvieron "consecuencias catastróficas", y admite que en ese aspecto "los chetniks no eran mejores que los ustachi". Mataban a los croatas sin distinción alguna. Los comandantes chetniks, especialmente Jevdjevic y Djuic, "exterminaban a la población croata y musulmana en cuantas ocasiones se les presentaron" (Ibid., pp. 103-4, 186, 190).

Después de la guerra se publicó la nota de protesta del gobierno británico al gobierno yugoeslavo exilado en Londres contra las acciones de Draza Mihailovic que "lucha contra los croatas" y otros conciudadanos y no contra los ocupantes[58].

Precisamente por la posición irrazonable y chovinista respecto a los croatas, los aliados occidentales dejaron de ayudar al gobierno yugoeslavo en el exilio y a los guerrilleros chetniks, dispensando desde el año 1944 ayuda exclusivamente a los partisanos comunistas. Por ende, esa actitud chovinista para con los croatas motivó primero, la crisis política y militar que desembocó en la desintegración y la capitulación militar de Yugoslavia en 1941, y luego, en el curso de la guerra, hizo que los comunistas eliminasen al gobierno exilado y sometiesen a todos los pueblos integrantes del conglomerado yugoeslavo.

 

Algunas palabras "pro domo"

 

Queriendo ser objetivos en la exposición de las bajas sufridas durante la guerra en Yugoslavia, nos abstuvimos de recriminaciones. deseosos de arrojar verdadera luz sobre los opresores comunistas de los pueblos y las minorías en Yugoslavia. Como palabras finales hemos de manifestar que en esa cadena cruel de represalias y contrarrepresalias los croatas casi siempre tuvieron que defenderse. Ni los nacionalistas croatas más recalcitrantes intentaron trasladar la lucha al suelo de Serbia. Los soldados croatas combatieron únicamente en el suelo croata, mientras que los chetniks y los comunistas transfirieron la lucha al territorio del Estado croata con el claro propósito de impedir su consolidación, pues lo consideraban como obstáculo principal para la restauración de Yugoslavia con la supremacía serbia[59].

Los líderes serbios no censuraron con franqueza las injusticias infligidas a la nación croata, en tanto los croatas deploran los excesos que cometieron algunos exasperados, desviándose de ese modo, si bien momentáneamente, de su tradición milenaria de ética y respeto del derecho, el contenido substancial del pensamiento nacional croata. Los jefes eclesiásticos croatas, y particularmente el cardenal Aloysius Stepinac, condenaron todos y cada uno de esos excesos. Igualmente obraron los representantes religiosos musulmanes. En este sentido, reflejaban los sentimientos de la gran mayoría del pueblo.

 

CAPÍTULO VI: REPATRIACIONES FORZADAS - PROBLEMA DE LA MORAL INTERNACIONAL

 

Las repatriaciones forzadas de los adversarios comunistas de la Europa Centro-oriental y Sur- oriental que, escaparon a fines de la guerra a las zonas de Alemania y Austria, ocupadas por los Aliados occidentales y, su entrega a los gobiernos comunistas, sabiéndose que no los tratarían en forma legal y humana, constituyen un problema de moral internacional. Max Lerner subraya con razón que las democracias afrontan hoy el dilema: o perecer por seguir aceptando, más o menos voluntariamente, el principio del maquiavelismo, o regenerarse, rechazando concienzuda y decididamente dicho principio[60].

Aunque se adopte la tesis, sostenida en la pasada guerra por Jacques Maritain, "de que no es una falta moral el buscar-en caso de necesidad y en la medida que la necesidad lo exija-la alianza de un Estado poco respetuoso de la justicia y de la moralidad política (como evidentemente lo es la Unión Soviética) a condición de que no haya compromiso para cometer ningún acto injusto o inmoral y mientras no se acepten, por lo tanto, las exigencias excesivas de ese Estado", y que "no es una falta moral aceptar los ofrecimientos de una mano manchada, cuando ello constituye el único medio de asegurar el éxito de una empresa de tanto riesgo como una campaña militar"[61], no cabe duda de que las repatriaciones forzosas, terminada ya la guerra, fueron actos injustos y concesiones excesivas a los gobiernos comunistas

Sería ocioso hacer recriminaciones, pues ningún bando beligerante está limpio de errores y hasta de crímenes, pero no es admisible silenciarlos, particularmente cuando todavía se sigue repatriando forzadamente a los croatas, incluso con la colaboración del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados[62].

 

Comparación con los exilados cubanos

 

Nuestros amigos en Latinoamérica comprenderán todo el horror trágico de dichas repatriaciones si se da por supuesto que ellas se aplicaran a los exilados cubanos.

 

Imaginémonos lo que significaría si los Estados Unidos y otras repúblicas americanas hubiesen continuado prestando ayuda a Castro después de haberse comprobado su papel de satélite soviético. Supongamos que en su represión de las fuerzas democráticas recibe ayuda en propaganda, municiones, armas, víveres, medios de trasporte y cooperación activa de la aviación y la flota. Imaginémonos que, por ello, centenares de miles de combatientes anticomunistas debiesen emprender el éxodo, y no se les dejara pasar a los países libres, se los desarmara y, junto con centenares de miles de exilados políticos, se los repatriara compulsivamente y terminaran, sin juicio previo, ante "el paredón", centuplicando de tal modo el actual saldo del terror comunista en Cuba.

Supongamos que luego comisiones de gobiernos democráticos diesen caza en los países libres a los pocos adversarios del castrismo, salvados del exterminio y declarados criminales de guerra por haber luchado contra el comunismo, entregándoles a la muerte segura. Figurémonos que después de 19 años de repatriaciones forzosas y masacres colectivas, mientras se hubiese dado gran publicidad a cada fugitivo de Berlín Este, los fugitivos de la Cuba comunista fuesen calificados como refugiados "económicos" y no "políticos" y como tales repatriados. (Eso, en efecto, les pasa hoy a los exilados croatas y de otras regiones de Yugoslavia. Mientras se paga el "rescate" por los prisioneros de Castro, Italia y Austria devuelven gratis al cautiverio de Tito miles y miles de refugiados anticomunistas por año.)

Imaginémonos, además, que Krushchev, como antes Stalin en el caso de Tito, decidiera designar otros dirigentes cubanos, más dóciles y adictos, y Castro se opusiera a su designio; los gobiernos democráticos, en lugar de utilizar la crisis política surgida para liberar a Cuba, considerasen como un gesto genial prestar ayuda a Castro por valor de miles de millones de dólares y en forma de las más modernas armas, mientras Castro siguiese empeñado en sembrar la cizaña neutralista en Africa y Latinoamérica, como, efectivamente, lo hace el dictador comunista yugoeslavo.

Supongamos asimismo que esos comunistas cubanos, envalentonados por la cuantiosa ayuda con que costean sus elevados gastos propagandísticos, fuesen declarados en Occidente como "comunistas nacionales", una especie nueva, simpática, de comunistas, y no se considerase ya a Cuba como nación "cautiva", absolviendo de ese modo a Castro y a sus adláteres de toda culpa por la matanza de los patriotas anticomunistas y dispensando a sus verdugos recepciones oficiales en las capitales y las cortes de los países democráticos, considerados con toda seriedad cuando en las comisiones internacionales para la defensa de los derechos humanos y en las Naciones Unidas dieran lecciones a las democracias occidentales sobre los sentimientos de humanidad y los derechos de todos los pueblos a la libertad.

Imaginémonos que todos esos absurdos fuesen realidad y entonces tendremos el cuadro aproximado de cómo las democracias occidentales proceden respecto a los pueblos oprimidos en Yugoslavia.

Además de los croatas, las autoridades militares aliadas repatriaron también a millones de patriotas y adversarios comunistas, a la Unión Soviética y a los países satélites.

 

El pecado original: el restablecimiento del Estado multinacional yugoeslavo invocando el principio nacional

 

En cuanto al caso específico croata, cabe señalar que fueron repatriados integrantes de un pueblo cuyos derechos a la autodeterminación nacional le fueron negados por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial.

Entonces los artífices de la paz, dentro del marco de la política del poder, incorporaron a Croacia contra su voluntad en el Estado plurinacional yugoeslavo, con gobierno no democrático, constituido y gobernado dictatorialmente en interés de un solo pueblo. Creían que favoreciendo a Serbia crearían un Estado militar y económicamente suficientemente fuerte para contener el expansionismo soviético y el germano. Por los mismos motivos las democracias occidentales ayudaron, entre las dos guerras, a gobiernos chovinistas, reaccionarios y dictatoriales granserbios. Por ventajas momentáneas de la propaganda de guerra respaldaron a políticos granserbios en el gobierno exilado en Londres, si bien era obvio que por su culpa sobrevino el derrumbe militar y político del Reino de Yugoslavia.

Su punto de vista de que todos los combatientes contra la tiranía serbia eran traidores y quislings, convenía únicamente a los comunistas para desvirtuar totalmente los términos de la libertad nacional y la democracia, dándoles su contenido específico. Igual que los bolcheviques -que antes de la caída del régimen zarista calificaban al imperialismo ruso como cárcel de los pueblos- se convirtieron después en continuadores del imperialismo y la autocracia de Rusia, los comunistas yugoeslavos se transformaron en seguidores y portadores de la política chovinista y totalitaria de la misma dinastía serbia a cuya liquidación contribuyeron.

Se sobreentiende que los dirigentes soviéticos no tenían reparos principistas en consentir y respaldar la restauración del Estado plurinacional yugoeslavo en su función de instrumento de la expansión granserbia en detrimento de los demás pueblos y minorías de Yugoslavia, y de los Estados vecinos de Serbia. Lo principal para ellos era que la Yugoslavia comunista bajo la hegemonía serbia, fuera el agente de la expansión soviética hasta los lindes de Italia y la zona central del Mediterráneo. Las democracias occidentales, al olvidar que, a la larga, la única política buena es una política justa no estaban en condiciones de impedir la realización de los planes comunistas y de sus protectores soviéticos. Sin lograr liberarse del lastre de su política y reconocer abiertamente a todos los pueblos de Yugoslavia el derecho de autodeterminación, de acuerdo a la Carta del Atlántico, las democracias occidentales estaban atrapadas en la propia red de la continuidad política de Yugoslavia, "cárcel de los pueblos". Tuvieron que deshacerse de Draza Mihailovic y prestar ayuda a los guerrilleros comunistas, luego renegar del rey Pedro y hasta obligarlo a reconocer como legal el gobierno controlado por los comunistas y como único su ejército en Yugoslavia con el comandante supremo, el mariscal Tito. Entonces se dieron las condiciones para el sometimiento comunista de todos los pueblos de Yugoslavia. Vanos fueron en ese sentido los esfuerzos de Churchill, que convino con Stalin que Yugoslavia sería zona de influencia recíproca en relación 50:50%, y que, después de la guerra, se celebrarían elecciones libres[63]. Los comunistas pedían y consiguieron todas las ventajas -incluso las repatriaciones forzosas- sin cumplir con las promesas dadas, y precisamente a causa de esas promesas masacraron y silenciaron, en primer término, a los partidarios de los Aliados occidentales.

Lo más trágico de todo es que los estadistas responsables occidentales no pueden alegar no haber sido informados sobre el carácter liberticida de toda política tendiente a la restauración de Yugoslavia. A Churchill le avisaron sus propios emisarios en el cuartel general de Tito que los comunistas se proponían esclavizar a los pueblos de Yugoslavia[64].

 

Roosevelt propiciaba la separación de Croacia y Serbia

 

El presidente F. D Roosevelt estaba correctamente informado sobre el conflicto serbio-croata y juzgó acertadamente que la única salida sería la separación de Croacia de Serbia.

Roosevelt expresó esa opinión, antes de la capitulación y la desintegración de Yugoslavia, al embajador yugoeslavo en Washington, Konstantin Fotic, personaje influyente en la camarilla palaciega serbia, en la audiencia del 3 de abril de 1941. Lo relata el mismo Fotic en su libro de recuerdos:

"Antes de despedirme, el Presidente me preguntó, en mi condición de serbio y no de representante de Yugoslavia: ¿No le parece que para vosotros los serbios sería mucho mejor volver a ser un Estado nacional homogéneo, separándose de vuestras provincias occidentales? (Croacia y Eslovenia, N. de la R.). Serían nuevamente fuertes y no malgastarían sus esfuerzos en interminables problemas y disputas internas. Me sorprendió esta pregunta franca y libre del Presidente, formulada en forma tan inesperada después de la conversación de casi una hora. Desde luego, me constaba toda la gravedad de nuestros problemas internos y el intento casi imposible de encontrar una solución satisfactoria tanto para los croatas como para los serbios. Sin embargo, no esperaba que el Presidente de los Estados Unidos planteara esa cuestión en el momento en que Yugoslavia necesitaba concentrar todas sus fuerzas para oponerse al inminente ataque de las fuerzas del Eje. Por desgracia, los acontecimientos sucesivos confirmaron que sus observaciones fueron justificadas" [65]

Según acota el subsecretario de Estado, Summer Welles, Roosevelt, evidentemente impresionado por la guerra serbio-croata, seguía opinando que a los croatas les asiste el derecho a la libertad nacional.

"Roosevelt -apunta Summer Welles- era partidario, más que Woodrow Wilson, de la idea del plebiscito, sosteniendo que los plebiscitos son el remedio general. Fue en 1942 que me habló una noche más de una hora y media de la aplicación deseable del plebiscito para que una vez por todas se arreglen las riñas entre serbios, croatas y eslovenos que tanto ensombrecieron la historia de Yugoslavia como Estado independiente" [66].

S Welles, a continuación, anota que Roosevelt no atribuía mucha importancia al daño que con ello se infligiría a la economía de los tres pueblos. Tal vez desconocía S. Welles que una de las causas principales del descontento de los croatas y eslovenos en el Reino de Yugoslavia era su despiadada explotación económica en favor de Serbia. Idénticas causas del descontento subsisten hoy en la Yugoslavia comunista.

Harry Hopkins apuntó que Roosevelt insistía en la misma solución durante las deliberaciones celebradas a mediados de marzo de 1943 en la Casa Blanca con Anthony Eden sobre el futuro ordenamiento de Europa:

"El Presidente expresó su repetida opinión de que los croatas y los serbios no tienen nada en común, por lo que es ridículo empeñarse en que dos pueblos tan antagónicos hayan de vivir bajo un solo gobierno".

 

Eden expresó la opinión de que el Presidente era al respecto "pesimista en exceso"

 

Roosevelt, empero, discutió más tarde con Hopkins sobre el mismo tema en relación con la situación que se presentaría después de la derrota de Alemania.

"Yo le dije al Presidente -acota Hopkins- que era muy importante que mantuviésemos una conversación franca con el señor Eden sobre las posibles diferencias que pudieran surgir en Europa. Dije que de momento veía dos muy importantes: primera, el asunto de los pueblos de Serbia y Croacia, y segunda, el problema de cuáles países, libres o no, debían ser desarmados en Europa" [67].

 

¿Por qué Roosevelt desistió del principio nacional?

 

Por lo que sabemos, Roosevelt no insistió hasta el fin de la guerra en la solución radical del problema croata-serbio. Tal vez cediera en ese punto "muy esencial" bajo la presión de los sucesos posteriores y las insistencias soviética y británica. A fines de la guerra Roosevelt, lamentablemente, se había resignado a repartir entre los cuatro Grandes las esferas de influencia -EE.UU., Gran Bretaña, Unión Soviética y China (nacionalista)- aceptando la influencia predominante de Rusia en Europa. Por ello, para la solución del problema serbio-croata, prevaleció el criterio de Rusia, favorable a la restauración de Yugoslavia, engrandecida si fuera posible. El cardenal Francis Spellman conferenció con el Presidente el 3 de septiembre de 1943, en vísperas de la conferencia de Teherán que decidió prestar ayuda a los guerrilleros comunistas de Tito. El cardenal preguntó expresamente al Presidente: "¿Y si Austria, Hungría y Croacia cayeran en alguna forma bajo el protectorado ruso? La respuesta fue claramente confirmativa". Roosevelt declaró también en esa ocasión "que puede presumirse que Rusia tendrá predominio en Europa porque es grande, poderosa y porque se impone, simplemente... Los pueblos de Europa tendrán simplemente que soportar la dominación rusa, en la esperanza de que, en diez o veinte años, serán capaces de vivir en paz con Rusia". En cuanto a los Estados Unidos, espera que una amistad forzada con Rusia "resultará muy pronto real y duradera" [68].

 

Los comunistas explotaron la oposición británica a la aplicación del principio nacional

 

Los estadistas británicos, a diferencia de Roosevelt, han sido menos propensos a considerar la desintegración de Yugoslavia, si bien sabían que su derrumbe fulminante se debió al chovinismo serbio. Explotaron, eso sí, con fines propagandísticos, el golpe de Estado y el descalabro militar de Yugoslavia en 1941 (lo que a posteriori Churchill calificará de "vergonzoso suicidio de Yugoslavia"). Esperaban explotar contra los alemanes el descontento de las masas serbias por la derrota de Yugoslavia, exagerando a tal efecto la importancia de la guerrilla nacionalista. Varias veces sugirieron desembarcos en las costas adriáticas para unirse con los guerrilleros de Draza Mihailovic. Los rusos replicaban que la zona costera estaba en manos de los croatas adversarios de los chetniks. Por fin, en 1943, en la Conferencia de Teherán, se decidió suspender toda ayuda al general Draza Mihailovic, ministro de guerra "in partibus", en el gobierno yugoeslavo exilado en Londres y apoyar, en cambio a los guerrilleros comunistas, exponentes del expansionismo soviético, es verdad, pero quienes, en opinión de Churchill, tenían ventaja por no ahorrar en la lucha vidas serbias. Churchill, interpelado en la Cámara de Diputados por armar a los comunistas, declaró que daría armas a todo bandido en Yugoslavia con tal de que matara a un huno (alemán).

Insatisfecho por el giro de los acontecimientos, Churchill, de regreso de Teherán -donde habían sido rechazadas sus sugestiones sobre una mancomunidad danubiana- dijo, enojado al Dr. Bozidar Puric, presidente del gobierno yugoeslavo exilado a la sazón en El Cairo: "Hay dos tendencias hegemonísticas en Europa que deben ser eliminadas en interés de la paz; la de Prusia y la Serbia" [69]

Parece que ni el lúcido Churchill se percató de que el chovinismo serbio dejaría de ser nocivo únicamente si se redujese a Serbia dentro de sus fronteras naturales y dejase de ser el instrumento de los anhelos expansionistas rusos. Infructuosos resultaron sus esfuerzos por conseguir garantías, bajo presión, de los políticos serbios exilados en el sentido de que los derechos nacionales de todos los pueblos de Yugoslavia serían asegurados[70].

 

Criterio acertado de Edward Hallet Carr

 

Lo que no quisieron decir los estadistas británicos sobre la inconsistente comunidad estatal entre Croacia y Serbia, lo expresaron autores políticos ingleses.

 

Edward Hallett Carr, por ejemplo dice:

 

"El arreglo establecido después de la Primera Guerra Mundial de ningún modo puede considerarse final y definitivo. La autodeterminación nacional se convirtió en un permanente llamado a la secesión. El movimiento que desmembró a Austria-Hungría y creó a Yugoslavia y Checoslovaquia tuvo que ser seguido por los movimientos de desintegración de Yugoslavia y Checoslovaquia. Habiendo sido aceptadas las premisas del nacionalismo, su evolución se hizo natural y legítima" [71].

El mismo autor, por eso, mientras se acusaba de colaboracionismo incluso a los pueblos que lucharon por su libertad, advertía sagazmente "que habría que esperar cierto tiempo para tener una información completa e imparcial... [72].

De haberse procedido así, a buen seguro que al término de la guerra se habría tratado de otra manera el caso de los soldados y fugitivos croatas.

La fatal insistencia del gobierno británico en sostener que a pesar de todo es posible la vida común de los croatas y los serbios en un Estado multinacional -que derivó en la esclavitud comunista de ambos pueblos- se explica también por el hecho de que Gran Bretaña no es un país homogéneo étnicamente y que el Commonwealth es un ejemplo de la colaboración supra nacional de los pueblos de culturas muy distintas. Hasta la tradición imperial influye para que los británicos enfoquen distintos problemas europeos sin la comprensión íntima de los contrastes nacionales. No es ajena del todo a su mentalidad la concepción serbia de la identidad Estado-Iglesia, lo que constituye el obstáculo insuperable para una transacción política entre los ortodoxos, serbios y los croatas, predominante católicos, formados en la tradición occidental del universalismo[73].

En su brillante obra Study of History Toynbee cita a Croacia como ejemplo de una nación pequeña cuya historia se hace incomprensible fuera del desarrollo de los pueblos de la Sociedad Occidental. De Serbia escribe que su historia se puede comprender únicamente "dentro de los marcos sucesivos de la historia bizantina y otomana y, finalmente, en relación con la cuestión balcánica.." (Estudio de la Historia, Buenos Aires, ed. EMECE, vol. I, p. 35). refiriéndose en otro libro de la misma serie a Yugoslavia, Toynbee advierte que es un Estado nuevo "que reúne dentro de sus fronteras recién trazadas, poblaciones que han sido nutridas hasta ahora por dos civilizaciones diversas. Este audaz experimento de la química política puede tener éxito o fracasar; estas naciones sintéticamente formadas pueden convertirse en uniones orgánicas o desintegrarse en sus elementos constitutivos..." (Ibid. Vol. II, p. 193) Ahora bien; mientras Toynbee escribe como funcionario del Instituto Real de Asuntos Internacionales, pudiendo comprobar el fracaso del experimento que consistió en reunir dentro de las mismas fronteras los pueblos de dos civilizaciones antagónicas, como si contradijera al perspicaz historiador Toynbee. Pues en el libro "Hitler's Europe" redactado con la ayuda de todo un equipo de colaboradores, en capítulo dedicado a Croacia (La Europa de Hitler Barcelona 1955, vol. II, pp. 269-74) publica, mayormente, un montón de datos y sloganes tomados del arsenal de la propaganda de guerra serbio-comunista.

Del mismo modo que resultó ser siniestra la tesis de la rendición incondicional de Alemania, al impedir una resistencia eficaz contra Hitler dentro de Alemania, la insistencia en la restauración incondicional de Yugoslavia impidió que se realizaran los planes, tan caros a Churchill, de establecer un segundo frente en el sudeste europeo. Eso era posible sólo mediante desembarcos en la costa croata, y la operación hubiera sido fácil y poco arriesgada a condición de asegurar a los croatas que no se perseguía la liquidación de su Estado nacional. Por la negativa británica a tomar en consideración el factor croata, fracasó también un intento significativo, poco conocido fuera de Croacia, de pasarse al bando aliado en el segundo semestre de 1944. Ese intento implicaba amplias posibilidades. Toynbee hace la siguiente referencia sobre el particular:

"Con la caída de Roma y la deserción de Rumania, toda la Península balcánica esperaba que las fuerzas aliadas apareciesen cualquier día y la mayor parte del ejército croata estaba dispuesta a darles la bienvenida. Desde luego, a principios de septiembre, el último Ministro de Defensa, Vokic, proyectó volverse contra las tropas alemanas de Zagreb. Los alemanes se enteraron de esta conspiración y obligaron a Pavelic a detener a los más importantes de los últimos colegas que le quedaban; la situación de Zagreb era literalmente absurda. En el mes de noviembre, un enviado de Pavelic llevó un memorándum de éste, sobre los derechos de Croacia, al Cuartel General Aliado en Caserta, pero fracasó este intento lo mismo que todos los demás que hizo de manera desesperada" [74]

 

Respeto del derecho de autodeterminación - única solución justa

 

Es verdad que las razones de orden político y legal constituían un impedimento si entre los fines de guerra aliados quería incluirse la liberación de los pueblos de Yugoslavia de acuerdo a las aspiraciones croatas. En 1941 el Reino de Yugoslavia, agredido por el Eje, fue acogido por Gran Bretaña como aliado bienvenido, no obstante el hecho de que el gobierno golpista trató de persuadir a Hitler de que respetaría las obligaciones contraídas con la adhesión al Pacto Tripartito. Capitulada Yugoslavia sin lucha, e inmediatamente desmembrada, el gobierno de Belgrado se refugió en Londres (y en 1943 se trasladó a El Cairo) como uno de los gobiernos aliados. Por razones de propaganda de guerra, según hemos visto, se presentaba en forma tendenciosa e inexacta el proceso político subsiguiente y se exageraba grandemente el alcance y la dimensión de los guerrilleros nacionalistas serbios chetniks, ocultándose su carácter liberticida.

Con tales precedentes no era fácil dar un giro completo durante la guerra y liquidar la política granserbia, en otros términos, ratificar el hecho consumado no sólo de la caída de la monarquía yugoeslava, sino también de la desintegración del mismo Estado. Eso último se hizo más difícil aun desde que aparecieron en el panorama yugoeslavo, de por sí enmarañado, los guerrilleros comunistas con sus fines específicos, respaldados por la Unión Soviética, que en su propio interés se había decidido por el restablecimiento de Yugoslavia.

Con todo, de no haber mediado ciertos prejuicios por parte inglesa, se habría encontrado la manera de aceptar la única alternativa posible a la esclavitud comunista, es decir, la afirmación del derecho a la libertad de todos los pueblos de Yugoslavia. En cambio, una posición principista en favor de la monarquía y la excesiva autoconfianza del Primer Ministro que esperaba, a la postre, asegurar con su habilidad y dinamismo político la influencia occidental en la Yugoslavia de posguerra, convenían a los propósitos comunistas. Churchill reconoció después, decepcionado: "Mi error capital fue haber dado fe a Tito"

Además, Gran Bretaña tampoco defendió hasta el final a monarquía yugoeslava, suspendiéndole toda ayuda y reconociendo el predominio comunista. Tampoco insistió en que en la Europa Centro-oriental se volviera al statu quo ante. Aunque declaró la guerra al Tercer Reich para asegurar la integridad e independencia garantizadas a Polonia, durante la guerra accedió, junto con los Estados Unidos, a la anexión de la mitad oriental de Polonia a la Unión Soviética. El argumento esgrimido de que se procedía de conformidad con el principio nacional, por tratarse de un territorio poblado por elementos étnicos ajenos, tenía mayor validez y consistencia en el caso de Yugoslavia, en la que Serbia -cuarta parte del territorio y de la población- dominaba sobre otros pueblos y minorías nacionales, separadas esas últimas de sus Estados nacionales contiguos a Serbia.

Todos los desaciertos de la política de guerra de los Aliados occidentales en lo concerniente a Yugoslavia terminaron con la retirada no sólo ante la Unión Soviética -potencia de primer orden, desde luego-, sino también ante los dirigentes comunistas yugoeslavos, puñado de aventureros inescrupulosos, ansiosos del poder, reconocidos hoy como partners en pie de igualdad y como libertadores de los pueblos que, de hecho, esclavizaron.

Unicamente dentro de una política tan insana e inmoral en su esencia, pudo ocurrir que los comunistas se apoderaran, en mayo de 1945, de centenares de miles de patriotas con la ayuda de los aliados occidentales. Centenares de miles fueron masacrados porque los comunistas veían en ellos sus opositores y amigos de las democracias occidentales, y en el caso de los croatas adversarios de un Estado, constituido y mantenido mediante la violación de la moral y el derecho natural.

Tales serían los frutos amargos de un realismo político, una especie de maquiavelismo. No pensamos únicamente en las grandes potencias, pues los egoísmos nacionales prevalecieron por doquier. Con todo, no se puede medir con la misma vara a los pueblos sometidos, que se levantaron en defensa propia, y a sus opresores.

Del mismo modo cabe hacer distinción entre las potencias en cuanto al problema de las repatriaciones forzosas se refiere, Francia, en rigor, quedó con las manos limpias en este asunto, debido acaso a que ella misma sufrió las peripecias de la guerra, de la derrota militar y de la ocupación. Sea como sea, Francia permaneció fiel a sus tradiciones de magnanimidad para con los que luchan por su libertad de una u otra manera. Abona esa noble tradición el proceder correcto de Francia hacia los exilados de posguerra que en su suelo encuentran asilo y trabajo, mientras que los gobiernos de Italia y Austria han repatriado por fuerza a varios millares de fugitivos.

 

La opinión pública norteamericana contra las repatriaciones compulsivas

 

En los Estados Unidos hubo una reacción positiva contra esas repatriaciones, atribuidas al sospechoso "realismo" político de un grupo de intelectuales, que a su vez son reacios al idealismo wilsoniano. Estados Unidos es -como dice Maritain- un Estado moderno para cuyo instinto y comprensión políticos el maquiavelismo es básicamente repugnante, si bien constituye un indicio inquietante el ver que cierto número de intelectuales cae sin sospecharlo en los antiguos lazos, cuando con ingenuidad imperdonable creen descubrir en Maquiavelo, un maestro de la ciencia política y hasta un doctor y profeta de la democracia[75]. Esos no comprenden que nunca el exceso de amor enloquece a los pueblos y a los hombres políticos mientras que sin amor y generosidad siempre hay ceguera y falta de cálculo.

Norteamérica, tras tantos desaciertos durante la guerra, asumió la onerosa carga de defender y restaurar el mundo, amenazado por el imperialismo comunista. No pidió reparaciones de los vencidos sino que contribuyó con ingentes gastos a su resurgimiento. La opinión pública de semejante país tuvo que reaccionar contra las repatriaciones forzosas.

Hubo intentos de formar una Comisión del Congreso para establecer la responsabilidad por las repatriaciones compulsivas. Su proponente fue Albert H. Hoch, diputado republicano por Nueva York. El 8 de febrero de 1954 presentó ante la Cámara de los Representantes una resolución pidiendo:

 

1) "que se investiguen y estudien en forma amplia y completa hechos, pruebas y demás circunstancias relacionadas con el programa de repatriaciones forzosas, efectuadas por nuestras autoridades militares y civiles en Alemania y otros países en 1945 y hasta 1947, cuya secuela era la repatriación compulsiva de millones de prisioneros de guerra y civiles anticomunistas a los países bajo control soviético" y 2) "se establezcan las responsabilidades por ese programa".

 

Con ese motivo, Julius Epstein, miembro de la "Comisión Norteamericana para los Refugiados", declaró en la conferencia sobre los refugiados que "es una necesidad moral limpiarnos del grave error, tenido por muchos hombres autorizados como crimen de acuerdo al derecho norteamericano e internacional". A.J. Hoch en los considerandos de su ponencia subrayó que las repatriaciones forzosas "no pueden justificarse por los acuerdos de Yalta"; que constituyen "violación de las disposiciones ejecutivas del acuerdo sobre los prisioneros de guerra, publicadas por la Secretaría del Estado el 8 de marzo de 1945". Esas repatriaciones "contrastan también con la opinión del tribunal supremo, según se viene pronunciando desde hace cuarenta años" y "forman una mancha imborrable para la tradición norteamericana que siempre ofrecía solícitamente el asilo a los exilados políticos" [76].

 

Posición incomprensible del gobierno británico

 

En Gran Bretaña, cuyas autoridades militares repatriaron centenares de miles de exilados, no hubo discusión pública sobre ese tema. Dado su carácter insular, Inglaterra está menos vinculada con la Europa Central que Norteamérica, que cuenta con varios millones de ciudadanos oriundos de los países a los que se entregaban los repatriados. Unicamente los círculos católicos de Gran Bretaña evidenciaron comprensión por los sufrimientos y persecuciones de los católicos croatas y eslovenos. En el verano de 1948, un grupo de diputados católicos interpeló al gobierno sobre la repatriación de los fugitivos de Yugoslavia en mayo de 1945. Se les contestó que, efectivamente, a fines de mayo de 1945, fueron repatriados 600 colaboracionistas de Yugoslavia, que habían escapado ante el ejército yugoeslavo a Austria y las autoridades inglesas los habían desarmado y, conforme al derecho internacional, (¡sic!) devuelto a su patria.

John Cornellis, welfare officer británico, quien a la sazón se hallaba en Austria y conoció de cerca la tragedia de los 12.000 eslovenos repatriados en circunstancias asaz bochornosas, escribió al Foreign Office, expresando su asombro por la respuesta inexacta del gobierno a la interpelación de los diputados católicos. Lo invitaron a suministrar los datos de que disponía. Le agradecieron y explicaron que los funcionarios británicos en Austria al terminar la guerra estaban tan ocupados que "sus informes podrían contener alguna inexactitud y deficiencia, pero es el único del que disponen". "Los oficiales que los firmaron están ahora desmovilizados y el Ministerio de Guerra no puede solicitar ahora que presenten informes detallados sobre ese problema y por eso - dijéronle- nos atenemos a los que disponemos". Cuando Cornellis insistió en que sólo eslovenos se había repatriado más de 10.000, le contestaron "que seguía en vigor el número de 600, pues así constaba en los informes oficiales" [77].

Ante tamaña insensibilidad de los burócratas y "realistas" políticos se hiela el estremecido corazón humano.

 

 

CAPÍTULO VII: HECATOMBE EN CROACIA - CONDICIÓN DE LA EXPANSIÓN SOVIÉTICA

 

El análisis precedente de los aspectos políticos, jurídicos y morales del katynismo yugoeslavo y de los eventos implicados permite extraer determinadas conclusiones acerca de las causas, objetivos y alcance de esos horrorosos crímenes; conclusiones de repercusión universal también, puesto que pueden servir a los demás países, blanco del expansionismo soviético.

 

Polémicas sobre el significado de la intervención soviética en Yugoslavia

 

Tras la Resolución del Cominform en 1948 contra la jefatura del Partido Comunista de Yugoslavia se desató una acre polémica sobre si la intervención soviética fue factor determinante en la comunización del país. Los dirigentes comunistas yugoeslavos, de acuerdo con la idiosincrasia del ambiente serbio, subestimaban la ayuda prestada por el Ejército Rojo, atribuyendo el triunfo de la revolución comunista a sus propios esfuerzos y méritos[78]. Sin embargo, no se puede ocultar que recién después de la intervención directa del Ejército Rojo en Yugoslavia, su invasión de Voivodina y Serbia, con la cooperación de los guerrilleros de Tito, pudo instalarse el gobierno comunista en Serbia con todos sus atributos. Recién entonces, dicho gobierno ejerció el control sobre un territorio estable y tuvo la posibilidad de movilizar y organizar un ejército regular, para emprender, a fines de 1944, con la ayuda de las tropas soviéticas y búlgaras y el apoyo aéreo y marítimo anglonorteamericano, la invasión de Croacia y Eslovenia. Tampoco se puede ocultar que los comunistas alcanzaron ese objetivo recién al terminar la guerra, tras la retirada de los ejércitos croata y esloveno a la zona de Austria, ocupada por los Aliados occidentales, donde fueron desarmados. Este golpe final a las fuerzas de resistencia hasta entonces invictas, pudo darse debido a que muchos patriotas confiaban hasta el fin de la guerra en que las democracias occidentales utilizarían, en su propio interés, a dichas fuerzas anticomunistas para impedir la sovietización de Yugoslavia y la penetración rusa a la zona central del Mediterráneo.

No cabe duda, pues, de que el peso internacional soviético y la intervención directa del Ejército Rojo fueron factores decisivos en la comunización de Yugoslavia, y de su restauración en forma de república comunista, copia fiel de la Unión Soviética.

Por otra parte, los comunistas yugoeslavos en su acción revolucionaria fueron diestros alumnos de Lenin y Stalin; supieron explotar la crisis y la caída de la monarquía serbia, obrando a veces por iniciativa propia, lo que motivará posteriores querellas con Moscú.

 

Coincidencias y diferencias entre la revolución rusa y la yugoeslava

 

Ciertas analogías en la comunización del imperio ruso y del Reino de Yugoslavia saltan a la vista. En ambos casos, la revolución fue precedida por el derrumbe de las monarquías autocráticas, por la descomposición de las fuerzas sociales y sobre todo por la destrucción del aparato estatal en que se apoyaban. Y en ambos casos se trataba de Estados multinacionales, dominados por un solo pueblo.

La crisis de la sociedad rusa y la serbia en vísperas de las revoluciones respectivas surgió bajo el impacto de las ideas revolucionarias occidentales difundidas junto con la técnica y ciencia modernas en el ámbito de una tradición cultural y política diferentes. Esas ideas revolucionarias surtieron, tanto en Rusia como en Serbia, efectos más profundos que en el mismo Occidente donde fueron autóctonas.

No obstante ello, entre la crisis social-política de la Rusia zarista y la del Reino de Yugoslavia, condición previa del triunfo de la revolución comunista, existen diferencias notables.

La Rusia zarista, como conjunto, estaba arraigada en las tradiciones bizantinas. La única excepción fue el exiguo territorio en el linde occidental del imperio, donde desde el principio prevalecieron influjos occidentales. Es por ello que Polonia y los países bálticos lograron separarse durante la revolución rusa y constituirse como Estados nacionales no comunistas.

Yugoslavia, en cambio, no era un país homogéneo en lo cultural. El proceso social y político sólo de su parte oriental, Serbia, era muy similar al ruso, mientras la mitad occidental de Yugoslavia -Croacia, Eslovenia y Voivodina- se desarrolló desde sus comienzos en la comunidad de los países occidentales. Por consiguiente, únicamente en Serbia se dieron condiciones y supuestos para una crisis político- social, propicios para la intervención comunista. En Croacia y Eslovenia el comunismo fue impuesto por las tropas extranjeras como en Polonia, los países bálticos, Hungría y Alemania oriental.

Cuando estalló la revolución bolchevique, las democracias occidentales, por lo menos, trataron de ayudar a las fuerzas anticomunistas. Fracasaron en Rusia, pero Polonia, Finlandia, Letonia, Lituania y Estonia se salvaron del dominio y Finlandia de la influencia bolchevique hasta la Segunda Guerra Mundial. En el caso de la revolución comunista yugoeslava, por el concurso de circunstancias adversas, los Aliados occidentales, en lugar de oponerse a los designios comunistas, los ayudaron activamente en su invasión de Croacia y Eslovenia y, con ello, en perjuicio del mundo libre, facilitaron la expansión soviética hasta la cuenca central del Mediterráneo. Recién más tarde procurarán reparar ese grave error e impedir el control soviético de esa zona de vital importancia estratégica, dispensando cuantiosos auxilios a los cismáticos comunistas yugoeslavos, por lo demás con muy escasas perspectivas de éxito final.

La crisis político-social de Serbia, producida por el impacto de los influjos occidentales en el ámbito de una civilización ajena, culminó entre las dos guerras mundiales, originando el colapso de la Yugoslavia monárquica. El desquiciamiento de la sociedad tradicional serbia es bajo muchos aspectos consecuencia directa de la situación creada por el establecimiento del nuevo Reino de los Croatas, Serbios y Eslovenos en 1918 bajo la hegemonía de Serbia. Lo que los artífices de la paz y los mismos serbios consideraron como premio y recompensa por los sacrificios de Serbia en la Primera Guerra Mundial, resultó ser la causa de la tragedia tanto de los pueblos y minorías oprimidos en Yugoslavia como de la misma Serbia.

En el nuevo Estado, Serbia, país pequeño y relativamente atrasado, tuvo poder y riqueza, pero surgieron nuevos problemas de orden político y moral, o se agudizaron los antiguos, superando la capacidad y madurez de la clase dirigente serbia.

Tras la caída de la Rusia zarista y la creación del nuevo Estado, patrocinado por las democracias occidentales, con la inclusión de varios pueblos de tradición occidental, Serbia se enfrentó con el problema acuciante de convivencia con el mundo occidental en el plano interno y externo. Ese problema fundamental del nuevo Estado los serbios no lo comprendieron.

 

La crisis política de la monarquía serbia

 

Por su parte, los nuevos protectores de Serbia no se percataron de que debían intervenir activamente para consolidar la situación en un Estado heterogéneo en lo cultural y lo nacional, constituido con el propósito de formar un conjunto con el poder suficiente como para contener los embates ruso-bolcheviques. Dejaron que la dinastía serbia, apoyada en el aparato estatal predominante serbio, solucionara el muy grave problema de una convivencia política en la comunidad estatal de los pueblos de diferentes tradiciones políticas y culturales. Tampoco intervinieron cuando se hizo patente que el rey Alejandro, arraigado en la tradición serbia y educado en la corte imperial rusa, no era capaz de realizar una transacción política acorde con las concepciones occidentales, sino que buscaban soluciones en un régimen autocrático, apoyándose en las fuerzas tradicionales de Serbia -el ejército, la burocracia y la Iglesia ortodoxa nacional serbia-, inaceptable para los croatas y otros pueblos y minorías oprimidos. De allí, crisis y conflictos políticos cuyo corolario fue aquel acto descabellado de un puñado de oficiales y politiqueros serbios que dieron el golpe de Estado el 27 de marzo de 1941, provocando el descalabro definitivo de la monarquía y la sociedad tradicional de Serbia. El golpe de Estado estaba dirigido contra el intento híbrido de una transacción política entre los líderes democráticos croatas y la autocracia serbia, representada por el Consejo de Regencia. También la política exterior de Yugoslavia ha sido condicionada por las tensiones existentes entre los grupos de potencias; fluctuaba en ese momento entre las potencias del Eje, las democracias occidentales y la Unión Soviética. Los opositores serbios a la política de transacción con los croatas y los eslovenos consiguieron dar el golpe de Estado apenas el gabinete de Cvetkovic-Macek se vio obligado a adherir al Pacto Tripartito, quebrando de ese modo el equilibrio esforzadamente mantenido entre los bloques de potencias.

Un grave error de dicho gobierno fue el haber restablecido las relaciones diplomáticas con Moscú en 1940, acompañado de un régimen mucho más liberal respecto al partido comunista hasta entonces ilegal. La presencia de la representación diplomática soviética en la capital de Serbia -para la que Rusia, aunque con el gobierno comunista, siempre fue y es la "madrecita" eslava-, y la agitación comunista intensificada, tolerada por razones de política exterior y por cierta liberalización de la vida política en general, contribuyeron en gran medida a la animosidad contra las potencias del Eje, favorable a los golpistas. Pese a las apariencias, las democracias occidentales, que tantos favores prodigaron a Serbia, no eran populares en Belgrado, que veía en ellas un apoyo potencial para la oposición contra la hegemonía de Serbia. La reacción contra la adhesión al Pacto Tripartito no se fundaba tanto en las simpatías anglófilas como en los sentimientos germanófobos e italófobos (prescindiendo de los regímenes imperantes) y sobre todo en las esperanzas en la ayuda de Rusia. Tan sólo bajo la tutela rusa los serbios pueden sentirse contentos y amparados. Los comunistas y los representantes diplomáticos soviéticos en Belgrado supieron despertar, en ese período crítico, las viejas simpatías por Rusia. Los comunistas, durante la crisis de marzo de 1941 eran el elemento más activo en las demostraciones callejeras, mientras que la Unión Soviética justamente en vísperas de la invasión alemana suscribió apresuradamente el pacto de amistad con Yugoslavia. Los serbios, por un lado, interpretaron dicho pacto -que ha sido tan sólo una intriga diplomática- como garantía contra la agresión por parte del Eje, y los alemanes como motivo inmediato para invadir a Yugoslavia y declarar pocos meses después la guerra a la Unión Soviética. Los únicos auténticos amigos, aunque impotentes, de las democracias occidentales eran los croatas y los eslovenos, contra quienes fue dirigido el golpe de Estado, erróneamente interpretado como prueba de las simpatías de Serbia por los Aliados occidentales. Bozidar Puric, presidente del gobierno exilado yugoeslavo (1943-43) y ex diplomático serbio, enjuicia a los autores del golpe del 27 de marzo de 1941. Sostiene, que habían "incitado a los serbios al suicidio por locura y ceguera o por la traición más sangrienta" [79].

 

La crisis moral de la sociedad serbia

 

Con la crisis política está en íntima ligazón la crisis moral de Serbia entre las dos guerras. Están en relación de causa y efecto. El súbito crecimiento del poder, del territorio y de la riqueza, y el deseo de mantenerlos a toda costa favorecían una política chovinista, respaldada por amplias capas populares serbias, erróneamente educadas. Sacaban partido de las simpatías políticas y elevados créditos de las democracias occidentales, sin pensar siquiera en poner en práctica los principios de la libertad nacional y la democracia de sus nuevos protectores. El Estado fue considerado propiedad dinástica y de un estrecho círculo de beneficiarios de la victoria, que no entendían ni las necesidades de las masas populares de la misma Serbia. De sus protectores occidentales, los círculos dirigentes serbios adoptaban la vida ostentosa y las masas populares particularmente la generación joven, ideas revolucionarias sin el contrapeso del respeto a la libertad y la dignidad de la persona humana, pero imbuida de sentimientos chovinistas y amargada contra la camarilla de los beneficiarios de la victoria en la Primera Guerra Mundial, carentes de cualidades morales e intelectuales. Especialmente la generación joven de los intelectuales, sin oportunidad de ubicarse en semejante sociedad, prestaba cada vez más complaciente oído a las seductoras voces provenientes de la Rusia comunista y eslava. Incluso, ciertos hijos de la clase privilegiada, arraigados en la tradición cultural serbia, supieron combinar las ventajas brindadas por las democracias occidentales con las simpatías por Rusia, no obstante su régimen bolchevique. En ese sentido, es característico el caso de Dusan Nikolajevic, autor del drama "Volga, Volga...", representado con resonante éxito en el Teatro Nacional de Belgrado durante el más rígido curso anticomunista. Su autor, hijo de una rancia familia serbia, en el último acto hace aparecer a Lenin, padre de la revolución bolchevique y a Dostoievski, representante de la Rusia tradicional. Dostoievski -con el estruendoso aplauso de los espectadores- invita a Lenin a crucificar a Rusia a condición de que el santo río Volga, es decir el comunismo ruso, aniegue Europa occidental, destruya al Moisés de Miguel Angel en Roma y Notre Dame en París, símbolos del Occidente cristiano.

La joven inteligencia serbia logró, pues, combinar su entusiasmo por el expansionismo de Serbia con la búsqueda de una salida en la comunización del nuevo Estado, estructurado según el modelo ruso, de modo que Serbia, igual que Rusia, mantendría su posición dominante respecto a otros pueblos y minorías de Yugoslavia. Los comunistas dominaban antes de la guerra en la Universidad de Belgrado. Tenían en sus filas a muchos estudiantes de familias prestigiosas e influyentes. Controlaban, por ejemplo, el principal diario serbio, "Politika". Durante la guerra, la secretaria de Tito fue la hija del ministro de Relaciones Exteriores, Nincic, en el gobierno exilado en Londres. Los hijos del mismo Draza Mihailovic optaron por los comunistas, declarándose públicamente en contra de su padre.

Un ex oficial del ejército real yugoeslavo describe fielmente la situación imperante. Confiesa que Occidente tenía pocos amigos en Serbia. El pueblo estaba tan exasperado contra la corrupción oficial que "estaba harto de los sufrimientos, no importándole si viniera el mismo diablo, pues no lo pasaría peor que ahora".

"Si la grande y fraternal Rusia pudo adoptar tal programa ¿por qué no también nosotros, los pequeños pueblos eslavos? Durante la guerra decían: "Si el pueblo ruso no estuviese contento, ¿combatiría con tanto arrojo por semejante régimen?". "Así hablaban, antes de la guerra, muchos que ocupaban altos cargos. Así hablaban muchos sabelotodo en la breve guerra de 1941". Luego "nadie podía sacar de la cabeza de la mayoría del pueblo que Tito bregaba por un orden popular y social mejor del que tenían y conocían". Dada la corrupción total de la sociedad burguesa en Serbia, "los comunistas en la Yugoslavia de preguerra dominaban secretamente en la vida política, cultural, económica, judicial y administrativa. También en el ejército, a través de los oficiales del Estado Mayor y del elevado número de oficiales descontentos y suboficiales despreciados. Como grandes demócratas, monarquistas y brillantes nacionalistas (los comunistas) se aprovecharon de las damas prestigiosas y de los hijos de altos funcionarios para destruir el Estado... En la política no había ni asomo de moral" [80].

 

Desquiciamiento político, supuesto de la revolución comunista

 

Los organizadores del golpe de Estado de 1941, deseosos de salvar y fortalecer las posiciones de Serbia, vale decir de la casta gobernante, al lanzarse a la guerra en circunstancias harto adversas, consiguieron un efecto contraproducente. La guerra, la derrota fulminante y la desintegración de Yugoslavia crearon en Serbia una situación indispensable, en opinión de los comunistas, para la acción revolucionaria. Lo dice claramente el programa del Partido Comunista de Yugoslavia siete años después:

"Era imposible desencadenar un levantamiento exitoso contra las fuerzas de ocupación sin la destrucción del aparato estatal que fue instrumento de la burguesía traidora y que se puso al servicio del enemigo. El levantamiento empezó sobre las ruinas de la autoridad de la burguesía traidora... mediante el establecimiento de los órganos de la autoridad popular" [81]

Esta cuestión de la destrucción previa del aparato estatal con miras a la revolución comunista tiene valor de principio y rige para todos los "movimientos de liberación nacional". Los comunistas lo consideran no sólo como instrumento de lucha contra la dominación o la influencia extranjera, sino también como instrumento de su revolución.

"La guerra o, más precisamente, el colapso nacional de la organización estatal, era innecesario para las revoluciones anteriores, por lo menos para la mayoría de ellas. Hasta ahora, empero, ese fue el supuesto fundamental para la victoria de las revoluciones comunistas" [82].

Los comunistas, durante la "lucha de liberación nacional" trataron de destruir sistemáticamente, acatando instrucciones precisas, los restos del aparato estatal de la Yugoslavia monárquica: oficinas públicas, archivos, registros de propiedad y libros catastrales, restos de la organización militar y administrativa, etc.

 

¿Por qué liquidaron el Estado de Croacia?

 

En ese sentido los comunistas no tropezaron con mayores dificultades en Serbia, Montenegro y Macedonia, ocupadas por las tropas alemanas, italianas, húngaras y búlgaras. El único impedimento serio lo constituía el Estado de Croacia con su organización militar y administrativa. Ni el gobierno monárquico en el exilio ni su exponente in partibus Draza Mihailovic, como portavoces de la restauración política, tenían posibilidad de lanzar a la lucha grandes masas populares ni siquiera en Serbia, y en Croacia y otras partes oprimidas antes de la guerra menos que menos. Unicamente el deseo de venganza por la supuesta traición croata era capaz de agitar en parte a las masas serbias en favor de la monarquía. Mihailovic no ocultaba que su objetivo principal era destruir el Estado de Croacia, pero aun en eso resultaron más eficientes y más consecuentes sus rivales comunistas.

Por lo tanto, Winston Churchill no acertó cuando en la última fase de la guerra depositaba su esperanza en los sentimientos monárquicos de los campesinos serbios, en lugar de contar con el apoyo activo y real de los croatas y los eslovenos. En cambio, los comunistas sabían muy bien que únicamente las fuerzas democráticas dentro de Croacia, aprovechando el ejército nacional y el Estado nacional, eran capaces de salvar, para el mundo libre, trascendentales posiciones estratégicas en el Adriático y la cuenca danubiana con el apoyo de los Aliados occidentales, destacados entonces en Italia.

Por eso, los comunistas no se limitaron a derribar el régimen imperante en Croacia, sino que desistieron de su postulado anterior en pro de la independencia de las naciones oprimidas del Reino de Yugoslavia. Secundaron la lucha por el Estado de Croacia entre las dos guerras[83], mientras especulaban sacar partido de la oposición croata a la Yugoslavia monárquica. Sin embargo, durante la guerra lucharon fanáticamente contra el Estado nacional croata y por su reincorporación a Serbia.

Este vuelco radical de los ex adversarios de Yugoslavia se explica únicamente porque los dirigentes comunistas yugoeslavos se persuadieron de que era posible extender la influencia soviética hasta el Adriático tan sólo si se satisficieran los deseos de las masas serbias contrarias al Estado de Croacia y empeñosas por restaurar Yugoslavia bajo la hegemonía de Serbia.

Adherir a la independencia estatal de Croacia, propiciada a su tiempo por los comunistas, implicaría en la nueva situación el peligro de que Croacia no sólo se alinease con los Aliados occidentales, sino que se paralizara el alistamiento de las masas serbias en la llamada "lucha por la liberación nacional" cuyo fin era aliviar la presión alemana en el frente ruso y hacer factible la penetración soviética hasta las fronteras de Italia. La única base masiva para ese movimiento podrían ser los serbios, exasperados por la derrota y ansiosos de restablecer a Yugoslavia, que consideran como su Estado nacional engrandecido.

Además, como se ha visto, existieron en Serbia también presupuestos morales para la intervención comunista. En Croacia, en cambio, mucho antes de la guerra, fue organizado el movimiento nacional de liberación contra la dominación serbia, sin la participación comunista. Tampoco podrían contar con el éxito a causa del proceso peculiar del desarrollo político social en Croacia, poco propicia a los fines comunistas y, además, Rusia siempre temía las influencias occidentales en los Balcanes que llegaban vía Croacia. No sólo los comunistas no podían contar con una revolución exitosa en Croacia, sino que es un hecho público y notorio que sin la ocupación extranjera no podría mantenerse en Croacia el régimen comunista impuesto.

Pese a la excesiva indulgencia de los Aliados occidentales que reconocieron la decisiva influencia soviética en gran parte de Europa, los británicos evidenciaron cierto interés en mantener su influencia en el Adriático, como lo prueban intentos de Churchill de conseguir el consentimiento para un desembarco en Croacia y sus esfuerzos sobre el reparto con Rusia de la influencia en el territorio yugoeslavo en proporción 50:50 [84].

 

La destrucción del Estado de Croacia y el restablecimiento de Yugoslavia en perspectiva histórica

 

Por ello los comunistas insistían terminantemente en la restauración de Yugoslavia, explotando la ficción de su continuidad jurídica sostenida por los Aliados occidentales. Unicamente, con el programa de restablecer a Yugoslavia los comunistas pudieron conquistar y liquidar al Estado de Croacia, afirmando que se trataba de la liberación de Croacia.

La relación de fuerzas en los teatros de guerra europeos era tal que los Aliados occidentales, ya desde 1943 en Italia, muy cerca de Croacia, acaso no hubiesen consentido de modo alguno la ocupación soviética directa de Croacia y Eslovenia. Esa ocupación pudo realizarla sólo Serbia, en lugar de los soviéticos, invocando la unificación de Yugoslavia. Unicamente con una ocupación permanente por Serbia en Croacia era posible, tras la conquista de Croacia, mantener el régimen comunista en ese país tan netamente occidental, invocando la unidad del Estado yugoeslavo y contando con el apoyo del elemento dominante serbio. Esta es la razón principal y concluyente de que Croacia no figurara como Estado nacional independiente siquiera dentro del imperio de los satélites soviéticos europeos.

Cuando en 1945 los comunistas alcanzaron su objetivo y ocuparon Croacia, seguían temiendo la resistencia del pueblo y la eventual presión occidental para que se celebrasen elecciones libres, prometidas solemnemente. Por eso, la represión en Croacia tuvo que ser implacable y despiadada, y el Katyn croata superó veinte veces al polaco.

De ese modo, la concepción estatal yugoeslava resultó fatal para Croacia y su misión como nación fronteriza en la línea divisoria entre dos civilizaciones europeas. Se cumplieron las previsiones del gran líder democrático croata, Esteban Radic, quien, encarcelado en 1923 en Yugoslavia, y acusado conforme a la ley de defensa del Estado como republicano y partidario de la independencia de Croacia y tildado de simpatizante comunista, anotó en su diario que era necesario a la mayor brevedad destruir a Yugoslavia, separar Croacia de Serbia, ya que acechaba el peligro de que, en caso de una crisis internacional, en la que Serbia se inclinaría por Rusia, Croacia también sería empujada a la esfera soviética de intereses [85].

La jefatura comunista, tanto soviética como yugoeslava, conoce la proyección histórica de las diferencias entre la tradición nacional croata y la serbia. Sólo Serbia puede ser el vehículo de la influencia rusa, sea zarista o comunista, en el Sudeste europeo y nunca Croacia.

Como el comunismo como tal, inclusive el yugoeslavo, es una forma específica del marxismo, desarrollado sobre la base de la tradición bizantino-rusa del césaropapismo y el autocratismo, la jefatura del partido comunista yugoeslavo opta, a sabiendas, por la tradición cultural serbia, íntimamente ligada a Rusia. En ese sentido nos ofrece un interesante testimonio Milovan Djilas.

Cuando Djilas, en abril de 1944, viajó a Moscú al frente de la misión militar publicó en la revista rusa "La guerra y la clase obrera" un artículo sobre Tito, que previamente fue amputado y modificado por la redacción. En el texto original Djilas escribió lo siguiente sobre la misión histórica de los eslavos del sur:

"Quien conoce la sangrienta y gloriosa historia de los eslavos del sur que se radicaron en el vendaval balcánico como muralla contra todas las invasiones, desde las Cruzadas hasta las campañas de Hitler; historia afín por la sangre y el destino de sus pueblos... se percatará de que Tito es hijo de los anhelos históricos de todos nuestros pueblos... que es un fenómeno inevitable del desarrollo histórico nuestro y mundial, realizador de las aspiraciones seculares..." [86].

Djilas, que fue y sigue siendo un integralista yugoeslavo, acorde con la concepción serbia del yugoeslavismo, asigna la tradición antioccidental serbia "a todos nuestros pueblos", también a los croatas y eslovenos de neta orientación occidental que nunca consideraron las Cruzadas como una invasión extranjera ni sintieron la necesidad de transformarse en un cordón protector contra influjos e invasiones occidentales hacia el Oriente.

 

Esquemas anticuados de los tiempos de guerra

 

La política occidental está ya liberándose del lastre de la propaganda bélica durante las guerras fratricidas en Europa, que Rusia explotó tan exitosamente para sus fines expansionistas e imperialistas. Es también preciso desechar los criterios perimidos respecto a los pueblos del Centro y Sudeste de Europa según los cuales los amigos seguros de las democracias occidentales serían aquellos que, por concurso de circunstancias fortuitas, peleaban en su bando en las dos guerras mundiales y sus permanentes enemigos los que voluntariamente o contra su voluntad peleaban del otro lado de la barricada.

Según este esquema perimido, Serbia, que en las dos guerras mundiales luchó como aliada de las democracias occidentales, de hecho como agente y exponente ruso, sería un amigo seguro del Occidente, mientas que Croacia, que siempre formó parte integrante del Occidente, sería el enemigo de todo aquello por lo que durante siglos luchó y se sacrificó, sólo por no ser dueña de sus decisiones en ambas conflagraciones.

Si en la última guerra la resistencia de los croatas a la expansión serbia y rusa acarreó a su patria tremendas consecuencias, acaso el Occidente a pesar de todos los errores sacó de ello algún provecho.

Hemos visto que a causa de la resistencia croata no les convenía a los soviéticos ocupar directamente a Croacia y que su ejército no llegó al Adriático. No sólo Croacia sino tampoco Serbia fue ocupada por las tropas soviéticas. De ese modo pudo ceder la presión soviética a raíz de las querellas entre Moscú y Belgrado.

Cabría aducir muchas cosas sobre el efecto de las influencias occidentales vía Croacia y Eslovenia durante todo ese proceso. Mencionaremos sólo un hecho muy conocido: el reciente acercamiento entre Moscú y Belgrado se opera bajo la creciente presión de los comunistas serbios, preocupados ante la oposición croata y eslovena a la hegemonía serbia, que se manifiesta tanto en la cooperación cultural con el mundo occidental como en la defensa de los intereses económicos de Croacia y Eslovenia contra los intentos de quitarles la posición rectora en ese terreno y que su economía sea orientada hacia el bloque soviético en vez en el occidental por intermedio de Croacia y Eslovenia.

 

Política de convivencia y repudio al katynismo yugoeslavo

 

Creemos que un enjuiciamiento público de los crímenes cometidos por os comunistas yugoeslavos contra los croatas y eslovenos, por algún organismo del carácter internacional podría beneficiar al mundo libre también en el actual periodo de coexistencia pacífica. En este período tampoco se debe dejar de luchar contra los intentos comunistas de someter sin la guerra caliente a sendos países a través "de los movimientos de liberación nacional".

Visto que a causa de las interpretaciones anacrónicas de la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos, no es posible ventilar ante un tribunal internacional, prolongación del de Nuremberg, los horrorosos y alevosos crímenes y transgresiones contra la humanidad, de que son responsables Tito, Rankovic, Koca Popovic y otros jefes comunistas yugoeslavos, es factible al menos una investigación imparcial internacional de alguna entidad del carácter humanitario en base a los documentos y testimonios comprobados.

Los pueblos amenazados por la comunización mediante la táctica del frente "de liberación nacional" tienen derecho a conocer, en base a ejemplos concretos, los métodos comunistas de conquista. La condena, al menos moral, de los crímenes comunistas es exigida por la justicia lesionada y los supremos y permanentes intereses de la humanidad. "Las saturnales de sangre y crimen en que el culpable, ganador o perdedor, no es castigado por las más flagrantes violaciones de las normas consagradas, son algo así como un llamamiento particularmente intoxicante para los pueblos que ansían la guerra" [87].

Es necesario puntualizar los métodos comunistas de conquista ante las acciones subversivas en varios países latinoamericanos, disfrazadas como defensa de la libertad y de los derechos de los pueblos respectivos, lo que coincide con los empeños del dictador comunista yugoeslavo por figurar como exponente típico de la táctica comunista de conquista a través de los sloganes sobre "la lucha de liberación nacional". Eso es necesario tanto más cuanto que, en los últimos tiempos, los dirigentes comunistas yugoeslavos actúan -según la expresión de Walter Lippman, que hasta hace poco consideraba su neutralismo útil a las democracias occidentales- como "embajadores comunistas entre neutrales" [88].

Como es archisabido, los comunistas tratan de presentar las masacres sobre los croatas y otros casos del katynismo yugoeslavo como defensa de la unidad yugoeslava y liquidación de "los resabios fascistas". Aparte del problema de si el mantenimiento forzoso de un Estado plurinacional, con régimen dictatorial y la hegemonía de un pueblo, condice con la moral y el derecho natural, no es posible defender, con semejantes argumentos, asesinatos alevosos, muertes violentas y torturas increíbles de centenares de miles de seres humanos. Tanto menos cuanto que en la mayoría de los casos las víctimas carecían de la más mínima defensa judicial. Aun menos se puede defender los métodos del katynismo alegando la lucha contra un totalitarismo para implantar otro.

Mientras los dirigentes comunistas yugoeslavos declinan una investigación objetiva e imparcial la opinión del mundo libre tiene derecho a interpretar su negativa del mismo modo que la negativa soviética a indagar a fondo la masacre de Katyn.

 

SEGUNDA PARTE: DESCRIPCION DE LOS HECHOS DELICTIVOS

CAPÍTULO I. ANTECEDENTES HISTORICOS

 

Aunque las masacres en masa de los croatas y otros casos de katynismo son parte del plan comunista global de conquista del mundo, hay  antecedentes y factores de la geografía antropológica que impiden atribuir esos métodos de conquista exclusivamente al comunismo como versión extrema del marxismo.

La revolución bolchevique y el sojuzgamiento de una serie de naciones después de la Segunda Guerra Mundial son hechos históricos vinculados a un territorio que el mismo padre del "socialismo científico", Carlos Marx, consideró muy inepto para la revolución comunista. Por consiguiente, tanto la expansión del comunismo como los métodos del katynismo llevan la impronta del espíritu y la tradición del imperio ruso y de la sociedad en general que llamamos la civilización europea oriental, cuyo portavoz principal en la Edad Media era el imperio bizantino y en la época moderna el ruso[89]. Para ambos imperios, sus satélites e imitadores es característico el espíritu de fuerza y el afán de conquistas ilimitadas para crear un imperio universal. El espíritu de la Tercera Roma y del mesianismo hace que "el ruso cree libertar cuando conquista y servir a fines más altos cuando subyuga". Lo constata un autor que con simpatía y sobrada benevolencia escribe sobre Rusia[90]. Por eso, cuando los soviéticos perpetraron la matanza de Katyn y simultáneamente instituyeron el Comité Nacional de Liberación, que sería el nuevo gobierno comunista en la Polonia dividida y ocupada, esta "liberación" no es nada nuevo para los conocedores de la historia rusa.

 

Afinidades entre Rusia y Serbia

 

Lo mismo vale en cuanto a la "liberación" de Croacia, que sirve de pantalla para la masacre de más de 200.000 croatas. Otros tantos combatientes anticomunistas fueron sometidos a la "reeducación" en los campos de concentración. Escaparon a la muerte y la persecución ulterior únicamente unos pocos que a raíz del "lavado del cerebro" creyeron que, de hecho, fueron "liberados" por los conquistadores serbios y, que mientras lucharon por la libertad nacional, obraron como traidores infames.

Schubart comprueba que la sociedad rusa se caracteriza "por el espíritu de fuerza, crueldad, atrofia del sentimiento del derecho y la autocracia". Pero opina que se trata de "cuerpos extraños en la tradición de Rusia, que son de origen tártaro y romano-bizantino". Sin esos influjos, especialmente el tártaro, no se habría producido la revolución rusa[91].

Sea como fuere, idénticos rasgos encontramos en las conquistas de la Rusia sovietizada y deben entenderse como expresión de la sociedad en que se realizó la revolución comunista.

Existe gran parecido también en lo que respecta a la revolución comunista y el katynismo en Yugoslavia, que no reflejan tan sólo los anhelos de expansión comunista, sino que asumen también las características de la tradición serbia, similar a la rusa. También en Serbia era decisiva la influencia bizantina. Está ausente el influjo de los tártaros, pero Serbia estuvo 500 años bajo la dominación turca. Las consecuencias no podían faltar, puesto que "todos los pueblos que han estado esclavizados durante mucho tiempo ofrecen esta característica común: la atrofia del sentimiento del derecho" [92]. En la parte central balcánica esa característica está acentuada por rasgos peculiares de la población nómade semiprimitiva y belicosa, propensa al pillaje, la violencia, la crueldad y los impulsos expansionistas, particularmente fuertes en los serbios[93].

Este imperialismo de un pequeño y relativamente atrasado país es tan llamativo que no lo pueden ocultar ni los autores serbios. Desimir Tosic, político serbio con ambiciones de ideólogo de su generación de exilados anticomunistas, admite que existe "un complejo colectivo serbio, la megalomanía, el afán de grandeza. Los serbios no se sienten un pueblo pequeño, les parece que han de ser siempre los primeros y dar ejemplo a los demás"[94]. En términos más claros, trátase de un caso flagrante del imperialismo enano, fuente permanente de intrigas en el plano internacional y causa de las calamidades y derrotas de la misma Serbia. En el mismo contexto Tosic dice al respecto: "Ese afán de grandeza a menudo valió a los serbios gloria y éxitos, en el caso de Yugoslavia, el pueblo serbio pagó alto precio por ese complejo - precio en sangre, en tiempo, material, y hasta en prestigio político".

 

Ambiciones imperiales de un pequeño país balcánico

 

Este espíritu de poder y el afán de expansión ilimitada de los serbios ha sido fortalecido en la Edad Media mientras se formaban y desarrollaban en la esfera cultural y política de Bizancio, llegando a considerarse pretendientes a la herencia política de la Segunda Roma. Esteban Dusan el Poderoso, el monarca más fuerte de la Serbia medieval, se proclamó en 1346 "emperador y autócrata de los serbios, griegos y búlgaros", y en vano procuró asumir, como rey de una atrasada provincia del mundo bizantino, la herencia política de la Roma oriental, antes tan poderosa. Su Estado se desintegró muy pronto y, tras la derrota en Kosovo en 1389, Serbia fue absorbida por el imperio otomano.

Los serbios, reducidos al status de "rayeh" oprimida, soñaron durante cinco siglos con su imperio y la venganza contra los turcos. Cuando en el siglo pasado, a causa de la decadencia del imperio otomano, Serbia, igual que otros países balcánicos, se emancipó, sus características principales eran la implacable venganza contra los turcos derrotados y el apetito voraz por los territorios ajenos. Serbia no se contentó con ser un Estado nacional según los conceptos occidentales dentro del territorio, donde los serbios son mayoría étnica, sino que reclamaron territorios ajenos con tanta obstinación y lograron impresionar tanto a la opinión pública internacional que sus exigencias no aparecieron del todo injustificadas. Acaso no hay otra nación que con tanta insistencia se apropie del territorio de todos los pueblos vecinos, que en las zonas reivindicadas por los serbios constituyen la mayoría étnica. Esas reivindicaciones afectan territorios donde la mayoría de la población la constituyen búlgaros. macedonios, griegos, albaneses, croatas, rumanos, húngaros y alemanes. A todos ellos Serbia quiere "liberar" y en ese sentido trata de convencer a los propios serbios, al extranjero e incluso a los pueblos y minorías sometidos.

Con la "liberación" de los pueblos vecinos mediante su conquista y anexión, recurriendo a toda clase de terror y violencia, empezó Serbia en las Guerras Balcánicas (1912-13), incorporando gran parte de Macedonia y el territorio de Kosovo y Metohija (abreviado Kosmet), actualmente zona autónoma dentro de la República Socialista de Serbia.

Aunque en Macedonia son una minoría insignificante, los serbios se autoproclamaron sus "libertadores" y la llaman "la Serbia meridional". Como si eso fuera poco, anhelan conquistar la Macedonia búlgara y griega con Salónica. Inclusive hoy día, en la Yugoslavia comunista, que oficialmente reconoce la nacionalidad macedonia, en el orden eclesiástico Macedonia está subordinada al patriarcado serbio.

En Kosmet vive casi la mitad del pueblo albanés en continuidad territorial con su Estado nacional. Aunque hay muy pocos serbios en Kosmet, lo llaman "Serbia la Vieja" y ni piensan reconocer los derechos de Albania conforme al principio nacional. Más aun, Serbia, al reclamar el derecho a la salida al mar antes de la Primera Guerra Mundial, quiso anexar buena parte del territorio albanés. También los comunistas quisieron incluir en la Yugoslavia restaurada a Albania entera, lo que impidió Stalin, impresionado por la megalomanía de los dirigentes comunistas de Belgrado.

Serbia alcanzó su expansión máxima cuando, al terminar la Segunda Guerra Mundial, logró crear el Estado multinacional yugoeslavo, y para colmo invocando el principio nacional y la teoría de que Serbia desempeñó la función de Piamonte del pueblo de los eslavos del Sur (yugoeslavos), que nunca existió ni existe, como unidad étnico- nacional. Con esta maniobra, además del Reino de Montenegro, Serbia se anexó todas las provincias croatas, Backa, Eslovenia y además partes de Banat y Baranja, donde la mayoría absoluta la constituían los húngaros, alemanes y croatas. De ese modo se cuadruplicó el territorio de Serbia, propiamente dicha, mediante la incorporación de regiones mucho más adelantadas en lo cultural y económico. Idéntico cuadro se presenta en la Yugoslavia monárquica como en la comunista de hoy.

Las ambiciones de conquista de las naciones pequeñas y débiles entrañan peligro, tanto para ellas mismas como para sus vecinos, e inclusive repercuten en las relaciones entre grandes potencias. La codicia insaciable de territorios ajenos, evidenciadas hoy por los pequeños países balcánicos, surgidos durante el siglo pasado de las ruinas del imperio turco, y de modo especial de Serbia, convirtieron a la península de los Balcanes en el polvorín de Europa y se usan para calificar querellas y discusiones entre países pequeños en su función de exponentes de grandes potencias. En ese sentido, Serbia es un ejemplo típico y basta mencionar que en 1914, pretendiendo Bosnia y Herzegovina -provincias donde incluso hoy no hay más del 40% de la población ortodoxa- organizó actos subversivos contra Austria-Hungría que culminaron con el asesinato de Sarajevo y con la crisis de la Primera Guerra Mundial, cuyas consecuencias siente todavía hoy el mundo entero.

La expansión mediante la conquista sin tener en cuenta las fronteras étnicas y culturales y la capacidad de asegurar una coexistencia pacífica con elementos ajenos, conduce inevitablemente al empleo de medios inhumanos tanto durante la conquista como en el sometimiento de los nuevos súbditos. Por eso las represiones implacables son medios políticos tradicionales de los países de esa zona euroasiática. El principio de Lenin, según el cual es moral todo lo que sirve a la expansión del comunismo, se practica desde tiempos remotos en esa zona, como principio de la política del poder. Represalias en masa y matanzas por motivos políticos son un fenómeno corriente Es verdad que también la historia de los pueblos occidentales registra casos de represión contra las minorías, como asimismo varios casos de matanza en masa y de expulsiones de las minorías religiosas y raciales, pero se trata de fenómenos excepcionales, condenados por la mayoría como aberración y negación de la dignidad y libertad de la persona humana. Por el contrario, en la zona de "las eternas tiranías del Oriente" -según se expresara Ortega y Gasset- esos métodos se consideran medios legítimos de la política del poder del Estado todopoderoso, que deshumaniza al hombre y lo subordina totalmente a los fines políticos.

 

"Haiduks", precursores de "chetniks" y partisanos

 

Aquí señalaremos, brevitatis causa, sólo aquellos elementos históricos y de la geografía antropológica, imprescindibles para entender mejor las frecuentes referencias de los testigos en nuestra serie documental sobre la crueldad de la población serbia para con los prisioneros croatas, subrayando que las masacres colectivas fueron concebidas también como venganza serbia contra los adversarios del Estado yugoeslavo, de tal manera que con las matanzas empezaron, de hecho, los nacionalistas serbios (chetniks) que más tarde actuaron también en las filas comunistas.

Hay datos comprobados de la época prerromana y numerosas referencias de los cronistas medievales sobre la agresividad, crueldad y el pillaje de las bandas rebeldes en la zona montañosa de los Balcanes centrales. Trátase de un fenómeno endémico, explicable por las características topográficas de esa zona, casi intransitable y separada de grandes centros culturales. Allí, a lo largo de los siglos, ningún poder logró imponer su control permanente. De las montañas poco accesibles, pobladas por pastores nómades semiprimitivos, bajan a los valles bandas para saquear a los labradores o atacar a las caravanas de los comerciantes. En la época de la dominación turca, esas expediciones tuvieron a veces carácter de represalias de los forajidos contra los exponentes del dominio extranjero.

En esos tiempos, en todos los pueblos balcánicos, y particularmente entre los serbios, se difundió el culto de los forajidos y rebeldes, llamados haiduks. En Serbia ese culto forma parte del mito nacional sobre la venganza contra los turcos por la derrota sufrida en Kosovo. Un estudioso serbio, autor de un importante libro sobre haiduks, anota: "Escribir acerca de los haiduks significa escribir nuestra íntima historia moral, la historia de nuestra alma y nuestro espíritu"[95]. En la poesía popular serbia a menudo encontramos descripciones detalladas y gozosas de las sádicas torturas[96].

Los haiduks fueron el factor decisivo en los levantamientos serbios contra los turcos en el siglo pasado y hasta en la formación de la clase dirigente de moderno Estado serbio, reconocido internacionalmente por las potencias reunidas en el Congreso de Berlín, en 1878. Los autores serbios destacan que en el alzamiento y la creación del nuevo Estado desempeñaron el papel principal los tratantes aldeanos de porcinos, cabecillas aldeanos y los haiduks, que en la época de la decadencia del imperio turco fueron considerados "profesionales"[97]. Los haiduks eran cabecillas militares y de sus filas provinieron los primeros dirigentes políticos y, además ambas dinastías serbias: los Obrenovic y los Karageorgevic.

"Quien era haiduk más renombrado y quien en sus fechorías tuvo más éxito, en el nuevo Estado lograba mejor puesto, más riqueza y mayor prestigio. El sentido de esos privilegios consistía en atraer y comprometer a los destacados cabecillas de los Haiduks a una vida tranquila, pues eran peligrosos para un nuevo estado de cosas y el orden establecido" [98].

El despotismo, empero, de los nuevos gobernantes serbios era tal que provocaba resistencia y más tarde hubo casos serios de bandolerismo, especialmente en 1884, cuando los haiduks dominaban distritos enteros[99]. Los haiduks actuaron en Serbia hasta la última guerra. Los diarios belgradenses describían con frecuencia sus desmanes, sin ahondar en sus causas sociológicas y políticas[100]. Hasta el ex rey yugoeslavo en su asaz confuso libro de memorias describe el encuentro de su padre Alejandro con los haiduks en ocasión de un viaje oficial por la zona montañosa de Serbia[101].

 

Mito sobre el heroísmo de los guerrilleros yugoeslavos

 

La tradición de los haiduks se hizo presente en las acciones guerrilleras contra los turcos antes y durante las Guerras Balcánicas (1912-13). Los chetniks seguían esta tradición, de la que, como hemos visto, los círculos patrióticos serbios no se avergüenzan sino que se enorgullecen[102]. Entre las dos guerras, en las escuelas nacionales y en el ejército del Reino de Yugoslavia se fomentaba el culto de los haiduks como uno de los importantes ingredientes de la educación nacional en escuelas y en ejército.

Ese elemento humano y el contorno geográfico fueron factores determinantes de las conocidas guerrillas serbias durante la guerra pasada, tanto las nacionalistas de Draza Mihailovic como las comunistas. Los cronistas y la opinión pública occidentales idealizaban a esos guerrilleros apreciando su ida a los bosques con criterios que aquí no caben[103]. Los mismos autores serbios, que glorifican esa guerrilla, ponen de relieve que poco elemento urbano había entre los guerrilleros... "la resistencia fue encabezada por el hombre local, de hecho, el haiduk político local que entre los chetniks representaba el extremo... y en el movimiento de los guerrilleros de José Broz la fuerza principal de combate"[104]. "Unicamente en un ambiente -acota otro autor de nacionalidad montenegrina- donde la élite espiritual pudo enaltecer a los haiduks como combatientes idealistas y héroes nacionales, pudo surgir ese movimiento rebelde que se autodenominó partisano"[105]. El mismo autor señala los métodos inhumanos de la guerrilla de los partisanos y la inmoralidad de su agresión contra el Estado nacional croata.

El espíritu de subversión y la crueldad con el adversario derrotado, una de las constantes de la historia de Serbia, se deben a las influencias bizantinas y a la reacción contra la dominación turca. En la Serbia medieval la mayoría de los monarcas fueron derrocados por la fuerza y a menudo fueron asesinados o mutilados por sus parientes más allegados. En la Serbia moderna, como dice D. Tosic:

"Unicamente Milos Obrenovic y Pedro I Karageorgevic murieron en el trono de muerte natural, pero ambos llegaron al trono después del exilio. Milos asesinó a Karageorge en 1817, el príncipe Alejandro Karageorgevic murió en el destierro en 1885, el príncipe Mihailo fue matado por un grupo de conjurados en 1868, el rey Milan murió en el exilio en 1901, su hijo Alejandro fue asesinado en 1903 en Belgrado, el rey yugoeslavo Alejandro fue muerto en 1934 en Marsella..." [106]

El último siglo de la historia de Serbia se caracteriza por las luchas implacables entre las dos dinastías, ambas de origen haiduk (bandolero).

"La crónica política de ese periodo registra descuartizamientos, latigazos e incluso algunos casos de empalamiento" de los adversarios políticos. De los tiempos turcos "debió quedar en la psicología de nuestras (serbias) masas populares algo de la crueldad turca que los serbios con frecuencia evidenciaban en la lucha... Los métodos policiales del principado vasallo de Serbia... fueron igualmente crueles". Los castigos corporales eran usuales, de modo que el destacado historiador serbio Slobodan Jovanovic, presidente de uno de los gobiernos yugoeslavos en el exilio, decía que "la cachiporra fue el símbolo del poder en nuestro país" y que los gendarmes "apaleaban a la gente peor que al ganado". El aplastamiento de "las frecuentes rebeliones se hacía de modo igualmente cruel". Los rebeldes "eran torturados terriblemente" y los campesinos matados en masa. "Dado ese estado de cosas, no es de extrañar que la prensa europea escribiese en 1899 que nosotros los serbios estamos borrados de la lista de los pueblos civilizados" [107].

No debe, tampoco, extrañar el hecho de que los serbios aplicasen idénticos métodos, en escala mucho mayor, contra los macedonios, albaneses, croatas, húngaros, etc., "liberados" por ellos, y que en la guerra de guerrillas, durante la última conflagración mundial, consumando la "venganza" por la desintegración de Yugoslavia, sobrepasaran todos los límites.

 

Masacres de vencidos y minorías, parte de la tradición nacional serbia

 

Un capítulo aparte en la historia de Serbia lo constituyen las matanzas colectivas de los enemigos y minorías étnicas.

Ese fenómeno debe entenderse como influjo de la concepción estatal bizantina totalitaria sobre los montañeses balcánicos semiprimitivos. Bizancio fue el primer Estado totalitario en Europa. En él, tanto el individuo como todas las manifestaciones culturales estaban sujetos al poder político autocrático (césaropapismo). En la versión moderna, trátase de la identificación del Estado, la nación y la religión. En semejante sistema no hay lugar para una minoría desconformista, a la que se persigue despiadadamente y casi siempre es exterminada.

Ya en la Serbia medieval regían medidas extremadamente severas contra los católicos y los patarenos (bogomili). En la época moderna, esos métodos afectan principalmente a la minoría aborigen que, bajo el dominio turco, abrazó el islamismo. Así el príncipe obispo de Montenegro, Danilo I, intimó a los musulmanes de la región que había conquistado, a pasar a la religión ortodoxa en plazo determinado. Al no hacerlo, fueron masacrados en la Nochebuena de 1708. Ese acto cruel llamó la atención del emperador ruso Pedro el Grande, quien suscribió un pacto con Montenegro contra los turcos y desde entonces ese minúsculo país balcánico estuvo permanentemente en la esfera de influencia rusa. Posteriormente, hubo también frecuentes casos de masacres colectivas de los musulmanes en las zonas que iban conquistando los montenegrinos[108].

Esas matanzas alevosas consumadas por el gobierno teocrático montenegrino quedarían como uno de tantos episodios de la sangrienta historia balcánica, si uno de los sucesores de Danilo I, el príncipe-obispo Pedro II Njegos (1830-1854) no hubiera glorificado ese genocidio en su poema "La guirlanda de montaña", que los serbios consideran unánimemente como obra maestra de su literatura nacional. "Esas gentes apenas conocían la Biblia; el poema de Njegos hacía las veces de libro sagrado" [109] "Njegos representa el pensamiento serbio y nacional..." [110].

 

Matanzas de los musulmanes

 

La emancipación de Serbia del dominio turco durante el siglo pasado estuvo acompañada por la expulsión y a menudo por la masacre de la minoría musulmana. Un cronista francés dice al respecto: "Todos los turcos que rehusaron ser bautizados murieron en los más horrorosos suplicios. Los niños fueron despedazados. A las mujeres les extirpaban los intestinos o las tomaban como esclavas" [111].

Cuando los comunistas serbios consumaron en 1945 masacres de prisioneros de guerra y civiles, inclusive mujeres y niños, repetían sus crímenes contra los turcos. Los serbios "cometieron miles de atrocidades contra los vencidos, quebraron su juramento de las condiciones de la rendición, degollaron a los turcos, violaron a las mujeres y se entregaron al pillaje" [112]. El destacado político serbio Milan Gavrilovic, embajador yugoeslavo en Moscú que suscribió el pacto de no agresión con la Unión Soviética en 1941, luego presidente del Comité Nacional Serbio interpartidario en los EE.UU., orgulloso de haber guerreado en su juventud contra los turcos, se refiere a los informes de los representantes franceses sobre dichas masacres serbias contra los turcos derrotados. Extracta los informes del cónsul David que dice que los serbios habían "degollado a 2.000 de los suyos, contrarios a semejante empresa armada. El furor entre los dos partidos era tal que un bárbaro en riña con su padre, contrario a que se rescindiera el acuerdo, mató con pistola a su progenitor" [113]. En esa ocasión, según informa el mismo cónsul francés, protagonista de la crónica novelada de Ivo Andric "Sucedió en Bosnia", "masacraron a todos los judíos que estuvieron del lado turco" [114].

Las masacres siguieron también en nuestro siglo, siempre con propósitos expansionistas y opresores. Cuando los serbios en 1913 "liberaron" a Macedonia, perpetraron, de acuerdo a los datos verificados por una comisión internacional, una serie de crímenes contra la población lugareña que rehusó ser serbia[115].

Dos años después, durante la Primera Guerra Mundial, el ejército serbio tuvo que evacuar su patria y, al pasar a Bosnia, consumó masacres de musulmanes en los distritos de Foca y Rogatica, donde asesinó al 3% de la población[116]. Que no se trata de un incidente casual, sino de la opinión prevaleciente en Serbia, lo testimonia Ivan Mestrovic, quien anotó las declaraciones del político serbio Stojan Protic, varias veces ministro y presidente del gobierno serbio y luego yugoeslavo, sobre la modalidad de resolver el problema de los musulmanes en Bosnia y Herzegovina.

"Cuando nuestro ejército atraviese el río Drina, dará a los turcos (los croatas de religión islámica) 24 horas, o al máximo 48, para que vuelvan a la fe de sus antepasados, y los que no lo quieran, los mataremos, como a su tiempo hicimos en Serbia". Cuando los horrorizados croatas presentes le preguntaron: "cómo podían, hombres instruidos, considerar a los hombres de otro credo religioso como lo hacían los haiduks primitivos y analfabetos", Protic reafirmó: "En Bosnia con los turcos no procederemos a la europea, sino según nuestra ley" [117].

Protic era uno de los políticos serbios más moderados en cuanto a las relaciones serbio- croatas. Su opinión no era aislada y Mestrovic pudo registrar en sus memorias declaraciones parecidas de varios representantes prestigiosos de la vida pública serbia.

 

Masacres en el Reino de Yugoslavia entre las dos guerras

 

Como Yugoslavia en 1918 fue creada al amparo de las democracias occidentales, los serbios no pudieron cometer masacres en gran escala. No obstante, perecieron millares de montenegrinos y albaneses. En Montenegro y en Sandzak hubo varios casos de matanza colectiva y pillaje contra la población musulmana[118]. Los serbios, ya durante la Primera Guerra Mundial, torturaron y asesinaron a los soldados croatas que cayeron prisioneros en el frente ruso. De acuerdo al convenio estipulado entre los gobiernos ruso y el serbio, en Odesa debió formarse con los prisioneros la legión serbia de voluntarios. Cuando los prisioneros croatas se negaron a enrolarse al ejército serbio, fueron perseguidos, castigados y asesinados[119]. Es interesante acotar que entre los oficiales serbios figuraba "el voluntario" Dr. Ivan Subasic, que en 1939 fue impuesto por la Regencia yugoeslava como "bano" (virrey) de Croacia (1939-41) y en 1944 por el gobierno británico como presidente del gobierno yugoeslavo exilado y en ese carácter firmó el acuerdo con Tito en tales condiciones que los comunistas tenían asegurado el control completo del poder.

Yugoslavia fue creada en 1918 mediante la sangre, la violencia y la violación del derecho de autodeterminación. Tito expresó sobre el particular el punto de vista del Partido Comunista de Yugoslavia en su informe presentado ante el V Congreso partidario en 1948. Sobre el origen de Yugoslavia dijo:

"Los pueblos que integraron la nueva comunidad estatal vivieron más de trece siglos separados en condiciones diferentes y bajo influencias distintas -políticas, culturales, económicas y sociales... La llamada unificación de los serbios, croatas y eslovenos se operó en 1918 mediante abundante asistencia de las tropas vencedoras, serbias y francesas, que vinieron a Croacia, Eslovenia, Bosnia, Herzegovina y Montenegro... Claro, esas tropas acudieron para asegurar la posición hegemonista a la burguesía granserbia. En Montenegro y en Croacia hubo fuerte oposición a semejante unificación: esa resistencia fue aplastada en sangre, tanto en Montenegro como en Croacia. Tal la misión de las tropas francesas y serbias en las regiones recién anexadas" [120].

Unicamente Tito omitió decir que de manera semejante se restauró YUGOSLAVIA en 1945, cuando el ejército partisano-serbio ocupó a Croacia, respaldado por el Ejército Rojo, y a sangre y fuego aplastó la resistencia croata.

Milovan Djilas describe cómo fue aniquilada la oposición a la liquidación del Reino de Montenegro y su incorporación a Serbia en 1918. El clan Rovci se opuso a ello.

"Los rovcani fueron tratados con crueldad y vileza. Incendiaron sus casas: fueron robados y golpeados. A las mujeres les cosieron gatos en sus faldas y golpearon a los gatos con varas. Los soldados montaban a la grupa de los ancianos y los obligaban a llevarlos a través de la corriente. Atacaban a las jóvenes. Todo lo pisotearon: la propiedad, el honor y el pasado" [121].

También en Croacia, el ejército serbio se portó como en un país ocupado, aplicando las leyes militares serbias y castigos corporales, antes desconocidos en Croacia. Centenares de miles de croatas fueron aporreados. Ya el quinto día después de la unión oficial, el 5/12/1918, hubo masacre de los desarmados soldados croatas en la plaza mayor de Zagreb. Fueron muertos 9 soldados y 4 civiles, heridos 10 soldados y 7 civiles. En otras provincias croatas se produjeron violencias y masacres. Las figuras representativas de la vida cultural y política se hallaban en la cárcel. En algunas regiones hubo rebeliones.

"La lucha entre los gendarmes, el ejército (serbio) y el pueblo se inició primero en la aldea Ivanje, el 2/9/1920. Muy pronto se extendió a Bregi, Grubisno Polje, Cazma, Dugo Selo, sv. Ivan Zelina, sv. Helena, Garesnica, Pesin y otras localidades. Un gran combate se libró en el bosque cerca de Sisak. Varios millares de campesinos se enfrentaron con las unidades militares. Hubo muchos muertos y heridos. Centenares de campesinos fueron encarcelados y molidos a palos por el ejército y la gendarmería" [122].

El Dr. Mate Drinkovic, político croata y luego ministro en el gobierno dictatorial del rey Alejandro, testimonia que en 1920, en una reunión del gabinete, se opuso durante cuatro horas a la proposición de que "había que organizar contra los croatas una expedición punitiva militar en línea de combate contra los campesinos, precisamente como en un país enemigo", y "someter a esos esclavos a sangre y acero si las cachiporras no bastasen". Dice que en la discusión tuvo que espetar a los proponentes que "no quería que lamen la sangre croata" [123].

La opresión y los atropellos contra los croatas culminaron con la implantación de la dictadura personal del rey Alejandro, el 6/1/1929. En el decenio 1929-1939 las persecuciones, las torturas, las detenciones y los asesinatos de croatas eran fenómenos corrientes. Los desmanes y actos de violencias se hicieron tan frecuentes que monseñor Dr. Ante Bauer, metropolitano croata, entregó el 25/5/1935 al Regente, príncipe Pablo Karageorgevic, un extenso memorial sobre los abusos del poder, pues no podía presenciar "sin perturbarse cómo se está sembrando la simiente que en el futuro podía fructificar en el odio, la venganza y la adhesión a las corrientes impacientes por abolir la civilización la cultura europea y cristiana... Es mi deber levantar la voz contra las crueldades, pues algunas de ellas se vienen consumando con motivo de las fiestas religiosas..." En dicho memorial se citan numerosos lugares, nombres y casos de torturas del clero católico, a quienes los gendarmes serbios "injuriaron su Dios católico"[124].

Tuvo que protestar la Iglesia, porque a la sazón los representantes políticos croatas fueron asesinados, encarcelados o exilados. A raíz del citado memorándum se formó nuevo gobierno, presidido por el Dr. Milan Stojadinovic que, con miras a debilitar la oposición croata, alentada por los asilados en Hungría, Austria e Italia, trató de acercarse a las potencias del Eje. Al mismo tiempo, la prensa publicaba casi semanalmente comunicados oficiales de que los gendarmes se vieron obligados a disparar contra los grupos croatas. Cada vez había muertos y heridos entre deportistas, excursionistas, romeros (peregrinos), conjuntos corales, etc. Bastaba que alguien se opusiese a los gendarmes despóticos, izase la bandera nacional o entonara alguna canción patriótica.

El político serbio Svetozar Pribicevic, entonces exilado en Francia, en su libro sobre la dictadura del rey Alejandro, publicado en París, para comprobar que "todo el pueblo croata estaba fuera de la ley" describió los asesinatos de los prominentes políticos y literatos croatas, los asesinatos en masa. Entre otros, se refiere el caso siguiente:

"Para ejemplificar aportaré un caso de la represión por expresiones más inocentes del sentir popular croata en forma de los asesinatos en masa de los hombres, mujeres y niños. En la ciudad croata Omis, en Dalmacia "hubo una manifestación religiosa, el Congreso Eucarístico. Cuando después de la solemne misa el pueblo empezó dispersarse formando procesiones, entonando cánticos religiosos, de repente aparecieron los gendarmes al mando del subteniente Markovic, previamente en acecho y escondidos, acometiendo con tiros contra la gente indefensa. Dispararon contra la gente desbandada sin previo aviso e intimación. Al principio los fieles suponían que estaban tirando al aire. Pero las primeras víctimas, caídas en la plaza mayor de Omis, demostraron lo contrario. En vista de la terrible experiencia cundió un pánico indescriptible. La gente huía, caía y gritaba. Los gendarmes destrozaron la bandera de una asociación católica de Vranjic porque junto con las imágenes del Salvador y de la Virgen lucía los colores nacionales croatas. El resultado de esta masacre cruel fue cuatro personas heridas gravemente, un colegial con la bala en el estómago, una muchacha de Sucurac con la mano derecha amputada y cuarenta personas heridas, algunas de gravedad. Pero los gendarmes todavía no estaban satisfechos. La misma noche en el pueblo Celine mataron en la misma puerta de su casa a dos hermanos Becic, hijos únicos de sus ancianos padres... Los mataron sólo por el hecho de haberse negado a entregarles el estandarte de una sociedad religiosa croata. La ciudadanía de Split, donde murieron en el hospital, quiso honrarlos con un sepelio solemne, pero los gendarmes raptaron sus cadáveres y con fuertes calores del verano mediterráneo los llevaron en un saco no se sabe dónde..." [125]

En esta atmósfera se celebraron dos comicios en los que el Partido Campesino Croata, con grandes sacrificios, pudo presentar su lista opositora, que en Croacia obtuvo casi la totalidad de los votos, pese a que el voto fue público, no había libertad de reunión, de campaña electoral ni de prensa, y a que los gobiernos dictatoriales acusaron a la oposición de estar contra el Estado y en favor de los exilados ustachi. Resultó que esas acusaciones favorecieron enormemente a la oposición. Por su parte, los diputados nacionales croatas exigían las libertades y los derechos cívicos para Croacia, de acuerdo con el principio nacional y el derecho de autodeterminación, sin ocultar que el pueblo croata en caso de una guerra no lucharía por un Estado que los priva de las libertades nacionales y políticas.

Recién en 1939, en vísperas de la guerra, la Regencia acordó a Croacia una autonomía limitada sobre el territorio nacional amputado. Sin embargo, a causa del chovinismo serbio, esta fue una transacción política que, lejos de consolidar la situación, fue motivo del golpe de Estado de marzo de 1941, de la entrada de Yugoslavia en la guerra y de su desmembramiento.

Yugoslavia fue atacada el 6 de abril de 1941 y diez días después el Rey y el gobierno huyeron del país. El día 17 de abril se firmó la capitulación incondicional.

 

CAPÍTULO II: EN EL TORBELLINO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

Situación compleja y tensa tras el colapso y la desintegración del Reino de Yugoslavia

 

La súbita derrota militar de Yugoslavia sorprendió no sólo a sus agresores, sino todavía más a Gran Bretaña que, por conducto de sus agentes, alentó el golpe de Estado, confiando en que la resistencia militar yugoeslava facilitaría la apertura del frente balcánico.

El desmoronamiento político y militar de Yugoslavia no era fortuito, sino expresión de la endeblez interior de un Estado multinacional, dominado por un pueblo minoritario sobre la mayoría que tiene la conciencia nacional altamente desarrollada y está mucho más adelantada en lo cultural y lo económico que sus opresores. Dicho de paso, lo mismo ocurriría en caso de una nueva crisis internacional, ya que también en la Yugoslavia actual Serbia domina sobre los demás pueblos y minorías nacionales. Tras la desintegración de Yugoslavia se creó una situación político-militar muy compleja. Se dieron ciertas soluciones acertadas junto con una serie de medidas erradas e injustas que, sumadas a las inevitables tensiones de guerra, a la que los comunistas trataron de imprimir carácter revolucionario, facilitaron la injerencia de la Unión Soviética.

La creación del Estado Independiente de Croacia conforme al principio nacional y la incorporación de las zonas habitadas por las minorías búlgara, albanesa y húngara a los países respectivos, significaron soluciones acertadas y justas. Teóricamente se dio una solución a medias al problema de Montenegro, que debió ser un reino separado en unión personal con el Reino de Italia [126].

El problema territorial de Serbia encontró solución acertada, pues Serbia quedó dentro de las fronteras anteriores a las Guerras Balcánicas y en la emergencia de la guerra bajo la ocupación militar alemana. Unicamente en tal Serbia, que constituye una unidad histórica y geográfica, los serbios son la mayoría absoluta de la población. Es verdad que hay más de dos millones de serbios fuera de sus fronteras, pero en ninguna provincia constituyen la mayoría de la población. Los alemanes designaron en Serbia el gobierno del general Milan Nedic, ex ministro de guerra, con el propósito de conseguir su colaboración en la lucha contra los grupos guerrilleros.

Flagrantes violaciones del principio nacional fueron el reparto de Eslovenia entre Italia y Alemania (Hungría se anexó Prekomurje e igualmente la comarca croata de Medjimurje) y la incorporación a Italia de partes sustanciales de la zona marítima, habitadas exclusivamente por los croatas.

Las soluciones dadas a los problemas de Albania y Montenegro fueron correctas únicamente en teoría, puesto que esos territorios de hecho estaban ocupados por los italianos. Además, había fricción entre Italia y Alemania respecto a la esfera de intereses en el Sureste europeo, y los italianos, temiendo la influencia predominante de Alemania, particularmente en Croacia, practicaron una política que forzosamente surtió efecto contrario entre todos los patriotas croatas. En lugar de procurar afianzar los lazos amistosos entre ambos pueblos adriáticos, se inauguró la política de presión e intrigas e incluso se llegó a prestar ayuda directa a los chetniks, enemigos comunes, e indirecta a los guerrilleros comunistas. Con la amputación de la zona adriática croata y con su política en general, enderezada a integrar a Croacia dentro del imperio fascista, Mussolini logró un efecto contraproducente. Los croatas, en la difícil lucha por conservar su independencia nacional, se vieron obligados a depositar sus esperanzas en el Tercer Reich que, por lo menos en ese momento, aventajaba a Italia por no presentar ninguna reclamación territorial perjudicial para Croacia.

 

El chovinismo serbio, caldo de cultivo de la rebelión

 

De esa manera estaban decepcionados y exasperados no sólo los serbios, para quienes Yugoslavia era y es Serbia engrandecida, sino que tampoco estaban contentos los pueblos y las minorías étnicas que en la desintegración de Yugoslavia veían la destrucción de su cárcel nacional. Se crearon así las condiciones de un nuevo tipo de guerra, contraria a las costumbres y al derecho de guerra vigentes hasta entonces, pero que se mostró como un instrumento poderoso de la conquista comunista. Los métodos de la guerra de guerrillas fueron aceptados y apoyados por los Aliados occidentales, que no comprendieron que eso implicaba la derrota inevitable de las fuerzas nacionales, pues no podían competir con los comunistas en los despiadados sacrificios de vidas humanas y bienes nacionales. Se afirma que los comunistas contestaban a las objeciones de que con sus métodos de guerra desaparecería el pueblo y el país quedaría despoblado, que lo principal era mantener el territorio y en cuanto a los habitantes, en caso de necesidad, se podría radicar allí a los chinos que son tantos. El hecho es que los comunistas no ahorraban vidas humanas ni bienes nacionales, obrando según el lema "lo peor es lo mejor". El comando militar del Eje partía de la premisa equivocada de que con la capitulación del Reino de Yugoslavia la guerra había terminado y que en el territorio ocupado bastaban pocas fuerzas, principalmente para proteger las vías de comunicación. Por eso sostenían que Croacia no necesitaba ejército salvo uno que otro destacamento para los fines policiales. En esa tesis insistía particularmente Italia, que mediante los Acuerdos de Roma, del 18/V/1941, aseguró su influencia en la organización de las fuerzas armadas croatas, con el propósito de mantener en dependencia al recién restablecido Estado de Croacia. Sin embargo, el verdadero interés de Italia hubiera sido reforzar a su aliado croata en la orilla oriental del Adriático. Por otra parte, la jefatura militar serbia en Yugoslavia entre las dos guerras lo hizo todo para dificultar la organización del ejército nacional en Croacia. Aunque Croacia es más industrializada que Serbia, las industrias de guerra no estaban en su territorio, de modo que Croacia, en cuanto al armamento, dependía totalmente del extranjero, de Alemania e Italia, y en parte de los países neutrales. Muy pocos oficiales y suboficiales de nacionalidad croata figuraban en el ejército yugoeslavo y durante la guerra había que apresurar la formación e instrucción del cuerpo de oficiales croatas. Mientras tanto, fueron reactivados ex oficiales de la época del imperio austro-húngaro, declarados cesantes entre 1918 y 1941.

Los primeros casos de rebelión se verificaron en Serbia a mediados de 1941. Los primeros en entrar en acción fueron los chetniks, al mando de Draza Mihailovic, abasteciéndose de los depósitos de armas escondidos antes de la guerra en regiones montañosas. Atacada Rusia, aparecieron inmediatamente los guerrilleros comunistas, muy pocos al comienzo, pero paulatinamente iban eclipsando las acciones guerrilleras de los chetniks. En el verano de 1941, los chetniks y los partisanos dominaban en la Serbia sudoccidental, donde había escasas guarniciones alemanas. Al producirse una enérgica contra-acción de los alemanes, primero los chetniks y luego los comunistas transfirieron su actividad a Sandzak y Montenegro. Allí se mantuvieron, tanto a causa de la configuración topográfica muy asequible a la guerrilla, de la tradición arraigada de los haiduks y chetniks de esa región, cuanto por la inactividad de las tropas de ocupación italianas.

Desde allí, primero los chetniks, seguidos por los partisanos, se trasladaron a Bosnia, territorio del Estado de Croacia, donde se les unió cierto número de los integrantes de la minoría étnica serbia.

Se trataba de la región al sur de la línea Karlovac-Foca, donde estaban estacionadas las tropas italianas en virtud de un convenio entre las potencias del Eje. Los representantes militares italianos no permitieron que se organizasen allí fuerzas armadas croatas ni siquiera guardias locales.

Recién a fines del verano de 1941 se pudo abordar la organización del ejército croata, cuando a raíz de las acciones guerrilleras, Roma y Berlín se percataron de que la cooperación de las fuerzas armadas croatas era imprescindible. Se comprobó que las acciones comunistas pudieron controlarse únicamente en las zonas donde la población era solidaria con las autoridades militares, pues es sabido que las acciones guerrilleras son posibles únicamente si son apoyadas por la población lugareña.

 

Formación del ejército croata de 250.000 integrantes pese a la oposición de Italia fascista

 

En pos de la mejor comprensión de los sucesos, conviene referirse a la organización del ejército croata, despiadadamente masacrado por los comunistas al terminar la guerra. Recapitularemos los datos del general croata Fedor Dragojlov, teniente 1° en el ejército austro-húngaro, y jefe del Estado Mayor del ejército croata durante la guerra[127].

Las primeras acciones del nuevo ejército croata, contra la voluntad de las potencias del Eje, tenían por finalidad proteger a la población croata contra las represalias de los restos del ejército yugoeslavo. Si bien los alemanes y los italianos se llevaron el armamento del derrotado ejército yugoeslavo como botín de guerra, quedaron armados pequeños contingentes ustachi y de guardias urbana y campesina, organizadas antes de la guerra por el Partido Campesino Croata para proteger a la población de los abusos y atropellos de los órganos oficiales de Yugoslavia. Por otra parte, en las regiones amenazadas por los restos del desbandado ejército yugoeslavo y por los chetniks serbios, se formaron espontáneamente milicias locales semilegales, que a menudo y de modo arbitrario se arrogaban los distintivos de los ustachi. Esa milicia, en la mayoría de los casos, protegió con éxito a la población en las comarcas de población mixta croata-serbia, donde los serbios perseguían abiertamente el exterminio de la población croata. Esos grupos, formados en defensa propia y obrando por iniciativa propia, replicaban a veces a los excesos de los chetniks con medidas iguales, tanto más que actuaban en su país y como defensores de su Estado nacional.

Esta primera fase de recíproca destrucción entre serbios y croatas tuvo secuelas harto nocivas, puesto que los comunistas y los chetniks consiguieron convencer a la nutrida minoría serbia en Bosnia que su salvación era plegarse a la guerrilla contra el Estado de Croacia. Su tarea fue facilitada por el hecho de ser, entre las dos guerras, la minoría serbia en Croacia el elemento dominante. Al convertirse luego en minoría, no era difícil incitarlos a acciones diversionistas y a la rebeldía. Eso vale especialmente para las regiones con seculares tradiciones de bandas depredadoras y bandoleras (haiduks).

Luego, durante la formación del ejército regular croata, no se pudo pasar por alto a los contingentes ustachi, integrados por voluntarios y distinguidos por su alto espíritu de combatividad. "Se puede pensar -dice el general Dragojlov- de las unidades ustachi una u otra cosa, pero el hecho es que las integraban entusiastas combatientes voluntarios por la libertad de su patria".

De ese modo surgió el dualismo dentro del ejército croata. Por un lado, el ejército regular - los domobrani- y por el otro la milicia ustachi. Los comunistas trataron luego de describir a todos los ustachi como fascistas recalcitrantes y colaboracionistas, que ellos, como defensores autocalificados de los intereses nacionales y la democracia, tenían el derecho y el deber de masacrar. Incluso hoy, a los 18 años de haber terminado la guerra, en la Yugoslavia comunista se dictan condenas severas contra todo croata acusado de haber pertenecido a las formaciones ustachi.

La oposición germano-italiana a la organización de un ejército croata fuerte y bien pertrechado dio por resultado que los chetniks y los comunistas tuvieran un año de ventaja en la formación de sus fuerzas de choque. Esta fue la consecuencia más desastrosa de la negativa del Eje. El tiempo perdido ya no podían recuperarlo los croatas. Los partisanos, sacando provecho de las experiencias de la revolución rusa, aprovecharon también otras ventajas, y a mediados de 1942 disponían en el territorio de Croacia de más fuerzas que los croatas y los alemanes en conjunto. (Los italianos contaban con mayores fuerzas, pero, dicho eufemísticamente, eran un lastre, ya que premeditadamente se negaban a combatir contra los rebeldes, creyendo que, obrando así, les sería más fácil extorsionar a los croatas y contener la influencia alemana en Croacia).

En estas circunstancias, los croatas se vieron obligados a ingeniarse para, al margen de las relaciones correctas entre Roma y Berlín, burlar la oposición italiana y, con la ayuda alemana, echar los cimientos de su organización militar. A tal propósito, sin que lo pidiesen los alemanes, ciertas unidades croatas lucharon en el frente ruso, a saber, el 369 regimiento de infantería de voluntarios, un escuadrón de aviones de caza y uno de bombarderos, más un contingente numeroso de marinos croatas que operaban en el Mar Negro. Debido a la intransigente oposición italiana, no era posible crear la marina de guerra en el Adriático y renovar las gloriosas tradiciones marítimas croatas, sino en mares lejanos. Tras la capitulación de Italia, esos marinos regresaron a Croacia.

La oposición italiana a la formación del ejército croata fue burlada del modo siguiente: se organizaron varias divisiones croatas, denominadas legionarias, dentro del ejército alemán. Esas divisiones, instruidas y adiestradas en Alemania, combatieron en Croacia y una de ellas, a fines de la guerra contra los soviéticos en la Hungría meridional. Aunque se trataba de unidades eficientes y bien organizadas, con distintivos croatas y mayormente al mando de oficiales croatas, y el comando en croata, eso equivalía a cierta dependencia de un ejército extranjero, muy perjudicial para el prestigio del Estado de Croacia. Más tarde el ejército croata dependerá del comando alemán para el Sudeste europeo en cuanto a las operaciones de guerra.

Durante 1941 y hasta la primavera de 1942, en Croacia no había ni 10.000 soldados alemanes, mayormente reservistas, destacados a lo largo de las vías principales ferroviarias: Zagreb- Belgrado y Brod-Sarajevo. Ni siquiera más tarde los comunistas habían comprometido importantes fuerzas alemanas. Dragojlov cita todas las unidades alemanas apostadas en Croacia y desmiente rotundamente las afirmaciones de los comunistas yugoeslavos en el sentido de que habían obligado a 20 divisiones alemanas a combatir en Yugoslavia, en lugar de hacerlo en otros frentes. Es obvio que en esas cifras incluyen las unidades del ejército croata.

Los primeros contingentes del ejército regular croata tuvieron que ser lanzados a la lucha sin el debido adiestramiento a fines del verano de 1941. Eso también estorbó la formación normal de las fuerzas armadas croatas que, respecto a su armamento y equipo, dependían de Italia y Alemania. Esos pertrechos llegaban lentamente y en cantidades insuficientes. Los dos primeros años, el ejército croata era más débil que un ejército de reserva en tiempo de paz. Por eso, al comienzo los comunistas desarmaban a las guarniciones de domobrani, se quedaban con su armamento y equipo y los enviaban a sus casas. "Más tarde, subraya el general Dragojlov, la lucha contra todas las unidades croatas y las defensas locales voluntarias se libraba sin miramiento alguno. Los vencidos fueron masacrados y muchas veces torturados previamente". En la segunda fase de la guerra, los partisanos no tenían soldados croatas prisioneros.

Poco a poco se organizaron las fuerzas armadas croatas: el ejército (domobrani y unidades ustachi, ahora como tropa regular), la aeronáutica, la marina y la gendarmería. Se formó también a ritmo acelerado, en parte en Alemania y en parte en las academias militares croatas, un nuevo cuerpo de oficiales. A fines de 1943, el ejército croata constaba dentro del país de 22 divisiones en estado de guerra (una de reserva) con 10 unidades móviles y eficientes servicios de retaguardia, en total 225.000 hombres. La gendarmería tenía 10.000 hombres, la aviación 6.000 entre oficiales, suboficiales y tropa; la marina, reforzada por 1.000 legionarios regresados del mar Negro, disponía de ocho torpederos a motor, dos buques de escolta y un torpedero mediano (T3). El último combate lo libró la marina croata en Trieste, cuando miles y miles de desmoralizados marinos y soldados alemanes e italianos quisieron rendirse sin lucha a los partisanos yugoeslavos. Los marinos croatas resistían desde sus buques propios y los alemanes abandonados, y luego llegaron a los puertos del sur de Italia donde se entregaron a los Aliados occidentales.

Además, bajo el comando alemán peleaba a fines de la guerra una división legionaria, compuesta de voluntarios musulmanes de Bosnia (división de Handzar), un total 18.000 hombres, y 5.000 voluntarios en una división de gendarmería, integrada por croatas y miembros de la minoría alemana de Croacia y Voivodina.

A fines de 1944, las fuerzas terrestres tenían 258.000 soldados, aparte la aeronáutica y la marina, otros 10.000. De ellos, había 171.000 combatientes (18.000 en la Hungría meridional), 4.000 reclutas, 13.000 hombres de la defensa local y 70.000 en los servicios de retaguardia.

Este ejército defendió a su patria hasta el fin de la guerra cuando sobrevino el repliegue fatal y el éxodo en mayo de 1945.

 

Idiosincrasia de los "chetniks" serbios

 

Puesto que los chetniks fueron los primeros en desatar acciones guerrilleras y consumar masacres de la población civil, conviene añadir a lo ya expuesto, algunos datos adicionales.

El origen de la organización chetnik está vinculado con la actividad de la Serbia contra el imperio turco. Serbia fue reconocida en 1878 como Estado independiente dentro del territorio donde los serbios, salvo la región de Timok, constituyen la mayoría absoluta de la población. No obstante, aspiraba a "liberar" nuevas zonas en poder de los turcos. A tal propósito los serbios organizaron acciones diversionistas, que desde entonces no dependían de los haiduks, sino de la organización chetnik. Estos, desde el principio de nuestro siglo, se mostraron muy activos, especialmente en Macedonia, bajo el dominio turco, donde actuaban como exponentes de la expansión serbia frente a las reivindicaciones búlgaras y los sentimientos de la población. Igual que sus antecesores haiduks, los chetniks eran combativos y crueles, pero como una organización patriótica, respaldada por el Estado nacional serbio, ajustaron su agresividad a los fines políticos serbios. Sus acciones no cesaron en el Reino de Yugoslavia, conquistada ya Macedonia. Actuaban como una organización paramilitar patriótica granserbia en íntimo contacto con el ejército y la policía contra los macedonios, albaneses, los partidarios de la independencia de Montenegro y contra las croatas, particularmente en las regiones de población mixta serbio-croata. Tanto en Croacia como en otras regiones fueron muy odiados como ejecutores de la política y el terror granserbios. Punisa Racic, "tipo clásico nacionalista serbio" [128], asesino de Esteban Radic, era miembro de la organización chetnik. [129]

P. D. Ostovic, autor del libro "La verdad sobre Yugoslavia", partidario de la comunidad estatal entre serbios y croatas, dice: "La organización croata ustacha, formada después de la muerte de Radic, surgió como reacción directa a la organización serbia chetnik, patrocinada por el gobierno" [130].

Ostovic transcribe a continuación: "el cuadro independiente de la organización", dado por Rebecca West, que reiteradamente defendió con energía la causa serbia. "La policía fue considerada un cuerpo que produjo resultados satisfactorios al poder supremo del Estado, y convenía a los poderes subalternos no indagar cómo conseguía esos resultados por miedo a la venganza por parte de la policía. Eso alentó sus acciones, que eran deplorables en Croacia, cuando la misma policía empezó por asesinar a los políticos croatas creyendo que su eliminación facilitaría su cometido; las bandas organizadas de gángsteres, llamadas chetnici (plural de chetnik) merodeaban a través del país asaltando a los patriotas croatas y dispersando sus reuniones cuando la policía uniformada no podía hacerlo". [131]

En vísperas de la guerra se formaron batallones especiales de chetniks dentro del ejército yugoeslavo con el fin de efectuar represalias eventuales contra los croatas y otros adversarios de Yugoslavia. Esos batallones no entraron en acción en abril de 1941, pero su tradición y organización continuaron en las guerrillas al mando de Draza Mihailovic.

 

Afinidades y divergencias entre "chetniks" y partisanos

 

En la primera fase de la rebelión chetnik en la Serbia sudoccidental, que coincidió con la rebelión comunista casi en la misma zona, hubo contactos directos entre Tito y Mihailovic, tendientes a coordinar sus acciones. Salvo la lucha contra el enemigo común, esas dos guerrillas perseguían fines políticos opuestos respecto al futuro. Los chetniks proyectaban restaurar a Yugoslavia, es decir, una Serbia engrandecida, gobernada por el ejército y la dinastía serbios, que tomarían venganza contra los croatas, mientras que los partisanos querían transformar la guerra internacional en civil, destruir el aparato del Estado burgués e instaurar la dictadura comunista. Muy pronto se hizo evidente que existían diferencias sustanciales también en la táctica de guerra. Los comunistas anhelaban aliviar la presión germana sobre el frente ruso, no ahorraban vidas humanas ni bienes nacionales. Aun más, a sabiendas provocaban represalias del ocupante para facilitar el reclutamiento de nuevos combatientes. Los chetniks se mostraron menos combativos. Con el tiempo, por razones de deficiente disciplina y deseando "economizar la sangre serbia", paralizaron casi completamente sus acciones bélicas, sosteniendo que estaban conservando todas sus fuerzas para el momento del desembarco aliado. En esta fase luchaban exclusivamente contra los croatas y algunas veces contra los comunistas, colaborando en todos los sectores con los italianos y muchas veces con los alemanes por intermedio de los grupos chetniks que respondían a las órdenes del gobierno colaboracionista del general Milan Nedic, nombrado por el comandante alemán en el territorio ocupado de Serbia. Sobre esta colaboración con las fuerzas de ocupación de Serbia existen numerosos y evidentes documentos. Los defensores de Draza Mihailovic, no pudiendo negarlo, arguyen que los comandantes locales colaboraron con las tropas italianas y alemanas sin su consentimiento directo. Todavía se discute acerca de quién inició primero las luchas recíprocas, los partisanos o los chetniks. Por lo demás, este problema es más bien de orden académico, pues es seguro que los fines políticos, y en parte los métodos, de los dos grupos guerrilleros eran tan opuestos que los choques fueron inevitables. Los esfuerzos de los delegados políticos y militares occidentales por reconciliar a esos dos grupos antagónicos revelaron el hondo desconocimiento de la situación, que tan eficazmente explotaron los aventureros balcánicos. Desde el momento que los Aliados occidentales adoptaron el lema de Winston Churchill: "armaremos a todo bandido capaz de matar a un huno (alemán)", el éxito final de los comunistas estaba asegurado.

Las tácticas de los comunistas y de los chetniks diferían un tanto respecto a los adversarios de la restauración de Yugoslavia.

La táctica de los chetniks era totalmente primitiva. Creían que los Aliados restablecerían el Reino de Yugoslavia, donde podrían sin estorbo alguno vengarse de los croatas y toda población no serbia. Ya durante la guerra habían proyectado el genocidio contra los croatas en todas las regiones en que vivían mezclados con serbios. Querían crear una Serbia ensanchada, étnicamente homogénea. En Sandzak, en ciertos distritos de Herzegovina y la Bosnia oriental y occidental perpetraron masacres en masa contra los musulmanes.

Los chetniks, en su lucha contra la independencia nacional de Croacia, mataban a los croatas como tales. Los comunistas, a su vez, eliminaban, en primer lugar a los que consideraban peligrosos para sus objetivos políticos: la restauración de Yugoslavia bajo la dictadura comunista. Sus víctimas eran destacados patriotas croatas, adversarios políticos y los serbios conocidos por su ideología anticomunista. Mucho más sufrieron los croatas, pues en su gran mayoría defendían con arrojo su Estado nacional, es decir, se oponían tanto al comunismo como al yugoeslavismo. Sin embargo, los chetniks y los comunistas coincidieron en la lucha contra el Estado de Croacia y la población serbia dio su apoyo masivo a los guerrilleros comunistas que ocultaban sus verdaderos fines, enarbolaban divisas patrióticas y se autocalificaban como "Ejército de liberación nacional". Además, por ser exponentes de la influencia rusa, los comunistas eran, en ese aspecto, simpáticos a las masas serbias, adictas, por tradición, a Rusia, de manera que en ciertas regiones las diferencias entre los comunistas y los chetniks fueron asaz limadas. Ocurría que ciertos grupos cambiaban con facilidad de bando. Allí donde los chetniks colaboraban con las tropas italianas, de día llevaban sus propios distintivos y de noche operaban como partisanos. A fines de la guerra, la gran mayoría de los efectivos chetniks se unió a los partisanos, reconocidos por los Aliados occidentales como uno de los ejércitos aliados. El gobierno de Gran Bretaña incluso obligó al rey Pedro II a dirigir personalmente por radio llamados para que todos se enrolasen en las filas partisanas, que él reconocía como ejército yugoeslavo y a Tito como su comandante supremo.

 

Documentos sobre las matanzas chetniks- comunistas de los croatas

 

Las coincidencias de los comunistas y los chetniks en su virulenta animosidad al Estado de Croacia eran tan acentuadas, que en la primera fase de la guerra no era posible siempre deslindar las responsabilidades por las violencias y atropellos cometidos. En el "Libro gris", publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Croacia, sobre los crímenes de las bandas rebeldes durante 1941, no se pudo con exactitud identificar la culpa de esos dos grupos rivales [132]. No podemos, por razones de espacio, reproducir aquí los datos comprobados y verificados por comisiones especiales. Nos limitaremos a citar los resultados de esta investigación, hecha con todos los recaudos jurídicos y legales. En contraste con las cifras arbitrarias sobre el número de las víctimas con que operan autores serbios y comunistas, en los mencionados documentos se recalca que el número de las víctimas es aproximativo, aunque las comisiones respectivas trabajaron in situ, contaron con el apoyo de las autoridades locales, interrogaron a los testigos, exhumaron cadáveres, verificaron todo dato, etc.

Pudo establecer que ya en 1941, "decenas de miles de croatas habían perdido su vida" (p. 21) y en muchísimos casos de modo muy cruel. "Cortaban o partían las cabezas de la gente, seccionaban gargantas, sacaban ojos, cortaban orejas, manos y piernas, los desollaban, cortaban genitales, a las muchachas y las madres les cortaban los senos... empalaban a la gente y la quemaban viva, extraían uñas, picaban con cuchillos bajo las uñas, seccionaban en vivo las manos, herraban a la gente con clavos, con cuchillos sacaban el corazón, pegaban hasta que las víctimas se desmayaban, etc.... Ni siquiera los niños se salvaron..." (pp. 20-21).

Reis ul Ulema Fehim Spaho, jefe supremo de la comunidad musulmana, en la carta que el 6/12/1941 dirigió (documento reproducido en el libro citado) al mariscal Slavko Kvaternik, ministro a la sazón de las fuerzas armadas croatas, informa que los representantes religiosos musulmanes pudieron establecer, en base a las declaraciones testimoniales de los fugitivos musulmanes de la Bosnia oriental, que desde Serbia habían irrumpido "bandas comunista-chetniks" que incendiaron, sólo en el distrito de Rogatica, 71 aldeas musulmanas.

"El incendio de esas aldeas se originaba después de quedar la población -niños, mujeres y varones encerrada en sus casas, a las que luego prendieron fuego... Los asesinatos son cometidos del modo más atroz. Cortan las narices, sacan los ojos, a las muchachas y las madres les cortan las tetas, a las mujeres encinta les abren la barriga, etc. En el hospital de Rogatica los chetniks masacraron trescientos heridos y enfermos... No respetan ni el honor de nuestras madres, hermanas e hijas, pues las bandas comunistas-chetniks violan a las mujeres y muchachas musulmanas" (pp. 21-22).

Gran valor histórico poseen los documentos que evidencian en forma irrefutable que los chetniks ya habían incendiado aldeas croatas en Herzegovina y cometido matanzas los días 13, 14 y 15 de abril de 1941, antes de haberse organizado las autoridades en el recién restablecido Estado de Croacia en dicha provincia. Se citan nombres y apellidos, lugares y fechas y los demás datos pertinentes (pp. 33-38) sobre la masacre de la población indefensa en varias partes de Bosnia y Herzegovina. En forma detallada se describen e investigan las matanzas, consumadas por los chetniks en Bosnia, en la aldea católica Krnjeusa (pp. 38-43), en la localidad musulmana Foca, donde los comunistas y los chetniks venidos de Serbia asesinaron a cinco mil musulmanes (pp. 43-52). La comisión de investigaciones exhumó en Prijedor tumbas colectivas, hallando 229 cadáveres de hombres y mujeres, asesinados por los partisanos en la noche del 15 al 16 de mayo de 1942, cuando por pocos días se habían adueñado de esta pequeña ciudad de la Bosnia occidental (pp. 58-80). Esta fue la primera acción grande de ese carácter de los guerrilleros partisanos. Sus efectivos estaban integrados por campesinos serbios de las montañas vecinas, organizados y conducidos por los comunistas venidos de ciudades.

En las 36 páginas siguientes, de gran formato, quedan transcritos los documentos sobre las matanzas en masa en muchas localidades de Bosnia y Herzegovina. Además de asesinar, dichas bandas depredadoras saqueaban en gran escala, incendiaban aldeas, destruían mezquitas, iglesias, edificios públicos y vías de comunicación.

Según lo que pudo verificarse, los chetniks y los comunistas mataron durante la guerra a 200 sacerdotes musulmanes (hodza) y cerca de 500 sacerdotes y religiosos católicos, 34 de éstos víctimas de los chetniks. Durante el invierno 1941-1942, en la Bosnia oriental, distritos Foca, Visegrad, Rogatica y Cajnice, fueron masacrados 29.000 musulmanes o un tercio de la población musulmana de esa zona (mayormente por los chetniks)[133]. En la diócesis de Banja Luka, Bosnia occidental, el número de los católicos se redujo de 130.000 a unos 40.000 [134]. En este exterminio de la población croata tomaron parte tanto los chetniks como los guerrilleros comunistas (el caso de Prijedor).

En cuanto a los métodos empleados, es interesante acotar que durante las emisiones de BBC de Londres se emitían órdenes de poner a ciertas personas "bajo la letra Z". Esas órdenes se impartían a las "troika" (trío) terroristas chetniks en nombre de los ministros serbios en el gobierno yugoeslavo en el exilio, de acuerdo con Draza Mihailovic y designaban a los adversarios políticos ,que había que matar. Stephen Clissold, especialista inglés en los problemas de Yugoslavia, dice al respecto:

"La letra 'Z' era el signo de la muerte. 'Poned a tal y cual bajo la letra Z', repetía el locutor de la radio londinense. 'Z' significaba 'degollar', es decir matar con cuchillo. Esa era la señal para las troikas chetniks, quiere decir los grupos de tres, para que asesinasen a la víctima con el cuchillo chetnik. A veces la víctima era algún quisling de Belgrado, a veces algún partidario de Tito. Ese fue un papel vil asumido por Londres. ¿Fue por desconocimiento que los aliados británicos toleraron esos excesos monstruosos?" [135].

El gobierno de Tito publicó gran cantidad de documentos sobre las masacres de los croatas durante la última guerra, atribuyéndolas a los chetniks de Draza Mihailovic. Este último, de acuerdo a esos documentos, admitió en el proceso que se le instruyó y por el que resultó condenado a muerte, muchos de esos crímenes, alegando que muchos fueron consumados sin su conocimiento y que su finalidad era patriótica, quiere decir eliminar el Estado de Croacia para poder restaurar a Yugoslavia. No podemos utilizar dichos documentos, ya que sabemos por experiencia que no son siempre fidedignos y que los comunistas atribuyen sus propios crímenes a sus adversarios. Así, en ciertas publicaciones, reprodujeron las fotografías del "Libro gris", editado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Croacia, esgrimiéndolas como prueba contra las autoridades croatas. En otras, publicaron la foto de la iglesia católica incendiada en Krnjeusa.

Por lo tanto, no obraremos como los exiliados serbios anticomunistas que recurren a los documentos comunistas para acusar a los croatas y apoyan los pedidos comunistas de extradición de ciertos exiliados croatas. Por el contrario, estimamos que no se puede dar fe a los documentos comunistas. Además, los comunistas, autores de tantos crímenes, no pueden erigirse en jueces de sus adversarios. A falta de un tribunal internacional, se debe esperar que, en los países sometidos hoy al comunismo, se establezcan gobiernos democráticos y se instituyan tribunales independientes que ofrecerían todas las garantías necesarias.

 

La guerra nacional entre Croacia y Serbia

 

Desde el punto de vista nacional croata, los cargos comunistas contra los chetniks por la matanza de los croatas tienen el carácter de polémicas recíprocas entre dos facciones rivales que pugnaban por el poder, pero ambas negaban al pueblo croata el derecho a la independencia nacional. Ambos grupos coartan por medios crueles el derecho de autodeterminación de los pueblos de Yugoslavia, dominada por Serbia.

Hemos considerado necesario esclarecer ese momento muy importante para juzgar el carácter de la lucha enconada, librada en Croacia en la guerra pasada entre las fuerzas armadas croatas por un lado y dos facciones guerrilleras por el otro: los chetniks, chovinistas granserbios, y los comunistas quienes, no obstante las consignas sobre la fraternidad y la unidad, se oponían con la misma terquedad a la liberación nacional de los pueblos y minorías de Yugoslavia. Por eso, esas luchas no tenían carácter de la guerra civil, como por ejemplo la guerra de secesión en los EE.UU., sino que se trataba de una guerra de los pueblos entre Serbia y Croacia. Lo que constató también Albert Mousset, experto francés en los asuntos de Yugoslavia, autor de varios libros, estudios y trabajos, quien entre las dos guerras sostenía la necesidad de la unión de Yugoslavia. París esperaba que Yugoslavia constituiría un fuerte pivote de la supremacía francesa en la Europa Centro-oriental, pero en los momentos decisivos experimentó gran decepción. Por eso el eminente internacionalista francés tuvo que expresar respecto a la restauración de la Yugoslavia multinacional bajo la dictadura comunista este juicio:

"Resta el problema nacional cuya clave reside todavía en el arreglo de las relaciones serbio- croatas. Pesa sobre la República Federal como ha pesado sobre la Yugoslavia unitaria del rey Alejandro. En su fuero íntimo, los croatas abrigan la esperanza de tener un día su Estado propio..." A continuación Albert Mousset se expresa así: "Radic ha dado al pueblo croata una coincidencia social y nacional más viva que la que emanaba antaño de sus "derechos históricos"... Su asesinato en el Parlamento de Belgrado cavó entre serbios y croatas un abismo sangriento que nunca fue colmado. En 1941 y 1943 hubo una guerra nacional entre ellos. No hay que olvidarlo".[136]

Esa guerra entre dos pueblos, librada con especial furor en 1941-42, entre el Estado de Croacia por un lado y los chetniks y los comunistas por el otro, siguió hasta el fin, con los guerrilleros comunistas, reclutados principalmente entre los serbios.

 

Enfoque erróneo de los problemas nacionales por los Aliados occidentales

 

Ese aspecto esencial de las luchas en Yugoslavia no fue ponderado debidamente en el extranjero. Las grandes potencias, preocupadas por sus propios problemas y subordinándolo todo a la victoria final, no podían tomar en cuenta los momentos que eran de interés primordial para los pueblos pequeños. Relegaban sus intereses vitales y los sacrificaban si no se podía sacar el más mínimo provecho propio, insignificante en todo caso para el resultado final de la guerra[137]. Los Aliados occidentales cometieron un gran error sacrificando, por ventajas ínfimas durante la guerra, no sólo sus principios sino sus intereses sustanciales y permanentes. Para sacar provecho dudoso de las acciones guerrilleras, como las desatadas en Yugoslavia, hicieron tantas concesiones políticas a los comunistas, cuyos resultados catastróficos después de la guerra eran inevitables.

Dada la ubicación geográfica de Croacia y Eslovenia en el Mediterráneo y en Europa Central, los comunistas yugoeslavos creían que los Aliados occidentales no les ayudarían hasta el final y que, como en Grecia, apoyarían activamente a las fuerzas anticomunistas. Los dirigentes comunistas yugoeslavos, sabiendo bien que el ejército croata, que se oponía a su invasión, no era fascista, sino un pueblo armado que lucha por su libertad y los derechos nacionales, tenían miedo, pánico de que se produjera en Croacia, en los últimos meses de la guerra, un vuelco parecido al de Italia en 1943. Para conjurar la dominación comunista sobre el espacio estratégico de Croacia y Eslovenia bastaba un desembarco aliado de efectivos mínimos, casi simbólicos, en las costas croatas del Adriático en la última fase de la guerra, cuando ya no existía el peligro de un nuevo pacto Ribbentrop-Molotov. En ese caso, en Croacia se habría creado otra situación político- militar con un gobierno democrático y proaliado. Además, esa operación político-militar era tan sencilla, y sus ventajas tan grandes, que con ella contaron casi con la absoluta seguridad tanto los comunistas yugoeslavos como los soviéticos, especialmente a raíz de la insistencia de Churchill en asegurar la influencia de los Aliados occidentales en Yugoslavia. Esa influencia, traducida en el reparto de las zonas de interés, significaba la formación de gobiernos democráticos en Croacia y Eslovenia.

Sin embargo, los Aliados occidentales, dentro de su política confusa y contradictoria frente al expansionismo soviético, eligieron otro camino que forzosamente condujo al triunfo comunista. En lugar de traducir ese reparto de influencia en un control absoluto de ciertos territorios, adoptaron la fórmula "de la influencia bipartidaria" en los países de la Europa Centro- oriental, expresada en porcentajes que Churchill y Stalin garrapatearon en un famoso trozo de papel. La influencia occidental debería asegurarse mediante la participación, en los gobiernos controlados por los comunistas, de los políticos que gozaban de la confianza de Londres.

Ese modo de asegurar la influencia de los Aliados occidentales en Yugoslavia, incluyendo en el gobierno a algunos políticos anticuados y sin poder alguno, era tan torpe que nadie creyó que eso podría ser la última palabra de las potencias democráticas. Tanto en Moscú como en Belgrado se creía que los anglo- norteamericanos asegurarían su influencia en Croacia y Eslovenia desembarcando en la costa oriental adriática. Para ellos, en Croacia existían todos los presupuestos. El espíritu combativo del ejército croata era muy elevado y la administración croata controlaba todos los puntos y vías de comunicación importantes. En vastos sectores populares prevalecía la convicción de que el Estado de Croacia era un instrumento del pueblo en la lucha por la independencia y la libertad frente a la nueva amenaza de la subordinación a Serbia y a la implantación de la tiranía comunista. El pueblo croata no se consideró vencido ni derrotado por los sucesos de la guerra internacional.

 

El colapso de la guerrilla nacional serbia

 

En Serbia se presentaba un cuadro totalmente diferente. Los chetniks, de hecho, ya habían abandonado la lucha en 1942. Su grueso colaboraba con los italianos y alemanes en forma directa o por conducto del gobierno colaboracionista serbio de Milan Nedic. No lo hacían por simpatizar con el ocupante, sino esperando el término de la guerra, la victoria aliada y el retorno del Rey con su gobierno. El gobierno exilado en Londres, de donde fue expulsado en 1943 a El Cairo, asestó el golpe mortal al movimiento chetnik, a causa del fracaso total de su política. Ese gobierno, por su posición chovinista granserbia, se debatió en múltiples crisis, consecuencia de las intrigas y maniobras de varias camarillas de políticos y militares serbios, enemistadas entre sí, que ni el joven e incapaz rey pudo dominar. Además, tras el derrumbe militar y político del Reino de Yugoslavia, en 1941, los políticos granserbios no supieron extraer conclusiones atinadas. No quisieron reconocer que ese derrumbe se debió a la política granserbia de opresión nacional y explotación económica de Croacia y otros pueblos y minorías oprimidos y que era necesario colocar las relaciones serbio-croatas sobre nuevas bases y, de acuerdo a la Carta del Atlántico, garantizar a los croatas su libre elección en cuanto al futuro. Esos políticos sostenían la tesis de que Yugoslavia se había desintegrado a causa de la "traición" de los croatas y otros pueblos y minorías, que se negaron a pelear por un Estado cárcel. Alentados por la guerrilla nacionalista serbia al mando de Draza Mihailovic, concebían el futuro como retorno al statu quo ante, con el agregado de consumar la venganza colectiva contra los croatas.

Al ver los Aliados occidentales que semejante política del gobierno exilado en Londres perjudicaba las operaciones bélicas y que los chetniks luchaban principalmente contra los croatas y los partisanos, colaborando a menudo con las tropas alemanas e italianas, presionaron a los políticos serbios en el exilio para poner fin a ese curso político. En ese sentido es el documento principal la nota del gobierno británico, firmada por W. Churchill el 29/3/1943, en la que se citan las acusaciones de Draza Mihailovic contra Gran Bretaña y su declaración de que su apoyo verdadero eran los italianos y no los ingleses, mientras que sus enemigos principales eran los croatas, los partisanos y los musulmanes y no los ocupantes alemán e italiano[138].

Con todo, los políticos serbios exilados no quisieron cambiar su posición chovinista. Sencillamente, no creían que los Aliados occidentales podrían encontrar una alternativa política al gobierno monárquico. Por un lado, estaban convencidos de que el gobierno británico, desde que los soviéticos se pronunciaron por la restauración de Yugoslavia dentro de sus fronteras anteriores, eventualmente extendidas, no podrá ya aceptar el programa de realizar el derecho de autodeterminación, lo que significaría reconocer el hecho consumado de la desintegración de Yugoslavia. Por otro lado, creían que Gran Bretaña tendría que oponerse a la comunización de Yugoslavia. Estaban en el juego demasiados grandes intereses para que un país de arraigadas tradiciones imperiales como Gran Bretaña pudiera acceder a que, en el punto neurálgico del Mediterráneo central, se estableciese un gobierno comunista, exponente del expansionismo soviético. Sin embargo, contra la expectación general, ocurrió eso último.

Primero en la Conferencia de Teherán se resolvió que los Aliados occidentales prestarían ayuda a los guerrilleros comunistas. A continuación sobrevino el abandono total de Mihailovic [139]. El gobierno yugoeslavo exilado se sumió en una crisis política sin salida y después de la renuncia de los ministros croatas se formó un "gobierno de los funcionarios", obligado en el año 1943 a trasladarse a El Cairo. Eso era el comienzo del fin. Acto seguido los Aliados occidentales obligaron al rey Pedro a encargar al Dr. Ivan Subasic la misión de formar un gobierno, que trataría de avenirse con los partisanos. Por su parte, los partisanos, el 29/11/1943, constituyeron su propio gobierno, denegaron todo derecho al gobierno exilado y proclamaron el destronamiento del rey Pedro. Se podía prever que el acuerdo que Subasic tuvo que suscribir con Tito facilitaría el triunfo final de los comunistas en vista de que disponían del ejército, de la policía y la organización partidaria. El acuerdo consistía en instituir la Regencia que designaría a Tito como jefe del gobierno. Además de los comunistas, lo integraría un par de políticos exilados quienes, en opinión de los comunistas, fuesen demócratas intachables. En cuanto a la forma del gobierno, el pueblo debería decidirlo mediante el plebiscito después de la guerra. Desde luego, por anticipado se sabía cómo se realizaría ese plebiscito bajo el control comunista.

 

El fracaso político del gobierno exilado y la capitulación de la dinastía serbia ante los comunistas

 

El rey Pedro II se oponía a acceder a semejante acuerdo, forzado por el gobierno británico mucho más que por el estadounidense. El consentimiento del rey fue imprescindible para mantener la ficción de la legitimidad y continuidad con la Yugoslavia de preguerra. Según la constitución yugoeslava, promulgada por el rey Alejandro en 1931, el rey detentaba todo el poder. Podía tomar importantes medidas en la política estatal sin el consentimiento de los representantes nacionales. La constitución dictatorial se transformó, de esa manera, en el instrumento de la liquidación de la dinastía serbia que la promovió, cuando el rey Pedro por fin tuvo que designar a la Regencia y de esa manera sepultar el Reino de Yugoslavia. El gobierno británico lo trató sin consideración alguna. W. Churchill había declarado que el gobierno británico aprobaría el acuerdo Tito- Subasic incluso contra la voluntad del rey Pedro.

De ese modo, el gobierno controlado por Tito fue reconocido por los aliados y el rey Pedro como el único gobierno legal con jurisdicción sobre toda Yugoslavia y como continuación legítima de los gobiernos de preguerra. No había otro contragobierno yugoeslavo. Más importante aun es que el ejército de Tito fue reconocido como el único ejército yugoeslavo dentro del país. El rey Pedro invitó por radio Londres a los chetniks a ingresar en las filas partisanas, lo que la gran mayoría efectivamente hizo. De ese modo, el ejército de Tito vigorizó su carácter nacional serbio y la guerra entre los partisanos y las tropas croatas adquirió definitivamente el carácter de una guerra entre dos pueblos: Croacia y Serbia. En esa guerra hubo que decidir si Croacia se mantendría como Estado independiente, con régimen democrático después de la guerra, o incorporada en la Yugoslavia restaurada bajo la dictadura comunista.

En la segunda mitad de 1944, las tropas alemanas se retiraban de los Balcanes. Entonces los comunistas lanzaron todas sus fuerzas disponibles a Serbia para unirse con el Ejército Rojo y con su ayuda tomar el poder en Serbia.

Bajo el impacto de ese curso de acontecimientos, las masas populares en Serbia, y especialmente la generación joven, se plegaron a los comunistas y hasta la generación más vieja, impresionada por la capitulación del rey Pedro, la desintegración de su gobierno y por la actitud de los aliados. Más que nada los impresionó el acercamiento de las tropas rusas. La gran mayoría de los serbios, prescindiendo de las diferencias políticas, esperaron a los rusos con grandes simpatías. Para ellos, Rusia fue siempre y sigue siendo la "madrecita" eslava y la protectora de los eslavos ortodoxos en los Balcanes, primero contra los turcos y luego contra las influencias de los pueblos occidentales. El mismo Draza Mihailovic envió al encuentro de los rusos a un contingente de los chetniks, que se apresuraron a fraternizar con los "hermanos" rusos, sin que se conociera la suerte que les tocó.

Por eso, en el segundo semestre de 1944, la situación prevaleciente en Serbia favoreció mucho a los comunistas, política y militarmente. Cuando iniciaron la lucha por el control de Serbia, sin ser molestados por los alemanes que se replegaban a marchas forzadas, "en Serbia hubo un verdadero alzamiento nacional" [140]. "Las divisiones comunistas crecen como la levadura. Hace un mes y medio la Primera división serbia contaba con 2.500 combatientes y hoy tiene 9.000" [141]

Cuando, con la ayuda rusa, fue conquistada Belgrado, capital de Serbia y de toda Yugoslavia, y allí se instaló el gobierno de Tito, los comunistas pudieron emprender el reclutamiento de un ejército regular, bien armado y lanzarse a la conquista de Croacia y luego de Eslovenia para extender su dominio sobre la Yugoslavia restablecida.

Incumplimiento de las promesas comunistas a las democracias occidentales

Es verdad que Tito y los soviéticos se habían comprometido a no imponer el comunismo por fuerza y que el pueblo debía decidir libremente sobre la forma de gobierno. Stalin hasta cedió a los Aliados occidentales el derecho al 50% de influencia en Yugoslavia. Sin embargo, ni Stalin ni Tito pensaban cumplir con sus promesas. Los soviéticos aconsejaron a Tito, para satisfacer a los ingleses, que permitiesen el regreso del rey Pedro, ya que de otro modo los ingleses les pondrían obstáculos en otras partes. Pero, "después de algún tiempo, podían darle una puñalada en la espalda"[142].

Tito, cuatro años después, refiriéndose a sus promesas de que Yugoslavia no sería comunista, declaró en el V Congreso del Partido Comunista Yugoeslavo que esas promesas "eran correctas en aquel tiempo".

"Tuvimos -dijo Tito- que acceder a ese acuerdo a pedido insistente de los Aliados occidentales... Además, nosotros teníamos fuerza armada... mientras que el rey y su gobierno no tenían nada, puesto que Draza Mihailovic fue derrotado por nuestras unidades. Por lo tanto, nada teníamos que temer y consentimos tal acuerdo, que no nos pudo perjudicar sino beneficiar, si procedíamos como se debía. Así en efecto sucedió más tarde... Habiendo creado durante la guerra los presupuestos principales y teniendo una perspectiva clara sobre la creación del Estado de nuevo tipo, en lugar del viejo, en el período del gobierno conjunto no pudimos hacer concesión alguna a los elementos en el gobierno que de hecho representaban a los intereses de la monarquía derrocada, de la burguesía y de sus patrocinadores en el extranjero, quiere decir de la reacción internacional. Mientras duró ese gobierno conjunto... los Aliados occidentales ejercieron gran presión sobre nosotros. Pedían concesiones imposibles para la clase burguesa en Yugoslavia: exigían con insistencia ciertos derechos de tipo democrático occidental... Durante esa presión de algunos Aliados occidentales nos ayudó la Unión Soviética, prestándonos pleno respaldo... Ese fue el período de transición en el proceso del ordenamiento interno de la nueva Yugoslavia. En ese periodo también nuestros adversarios dentro y fuera del país acariciaban ilusiones sobre "quién dará a quién". Nosotros no teníamos semejantes ilusiones (aplauso); sabíamos con exactitud cómo terminaría todo ese asunto... " [143].

 

La oportunidad perdida: malogrado "pustch", tipo Badoglio, en Croacia

 

Empero, no hay que entender ad litteram esa jactancia tardía de Tito. Los comunistas, en efecto, dominaban en Serbia en el segundo semestre de 1944, y tenían el apoyo militar de los soviéticos que ocuparon una parte del territorio yugoeslavo al norte de los ríos Danubio y Drava. Las masas serbias aprobaban la política cuyo objetivo primordial era la conquista de Croacia y la restauración de Yugoslavia.

Sin embargo los occidentales tenían la posibilidad de imitar el ejemplo soviético e intervenir militar y políticamente en apoyo de los croatas. Además, como se sabe hoy, ni la actitud soviética coincidía totalmente con los deseos y las ambiciones de los dirigentes comunistas yugoeslavos. Los soviéticos aquí, como en casos similares, estaban dispuestos a sacrificar los intereses de sus satélites en aras de su expansión imperialista [144].

Las publicaciones de los comunistas yugoeslavos de ese tiempo revelan la suspicacia y el temor permanente ante la posibilidad de un desembarco anglo-norteamericano en Croacia, donde en elecciones libres triunfarían las fuerzas democráticas. Como ya queda subrayado, los croatas depositaban sus esperanzas en ese desembarco y "la mayor parte del ejército croata estaba dispuesta a darles la bienvenida" a los Aliados occidentales y dos ministros croatas preparaban el vuelco de Croacia al bando aliado[145]. Este es un importante episodio de la historia de Croacia durante la guerra, hasta ahora poco esclarecido, tal vez a causa de la muerte violenta de sus protagonistas croatas y la discreción comprensible que guardan los órganos de la inteligencia aliada que, a buen seguro, tuvieron su parte en el asunto. Es muy probable que las memorias inéditas del general Edmund Glaise von Horstenau, citadas sobre el particular por el historiador austríaco Rudolf Kiszling[146] contengan datos valiosos acerca de ese problema. El General Glaise von Horstenau fue, entre las dos guerras, ministro de Austria y del Tercer Reich, y durante la guerra (1941- 1944) "el general alemán plenipotenciario en Zagreb". Se creía que estaba interiorizado de los preparativos de dicho putsch croata. A continuación, y a título de información citaremos lo que acerca de ese asunto escribió Vladimir Dedijer, biógrafo oficial de Tito, en su "Diario". Dedijer constata en primer lugar que Andrija Hebrang (miembro del Comité Central del Partido Comunista Yugoeslavo, más tarde ministro de Tito, asesinado en la prisión yugoeslava después del conflicto Moscú- Belgrado) fue destituido del cargo de secretario del Comité Central del partido comunista para Croacia.

"Había mucho chovinismo en Croacia, y también oportunismo" (Ese chovinismo y oportunismo son la aspiración de los croatas a afirmar su independencia nacional). Luego se refiere "al putsch malogrado, preparado por Macek[147] y una parte de los ustachi".

"A medida que se aproximaba la caída de la Alemania hitlerista, y con ello la del Estado Independiente de Croacia de Pavelic, una parte de los ustachi, en primer lugar el ministro de los domobrani (de hecho, de todas las fuerzas armadas croatas, N. de la R.) y Lorkovic, ministro de Relaciones Exteriores, tomaron contacto con Macek y Kosutic por intermedio de David Sincic, prefecto de Knin[148]. Asimismo establecieron contacto con Jevjevic y por su intermedio con Djuic[149]. El plan de los golpistas era el siguiente: Vokic con los domobrani y Kosutic con la guardia[150] y Djuic con los chetniks tomarían el poder en Croacia y particularmente sobre la línea Zagreb-Rijeka, donde presuntamente deberían desembarcar las tropas aliadas. Pavelic luego renunciaría y saldría libremente de Croacia; acto seguido, se formaría un gobierno bajo la dirección de Stepinac[151]. Más tarde, Macek asumiría, también formalmente, la jefatura. Presuntamente Vokic y Lorkovic implicaron en esa combinación a ciertos generales alemanes de origen austríaco. Pavelic estuvo al tanto de todo el proceso. El habría conversado con el general alemán Kasche[152], que denunció todo a Hitler. Vokic y Lorkovic fueron arrestados en el acto, como también varios destacados funcionarios de Pavelic. Fue muerto el íntimo colaborador de Lorkovic, Branko Rukavina, jefe del servicio de informaciones del Estado Independiente de Croacia[153].

La prensa aliada se extendió acerca de la tentativa de ese putsch (golpe de Estado) Primero informó sobre la reconstrucción del gobierno de Pavelic y luego sobre la rebelión. Las fuentes alemanas difundieron la noticia de que dos miembros del gobierno habían sido internados y 20 oficiales condenados a muerte. "New York Times" publicó estas noticias sin comentario" [154]. Dedijer alega que todas esas informaciones provienen del ingeniero Kosutic, quien se refugió en la zona ocupada por los partisanos, permaneciendo largo tiempo encarcelado.

 

Los comunistas ofrecen la cooperación a los alemanes y los soviéticos a los "ustachi"

 

Los comunistas yugoeslavos tomaron muy en serio ese intento fracasado tipo Badoglio en Croacia en agosto de 1944, temiendo la posible intervención aliada.

Los comunistas yugoeslavos recrudecieron sus medidas de terror y represión, destruían y saqueábanlo todo en Croacia, asesinaban a los jefes nacionales, destruían sistemáticamente el aparato estatal con el fin de descalabrar la resistencia democrática en Croacia. Por otra parte, se aprestaron a impedir el desembarco aliado en Croacia, lo que no les hubiera sido fácil, pues las fuerzas angloamericanas tenían control completo en el Adriático, dominaban en Africa y buena parte de Italia. Para impedirlo, los comunistas incluso ofrecieron colaboración militar al general plenipotenciario alemán en Croacia, Glaise von Horstenau, contra los anglo- norteamericanos, en caso de desembarcar éstos en las costas croatas del Adriático. Sobre el particular trae datos concretos Walter Hagen, agente del servicio secreto alemán [155].

Hagen asevera que dicho ofrecimiento lo había hecho el Dr. Velebit, delegado de Tito, después de la guerra, embajador yugoeslavo en Londres, acusado por los soviéticos como espía británico. Al general alemán se presentó como hijo del ex general del ejército austro-húngaro. Hagen también escribe que en Hungría fue arrestado un correo soviético que llevaba a Tito las instrucciones de Stalin en el mismo sentido [156]. Dichos datos los confirma el mismo general Glaise von Horstenau en sus memorias puntualizando que Velebit, emisario de Tito, declaró que hacía este ofrecimiento con la aprobación de Stalin, porque Rusia sostenía irrevocablemente que los Balcanes eran su zona de influencia y que en caso del desembarco aliado en ese espacio estaría dispuesta a impedirlo incluso con la ayuda alemana. Hitler rechazó ese ofrecimiento [157].

 

CAPÍTULO III: INVASIÓN DE CROACIA, EXODO, RENDICIÓN EN BLEIBURG Y REPATRIACIÓN FORZADA

 

Con este fondo de combinaciones e intrigas políticas, los comunistas se aprestaban a la conquista de Croacia y Eslovenia, sucesivamente. Para esta operación final los comunistas se preparaban a fondo, sin apresuramiento, decretando la movilización general en Serbia, reorganizando totalmente sus fuerzas, ya no de guerrilleros sino del ejército regular, para el ataque final y concentrándose contra Croacia. Sin apresurarse, según lo recalca el general Dragojlov en el trabajo citado, pues no les convenía gastar sus fuerzas en luchas con los alemanes que se replegaban de los Balcanes a través de Croacia y Hungría meridional. Esperaron que la proporción de las fuerzas les favoreciera. A fines de la guerra, de acuerdo a la estimación del general Dragojlov, los comunistas yugoeslavos disponían de fuerzas militares tres veces superiores al ejército croata, reforzado por pequeñas guarniciones alemanas en Croacia y Eslovenia. No obstante ello, los comunistas tuvieron elevadas bajas en Srijem, en el linde entre Croacia y Serbia, particularmente cuando empezó su gran ofensiva a principios de abril de 1945. Tito, en su informe presentado ante el V Congreso del Partido Comunista Yugoeslavo, adujo que los partisanos sufrieron grandes bajas en Srijem y Eslavonia y que tuvieron más de 70.000 heridos[158].

 

Informe del Jefe del Estado Mayor del ejército croata

 

Las tropas croatas resistían heroicamente, acortando el frente, retirándose gradualmente hacia Zagreb. En la Croacia noroeste se pensaba ofrecer la resistencia final, creando así las condiciones para la posible intervención de los Aliados occidentales. A tal propósito, el ejército croata fue reorganizado, se elaboró el plan defensivo de la llamada línea Zvonimir. La ofensiva comunista duró un mes entero. Incluso en los últimos días de abril, las tropas croatas pasaron a la contraofensiva y rechazaron al enemigo allende el río Ylovaca. "El espíritu combativo de los soldados croatas no fue quebrado, por el contrario, cada uno deseaba defender a su patria" [159]. Sin embargo, una división de los voluntarios rusos, englobada en el ejército alemán, abandonó, supuestamente por una orden malentendida, un sector importante de la línea defensiva Zvonimir, lo que originó el repliegue del frente hacia Zagreb y Eslovenia. En vista de la situación generar -el avance ruso en Austria y el anglonorteamericano en Italia del Norte- el comando alemán para el Sudeste europeo, tratando de eludir el envolvimiento total, trasladó su cuartel a Celje, Eslovenia, y ordenó la retirada general acelerada hacia Austria. El Estado Mayor croata se enfrentó con una situación muy difícil: librar el último combate en Croacia o retirarse rumbo a Austria con el propósito de, juntamente con los eslovenos y algunos serbios[160], ofrecer la última resistencia en la línea Celje- Ljubljana, esperando la intervención de los Aliados occidentales.

Las opiniones de los exiliados croatas difieren respecto a si las medidas tomadas por los factores responsables, políticos y militares, respondían a las circunstancias y las posibilidades. A título de información, transcribiremos a continuación la exposición del ex jefe del Estado Mayor del ejército croata, el general Dragojlov, sobre la retirada del ejército y sus razones:

"En base a la situación imperante, el gobierno croata, presidido por Poglavnik, decidió el 5 de mayo retirarse hacia Occidente, a Klagenfurt en Austria, donde el Jefe del Estado, se dirigió el 7 de abril por la tarde. Se tomó esta decisión porque no era plausible objetivo derramar 'en la última batalla en el suelo patrio hasta la última gota de sangre' y poner de ese modo al pueblo en situación todavía más precaria. Se decidió perseguir el único gran objetivo para que el joven ejército croata de 200.000 combatientes, quienes en su Estado Independiente de Croacia veían su ideal, salvara su vida.

"El gobierno croata, de acuerdo a lo planeado, llegó el 7 de mayo a Klagenfurt, capital de Carintia. Zagreb fue abandonada el 8 de mayo sin lucha; hubo sólo tiroteos esporádicos. Las fuerzas combatientes partisanas entraron en la capital de Croacia recién dos días después.

"El Jefe de Estado se enteró de la capitulación total alemana en el trayecto a Klagenfurt, en Rogaska Slatina, Eslovenia, por la noche del 8 de mayo..." El comando operativo pasó totalmente a manos croatas, si bien en suelo extranjero. El 8 de mayo, por la mañana, se ordenó a todas las unidades que se retiraban de la patria... acelerar su repliegue en dirección a Carintia y que, al pasar la frontera, se entregasen con todo su armamento a los ingleses y de ningún modo a los partisanos. Había esperanzas de que el gobierno croata que se hallaba en Klagenfurt y al que debió unirse el Jefe de Estado, consiguiese en las negociaciones con el comandante en jefe inglés, mariscal de campo Alexander, que el ejército croata no fuese entregado a Tito. Esa esperanza era ilusoria puesto que no hubo tales negociaciones. Los miembros del gobierno croata que se encontraban en Carintia fueron entregados a los partisanos. Algunos fueron asesinados en el camino por los guardias y otros, en cuanto llegaron a Zagreb, fueron juzgados por los "tribunales populares" y muertos.

"El grueso del ejército croata siguió vía Celovec hacia Carintia, abriéndose paso, a veces, entre débiles fuerzas partisanas. Grupos pequeños, separados del ejército croata, fueron aniquilados por el enemigo. El grueso, sin embargo, formando una larga columna (a la que se unió la población civil) llegó en orden a su destino. Antes, el 13 de mayo, en un breve combate con las fuerzas partisanas más débiles al sur de Dravograd, se abrió paso hacia el oeste. Además, el 14 de mayo, en una acción ofensiva, a unos 6- 8 kilómetros al este de Bleiburg, obligó a la fuga a fuertes efectivos partisanos que trataron de obstruirle el camino. El espíritu combativo de los soldados croatas no estaba todavía quebrado. Por la tarde del mismo día, llegó la columna principal a los alrededores de la ciudad austríaca Bleiburg, ocupada ya por los ingleses. El grueso del ejército croata, integrado por unos 120.000 a 140.000 cumplió con su cometido".

"Se iniciaron las negociaciones con los ingleses. Los oficiales croatas que parlamentaban esperaban que, pese a todo, se evitaría la extradición a los comunistas. Los británicos, sin embargo, insistían en la rendición incondicional, que tras el ultimátum del 15 de mayo de 1945 sobrevino. La misma tarde fueron entregados los prisioneros de guerra a los partisanos ya listos. Empezaron a llevarse en seguida a grandes grupos de prisioneros. Es muy probable que de 110 a 120 mil soldados fueran entregados como prisioneros a los partisanos, mientras que una parte se lanzó a los bosques durante las negociaciones".

Tal sería la exposición harto esquemática y concisa de los hechos trágicos acaecidos en mayo de 1945. En este informe se omiten los hechos políticos y los datos sobre el éxodo de la población civil, no sólo de la capital de Croacia y sus alrededores, sino de fugitivos de todas las regiones croatas que abandonaron sus hogares huyendo ante la embestida de los comunistas, que irrumpieron desde Serbia y por doquiera perpetraron masacres en masa. Lo hacían con doble finalidad. Por un lado, la policía política comunista, en base a listas cuidadosamente preparadas, mataba a los destacados patriotas sin distingo de clase o ideología (ver documento N° II con descripción de la masacre en Dubrovnik). Por otro lado, esas masacres tenían carácter de venganza serbia contra los croatas, considerados por todos los serbios como "traidores", por haber luchado contra la restauración de Yugoslavia.

 

Exodo de las figuras representativas de la vida política y cultural y de masas populares

 

Los primeros días del mes de mayo de 1945, junto con el ejército croata, abandonaron el suelo patrio destacadas figuras en la vida política y cultural de Croacia y una multitud de patriotas civiles de todas las clases sociales, tratando de escapar de las represalias comunistas. Además de funcionarios civiles, tildados por los comunistas de quislings incursos en graves penas, se retiraron también políticos de todos los colores, diputados y dirigentes del Partido Campesino Croata con su presidente, el Dr. Vladko Macek, hasta entonces internado. Mientras la prensa occidental informaba sobre la participación de dos ministros en el gobierno de Tito como representantes de ese partido croata, que entre las dos guerras obtenía el 90 % de los votos croatas, su plana mayor escapaba del país.

Entre los fugitivos había altos prelados católicos, a saber: monseñor Ivan Ev. Saric, ordinario de Sarajevo y arzobispo metropolitano de Bosnia y Herzegovina, y monseñor Garic, obispo de Banjaluka en Bosnia. En esas regiones los católicos fueron blanco especial del ensañamiento y represalias serbio-comunistas. Huyeron también muchos eximios representantes de la ciencia, la literatura y las artes croatas, entre ellos el rector de la Universidad Nacional, ingeniero Esteban Horvat, el presidente de la institución literaria Matica Hrvatska, prof. Felipe Lukas, el presidente de la Sociedad de Escritores Croatas, Prof. Ante Bonifacic y tantos otros. El escultor Ivan Mestrovic ya se hallaba en el exilio, en Suiza. Los fugitivos y soldados croatas iban acompañados, en muchísimos casos, por sus esposas y familias enteras.

Ese éxodo masivo, que terminó en extradición de los prisioneros de guerra y los fugitivos políticos y en masacre colectiva, constituye la escena final del desarrollo trágico de una situación cuya responsabilidad, como en todas las tragedias de esta dimensión, en parte recae sobre los mismos croatas, pero cuya causa principal reside en la incorporación forzosa de Croacia a la comunidad estatal bajo la hegemonía de Serbia, y en la persistente negativa de acordar el derecho de autodeterminación nacional a una de las más antiguas naciones históricas de Europa. Croacia no pudo resignarse a vivir sometida a Serbia dentro de un sistema dictatorial y terrorista y aun menos bajo la tiranía comunista.

Muchos croatas huían por temor a las represalias y la esclavitud comunista, alentados por la esperanza de obtener asilo político de los Aliados occidentales. Lo creían especialmente los simpatizantes de las democracias occidentales, convencidos de que Londres y Washington no permitirían la expansión del imperio soviético hasta las fronteras de Italia. Incluso después de la ocupación comunista de Croacia, la mayoría de la población daba fe a los solemnes enunciados de Yalta, según los cuales los pueblos de Europa Centro-oriental deberían decidir libremente acerca de su futuro. Pese a que los comunistas hicieron cuanto estuvo a su alcance por impedirlo, se presumía que precisamente ese proceder comunista, esa burda violación de los compromisos contraídos motivarían la intervención de los Aliados occidentales. Muchos perdieron su vida precisamente por haber creído en la voluntad y la capacidad de los Aliados occidentales para defender tanto sus intereses propios como los generales. Los que se quedaron en Croacia, depositando su fe en las promesas solemnes de que no se impondría el comunismo por la fuerza, fueron víctimas de represalias crueles al manifestar de un modo u otro sus sentimientos patrióticos y democráticos.

 

Retirada de Zagreb hasta la frontera de Austria

 

Dado el elevado número de los soldados y civiles -alrededor de 400.000 personas- que se retiraban rumbo a la frontera de Austria, en la primera quincena de mayo de 1945, podemos suministrar sólo datos salientes sobre la marcha de varios grupos, sus encuentros con las unidades partisanas y, por último, con los efectivos del VIII Ejército británico, que en esos días habían llegado a Carintia, provincia de Austria.

Nutridos grupos salieron de Zagreb y de la zona abarcada por el arco Varazdin-Dugo Selo- Karlovac, y por distintos caminos, rutas y carreteras avanzaron hacia Celje en Eslovenia (Estiria meridional). Avanzaban por las carreteras: Zagreb-Rogaska Slatina-Celje (116 Km.); Zagreb-Zidani Most-Celje (114 Km.); Varazdin-Rogaska Slatina-Celje (116 Km); Karlovac-Samobor-Zidani Most-Celje (157 Km).

De Celje hasta el destino prefijado, el valle de Klagenfurt en Carintia, lleva la ruta Celje- Dravograd-Klagenfurt (132 Km) y un camino bueno, aunque indirecto, Celje-Maribor- Dravograd-Klagenfurt.

Las columnas de los soldados y fugitivos salieron de Croacia entre el 6 y 10 de mayo sin mayores inconvenientes, pues unidades especiales aseguraban la retaguardia. Los primeros días, los partisanos no atacaron directamente a la columna, sino que se organizaban para cortarla e impedir su pase a Austria. El grueso llegó sin mayores estorbos a Celje. Hubo dificultades cerca de Zidani Most a causa de los caminos obstruidos y atascados por los vehículos y pertrechos alemanes abandonados. En la misma Celje, durante los primeros días de la retirada, no hubo dificultades, puesto que los pequeños grupos partisanos se dedicaron a recoger las armas y pertrechos dejados por los alemanes que cesaron la lucha después de la capitulación de Alemania (la noche del 8 al 9 de mayo). Recién cuando los partisanos obtuvieron refuerzos, hostigaron a pequeños grupos de peatones y civiles indefensos. Desde Celje, distintas columnas se dirigían a Dravograd y Maribor. Rumbo a Dravograd avanzó el grueso del ejército con la mayor parte de los fugitivos civiles y hacia Maribor se dirigieron principalmente los civiles en trenes. Tomaron la ruta que lleva a Maribor por estar menos congestionada por los vehículos.

El camino vía Maribor fue cortado el 10 de mayo a raíz de la penetración del Ejército Rojo en Estiria. Los partisanos establecieron en Maribor el cuartel general de su III Ejército. Sin mayores dificultades detuvieron y capturaron a numerosos grupos croatas, integrados mayormente por civiles y varios trenes con heridos. Según una estimación aproximativa, allí cayeron en manos de los partisanos de 50 a 60.000 croatas. Los comunistas pudieron operar aquí sin apresuramiento, clasificar a los fugitivos por categorías y disponer de ellos según las órdenes de los dirigentes comunistas. La mayor parte de los soldados fue asesinada, inclusive los heridos, mientras que la mayoría de los civiles, mujeres y niños, fueron devueltos a Croacia. Después de la extradición ante Bleiburg, Maribor se convirtió en el principal centro de reunión de los prisioneros y fugitivos croatas. Los partisanos debieron habilitar terrenos especiales para poder maniobrar con la gran multitud que regresaba vía Dravograd en largas columnas, durante la segunda quincena de mayo de 1945.

El grueso del ejército croata y de los fugitivos, particularmente de los que iban con vehículos motorizados, avanzó por la línea Celje- Dravograd. Por allí, ya el 7 de mayo había pasado la columna integrada por miembros del gobierno croata y por altos funcionarios estatales. Al mismo tiempo pasaron por allí, llegando a Klagenfurt, jefes políticos croatas, dignatarios eclesiásticos y representantes de la vida cultural ya mencionados.

La retaguardia de la columna principal llegó a Celje los días 9 y 10 de mayo. En una columna, de decenas de Km de longitud, se prosiguió hacia Dravograd. Los primeros grupos atravesaron el puente sobre el río Drava y siguieron rumbo a Klagenfurt. Por este camino y por otros accesos menos transitables se congregaron en Carintia, Austria, ocupada por los británicos, más de 50.000 croatas, entre civiles y soldados.

El avance de la columna principal de Celje a Dravograd era asaz lento, a causa de los caminos atascados, de los desfiladeros estrechos, muy propicios para emboscadas y asaltos por parte de los guerrilleros de Tito. Cuando la vanguardia de la principal columna militar llegó ante Dravograd, ya estaban allí los partisanos, reforzados por un regimiento búlgaro provisto de artillería. Detuvieron a numerosos grupos de civiles, no dejándoles pasar a la orilla izquierda del río Drava. Los días siguientes, los partisanos concentraron en ese espacio 11 brigadas del III Ejército, cuyo cuartel general se hallaba en Maribor.

En Dravograd se iniciaron negociaciones entre los croatas por un lado y los búlgaros y partisanos, por el otro. Los partisanos ganaron tiempo en esas negociaciones, de manera que los croatas tuvieron que abrirse paso combatiendo a lo largo de la orilla derecha del Drava, del valle del riachuelo Meza (Mies) hacia Bleiburg y Klagenfurt. (Ver descripciones de esos combates en sección Documentos, particularmente N° XXXIV). Ante Dravograd se perdieron dos días irrecuperables, de manera que el grueso de la columna militar, al llegar a Bleiburg, en la frontera de Austria, encontró el camino obstruido por las unidades del VIII Ejército, teniendo previamente que librar escaramuzas con los efectivos partisanos.

Así los días 14 y 15 de mayo se encontraron frente a frente tres ejércitos: el croata (el más numeroso), el británico y el de los guerrilleros yugoeslavos.

Es preciso tomar en cuenta que la columna militar croata, entretanto, se había desorganizado bastante. Perdió el contacto con el cuartel general, puesto que Poglavnik ya el 9 de mayo llegó a Austria, y al día siguiente fue rodeado por efectivos rusos que, pese a los acuerdos previos con los Aliados occidentales, ocuparon Estiria. Poglavnik abandonó su columna y vestido de civil prosiguió a pie por los Alpes hacia Salzburgo, ocupada por los anglo- norteamericanos.

Sólo una pequeña parte del ejército croata pudo librar lucha. La gran cantidad de los civiles agravaba aun más la situación. El problema de la alimentación requería urgente solución.

Con todo, desde el punto de vista militar, el ejército croata podía forzar el paso hacia Klagenfurt, cumpliendo con la orden del comandante supremo expedida al comienzo de la retirada, que rezaba que había que pasar a Austria y rendirse a los ingleses y americanos, y de ningún modo a los partisanos. Sin embargo, no se procedió así porque implicaba entablar la lucha con las unidades motorizadas británicas, apoyadas por los aviones que sin cesar sobrevolaban en rasantes vuelos intimidatorios.

Las circunstancias, por lo tanto, dictaban negociar con los representantes del VIII Ejército británico (al mando del teniente general Richard McCreery), subordinado al comando aliado para el Mediterráneo con sede en Caserta (Italia), a cuyo frente estaba el mariscal del campo Alexander.

 

Negociaciones y rendición ante Bleiburg en Austria

 

Ya el 14 de mayo se estableció el contacto entre los comandantes croatas y el ejército británico. La primera impresión de los croatas fue favorable, pero al día siguiente se supo que los británicos exigían la rendición incondicional del ejército croata a los partisanos. El oficial inglés (tal vez el general Horatius Murray, comandante de la VI división blindada) recibió primero a dos y luego a tres oficiales croatas en presencia de dos comisarios comunistas que exigían la capitulación incondicional en el plazo de una hora. El general británico insistió en estas condiciones y ofreció a los partisanos sus tanques en caso de necesitarlos. Sobre esas negociaciones publicamos en la sección "Documentos" informes detallados del delegado croata y del delegado partisano, respectivamente (Nos. XI y XII). No disponemos de documentos británicos sobre ese hecho. Los británicos, al insistir en la capitulación incondicional del ejército croata y en su rendición a los partisanos, trataron al ejército yugoeslavo como aliado de guerra. Cuando durante las negociaciones se aludía a las convenciones internacionales sobre los prisioneros de guerra, los británicos tal vez creyesen que los partisanos se atendrían a las normas del derecho internacional y acaso no dieron fe a las afirmaciones croatas de que los partisanos tratan con crueldad a sus adversarios derrotados.

No es posible establecer con seguridad en qué medida dependía de los oficiales británicos locales su negativa a recibir a los croatas como prisioneros de guerra. Tal vez tenían ciertas instrucciones de su comando de Caserta, que no pudo saber con anticipación qué cantidad de soldados y fugitivos llegaría a la frontera esloveno- austríaca[161]. Parece que esas instrucciones no eran precisas, pudiendo interpretarse diversamente, en lo concerniente, en particular, a los fugitivos políticos y a los civiles en general. Resulta llamativo que en Bleiburg se discutió principalmente acerca de los soldados sin abordar a fondo el problema del asilo político para los civiles. Cosa diferente le ocurrió a un grupo cerca de Lawamund, donde, a insistencia croata, los civiles fueron protegidos y se salvaron muchos militares (Documento N° XIII).

Al mismo tiempo, por intercesión de ciertos croatas ante las autoridades militares británicas en Klagenfurt, cerca de 3.000 croatas, mayormente civiles que se hallaban en la vecina Krumpendorf, fueron transportados por tren a Italia y alojados casi en su totalidad en el campamento de refugiados de Fermo.

 

Repatriaciones forzadas de exilados políticos

 

El problema de la repatriación forzosa de los soldados fugitivos políticos anticomunistas croatas es una parte del problema común a todos los fugitivos de la Europa Centro-oriental que, a fines de la guerra, se encontraron en Alemania o Austria, ocupadas por los Aliados occidentales. Fueron repatriados a los países comunistas en masa. No cabe duda de que ese problema no fue enfrentado correctamente por los funcionarios políticos y militares anglo-norteamericanos. Estos obraron dentro del marco de las relaciones cordiales imperantes entre las democracias occidentales y la Unión Soviética, sin tomar en cuenta las razones humanas contrarias a la entrega a segura muerte de centenares de miles de fugitivos y prisioneros de guerra.

Los combatientes anticomunistas se dejaron desarmar y repatriar sin mayores incidentes (desde luego, hubo casos de suicidio por desesperación, de saltos de trenes en marcha, huidas bajo fuego de ametralladoras, saltos al río, etc.), confiando en la protección aliada contra los comunistas. Conocían los métodos comunistas que el mundo civilizado no podía aprobar ni ayudar, y sabían que los comunistas, caído el nazismo, consideraban a las democracias occidentales como sus adversarios odiosos y peligrosos. Creían que los estadistas responsables occidentales extraerían la conclusión lógica y correcta de que los adversarios comunistas, es decir la gran mayoría en los países esclavizados, son sus aliados naturales y potenciales. Simplemente, no concebían que los funcionarios de las potencias vencedoras democráticas podrían ver en los adversarios de los comunistas tan sólo a vulgares quislings, conforme los pintó la propaganda comunista.

Por otro lado, las tropas de ocupación anglonorteamericana de Austria tuvieron que encarar el arduo problema de alimentar y alojar a centenares de miles de fugitivos de toda Europa central y sudoriental.

Respecto a los croatas y otros refugiados de la Yugoslavia comunista, muchos oficiales británicos tenían prejuicios favorables a los partisanos. Con ellos, durante los dos últimos años de guerra, colaboraron estrechamente; les prestaron ayuda cuantiosa, les facilitaron bases en Italia, transportes marítimos por el Adriático, curaron a sus heridos, les proporcionaron armas, pertrechos, equipos y los apoyaron con su aviación. Winston Churchill delegó al cuartel de Tito a su propio hijo Randolph, que pasó un año con los partisanos. Randolph Churchill hará a posteriori una crítica negativa de los partisanos, lo que no pudo influir en los sucesos de mayo de 1945, aunque ya en esa época hubo fricción entre Tito y los británicos respecto a Trieste y Carintia. Cuando esa tensión se agudizó, mejoró la situación de los fugitivos, pero lamentablemente la mayor parte ya había sido repatriada forzosamente. Los comunistas yugoeslavos procuraron explotar el lento avance aliado en Italia y colocar a los aliados ante el hecho consumado ocupando Trieste y sus alrededores, el valle inferior del río Drava en Carintia, con el propósito de anexar esas regiones a Yugoslavia, pobladas por un alto porcentaje de eslovenos. Querían conseguir no sólo el control del importante puerto de Trieste, sino también efectos políticos, particularmente entre los eslovenos y en parte en Croacia, es decir en dos naciones donde los comunistas son harto impopulares.

Sus aspiraciones chocaron con los intereses de los Aliados occidentales, que necesitaban Trieste como base de abastecimiento para sus tropas en Austria y no querían modificación de fronteras antes de la Conferencia de Paz. Por ello, rechazaron los intentos de Tito de ocupar Trieste y la Carintia meridional. Los comunistas, en esas zonas, según los verificaron las tropas aliadas, perpetraron actos terroristas y criminales que culminaron en masacres colectivas. Especialmente cerca de Trieste fueron halladas fosas en el Garso (foibe), llenas de cadáveres de las víctimas comunistas de Tito, mayormente italianos. El comandante en jefe aliado en la zona del Mediterráneo, mariscal del campo Alexander, formuló a mediados de mayo de 1945 su conocida declaración de que los comunistas son peores que los nazis. Cuando luego vino a Austria en viaje de inspección, tal vez se mostró más accesible a los argumentos de los fugitivos, internados en los campamentos improvisados para las personas desplazadas (Displaced Persons). El 4 de junio de 1945 se impartió nueva instrucción a los funcionarios militares ingleses en Carintia sobre el trato de los fugitivos. Lo esencial en dicha instrucción era que en adelante no efectuarían repatriaciones compulsivas. Su texto reza:

"Nueva política respecto a los yugoeslavos vigente desde ya":

1) Ningún yugoeslavo será devuelto a Yugoslavia o entregado a las tropas yugoeslavas contra su voluntad.

2) Todo yugoeslavo que luchó contra Tito será tratado como persona que se rindió y será enviado al campamento de Vitkring a disposición; deben esperarse nuevas instrucciones.

3) Todas esas personas serán consideradas como personas desplazadas y finalmente trasladadas a Italia.

En virtud de esta orden mejoró substancialmente la situación de los refugiados de Yugoslavia, que en pequeños grupos o individualmente trasponían la frontera de Austria o Italia en los meses subsiguientes. Fueron suspendidas las repatriaciones en masa y las individuales. Más tarde, en virtud de convenios especiales, fueron arrestados y repatriados aquellos refugiados que las autoridades comunistas de Yugoslavia acusaban de "criminales de guerra". Durante 1946 y 1947 fueron devueltos varios centenares de exilados y entre ellos prestigiosos publicistas y escritores croatas de neta orientación democrática cuyo único "crimen" consistía en haber luchado contra la tiranía comunista y en pro de la libertad individual y nacional.[162]

Las extradiciones señaladas se efectuaron generalmente por los británicos, en menor escala por los norteamericanos, mientras que los franceses no entregaron a nadie a los comunistas. Las autoridades aliadas de ocupación de Italia, Austria y Alemania brindaron, además, grandes facilidades a los emisarios del gobierno comunista de Belgrado, que inspeccionaban los campos de refugiados, apremiándolos a regresar a Yugoslavia o se esforzaban por hallar a las personas que pensaban tildar, con argumentos falsos, de criminales de guerra y obtener su repatriación compulsiva. No es difícil imaginar en qué peligro se encontraban los refugiados en esos campos, en los que debieron ser auxiliados y amparados. Disponemos del texto del "Convenio entre los gobiernos del Reino Unido de Gran Bretaña y el de Yugoslavia sobre las personas desplazadas", suscripto en Bled, Yugoslavia, el 8/9/1947 por Vladimir Velebit y el teniente general D. Lekic, en nombre de Yugoslavia, y por Charles Peake y el teniente general Steele, en nombre de Gran Bretaña.

Mediante dicho "convenio" quedó estipulado "alcanzar con redoblados esfuerzos la solución definitiva del problema global de las personas desplazadas y colaboracionistas de Yugoslavia bajo el control británico" (art. 1). Con miras "a la colaboración general y mas íntima, el gobierno de la República Federal de Yugoslavia adscribirá una delegación de alto rango ante la Comisión Especial para los Refugiados" (art. 2). Esa Comisión Especial deberá suministrar a la delegación yugoeslava "los informes sobre la investigación de cada súbdito yugoeslavo" y bajo ciertas condiciones "la misión yugoeslava de enlace tendrá derecho a participar en tales indagaciones", y a la vez facilitará datos y antecedentes para la indagatoria de las personas sospechosas (art. 3). Asimismo, el gobierno yugoeslavo proporcionará datos "sobre todas las organizaciones yugoeslavas hostiles a Yugoslavia y a las repatriaciones forzosas". Tales organizaciones en la zona británica de Alemania y Austria serán disueltas, mientras que el gobierno británico intervendrá para que lo mismo ocurra en Italia (art. 4). Debe "darse la máxima prioridad" a la investigación de las personas desplazadas en Austria, tanto en los campamentos como fuera de ellos. Todos los acusados por el gobierno yugoeslavo, cuya repatriación no fue rechazada definitivamente, deben ser arrestados. También deben ser alejados de Austria los que señale el gobierno Yugoslavo, a causa de su agitación contra la repatriación de los exilados. Además, el gobierno británico se compromete "a alejar sin pérdida de tiempo de la zona británica en Austria a todos los yugoeslavos que no se presenten para la repatriación voluntaria" (art. 5). El gobierno británico se atendrá a las conclusiones "del Consejo de ministros de Asuntos Exteriores reunido en Moscú, en virtud de las cuales en los campamentos para personas desplazadas se prohíbe toda propaganda contra los intereses de las Naciones Unidas o las repatriaciones" (art. 6). Se entiende que Yugoslavia es considerada también una de las Naciones Unidas. Se facilitará el suministro del material propagandístico de la Yugoslavia comunista con miras a la repatriación (art. 8). Las autoridades británicas "tomarán todas las medidas necesarias para detener a los súbditos yugoeslavos cuya extradición como colaboracionistas requirió el gobierno de la República Federal Yugoslavia" (art. 12), entregándolos si se establece prima facie que fueron colaboracionistas. En caso de que las autoridades británicas no consideren las pruebas yugoeslavas suficientes, el acusado quedará detenido dos meses y será puesto en libertad si las autoridades yugoeslavas no aportaran nuevas pruebas (art. 13). Se restringirá la libertad de movimiento de los exilados yugoeslavos que podrían obstaculizar la aplicación de este convenio y las repatriaciones compulsivas (art. 15). Gran Bretaña, a efectos de la ejecución de este convenio, "pedirá la conformidad y colaboración de terceros" (arts 16). El convenio tiene vigencia para 12 meses y, expirado este plazo en adelante, a menos que sea revocado con dos meses de anticipación (art. 18).

Cabe señalar que dicho convenio es anterior al conflicto Moscú-Belgrado, y data de la época en que los comunistas yugoeslavos fueron "más stalinistas que el mismo Stalin", cuando las autoridades norteamericanas rechazaron de plano todos los pedidos de Belgrado relacionados con las repatriaciones compulsivas, sosteniendo el criterio correcto de que las autoridades yugoeslavas esgrimen pruebas falsas y que sus tribunales no ofrecen la más mínima garantía de defensa y justicia, y por lo tanto cada repatriación forzosa implicaría la muerte segura de la gente inocente.

Este convenio yugoeslavo-británico no fue el único, ya que en 1946 se firmó un acuerdo entre ambas partes según el cual serían detenidos y repatriados aquellos refugiados que figuren en la lista de "colaboracionistas", confeccionada por las autoridades comunistas yugoeslavas. En virtud de ese acuerdo, fueron arrestados en Austria e Italia numerosos croatas y entregados a los comunistas, sin que las autoridades británicas les comunicasen el motivo de su detención, ni los cargos formulados contra ellos, negándoles la posibilidad de defenderse de la acusación arbitraria de los comunistas. Los funcionarios británicos se limitaron, en la mayoría de los casos, a identificar a las personas requeridas en base a la mencionada lista "negra". Todos los repatriados en esa forma fueron condenados a la pena capital y ejecutados.

Antes de referirnos a las masacres en masa sobre los prisioneros de guerra croatas y los civiles repatriados, resumiremos cómo y dónde cayeron por manos comunistas los principales grupos de los fugitivos.

Según queda dicho, la columna principal tuvo que rendirse a los comunistas ante Bleiburg, sólo una pequeña parte escapó a los bosques vecinos, algunos llegaron a Austria y otros fueron apresados. De acuerdo a las fuentes croatas y comunistas, ese grupo constaba de 100 a 200.000 personas[163]. Alrededor de 60.000 croatas, mayormente civiles, se hallaron en Maribor y sus alrededores, y casi todos cayeron en manos de los guerrilleros comunistas. A mediados de mayo había unas 50.000 personas en Carintia, principalmente en el valle de Klagenfurt. La retaguardia del ejército croata, que no alcanzó Dravograd, compuesta de 50.000 personas, se quedó en el camino cerca de Celje y Zidani Most. Se trataba mayormente de civiles, rezagados en el camino y de efectivos militares que aseguraban el repliegue y el pase a los fugitivos. La noticia sobre la rendición en Bleiburg los sorprendió en el camino. Algunos se unieron a las columnas de los prisioneros que regresaban a Croacia, otros se vistieron de civil, abriéndose camino individualmente o en pequeños grupos rumbo a Austria. Algunos se retiraron a los bosques y prosiguieron la lucha tipo guerrilla.

La cifra exacta de los integrantes de ese trágico éxodo nunca podrá establecerse, pero no es exagerado apreciar su número, en base a numerosos datos, de 300 a 400.000 personas entre soldados y civiles.

Corresponde decir algo más sobre la extradición de los croatas que llegaron a la zona austríaca de Carintia, ocupada por los británicos, y pretendida por los partisanos como parte integrante de Yugoslavia. En la Carintia meridional penetraron varios grupos partisanos, constituyendo gran peligro para los refugiados croatas. Los ingleses, al comienzo, confraternizaron con los partisanos, considerándolos tropas aliadas, quienes, a su vez, acusaban a los croatas de fascistas y quislings y lograban de ciertos comandantes ingleses su extradición. Lo mismo les ocurrió a los refugiados eslovenos que, en grupo compacto, pasaron a Austria. Los grupos militares croatas en Carintia, que no se habían dispersado y mudado en civil, fueron entregados gradualmente a los comunistas en Bleiburg y Dravograd, o enviados por tren a Jesenice, Eslovenia, con la promesa, en la mayoría de los casos, de que se los transportaba a Italia. La excepción fue el grupo de Lawamund. Algunos soldados lograron abrirse paso hacia Italia, salvándose de la extradición compulsiva.

En cuanto a los civiles escapados a Austria, el trato no era siempre igual. El grupo que integraban el presidente del gobierno croata, Dr. Nikola Mandic, y varios ministros, constaba de cerca de 500 personas y se refugió en Turracherhohe. Este grupo fue entregado a los partisanos con anterioridad a la extradición en Bleiburg. Con posterioridad fueron devueltos contingentes de soldados y pequeños grupos de civiles, pero al mismo tiempo más de 3.000 civiles fueron trasladados a Italia, mientras que otros grupos fueron alojados en los campamentos para desplazados. Su suerte se mantuvo incierta hasta la citada orden sobre "el nuevo trato" con los refugiados, lo que implica que antes regían otras instrucciones favorables a las repatriaciones forzosas.

Por consiguiente, sólo una pequeña parte de los croatas que llegaron a Carintia se salvó; los sobrevivientes, tras la selección aludida en los campamentos, se radicaron después como refugiados políticos en los países de ultramar: grupos nutridos en EE.UU., en la República Argentina, Canadá, Australia y Venezuela, y grupos menores en todos los países del mundo libre.

Es menester dejar constancia de que las autoridades británicas rehusaron todo contacto con los representantes del Estado y el ejército de Croacia, salvo en Bleiburg, donde el general inglés se limitó a exigir la rendición incondicional.

Cuando el gobierno croata salió de Zagreb el 6 de mayo y al día siguiente llegó a Klagenfurt, se creía todavía en la posibilidad de negociar con los Aliados occidentales acerca del destino de los soldados y fugitivos croatas. Los británicos ignoraron al gobierno croata, excepto para entregar sin más a su presidente y varios ministros a los comunistas. Los funcionarios civiles y militares aliados no mostraron interés en establecer contacto ni con los representantes democráticos croatas (Dr. Macek) ni con los dignatarios eclesiásticos (arzobispo Saric) ni con la Cruz Roja Croata (su presidente, Dr. Ivo Petric), cuya actuación fue luego prohibida[164], si bien el Estado Independiente de Croacia había adherido en 1943 a la Convención de Ginebra, sobre lo que fueron informados los países miembros (Documento N° VIII, IX y X).

Hasta qué punto ignoraron los británicos al Estado de Croacia, no reconocido por ellos, pero que existió durante cuatro años, lo evidencia el episodio con el emisario del gobierno croata que tenía que establecer contacto con el Comando Aliado para el Mediterráneo, con sede en Caserta, Italia. El ministro, Dr. Vjekoslav Vrancic, acompañado por el intérprete Andrija Vrkljan, capitán de navío, llegó el 5 de mayo de 1945 en avión a Klagenfurt y de allí pasó en coche a Italia. Llevó el memorándum del gobierno croata sobre la lucha por la libertad nacional de los croatas. En el valle del río Piave toparon con las unidades del VIII Ejército. Les comunicaron que al día siguiente, 8 de mayo, serían trasladados por avión a Caserta, lo que sucedió. Después de esperar dos días se les denegó la calidad de emisarios y fueron transferidos entre los fugitivos y pocos días después entre prisioneros de guerra, y allí el capitán Douglas de la Field Security Police 313 les quitó el coche[165].

Dicho de paso, las autoridades militares británicas quitaron a los refugiados croatas miles de vehículos, no sólo de propiedad estatal sino también privada. Con los dedos se podrían contar los que preservaron sus automóviles. Cuesta creer que el reglamento militar británico permitiese quitar los coches a los particulares, a veces con todo el equipo, sin compensación ni recibo. El escultor Ivan Mestrovic afirma que al grupo del presidente del gobierno croata lo entregó a los comunistas un oficial británico por un coche (Documento N° XL)

El prestigioso semanario austríaco "Die Furche" publicó una referencia similar. Presuntamente el Dr. Vladimir Bakaric, a la sazón presidente de la República Popular de Croacia se jactó de que el general inglés que entregó el ejército croata a los comunistas fue obsequiado con un Packard. Alexander Keller, autor del aludido artículo, corrobora esta declaración con otros casos de soborno de los funcionarios aliados con fines de repatriación compelida de los exilados. Este escabroso tema fue tratado por la prensa austríaca [166].

 

CAPÍTULO IV: MATANZAS COLECTIVAS DE LOS PRISIONEROS Y CIVILES AL TERMINAR LA GUERRA

 

Aclaraciones previas

 

Nos resta referirnos a las matanzas de los soldados y civiles croatas consumadas por los comunistas. Lo haremos en forma sintética, puesto que las declaraciones testimoniales dicen más que cualquier exposición por documentada que sea. Remitimos, pues, la atención del lector a la sección Documentos, que contiene una selección de testimonios característicos, escogidos entre los 250 de que disponen hasta la fecha las Comisiones de Investigación de la Tragedia de Bleiburg del pueblo croata con sede en Roma, Cleveland y Buenos Aires. Estos testimonios están numerados y así los citaremos en nuestra exposición, excepto los reproducidos en la sección Documentos, que llevan numeración de I hasta XL.

En la selección de las declaraciones testimoniales tratamos de publicar las más características, las que se publican firmadas por su autor, dando preferencia a los testigos radicados en la República Argentina. Es de subrayar que muchos testigos no pueden consentir que su declaración se publique con su nombre y apellido, por temor a las represalias contra sus familiares y personas referidas, cuya identificación no sería difícil, conociéndose el nombre y apellido del testigo presencial. Sin embargo, todos los testigos, sin excepción están dispuestos a ratificar bajo juramento su declaración ante cualquier comisión de investigación del katynismo yugoeslavo, mucho más horrendo que el polaco. En los últimos 18 años fallecieron varios testigos, pero siempre afluyen nuevos testimonios en cantidad más que suficiente para una investigación a fondo de ese caso del genocidio. "Committee for Investigation of the Bleiburg Tragedy", en Cleveland, prepara una edición inglesa de todos los testimonios disponibles.

En vista de la gran cantidad de víctimas y de lugares donde se cometieron las masacres, hubo que omitir muchos detalles importantes. Con todo, en base a los documentos agregados, al análisis histórico, político y jurídico, el paciente lector tendrá un cuadro ilustrativo sobre la dimensión y el alcance de los terribles crímenes cuya responsabilidad recae en los dirigentes comunistas yugoeslavos.

En la siguiente exposición no podemos seguir el orden cronológico a causa del elevado número de los lugares de matanza que la harían confusa. Por ello, relataremos las masacres según los lugares donde fueron consumadas.

Comenzaremos con las columnas que del área Bleiburg- Dravograd y con transportes desde Jesenice regresaban a Croacia por varios caminos. La mayor parte de los soldados prisioneros y civiles fue masacrada en varios lugares de Eslovenia. Los primeros y mayores escenarios de las masacres colectivas fueron Maribor, Celje (y alrededores) y Kocevlje. Otros grupos fueron asesinados en distintos lugares de Croacia. Especial atención merecen las columnas en las "marchas de muerte", que por varios caminos llegaron hasta la frontera serbio- rumana. Por último, haremos una breve referencia con datos concretos y documentados sobre las flagrantes transgresiones de las convenciones internacionales sobre los heridos y los cementerios militares, sobre el trato en los campamentos de prisioneros de guerra y sobre los tribunales comunistas y sus prisiones.

 

Masacres en Maribor y sus alrededores

 

El mayor número de los soldados prisioneros y civiles croatas fue masacrado en Maribor y sus alrededores. Según las declaraciones y el proceder de los oficiales partisanos se puede concluir que en Maribor se hicieron los preparativos para estas masacres colectivas[167].

Asimismo había en Maribor varios millares de prisioneros alemanes y montenegrinos.

Maribor fue elegida por los comunistas probablemente por ser una ciudad relativamente grande, adecuada para la ubicación y clasificación de prisioneros y fugitivos y por haber allí muchísimas zanjas antitanques, a las que arrojaron a los croatas asesinados. El hecho de que los oficiales croatas, sacados de las columnas, fueran enviados a Maribor, indica que el III Ejército comunista, con sede en esa ciudad, había preparado anticipadamente todo para la masacre en gran escala.

Aparte de los numerosos grupos de soldados y civiles capturados en Bleiburg, en Maribor se había congregado una multitud de croatas que no llegó a pasar la frontera austríaca. A partir del 4 de mayo de 1945, se dirigían hacia allí numerosos trenes con población civil en primer lugar. Fugitivos de las regiones lejanas de Croacia, familiares de los soldados, heridos, miembros de distintas organizaciones patrióticas, especialmente de la juventud ustachi, rama femenina.

Los contingentes partisanos ocuparon Maribor antes que Celje y Dravograd y ya el 10 de mayo detuvieron a grupos de fugitivos y trenes repletos de gente. El testigo N° 59, ferroviario de Maribor, vio en la estación Hoce, cerca de Maribor, diez trenes largos, en 4 vías, cada uno compuesto de 60 vagones para viajeros y carga, repletos de heridos y civiles, mayormente de familias enteras con muchos niños y mujeres.

A Maribor fueron enviados, con anterioridad a la rendición en Bleiburg, varios grupos de fugitivos, capturados por los comunistas en distintos lugares, especialmente en la línea Celje-Dravograd. De ese modo, en Maribor se concentraron, bajo el control comunista, más de 50.000 croatas. (Testigos 105, 144, 162).

Los comunistas iniciaron aquí las masacres por disponer de efectivos suficientes y encontrarse fuera del control de los Aliados occidentales, pues del otro lado de la frontera esloveno-austríaca se hallaban tropas soviéticas y búlgaras, que penetraron y ocuparon a Estiria antes que los británicos, a quienes esa provincia austríaca les fue asignada por los acuerdos previos como zona de ocupación. Recién varias semanas después de terminar la guerra, los soviéticos evacuaron Estiria. Esa cuña ruso-búlgara fue un gran impedimento para la retirada de los croatas a Austria vía Maribor.

En el período crítico operaban en Maribor dos divisiones yugoeslavas: la XVI, llamada de Voivodina, integrada por los serbios de la provincia homónima, y la división XVII de choque, integrada también por serbios, entre los que había gran número de los ex combatientes de Draza Mihailovic, netamente chovinistas y croatófobos. El comandante de la división XVI (de Voivodina) era el general Kosta Nadj, de nacionalidad serbia, posteriormente comandante de la zona militar de Zagreb y durante la guerra uno de los más destacados jefes guerrilleros. El comandante de la división XVII de choque era el teniente coronel Blaza Jankovic, también serbio. Esta división fue integrada por la 1ra. Brigada de artillería, por la 2da. Brigada de Krajina, la XV brigada de Majevica, la VI Brigada proletaria de Bosnia. La oficialidad y la tropa de esta división de asalto se componía casi en su totalidad de serbios y muchos de ellos integraron previamente los efectivos chetniks al mando de Draza Mihailovic[168].

Las masacres principales fueron cometidas por los integrantes de la VI brigada proletaria de Bosnia al mando del capitán Rade Colak, de nacionalidad serbia; el comandante del I Batallón era el capitán Bozo Hinic; comandante y el comisario político de la II Compañía Petar Milenkovic y su reemplazante Petar Kuznic, todos de nacionalidad serbia.

Las masacres de los croatas en Maribor se iniciaron antes de la rendición en Bleiburg y se prolongaron hasta mediados de junio de 1945, con una única pausa con motivo de cumpleaños de Tito, el 25 de mayo, cuando cierto número de soldados domobrani y civiles fue despachado a Croacia supuestamente indultados por Tito. Con anterioridad habían sido separados y masacrados casi en su totalidad oficiales, intelectuales e integrantes de las formaciones ustachi.

Por lo que se sabe, en Maribor había tres lugares de concentración, donde seleccionaban a los croatas capturados y en parte los asesinaban. La clasificación por grados: oficiales, suboficiales y soldados rasos y la separación de los domobrani de los ustachi se efectuaban en forma apresurada y superficial. En la mayoría de los casos masacraron a sus víctimas sin identificarlas.

Acerca de las masacres en Maribor y sus alrededores hay abundantes testimonios. Esas masacres duraron un mes y fueron perpetradas en distintos puntos. La cifra de los soldados y civiles masacrados en Maribor y sus alrededores y de los que pasaron por esta localidad fue tan elevada que ninguno de los testigos presenciales pudo tener un panorama completo. Tampoco pudieron obtener una imagen completa los ciudadanos de Maribor e integrantes del ejército yugoeslavo que a posteriori se refugiaron y cuyas valiosas declaraciones testimoniales obran en nuestro poder.

Por ello, nuestros datos referentes a las masacres son necesariamente incompletos y las cifras aproximativas.

El citado testigo N° 59, ferroviario esloveno, manifiesta que los fugitivos de Croacia, civiles y heridos, que llegaron a Maribor en 10 trenes apiñados, fueron conducidos gradualmente a Kadetnica, escuela de los oficiales de reserva de preguerra. De allí los llevaron al aeródromo Tezno, donde los masacraron. El testigo vio cómo llevaban en camiones "atestados, a hombres y mujeres, incluso a niños, todos en paños menores y con las manos atadas a la espalda". Oyó las ráfagas de las ametralladoras. Sobre el particular conversó con un alto funcionario comunista, inquiriéndole a quiénes estaban fusilando. Este le contestó que en Maribor todo está listo para eliminar a 70.000 hombres.

Otro testigo (N° 50), ex soldado partisano, declara que en ese mismo lugar, según le contó su comandante, fueron asesinados 24.000 croatas. Los comunistas decían: "Caray, cómo los rematamos. Les dimos su independencia nacional. Ahora están totalmente independientes".

Las masacres principales fueron perpetradas después de la llegada de la columna de la zona de Bleiburg, en la que había, según la estimación de varios testigos, más de 70.000 personas.

Los conducían al matadero en grupos, ya mayores, ya menores. El testigo N° 32 declara que de la columna fueron separados, cerca del hospital, 2.000 ustachi y conducidos ante el pelotón de fusilamiento.

El testigo N° 194 manifiesta que los comunistas, en un lugar de concentración de Maribor, invitaron a que se presentasen oficiales e intelectuales, lo que hicieron unos 3.000, que fueron llevados a la vista del testigo y luego fusilados, según se enteró.

La testigo N° 1 (una eslovena oriunda de Maribor) declara haber visto cómo los comunistas llevaron en camiones a los croatas para fusilarlos, hecho que no ocultaban. Iban a un bosque sobre la colina, distante cerca de un kilómetro "y poco después oíamos ráfagas de las ametralladoras cercanas... Vi por lo menos 10 camiones repletos de hombres destinados a ser fusilados, más no pude ver a causa de la oscuridad, pero oía el ruido de los motores y ráfagas de ametralladoras hasta el amanecer".

Los prisioneros, antes de ser fusilados, debieron quitarse la ropa. Un oficial búlgaro, que presenció esos fusilamientos, declaró: "Toda la noche escuchaba los gemidos de vuestros desgraciados soldados y vi cómo llevaron para ser fusilados a hombres totalmente desnudos. Mire ese monte (amanecía), no es un monte sino la pila de uniformes y de ropa interior de los soldados croatas que ya no lo son" [169].

De un grupo sacaron de 1.900 a 2.000 oficiales croatas para ser fusilados (testigo N° 103). El mismo testigo presenció cómo los comunistas se llevaron a 500 oficiales, entre ellos a sus conocidos y amigos, sin que luego nada se supiese de ellos, pues ni uno sólo escribió a su familia.

Actualmente viven en el mundo libre otros testigos oculares de las matanzas consumadas en los alrededores de Maribor. El testigo N° 30, movilizado por fuerza por los partisanos, presenció las masacres cometidas por la VI brigada proletaria de Bosnia en el kilómetro 7 de Maribor, donde se hallaban las zanjas antitanques. Conducían a prisioneros y fugitivos en grupos de 100, los desnudaban, les quitaban relojes, anillos y cuanto objeto de valor poseyeran. Atados con alambres de a tres, los cargaban sobre camiones con insignias de la Cruz Roja. El testigo era uno de los guardias que acompañaron uno de los camiones. Arribados a un bosque vecino, se encontraron con una decena de hombres con fusiles listos a disparar.

"En ese momento -declara el testigo- oí el tiroteo de ametralladoras y pistolas automáticas, oí aullidos y gritos de socorro. Repuesto algo de las sacudidas del camión, oí el grito: "Salgan los primeros tres, y los demás esperen". Apenas los primeros tres hubieron saltado, los recibieron a palazos, latigazos, culatazos, los golpearon en la cabeza, en la cara y el vientre tan cruelmente que no pude contemplar esta escena por horrenda. A algunos les emergía un ojo de la cabeza partida. Entre los verdugos los había menores de 12 a 15 años, mujeres y civiles armados. Aturdido por este espectáculo tétrico, no noté en seguida un canal (antitanque), de tres metros de profundidad y cuatro de ancho, sin que se le viera el término del lado izquierdo o derecho. Estaba ya tapado hasta la mitad con cadáveres atados de a tres, unos encima de otros, atravesados, deformados, algunos sin la mitad del cráneo, desnudos. Algunos en el fondo de la zanja están cubiertos con 5 o 6 filas de los asesinados y gemían "Ah, mátenme, estoy vivo todavía". Los verdugos se burlaban cínicamente: "Nosotros no matamos, nosotros queremos que todos vivan". Me estremecí. Los primeros tres que acompañé en el camión ya están medio muertos. Los llevan al borde del canal. Luego a otros tres y así sucesivamente. Algunos, todavía conscientes, exclaman. "Viva el Estado Independiente de Croacia". Otros imploran: "Mi Dios, Jesús y María, ayudadme". Entre los verdugos, susurro, escarnio y risotadas. Los empujaban atados de a tres al borde del canal. Allí los verdugos esperan, apoyados con el pie sobre los cadáveres. Uno emite la orden: "Fuego". Los verdugos tiran a la nuca y al mismo tiempo los empujan al canal sobre otros cadáveres. Luego les toca el turno a otros tres hasta quedar todos rematados. Acto seguido, llegan otros camiones y así todo el día..."

"El comandante preguntó a los soldados de custodia -manifiesta el mismo testigo- si querían fusilar, pero "muy pocos se presentaron", uno que otro serbio, hasta ayer chetnik. Fusilaron de 15 a 20 hombres".

"Tuve, con otros tres -declara este testigo- que cargar la pistola del comandante del batallón, Bozidar Minic. Cargábamos pistolas para él. El contaba los proyectiles y por la noche declaró que había matado a 2.040. Ante eso, el comisario político Petar Milenkovic se jactó de haber dado muerte a cerca de 400, y su reemplazante Petar Kundak profirió: "Eh, mi comandante, yo ni más ni menos sino el doble".

Al día siguiente prosiguieron otros con el fusilamiento. Era el tercer día de la masacre y siempre estuvieron activos los 30 camiones de la Cruz Roja que conducían a los prisioneros. El cuarto día la unidad en que servía el testigo N° 30, tenía el encargo de tapar el canal, lleno de cadáveres.

"Quise averiguar su longitud, más un soldado me dijo que no tendría tiempo, pues le tomó más de 20 minutos recorrerlo de un extremo al otro, pues esta zanja medía más de dos kilómetros de longitud. Le pregunté si en todos los puntos el canal estaba tan lleno como aquí. Me replicó que estaba lleno, más o menos, en todos los puntos. En un lugar sólo había 11 mujeres desnudas, atadas con alambre y torturadas antes de ser fusiladas. Se portaron con valentía y dieron vivas a la independencia nacional croata. Creo al que me lo dijo porque era partisano igual que yo. Mi unidad rellenó la zanja durante dos días junto con las demás unidades de nuestra brigada. Por fin, salimos de ese paraje y llegamos a Maribor, distante a 7 kilómetros. Según contaron el comandante y el comisario fueron fusilados en ese lugar más de 24.000 hombres".

A las masacres de Maribor se refiere también el testigo ocular N° 166. Declara que al matadero llegaban víctimas atadas con alambre desde hace 15 días. En el sector donde se encontraba como soldado del ejército comunista yugoeslavo, dos mayores serbios perpetraron las masacres. Asesinaban a los prisioneros con un tiro en la nuca y los empujaban a puntapiés a la zanja, donde las víctimas caían sin orden.

"Muchos heridos gemían en la zanja donde heridos mortalmente agonizaban horas y horas. Especialmente horribles son mis impresiones de aquellos días cuando conducían a mujeres y muchachas de la columna de los prisioneros croatas. Muchas de esas desgraciadas aullaban en la zanja implorando un tiro de gracia para que sus torturas acabasen una vez por todas".

El testigo N° 62 depone que el primer día de la matanza colectiva fueron llevados para ser fusilados, de un solo lugar, 10.000 personas.

El aeródromo Tezno, cerca de Maribor, fue uno de los mataderos. El testigo N° 106, esloveno de Maribor, manifiesta que la matanza se prolongó allí durante un mes.

Los integrantes de la división XVI perpetraron también masacres, sacando a nutridos grupos de los prisioneros croatas de la columna. Los soldados croatas tuvieron que arrojar a sus camaradas muertos o heridos al río Drava, raudo y ancho cerca de Maribor. Luego, los comunistas les dieron muerte a ellos también, agraviando e insultando a Croacia[170].

 

Matanzas en Kocevlje

 

La localidad eslovena Kocevlje (50 kilómetros al sudeste de Ljubljana y no lejos de la frontera de Croacia), y sus alrededores (Kocevski Rog) fueron otro matadero de croatas. Allí fueron asesinados también numerosos eslovenos y montenegrinos. Kocevlje estaba poblado por alemanes, evacuados durante la guerra. Los comunistas eligieron esa región despoblada para sus crímenes para eludir, acaso, testigos presenciales.

A Kocevlje fueron conducidos varios grupos croatas, en primer lugar los repatriados por los ingleses de Carintia, que fueron alojados transitoriamente en Ljubljana, en el campamento St. Vid, ex seminario diocesano. También terminaron allí los grupos de Jesenice, repatriados forzosamente en la frontera esloveno-austríaca. Grupos menores fueron traídos de Kranj y otros lugares de Eslovenia.

Las masacres principales en Kocevlje y sus alrededores fueron consumadas a fines de mayo. Las víctimas llegaban en columnas o en vagones cerrados, tratadas como bestias por los comunistas. Muchos no comieron durante diez días. Los vagones estaban atestados al máximo; los presos hacían sus necesidades dentro de ellos. A causa del calor y el hacinamiento muchos se desmayaron, algunos se asfixiaron y otros enloquecieron (Testigo N° 145).

De la estación ferroviaria de Kocevlje los prisioneros fueron llevados al cuartel, centro principal de reunión. De allí los conducían en grupos de 30-40 a pequeñas viviendas en dirección a Dolga Vas, donde los desvistieron, y en camiones los llevaban al matadero. Los fusilaban, mayormente con un tiro en la nuca y, acto seguido, los arrojaban a las fosas. Los más fueron asesinados entre Kocevlje y Postanica, en el lugar llamado Kocevski Rog.

Según los testimonios de varios testigos cabe concluir que en Kocevlje y sus alrededores fueron masacrados más de 20.000 prisioneros, cierto número de civiles, inclusive mujeres y niños.

El testigo N° 145, que a la sazón estaba reclutado por los partisanos y destinado a empaquetar los uniformes de los asesinados, atestigua que el número de las víctimas sobrepasa los 30.000; el testigo N° 56 habla de 21.000 asesinados, mientras que el testigo N° 25 se refiere a 20-30.000 víctimas y el testigo N° 59 cita la cifra de 23.000. El testigo 145 manifiesta que los verdugos se jactaban: "En ocho días hemos liquidado a 30.000 enemigos".

Varios testigos declaran que entre los asesinados habían mujeres, esposas de oficiales croatas. El testigo 143 vio a unas 15 mujeres que antes de morir fueron violadas por los oficiales partisanos, según ellos mismos lo contaron. El mismo testigo vio a un grupo de menores, chicos y chicas, de 14 a 16 años, que fueron fusilados.

Ejecutaban tales crímenes las unidades especiales (Doc. N° V, testigos Nros. 59, 145, 157) al mando de los oficiales del ejército yugoeslavo. El testigo N° 145 declara que los ejecutores fueron premiados, enviados de recreo en Bled, condecorados y obsequiados con relojes de oro

Terminadas las masacres, atestigua el testigo N° 145, inspeccionaba una comisión, integrada por un coronel, varios tenientes coroneles y mayores y por tres civiles bien trajeados. El jefe de la comisión era el coronel Dule Korac y los recibía en nombre del pelotón del fusilamiento su comandante Simo Dubajic, ambos de nacionalidad serbia. Controlaban el empaquetamiento de los uniformes y trajes, tomaban objetos de oro y otras piezas de valor. Cuidaban especialmente de que no se dejara rastro visible de la masacre. A tal efecto minaban la roca encima de las tumbas colectivas, que cubrían con montones de piedra. Los testigos mencionan también a los siguientes verdugos en Kocevlje: el capitán Nikola Marsic, comandante de un pelotón de fusilamiento, los tenientes coroneles Daniel Jakovic, Mate Usorac; los comisarios Luka Blazevic, Ante Cepic, Bozo Kacic, Albert Stambuk, Ivan Bokez, Jakov Blazevic.

 

Matanzas en Celje y zonas adyacentes

 

De las columnas de los prisioneros de guerra y civiles croatas, que vía Dravograd retornaban a Croacia, en los primeros días fueron separados aviadores y oficiales ustachi y enviados a Maribor, mientras los remanentes proseguían rumbo a Celje. Luego se cambió de táctica y las columnas que marchaban en filas cuádruples fueron divididas; una parte se dirigió a Maribor y la otra vía Slovenjgradec y Velenje hacia Celje y Croacia.

En distintos lugares, numerosos grupos fueron sacados de la columna de muerte y asesinados en masa. En la sección "Documentos" figuran varios relatos sobre esas pavorosas marchas de muerte.

Entre Dravograd y Celje fueron separados los primeros grupos nutridos de prisioneros y acto seguido masacrados. El testigo N° 96 declara que pudo verificar que los partisanos habían separado a 200 hombres, que luego mataron, y el testigo N° 50 se hallaba en el grupo de 300, separados y asesinados, salvo 23. El testigo N° 128 estima que de Dravograd a Slovenjgradec fueron asesinados 15.000 hombres.

Según el testigo N° 2, muchos croatas perecieron en el desfiladero denominado Huda Luknja, sito entre Slovenjgradec y Celje, lo que atestiguan también dos eslovenos lugareños, (testigos Nos. 125, 134, ver Doc. XII y XVIII). De 20 a 25 carros campesinos transportaron varios días los cadáveres de soldados y civiles asesinados a Huda Luknja, no lejos de Mislinje. El testigo N° 13 manifiesta que en ese sector fueron masacradas 16.000 personas.

En Celje, como queda dicho, se iniciaron las masacres de los croatas capturados antes de la rendición en Bleiburg. Había dos campos de concentración, uno en el campo de deportes en Celje y otro en Teharje, a cuatro kilómetros de Celje. En tanto que del campamento de Celje muchos reanudaron la marcha hacia Croacia, en Teharje casi todos fueron masacrados.

Sobre la matanza de Celje testimonia un ex partisano que tomó parte en ella (testigo N° 219). Al arribo de los primeros prisioneros croatas, se organizaron en Celje grupos de 60 ó 70 partisanos encargados de fusilarlos. Dicho testigo no participó el primer día en la carnicería, pero el segundo día fue incluido en el grupo de ejecutores. Se llevaba a grupos de a 100 soldados croatas a un edificio, distante unos 4 kilómetros, donde se hallaban de 50 a 60 partisanos, entre ellos más de 10 oficiales y comisarios. Durante cuatro noches acompañó a los prisioneros al matadero, cerca del dicho edificio, hasta las fosas excavadas a propósito, de 6 a 7 metros de profundidad por 2 de ancho. Los ultimaban de un tiro en la nuca, y algunos fueron degollados. Muchos agonizaban en la fosa. El testigo vio cuatro fosas grandes y una decena más pequeñas, todas atestadas de cadáveres, y en las inmediaciones se notaban varias fosas ya tapadas.

En Teharje empezaron la matanza ya el 12 ó 13 de mayo, según lo manifiesta el testigo N° 145, partisano a la sazón. El comandante del campo de exterminio era Franc Sotosek, oriundo de la vecindad de Rajhenburg, y sus ayudantes Anton Surné, N. Benesek y Stefan Krusc. Asesinaban a los prisioneros de varios modos. Por ejemplo, ponían de 100 a 200 hombres en cisternas bajas y luego dejaban correr el agua, de modo que todos se ahogaban (Documento N° XVIII).

Otros grupos fueron fusilados en un vallecito. Les quitaron previamente la ropa, ellos mismos tuvieron que cavar sus sepulcros y luego fueron fusilados con armas automáticas. El testigo N° 160, un esloveno lugareño, declara que en el bosque Gaji, cerca de Bezigrad, hay tumbas colectivas con 3 a 5 mil víctimas. Otras tumbas colectivas se hallan en la línea Spodnje Hodinje- Dobrava-Istrozno, en una longitud de 4 a 5 kilómetros. Allí había numerosas zanjas antitanques en las que arrojaban a los masacrados, y los campesinos lugareños tuvieron luego que taparlas.

Una tumba con 400 muertos se halla cerca del castillo de Majdic en la misma Teharje. Allí los comunistas fusilaron durante siete noches a varones y mujeres semidesnudos. El testigo observó cómo llevaban a las víctimas, oyó ráfagas de ametralladoras y los gritos de los moribundos.

Grupos de prisioneros fueron conducidos de Celje también hacia la mina de Trbovlje, donde se los fusiló. El testigo N° 59 fue sólo herido, logró escabullirse debajo de los cadáveres y huir.

Según el testimonio de varios testigos, en Celje y las afueras el fusilamiento en masa de prisioneros y civiles duró todo el mes de junio, y esporádicamente hasta septiembre. El testigo N° 145 expone que cerca del campamento en Teharje fueron fusilados 10.000 hombres. El testigo N° 160 declara que en el campamento Teharje, en junio, fueron asesinados cerca de 7.000 hombres.

De la carretera Celje-Zidani Most, en el lugar St. Peter, un camino lleva a la aldea Hrastnik. El testigo N° 15 dice que allí fue llevado un grupo de 7.000 hombres hacia una mina abandonada, a 2 kilómetros de Hrastnik. Allí fueron fusilados y sus cuerpos echados a la mina, cuya abertura fue luego minada con explosivos y tapada completamente. Lo mismo confirma el testigo N° 115 (Documento XVII).

Al sur de Celje, a unos diez kilómetros sobre la carretera que conduce a Zidani Most, se hallan la pequeña localidad Lasko y una vieja mina en la que los comunistas arrojaron vivos, según lo testimonia el testigo N° 113, cerca de 3.000 croatas, entre ellos cierto número de mujeres y niños. No los mataron sino que los arrojaron en la mina, de 100 metros de profundidad, y después de arrojar 20 ó 30 personas por vez, tiraron varias bombas de mano. (Documento XVIII).

El testigo N° 128 relata que en el lugar Ratece, contiguo al linde esloveno-croata, por seis noches consecutivas se fusiló a civiles, hombres y esposas de los oficiales croatas y montenegrinos asesinados. Previamente los verdugos comunistas los torturaron. El testigo estima que allí perecieron 3.000 personas.

El testigo N° 48 afirma que en Sevnica, sobre la ruta de Zidani Most a Croacia, fueron masacradas cerca de 1.000 personas. En Rajhenburg hay cinco tumbas colectivas; en la primera fueron sepultadas 400 personas, en la segunda 80, en la tercera 70 y en las dos restantes 50 víctimas en cada una. Las cifras fueron dadas por los habitantes de Rajhenburg que las sepultaron. Muchas víctimas fueron arrojadas al cercano río Sava.

Sobre la ruta que va de Celje a Croacia, las últimas tumbas colectivas se hallan cerca del aeródromo entre Krsko y Kostanjevica. Allí, en las zanjas antitanques y en depósitos subterráneos de bombas, fueron inhumados varios millares de croatas asesinados. Luego, esos depósitos fueron tapados mediante explosiones. El testigo N° 48 expresa que allí yacen 6.680 víctimas; el testigo N° 90 cita la cifra de 8.000; el testigo N° 31, ex guerrillero partisano, se refiere a 5.000; el testigo N° 59, a unas 7.000 víctimas y el testigo N° 89, ex partisano, manifiesta que sólo cerca de Kostanjevica murieron 2.000 croatas. Según los testigos, esas masacres fueron consumadas por los batallones 29 y 39 de la 7 brigada de Krajina de la X división. El comandante de la brigada era Rade Brkic y el comisario Drago Maric; el comisario del batallón 2 era Miljenko Gjuric, que supuestamente habría matado personalmente a 300 hombres; el comandante del batallón 39 era Petar Buic y el comisario Mitar Bakovic. Todos los comandantes y casi toda la tropa eran serbios.

 

Masacre en Ljubljana y sus inmediaciones

 

Entre tantos lugares no mencionados de Eslovenia donde se ejecutaron masacres colectivas de croatas, nos referiremos a Podutik, cerca de Ljubljana, donde en la segunda quincena de mayo fueron conducidos del campamento de St. Vid alrededor de 1.000 croatas fusilados allí y arrojados a las fosas, de las que más tarde salía agua hedionda en dirección a Ljubljana. Para conjurar el peligro de un contagio, los cadáveres tuvieron que ser exhumados y sepultados en otro lugar. Lo testimonian el testigo N° 111, ex combatiente partisano, y el testigo N° 145 (Documento N° XX). Este testigo fue chofer del comisario de la policía política en Ljubljana y lo llevaba a inspeccionar los trabajos de exhumación, realizados por los soldados alemanes prisioneros, luego fusilados. Se sabe que en las inmediaciones de Ljubljana y St. Vid hay tumbas colectivas de croatas y según toda evidencia constituyen una de las más grandes masacres de croatas en 1945.

 

Matanzas colectivas en Croacia

 

Podemos clasificarlas del modo siguiente: 1) La matanza de los croatas que no tomaron parte en el éxodo multitudinario por razones familiares u otras, o, de los ingenuos que no creían devenir blanco de las represalias tan crueles de los comunistas; 2) La masacre de los prisioneros de guerra y los civiles repatriados de Austria y Eslovenia; 3) El exterminio de los adversarios declarados del comunismo, rezagados en el camino y de los que se lanzaron a los bosques para seguir con la resistencia.

Las principales masacres en masa fueron perpetradas en el noroeste de Croacia, cerca de Zagreb, en Krapina, Samobor, Karlovac, Sisak, Bjelovar y en varios lugares de Kordun, ex Confín Militar, poblado por una nutrida minoría étnica serbia. Allí fueron asesinados numerosos croatas sacados de Zagreb, cuya culpa fue haberse declarado por la independencia de Croacia y contra la doctrina comunista. Zagreb es símbolo del patriotismo para todos los croatas y, además, un importante centro de la cultura occidental en su frontera balcánica.

Asimismo muchos fueron asesinados en varios lugares de Eslavonia, particularmente los que tomaron parte en "las marchas de muerte", y los remanentes en distintos puntos de Voivodina y Serbia. Las masacres se verificaron también en Bosnia: en Bosanski Brod, Bosanski Novi, Derventa, Sarajevo, Zenica, etc.

 

Fusilamiento en masa en los alrededores de Zagreb

 

Varios testigos oculares testimonian sobre los fusilamientos colectivos, lugares de ejecución o tumbas colectivas en los alrededores de Zagreb, capital de Croacia.

El testigo N° 98 expone que, después de la entrada de los comunistas en Zagreb, oía todas las noches en sus afueras, en el matorral cerca de Rakov Potok y particularmente en el bosque de Stupnica, disparos del pelotón de fusilamiento.

"Las masacres solían ser ejecutadas entre las 23 y las 2. Tras el fusilamiento, los cuerpos eran arrojados en las zanjas, cavadas por los soldados durante la guerra, a lo largo del camino para Kalinovica, en la ruta Zagreb-Karlovac hasta la casa de la familia Kavur en la aldea Stupnik, en una longitud de un kilómetro. Las zanjas, de 1 metro de ancho por cerca de 1,50 de profundidad corrían a veces en línea zigzagueante... Por la mañana, los transeúntes encontraban zanjas recién tapadas, y así cada mañana. Como no eran muy hondas, los perros las rondaban husmeando y a veces solían extraer algún cadáver, hasta que los campesinos los taparon bien. Con todo, a causa del terrible hedor en días calurosos, no se podía transitar por allí, y las "autoridades nacionales" obligaron a la gente a rociarlos con carbón. Los pobres masacrados no eran de nuestras aldeas, sino traídos en camiones de varios campos de concentración, y particularmente de Zagreb".

También el testigo N° 124 se refiere en términos semejantes a esas tumbas colectivas. Menciona asimismo las tumbas cerca de la aldea Horvat, sobre la ruta Zagreb-Karlovac, en un robledo, distante de 300 a 400 metros de la ruta y 500 de la vía férrea. Allí hay 50 tumbas en un área de 500 metros. Los campesinos de Horvat oyeron, durante 20 a 30 noches, ráfagas y disparos.

El testigo N° 162 suministra datos sobre las tumbas colectivas cerca del pueblo Sosice en Zumberak. A esa región montañosa conducían, de noche, a las víctimas de distintas partes, las castigaban y torturaban, y luego algunas vivas y otras muertas las echaban en un precipicio muy hondo, ubicado entre la aldea Gornje y Sopoti. Las masacres se prolongaron hasta mediados de junio de 1945. Los campesinos de los pueblos vecinos oían alaridos de las víctimas arrojadas en ese precipicio aún vivas. En el mismo sentido declara el testigo N° 124.

El testigo N° 14 afirma que entre la aldea Kravarsko y Donji Lukavac fueron sepultadas 5.000 víctimas de las masacres colectivas.

El testigo N° 130 conoce las tumbas en masa en las inmediaciones de Zagreb, cerca de Sestine, Gracani y Mirosevac.

El testigo N° 22 coincide con las manifestaciones de otros testigos sobre las tumbas cerca de Rakov Potok, Sestine, Gracani, y además ubica otras cerca de Dubranec y en Anin Dol, no lejos de Samobor.

El testigo N° 37 confirma otras declaraciones sobre las tumbas en Maksimir (Zagreb) y está enterado de las tumbas en el bosque Bukovacka, Markusevac y Novi Dvori. El mismo testigo expone que las autoridades exigían de los propietarios del terreno respectivo que sepultaran a los muertos. En el terreno de sus primos se encontraron tres cadáveres de los que se alejaron de Zagreb con el propósito de no encontrarse allí en el momento de las masacres comunistas. Fueron asesinados sin que se indagara su identificación. El testigo N° 159 declara que los primeros días se podía ver cadáveres en las calles de Zagreb. Los partisanos mataban en la calle a los sospechosos de haber regresado de Eslovenia.

 

Campos de concentración y masacres en otras partes de Croacia

 

En los campamentos de otras ciudades del noroeste de Croacia el trato no difería del ya descripto respecto a Zagreb y sus alrededores. Disponemos de varios testimonios de testigos oculares sobre los campos de concentración en Samobor, Krapina, Sisak, Karlovac, Cemernica, Slavonska Pozega y Mirkovici. Alrededor de esas localidades se extienden tumbas colectivas de croatas masacrados.

La única novedad en esos campamentos era que separaban a grupos de prisioneros so pretexto de enrolarlos en el ejército partisano. Los conducían, en cambio, a Kordun, a los poblados habitados por compacta minoría serbia.

El testigo N° 174 fue chofer de uno de los camiones que los llevaba "al servicio militar en Kordun". Entre los prisioneros figuraba también su hermano. Llegados cerca del pueblo Vojnici, se presentó la milicia local partisana.

"Partieron alambre en trozos de más de medio metro... ataron a cada uno y los cargaban en camión con las manos atadas en la espalda. Todos debieron arrodillarse y con el resto del alambre les ataron los pies. Manejaban el alambre con tanta brutalidad que a muchos les reventaron las venas y se desangraron. Ese suplicio se prolongó y desde los camiones partían gritos aterradores. A los que gritaban, les aplicaban culatazos en la cabeza. Otros pedían que los golpeasen para desmayarse. Las víctimas fueron llevadas en cuatro camiones. Tan pronto regresaba uno, salía otro, repleto de víctimas. La distancia no era mucha. Los partisanos que nos acompañaban, mientras íbamos por el nuevo botín se repartían los objetos y el dinero de los masacrados. Encontraron muchos devocionarios que destrozaron y tiraron" (Documento 45).

El testigo N° 174 dice que de Karlovac llevaban todas las noches a unas 100 personas para ser masacradas en Kordun. El se hallaba en un grupo y un partisano, su conocido, le facilitó la huida.

El testigo N° 102, ex presidiario del campamento de Sisak, atestigua que todas las noches cuatro camiones cargaban a los presos, cerca de 60 hombres por camión. Esa faena se prolongó durante unos 10 días y fueron llevados para ser fusilados por lo menos 1.500 presos. (Sobre la matanza en Sisak véase el Documento XXIX).

En Kordun, en la aldea Cemernica, a 7 kilómetros de Topusko, había un campo de concentración. El testigo N° 101 expresa que en dicho campo se hallaban soldados prisioneros menores de 20 años. De allí nadie escapó vivo y se lo considera campo de exterminio. Los masacrados, sin interrogatorio ni juicio sumario, fueron sepultados en las hondonadas y los pozos naturales cerca de Toplicka kosa. A veces hubo dentro 1.500 presos y siempre varios centenares. Este campo dependía del comando partisano en Petrinja. En las masacres tomaban parte también los campesinos serbios lugareños. Allí fueron llevados los soldados de los campamentos de Sisak, Karlovac, Zagreb y de otros lugares. El testigo opina que allí fueron asesinados por lo menos 4.000 croatas (Documento XXXIV).

Sobre el campo de concentración y la carnicería de los prisioneros en Bjelovar, por donde pasaron en las "marchas de muerte", tenemos varios testimonios. El testigo N° 170 declara que tan pronto su grupo llegó al campo, los presos le señalaron tumbas colectivas tapadas en las zanjas que sirvieron de refugio contra los ataques aéreos. Según las cifras dadas por los presidiarios y los habitantes de Bjelovar, allí perecieron de 8 a 9.000 prisioneros y por el campo de concentración pasaron 30.000 (Documento XXXIV). El testigo N° 87, partisano en el tiempo de la masacre, depone que en Bjelovar fueron masacrados tanto prisioneros de guerra como civiles.

"Tuve la oportunidad de presenciar cómo una masa de gente venía frente al campamento llevando comida a los prisioneros. Una vez ocurrió lo siguiente, que es del dominio público en todo Bjelovar. Millares de personas alcanzaban víveres a los presos, aunque los guardias las insultaban, empujaban y dispersaban. Las mujeres gritaban: "Dejen en libertad a los soldados croatas; ¿por qué los torturan?; no han hecho nada malo". Los guardias abrieron el fuego y varias mujeres cayeron acribilladas".

Los testigos Nos. 194 y 105 declaran haber visto una multitud de soldados que los partisanos mataban mientras pasaban por las calles. Una mujer con el niño en brazos vio en una columna de prisioneros a su marido y corrió a saludarlo, pero el guardia comunista lo apartó de la columna y lo mató en el acto diciendo a la mujer: "Aquí lo tienes".

El campo de concentración en Krapina estaba habilitado por breve lapso mientras pasaban por allí hacia Zagreb y Eslavonia los prisioneros de regreso de Eslovenia. Ese campo fue pronto levantado a raíz de acerbas protestas de los habitantes, que siempre se destacaron por su conciencia nacional. Más tarde, los presos fueron trasladados al campo Mirkovac, cerca de Sv. Kriz. El testigo N° 191 depone que en ese campo había millares de hombres. Vio cómo ataron con alambre, a la vista de todos, a un grupo de 200 a 300 y los llevaron. Luego se enteró de que fueron asesinados. Tales escenas se repitieron por tres noches sucesivas. El testigo N° 194 vio el mismo espectáculo. Se encontró entre los trasladados al campo de concentración Mirkovac, donde antes funcionaba el servicio de trabajo de Croacia. "Allí apartaron a todos los ustachi y los fusilaron". "En ese campo -afirma el testigo- permanecí diez días y no nos daban nada de comer ni de beber, de manera que muchos murieron de hambre y de sed".

 

CAPÍTULO V: "LAS MARCHAS DE LA MUERTE"

 

Una de las formas más horribles de torturas y matanzas colectivas fueron las tristemente célebres "marchas de la muerte", en las que perecieron decenas de miles de croatas a la vista de centenares de miles de sus connacionales.

Largas columnas estaban compuestas por soldados croatas y fugitivos capturados ante Bleiburg y en otros lugares de Eslovenia. Las primeras y más numerosas, formadas en Bleiburg, tomaron el camino de Dravograd- Maribor o Dravograd-Celje. Los sobrevivientes prosiguieron su forzada marcha a través de Croacia hasta la frontera rumana.

Como es sabido, muchos integrantes de estas columnas fueron separados en Maribor y otros en distintos puntos de las línea Dravograd-Celje- Zidani Most para ser masacrados o internados en los campos de concentración y luego, en su mayoría, asesinados.

Además, antes de llegar a esos lugares, ya desde los primeros días se mataba individual o colectivamente. Todos, sin distinción alguna, soldados, civiles, jóvenes y viejos, varones y mujeres, tuvieron que caminar en condiciones infrahumanas. En el camino su número disminuía progresivamente por las razones señaladas y porque fusilaban en el acto a los rezagados. Los comunistas mataban a los prisioneros más resistentes para intimidar a los demás y a los espectadores.

Las columnas principales recorrieron más de 500 kilómetros, y algunos hasta 1.000 kilómetros. Caminaban, generalmente, a través de Eslovenia, el norte de Croacia hasta Serbia y Voivodina, algunos hasta la frontera de Rumania y los restos de una columna llegaron hasta Macedonia, no lejos de la frontera con Grecia.

En la sección "Documentos" publicamos varios relatos fidedignos y estremecedores de esas verdaderas "marchas de la muerte". Esos relatos, por extensos que sean, reflejan sólo una pequeña parte de la trágica realidad.

 

Principales "columnas de muerte"

 

Como nos es imposible seguir el recorrido de cada columna, determinaremos a continuación el itinerario de las principales desde mediados de mayo y hasta fines de agosto de 1945.

I. Bleiburg - Dravograd - Maribor - Ptuj - Varazdin - Ludbreg - Koprivnica - Djurdjevac - Virovitica - Podravska Slatina - Nasice - Osijek - Vinkovci - Sid - Kukuljevci - Mitrovica - Ruma - Stara Pazova - Zemum - Belgrado - Pancevo - Vrsac - Bela Crkva

II. Bleiburg - Dravograd - Slovenjgradec - Velenje - Celje - Lasko - Radece - Selnica - Krsko - Brezice - Samobor - Zagreb - Sesvete - Dugo Selo - Cazma - Bjelovar - Pakrac - Dragovic - Pozega - Krndija - Osijek - Vukovar - Sid - Mitrovica - Belgrado - Kovin.

Los soldados y civiles repatriados de Austria y trasladados por los ingleses a Jesenice siguieron, en líneas generales, este recorrido:

III. Jesenice - Radovnica - Kranj - Medvede - St. Vid (la mayor parte llevada a Kocevlje donde fue masacrada) - Celje - Krsko - Brezice - Zagreb.

IV. Jesenice - Kranj - Ljubljana - Rudnik - Kocevlje - Delnice - Rijeka.

Con los repatriados y arrestados en Zagreb y sus alrededores se formaron en esa ciudad varias columnas que recorrieron el trayecto siguiente:

V. Zagreb - Sesvete - Dugo Selo - Popovaca - Banova Jaruga - Lipik - Caglic - Okucani - Nova Gradiska - Bosanska Gradiska - Gornji Podgradci.

No es posible dar un cuadro completo de dichas columnas por razones de espacio y por falta de datos exactos que, a buen seguro, ni las autoridades comunistas poseen, pues no hacían un control riguroso de los prisioneros y civiles repatriados y, además, mataban en muchísimos casos sin sumario ni indagación, a veces sin identificar a sus víctimas, que arrojaban a los ríos, dejaban en el camino, inhumaban en fosas, pozos, hoyos y zanjas antitanques. Con todo, no cabe la menor duda de que en esas "marchas de muerte" sucumbió la mayor parte de sus integrantes, decenas de miles de hombres.

 

Cifras sobre la dimensión de las "marchas de muerte"

 

Varios testigos proporcionan cifras que permiten crearse una idea sobre la dimensión de la tragedia en dichas "marchas de muerte"

El testigo radicado en la Argentina (Doc. XXVI) afirma que en su columna el número de los muertos fue elevado desde el primer día, y que ya en Bleiburg, bajo el control de la V división serbia, se había formado una columna de 18.000 prisioneros. "Hasta Dravograd nos trataron con circunspección, pues estábamos todavía bajo el control británico. Apenas traspuesto el puente de Dravograd, empezaron las masacres. Al principio los asesinatos eran individuales, pereciendo los que sucumbían de hambre y agotamiento. Además, de vez en cuando, los partisanos penetraban en nuestra columna, dando culatazos, puñaladas y porrazos a diestra y siniestra, asesinando o pisando con caballos e impeliendo a la gente a saltar a la corriente del río Drava. A unos 15 kilómetros de Maribor nos obligaron a correr, teniendo que quitarnos toda impedimenta para poder aguantar esa corrida. Quienes no aguantaron, y fueron tantos, eran fusilados... De los 18.000 que éramos apenas llegó a Maribor la mitad."

Un integrante de una columna de muerte que en Maribor contaba 15.000 hombres, declara que tras 300-400 kilómetros. de marcha forzada llegaron a Osijek apenas 6.000. Otra columna que en Dravograd contaba 5.000, arribó, tras recorrer 1.000 kilómetros, a Bitolj, en Macedonia, con sólo 300 sobrevivientes.

El testigo que integraba una columna desde la frontera de Austria hasta Rumania (Doc. XXV) manifiesta haber oído que el jefe de la escolta reportó a un comisario político que en dicha columna había 11.000 prisioneros, mayormente jóvenes, y algunos civiles. Al llegar a Pancevo, suburbio de Belgrado, tras 600 kilómetros de caminata, eran unos 600, casi todos enfermos y lacerados.

El testigo, que se hallaba en la columna de muerte desde Dravograd hasta Belgrado, informa que eran cerca de 24.000 y llegaron al destino muy pocos (Doc. XXVIII).

"Desde el principio cada paso que dimos fue marcado por la sangre de los prisioneros. Los guardias disparaban contra los grupos a su antojo. Separaban uno por uno, los torturaban y, por último, los degollaban a la vista de todos. Al salir de Dravograd se apropiaron de todo, relojes, ropa, zapatos, y a los que no poseían nada los ultimaban de un tiro en la nuca. Presencié escenas terribles. No hacían distingos entre ancianos y niños, entre hombres y mujeres que había en nuestra columna". En Maribor permanecieron siete días sin comer. Todos los días llevaban grandes grupos para fusilarlos. En el camino hacia Varazdin "los cadáveres de los soldados croatas llenaban las zanjas". "Tuvimos que correr la mayor parte del tiempo, mientras que los partisanos montaban a caballo y bicicletas liquidando en el acto a los que se caían... Los jóvenes aguantamos a duras penas, mientras que los mayores sucumbieron en el camino, no pudiendo resistir el ritmo de la marcha... En los pies se formaban callos, apareciendo poco a poco llagas sangrantes. Todos estábamos descalzos, pues en Maribor nos quitaron los zapatos... Al salir de Osijek, en el kilómetro 6 ó 7 hacia Dalj, nuestros acompañantes degollaron ante nuestros ojos a 150 hombres. En Vinkovci nos instalaron en una fábrica de ladrillos. De noche venían serbios y sacaban grupo tras grupo, sin que volviese ni un solo hombre. Durante la noche resonaban ráfagas de ametralladoras que sesgaban las vidas de los atados soldados croatas. La minoría serbia nos castigaba a porrazos, traspasaba los cuerpos con lanzazos, partían las cabezas con garrotes y hachas, cortaban cuellos, ataban a los caballos para arrastrar a los infelices por el camino... En Sid cooperaron en las matanzas incluso ciertos miembros del Ejército Rojo. Permanecimos allí seis días sin comer un bocado. Nos colocaron en una hondonada y alrededor colocaron barriles llenos de agua. Como la sed nos atormentaba hasta volvernos locos, corrimos a los barriles. A medida que alguien se avecinaba, era fusilado... Tras esta tortura, nos dieron agua y un pan de dos kilos para 33 hombres. Muchos murieron de excesivo consumo de agua."

En Mitrovica obligaron a los agotados prisioneros a bañarse en la veloz corriente del río Sava y muchos se ahogaron.

En el trayecto Djurdjevac-Belgrado fueron asesinados por lo menos 2.800 prisioneros "sin mencionar a los que fueron muertos de otro modo o perecieron de hambre, sed y agotamiento". En Pancevo fue separado un batallón entero y fusilado.

El testigo pertinente fue separado también y enviado a trabajos forzados en tales condiciones que de su grupo de 100 prisioneros sobrevivieron sólo 42. Además, todos los días fusilaban a grupos menores. Un grupo tuvo que quedarse durante días en el río Drava y los que aguantaron fueron, por fin, ahogados. El testigo pesaba en el momento de captura 84 kilos, y cuando lo soltaron por menor de edad pesaba 48.

Un testigo (Doc. XXXI) suministra la cifra precisa de su columna, que en Eslovenia contaba 12.000 personas y tras la marcha de 500 kilómetros, en Novi Sad, Voivodina, quedaron con vida 3.000.

"Lo sabía con precisión, pues era uno de los encargados de repartir el pan, a saber: 150 gramos por día a cada integrante de la columna. Por lo tanto, en el trayecto murieron maltratadas en forma bestial 9.000 personas".

Trato inhumano con los integrantes de las "columnas de muerte"

Los rasgos comunes de cómo fueron tratados los integrantes de las columnas de muerte, en lo que coinciden todos los testigos, serían los siguientes:

- Tras la captura, los partisanos empezaron a quitarles dinero, relojes, anillos y cuanto objeto de valor poseían los prisioneros (muchos se llevaron consigo joyas de familia), y, paulatinamente, ropa y zapatos, y así al final los más iban semidesnudos, en paños menores y descalzos.

- Muy rara vez, generalmente al final del recorrido, les daban algo de comer y agua. Aun más, en muchísimos casos los guardias prohibían a la población civil alcanzar a los integrantes de las columnas, mujeres y niños, comida y agua. Muchas veces maltrataron a la población compasiva, le arrebataban la comida y tiraban el agua, y varias personas fueron muertas por querer socorrer a sus infortunados compatriotas. Se recurría a torturas refinadas, deteniendo a la columna junto a una fuente de agua y no permitiendo beberla. Los que se atrevieron a tomarla fueron fusilados en el acto. A los niños no siempre les daban agua.

- Mientras la población croata se esforzaba por ayudarlos, los comunistas organizaban a sus correligionarios y simpatizantes que se ensañaban contra los sufridos caminantes. Especialmente en los poblados de la minoría serbia fueron maltratados, torturados, expoliados y asesinados los prisioneros croatas. Hubo casos en que los habitantes serbios envenenaron el agua y la comida. Cabe subrayar que eso ocurría en Croacia y contra los croatas que combatieron por la independencia nacional.

- La población croata, corriendo gran peligro, manifestó honda solidaridad con sus compatriotas. A veces esos sentimientos de solidaridad se trocaron en demostraciones en masa, reprimidas brutalmente por los partisanos.

Los que se quedaban en el camino por agotamiento, debilidad, enfermedad o sueño eran fusilados sin piedad. Tenían que proseguir, incluso las mujeres que, de sufrimientos y fatiga, abortaron en el camino.

- Hubo muchos casos de rezagados fusilados, teniendo en cuenta que fueron torturados, tuvieron que correr bajo el sol quemante, mientras que sus guardias iban a caballo o en vehículos.

Por regla general, los partisanos cada tanto sacaban a prisioneros de la columna y sin ninguna razón especial los mataban, a veces a la vista de los demás, y a veces en los bosques circundantes.

- Los guardias solían aconsejar a los que no daban más o a los enfermos que se quedasen a esperar la ambulancia. Los que les hicieron caso fueron asesinados en el acto. Algunos desesperados, con el fin de poner término a los sufrimientos, se quedaron adrede, sabiendo que serían fusilados.

Algunos prisioneros sobrevivieron gracias a los sacrificios de sus compañeros, que cargaban con ellos, les daban algo de agua o un terrón de azúcar que les quedaba.

El trato con las mujeres y los niños, en línea general, fue idéntico, salvo que se quedaron todos en Zagreb, donde en parte fueron liquidados y en parte soltados. En las columnas que marcharon de Zagreb a través de Eslavonia hasta Voivodina y Serbia había pocos civiles. En cambio, en muchas columnas de muerte desde la frontera de Austria hasta Zagreb prevalecieron civiles, hombres y mujeres.

 

El porqué de las "marchas de muerte"

 

Se impone el interrogante: ¿por qué los dirigentes comunistas organizaron tantas torturas y masacres de los prisioneros croatas a la vista de centenares de miles de gente en Eslovenia, Croacia y Serbia? ¿No hubiera sido más lógico ocultar sus crímenes como lo intentaron, en parte, en Eslovenia?

Creemos acertar si decimos que esas marchas de muerte fueron organizadas por motivos políticos y de propaganda. Los comunistas se sentían todavía inseguros y, aplicando los métodos del terror colectivo, especialmente en Croacia, trataron de intimidar a la población con las medidas más drásticas. En Croacia, la mayoría abrumadora de la población era anticomunista y consideraba la restauración de Yugoslavia no como "liberación", sino como nueva esclavitud mucho peor que la anterior. Querían quebrar la resistencia de un pueblo, pues no se había desvanecido totalmente la esperanza de que los Aliados occidentales, de un modo u otro, obligarían a Tito a cumplir sus promesas y celebrar elecciones para que los pueblos de Yugoslavia decidieran libremente sobre su destino y la forma del gobierno. La acerba propaganda comunista contra la reacción internacional y el capitalismo anglosajón, como la expulsión de las tropas de Tito de Trieste y Carintia, sugerían la posibilidad de una intervención angloamericana. La inactividad de los Aliados occidentales, que durante la guerra aseguraban a los pueblos de Europa central que su victoria les reportaría la liberación de la supremacía nazifascista, fue una de las causas adicionales de los sufrimientos de sus simpatizantes opositores a la tiranía comunista. De ese modo se jugaba con la suerte, la libertad y la vida de individuos y pueblos enteros, al prometerles la paz, la democracia y la prosperidad. Eso ayudó mucho a los comunistas en su victoria y en la liquidación de la resistencia.

Por eso, las masacres en masa, las "marchas de muerte", los campos de concentración y las prisiones repletas tuvieron como fin atemorizar a la Croacia rebelde y no doblegada. Por las prisiones de Tito pasaron en 1945 centenares de miles de croatas, vejados y maltratados. Cada preso vivía en la pesadumbre de que el próximo turno de suplicio y muerte violenta podría tocarle a él. Y cuando esa multitud de presos y presidiarios maltrechos y deprimidos regresó a sus casas, enterándose de los hermanos o hijos asesinados o torturados, viendo a sus allegados y amigos en la extrema miseria, echados de sus hogares, viviendo bajo control constante y el impacto de una propaganda incesante, se necesitaban fuerzas sobrehumanas para no perder el ánimo y pasarse al servicio de los opresores comunistas.

 

Ejemplo croata - Advertencia a los eslovenos

 

Los organizadores comunistas de las matanzas en masa y las marchas de muerte perseguían efectos políticos y psicológicos bien precisos no sólo en Croacia, sino en Serbia y Eslovenia. Tenían razones especiales para no ocultar sus sangrientas represalias contra los croatas.

El derrumbe fulminante, tanto militar como político, del Reino de Yugoslavia produjo en Eslovenia gran decepción e indecibles calamidades. Yugoslavia se mostró totalmente incapacitada para defender los intereses nacionales de Eslovenia, repartida entre Italia, Alemania y Hungría. Los sufrimientos de los eslovenos, especialmente en la parte anexada por el Tercer Reich, eran indescriptibles. La porción eslovena de Estiria, en los planes de Hitler, tuvo que germanizarse en su totalidad. Los que no lo admitían, debían ser deportados y hasta exterminados.

En el momento de la invasión del Eje en abril de 1941 y después, Eslovenia fue abandonada por los serbios a su suerte. Eso fortaleció el movimiento por la independencia nacional y estatal de Eslovenia dentro de la comunidad europea. Esa tendencia tomó cuerpo aún durante el Reino de Yugoslavia. Los eslovenos sabían que sin el apoyo croata no podían mejorar su situación dentro de Yugoslavia e influir en su política interior y exterior. Sabían por experiencia que a despecho de los representantes del partido mayoritario esloveno en el gobierno central, los serbios tomaban decisiones catastróficas contra el sentir, el pensar y los intereses vitales tanto de los croatas como de los eslovenos. Los católicos eslovenos no se olvidaron de que el concordato ya firmado entre Yugoslavia y la Santa Sede, que aseguraba la igualdad religiosa entre los católicos y los ortodoxos, no fue ratificado por culpa de los serbios. Temiendo la consolidación de la república de Austria, Belgrado favoreció la política de Anschluss, lo que representaba para Eslovenia tener por vecino al Tercer Reich. Los serbios, esperando el apoyo contra Alemania, establecieron en 1940 relaciones diplomáticas con Moscú, lo que contrariaba los sentimientos de los croatas y los eslovenos. Temiendo la creciente influencia de los croatas y los eslovenos, los serbios invalidaron la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito, lo que debía salvarla de los horrores de la guerra o por lo menos postergar su entrada en la guerra hasta el momento más favorable. No es de extrañar, pues, que los líderes del partido mayoritario esloveno, Dres. Kulovec y Krek, a raíz del golpe de Estado en marzo de 1941, llevaron al conocimiento del gobierno del Tercer Reich que, ante la inminente desintegración de Yugoslavia, les preocupaba ante todo la suerte del pueblo esloveno, para el que veían dos alternativas: 1°) Una Eslovenia independiente o 2° ) un Estado común de croatas y eslovenos[171].

Ese creciente sentimiento de los eslovenos de confiar en primer lugar en sus propias fuerzas, tuvo su expresión durante la guerra en la autonomía de Eslovenia, que tuvieron que reconocer las autoridades alemanas de ocupación y en la organización del propio ejército, que con éxito se enfrentó con los efectivos comunistas. Ese ejército fue masacrado, igualmente que el croata[172]. "Las marchas de muerte" y matanzas de croatas en Eslovenia, evidentemente han sido concebidas por los comunistas con el propósito de atemorizar a los eslovenos para que no siguiesen el ejemplo de Croacia en la lucha por su independencia nacional.

 

La venganza serbia motivada con la razón de Estado

 

Masacrando a los croatas como traidores a la "unidad y fraternidad" yugoeslavas, los comunistas buscaban efecto político en Serbia, opuesto al que perseguían en Eslovenia. Los serbios exigían unánimemente la venganza contra los croatas por su supuesta traición en 1941. Los comunistas, favoreciendo las tendencias chovinistas serbias y anticroatas, consiguieron la cooperación de las masas serbias durante la guerra. Opinaban que afianzarían sus posiciones entre los serbios, defensores intransigentes de la unidad de Yugoslavia, si impusieran la venganza en masa contra los croatas. Esa venganza, como sabemos, fue consumada en forma de genocidio y de esclavitud nacional. En ese sentido, los comunistas fueron sucesores dignos de la dictadura monárquica y de los guerrilleros de Draza Mihailovic. Las masacres en masa, las marchas de muerte y luego la persecución de la Iglesia Católica fueron concebidas y organizadas conforme a la teoría de la razón del Estado. "Los soldados croatas tuvieron que morir para que Yugoslavia viva", dijo Milovan Djilas. Tito declaró a los periodistas norteamericanos que no podía dejar en libertad al presidiario cardenal Stepinac "por cuanto todos los serbios se opondrían" [173].

 

CAPÍTULO VI: MÉTODOS DEL TERROR COLECTIVO

 

Se sabía con anticipación en la capital de Croacia que los comunistas adoptan múltiples medidas terroristas y represivas para prevenir todo intento de oposición y resistencia. Esas medidas de terror se practicaron despiadadamente y con precisión de máquina aun cuando, aparentemente, parecían excesos no controlados.

Saqueos, pillajes y asesinatos estaban a la orden del día y aunque parecían espontáneos, como obra de guerrilleros no controlados, de hecho se ejecutaban según el plan prefijado allí donde se consideró necesario aplicar las medidas del terror colectivo para castigar a la población por su resistencia al comunismo y a la forzosa unidad de Yugoslavia. Al mismo tiempo, en forma bárbara se premiaba con ello a los combatientes comunistas que pudieron dar rienda suelta a sus impulsos agresivos saqueando y maltratando a la población civil.

Ese desahogo, según las circunstancias, solía durar varios días (generalmente 48 horas, Documentos XIX). Luego entraba en acción la temible OZNA (policía política comunista, denominada hoy UDBA), "limpiando" sistemáticamente, liquidando, de acuerdo a las listas cuidadosamente confeccionadas, a todas las figuras destacadas en la vida nacional en todos los niveles sociales. Estas medidas se agregaron a un control severo y total de la población en sus domicilios, talleres, fábricas, de oficinas, la alimentación, vehículos y del movimiento -para todo había que tener carnet y llenar un sinnúmero de formularios y planillas. La participación en los mítines, reuniones, conferencias y manifestaciones era obligatoria y ­ay! de quienes no gritasen sloganes oficiales, exclamasen y aplaudiesen, cantasen y desfilasen. Los "trabajos voluntarios" eran obligatorios (los intelectuales tuvieron que remover escombros, limpiar calles, sepultar muertos y efectuar otros trabajos físicos al cabo de sus tareas específicas y de la participación en los mítines y reuniones).

Todo eso, sumado a la ruidosa propaganda, fue calculado para eliminar toda posibilidad de reacciones psicológicas normales, mediante el terror, la intensa propaganda y el cansancio físico.

 

La capital de Croacia bajo el terror comunista

 

Los métodos del terror comunista y la presión psicológica culminaron en Zagreb, altiva y resistente capital de Croacia, que con desprecio y en silencio acogió a los "libertadores" balcánicos y, como era el centro principal de resistencia, los comunistas quisieron doblegarla a toda costa.

Si el propósito de las autoridades croatas era, evacuando sin lucha a la capital, salvarla de la destrucción, el pillaje y las masacres colectivas (en Zagreb están las principales instituciones culturales croatas, bibliotecas, museos, galerías, archivos), debe reconocerse que fue acertado. Ni siquiera los partisanos sedientos de venganza osaron dar rienda suelta a sus instintos de odio. El prestigio de Zagreb, moderna metrópoli de tipo occidental, y la fama de la alta conciencia patriótica de sus ciudadanos que a lo largo de los siglos se opusieron a la dominación extranjera, influyeron incluso en los guerrilleros comunistas llegados del interior de los Balcanes. En vano los dirigentes comunistas dispusieron adrede que los primeros efectivos guerrilleros que entraron en Zagreb fuesen, no las contadas unidades reclutadas en Croacia, sino los aguerridos combatientes partisanos, deseosos de venganza.

Las primeras unidades partisanas aparecieron en las calles de Zagreb dos días después del repliegue del ejército croata. Avanzaban por las calles, llenas de miedo, en formaciones de combate como en país enemigo. Nadie, ni hasta sus escasos simpatizantes, salió a la calle para ovacionarlos como "libertadores", ni tampoco hubo desafíos ni motivos para violencias y pillaje en masa.

Los comunistas trataron de dar, en el primer momento, la impresión de una vida normal en una gran metrópoli, por suerte salvada de las destrucciones de guerra. No lo lograron. La presencia de los partisanos, roñosos, harapientos y desaliñados contrastaba con el ejército regular croata replegado y daban tal aspecto nuevo a las antes limpias y elegantes calles y avenidas que se sintieron desconcertados no sólo los habitantes de Zagreb sino también los invasores. Todos veían con claridad que los partisanos no habían "liberado" a nadie y que era posible quebrar la resistencia de esta capital y de la nación croata únicamente mediante los más drásticos métodos de terror. El Estado de Croacia fue liquidado dentro del marco de la contienda general, pero Croacia no fue vencida ni doblegada.

Cabe recalcar que las autoridades croatas, al retirarse de Zagreb, la dejaron intacta, funcionando los servicios públicos, las oficinas, la industria y el comercio, sin destruir nada. En todas las instituciones permaneció el personal técnico imprescindible, corriendo el grave riesgo de las represalias comunistas. La red de la radiodifusión nacional funcionó incluso después de la entrada de las unidades partisanas en Zagreb y cuando los invasores ocuparon la estación de radio, los radioescuchas pudieron oír que los locutores los habían recibido a gritos y balazos.

 

El gran miedo del vencedor y del vencido

 

Bogdan Radica, escritor croata, actualmente profesor en Fairleigh University, EE.UU., publicista de prestigio internacional, fue a la sazón jefe del departamento de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores de Tito. Asqueado por el régimen comunista, muy pronto escapó y diez años después escribió un ensayo instructivo "El gran miedo", Zagreb 1945 [174], demostrando que el miedo se había apoderado no sólo de las víctimas sino también de sus victimarios y torturadores:

"El miedo invadió a los individuos y a las masas, a la minoría y la mayoría. Vivían con temor tanto los indefensos como los que con fuerza y opresión generaban el miedo en cada uno y en el país entero. Desde los peldaños más bajos del poder comunista hasta los más encumbrados, de los que se hubiera podido suponer que no sufrieron susto, el miedo se apoderó del vencedor y del vencido. Sobre el miedo provocado por la revolución y el terror, he leído muchos libros de memorias no sólo respecto a la Revolución Rusa sino también a la Francesa. Y ese gran temor, suscitado por hondos colapsos históricos, derrumbes de los sistemas y gobiernos establecidos, el estallido que provoca la anarquía y el instinto de la fuerza bruta, creció ahora y envolvió a Zagreb entera: a los que temblaban en sus hogares, inseguros, temiendo al oír un paso, un golpe en la ventana o la puerta, y a los que vivían en los ministerios de la nueva autoridad impuesta, o en los hoteles donde colectivamente vigilaban los dirigentes supremos de la satrapía comunista. En Zagreb seguían explotando las bombas y cada detonación helaba los huesos de todos sus habitantes. Como un huracán, el miedo arremetía en sentido horizontal y vertical, suscitando en el hombre sensación de nulidad física y de miseria intelectual. La vida humana se rebajó tanto que todas las nociones sobre su valor, fraguadas a lo largo de los siglos, desde la época griega y romana hasta la cristiana, se tornaban estériles. El cerebro del hombre, su esencia intelectual, su espíritu y alma apenas asomaban en la superficie. Mientras las masas desenfrenadas de los partisanos, de los jóvenes intoxicados con mentiras y el alcohol, cantaban a la "libertad", no había libertad para nadie; ni para la mayoría oprimida y atemorizada, ni para la minoría que temía el caos, la violencia y el terror que ella misma imponía a la mayoría. Cada uno en cualquier momento pudo ser víctima de la violencia arbitraria... El gran miedo de 1945 sumió a Croacia en la oscura noche balcánica... Era el tiempo de un Juicio Final más terrible, de un Infierno dantesco más negro de lo que jamás pudo imaginarse[175].

 

Consuelo de la religión

 

En esos tiempos difíciles, por los que acaso no pasó en la historia moderna pueblo europeo alguno, la única fuente de consuelo fue la religión. La Iglesia Católica fue la única institución que por su naturaleza y la alta moral de sus representantes escapaba totalmente al control comunista. Tanto más cuanto que su jefe era el cardenal Stepinac, hombre de virtud, fortaleza espiritual y valentía excepcionales.

Aquí cuadra señalar el hecho importante, pero poco subrayado, de que el arzobispo de Zagreb, monseñor Stepinac, en parte, fue víctima de la propaganda y la política de guerra de las democracias occidentales. Aunque él, tal vez mejor que nadie en Croacia, percibió aun antes de la guerra el peligro comunista, e hizo cuanto estuvo a su alcance para limar asperezas y conflictos, tan hábilmente explotados por los comunistas, creía sin embargo que las democracias occidentales en su propio interés no permitirán el control soviético sobre el Adriático. Creía a raíz de los contactos con los diplomáticos ingleses y norteamericanos durante sus visitas en el Vaticano que los Aliados occidentales, apoyándose en las fuerzas anticomunistas en Croacia y Eslovenia, tratarían de contener el imperialismo comunista que, al conquistar a Croacia, se apoderaría de importantes posiciones estratégicas en la cuenca danubiana y dominaría los accesos a Italia, a la Europa central y al Mediterráneo.

Hicimos esta disgresión a fin de que los lectores que no hayan experimentado la opresión comunista puedan comprender mejor lo que siguió después de la "liberación" de la capital croata y del territorio que durante toda la guerra se hallaba bajo el control de las autoridades croatas. El pueblo croata, a despecho del régimen autoritario transitorio, sabía que combatía y sufría por los intereses del mundo libre y por su Estado nacional, sin el cual no puede haber libertades nacional ni civiles.

 

Arrestos en masa, prisiones y campos de concentración en Zagreb

 

Ya los primeros días, los comunistas arrestaron a más de 80.000 personas en Zagreb. Los primeros detenidos fueron quienes respondieron a los llamados propalados por radio de que se presentasen en los lugares establecidos los ex funcionarios estatales, militares y policías, los que trabajasen en empresas del Estado y los que se radicaron en Zagreb en los últimos años.

Muy pronto trascendió que esos llamados significaban ir a la cárcel y la gente se presentaba ya provista de mantas y de los efectos personales imprescindibles.

Otros fueron detenidos por los órganos del ejército y la policía comunista. Las cárceles de la calle Petrinjska, de Savska Cesta, Nova Ves, de la Plaza de Kulin Ban y la calle Mosinski estuvieron atestadas.

Se improvisaron campamentos en Kanal, Mirogojska Cesta, Precko, Jankomir, Maksimir y Podsused. Se trataba de recintos de mayor o menor dimensión, rodeados de alambrado de púa y de nidos de ametralladoras, desprovistos de adecuada instalación higiénica. Los presos no recibían comida ni siquiera agua. Las familias de los detenidos no sabían dónde se encontraban sus familiares, de manera que millares de padres, madres, hijas, ancianos y menores iban de un campamento a otro y miraban desde lejos, corriendo a veces el riesgo de ser blanco de los disparos, e indagaban para saber algo de sus padres, hijos, hermanos o maridos. Se sentían felices quienes podían averiguar el lugar de detención de sus familiares y aun más dichosos los que podían alcanzarles comida y agua. En esos momentos de angustia se robusteció el espíritu de sacrificio, la solidaridad y el valor cívico, tanto de los arrestados como de sus allegados. Al no poder entregar víveres, cigarrillos, ropa y bebidas a sus familiares, los entregaban a otros detenidos de modo que todos salieron beneficiados en esta campaña de solidaridad humana y patriótica.

 

Testimonios sobre cárceles y campos de concentración

 

Sobre la situación imperante en los campos de concentración y las cárceles de Zagreb hay varios testimonios (testigos Nos. 37, 152, 159, 191, 192, etc.); a las torturas y malos tratos se refiere monseñor Stepinac en sus cartas de protesta al Dr. Vladimir Bakaric (Documento XXXVIII).

El testigo N° 34 declara que los partisanos empezaron a arrestar a la gente tan pronto hubieron entrado en Zagreb, preferentemente de noche, durante el toque de queda.

"El trato con los detenidos era terrible. Citaré lo que me pasó a mí. Cuando me llevaron a la cárcel de la calle Mosinski, encontré a otros 90 arrestados. Durante la noche se presentaron los partisanos con una lista de 40 personas, los pasaron al primer piso, donde todos fueron muertos con armas blancas. Así, durante semanas enteras.

El testigo N° 57 sostiene que en los campos de concentración había por lo menos 80.000 personas y la mayoría, "sin juicio previo, fue masacrada bestialmente en Maksimir, en el bosque Bukovacka, en Markusevac y en Novi Dvori. Los camiones transportaban diariamente las víctimas a la vista de todos, sin que pudiéramos ayudarlos a ellos ni a nosotros mismos".

El testigo N° 22 estuvo arrestado en la prisión de Savska Cesta.

"Todas las noches, a eso de las nueve, llegaban los camiones y se llevaban a los detenidos para fusilarlos... Primero llamaban por las celdas a las víctimas, las ataban, pegaban y las cargaban en camiones. Una noche se llevaron a una mujer encinta que gritaba e imploraba para que no le pegasen. Sin consideración alguna seguían pegándole y ofendiéndola con blasfemias y los insultos más soeces... Mientras estuve en la cárcel, sacaban a la gente de 9 a 12 horas de la noche, lo que observé durante diez días. Luego me trasladaron al primer piso y desde allí no pude observar ya esas escenas, pero me consta que la cárcel se vaciaba cada noche y luego traían a otros arrestados..."

El testigo N° 159 especifica que la cárcel de la calle Alosinski estuvo llena de oficiales.

"Era la peor cárcel. Allí daban muerte a hachazos. Me lo dijeron testigos presenciales. También asesinaron a muchos detenidos de la prisión en Nova Ves, que diariamente se evacuaba para ser llenada con nuevos presos".

La testigo N° 152, esposa de un preso, manifiesta:

"En las cárceles estaban hacinados, y los campos de concentración en Precko, Mirogoj y Kanal repletos con decenas de miles de croatas. Encontré a mi buen marido, tras una larga búsqueda, en el campo de Kanal. Bajo el sol ardiente solíamos esperar desde el amanecer, en largas hileras, esposas y familiares, observando a cada grupo que sacaban del campo. Liquidaban de noche. Lo sé, puesto que nosotras las mujeres habíamos organizado una guardia nocturna, escondiéndonos en lugares apropiados, sobre todo detrás de la vivienda cerca del puente ferroviario en Kanal. Todas las noches salían del campo de concentración camiones cargados con 50 hasta 60 hombres (esos camiones los había regalado UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration para la reconstrucción de las ciudades destruidas), con las manos atadas a la espalda. Lo pude discernir bien, puesto que los camiones pasaban bajo una gran bombilla de luz en el cruce de las calles. El 13 de julio se llevaron también a mi marido. En el mismo grupo se hallaba también Vlasta, de 19 años, novia de Vinko Marovic, ya masacrado. Esa misma noche fueron fusilados sin proceso. Pese a mis esfuerzos y los de la madre de Vlasta, nunca pudimos saber dónde se hallaban sus tumbas".

El testigo N° 176 declara:

"Después de la entrada de los partisanos en Zagreb fui detenido y llevado al campo de concentración en Kanal junto con una gran cantidad de ex soldados y oficiales de todas las armas y civiles. El trato era horrible. Sin atención médica, casi sin comida, piojosos, sometidos a constante terror. De día nos interrogaban... Buscaban a los "fascistas" y a sus simpatizantes, y de noche los conducían para ser fusilados... Hago mención de una escena terrible. Entre numerosas mujeres, madres y otros familiares que del otro lado de la alambrada trataban de ubicar a sus familiares para alcanzarles, en el momento propicio y a escondidas, un paquete de comida u otra cosa, estaba una señora, conocida mía, que consiguió entregar a su hijo, colegial aún, pero fuerte y bien desarrollado, un poco de comida, y le preguntó qué le gustaría que le trajera otra vez. El guardia se dio vuelta y desde una distancia de uno a dos metros disparó contra el muchacho gritando: "Aquí tiene el regalo". El joven, alcanzado, se desplomó y en el último espasmo se levantó y ante el horror de su madre y de los presentes, exhaló el último suspiro. Los presos se alejaron de la alambrada. Semejantes escenas eran frecuentes. El campo de concentración estaba a cargo de las unidades serbias".

El testigo N° 192, detenido en el gran campamento Precko, manifiesta que los guardias que estaban cerca de la alambrada permitían adrede que se congregase allí un grupo mayor de hombres hambrientos que ansiosamente esperaban que alguien del otro lado les alcanzase un trozo de pan. En ese momento abrían el fuego contra los presos ante los ojos de los familiares que buscaban en los campos a sus allegados.

El testigo N° 25 permaneció en Precko tres días:

"Entre nosotros había muchos enfermos especialmente de disentería, como yo, desatendidos totalmente, sin ser separados de los sanos, hambrientos, sin mantas, de modo que muchos murieron allí... Las mujeres traían comida y ropa a sus familiares, pero los guardias las repelían, destruían la comida, las pegaban, maltrataban, les quitaban los anillos y objetos de valor que tuviesen. Por lo que sé, mataron a dos mujeres ante la alambrada al querer aproximarse a los prisioneros".

El testigo N° 19, ex presidiario de Precko, afirma que transcurrió largo tiempo antes de que los civiles empezaran a traer comida a los presos. "Los guardias trataron muy mal a los civiles. Tuve que presenciar cómo un guardia empujó con la culata a mi madre tan brutalmente que la tiró al suelo cuando me entregaba un paquete".

El testigo N° 191, detenido en el campo de concentración en Podsused, manifiesta:

"Aquí también se repitieron las escenas de conducción y encadenamiento de los presidiarios, por centenares a la vez. A algunos, tal vez en base a una lista, los torturaron a la vista de cientos de hombres. Así grabaron con cuchillo la letra U a Jacobo Pavelic, de profesión empleado. La misma letra la grabaron a diez hombres más, y a uno le vaciaron los ojos". (U es la primera letra de la palabra ustacha).

Es evidente, pues, que el tratamiento de los presos era extremadamente bárbaro y que se violaron de modo flagrante todas las convenciones sobre el trato a los prisioneros y heridos, como también los principios del derecho penal de la gente civilizada, en cuanto a la población civil se refiere. Fueron maltratados y a veces muertos los familiares de los presos que trataban de alcanzarles comida y ropa. Mataban en masa a los presos, sin juicio ni sumario previo, y si se instruía causa, era mera apariencia, por cuanto no había defensa ni apelación (Documento XXXVIII).

 

CAPÍTULO VII: OTRAS LESIONES DEL DERECHO DE GUERRA Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD

 

Matanza y tortura de heridos

 

La Cruz Roja, fundada hace 100 años bajo el lema "In armis caritas", perseguía en primer lugar un trato humano hacia los heridos de guerra. Y como el mundo civilizado conmemoró este año el primer centenario de esta benemérita institución, interesa sobremanera resumir cómo los comunistas yugoeslavos aplicaban las disposiciones de la Convención de Ginebra respecto a los heridos.

Es de poner de relieve que el Estado Independiente de Croacia adhirió a esta Convención en 1943 y el Reino de Yugoslavia ya en 1929. Por lo tanto, la observación de sus disposiciones respecto a los soldados croatas era obligatoria para el gobierno yugoeslavo, controlado por los comunistas. Ese gobierno se consideró continuador de facto y de jure de la Yugoslavia de preguerra y como tal asumió todos los derechos y las obligaciones derivadas de sus compromisos internacionales.

Ya el citado general Dragojlov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas croatas, afirma que en la última fase de la guerra los comunistas solían matar a los heridos capturados. Lo mismo hicieron después de la guerra y, además, castigaban a quienes osaran socorrerlos. Por la misma causa fueron condenadas a muerte varias monjas católicas (Ver la protesta del arzobispo Stepinac, Doc. XXX, y la de los obispos de toda Yugoslavia, Doc. XXXIX). Sobre el particular atestiguan varios testigos presenciales. El testigo N° 84 (Doc. VI) declara:

"Estuve nueve meses con los partisanos hasta el término de la guerra y nunca vi a un solo soldado prisionero enemigo, que estuviese herido, atendido en los puestos sanitarios u hospitales de los guerrilleros comunistas. Por el contrario, por las conversaciones entre los partisanos me enteré de que ultimaban a todos los prisioneros heridos, fueran croatas o alemanes..." Después de la lucha por Kakanj el testigo vio "en un patio bastante grande de 300- 400 prisioneros en tren de ser interrogados. Entre ellos había muchos heridos (alrededor de 100) en las manos, piernas, cuello, pecho, etc., lo que pude ver bien... Al anochecer, ante mis ojos y de los demás partisanos, se llevaron a ese triste séquito de heridos al río Bosna, más abajo del puente. Estaban atados de a dos o más con alambre y algunos apenas podían caminar, sosteniéndose de sus camaradas más fuertes. En la orilla del río cortaron el alambre y los fusilaron uno por uno, generalmente de frente, arrojando al río a los muertos o heridos. El río los llevaba o los ahogaba si todavía vivían. Esta escena la vi con mis propios ojos a la distancia de unos cuarenta metros. Había cerca de cien heridos y la ejecutora fue una unidad de la división de Krajina".

Igual suerte trágica les tocó a los heridos evacuados de Zagreb a principios de mayo de 1945, que fueron enviados por trenes y ambulancias hacia la frontera de Austria, como a los que los comunistas encontraron en varios hospitales de Zagreb. Estos últimos fueron llevados en dirección desconocida y todos desaparecieron sin dejar rastro. Del hospital de Brestovac, cerca de Zagreb, donde había 100 soldados enfermos de tuberculosis ósea, todos fueron masacrados en la inmediación de ese nosocomio.

El testigo N° 54 declara:

"Me interné en el hospital de Kuniscak tres días antes de la llegada de los partisanos. Este amplio hospital estaba repleto de soldados y oficiales heridos. Cuando nos enteramos de la entrada de los guerrilleros comunistas en Zagreb, quienes pudimos movernos huimos del hospital. Los que se quedaron fueron cargados en camiones, llevados a un lugar entre Sestine y Gracani, donde los partisanos los asesinaron y sepultaron".

Cosas parecidas ocurrieron en otros lugares. El testigo N° 16 declara:

"Pocos días después de la entrada de los partisanos en Sisak, apareció una mañana gran cantidad de cuerpos horriblemente mutilados cerca de la fábrica de vidrio. Muchos tenían los cuellos cortados, vaciados los ojos, los dientes arrancados, amputadas las manos, etc. Se supo que se trataba de los cadáveres de soldados croatas heridos, alojados en el hospital. Entre los degollados había dos monjas católicas que atendían a los heridos".

El mismo destino les cupo a los heridos que se retiraron rumbo a Austria. El testigo N° 2, que se encontraba ante Bleiburg el 15 de mayo, manifiesta:

"Pasó algo horrible cuando las ambulancias con los heridos cayeron en manos de los partisanos. Arrojaron al suelo a los heridos, en las literas trasportaron las armas para cargarlas en las ambulancias, pisando al mismo tiempo a los heridos". El testigo N° 94 dice: "Junto con nosotros fueron capturados diez heridos, lesionados en los pulmones y las piernas. Como no podían caminar, los remataron en el acto".

Del trato de los heridos, después de la rendición en Dravograd, habla el testigo N° 97:

"Pocos kilómetros antes de Dravograd, nuestra columna fue detenida. Al rato pasaron ambulancias con los heridos. Nos detuvimos dos horas y cuando reanudamos la marcha recorriendo unos 2 kilómetros, los partisanos nos ordenaron mirar a la izquierda y si alguien volviera la mirada a la derecha sería fusilado en el acto. Corriendo gran peligro, aunque los partisanos no podían controlar a todos, varios miraron a la derecha. En una amplia pradera contigua al río Drava pudieron ver un horrendo espectáculo. Las ambulancias del ejército croata estaban vacías, sábanas y vendas empapadas de sangre y dispersas en derredor, muchas tumbas frescas. Se habla del crimen cometido allí hace poco".

El testigo N° 2, ferroviario esloveno, presenta un cuadro estremecedor de los heridos croatas en Maribor, alojados en varios trenes, llegados de Zagreb.

"Del campamento en Maribor condujeron a todos los heridos al río Drava, donde fueron rematados con barras de hierro y arrojados al río. Los que, lesionados en manos y piernas, estaban enyesados, fueron tirados vivos al agua. (No podían nadar y se ahogaron). Los enfermeros tuvieron que vigilar en la orilla y empujarlos con palos, desde la costa, hacia la corriente central del raudo río. En un recodo, distante unos 100 metros del lugar donde arrojaron a los heridos, enviaron a cuatro enfermeros para que empujasen los cadáveres que allí se detuvieron..."

Acerca del trato de los soldados heridos y enfermos en el "hospital" del campamento Precko (Zagreb), informa el testigo N° 19:

"Había allí una barraca para nuestros heridos y para los que se enfermaron de tifus. De noche partían de allí terribles aullidos. Un soldado, muy afiebrado, se refugió entre nosotros y nos contó que los partisanos pegaban a los heridos a porrazos, les desgarraban las vendas insultándolos y amenazándolos, de modo que por excesiva pérdida de sangre morían muy pronto. Tuve que sacar, cada mañana, de ese 'hospital' cuerpos inanimados y estimo que ningún herido o enfermo quedó con vida".

La masacre de los heridos constituye una de las violaciones más flagrantes del derecho de guerra por parte de los comunistas yugoeslavos. Ese crimen basta para que los dirigentes comunistas sean declarados como los criminales más infames de la guerra, cuya compañía dista de ser grata. El hecho de que por cortesía internacional se les confiera las más altas condecoraciones representa uno de los escándalos más ominosos de nuestro tiempo.

 

Infracciones del derecho a sepultura decorosa

 

Es innato en todo ser humano el culto a los muertos, que observan generalmente incluso las tribus salvajes. Las convenciones internacionales sobre la guerra establecen el derecho de los enemigos caídos a una sepultura decorosa y a la identificación de sus tumbas.

Los comunistas yugoeslavos infringieron de modo tan flagrante todas las disposiciones relativas a las tumbas militares, que al respecto no existe otro ejemplo en la historia bélica moderna. No sólo negaron a sus víctimas una sepultura decorosa sino que incluso las familias de las víctimas de las masacres en masa carecen de toda información acerca del lugar donde yacen los restos de sus seres queridos ni pueden recabarla, pues nivelaron los cementerios militares existentes.

Ocurre, pues, que por regla general no se sabe cuándo, cómo y dónde murieron decenas de miles de croatas a manos de los comunistas, cuándo y dónde fueron sepultados. Casi todos los testigos se refieren a las tumbas colectivas en zanjas antitanques, en fosas, pozos; dicen cómo arrojaban a los asesinados a ríos, precipicios, minas, cómo emergían miembros y cuerpos; cómo los perros los arrastraban, etc. En ciertos ríos, particularmente en el Drava había tantos cadáveres que en el verano de 1945 las autoridades comunistas prohibieron bañarse en determinados lugares, temiendo un contagio epidémico. Esas escenas escalofriantes prueban el desprecio de los comunistas por los valores humanos y éticos que respetan todas las civilizaciones. Debían servir como una prueba del derrumbe de un mundo y de la victoria de la revolución comunista.

Ni las autoridades comunistas saben donde se halla la mayoría de las tumbas de sus víctimas. Con excavaciones sistemáticas se descubrirían seguramente inmensos cementerios u osarios colectivos, aunque no debe descartarse la posibilidad de que los comunistas a posteriori trataron de ocultar los vestigios de sus crímenes.

Sobre las transgresiones de las disposiciones del derecho internacional relativo a las tumbas militares tenemos referencias en casi todos los testimonios, y en cuanto a la nivelación de los cementerios publicamos el testimonio valioso del arzobispo Stepinac del 21/6/1945 (Doc. XXXIII) y la carta pastoral colectiva de los obispos de Yugoslavia, fechada el 20/9/1945 (Doc. XXXIX).

El arzobispo Stepinac afirma en su carta de protesta al presidente de la "República Popular de Croacia", Dr. Vladimir Bakaric, que:

"Los familiares no tienen derecho a saber dónde se hallan las tumbas de sus seres queridos, hermanos y maridos... Actualmente, las ejecuciones se cumplen en lugares desconocidos. Los cuerpos son arrojados en zanjas comunes y ningún deudo sabe dónde encontrar la tumba de su ser querido".

La carta pastoral de los obispos del 20/9/1945 habla "del hecho doloroso y sorprendente" de que las autoridades comunistas destruyen y nivelan los cementerios militares, sacan las cruces de las tumbas para que se pierda todo rastro.

Antes de la invasión comunista, en las ciudades de Croacia había cementerios decorosos, bien cuidados, con la debida identificación de cada difunto. Los comunistas no se limitaron a vengarse de los vivos sino que no respetaron ni a los caídos durante la guerra, escarneciendo sus sepulturas y haciendo desaparecer toda huella de sus adversarios. Los familiares ya no podían frecuentar la tumba de sus allegados ni trasladar sus restos a las tumbas familiares.

Casos de semejante barbarie se registraron en Zagreb, Sarajevo (en cementerios católicos y musulmanes), Banja Luka, Varazdin, Mostar, Petrinja y Split, y seguramente en otras localidades, no mencionadas por nuestros testigos.

Destacamos que hay antecedentes de tal salvajismo en la historia turbulenta de los pueblos balcánicos. Milovan Djilas habla de los "cementerios nivelados" de los musulmanes en las regiones conquistadas por los montenegrinos[176].

No es extraño que ese "hecho sorprendente" de la nivelación de tumbas fuese señalado por los obispos en los aciagos momentos de la persecución anticatólica. Vale la pena citar el párrafo íntegro:

"Por último, para terminar, amadísimos fieles, cábenos señalar otro hecho doloroso y sorprendente para nosotros: ni siquiera se respetaron las tumbas de los difuntos. En los cementerios de Zagreb, Varazdin y otros lugares, por orden directa de las autoridades regulares, sacaron las cruces de las tumbas de los ustachi y de los soldados alemanes, nivelaron la tierra de modo que ya no se pueda identificar el lugar de ninguna sepultura individual. Tal proceder debe condenarse en términos absolutos: ante la muerte todos los hombres se inclinan y el enemigo deja de serlo en virtud de las leyes no codificadas, del decoro humano que deriva de la caridad cristiana y también este enemigo tiene el derecho a una tumba decorosa. Se sabe que después de la última guerra mundial los ex enemigos respetaron y conservaron las tumbas de los soldados conquistadores, caídos en tierra extranjera. Y en nuestro país se niegan a reconocer el derecho sagrado a los propios hijos de esta tierra".

Tres arzobispos, nueve obispos, cuatro vicarios generales y un provicario, con sus firmas bajo el texto leído en todos los templos católicos, confirman que no se trataba de actos de guerrilleros irresponsables, sino de "disposiciones de las autoridades superiores".

Rehusar la sepultura decorosa de los soldados caídos y de los ajusticiados, y la destrucción de los cementerios militares existentes, no en lugares escondidos sino en las mayores ciudades de una nación europea civilizada, constituyen la infracción flagrante, fácilmente comprobable, de las convenciones internacionales sobre los prisioneros de guerra y los heridos, firmadas por Yugoslavia y que ésta debió acatar obligatoriamente.

Cosa extraña que la Cruz Roja Internacional pase por alto esas transgresiones que ni bárbaras merecen llamarse, puesto que muchos pueblos bárbaros sepultaban a sus muertos, no negando este derecho ni a los enemigos derrotados. En la Yugoslavia comunista, como expresan los obispos católicos, "se niega ese derecho sagrado a los propios hijos de esta tierra", "liberados" por los comunistas.

 

Campos de exterminio y de concentración

 

Los campos de concentración para los prisioneros de guerra y los civiles repatriados, como asimismo para otros ciudadanos arrestados que no se unieron al éxodo, fueron numerosos y siempre repletos. Al comienzo, muchos de esos campos eran de exterminio y servían para intimidar a la población civil. Con el tiempo, se convirtieron en instituciones estables en la Yugoslavia comunista. Esa cuestión, fuera del marco del presente estudio, merecería un trabajo aparte[177]. Especialmente mal afamados fueron los campos de concentración para la minoría étnica alemana, en los que perecieron decenas de miles de personas sin diferencia de edad ni sexo. Todavía existe el tétrico campo de exterminio en Goli Otok, islote rocoso en el Litoral croata. En ese campo -¡qué ironía del destino!- junto con los resistentes y opositores a la tiranía comunista perecieron también muchos culpables y autores de las masacres y represalias en masa de 1945. Pues, después de la Resolución del Cominform de 1948, allí fueron internados muchos comunistas combativos y recalcitrantes sospechosos de ser partidarios de Stalin.

 

Represalias contra los intelectuales

 

Varias veces recalcamos a lo largo de esta exposición que las represalias comunistas afectaban igualmente a todas las clases sociales. Bastaba que uno se destacase por su conciencia nacional o la convicción religiosa. Sin embargo, con más ensañamiento y odio fueron tratados los integrantes de la clase dirigente en todos sus niveles: intelectuales, oficiales, clero, políticos, forjadores culturales y dirigentes sindicales democráticos. De las declaraciones de casi todos los testigos se colige que los oficiales croatas, especialmente los de rango superior fueron exterminados sin excepción. El episcopado católico, en sus pastorales del 24 de marzo y 20 de septiembre de 1945, habla de centenares de sacerdotes asesinados y detenidos. Según datos recientes, los comunistas asesinaron en Croacia a 362 sacerdotes católicos, y los chetniks a 34. En 1945, los comunistas yugoeslavos dieron muerte a 219 sacerdotes, entre ellos a dos obispos[178]. Posteriormente y hasta la fecha dieron muerte a 40 sacerdotes más. Gran porcentaje de los sacerdotes pasó por cárceles y campos de concentración, saliendo, en la mayoría de los casos, maltrechos e incapacitados para cualquier misión. Casi la cuarta parte del clero croata fue exterminada, lo que constituye el más alto porcentaje en comparación con otros países, excepción hecha de los países bálticos y Ucrania[179].

Con motivo del primer decenio de las matanzas en masa, consumadas en 1945, la Revista Croata que se edita en Buenos Aires publicó los datos y demás pormenores acerca de más de 50 escritores croatas, muertos a manos de los comunistas. En esta larga nómina figuran novelistas, poetas, críticos literarios, historiadores, filósofos, juristas, teólogos y publicistas de nota [180].

Otros fueron arrestados, confinados y perseguidos. Una de las maneras más odiosas de la persecución comunista contra los intelectuales, no es precisamente la imposibilidad de nuevas creaciones, sino la prohibición total de sus obras anteriores. El destacado novelista Mile Budak, los poetas Ljubo Wiesner y Vinko Kos, los críticos literarios Dr. Albert Haller y Dr. Radoslav Glavas, los escritores políticos Julije Makanec, Rudolf Herceg, Milivoj Magdic, Tias Mortigjijia, los estudiosos y científicos como Milan Sufflay, Filip Lukas, Vinko Kriskovic, Janko Simrak, etc., no sólo fueron asesinados o huyeron y murieron en el destierro, sino que sus obras están proscriptas. No pueden reeditarse ni distribuirse sus libros e incluso se los borra de la historia de la literatura y la cultura croatas. Es de poner de relieve que ese ostracismo espiritual y el total desconocimiento de su obra se aplica únicamente a los escritores y estudiosos croatas.

Por ellos y tomando en consideración la persecución religiosa, se puede hablar de "genocidio mental" por cuanto se trata de cambiar a fondo la orientación e identidad cultural de un grupo socio-nacional íntegro[181].

 

CAPÍTULO VIII: TORTURA Y MASACRE DE MUJERES Y NIÑOS

 

En esta exposición insistimos en la masacre y tortura de los prisioneros de guerra y los heridos para poner en evidencia cómo los dirigentes comunistas yugoeslavos han violado todas las disposiciones de las convenciones internacionales sobre la materia y, por lo tanto, según la definición de los crímenes de guerra, deben figurar entre los peores criminales contra la humanidad de la última contienda mundial, perdiendo todo derecho moral a erguirse como acusadores y jueces de sus enemigos durante la guerra y de sus adversarios políticos después. Pero hubo también matanzas de civiles y de muchas mujeres y niños, lo que constituye crímenes más repugnantes que la matanza de los soldados desarmados.

 

¿Por qué huía la gente de condición humilde?

 

El éxodo multitudinario de principios de mayo de 1945 es la continuación de la huída en masa ante los comunistas que se inició, en gran escala desde las provincias del sur y el este de Croacia, dos meses antes de terminar la guerra. Cuando los comunistas, tras la movilización en Serbia y la reorganización de sus efectivos, respaldados por las tropas soviéticas y el apoyo aéreo angloamericano, empezaron a invadir y ocupar las regiones meridionales y orientales de Croacia, la población civil huía en masa hacia Zagreb, de modo que junto con el ejército croata se retiraba rumbo a Austria una multitud de civiles, sin distinción de sexo, edad o profesión. En las columnas de los fugitivos había muchísimos peatones, miles y miles de carros campesinos con familias enteras. Hay varios relatos y referencias sobre ese punto en la sección Documentos.

Un testigo dice al respecto:

"En la segunda mitad de abril de 1945 me encontré con mis familiares en Eslavonia, cuando se replegaba el ejército croata... No fue sólo la retirada del ejército, sino el éxodo espontáneo de la gran masa del pueblo ante el avance de los partisanos. Niños, mujeres, chicos, ancianos y ancianas se pusieron en marcha, por los caminos y en los trenes. Los campesinos abandonaban sus hogares con familias enteras y, cargando en los carros sus enseres, se dirigían a Zagreb. En vano alentaba el ejército a la gente a no abandonar sus casas, asegurando que volvería pronto. Quienes durante los cuatro últimos años tuvieron la oportunidad de conocer a los partisanos, los rehuían temerosos (Doc. XXXI).

Procede que no huían sólo funcionarios y dirigentes partidarios sino todas las capas sociales, hombres y mujeres, los pobres y los ricos y además muchos niños y menores. El testigo N° 9 afirma:

"Lo más conmovedor era contemplar a los pequeños descalzos de Lika y Bosnia en la larga e inmensa columna. Nunca me olvidaré de esa madre croata que huía con sus nueve hijos descalzos, cuyo marido y padre fue degollado por los partisanos una mañana mientras araba en Bosnia".

Los comunistas trataron a posteriori de explicar esa huida en masa ante los "libertadores" como una retirada compulsiva de los civiles o, por lo menos, como secuela de una propaganda alarmista. Por un lado quieren ocultar la verdad acerca de su impopularidad y por el otro juzgan de acuerdo a sus propios métodos. Durante la guerra, cuando los comunistas debían evacuar ciertas localidades ante el avance de las tropas croatas, lanzaban noticias alarmantes y gritaban en grupo: "Huyan, huyan, vienen los ustachi para degollaros". Hacían todo lo posible para que la gente se fuese a los montes, pues allí la movilizaban. En la última fase de la guerra inclusive trasladaban la población de la zona costera al extranjero (una parte a Egipto), a menudo contando con la ayuda de la flota anglonorteamericana.

 

La cifra de los exilados civiles

 

Los comunistas tienden a reducir la cifra de los civiles que participaron en el éxodo. Tito, por ejemplo, en su parte diario del 15 de mayo de 1945, dice que las tropas del III Ejército habían capturado más de 100.000 soldados enemigos y que "se liberó" a 8.000 civiles que las bandas ustachi habían llevado consigo por fuerza (Doc. XV). Sin embargo, el comandante del III Ejército, Kosta Nadj, afirma que "los criminales se habían llevado consigo gran multitud de niños y de mayores por motivos especulativos" [182].

Mientras el comandante del III Ejército habla de la "gran multitud de niños y mayores" que huían hacia los Aliados occidentales en busca de libertad, un coronel de este mismo cuerpo, Vukasin Subotic, sostiene que:

"Junto con la agrupación ustachi-domobrani, en el área Slovenjgradec-Dravograd fueron capturados 4.000 personas civiles, niños, mujeres y empleados... El 15 de mayo finalizó la liquidación de otra agrupación ustachi en el área Prevalje-Priberg (Bleiburg) que contaba más de 30.000 soldados y oficiales y más de 30.000 personas civiles, funcionarios, empleados y otros" [183].

Por lo tanto, esos dos altos oficiales partisanos desmienten la cifra de 8.000 civiles "liberados", dada por Tito, que las "bandas" (ejército regular) llevaron consigo por fuerza, es decir, según dice el coronel Subotic, funcionarios y empleados públicos, mujeres y niños de esos 100.000 oficiales y soldados croatas. Nadie fue llevado por fuerza; por el contrario, muchos se quedaron en casa contra su voluntad y a pedido de sus allegados que creyeron ahorrarles de ese modo los sufrimientos mayores de una penosa retirada y por la incertidumbre respecto a cómo terminaría el éxodo.

Milan Basta, comisario político de la división 51 (de Voivodina) del III Ejército, quien en Bleiburg negoció la rendición de las tropas croatas, asistió a ella y luego la relató con lujo de pormenores, habla de 120.000 soldados croatas y de "número casi doble de la población civil" (Doc. XII).

A la multitud de civiles se refieren numerosos testigos que relatan el éxodo y el regreso en las "columnas de muerte".

 

Trato cruel hacia mujeres y niños - Declaraciones de los testigos

 

Toda esa enorme cantidad de civiles fue tratada igual sino peor que los soldados prisioneros. Al fin de cuentas, los soldados estaban bien pertrechados, entrenados y en la mejor juventud, mientras que entre los civiles había hombres de edad, mujeres y niños. Sus sufrimientos fueron relativamente mayores, particularmente en las "columnas de muerte", cuando, junto con los soldados debieron caminar en marchas forzadas, incluso mujeres con niños, soportando la intemperie, fatiga, hambre y sed.

Las que fueron transportadas por tren no lo pasaron mucho mejor.

La testigo N° 1, esposa de un oficial croata asesinado, a quien acompañó hasta Bleiburg, describe detalladamente sus sufrimientos, que citaremos in extenso, por ser un caso característico:

"Como no quise separarme de mi marido, el partisano me golpeó tan fuerte con la culata que por dos días tuve la mano entumecida completamente (tenía 18 años y estaba encinta de tres meses). En grupo fuimos cargadas en cuatro vagones en vía abierta, junto con un grupo de las afiliadas a la organización ustacha, rama femenina. Eran jóvenes de 14 a 16 años, muy pocas de 20 a 22 años. Muchas parecían niñas. Esos cuatro vagones estaban tan atestados que tuvimos que quedarnos de pie, mortificadas por el hambre, la fatiga y la sed. En tres días no probamos un bocado. Muchas se desmayaron y las teníamos en brazos, puesto que no había lugar para acostarlas". (Llegadas a Maribor, oyeron que los partisanos exclamaban que por la noche las llevarían al río. La testigo se fugó y se salvó). "Todavía en Maribor me enteré de que todas esas menores fueron asesinadas y arrojadas al río Drava. Lo contaban en público los partisanos ante los prisioneros y pudimos oírlo yo y la señora N (vive en Yugoslavia) cuando nos arrastramos debajo de la alambrada en busca de agua. Los partisanos habían cerrado todos los grifos de agua y no permitían el acceso a la fontana, a despecho de que en el campamento había centenares de niños que pedían agua a lágrima viva. Dentro del recinto, cercado de alambrada, había una decena de barracas alemanas, pero los partisanos clausuraron con clavos puertas y ventanas para que los reclusos no pudiesen guarecerse de la tormenta y la lluvia. Había allí más de 5.000 civiles, mayormente mujeres y niños, bajo el cielo abierto, soportando sed, lluvia, hambre y calor. Nada nos dieron de comer".

La testigo fue incluida en la columna que marchaba rumbo a Zagreb. "Durante nueve días, en el trayecto de Krapina a Oroslavje, nada nos dieron de comer ni de beber... Pillajes y registros eran cosa horrible y continua. Un partisano albanés quiso quitar las botas de los pies hinchados de mi amiga, pero no lo lograba. Tiraba las botas de tal modo que nos parecía que le arrancaría los pies. Ella gemía terriblemente de dolor. Estaba encinta y muy pronto abortó un varoncito. Muchas mujeres abortaron en el camino y entre ellas yo también, encinta de tres meses. Todas tuvieron que continuar la marcha, sangrando y extenuadas, pero no podían detenerse, ya que las rezagadas eran fusiladas sin piedad. Cerca de Ptuj, una mujer tuvo dolores de parto y en una banquina a la vista de todos, alumbró mellizos, un varón y una nena. No la mataron, pero no permitieron que nadie se detuviera y la ayudara o la mirara con compasión. Pidió refugiarse en una vecina casa campesina, pero no lo permitieron y muy pronto tuvo que reanudar la marcha con los demás. Desconozco lo que le pasó luego... Cuando llegamos a Ptuj y atravesamos el puente sobre el río Drava, vimos el río ensangrentado en determinados lugares y muchos cadáveres flotando. A unos treinta metros delante de mí se apartó de la columna una mujer desesperada y enloquecida y, arrastrando a dos mellizas de 2 a 3 años, se arrojó al río, Se llamaba Elena, oriunda del distrito de Novska, esposa del coronel Vicente N., de Split. Los guardias ni siquiera trataron de detenerla".

El testigo N° 22 (repatriado forzosamente por los ingleses de Carintia) declara que estaban acostados en el fango, bajo la lluvia, sin lecho ni manta. No hacían diferencia entre hombres, mujeres y niños, todos sufríamos igualmente.

El testigo N° 25, relatando el maltrato en Maribor, expresa: "Los guerrilleros y las guerrilleras quitaban sin pudor las camisas, las medias e incluso las bombachas de las mujeres, dejándolas desnudas o semidesnudas ante los hombres o poniéndoles su ropa sucia y piojosa".

El testigo N° 144 describe el saqueo y malos tratos ante Dravograd y entre otras cosas, dice: "A los que nada tenían, los liquidaban de un tiro en la nuca. Vi escenas horribles. No hacían distingo entre ancianos y niños, hombres y mujeres."

El testigo N° 71 (Doc. XXI) declara: "Vi como pasaron a cuchillo a varios niños a la vista de sus madres."

El testigo N° 171 depone:

"Vi flotar muchos cadáveres de soldados por el río Drava, de muchos civiles también, y en un grupo cuerpos de tres mujeres y de dos niños". Vio también que "de una habitación sacaron y violaron a quince menores y muchachas, algunas de ellas fusiladas tras del estupro".

Varios testigos declaran que en la sala de espera de la estación ferroviaria de Maribor, apagadas las luces, toda una compañía de partisanos violó a 40 estudiantes de la Universidad de Zagreb, que gritaban horriblemente y luego, no muertas aun, las arrojaron al río.

El testigo N° 200 (Doc. XXIII), refiriéndose a la matanza de un numeroso grupo, manifiesta:

"La misma noche se llevaron a todos, mujeres y niños sin distinción, para ser fusilados en el bosque. Los pusieron en círculo y dispararon... Oí gritos de socorro de los niños y las mujeres y sus ruegos de que los rematasen, lo que los partisanos en efecto hicieron... "

De modo similar se expresa otro testigo (Doc. XXXI):

"Con frecuencia se oían el tableteo de las ametralladoras, protestas y gritos de socorro, llanto de mujeres y muchachas. Algunas fueron violadas y luego asesinadas, muchas fueron deshonradas y reincorporadas a la columna. Al día siguiente una muchacha, de nombre María, me contó los horrendos actos a que la sometieron."

"Todos los vehículos, hasta los carros campesinos, fueron requisados por los partisanos. Los padres cargaban con sus chicos. El haber podido aguantar era un verdadero milagro de amor paternal. Yo era joven y soltero y a duras penas sobrepasé todo eso. A muchos les ayudamos llevando en brazos a sus chiquitos. Yo también ofrecí mi ayuda a todos los padres de nuestro grupo. Muchas esposas derramaron amargas lágrimas al ver llevarse a sus maridos y asesinarlos. Muchas madres perdieron a sus hijos, abandonados a su buena suerte y corriendo tantos peligros. Vi muchos casos semejantes. A los pequeños que no podían aguantar tal esfuerzo estuviesen o no con sus padres, les tendimos nuestra mano de cristianos en este vía crucis. Lo peor era, para los padres y los que los rodeaban, cuando los chicos pedían agua sin que fuera posible decirles que no había agua y que muchos perdieron su vida por tomar un sorbo de agua".

Sobre la suerte de mujeres y niños dan algún detalle casi todos los testigos (Doc. XVI). Uno describe la matanza de mujeres y niños en Herzegovina cuando los comunistas ocuparon un poblado (Doc. V). Otro (Doc. XVIII), de nacionalidad esloveno, que presenció la captura de los croatas, manifiesta que los partisanos asesinaban sin hacer distinción entre hombres, mujeres y niños, y que en la mina Lasko arrojaron vivos a niños y mujeres y luego granadas para despedazarlos.

Muchos testigos se refieren al trato cruel de los comunistas hacia los niños. Mientras una de las columnas entraba en la ciudad de Bjelovar un niño reconoció a su padre y corrió a abrazarlo. Cuando el padre salió al encuentro del hijo, el guardia lo fusiló a la vista del chiquillo" (Doc. XXIV).

Otro testigo (Doc. XXV) describe "que una madre fue separada de la columna y fusilada a la vista de todos por haberse atrevido a protestar contra el trato bestial de los guardias partisanos. A cualquier protesta de las madres, los partisanos contestaban a culatazos y porrazos a fin de silenciar sus gritos desgarradores. Muchos ancianos fueron separados, asesinados y abandonados a lo largo del camino". El mismo testigo relata que la escolta partisana impedía a los progenitores acercarse a sus hijos en la columna. "Las madres con lágrimas vivas llamaban a sus hijos y los partisanos de Tito las dispersaban, no admitiendo que prestasen ayuda a sus hijos y a los demás infortunados. Pero estos ancianos y ancianas, verdaderos padres y madres, no se dejaban arredrar por nada ni nadie. Ellos y su proceder eran tan maravillosos que por el momento nos olvidamos de nuestros sufrimientos..."

Un testigo presencial (Doc. XXX) describe las escenas de torturas de los prisioneros y de los civiles en las columnas de muerte

"No soy capaz de describir todos esos horrores y atrocidades. Los comunistas nos dispensaron muy "cálida" acogida a porrazos, pedradas, con agua caliente, a hachazos... sin consideración alguna por las mujeres y los niños. Quedaron en el suelo muertas 96 personas de nuestra columna". Este testigo vio cerca de Zidani Most, en Eslovenia, "cadáveres deformados y amputados de manera inverosímil". "De los árboles colgaban cuerpos desnudos, perforados a cuchilladas en muchísimas partes, con ojos, corazón, lengua, genitales y uñas arrancados, con intestinos extirpados, cabezas cortadas, etc. Muchas jóvenes tenían las manos pasadas por las cavidades del seno o las manitas infantiles pasadas a través de las tetas o el seno maternales".

Otro testigo (Doc. 4445) anota este caso: "Me acuerdo de un caso dramático ocurrido cerca de Krizevci, cuando en un recodo de camino una madre reconoció a su hijo y, en el momento de abrazarse, ambos cayeron acribillados".

 

La enfermedad partisana

 

Muchos testigos recalcan que las guerrilleras superaban en crueldad a sus compañeros, fenómeno éste, muy interesante, de psicología social.

Así, una guerrillera (declara, testigo N° 121) insultaba en la columna a un hombre de edad por haberse retirado tan anciano. El le replicó que fue movilizado. Cuando podías servir -díjole la guerrillera- a los bandidos puedes también llevarme a mí, y montándolo a la fuerza lo espoleó durante el recorrido de 1 kilómetro, y cuando el viejo se desplomó no dando más, lo mató con el revólver.

Los sufrimientos de los que llegaron a Zagreb no cesaron. El testigo N° 200 relata los suplicios padecidos durante el trayecto en vagones hacinados y repletos de mujeres y niños, sin comida, agua ni aire, a tal punto que los chicos se asfixiaban.

"Al cabo de tres días soltaron (del campo de concentración Maksimir en Zagreb) a los menores de 14 años y cierto número de mujeres. Muchos nos quedamos. Antes de salir, nos dijeron que deberíamos lavarnos y desinfectarnos, a lo que nadie se opuso, ya que desde hacía un mes nadie se había lavado, salvo tal vez la cara. Nos pusieron en una sala de baños, con unas diez cabinas y varias duchas en cada una. Cuando nos desvestimos, se llevaron la ropa y dejaron correr el agua tan caliente que era un infierno. Contadas fueron las mujeres que no se desmayaron y con mis ojos vi morir a tres niños. Ese retorcer de los ojos, esos gritos desgarradores de las madres nunca los olvidaré..."

Tras tantas crueldades cometidas por los torturadores comunistas no debe extrañarnos el fenómeno específico de la enfermedad partisana, privilegio de los guerrilleros comunistas. Esa enfermedad afectaba especialmente a las mujeres. El testigo (Doc. XXXI) hace mención de esa enfermedad en el caso de la guerrillera Bosiljka Djuric, en Vucevac, Eslavonia:

"Esta guerrillera serbia mató a un centenar de alemanes en el campamento para la minoría alemana en Krndija, conforme me lo contó ella misma. Después padecía de la enfermedad partisana. Cuando esos enfermos eran presa de tales arrebatos, se arrastraban convulsionados y, retorciéndose por el suelo, pedían en su delirio víctimas para degollarlas".

Dicha enfermedad cobró tal dimensión que hay varios estudios sobre ese tema en la literatura científica internacional[184]. Los médicos psiquiatras que abordaron ese tema hablan de exclamaciones "incomprensibles" de los enfermos, ex partisanos. Esas exclamaciones muchas veces son "incomprensibles" por desconocimiento del idioma, pero los entendidos en la historia de los guerrilleros de Tito, las vinculan y con razón con las crueldades cometidas. Si los psiquiatras extranjeros conociesen mejor los crímenes de los partisanos, no teorizarían sobre el súper-ego colectivo y darían otra explicación a los arrebatos histéricos de los guerrilleros de Tito. Merece anotarse que Parin observó 200 casos de enfermedad partisana, lo que prueba su difusión y la cantidad de crímenes cometidos. El mismo autor insiste en el hecho de que los síntomas de la enfermedad de los partisanos no presentan analogía alguna con los de las neurosis habituales de guerra.

Es la mejor prueba de que los guerrilleros yugoeslavos, autores de masacres en masas, de innumerables y escalofriantes crueldades durante la última guerra, ya de por sí terrible y cruel, sobrepasaron todo límite.

 

TERCERA PARTE: SUPLEMENTOS

SUPLEMENTO I: LA TRAGEDIA DEL PUEBLO ESLOVENO

 

El preludio

 

Durante la Segunda Guerra Mundial empezó para el pueblo esloveno el período más sombrío de su historia. El territorio nacional fue despedazado y anexado por tres potencias - Alemania, Italia y Hungría- y la parte incorporada al Tercer Reich sometida al régimen de exterminio con múltiples métodos de sobra conocidos y difundidos por la literatura de posguerra.

Pero ni los ocupantes con todos sus métodos exterminadores fueron tan crueles, sangrientos y siniestros como los usados por el enemigo doble interno y externo: el comunismo. Al pueblo, pues, no le quedó otra salida en esta grave encrucijada bélico-política que la de organizar la autodefensa frente al enemigo principal y más peligroso, que por su número representaba una fuerza exigua y minoritaria en el sentido político-militar, social y moral.

Esta minoría, sin embargo, dadas la configuración geotopográfica del país, la ayuda que le prestaron las potencias aliadas e indirectamente las tropas de ocupación, como asimismo la imposibilidad de las fuerzas nacionales de maniobrar libremente en las acciones defensivas, sometidas a un control riguroso y trabadas por el ocupante, siempre lograba salvarse y eludir golpes decisivos, recomponiéndose en las regiones limítrofes para reaparecer en el teatro de la guerra de guerrillas, repuesta y fortalecida, consumando nuevos crímenes contra la población y provocando a las tropas de ocupación para que tomaran medidas de represión, generalmente contra la población indefensa.

Pese a la regla deducida de la historia bélica mundial de que la revuelta y la rebeldía brotan solamente de la mayoría contra la minoría opresora o tiránica, los comunistas eslovenos fueron una excepción a causa de las circunstancias adversas, creadas por ellos mismos, en las que según Clausewitz, "de la peor y más pesada desesperación brotó el ardor de la lucha".

Con esta desesperación ilimitada, provocada e instigada continuamente, los comunistas desataron la guerra revolucionaria entre hermanos justo durante la ocupación militar del país, sembrando un terror criminal y sangriento entre la población oprimida e indefensa.

La población muy pronto advirtió quien era el opresor más cruel y peligroso, causante de tantas calamidades y desesperación.

La mayoría de los eslovenos, compuesta de campesinos, obreros y artesanos, católicos a carta cabal, con la ideología nacional cristalizada, presentía intuitivamente que la victoria comunista significaría en primer lugar la liquidación de la clase campesina libre y, en general, la extinción definitiva del orden democrático, seguido por una lenta muerte biológica del pueblo esloveno.

Por estas razones, basadas en hechos probados, la mayoría del pueblo, allí donde pudo elegir, resolvió espontáneamente recurrir a la autodefensa. Esas acciones de autodefensa se desarrollaron conforme a las disposiciones del derecho internacional de guerra.

Se formaron unidades de guardia campesina (vaske straze) en la Carniola baja e interior (Dolenjsko y Notranjsko), ocupada por los italianos, y de los defensores (brambovci) en Estiria, ocupada por los alemanes.

Estas formaciones estaban mal equipadas, peor adiestradas y pésimamente armadas. De día labraban el campo y de noche custodiaban sus aldeas. Los ocupantes no les permitían libertad de acción, sea policial o bélica, técnica o ideológica. Todos estaban sometidos a un régimen humillante que permitía únicamente la defensa de la vida propia y nada más. No obstante esa situación, el número de voluntarios crecía llegando a 13 mil hombres[185]. Número asaz elevado en comparación con los guerrilleros comunistas, que en agosto de 1943 contaron con sólo 3.000 combatientes, entre ellos un puñado de los ex voluntarios en la guerra civil española. Los comunistas en aquel tiempo traicionaron la línea nacional y popular eslovena que les había valido más del 80% de los combatientes, al cambiar los nombres de 1ra. y 2da. división eslovena en las XIV y XV división del "ejército de liberación nacional de Yugoslavia". Así dejó de existir por siempre el ejército comunista esloveno. Para el porvenir esloveno este hecho significará gran ventaja.

A raíz de la capitulación del ejército italiano en 1943, que puso todo el armamento pesado (morteros, artillería y tanques) junto con grupos de soldados especializados a disposición de los comunistas, acrecentando la fuerza numérica de sus brigadas y divisiones con voluntarios y formando incluso brigadas íntegras de nacionalidad italiana, creció notablemente el ejército comunista en Eslovenia. Pero el valor combativo de esas unidades italianas y sus aptitudes operativas disminuyeron en tal grado que desde el punto de vista bélico no rendían ni el 25% del efecto que a la sazón hubiera rendido el ejército italiano, utilizado como un factor operativo intacto por los Aliados occidentales.

Paralelamente, los órganos comunistas territoriales efectuaron movilización compulsiva entre la población campesina, adhiriéndose a ella gran número de voluntarios urbanos de Ljubljana (7.000), Novo Mesto, Trieste, Gorizia, etc

De ese modo, los comunistas lograron organizar transitoriamente a más de 26.000 hombres en una veintena de brigadas, agrupadas en cinco divisiones (XIV, XV, XVIII, XXX, antes Goriska, y XXXI, antes Triglavska).

La estrella roja de cinco puntas logró imponerse a fines de 1943 sobre el pequeño pedacito del cielo esloveno, mostrando su verdadera faz a quienes aún no habían experimentado los métodos sangrientos e inhumanos del régimen comunista.

Casi la totalidad de las guardias campesinas en la Carniola alta, parte de la Carniola interior y baja (Bela Krajina, Suha Krajina, parcialmente en Notranjsko y Dolenjsko) fueron aniquiladas y masacradas.

Después de las matanzas perpetradas por los comunistas en Krimska Jama, en Mozelj y en Jelen Dol, donde exterminaron a muchos presos e internados nacionalistas eslovenos, después de las graves y trágicas derrotas sufridas en Grcarice y Turjak, los crímenes comunistas culminaron con la masacre de los chetniks y brambovci eslovenos que se habían rendido. Estos delitos y fechorías comunistas contra sus adversarios políticos persuadieron a la mayoría del pueblo, en su totalidad católico y de orientación democrática, de que los comunistas no peleaban contra la dominación extranjera sino para implantar su dictadura ya desde su comienzo sanguinaria y liberticida.

Para superar tan grave desastre, habiendo previsto el curso adverso de la lucha debido a la organización primitiva de la autodefensa y a la desintegración del ejército ocupante italiano, a la no intervención de los Aliados occidentales en pro de la causa democrática eslovena, como asimismo a las represiones alemanas, el oficial esloveno de más alto grado, preparación, edad y experiencia, el general León Rupnik (incontestablemente el militar esloveno de mayor prestigio), a pesar de no haberle sido asignado el mando de las unidades brambovci, logró a tiempo tomar las medidas pertinentes e impartir directivas necesarias a algunos oficiales profesionales a fin de prevenir y conjurar el colapso total de las fuerzas autodefensoras, localizando los focos bélicos comunistas. Rupnik organizó y formó el ejército esloveno denominado "Slovensko domobranstvo" (La defensa de la patria eslovena) partiendo de los principios militares, perfectamente ajustado a las leyes y normas internacionales de guerra y compuesto de voluntarios bien decididos (cuyo número llegaría a 15.000 hombres).

Este ejército esloveno nació en el memorable y victorioso combate librado el domingo 12/9/1943 en las orillas del río Krka, en la periferia de la aldea Mrseca Vas, reconocido oficialmente (de facto y de jure) en el mismo lugar por las autoridades alemanas de ocupación el 19/9/1943. Dicho combate constituyó a la vez el primer golpe de contención, seguido por un contraataque irresistible que obligó a las unidades comunistas a la fuga desordenada, dejando como botín a los vencedores sus armas, vehículos y un carro blindado intacto. Por aquellos días comenzaron también las operaciones en el frente: Rakek - Rakitna- Ljubljana - Litija - Krmelj- Trzisce- Skocjan - Kostanjevica, entre el joven ejército esloveno en formación, numéricamente débil todavía, y las fuertes unidades comunistas. Estas operaciones perduraron hasta el 21/10/1943 y con ellas se logró frenar y detener a las masas del ejército comunista que procuraba extenderse sobre todo el territorio de Eslovenia, destruyendo todas las comunicaciones, objetivos y edificios públicos, saqueando, pillando, aterrorizando a la población campesina y sembrando el caos y la muerte, preparando bases y escondites para su futura acción.

Muy larga se haría la descripción completa de la historia bélica eslovena durante 1943, 1944 y 1945. El tiempo y el espacio nos obligan a señalar solamente las operaciones y batallas de mayor envergadura.

(a) Las operaciones para localizar focos bélicos comunistas (del 12/9 al 21/10/1943)

(b) Las operaciones para mantener y afianzar posiciones reconquistadas (del 21/10 al 12/12/1943; Kocevlje - el Alcázar esloveno).

(c) Las operaciones, compuestas y multifásicas (tendientes a ganar la colaboración de la población expuesta al control e intimación comunistas como también para reforzar y desarrollar el ejército esloveno) durante todo el año 1944.

(d) Las operaciones y la batalla para dispersar, al IX cuerpo (división XXX y XXXI del ejército comunista en Trnvskigozd entre el 13/3 y el 3/4/1945.

e) La batalla interrumpida, planeada para batir el VII cuerpo (XV y XIII división) del ejército comunista en la Carniola blanca (Bela Krajina) y defender el suelo patrio de la invasión del IV ejército comunista de Tito (4/4/, 3 y 4/5/1945).

Huelga destacar que el ejército esloveno fue el factor primordial que, por la influencia indirecta y la intervención del general León Rupnik, obtuvo pleno reconocimiento por parte de las autoridades alemanas, preservó la autonomía eslovena en las Carniola baja e interior, extendiendo su influencia a otras provincias, promoviendo en ellas resistencia unánime al comunismo, y veló por la organización político- militar. Así se formó la guardia popular en la costa adriática (Trieste - Gorizia -Postumia) y una parte del ejército esloveno en la Carniola alta (Gorenjsko). Los defensores de Estiria (Stajersko) casi aniquilaron la XIV división comunista en la IV zona de operaciones.

La bandera nacional, la administración civil eslovena, el mando militar esloveno, las estampillas postales propias, el dinero propio, la desaparición de las inscripciones extranjeras[186], escuelas eslovenas reabiertas en los territorios que desde la Primera Guerra Mundial pertenecieron a Italia y muchos hechos más comprueban que el ejército esloveno en forma digna y modesta, pero decidida, logró dar al pueblo los atributos de una nación emprendedora, resistente y terminantemente contraria a las cadenas de una esclavitud perpetua, fraguadas por varios "amigos" y enemigos, entre los que sobresalió el comunismo.

 

En vísperas del ocaso

 

Los hechos registrados y las circunstancias imperantes en el teatro de guerra y en el campo político relacionados particularmente con el destino del pueblo esloveno en el período final de la conflagración bélica fueron los siguientes:

Las fuerzas titoístas, autotituladas "El Ejército yugoeslavo de liberación nacional", operaban en el territorio del Estado de Croacia tratando de vencer al ejército nacional croata, a los contingentes alemanes al mando del general coronel Lohr, y ensanchar el profundo flanco de los ejércitos ruso y búlgaro en Hungría y Yugoslavia al norte de los ríos Danubio y Drava.

En la segunda quincena de abril de 1945 las fuerzas comunistas superaban en número a las alemanas y croatas. Su armamento, pertrechos y equipo, como asimismo sus unidades blindadas y motorizadas, su fuerza aérea y artillería, gracias al abastecimiento y la ayuda rusa y anglonorteamericana fueron muy superiores a los de sus adversarios.

El dominio comunista tanto en aire como en el Adriático fue absoluto.

Las operaciones se desarrollaron en tres direcciones principales:

1. A lo largo de la costa adriática, prolongada por el valle del río Soca (Isonzo) y hacia Carintia, de capital importancia para los eslovenos. En esta dirección operaba el IV ejército comunista al mando del coronel Petar Drapsin, compuesto de tres, posteriormente cinco, cuerpos de ejército (IV, VII, VIII, IX y XI) con un total de nueve, luego catorce, divisiones, con la correspondiente artillería motorizada y unidades blindadas.

2. En la dirección del valle del río Sava (siempre corriente arriba) teniendo por objetivos principales: Zagreb y Ljubljana. En esta dirección operaban el I y II ejércitos, uno por la orilla izquierda y otro por la derecha el río, al mando del general Peka Dapsevic.

3. En la dirección del valle del río Drava, donde operaba el III ejército a las órdenes del coronel general Kosta Nadj.

Esta fuerza abrumadora avanzaba lentamente hacia las fronteras eslovenas, siempre especulando con el avance ruso en Hungría e inglés en Italia, lo que indirectamente obligó al ejército alemán de los Balcanes a retroceder y permitió el "glorioso" avance de las tropas de Tito.

Hablando figurativamente, los ejércitos croata y alemán prácticamente se encontraron en una bolsa estratégica cuya abertura la tenían por un lado los rusos y por el otro los anglonorteamericanos. Al ejército de Tito le tocó el papel de dar el golpe decisivo contra el fondo y el contenido de la bolsa, lo que no logró hasta el momento de la rendición incondicional de Alemania, el 9/5/1945 a la una de la madrugada. Esta rendición fue dictada por las grandes potencias e impuesta por las operaciones militares en los principales sectores del teatro de guerra, particularmente dentro de la misma Alemania.

En esta situación, Eslovenia estuvo prácticamente protegida por los ejércitos croatas y alemán frente al ejército extranjero, invasor y opresor de Tito. De modo que al ejército esloveno le quedaba ejecutar las siguientes tareas principales:

1) Batir, aniquilar o expulsar al VII cuerpo del ejército comunista que estaba penetrando en la comarca de la Carniola blanca (Bela Krajina).

2) Preparar la defensa del territorio esloveno en las orillas del río Kupa o en otras posiciones junto con los demás ejércitos (el croata, el alemán, el serbio con algunas unidades griegas, y unidades del general ruso Vlasov) en otros sectores.

El ejército esloveno ya estaba empeñado en la batalla con el VII cuerpo del ejército comunista, cuando sobrevinieron las siguientes sorpresas:

(a) El ejército serbio (chetniks) de 15.000 hombres al mando del general Damjanovic abandonó, sin previo aviso, el campo de batalla en el sector monte Skurina (altura 1.470 metros) - monte Sneznik (altura 1.796 metros) - excluido el flanco derecho y el izquierdo, y el valle del río Cabranka, como también la parte occidental del teatro de guerra esloveno (que les fue confiado en custodia y defensa en cooperación con la guardia litoral eslovena). El general Damjanovic con sus tropas se retiró precipitadamente entre el 29/4/1945 y 1/5/1945 a la orilla occidental del río Soca, especulando con un feliz encuentro con los ingleses de quienes esperaba la ayuda para restablecer el dominio serbio monárquico sobre Eslovenia.

(b) El IV ejército comunista, aprovechando la traición serbia, avanzó en sus operaciones con algunas divisiones transportadas por la ruta Cabar - Prezid - Masun - Knezak - - St Peter hacia Trieste y Gorizia rivalizando en su marcha con los chetniks para llegar primero al río Soca. Los chetniks, con miras a fraternizar con los ingleses en Italia y los comunistas para ocupar ellos y no los ingleses la abertura de la mencionada bolsa estratégica.

(c) El ala derecha del frente continuo, formada en la línea de defensa croata Zvonimir (Rijeka - Ogulin - Generalski Stol - Tosilovic - Kamenica - Lomnica - Dugo Selo - Vrbovac - Krizevci - Koprivnica - Zakanj) quedó cortada de su grueso en la comarca de Gorski Kotar, de manera que el LXXXXVII cuerpo del ejército alemán entre Rijeka (Fiume) e Ilirska Bistrica, aislado y rodeado, libró una encarnizada y desesperada batalla con el IV ejército comunista hasta el armisticio local estipulado de común acuerdo el 7/5/1945.

d) El 28/4/1945 a las 16 horas se reunió el Comité Nacional Esloveno en Ljubljana. El general Rupnik, tras empeñosos esfuerzos, logró convencer al general alemán Rosener de que había llegado el momento de transmitir el poder al Comité Nacional, gobierno del Estado nacional esloveno. El día 5/5/1945 Rupnik fue depuesto y despojado de todos los cargos, inclusive del mando militar. Con ello se echó por tierra todos los planes para ofrecer la última resistencia con el fin de conseguir la intervención de los Aliados occidentales.

e) El Comité Nacional Esloveno ordenó la evacuación y el abandono del territorio aún libre sin tener garantía alguna respecto al futuro del pueblo esloveno y la integridad del Estado nacional, proclamado por el mismo Comité el 3/5/1945 sobre todo el territorio habitado por los eslovenos. El general Franc Krener, nuevo jefe del ejército esloveno, emprendió la retirada de las tropas de Ljubljana (capital de Eslovenia) el 4/5/1945.

 

A oscuras

 

Las unidades combatientes del ejército esloveno, en contacto esporádico con las divisiones comunistas XXIX, XV y XVIII, y la división llamada "de la defensa popular", emprendieron la retirada de las posiciones defensivas de Ljubljana el 8/5/1945 a las 21 horas, perdiendo luego todo contacto con el enemigo.

Efectuando los movimientos de un retroceso ordenado y coordinado con los demás participantes en el teatro de guerra esloveno, las unidades del ejército nacional forzaron durante el día 10/5/1945 el desfiladero de Ljubelj en la cordillera de los Karavanke, abandonando la provincia Carniola[187] y descendiendo hacia el valle del río Drava al territorio de Austria[188]. Antes del anochecer se libró un corto, pero violento y exitoso combate con las unidades comunistas, destacadas en la IV zona de operaciones, entre las que figuraba la 13 brigada "Mirko Bracic". Estas unidades fueron vencidas y totalmente dispersadas, dejando el sector (entre las localidades Borovlje - Svetna Ves) en la orilla del río Drava, con el puente sobre el río, intacto. En este combate participaron también una batería AT y un pelotón de tanques alemanes que se encontraron en el mismo camino.

Terminado el combate, las unidades eslovenas tomaron posiciones para asegurar y posibilitar el tránsito, protegiendo ese sector en beneficio de millares de fugitivos civiles y de las unidades del Cuerpo Voluntario Serbio, de las partes del regimiento Semenov del ejército ruso del general Vlasov y del regimiento de la policía alemana Dahm

El resultado más importante de esta acción fue el contacto establecido con las autoridades militares inglesas, pertenecientes al ejército de ocupación británico en Austria.

El Comité Nacional Esloveno, que se encargó del gobierno el 5 de mayo no consiguió que el ejército esloveno fuera reconocido por los Aliados como una unidad militar aliada, de modo que el 13/5/1945 realizó un acto histórico y fatal para el ejército esloveno. Por orden de las propias autoridades supremas pasó el puente sobre el río Drava y depuso sus armas a los ingleses, considerados como aliados, para ser internado en el campo de Vetrinje cerca de Celovec (Klagenfurt), junto con las demás unidades militares que fueron tratadas como prisioneros de guerra en condiciones excepcionales, puesto que en el mismo campo se encontraban también millares de fugitivos civiles. Tan pronto fue desarmado el ejército esloveno, varios soldados ingleses pertenecientes al escuadrón del desarme, quitaron, amenazándoles con armas de fuego, a los soldados eslovenos: relojes, anillos y cuantos objetos de valor encontraron.

En el campo de Vetrinje reinaban miseria y desorden. Si los alemanes en los primeros días no hubiesen repartido entre todos el pan que todavía tenían en reserva y si los eslovenos no hubieran ayudado a los demás con la carne de mulas sacrificadas, habría sobrevenido un hambre atroz. A pesar de las circunstancias adversas, las autoridades supremas eslovenas estando libres en Celovec, capital de Carintia, visitaban diariamente el campo y ordenaban varias medidas de organización, como ser: el reagrupamiento de las unidades del ejército esloveno, la movilización de los civiles fugitivos aptos para el servicio militar, ejercicios, desfiles, etc.

En aquellos días visitaron el campo de Vetrinje varias personas influyentes en altos círculos ingleses, a saber: el 15/5/1945 lady Louise Mountbatten y el 21/5/1945, el Jefe del VII ejército británico, teniente general McCrerry.

El Comité Nacional Esloveno y el mando supremo del ejército esloveno procuraron varias veces establecer contacto directo con algún personaje responsable inglés, sin llegar a entrevistarse con ningún comandante o jefe, siendo atendidos por funcionarios subalternos (del más alto grado, capitán o mayor). En realidad, las autoridades militares inglesas ya habían decidido repatriar por fuerza al ejército esloveno y a los fugitivos civiles, lo que ocultaban cuidadosamente a los representantes eslovenos, queriendo obviamente que su entrega a los verdugos comunistas se efectuara sin resistencia ni rebelión. Esta operación de extradición de la flor de la juventud eslovena a la muerte segura se vio facilitada por la confianza ilimitada, diríamos ingenua, que en los ingleses depositaban los miembros del Comité Nacional Esloveno, considerándolos como sus aliados.

No obstante carecer de garantías efectivas o pruebas concretas sobre la probabilidad y la veracidad de las declaraciones formuladas por los ingleses, el Comité Nacional y el comando del Ejército repetían y confirmaban que las tropas y los fugitivos civiles serían transportados a Italia para reunirse con los contingentes del general Damjanovic, para ser rearmados y servir como un ejército aliado inglés.

Incluso, cuando trascendió la tragedia del ejército croata y cuando regresaron al campamento oficiales voluntarios serbios (miembros del Cuerpo Voluntario Serbio que hasta el final lucharon hombro a hombro con los eslovenos) para avisarles que habían sido entregados a los comunistas en las estaciones ferroviarias de Pliberk (Bleiburg) y Podgorje (Maria Elend), las autoridades supremas eslovenas seguían manifestando a las tropas que tenían plena seguridad en cuanto al destino de los traslados de las unidades eslovenas, ordenados mientras tanto por los ingleses.

Hasta que, finalmente, el comando del 2° regimiento esloveno (antes de salir el primer transporte con las tropas nacionales) comunicó personalmente al comando supremo las informaciones veraces y bien comprobadas en un largo interrogatorio del Sr. Ljotic (hijo), sobre la repatriación de las unidades serbias. Este informe fue recabado el 27/5/1945 a las 7 de la mañana. El coronel Bitenc decidió parar el transporte que debió salir el lunes, 28/5/1945, hasta tanto las autoridades supremas aclarasen los hechos señalados en una audiencia con el comandante inglés. A pesar de esta decisión, fueron trasladados y entregados a los comunistas el día 27/5/194S, a las nueve, el batallón técnico al mando del ingeniero mayor Janez Skof y la gendarmería eslovena a las órdenes del teniente coronel Franc Sturm, y el día 28/5/1945 el 4° regimiento al mando del mayor Anton Mehle.

La audiencia programada con el comandante en jefe de la división británica no tuvo éxito alguno. Los miembros del Comité Nacional Esloveno junto con el comandante del ejército y el intérprete, capitán de fragata Podhorsky, tuvieron que esperar tres horas en la antesala del comandante inglés y, por fin, un oficial subalterno entregó al general Krener la respuesta siguiente, redactada en alemán:

"Del mayor general Murray, comandante de la 6ª. División blindada británica al general Krener del ejército esloveno.

"La orden que me fue dada expresa que su grupo debe ser trasladado por tren a determinado lugar en determinado tiempo.

"No he sido enterado del destino de los vagones y nada sé al respecto,

"La orden que me fue impartida dice, además, que este traslado debe efectuarse, dentro de lo humanamente posible, sin medidas de fuerza.

"Pienso dar cumplimiento a esa orden y lamentaría enormemente tener que emplear la fuerza.

"Como soldado cumplo con esa orden que me fue impartida por la superioridad. Como soldado usted debe ayudarme en ello".

Juzgar la forma y el estilo del único documento inglés existente sobre las relaciones entre las autoridades eslovenas e inglesas queda al criterio de cada lector, como asimismo las conclusiones sobre la manera de proceder y obrar de los miembros del Comité Nacional y del Comandante del ejército esloveno que obligaron a todos sus subordinados, pese a las pruebas recabadas y fehacientes, a seguir con los traslados, de modo que:

El 29/5/1945 fueron transportados el 3° regimiento al mando del mayor Maks Kunstelj, y la artillería del ejército al mando del capitán Gabriel Hocevar;

El 30/5/1945, el 2° regimiento al mando del teniente coronel Vuk Rupnik;

El 31/5/1945 el resto del 1° regimiento sin comandante.

En total 10.100 hombres, víctimas inocentes, entregados a los comunistas que, con su violenta y terrible muerte hubieron de sellar la amistad de los occidentales con el sanguinario monstruo comunista.

Es menester subrayar aquí que siempre hay excepciones y que el 31/5/1945, cuando el teniente Ames, comandante inglés del campo militar esloveno ya evacuado, dio orden de seguir con los traslados de 6.000 fugitivos civiles eslovenos -ya el día siguiente debieron ser trasladados a la estación Pliberk 1.500 fugitivos y a la estación Maria Elend 1.200-, gracias a la intervención del encargado de los fugitivos eslovenos, médico Dr. Valentín Mersol, fue revocada la orden inglesa de extradición con respecto a todas las personas provenientes de la Yugoslavia comunista.

El Dr. Mersol encontró pleno apoyo y ayuda por parte del mayor canadiense Barre, del mayor William Johnson y, por último, del mariscal del campo, vizconde Harold Alexander, comandante en jefe de la zona del Mediterráneo.

De ese modo, el Dr. Valentín Mersol salvó también a millares de personas más que se hallaban dispersadas en la zona de ocupación británica. Esta fue la primera chispa luminosa en la total oscuridad de aquellos días.

La masacre en el infierno comunista

Numerosas declaraciones juradas y firmadas de personas que lograron salvarse después de haber sido entregadas a los verdugos comunistas, terminada ya la guerra, es decir después del 9 de mayo de 1945 a la una de la madrugada, permiten establecer los siguientes hechos, datos y fechas probatorios de la atroz masacre consumada por los órganos del poder comunista que subyugó y sigue esclavizando al pueblo esloveno entero. (Véase el cuadro sinóptico adjunto).

No es posible relatar todos los pormenores de las torturas físicas y psíquicas a que fueron sometidos los prisioneros eslovenos. Baste mencionar que las mujeres fueron violadas, que todos sufrían hambre, sed y privación de las necesidades higiénicas más elementales; que fueron vejados, ultrajados y golpeados a latigazos; que contra los presos desahogaban en cualquier hora del día y la noche sus impulsos sádicos todas las heces de la sociedad comunista. En todo caso, semejante proceder revela el nivel de la moral y las concepciones sociales de los comunistas "progresistas".

Los prisioneros fueron clasificados en cuatro grupos:

a) menores.

b) los que se alistaron en el ejército nacional después del 1° de enero

c) los militares veteranos.

d) los fugitivos civiles.

Los grupos a, b, y parcialmente d, fueron condenados a trabajos forzados.

Los grupos c íntegro y d parcialmente fueron desnudados, atados con alambre de púas o cable telefónico, cargados en camiones y de noche fusilados y arrojados en fosas comunes (minas abandonadas y hoyos naturales en el Carso). Las matanzas, en su mayor parte, fueron ejecutadas en junio y julio de 1945.

El total de las personas de nacionalidad eslovena masacradas asciende a 11.751. En esta cifra no están incluidas las víctimas de las matanzas cometidas cerca de Trieste ni las ejecutadas periódicamente hasta inclusive el año 1946.

El total de las personas de nacionalidad eslovena masacradas asciende a 11.751. En esta cifra no están incluidas las víctimas de las matanzas cometidas cerca de Trieste ni las ejecutadas periódicamente hasta inclusive el año 1946.

La guerra civil comunista durante la segunda conflagración mundial, se-guida por la imposición del orden y el régimen comunista después de la guerra, acarrearon daños irreparables de orden biológico al pueblo esloveno. La esta-dística acusa una pérdida de 221.000 personas entre 1940 y 1953, vale decir el 13,4 % del total de 1.650.000 eslovenos que había antes de la guerra.

Los datos estadísticos actuales permiten al colaborador H. P. R. de, la re-vista Perspektive, editada en Ljubljana, sacar la conclusión de que Eslovenia, después de Hungría, figura en el tope de la escala mundial de suicidios, puesto que en Hungria hay 256 suicidios por un millón de habitantes y en Eslovenia 254.

Es preciso recalcar también que los eslovenos bajo el régimen comunista tienen el record mundial en abortos y que, de hecho, la "República socialista de Eslovenia" acusa la tasa de crecimiento vegetativo más baja en Europa y tal vez en el mundo entero.

Estas y muchas más son las consecuencias de la dominación del comunismo ateo en Eslovenia. Se impone el interrogante: ¿Por qué esos hechos ocurren hoy en el corazón de Europa, cuna de la cultura y la civilización?

Buenos Aires, 25 de junio de 1963

 

CUADRO SINÓPTICO

de la masacre de 11.751 eslovenos en junio y julio de 1945, cometida por el régimen comunista yugoeslavo

 

Fecha

Lugar de extradición a los comunistas

Número de personas entregadas

Número de ejecutados

Porcentaje de ejecutados

Descripción  y pormenores

Lugares de cautiverio y torturas

Lugares de las masacres y fosas comunes

9/5/1945

Cerca de Radovljica

150 hombres

10 mujeres

160

100%

Tren sanitario con heridos militares (y el capellán castrense Jenko)

Ljubljana

Precipicio de Breznar

201711945

20/7/1945

Valle del río Krka

1800 hombres

20 mujeres

1547

85%

Grupo dispersado del ejército esloveno que no logró asilarse, (Sin mando)

Novo Mesto y alrededores

Gorjanci

Ljuben

Kočevski Rog

10/5/1945

Kirschen Theuer cerca de Borovlje

600 hombres y mujeres

60

10%

Grupo de fugitivos detenido antes de pasar el puente del río Drava

Kranj

Ljubljana

Desconocido

11/5/1945

Tržič

500 hombres y mujeres

40

60%

Grupo de fugitivos con 600 vehiculos que no logró escapar a Austria (sin mando)

Kranj y Skofja Loka

Crni Grob

Lubnik

24/5/1945

Podroščica

40 hombres

40

100%

Grupo de acompañantes de los vehículos y caballos devueltos de Vetrinje

At. Vid (liceo del obispado),

Kočevski Rog

27/5/1945

Podroščic

800hombre

760

95%

Batallón técnico al mando del ingeniero mayor Janez Skof Gendarmería eslovena al mando del Teniente Coronel Franc Sturm

Jesenice, Kranj

Skofja Loka

At.Vid

Kočevje

Kočevski Rog

281511945

Podroščica

 Pliberk

3.000

hombres

2.880

96%

4° regimiento del ejército esloveno al mando del Mayor Antonio Mehle

 

Batallón suplente del ejército al mando del Capitán Pavlovčič

Jesenice, Kranj, Skofja Loka, At. Vid, Kočevje, Slovenj Gradec Celje, Teharje

Poljanska Bolina

Lubnik, črni grub

Kočevski Rog

Huda Jama

Hrastnik

29/5/1945

Pliberk

 

Podroščica

3.000

hombres

2.850

95%

39 regimiento del ejército esloveno al mando del Mayor Maks Kunstelj y del Teniente Coronel Stamenkovic

La Artillería del ejército esloveno al mando del Capitán Gabriel Hočevar

Slovenj Gradec

Celje, Teharje

Krani

škofja Loka

At. Vid

Huda Jama

Hrastnik

Kočevski Rog

301511945

Pliberk

Podroščica

2.800

hombres

20

mujeres

2.679

95%

24 regimiento del ejército esloveno al mando del Teniente Coronel Vuk Rupnik. 1° y 2° batallón, Mayor Richar y Cap. Sustersic. 3° batallón, Capitán Milos Sabic

Slovenj Gradec

Celje, Teharje

Kranj

škofja Loka

At. Vid

Huda Jama

Hrastnik

Kočevski Rog

31/5/1945

Pliberk

500

hombres

475

95%

El resto del lo regimiento (sin mando)

Slovenj Gradec

Idem

Huda Jama

Hrastnik

Idem

 

 

 

 

SUPLEMENTO II: EXTERMINIO Y EXPULSIÓN DE LA MINORÍA ÉTNICA ALEMANA DE YUGOSLAVIA

 

Se sabe de sobra que los soviéticos estimularon la política de expulsión y exterminio de millones de alemanes de Checoslovaquia y Polonia con el objeto de crear causas de permanente enemistad entre alemanes y estos pueblos, apartándolos así de la Europa occidental que por su cultura e historia integran.

Menos se conoce el exterminio de la minoría alemana en la Yugoslavia comunista, que antes de la guerra ascendía a más de 500.000, reducida, según el censo oficial, a unos 50.000 en 1948, mientras que actualmente no existe prácticamente. Los comunistas yugoeslavos alegan como justificativo de su represión extrema la invasión hitlerista. De hecho, eliminaron a la numerosa minoría alemana para crear artificialmente en la "provincia autónoma de Voivodina" dentro de la "República Socialista de Serbia", la mayoría étnica serbia de modo que el exterminio de los alemanes en la Yugoslavia comunista acusa todos los rasgos del genocidio.

Si bien esta materia no hace rigurosamente a nuestro tema, para mejor entendimiento del trato infligido por los comunistas a los croatas estimamos oportuno dar una apretada referencia sobre la suerte de la minoría étnica alemana, escrita por un estudioso alemán, en base a documentos y datos comprobados.

Cuando, desintegrada la monarquía danubiana en 1918, Croacia, Eslovenia y Voivodina fueron anexadas a Serbia, los alemanes de Voivodina compartieron el destino de los demás pueblos y minorías étnicas oprimidos. De acuerdo al censo austríaco de 1910, la minoría alemana cifraba en 577.252, y, según la estadística yugoeslava de 1921, 513.472. El núcleo principal de la minoría alemana estaba radicado en Voivodina (integrada por Backa, Banat y Baranja), y según el censo oficial de 1931 contaban 308.259, o sea el 20% de la población total en dicho territorio (1.424.281 habitantes). En Voivodina, pretendida y conseguida por Serbia en 1918, vivían al máximo 450.000 serbios, menos de un tercio del total de la población.

Además, mayores núcleos de alemanes estaban radicados en la provincia croata de Eslavonia con Srijem y en Eslovenia.

Pequeños grupos de artesanos, mercaderes y mineros alemanes se radicaron en Croacia y Eslovenia ya en el Medievo. Grupos más nutridos inmigraron a Eslavonia tras las derrotas de los turcos. En virtud de los tratados de paz de Karlovci (1699) y Pozarevac (1718), Banat, Backa, Baranja y Srijem integraron definitivamente el Imperio de los Habsburgo. Entonces, fuertes núcleos de húngaros, alemanes, croatas, serbios, rumanos, eslovacos y de otras nacionalidades, empezaron a colonizar sistemáticamente esa región tan fértil como la pampa argentina, casi despoblada bajo el dominio otomano.

En la monarquía multinacional danubiana, las minorías alemanas en Croacia, Hungría y Eslovenia vivían compenetradas con la población lugareña sin tener que enfrentarse con el problema de la lealtad ciudadana o nacional. Ese conflicto surgió, lamentablemente, en Yugoslavia, que no supo enfocar con justeza el problema de la convivencia de las distintas nacionalidades y minorías étnicas que la constituían. Se gobernó en interés de los serbios, apenas la cuarta parte de la población total. De allí la inestabilidad política inicial del nuevo Estado, originada por los conflictos nacionales, principalmente entre croatas y serbios, lo que forzosamente determinó efectos negativos en sus relaciones internacionales.

Aunque en Yugoslavia, entre las dos guerras mundiales, se practicó la discriminación nacional en provecho de los serbios y la religiosa en beneficio de los ortodoxos (la minoría alemana era católica y protestante), los alemanes trataron de acomodarse a la nueva situación para proteger mejor sus derechos de minoría. Eso vale particularmente para los alemanes de Voivodina (Los pequeños núcleos alemanes radicados en Croacia se sentían compenetrados con los croatas y participaron en la resistencia nacional croata contra la dominación serbia y en su mayoría votaban por los candidatos croatas).

Pese a los empeños de los representantes políticos de la minoría alemana por no dar motivo a las represalias serbias, lo que en la opinión de la nueva generación rayaba en crudo oportunismo, los gobiernos yugoeslavos, sobre todo durante la dictadura del rey Alejandro, adoptaron medidas hostiles contra la minoría alemana por considerarla un obstáculo a la serbización de Voivodina. A causa de las pronunciadas diferencias religiosas y culturales casi no hubo asimilación serbia de los alemanes, mientras que hubo muchísimos casos de croatización o magiarización, por tratarse de pueblos de tradición cultural común. Hubo momentos muy críticos en las relaciones serbio- alemanas. En 1929 fueron prohibidos todos los partidos de las minorías étnicas. Se produjeron reiteradas agresiones contra las instituciones y hogares alemanes. En una ocasión quedó gravemente herido el Dr. Stefan Kraft, líder de la minoría alemana.

Con todo, hasta la crisis estatal y militar de 1941, los alemanes, pese a la agitación nacionalsocialista, evitaron conflictos mayores con las autoridades estatales. Cuando a raíz del golpe de Estado de marzo de 1941, se produjo la tirantez y muy pronto estalló la guerra entre Alemania y Yugoslavia, la minoría alemana se enfrentó con la difícil disyuntiva: lealtad al pueblo alemán o al Estado yugoeslavo, cuyos súbditos eran. Es sabido que dicho golpe de Estado motivó violentas demostraciones antigermanas, en las que perdieron la vida varios alemanes, hecho que aprovechó la propaganda del Tercer Reich para fundar su invasión de Yugoslavia. Más tarde se citaba la cifra de 120 alemanes asesinados, probablemente exagerada.

Los yugoeslavos y sobre todo los comunistas subrayaban la actividad de la quintacolumna alemana, exagerándose también en ello[189]. La minoría alemana en Yugoslavia trató en 1941 de escapar a las represalias huyendo por millares a Hungría, Austria y Rumania. La mayor parte hizo caso omiso a la citación de movilización. Los movilizados en el momento del ataque germano rehusaron combatir contra sus connacionales. (Por lo demás, ni los mismos serbios evidenciaron arrojo y combatividad). Colaboraron con los croatas en actos de sabotaje y la captura de oficiales y soldados serbios. En ese sentido fueron sobremanera activos en Novi Sad y Osijek. Las autoridades yugoeslavas tomaron a principios de la guerra cierto número de alemanes como rehenes, que pronto fueron liberados debido al fulminante avance de las tropas germanas.

Tras la capitulación incondicional y la desintegración del Reino de YUGOSLAVIA, Backa, con el núcleo principal de la minoría alemana, fue incorporada a Hungría. El importante núcleo de Banat quedó bajo el régimen de la ocupación alemana. El tercer grupo por orden de importancia quedó dentro del Estado de Croacia, recientemente restablecido. En todo ese territorio se sucedieron durante la guerra acciones subversivas y guerrilleras comunistas, que desde el punto de vista del derecho internacional de guerra eran ilícitas y, por lo tanto, punibles. En esas luchas, las autoridades militares alemanas y húngaras empeñaron hasta el máximo a los miembros de la minoría alemana. En virtud de un convenio especial entre los gobiernos croata y alemán, los integrantes de la minoría alemana en Croacia fueron reclutados en unidades alemanas, mayormente en la SS división Prinz Eugen, y en parte en gendarmería y en milicia que custodiaba vías férreas y protegía a determinadas localidades de los asaltos partisanos. Sus bajas fueron relativamente altas, superadas en mucho por las masacres posteriores. Terminada la contienda mundial, la minoría étnica alemana en Yugoslavia fue expulsada, deportada, trasladada o exterminada en distintas formas.

Sobre la triste suerte que le cupo hay varios estudios[190] documentados y de autores concienzudos, que, sin embargo, difieren en pormenores y las cifras de las víctimas. Eso no es de extrañar por cuanto se trata de centenares de miles de hombres sacados de sus hogares, deportados y masacrados en distintos lugares y circunstancias, lo que imposibilita establecer cifras exactas.

No hace mucho, en la serie Dokumentation der Vertreibung der Deutschen aus Ost- Mitteleuropa, en el tomo V, dedicado a la minoría alemana en Yugoslavia[191] se publicaron datos y documentos en base al material recogido por una comisión especial designada por el Ministerio de Refugiados de la República Federal Alemana. Esa publicación oficiosa, de 900 páginas, contiene, además de abundante material documental y todas las referencias, una exposición crítica de los hechos. La sección "Documentos" ocupa la parte principal del libro, de modo que se trata de una reseña histórica fidedigna y objetiva, a tal punto que sus compiladores fueron tan cautos y medidos en sus apreciaciones que las cifras de los masacrados son inferiores a las consignadas en otros estudios de autores competentes y serios. A continuación reproduciremos datos y cifras sobre el exterminio de la minoría alemana en Yugoslavia, publicados en dicha obra documental.

La minoría alemana desapareció de distintos modos: traslados, huidas, deportaciones, pérdidas durante la guerra, masacres y suplicios, y sobre todo a raíz de las epidemias y tratos crueles en los campos de concentración.

Buena parte de los alemanes en Croacia y algunos de Eslovenia (Kocevlje) fueron trasladados. En virtud de un acuerdo entre Croacia y el Tercer Reich, ya a principios de 1944 emigraron grupos de alemanes y durante y después de la guerra debieron emigrar todos. Las autoridades alemanas temían acaso que los alemanes fuesen absorbidos totalmente en Croacia si a tiempo no se los trasladaba a Alemania. El núcleo alemán de Kocevlje fue trasladado a Estiria, puesto que la región de Kocevlje fue anexada en 1941 a Italia.

Los traslados de Croacia, iniciados a principios de 1944, al final revistieron carácter de incontrolada huida en masa, de modo que un determinado número de personas, sobre todo de avanzada edad, pudieron burlar la orden de emigrar y quedarse en sus hogares.

Los traslados de Backa y Baranja se verificaron más tarde y terminaron en huidas desordenadas ante el avance de las tropas soviéticas a fines de 1944. La mayor parte logró pasar a tiempo a Austria y Alemania. En cambio, el grueso de los alemanes de Banat fue sorprendido por el avance ruso. Cerca de 200.000 se quedaron en Yugoslavia, mayormente al norte de los ríos Danubio y Drava, bajo la ocupación soviética. El proceder soviético era igual al aplicado en otras zonas por ellos ocupadas; vale decir: saqueo, violación de mujeres, secuestro de vehículos, confiscación de víveres, trabajo forzado, etc. No hubo discriminación en detrimento de la minoría alemana, y recién los "comités de liberación nacional" comunistas, compuestos en su 90% por serbios, tomaron medidas persecutorias y extremadamente represivas cuando asumieron el poder en esa zona. En la primera ola de arrestos y masacres colectivos, fueron exterminadas figuras destacadas, funcionarios públicos, dirigentes de instituciones políticas y culturales, inclusive mujeres. En determinadas localidades fueron fusilados grupos de centenares de personas; se formaron pelotones especiales de fusilamiento, que iban de un lugar a otro cumpliendo su tarea sangrienta por orden de las autoridades comunistas locales.

Luego fueron detenidos e internados prácticamente todos los alemanes hombres y mujeres, ancianos y niños. Primero los habitantes de grandes localidades, como ser Pancevo (hoy suburbio de Belgrado), Vrsac y Veliki Beckerek, luego de poblados menores, de modo que los que sobrevivieron a la matanza colectiva, la deportación a Rusia o la expulsión, pasaron varios años en los campos de concentración.

El gobierno comunista prohibió inmediatamente a los alemanes cambiar de residencia, comprar o enajenar bienes muebles e inmuebles. Luego vino la confiscación de todos los bienes y la internación en los campos de concentración. Muy pronto se supo que ello se hacía en virtud de la resolución del parlamento provisorio (AVNOJ), tomada el 11/11/1944, por la que se despojaba a todos los alemanes, sin distinción, de los derechos civiles y de sus bienes. El texto de esta ley, única en los anales del mundo civilizado, convirtiendo a centenares de miles de personas en parias, se halla en la sección Documentos, p. 180 E del libro mencionado.

En el lugar de los alemanes expropiados se radicaron los montañeses del interior de Yugoslavia venidos mayormente de Montenegro, Bosnia y Lika, casi todos de nacionalidad serbia. A causa de su incapacidad e ineptitud para continuar con la explotación que hacían los progresistas colonos alemanes de la cuenca danubiana, menguó sensiblemente la producción agropecuaria de Yugoslavia, déficit éste que tuvieron que compensar los contribuyentes norteamericanos en forma de cuantiosa ayuda prestada al régimen de Tito.

En Voivodina y Eslavonia se organizaron numerosos campos de concentración para la minoría étnica alemana. El régimen era tal que los presidiarios morían en masa de hambre y epidemias, lo que evidentemente se perseguía. Pese a la magra comida y las enfermedades, los presos fueron destinados a trabajos forzados y tuvieron que ejecutar tareas muy pesadas.

Tras la ocupación soviética de Voivodina, hubo deportaciones en masa a Rusia, sobre todo entre el 25 y el 31 de diciembre de 1944. Fueron deportados preferentemente varones de 17 a 45 años, y como eran pocos, los rusos deportaban a mujeres de 18 a 40 años y en determinados convoyes había de 7 a 9 veces más mujeres que varones.

La caza a hombres y mujeres con el fin de deportarlos se inició adrede durante las fiestas navideñas, cuando era más fácil encontrarlos en sus casas. Fueron deportadas de 27 a 30.000 personas. Ciertos autores consignan cifras más elevadas. Los deportados fueron cargados en vagones de carga, de 30 a 40 por vagón. El viaje duró de 15 a 20 días en condiciones alimenticias e higiénicas desastrosas, de modo que muchas mujeres murieron en el trayecto o se enfermaron gravemente. El trato en Rusia era excepcionalmente severo y allí murió el 16 % de los internados. Al ser trasladados posteriormente ciertos grupos a Alemania Oriental, se comprobó que estaban inválidos y enfermos, incapacitados para cualquier trabajo.

Harto triste era la suerte de los niños, cuyas madres fueron deportadas a Rusia y sus padres caídos en la guerra. Varios millares de esos menores huérfanos murieron en campos de concentración sin atención alguna. Más tarde, por intervención de la Cruz Roja, una parte de esos niños fue trasladada a Alemania, y ya antes grupos de gente anciana y enferma fueron expulsados a Hungría y Austria.

Con posterioridad a la publicación de la mencionada documentación se publicó el testimonio de Ivan Boras, ex oficial del ejército croata, actualmente en Alemania, sobre la suerte de 5.000 niños alemanes desaparecidos en Yugoslavia[192]. En mayo de 1945, Boras fue hecho prisionero, y en Derventa, Bosnia, ha sido uno de los testigos oculares del bestial exterminio por asfixia de esos niños alemanes de Voivodina de 4 a 12 años, cuyos padres fueron asesinados o lograron escapar a Austria y Alemania. El y otros prisioneros descargaban a esos chicos de los camiones, y luego, ya asfixiados por el gas, los llevaban a la orilla del río Bosna, al lugar denominado Lukovac, rociaban los cadáveres con petróleo y nafta y los quemaban. Luego sobre los restos pasaba una pesada aplanadora, y lo que quedaba se arrojaba al río. Los padres alemanes que lograron salvarse inquirían ansiosamente por la suerte de sus hijos. Las autoridades yugoeslavas contestaban invariablemente que se encontraban en escuelas e institutos educativos. La declaración de Boras suscitó una enorme excitación en Alemania. Ese crimen horrendo ha sido cometido bajo las órdenes de Momcilo Popovic, funcionario de la policía política y luego funcionario en la delegación yugoeslava en Bonn, donde cayó, víctima de una demostración del grupo de los exilados croatas[193].

El mismo ex oficial croata es testigo presencial de una espeluznante masacre de un grupo de 300 prisioneros alemanes y croatas en Usora, Bosnia, cometida por los comunistas a las órdenes de Koca Popovic, actual canciller en el gobierno de Tito[194].

Los campos de concentración fueron disueltos años después. Una parte de los internados fue enviada a las granjas y fábricas estatales como peones de los nuevos propietarios en sus posesiones, mientras que la otra, tras el conflicto Moscú-Belgrado, en virtud de lo convenido con el gobierno federal de Bonn, fue trasladada a Alemania Occidental. Sucesivamente, el número de los trasladados crecía, de modo que hoy prácticamente no hay alemanes en la Yugoslavia comunista. En el reciente censo de población ni siquiera figuran.

A principios de 1944 había en el territorio de la Yugoslavia actual 510.000 alemanes y en 1950 sólo 55.328, en la República Federal Alemana 163.000, en Austria unos 150.000 y cerca de 15.000 en los países de ultramar. En la guerra y en la cautividad murieron 28.000, de ellos varios miles de prisioneros fueron fusilados, mayormente en Eslovenia en mayo de 1945. En las masacres en masa perecieron sobre todo los integrantes de la división Prinz Eugen, reclutados en Voivodina y, en parte, en Croacia.

Según cifras cautelosas, que no comparten todos los expertos por considerarlas demasiado bajas, la suerte de la minoría étnica alemana sería ésta: 2.361 personas muertas en la huida; 5.777 masacradas en matanzas colectivas; 5.683 muertas a causa de los suplicios o asesinadas, mientras se las trasladaba a los campamentos o deportaba; 48.024 murieron en los campos de concentración de hambre y epidemias; 187 fueron condenadas a muerte y ejecutadas; 6.273 desaparecieron.

Si se toma en cuenta que alrededor de 28 mil soldados, integrantes del grupo étnico alemán fueron masacrados o cayeron, resulta que los comunistas dieron muerte a unos 98.000 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia, o sea al 19,1 por ciento de su totalidad. Los restantes emigraron, huyeron, fueron expulsados y deportados.

Tal sería el sino sombrío de los colonos progresistas alemanes en la Yugoslavia comunista, en la tierra en que sus antepasados vivían desde varios siglos y con su esfuerzo y capacidad contribuyeron al progreso de esa región en convivencia armónica y pacífica con sus conciudadanos. La minoría étnica alemana en Croacia participó en la lucha por la libertad y la independencia de su patria adoptiva. Los croatas no lo olvidaron. Varios testigos cuyas declaraciones figuran en la monumental obra sobre el "Destino de los alemanes en Yugoslavia", atestiguan que la población croata sin distinción mostró compasión y caridad fraternal hacia los alemanes perseguidos.

Cábenos, para terminar, poner de relieve que los comunistas yugoeslavos masacraron y maltrataron a los ancianos, mujeres y niños alemanes, quienes, por cierto, no pueden ser tildados de "criminales de guerra".

 

 

CUARTA PARTE - DOCUMENTOS

1. ANTECEDENTES DE LA TRAGEDIA DE BLEIBURG

 

I - MASACRE DE 350 CROATAS EN TUZLA EN OCTUBRE DE 1943

El señor N. N., destacado gremialista en las filas de la Federación Obrera croata, suministró a la comisión de investigación de la Tragedia de Bleiburg en Buenos Aires un espeluznante testimonio sobre la matanza de croatas en Tuzla en los primeros días de octubre de 1943, cuando esa ciudad de Bosnia fue ocupada transitoriamente por los guerrilleros comunistas serbios. Este testigo ocular de un episodio estremecedor, salvado por milagro, prefiere guardar el anonimato por temor a represalias contra sus familiares en Croacia, pero está dispuesto a declarar ante cualquier tribunal, instancia u organismo creado a tal efecto.

"A fines de septiembre de 1943, los partisanos conquistaron la ciudad de Tuzla tras enconados combates. Destruyeron todas las instalaciones industriales y mineras, derribaron sus torres y chimeneas. En seguida arrestaron a más de 350 destacados croatas, tanto de religión católica como islámica, y les dieron muerte, sin sumario ni juicio previo.

"Los comunistas dirigieron un llamado patético a los obreros de este centro minero e industrial para que se enrolaran en sus filas. Para su gran asombro, la negativa de los obreros fue unánime. Luego empezaron a reclutar por fuerza. Como no me había presentado y había rehusado estimular a los obreros a engrosar las filas del "ejército de liberación nacional", me arrestaron y torturaron durante 16 días, pese a las numerosas protestas e intervenciones de los habitantes y obreros de Tuzla.

"Ante el avance de los efectivos croatas y alemanes, los partisanos se aprontaron el 10 de octubre de 1943 a retirarse de la ciudad. En la retirada nos llevaron a 23, entre nosotros a una mujer, en un camión cerrado. Al llegar al pie del Monte Majevica, no lejos de Tuzla, nos bajaron, ataron con soga de a dos y nos condujeron al lugar del fusilamiento. Hacía mucho frío y había mucha nieve. Nos custodiaron seis partisanos, armados hasta los dientes.

"En el lugar establecido, un gitano cavaba la tumba para las nuevas víctimas, pues debajo de la nieve, al parecer, había tumbas anteriores. El Director de "Croacia" de Zivinice, Emilio Varadi, estaba amarrado a mi mano derecha y al ver al sepulturero empezó a llorar y le ofreció su último cigarrillo. Tuvimos que quitarnos el traje, luego nos ataron nuevamente. Nos ordenaron arrodillarnos de a dos. Varadi y yo estuvimos en la primera fila, y tras de nosotros había tres filas más. Los cuatro partisanos tomaban posición a nuestra espalda con los fusiles listos.

"A la orden dada por dos jefes resonaron los cuatro primeros tiros. Mi compañero Varadi lanzó un gemido y se desplomó arrastrándome a mí también, que no fui alcanzado. Luego más tiros y todos estaban agonizando y exhalando el postrer suspiro, salvo yo, ensordecido por los estampidos, sufriendo todavía sus consecuencias. Estaba todo empapado de la sangre todavía caliente de mis compatriotas.

"Nueva orden a los cuatro ejecutores de no tirar más y de regresar en seguida a la Tuzla superior donde los partisanos estaban concentrándose para la retirada. Ambos jefes se quedaron todavía hurgando en los trajes apilados al lado, llevándose dinero, relojes, anillos y cuantos objetos de valor encontraron.

"Mientras lo hacían, aparenté estar muerto y pensaba qué debía hacer si en la tumba común me arrojaran primero, pues me hallaba en la primera fila, y luego me taparan con siete cadáveres. Quise incorporarme y pedirles amablemente que me obsequiaran con un tiro de gracia, dado que el primero falló y estaba vivo.

"Por suerte, los dos partisanos ordenaron al gitano que cavaba la tumba alejarse y sepultar a esa banda al día siguiente. Acto seguido se fueron monte abajo, tras dar unos veinte pasos, se detuvieron y observaron si alguno mostraba señales de vida. Después de que se alejaron, me levanté y con la mano izquierda y los dientes logré desatar la soga que me ataba a Varadi. Tomé mi ropa, me vestí rápidamente, olvidándome del gabán que esa noche me hubiera venido muy bien. La voluntad de vivir era tan fuerte que salté una empalizada y me acurruqué en un bálago para entrar en calor y reflexionar sobre qué hacer. Moví los hombros para convencerme de estar aún vivo, y no en el otro mundo, pero el frío me advirtió que me hallaba en la tierra. ¿Qué camino tomar? ¿Regresar por el mismo camino a Tuzla, por el que se retiraban los guerrilleros comunistas o cruzar la montaña corriendo el peligro de caer en manos de los chetniks? Me pareció más seguro bajar por el sendero de las cabras, entre el monte y la ruta. Lo perdí en la bruma y así vagué toda la noche, no sabiendo por dónde, ni hacia dónde, hambriento, agotado, ensangrentado. Por fin topé con un almiar y para descansar y calentarme empecé a abrir un boquete en el heno como la zorra herida que busca refugio. Para mi desventura, los perros me descubrieron y se echaron a ladrar. En eso, de la torre de la mezquita se oyó la oración matinal, señal de que estaba amaneciendo. Me escondí entre arbustos y, creyendo estar a seguro, oí pasos pesados muy cerca. Me encogí y empecé a contar: 20 últimos partisanos que se retiraban. Si hubiesen mirado a su izquierda, hubieran podido verme, pero Dios me guardó.

"Ya era de día y el sol estaba muy alto. No sabía qué camino tomar para volver a Tuzla y me dirigí a la aldea Krizani. Un campesino que araba me vio, detuvo los bueyes y me llamó: "Sr. N., es usted, por Dios, venga a mi casa". Al verme su mujer ensangrentado y pálido rompió a llorar y en el acto me quitó los zapatos, me trajo ropa interior, agua caliente, y más tarde aguardiente y almuerzo.

"Ya lavado, mudado de ropa, algo repuesto, les conté lo que había pasado. El campesino me dijo que me conocía bien, pues le había proporcionado empleo en la salina Sim Han. Me acompañó por un sendero indirecto hasta Tuzla, puesto que en el camino principal quedó haciendo guardia todo el día un partisano cuando se percataron de que no estaba entre los muertos.

Buenos Aires, 26 de mayo de 1963 N. N., m. p.

 

II -LOS PRIMEROS CASOS DE "KATYNISMO" EN DUBROVNIK

A continuación reproducimos la declaración formulada por el Rev. padre Lino Pedisic, O. F. M., domiciliado en San Martín 160, José Ingenieros, Provincia de Buenos Aires Rep. Argentina, al Comité de Investigación de la "Tragedia de Bleiburg", que se refiere a los sangrientos sucesos acaecidos en Dubrovnik a fines de 1944:

"El 19 de octubre de 1944 amaneció en Dubrovnik uno de los días más funestos en la milenaria historia de este importantísimo centro de la cultura croata. Ese día el ejército y las autoridades croatas se retiraron de la ciudad hacia el norte bajo la presión de los guerrilleros comunistas que irrumpían desde Serbia. Desde abril de 1941 y hasta octubre de 1944 Dubrovnik formaba parte integrante del restablecido Estado de Croacia, considerado por sus ciudadanos como realización de la libertad nacional, denegada al pueblo croata mediante su incorporación compulsiva en el conglomerado de Yugoslavia. Por eso Dubrovnik presenció con recelo y hondo descontento su reincorporación al Estado yugoeslavo bajo la dirección serbia, y sus ciudadanos, de arraigadas tradiciones católicas, miraron con temor la llegada del ejército y las autoridades comunistas.

"En ese entonces acababa de ser ordenado sacerdote en el histórico convento franciscano que a lo largo de los siglos fue un foco ardiente de la vida religiosa y cultural. Ya el primer día los comunistas, llegados del Montenegro, detuvieron a numerosos ciudadanos de prestigio y, entre ellos, a varios franciscanos, conocidos y respetados por su abnegada labor. La ciudad entera esperaba con angustia y temor el desenlace de su suerte, pero ni los adversarios más recalcitrantes de los comunistas presagiaban lo que se pudo leer en los carteles murales el 25 de octubre. Se anunció que 35 figuras destacadas, cuya nómina fue dada, fueron juzgadas y fusiladas por supuesta colaboración con el ocupante. Era un secreto público que tal juicio no se había realizado y que fueron detenidos conforme a las listas confeccionadas con anticipación por la policía política comunista con el propósito exclusivo de eliminar a las figuras dirigentes de todas las capas sociales: la intelectual, la política, la económica, la gremialista, la religiosa, de organizaciones juveniles, etc. Se salvaron únicamente los que no prestaron fe a la propaganda comunista de que los no incursos en actos delictivos y de traición no tenían nada que temer. Por suerte, muchos se retiraron con el ejército croata.

"Como entre las primeras víctimas de la matanza comunista hubo tres prestigiosos franciscanos, no tardamos en enterarnos de los pormenores por boca de un croata, movilizado por los comunistas, que presenció los fusilamientos. Nos contó que los mataron en el islote Daksa a la entrada del puerto Gruz. Les quitaron la ropa y tuvieron que cavar sus tumbas. El padre Mariano Blazic, famoso predicador, una de las víctimas, logró pronunciar contadas palabras de consuelo y les absolvió antes de ser segados por ametralladoras. En el momento de ser fusilados entonaron el cántico eclesiástico: Te Deum laudamus...

"Me acuerdo perfectamente bien de muchos, cuyos nombres paso a consignar: El Dr. Niko Koprivica, intendente de Dubrovnik, abogado y dirigente del Partido Campesino Croata; el Dr. Baldo Pokovic, abogado; el capitán de ultramar Zeljko Milic, luego el profesor Makso Milosevic, director del liceo local, Ivo Peko, director de la estación de radio de Dubrovnik y el periodista Ivo Berkovic, todos de destacada actuación cultural. Los siguientes clérigos. muy destacados por su labor pastoral y cultural, fueron fusilados: El Padre Mariano Blazic, conocido predicador, profesor de ciencias naturales, adversario del fascismo y nazismo, autor, entre otras, de la notable obra: "La evolución y el origen del hombre"; el franciscano Tomás Tomasevic, figura descollante por su obra social y cultural, miembro y directivo de varias asociaciones, director del liceo franciscano; el prof. de religión, joven franciscano Gerardo Barbir, destacado director espiritual de las organizaciones juveniles católicas. Particularmente doloroso impacto causó el asesinato del padre jesuita Pedro Perica, organizador de la juventud católica, muy conocido por su vida ascética. También mataron al popular párroco Jorge Krecak, predicador, autor de obras históricas y destacada figura en el campo cultural; luego el reverendo Mato Milic; el párroco pensionado Mato Dobud, víctima de la venganza política por su actitud asumida contra los asesinos del heredero al trono de Austria-Hungría en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Más tarde fue muerto el joven dominico Dr. Barac, diplomado en la Universidad de Friburgo, autor del libro: "La filosofía social del comunismo".

"Ninguno de los sacerdotes asesinados desempeñaba cargos ni tomaba parte en las organizaciones políticas. Los mataron a causa de su ascendencia moral sobre los feligreses.

"Pero, los comunistas no se limitaron a matar a los destacados clérigos e intelectuales. Asesinaron también al sindicalista Blaskovic, al tipógrafo Pedro Barbir, a los artesanos Baldo Crnjak y Francisco Vojvodic, ese último presidente del coro mixto croata "Gundulic"; a los miembros de las organizaciones juveniles católicas: Juan Kubes, Tomislao Baca, José Tuta y Slavko Barbir.

"La opinión generalizada era que toda esa gente respetada e intachable fue asesinada porque los comunistas los consideraban adversarios peligrosos. Su muerte violenta suscitó impresión penosa incluso entre los integrantes del "Comité de la liberación nacional", designado por los comunistas. Su presidente, médico Dr. Ivo Niksic, aceptó ese cargo creyendo poder proteger a sus conciudadanos ante los abusos y excesos comunistas. En nombre del comité protestó enérgicamente contra la masacre incalificable. Los comunistas destituyeron dicho comité alegando que era inapto e incapaz. Más tarde, a efectos de suavizar el impacto provocado, lanzaron noticias de que no se produjo tal matanza y que los avisos públicos habían sido difundidos tan sólo para atemorizar a los "reaccionarios". Al mismo tiempo trataban de distraer la atención pública organizando mítines masivos, conferencias, festejos, bailes y fiestas a menudo desenfrenadas con el fin de atraer a los jóvenes. Sin embargo el desagrado y la animosidad suscitados por los crímenes comunistas alcanzaron tal grado que incluso los que antes no eran combativos, intentaron organizar la resistencia. Varios grupos fueron descubiertos y condenados a graves penas. Muchos huyeron al extranjero arriesgando la peligrosa travesía del Adriático hasta Italia en pequeñas embarcaciones y botes.

La matanza fue el comienzo de otras tantas que siguieron, siempre obedeciendo al mismo criterio, quiere decir dejar descabellado el pueblo de todas sus figuras descollantes y en todos los niveles sociales.

Esos sucesos tuvieron gran repercusión, también fuera de la ciudad. A medida que los comunistas se apoderaban de otras regiones y ciudades croatas, las personas destacadas supieron lo que les esperaba y se alejaron a tiempo. Muchos, en última línea, no se salvaron, pues cayeron víctimas de las masacres colectivas perpetradas por los comunistas, terminada la guerra y subyugada Croacia entera.

Gran resonancia tuvo el comienzo de la resistencia armada, suerte de la guerrilla nacional croata anticomunista. Surgió en los alrededores de Dubrovnik, precisamente en Konavle, región amena de gente noble y pacífica entre Dubrovnik y Boka Kotorska (Boca di Cattaro) Dicha región es poblada por campesinos, conocidos por su patriotismo y honradez. Como no podían soportar la tiranía ajena, se lanzaron espontáneamente a los montes. Puedo testimoniar con el conocimiento directo de los hechos, que éste fue el comienzo del movimiento de "cruzados" que posteriormente cobró importante dimensión por sus ramificaciones y actuación anticomunista. Me consta por haber participado en la elaboración de su programa y luego pasé con ellos cierto tiempo en los montes de la Croacia meridional. Pues los organizadores de los primeros grupos insurgentes, capitaneados por el prestigioso campesino Pedro Bakic, de Cilipe, enviaron delegados a sus amigos, intelectuales de Dubrovnik, solicitando su asesoramiento en la elaboración de la plataforma de su movimiento. Les interesaba, en primer lugar, qué nombre darle, qué programa político, si debían mantener contacto con los angloamericanos y cuál actitud tomar frente a la resistencia nacionalista serbia, los chetniks. Les propusieron llamarse "cruzados", combatientes para los ideales religiosos. Ese nombre ya tenía cierta popularidad, pues así se denominaba una organización juvenil católica, pero no se trataba de una continuación directa o indirecta de la misma, de modo que todos los cargos comunistas en ese sentido fueron totalmente inventados. Cabe recordar que en 1946 los agentes comunistas asesinaron en Trieste al Dr. Ivo Protulipac, abogado y destacado intelectual croata, presidente antes de la guerra de la organización Krizari (Cruzados). El objetivo político era librar la lucha en defensa del Estado de Croacia, que debía reorganizarse de acuerdo a los principios democráticos. Los contactos con los angloamericanos eran deseables (Luego fueron establecidos, recibióse cierta ayuda, suspendida más tarde). En cuanto a los chetniks, que también combatían a los comunistas, les aconsejamos ayudarlos siempre y cuando limitasen sus acciones al territorio de Serbia y asumiesen una actitud no inamistosas hacia Croacia.

Como estuve activo en las organizaciones de los jóvenes católicos, me sentía amenazado al igual que mis amigos. Muchos ya padecían del llamado complejo psicológico del timbre a raíz de las frecuentes visitas nocturnas de la policía comunista. Me vi obligado a alejarme de Dubrovnik en vísperas de la Navidad de 1944. Pasé cierto tiempo en los montes de Herzegovina, donde pude constatar que el nombre de "cruzados" y su programa democrático se habían difundido en las filas de la resistencia croata. Luego conseguí llegar a Zagreb y de allí en mayo de 1945 me refugié en el mundo libre. Fui uno de los primeros en traer noticias fidedignas acerca de los crímenes perpetrados por los comunistas en las zonas por ellos "liberadas". Presenté un informe a las autoridades eclesiásticas. Croacia entera quedó conmovida al enterarse del asesinato de los prestigiosos padres Blazic y Perica. Como parecidas noticias trascendían también de la Croacia nordeste, teatro de encarnizados combates, no había duda alguna de que los comunistas se ensañaban con furor especial contra las figuras sobresalientes acusándolas de colaboracionismo, pues temían su influencia en una región donde eventualmente podrían desembarcar e intervenir las fuerzas angloamericanas. Esa gente tenía un pasado intachable, eran partidarios de la libertad individual y nacional, y del régimen democrático.

"Vi y viví muchos eventos parecidos. Daré mi testimonio sobre todo lo dicho ante cualquier instancia que se ocupase de esos abominables crímenes".

José Ingenieros, Prov. de Buenos Aires, 28 de mayo de 1962.

LINO PEDISIC, O.F.M., m. p.

 

III - UN ESCRITOR COMUNISTA SERBIO DESCRIBE LA DESTRUCCION DE UNA ALDEA

Branko Copic, destacado escritor comunista contemporáneo serbio, en su novela "La pólvora sorda" (Belgrado, 1957) narra en forma incisiva y dramática episodios de la guerrilla comunista en Bosnia. A continuación reproducimos varios de sus fragmentos que describen la destrucción de una aldea musulmana por un destacamento de partisanos, integrado por campesinos serbios. Ese episodio es característico de los métodos comunistas que explotaban la animosidad y el recelo de la población serbia contra la mayoría musulmana y católica de Bosnia. La destrucción de la aldea musulmana Demirovo, afirma Copic, fue una concesión del comandante comunista a las masas serbias, ansiosas por vengarse de la secular dependencia de Turquía y por la lealtad de la población musulmana al Estado de Croacia. Este exterminio de toda una aldea es una de tantas manifestaciones de la misma táctica y del mismo odio que luego provocarían matanzas colectivas de croatas al final y después de la Segunda Guerra Mundial.

La descripción realista de la guerra partisana provocó gran sensación en Yugoslavia, pues hasta entonces, en la narrativa de la postguerra, sólo se idealizaba a los combatientes comunistas. En la novela de Copic se habla también del terror comunista, si bien el autor, como comunista ortodoxo y comisario político durante la guerra, niega que el comunismo sea un método normal del partido comunista.

Para entender mejor los fragmentos citados, acotamos que el recién designado comandante "El Tigre" dirige el ataque contra la aldea musulmana. Odia a todos los campesinos sin distinción. "Estaba envuelto -dice el autor- en la leyenda de España, en la gloria de los lejanos campos de batalla, en el deslumbramiento de nombres exóticos: Guadarrama, Guadalajara, Aragón". En otro lugar Copic pone en boca de su protagonista: "Mucho tiempo estuve asignado al servicio español de contraespionaje; no sé cuánta basura de la quintacolumna habíamos fusilado". Su antagonista es Djulaga, comandante de la guardia campesina de la aldea musulmana. Los partisanos llaman despectivamente "turcos" a los musulmanes y a la guardia campesina "ustachi salvajes". Por su parte, los musulmanes llaman "válacos" a los ortodoxos

"Apenas llegaron al campo resplandeciente de nieve, una alegre ráfaga de ametralladora rasgó la calma. El Tigre contuvo las riendas y furioso chilló:

-¿Qué es eso ahora?

-Eso es la célebre Demirovo, los ustachi salvajes, musulmanes.

El Tigre miró con atención el cerro blanqueado con manchas de casas en lo alto.

-Vaya, vaya. ¡Y vosotros lo admitís en vuestro tan cacareado territorio libre! ¿Cuántos puede haber arriba?

-Unos setenta, no más.

-Hum, setenta. Vaya que son valientes. Ya hace medio año que vienen desafiando a tantos... Oyes, Radekic (ex oficial real), voy a decirte algo: ustedes no son partisanos sino una patrulla campesina vulgar y silvestre como solían expresarse ustedes los oficiales.

Se apearon y guarecieron en un saucedal. Desde allí Radekic señaló dónde estaban las trincheras en Demirovo y describió a El Tigre el último ataque fracasado de los partisanos contra ese nido aislado musulmán.

-Caray, son unos cuantos desharrapados, pobres gatos, y te desafían y resisten como si tuviesen un Estado detrás de ellos. Defienden sus hogares, que el diablo se los lleve.

El Tigre, callado y pensativo, fijó su mirada en el impreciso montón de casuchas sobre el collado.

Vienen a agitarlo y desgarrarlo en lo íntimo, la furia y el odio contra esas misérrimas e inútiles guaridas por las que debe malgastar toda su fuerza y su entusiasmo. ¿Qué se le interpuso en el camino? Hundido y sentado en cuclillas en el lodo frente a los setenta primitivos, y mañana tendrá que atacarlos... ¿Con qué? ¿Con qué ejército?

- ¡Hijos de mala madre campesina, vosotros tenéis consideración con esta banda! Hace tiempo que habéis podido liquidarla, sin duda alguna.

-¡Qué te pasa, hombre! Los nuestros los odian como a los demonios. En un vaso de agua...

- Los odian por ser musulmanes, no por otro motivo

El Tigre, alejándose, volvió a mirar hacia Demirovo y como si contestara a una nueva ráfaga de ametralladora, concluyó en tono vengativo:

- Liquidar a esa banda hasta el último, lo más pronto posible. Dentro de pocos días nos llegarán lanzaminas. Entonces veremos a ese Djulaga cuando empiecen a explotar contra la mezquita.

-Nos darán mucho trabajo. Se defenderán hasta lo último.

- Eso lo veremos. Iremos con un cañón y tres morteros. A ver qué hará ese salvaje Djulaga cuando en su guarida empiecen a estallar minas y granadas.

- ¿El? Por mi fe que se defenderá.

En el amanecer nubloso y plomizo, cuando el cañón partisano dio la señal de ataque, la soñolienta Demirovo saltó, como sacudida del sueño, cubrió al azar todos los alrededores con la descarga confusa de fusiles y el repiqueteo sofocado de ametralladoras. De un escondrijo invisible resonó el grito provocador:

-¡Dale Djulaga!

-¡Ven aquí El Tigre-e-e-e!

-¡Ahaaay!

Del pelotón negro de artillería partisano, acostado en la loma nevada, se oían frecuentes llamados:

-¡Mira, caray, estos nuestros no se mueven! - gruñó El Tigre y avanzó debajo del sauce inclinado al pie del cerro-. ¿Qué pasa arriba, Bojan?

-¿Atacamos con morteros, compañero comandante? Cayeron sin protección alguna.

-­Cayeron, hijos del demonio! -desairó ásperamente El Tigre, tiró la colilla en la nieve y a tropezones subía con premura. Detrás de él, como amarrado, salió el comisario, alto y morocho.

Una tras otras detonaron las minas por la loma. Entre su estampido y fragor quedaron ahogados por un instante el tiroteo y la grita de Demirovo, y recién tras larga pausa salió de allí una ahogada ráfaga de ametralladora y retumbó el desenfrenado aullido de los partisanos que se lanzaron al asalto.

-¡ Hurra! ¡Adelante!

Demirovo, llena de estrépitos y alboroto, se envolvía cada vez más en humareda y llamas. Primero cayó la pequeña trinchera de avanzada, cerca del cementerio. Allí irrumpieron los combatientes de la Brigada Juvenil. Los defensores sobrevivientes se retiraron hasta las primeras casas y, ahora, por encima del cementerio abandonado, de los muertos de Demirovo, de ambos lados arreciaban descargas de fusiles y ametralladoras como si los hombres enfurecidos peleasen y riñesen por ese oscuro lugar de muerte y matanza.

Pronto cayó también la gran trinchera en el lado opuesto de la aldea. Ahora el fuego vomitaba contra los partisanos desde todas las ventanas de las casas vecinas, El Tigre descubierto y desgreñado, gritaba desde el pelotón de artillería.

-¡Bomba! ¡Dénme bomba!... ¡Prendan fuego a todo!

Se tiraba contra la nieve, flexible como un pez, mientras la bomba lanzada le salía de las manos como un tiro agudo. Como si no viera que en su derredor la gente caía, se precipitaba, enceguecido, por el laberinto de las callejuelas, invulnerable, sin vacilación, arrastrando detrás de sí a todo el destacamento. Se levantaba dando saltos, caía junto a las paredes y vallas sintiendo, con oculto crujir de dientes, que esa roñosa y hedionda aldea le estaba cubriendo de cal, esquirlas y polvo reseco de los adobes rotos.

-¡Cueva apestosa, cubil de fieras! ¡Que se incendie, que se incendie!

En el sótano de una casa incendiada berreó lastimosamente un ternero. El Tigre gimió como si le alcanzara una bala ardiente y alzándose un poco de su casual refugio reprendió con ira a los combatientes tras de él:

-¡Prendan fuego a todo! ¿Qué están esperando? ¿Les da lástima el ganado?

Se abrió así paso a través de la aldea hasta las casuchas aisladas cerca del cementerio. Las llamas, entre estampidos y crujidos envolvían y tragaban todo un racimo de casas frente a él. Ardía incluso aquella casucha solitaria, de la que sin cesar, pese al humo y el fuego, repiqueteaba una ametralladora, solitaria y ruidosa, aislada como un desafío a toda la batalla. El Tigre fulminó con ojos ensangrentados a sus combatientes.

-¿Qué es eso allí? ¿Temen el claro, eh? Dénme la bomba.

-Es la casa de Djulaga, compañero comandante.

Percibiendo el temor espontáneo en la voz de ese combatiente al mencionar el nombre de Djulaga, El Tigre, sin esperar siquiera que le alcance una bomba, arrojó en la nieve su vacía pistola automática, palpó la funda del revólver y dando saltos corrió a la casucha. Detrás de él, gruñendo algo, corrió el comisario Vlado con sus acompañantes.

-¡Lo matará, rayos y truenos! ¡Jovan, tira contra las ventanas!

Tan pronto El Tigre desapareció detrás del ángulo, la ametralladora se calló. En el mismo instante un grupo de combatientes juveniles se lanzó por el claro hacia la casucha. Alguien, corriendo, disparó contra la ventana.

-¡No tires! ¡El Tigre está adentro! -chilló el comisario girando alrededor de él.

En la casa resonó una voz femenina, aguda y penetrante. Ese aullido inhumano, estridente y cortante como metal, traspasó y heló a todos los presentes. Alguien se abalanzó sobre la puerta.

-­Cayó el comandante!

-¡Vaya al diablo! ¡No has oído que es una mujer!

Adentro, fragor y gran revuelo. Con un estallido cedió y se abrió la puerta y entre una estela de humo salieron peleando a brazo partido, dos hombres. Todos los combatientes se retiraron sin querer, como si hicieran lugar para el duelo. Sólo uno de los jóvenes, nervioso y excitado, levantó el fusil.

-¡Alto, matarás al comandante!

El Tigre y Djulaga peleaban en la nieve pisada, enceguecidos y lanzando soplidos como si sólo ellos dos estuviesen en el mundo. El comandante de Demirovo se esforzaba por liberar la mano derecha en la que centelleaba un largo cuchillo, mientras que El Tigre, terco como una fiera, se resistía y daba saltos como si quisiera agarrar por la garganta a su rival más alto.

- ¡Agárrenlo, qué están mirando! -gritó el comisario Vlado.

En tropel se abalanzaron sobre los contendientes que echaban espuma. A duras penas los separaron, pero ambos, enloquecidos y enceguecidos, trataron de escabullirse y se abalanzaban uno contra otro. Djulaga todavía apretaba en su puño de hierro un deslucido "cuchillo de asalto" austríaco (de la Primera Guerra Mundial, N del T.), vociferando:

-¡Suéltame, suéltame, Djoko, no me toques!

Mientras los combatientes, embarazados, vacilaban si soltar o no a su comandante, de la casa irrumpió una musulmana anciana, ensangrentada y desmelenada, y tambaleándose vino a Djulaga, gimió y se desplomó. El Tigre dejó de forcejear, con calma separó a los que le tenían agarrado y mirando ese bulto de trapos y cabellos que yacía en la nieve suspiró fatigosamente:

-No ven, ¡mató a su propia familia!

-¡Mejor que lo haya hecho yo que vosotros! - repuso con voz cascada Djulaga, dejando con resignación que le quitaran el cuchillo.

-¿Qué haremos con él, compañero comandante?

El Tigre, ceñudo, hizo un ademán con la mano.

-Déjenlo que vaya donde quiera.

Ensangrentado, ennegrecido y hecho trizas, supinamente liberado, Djulaga dejó caer las manos, miró a Demirovo en llamas, volvió los ojos hacia el pequeño cementerio y por fin los detuvo en la mujer inmóvil que yacía a sus pies, y, moviendo la cabeza, dijo:

-Ya no tengo dónde ir.

Después del ataque a Demirovo, El Tigre notó con alegría que ahora lo tratan con respeto, hasta con regocijo, lo que lo alentó más de lo que esperaba.

(Dos campesinos serbios están saqueando las casas incendiadas en la arrasada Demirovo). Al llegar a lo que antes era la mezquita y ahora sólo un montón de muros cubiertos de hollín, de arcilla y carbón, Todorina se persignó y dijo toscamente:

-En nombre del padre, del hijo... ahora mi corazón está satisfecho como si hubiese visto a Kosovo! (El campo de batalla, donde en la Edad Media los turcos otomanos vencieron a los serbios. N. del T.)

Todo el día hurgaban y revolvían por los lugares incendiados, extrayendo clavos y recogiendo restos de vajilla y menaje. Estaban tan ocupados en esa tarea, llena de agradables sorpresas, que allí les sorprendió la puesta del sol.

Ennegrecidos y enlodados, cargaron alforjas repletas de fierro viejo y cacharros, y salieron por el lado del cementerio, envueltos en ruidos estridentes de lata y el retintín metálico. A unos diez metros de las primeras lápidas sepulcrales, asomóse de la tumba un fantasma zanquilargo, de cabeza descubierta y desgreñada, gritando en voz ronca sepulcral:

-¡Atrás, valacos, eso es mío y de nadie más! ¡Me habéis arrebatado todo lo que vivía, pero no os dejo los muertos! ¡Los muertos son míos, los defenderé! Déjenlos en paz por lo menos a ellos.

Jovandeka y Todorina -petrificados, olvidaron por un instante que una vez sabían caminar y correr. Recién cuando el espectro se agachó y una piedra retumbó contra la carga de Jovandeka, nuestros dos compadres, como acatando una orden, empezaron a correr cuesta abajo. Detrás, tronaba la voz vengativa.

-¡Los muertos no os los dejo, eh Tigre, eh valacos! ¡No doy a mis chicos, eh Tigre!

Entre sonidos y estrépitos, perdiendo en el camino la chatarra, los dos viejos llegaron casi rodando al camino, al pie de Demirovo. Recién allí se detuvieron sintiendo bajo sus pies el suelo seguro, firme y conocido. Todorina gruñó no más:

-¿Qué pasó, Jovan, hermano mío?

-¡Djulaga, el comandante! Uh, uh, ¡casi me morí! En seguida lo reconocí.

-¿Y qué hace arriba este infiel?

-No ves lo que hace: guarda el cementerio.

-¿Por qué ha de guardar el cementerio?

-¡Vete con dios! -se enojó Jovandeka. Estuvo el comandante en Demirovo; El Tigre mató a todos, todo lo incendió y ahora qué... custodia a los muertos.

-Oh, hombres, hombres, qué pecado. Por qué El Tigre, por lo menos, no lo mató, sino que lo dejó sufrir. Si asesinó a tanta gente en Japaga y en otras partes, pudo también, válgame dios, a ese desgraciado...

-Pregúntalo tú -repuso secamente Jovandeka, levantándose.

 

IV - MASACRE DE OCHENTA SERBIOS REALIZADA EN VELIKI LOSINJ EN 1943

Transcribimos a continuación la declaración de Antonio Stuparic, de nacionalidad italiana, capitán de un gran barco trasatlántico, sobre la matanza de 80 serbios en la isla Veliki Losinj.

"En septiembre de 1943, firmado el armisticio entre Italia y los aliados, la guarnición militar italiana en Veliki Losinj (en italiano Lussingrande) abandonó la isla en barcos de la marina y pesqueros a motor requisados. La isla la ocuparon entonces unos 80 soldados de nacionalidad serbia que provenían de la retaguardia yugoeslava y llegaron a través de la isla Rab. Eran tropas adictas al Rey, que ya diezmadas y sometidas a continuas privaciones, buscaron refugio para sí y sus familiares. Los soldados se alojaron en tiendas improvisadas en un pinar que domina la Punta Cappelletta, mientras las mujeres y los niños se establecieron en Villa Punta, sita en el lado opuesto y temporalmente deshabitada.

Los recién llegados, asistidos por varios paisanos de neta tendencia croata, tomaron el gobierno de la isla. Sin embargo, transcurridos pocos días, la isla, sin ningún esfuerzo, fue ocupada por otro grupo de soldados que, aunque serbios, eran partidarios de Tito, el actual dictador de Yugoslavia. Naturalmente, entre ambos grupos, no obstante ser hermanos de raza y lengua, reinaba profundo odio.

"Sin resistencia alguna arrestaron a los 80 soldados, encerrándolos en la prisión local y en casas particulares deshabitadas, ignorando la suerte que les tocaría. Los mismos paisanos se acomodaron pronto al nuevo régimen y algunos confraternizaron con los recién llegados, adquiriendo mucha importancia. Desgraciadamente, se encontró uno que tomó parte en el horrendo hecho de sangre que paso a describir.

"Efectivamente, dos días después de la ocupación de la isla por los adictos de Tito, fue echada la suerte de los leales al Rey: había que eliminarlos. Desafortunadamente, el odio fraterno no podía aplacarse solamente con la sentencia a muerte, hacía falta algo más y ese algo acabó en una masacre colectiva.

"En plena noche de uno de los últimos días de septiembre, los detenidos fueron embarcados en un barco pesquero local a motor que, term