STUDIA
CROATICA
Año X – Enero - Diciembre 1969- Vol. 32-35
DÉCIMO ANIVERSARIO DE "STUDIA CROATICA"
Con este volumen STUDIA CROATICA cumple su décimo aniversario de existencia. Con tal motivo agradecemos a todos sus colaboradores que la ayudaron intelectual, moral o materialmente.
EL GENOCIDIO DEL PUEBLO CROATA
DOMINIK MANDIĆ - LA PERSONALIDAD Y SU OBRA CULTURAL
"PRAXIS", LA BUROCRACIA SOCIALISTA Y LA
ALIENACION
EL CENTENARIO DEL COMPROMISO HUNGARO-CROATA (1868-1968)
STANKO M. VUJICA: CRIMEN IMPUNE DE LOS AGENTES COMUNISTAS
DE BELGRADO EN MUNICH, ALEMANIA OCCIDENTAL
UN PERIODICO SERVIO SOBRE LAS RELACIONES CROATA-SERVIAS
ACTA DE DONACION QUE EN 1069 EL REY CROATA KREŠIMIR IV
HIZO EN NIN AL CONVENTO DE SAN CRISOGONO
Victor E. Meier: Neuer Nationalismus in Südosteuropa
(Nuevo nacionalismo en el sudeste europeo).
Veceslav Holjevac: Hrvati izvan Domovine (Los croatas
radicados en el extranjero).
George
Prpić: The South Slavs, University of Kentucky Press, 1967, pp. 173-203.
Félix Germain: La Yougoslavie, edición Casa Arthaud,
colección "Les Beaux Pays", Grenoble 1968
IN MEMORIAM DEL REVERENDO PADRE CARLOS KAMBER
IN MEMORIAM DEL DOCTOR MATEO JELICIC
DECIMOQUINTA ASAMBLEA GENERAL DE "CROATIAN ACADEMY
OF AMERICA"
300 AÑOS DE LA ENSEÑANZA UNIVERSITARIA EN CROACIA
Croacia no tiene a su Pitt
FRANCISCO NEVISTIĆ
"Tener o no tener es un elemento constitutivo que
determina nuestro acceso a los problemas, nuestra visión general y nuestras
disposiciones. Con este hecho difícilmente se lleva a cabo lo que llamamos
carácter, voluntad firme o la serenidad de juicio —es decir, nuestro querer y
saber mejores. Porque tener o no tener — esto debe ligarse de alguna manera con
los átomos de nuestro ser, influir sobre la cantidad de su masa, sobre la
naturaleza de su tensión, sobre el rumbo de su movimiento y la tendencia de su
asociación, obrando desde ahí sobre nuestra conciencia para determinar su
actitud práctica frente a la realidad". (Krešimir Brant: El Momento
Actual de la Economía, en "Kritika", Zagreb, N° 6/69).
EN el último
volumen de Studia Croatica —Vol. 28-31/1968— hemos demostrado, que el
Estado de Yugoeslavia, formado en 1918, es un Estado ilegítimo desde sus
comienzos y sigue siéndolo hasta hoy. Para nuestro razonamiento y demostración
nos hemos servido de la teoría y los valores jurídico-políticos. Asimismo hemos
tratado de dilucidar, de esta manera, las últimas causas de la tragedia de los
pueblos de aquel Estado plurinacional, desatada sobre su territorio durante la
última gran guerra.
Esta vez nuestro
propósito no es recurrir, para el mismo objetivo, a los valores ideales. Sin
adentramos en el problema de si los valores son apreciaciones subjetivas, o si
tienen algunos elementos susceptibles de una medición más concreta,
asegurándoles así un conocimiento objetivo, nosotros deseamos, en las líneas
que siguen, proyectar la mirada en otra dirección.
Comúnmente se
suele decir que el empirismo es la característica esencial del pensar inglés.
Al principio estaría F. Bacon y, al final, si es que hay un final, A. Toynbee.
Actualmente, sin embargo, esta característica no es ya exclusivamente inglesa.
En nuestra época de ciencias positivas, de técnica y de economía, todos somos,
en cierto sentido, empiristas. No querríamos insinuar que los ideales y valores
superiores hayan sido desterrados. No. En el mundo libre todavía prevalecen la
costumbre y la necesidad de buscar y hallar aquellos valores incorporados a los
hechos. Pero lo primero que se necesita son los hechos, su enumeración, su
descripción, su análisis y, solamente al final, la posición exiológica y la
actitud práctica.
En consecuencia,
deseando continuar con la dilucidación del "fenómeno yugoeslavo", que
tanto inquieta a muchos, especialmente al pueblo croata, trataremos aquí de
dedicar nuestra atención a los hechos económicos de aquella comunidad política,
esperando sacar de ellos más luz, la necesaria para la comprensión de las
relaciones tan opuestas y fatales de los pueblos de la Yugoeslavia plurinacional.
Por eso hemos citado las palabras de un marxista croata, considerándolas como
un punto de arranque muy oportuno para lo que deseamos decir. "Tener o no
tener" determina nuestro acceso a los problemas. Influye sobre nuestras
tensiones de la subconsciencia, forja nuestra conciencia práctica "frente
a la realidad".
Por más que pueda
parecer esta formulación prestada del arsenal ideológico-filosófico
materialista, nadie podrá negar la exactitud de su contenido, si se limita al
campo estrictamente científico-empirista en el sentido, por ejemplo, de las
concepciones de Teilhard de Chardin, cuando éste se limita al "fenómeno
hombre", tratando de descifrarlo hasta en sus últimas incógnitas mediante
los datos científico-empíricos. Brant penetra hasta aquella famosa ley de
recurrencia-complejidad de Chardin. Lo hace, quizás sin quererlo y sin saberlo,
pero con este método vislumbra mejor el camino a recorrer. Ante cualquier
concepción del mundo que adoptemos, la materia y la economía tienen su valor decisivo
y legítimo en la vida del hombre.
¿Qué podemos, en
consecuencia, decir de la "situación" económica del pueblo croata en
Yugoeslavia? Desde 1918 hasta hoy, en lugar de un crecimiento absoluto, tenemos
un decrecimiento y un empeoramiento relativo y constante. Un empeoramiento y un
decrecimiento que se exteriorizan cada vez más en la tendencia hacia "no
tener". Veamos, pues, los hechos.
En 1918, Croacia
y las demás regiones no servias aportaron a la comunidad con Servia el 75% de
la población; el valor de la producción agraria representó en aquel momenta el
83% en Croacia y las regiones no servias, contra 17% de equél en Servia; la
riqueza forestal el 90% contra 10%; la minería el 60% contra 40%; el artesanato
el 77% contra 23%; el comercio el 82% contra 18%; la industria el 80% contra
20% y las finanzas el 72% contra 28%. Se entiende, siempre en favor de Croacia
y las regiones no servias, unidas con Servia en 1918.[1]
El parque
ferroviario aportado a la comunidad representó 14 mil millones contra 3 mil
millones en favor de Croacia y las regiones mencionadas. Croacia dio a la nueva
comunidad 4.048 edificios públicos, mientras Servia sólo 1.561; Croacia
incorporó sus 8.600 herctáreas de tierras cultivables y Servia solamente 1.900;
la proporción de los caminos públicos era de 20.087 contra 11.206 en favor de
Croacia; las entradas por concepto de la explotación forestal en Croacia
superaba 7 veces las de Servia.[2]
Servia era en
aquel entonces un país agrario pobre con deudas permanentes en el extranjero.
Al formarse la comunidad yugoeslava en 1918, esas deudas servias alcanzaban el
73% de las de todos los demás pueblos de aquélla. Comentando el caso, dice
Bićanić: "Por el contrario, en la parte activa, la participación
de Servia para la comunidad era mínima. Esta parte activa les correspondió a
Croacia y las demás regiones no servias... Además, hay que destacar
especialmente la afluencia de dinero que enviaban los emigrados. Desde 1919
hasta 1938 alcanzó un enorme importe de 12 mil millones de dinares, mientras en
el mismo período el pasivo del comercio exterior representó la suma de 3.500
millones. De esa cifra, proveniente del exterior, el 60 % fue enviado por los
emigrados croatas, según el cálculo de los especialistas, lo que quiere decir,
que los croatas habían remitido 7.200 millones de dinares o sea, que habían
cubierto en un 200 % el total de las deudas del comercio exterior durante 19
años. El turismo ofrecía la misma imagen. De la totalidad de las entradas por
este concepto, de 350 a 500 millones de dinares por año, 182 millones provenían
de las regiones marítimas, que son completamente croatas, y otros 100 millones
se recaudaban en otras comarcas no servias. Es decir, el aporte proveniente del
turismo croata alcanzaba el 80 % y el resto, casi totalmente, de las regiones
no servias" [3].
En cuanto a las
deudas, cada ciudadano de Servia ingresó en la comunidad con una deuda de 4.700
dinares, mientras los croatas con sólo 185 dinares per capita. "Estas
deudas fueron saldadas más tarde de la caja común". De 7.935 millones de
la totalidad adeudada por la nueva comunidad fueron pagados 4.114 millones como
débitos servios, y 3.440 millones como deudas "comunes", mientras
sólo 381 como débitos no servios. Sobre la base de estos datos concluye
Bićanić: "Por eso podemos decir que de los recursos del nuevo
Estado se pagó 15 veces más por las deudas servias que por las heredadas de
Austro-Hungría". Y para colmo, Servia, introduciendo el nuevo signo
monetario —su dinar— primero restó el 20% del valor de la corona croata y luego
pagó a los croatas 1 dinar por 4 coronas, aún cuando el valor de ambos era
parejo en el mercado internacional [4].
Analizando el
sistema de impuestos, dice Bićanić, que en el período de 1918-1938
Croacia y las regiones no servias aportaron 8.292 millones de dinares, mientras
Servia, con Montenegro, sólo 1.820 millones. Si se hubiera aplicado la misma
llave en Croacia que en Servia, Croacia habría debido pagar sólo 3.210
millones, lo que "significa que Croacia y las regiones no servias habían
contribuído con la ingente suma de 5.110 millones más de los que adeudaban o
sea que, realmente, han satisfecho el 260% más de lo que se recaudaba en
Servia".[5]
La política de
inversiones ofrece el siguiente cuadro: en los primeros 10 años se había
invertido 2.771 millones, provenientes del presupuesto del Estado. Croacia
recibió sólo 250 millones, y Servia 1.753, o sea el 63 % del total. Además, se
invirtieron 1.125 millones en Belgrado y 1.100 millones de dinares para los
edificios militares. "Para la ciudad de Belgrado se gastó más que en el
resto de las regiones del país". Bajo la dictadura del rey Alejandro, se
invirtieron erg Belgrado otros 1.000 millones sin que la mencionada ciudad
aportara un solo dinar. Para 69 puertos grandes y 300 pequeños en el Adriático
croata se gastaron solamente 59 millones, mientras para la construcción del
muelle de Sava, en Belgrado, se desembolsaron 110 millones. "Por eso
—escribe Bićanić— se puede decir que los puertos croatas, bajo el
imperio de Belgrado, se convirtieron en los más atrasados de Europa".[6]
En cuanto a las
inversiones en la construcción de ferrocarriles, Belgrado invirtió del total de
3.377 millones, 2.852 en Servia y sólo 525 en otras regiones.
El sistema
bancario era un problema aparte. Aquí la hegemonía servia sobre Croacia mostró
su forma más evidente. Mientras la industria croata creaba, las finanzas se
acumulaban en Belgrado. El Banco Nacional fue organizado sobre la base del interés
privado. De 60.000 acciones, 20.000 fueron distribuídos entre pequeños
propietarios que no se interesaban por la vida de la Institución. De las
restantes 40.000, 35.000 las tenían los servios. Pero de éstas, distribuídas en
Belgrado, 25.866 estaban en las manos de sólo 9 hombres. Los dividendos fueron
adjudicados de tal manera que la ganancia terminaba en el bolsillo de los
privados... La política crediticia de ese Banco favorecía también a Servia,
entregando en dicho período (1932-1937) 1.000 millones a Servia y sólo 250
millones a Croacia. Por eso la industria croata debía pagar un interés del
13-20%, mientras la de Servia sólo el 6%. El caso del Banco Hipotecario era
similar. Croacia había recibido 412 millones menos de Io que le correspondía. De
nueve directores de ese Banco, 7 eran servios; de los 14 ejecutivos superiores,
11 eran servios; de los 9 directores de las filiales, 7 eran servios; del total
de sus empleados —unos 700-800 — el 90% eran servios. La Caja de Ahorro Postal
procedió de la misma manera. Antes de la centralización de este crédito en
Belgrado, esta Caja, en Zagreb, otorgó dentro de su órbita, en 1926, 77
millones, mientras en 1938, del crédito centralizado en Belgrado, que alcanzó
1.535 millones, Croacia había recibido 15 millones o sea menos del 1%. El Banco
Agrario Privilegiado, que tenía un 25 % del capital croata, otorgó créditos a
72 mil campesinos servios, mientras sólo 10.000 campesinos croatas pudieron
gozarlo. "Tener o no tener" es el factor decisivo, podríamos
repetir...
Es lógico
preguntar: ¿Cómo fue posible tanta discriminación en perjuicio de Croacia? El
aparato policial y el ejército constituyeron el respaldo del hegemonismo
granservio. De acuerdo a las investigaciones de Bićanić, de 10 mil
oficiales, en el año 1938, sólo hubo mil croatas, o sea el 10%, a pesar de que
estos últimos constituian la tercera parte de la totalidad de la población del
Estado. La Servia de preguerra tenía 3 millones de habitantes y sólo 3
generales. 1938 tenía Yugoeslavia 15 millones de habitantes y 165 generales en
actividad, más un centenar de jubilados. De los existentes en actividad, hubo
dos croatas y un esloveno. En la policía, gendarmería y tropas fronterizas, el
90% de puestos fueron ocupados por los servios. En 35 gobiernos hubo 656 ministros
y sólo el 4% eran croatas. De 350.000 empleados públicos en 1938, para quienes
se presupuestaban 5.000 millones, la mayor parte y los puestos más importantes
y mejor pagados estaban en manos de los servios. Así, por ejemplo, en el mismo
año 1938, fueron recibidos 1.058 servios y sólo 152 croatas en el servicio
judicial, es decir, los recibidos en jurisprudencia con el título académico
(futuros jueces).
Para evitar las
enumeraciones ad infinitum, reproduciremos este párrafo final de
Bićanić: "El balance resulta para nosotros, croatas, más que
estremecedor. De los recursos recaudados en Savska Banovina — el Banato de Sava
(Croacia en el sentido más restricto, porque hubo en aquel momento 1938, Banato
Marítimo —Primorska Banovina— como otra parte de Croacia), el 46% se gastó
fuera de Croacia. Podemos afirmar sin exageración que, durante estos 20 años,
hemos pagado al centralismo (de Belgrado) un enorme tributo de 30.000 millones
de dinares, que no fueron gastados ni invertidos en Croacia y para sus necesidades.
Mientras hoy
estamos pagando un importe dos veces y medio más grande que antes de la primera
guerra, nuestros sectores principales de la administración tienen a su
disposición la mitad de los recursos con que contaban hace 25 años).[7]
Aquí interrumpimos
las enumeraciones de datos referentes a la política económica de Belgrado con
respecto a los croatas bajo el régimen monárquico. ¿Se ha cambiado la situación
en Yugoeslavia comunista? Para buscar la respuesta, debemos atenernos otra vez
a los hechos.
Lo primero que
hemos de aclarar es: ¿Quién o quiénes detentan el poder en aquella sociedad
comunista? Esta cuestión tuvo siempre el carácter de suma y primordial
importancia en todo tipo de sociedad. La ciencia política y la sociología
consideran como uno de los resultados firmes de sus investigaciones que, en
todas las sociedades y en todos los tiempos, hubo y hay un grupo, una clase, un
élite de hombres cuya voluntad resulta decisiva para la vida de la comunidad;
hay un punto hacia el cual gravita la concentración del poder y de donde este
poder iradia a la sociedad entera, moldeando sus relaciones económicas,
sociales, culturales, etc. Este fenómeno es inevitable incluso en las
sociedades más democráticas (R. Michels, V. Pareto o C. Mosca).
¿Quiénes son, en
consecuencia, los dueños de la sociedad comunista yugoeslava? La pregunta
resulta casi innecesaria. La dictadura del proletariado no admite otros
factores decisivos en la vida de la comunidad comunista que el Partido
Comunista mismo. No puede suceder de otra manera en Yugoeslavia. Pero aquí
también es necesario hacer distinciones y, a menudo, muy finas. Especialmente
si se trata de un Estado comunista plurinacional, de una dictadura del
proletariado compuesto de diferentes nacionalidades. Un miembro de aquel
proletariado razona al respecto: "La clase obrera es la parte integrante
del ser de una nación ; por sí misma, de una manera especial, integra la
historia de su nación, sus motivos, sus éxitos y tragedias, sus símbolos y
directivas ... En la incesante lucha por la liquidación de su posición de
asalariado, la clase obrera toma la experiencia histórica de su nación y, en su
lucha por destruir los grupos de dominación y sus estructuras, dentro de su
propia nación, cuida solícitamente de la integridad de su ser nacional, de su
individualidad, de su soberanía y de su perspectiva histórica. Por eso, y por
ser los intereses de la clase obrera supranacionales, lo son, al mismo tiempo,
y, quizás todavía más, los intereses nacionales. Afirmar lo contrario, significaría
negar el ser social de la clase obrera, su riqueza interior y su capacidad
creadora". Por ello se lamenta de que no se prestara la necesiria atención
al mencionado problema de "la estructura nacional del equipo dirigente,
causa principal de grandes deformaciones, que pueden tener consecuencias de
gran alcance, y las tienen ya en el proceso de producción, distribución y en la
estructura entera de la sociedad" [8].
Este mismo autor
analiza luego justamente la composición nacional de los organismos centrales de
la Federación en Belgrado. Los datos fueron sacadas de
Ekonomska Politika (Política Económica) órgano oficial de Belgrado. De
acuerdo a dichos datos, la composición de los organismos centrales del Estaodo
es la siguiente: servios 4.334, montenegrinos 424 y, si se toma a éstos como
servicios o proservicios, el número de los funcionarios servios en los
organismos centrales es de 4.758, mientras el de los croatas es sólo de 504,
eslovenos 187 y macedonios 135. Nosotros extraemos solamente estos datos parciales,
necesarios para nuestro objetivo: desproporción nacional en detrimento de los
croatas y consiguiente descontento y antagonismos nacionales. Más que estos
datos, es interesante ver la composición nacional de la Liga de los Comunistas
de Yugoeslavia, o sea del Partido mismo en su carácter de factor exclusivo de
poder. El autor que citamos, nos proporciona los relativos solamente a las
repúblicas de Croacia y Bosnia y Herzegovina. Croacia tiene 4,159.696 de
habitantees. De este total, el 80,3% son croatas, el 15% servios y el resto
yugoeslavos y otros. Esta proporción natural cambia considerablemente en la
Liga de los Comunistas de Croacia: el número de croatas disminuya a 65,9% el
número de servios sube a 27,4% y de yugoeslavos a 3,1%.
En la república
de Bosnia y Herzegovina el cuadro es el siguiente:
Total de la
población 3,277.935. De este total, el 42,9 % son servios; el 25,7 %
musulmanes, el 21,7 % croatas y el 8,4 % yugoeslavos. Estas fuerzas naturales
nacionales fueron distribuidas en la Liga de los Comunistas en dicha república
como sigue: Servios suben a 57,1 %, musulmanes a 26,3 %, mientras los
yugoeslavos se reducen a 1,7 % y los croatas a 12,4 %. Los comentarios al
respecto son superfluos. Pero para ofrecer una idea cabal al respecto citaremos
una publicación oficial de Belgrado, que nos proporciona los siguientes datos:
"Todas las nacionalidades yugoeslavas estaban representadas (en el VIII
Congreso de la Liga Comunista de Yugoeslavia): servios 655; croatas 278;
eslovenos 126; macedonios 98; montenegrinos 103; shipetares 44; húngaros 32;
etc. [9].
Es decir: servios
y montenegrinos 758 y todos los demás 675. De todo cuanto se ha dicho, es fácil
concluir, que la fuerza dirigente está en ma-nos de los servios.
Eliminado el
famoso A. Ranković, quien, con su aparato policial servio, constituyó el
"Estado dentro del Estado", como lo calificó también el famoso VI
Congreso del Partido, la situación cambió formalmente, pero no sustancialmente.
La reforma económica en el sentido de autogestión y de una democracia
socialista directa quedó en letra muerta. "Nosotros vivimos en la sociedad
de autogestión, descentralización, pero la centralización del producto neto
sigue siendo extremadamente grande, porque 13 bancos centrales (en Belgrado,
federales — Obs. nuestra) disponen de las tres cuartas
partes de todos los recursos financieros. A pesar de la descentralización
administrativa y de los servicios públicos, el monto del presupuesto central no
disminuye. Al contrario, sube". Así, por ejemplo, para el año 1968, de la
totalidad de entradas presupuestarias de Croacia, el 59,9 % se fue al
Presupuesto federal en Belgrado[10].
Desde esta
posición de poder, entonces, se planea y dirige toda la vida económica,
cultural y política del país. Para formarse un juicio al respecto, es forzoso
ver cómo participa cada una de las repúblicas en la formación del producto neto
de la comunidad y, luego, cómo obtienen los recursos de ese producto para sus
inversiones. "De acuerdo a los datos para el año 1967, si tomamos como coeficiente
100 para Yugoeslavia, la república Bosnia y Herzegovina aportó el 1,4%;
Montenegro el 1,5%, Croacia el 27,5%, Macedonia el 4,9%, Eslovenia el 17,3% y
Servia el 37,4% (incluida Voivodina de 10,2% y Kosovo de 1,5%). Pero si miramos
los importes invertidos en cada república, tenemos otra imagen: Bosnia y
Herzegovina han recibido el 12,1% Montenegro el 2,5%, Croacia el 22,1%
Macedonia el 8,8%, Eslovenia el 13% y Servia el 41,5%" [11].
Sacando los datos
del Boletín Estadístico de Yugoeslavia, año IX/ 1969, N° 2, pág. 51, 58, 69 y
64, el poder central servio ha manejado el producto neto de la comunidad
yugoeslava de la siguiente manera[12]
:
APORTE AL
PRESUPUESTO FEDERAL |
INVERSIONES |
REGRESO DEL
PRES. FED. |
||||||
En millones |
% |
bancaria |
% |
Federal |
% |
% |
||
Bosnia y
Herzegovina |
1.114 |
9,59 |
952 |
8,03 |
668 |
30,90 |
44,8 |
7,50 |
Montenegro |
167 |
1,44 |
255 |
2,15 |
200 |
9,26 |
13,5 |
2,26 |
Croacia |
3.156 |
27,20 |
2.800 |
23,62 |
30 |
1,42 |
59 |
9,88 |
Macedonia |
575 |
4,96 |
1.177 |
9,93 |
381 |
17,64 |
67 |
11,21 |
Eslovenia |
2.226 |
19,19 |
1.684 |
14,20 |
12 |
0,56 |
35,9 |
6,01 |
Servia |
4.362 |
37,64 |
4.987 |
42,07 |
869 |
40,23 |
377,1 |
63,14 |
Uno de los
especialistas en la materia dice al respecto lo siguiente: "La principal
crítica de la distribución vertical de las entradas presupuestarias de
Yugoeslavia consiste en que aquella se realiza siempre de arriba abajo, es
decir, que la Federación retiene para sí lo más amplio y más seguro; del resto
sacan las Repúblicas para sí y para las comunas lo que sobra. Pero la
descentralización de la administración general y la transferencia de muchos
servicios públicos a las comunas se realizan sin entregarles recursos
presupuestarios destinados para ello" [13].
Además agrega V. Veselica: "Se ha verificado un proceso muy interesante en
el período de la reforma socio-económica, es decir, el estatismo de las
unidades socio-políticas fue transferido a los bancos, pero de tal manera que
éstos se convirtieron de facto en propietarios de enormes medios de producción
y desde esta base, expropiaron a los autogestores como los principales
portadores del sistema socio-económico, quienes deberían decidir sobre el
producto neto o el capital disponible". Para mayor ilustración aducimos el
dato de que el estado de los medios de inversión del Banco Yugoeslavo de
Inversión arrojaba el 31 de diciembre de 1967, 2.245 mil millones de dinares
(viejos). Además que los restantes bancos se hallan en estado de subordinación
absoluta en relación con aquél, lo demuestra el dato de que los importes de
comisión de dicho banco alcanzan la suma de 1.472 mil millones de dinares
(viejos), lo que quiere decir que los demás bancos ejecutan solamente los
trabajos técnico-bancarios para el de Inversión. Lo que actualiza de manera
especial el problema del capital del Estado —y que es enorme, más de 2.150 mil
millones de dinares (viejos)— depositados en los
bancos federales es el hecho de que este capital, mediante la disposición
bancaria, se territorializa. (El término "territorializar" es un
eufemismo por "servizar", disponer del capital ajeno desde Belgrado
en detrimento, en primer término, del pueblo croata. — Observación de la
Redacción). No resultaría difícil probar que la mayor parte de este capital del
Banco Yugoeslavo de Inversiones y el de los demás bancos ex federales se
territorializa y que esto está en plena divergencia con los principios
fundamentales de la Constitución, donde se dice que Yugoeslavia es una
comunidad de pueblos y nacionalidades libremente unidos e iguales. "Así,
por ejemplo, era la situación de Croacia en relación con el total de ese
capital: mientras la economía de Croacia participa en la creación del producto
neto nacional con el 27%, el capital total de los bancos croatas dentro de la
totalidad de los bancos yugoeslavos es sólo de 12%. Y, para que la situación se
torne más fea, la participación de los bancos croatas en la distribución de
créditos de inversión es sólo del 10%. En consecuencia, se trata de una
situación económico-financiera desastrosa, que coloca en estado de inferioridad
no sólo a los bancos de Croacia, sino la economía total de Croacia, porque así
se realiza la redistribución de la acumulación en las manos de los factores
fuera de la producción. Este hecho involucra ensí también una dimensión
política porque, junto con la expropiación de los principales factores de
producción (productores mismos) se crea una problemática muy compleja, que son
las relaciones entre las naciones y las repúblicas" [14].
Las consecuencias
son lógicas. El crecimiento industrial en aquel país, en comparación con el del
año 1939 y tomando como base 100, es el siguente :
promedio yugoeslavo 692, mientras en cada república, tomada de por sí, el
cuadro es el siguiente: Montenegro 3.658; Macedonia 1.473; Bosnia y Herzegovina
824; Servia 731, Eslovenia 595 y Croacia 592
[15]
Dos cosas son
evidentes: Croacia está relegada al último plano, y el favoritismo de las
repúblicas no desarrolladas se halla en boga. Por la parte croata se objeta
esta política en los términos que reproducimos textualmente: "Pero que
hubo muchos gastos no racionales en las regiones no desarrolladas lo demuestra
el hecho de que esas regiones, habiendo recibido en todo el período de
postguerra el 43% de las inversiones, contribuyeron al producto neto sólo con
el 21%, mientras las regiones desarrolladas habían recibido por concepto de
inversiones sólo el 30%, y su aporte al producto neto de la comunidad alcanzó
al 79 %. Así, las inversiones en Croacia y Eslovenia tienden hacia una
constante declinación: Croacia invertía dentro de su órbita en 1956 del
producto neto de sus empresas el 45,81%, mientras en 1967 esta inversión decayó
al 39,22 % y, en los primeros seis meses de este año (1969), alcanzó al 31.95% [16].
"En un
Estado plurinacional, donde la formación de cada uno de sus pueblos se
desarrolló por separado, como lo es el caso de Yugoeslavia, los intereses de la
clase obrera no son idénticos, sino que se diferencian por sus notas y
características nacionales específicas, manifestándose diariamente en el
proceso de producción y de distribución y, de manera especial, en la
distribución del producto neto o, más concretamente, en la distribución de las
inversiones. Por cuanto el valor de este producto es mayor y más centralizado
en el plano federal, la influencia de los productores inmediatos será menor
sobre su distribución, causando naturalmente el crecimiento de los antagonismos
nacionales..." [17].
Para ofrecer una
breve ilustración de cómo se refleja esta política en el campo de la
instrucción pública y de la cultura en general, reproducimos el siguiente cuadro : En 1967 hubo en Yugoeslavia 26.558 aspirantes a
futuros profesores secundarios. Bosnia y Herzegovina contaban con 6.752;
Macedonia con 1.141; Eslovenia con 1.676, Servia con 15.076 y Croacia con 420.
Politika, de Belgrado, del 20 de agosto de 1969 recalca que los alumnos de las
escuelas elementales en Servia tendrán dentro de poco los manuales escolares
gratis, mientras, en Croacia, dice un periódico de esa república, los alumnos
deben pagar por la inscripción y hacer colectas para edificación de las
escuelas. El número de los que no saben escribir ni leer aumenta en Croacia,
que fue considerada como la república más culta y progresiva. Los mismos libros
que se publican en Zagreb con caracteres latinos cuestan 700 dinares (poesías
de M. Lalić), y en Belgrado 300, debido a que los escritores y las editoriales servios reciben subvenciones. El caso
siguiente es sumamente interesante: En la ciudad croata de Bjelovar, existe una
colección denominada Barešić, en la que figuran varias armas de los siglos
XVI al XIX. Esta colección tiene un gran valor histórico. Las autoridades
municipales trataron de asegurarle espacio apto. Pero, el propietario la
ofreció al Museo Militar de Belgrado en venta. Como éste cuenta con dinero,
ofreció inmediatamente 1.200.000 dinares, mientras la Municipalidad de
Bjelovar, que no lo tiene, sólo pudo ofrecer 60.000..." Así habló Vera
Jurić en una reunión pública, cuando Mirko Božić, en 1956, había
dicho: "Lo raro es que, cuando nosotros no podemos publicar una cosa en
Croacia, la llevamos a Belgrado y allí se publica. Allí hay dotaciones para los
periódicos, mientras nosotros no las tenemos. Así, por ejemplo, para este año
(1956), en Belgrado se destinaban 30 millones a tal fin [18].
Por eso en 1968 fueron impresos en Servia 37.321 libros mientras en Croacia
sólo 14.000. (Calendario Estadístico, de Yugoeslavia, 1969, pág. 458).
A fin de advertir
públicamente lo que significa esta política para el futuro del pueblo croata,
Bruno Bušić reproduce las palabras de Jean Jacques Servan Schreiber:
"La instrucción, el desarrollo y la explotación de la inteligencia son la
única fuente del progreso y el bienestar".
Refiriéndose una
vez más a la distribución de las inversiones, Bruno Bušić observa lo
siguiente: "De acuerdo a la concepción del Buro Estadístico de las
Naciones Unidas, las inversiones podemos definirlas como el conjunto de bienes
producidos en un determinado período y destinados al proceso de producción en
el futuro. Lo que quiere decir que el monto de los medios para la inversión
refleja el esfuerzo de una nación para que, con sus sacrificios temporarios,
pueda realizar el deseado ritmo de su crecimiento económico, esto es —con la
disminución y la limitación de su standard en curoso—, desarrollar aún más su
potencial material e intelectual y así afirmar su individualidad y su presencia
positiva en el mundo contemporáneo. Esta intención y estos sacrificios resultan
fructíferos sólo a condición de que decidan sobre tales valores e inversiones
quienes los han creado ... Todos sabemos que la igualdad nacional no consiste
en la igualdad formal ante la Ley, sino, ante todo, en la posibilidad de la
independencia de cada una de las naciones, para que pueda crear con su trabajo
la base para la incorporación en la división de trabajo internacional en
condiciones de igualdad y así posibilitar la lucha por un grado superior de la
cultura y la civilización" [19].
Pero la
consecuencia más catastrófica de esa política es el fenómeno de la emigración
masiva de Croacia. Aun cuando en el último número de Studia Croatica,
vol. 28-31, hemos publicado una estadística al respecto, reproducimos el
reciente cuadro relativo a la emigración y el crecimiento de la población en
todas las repúblicas yugoeslavas, prearada por el mismo autor, comunista
croata, Zvonimir Komarica :
REPUBLICAS
YUGOESLAVAS |
Crecimiento
natural |
% |
Emigración |
% |
Saldo de
crecimiento año 1968 (por mil) |
|
Bosnia y
Herzegovina |
63.074 |
16,6 |
13.964 |
3,1 |
49.110 |
12,9 |
Montenegro |
7.507 |
14,0 |
165 |
0,3 |
7.332 |
13,7 |
Croacia |
23.028 |
5,3 |
24.088 |
5,5 |
-1.060 |
-0,2 |
Macedonia |
27.970 |
17,8 |
3.642 |
2,3 |
24.328 |
15,5 |
Eslovenia |
11.561 |
6,9 |
2.114 |
1,2 |
9.447 |
5,7 |
Servia |
76.317 |
9,1 |
7.467 |
0,9 |
69.850 |
8,0 |
Z. Komarica
agregó a su tabla el lacónico comentario: "Croacia es la única entre las
repúblicas yugoeslavas que tuvo en 1968 un saldo negativo de crecimiento de
población en menos del 0,2 por mil o sea una pérdida de 1.060 personas. Si esto
es "fatal" o "el más bajo del mundo", tratándose de los
datos para un año, lo dejo a otros para su apreciación" [20].
Con tal merma de
su población, "Croacia tendrá en 1980 unos 400.000 habitantes jóvenes de 0
hasta 19 años menos que hoy. Y, si continúan los aludes de «exportación de la
inteligencia técnica» con el 40% de la totalidad de los diplomados, entonces
Croacia está perdiendo sus factores vitales llegando así en una posición
completamente inferior con respecto a las demás regiones yugoeslavas" [21].
Šime Djodan, en
la conversación radial con Veselica, dice: "Si nosotros, durante 20 años,
perdemos en la densidad de factores, si perdemos en los fondos fijos, si se
disminuye nuestra participación en el producto nacional, si disminuye nuestra
participación en la masa de la población, esto quiere significar que estamos
perdiendo en todas las líneas vitales. Cuando uno se empequeñece, los otros se
agrandan; esta es la ley de la relación entre la parte y su totalidad" [22].
Tener o no tener,
dice K. Brant, determina combinaciones y tensiones atómicas de nuestro mismo
ser. Sin mencionar la justicia, el derecho o la moral. Aquel que trabaja, que
crea, se sacrifica, produce y acumula y poco tiene, porque le privan de lo que
ha creado, se convierte en campo de tensiones con precisa orientación hacia el
descontento. No interesa, si todo esto proclamamos justicia o no, derecho o no.
Los hechos, inevitablemente, provocan tensiones. Más fuertes que nuestro
carácter, que nuestra voluntad, que nuestro pensar serena y desinteresadamente.
Si no fuera así, también en el caso croata, negaríamos a aquel pueblo su
naturaleza humana y los postulados éticos de autosuperación, connaturales a
ella.
No es pura
casualidad, en consecuencia, que María Pilar Comín, en una serie de artículos
publicados en La Vanguardia Española en mayo de 1969, al relatar sus
impresiones de Yugoeslavia, anotó unas peculiaridades en Croacia que no halló
en otras repúblicas yugoeslavas: son el descontento, incluso con la misma
persona de Tito, y la pobreza. Maria Pilar Comín formaba parte de un grupo de
periodistas extranjeros, invitado por la Federación Turística Yugoeslava. A
Belgrado y Lubiana habían visto bastante bien dentro de una visita relámpago,
pero a Zagreb a penas tocaron una mañana, pasando para Lubiana. No obstante
frente a la catedral, donde descansan los restos del cardenal Stepinac, han
visto mendigos. Vieron igualmente a un grupo de estudiantes croatas y uno de
ellos dijo a la periodista: "No sé que hago ni para qué he venido a la
vida. El régimen es posible que lo sepa, pero yo, no". María P. Comín
comenta: "Entre algunos croatas se recrimina a los servios que —dicen—
tienen afán dominante y se imponen en todo y todo lo quieren regir, quedándose con
el 60% de la renta turística croata, que se va a Belgrado para equipar la
Servia del Sur. En fin: diversidad de opiniones".
Creemos que,
basándonos en lo expuesto en este artículo, no se trata ni se puede tratar de
mera "diversidad de opiniones", sino de realidades muy concretas, de
injusticias cometidas y que se están cometiendo contra los intereses vitales
del pueblo croata. Por eso nos resulta incomprensible la opinión, por ejemplo,
del periodista V. Meier, quien aconseja que los croatas y eslovenos sigan
pagando a la Federación, porque ella les garantiza la seguridad política [23].
¿Acaso el señor Meier entiende el genocidio económico, cultural y biológico
como protección política?
Que nos sea
permitido invocar el caso norteamericano para ver mejor el caso de Croacia. Las
colonias norteamericanas se rebelaron en 1776 contra Inglaterra por el Stamp
Act, que las privaba de algunas ventajas comerciales. Ahí, dice A. Maurois,
tuvo su comienzo la guerra de la Independencia. Contra el rigor de las
sanciones inglesas, Pitt levantó su voz en favor de las colonias: "Los
norteamericanos no han procedido siempre con prudencia, pero fueron empujados a
la locura por la injusticia. ¿Ustedes les castigarían
por una locura, cuyos autores son ustedes" [24].
La rebelión croata
de 1941 —precedida por una explotación económica sin par por parte de Servia—
fue castigada en esa forma que se conoce como la Tragedia de Bleiburg. Un
castigo tremendo, un verdadero genocidio por la "locura de rebelión",
cuyos autores fueron los servios y su política. Y ¿qué decir del estado actual?
Actualmente en
Alemania occidental trabajan más de 180.000 obreros croatas como esclavos del
"socialismo yugoeslavo". Sus protestas poco más clamorosas contra el
régimen tiránico de Belgrado, éste las ahoga con la propaganda contra el
"terror" croata, que expone al peligro la vida de sus
"diplomáticos" y de los ciudadanos alemanes, pidiendo la prohibición
de la actividad política y nacional de aquella masa, privada de libertad, de
bienestar y de sus propios hogares. Si alguien resiste a esta propaganda o
aconseja a los obreros croatas de no enviar sus ahorros a los bancos
yugoeslavos, éste está condenado a muerte por los agentes secretos de aquel
país comunista, porque algunos centenares de millones de dólares no son un
valor despreciable a pesar de su origen burgués. La economía socialista
yugoeslava, acostumbrada alimentarse con la ayuda americana, ha llegado a la
mayoría de edad, cuando debería vivir de lo que crea ella misma, pero la
realidad corre a la inversa a los deseos y planificaciones burocráticas.
Este régimen de
Belgrado que ha liquidado, en curso de un sólo año, unos diez croatas más
prominentes y activos dentro de la emigración política y económica croata en
Alemania occidental pronuncia su propia condena, sin quererlo, cuando uno de
sus ideólogos e historiadores justifica la violenta muerte de Franz Ferdinand
en 1914, cometida en Sarajevo, recurriendo incluso a los argumentos de
filósofos católicos, aún cuando la historia desinteresada puede comprobar, que
la "tiranía" de los Habsburgo no era ni la sombra de aquella de
Belgrado [25].
Así lisa y
llanamente. Las dos Yugoeslavias —la monárquica y, especialmente, la comunista
¿no fueron impuestas y no se mantenía la primera y no se mantiene la última por
el terror más inhumano?
La independencia
de Croacia es también un postulado lógico desde el punto de vista económico. La
dolorosa situación en que se halla por causa de la hegemonía servia —tener o no
tener es el factor decisivo—le otorga todos los derechos a independizarse, de
acuerdo con los principios que falsamente invocó Dedijer, y que asisten
plenamente al pueblo croata en su lucha contra la tiranía servia. Las palabras
de Juan XXIII brillan por su extraordinaria exactitud también con el respecto a
la situación del pueblo croata: "Los hombres de todos los países o son
ciudadanos de un Estado autónomo e independiente o están para serlo. A nadie le
gusta sentirse súbdito de poderes políticos provenientes de fuera de la propia
comunidad" (Pacem in Terris). Es evidente que el buen Pontífice no quiso
hablar de "gustos", sino de realidades muy dolorosas. Para salir de
ellas, el derecho a derribar las tiranías queda en pie firme. Croacia —no es
una osadia decir la civilización— todavía está esperando a su Pitt para darle
el apoyo contra la locura que está cometiendo el hegemonismo servio.
Buenos Aires,
1969.
DUŠAN ŽANKO
"El presente
a la luz de un pasado sano y científico".
Dr. CARLOS BALIC
Tres Fases
Creativas
NO ES FÁCIL
abarcar los impulsos creativos del Dr. Dominik Mandić (que acaba de
cumplir 80 años) y que desde el primer decenio de este siglo hasta hoy no ha
dejado de sorprender tanto a la Orden franciscana, a la que pertenece, como a los círculos intelectuales croatas y a las
instituciones científicas y académicas internacionales.
Entre los rasgos
más distintivos de esta excepcional personalidad sobresalen dos: el del humilde
franciscano con su honda vocación espiritual y el del historiador en el sentido
intelectual-humanista.
En efecto,
Mandić es el franciscano integral e historiador nato, más bien historiador
franciscano (investigador de las fuentes iniciales de su Orden y el historiador
más competente de su Orden en Croacia, sobre todo en lo que respecta a Bosnia y
Herzegovina); e historiador nacional (vale decir, un recto y humilde
investigador y paladín de la verdad histórica concerniente a esas dos regiones
(comarcas) donde esa verdad, a lo largo de los siglos, viene siendo deformada y
tergiversada). Varios biógrafos de Mandić destacan su carácter y la
mentalidad similares a aquellos de su provincia natal, Herzegovina[26].
La múltiple
actividad del Dr. Mandić en el ámbito literario, cultural, social,
pedagógico, religioso, artístico, administrativo-económico, político y
rigurosamente científico puede dividirse, conforme a los distintos períodos de
su vida, en tres fases: la herzegoviana, la romana y la americana. Trataremos
de seguir su trayectoria en la medida de lo posible, teniendo en cuenta el
tiempo transcurrido y la distancia que nos separa. Mostar, Roma y Chicago serán
los tres hitos características de su fructífera vida y de su gran obra.
Mostar
La primera fase
de su existencia transcurrida en Herzegovina, la más larga (hasta 50 años
cumplidos) resulta muy inquieta en la manifestación de distintas tendencias y
propensiones, rebosante de bríos juveniles y de talentos recibidos, ajustada a
las necesidades espirituales y culturales de su provincia, que eran muchas;
fase esta dedicada con fervor y abnegación a los acuciantes problemas
económico-culturales de su comarca. Aquí cabe mencionar las Escuelas campesinas
croatas, la Asociación de los plantadores de tabaco, la fundación del semanario
Narodna Sloga (La concordia nacional); había que concebir el primer programa
del Partido Popular Croata, fundar la Imprenta de Mostar (que incluso dirigirá
durante varios años); hubo que edificar el colegio para los alumnos externos
que estudiaban en el liceo clásico de Siroki Brijeg[27].
Paralelamente con
múltiples acciones de carácter cultural y social, sobresale un momento político
en la vida del Dr. Mandić[28].
Mientras puede
parecernos que Mandić estaba todavía en busca del campo propicio para su
excepcional fuerza creativa, asoman ya los primeros signos de un auténtico
historiador que poco a poco irán restringiendo sus presentes actividades y los
recluirán en la biblioteca.
Doctorado en
Friburgo, Suiza, 1921, en estudios teológicos, grupo historia, ya en 1923
publicó en Mostar su primer trabajo científico, seguido por otros[29],
relacionadcs con las primeras fuentes de la Orden franciscana.
En el período
1932-1939, mejor dicho, en la segunda parte de su fase de Mostar, Mandić
escribe mucho sobre la historia de los franciscanos de Bosnia y Herzegovina y
sobre la de la Iglesia en general. Por fin, había encontrado su verdadera
vocación como historiador humanista. Se retira a Siroki Brijeg como director
del liceo franciscano (1934-1939) y allí, en su modesta celda, empieza a
clasificar el material documental, publicando cada año dos o tres obras como
aportes a la historia de los templos, conventos, escuelas, diócesis
(especialmente la de Duvno, del siglo XIV al XVIII), franciscanos, como
asimismo numerosas biografías de los franciscanos meritorios[30].
En 1939 fue
elegido en Asís, durante el Congreso de los generales franciscanos, como asesor
general (definitor) de la Orden en Roma, teniendo que dejar su fructífera labor
y numerosas acciones empezadas en su querida provincia.
Roma
Aquí se inicia la
fase romana de este dinámico, inteligente y popular franciscano de Herzegovina.
Seguramente en su fuero interno se libraba una lucha dramática, ya que, aparte
de las razones sentimentales y humanas, un consumado historiador debe dejar
documentos e investigaciones, dedicándose a otras actividades (1939-1952). El
espíritu universalista franciscano se impone temporariamente a sus anhelos
patrióticos y científicos. Tuvo que renunciar a su vocación de investigador
histórico y volcar todas sus energías a otro campo de acción, al servicio
humilde y obediente de su Orden. El mismo Mandić nos dará testimonio de
esa lucha interna:
"Cuando el
día de Pentecostés de 1939 elegido en la reunión general de les provinciales
generales, en Asís, representante de las provincias eslavas en el Gobierno
Supremo de la Orden franciscana, representaba para mí un gran sacrificio salir
de Herzegovina e interrumpir mi trabajo anterior, religioso, cultural y social.
Llegado a Roma a fines de junio de ese mismo año traté de que el general
Leonardo M. Bello aceptara mi renuncia y me permitiese reanudar mis actividades
en Herzegovina. No quiso ni hablar de ello, asegurándome que en Roma iba a ser
más útil a la Iglesia, a la Orden franciscana y a la nación croata. Me resigné
y acepté la elección del cabildo general y la decisión del sucesor de San
Francisco como manifestación de la voluntad divina. A principios de julio el
Consejo superior me confió la gerencia de los asuntos de la curia general y de
la Orden".
Esta brusca
transición podría ser fatal para otro, mas para el
espíritu fuerte e "incansable" de Mandić la fase romana
significó trasladar todas sus energías y fuerzas morales e intelectuales a un
campo distinto, a la esfera económica, organizativa, artística, humanitaria y
caritativa.
Su primera tarea será
de orden económico: es designado ecónomo general de la orden, ministro de
finanzas de una de las mayores familias religiosas del mundo con una tradición
de 800 años. Su programa es el siguiente: 1) Construir la nueva sede central de
la Orden (curia general); 2) encontrar el espacio para ampliar la Universidad
Antoniana y concentrar las instituciones científicas en Via Merulana en Roma;
3) organizar para dicha Universidad una sólida casa editora, como apoyo del
trabajo y estudio de todas las instituciones centrales franciscanas y del
apostolado de la prensa. Y como si eso no bastara, construir una
aula magna y la biblioteca para el Ateneo de San Antonio, y luego, comprar y
organizar la imprenta de la Orden franciscana.
Igual que en
Mostar, aqui se revela su gran talento de fundador, de organizador, de
iniciador y sobre todo de investigador.
No debemos
olvidar que estamos en plena segunda guerra mundial y que en esas
circunstancias se amilanaría el espíritu más fuerte. Mandić, empero, nada
teme y supera todos los obstáculos en la realización de sus planes. Primero
edifica la nueva curia en Gelsomino, cerca del Vaticano, edificio de los más
hermosos de Roma, compuesto por un templo, nueva joya artística en la Ciudad
Eterna que cuenta con más de 300 iglesias, y todo eso en la época en que,
debido a la guerra, cesó casi toda la construcción. Dicen que encontró la caja
casi vacía para mantener sólo por un mes el Colegio de San Antonio, que
integraba también la Universidad y la misma curia.
Tras dos años de
estudio de planos y la adquisición de materiales se inició el 31 de mayo de
1942 la edificación que terminaría el 29 de octubre de 1947; la piedra angular
de dicha iglesia fue colocada en 1945 y se ejecutaron en cinco años todos los
trabajos, incluso los artísticos.
Vale la pena oír
lo que sobre el particular dice Mandić, quien reunió en torno suyo cual un
mecena renacentista, a toda una legión de artistas plásticos. "Los planos
de la iglesia los confié al refinado Giovanni Muzio, entonces, sin duda alguna,
el arquitecto italiano de mayor relieve en la construcción de los templos. En
cuanto a los trabajos artísticos, además del genial Ivan Meštrović y del
escultor Manzo de Milán, recurrí a varios artistas plásticos, jóvenes y
talentosos... En esa decoración colaboraron 27 artistas, entre ellos 2 croatas,
un esloveno, un húngaro y 22 italianos ... Las líneas
generales de la decoración del templo las esbocé personalmente. Controlé cada
trabajo en los talleres respectivos y durante su colocación y ejecución en la
iglesia. Di consejos, hice observaciones y crítica. Ninguna obra artística,
salvo el San Francisco, de Ivan Meštrović, quedo terminada sin previas
modificaciones y perfeccionamientos.. . El ornamento
principal, repetido con distintas variantes, que enmarca y une todas las tareas
(labores) artísticas y confiere al conjunto un aspecto peculiar es el troplet
croata... En la fachada de la iglesia donde un gran mosaico de la Madre de Dios
Mediadora, de Filocamo, que lleva la blusa nacional croata de Šestine y, bajo
su pies, se halla el tapiz con motivos de los trajes nacionales de Rama, Duvno
y Vrlika... En medio de la cúpula se destaca un tierno mosaico con la efigie de
la Virgen y, sobre su cabeza, la corona del rey Zvonimir con el collar de tres
vueltas de perlas en rojo, blanco y azul..." [31].
Durante doce años
pasados en Roma, no publicó Mandić nada. Su musa, Clío, quedó silenciada
ante el ecónomo ocupadísimo y el mecenas, constructor e inspirador de grandes
obras arquitectónicas y artísticas. Había que verlo trepado en altas escaleras
bajo la cúpula, dirigir, controlar y modificar detalles de los escultores y
maestros e, incluso, de Meštrović[32].
Hubo que acompañarlo por los talleres donde examinaba cartones y esbozos y
gozaba en la realización de la belleza artística, participando en cada detalle
como el inspirador inspirado. Un día me mostró una serie de cartones que había
descartado a causa de unas pocas líneas discordantes con su idea.
"¿Y los
artistas no protestan ante tanta verificación?" —le pregunté—. "No,
antes bien están contentos cuando se halla a su lado alguien con una visión
segura de una idea" —me contestó sonriendo—; y en ese momento estaba
convencido de que los artistas sentían la gran autoridad y el talento original
de Mandić, quien durante la edificación y la ejecución de mosaicos,
estatuas, relieves y motivos ornamentales fue un dirigente seguro y firme. Lo
reconocen incluso Meštrović y Kljaković. "El profesor Nagni
—escribe Mandić, creador del grupo escultórico de gran belleza en el altar
de la Madre de Dios Mediadora, modificó 14 veces sus primeros planos antes de
recibir la orden de ejecutar la obra. Con mi proceder e influencia los artistas
perdían algo de su originalidad y espontaneidad, mas el conjunto
arquitectónico-escultórico ganó en unidad, y los artistas tuvieron que
esforzarse y perfeccionar sus obras".
¡Quién podría
olvidar nuestro encuentro en Roma en 1945, después de Mostar en 1924! Ambos
estábamos agobiados por el recuerdo de Široki Brijeg, ahora quemado y
abandonado, él como su director y yo como alumno. Ese hecho facilitó nuestra
mutua comprensión y confianza. El padre Dominik era un dignatario romano y yo
un perdido y mísero refugiado, representante del campo de concentración en
Fermo, donde había más de dos mil personas, inclusive mujeres y niños, faltos
de todo.
Aquí me acuerdo
de que, en una oportunidad, el párroco de San Marcos, en Zagreb, Svetozar
Rittig, me confió que en un momento de crisis religiosa, Meštrovic le habla
manifestado que pensaba seriamente ingresar en la Orden franciscana.
En ese momento,
Mandić acude en ayuda de tantos necesitados, abre el tesoro de su Orden,
tesoro acumulado por él, y así se visten los desarrapados, comen los
hambrientes y se atienden los enfermos. Formó también hospitales provisorios y
escuelas en el campo de concentración de Fermo, y en Grottaferrata instaló un
grupo de chicas estudiantes croatas. Ayuda donde puede, alienta y estimula los
espíritus, interviene ante las autoridades eclesiásticas, civiles y militares anglo-norteamericanas. Salva a muchos, abonándoles los
gastos de viaje a los países de ultramar.
Cuando un día,
sin previo aviso, apareció en el campamento de Fermo hizo sombra al cardenal
Rufini, de Palermo, que ese mismo día había visitado a los refugiados croatas
junto con el arzobispo de Fermo. Dominik Mandić, vigoroso y erguido, en
presencia del comandante inglés y de los prelados italianos, parecía Moisés al
frente de su pueblo.
Esta es sólo una
parte de la acción organizativa y caritativa de Mandić durante esos años.
Trasladada a Roma la congregación de las hermanas de San Francisco de Maribor;
instala las Hermanas de San Vicente de Paul en Roma; funda el noviciado para
las monjas; y en Grottamare, en el Adriático, fundó la escuela y el convento
para los seminaristas.
Además, son
numerosos los monasterios e iglesias, los colegios e instituciones benéficas en
Roma y en toda Italia que Mandić reformó, renovó y mejoró[33].
La fase romana
también termina. Mandić cumplió con la misión encomendada mejor de lo que
se esperaba. Su obra realizada en Roma ha quedado terminada y es imborrable.
"Los artistas e ingenieros romanos, en los círculos íntimos, lo denominan
«la curia del padre Mandić»", conforme lo acota Basilio Pandžić
en su magistral descripción de "La nueva iglesia de la curia general
franciscana en Roma".
El nuevo curso
que toma la vida de los refugiados croatas influye también en Mandić que
hará la rendición De re economica Curiae Generalis ab anno 1939-1951 en Acta
Capituli generalis O.F.M. Assisi A.D. 1951. Hay que despedirse de Roma,
alejarse aún más de su Croacia y marchar al Nuevo Mundo, donde, en
Norteamérica, se instaló un importante núcleo de la familia franciscana de
Herzegovina.
Chicago
En contacto con
sus hermanos de Herzegovina. Mandić volverá a los problemas de Croacia en
general, y de Herzegovina, en particular.
Será guardián por
tres años, llenará Hrvatski Kalendar (El calendario croata) con sus
artículos sobre la ilustración popular, realizada por los franciscanos, sobre
el beato Nicolás Tavelić, sobre los sacerdotes croatas asesinados en el
período 1941-1945, y encontrará tiempo para redactar Molitvenik za Hrvatski
narod u Americi (Libro de oraciones para la colectividad croata en
Norteamérica). Además, funda la serie Hrvatske knjige (Libro croata)
titulada Croatia que dirige entre 1954-1955 y asimismo, como el ciclo
Croatia, American series, V. I - II, 1954-1955.
Lo más
importante, empero, es que ahora su musa, Clío, ocupará el primer lugar en su
actividad creativa. Mandić se retira a su biblioteca y se aboca totalmente
al estudio de la historia. Ese año será memorable para la historiografía
croata, pues tras 30 años, ya cumplidos 66, Mandić se dedicará plenamente
a su vocación verdadera. Este sacerdote de excepcional vigor apenas empieza
ahora su obra maestra publicando una larga serie de trabajos
histórico-científicos que revelan gran erudición y profundo sentido de
responsabilidad para rectificar numerosas opiniones y teorías de los
historiadores croatas y servios[34].
Rački y
Sišić, los dos historiadores más destacados en la historiografía croata,
serán sus adversarios principales, de modo que sus rectificaciones revisten
doble sentido: el fin de una discusión que se remonta a los tiempos de F.
Rački, o sea, desde hace 100 años, y el comienzo de una nueva era en la
investigación del alto medioevo croata y de la historia de Bosnia y
Herzegovina. Cuando en mi ensayo Bosnia y Herzegovina en la trilogía de
Mandić manifesté mi sorpresa por la larga "espera" de
Mandić como un auténtico investigador histórico y cuando me congratulé de
que se hubiese refugiado en Chicago, prevaleciendo al fin "su verdadera
vocación", recibí una carta suya que me permito transcribir aquí, pues nos
explica esa larga "espera" y el fenómeno de su "vocación".
Por otra parte, este valioso documento, al indicar el método y las condiciones
de su trabajo, nos explica su tercera fase creativa, la norteamericana.
"Le extraña
que haya podido ocuparme durante largos años de otros asuntos, pese a mi
vocación de historiador. Ha de tener presente que ni la Universidad de Zagreb
ni la Academia de Ciencias y Artes me dieron ningún cargo ni facilitaron que me
dedicara exclusivamente al estudio histórico. Soy hijo de campesinos. Para mi
educación mis padres pudieron comprarme únicamente los libros y el primer hábito.
Lo demás corría a cargo, tanto durante mis estudios secundarios como
universitarios, de la provincia franciscana de Herzegovina. Entonces escaseaba
el personal y tuve que cumplir las tareas que mis superiores me confiaron.
Paralelamente con mis deberes oficiales siempre me ocupé de la investigación
histórica, que no pudo ser intensiva ni actual, pues me enseñaron en la
universidad que no podía escribirse sobre ciertos problemas, y sobre todo sobre
los problemas discutibles hasta que uno no reuniera suficientes documentos y
material probatorio, lo que no pude hacer en Mostar cuya biblioteca franciscana
es bastante pobre. Siempre confiaba en que el Señor me daría tiempo y
oportunidad para dedicarme exclusivamente a la investigación histórica con el
propósito de refutar todos los errores sobre la historia de Croacia,
particularmente los concernientes a la de Bosnia y Herzegovina y de escribir
una historia sistemática de esas dos provincias y de Croacia en general. Eso me
lo dio Dios con su especial Providencia al llegar aqui y desde hace 12 años
trabajo exclusivamente en la investigación histórica de Croacia. Ahora, tras
haber reunido todos los documentos hasta ahora publicados referente a esa
historia, y especialmente a la de Bosnia y Herzegovina, después de hallar
nuevas fuentes documentales, no me resulta difícil escribir trabajos históricos
y entablar polémicas acerca de las posiciones incorrectas de ciertos
historiadores croatas y otros" (Chicago, 14-12-1967).
No hacemos ningún
comentario sobre la carta reproducida, puesto que nos explica claramente el
secreto y las peripecias de Mandić en sus tres fases creativas: la de
Mostar, la romana, la de Chicago.
II — La Obra
científica
La obra
científica del doctor Mandić abarca, dos campos definidos
: la historia de la Orden franciscana y la croata. En la primera fase,
la de Mostar, Mandić publica sus investigaciones sobre los primeros
documentos, estatutos y reglamentos de la Orden franciscana y en la tercera
fase, la norteamericana, publicará trabajos sobre la fundación de la Provincia
croata y sobre los primeros conventos franciscanos en Croacia, y luego sobre la
constitución del primer vicariato franciscano bosníaco, completando la historia
de la Orden franciscana en Bosnia. Durante toda su vida recogió documentos y
materiales relativos a las iglesias, escuelas, parroquias, diócesis,
especialmente en Bosnia y Herzegovina y publicó sus hallazgos en trabajos
mayores y menores.
Especial atención
dedicó Mandić a los documentos sobre el martirio del beato Nicolás Tavelić
y a los franciscanos de todas las naciones en relación con los bogomili
(paterenos) en Bosnia.
En el ámbito de
la historia croata hasta fines del siglo XI y de la Bosnia y Herzegovina desde
el comienzo de la migración de los croatas hasta hoy, los estudios de
Mandić constituyen rectificaciones sensacionales que ningún historiador
serio podrá dejar de lado. Desde que empezó a publicar sus trabajos en 1955
hasta hoy, Mandić nos asombra tanto por su edad cuanto por el número de
estudios escritos y sobre todo por las nuevas tesis, mejor dicho, las
cuestiones que no fueron aclaradas o fueron tratadas erróneamente.
Trataremos de
resumir sus trabajos en forma de reseña bibliográfica, siguiendo este plan :
A. Rectificación
de la historia croata
1.- Dalmacia, un
clásico territorio romano o la Dalmacia romana y croata como parte integrante
de Occidente. 2.- Se encontró la llave perdida de las primeras fuentes
históricas croatas. 3.- Regnum Dalmatiae et Croatiae (siglo VII-XI), a) la
llegada de los croatas y el primer territorio croata; b) la cristianización de
los croatas; c) la asamblea croata en el campo de Duvno en 753; d) la Croacia
Rubra; g) Dubrovnik.
B. Los
franciscanos
1) En las
fuentes; 2) La fundación de la provincia franciscana de Croacia; 3) La formación
del vicariato franciscano en Bosnia; 4) El beato Nicalás Tavelić, mártir
franciscano.
C. Bosnia y
Herzegovina
1) Los croatas en
Bosnia y Herzegovina (siglo VII-XX): a) los católicos; b) los patarenos; c) los
musulmanes.
2) Los servios en
Bosnia y Herzegovina.
A.
Rectificaciones de la historia croata
Quienes están
algo interiorizados en el desarrollo de la historiografia croata desde
Kukuljević y Rački hasta Sakač, desde Klaić y luego
Sišić, Barada, Guberina, Katić, Karaman, Truhelka y G. Novak, hasta hoy,
comprenderán la importancia y el alcance de un historiador de fuste y
envergadura en Mandić. Todo ese desarrollo a lo largo de un siglo no es
otra cosa que una serie de continuas correcciones, revisiones y progresos
lentos. Sisic rectificó a Klaić, Barada a Sisic, Mandić rectifica a
Barada, pero no sólo a Barada sino a Sišić y Klaić, a Rački y
Novaković, Perojević y a Ćorović. Por fin, tras tantos
esfuerzos y tantas vidas dedicadas a la historia, estamos en presencia de una
revisión y visión definitivas de la historia croata (D. Zanko, "Bosnia y
Herzegovina en la trilogía de Mandić", Hrvatska Revija, N°
12(1-2), 1962, pág. 75).
Esta afirmación
se imponía cuando leía el primer tomo de esa magna trilogía (1960) que trataba
sobre la "Pertenencia estatal y religiosa de la Bosnia y Herzegovina
medievales". La historiografía croata necesitaba urgentemente una honda
rectificación después de tantas contradicciones, conclusiones ilógicas,
documentos mal interpretados, ambigüedades, lagunas y, lo que es peor, de insinuaciones
sospechosas provenientes de las fuentes políticas anticroatas y del mito
yugoeslavo.
Compartimos la
opinión del medievalista francés Marc Bloch "de que el conocimiento de la
historia es algo en constante progreso, transformándose y perfeccionándose",
pero todos los intentos anteriores de exponer la historia durante la dinastía
nacional croata, desde Rački hasta Barada, nos parecen demasiado lábiles,
inconstantes, siempre amenazados por nuevos puntos de vista, acompañados por
hipótesis numerosas y cambiantes y por nuevas falsificaciones. Incluso como un
ídolo de la erudición se declara al historiador que publica una nueva
falsificación de algún documento de la dinastía croata. Hasta los autores de
primera fila (como Sisic, Barada) cambian sus afirmaciones anteriores sobre la
base de nuevos conocimientos y aportes por parte de la arqueología, filología y
otras disciplinas subsidiarias. No debemos extrañarnos, pues un proceso similar
rige también en la historiografía de todos los pueblos civilizados.
Por otra parte,
cada pueblo tiene momentos históricos discutibles y determinados mitos,
respaldados más por ciertas ideologías y nacionalismos que por la ciencia. Así,
por ejemplo, los franceses todavía hoy siguen discutiendo acerbamente sobre las
fuentes galas o romanas de su carácter nacional sin que mencionemos a Napoleón,
objeto de comentarios más contradictorios precisamente en este año. Los
españoles todavía no pusieron término a la polémica en torno a la tesis de
Américo Castro, que sostiene que es un craso error considerar españoles a los
aborígenes de la península ibérica y declarar a Séneca, Trajano y Teodosio como
españoles; en otros términos, no están de acuerdo sobre los orígenes de la
forma española de vida. ¿Quién no se acuerda en Croacia del mito entretejido en
torno a Gregorio de Nin, a la muerte del rey Zvonimir, a los conflictos
trágicos entre la latinidad y la croaticidad en los primeros siglos de la vida
estatal croata, mitos sostenidos y alimentados por una mentalidad típicamente
antilatina, que juzgaba los siglos XI y XII desde el punto de vista del
romanticismo eslavo del siglo XIX, omitiendo mencionar a Bosnia y Herzegovina? [35].
Teniendo todo eso
en cuenta, la aparición del Dr. Mandić en el campo de la historiografía
croata equivale a una salida del túnel oscuro, a una superación fenomenal de
todos los puntos flojos justificados y de los "presupuestos"
injustificados. En otros términos, la erudición no se opone a los objetivos
esenciales de la actividad histórica. Mandić sitúa hechos y eventos en un
curso lógico del acontecer histórico, aporta argumentos externos e internos.
Crea una obra sumamente útil para comprender mejor el presente y preparar el
futuro, interesándonos por la verdad de nuestro pasado. Libre de los programas
oficiales y de las directivas administrativas, el autor medita en plena
libertad y en la soledad franciscana sobre la historia de su pueblo, utilizando
los métodos más rigurosos de la indagación histórica, conociendo los detalles
más mínimos y responde a los interrogantes planteados respecto a los primeros
siglos de la historia croata, del VII al XI, pues, como expresa Henri-Irénée
Marrou: "La historia es la respuesta a la pregunta formulada, derivada de
lo más hondo del alma del investigador". ¿Y qué es lo más hondo en el alma
de Mandić, historiador nato? El mismo nos lo dirá: "Establecer la
auténtica verdad histórica, de nuestro pasado y rectificar tantos asertos
incorrectos como encontré, especialmente en obras escritas en otros idiomas" [36].
En otro lugar nos
dirá con precisión y franqueza lo que más le preocupaba y que merecia una
respuesta adecuada, a saber: "establecer la verdad histórica. Lucić,
con sus obras científicas, era útil a la causa croata, ya que, a través de sus
obras críticas, el Occidente conoció la antigua y gloriosa historia de aquel
pueblo. Pero, sin querer, hizo daño a Croacia por cuanto los autores
occidentales, siguiéndolo, no considerarán como tierras croatas a Bosnia,
Zahumlje, Duklja medieval y la República de Dubrovnik, ni tratarán la historia
de esas regiones como parte integrante de la historia general croata[37].
El doctor Francisco Rački, para atraer a los servios a la idea yugoeslava,
servios que se arrogaban a Bosnia y a todas las provincias meridionales,
Rački como uno de los principales abanderados de la idea yugoeslava,
adoptó la tesis de Lucić y dejó a los servios todas las comarcas que les
había regalado Constantino Porfirogéneto en el siglo X. En numerosos y valiosos
trabajos Rački se ocupa sólo de la historia de los croatas entre Cetina y
Rascia, vale decir de la ex Croacia Blanca. Lo que se halla al sur del Cetina y
del Neretva y al este del Vrbas, lo omite Rački por no considerarlo
territorio nacional croata. Desde entonces hasta hoy la problemática de la
historia croata está a la sombra de F. Rački, el más destacado
historiador.
Incluso Ferdo
Sišić, reconocido científico y profesor titular de historia croata en la
Universidad de Zagreb, no se aleja de las tesis de Lucić y Rački...
Se comprende que esa posición vino bien a los historiadores servios quienes,
sin objeciones serias, extendieron los límites del territorio histórico
nacional servio desde el río Cetina en Dalmacia, hasta Livno en la Bosnia
occidental (véase Vl. Ćorović: Historia de Bosnia, Belgrado, 1940).
"Este
abandono de Bosnia y de las regiones meridionales por parte de los mejores
historiadores croatas nos estimuló estudiar a fondo el problema nacional de
dichas comarcas de acuerdo a las normas de la crítica histórica actual... Hemos
hallado el testimonio claro e inequívoco de los documentos que, con la
autoridad de numerosas y verídicas fuentes, atestiguan que los croatas, al
llegar al Adriático, poblaron todas las regiones entre Istria y Albania y entre
el Adriático y el río Drava al norte y el río Drina al este"[38].
El problema es
serio. Según vemos, trátase del eje principal de la historiografía croata:
Lucić-Rački-Sisic que, debido a la deficiente perspectiva de
Lucić, motivada por las circunstancias políticas del siglo XVII y
aprovechada con abuso por la línea yugoeslava Rački-Sisic, se trocará en
una desviación que todavía hoy es sostenida oficialmente en la cátedra de
historia en Zagreb[39].
El doctor
Mandić era consciente desde el primer momento de esa magna empresa que,
sobre la base de detalles, dará una obra integral de rectificación. Pero como
se trataba del eje principal, desde el siglo XVII al XX, había que abarcar
todos los documentos y fuentes, formar una unidad continua y explicar la lógica
del acontecer histórico, pues "la historia tiene su modo —dice Vialetaux—
en el sentido de querer revelar el orden de dependencia, la génesis y el
significado de los acontecimientos que narra". La lógica de la historia
medieval croata de Mandić, igual que "la cuestión nacional", por
ser "fundamental" en la historia de Bosnia y Herzegovina "y en
la realidad actual", esa lógica, por sí misma, condiciona su valor.
Aparte de ella,
encontramos en Mandić una dimensión humanista que con afinidad misteriosa
sitúa al objeto y sujeto históricos en idéntico marco racial, lingüístico, religioso,
cultural, político y emocional. Mandić comprende el bajo Medioevo croata,
pues siendo franciscano y uno de los principales investigadores de las fuentes
de la Orden franciscana, posee la mentalidad y la visión religiosa del mundo
occidental. Esta visión, esta experiencia personal, tal razonamiento del
carácter existencial, mejor dicho insistencial, que Xénopol definiría
"d'inférence historique", ayuda al autor cuando describe e investiga
las condiciones de la vida estatal y religiosa, tan interdependientes en
aquella época, para escribir con objetividad y sin "presupuestos" [40].
1. — Dalmacia —un
territorio romano clásico o la Dalmacia romana y croata integrada al Occidente
"F. Sisic
trató de corroborar la tesis de Diehl sosteniendo que desde el año 732 al 925
Dalmacia estaba subordinada en el orden eclesiástico al patriarcado de Bizancio
y, por consiguiente, en el orden estatal, dependía de aquél y de su prefectura
más próxima, el Ilírico oriental. Pero esa tesis es errónea"
[41].
"A Sisic se
adhirió Barada quien sostenía que la (archi) diócesis spalatense, desde su
fundación alrededor de 760/70 y hasta 923, estaba subordinada al patriarcado de
Constantinopla. Idéntica tesis infundada sustenta también N. Klaić" [42]17.
Mandić probó
repetidas veces que el patriarcado de Bizancio hasta el Cisma nunca abarcaba ni
reclamaba territorios al oeste del río Drina y Budva, pues esas regiones desde
tiempos remotos pertenecían a la Prefectura Itálica y al Imperio romano del
oeste, de modo que Bizancio estimaba que dichas comarcas pertenecían a la
jurisdicción del patriarcado de Roma. La primera vez se ocupó de ese problema
en el primer tomo de su trilogía Bosnia y Herzegovina (pág. 365-373) aclarando
en forma irrebatible que en esas regiones se usaba la liturgia romana desde los
tiempos romanos y que sus obispos siempre dependían del patriarcado romano.
Incluso el Estado de Bosnia y los "cristianos bosníacos" (patarenos)
celebraban sus fiestas según la liturgia romana (pág. 361-458). Por segunda
vez, tres años más tarde, en su extenso estudio Dalmacia en el exarcato de
Ravena desde mediados del siglo VI hasta mediado del siglo VIII [43]
donde descartó las tesis de Diehl, L. M. Hartmann y Sisic acerca de la
subordinación de Dalmacia al Ilírico Oriental y a Bizancio.
Desde que el
emperador Diocleciano hizo la división definitiva del Ilírico ("Provincia
Dalmatia" de Rascia al río Drina; "provincia Praevalitana,
Praevalis" del río Drina al río Ibar y la montaña de Šar) estas
formaciones del Ilírico occidental (incluyendo a Dalmacia) bajo la prefectura
de Italia, y del Ilírico Oriental (incluyendo también Praevalis) bajo la
prefectura Oriental —a través de distintas disposiciones de Constantino el
Grande y Graciano, hasta la decisión definitva de Teodosio el Grande—, la
frontera entre Dalmacia y Praevalis sobre el río Drina se convertirá en el
límite divisorio entre Oriente y Occidente, entre el mundo cultural occidental
y oriental hasta la invasión otomana en el siglo XV [44].
Cuando Justiniano
I (555), al desarticular el reino de los godos obtuvo el Ilírico Occidental e
Italia, estableció en Ravena la Prefectura de Italia, luego denominada
exarcado. ¿Qué pasó entonces con Dalmacia? ¿Quedó integrada a la Prefectura de
Italia o fue anexada a la Prefectura del Ilírico Oriental? Aunque no hay ningún
documento válido en favor de una u otra tesis, Charles Diehl, sin embargo,
excluyó a Dalmacia del exarcado de Ravena y L. M. Hartmann trató de probar que
Dalmacia pertenecía al Ilírico Oriental (555-751), tesis compartida por Sisic.
Mandić, empero, halló varias pruebas y documentos indirectos que permitían
colegir que Dalmacia perteneció a la Prefectura de Italia en Ravena y era su
parte integrante. Esos argumentos (Mandić enumera 8) serían: el carácter
de la administración eclesiástica y civil desde Constantino hasta Justiniano,
que hace coincidir los límites de las metropolías con los límites de las
provincias estatales ; luego, la valiosa colección de
cartas de Gregorio I, de las cuales 32 fueron dirigidas a los obispos dálmatas
y a otras personas, sin que aludiera ni hiciera mención de que la metropolía
dálmata en Salona estaria subordinada al vicariato papal de Salónica. Por el
contrario, Gregorio I afirma expresamente que los patriarcas romanos confiaban
desde los primeros tiempos la elección de los obispos salonitanos. Del
conflicto de Gregorio I con el obispo salonitano Máximo, Mandić concluye
en "forma segura e inequívoca" que Dalmacia, a la sazón, estaba
subordinada al exarcado, vale decir, que ni en el orden eclesiástico ni en el
civil pertenecía al Ilírico Oriental o Bizancio.
Además,
Porfirogénito registró que el emperador Heraclio I (610-641) exigió a Roma el
establecimiento de la jerarquía eclesiástica en Dalmacia y el envío de los
misioneros que se ocuparían de evangelizar a los croatas. Tomás archidiácono
anotó que el primer arzobispo de la restaurada metropolía salonitana en Split
(Spalato) era Juan de Ravena. "Dalmacia es la provincia que pertenece a la
jurisdicción eclesiástica de Italia" escribe Porfirogenito. Los dálmatas
son elegidos papas (Juan IV) y arzobispo de Ravena.
Cuando León III
Isaurio (717-741) chocó con los papas romanos, confiscó en el 723 todos los
bienes de la iglesia romana en la prefectura ilírica. Mandić subraya que
estudiando a fondo todos los documentos[45]
en ninguno se hace mención de que Dalmacia fuese arrebatada de la jurisdicción
del papa. En cambio, todas las fuentes y documentos se limitan a la ingerencia
del emperador en los países al este del río Drina y Budva.
Por otra parte,
el patriarcado bizantino hasta el cisma definitivo de 1054 nunca ejerció el
poder judicial en el territorio de la ex provincia romana de Dalmacia, por lo
tanto en el territorio íntegro de la actual Bosnia y Herzegovina. Tampoco
aspiraba a anexar esas regiones por cuanto pertenecían en forma indiscutible al
patriarcado romano que desde los principios del cristianismo hasta el cisma
ejercía exclusivamente el poder judicial eclesiástico.
Hemos insistido
en esa primera y significativa rectificación de Mandić que ubica la línea
demarcatoria y divisoria ya en los primeros conflictos civiles y eclesiásticos
romanos entre Oirente y Occidente en el río Drina y Budva. La historiografía
oficial resolvió esos problemas en forma nebulosa e incorrecta impidiendo que
en el presente se pudiera comprender la "oposición interna europea entre
los hombres del occidente europeo y los hombres del oriente europeo" (F.
Heer). Esta oposición no puede entenderse debidamente si no se tiene en cuenta
que los pueblos danubianos y balcánicos durante muchos siglos fueron el blanco
de las luchas por el predominio espiritual, religioso y político entre el
hemisferio latino y el bizantino. Aún más, según observa acertadamente el
historiador austríaco Friedrich Heer, estamos en los umbrales de la formación
de dos mentalidades, la griega y la latina: "Las Iglesias orientales y
occidentales configuran cada una en sus espacios no sólo la religiosidad
individual sino también la espiritualidad total, la cultura y la vida social.
Cada una creó un hemisferio cerrado en el cual se vieron enfrentando los
procesos específicos postcristianos, la secularización del cristianismo
occidental y oriental" [46].
En los albores de
la historia de los croatas percibe Mandić correctamente el trasfondo de
todos nuestros problemas y lo esclarece en todas sus variantes y orientaciones.
Cada pueblo posee su propia órbita cultural, en la que se hallan su fuente y su
constitución, su tradición y continuidad, de modo que desconociendo los
aspectos primordiales del pasado, nada se comprende. Por ello la rectificación
mandichiana de in problema tan distante y delicado como lo era el de dos
Ilíricos romanos. el oriental y el occidental, el
problema de dos patriarcados, el oriental y el occidental, que estableció la
línea divisoria secular Drina-Budva, no es en modo alguno una exhibición
estéril de erudición, sino la base indispensable para captar el sentido
histórico de dos esferas culturales, formadas a través de dos diferentes
mentalidades medievales y la ubicación de los croatas en una de esas esferas[47].
2. Se encontró la
llave perdida en torno a las primeras fuentes croatas
Sin duda alguna
uno de los temas principales y fundamentales de Mandić será su
rectificación en la gran discusión sobre la autenticidad, la fecha de origen y
el nombre de las más antiguas crónicas. Recalcó el tema fundamental, ya que,
gracias a esa rectificación, Mandić podrá aclarar y fundamentar muchos
otros temas, a saber :
La llegada de los
croatas al Adriático;
La asamblea
croata en el campo de Duvno;
La Croacia Rubra y la Duklia medieval, y otros.
Hay dos crónicas
que constituyen la primera fuente de la historia croata: una escrita en el
dialecto chakavski, la llamada Crónica croata, otra escrita en latín y
denominada la Crónica del sacerdote Duklianin (Ljetopis Popa
Dukljanina).
Entre esas dos
crónicas hay una relación interesante, es decir los primeros 23 capítulos de la
Crónica. croata son traducidos textualmente al latín
en la Crónica del sacerdote Duklianin. Además, la Crónica croata
contiene 15 capítulos (pág. 24-28) que faltan en la otra, que, a su vez, cuenta
con 34 capítulos nuevos, que no figuran en la Crónica croata.
Dada la evidente
relación, se plantea el interrogante: ¿Cuál fue la primera, hubo un autor o
varios, dónde cuándo y quién escribió una y quién la otra? [48].
F. Sisic trató de
dilucidar esos problemas interesantes dos veces: la primera en su obra La
historia croata (1925) y, tres años después, en la edición crítica de la Crónica
del sacerdote Duklianin (en 1928, publicada por la Real Academia Servia en
Belgrado). En ambos casos Sisic sostiene que Ljetopis es anterior a la Crónica,
pero previamente había dicho que Ljetopis estaba redactada en latín y
después en "idioma croata", siendo traducida por el mismo autor al
latín. La Crónica sería una traducción de Ljetopis y se remonta
"al siglo XIV cuando un autor desconocido, de los alrededores de Split,
por cierto un sacerdote, tradujo del original latín únicamente la parte de Ljetopis
que consideraba que contenía la historia de Croacia..."
Mandić
contestará con seriedad y seguridad: "Las tesis de Sisic son infundadas y
por lo tanto inaceptables".
Pero como
Mandić suele asentar sus frías rectificaciones al comienzo de sus estudios
y documentarlas luego en un prolijo y pormenorizado análisis, el lector se
encontrará con 26 páginas eruditas en un lugar[49]
y 21 en otro[50],
en total 47 páginas de una exposición científica y lógica que dará la respuesta
a todos los problemas en cuestión.
1. El presbítero
de Dioklea (Lucić lo llama Presbyter Diocleas) no pudo ser "eslavo
(servio) " sino un latino de Dalmacia o Dioclea, un sacerdote católico de
Bar en Dioclea, ya que en ella no había servios hasta fines del siglo XII y
porque el mismo presbítero anotó que desde mediados del siglo VII hasta sus
tiempos, desde la Rijeka actual hasta Valona en Albania, vivían únicamente
croatas y romanos (latinos). Por consiguiente, ese presbítero pudo ser también
croata, pero Mandić prueba que era latino y que sabía el croata y por eso
tradujo de ese idioma al latín el opúsculo sobre la historia croata.
2. La Crónica
croata está escrita en el dialecto čakavski por un sacerdote partidario
del idioma nacional en la liturgia.
3. La crónica del
presbítero de Dioclea fue escrita entre 1149-1153. Mandić aporta pruebas
irrefutables.
4. La Crónica
croata es anterior a la del presbítero de Dioclea, lo que se confirma en el
prólogo de esta última por decir su autor que "tradujo al latín el
opúsculo sobre godos que en latín se llama Regnum Sclavorum". En la
transcripción encontrada, la Crónica carece de ese prólogo. ¿Por qué?
Por escribirlo el presbítero de Dioclea cuando traducía la obra Regnum
Sclavorum, o sea, después de la obra conocida bajo el título de La crónica
croata. Además, la Crónica omite en el IX capítulo el fragmento referente a las
diócesis de Dioclea. ¿Por qué? Es obvio que en la época en que fue escrita,
esas diócesis, según se infiere de las bulas sobre su fundación, no existían
todavía. Además, si en opinión de Sisic, La Crónica croata es una
versión posterior de la Crónica del presbítero de Dioclea, cabe
preguntarse, ¿por qué fueron traducidos únicamente los primeros 23 capítulos y
no todos?
5. El nombre
original de La Crónica croata era, en opinión de Mandić, El Reino de los
croatas. Los romanos lo llamaron Libellus Gothorum, pues irónicamente llaman
godos a los croatas, pero el presbítero de Dioclea traduce al latín el
verdadero título como Regnum Sclavorum, y seguramente debió de ser
Regnum Croatorum, puesto que la vieja Crónica croata no conocía el nombre
"eslavos" ni "servios" sino sólo "croatas". Hasta
23 veces menciona el nombre croata, el idioma y la tierra croata y nunca hace
mención del nombre eslavo y deduce que los croatas provienen no de los eslavos
sino de los godos. ¿Por qué entonces el presbítero de Dioclea escribe Regnum
Sclavorum? Porque los habitantes de Italia y los romanos en Dalmacia y
Dioclea llamaba a todos sus vecinos eslavos "Sclavi", de modo que
aquel autor interpretó el título del cronista croata como Regnum Sclavorum.
6. ¿Dónde y
cuándo fue escrito Regnum Croatorum? Seguramente en Dioclea, que para su
autor es el centro del reino croata, ya que habla del primer rey y de los demás
reyes, sin mencionar a los monarcas de la Croacia Blanca. Sería lógico que la
obra fuera escrita en la Croacia Rubra, es decir en Dioclea. Más aún, en el
capítulo IX se habla de la asamblea estatal y esclesiástica celebrada en Duvno,
que dividió el Estado croata no sólo en dos partes políticas, la Croacia Blanca
y la Rubra, sino también en dos jurisdicciones eclesiásticas: la arquidiócesis
de Salona y la de Dioclea. El Reino croata desconoce la arquidiócesis de Bar
(1089) y por la tanto, fue escrito antes de 1089.
Mandić
insiste especialmente en las condiciones políticas que imperaban durante el
reinado de Miguel, primer rey de la Croacia Meridional o Rubra (1074-1081), y
en la situación que predominaba en Croacia sugiriendo que la Crónica croata fue
escrita con vistas al interés político de Miguel y durante su reinado, hasta
bajo su inspiración, pues a principios de siglo XI convencer a los croatas de
que Dioclea presuntamente era un antiguo reino y el centro inicial del Estado
croata entero, era un argumento que convenía únicamente a Miguel. Este
reconocía la soberanía del rey croata común, Pedro Krešimir IV (alrededor de
1056-1073), pero después de su muerte parece que no quiso reconocer ni a Slavac
ni a Zvonimir, y que incluso se independizó y ciñó la corona real en 1077.
Si se acepta esta
hipótesis de Mandić sobre la tendencia oculta en la Crónica croata (o el
Regnum Croatorum), entonces cabe concluir, además de otras pruebas, que se
remonta al período entre 1074- y 1081.
7. Mandić
considera que el valor principal de la crónica Regnum Croatorum consiste en
haber conservado el recuerdo y dado un resumen exhaustivo de la obra
administrativa más antigua croata llamada Methodos, que contenía leyes y
disposiciones adoptadas en la célebre asamblea de Duvno y que todavía en el
isglo XI regían en Dioclea. El mérito de Mandić consiste en haber
esclarecido el secreto del Regnum Croatorum, pues "pese a la base
incorrecta y otros puntos flojos, esta crónica posee gran valor histórico en
razón de su antigüedad (la más antigua de todas Ias crónicas eslavas), por
contener fragmentos y pasajes de documentos croatas todavía más viejos, que en
los siglos posteriores se perdieron" y por haber encontrado la llave
perdida de las primeras fuentes de la historia croata.
8. Lo más
importante son las afirmaciones geopolíticas de Ias más antiguas crónicas
croatas de que Dalmacia estaba dividida en la Dalmacia Superior e Inferior, que
se identificaban con la Croacia Blanca y la Rubra. De las numerosas fuentes que
consigna Mandić se sigue claramente que esa división de Dalmacia y su
identificación con la Croacia Blanca y Rubra no fue inventada por las crónicas
croatas, sino que fue una realidad, conocida y reconocida. Ese hecho contribuye
a la veracidad y autenticidad de ambas crónicas y nos obliga a darles crédito
cuando identifican la Dalmacia Superior con la Croacia Rubra y la Inferior con
la Croacia Blanca [51].
3. Regnum Dalmatiae
et Croatiae (siglo VII-XI)
a) La llegada de
los croatas y su primer territorio
Hay poquísimas
cuestiones en la historia croata que fueron tratadas y estudiadas por tantos
autores como la de la venida de los croatas al Adriático. A ella añadían
también la incógnita de su morada anterior y varias migraciones de multitudes
anónimas eslavas así como de los servios, los problemas del nombre, del idioma,
del tiempo y colonización del territorio. Y lo que es peor, chocaban entre sí
puntos de vistas opuestos y contradictorios, confusos, fantasiosos y, en la
mayoría de los casos, adaptados a la ideología yugoeslava. Se recurría
exclusivamente a las interpretaciones del texto del emperador Porfirogéneo como
si no hubiera otros documentos. Así, Ferdo Sisic, en el capítulo "Las
teorias sobre la llegada de los croatas y los servios" de su célebre obra
Historia Croata (1925), enumera una treintena de autores de tales teorías.
Primeramente, en
vez de hablar en forma clara y diáfana de los croatas, se habla de los
"eslavos" y se los presenta siempre en comunidad con los servios como
si fueran gemelos. Y cuando se escribió sobre el territorio colonizado y los
primeros signos de la vida estatal, entonces, juntamente con Dümmler,
Rački y Jagić, se puso término a la discusión con dos tesis
—que los servios
y los croatas, durante el siglo VII, como parte "de una enorme masa
eslava... sin pensar en la fundación de Estados organizados" (Sisic), se
perdieron en ese mar anónimo eslavo y pasaron "por el vacío histórico
durante dos siglos, VII y VIII" (Sisic).
—que sólo en el
siglo IX empezaron a formarse dos núcleos nacionales :
el croata en Dalmacia, únicamente entre los ríos Cetina y Krka, y el servio en
Rascia, núcleos que evolucionarán en dos estados : el de Croacia y el de Rascia.
Mandić
despeja esta niebla y sobre la base de una investigación a fondo establece :
—que hubo dos
migraciones de sureslavos: la primera desde fines del siglo IV hasta comienzos
del VII, llegando primeramente los croatas, luego los servios y por último los
búlgaros como pueblos organizados y no como tribus anónimas ;
—que los croatas
llegaron al Adriático con su nombre, con su ordenamiento social específico, con
su gobernante y su ejército.
Mandić
establece también que esta Llegada ocurrió en 626 basándose en un análisis
pormenorizado "de la información más vieja sobre aquel evento, que se
remonta al año 727", refiriéndose a la Chronica maiora del obispo
sevillano San Isidoro (Cfr. Studia Croatica, Nro. 24-27, año 1966. pág.
64-69). En la segunda edición de su Crónica mayor San Isidoro de Sevilla anotó,
en 727, que durante el año 16 del reinado de Heraclio, los eslavos se
apoderaron de Grecia y por Grecia sobreentiende Dalmacia, según lo explica en
su obra Etymologiae: "Grecia tiene siete provincias y la primera es
Dalmacia..." Dichos eslavos eran los croatas que, según lo convenido, se
apropiaron de las tierras conquistadas y, por consiguiente, arguye Mandić,
"con razón anotó Isidoro de Sevilla que los eslavos croatas arrebataron a
los romanos, es decir a los bizantinos, las provincias de Grecia".
En cuanto a las
comarcas que poblaron los croatas al llegar al Adriático, Mandić confronta
los datos suministrados por C. Porfirogéneto, el testimonio de Isidoro de
Sevilla y Methodos de 753 y una desconocida crónica croata del siglo VIII o
principios del siglo IX que utilizó el autor del opúsculo Regnum Croatorum. De
lo que se sigue que los croatas ocuparon las provincias romanas de Panonia y
Dalmacia, que entonces se extendían desde el Adriático hasta el río Drina, y el
Ilírico bizantino, o sea, las tierras costeras desde Budva hasta la actual
Valona en Albania (el tema de Drač)[52].
Si comparamos
esta fundada opinión con la de Rački y Sisic que hablan de las tierras
croatas sólo hasta Cetina y Vrbas, vemos que la rectificación documentada de
Mandić constituye un valioso aporte a la historiografía croata.
b) La
cristianización de los croatas
Desde Ivan
Lucić (1666) hasta hoy se discute sobre el bautismo de los croatas,
participando en dicha controversia casi todos los historiadores de envergadura.
Lucić, partiendo de Porfirogénito, situó la fecha de ese bautismo a fines
del siglo VII, y los demás, infuidos por Dümmler, Duchesne y Rački,
opinaban e indicaban distintos años, pero todos estuvieron contestes en que los
croatas fueron bautizados o a fines del siglo VIII o a principos del IX.
Gran innovación
hará Esteban Sakač tratando de probar que los croatas fueron bautizados
hacia el final del reinado de Heraclio I (610-641). Esa tesis será adoptada
luego por Barada, pero Karaman, G. Novak y Nada Klaić, siguen la tesis de
Bulić y Sisic, la llamada tesis franca.
Mandić,
tuvo, pues, que habérselas con todos esos historiadores de renombre para
dilucidar y descartar sus teorías y defender la suya sobre el bautismo de los
croatas. Según Mandić ese hecho se consumó en tres etapas (según las
distintas regiones): la primera en la Croacia Blanca, en 640, y se relaciona
con Juan de Ravena, primer arzobispo de la metropolía de Split a la que el papa
Juan IV transfirió los viejos derechos de la metropolía salonitana.
Primero tuvo que
rebatir la tesis de Barada, según la cual Ios croatas llegaron al Adriático
como cristianos, adeptos de Arrio. Aquí Barada adoptó con ligereza la opinión
de Tomás Archidiácono quien confundió a los croatas con los godos; y como los
godos eran arrianos, del nombre presuntamente godo de los croatas concluyó que
ésos también eran arrianos. Mandić publicó todos los documentos anteriores
a Tomás que com-prueban fehacientemente que los croatas llegaron como paganos
(gentiles) (biografía de Juan IV en Liber pontificales, Porfirogéneto, Regnum
Croatorum, La Crónica del presbítero de Dioclea, hallazgos arqueológicos,
etc.).
La "tesis
franca", cosa extraña, aporta sólo dos argumentos :
el culto difundido de los santos francos y de Aquileia en "Acta s. Ursii
Vicentini". Es verdad que en el siglo IX empieza a difundirse la
veneración de los santos franco-aquileos (Crisógono, Ambrosio, Marcelo), mas
eso nos habla tan sólo de la influencia religioso-cultural, como, por ejemplo,
podríamos aducir el caso de San Jorge, de Cosme y Damián de Asia Menor, de San
Lucas, Esteban, Anastasio, Trifón de Constantinopla; y de ese culto, como lo
había dicho antes Barada, nada se puede concluir.
Para los adeptos
a la "tesis franca" la Biografía de San Urso sería lamentablemente,
la única fuente según la cual los croatas se mantenían paganos todavía en la
época, de Carlomagno. Decimos lamentablemente, pues se trata de un documento
falsificado, de una leyenda fantasiosa, tipo de la Leyenda de Oro, de Jacobi de
Voragine, surgida 500 años después de Carlomagno; los editores críticos de Acta
Sanctorum (1866) la declararon una burda falsificación y le pusieron el rótulo Acta
suspecta. Ese Urso no existe ni como santo ni como personaje histórico. Es
mera ficción de la fantasía medieval, ni siquiera figura en la Leyenda de Oro,
es decir, no existe hasta fines del siglo XIII. En Acta s. Ursii se cuenta que
un tal Urso llegó a Croacia y allí vivió desde 779 al 788, que el rey era
pagano, que se casó con su hija y ocupó el trono croata. En cambio, en esa
época gobierna en Croacia el príncipe Višeslav, cristiano, y [no] hay rastros
de que reinara algún monarca de sangre extranjera. Además, ese documento no es
contemporáneo de los sucesos que describe.
Pero para Víctor
Novak "constituye un aporte valioso, que prueba irrefutablemente los
esfuerzos expansionistas de Carlomagno... quien enviaba misioneros entre los
croatas".
"Sea como
fuere —concluye Mandić—, en adelante ningún historiador serio deberá
referirse a la Biografía de San Urso en relación con la historia del bautismo
de los croatas" [53].
En cambio, las
pruebas de Mandić son serias, abundantes y fidedignas, de modo que,
haciendo otra rectificación importante, asegura a los croatas el honor "de
haber sido los primeros entre los pueblos eslavos en abrazar el
cristianismo".
1. El testimonio
de las actas de los sínodos de Split 925-928 que mencionan las diócesis
organizadas desde Kotor hasta las islas de Quarnero y Sirmio, "todas
pobladas y con muchos sacerdotes", antiguas (antiquitus), salvo la de Nin,
fundada entre 863 y 867. Eso comprueba que las diócesis dálmatas fueron o
restauradas o establecidas a más tardar, al comienzo del siglo IX. Regnum
Croatorum registra, de acuerdo a Methodos, que en 753 fueron dadas las
condiciones eclesiásticas para el bautismo de los croatas, se fundaron nuevas
diócesis y las viejas se restauraron.
2. El testimonio
del papa Juan X. Este Papa, en la carta dirigida al rey Tomislav en 925, califica
a los croatas como "primicias de los apóstoles y de la Iglesia en
general" que abrazaron el cristianismo antes que les germanos (sajones) a
quienes, como sabemos, Gregorio II (715-731) envió a San Bonifacio, es decir,
mucho antes de la época de Gregorio. Todos los documentos, por ende, apuntan al
siglo VII.
3. El testimonio
del emperador Constantino Porfirogéneto. El emperador menciona tres veces el
bautismo de los croatas. La primera en el capítulo 31 de su De Administrando
Imperio, cuando dice: "El emperador Heraclio trajo de Roma y mandó
sacerdotes, entre los cuales designó arzobispo... y bautizó a los croatas, y
esos croatas, en ese tiempo, tenían como gobernante a Porga". En el mismo
capítulo se considera que Porga era hijo del gobernante que condujo a los
croatas al Adriático. Por lo tanto, eso debió ocurrir antes de la muerte de
Heraclio I, acaecida el 11 de febrero de 641. La segunda vez los menciona en un
texto impreciso y confuso que se presta a distintas interpretaciones.
Mandić explicó dicho texto con toda claridad: se trata del bautismo en la
Croacia panónica y el emperador, por error, situó el suceso en la Croacia
dálmata a fines del siglo IX. Lo confirman, además, las informaciones acerca de
la actuación de los hermanos SS. Cirilo y Metodio para bautizar a los croatas
de Panonia, bautismo que se inició en 867, lo que mencionan también dos viejos
documentos: Regnum Croatorum y la Crónica del presbítero de Dioclea
(aludimos a la conversión de los croatas "por el santo varón
Constanzo").
Porfirogéneto
hace la tercera mención de los croatas en el capítulo 29 durante Basilio I
(867-886), lo que Mandić interpreta que se refiere principalmente a los
servios y los habitantes de Neretva ("paganos").
4. El testimonio
de la metropolía spalatense. Las obras, escritas sobre la base de los viejos
archivos de la metropolía de Split, como la Historia salonitana maior
(alrededor de 1185) e Historia salonitana de Tomás Archidiácono (t 1268)
mencionan expresamente al delegado del Papa Juan IV (-642), Juan de Ravena
quien empezó (cepit) a convertir a los croatas, en primer lugar a su gobernante
Porga y a la clase dirigente, entre los rios Zrmanja y Cetina y paulatinamente
(paulatim) siguió visitando las regiones de Dalmacia y Croacia...", y
"restauró iglesias, designó obispos, ordenó parroquias y atraía poco a
poco a la gente sencilla a la doctrina cristiana". Todo eso ocurrió en
vida del emperador Heraclio I (-641).
5. El testimonio
del Papa Agatón (678-681). De una misiva que Agatón dirigió al emperador
Constantino IV en 680, Mandić deduce que el pasaje relativo a los obispos
que actúan entre los pueblos eslavos recién conversos se refiere únicamente a
los croatas. Luego trata sobre el célebre acuerdo entre el Papa Agatón y los
croatas. De ese acuerdo habla Porfirogéneto sin indicar el nombre de Pontífice
ni el año, aunque trans-cribe textualmente el acuerdo y acota que fue firmado
por los príncipes croatas. El historiador E. Sakač, en su conocido estudio
de 1931, comprobó, lo que Mandić había completado, que se trataba del Papa
Agatón.
6. Testimonio
arqueológico. En cuanto al Evangeliarium spalatense, Mandić opina que M.
Faber y Barada determinaron correctamente su fecha situándola a fines del siglo
VII o a principios de siglo VIII. Que el cristianismo existió ya en el siglo
VII entre los croatas lo comprueba también el nuevo hallazgo (1958) en la
catedral de Split dentro de un sarcófago interior del siglo VII que se refiere
al traslado de las reliquias de San Daimo. Este es el documento más antiguo y
contemporáneo sobre la actuación de Juan de Ravena en Split y Dalmacia.
Un año antes
(1957), Mandić había terminado su extenso estudio probando, a diferencia
de Bulić, que San Daimo fue el primer obispo de Salona y que sus restos
fueron trasladados a Split y no a Roma. El hallazgo aludido de 1958 confirma la
tesis de Mandić y corrobora sus tesis sobre el bautismo de los croatas en
relación con Juan de Ravena y con la fundación de la metropolía spalatense en
el siglo VII y no a fines del siglo VIII, o sea, antes del sínodo celebrado en
Split en 925, según sostenían Bulić, Sisic y Barada bajo la influencia de
Duchesne[54].
Lo que significan
las rectificaciones hechas por Mandić frente a los historiadores croatas y
extranjeros para la inicial formación cultural de los croatas dentro de la
comunidad universal de la Iglesia que había monopilizado la cultura y el
prestigio espiritual en Ia Europa de entonces, pueden juzgarlo y apreciarlo
quienes conocen el carácter universal de la cultura europea en vísperas de la
época carolingia y durante ella, y el significado del papado en Ias relaciones
con los monarcas y pueblos europeos de aquellos tiempos. Formarse uno o dos
siglos antes en esa universalidad "Iglesia-Estado o Estado-Iglesia",
según sintetiza C. Dawson, la mentalidad de la alta Edad Media es cosa
importante. Cuando Juan X convoca el sínodo de Split en 925 y considera a los
croatas un pueblo cristiano, y oficialmente los denomina "hijos escogidos
de la Iglesia romana", esa significaba entonces una clasificación honrosa
de su carácter universal y no una mera frase diplomática.
c) La asamblea
croata en Duvno en 753
Cuando hablamos
de la tesis fundamental de Mandić sobre Regnum Croatorum,
subrayamos que con esa clave iba a esclarecer también el tema relativo a la
asamblea croata en Duvno. Nos toca ahora examinar también esa rectificación de
nuestro autor.
El capítulo IX,
el más importante del Regnum Croatorum describe en detalle esa asamblea
estatal-eclesiástica, menciona a los delegados papales y del emperador y la
importantísima disposición sobre la división del Estado en la parte continental
y el litoral de la Croacia Blanca y Rubra[55].
Sobre ese tema se
escribió mucho "sin que se llegase a una solución, por lo menos
parcialmente fundada y explicada en forma documental" —afirma Mandić—.
Hubo que estudiar y revisar un copioso material y dar "una argumentación
científica indispensable". Para comprender el alcance de esa nueva y
significativa rectificación de Mandić, siguiendo nuestro método, nos
referimos a los criterios anteriores de la historio-grafía croata.
Rački y M.
Kostrenčić atribuyen gran valor jurídico a la asamblea de Duvno, sin
indicar su fecha. Farlati la situó en 877 y Sisic la trasladó al 882.
Kukuljević, Smiciklas y Klaić opinan que la asamblea tuvo efecto en
925 y que en ella fue coronado el primer rey croata Tomislav. Luka Jelić
trató de probar que la asamblea se celebró en 1057.
Todos esos
esfuerzos de la historiografía croata testimonian el valor de las
investigaciones de Mandić quien, junto con la capacidad científica y la
erudición necesaria, toma en cuenta los criterios internos que le abren la
puerta.
Mandić
demostró que las fechas señaladas no corresponden. Primeramente descartó el año
1057:
1. Del Methodos
se colige que, durante la asamblea de Duvno, el Estado croata se hallaba en su
fase inicial, lo que no puede decirse del año 1057, cuando reinaba Petar
Krešimir IV sobre territorio que cuenta con su forma jurídica establecida y más
de 130 años de vida. Además, en esa época, el Estado croata no se extendía hasta
"Ba (m) balona", es decir, la Valona actual en Albania, como en
tiempo de la asamblea de Duvno.
2. El cisma de
Bizancio con Roma no permitía que los delegados respectivos asistieran
conjuntamente a la asamblea de 1057. Respecto al año 925, en esa fecha tuvo
efecto el sínodo de Split, en el que no estaban presentes los delegados del
emperador, ni sus conclusiones coinciden con las de la asamblea de Duvno.
Además, el pueblo no asiste y en esa época no vive ningún Papa Esteban, ni el
Estado croata llegaba hasta Valona, como durante Budimir a quien en manera
alguna podemos identificar con Tomislav.
Según la Crónica
del presbítero de Dioclea, en la asamblea se mencionan los nombres del papa
Esteban y del emperador Miguel, lo que indujo a error a Jelić, llevándole
a fijarla en 1057 cuando, de hecho, era Pontífice Esteban IX y emperador Miguel
VI; pero Mandić probó que en Regnum Croatorum, más próximo al original del
Methodos, figura el nombre del emperador Constantino (741-775); y el Presbítero
de Dioclea tomó de Ias leyendas de los SS. Cirilo y Metodio el nombre de Miguel
y lo relacionó con Svätopluk y, en cambio, Constantino es contemporáneo de
Esteban II (752-757).
Con dichos
argumentos, Mandić descartó el año que fijaron Farlati y Sisic, analizando
a fondo los primeros pasajes del capítulo IX de Regnum Croatorum y de la
Crónica (Ljetopis) que carecen del valor original de Methodos, documento
éste contemporáneo de la asamblea de Duvno, pues se trata del agregado y de
combinaciones del mismo Presbítero de Dioclea a mediados del siglo XII sobre la
base del texto del Regnum Croatorum del siglo XI, prólogo que, a su vez, fue
redactado según la Biografia de S. Metodio (principios del siglo X), donde se
menciona "Svetopelek".
Según Methodos, en la asamblea de Duvno hubo colaboración intima entre Roma y Bizancio. Esto sólo era posible hasta 754 cuando el papa Esteban II, protegido por el rey franco Pipino el Breve provocó la ruptura política y estatal entre Roma y Bizancio que se ahondaría por el cisma religioso en 863 (Focio) y en 1054.
Que la asamblea
de Duvno se celebró en 753 lo prueba Mandić analizando la vida del enviado
imperial, llamado Juan. Se trata del secretario del emperador que en 752 y 753
desempeñó esa misión en la corte del papa Esteban II en Roma, y en 756 en la
corte del Pipino el Breve en Francia. Además, Mandić aporta otros
documentos y pruebas, hace pequeñas correcciones de las tesis de Sisic bajo el
título Resolviendo las dificultades, y concluye: "Hemos probado con rigor
científico, sobre base de sólidos documentos internos y externos, que la
asamblea de Duvno no pudo tener efecto en el siglo XI, ni en el X, ni en el IX,
sino única-mente en siglo VIII, y con mayor precisión, en 753. Este hecho histórico
comprobado arroja nueva luz sobre la historia croata de los primeros siglos y
abre nuevos enfoques sobre la vida de aquellos en el siglo VIII, hasta ahora
cubierta con tupido velo" [56]
o como diria Sisic, nos hallábamos en el "vacío histórico".
Mandić
reconoce que "Sisic fue uno de los mejores y más científicos historiadores
croatas y por eso nos extrañó su proceder y la evaluación del documento La
crónica del Presbítero de Dioclea".
El argumento
principal que esgrimia Sisic para negar la existencia del viejo documento
croata Methodos era que no pudo encontrar ese término en los diccionarios del
griego medieval y moderno. Sin embargo, ese vocablo existia en el idioma griego
y tuvo que tener una acepción precisa en la era bizantina. Marulic (célebre humanista
croata) acotó en 1510 que esa obra se llamaba Methodos en la vieja
crónica Regnum Croatorum que, según Jerónimo Caletić, "había
transcripto Dmine Papalić de un vetusto libro, escrito en caracteres
croatas". Mandić opina que esa obra se llamaba originariamente Methodos
en su acepción de manual para una administración ordenada y sistemática del
Estado, pues ambas crónicas dicen que dicha obra contenía leyes estatales y
eclesiásticas, votadas en la asamblea de Duvno.
Otro argumento de
Sisic contra Methodos era que los croatas, hasta fines del siglo XI, carecían
de lengua literaria desarrollada. "Eso no es exacto" —arguye
Mandić al analizar acertadamente la pastorización eclesiástica desde el
bautismo de los croatas en 640 hasta 753-. Esta pastorización obligó al clero,
a traducir las Sagradas Escrituras y enseñar a su grey en el idioma nacional
durante más de cien años, lo que facilitó el perfeccionamiento del idioma
vernáculo. Esas reflexiones inducen a Mandić a formular una hipótesis
original, es decir que S. Cirilo se sirvió del idioma y de Ias traducciones de
los evangelios y epístolas, hechas por los anónimos sacerdotes croatas en la
costa adriática durante 200 años, desde mediado del siglo VII hasta mediados
del siglo IX. Por lo demás, el Methodos croata fue redactado con una
anterioridad de 110 años al viaje de los SS. Cirilo y Metodio a Moravia[57].
d) Croacia Rubra
Al hablar, al
comienzo, de las rectificaciones hechas por Mandić, nos hemos reefrido a
su programa, que consiste en reintegrar todas las regiones croatas "a un
área historica y étnica del pueblo croata". Pero esas tierras no son sólo
la Croacia Blanca que luego se llamará el Reino de Croacia, Dalmacia y
Eslavonia, sino también la Croacia Rubra (es decir Neretva, Zahumlje, Travunja
y la Dioclea medieva), Bosnia y la República de Dubrovnik.
Por esa razón sus
primeras obras tratarán sobre la Croacia Rubra (1957) y sobre Bosnia y
Herzegovina (1er. tomo en 1960), primeras cronológicamente y por el interés
puesto en ellas y por los nuevos argumentos aportados. Ocurrió, empero, lo que
previmos al reseñar en 1962 el primer tomo de Bosnia y Herzegovina, es decir
"que Mandić había reunido tantos documentos, tesis y detalles que ya
se vislumbraba una obra integral y monumental, un panorama total del territorio
histórico croata". El tiempo nos dio la razón y esperamos con impaciencia
su anunciada obra La historia de los croatas durante los gobernantes
nacionales (626-1102).
Echamos un
vistazo ahora al tema más favorito de Mandić, a su original Croacia Rubra.
Lo dicho hasta aquí indica con claridad que los documentos más antiguos hablan
de la Croacia Rubra que se extendía desde río Cetina a Valona y comprendía a
Dioclea.
Mandić
aportará nuevos documentos, hallados en las fuentes occidentales y en los
archivos de Dubrovnik, entre ellos:
1. Andrés Dandolo
(1309-1354), dux veneciano y cronista, menciona la asamblea de Duvno y la
división de Dalmacia en 4 partes: "Desde el campo de Duvno hasta Istria se
denominó la Croacia Blanca y desde ese campo hasta Drač, la Croacia Rubra;
la región montañosa desde el río Drina hasta Macedonia se denominó Rascia y
desde este rio al oeste Bosnia... Los autores modernos denominan todo el
litoral Dalmacia, y la región montañosa, Croacia" [58].
La novedad consiste en que la parte continental (Zagorje) no se denomina
"Surbia" sino "Chroatia". El humanista italiano Flavio
Biondo (1388-1463) transcribe textualmente a Dandolo y concluye: "Rascia y
Bosnia se consideran tierras del Reino de Croacia" [59].
2. Los autores
raguseos y otros. De la Croacia Rubra hablan junio Resti, Mavro Orbini, Jacobo
Lukarić, y todos ellos conocen la Crónica del presbítero de Dioclea. Los
testimonios de los autores raguseos revisten un valor peculiar. Trátase del
nombre de su patria chica. Conocían la opinión popular y la vieja tradición
respecto del nombre de su región y respecto de sus pobladores. Al mismo tema se
refieren también Dinko Zavorović (1545-1610), Ivan Mrnavić
(1580-1637), Ivan Lucic, Du Cange (Historia Byzantina, París, 1680), Pablo
Ritter-Vitezović, Farlati y otros.
3. El cronista
veneciano Diacono Juan acotó en su crónica una anécdota de la que cabe concluir
que Zahumlje, parte integrante de la Croacia Rubra, formaba en 912 parte del
Estado croata. La argumentación de Mandić, en ese tema, a diferencia de
Sisic, es brillante[60].
Siguen documentos
sobre la Croacia Rubra de las fuentes oficiales de los siglos IX y X: la
donación del ban Trpimir de 852; las cartas papales de 874 y 879; de los
sínodos eclesiásticos de Split en 929 y 928; autores bizantinos de los siglos
XI y XII, en total siete.
"Para
debilitar —dice Mandic— los valiosos testimonios de los autores bizantinos
sobre el carácter croata de Dioclea y de toda la Croacia meridional, la Rubra
en los siglos XI y XII, los historiadores servios tratan de probar que habría
que rectificar a esos autores bizantinos y donde en los documentos figura
"Croacia" y "croatas" sustituir esoos nombres por
"Servia" y "servios"... Una crítica objetiva y seria no
puede aceptar semejante interpretación de las fuentes bizantinas".
¿A qué se debe
esta dificultad? Ivan Skilices describe la colaboración servio-croata contra
los rebeldes búlgaros para liberar a Bulgaria del dominio bizantino, lo que
califica de conquista de Bulgaria y escribe textualmente: "Durante el
primer año de ese emperador, indicación undécima (-1073) el pueblo servio, que
también llaman croata, salió a someter a Bulgaria". Los historiadores
servios extraerán la conclusión de "que el proceso de diferenciación entre
croatas y servios en los siglos XI y XII no había avanzado tanto que los
extranjeros pudieron notarlo
El nombre
"croata" es, pues, sinónimo de "servio" y de
"habitantes de Dioclea". En cambio, trátase de la sublevación búlgara
en 1073. Los servios prestaron gran ayuda a los búlgaros, pero bajo la
conducción del croata Bodin, hijo de Miguel, "soberano de los que se
llaman croatas". En esa época, en Rascia, el gran comites (prefecto) era
Petrislav, hijo del principe Miguel de Dioclea. Skilices se refiere a esa
dependencia ser-via de los croatas, de modo que dicho pasaje debería interpretarse : "Durante el primer año de ese
emperador... el pueblo servio (etnicamente) que llaman también croata
(políticamente) salió (de Rascia) para someter a Bulgaria".
Otra dificultad
estriba en Porfirogénito quien, en un lugar, en contraste con las demás
afirmaciones, escribe que los servios poblaron la cuenca del río Neretva,
Zahumlje y Travunja. Además de contradecir numerosos documentos fidedignos,
tanto nacionales como foráneos, de fecha anterior y posterior a Porfirogéneto,
él mismo afirma en varios lugares que los pobladores de esas comarcas no son
servios[61].
Así Mandić
soluciona en varios casos las dificultades, incluso la identificación que hace
Jirecek del "Servio de Trebinje" con "Vojislav de Dioclea",
argumento que esgrimió para declarar a Esteban Vojislav y a Dioclea tierras
servias[62].
Dilucidar
semejantes "dificultades" constituye para Mandić un placer
especial. Erudito consumado, toma en cuenta todos los detalles, antes de emitir
una opinión estudia no sólo una frase suelta, sino el texto íntegro, otros
textos contemporáneos, las circunstancias imperantes que aclaran la estructura
lógica, arrojan clara luz, justifican un complemento o corrección. Por eso,
según dijimos, siempre busca nuevos documentos y testimonios. Respecto de la
Croacia Rubra los encuentra, además de los ya citados, en los documentos
arqueológicos, en la unidad idiomática, en las condiciones eclesiásticas, en
las observaciones de los itineraristas foráneos y en la tradición del mismo
Montenegro. "En toda el área de la Croacia Rubra hasta los Nemanidas no
existen documentos servios culturales o arqueológicos. Hasta esa época no había
ni servios ni ortodoxos en toda la Croacia Rubra salvo un puñado de emigrados
en la Travunja septentrional y algunos refugiados políticos en otras regiones.
Incluso los primeros Nemanidas, cuando gobernaban en alguna provincia de la
Croacia Rubra, tuvieron que adaptarse a la religión de sus súbditcs y volver al
catolicismo de sus antepasados, nobles croatas católicos[63].
Especial tención
merece la teoría de Mandić según la cual los croatas llegaron al Mediodía
con el idioma croata en dialecto čaiavski y encontraron en la nueva patria
a los eslavos de la primera migración que hablaban los dialectos kaikavski y
štokavski. Desde el comienzo, en todas las comareas croatas, desde Trieste
hasta Valona, desde el Adriático hasta el río Drava al norte y el Drina al
este, se hablaba el dialecto čakavski, traído de allende los Cárpatos, y mezclado
con el correr del tiempo y fusionado según las provincias respectivas, con los
dialectos kajkavski y štokavski. Pero, después de la Croacia Blanca, la
influencia del čakavski fue más fuerte en el viejo territorio de la
Croacia Rubra[64].
Es gran mérito de
Mandić haber establecido y probado que las tierras de la Croacia Rubra
fueron desde el principio parte integrante de la historia croata y que la
Dioclea medieval, no obstante su situación actual, era incuestionablemente
provincia croata[65] y
como tal debe ser tratada en el marco de la historia político-cultural de
Croacia, especialmente en los siglos XI y XII.
Lo que omitieron
en sus estudios históricos "nuestros mejores historiadores, F. Rački
y F. Sisic y cedieron históricamente regiones al sur de Cetina y Neretva a los
servios", lo rectificó en forma concluyente Mandić como uno de los
paladines más grandes y más meritorio de la Croacia Rubra[66].
M. Sufflay
escribió mucho acerca de los problemas de la Croacia Rubra y llegó a la
conclusión en su meduloso estudio "La Croacia Rubra y Dubrovnik" Hrvatska
Revija, Nro. 1, 1930: Croacia Rubra de que el presbítero de Dioclea tuvo
realmente un fondo étnico croata..."
Mi amigo y colega
en las aulas universitarias en Zagreb, V. Tripunov, oriundo de Kotor, publicó
en Hrvatska Smotra (8(1), 12-27, 1940) un estudio intitulado En la periferia de
Croacia, tratando de probar el origen, el nombre y el territorio de la Croacia
Rubra. Consciente de la fuerza probatoria de muchos autores, escribe:
"Consignar todos los hechos históricos que crearon la Croacia Rubra y
analizar todos los factores principales que quebraron la integridad del pueblo
croata en ese punto álgido de la croaticidad implica probar y explicar las
aseveraciones anteriores". Hoy podemos decir que el doctor Mandić
consignó todos esos datos, los analizó y ordenó, los interpretó y explicó con
el rigor científico y estableció la verdad histórica.
(1864 -1938)
Creencia y
desilusión de un "yugoeslavo"
BOGDAN RADICA
AL INICIARSE este
siglo, la política croata fue sometida a grandes pruebas sin que estas quadesen
aún suficientemente aclaradas en la historiografía universal. El firme rechazo
de la Monarquía Dual y su consecuente transformación en un sistema federal o
confederal de Estados, con el fin de satisfacer a todas las nacionalidades
integrantes y, de modo especial, a los pueblos eslavos, se reflejó en la vida
política croata. Esta posición afectó no tanto a las amplias capas sociales[67]
cuanto al grupo intelectual y a la "élite" política que, mientras por
un lado tendía hacia la disolución de la monarquía de los Habsburgo, por el
otro proyectaba una amplia unión de los Estados y pueblos de los eslavos
meridionales que, sobre las ruinas de la antigua Monarquía, formarían su nuevo
Estado.
Las ideas
antiaustriacas, antihúngaras y antigermanas fueron sustituidas rápidamente por
las tendencias paneslavas y por la unión de los eslavos del Sur. Las nuevas
concepciones se encontraban en la creación de un nuevo Estado de los eslavos
meridionales que uniría a los croatas, servios, eslovenos, montenegrinos,
macedonios y a las regiones de Bosnia, Hercegovina y Dalmacia. Un Estado común,
así concebido, salvaría al eslavismo y a todos los pueblos eslavos, protegidos
del ímpetu creciente pangermánico, por el poder de Rusia. Esas ideas
introducidas en Croacia, procedían de Praga donde, bajo la jefatura espiritual
de Tomás Massaryk, se formuló la tesis de la disolución de Austria-Hungría,
sobre cuyos fundamentos habría de crearse tanto Yugoeslavia, como una unión de
los pueblos checo y eslovaco. Pues, éstos, de la misma manera que los eslavos
del Sur, se sentían amenazados por los austríacos y los húngaros. Esa tesis fue
favorecida por la transformación de Servia de un bajalato otomano en un Estado
bálcanico independiente. El hecho tuvo ponderable atracción no solamente para
la intelectualidad croata sino para la minoría servia, que vivía bajo la
Monarquía Dual y que prefería una incorporación a la Servia balcánica, a la
alternativa de convivir en una comunidad de solución austriaca donde gozarían
de la misma igualdad de condiciones que los croatas.
En las tierras
croatas, la clase intelectual de Dalmacia participó con un entusiasmo ya
netamente mediterráneo en las luchas por la formación de la unidad entre los
eslavos meridionales, distinguiéndose de sus compatriotas de la Croacia central
y así como de los de Bosnia y Herzegovina. Los croatas de Dalmacia se hallaban
bajo la impresión directa de los resultados del "Risorgimento"
italiano y, por consiguiente, alimentaban la idea de que únicamente uniéndose
con Servia y Croacia, se liberaría de la hegemonia austríaco-húngara y del
inesperado y creciente
Bajo una
predisposición de ánimo semejante el 17 de abril de 1897 y en el Consejo
Imperial de Viena, Trumbić expuso así el problema de nacionalismo
imperialista italiano. Hubo un verdadero temor de que este último pudiera
amenazar la libertad e independencia del Adriático croata desde Istria, a través
del litoral croata propiamente dicho y la totalidad de Dalmacia con todas las
islas. Como en aquel entonces la minoría italiana en las ciudades dálmatas se
transformaba rápidamente en irredenta italiana, la clase intelectual croata,
puesta frente a ese peligro, creía que con la unión de los eslavos meridionales
de los Balcanes, se salvaría la integridad nacional y política de los croatas.
A la cabeza de
esta política estaba en primer lugar el Dr. Ante Trumbić y le seguían
destacados políticos e intelectuales de Dalmacia entre los que sobresalían
particularmente el publicista Frano Supilo y el escultor Ivan Meštrović.
El Dr. Ante Trumbić había nacido en la ciudad de Split en 1864 y se
destacó en los estudios de la cultura clásica. Al terminar su carrera jurídica,
se transformó en uno de los más prominentes políticos y juristas de Austria. En
su juventud había sido partidario del Dr. Ante Starčević, eminente
hombre político croata, quien despertó clara y concretamente la conciencia de
la idea estatal croata y se constituyó en uno de sus más audaces defensores.
De acuerdo con su
visión genial y con su experiencia política y su conocimiento de los hechos
históricos, mantenía la tesis de la imposibilidad de una simbiosis política
entre croatas y servios sin que de ello resultase grave perjuicio e inclusive
un peligro para la personalidad nacional croata. Trumbić abandonó sus
ideas juveniles en aras de la creación de una comunidad más amplia. No obstante
heredó de Starčević no sólo su inquebrantable fe en la independencia
croata sino la honestidad cristiana de una conducta y fe catonianas, que
siempre distinguió a Starčević dentro del plano político. Toda la
oratoria de Trumbić en la Dieta de Dalmacia ostenta las características de
la política de aquél. Consciente del juego político de los servios dálmatas,
autonomistas e italianos, defendía tenazmente la unión de Dalmacia con Croacia
sin la cual no sólo no concebía la subsistencia y expansión nacional, sino la
existencia económica de su patria chica.
Como expresión de
esa profunda convicción de Trumbić, bajo la influencia de
Starčević habremos de referirnos a su declaración del 12 de febrero
de 1897 en los debates presupuestarios en la Dieta dálmata de Zadar:
"Soy hijo
del pueblo croata, nación desafortunada, pero con alma noble y aguda
inteligencia, pueblo que a través de siglos demostró su inclinación por las
obras nobles. Si hoy cayó en la desgracia que lo oprime no se le puede culpar
de ello. La cultura radica mayormente en las circunstancias adversas que los
tiempos fueron acumulando en torno suyo, así como en los maliciosos vecinos que
la fatalidad puso a su lado. Los croatas supervivieron no obstante todas las
grandes tempestades, y hoy aparecen en la palestra, juntamente con otros
pueblos cultos de la tierra, buscando su patrimonio y su libertad. Si algo
resulta dulce a un alma noble es la labor por la patria y el empeño puesto en
juego para que el pueblo sometido alcance su felicidad. Por esa felicidad del
pueblo croata en cuya entraña nací y me crié, ofrezco mis pequeñas fuerzas,
imbuido en la inquebrantable fe en nuestra Resurección que ¡ojalá! llegue
cuanto antes a fin que los croatas puedan ocuparse por su bienestar con mayor
tranquilidad".
Bajo una
predisposición de ánimo semejante, el 17 de abril de 1897 y en el Consejo
Imperial de Viena, Trumbić expuso así el problema de yugoeslavismo:
"Para los croatas el jugoeslavismo tuvo alguna vez un significado
literario y político-nacional. Bajo la forma yugoeslava se pretendió
voluntariamente y hasta con buena fe enterrar el nombre nacional y político
croata y con ello echar tierra también sobre todos los derechos de ese pueblo y
hasta sobre su misma individualidad nacional. Gracias a la conciencia de los
verdaderos hijos de Croacia y, en especial al genio de Ante Starčević,
aquel intento fracasó y se frustró igualmente el "yugoeslavismo",
mientras revivía y brillaba aún más el nombre croata. El
"yugoeslavismo" por lo tanto fue despreciado por los croatas, no
solamente como término topográfico sino como vocablo artificial y literario,
que pretendía adquirir un sentido nacional. Por eso, nosotros los diputados del
Partido de Derecho en el Consejo imperial, para quienes el pueblo croata es
sagrado y el fundamento de nuestra actividad pública, y jamás y por nada del
mundo hubieramos entrado en el Club que se llamaría "yugoeslavo" y,
por el contrario, deseamos que se organice ese Club bajo rótulo croata-esloveno
a fin de que el primero de esos nombres se destaque frente al mundo interno y
externo".
Al mismo tiempo,
el 30 de marzo de 1897, en el plenario del parlamento de Viena, Trumbić
hizo pública declaración sobre la unión de Dalmacia con Croacia, cuyo texto es
el siguiente:
"Los
diputados croatas firmantes, mientras reconocen que actualmente Dalmacia
pertenece de facto a los Reinos y países representados en el Consejo Imperial,
deben declarar que Dalmacia pertenece de iure a la totalidad del Reino de
Croacia".
A raíz de esa
declaración Trumbić, en un artículo publicado en Narodni List
(Zadar), hizo la siguiente aclaración: "La importancia de la declaración
consiste en el hecho de que, por primera vez en el parlamento de Viena, todos
los diputados croatas de Dalmacia dejaron testimonio de que ese territorio no
es jurídicamente una región austríaca sino parte integrante de la totalidad del
Reino de Croacia. La idea croata está venciendo".
Trumbić, en
su evolución política posterior se mantuvo fiel a esa fundamental premisa, del
mismo modo que todos los destacados políticos croatas. Da testimonio de ello no
solamente la desilusión con que finalizó su vida política sino incluso en la
época de sus plenas luchas con los representantes del Reino de Servia durante
la primera guerra mundial.
Inmediatamente
después del atentado de Sarajevo, consciente de la inminencia de la guerra,
Trumbić buscó refugio en el extranjero donde, junto con Frano Supilo e
Ivan Meštrović, inició la acción para el derrocamiento de la Monarquía
Dual y la formación de la unión de servios, croatas y eslovenos. Después del
año 1903 y especialmente al término de las guerras balcánicas, Trumbić,
como muchos intelectuales croatas, contemplaba aún con muchas esperanzas la
transformación de Servia y su papel en los Balcanes. Tales esperanzas se vieron
alentadas por las constantes negativas de Viena y Budapest a otorgar ciertas
concesiones, indispensables a los eslavos, con el fin de fortalecer la
confianza de los círculos conservadores eslavos del Imperio. Esa intransigencia
de Viena y Budapest convenció a los elementos progresistas y revolucionarios
eslavos de la Monarquía que Austria debía ser destruída — Austria delenda
est.
Como emigrado,
primero en Italia, luego en Francia y después en Inglaterra, Trumbić,
justamente con sus íntimos colaboradores y amigos, Frano Supilo y Ivan
Meštrović, creó el Comité Yugoeslavo que tuvo como finalidad entablar
conversaciones sobre la suerte de Croacia y Eslovenia con los representantes
del Reino de Servia y con los de las potencias aliadas: Gran Bretaña, Francia,
Rusia y más tarde Italia.
De todos los
documentos que hasta ahora han sido publicados surge que ni Trumbić ni
ninguno de los demás croatas del Comité Yugoeslavo (y que en su mayoría ha sido
croata) tuviesen ninguna opinión decisiva y concreta sobre la vida nacional y
política de Servia, ni que tampoco conociesen las pretensiones sobre su
conducción política. Todos veían en Servia un pequeño Estado yugoeslavo que
había conseguido librarse de la esclavitud turca y, como tal, creían que
podrían transformarse en una combinación más fuerte y capaz de unirse con sus
vecinos croatas y eslovenos. Tales puntos de vista fueron la consecuencia más
de un idealismo romántico que de una realidad prágmatica.
La idea
fundamental fue heredada del idealismo romántico del siglo XIX en virtud de la
cual se creía que los servios y croatas eran, "un pueblo con dos
nombres", que hablaban "el mismo idioma", que "su destino
era común" y que, en consecuencia, deberían vivir en un Estado común. Pero
esa idea se quebró y en los primeros contactos con las representan-tes de
Servia. Nunca, ni siquiera en la Edad Media, participó Servia de la vida
política y social dentro de la evolución del Occidente. Fue primeramente parte
integrante del mundo bizantino y, más tarde, del Imperio otomano. Como tal,
nunca sintió la necesidad de compartir la vida en una combinación multinacional
de acuerdo con las formas y conceptos de una federación occidental europea. Su
concepción político-estatal se basaba exclusivamente en la dinastía nacional
servia, ejército monárquico e Iglesia ortodoxa nacional servia. Por ello se
rechazó cualquier colaboración con las representantes croatas en la emigración
a menos que se basara en el estricto y exclusivo centralismo servio. Los
representantes de la vida política servia y en primer lugar Nicolás Pašić,
presidente del Gobierno y del mayoritario partido radical, veían en la creación
de un eventual nuevo Estado sólo y exclusivamente el engrandecimiento de Servia
en una Gran Servia. De este modo la idea del Reino de los servios, croatas y
eslovenos, dentro de la concepción política servia, ha sido únicamente
considerada como un Estado servio. Tal Estado se regirá desde Belgrado, la
capital servia, bajo el cetro de la dinastía servia y con la Iglesia ortodoxa
privilegiada y favorecida más que las demás iglesias y confesiones, el aparato
militar y administrativo quedaría en manos servias. De todo ésto resultaba bien
evidente que esa concepción bizantino-turco-balcánica debía enfrentarse con la
tesis que sustentaban los representantes croatas.
Croacia que,
según su historia, es un país occidental por excelencia y que, en primer lugar,
por su pertenecencia al catolicismo y por su desarrollo y formación dentro del
mundo romano-católico, y que después, bajo los Habsburgo, mantuvo una
prolongada y constante lucha en defensa de su individualidad estatal y nacional,
chocó inmediatamente con el centralismo gran-servio. Tanto Trumbić, como
sus colaboradores Supilo y Meštrović, solicitaron en sus conversaciones
con los representantes servios una solución federal. Pero, los intelectuales
servios no sólo carecían de sensibilidad para tal propuesta sino que,
instintivamente, como buenos balcánicos, desconfiaron de ella. Ya el solo hecho
de que los croatas fuesen católicos y estuviesen acostumbrados a emplear medios
jurídico-políticos para sus luchas dentro de la Monarquía de los Habsburgo, era
suficiente para que los servios se ateniesen aún más al espíritu y la obsesión
de su centralismo exclusivista. Finalmente ese espíritu privó a Croacia de su
fisionomia autonomista e histórica. Merced al choque con los conceptos propios
y de una desconfianza primitiva, evidente en el primer ministro Pašić y en
el mismo rey Alejandro, Trumbić tuvo inexplicables dificultades para
llegar a un arreglo satisfactorio. Tanto los servios como los rusos que
defendían exclusivamente los intereses servios no otorgaron confianza alguna a
los croatas por el mero hecho de ser católicos. Y en determinado momento
estuvieron incluso dispuestos a abandonar la idea de crear un Estado común
yugoeslavo, mostrándose conformes con la unificación de todos los servios en un
Estado exclusivamente servio y librando a su suerte a los croatas y eslovenos.
Precisamente al
entrar Italia en alianza con las potencias de la Entente y serle adjudicada por
el convenio secreto de Pacto de Londres (1915) la mayor parte de la costa
adriática croata, Trumbić temió que, a su vez, los representantes servios
pudiesen aceptar el sacrificio de la parte vital del territorio nacional
croata, o sea sus costas adriáticas, por un arreglo con Italia obteniendo la
salida al mar Adriático para su Gran Servia.
Como su meta
esencial fue mantener a cualquier precio la unidad integral de las tierras
croatas, se afanó Trumbić en buscar soluciones para la suerte que podía
correr Croacia ante Servia. Tenía la esperanza de que los croatas ya dentro de
un Estado común y por los medios adecuados a las luchas políticas pudieran
concretar una autonomía extensa y real. Sabía que luchar simultáneamente contra
la dominación servia y el imperialismo italiano no era posible. De ahí las
concesiones hechas por Trumbić a Servia, tanto más cuanto que creía que
resultaría más fácil imponer luego condiciones a una Servia atrasada que se
vería paulatinamente obligada compartir el poder con los croatas para la
conducción de un Estado moderno.
La Declaración de
Krf (1917) fue en realidad el compromiso de Trumbić que veía en ella una
salida realista para salvar la integridad de las tierras croatas dejando una
parte abierta para soluciones ulteriores al crease un Estado común. En esencia,
Trumbić era un federalista, puesto que tenía conciencia de la realidad de
que ni los croatas ni los eslovenos ni tampoco otros grupos étnicos aceptarían
a ningún precio un Estado unitario. Sin embargo, estaba equivocado en cuanto no
advertió el hecho de que el concepto servio del Estado era exclusivamente
unitario y que únicamente bajo esa forma era posible ejercer una hegemonía
sobre Ias demás nacionalidades. Un papel especial desempeñó la circunstancia de
que el Reino de Servia fuera a su vez aliado de las potencias occidentales, debiendo,
en consecuencia, el nuevo Estado contar con la dinastía, el ejército y la
administración servias como también con su capital Belgrado, abrigaba la
esperanza servia de que el nuevo Estado no iba a ser un nuevo Estado y de
acuerdo a las concepciones croatas, fundado en las posiciones de igualdad, sino
el Estado viejo de Servia, engrandecido en un Estado gran-servio, conservando
todas sus características de un tipo de Estado balcánico, atrasado en aquella
parte del Imperio otomano, causa principal del atraso en el desarrollo cultural
de los pueblos de aquella parte del mundo.
La posición de
Trumbić dio motivo a largas discusiones en el ámbito de la política
croata, ya que se le reprochaba haber cedido frente a las tendencias
hegemonistas servias que se hicieron públicas todavía durante la guerra en las
controversias surgidas entre el Comité Yugoeslavo y el Gobierno servio. Es bien
conocido el choque, inclusive dentro del seno del mismo Comité, o sea entre
Trumbić y Supilo. Este pedía a Trumbić que se interrumpieran las
conversaciones con Pašić y aún propuso como alternativa la posibilidad de
una Croacia independiente aún cuando muy reducida y mutilada. Supilo presentía
que a los croatas les aguardaba un largo camino de duras luchas por su autodeterminación
frente a la posición ferrea servia contra la solución de los problemas
nacionales en igualdad de condiciones.
Mientras Supilo
todavia se sentia en la plenitud de sus fuerzas físicas e intelectuales, para
liberarse de la responsabilidad por las conversaciones ulteriores con el
gobierno servio, renunció a su posición de socio en el Comité y lo abandonó.
Existe una carta de Supilo, dirigida a un amigo en Italia en la que dice de que había aceptado la Declaración de Corfú como un mal
menor, aún cuando ya su enfermedad mental había avanzado y no se sentía en
pleno control de sí mismo[68].
Así fue como recayó exclusivamente sobre las espaldas de Trumbić la
responsabilidad de realizar un convenio mínimo con el gobierno servio. Pensó
siempre que, por fin y de tal manera se iba por lo menos a salvar la integridad
de las tierras croatas, lo que resultó cierto. Sobre el resultado de la
actividad de Trumbić y su empeño en la emigración, quizás sea la más
precisa y a la vez mejor opinión la que formuló el último presidente del
Partido campesino croata —partido mayoritario— doctor V. Maček en los
siguientes términos: "De la actividad de Trumbić en la emigración va
a ocuparse la historia y lo hará favorablemente porque realizó lo que pudo,
tomando en consideración aquellas circunstancias[69].
Fue él quien consiguió que todos nosotros croatas nos encontramos juntos y
reunidos".
Dicho de otro
modo: el doctor Trumbić consiguió salvar la integridad de la mayor parte
de las tierras croatas, impidiéndo así que éstas fuesen repartidas entre las
potencias ajenas por unas combinaciones también extrañas, lo que nos habría
causado la pérdida de territorios y con ella también puesto en peligro el
sentido de la totalidad nacional. La evolución política operada en Yugoeslavia
entre las dos guerras justificó suficientemente lo expuesto, porque los
croatas, bajo la opresión hegemonista de servios, consiguieron fortalecer su
sentido de comunidad nacional y formar su fisonomía nacional, tendiendo a
realizar la renovación de su propio Estado nacional.
Es sabido que
Trumbić se sintió apenas satisfecho con la obra que durante la primera
guerra mundial ejecutó en el exterior. Por eso declinó cualquier cargo de
importancia en el nuevo Estado después de formarse el tratado de Rapallo por el
cual se cedió a Italia una ciudad de Dalmacia (Zadar), Istria y algunas islas
en el Adriático. Renunciando a cualquier cargo público en el gobierno de
Belgrado se fue a Zagreb, donde tomó parte activa en la vida política croata,
especialmente en la oposición que se manifestó en la lucha contra el
centralismo servio. Trumbić, inclusive, votó contra la Constitución de
Vidovdan (primera Constitución del 1921) porque sabía que había sido proyectada
por los políticos y la dinastía servios en contra de los intereses nacionales
croatas, resultando luego una piedra de escándalo y, a la vez, causa de la
tragedia yugoeslava.
En uno de sus
discursos en el parlamento, Trumbić explicó las causas de su voto negativo
y previno una futura catástrofe para Yugoeslavia: "La Constitución actual
¿será la base de la consolidación del Estado o, con ella, se abrirán nuevas
discusiones o prorrogarán nuevas luchas que sólo Dios sabe qué complicaciones
traerán? Los grandes problemas no se pueden resolver de esa manera y menos con
esa primera Constitución que ofrecemos a nuestra historia nacional. ¿Qué clase
de Constitución es ésta? Carece de la idea fundamental estatal que deberla ser
el principio esencial de nuestra vida nacional. Este principio fue sustituido
por la tendencia que pretende hacer ilusoria la participación del pueblo en la
vida pública y al propio tiempo al poder sobre el pueblo lo asume un sistema
centralista burocrático". Luego siguió diciendo con toda precisión:
"Se pretende desmembrar administrativamente a Croacia sin que se respeten
circunstancias, necesidades, intereses administrativos, y todo ello contra la
voluntad de la inmensa mayoría de su pueblo. Los autores de la Constitución
exigían que se les entregara el poder en forma precipitada y mediante un
Reglamento del orden y respeto del Estado en que habían alcanzado su punto más
alto los crímenes políticos y el brigantismo de los hajduks. Nos hemos liberado
del yugo extranjero, pero el pueblo espera todavia su liberación interna. Esta
Constitución no significa dicha liberación. Trabajé durante la guerra para
liberarnos del dominio ajeno. Con igual sacrificio he decidido aportar mi ayuda
para sacudir la opresión interior. Para mí el asunto de la Constitución no es
una cuestión de oportunidad sino una convicción personal y cuestión también de
la vida del pueblo. Votaré conscientemente en contra de la totalidad de esta
Constitución porque es extemporánea y porque es mala".
Lamentando la
destrucción de todas aquellas ilusiones que sirvieron para la unión con Servia
y haciendo referencia directa a su política agresiva y a la nueva Constitución
Trumbić expuso la situación de la Croacia de entonces en la siguiente
forma : "Croacia fue siempre un factor político. Para el bien de los
intereses nacionales tiene que serlo también hoy en día... Hasta la destrucción
de Austro-Hungría, Croacia había conservado su individualidad política dentro
del marco de la Monarquía. El 29 de octubre de 1918 Croacia rompió todos sus
vfnculos con Hungria y Austria y con el trono; en tal fecha declaró su
independencia. Pero Croacia a su tiempo entregó el poder politico al Consejo
Nacional —por medio de sus legítimos representantes—, que se habla constituido
para todas las regiones de la ex Monarquia. Pocos días después, o sea el 19 de
diciembre de 1918, el Consejo Nacional, de común acuerdo con los representantes
del Reino de Servia, procedió a unir nuestro pueblo y nuestro Estado[70].
Por consiguiente, Croacia por su propia voluntad, estableció esta nueva
relación en la cual se encuentra hoy voluntariamente[71].
En consecuencia tanto los croatas como los servios asi como los habitantes de
todo el país deben de tener presente lo sucedido, esto es: que todos los actos
fueron consumados con la voluntad y el consenso popular Por lo tanto, deberán
aceptarse también las consecuencias derivadas de aquellos actos... En Croacia
la gran mayoría de nuestro pueblo demuestra características peculiares. Tanto
los croatas como los servios que viven ahí, tienen característica pronunciada
—la inquebrantable resistencia a cualquier tipo de opresión. Esta capacidad de
re resistencia, que es energía y capital común de nuestro pueblo, deben ser
aprovechados para el bien de nuestra comunidad y no para dilapidarlos,
intestinas y fraternas tanto en Croacia como en la totalidad del país. Croacia
fue el factor político. Ella lo es hoy y debe serlo desde el punto de vista de
los intereses de la consolidación de nuestro país, por-que tiene todas las
atribuciones al respecto. Su posición geográfica es tal que sin Croacia en este
nuevo Estado nuestro, no habría unidad del país ni unidad de nuestro pueblo" [72].
Con esta su
posición Trumbić ofreció a los usurpadores granservios la última
oportunidad para que abriesen sus ojos y se encauzaran por el camino del
compromiso con los croatas, si es que no tuvieran la intención de alejar por
completo a los croatas de la idea de un común Estado yugoeslavo. Fue ese el
postrer llamamiento de un croata que aún creía en la posibilidad del
mantenimiento de la comunidad yugoeslava y que propiciaba el cambio del sistema
centralista de conducción del Estado. Pero ni los caudillos de la política
servia ni la dinastía, deshecharon sus planes consistentes en la dominación de
todas las nacionalidades y minorías nacionales de Yugoeslavia. En el mundo
exterior, especialmente en el Occidente existe la equivocada opinión de que los
croatas se decidieron de golpe por destruir el Estado yugoeslavo. Los croatas
reaccionaban racionalmente ya que como nación madura exigia una posición de
igualdad de condiciones con Servia, lo que, además, fue anunciado y destacado
en la Declaración de Corfú y Ginebra. O sea: que Croacia entraba en un Estado
común en igualdad de condiciones. En esta forma se expresaba ante mí el doctor
Trumbić al decirme que sus conversaciones y los convenios con les
representantes servios durante la guerra fueron hechas sobre esta base. Pero
Trumbić tenía ya entonces conciencia de que los círculos políticos no eran
accesibles a esta propuesta y, por ello, que la igualdad tan sólo se lograría
después de la guerra y dentro del nuevo marco político.
Se produjo,
empero, lo contrario. El rey Alejandro, que era el único que disponía de los
medios para resolver el problema de la igualdad de las naciones, con las
fuerzas armadas, se decidió por una supuesta integración yugoeslava. Lo que
vale a decir que era una legalización de la preponderancia absoluta gran-servia
y de su clase dirigente sobre las demás nacionalidades yugoeslavas. Esto
impulsó a todos los croatas, reunidos bajo la jefatura de Esteban Radić a
oponerse a tal opresión. Los croatas, de tal manera, como totalidad fueron
excluídos por la voluntad de la dinastía gran-servia del poder de un sistema
exclusivista de carácter centralista y hegemónico. Toda la secular lucha croata
por la auto-determinación corría peligro de perderse y que el pueblo croata se
transformase en una nación de tercera categoría dentro de un complejo
político-estatal conducido exclusivamente por los servios.
Además, estos
carecían de sensibilidad para una concepción del Estado y que no sería de tipo
balcánico de opresión. Un Estado moderno en los tiempos actuales, exigía
disponer de una administración capaz de llevarlo a la meta del progreso, y la
clase política y administrativa servia carecía de ideas y de preparación mínima
adecuada para ello. Hubieron pues de recurrir a los vulgares métodos policiales
y de persecución balcánica en contra de los croatas, alejándolos así aún más de
cualquier ilusión que hubiesen podido forjarse sobre la idea yugoeslava de una
vida en común con los servios. Trumbić sintió el pulso nacional croata y,
en los tiempos de la aplicación del instrumento persecutorio de
"Obznana" [73]
en contra del partido mayoritario o sea el Partido campesino croata, lo que
quería decir en contra de toda la nación croata hizo la siguiente declaración
el 10 de enero de 1925: "Situados frente a la lucha que nos fue impuesta,
nosotros, los croatas, no vamos a retroceder; la aceptamos de frente y con
ambas manos, y la proseguiremos hasta el fin siguiendo caminos legales y por
todos los medios permitidos. Esa es nuestra posición y de ella nadie nos
moverá".
Sin embargo, la
prosecución de las persecuciones desatadas por to-dos los gobiernos, sean
dictatoriales o pseudodemocráticos y el atentado consumado contra el caudillo
nacional croata, Esteban Radic, en el par-lamento de Belgrado, colocaron a
Trumbić en el frente común con los demás luchadores nacionales croatas que
bregaron por la independencia nacional. No solamente se puso al lado de
Radić y Macek sino que, más tarde, aprobó la totalidad de la actuación de
las agrupaciones croatas en el exterior que luchaban por el desligamiento total
de Croacia de Yugoeslavia. Completamente desilusionado con ese país,
Trumbić mantuvo el punto de vista de que, si el pueblo croata quería
salvar su personalidad nacional y política, debía crear su propio Estado.
El año 1925
Trumbić declaró lo siguiente: "Mirando especialmente a través del
pasado, tengo la más profunda confianza de que no hay peligro alguno de que la
nación croata pueda sucumbir, ya que posee fuer-zas vitales y, además, fuerzas
vitales excepcionales. En primer lugar, el pueblo ha conservado hasta hoy su
territorio nacional, y ese es hecho importantísimo. Es la condición previa para
la existencia nacional, porque sin territorio no hay nación. En área
territorial que conservó nuestro pueblo coincide por su dimensión con la que
tuvo al iniciarse los movimientos nacionales en los Balcanes. Además, nuestro
pueblo mantuvo incólume otra condición, utilísima para que quepa hablar sobre
su personalidad nacional, y es: su arraigo sentimental de la solidaridad de la
conciencia nacional".
Todos estos sentimientos albergaba dentro de
sí mismo el Dr. Trumbić durante sus últimos años de vida, o sea, desde su
voto negativo en contra de la Constitución de Vidovdan hasta el año de su
muerte en 1938. Trumbić de esa manera permaneció fiel a los principios de
la independencia de Croacia. Estuvo con Esteban Radić cuando ese resistió
a Belgrado. Igualmente acompañó al sucesor de Radić, al doctor Maček,
cuando hizo frente a la hegemonía de Belgrado. En vísperas de la dictadura del rey Alejandro, visitó en
1918 París y Londres a fin de advertir a los círculos políticos responsables
que impidieran la imposición de aquel régimen de fuerza y que favorecieran una
organización estatal sobre la base de una amplia federación en la que Croacia
se aseguraría su autodeterminación y, a la vez, se restablecerían las
relaciones humanas entre los servios y los croatas. Todos
aquellos últimos esfuerzos suyos se frustraron. La miopía de la hegemonía
gran-servia impidió resolver los problemas. El advenimiento de la segunda
guerra mundial encontró a Yugoeslavia completamente atomizada y, al propio
tiempo, sin preparación política y militar para ofrecer resistencia. Las
supuestas fuerzas armadas de Yugoeslavia, dirigidas por los generales servios,
se disolvieron en contados días. Sucedió precisamente aquello que Trumbić
quiso todavía evitar al iniciarse la comunidad yugoeslava y cuando proponía la
igualdad de "partnership" entre todas las nacionalidades de
Yugoeslavia. Lo había previsto todo y así se lo manifestaba a cuantos lo
visitaron hasta el fin de sus días. El que suscribe estas líneas recuerda cómo
Trumbić intuía claramente cómo iba a producirse la caída de Yugoeslavia en
la misma forma que Checo-Eslovaquia porque, a la manera como los servios
trataban sin piedad a los croatas, así los checos sometían desconsideradamente
a los eslovacos.
Trumbić murió convencido de que Croacia
debía ser libre e independiente porque, a causa de la tendencia hegemonista
servia bajo cualquier forma de gobierno de Yugoeslavia, iba a ser política y
económicamente sometida y explotada. Estaba, además, convencido de que su
ilusión sobre un Estado yugoeslavo igualitario se había truncado para siempre
merced a la dureza de la hegemonía gran-servia, única constante del fracaso de
la vieja Yugoeslavia.
En la nación
croata quedó un profundo recuerdo y respeto por Trumbić. Se lo considera
como un hombre de pureza cristalina. Por eso, al morir, el pueblo croata le
tributó honores raramente rendidos a otros políticos nacionales.
(Todas las
observaciones desde 1 al 7 son de la Redacción de S.C.).
IVAN TOMAS
SI KANT recalcó
una vez que los historiadores e intérpretes de un filósofo a menudo pueden
entender mejor que él mismo las ideas expuestas por aquél. ¿qué
deberíamos decir en cuanto a la comprensión de los acontecimientos históricos
en general y, especialmente, de los que atañen a la vida eclesiástica? Todos
vivimos en el clima del Concilio Vaticano II; por todas partes, dentro de la
Iglesia, observamos novedades y cambios que unos quince años atrás ni
hubiéramos podido siquiera vislumbrar. Desde ahora podemos afirmar que el
Concilio Vaticano II es el acontecimiento más importante de la vida de la
Iglesia en este siglo, como lo fue el Concilio Vaticano I en la centuria
pasada. En cuanto a este último, un conocedor muy destacado de la doctrina
eclesiástica y del desarrollo del pensamiento teológico lamenta que tan sólo
pudiera definir el Capítulo relativo al Papa y la doctrina que elevó al rango
de dogma infalibilidad, a causa de las circunstancias trágicas ocurridas en
julio de 1870; pero destaca los méritos de aquél para el desarrollo ulterior
del pensamiento teológico acerca de la Iglesia[74].
El poderoso
desarrollo de los medios actuales de comunicación es la razón de que ya
tengamos una literatura más abundante relativa al II Concilio Vaticano que la
que se ocupa del I. En esta última, a menudo unilateral, se atribuyen a ciertos
de sus participantes y se les siguen atribuyendo hasta hoy algunas actitudes y
posiciones interpretadas erróneamente. Sólo a la luz del Concilo Vaticano II se
empieza a entender mejor la función opositora de algunos miembros del Vaticano
I.
De lo dicho se
desprende que 100 años en la historia de la Iglesia es, a la vez, un período
largo, pero también corto : largo, porque nadie pudo
participar en los trabajos de ambos Concilios; corto, porque sentimos que el
primero era únicamente breve introducción y preparación para este que abrió
Juan XXIII en 1962 y que continuó y concluyó Paulo VI en 1963.
Entre los que no
fueron bien comprendidos en el Concilio Vaticano I, pero a los cuales el
Vaticano II otorgó un reconocimiento bien visible, se halla el croata José
Jorge Strossmayer (1815-1905), quien en 1849 fue nombrado obispo de Diakovo,
donde permaneció hasta su muerte acaecida en el ya apuntado año.
Por fallecimiento
del arzobispo de Zagreb, cardenal Jorge Haulik ocurrido algunos meses antes de
la convocatoria de aquel Concilio (1869), metropolitano de Strossmayer y por la
desmembración del pueblo croata por aquella 'época en varias regiones
políticas: la parte austríaca y la húngara de la Monarquía de los Habsburgo,
así también la turca, ya que los turcos tuvieron en su poder las dos provincias
croatas Bosnia y Herzegovina hasta 1878 [75],
los obispos croatas se hallaban en el Concilio Vaticano I divididos en varios
grupos, sin poder mostrar la unidad ni el sentido que ofrecieron en el Vaticano
II.
Strossmayer era
el más representativo entre los obispos croatas en aquel Concilio. Su talento
natural, su amplia cultura y erudición en el campo de las disciplinas
eclesiásticas y en las profanas, su celo religioso, su patriotismo, la serie de
empresas eclesiásticas y culturales que había acometido con éxito, así como el
renombre y el honor de que, gracias a ello, gozaba entre el gran público
internacional, le hacían acreedor a este prestigio. Desgraciadamente, ni la
literatura contemporánea ni la posterior presentaron siempre con exactitud a
Strossmayer, ni a su diócesis, desfigurando igualmente el papel que desempeñó
este dinámico obispo croata. Mencionaremos aquí, como ejemplo, al más conocido
historiador del Concilio Vaticano I, el jesuita alemán Theodor Grandarath. Este
autor enumera a Strossmayer entre los obispos "húngaros", a pesar de
que sabía que era croata, anotándolo en las citas al pie del texto del II y III
tomo de su Historia del I Concilio Vaticano [76]3.
Para mostrar
gráficamente como se atribuyen a Strossmayer todavía hoy las inexactitudes
divulgadas con anterioridad, citaremos a uno de los mejores historiadores de
los concilios de Ia Iglesia, al alemán Mons. Huberto Jedin. Escribe éste
también en la página 560 del II volumen de una de sus obras lo siguiente:
"El adversario más temperamental de la infalibilidad..., el obispo
Strossmayer de Diakovar de Bosnia" [77].
Ello a pesar de que "Diakovar" tampoco se denominaba así oficialmente
Ia sede del obispo en el siglo XIX, sin mencionar el nuestro, en que Djakovo
tiene su denominación croata internacionalmente reconocida. Esa ciudad nunca
perteneció a Bosnia, aun cuando por cierto lapso, los obispos de esa región
tenían su sede en Djakovo y el obispo de esta ciudad lleva en su título, aún
hoy, el recuerdo de aquel lejano pasado, cuando los asuntos de Bosnia eran
objeto de las preocupaciones de Djakovo.
Es necesario
agregar aquí que resulta muy apresurado enumerar a Strossmayer entre los
"adversarios de la infalibilidad". En realidad estaba contra la
oportunidad de la definición de infalibilidad en sí, aún cuando —y lo veremos
más adelante-- tenía sus ideas especiales acerca, de la concepción e
interpretación de aquel proyecto de dogma y de su relación con el papel de los obispos
en el magisterio de la Iglesia. Por lo demás, en ésa su posición no se
presentaba solo. Su opinión se veía compartida por obispos de los países más
adelantados: Francia, Alemania, América...
América latina no
fue representada adecuadamente en el Concilio Vaticano I, en virtud de las
perturbaciones y luchas de liberación que sostenía en la primera mitad del
siglo XIX. Pero, a pesar de ello y, quizás justamente por eso, el famoso y
apócrifo "discurso de Strossmayer" contra la infalibilidad del Papa,
traducido a varios idiomas y divulgado no sólo en el siglo pasado sino también
en el nuestro, tomó su origen en América latina. Aquel "discurso" fue
desmentido inmediatamente por el mismo Strossmayer, declarándolo falso,
apócrifo. Y esta es una de las razones para que presentemos al público de habla
española el papel que desempeñó Strossmayer en el Concilio Vaticano I dentro de
los fundamentales temas teológicos, a fin de que, de esta manera, recobre su
brillo el recuerdo de aquel gran obispo, apóstol de la unidad eclesiástica,
precursor del ecumenismo y asiduo devoto de san Pedro y de sus sucesores.
De Strossmayer
como adversario de la infalibilidad papal escribieron mucho y muy injustamente
los "viejos católicos" apenas concluído el Concilio Vaticano I y después
de la muerte de aquel prelado. De manera semejante lo presentaban también los
unitaristas-totalitarios yugoeslavos de diferentes corrientes, especialmente
los comunistas, al término de la segunda guerra mundial; pero, huelga
reconocerlo, al convencerse de que Strossmayer había sido, durante su larga
vida, fiel al Papa y a la Santa Sede, dejaron de presentarlo como autor y
promotor de una especie "de iglesia católica nacional, independiente de
Roma y del Papa". Y por otra parte, tampoco se interesaron más en el
estudio de la vida y los escritos de Strossmayer, porque pudieron entender
perfectamente que aquél fue consecuente y fiel a su lema: ¡Todo por la Fe y la
Patria!
El Concilio
Vaticano II ha hecho un pleno reconocimiento de Strossmayer y de sus ideas, y
no sería decir demasiado que esperamos que un Concilio Vaticano III, cuando
haya de convocarse, encontrará en las propuestas de
aquel obispo croata material muy útil para las discusiones. Tanto más cuanto
que las circunstancias políticas y contratiempos acaecidos en Roma y en el
Estado Pontificio de 1870 no permitieron dar cima a todo el programa conciliar
de Pío IX, dentro de cuyo marco el papel de Strossmayer habría resaltado
también más, habría sido aceptado más dignamente y ejercido una influencia más
fértil dentro de la Iglesia y del cristianismo.
La historia del
Concilio Vaticano I fue escrita por católicos y no católicos. Puede ser que los
segundos, por su manera de enfocarlo, hayan ejercido un influjo más decisivo
sobre la opinión mundial que los primeros. En cuanto al papel de Strossmayer,
la historiografía conciliar se mostró parcial y limitada al destacar su
oposición a la definición de infalibilidad, a pesar de que sus discursos
contienen también elementos de otra índole. En la colección más conocida de las
actas de los Concilios generales editada por Mansi, el
Vaticano I y los discursos de Strossmayer fueron tratados por Petit. Dos
croatas —Mons. A. Spiletak y Mons. J. Oberski— publicaron en 1929 las
intervenciones de Strossmayer en su original latino y en traducción croata, con
la interpretación más indispensable de ciertos fragmentos. Evidentemente, la
influencia de estos escritos quedó limitada al campo Iingüístico croata. En Ias
enciclopedias de mayor jerarquía y en los diccionarios de católicos o no
católicos hay artículos condensados sobre Strossmayer que nada dicen a los no
informados y que tampoco satisfacen a los especialistas incluso cuando dichos
artículos fueron escritos por quienes apreciaban al obispo Strossmayer,
presentando de esta manera el ecumenismo católico en forma res de los manuales
ecuménicos mencionan de vez en cuando a Strossmayer, pero no todos : Un poco
por desconocer el idioma y la historia croata y otro poco por una concepción
muy magra incipiente del ecumenismo, la mayoría de estos autores pasan por alto
tácitamente la figura de Strossmayer, presentado de esta manera al ecumenismo
católico en forma incompleta y omitiendo justamente a su contribución croata.
Es sabido que la idea de ecumenismo significaba ya una novedad y el principio
de una nueva época en la persona de aquel "aventurero divino", por
llamarlo así, Jorge Krizanic, sacerdote croata del siglo XVII, no sólo para los
connacionales y los eslavos en general, sino también para todo el mundo cristiano
y, en consecuencia, para la humanidad. Como si fuera una actitud común olvidar
por completo el reconocimiento del "Newman ruso" V. S. Soloviev
(1853-1900) al declarar abiertamente que, en sus ideas ecuménicas y empresas,
debía muchísimo a Krizanic y Strossmayer —dos grandes croatas—. Y dejándose
llevar lejos por su sinceridad, confesó haber dicho "amén" a todo
cuanto predicaban sobre el ecumenismo el genial sacerdote croata Krizanić
en el siglo XVII y el previsor obispo del siglo XIX Strossmayer[78].
Sería
injustificable una exageración al apreciar este reconocimiento del gran místico
y apóstol de la unidad eclesiástica Soloviev, pero de la misma manera, es
imperdonable pasarlo por alto o no reconocerle el valor que encontró en las
obras e ideas de Krizanić y Strossmayer.
El Cuadro y el
Fin de este Ensayo
El objetivo de
este modesto ensayo es proyectar luz sobre el papel de J. J. Strossmayer en el
Concilio Vaticano I, en la medida estrictamente necesaria para nuestros fines y
haciéndolo con espíritu de objetividad y de justicia. Y al propio tiempo,
trataremos de presentar algunos detalles de la vida pre y postconciliar de
Strossmayer, únicamente para comprender y entender mejor su actitud y la
actuación que tuvo en dicho Concilio.
Strossmayer
estaba ampliamente preparado para su papel conciliar. Granderath registró la
edad de los participantes de aquel Concilio. El más joven tenía 36 años y el
más viejo 90[79].
Al dar comienzo las deliberaciones, Strossmayer llevaba ya 20 años en su
obispado y 31 como sacerdote. Había sido nombrado obispo muy joven y terminado
el Concilio, continuó desempeñando el obispado 35 años más. Quiere decir que se
hallaba pleno de vigor físico e intlectual cuando participó en las discusiones
conciliares. En su calidad de obispo, de mecena y de político había ejecutado
ya hasta 1869 muchas obras de extraordinaria importancia. Había promovido y
organizado algunas de las instituciones importantes para la ilustración y la
cultura del pueblo croata y de los pueblos vecinos eslavos en el sur europeo.
Así, por ejemplo, fundó en 1867 la Academia de Ciencias y Artes en la capital
croata Zagreb, propició la iniciativa de fundar y organizar la Universidad
croata, la primera en el mismo sur europeo, mientras, en el ámbito de su
diócesis, desarrolló una actividad pastoral poco común, ostentando cada vez más
su especial preocupación por los católicos en Bosnia y Herzegovina, que se
hallaban todavía bajo la administración otomana. Desde 1851 fue el
administrador apostólico del obispado de Belgrado-Smederevo en el ducado de la
Servia ortodoxa, que también estaba bajo el poder turco, prestando su apoyo y
su ayuda a los búlgaros y macedonios en su labor de unificación de las
Iglesias; es decir, dedicaba gran parte de sus fuerzas a restablecer y mejorar
las relaciones con los cristianos separados. En su patria, Croacia, en el
sentido más restringido, era un político muy activo y uno de sus caudillos. Era
miembro del Sabor en Zagreb, del parlamento húngaro en Budapest y del Consejo
Imperial en Viena. En Croacia se desempeñó incluso como alto funcionario
administrativo, es decir, como Gran Župan (Gobernador) de la Župa de
Virovitica. Reseñamos brevemente estos hechos con el fin de entender más
fácilmente su actitud en el Concilio, destacando además su libertad y facilidad
de palabra, clara formulación de sus ideas y propuestas y particularmente la
forma de sus discursos.
Acerca de su
preocupación por el bienestar espiritual y material de su diócesis de Djakovo
—fue nombrado su obispo en 1849— nos suministra un extraordinario testimonio su
carta de donación o de fundación, escrita en Viena el 14 de junio de 1856. En
ella expone los siguientes objetivos: En primer término, declara que en lugar
de la catedral vieja, pequeña y ya en estado de destrucción, edificará una
nueva y más digna porque "la catedral... es la madre y maestra de todas
Ias iglesias de la diócesis". Por su estilo, por su grandeza y por su
armonía estética debe ser el recinto digno de Dios. En el mismo momento -1856,
depositó 50.000 fiorines como capital inicial. La Providencia posibilitó la
iniciación de los trabajos de edificación de la nueva iglesia matriz antes de
la convocatoria del Concilio, pero sólo pudo terminarla con grandes sacrificios
y bendecirla en 1882. En segundo término, proyecta la edificación del seminario
episcopal para los jóvenes candidatos a sacerdotes, contribuyendo con 30.000
fiorines. Para la terminación del monasterio de las hermanas de San Vicente de
Paul depositó 10.000 fiorines. Para el fondo del asilo de los sacerdotes
jubilados aportó 10.000; para las necesidades extraordinarias de los sacerdotes
de la diócesis depositó 5.000. Para los libros y manuales necesarios en la
actividad pastoral destinó 5.000; para los capellanes que carecían de recursos
en ciertos lugares de su servicio, dio también 5.000 fiorines[80].
La labor
ecuménica, de Strossmayer en la época anterior al Concilio Vaticano I era
considerable. El mejor testimonio al respecto lo constituye el movimiento de
Mons. Sokolski, trágicamente desaparecido, que había abrazado la unión con la
Iglesia Católica juntamente con gran número de búlgaros de este país y de
Macedonia. Strossmayer procuró también la educación de cierto número de
candidatos sacerdotales búlgaros[81].
Pero su labor ecuménica, esa que podría ser tema de un estudio especial, apenas
se desarrolló después del Concilio.
Pío IX conocía
bien la voluntad de Strossmayer de reorganizar la institución croata de San
Jerónimo en Roma, porque aquel obispo había destinado ya, en 1859, para ese fin
20.000 fiorines. Explicando y justificando esta donación, Strossmayer subrayaba
que aquella institución debía constituir el enlace entre el pueblo croata y la
Santa Sede, es decir, entre Roma y los sucesores de San Pedro, maestro de la verdad
para todos los pueblos. El principio de este documento de fundación parece
estar inspirado por las ideas de San Ireneo y de otros pensadores cristianos de
los primeros siglos de la Iglesia, quienes buscaban la seguridad y la
tranquilidad en la doctrina de aquélla y allí la encontraban[82].
En su labor
episcopal, ecuménica, política y cultural, Strossmayer dedicaba un especial
cuidado a su propia dignidad, manteniéndose en todas las circunstancias en
buenas relaciones con el Papa Pío IX, conocido por su profunda devoción. Por
eso aquel pontífice distinguió a Strossmayer en el décimo año de su obispado
con el título de "Asistente del trono papal y del conde de Roma",
distinción que la Santa Sede únicamente solía otorgar a obispos de gran mérito
y con motivo de celebrar sus bodas de plata. Y esto, sin mencionar Ias
simpatías del Papa León XIII por nuestro obispo croata[83].
Quien desee
entender bien y a fondo la actitud de Strossmayer en el Concilio, debe tener
presente su actividad patriótico-política, desarrollada en el decenio anterior
a la convocatoria del Concilio. Abrigaba la esperanza de la liberación de
Bosnia y Herzegovina, las dos provincias croatas todavía bajo el poder turco, y
su nificación lógica y natural con Croacia. Además se convirtió en apóstol de
la reorganización de la Monarquía austro-húngara con un sentido federalista,
dentro de la cual Croacia, junto con Austria y Hungría, debería ser el tercer
factor y comunidad estatal del Imperio de los Habsburgo. De ahí su conducta en
el Concilio, revelándose como un experimentado luchador político y orador
parlamentario, al formular sus pensamientos e ideas, libre y moderadamente.
Es necesario
destacar aquí igualmente la cultura general y teológica de Strossmayer. Tanto
por don divino como por naturaleza, poseía gran talento. Había terminado sus
estudios en Croacia y, luego, en Hungría, donde fue promovido al honor de
doctor en filosofía y más tarde en Viena, 1842, al de doctor en teología.
Presentó su tesis doctoral titulada: De Unitate Ecclesiae de acuerdo a
la doctrina de San Cipriano. Por cor-to tiempo se desempeñó como profesor de
varias disciplinas, incluso de derecho canónico, lo que permite seguir los
momentos luminosos y menos luminosos de su filosofía y de su cultura teológica
y jurídica, que se re-velaron en sus discursos en el Concilio.
Los historiadores
de la ciencia eclesiástica del siglo XIX comúnmente concuerdan que el
desarrollo de la filosofía, la teología y el derecho canónico era bastante
modesto. Públicamente se sabe que sólo después del Concilio se inició el
renacimiento de aquéllas materias. La iniciativa procedió del Papa León XIII.
Sus Encíclicas marcan una nueva época en la vida científica de la Iglesia, y su
apertura de los archivos secretos vaticanos a los estudiosos de la historia le
hizo acreedor al título de benefactor de la historia eclesiástica y de la
general. Es conocido también que la teología se había desarrollado en España;
más tarde, en Francia e Italia y finalmente en Alemania. Los obispos españoles,
bien familia-rizados con esos temas y su desenvolvimiento histórico
unánimemente bajo la tesis de la infalibilidad del Papa. Entre los alemanes
hubo cierta influencia de las corrientes inglesas del deísmo y el racionalismo,
sin excluir el febrinianismo, mientras entre los de Austria y Hungría hubo
rastros de josefinismo y, por parte de los obispos franceses pudieron
observarse restos de galicanismo. Todas estas corrientes se escuchaban con
agrado dentro de la discusión sobre la infalibilidad.
Strossmayer formó
su cultura superior entre húngaros y austríacos y, además, era un asiduo cultor
y conocedor de la literatura francesa, eclesiástica y laica, como también de su
cultura en general. Por ello no debe extrañarnos encontrar en su personalidad
rastros y sombras de ese caudal espiritual. Hay en sus pastorales y sus
prédicas numerosas ideas de los padres de la Iglesia, de las Sagradas
Escrituras y, de la historia eclesiástica, lo que merecería también un estudio
especial. Pero no descubriremos un secreto si decimos que Strossmayer no
ejerció su profesorado en ninguna materia durante un lapso importante debido a
sus múltiples ocupaciones, no pudiendo dedicarse tampoco, por lo mismo, al
estudio de la teología. Esta es la razón de que, a pesar de su sólida cultura
en Ias disciplinas eclesiásticas, no podamos afirmar que estuviese versado en
ellas como su correligionario en el Concilio, el obispo Hefele, historiador de
los Concilios, o que se orientase soberanamente en la teología dogmática como el
secretario general obispo austríaco Fassler, de Sent Pölten, o el mitrado de
Brixen Gasser. Strossmayer tenía muchas de las calidades del arzobispo de
Londres, Manning; pero éste, como convertido, conocía mejor la doctrina de la
organización y el magisterio de la Iglesia. Gracias a su actividad literaria,
su celo y su actividad, un amigo de Strossmayer, el obispo francés Dupaloup,
fue una de las primeras figuras del Concilio.
En la apreciación
de la actividad ecuménica de Strossmayer no podemos exagerar. Ante sus ojos y
permanentemente estaba presente en el Concilio, la constitución religiosa de su
obispado, de su patria y de los vecinos pueblos eslavos del cristianismo
separado, así como de los protestantes. Al tomar posesión de su diócesis,
advirtió en una pastoral a sus fieles y al clero, que diesen un trato fraternal
a sus hermanos cristianos separados que constituían el 50% de la población de
su mandato pastoral. En aquel tiempo, igual que hoy, aquella población ortodoxa
era eslava, por lo cual no es de estrañar que Strossmayer, en sus discursos,
especialmente en el que pronunció contra la definición de la infalibilidad,
pensase más en la repercusión de sus palabras en el ambiente de los cristiano
eslavo separados que en el propio Concilio considerando, en su amor por
aquéllos, que su suerte era inseparable de la unión con Roma. No hay que
olvidar, además, que Pío IX había llamado al Concilio a los representantes más
destacados de los cristianos separados del Oriente y del Occidente. Su ausencia
entristeció profundamente al Papa porque en esa forma, se manifestó la
incomprensión de los cristianos separados, como los acostumbraba llamar él
mismo. El Concilio de Juan XXIII y de Paulo VI marca, en este sentido, un gran
progreso que no debemos considerar como un éxito definitivo, sino como el punto
de partida para una labor ecuménica siempre más sincera en el espíritu de los
más selectos representantes de los católicos y los separados, siguiendo el
derrotero del obispo Strossmayer.
Pío IX proclamó
el 8 de diciembre de 1854 el dogma de la Inmaculala Concepcción de María, y el
29 de septiembre de 1868 convocó el Concilio Vaticano I para el día 8 de
diciembre de 1869, es decir, para la festividad la la Inmaculada Concepción,
proclamada por él solamente 15 años atrás. Strossmayer, devoto especialmente de
San Pedro, a quien dedicó su nueva catedral, dirigió justamente el día de la
fiesta de aquel apóstol, en 1869, una pastoral, explicando a los fieles el
significado y la importancia del Concilio que iba a celebrarse. Subrayó en esta
ocasión que el Concilio mostraría en forma brillante, con el consenso de una
gràn mayoría de obispos de todo el mundo, la fuerza de la unidad de la Iglesia,
conducida por el vicario de Cristo y sucesor de San Pedro. En todas sus cartas
pastorales, Strossmayer rinde homenaje al primado y la autoridad suprema del
Papa dentro de la Iglesia, de donde proviene la fuerza invencible de la verdad
divina, revelada por Cristo y confiada a la Iglesia para su propagación por
todo el mundo. Nuestro obispo describe el origen divino y el carácter de la
jerarquía episcopal: los obispos están íntimamente ligados con el Papa por los
lazos de la verdad, el amor, la obediencia y la fidelidad, y quien intente
separarlos del Papa, los separaría y alejaría de su fuente divina. En dicha
pastoral, Strossmayer cita varias veces las ideas y los nombres de los obispos
de la antigüedad eclesiástica así como la de la historia moderna en las
diversas naciones, lo que repetirá más tarde en el Concilio. En la misma
pastoral defendió enérgicamente la necesidad de la libertad e independencia del
Santo Padre, por ser el fundamento de la Iglesia y la garantía de la verdadera
libertad del cristianismo y de la humanidad. La libertad del Papa fue
considerada por Strossmayer como un problema mundial y la condición esencial
del desarrollo cultural y de libertad de todo el género humano.
La Primera
Presentación Pública de Strossmayer en el Concilio
Pío IX dio las
directivas y el reglamento de la labor conciliar en una constitución apostólica
del 2 de diciembre de 1869, titulada Multiplices inter, es decir: el
derecho de proponer las cuestiones para su debate conciliar quedó reservado al
Papa; se determinó guardar secreto sobre las deliberaciones; fueron nombrados
los presidentes de las sesiones y prescripto el orden de las sesiones públicas,
con la presencia prevista del Papa, y la decisión de publicar las conclusiones
del Concilio[84]
Fue éste
declarado abierto solemnemente el día 8 de diciembre de 1869 en presencia de
774 participantes de todo el mundo en la basílica de San Pedro en el Vaticano.
Desde el Castillo de San Angel se dispararon salvas de artillería. La seguridad
de Roma, estaba garantizada por las tropas francesas apostadas en el Estado
Pontificio por Napoleón III, por lo cual en el mencionado castillo, al lado de
la bandera pontificia fue izada la francesa.
El 12 de
diciembre, veinte obispos presentaron al Papa Pío IX en una promemoria especial
sus deseos de suavizar algunos puntos excesivamente duros en el Reglamento y el
procedimiento conciliares. El primero que figuraba en esa promemoria con su
firma era Strossmayer, a quien Granderath designa como "obispo de
Diakovar", agregando, sin embargo "en Croacia"
[85];
pero lo menciona siempre entre los mitrados "austríacos" o
"húngaros", como lo hacían también los demás cronistas o
historiadores conciliares contemporáneos. Junto con Stressmayer, la petición
dirigida al Papa iba firmada igualmente por el arzobispo norteamericano
Kenrick, de St. Luis, los franceses Dupanloup, de Orleans, Place, de Marsello y
otros altos dignatarios de la jerarquía de varios países. En la petición, los
firmantes, reconociendo el poder supremo del Papa y su derecho de decisión en
las cuestiones del Reglamento conciliar, solicitaban que se reconociese también
a los obispos el derecho de proponer cuestiones y problemas, porque así se
mostraría públicamente el divino carácter de la institución de la jerarquía
episcopal y de su poder, en comunión con el Papa. Los firmantes destacaron
especialmente que semejante actitud estaba de acuerdo con el espíritu liberal
del siglo en que se convocaba el Concilio. Además, solicitaron que los obispos
pudieran nombrar a sus representantes en las comisiones y consejos ya
designados por el Papa, con lo que se facilitaría comunicación entre ellos y
dichos órganos y se daría más expeditiva agilidad a la labor futura.
Propusieron asimismo suavizar el rigor de guardar el secreto conciliar,
especialmente teniendo en cuenta el desarrollo de los medios de comunicación
modernos, que a pesar del carácter secreto de las deliberaciones permitía que
las noticias llegasen al público debido a que los obispos se veían obligados a
contestar numerosas preguntas que se les formulaban y desmentir las versiones
tergiversadas.
Esta petición, en
la que podemos encontrar huellas del estilo y argumentación de Strossmayer, no
fue contestada por Pío IX en forma escrita pero verbalmente dijo a uno de los
firmantes que su Reglamento quedaba en vigor y, si en el curso de las
deliberaciones surgiera la necesidad de un cambio, se mostraría favorable a
ello[86].
Una solicitud del
mismo tenor fue dirigida a Pío IX el 2 de enero de 1870, firmada por 26 padres
conciliares, entre los cuales figuraba el arzobispo y cardenal de París,
Schwarzenberg, Strossmayer y otros, en su mayoría de Alemania, Austria, Hungría
y Croacia. En ella hacían un llamamiento al Papa para que se concediera a los
obispos la posibilidad de proponer cuestiones por propio derecho no como una
gracia concedida por el Papa. Reconociendo el primado del Pontífice, los
firmantes recordaban que el derecho de los obispos dentro de la Iglesia, es de
origen divino y, en consecuencia, resultaba justo que se manifestase también en
la labor del Concilio, siempre con la debida reverencia a la autoridad suprema
del Papa y de la Iglesia. El Santo Padre contestó, que su derecho no lesionaba
al de los obispos y que, por ello, se mantendría el Reglamento tal como estaba
establecido. Idéntica suerte corrió la tercera petición firmada por 88 obispos
de Europa y América. Estos últimos solicitaban en ella, entre otras cosas, que
se introdujeran ciertos cambios técnicos de servicio para acelerar el trabajo,
mejoras en el salón de conferencias, la impresión de las actas conciliares y la
formación de comisiones especiales de los obispos de un mismo idioma o de los
mismos Estados. El Papa contestó verbalmente al secretario del Concilio, Mons.
Fessier, que no era posible tampoco acceder a dichas peticiones. Fessler
explicó todo ello a los cardenales Schwarzenberg (Praga), Rauscher (Viena) así
como al arzobispo Darboy (París).
El tiempo pasa y
la historia juzga al pasado. Resultaría suficiente que aquí reproduzcamos lo
que dice Mons. Jadin en nuestros días: "Ich kan dafür keinen anderen Grund
finden als den Willen Pius IX, die Programmstellung streng absolutistisch in
der Hand zu behalten" (No puedo encontrar otra razón para eso que la
voluntad de Pío IX, quien quiso mantener en su mano la agenda en una forma
absolutista[87].
Jadin acepta casi
en su totalidad los motivos expuestos por Strossmayer y otros firmantes para
dichas peticiones sobre el derecho de los obispos a proponer cuestiones para su
discusión conciliar, firmando que aquéllos son en el Concilio los sucesores de
los apóstoles bajo la guía del Papa y junto con él, pero no sus plenipotenciarios.
El primer
discurso de Strossmayer en el Concilio
El obispo de
Djakovo subió ya al púlpito del Concilio en los primeros días del debate acerca
del proyecto de la constitución dogmática de la doctrina católica. Su discurso
fue pronunciado el 30 de diciembre de 1869. Granderath, que no era partidario
de la actitud de Strossmayer en el Concilio, pero que quiso conservar su
objetividad ante ese obispo temperamental, sintetiza de la siguiente manera su
opinión positiva y al propio tiempo negativa sobre el primer discurso de
Strossmayer en el Concilio: "El obispo Strossmayer, de Diakovar (sic!), es
un hombre que atrajo una gran atención hacia su personalidad por su
intervención inicial y, especialmente, por los discursos posteriores. Mostró cierta
orientación espiritual más libre, pero, más todavía, su gran audacia para decir
sin temor cuanto pensaba y tenía en su corazón; éstas eran sus características
especiales. Empleaba el latín con gran habilidad y parecía haberse apropiado no
sólo de la vibración teórica de Cicerón sino también de la «amplitud de visión
ciceroniana»" [88].
En una breve
introducción, Strossmayer destacó su manera sincera de hablar y de presentarse
abiertamente, solicitando a los presentes que lo escuchasen con aquel espíritu
de amor, que predicaban San Pablo y San Agustín. Al mismo tiempo anunció que
iba a referirse al esquema propuesto sobre la constitución dogmática relativa a
la doctrina católica y, luego, entraría en el contenido y la forma de la
proposición[89].
Strossmayer conocía bien el Reglamento conciliar y resultaba para él claro que
el Papa había determinado que las decisiones y los cánones del Concilio habrían
de ser publicados en la siguiente forma: "Pius episcopus... sacro
approbante Concilio" (Pío obispo... con aprobación del Concilio), pero
no obstante se atrevió a demostrar que le habría correspondido mejor otra forma
más conforme con la tradición eclesiástica. La doctrina sobre las relaciones
entre el Papa y la totalidad de los obispos, así como las necesidades de la Iglesia
y el cristianismo contemporáneo, habría resultado más visible y más clara como
el papel esencial desempeñado por los obispos al lado del Papa. Es
especialmente digno de mención que Strossmayer expresamente puntualizara
"collegium episcoporum" y los derechos de este "colegio de
obispos" en la administración y la doctrina de la Iglesia. La insistencia
de Strossmayer en esta mención de "colegio de obispos" parecía, hace
cien años, a la mayoría de los padres conciliares y a los especialistas en
teología como algo no muy claro, superfluo, incluso rebelde, porque la primacía
y la infalibilidad del Papa protegían suficientemente a la Iglesia, a sus
sacerdotes y a los fieles en su totalidad. Pero en tiempos del Concilio
Vaticano II, el colegio episcopal y, después de Concilio, el sínodo de obispos
católicos que se reúna de vez en cuando bajo la guía del Pontífice son ya
instituciones que denotan significativos dentro de la Iglesia y en el mundo.
Esta es ya por sí sola una justificación suficiente de la idea y los anhelos de
Strossmayer así como de su entusiasmo, manifestado al defender la idea del
colegio episcopal.
AI destacar la
unidad y el necesario consenso del Papa y de la totalidad de los obispos en las
decisiones conciliares y en toda la labor del Concilio, Strossmayer corroboraba
no sólo la plegaria de Cristo en la última cena por la unidad de los apóstoles
y sus sucesores hasta el fin del mundo en beneficio de la Iglesia, sino que
proponía la modificación de términos en el espfritu del primer Concilio de
Jerusalén, cuando las decisiones fueron tomadas bajo la siguiente rúbrica:
"Visum est Spiritui Sancto et nobis (El Espíritu Santo y nosotros
hemos visto) —Acta Apostolorum, 15, 28—. Strossmayer afirmó que San Pedro
ostentaba la primacía sobre los obispos, pero que la resolución fue llevada a
cabo en nombre de todos los apóstoles, que tenían el deber y el derecho de
predicar el Evangelio y fortificar a la naciente Iglesia en su propio nombre de
otra autoridad, incluso de la más alta.
En favor de su propuesta, invocaba el moderno espíritu laico que trata de buscar soluciones a problemas generales en una forma de colaboración común. Cierto que la Iglesia no es una institución civil y democrática, que debería guiarse por votación de sacerdotes y feligreses como lo hacen los ciudadanos en los Estados constitucionales, pero Strossmayer menciona solamente el caso para ilustrar mejor su idea, acerca la concordancia y la unidad existentes entre el Papa y el episcopado. Invocaba también el Concilio tridentino que formuló sus resoluciones en nombre del Concilio entero y no sólo en nombre del Papa con la aprobación del Concilio, como se había previsto en el Reglamento del Vaticano I. Strossmayer subrayaba que el Concilio tridentino, su doctrina y la terminología han pasado ya a su sangre, y a la de toda la Iglesia, adentrándose igualmente en las escuelas teológicas, en los libros y en la vida practica de la Iglesia. Por eso no alcanzaba a ver por qué debería abandonarse esa forma tridentina e introducir una nueva. Su propuesta era la de atenerse a aquélla.
Cuando, después
de una breve polémica con los partidarios dei Reglamento, expresó su deseo de
que el Papa asistiese no sólo a las sesiones solemnes del Concilio sino también
a las ordinarias y de trabajo, Strossmayer empezó por exponer su tercer
argumento para el cambio de tal proposición, pero los presidentes del Concilie,
cardenales De Luca y Capalti, cortaron abruptamente su intervención sin mucha
consideración a sus palabras. Capalti aclaró que el Papa personalmente había
determinado aquel artículo y que, en consecuencia, no había lugar para la
discusión sobre un eventual cambio, ya que ello constituiría una ofensa a los
restos de San Pedro en cuya basílica se celebraba el Concilio. La segunda razón
que mencionó el presidente era la de que según la tradición de los Concilios,
cuando los preside el Papa, son aquéllos los que formulan sus conclusiones en
su nombre. Al pronunciar estas palabras, Capalti hizo un signo para que
continuase su discurso y en el salón del Concilio se oyeron voces de aprobación
para los presidentes[90].
Strossmayer se
excusó luego cortésmente declarando que nada había dicho que pudiera ofender
los derechos de la Sede apostólica y del Papa. Repitió también las palabras de
Bossuet: que antes permitiría que su lengua se paralizase que decir algo contra
la Santa Sede. Advirtió en seguida que las Actas del Concilio quedarían para la
posterioridad, la cual fácilmente podría ver que Strossmayer nada dijo o hizo
contra el Papa o la Santa Sede. Aclaró su ideal sobre el Concilio estableciendo
que Ias decisiones debían ser formuladas unánimamente y con el consenso de
todos los padres conciliares, para que la Iglesia aparezca así ante el mundo
como una firme falange de guerra, como un castillo en la altura, firme en el
amor y la obediencia para el bien de todos los pueblos cuando el mundo no
encuentra paz ni concordia y sigue siendo la víctima de guerras, conflictos y
litigios.
Al referirse al
contenido del proyecto, Strossmayer le reconoce más cultura escolar que sentido
para la vida práctica y las necesidades de las generaciones contemporáneas.
Propone luego modificarlo en el sentido de que el estilo debería ser más vivo y
más adaptado a la concepción moderna; deberían omitirse los nombres de los
grandes heresiarcas, por carecer de relevancia y ser ya desconocidos para
muchos. Acentúa que el hombre moderno necesita que se le presenten las
doctrinas eclesiásticas siempre renovadas y en forma breve y clara. Tanto más
cuanto que el enemigo no trata de atacar una u otra institución o la verdad
eclesiástica, sino que su objetivo es eradicar del alma humana toda la creencia
religiosa. Esta campaña antireligiosa se lleva a cabo especialmente en los
diarios y los libros. Por eso propone concretamente que se modifique la agenda
de acuerdo con la experiencia y las indicaciones de los obispos de las grandes
ciudades, donde se desarrolla la lucha enfurecida contra la religión.
Como Strossmayer
miraba proféticamente lejos en el futuro, se puede desprender especialmente que
su propuesta tendía a que se eliminasen del texto los términos y expresiones groseros e injustos como: anticristo, vergüenza, lástima,
maldito, odio, ateísmo monstruo de errores, peste, cáncer y otras palabras
semejantes, descorteses y ofensivas. En lugar de ellas y por ser inconvenientes
propone usar las de Cristo crucificado, el Galileo piadoso, buen pastor, padre
misericordioso, que aceptaba siempre en su seno al hijo pródigo y arrepentido.
Cristo había tratado piadosamente a la samaritana cerca de la fuente de Jacobo.
Así la Iglesia, al condenar los errores, debe permanecer como madre de los
pueblos y de Ias generaciones, debe sentir el amor y la comprensión hasta con
los extraviados. Aunque la Iglesia condena los errores, ama a los extraviados
y, con el amor los vence y reconquista para la unidad.
A pesar de que
los presidentes conciliares tenían motivos de procedimiento para oponerse a
Strossmayer, su aprecio personal, gracias a su serena y consecuente conducta en
el Concilio, creció no sólo en la oposición, que era una minoría, sino también
en las filas de la mayoría, sin mencionar el aplauso en su honor y su renombre
en la prensa mundial y entre los opositores de todo el mundo más adelante[91].
Después de este discurso de Strossmayer, el obispo de Orleans, Mons. Dupanloup,
declaró: "Le Concile a trouvé son homme" (El Concilio ha encontrado a
su hombre). Durante la tarde de aquel mismo día se presentaron los obispos de
América y de Francia para felicitar a Strossmayer, de quien —dijeron— se
enorgullecía su patria, Croacia. En los días siguientes hubo críticas a los
presidentes que le cortaron la palabra durante su discurso.
Ya antes de
terminarlo, los padres conciliares estaban divididos en una mayoría y una
minoría a causa de si era ésta, o no, la oportunidad para una definición
dogmática de la infalibilidad. El dilema había sido ya discutido vivamente
antes del Concilio entre los católicos y los cristianos separados. Strossmayer
figuraba entre los que se oponían a la infalibilidad dogmática, pero la
oposición quedó en minoría.
Cuando el 25 de
diciembre de 1869 fue presentada la primera propuesta para la definición de la
infalibilidad, los oposicionistas conversaron acerca de la forma en que
deberían luchar contra aquélla. Strossmayer era el más activo. Incluso había
preparado, a comienzos del año 1870, una petición especial en este sentido,
pero la retiró cuando el cardenal de Viena, Raucher, preparó su propia.- Hasta
el 29 de enero de 1870 fueron redactadas cinco peticiones semejantes por parte
de obispos alemanes, austríacos, húngaros, franceses, italianos, americanos y
los orientales. Hubo en total 136 firmantes. Strossmayer, Smičiklas (de
Krizevci), Dobrila (Porec-Pula) y Legat (Trieste) firmaron la primera por su
pertenencia estatal a Austria. Estas peticiones fueron objeto de deliberaciones
en febrero de 1870. Los historiadores estudiarán por mucho tiempo el Concilio
Vaticano I y las referidas peticiones, y segura-mente llegarán a la conclusión
del arzobispo Manning, quien hizo notar que en el Concilio no se oyó ni una
sóla voz que hubiera negado la infalibilidad; se trató solamente de la
oportunidad o no de su definición dogmática.
Strossmayer
acerca de los Derechos Episcopales en la Iglesia y el Concilio
Al empezarse a
tratar la disciplina eclesiástica, era lógico examinar también el oficio y la
autoridad episcopal. Si los obispos se habían reunido para deliberar en su
calidad de sucesores de los apóstoles y de maestros y pastores de la Iglesia
sobre los grandes problemas de la religión y de la sociedad, era natural que la
cuestión de sus deberes y de sus derechos fuesen
objeto de un atento examen. Strossmayer habló el 24 de febrero sobre este
asunto. La atención de los presentes era total, dado que el tema interesaba a
todos y cada uno.
Con su franqueza
habitual y ya desde el comienzo de su discurso, expresó su descontento por
haberse insertado en el programa del Concilio muchas cosas que no deberían
figurar en él y omitido otras que, por su importancia, tendrían que ser debatidas.
Idéntica crítica formuló por el hecho de haber antepuesto el tratamiento de los
deberes de los obispos al de sus derechos y dignidades, ya que éstos son como
la moneda otorgada por el Señor y que deben devolver con los más altos
intereses a Dios, Eterno Juez. Hizo también la observación de que no se hubiera
planteado en primer término el problema de la suprema autoridad de la Iglesia
o, mejor, de la autoridad de los cardenales, como lo había propuesto el
purpurado Schwarzenberg. Strossmayer advirtió que ya en el Concilio Tridentino
se discutió la necesidad de la reforma del colegio cardenalicio. Aquel Concilio
—dijo el orador— intentó internacionalizarlo a fin de que pudieran participar
en la elección del Papa todos los pueblos y que aquél se convirtiese de esa
manera en centro y foco de toda la Iglesia, atrayendo así a todos por igual.
Además, los cardenales, en su calidad de colaboradores más íntimos del Papa,
deben discutir y ocuparse de los problemas de la Iglesia universal, por lo cual
sólo reunidos en un colegio compuesto por los representantes de varios pueblos
éstos podrían tener en ellos a sus abogados y protectores. Unicamente los
cardenales elegidos de esta manera conocerían a fondo las condiciones
específicas de la Iglesia en las diferentes partes del mundo. Los cardenales
cumplirían una función de enlace y serían el eslabón de la unidad cristiana con
la Santa Sede, hacia la cual dirigen sus miradas. Lo harían empero con más
confianza y fervor si vieran a sus cardenales al lado del Papa. Strossmayer
exigió también la internacionalización de los más altos puestos de la
administración eclesiástica y de las congregaciones romanas, porque al
modificárselas así, adquirirían un mejor conocimiento del mundo y se
desempeñarían también con más eficacia en sus tareas.
Estas propuestas
de Strossmayer, sólo hallarían un eco favorable en el Concilio Vaticano II.
Sólo ahora se está realizando el proceso de internacionalización de la Curia
Romana. Así, por ejemplo, un connacional de Strossmayer, nacido el año de la
muerte de éste, el cardenal croata Francisco Šeper, encabeza la Congregación
para la doctrina de la fe, mientras el cardenal Villot, francés, es el
Secretario de Estado de Paulo VI. Son dos puestos de los más importantes,
ocupados por no italianos.
Strossmayer se
quejó también, en el discurso que exponemos, de que no se hubiera incluido en
la agenda el tema de la nominación y ocupación de las sedes vacantes de
obispos, aún cuando su libertad y su progreso dependen de los méritos de los
obispos. La propuesta, redaccional en el sentido de que la Iglesia, para
defender su libertad, debería buscar el apoyo de los Estados y sus jefes, le
pareció a Strossmayer ineficaz y además peligrosa. Peligrosa, porque los
tiempos han cambiado y los gobernantes, en lugar de su ayuda, pueden imponer la
sumisión de la Iglesia; ineficaz, porque los soberanos, de acuerdo a las
Constituciones, no pueden dar ya su protección a la Iglesia. Strossmayer era de
opinión que la mejor y más eficaz protección a la Iglesia debería basarse en el
derecho público y las libertades públicas de los países. De acurdo a la
admonición del Señor, la Iglesia debe poner su espada en vaina. En lugar de Ios
antiguos y piadosos gobernantes, gobiernan hoy hombres sin un legítimo mandato,
sin autoridad; y son los ministros quienes deciden por ellos. Tienen sus
objetivos propios sin interesarse por la Iglesia e incluso tratando de hacerle
daño. El obispo de Djakovo recalcó que la mayor defensa de la Iglesia y de su
progreso está en los hombres viriles. de Dios, en los
obispos decididos y de gran virtud, quienes, a la manera de Crisóstomo,
Anastasio, Ambrosio y Anselmo, saben luchar por la libertad de Iglesia.
Por eso
Strossmayer propuso dar una vuelta a la antigua costumbre de la Iglesia de
convocar a los sínodos provinciales, que desempeñaron un considerable papel en
la nominación de los obispos. En efecto, en el momento de la convocatoria del
Concilio Vaticano I, algunos soberanos tenían —como, por ejemplo, el emperador
de Austria-Hungría— un antigua derecho de ingerencia en la nominación de los
obispos. El Concilio debía tratar de convencerlos de la conveniencia de que
renunciasen a tal derecho. Consideraba además, que los soberanos, usando una
forma adecuada, accederían a tal demanda si el Concilio realizase una reforma
decisiva del colegio cardenalicio y de otras instituciones eclesiásticas. En su
opinión, Ios medios de comunicación modernos se hallan lo suficientemente
desarrollados para facilitar la convocatoria de sínodos y concilios generales.
El orden estatal y social empieza a sentirse inseguro y, por lo tanto, la
Iglesia no debe apoyarse sobre los Estados. Por el contrario, es ella la que
puede rendir grandes servicios a la sociedad mediante sus principios y la vida
sana de sus feligreses.
El anhelo de los
pueblos de solventar siempre y cada vez más sus problemas en los parlamentos
comunes, dice Strossmayer, lo han aprendido de la Iglesia, Madre y Magistra
universal (he aquí el título de la importante encíclica de Juan XXIII), cuando
ella misma a menudo convocaba a sus sínodos y concilios.
Por eso
Strossmayer invoca el Concilio Tridentino y el de Costanza, cuando se proponían
convocatorias más frecuentes. Mientras el Concilio Tridentino había recibido
una instrucción de Pío IV en el sentido de convocarlos cada veinte años, el de
Costanza había decidido, bajo la guía de Martín V y Eugenio IV, hacer la
convocatoria cada diez añes. Al invocar esta hecho histórico, Strossmayer
afirmó que si se hubieran convocado concilios en el siglo XVI con más
frecuencia, no se habría producido la Reforma. Por eso propuso que, de no ser
posible atenerse a las decisiones del Concilio Tridentino, por lo menos se
convocasen concilios cada 20 años de acuerdo a la fórmula establecida por el de
Costanza.
Strossmayer
proclama la unidad de la Iglesia, pero se pronuncia contra quienes querrían
reducirlo todo a un tipo de actividad, debido a que no ven la belleza en la
diversidad de las cosas que no son esenciales para la Iglesia. Acentúa, por
eso, que él entiende perfectamente las condiciones y las necesidades de la
Iglesia de Francia, defendiéndola contra las acusaciones de estar infestada por
el galicanismo.
Haciendo
referencia a su experiencia con los obispos ortodoxos, declaró que éstos temían
perder su tradición, sus costumbres, ceremonias y privilegios al unirse con
Roma; pero él había tratado de convencerlos de que el objetivo de la Santa Sede
era proteger y vigorizar los derechos especiales de cada una de las Iglesias así
como la idea de que, para los cristianos separados, la unión con Roma era de
importancia vital. "Hasta ahora he hablado a sordos", decía
textualmente, y expresó luego su temor de que las cosas empeorasen si se
realizaran las tendencias centralizadoras de algunos padres conciliadores.
Reiteró más tarde estar pronto para sacrificar su vida por los derechos de la
Santa Sede y la unidad de la Iglesia, pero recomendó prudencia en el respeto de
las peculiaridades de cada jurisdicción eclesiástica.
En calidad de
parlamentario y de ex Gran Župan (gobernador), impugnó la opinión de algunos
prelados de que un obispo no podría, por momentos, abandonar su diócesis por
razones de Estado o por razones patrióticas. Los sacerdotes y los obispos son
también partes integrantes de su pueblo, dijo, empeñados en el bien común. Como
lo destacaba Bossuet, Cristo lloraba por la suerte de su pueblo y de Jerusalén;
y San Pablo quiso incluso ser maldecido por su pueblo. Citó luego el ejemplo de
Hungría y Croacia, donde nadie reprocha a un honesto sacerdote su participación
en la vida pública. En consecuencia, es su opinión que la Iglesia no debe
prohibir tal actividad. Sus palabras en este sentido tenían una inspiración
profética: "Non quaerat concilium Vaticanum, ut iura civilia sacerdotum
et episcoporum minuantur; id praestantissimus praesul hoc tempore ne immutet. Nam tempus illud est, ut post
parvum tempus nos omnibus iuribus civilibus simus privandi". De estas palabras del obispo croata es fácil desprender como preveía la
época en que los obispos y los sacerdotes quedarían privados de todos sus
derechos civiles. Esto sucedió, en forma abrupta, en 1945 en la patria de
Strossmayer, Croacia, así como en muchas otras partes de Europa y del mundo.
Strossmayer habló
de las relaciones entre nuncios y metropolitanos como si hubiera tenido presentes
las condiciones generales de la segunda mitad de nuestro siglo: destacó la
imperiosa necesidad de una confianza recíproca en el amor fraterno entre
obispos, metropolitanos y nuncios, aborreciendo las denuncias entre dignatarios
eclesiásticos.
Al pedir las
convocatorias sinodales provinciales, Strossmayer abordó la cuestión de los
vicarios capitulares y abogó para que se concediesen a los vicarios
apostólicos, sin son obispos, los mismos derechos de los prelados
residenciales. Al finalizar su discurso, recomendó que las leyes eclesiásticas
se acomodasen a las condiciones y necesidades de los tiempos modernos,
expresando su esperanza de que el Concilio formaría
una comisión especial de expertos para este fin[92].
Analizando este
discurso, era fácil deducir, como la han hecho Granderath y otros historiadores
que no simpatizaban con él ni con la oposición, que Strossmayer dio un rodeo a
las disposiciones del orden del día conciliar y propuso con habilidad muchas de
sus ideas y concepciones siempre en forma inoficial y casi inadvertida.
Granderath como si quisiera, incluso, alabar "la elocuencia del obispo de
Djakovo", destaca con reconocimiento su proceder y el de sus simpatizantes
al expresar francamente cuanto llevaban en el corazón y comunicarlo al Concilio.
El reproche de los historiadores formulado a Strossmayer y otros oradores de la
oposición en el sentido de haber hablado en forma bastante vaga e
indeterminada, es comprensible, puesto que Strossmayer y los demás opositores
lo hicieron así de propósito; querían hablar de los problemas que consideraban
de importancia, pero que no figuraban en el reglamento y el orden del día del
Concilio[93].
Strossmayer recalcaba continuamente el deber de su "conciencia""
y, cuando se trataba de su deberes de obispo, de
sarcedote, de hombre y de patriota, habló con decisión y claridad en la medida
en que pudo hacerlo; y donde cabía esperar una fuerte reacción, supo también
aprovechar la tribuna para atraer la atención de un auditorio adverso. Así
procedió durante aquella labor acelerada del Concilio y, si se hubiera
dispuesto de más tiempo para las sesiones, es muy probable que hoy contaríamos con más intervenciones importantes de
Strossmayer en las que habría hecho propuestas, sugestiones, etc. que nos
revelarían su preocupación por la Iglesia y por la unión de los cristianos
separados con Roma.
Hasta los
adversarios reconocían las cualidades oratorias de Strossmayer y con verdadero
goce escucharon sus disertaciones latinas acerca de las cuales, incluso el
cardenal Di Pietro, —que estaba contra las concepciones de Strossmayer,
especialmente en lo tocante a las relaciones de los obispos con el Papa y a la
infalibilidad—, declaró al oírle pronunciarse sobre los derechos de los
obispos: rara venustas (¡rara belleza y gracia!). Por eso no hay que
extrañarse de que la prensa mundial alabase a Strossmayer. Desde la capital de
su patria —Zagreb, al igual que desde otras localidades—, los sacerdotes
croatas y los líderes políticos le enviaron sus felicitaciones y la expresión
de su reconocimiento y gratitud. Los croatas escucharon con satisfacción
especial la propuesta de Strossmayer en el sentido de que cada pueblo debería
tener sus propios hijos capaces y virtuosos como obispos, sacerdotes patriotas,
y no que se les impusieran extranjeros, que con anterioridad no habían tenido
contacto con sus diócesis e incluso no conocían el idioma de su grey.
Las concepciones
de Strossmayer sobre las relaciones de los sacerdotes y sus obispos
Strossmayer
pronunció un discurso el 7 de febrero de 1870, refiriéndose, según el orden del
día, a la vida y dignidad de los sacerdotes[94].
En él hallaron expresión su experiencia pastoral y su convicción democrática en
lo referente a las relaciones del obispo con los sacerdotes. Emipezó acentuando
la necesidad de destacar en el orden del día conciliar la dignidad elevada y
divina del sacerdocio, lo que permitiría con más facilidad deducir de ellas los
derechos y deberes de los sacerdotes. Así como los obispos —destacó
Strossmayer— defienden con decisión sus derechos, los sacerdotes merecen la
protección paternal y la comprensión por parte de los obispos, puesto que son
sus hermanos, co-sacerdotes, colaboradores en la viña de Dios. Los sacerdotes
ejecutan la mayor parte de la labor de la Iglesia; sin su amor, sin su confianza
y adhesión, serían vanos el oficio y los esfuerzos de los obispos. Strossmayer
sabía bien por experiencia que los maliciosos tratan de provocar riñas y
litigios entre los sacerdotes y sus pastores. Por eso propuso eliminar del
proyecto los párrafos sobre los vicios y los fenómenos negativos generales de
los sacerdotes del clero francés. Alabó luego a la iglesia francesa por su
actividad misionera en todos los rincones del mundo, por su excelente
comportamiento en tiempos de persecución, por sus esfuerzos científico-teológicos
y por la defensa de la fe en general. No es conveniente tocar las llagas de la
Iglesia, si, a la vez no aportamos la medicina, agregó. Posteriormente,
agradeció a Dios que la Iglesia en la actualidad no tuviera los vicios que sí
en la época del Concilio Tridentino. Si entre un tan gran número de sacerdotes
hay también algunos débiles, éstos constituyen excepción, afirmó Strossmayer. A
fin de cuentas, hasta el propio San Jerónimo reconoció que también los
sacerdotes tenían su debilidades y sus vicios,
debiendo hacer penitencia por sus pecados. En el colegio de los apóstoles hubo
un traidor, Judas, y Pedro mismo había negado a Jesús.
En los procesos
contra los sacerdotes, Strossmayer pedía procedimientos justos y correctos a
fin de que el sacerdote se convenciese de que las medidas legales que se le
aplicaban eran justificadas. Los maliciosos, por ejemplo, en Austria, destacan
que el Concordato disminuye los derechos del emperador, dando a la Iglesia
demasiada libertad, mientras por otro lado afirman que el Concordato otorga
derechos solamente a los obispos, olvidándose casi por completo de los
sacerdotes subalternos. Así procuran crear el descontento en la Iglesia y en el
Estado y causar una escisión entre los más altos y los más bajos oficios.
Recordó seguidamente su experiencia pastoral: sus sacerdotes le transmitían esa
clase de acusaciones, pero él se esforzaba en explicarles con mayor exactitud
la utilidad del Concordato tanto para la Iglesia como para el Estado, e incluso
para los obispos y los sacerdotes.
En la misma
oportunidad Strossmayer recomendó la necesidad del progreso de los sacerdotes
en las ciencias profanas y eclesiásticas. Los primeros siglos del cristianismo
se reconocía a los cristianos por su amor recíproco, por su hermandad y
abnegación hacia el prójimo. En los tiempos modernos la vida del sacerdote debe
ser una página abierta del Evangelio, para que en ella puedan leer los cultos y
los incultos qué son el cristianismo y la Iglesia. Los enemigos contemporáneos
de la Iglesia señalan con el dedo el "oscurantismo" y el
"atraso" de los sacerdotes. Por eso Strossmayer, teniendo presente el
ejemplo de San Jerónimo, recomienda el estudio de la Biblia, expresa su
admiración por los hombres doctos de Francia, especialmente por Ravignan,
Lacordaire, Félix, etc., que desean que por todas partes surjan nuevos
Ambrosios para convertir a nuevos Agustines y hacerlos protagonistas de las
generaciones cristianas. Un reconocimiento especial formula para los obispos
alemanes por su empeño en obtener las universidades católicas.
Contra la
inundación de la prensa corrompida Strossmayer propone crear la prensa
católica, que no sólo debería defender a la Iglesia sino también ibuir a la
sociedad contemporánea en los principios cristianos y alentar a la juventud.
Los obispos deben dar ejemplo en la propagación de las ciencias católicas. Sin
pecar contra la modestia, Strossmayer pudo mencionar todo cuanto hizo por su
pueblo croata al fundar la Academia de Ciencias y de Arte en Zagreb e iniciar
labor para la organización de la Universidad.
Condenó en la
misma ocasión toda actividad comercial de los sacerdotes, que otros conciliares
miraban con más tolerancia. El ejemplo del traidor Judas ilumina con clara luz
las consecuencias del comercio de los servidores de la Iglesia; por ello está
prohibido en América, Francia, Alemania, Hungría y Croacia. Pero al mismo
tiempo, Strossmayer condenaba la negligencia de los obispos y de otros
dignatarios eclesiásticos en llenar las necesidades materiales de los sacerdotes.
Concretamente citó el ejemplo italiano, donde las condiciones en este sentido
no son ciertamente dignas de elogio. Pero simultáneamente destacó le
preocupación de Benedicto XIII por los sacerdotes de Roma, que debería
constituir un ejemplo para el clero de todo el mundo.
Terminó
Strossmayer su discurso expresando su descontento por las insuficiencias
técnicas del salón del Concilio y por la falta de confianza entre los padres
conciliares, pero depositándola en el Espíritu Santo, quien sabe convertir las
debilidades humanas en bienes para alcanzar objetivos más altos.
Esta intervención
no encontró un eco negativo en el Concilio, ya que fue enteramente dedicada al
progreso de los sacerdotes y al mejoramiento de las relaciones entre el clero y
el episcopado.
La presentación
más borrascosa de Strossmayer en el Concilio
Strossmayer fue
interrumpido bruscamente durante su primer dišcurso en el Concilio por su
propuesta de modificar el artículo del proyecto. El 22 de marzo, habló en una
discusión especial acerca del texto ya modificado, referente a la fe católica
Ambas cosas son sumamente significativas para comprender el clima general que
reinaba en el Concilio Vaticano I, inimaginable ya en el II.
Comenzó
advirtiendo en su disertación que iba a ser parco en palabras por hallarse
indispuesto y por las adversas condiciones del salón de conferencias, donde
muchos de los presentes no podían oir al orador. No tocó el estilo del
proyecto, aun cuando no lo aceptaba. Pasando al meollo de la cuestión manifestó
su satisfacción por haberse aceptado, al menos algo de sus propuestas para que
se destacase mejor el papel de los obispos en las definiciones conciliares. La
aceptación fue la siguiente fórmula: Sedentibus nobiscum et indicantibus
universi orbis episcopis (Hallándose y opinando con nosotros los obispos de
todo el mundo). Strossmayer propuso, además, agregar después de la palabra iuditibus
el vocablo definientibus, porque iudicare (opinar) carece de
aquella fuerza que tenía antes, mientras el término definire no concuerda
con la tradición conciliar, cuando los obispos firmaban: Judicans et
definiens et definiens scripsi (Opinando y determinando firmé) o definiens
subscripsi (firmé determinando), como se usaba en el Concilio Tridentino.
Dirigiéndose a
los presentes, advirtió, al modo de San Cipriano en su libro De Unitate
Ecclesiae, que siempre quedasen obedientes al primado
eclesiástico y listos para morir por él. Pero en seguida agregó que los
derechos de los obispos son también de origen divino, y no propiedad de cada
uno, no pudiendo renunciar a ellos, sino más bien usarlos en beneficio de la
Iglesia y del pueblo.
Otra observación
que formuló entonces Strossmayer, se refería a las expresiones severísimas
contra los protestantes, a pesar de que el Concilio. había
atacado directamente al panteísmo como la fuente de tantos errores. Recalcó que
con anterioridad al protestantismo hubo focos de racionalismo en el siglo XVII
dentro del humanismo y el laicismo. Así, por ejemplo, en Francia, Voltaire y
los enciclopedistas, sin relación alguna con el protestantismo, formularon
doctrinas muy perniciosas y errores no sólo contra la religión sino también
contra el orden social. Aportando argumentos como justificación del
protestantismo, Strossmayer se remontó idealmente a los primeros siglos del
cristianismo en los que se vieron errores similares a los del protestantismo.
Para demostrar que era injusto achacar todo el mal a los protestantes, citó el
caso de Leibnitz y de Guizot, ambos protestantes. Guizat se opuso al libro de
Renan contra la divinidad de Jesús. Por eso recomendó a los sacerdotes leer la
obra de este autor, en la que deberían hacerse algunas pequeñas enmiendas. Al
oír murmullos de protesta, el orador dijo textulmente: "Con-sidero que hay
todavía muchos entre los protestantes que siguen el ejemplo de aquellos varones
—en Alemania, Inglaterra y América—, que todavía siguen amando a nuestro Señor
Jesús por lo que son merecedores de que se les aplicaran las palabras de San
Agustín: «Están en el error, en el error, pero deambulando creen estar en la
verdadera fe» (los murmullos continuaban, pero Strossmayer continuó): "Son
heréticos, verdaderamente heréticos, pero nadie los considera tales. El
cardenal De Angelis, presidente, advirtió brevemente al orador que evitara
"las palabras que en algunos presentes provocaban el escándalo".
Mientras Strossmayer intentaba proseguir su discurso, el cardenal Capalti desde
la presidencia del Concilio, explicó que no se trataba de protestantes sino del
protestantismo como sistema, de donde provinieron tantos errores y que, en
consecuencia, en el texto del proyecto no hubo ofensa para los protestantes.
Agradeciendo a la presidencia por su advertencia, agregó que esas razones no le
podían convencer de que todos aquellos errores surgían del protestantismo:
"Yo considero con toda seriedad, que entre los protestantes hay no uno u
otro que ama a Jesucristo, sino que hay una multitud de ellos". Al
pronunciar estas últimas palabras, muchos de los presentes protestaron en voz
alta. El presidente hubo de advertir a Strossmayer que el Concilio Tridentino
había considerado ya al protestantismo y que él debía referirse al articulado
propuesto y no a asuntos que escandalizan a los obispos!
Fiel a su fibra
temperamental Strossmayer declaró que daba por terminada su intervención, pero
al mismo tiempo afirmó que muchísimos protestantes deseaban de todo corazón que
nada se dijera o decidiera en el Concilio que pudiese poner nuevos obstáculos a
la gracia que está operando entre ellos. Recordó que en el Concilio Tridentino
se debatió sobre el protestantismo con consideración y que los protestantes
habrían sido bien recibidos en aquel Concilio si se hubieran presentado. Se
entabló entonces una rara conversación entre el presidente Capalti y
Strossmayer: Capalti afirmaba que el Papa, al convocar el Concilio, había
invitado paternalmente también a los protestantes; que la Iglesia trataba a
todos maternalmente, que han incurrido en el error, mientras el error condena,
advirtiéndo a Strossmayer que se atuviera al tema en su discurso. En una
atmósfera de excitación y clamor generales, Strossmayer trató de terminar su
discurso, quejándose contra estas condiciones bastante tristes que se imponían
en el Concilio. También formuló su advertencia de que no aprobaba la idea —ya
aceptada— de votar las conclusiones conciliares por mayoría de sufragios,
puesto que desde tiempos muy remotos estas decisiones se adoptaban por
unanimidad. Capalti le contestó que esa cuestión podía ser discutida cuando se
estaba tratando el proyecto. Todo eso había causado un tremendo barullo en el
Concilio, donde protestaban por un lado los presidentes de aquél, y Strossmayer
por el otro. De todos lados pudieron oirse las ofensas más indignas contra
Strossmayer: para quienes censuraban su discurso, Strossmayer era Lucifer,
Lutero, un condenado, indicándole otros que abandonase la tribuna, mientras él
insistía en la idea de la antigua unanimidad necesaria para las conclusiones
eclesiásticas, recalcando su fe en la in-mutabilidad de la Iglesia y la necesidad
de continuar en esa unidad; finalmente, pidió disculpas por sus palabras si no
habían sido en todo momento adecuadamente usadas, y decidió abandonar la
tribuna. Los obispos presentes se apretujaban por salir de la sala de
conferencias, mientras la presidencia anunciaba la próxima sesión y su
programa. Resulta un tanto extraño, que Granderath acuse a Strossmayer por este
desorden, justificando el procedimiento de la presidencia, pero que al mismo
tiempo agregue que los obispos "pudieron haberse comportado más serena y
dignamente"[95].
Un fenómeno semejante en este nuestro momento histórico ecuménico parece casi
imposible en tiempos de Pío IX.
Los adversarios
de la infalibilidad que escribieron la crónica y la historia del Concilio
Vaticano I, Lord Acton y Friedrich especialmente, atribuyeron a Strossmayer
palabras e ideas que no se mencionan en las actas del Concilio, lo que nos
autoriza a decir que Strossmayer no las pronunció porque, en caso contrario,
aquéllas se hallarían anotadas por los estenógrafos. La prensa mundial escribió
sobre esta sesión tan agitada de acuerdo a la orientación de cada diario (o
periódico): mientras algunos destacaban a Strossmayer como al protagonista de
la libertad y el progreso, otros lo vituperaban como a un herético.
Es un hecho que
también dentro del círculo de sus adherentes Strossmayer encontró reproches.
Así, por ejemplo, el cardenal Schwarzenberg, el 23 de marzo de 1970 le hizo una
visita y durante ella le reprochó "ha-ber hablado demasiado, haber ido
demasiado lejos y comprometido también a Ios demás" y cosas por el estilo.
Strossmayer se sintió molesto por esta actitud del cardenal y habría decidido
abandonar el grupo de los obispos alemanes que se había formado por su propia
iniciativa. El mérito de que no se produjera la ruptura en la oposición se debe
a los obispos franceses, especialmente a Dupanlou, que expresaron su plena
conformidad con el discurso de Strossmayer[96].
Este no cedía. En
una carta de protesta dirigida a la presidencia del Concilio pidió incluso una
reparación por la ofensa que se le hicieron. En ella defendió también su idea
de la "unanimidad espiritual del Con-cilio", lamentando que no se le
hubiera permitido presentar argumentos al respecto. Contra el trato dado a
Strossmayer protestaron algunos más, especialmente el arzobispo de París,
Darboy. El propio Strossmayer había mencionado en dicha carta la idea de
abandonar el Concilio si no se le concediera la posibilidad de justificar
cuanto afirmaba y no se le diese una satisfacción.
En víspera de la
sesión que tuvo que votar la Constitución de la fe católica —De fide catholica—
Strossmayer, el arzobispo americano Kenrick y seis obispos franceses enviaron a
la presidencia conciliar una petición para que eliminase del texto preparado
los múltiples anatemas, reelaborarse la demasiado general e indeterminada
conclusión 4, o, en caso contrario, los firmantes y otros más no votarían por
aquélla. En el dorso de esta petición —se halla en el archivo del Concilio—
está anotada la fecha 25 de abril de 1870, como la de recepción, es decir un
día después de la votación respectiva. Todos los firmantes votaron dicha
Constitución menos Strossmayer, quien no se presentó en la sesión por no haber
recibido respuesta alguna a su petición[97].
Gracias a sus
discursos en el Concilio, Strossmayer dio motivos a declaraciones y cartas,
fuera ya de él, que se prestaban a las más variadas intrepretaciones. Se
atrevió incluso a celebrar al ex oratoriano rebelde, Gratry, miembro de la
Academia Francesa, quien, no obstante, murió en paz con la Iglesia; mantuvo
también correspondencia con el protagonista más destacado de los adversarios de
la infalibilidad, DöIlinger, quien, antes de la convocatoria y durante las
sesiones del Concilio, incitaba a Ias pasiones y causaba muchas manifestaciones
contra aquél, en sus escritos, especialmente en Alemania y la ciudad de Munich,
donde era profesor en la Facultad de Teología. Hay autores que afirman que
Strossmayer proporcionaba a Döllinger los argumentos contra el Papa y el
Concilio, pero los de mayor categoría advierten que no es permitido acusar a
Strossmayer en este sentido, sin documentos claros, por la supuesta
colaboración con aquel hombre difamado y enemigo de la Iglesia que fue
Döllinger. Los protestantes y todos cuantos escribieron contra el Concilio y la
infalibilidad procuraban tener la autoridad de
Strossmayer de su lado, por lo cual su renombre fue considerable tanto en el
mundo como en el ámbito conciliar.
Ya al principio
mismo del Concilio, el 30 de diciembre de 1869, fue Ianzada una noticia
infundada sobre un pretendido atentado contra Strossmayer, motivado por su
discurso contra los jesuitas. En relación con esta noticia cabe destacar, que
el jesuita Granderath expresamente reconoce que Strossmayer evitaba
cuidadosamente en sus intervenciones Ias expresiones impertinentes contra sus
adversarios. Los periódicos de todo el mundo escribían según su gusto, sin
publicar rectificaciones, tejiéndose así una red de mentiras sobre los
pormenores de la actitud del obispo de Djakovo en el Concilio. Tampoco faltaron
noticias sobre las peticiones contra la infalibilidad que llegaban "de
Bohemia y Hungría" por las manos del cardenal Schwarzenberg y de
Strossmayer[98].
Por eso, es necesario tener presente a todos los miembros de la
"oposición", su actitud ante y después del Concilio, y sus relaciones
casi filiales con los Pontífices hasta su misma muerte, para formar un juicio
cabal acerca de su idea sobre la infalibilidad del Papa y de la Iglesia.
Una importancia
esencial en este sentido tiene el discurso de Strossmayer, pronunciado el 2 de
junio de 1870. En él se halla contenida la esencia misma de su actitud ante la
inminente definición de la infalibilidad. Fue su última alocución en el
Concilio.
Strossmayer
acerca de la inoportunidad de la definición de la infalibilidad
Dentro del cuadro
de nuestro modesto trabajo resulta casi imposible analizar (estudiar) todas las
facetas de la compleja y tan peculiar personalidad de Strossmayer. Su sola
documentación exigiría una amplitud tal que eclipsaría el papel desempeñado por
él en el Concilio. No tenemos intención alguna de escribir su apología ni
indagar tampoco sobre los orígenes inspiradores de sus ideas acerca de la
infalibilidad pontificia, ni siquiera acerca de la similitud o diferencias
entre sus opiniones y las de los demás padres conciliares de su grupo.
Strossmayer, en
efecto, creyó durante toda su vida en la infalibilidad de la Iglesia y en el
papel del supremo maestro y jefe de la iglesia que pertenece al Papa. Antes de
concluir su discurso contra la definición el 2 de junio de 1870 dijo
textualmente: Ideo mihi videtur factum esse, quod Ecclesia catholica
octodecim saeculorum decursu divinam infallibilitatis suae proerrogativan
maluerit exercere potius quam definire (Me parece en efecto, que la Iglesia
ha preferido ejercitar su divina prerrogativa de la infalibilidad en el curso
de 18 siglos, antes que definirla[99].
En el tercer
fragmento de su discurso después de la precedente formulación, adujo su
argumento más importante contra la oportunidad de la definición de
infalibilidad: Schisma orientale, iam non amplius graecum dici debet, sed
proh dolor schisma slavicum, quorum octoginta milliones ab Ecclesia catholica
extorres vivunt, qui suae autonomiae, suis particularibus iuribus addictissimi
suet, et nihil aliud tantopere aversantur, quam illud quod vel suspicionem
ingerere istis possit, quod autonomiae et iurium suorum periculo sit. Ego inter
Slavos meridionales moror, ex quibus octo milliones schismatici, tres autem
milliones catholici sunt. Ego no possum satis divine misericordiae gratias
agere, quod gens Croatorum, quam tantopere diligo, sit catholica, et possum
dicere in tota cordis mei sinceritate, Sedi apostolicae addictissima (El
cisma oriental no debe llamarse ya cisma griego sino, desgraciadamente, eslavo,
porque 80 millones de eslavos viven fuera de la Iglesia católica. Estos son
adictísimos a su autonomia, a sus derechos especiales, y en nada se muestran
tan suspicaces como en aquello que podrfa poner en cuestión esta su autonomia y
sus derechos. Yo estoy laborando entre los eslavos meridionales, de los cuales
8 millones son cismáticos, mientras sólo 3 millones son católicos. Nunca puedo
agradecer lo suficiente a Ia misericordia divina que el pueblo croata, al que
tanto amo, sea católico, y puedo decir con toda la sinceridad de mi corazón,
que es muy adicto a la Santa Sede[100].
Esta declaración
de Strossmayer es necesario completarla con un párrafo de una carta del día 11
de diciembre de 1875 dirigida por él a Pío IX, refiriéndose al papel esencial
de los croatas entre los eslavos meridionales: "Los croatas son el único
pueblo católico entre los eslavos meridionales que han permanecido hasta ahora,
aún en las condiciones más difíciles, fieles a la fe católica... Es de suma
importncia que los croatas permanezcan adictos, con toda su alma y todo su
corazón, a la fe católica, porque así están en cierto sentido predestinados a
convertirse en levadura que penetrará, con la ayuda divina, en toda la multitud
de los eslavos meridionales, y devolviéndolos al seno de la Iglesia
católica"[101]
Por haberse
mencionado así en el plan de Strossmayer al pueblo croata como levadura de la
unidad cristiana entre los eslavos meridionales, hemos de prestar atención a un
fragmento de su discurso del 2 de de junio de 1870. Después de haber expuesto
en él la situación religiosa de los croatas y los eslavos meridionales en
general, explicó la razón principal de su temor ante la definición de la
infalibilidad del Papa: Verum si haec definitio effectum habeat, vereor, ne,
quantum nos scimus, illud fermetum bonum a Deo praedestinatum reliquam Slavorum
massam penetret et ad unitatem reducat; vereor ne nova nobis pericula
impendant, et ex nostris quidam misere ab unitate Ecclesiae rescindantur,
sum-mo certe — qucumque novit historiam nostro temporis — summo et gravissimo
humanitatis et omnis futurae culturae detrimento (Pero si esta definición
se lleva a cabo, tengo miedo de que aquella buena levadura, predestinada por
Dios, por cuanto alcanzo a saber, no pueda penetrar en la restante multitud de
eslavos ni tampoco devolverlos a la unidad eclesiática; temo que no nos amenace
nuevo peligro y que —como puede temerlo quien conoce la historia de nuestro
tiempo— alguno de entre los nuestros no rescinda tristemente esa unidad
eclesiástica, lo que redundaría por cierto en gravísimo detrimento de la
humanidad y de toda la cultura futura)[102].
Ha quedado atrás
el Concilio Vaticano I, pero las palabras transcriptas de Strossmayer no han
perdido actualidad y en ellas brilla la perspicacia de este hombre de Dios: el
principal obstáculo para la reconciliación y unión tanto de los ortodoxos como de los protestante con Roma sigue siendo el dogma de la
infalibilidad del Papa.
Después de haber
destacado, brevemente, estas grandes preocupaciones e ideas de Strossmayer,
proyectaremos un vistaso sobre su discurso, que fue proclamado por Granderath
"sehr elegante und sehr schöne Rede" (muy hermoso y elegante)[103].
Granderath no oculta su admiración por el estilo y la magnificencia de la forma
de sus disertaciones, pero le reprocha no ser más profundo en la explicación de
sus ideas.
Las dificultades
en la concepción de Strossmayer acerca de la relación del Papa y el episcopado
Al iniciar su
intervención, Strossmayer subrayó la conexión del episcopado con el Papa,
"dignísimo jefe de la Iglesia y del episcopado", pero consideraba que
era lógico debatir conjuntamente ambos derechos y no por separado, porque de
esta manera se asegurarían la primacía del Pontífice y los derechos del
episcopado. "Cristo envió a todos los apóstoles y les dio autorización
para que enseñasen a todos los pueblos, prometiéndoles permanecer con ellos
hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 19-20). Explicando la constitución y el
papel del magisterio eclesiástico, citaba a San Ignacio de Antioquía, quien
varias veces comparó al obispo con Cristo entre el pueblo afirmando, que quien
obedece a Cristo, obedece ai obispo. De ahí surge para Strossmayer la
dificultad de que, simultáneamente y en la misma diócesis, puedan tener
idéntico poder el Papa y los obispos. Para justificar esta incompatibilidad
invocaba la protesta de Gregorio el Grande contra Juan el Ayunador (loannes
leiunator) y su título de "patriarca ecuménico", llamándose Gregorio
a sí mismo servus servorum Dei (el siervo de los siervos de Dios).
En esta
intervención Strossmayer se atuvo con insistencia a San Cipriano y a su libro De
Unitate Ecclesiae. Hay que tener presente que Strossmayer presentó una
tesis para doctorarse justamente sobre la doctrina de San Cipriano expuesta en
el libro mencionado[104].
Y según Strossmayer, aquel santo rinde homenaje al divino primado, recalca la
necesidad de una conexión permanente del obispo con la Santa Sede, y habla de
la sede de Pedro como de la cátedra de unidad, pero al propio tiempo establece
también los derechos de los otros apóstoles y obispos: para que guíen a la
Iglesia entera en el espíritu de unanimidad de todos los apóstoles. A
Strossmayer no le placía la interpretación de las palabras de Jesús dirigida a
Pedro y anotadas por Mateo y Juan: de que en Mt. 16 y Juan 21 se trataría de la
"infalibilidad personal y absoluta del Papa" (personalem et
absolutam pontificis infalibilitatem). Cipriano, en opinión de Strossmayer,
enseñaba que también los demás apóstoles son lo mismo que Pedro en cuanto al
honor y el poder y que todos en conjunto condución a la Iglesia y pastoreaban
la grey de Dios con plena unanimidad y consonancia y que, en consecuencia, los
obispos, como sucesores de los apóstoles, tienen "algún derecho virtual sobre
el resto de la Iglesia — virtuale quoddam in reliquam Ecclesiam ius.
Este "derecho virtual" Strossmayer lo encuentra en escritos de
Gregorio de Niš, Basilio, Gregorio Nancianceno, Juan Crisóstono y en la
epístola que el papa Celestino, dirigió al Concilio de Efeso.
Describiendo la
controversia de Cipriano con el Papa sobre el valor del bautismo de los
heréticos, Strossmayer reprocha al primero su pronunciada resistencia al Papa
Esteban, pero afirma, que, de acuerdo con las palabras de San Agustín, podemos
excusarle, puesto que hasta su tiempo nada se supo de personali et absoluta
romanorum pontificam infabilitate (de la personal y absoluta infalibilidad
de los pontífices romanos)[105].
Resulta de
evidente necesidad prestar atención a este "derecho virtual de los obispos
sobre el resto de la Iglesia" y a la expresión "personal y absoluta
infalibilidad del papa", de acuerdo al parecer de Strossmayer.
Hasta el Concilio
Vaticano II no resultó siempre claro para los teólogos y los historiadores
eclesiásticos qué era lo que pensaba Strossmayer y cuál era el sentido que
tenía su mención, en el Concilio Vaticano I, del "derecho virtual de los
obispos a la administración en toda la Iglesia". Como si hubiera dado la
contestación a estas preguntas el Concilio Vaticano II, redujo la doctrina a
una "colegialidad de obispos", que se está actualmente traduciendo en
realidad mediante los periódicos "sinodos episcopales" en Roma.
En cuanto a la
"infalibilidad personal y absoluta" del Papa, que resultó tan
antipática para Strossmayer, nunca se habló de ella en la Iglesia y tampoco se
la trató en el Concilio Vaticano I. La infalibilidad del Papa es, en efecto,
personal, pero no "absoluta": se refiere solamente a las definiciones
oficiales de las verdades de la fe y de la moral revelada por Dios y que
obligan a la Iglesia en su totalidad. Strossmayer se pronunciaba contra la
infalibilidad "absoluta", pero él no la inventó y, mientras algunos
luchaban contra ella, él quisó estratégicamente impedir aquella definición en el
sentido dei Concilio Vaticano I. Y es que Strossmayer, en primer término,
llevaba en su pecho el problema de la unión de los cristianos separados
orientales con Roma, a quienes resultaban muy antipáticas la primacía y la
infalibilidad del Papa.
Durante toda su
vida, Strossmayer fue un devoto de la cultura y la literatura francesas y por
eso no hay que extrañarse de que también en este discurso rindiese homenaje a
los jefes católicos de aquel país como, por ejemplo, a Bossuet, rechazando el
ataque de quienes calumniaban a la Iglesia francesa por su galicanismo[106]
33. Pero es menester reconocer que sus discursos no son sin pequeñas
intrusiones del galicanismo, cuando habla de la relación entre el papado y
episcopado.
Strossmayer
reconocía "la plenitud del poder" de San Pedro y de sus sucesores asi
como a los papas el derecho a convocar Concilios generales, presidirlos,
aprobar y definir sus conclusiones, pero justamente por la gran estima que
tenía del papel de esos concilios, se oponía a la definición de "la personal
y absoluta infalibilidad". Para reforzar su tesis cita la asamblea de los
apóstoles en Jerusalén, cuando se reconciliaron Pedro y Pablo, menciona cómo
Gregorio el Magno comparaba los cuatro concilios generales con los cuatro
Evangelios, y, junto con el teólogo medieval Durand, consideraba que aquéllos
son el mejor medio para contrarrestar los errores y el mal en la sociedad
cristiana.
La segunda razón
que movió a Strossmayer a oponerse a la definición de la infalibilidad, fue su
elevada opinión sobre el papel de los concilios generales. A su parecer, la
definición de la infalibilidad rendiría superfluos esos concilios en el futuro.
Que su temor no era infundado es fácil colegirlo justamente por la labor del
Concilio Vaticano II, después de cuya finalización surgen nuevos problemas que
exigirán dentro un tiempo previsible la convocatoria de otro nuevo concilio
general.
A continuación
Strossmayer desarrolló sus ideas acerca, de la armonía que debe reinar entre el
primado y los derechos de los obispos. Estos pueden no sólo confirmar,
interpretar y aprobar, sino también derogar y eliminar según el caso. Si esto
no se acepta y reconoce. Strossmayer no entiende de qué manera se puede
conservar el significado y el vigor de las palabras de Cristo, dirigida a todos
los apóstoles: "Todo lo que atares en la tierra, será también atado en los
cielos y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en el
cielo". Si no se reconoce a estas palabras de Cristo su natural significado,
entonces pierden igualmente su valor las ideas de Cipriano referente al
episcopado indivisible en todo el mundo, del cual cada uno de los obispos
recibe una parte común con los demás obispos —in solidum—. Strossmayer alega
que los obispos nunca, deberían renunciar a este su derecho divino porque de lo
contrario, expondrían a un peligro la autoridad y libertad de los concilios
generales. En su exposición histórica, Strossmayer subrayó que se atenta al
historiador de los Concilios, el obispo Hefele, quien también pertenecía a la
oposición conciliaria.
La epístola que
el Papa León I, dirigió al Concilio de Calcedonia y saludada por los padres
allí congregados: "Pedro nos habla por la boca de León, así lo creemos
todos, todos damos nuestra adhesión a su epístola", Strossmayer intentó
explicarla en el sentido de que aquellos obis-pos procedieron como jueces y
críticos; examinaron la misiva y, encontrándola ortodoxa, la aceptaron. En
efecto, la carta de León es una de las pruebas más elocuente en cuanto a la fe
en la infalibilidad del Papa dentro de la Iglesia del siglo V.
Strossmayer trató
de demostrar, con envidiable dialéctica, que el escrito de León no era un acto
del poder soberano del Papa sino un adoctrinamiento a los obispos, que estaban
autorizados para estudiarla, examinarla y aceptarla luego o rechazarla. Para
corroborar su opinión, Strossmayer invocó también el parecer del cardenal
Bellarmini, pero no pudo probar que los mitrados dudaran en Calcedonia sobre la
verdad de la doctrina de León. Simplemente se impusieron del contenido de la
misma y comprobaron su concordancia con lo que ellos mismos habían hallado en
la revelación divina y que se aprestaban a definir.
"Los
inealienables derechos de los obispos" atraen constantemente la atención
de Strossmayer, y su "origen divino", afirma, no puede ser derogado
ni siquiera disminuido por el concilio general. Lo prueba también mediap,te la actitud de Pío IV en el curso del Concilio
Tridentino. A pedido de los obispos fueron suprimidas dos palabras del mensaje
del Papa, porque las consideraban en perjuicio de la libertad de los
conciliares. Strossmayer rinde homenaje a aquel Concilio, que no definió la
infalibilidad del Papa; reconoce el valor y coraje de la Iglesia francesa que
supo superar las dificultades propias sin pronunciarse por aquélla, alaba a Pío
IV, quien, aconsejado por San Carlos de Borromeo, estableció la regla para que
no se llegara a conclusión alguna sin el consenso general o casi general de los
participantes[107].
"El consenso
general de los obispos" en el Concilio constituye el tercer tema de este
discurso de Strossmayer. La idea no era original suya, pero él, en su calidad
de brillante orador y decidido defensor de sus ideas, se presentó como el más
sincero y abierto paladín de este principio en el que la oposición conciliar
vio el medio más eficaz para impedir la definición de la infalibilidad. Por eso
Strossmayer habló extensamente sobre el particular. Quería poner obstáculos al
pronunciamiento del con-cilio y asegurar así más libertad a la Iglesia,
posibilitando la promoción de la unidad de los cristianos separados del oriente
y el occidente. Era una manera de interpretar no sólo la historia del
cristianismo sino también los escritos de Ireneo, Tertuliano y Cipriano que
versan sobre aquel tema. Strossmayer entiende en forma bastante artificial
dichas opiniones para respaldar la propia, a pesar de que justamente Ireneo,
apoyándose en la infalibilidad de la Iglesia Romana y del Papa, prueba con
mayor facilidad la ortodoxia doctrinaria de todas las demás partes de la
Iglesia. Reconocía la infalibilidad antes y en el mismo acto del Concilio, pero
no dejó de destacar la necesidad de que concordaran todas las iglesias
apostólicas con la sede romana y con los obispos.
Resulta curioso
que todos los obispos presentes escucharan con calma la intervención de
Strossmayer, incluso cuando alegaba la inoportunidad de la definición de la
infalibilidad, apoyándose en la obra de Vincencio Lirinensis: Commonitorium
y su famoso principio de que el signo más seguro de la ortodoxia doctrinaria
era el que "siempre, en todas partes y por todos" (quod semper,
quod ubique, quod ab omnibus) fue creído. Atribuyó a esta regla demasiada y
exclusiva importancia, aun cuando no es única para averiguar la verdad de la fe
en la Iglesia y en el pueblo cristiano. Lirinensis no conocía la infalibilidad
del Papa bajo la forma: "infalibilidad personal y absoluta", pero
enseñaba la necesidad de que hubiese unanimidad de los obispos cuando se
trataba de la definición de una verdad de fe[108].
Además invocaba a San Agustin y la advertencia que dirigió a la Iglesia: hay
que cuidar la autoridad eclesiástica con serenidad y moderación para que la
Iglesia no se exponga a la burla de los enemigos, quienes podrían decir que en
ella todo se rige por la voluntad de un sólo hombre y por la superstición, como
en el tiempo de San Agustín argüían los maniqueos. Para probar que se procede
en la época del Concilio Vaticano I como en la de San Agustín, Strossmayer
mencionó la aparición de un escrito titulado "las necesidades de nuestros
tiempos", en el que algunos enemigos de la Iglesia ofrecían pruebas sobre
la necesidad de la definición de la infalibilidad, seguros de que así la
Iglesia y su magisterio perderían completamente su autoridad. Al condenar esta
obra, agregaba: Credite mihi, non sunt vani nostri timores, non sunt vana
pericula quae nos praevidemus. Ego saltem dicere possum coram Deo, qui me
iudicaturus est, quod definitione hac de qua agimus, in effectum deducta, gregi
meo, cui praesum, multa pericula sint creanda (Creedme, no son vanos
nuestros temores, no son vanos los peligros, que prevemos. Yo puedo decir ante
el Dios que me ha de juzgar, que la definición que estamos tratando, si llegare
a proclamarse, creará muchos peligros a la grey cuyo pastor soy)[109].
Hemos mencionado
ya las ideas y los ideales de Strossmayer referentes al retorno de los
cristianos separados eslavos al seno de la Iglesia por conducto de los
católicos croatas. Imbuido de estas ideas y deseos, Strossmayer al finalizar su
disertación dirigió su llamamiento al Papa y al Concilio para que se agrandara
el ámbito de la Iglesia en vez de restringirlo; abogó por que la paz, la
concordia y la unidad cristianas se difundiesen cada vez más por el mundo, por
que la humanidad se convirtiese "en una grey bajo un pastor (grex unos
sub uno pastore). Expresó su esperanza de que el Papa, que excede a todos
los demás obispos en autoridad y virtud, teniendo presente el ejemplo de San
Pedro, quien por humildad pidió que lo crucificaran cabeza abajo, sacarla a la
Iglesia del peligro, mediante su humildad y sacrificio, en que caerfa con la
definición de la infalibilidad. Por la misma razón mencionó al apóstol Pablo,
quien alaba la grandeza del Salvador precisamente por su humildad y
autosacrificio (Epístola a los filipenses, 2, 5-11). Dirigiéndose por fin a
todos los obispos presentes formuló su esperanza de que imitaran a Cristo
Jesús, buen Pastor, quien por una oveja perdida dejó noventa y nueve, la
encontró, la cargó sobre sus hombros y la llevó a su redil[110].
Sería innecesario
subrayar que los enemigos de la Iglesia y del Papado dieron también una amplia
publicidad a este discurso de Strossmayer, donde resaltan la amplitud y las
características de su cultura teológica. El Concilio mismo le prestó atención
en calma. Resultaría muy interesante confrontar esta disertación suya con las
de la oposición, entre los cuales figuraban Dupanloup, Hefele, Haynald,
Ketteler, Schwarzenberg y otros. Podemos decir que Strossmayer, en sus
intervenciones, era más moderado que, por ejemplo, Dupanloup, y en cuanto a su
forma, siempre trató de llevarla a la altura necesaria. Tan sólo en el fervor
de las discusiones, en cartas privadas o en momentos sentimentales y de
dialéctica se mostraba, según afirman sus conocedores personales: "de una
naturaleza muy impulsiva y como un fanático casi de su fe y su convicción...
Momentáneamente pudo exarcerbarse y estampar conceptos que no podrían escapar a
los reproches ... Por lo cual hay que tomar sus ideas
desde el punto de vista científico, sin aprovecharlas con fines politicos u
otros de carácter transitorio[111].
Discursos
apócrifos de Strossmayer
Los enemigos de
la Iglesia quedaron descontentos por haber dejado pasar el discurso de
Strossmayer del 2 de junio de 1870 sin inconvenientes e intromisiones; y ello
dio motivo a que inmediatamente confeccionaran un panfleto, plagado de ataques
contra la Iglesia y el Papa, y lo divulgaran por todas partes como si fuera el
texto auténtico del obispo. Los que conocieron la labor conciliar y las disertaciones
de éste, bien pronto se percataron de que se trataba de una maliciosa
falsificación inventada con el fin de hacer daño a Ia Iglesia y al Papa, y
causar confusión y discordia entre el clero y los feligreses de todo el
universo. Obispos de varias parte de la tierra
escribieron a Strossmayer para que les confesara la verdad sobre el panfleto.
Strossmayer, en efecto, negó en varias oportunidades su veracidad y ofreció
pruebas de que se trataba de una manifiesta invención de los enemigos de la
unidad católica. Por fin pudo comprobarse, en el año 1876, que un ex sacerdote
mexicano, el Dr. José Agustín Escudero, en un principio religioso agustino,
pero más tarde apóstata de Ia Orden y de la Iglesia, masón y rebelde contra la
autoridad eclesiástica y civil, acosado por el arrepentimiento de su propia
conciencia reconoció ser el autor del escrito. Más tarde hizo una declaración
penitenciaria en el periódico América del Sud. El misionero lazarista, padre
Pedro Stollenwerk, envió el 18 de agosto de 1876, dicho periódico, junto con
una carta personal, a Strossmayer. Stollenwerk había agregado la dirección de
su casa: Calle Libertad, Hospital Francés, Buenos Aires. El secretario de
Strossmayer, José Wallinger, confirmó la autenticidad de esta carta y de este
modo todo el mundo se enteró de la verdad definitiva sobre el panfleto[112].
Las invenciones
procedentes de los círculos liberales en el sentido de que se le ofrecían a
Strossmayer las ofertas "más brillantes" para que encabeza a los
católicos rebeldes, han sido desmentidas en forma categórica por un canónigo de
Strossmayer —el padre Vorsak— quien en aquella época vivía en el Capitolio
croata de San Jerónimo en Roma[113].
Granderath y
Kirch mencionan también la pastoral de Strossmayer, relativa a los Santos
Cirilo y Metodio del 4 de febrero de 1881, donde igualmente fue desmascarado
dicho panfleto. Reproducimos el fragmento que nos interesa: "Hace unos
años, circuló bajo mi nombre un horrendo discurso, que está tan lejos de mí por
su forma y contenido, como el lugar de Sud América en que un sacerdote
reconoció, arrepentido, que lo había confeccionado y divulgado bajo mi nombre,
ofreciéndome. por intermedio de su confesor, cualquier
satisfacción que le pidiera. A pesar de que este escrito ostentaba por sí mismo
características evidentes e indubitables de su origen apócrifo, causó muchas
confusiones entre quienes no sabían que mis discursos fueron guardados en los
Archivos del Vaticano y que no son accesibles a cualquiera. A pesar de que las
cosas sucedieron así, me resulta grato poder confesar también en esta
oportunidad, ante todo el mundo, que preferiría que mi mano derecha se secase o
mi lengua quedase paralizada antes que decir o escribir una sola de las
proposiciones de ese horrendo discurso que fue divulgado bajo mi nombre"[114].
Un año más tarde,
o sea, el 4 de febrero de 1882, Strossmayer repitió casi literalmente dicha
declaración en una contestación por escrito dirigida a los obispos ortodoxos
que le habían atacado por dicha pastoral sobre los santos hermanos Cirilo y Metodio[115].
Strossmayer no
votó la infalibilidad, pero una vez votada, la aceptó
El incidente del
discurso apócrifo nos llevó a los lejanos años posteriores al Concilio. Es
necesario retornar a él y seguir analizando la actitud de Strossmayer hasta su
finalización y aún después.
Al principio de
junio de 1870, la mayoría conciliar pidió a la presidencia que concluyera los
debates acerca, de la infalibilidad, evitando repeticiones sobre lo ya
aclarado. El día 13 de junio el presidente, cardenal De Angelis, leyó la
petición que 150 miembros de la mayoría dirigieron a la presidencia, a fin de
que se votase por su conclusión. La mayoría de los obispos, se declaró conforme
y la presidencia dio por terminadas las discusiones.
Pero el 4 de
junio de aquel mismo año los jefes de la oposición, cardenales Schwarzenberg,
Mathieu y Rauscher, apoyados por 81 firmas de padres conciliares, protestaron
contra esta determinación puesto que, según decían, todos los miembros del
Concilio tenían derecho a exponer sus razones acerca de tan importantes
cuestiones para la Iglesia y su doctrina. La presidencia del Concilio contestó
a Schwarzenberg, en su calidad de primer firmante, que todo cuanto el
reglamento del Concilio había previsto estaba ya hecho y que, por esta razón,
no se podía tomar en consideración la protesta de la minoría[116].
El horizonte
político había ya empeorado en Europa y en Roma por aproximarse la guerra entre
Francia y Prusia. Los padres conciliares asignaban suma importancia al hecho de
que se realizara la cuarta sesión solemne y proclamara la constitución
dogmática acerca de la Iglesia. Esta constitución contenía la definición de la
infalibilidad del Papa cuando "ex cathedra", es decir, oficialmente y
en su carácter de Pastor y Maestro de todos los fieles y de acuerdo a su
soberano poder apostólico, define y determina doctrinas de fe y de moral,
reveladas por Dios y obligatorias para la Iglesia entera. A comienzos de julio,
gran cantidad de los oradores que se habían preanotado para intervenir
renunciaron a pronunciar sus discursos. Entre ellos se contaba también
Strossmayer, quien lo comunicó así el 2 de julio de 1870[117].
Dos días más tarde, hicieron lo mismo los demás oradores y la discusión quedó
concluida, declarándose oficialmente que esto había sucedido porque los obispos
no podían soportar el calor durante cuatro horas diarias en el salón de actos.
La presidencia mencionó entre los que habían renunciado a la palabra a
Schwarzenberg, Blanchet, Dupanloup y Strossmayer. Por eso la mayoría del
Concilio pudo sentirse satisfecha.
El 13 de julio, en la octogésima quinta congregación general se llevó a cabo la votación sobre el proyecto total. Votaron 601 miembros del Concilio: 451 lo hicieron a favor, 88 votaron en contra y 62 en favor, pero a condición de que se tomaran en consideración sus observaciones.
El tiempo corría
fatalmente. El 16 de julio se efectuó la congregación general del Concilio. El
consejo internacional de la oposición decidió enviar a seis de sus adherentes
al Papa Pío IX pidiendo: 19) que se cancelase del Capítulo 39 del proyecto la
expresión plenitudo potestatis (plena potestad) y, 2°) que se agregase
en el 49, al definir la infalibilidad del Papa, "con el consenso de los
obispos". Los delegados de la oposición fueron los franceses (Darboy,
Ginoulhiac y Rivet), los alemanes (Ketteler y Scherr) y el húngaro Simor. Estos
entregaron la petición al Papa. Ketteler solicitó de rodillas a Pío IX que
aceptase ambos puntos porque de este modo posibilitaría la unanimidad en el
Concilio para la definición de la infalibilidad. Cómo y qué contestó el Papa,
no lo sabemos, pero la petición no fue tomada en consideración. Oficialmente se
dijo en el Concilio que el Pontífice había entregado el asunto al Concilio
mismo[118].
La relativa
moderación de Strossmayer podemos entenderla mejor si tomamos en consideración
que Dupanloup solicitó por escrito al Papa que agradeciera a Dios y a los
obispos, después de la solemne sesión, que la mayoría abrumadora se hubiese
declarado por el privilegio de la Santa Sede, pero que el Papa, haciéndose
cargo de los inconvenientes del tiempo estival reinante y pensándolo todo bien
ante Dios, decidiera postergar para épocas mejores la definición de la
infalibilidad, cuando los espíritus volvieran a calmarse. Dupanloup, con el
vigor de su elocuencia, trató de convencer al Papa de las buenas consecuencias
que traería semejante decisión, pero Pío IX desechó la solicitud del obispo de
Orleans después de haber rechazado las peticiones, mucho más modestas, de la
oposición durante el curso de las sesiones del Concilio[119].
Un día antes de
la sesión solemne, o sea el 17 de julio de 1870, se reunió la oposición para
determinar qué actitud tomarían en aquélla. Hubo varias propuestas: Presenciar
el acto y votar contra la definición; y si se les pedía someterse a la decisión
de la mayoría, negarse. Algunos preferieron no ir tan lejos y aconsejaron un
sometimiento general a las decisiones del Concilio.
Por fin se
pusieron de acuerdo y enviaron al Papa una carta común reiterando su
disconformidad con la decisión de la mayoría, y anuncian-do al mismo tiempo su
partida del Concilio en vísperas de la sesión, para que, en presencia del Papa,
no se viesen obligados a votar contra su infalibilidad. La carta fue firmada
por 55 padres conciliares, pero no se mencionaba siquiera la idea de que no
fuesen a someterse a la decisión mayoritaria. Algunos miembros prominentes de
la oposición no la firmaron como, por ejemplo, los cardenales Rauchner,
Melchers y Ketteler. En efecto los opositores abandonaron Roma en vísperas de
la sesión solemne que el día 18 de julio de 1870 votó la Constitución sobre la
Iglesia y el dogma de la infalibilidad del Papa.
Sucedió entonces
lo que había anticipado Strosmayer en su discurso del 2 de junio de 1870: De
los 535 padres conciliares presentes 533 votaron por la definición, y contra
ella solamente dos, sometiéndose luego a la decisón. De esta manera la
definición fue votada "unánimamente", cosa que Strossmayer le
resultaba tan cara y de tanta importancia. Mientras se celebraba la sesión solemne
en la basílica de San Pedro, se desató sobre Roma un temporal con truenos y
rayos, que los historiadores del Concilio comparan con el que descendió sobre
el Sinai, cuando le fueron entregadas las tablas de piedra a Moisés por Dios.
En su breve alocución, Pío IX destacó que la autoridad suprema del obispo de
Roma no destruye sino, contrario, protege los derechos de los obispos.
Encomendó a Dios la Iglesia y sus representantes, deseando en su oración
estrechar contra su pecho paternal a todos sus hermanos de episcopado, porque
los ama, estima y quiere ser uno con ellos. Después de
un Te Deum solemne y de haber impartido la bendición, todo quedó concluido a
las 12.30 horas. Tomando en consideración las condiciones generales del
Concilio y del mundo, Pío IX no dio la orden de hacer las salvas
correspondientes desde el Castillo de San Angel porque así los truenos y rayos
del cielo se parecerían a los del Sinaí en el momento histórico de Moisés y la
humanidad[120].
A pesar de que el
Estado Pontificio fue liquidado, temporariamente, el 20 de septiembre de 1870,
el Concilio Vaticano I marcó una nueva época en la historia de la Iglesia y de
la humanidad. Un mes después de la liquidación de aquel Estado, Pío IX aplazó
sin término al Concilio, condenó la violencia por la cual el Papa había sido
privado de libertad y seguridad, y autorizó a los obispos presentes para que, a
causa de tiempos tan difíciles como aquéllos, regresasen a sus respectivas
diócesis[121].
El Concilio
aplazado así jamás volvió a ser convocado. Juan XXIII y Paulo VI, en el
Concilio Vaticano II, han tratado de retomar esta o la otra cuestión dejada
pendiente en aquél pero concebidas y dirigidas independientemente del I.
Ninguno de estos dos Pontífices quiso proclamar nuevos dogmas ni lanzar nuevos
anatemas.
No tenemos
todavía una historia crítica del Concilio I. La de Grandehart, especialmente en
opinión francesa, resulta parcial e injusta para con la oposición, sin
mencionar las de los protestantes y otros por su absoluta parcialidad y no ser
fidedignas. En tiempos recientes vienen publicándose notas o apuntes de algunos
participantes del Concilio Vaticano I, de donde podemos obtener también algunos
detalles relativos a Strossmayer: Los hay desfavorables y favorables,
llamándolo incluso "San Bernardo del Concilio Vaticano I".
Strossmayer
abandonó Roma el 17 de julio de 1870, es decir, un día antes de la solemne
definición de la infalibilidad. El 27 del mismo mes estaba ya en su Djakovo. El
Concilio posibilitó la difusión de la gloria oratoria de este prelado por todas
las latitudes del mundo, llamándolo alguno primus orator christionitatis
(Primer orador de la cristianidad); los croatas le saludaron y felicitaron,
uniéndose a ellos algunos otros pueblos eslavos, dentro y fuera de la Doble
Monarquía. Uno de los mejores poetas croatas, Pedro Preradović, le dedicó
un poema, destacando sus virtudes oratorias y que terminaba: "Gracias a
ti, la pequeña y despreciada Croacia, que el mundo casi olvidó, ha vuelto otra
vez a ser conocida"[122].
Resultan
interesantes los pormenores acerca del comportamiento de Strossmayer y de otros
padres opositores después del Concilio. No hubo cismas, como lo esperaban los
enemigos de la Iglesia, con excepción del movimiento de "viejos
católicos" en la órbita del idioma alemán. Strossmayer fue el último
obispo en la Monarquía austro-húngara que publicó las decisiones del Concilio e
hizo todo lo necesario de acuerdo con sus deberes de obispo. Döllinger y los
"viejos católicos", se esforzaron por atraerlo hacia su movimiento,
pero, con excepción de algunas cartas, nada consiguieron de él. En esas
epístolas alcanzó a decir, por pura emoción, algunas cosas que carecían de
fundamento, pero es sumamente importante que rechazase el pedido de Friedrich
para que consagrara como obispo algunos de los
sacerdotes excomulgados[123].
De esto es fácil colegir cómo la conciencia de Strossmayer se mantenía
despierta cuando se trataba de asuntos de importancia para la Iglesia. Mientras
en el Concilio formulaba juicios tajantes, fuera de él y especialmente ante los
historiadores del Concilio, dio pruebas de devoción filial y obediencia a la
Iglesia y al Papa, siempre que aquéllas se requirieron.
En el curso de
1871, Strossmayer sostuvo correspondencia con Lord Acton, Döllinger y Reinkens,
pero sus cartas no contienen elementos de importancia en este sentido. No puede
negarse que Strossmayer tuvo la intención de recurrir a las personalidades
mencionadas para que mitigasen un poco sus juicios acerca de la Iglesia, el
Papa y el magisterio supremo de aquélla. Durante 1872 guardó silencio. Firmó el
26 de diciembre de 1872 su decisión sobre la publicación de los decretos del
Concilio[124].
La publicación apareció en los números de vocero oficial Glasnik de la diócesis
de Djakovo en el mes de enero[125].
Pasado algún tiempo, Strossmayer fue recibido por el Papa Pío IX en audiencia
privada. Sobre ella escribió el 5 de febrero de 1873 a su amigo Francisco
Rački, profesor de la universidad y sacerdote, expresándole muy elogiosamente:
"Estuve en estos días con el Papa; me ha recibido de una manera muy bella.
Lo que dicen los periódicos de la sumisión, es una leyenda. Le voy a contar
todo a mi regreso" [126].
Granderath, a su vez, que no mostró compresión ante las ideas y la actitud de
Strossmayer, alaba abiertamente su obediencia a la Iglesia y su filial
fidelidad al Papa, la sinceridad al publicar los decretos conciliares y toda su
actividad de obispo.
Entre los croatas
no hubo casos de apostasía después de la definición de la infalibilidad del
Papa. Al contrario, podríamos decir que, el amor y afecto de los feligreses
crecieron evidentemente hacia la Santa Sede y el Papa. Aquel insignificante
movimiento de los "viejocatólicos" que apareció en la Yugoeslavia
monárquica después de la primera guerra mundial, no tuvo ninguna conexión,
genética o ideológica, con la infalibilidad del Papa o con la actitud de
Strossmayer en el Concilio, aún cuando aquéllos trataron de asociar las ideas
de Strossmayer, que ya había muerto, con sus insostenibles posiciones.
El mismo año en
que publicó los decretos del Concilio, Strossmayer se retiró de la vida
política, (croata) activa, donde hasta esa fecha había desempeñado un papel
visible. Para la política, le faltó una contención serena, pues era un hombre
emotivo, lo que se reflejó mal sobre su apreciación de las condiciones y sobre
las decisiones a tomar. De él anotó su gran devoto E. de Laveleye: "Dice
exactamente lo que piensa, sin omitir nada, sin consideraciones diplomáticas,
con el entusiasmo de un mozo, y sagazmente como un genio"[127].
Los discursos de Strossmayer le aseguraron la celebridad en el mundo, y por
ello ese obispo excepcional se liberó en breve de las contiendas políticas:
tenía en aquel momento 58 años y le esperaba todavía un largo oficio episcopal
lleno de éxitos, es decir, hasta el 8 de abril de 1905, en que el obispo de
Djakovo cambió la mortalidad por la inmortalidad. Si los poderosos de este
mundo hubieran valorado la actitud y el carácter de Strossmayer, en sus
auténticas medidas, es verisímil que hubiera sido nombrado arzobispo de Zagreb
y a la dignidad cardenalicia. Pero su conciencia permaneció siendo en él su
permanente y más fiel consejero; lo mismo ante el emperador que ante el Papa
dijo siempre lo que consideraba la verdad y lo justo, y por ello fue solamente
el obispo de Djakovo. Se dedicó completamente desde ese momento al progreso
religioso y cultural del pueblo de su diócesis de acuerdo al lema que hizo
grabar en el frontis de su magnífica catedral, consagrada el 19 de noviembre de
1882 a San Pedro, primer Papa: "A la gloria de Dios, la unidad de las
Iglesias, y la concordia y el amor de mi pueblo".
No todo fue
perfección en la vida y la obra episcopal de Strossmayer, pero su actividad
obedeció siempre a grandes ideas, a realizaciones audaces y a una serie de
éxitos, por los cuales Strossmayer se convirtió, de algún modo, en "padre
espiritual de la Patria" para los croatas. Y en la Iglesia y el mundo
cultural le aseguraron un recuerdo venerable y permanente. Sus ideas ecuménicas
databan de años en que Juan XXIII todavía no había nacido, y continuarán vivas
y dinámicas cuando ninguno de nosotros se encuentre entre los vivos. Sin
ecumenismo no es posible la interpretación ni la comprensión de la vida y la
obra de Strossmayer. Pero no fue víctima de las fantasías sin fundamento: Solía
decir a sus amigos, en primer término al canónigo Franjo Rački
(1828-1894), precursor de la ciencia histórica croata, que la unión
eclesiástica de los eslavos separados podría producirse hacia el fin del siglo
XX. Si era un optimista o un pesimista en este su entusiasmo profético, es
difícil todavía asegurarlo. Pero sin su ecumenismo no podríamos entender la
actitud de Strossmayer en el Concilio, ni su mecenazgo, ni sus preocupaciones
en el campo de la instrucción entre los croatas y los eslavos en general ni,
incluso, su desempeño de obispo. Empero, el tiempo es el juez más justo para
con las ideas y las actitudes de todos. En nuestra época los maestros más
serios de la Iglesia, los precursores de las ciencias eclesiásticas lamentan
sinceramente que el Concilio Vaticano I no hubiera podido cumplir más que con
una parte de sus tareas. Por ello, fue definida la infalibilidad del Papa en
una forma incompleta; no hubo tiempo suficiente para aclarar, de acuerdo a las
ideas y propuestas de Strossmayer, el papel y la importancia de los apóstoles y
los obispos. Muchas ideas de los no oportunistas, entre los cuales Strossmayer
era uno de los más fervientes, resultan hoy muy oportunas y útiles para que la
ciencia eclesiástica no se desarrolle unilateralmente[128].
Strossmayer era
amigo del Papa Pío IX y, especialmente, de León XIII; los visitaba, pedía sus
consejos, les presentaba sus propuestas, conducía a las peregrinaciones croatas
y eslavas.
Todo cuanto
llevamos dicho puede servir solamente como introducción al estudio de los
discursos de Strossmayer en el Concilio Vaticano I. Su ecumenismo y la labor
desarrollada por la unidad de las iglesias es un maravilloso ejemplo, digno de
imitación todavía hoy y lo será después que la Iglesia se adentre profundamente
en el tercer milenio de su existencia.
Roma, 1969.
OBSERVATOR –
Hrvoje Lorković
EN 1960 estuve en
una reunión cuyos protagonistas eran los actuales redactores (el autor se
refiere al año 1966) de Praxis (revista de los intelectuales comunistas,
editada en Zagreb — N. de la R.). Mi comentario sobre sus exposiciones fue:
"¡Es un revisionismo puro!" Engels y la Dialéctica de la naturaleza,
el origen de la familia, etc., luego la interpretación de Marx que hoy sostiene
sólo Edgard Hoover y sus acólitos, una interpretación que distaba mucho del
marxismo tal cual nos lo enseñaban en 1947-48 los profesores de filosofía con
el deseo (y el encargo) de asombrar a los pequeños burgueses que acaso todavía
tenían tendencias religiosas e idealistas; mencionar, digo, ese marxismo en
1960 equivalía a cometer un faux pas. ¿Engels? ¡Bah!... ¿Marx? Si, pero el Marx
joven, descubridor de la alienación y quien la combatió, el Marx humanista.
Empero, el
progreso desde 1960 hasta Praxis es enorme. La diferencia principal
reside en la actividad hacia el revisionismo que ya no es un tabú; por el
contrario, ser revisionista constituye hoy la virtud más grande del pensador, e
incluso es su deber ser revisionista, y así debe ser, si la práctica humana es
un cambio incesante ("y así será" — Grlič). La revisión es ahora
"el imperativo del momento histórico para salvar la esencia humanista del
marxismo".
Aquí empezó el
alud, determinado y facilitado por el mismo carácter del marxismo, y eso se
debe al carácter de Marx. Marx percibió que la dialéctica era la espada de
doble filo, susceptible de divinizar a la vez la monarquía prusiana e incitar
la rebeldía romántica de los estudiantes de Jena.
El alud lo borra
todo —la práctica y la teoría—. En lo teórico, G. Petrovic sustenta que el trío
dialéctico: el capitalismo —la dictadura del proletariado— la sociedad
comunista, no es sino una burda tergiversación. A su juicio la dictadura del
proletariado como forma permanente del Estado socialista es un falsificado y contradictio
in adjecto. La fase transitoria es el comunismo, y su adjetivo-el
socialismo, que, realizado una vez, no justifica más que ese nombre y debe ser
sustituido por el humanismo..
De ese modo se
niega y descarta el nombre que, pese a todo, está vinculado a desagradables
asociaciones de la destrucción de todos los valores humanos y de un terror
implacable. Asimismo el "materialismo" se menciona únicamente en
relación con el materialismo "vulgar", siendo eliminado sobre la
misma base.
El contenido
ideológico ya previamente fue reducido al "humanismo". Ahora viene el
colmo : se sostiene que la práctica socialista es una
mistificación, un engaño, abuso de una gran idea, de las aspiraciones sociales
más hondas y nobles del hombre.
Indignado
moralmente, el filósofo se enfrenta aqui con el tirano, lo que necesariamente
debió suceder. Desprecia la idea de una lucha vil por el poder, se pone por
encima de ella (por supuesto, porque técnica-mente no puede aproximársele), se
permite fustigar al descarado carrierismo, a la cobardía intelectual, etc.,
según la tradición de los intelectos libres. Pero, fue más lejos: la crítica y
la indignación moral lo llevaron al voluntarismo idealista, tan ajeno, en
sustancia, al determinismo marxista.
Muchos
colaboradores de Praxis advierten que el ciudadano socialista no debe
esperar la venida de otro mejor mundo comunista tal como algunos cristianos
esperan la venida del reino celestial. Pese a la invalidez de semejantes
perspectivas escatológicas, Rudi Supek trata de persuadimos de que el
stalinismo no es, o por lo menos no debe considerarse tal, o "la necesidad
histórica", sino como una "forma de abuso de las objetivas
posibilidades históricas". Con qué metodología marxista se puede
justificar la alternativa "o la necesidad histórica o el abuso",
Supek no lo dice. La oposición necesidad-abuso demuestra que Supek no concibe
el abuso como "un abuso necesario", como algo inevitable, como lo es todo
lo histórico en el marxismo clásico. El concepto del abuso presupone aquí la
voluntad tal como la concibe el voluntarismo. Cuando es preciso impresionar al
mundo con la idea de que la subida de los comunistas al poder y la realización
de la sociedad sin clases, la abolición de la propiedad privada, etc., es algo
inminente, ineludible e indispensable, entonces es bueno el viejo marxismo que
afirma que el comunismo es la necesidad histórica como lo eran todas las épocas
pretéritas. Cuando, en cambio, el comunismo no se concretiza, no es la
necesidad histórica culpable, tal como la concebían los comunistas; aquí debe
terciar una culpa individual, un error personal, Ia libre voluntad de alguien
que opta por el "abuso" de la oportunidad histórica que
"objetivamente" todavía tiende al comunismo. De esa forma se descarta
la lógica dialéctico-materialista y se adopta, con gran indignación moral, la
lógica idealista, voluntarista.
Nuestro
"escatón", el reino del comunismo en la tierra, se salva así (claro,
en apariencia) de la vergüenza de ser desenmascarado como una fantasía
subjetiva. Queda en pie la necesidad de un ideal luminoso, sólo hay hombres
malos como Stalin, quienes, por un capricho malicioso, en el último momento nos
engañan y no permiten que disfrutemos del paraíso comunista. Así la voluntad de
Stalin resulta más fuerte que la necesidad histórica de Marx.
Pero nos
enseñaron el marxismo y no nos cuesta percibir cómo y por qué varios
stalinismos son una secuela indispensable de las revoluciones socialistas.
Trataré aquí de dar un breve esbozo del desarrollo del stalinismo y el
burocratismo.
Es un hecho que los
pueblos pasan por la era de la civilización industrial en distintos niveles del
desarrollo. El capitalismo, agente del desarrollo, es penetrante, los medios de
comunicación son perfeccionados: las noticias sobre el bienestar en los países
industriales con facilidad trascienden en los países atrasados. Los
intelectuales descontentos se convierten aquí en opositores al poder
conservador, reaccionario y corrompido. Esos intelectuales antes que otros
experimentan el sentimiento de la inferioridad nacional. Pero saben que una
acción sobre la línea nacional en un pueblo, cuyo presente nacional dista de
ser brillante, no resulta persuasiva. Además, en tales condiciones, hay siempre
numerosos grupos que mediante la afirmación nacional tratan de resistir las
influencias colonizadoras de sus fuertes vecinos, y esos elementos suelen ler
conservadores y adversarios de la industrialización.
Por ello resulta
más eficaz disfrazar con tintes sociales el movimiento que persigue el
renacimiento nacional, ya que se sugiere que no existe la inferioridad
nacional, que en el fondo todos son igualmente capaces, y, por tanto, las
diferencias se deben a los mejores o peores sistemas sociales. El marxismo
halla un terreno muy propicio; se dirige al proletariado como "base"
de la sociedad, igual en todos los pueblos. Llamándose proletario, un miembro
de un pueblo atrasado puede identificarse e igualarse con el proletariado de
los pueblos adelantados; se convierte en miembro de una supranación imaginaria
que pretende ser la portadora del progreso de la civilización.
Más aún.
Manteniendo la fe en el progreso, identificado con el progreso técnico (tan
inalcanzable) y el "nivel de vida" del hombre civilizado en el nivel
industrial, el socialista de un pueblo atrasado, careciendo de objetivos
concretos, realizables en forma metódica y gradual, y por ello neuróticamente
ambicioso, se plantea objetivos inalcanzables. Es propenso a creer incluso en
su mesianismo: de él y no de los ricos, de-pende el futuro de la humanidad. Ese
futuro es nada menos que una permanente dicha y bienestar para todos.
El socialismo
empieza ahora a organizarse y luchar por el poder. Los intelectuales dan
siempre ideas simplistas por no pertenecer a la clase que quieren redimir. No
es proletario, pero en sus complejos gusta convertirse en un proletario. Al
romper con su clase, salió con gran ventaja moral. Dedica todas sus fuerzas a
la conquista del poder, que puede alcanzarse sometiéndose a la disciplina más
rigurosa. Quien lucha así por el poder, a la postre gana.
Cuando, en una u
otra circunstancia, se conquista el poder —lo que suele ocurrir en profundas
crisis del orgullo nacional, muchas veces a consecuencia de la guerra perdida—,
cada factor consignado da sus frutos. La ineptitud económica de los nuevos
dirigentes se manifiesta de inmediato. Educados y orientados por sentimientos e
ideología simplistas, se ven perdidos en la nueva situación. Pero la
experiencia adquirida en la lucha les dice que el éxito no es inmediato, que
hay que seguir luchando con paciencia. Pero, mientras la constancia rinde en la
conquista del poder, no puede transformar las absurdas medidas económicas en
racionales. Los socialistas, habituados a sacar gran fuerza moral de Ias
creencias forzadas en los grandes objetivos del futuro, prosiguen con la misma
tradición mental. Por más que esos objetivos sean megalómanos, ahora
equivalentes a los ideales religiosos, se empeñan tercamente por alcanzarlos.
Pero la mayoría
del pueblo no acepta los motivos que infundían el valor a la "élite"
durante la lucha. Por ello, la socialización puede realizarse únicamente
recurriendo a la fuerza. Los comunistas tienen motivo ahora de considerar que
la lucha dista mucho de concluir. Ocupan el poder, que es de una minoría que se
mantiene con máximos esfuerzos. Se sienten amenazados igual que sus grandes
fines. Todo debe ser asegurado en forma organizada. En primer lugar, la
propiedad pública de los ataques de los instintos de la propiedad privada,
considerados ahora como residuos del pasado, y que en realidad son una
manifestación de la tendencia innata e irreprimible de poseer, instinto afin al
de la conservación. En la medida en que se evidencia que la economía socialista
es incapaz de satisfacer las necesidades del hombre, crecen los impulsos
egoístas. Se crean así organismos de control que ocupan a mayor número de
agentes. Pero hay que controlar a esos mismos organismos: el número de los
luchadores idealistas es demasiado exiguo para ejercer el control. En la
desconfianza general, la gente se ocupa más de controlar, husmear y delatar que
trabajar en forma constructiva. El aparato burocrático de control es el
resultado de la desconfianza, y a su vez origina desconfianza. Mas el aparato
burocrático no puede crecer sin mesura, el número de los puestos privilegiados
es limitado. Quienes no lograron ocupar tales cargos, se decepcionan; todos los
caminos les están cerrados. Se vuelven pasivos, saboteadores,
"alienados" de sí mismos y de cuantos los rodean.
Además, las
consecuencias del socialismo resultan nocivas —como todo trastorno de la
organización—, creada más o menos en una forma natural y gradual. La gente
desacostumbrada a trabajar y quienes atribuyen su posición social a la injusta
distribución de bienes, no se vuelven al instante capaces e
inclinados al trabajo. Otros, activos y adaptables, perdieron de pronto
el terreno bajo sus pies: la expansión económica normal mediante la actividad y
ganancia les queda vedada. Ahora buscan nuevo ámbito para su afirmación:
participar en la dirección. Se burocratizan de esa manera. Algunos muy pronto
aprenden las reglas del nuevo juego: una ciega adhesión a la idea, uso de
vocabulario fetichista, intrigas y eliminación de los rivales so pretextos ideológicas. No crearon la disciplina partidaria, pero saben
que es la condición indispensable de su carrera; la aceptan y en su nombre
cometen varios "abusos" que mencionan los filósofos, volviéndose con
frecuencia víctimas de esos abusos de poder. Nunca intentaron siquiera
comprender la esencia y el contenido de la ideología en cuyo nombre actúan.
Para ellos la ideologia a priori es un medio de su carrera. En algunos se
manifiestan los instintos insitos de poseer bienes, se convierten en criminales
económicos. Otros, incapaces de cometer malversaciones, desfalcos y estafas,
aspiran al prestigio social. Esas ambiciones invaden incluso a las clases más
humildes de la burocracia. Esa gente es muy sensible a los elogios y las
críticas oficiales. Su papel social, artificial y en el fondo a menudo
innecesario, les parece el eje del poder. Les gusta ser elegidos en varios
comités, comisiones, discuten interminablemente sobre cuestiones baladíes. La
ineficacia de la burocracia socialista está en relación directa con la
orientación innatural de las energías y ambiciones, que quedan al hombre en un
régimen comunista. Nadie es totalmente responsable, ni culpable de las
malversaciones y errores que comete: simplemente siguen el único camino que les
queda en determinadas condiciones sociales.
En determinadas
condiciones sociales e ideológicas la génesis de la burocracia, por
consiguiente, es un proceso necesario que depende 1) de los dirigentes
neuróticos, desmesuradamente ambiciosos, del movimiento; 2) de su organización
disciplinada, acaso, mejor dicho, fascista; 3) de la represión del instinto
innato de poseer la propiedad privada, y 4) de la desconfianza que origina esta
aspiración. Cuando, pues, Mihailo Markovic, extrañado, comprueba que "para
suprimir la explotación no basta abolir la propiedad privada de los medios de
producción", cabe contestarle: la abolición de la propiedad privada no
suprime sino genera la explotación que practica la burocracia socialista.
Casi podríamos
decir: lo que es la expansión en el campo económico en el capitalismo, en el
comunismo equivale a la expansión de la burocracia. Por cierto que ese proceso
se ve favorecido en los países subdesarrollados donde el contraste campo-ciudad
es mayor y donde el "cuello blanco" constituye el ideal que se
remonta a la época precomunista. Mas el comunismo no merma sino robustece esas
tendencias. Lo percibe incluso Supek, quien en su voluntarismo científico,
"sociológico", encontró aquí también al culpable. De la
burocratización de los ex campesinos no es responsable la revolución sino los
mismos campesinos; ellos, siendo aliados transitorios en la revolución, al
vencer ésta, deberían ser descartados; el error radica en no haberlo hecho a
tiempo.
Es un cinismo más
que cruel. Cuando en Yugoeslavia, hace unos veinte años, empezó la campaña de
la industrialización y se fomentó la inmigración de los campesinos a la ciudad,
acompañada de onerosos impuestos y represión de la propiedad privada, Supek no
protestó. Hoy, cuando esa inmigración da frutos tremendos, proclama la
necesidad de hacer regresar a sus remotas aldeas a esos desgraciados, que
entretanto perdieron una clara orientación y la razón de ser. Quién les
devolverá el amor y apego comprometido y perdido a sus hogares campesinos, la
sensación de seguridad, quién les librará de ambiciones enfermizas, nadie lo
pregunta.
En la idea de la
culpabilidad del campesino, como aliado accidental en la revolución, que luego
la traiciona para burocratizarse, hay un elemento más: entre esos campesinos se
comprende ahora también a la masa de los combatientes, elevados por la
revolución a altos cargos, y que ahora tanto la comprometen e hipotecan el
erario estatal. Si tomamos en cuenta la composición nacional de ese elemento
"campesino", veremos que el problema que se plantea al comunismo con
esos "ex aliados" y las fuerzas políticas de esos
"burócratas" no derivan sólo de su origen
campesino, sino más bien del hecho de pertenecer la mayor parte a la nación
privilegiada. Sin una clara distinción entre el campesino que en busca de pan
se traslada a la ciudad y el "campesino" que llega a la ciudad para
ocupar un cargo directivo, no hay que discutir mucho. Aunque ambos tipos
merecen ser calificados "burocratizados", su contenido socio político
es totalmente diferente.
Se plantea el
interrogante, ¿cómo los críticos nucleados en Praxis diagnosticaron los
cuatro factores consignados y qué es lo que proponen para cambiar tal estado de
cosas?
Empezaré por el
más importante, por el tercer factor. En ningún lado lo encontramos bien
detallado y parece que no se tiene una noción clara al respecto. El mito del
comunismo es todavía muy atrayente para que los filósofos, aunque en forma
comuflada, intenten atacarlo. Ellos por cierto, señalan el fracaso del intento
de edificar un socialismo humanista, pero no subrayan el ingrediente económico
básico de dicho fracaso; sentimentalmente se quejan de que prevalecieron los
criterios y preocupaciones económicas, la hipertrofia de los intereses materiales.
¿Es eso el resultado del marxismo propagado que ahora quieren olvidar? En otros
términos, ¿abandona el hombre en nuestro socialismo los valores espirituales
porque Marx le dijo que no eran esenciales y se muere de hambre para poder
comprar el coche porque Engels opina que el progreso material es esencial? A
uno le parece a veces que algunos filósofos en Yugoeslavia, en sus impulsos
voluntaristas, propenden a repudiar el materialismo porque deshumaniza. En
cambio, su diagnóstico y terapia están puestas al revés: el hombre se
deshumaniza no a causa de la filosofía sino por ansiar los bienes materiales
que ve pero no puede alcanzar. La deshumanización y la alienación son productos
de los fracasos económicos, los que a su vez se deben a los desequilibrados métodos
económicos comunistas. El motivo de que esa cognición sea imprecisa estriba
acaso en que la socialización del capitalismo occidental fue tan lejos que las
ven-tajes de la socialización son indiscutibles. Pero hay diferencia cuando el
capitalismo y la socialización estatal son dirigidos por hombres competentes en
plena marcha del progreso natural, o cuando los dirigen tipos neuróticos,
quiméricos, de los países semiatrasados que conocen sólo el "salto"
al Eldorado.
La mayoría de los
escritores, integrantes de la "Escuela de Korčula", cuyos
trabajos son publicados en la revista Praxis, sostienen que la
afirmación y el afianzamiento de la autogestión solucionará
los problemas actuales[129].
Otro grupo ve la
salvación en la automatización. Mas ésta no llueve del
cielo. Además, según dice Mallet, para que la automatización rinda, es preciso
asegurar un mercado extraordinariamente estable. ¿Dónde está éste en el
conglomerado yugoeslavo?
Ya destaqué que
nuestros intelectuales pasaron precipitada e instintivamente de las posiciones
de la ancillae politicae a la rebeldía romántica contra la ideologización
fosilizada, contra los "vulgares" criterios materiales en la
valorización (de la que hacen responsable a la "burocracia"), contra
la glorificación de la masa y en favor del renacimiento de la persona (en plena
campaña contra el culto de la personalidad), es decir en favor de la
construcción de la sociedad, en la que los ideales marxistas de una persona,
rica en todo sentido, se realizaría en todos los hombres. El nuevo grupo de
intelectuales, todavía "utópico (según Pejovic) que relativiza las
nociones de la "izquierda" y la "derecha" y que nuevamente
comprendió que la función de los intelectuales (y su única posibilidad de
compromiso) es el no-conformismo, que sigue tan conformista que halla un
asidero para relativizar muchos dogmas en el marco del mismo marxismo.
El cordón
umbilical con Marx se mantiene a través de su concepción de la alienación. Esa
concepción varía en los autores yugoeslavos; una vez es idéntica a la
distribución del trabajo, otras veces es la falta y la incapacidad de amor
auténtico a los hombres, a la auténtica comunidad. Pero, aunque ciertos autores
se manifiestan a favor del estudio psicológico de la persona en las condiciones
socialistas de la vida, no se adopta la tesis de que la alienación es una
noción psicológica y no antropológica u ontológica. Esa acribia académica
resulta interesante. Creo que vale la pena analizar los factores que originan
la resistencia a los aspectos psicológicos de la alienación.
En todo caso,
trátase de un residuo de la desconfianza marxista respecto a todo lo
"espiritual". Admitir que la alienación es una noción psicológica
parece provocar en algunos filósofos la idea de que la alienación no se elimina
con la socialización sino con los "ejercicios espirituales", con el
renacimiento interno, con la introversión. Ese temor se ve robustecido por el
hecho de que ni en Marx y en ninguno de sus adeptos se encuentra la elaboración
del mecanismo con el cual la revolución económico-social elimine la alienación.
La práctica, empero, enseña que en el comunismo, tal cual lo vivimos, la
alienación no está desapareciendo y si merma transitoriamente se debe
generalmente a los estímulos nacionalistas.
La razón más
importante de eludir la psicología es que la alienación por su contenido se
acerca más a las nociones con que opera el psicoanálisis y sus muchas
disciplinas. Ante esa afinidad cierran los ojos tanto los filósofos clásicos
marxistas oficiales quienes, según Markovic, tienden al enfoque voluntarista
del futuro y de los objetivos socialistas, como sus adversarios, el grupo
integrante de Praxis. A ambos les molesta lo sub-consciente (a algunos
también el cientificismo) . Uno no siempre sabe qué
quieren en realidad, y si lo sabe, no puede explicarse el porqué, no puede
siempre prever su conducta, no es dueño de sí mismo. Esas ideas son
inaceptables para un comunista "consciente", quien no conoce límite a
su poder, y también para un voluntarista, quien encuentra culpables de los
"abusos históricos". El psicoanálisis no conoce culpables ni justos,
conoce el determinismo psíquico, la necesidad interior y trata de reconstruir
las causas de la conducta humana cuando disiente con la racionalidad. Si bien
todos están contestes en que la práctica socialista está repleta de absurdas
irracionalidades, el psicoanálisis en Yugoeslavia está todavía en desgracia.
Una rehabilitación seria de sus distintas formas es mucho más necesaria que la
crítica incompetente de las interpretaciones "psicológicas" de la
noción de la alienación como la de Tucker (criticada por G. Petrović). Si
supieran algo más sobre esa materia, les sería evidente que los métodos y los
objetivos psicoanalíticos, psicológicos individuales de la terapia (en el fondo
sociales) difícilmente pueden calificarse con términos como "la revolución
moral" como, al parecer, lo quiere Tucker. Nada tenemos en contra de la
revolución moral, pero cabe identificarla con la psicoterapia..
El aspecto de la
alienación en la neurosis nos permite percibir que el manipuleo de los
filósofos con la noción de la alienación es a menudo superficial. La
multivalencia y la complejidad de la alienación, de su concepto y sus formas,
la relatividad del criterio con que se juzga si un individuo, un grupo, o una porción
de la población está alienado, la ingenuidad y el esquematismo de la noción del
"hombre integral", del "hombre completo", "repleto del
desarrollo de las potencias creadoras humanas", no permite hablar de la
alienación y desalienación como procesos concretos, lo que sugiere el modo de
nuestros filósofos. Tal proceder con el término de la alienación implica un
síntoma de una alienación peculiar.
Otra cosa es
cuando se concentra la atención sobre un limitado campo de la actividad humana
y cuando se analizan los procesos desde la perspectiva de la alienación.
Marković lo hizo para el terreno de la actividad política en el
socialismo. Sus análisis demuestran a las claras que es adecuada la aplicación
de la noción de la alienación en ese campo. Para extender esa perspectiva a las
condiciones específicas yugoeslavas, sería necesario distinguir la alienación
pasiva de la activa. La alienación pasiva sería cuando el hombre desiste de la
actividad política, incluso de la opinión política, pues el único modo que se
ajustaría a sus nociones, criterios e ideales de la vida política está
imposibilitado, proscripto, reprimido, desaparecido. Las normas morales
personales, la tradición familiar, la pertenencia a una clase social, a una
religión y una nación, todos esos momentos contrastan netamente con la forma y
el carácter de la actividad política, la única posible. Pero una persona
normal, psíquicamente equilibrada, positiva y constructiva, que necesita en
cierta medida ocuparte de la actividad política, no puede contentarse con tomar
nota de tal estado de cosas. Para defenderse de autoacusación por la pasividad
política, la cobardía e indecisión, se está creando una ideología de apolíticos
y antipolíticos. La experiencia diaria les enseña que la actividad política es un
coto reservado para tipos primitivos, agresivos, sin escrúpulos, sin cultura y
entendimiento. En tal situación uno gusta parafrasear la máxima goetheana sobre
la modestia como virtud, aplicándida ocuparse de la actividad política, no
puede contentarse con tomar [...] ción de los incapaces. Bajo esa capa tenue
del desprecio altivo de todo lo político se oculta, en efecto, un abismo del
sentimiento de inferioridad política que se manifiesta en interpretaciones
deformadas y desacertadas del acontecer políttico. Cuántas veces hemos oído que
el conflicto Tito-Stalin, o el más reciente de Khruschev-Mao es mera
apariencia, un disfraz que encubre una premeditada y astuta conjura. La
subestimación de la política y de los políticos se tornó aquí al revés, atribuyendo
a ciertos políticos poderes casi sobrehumanos.
La negación, de
principista de la política no se circunscribe, por cierto, al plan teórico. Se
refleja en la práctica diaria del hombre no político. Imponiéndose una total
abstinencia política, el hombre renuncia a las reacciones espontáneas más
elementales en las que su seguridad política no corre peligro. Sus inhibiciones
cobran tal ímpetu que está expuesto a los ataques neuróticos "de los
espasmos de la personalidad", tan pronto se le presente la oportunidad de
definirse. Entonces suele ocurrir que deja pasar la ocasión cuando el mínimo
compromiso político podría surtir notables efectos.
En el caso
extremo no se saca provecho alguno de la abstinencia política. En lugar de
facilitarle una relación sincera y libre con su familia, sus amigos, eon la
sociedad, su libertad se vuelve víctima de la inhibición general. Así la
pasividad general, la pérdida de los ideales, todos esos ingredientes, tan
recalcados, de la alienación. en el socialismo
dependen en gran medida de la alienación política.
En la alienación
política activa, en nuestras condiciones, el punto de ruptura lo constituye el
ingreso al Partido comunista. Le preceden dilemas y vacilaciones. La alienación
es tanto peor en cuanto el sacrificio es muy grande en relación con el premio.
Ahora se manifiesta como agresividad, crueldad y poder destructivo hacia sí
mismo y hacia los demás. Es natural que el socialismo, trayendo consigo una
nueva ola de alienación de alcances nunca vistos, obra no como instrumento de
acercamiento entre los pueblos de Yugoeslavia sino como un factor que acentúa
la discriminación entre ellos. Aunque no existieran antagonismos históricos e
inamistad secular entre los pueblos del conglomerado yugoeslavo, la carga de la
alienación, impuesta por el comunismo; junto con las disposiciones vigentes,
bastaría para separarlos en forma definitiva.
La alienación
política en Yugoeslavia y sus formas específicas en Croacia y otras naciones
constituyen un tema muy importante al que Praxis debería dedicar por lo menos
tanta atención cuanta dedican los dirigentes burocráticos al
"fenómeno" del nacionalismo. Esperamos que sus colaboradores y
redactores nos digan algo sobre el particular.
(Traducido de la
"Revista Croata" (Hrvatska Revija) Nro. 24, Año XVI, 1966.)
MILAN
BLAŽEKOVIĆ
"Dado que
los reinos de Croacia y Eslavonia, a través de siglos pertenecían, de facto o
de jure, a las tierras (Leander) de la Corona de San Esteban y considerando que
la Sanción Pragmática estableció la indivisibilidad de las mismas, por tanto,
partiendo de estas bases, el Reino de Hungría, unido con Transilvania, por una
parte, y los Reinos de Croacia y Eslavonia, por la otra, con el fin de arreglar
los problemas jurídico-estatales surgidos (en el curso de tiempo), conciertan
el siguiente Compromiso".
(Preámbulo del
Compromiso croata-húngaro de 1868),
EN NOVIEMBRE de
1968 se cumplió el primer centenario de la concertación y sanción del
Compromiso húngaro-croata, o mejor dicho, de un convenio internacional, por el
cual se estableció jurídicamente la posición de Croacia en Austria-Hungría,
convertidas en 1867 en la Monarquía danubiana o Doble monarquía.
En razón de
haberse disuelto la comunidad estatal húngaro-croata hace ya 50 años, o sea en
1918, y por el hecho de que el Compromiso húngaro-croata debía constituir la
solución definitiva de las relaciones jurídico-estatales entre Croacia y
Hungría que se remontan al 1102, huelga dar en esta disertación la preferencia
a su carácter histórico y jurídico.
El Compromiso no
había satisfecho los deseos del pueblo croata, aún cuando Croacia conservó en
las disposiciones de aquél las bases esenciales de su antigua independencia. La
aplicación del Compromiso posibilitó el menoscabo y la mutilación de la
autonomía croata, causa principal —fuera de otras de índole internacional—, que
condujo al cese de las relaciones estatales de Croacia con Hungría y Austria en
1918. Un análisis expositivo del Compromiso y de su funcionamiento en la época
en que se despertó la conciencia nacional de las numerosas nacionalidades de la
Monarquía resulta muy instructivo. De un modo especial para el presente y el
futuro de Croacia.
El Compromiso y
su funcionamiento ponen en evidencia el porqué de que los croatas no puedan
aceptar un tipo unitario de Estado dentro de la comunidad con otros pueblos,
como era el caso del Reino de Yugoeslavia (1918-1941), ni tampoco un tipo de
comunidad estatal de carácter presuntamente federal, como ocurre en la
República. Socialista Federal de Yugoeslavia desde 1945 hasta la fecha. Tanto
en la Yugoeslavia monárquica y comunista, como en la comunidad jurídico-estatal
húngaro-croata, según el Compromiso, el poder central del Estado se hallaba, y
se halla, fuera de Croacia y bajo el control de otro pueblo que, a pesar de
todas las garantías (promesas) de igualdad, no deja de ejercer un tipo de
hegemonía sobre Croacia y atentar contra sus derechos nacionales tradicionales.
Esta circunstancia aclara asimismo la razón por la cual la mayoría del pueblo
croata aceptó la creación de Banovina Hrvatska en vísperas de la segunda guerra
mundial (26/8/1939 - 10/4/1941) sólo como una solución transitoria del
conflicto croata-servio y por qué la mayoría abruma-dora de los croatas aceptó
y defendió con entusiasmo su Estado Independiente (1941-1945) a pesar de todos
los inconvenientes externos e internos de la última guerra mundial.
De los
antecedentes históricos del Compromiso surgirá, además, la contestación a la
pregunta del por qué los croatas escriben y hablan del Estado croata desde
1102, en que Croacia entró en la unión personal (rey común) con Hungría, hasta
1918, cuando abolió todas las relaciones político-estatales y jurídicas con
Austria-Hungría, a pesar de que la generalidad de les mapamundi y de los
escritores extranjeros y sus obras de historia universal señalan a Croacia, o
mejor dicho, al reino de Croacia, Eslavonia y Dalmacia como entes geográficos
con cierta autonomía local dentro de las formaciones estatales o imperios más
grandes, es decir, como sus provincias. Sobre esta cuestión versan las obras
extranjeras así como también las nacionales de carácter jurídico, dedicando
especialmente su atención al status jurídico de Croacia después del Compromiso,
con opiniones muy variadas.
Para interpretar
el Compromiso, sus conceptos y disposiciones se hace forzoso exponer y explicar
las relaciones croata-húngaras en el momento en que eran dos Estados separados
(1102-1526) y más tarde, sus relaciones bajo los reyes comunes de la dinastía
de los Habsburgo. Estas relaciones deben tenerse presentes especialmente en
relación con los siguientes conceptos y expresiones: "La corona de San
Esteban", "la corona húngara", "Ias tierras de la corona de
San Esteban", "uno e idéntico acto de la coronación", "el
diploma inaugural común", "la sanción pragmática", "la
indivisibilidad de las tierras de la corona de San Esteban", etcétera.
I
LA COMUNIDAD
ESTATAL HUNGARO-CROATA DESDE 1102 HASTA 1868
Esa época de las
relaciones húngaro-croatas puede dividirse en tres períodos principales: a) las
relaciones hasta la elección del primer Habsburgo como rey común (1102-1526);
b) las relaciones bajo el poder dinástico de los Habsburgo hasta 1848, y c) el
cese de las relaciones con Hungría y la firma del Compromiso de 1868.
a) Las relaciones
húngaro-croatas hasta la elección de Fernando de Habsburgo como rey croata y
rey húngaro en 1526/27.
La historia
croata y las primeras formaciones estatales desde la llegada del pueblo croata
a su patria actual en los comienzos del siglo VII, hasta 1102, se desarrollan a
la sombra del conflicto franco-bizantino, integrándose en las zonas de sus
respectivas influencias, la Croacia panónica (influencia franca) y la Croacia
dálmata (influencia bizantina). Esta última bajo el duque Branislav (879=892)
como primer dux Croatorum independiente. Desde 925, cuando fue coronado
el rey croata Tomislav con la corona enviada por el Papa Juan X, Croacia lleva
el título diplomático Regnum Croatiae et Dalmatiae, subsistente hasta la
pro-proclamación de la llamada "Constitución de Vidovdan" de 1920 al
ser absorbida por Yugoeslavia; primero por monárquia y luego por la comunista.
Durante la dinastía nacional, Croacia era un Estado unitario. con cierta dependencia
de Bizancio como titular del universalismo politico de aquel tiempo, hasta el
rey Krešimir IV (1058-1074), quien rompió las relaciones con Bizancio, se
acercó al Papado y extendió les con-fines de su Estado hasta límite que no
alcanzaría en el siglo XX (el Estado Independiente de Croacia 1941-1945). El
acercamiento del rey Kresimiro al Papado y su lucha por las ciudades dálmatas
romanizadas (Thema Dalmacia) con miras a apoderarse por intermedio de aquéllas
de toda la Dalmacia provocó, la discordia entre los croatas respecto del idioma
empleado en la liturgia. La víctima de esta discordia sera más tarde rey
Zvonimiro Demetrio (1076-1089), cuñado del monarca húngaro Ladislao. Cuando
quiso enviar el ejército contra los turcos selyukidas a pedido del Papa, sus
adversarios —según prof F. Sisic— lo asesinaron[130].
Para proteger los derechos de su hermana, Ladislao ocupó la Croacia panónica,
mientras Bizancio aseguró su posesión en yDalmacia. Al cabo de varios años de
guerras entre los croatas y los húngaros, especialmente bajo el rey Pedro II
(1091-1097), último de sangre nacional, los croatas firmaron en 1102 con el rey
húngaro Koloman, sucesor de Ladislao el convenio denominado Pacta Conventa.
Luego, Koloman fue coronado en la ciudad de Biograd como soberano croata
dálmata y sucesor de Zvonimiro. En esta oportunidad, el rey Koloman garantizó
bajo juramento al reino de Croacia todos sus derechos y la Constitución.
Hungría y Croacia tendrían en el futuro un rey común, pero quedando
subsistentes dos reinos independientes, lo que se evidenciaría especialmente
por el hecho de una coronación doble y por separado, así como por el juramento
a la Constitución[131].
La situación de Croacia como unidad estatal y política independiente no se
alteró, habiéndose solamente transferido los derechos del rey croata a Koloman
y sus sucesores (el nombramiento de ban (prorex), la concesión de privilegios y
donaciones, la sanción de las leyes votadas en el Sabor —parlamento croata—, la
cobranza de impuestos y derechos aduaneros, el comando supremo del ejército
croata —exercitus croaticus— y la orientación de la política exterior[132].
Aunque Croacia se
hallaba desde 1102 federada con Hungría —sin formar, empero, un Estado unitario
en lo referente a la administración interna—, es decir: manteniéndose ambos
reinos como unidades políticas, territoriales y nacionales separadas, los
extranjeros no prestaron la debida atención a esta autonomía interna, fijándose
tan sólo en que la política exterior era común y estaba regida por un rey
común.
Con el transcurso
del tiempo empezaron a no ser respetadas algunas de las obligaciones del Pacta
Conventa. En primer lugar, la coronačión doble y separada. Así, el rey
Bela III (como monarca húngaro, Bela IV), aceptó (1235-1270) la coronación en
la misma ceremonia como rey húngaro y croata, omitiéndose en lo sucesivo la
coronación croata por separado. La razón principal de este hecho se basaba en
que el orden de sucesión establecido por la dinastía de los Arpad se cumplía de
acuerdo con el principio de primogenitura, puesto que durante el reinado del
rey Koloman, se consideraba esa rama familiar como heredera del trono, si bien
hubo cierta posibilidad de elección entre los miembros de la familia reinante,
ya que el rey resignaba al sucesor. La forma de esa designación era justamente
la coronación. Y eso fue lo que impuso la costumbre de coronar al sucesor en
propia vida del rey. Por la misma razón, desde el momento en que el hijo
sucedía a su padre en Hungría, la coronación por separado en Croacia resultó ya
de importancia secundaria. Pero aunque desde ese instante la coronación fuese
conjunta, hay que advertir que los reyes formulaban su juramento por separado
tanto ante los húngaros como ante los croatas. Es decir: juraban respetar sus
derechos y observar las Constituciones respectivas de acuerdo como lo hacían
los reyes croatas. De dicho juramento se labraba el acta correspondiente y,
bajo Andrés II (III), muerto en 1301 como último rey de la dinastía Arpad, fue
presentado antes de la coronación un diploma que se leyó solamente, dándosele
en aquel instante el término técnico de ”Diploma
inaugurale" [133]
[134].
El ceremonial de la coronación, en consecuencia en el juramento y la
publicación del mencionado "Diploma inaugurale", que más tarde fue
redactado por el parlamento de los reinos respectivos[135].
Así fue como por la coronación común y por el juramento real común, la ya
existente unión croata-húngara se transformó en una unidad más estrecha, puesto
que los croatas habían dado su consenti-miento a estos actos ceremoniales[136].
Es una verdad
histórica que el rey Koloman y sus sucesores hasta Bela III (IV) -1235-1270—
ciñeron la corona croata, llamada de Zvonimiro, en Croacia, hasta que se
realizaron las coronaciones separada-mente'. Era ése el tiempo de la
incuestionable unión personal de Croacia y Hungría. En la primera, el sustituto
del rey era herzog (dux) —habitualmente un miembro de la familia real— el hijo
o el hermano; y de no haberlos, el ban. Desde que la coronación se verificó en
común consta fehacientemente que la ceremonia se llevaba a cabo con una
"corona húngara", o mejor dicho: con "la corona de San
Esteban", primer rey húngaro (1001-1038), como símbolo de la comunidad
estatal.
En consecuencia,
junto con los ya mencionados actos formales de la coronación y del "Diploma
inaugurale" que se hacen constar en el preámbulo y en los primeros
artículos del Compromiso húngaro-croata de 1868, cobra un significado especial
la expresión "corona de San Esteban" y, por extensión, la expresión
"tierras de la corona de San Esteban"[137].
La aclaración del
origen y el significado primero de estos actos reviste tanta mayor importancia
cuanto que los húngaros —a quienes debe reconocerse gran habilidad en el manejo
de los conceptos jurídicoestata-les— consiguieron elaborar y derivar del puro concepto
bizantino de la "santa corona" la nueva base moral y jurídico-estatal
para la federación política de todos los territorios sujetos a dicha corona, a
saber: Hungría, Croacia, Eslavonia y Dalmacia[138].
Bajo la corona de San Esteban, los húngaros, con el transcurso del tiempo,
empezaron a llamar Hungría a la comunidad estatal húngaro-croata, porque
también a la corona la llamaron y consideraron "la corona húngara".
Históricamente y de facto era así, pero su significado jurídico era —o debería
ser— distinto. Por este motivo, los croatas, en cuantas oportunidades se les
presentaron, acentuaban la diferencia entre el reino croata y el reino húngaro
de las tierras de la corona de San Esteban, considerando con razón que los
reinos de Croacia, Eslavonia y Dalmacia, en relación con el de Hungría, eran
regna socia o "reinos asociados" a la corona de San Esteban, y en
modo alguno partes adnexae o partes subjectae a Hungría[139].
Esta identificación de la idea "tierras de la corona de San Esteban"
con el concepto regnum Hungariae, que data del siglo XIII, halló su
evidente expresión en la primera codificación del derecho consuetudinario
privado de la nobleza húngara y croata, redactada por Esteban Werbđczy a
pedido de los estamentos nobiliarios y que se publicó en Viena en 1517 bajo el
título: Tripartitum opus juris consuetudinarii inclyti regni Hungariae[140].
Esta obra nunca fue elevada a la categoría de ley por faltarle el sello real,
como tampoco se envió a las zupanias (comitatus) para su promulgación Más tarde
fue incorporada como primera parte en la colección privada de los decretos y
leyes del jesuita Martín Szentivanyi, publicada en Trnava el año 1696 bajo el
título: Corpus juris Hungarici seu decretum generale inclyti regni Hungariae
partiumque eodem adnexarum —abreviado: Corpus Juris Hungarici. La opinión
mundial aceptó la denominación Regnum Hungariae gracias a estas y otras obras
jurídicas, especialmente en virtud del Tripartitum de Werböczy,
tendenciosamente escrito y con la oposición de lcs croatas, identificándola con
la denominación "tierras de corona de San Esteban". El título de la
obra de Werböczy está, sin embargo, en consonancia con su contenido. De acuerdo
con ella, Croacia es solamente un municipio de Hungría y su autonomía no tiene
ningún carácter jurídico-estatal. Por eso resultó para su autor incomprensible
el hecho de que Croacia tuviese sus propias leyes, sus costumbres y sus
instituciones especiales. Werböczy opina que Croacia sólo gozó de esas
prerrogativas por concesión real, ya que todas las tierrras croatas no eran
otra cosa que una mera posesión de la santa corona del primer rey húngaro. La
totalidad de los derechos croatas se deben, según él, exclusivamente a
concesiones reales que pueden ser revocadas y carecen de validez si no
concuerdan con las leyes y costumbres húngaras. Es lógico y comprensible el
distanciamiento entre Croacia y Hungría justamente en los tiempos de Werböczy,
que fue cuando se puso de relieve esa tendencia, y acaso por el empeño de aquél
en subestimar la posición croata frente a Hungría[141].
Se impone, pues,
por sí misma la cuestión: ¿Cómo fue posible que los croatas, que habían
concertado con el rey húngaro Koloman la unión personal, aceptaran cierta
posición de inferioridad dentro de esta nue-va comunidad estatal?
La contestación
debemos buscarla en la idea y la expresión bizantina de la "santa
corona", así como en sus derechos --cuestión que no era desconocida entre
los húngaros ni tampoco entre los croatas. Estos, en el siglo VII, igualmente
que los húngaros en el siglo IX, poblaron el territorio de la Dalmacia y la
Panonia romanas, sujetos al poder supremo de los emperadores bizantinos hasta
la muerte de Emanuel I Kommeno (1180) con cortas interrupciones, porque, según
criterio bizantino, al emperador le asistía el derecho dedisponer de las
citadas tierras dálmatas y panoneas. Aquel derecho imperial fue transferido,
primero, al monarca croata (Tomislao fue distinguido con el título del patricio
imperial) y, dspués, al soberano húngaro, elevado al honor del patricio
imperial, aceptado en la familia real y coronado con una diadema que, tarde, se
convirtió en la parte constitutiva de la corona de San Esteban. Al transferir
la diadema, se transfería también el derecho de disponer de las tierras de la
Dalmacia y la Panonia romanas. En virtud del hecho de
que esta autorización sólo tuviese lugar mediante la transmisión de la diadema
o santa corona (que, de acuerdo con el ceremonial bizantino, se consideraba un
acto carismático) se formó la opinión de que la totalidad de los territorios
pertenecían a lacorona y que el rey estaba autorizado para disponer de ellos
inmediatamente después de su solemne coronación. La autorización se hacía
efectiva mediante la donación, por parte del rey, de las tierras de la santa
corona a los dignatarios y los nobles[142].
El rey húngaro había recibido la corona y, con ella el mandato para administrar
a Panonia y Dalmacia; mandato que, según la opinión húngara continuó
renovándose hasta el reinado de Bela II(III), quien
había pasado en la corte imperial de Bizancio 11 años[143].
Y sólo desde entonces surge la idea de la "santa corona" para
simbolizar la comunidad política de todas las tierras sometidas a aquel
mandato. Por una personificación de la "santa corona", por
considerarla fuente de todo el poder público y de todos los derechos, se forma
el concepto de una comunidad estatal más amplia, es decir: el de que todos los
territorios sometidos a la "santa corona" constituyen una y única
jurisdicción estatal, puesto que aquel símbolo regio es la raíz de todas las
posesiones (Radix omnium possesionum). Quien ha recibido la posesión de
un territorio de la "santa corona" se convierte en parte integrante
de la misma, en parte de su cuerpo místico (corpus sacrae regni coronae).
Sólo con la muerte del donatario se reincorpora su posesión a la "santa
corona" [144].
Por la firma de sucesión y por algunos otros elementos, el sistema donatario
húngaro-croata difiere del sistema feudal de la Europa occidental[145].
Mediante donaciones reales, los reyes húngaro-croatas de la casa de los Arpad
dieron origen a la Nobleza, que más tarde limitaría y disminuiría el poder
real. Para resistir eficazmente el predominio de los nobles, monarcas hubieron
de apoyar a los burgueses, otorgándoles en propiedad las tierras reales que
aquéllos cultivaban. Para repoblar el territorio nacional —raleado después de
la devastación tártara— (1242), el rey Bela III (IV) -1235-1270—, llamó a
artesanos extranjeros, especialmente alemanes, acordándoles grandes privilegios
para eximirles del poder de los Nobles. De aquí arranca el comienzo de las
llamadas "ciudades reales libres" en Hungría y Croacia. El rey
elevaba a su empleados al grado de Nobles (Nobiles... qui serventes regales
dicuntur), y éstos, a su vez, unidos con la Nobleza de grado menor (gentry) obligaron
al rey Andrés I (II) -1205-1235—, padre de Bela, a garantizarles sus derechos y
libertades. La obligación de 1222, llamada "Bula Dorada", que
establecía también el derecho de los Nobles y los Grandes a resistir —jus
resistendi— contra la violación de aquélla por parte del rey, se renovaba en
1231 (aunque sin derecho a "la resistencia armada"), y en 1256 se
convirtió en la ley más importante de Estado y en el fundamento de la
Constitución. Por ello, el rey húngaro-croata siguió prestando el juramento
sobre la "Bulla Dorada" hasta la última coronación. Dicha
"Bulla" sólo tenía fuerza de ley en Hungría y Eslavonia hasta la
montaña Gvozd (en Croacia) , es decir, para la Croacia
al norte del Gvozd, mientras que para la Croacia al sur del Gvozd y para
Dalmacia nunca entró en vigor. En tiempos de la promulgación de la
"Bulla" el rey An drés estaba en malas relaciones con su hijo Bela,
que había sido corona-do con anterioridad como "rey menor" (rex
Hungariae junior) y nombrado dux de Croacia (dux totius Sclavoniae, Croatiae et
Dalmatiae). Este dux tenía su corte y administración con dos banes (virreyes) : el de Eslavonia y el de Croacia-Dalmacia. En realidad,
la oposición de Bela a los gastos desmesurados de su padre y su confiscación de
los bienes de la nobleza causaron la rebelión de aquella en Hungría y
Eslavonia. La čondición para reconciliarse fue la publicación de la
"Bulla Dorada". De este modo se trazó una línea divisoria
administrativa entre los territorios al norte y al sur de Gvozd, respectivamente,
que hasta entonces habían formado una unidad política y administrativa del
reino de Croacia. Cuando en 1226 el hijo menor de Bela fue nombrado rey titular
de Galicia y, al mismo tiempo, dux et rex, Eslavonia fue también llamada
"reino" (regnum), mientras que hasta ese momento era banatus, porque
era administrada por el ban (prorex), o ducatus, regido por el duque o herzog
(dux). Esta división de los territorios políticos y administrativos especiales,
es decir: en el reino de Croacia y Dalmacia, por una parte, y el reino de
Eslavonia, por otra, se mantendrá hasta el fin del siglo XVI [146].
¿En qué
consistían, en consecuencia, los principios bizantinos introducidos por el rey
Bela II (III) en Hungría al regresar al país desde la corte bizantina?
A diferencia de
Roma —que permitía el idioma y las costumbres a los pueblos sometidos,
limitándose a su explotación económica—, Bizancio, por falta de la fuerza
militar suficiente, intentó someterlos moral-mente, dejándoles plena libertad
para organizarse internamente. Esa sumisión moral se intentaba conseguirla por
dos vias : la eclesiástica y la nacional. En cuanto al
aspecto eclesiástico, el emperador se reservaba para sí la última decisión.
Esta concepción incondicional de un Estado bizantino sagrado y amparado por la
protección divina, fue llevada por Bela II a Hungria. Como titular de la santa
corona, Bela era el guardián —"designado por Dios"— de la unidad
religiosa de los pueblos a él subordinados. Su reino, de acuerdo a un
manuscrito de su tiempo, estaba formado por Hungria, que era la cabeza
(Hungria, caput, regni), Croacia, Dalmacia y Bosnia (Rama). A esta concepción
bizantina de una total subordinación religiosa al poder central correspondía
también la exigencia de Ia unificación nacional o de una adaptación de todas
las partes integrantes al centro húngaro. Pero esa adaptación no se hacía en el
sentido nacional húngaro, sino en el de una comunidad de la cultura latina
internacionalmente reconocida. La unidad religiosa trajo consigo igualmente un
idioma oficial común, que facilitó Ia administración de to-das las regiones,
incluso aquellas que no se sentían húngaras. A estas dos condiciones hay que
agregar otra, también centralmente aceptada según el ejemplo bizantino: la de
una plena libertad interna. Y como Bizancio era una comunidad democrática en el
sentido cabal de que todos sus súbditos, y el emperador, eran ortodoxos, así
también Hungria tuvo que ser un país libre, pero sólo para quienes se
declarasen libremente súbditos de la santa corona húngara, a la manera como lo hacían
los eslavos respecto del emperador bizantino[147].
Tal concepción
política de Bizancio, transplantada por Bela II (III) se convirtió en una
concepción secular del Estado húngaro. Con ella fue superado también el
Convenio de 1102 (Pacta Conventa) en su totalidad. La idea de una unión
contractual, fundada, en la igualdad de los contrayentes fue relegada a un
lugar secundario[148].
Que la propiedad y posesión de las tierras pertenecían a la corona es un
concepto jurídico bizantino, bien conocido antes en Croacia que en Hungría, la
que más tarde dependió en cierto grado de Bizancio durante el tiempo del
domipio de la dinastía de los Comnenos. De hecho de
que Bela II obtuviera de Emanuel Comneno la investidura para Panonia, Dalmacia
y Croacia, Werböczy dedujo que la misma diadema recibida de Bizancio
significaba la subordinación de Croacia a Hungría Aunque sin éxito, ésta
hipótesis surgió a luz por primera vez en el "Diploma Inaugural" de
Ladislao II Jagello en 1490, ocasión en que por insistencia de los delegados
croatas, el título "Hungría y los reinos y territorios a ella
subordinados" fue sustituido por "Hungría y los reinos asociados de
Croacia, Eslavonia y Dalmacia y los territorios subordinados" [149].
Mientras tanto, los croatas imponían con éxito también su punto de vista bajo
el poder de los Habsburgo. A pesar de la constante oposición croata al parecer
húngaro, aquella hipótesis del Tripartitum de Werböczy constituia un arma
poderosa en manos de los húngaros. De acuerdo con la misma, los territorios, el
pueblo y el rey eran solamente eslabones de la santa corona. El rey se
constituía en su guardián mediante el acto de la coronación, que debía
efectuarse según las costumbres del pueblo, es decir del pueblo común y de la
nobleza. La situación de igualdad en que se hallaban los estamentos inferiores
húngaros y croatas ante el rey como soberano, permitió el embrollo de los
mandatos del rey, de donde surgió la teoría de Werböczy en el Tripartitum de la
indisolubilidad de las relaciones de los territorios de la corona de San
Esteban[150].
Esta teoría
encontrará su cabal expresión especialemente a comienzo dei siglo XVIII en la
Sanción Pragmática húngara, mencionada en el preámbulo del Compromiso húngaro
croata de 1868, de la que trataremos más adelante.
Por el acto de
elección del primer rey de la casa de los Arpad y al entrar Croacia en la
comunidad jurídico-estatal con Hungría, los reyes húngaros —como más tarde los
reyes de otras dinastías— asumieron la obligación de defender a Croacia contra
Bizancio y Venecia. Su cumplimiento fue posible gracias al sistema donatario
que creó el poderoso estado de los nobles tanto en Hungría como en Croacia. El
poder de estos señores entre los cuales se destacaban especialmente en Croacia
los príncipes de Bribir de la familia šubić, los de Krk
—Babonić-Blagajski, Kontromanić de Bosnia y Nelepić— no sólo no
pudo ser vencido por la "Bulla Dorada" de Andrés I (II) sino que
algunos de ellos, como por ejemplo mencionados príncipes de Bribir, fueron casi
soberanos, independientes en sus marcas o tierras feudales. Al distinguirse la
dinastía de los Arpad, esos nobles ejercían gran influencia en la elección de
las nuevas dinastías, que ascenderán al trono húngaro-croata. Por falta de
unanimidad de la nobleza croata y húngara sucederá que ambos países tendrán
simultáneamente dos soberanos cada uno.
Así, por ejemplo,
al morir Andrés II (III) (1290-1301), por carecer de sucesores directos, cobró
actualidad el antiguo derecho de elección y el ban croata Pablo Šubić de
Bribir, aprovechó para elevar al trono la dinastía napolitana Anjou (1301-1395)
o hasta 1409), rival tradicional de Venecia. A pesar de que Ludovico I, el
representante más fuerte de la dinastía de los Anjou, proclamado
"grande" por sus éxitos bélicos contra Venecia y en los Balcanes
contra los servios y los búlgaros, había restado poder a los nobles croatas de
Bribir y de los Nelepić mediante su poder central, los croatas
permanecieron fieles a esta dinastía, llevando al trono húngaro-croata al rey
Carlos II (Carlos de Drach) como rival de María, hija del Ludovico I y
prometida del checo Sigismundo de Luxemburgo, hijo menor del emperador alemán
Carlos IV. La dinastía Anjou desilusionó a los croatas por haberla elegido
precisamente como contrapeso a Venecia; y fue justamente el último rey de esta
rama dinástica, el rey croata Ladislao de Nápoles (1386-1409), hijo de Carlos
de Drach, quien vendió a Venecia todos sus derechos sobre Dalmacia en 1409. Lo
hizo después de haber sido coronado provisoriamente por el arzobispo de
Ostrogón en Zadar el 5 de agosto de 1403 como rey croata a causa de que Hungría
no quiso rebconocerlo y a pesar de haber jurado defender y proteger todos los
derechos de Croacia. Este fue el último acto de coronación sobre suelo croata[151].
La pérdida de Dalmacia representa el momento más crítico de la historia croata
medieval después de 1102. En él, Croacia se vio privada de la piedra
fundamental sobre la cual descansaba toda su importancia política y
administrativa. El organismo estatal croata no desapareció, porque su punto de
gravitación se desplazaba cada vez más hacia el norte, pero Venecia,
aprovechando las guerras intestinas dinásticas en Croacia y Hungría, consiguió
afianzarse en Dalmacia y quedarse allí hasta su desaparición en 1797[152].
La lucha por la
recuperación de Dalmacia después de la primera y la segunda guerra con Venecia
(1411-1413 y 1418-1420) fue sustituida por la guerra contra turcos convertidos
en los enemigos principales de Hungría y Croacia. Tales conflagraciones fueron
conducidas con el mayor éxito pir Sigismundo de Luxemburgo (1409-1438), por el
primer Habsburgo en el trono húngaro-croata, Alberto (1438-1439), por su
sucesor el rey Ladislao de Polonia (1440-1444), muerto en la batalla cerca de
Varna en Bulgaria y más tarde por Ladislao IV, Postumo (1444-1457), vencido por
los turcos en el campo de Kosovo, donde había sucumbido también el reino de
Servia 59 años antes. El rey Matías Korvino (1458-1490) consiguió
temporariamente restablecer el poder real, pero el reino de Bosnia se derrumba
en 1463 bajo el embate de los turcos que por primera vez alcanzan el río Sava.
La nobleza bosníaca, los católicos y los patarenos-bogumili, adoptan en su
mayoría el Islam mismo, salvando de esta manera sus bienes materiales y el
idioma croata y asegurando para su país una posición singular en el imperio
otomano hasta 1878, cuando en 1909, después de la anexión por Austria, se
convertirá en territorio de la corona de los Habsburgo con la Constitución
especial del 20 de febrero de 1910. Resultó ser un problema jurídico-estatal y
político muy grave para la Monarquía[153].
En una época tan
crítica como ésta, la dinastía de los últimos reyes de Jagello dilapida sus
fuerzas propias y las del Estado en la lucha con Polonia y Austria de tal forma
que el hijo de Ladislao II (1490-1516), Ludovico II (1516-1526) sin esperar al
ejército croata al mando del príncipe Krsto Frankopan, ni al de Transilvania
conducido por Ivan Zapolia, únicamente con tropas húngaras y apoyado por
algunos nobles de Croacia y Eslavonia, asesorado por el Consejo del Estado
húngaro y contra las sugerencias de su canciller, el obispo Esteban Brodaric,
el día 29 de agosto de 1526 libró batalla en el campo de Mohač contra las
tropas de sultán Solimán donde fue vencido, perdiendo incluso la vida.
En cuanto a las
relaciones húngaro-croatas y sus relaciones específicas con el rey, hay dos
documentos muy característicos sobre ellas, previos a la batalla de Mohač.
En el consejo real húngaro antes de la batalla tan decisiva, los nobles
hablaron al rey Ludovico como sigue : "En este
reino sólo a nosotros nos pertenece la gloria y a nadie más. Sería una
vergüenza para Ti y para nosotros, si se dijera que no supimos luchar solos
contra los turcos ; si esperas al príncipe Krsto
Frankopan y sus croatas, entonces la gloria de la victoria, que esperamos, sólo
le correspondería a él". Por otro lado, el príncipe Krsto Frankopan,
enterado de que la batalla se había perdido aunque sin tener noticia de la
muerte del rey, corrió en su ayuda y escribió al obispo de Senj, Francisco
Jozafatić, las siguientes palabras muy significativas para la época :
"Dado que el rey había escapado, considero que esta desgracia la permitió
Dios para el rey y los húngaros no para el mal o la perdición, sino para el
bien eterno del reino: pués si los húngaros hubiesen vencido al sultán, cuándo
terminarían sus vanaglorias y quién podría soportar su prepotencia!" [154].
El rey Ludovico
murió sin sucesor y el trono quedó vacante, planteándose nuevamente el derecho
de elección del nuevo rey.
a) Las relaciones
húngaro-croatas bajo la dinastía de los Habsburgos hasta 1848.
La elección de
Fernando Habsburgo, rey de Bohemia y archiduque austríaco, hermano de Carlos I
de España y V de Alemania, efectuada en la ciudad de Cetin el día 19 de enero
de 1527 como rey de Croacia, fue movida por los intereses especiales croatas
sin consideración alguna para los intereses húngaros. Esta elección fue
idéntica jurídicamente a la de Kolomán como rey croata en 1102. Modificado y
completado el Diploma Inaugural de Ladislao II Jagello, en 1490, fue reconocido
el derecho de los Habsburgo a los territorios de Croacia, prescindiendo de la
posición tomada por los estamentos húngaros[155].
Además, en vísperas de la batalla de Mohač, es decir al iniciarse el año
1526, fue discutido en el parlamento reunido en la ciudad de Križevci, el
problema si Croacia debería separarse del rey Ludovico, es decir de Hungría.
Fernando invocaba además no sólo el derecho de sucesión, por haberse casado con
Ana, hija de Ladislao II, sino también el contrato del 22 de julio de 1515,
estipulado entre Ladislao II y Maximiliano Hasburgo. Mediante este contrato se
aseguraba, por cuarta vez, el derecho de sucesión al trono húngaro-croata en
caso de extinguirse la dinastia de Ladislao: la primera vez en 1463; la segunda
en 1491 y la tercera en 1506.
Mientras tanto
hubo una decisión del parlamento húngaro, reunido el día 12 de octubre de 1503
en Rakos contra la elección de Fernando, tomada bajo la presión del paladín
Estaban Zapolia y de Esteban Verbõzcy y sancionada por el rey, convirtiéndose
de esta manera en Ley. De acuerdo con ella nadie podía en adelante proponer
para rey húngaro-croata a un extranjero so pena de alta traición. Esta ley
apuntaba evidente-mente a prohibir la candidatura de los Habsburgo,
favoreciendo a Juan de Zapolia, a quien los húngaros pretendían coronar como
soberano. Se formaron así dos facciones en cuanto a la elección. La mayoría de
los estamentos húngaros, adherentes al "partido nacional", eligieron
el 11 de noviembre de 1526 y coronaron como rey húngaro a Juan Zapolia,
mientras un número menor votó por Fernando Habsburgo en la ciudad de Požun el
día 16 de diciembre de 1526. Los estamentos checos habían elegido ya
unánimamente el 23 de octubre de 1526 a Fernando. Hungría de esta manera tuvo
dos reyes hasta la muerte de Juan Zapolia, ocurrida en 1540, dividiéndose el
reino en dos partes, una de las cuales —la de Juan de Zapolia— quedaba sometida
a los turcos.
Cabe agregar que
el reino de Croacia se dividió igualmente en dos partes por la misma cuestión,
con la diferencia de que la mayoría de los croatas en el Sabor (dieta) de
Cetine elegieron el 19 de enero de 1527 a Fernando, mientras la minoría había
optado por Juan Zapolia. A pesar de que Hungría había elegido el 16 de
diciembre de 1526 a Fernando como rey de Hungría, los croatas no le otorgaron
este título en el diploma electoral, llamándolo solamente Bohemiae et
Croatiae rex, con el fin de acentuar de esa manera el carácter libre e
independiente de su acto[156].
A pesar de que
Bohemia, Hungría y Croacia entraron en la comunidad de los territorios
austríacos sólo para formar la unión personal, Fernando procuraba hacer de ella
una unión real. Cuando vio frustrado por la oposición de dichos reinos su
intento, de enviar sus representantes a Viena para tratar asuntos comunas,
Fernando organizó en su Corte algunos órganos (el consejo de guerra, el consejo
secreto, la cancillería y la tesorería de la Corte) que acrecentaron su
importancia, pero provocan-do a la vez el descontento croata-húngaro.
Bajo el reinado
de Maixmiliano (1564-1576), sucesor de Fernando, empezó la lucha húngaro-croata
contra el centralismo de Viena para proteger la Constitución, lo que configura
un aazgo esencial a la vida interna de Hungría y Croacia hasta 1790. Esto
explica y da la razón principal de la alianza húngaro-croata contra Viena, a
pesar de las discordias recíprocas. Cada vez que se trataba de proteger los
derechos y los privilegios del reino de Croacia. Durante el reinado de Rodolfo,
sucesor de Maximiliano, fue establecida una Marca Militar (Confines Militares)
con propósitos defensivos contra los turcos. Entregó una franja del territorio
de Croacia a su tío el archiduque Carlos, para que la administrara, y puso
también bajo su mando a sus soldados y oficiales. Así se empezó a formar en
Croacia a fines del siglo XVI un nuevo teritorio político, exento del poder de
Ban y dei Sabor croatas. Pero la exigencia de su restitución al poder del Ban
constituirá no sólo el tema central de una reivindicación de Viena, sino que se
convertirá en el tema de las estipulaciones húngaro-croatas en el Compromiso de
1868. La importancia de la Marca Militar en la historia de Europa desde el
punto de vista castrense es considerable, porque, gracias al hecho de que Fernando
I se convirtió en 1556 en el emperador alemán, aquella Marca se instituyó como
defensa del Imperio contra Francia en el occidente y, en el este contra los
turcos. Con la elección de éste, los Habsburgo como reyes húngaro-croatas para
los emperadores romanos de nacionalidad alemana, Croacia y Hungría no se
convirtieron en partes integrantes del imperio alemán, porque Fernando fue
elegido ser el titular de la corona de San Esteban, la que a su vez, gracias a
su concepción jurídico-estatal, no reconocía la prevalencia de otra corona. Así
la concepción de la santa corona húngara amparaba a Croacia para no convertirse
en un territorio del imperio alemán (Reichsland), lo que le sucederá más tarde,
después del Congreso de Viena en 1815, a su provincia Dalmacia. Pero además, la
interpretación húngara del concepto de tierras (possesiones) de la corona de
San Esteban, constituyó un motivo permanente para que Croacia no se convirtiese
en parte integrante de Hungría, o, mejor dicho, en su provincia. Además, a pesar
de que los húngaros y los croatas habían elegido a los Habsburgo como sus
monarcas, todos los reyes, hasta 1867, necesitaban un acto electoral en el
parlamento húngaro y en el Sabor croata respectivamente, puesto que al elegir a
los Habsburgo, no se fijó el orden con arreglo al cual tenía que cubrirse el
trono vacante [157].
Con la subida de
los Habsurgo al trono húngaro-croata, hallan las influencias políticas y
religiosas sus primeros ecos en Hungría y Croacia, y esto obligará a los hijos
de esos países a participar en los acontecimientos europeos, especialmente en
la guerra de los treinta años. Bajo el reinado de Fernando empezó ya a
propagarse en Hungría el protestantismo, pero Rodolfo, católico ferviente, motu
proprio, firmó en febrero de 1604 la ley N° XXII por la que se rechazaban no
sólo todas las peticiones de los protestantes húngaros y se confirmaban las
disposiciones en favor del catolicismo del rey San Esteban, sino que se
establecia que cualquiera que intentara plantear cuestiones religiosas en el
parlamento sería calificado como incitador a la sedición. La rebelión del noble
de Transilvania, Esteban Bockay, elegido por sus adherentes como duque de
Hungría quien se alió en seguida con los turcos y terminó con la paz en Viena
el 22 de junio de 1606 trás cruzar rio Drava. Pero ban croata Ivan
Drašković con las tropas reales derrotó a los rebeldes. En esta
oportunidad, las disposiciones de paz derogaron la Ley XXII de 1604 y
establecieron que solamente Hungría (infra ambitum regni Hungriae solum)
los ciudadanos y los nobles podrían profesar el culto de que les plazca y
quedando así arreglados los a suntos religiosos hasta 1848. Antes de la firma
de la paz de Viena, su borrador fue enviado al Sabor croata, que lo aceptó en
la mayor parte de su texto, pero oponiéndose terminantemente a la libertad
religiosa. Pidió además que quedase en vigor la Ley de Rodolfo, de 1604. El día
16 de enero de 1608 el rey sancionó la decisión del Sabor croata sobre el
reconocimiento exclusivo de la religión católica dentro del ámbito territorial
de Croacia y Eslavonia, obteniendo así Croacia una ley religiosa, completamente
opusta a la de Hungría. Aun cuando esta ley pueda parecer intolerante,
contribuyó notablemente a salvaguardar a Croacia de la magyarización, ya que
los húngaros calvinistas y luteranos no podían adquirir posesiones ni radicarse
en Croacia[158].
En 1558 se
efectuó la última sesión por separado del Sabor croata en Steniénjak. En
adelante debería reunirse siempre conjuntamente el Sabor de Croacia y
Eslavonia. Los reyes de la dinastía de los Habsburgos no hacían su presentación
en el Sabor croata como lo solían hacer los reyes de otras[159].
Integrado de ese
modo el Sabor de Croacia-Eslavonia empezó enviar desde entonces sus diputados
(Nuntios, solemnes oratores), como lo hacía antes el Sabor de Eslavonia, al
parlamento húngaro convocado por el rey. Este se hallaba representado por su
personal especial, y los enviados se sentaban con él en un lugar de honor
especial. Debían atenerse rigurosamente a las instrucciones recibidas del
Sabor. Los deseos y proposiciones croatas no podían ser rechazados por los
diputados húngaros sino solamente por el rey. Si, para una de Ias propuestas
presentadas en el parlamento, los delegados croatas carecían de instrucciones,
nada podía aprobarse en forma obligatoria para Croacia. Sólo las leyes votadas
en el parlamento húngaro tenían vigor en Croacia, y esto cuando los delegados
croatas habían dado su consentimiento, siempre conforme a las instrucciones
recibidas. Si el parlamento acepta una propuesta real o el monarca sanciona una
ley determinada, ésta entraba en vigor en Croacia únicamente después de su
aprobación eventual por el Sabor croata. Por eso, desde el siglo XVI se impuso
la costumbre de que inmediatamente des-pués de las sesiones del parlamento
húngaro, se reúna el Sabor croata, oportunidad en la que los delegados croatas
informan sobre las leyes votadas. El Sabor podía rechazarlas, como resulta
ostensible por el caso de la ley sobre religión.
Croacia
permaneció fiel al principio formulado por el ban croata Tomás Erdödy durante
el reinado de Rodolfo: Regnum regno non praescribit leges. Estas
costumbres y fueros del Sabor serían modificados por el Compromiso
húngaro-croata, tanto en lo que respecta a la delegación croata en el parlamento
común húngaro, como también a las instrucciones que las delegaciones croatas no
tuvieron ya que respetar.
El siglo XVII fue testigo de la guerra de los Treinta Años y de la lucha húngaro-croata en torno de la Constitución. Los croatas tuvieron que sostener una lucha denodada por la incorporación de la Marca Militar, promesa que les había sido hecha solemnemente varias veces, especial-mente por Fernando II en su "Diploma Inaugural". Una serie de actos y omisiones de la corte de Viena : el incumplimiento de la incorporación prometida de la Marca Militar, un número cada vez mayor de oficiales y soldados alemanes en Croacia y Hungría, la creciente voluntad centra-lista del gobierno de Viena para convertir a ambos países en sus provin-cias como lo hicieron con Bohemia después de la batalla de Bijela Gora en 1621 y, especialmente el descontento por la paz de Vasvar del 10 de agosto de 1664 después de la victoria sobre los turcos en San Gotardo, propició el acercamiento de los nobles húngaros y croatas bajo el gobierno del rey Leopoldo I (1657-1683) y la conspiración encabezada por el ban croata Nicolás Zrinski y el paladín húngaro Francisco Wesselenyi. Después de la inesperada muerte de ambos, continuaron en el mismo sentido el hermano de Nicolás, el ban Pedro Zrinski con el Cristóbal Frankopan y el húngaro Francisco Rakozcy, esperando liberarse del poder de los Habsburgo con la ayuda de Francia y Turquía. Esta rebelión, conocida en la historia como "Rebelión de Zrinski-Frankopan", fracasó. Sus protagonistas no sólo perdieron la vida en Wiener-Neustadt el día 30 de abril de 1671, sino que los Habsburgo exterminaron a ambas familas —la de las Zrinski y de los Frankopan— y confiscaron todos sus bienes.
Vencido el
término de 20 años de la paz de Vasvar, el sultán Mohamed IV declaró la guerra
a Leopoldo y sus tropas llegaron hasta la misma Viena en 1683, pero fue vencido
con la ayuda del rey polaco Juan Sobieski y del archiduque Carlos de
Lotaringia, quebrándose así por siempre el poder expansionista del imperio otomano.
Leopoldo aprovechó esta victo-ria para convocar la Dieta en Požun. El día 18 de
octubre de 1867 fue solemnemente proclamada en ella la ley de sucesión de la
dinastía de los Habsburgo por línea masculina, de acuerdo al principio de
primogenitura, tantd en Hungría como en Croacia, y se derogó al mismo tiempo el
artículo 33 de la "Bulla Dorada" del año 1222, que permitía a la
nobleza interpretar el derecho de rebelión en defensa de las garantías
constitucionales[160].
Pero todavía en vida de Leopoldo surgió la rebelión de Francisco Rakozcy, nieto
de Pedro Zrinski, duque de Transilvania, a cuyo pedido la asamblea de sus
partidarios en Onof, el 14 de junio de 1707, bajo el reinado de José I
(1705-1711) , privó a los Habsburgo de la corona
húngara. Ante el temor de que los croatas también pudieran plegarse a la
rebelión de Rakozcy, Viena restituyó una parte de la Marca Militar al poder del
ban croata. El alzamiento de Rakozcy terminó con la paz de Szatmar el 14 de
mayo de 1711, proclamándose la amnistía general y garantizando nuevamente la
libertad del protestantismo en Hungría.
La paz de Szatmar
produjo el cambio en las relaciones entre el trono y los estamentos. Después de
las rebeliónes seculares y las luchas intestinas comenzó el período de las
reformas tratando de aprovecharlas en su beneficio. Hasta 1790 continuó
realizándose el acercamiento entre Hungría y Croacia contra las reformas, a
pesar de que los estamentos húngaros habían intentado votar en 1708 una
decisión en la Dieta de Požun en el sentido de que el rey sólo podría confirmar
aquellas conclusiones del Sabor croata que no contradijesen a las leyes
húngaras —concordantia—. De esta manera se deseaba unir Croacia con la Hungría
liberada. Tal intento malogrado de subordinar la legislación croata a la húngara
engendró los primeros conflictos húngaro-crotas y al mismo tiempo el deseo de
éstos de emanciparse cuanto antes de Hungría, acentuando su independencia. Una
oportunidad favorable se los ofreció al comienzo del reinado de Carlos III
(1711-1740) o, mejor dicho, de Carlos VI como emperador romano.
Muerto José I,
quien dejó dos hijos, quedó Carlos II como el único vástago masculino de la
familia de los Habsburgo, sin tener él, a su vez, proles masculinos en aquel
momento. De acuerdo a la ley de 1687, los croatas y los húngaros tenían derecho
de elegir libremente al rey en caso de extinguirse la línea masculina de los
Habsburgo. El problema de tal elección o el de la sucesión de la línea femenina
fue el dilema de los esta-mentos, reunidos en el Sabor de Zagreb el 9 de mayo
de 1712, cuando debieron nombrar sus delegados para el acto de la coronación en
Požun, previsto para el día 3 de marzo de 1712. El paso decisivo para la
solución del problema de sucesión lo dio este Sabor croata con su Ley VII del
13 de marzo de 1712, donde se dice, entre otras cosas, que "se confiará el
derecho de sucesión a aquella línea femenina de la casa austriaca que poseyera
no sólo a Austria, sino también a Estiria, Carintia y Crania, teniendo sede en
Austria" [161].
La razón por la cual optaron los croatas por la línea femenina de la dinastía
de los Habsburgo en caso de la muerte de Carlos sin sucesores varoniles, la
encontramos en las actas del Sabor: "Sin duda el reino con elección se
convertirá en escenario de guerras sangrientas y de horror, un lugar de
rebeliones que destruirán el bien-estar de los ciudadanos exponiendo a la
patria al inevitable peligro que entrañan los príncipes extranjeros, nuestros
posibles tiranos. Sin conducción, sin rey, se procederá con nosotros de acuerdo
con la voluntad de los poderosos y nosotros quedaremos subyugados, y serán
avasallados nuestros derechos, nuestra libertad y las ventajas de nuestro
pueblo. Tenemos un ejemplo lejano en Polonia: eligiendo libremente al rey,
pereceremos" [162].
Seguros de la reacción húngara contra esta decisión croata, el Sabor aclara la
misma en la nota especial dirigida al rey, la que le será entregada por los
delegados al mismo monarca, junto con la resolución del 25 de abril de 1712 y
el siguiente mensaje: "Recibiendo nuestros beneficios no nos atemorizará
en absoluto formar parte de Hungría. Según las leyes, nosotros somos asociados
de Hungría, pero no súbditos. En un tiempo teníamos nuestros propios reyes y no
soberanos húngaros. No fuimos sometidos por la fuerza a una servidumbre a
Hungría, sino que aceptamos voluntariamente no el reino húngaro sino a su rey.
Reconocemos a éste, mientras siga siendo el dueño de Austria, pero si así no
fuera, no prestaremos nuestros oídos a la voz seductora de la elección libre
(es decir a la elección otorgada por la Ley de 1687) como si estuviéramos
obligados indisolublemente a seguir a Hungría; somos libres y no
esclavos". Esta resolución del Sabor —la Ley VII— más tarde llamada
"la sanción pragmática croata", expresa claramente que la comunidad
estatal entre Croacia y Hungría consiste en la persona del rey: mientras ambos
reinos tengan un rey común, existirá la comunidad estatal, quitada esta
condición no cabe hablar más de ella[163].
Tres días después
de la audiencia de los delegados croatas, el rey dio la orden en una
conferencia secreta a los consejeros austríacos para que entablasen tratativas
sobre la resolución de los croatas. A pesar de que esta conferencia había
aceptado la resolución y formulado el deseo de que se tratara de inclinar en el
mismo sentido a los estamentos húngaros y a pesar también de que se hubiera
formulado la sugerencia con que debería confirmarse la decisión croata
(probamus, acceptamus et conformamus), el rey no la firmó tomando en
consideración la poca inclinación de los húngaros, reunidos en el parlamento de
Požun. En lugar de la sanción, el rey otorgó el día 16 de mayo de 1712 a los
croatas el diploma, que en su nombre y en el de sus sucesores aseguraba sus
derechos, privilegios y libertad (diploma securitatis et privilegiorum).
El 22 de mayo de 1712, Carlos III fue coronado en el parlamento de Požun,
cuando los húngaros propusieron nuevamente discutir y legislar una vez más
sobre la libertad de elección del nuevo rey en caso de la extinción de la línea
masculina en la dinastía de los Habsburgo así como para que el rey diese a los
esta-mentos seguridades húngaros ante la eventual posibilidad de separación de
cualquier parte del reino húngaro. Esta propuesta, como otra croata, fueron sancionadas por el rey, quien tuvo que disolver el
parlamento debido a la neste que se produjo en aquel momento[164].
El día 19 de
abril de 1713 Carlos III convocó a una reunión de sus consejeros secretos en
Viena, revelando el pacto hasta entonces secreto —pactum mutuae cessionis et
succesionis— estipulado entre Leopoldo I y sus hijos José I y Carlos VI en
1703, lo que se consideraba como la ley doméstica de la familia austríaca. En
el acta labrada sobre este paso estatal, dicha ley fue llamada "el
instrumento principal" (Hauptinstrument). La denominación "sanción
pragmática" aparece por primera vez en el documento mediante el cual la
archiduquesa María Josefa, hija de José I, renunciaba a su derecho de sucesión.
En esta oportunidad fue cuando la ley se llamó "Lex fundamentalis
Sanctio Pragmatica ac Pacturn Augustae Familiae". En 1719 fue enviada
mediante una circular del emperador a todas las tierras (Laender) austríacas
para su aprobación. Carlos III personalmente la llamaba Sanctio Pragmatica, lex
perpetuo valitura. Tal descripto con la sanción pragmática de Carlos III no se
remitió al parlamento húngaro, puesto que en este se seguía todavía discutiendo
sus condiciones. Tampoco se hizo llegar al Sabor croata, toman-do en
consideración su decisión del 11 de marzo de 1712 [165].
La sanción pragmática de Carlos III, contiene tres puntos principalés 1) que ias tierras de la casa de los
Habsburgo no pueden ser divididas, es decir: que ninguna de aquellas puede
elegir a su rey especial de entre los sucesores de la casa de los Habsburgo; 2)
que en las mencionadas tierras y reinos, si, después de su muerte, Carlos III
no deja un hijo varón, lo sucederán en el trono sus hijos o sus herederos
legales, según el principio de la primogenitura; 3) que si esta línea se
extingue, la corona pasara a las hijas de su hermano José y de sus
descendientes.
Después de haber
rechazado los húngaros la sanción pragmática en el parlamento común de Požun de
1714-1715, oportunidad en que aceptaron la propuesta croata sobre la no
ingerencia del parlamento húngaro en los asuntos de la legislación interna del
reino de Croacia (La Ley N° CXX de 1715) y después de haber aceptado casi la
totalidad de las tierras hereditarias austríacas, la sanción pragmática,
juntamente con los húngaros, repetinamente y sin discusión, el día 30 de junio
de 1722, pero dándole en las Leyes I, II y III del 1723 el carácter no de la
expresión de la voluntad soberana —de ahí su nombre sanción pragmática—sino
como el nuevo orden, establecido en el ejercicio del derecho de elección de los
estamentos (La Ley N° I). En la Ley Nro. II estipula el orden de sucesión de la
línea femenina de la casa de los Habsburgo para "el reino de Hungría y de
las tierras a ella asociadas", es decir, igualmente para Croacia, hasta la
extinción de aquella línea los sucesores del Carlos III, José I y Leopoldo I
(usque ad exitum sexos Leopoldini), momento en que nuevamente se debatirá el
derecho de elección. Además, fue establecido que en todos los casos futuros, el
sucesor o la sucesora deberá coronarse como rey de Hungría y de las tierras y
reinos asociados, que deben considerarse inseparables, reconociendo a su vez la
indisolubilidad de las tierras austríacas de Carlos. En la Ley III, el
emperador y rey confirma los privilegios y las libertades de los estamentos
húngaros y de las tierras y los reinos asociados. Acentuando la unidad de las
comarcas de la corona de San Esteban, los húngaros quisieron recalcar que no
consideraban la unión de Croacia como una unión personal sino como una union
real[166].
Por la sanción de la Ley I y II/1722-23, es decir, de la sanción pragmática
húngara, estatuyó Carlos III el núcleo de la futura organización dualista de la
monarquía, acto que se manifestará formalmente en el Compromiso austro-húngaro
de 1867: Con la Ley III/1740 y con intervención de la corona, el Sabor croata
aceptó la sanción pragmática húngara y él de Transilvania, en 1744 [167].
De la decisión
croata del año 1712 resulta claro que era su posición jurídico-estatal que
Pacta Conventa del 1102 equivalía a un convenio con el rey y no con el reino;
que el reino croata como factor libre de legislación había renunciado en 1527 a
su unión con Hungría y que en el ejercicio de su plena independencia proclamó
como rey a Fernando de los Habsburgo. En congruencia con este punto de vista,
los croatas, prescindiendo totalmente de los húngaros declararon en 1712, que
aceptarían como soberano al descendiente femenino de Carlos, considerando de
esta manera su "sanción pragmática como un acto jurídico-estatal
independiente de Hungría[168].
Carlos III empezó
ya introducir reformas que serían continuadas por sus sucesores. Así, por
ejemplo, en 1722 creó en Hungría el Consejo real lugarteniente (Consilium
Regium Locumenentiale) en calidad del supremo órgano de la administración. Este
Consejo intentó inmediatamente extender su poder sobre Croacia, aunque sin
lograrlo, porque el Sabor croata se opuso enérgicamente en 1725, declarando que
nunca permitirá la intromisión de aquél en los asuntos del país[169].
La hija de
Carlos, María Teresa (1740-1780) continuó con la política de centralización y
paulatina germanización tanto de la nobleza húngara como de la croata. Fundó la
Orden de San Esteban ; se la proclamó, previo consentimiento del papa Clemente
XIII, "rey apostólico" (1758), lo que le daba derecho de nombrar a
los dignatarios eclesiásticos de más alta jerarquía; a su hijo José, coronado
en 1765 como rey de Alemania, Io nombró rey-co-gobernante. En 1767 organizó el
Consejo Real (Consilium Regium contra la voluntad de los croatas, teniendo
presente como modelo el Consejo lugarteniente húngaro, con el fin de ejercer el
poder en los asuntos político-económicos y militares, que hasta ese momento era
de Ia incumbencia de Ban y el Sabor croatas. Este Consejo se convirtió en el
primer gobierno local de Croacia, disminuyendo el poder del Ban y del Sabor,
porque María Teresa, sin convocar el parlamento húngaro o el Sabor croata,
gobernó mediante decretos y patentes, que enviaba a las županias (comitatus)
para su ejecución, utilizando justamente al Consejo Real en Croacia y el
Consejo Lugarteniente en Hungria como instancias intermediarias. Los húngaros,
mientras tanto, intentaron someter el Consejo Real de Croacia al Consejo Real
Lugarteniente de Hungría, lo que consiguieron en 1789, cuando María Teresa
disolvió el primero, transfiriendo sus atribuciones al segundo. Por este acto,
Croacia, por primera vez en su historia, fue sometida a Hungría y a su
gobierno.
Tal siniestra
decisión se manifestó más tarde en la cuestión de puerto Rijeka (Fiume) que fue
el objeto de Ias discusiones durante las tratativas en torno del Compromiso
húngaro-croata. El Compromiso no tuvo solución, pero la corte y los húngaros la
encontraron en forma anticonstitucional, provocando el gran descontento de los
croatas.
En una nota
manuscrita del 9 de agosto de 1776, dirigida a las autoridades de Rijeka y al
gobireno croata, María Teresa comunicaba que había decidido incorporar aquella
ciudad, con su puerto, al reino de Croacia (inmediate regno Croatiae
incorporentur), pero a condición de que operase como un puerto libre en interés
del comercio marítimo. Por recomendación de la reina, las autoridades de Rijeka
y el gobierno croata elaboraron la propuesta según la cual "Rijeka con su
distrito deberían considerarse un cuerpo separado y unido a la santa
corona" (separatum sacrae regni Hungariae coronae adnexum corpus). En
efecto, después de incorporar a Croacia las localidades de Bakar, Bakarac y
Kraljevica y formar con estos territorios la Zupania de Severin, con sede en
Mrkopolje, María Teresa entregó el día 23 de abril de 1779 un Diploma
otorgándole su autonomía en el sentido de la propuesta mencionada. De acuerdo
con esta disposición, Rijeka que formaba parte integrante del Estado croata en
el siglo X y desde 1467 era la posesión de la familia de los Habsburgo, debería
considerarse como una parte especial de la corona común húngaro-croata, sin
quedar con esto excluida del territorio del reino de Croacia. Pero, al disolver
María Teresa el gobierno croata el 30 de julio de 1779, Rijeka fue sometida al
Consejo Real Lugarteniente de Hungría. Sobre la base de esta decisión, los
húngaros obraron (pretendieron obrar) más tarde como si la reina hubiese
incorporado directamente Rijeka al reino de Hungría[170].
Las reformas del
José II (1780-1790), primer rey húngaro-croata de la casa Habsburgo-Lotaringen,
que nunca fue coronado como rey húngaro-croata, afectaron por igual a Hungría y
Croacia. Ambas debían unirse y amalgamarse con las demás tierras de los
Habsburgo en un Estado especial alemán. Con tal propósito, suprimió las
Zupanias y los dos reinos —el de Croacia y el de Hungría— dividiéndolos en 10
distritos (círculos). Un impacto harto desagradable produjo su decisión de
suprimir la Zupania de Severin, dando origen a una región especial llamada
"el litoral húngaro" (littorale Hungaricum), y compuesta en la mayor
parte por los territorio de distritos Rijeka, Bakar y Vinodol. Esta región fue
regida por un gobernador con un organismo especial para los asuntos comerciales
y sanitarios, y un Consejo municipal para los administrativos. Ambas autoridades
fueron directamente subordinadas al gobierno húngaro, mientras que los asuntos
judiciales fueron reservados a los tribunales de la instancia superior de
Croacia. Después de un decenio de absolutismo y del fracaso bélico contra los
turcos, José II, para evitar la rebelión, revocó todas sus reformas (menos la
Patente sobre la libertad y la tolerancia religiosa así como la liberación de
los siervos feudales) restituyendo a Croacia y Hungría su vieja Constitución;
sacó del museo la corona de San Esteban y la devolvió a Budapest, prometiendo
convocar el parlamento de la coronación; pero este acto no pudo cumplirse
porque el día 20 de febrero de 1790 falleció.
Al sucederlo su
hemano menor, Leopoldo II (1790-1792), la conciencia nacional húngara y croata estaban
ya despiertas. Nadie quiso hablar ya el alemán sino el húngaro o el croata.
Pero los turcos y Venecia tenían todavía bajo su poder grandes porciones de
Croacia. Tal que el motivo de la propuesta del Sabor croata el 14 de mayo de
1790, para que se organizara el gobierno húngaro-croata hasta que se liberase
un nú-mero suficiente de las 2upanias croatas, pero sin lesionar los derechos
del reino de Croacia. Así los croatas, en su propio Sabor, dieron sanción al
acto anticonstitucional de María Teresa en 1779.
En consonancia
con su ya despierta conciencia nacional, los húngaros formularon entonces en el
parlamento su nueva política: un Estado, un pueblo y un idioma. Así aceptaron
la sugerencia de José II, substituyendo el Estado unitario de Austria por el de
Hungría y el idioma alemán por el húngaro. En una sesión de este parlamento en
Budapest se opuso el ban croata Esteban Erdödy, declarando que tal medida
provocaría un conflicto entre los dos reinos y que un reino no puede imponer
sus leyes al otro (Regnum regno non proescribit leges)[171].
El descontento en Croacia contra Hungría por el asunto del idioma creció de tal
manera, que se esperaba la convocatoria de la Zupania de Zagreb, donde debería
proclamarse la separación de ambos países, formándose un gobierno croata aparte[172].
En el parlamento de la coronación en Požun 1790/91 el rey asumió la obligación
de considerar a Hungría y Croacia como un Estado independiente, sancionando 74
leyes, entre las cuales figuraba también la N° XIV, según la cual el poder supremo
en Hungría quedaba concentrado en en el Consejo Real Lugarteniente; la Ley
LVII, de acuerdo a la cual las Zupanias croatas (de Zagreb, Krizevci y
Varazdin) quedaban bajo el poder del Consejo Real húngaro; la Ley LIX
establecía la discusión sobre las contribuciones militares croatas únicamente
en el parlamento común, pero separadamente las contribuciones húngaras por el
mismo concepto. En opinión de los húngaros de ese modo habían desaparecido la
igualdad entre Hungría y Croacia, considerando a la segunda como parte
integrante de la primera. Esta situación permanecerá hasta 1848.
Como los croatas,
luchando por la integración de su reino desde la creación de la Marca Militar
bajo el poder de los primeros reyes Habsburgos exigían su reincorporación a la
autoridad del Ban y el Sabor, des-de la paz de Campo Formio (18 de octubre de
1797), concluida entre Napoleón y Francisco I (179-1835), y que selló para
siempre la suerte de Venecia, entregando Dalmacia al poder del rey Francisco I,
los croatas de Dalmacia y del Banato (la Croacia propiamente dicha bajo el
poder de los banes) exigían la unión de Dalmacia con Croacia. El rey se opuso
al movimiento de esa unión hasta la pérdida de Dalmacia con la paz firmada en
Požun el día 2 de diciembre de 1805 como también más tarde, cuando, finalizado
el Congreso de Viena de 1815, formó, con una parte de la "provincia
ilíricas" de Napoleón, el reino de Iliria, declarándose "rey de
Iliria". El problema de la unión de Dalmacia con Croacia permanecerá sin solución
hasta la disolución de la Monarquía en 1918, a pesar de la obligación por los
húngaros para tratar de realizar esta unión.
Como consecuencia
de la revolución francesa y de la creciente influencia de Francia sobre
Alemania, se produjeron acontecimientos de suma importancia. Francisco I, el
día 10 de agosto de 1804, adopta el sistema de sucesión imperial austríaco,
formándose una nueva creación estatal: "el Imperio Austríaco",
tratando desde ahora con más ahínco de imponer el centralismo. Pero, a pesar de
la defensa común húngaro-croata contra tal intento, especialmente después de la
renuncia de Francisco I el día 16 de agosto de 1806 al título de emperador
romano, acto que provocó la disolución formal del primer Imperio (Reich)
alemán, los húngaros exigieron con insistencia la introducción de su idioma en
todos los territorios de la santa corona de San Esteban. Los croatas luchan
contra las pretensiones húngaras en el parlamento de Požun en 1805, Budapest en
1807 y nuevamente en Požun 1825-27 y en 1830. Esta pugna continúa hasta 1830,
en que aceptaron la enseñanza obligatoria del húngaro en sus escuelas; pero el
latín continuó siendo el idioma oficial. Los croatas lo defendían
desesperadamente sabiendo que únicamente así podrían participar en los debates
parlamentarios y colaborar en los asuntos comunes, de los cuales dependía, si
no la suerte, por lo menos el sistema de la administración. La propuesta del
reconocimiento de la lengua croata en la administración no pudo prosperar,
porque en aquella situación internacional no se pudo ni pensar en la derogación
de la Ley XVII/1791 que subordinaba la administración croata a la húngara. Por
eso los croatas lucharon por el mantenimiento del latín. Querían salvar así su
individualidad milenaria, ahora en peligro[173].
En las sesiones de este parlamento empezó aquella lucha entre los croatas y los
húngaros que culminará en 1848.
Por el contrario,
la vehemente insistencia húngara en introducir el idioma húngaro como idioma
oficial, produjo un resultado opuesto: en Croacia surgen reclamos cada vez más
unánimes para que el croata sea introducido como idioma oficial, se busca el
apoyo del pueblo, empieza el renacimiento nacional en el campo cultural y
literario bajo el nombre del "Movimiento Ilirio", convirtiéndose más
tarde en un movimiento político.
En vísperas de la
convocatoria del parlamento en Požun, 1832, el Sabor croata imparte a sus
delegados instrucciones para que pidan al rey la renovación de las atribuciones
de Ban en su dignidad y autoridad anteriores, la reincorporación de la Marca
Militar, de Rijeka, que desde 1808 enviaba sus diputados al parlamento húngaro
y al Sabor croata, y la reintegración de Dalmacia. Se decía: "Si les
resulta evidente la inutilidad de las discusiones con los húngaros, deben
abandonar el parlamento y los croatas tomarán sus cosas por cuenta propia. Esto
significaría la ruptura completa con Hungría y la guerra"
[174].
En esta sesión parlamentaria se habló por primera vez en croata, cuando el
general Jorge Rukavina agradeció en su idioma su elección como el subcapitán
del reino.
El periodo de
sesiones de este parlamento en Požun de 1832-1836 coincide con el período de la
desarrollada idea nacional, que dentro de Ias relaciones húngaro-croatas
significa, el principio del fin de su comunidad estatal. Durante las sesiones,
Francisco I fue sucedido por el Fernando V (1835-1848), quien gobernaba
mediante una "conferencia esta-tal" con el duque de Metternich a su
frente. El nacionalismo húngaro y las ideas progresistas liberales constituyen
ya un peligro para la existencia del Estado de los Habsburgo, por cuyo motivo
el rey favorecía ahora las solicitudes croatas contra las decisiones del
parlamento húngaro sobre la introducción del idioma húngaro en las escuelas croatas,
negándoles el 28 de abril de 1836 la sanción correspondiente. De este
par-lamento de 1836 salieron los croatas y los húngaros como enemigos abiertos.
Después de siete siglos de vida estatal común, se abrió entre ellos la brecha
que iría ahondándose cada día más. En 1840 el Sabor croata decidió establecer
en la Academia de Derecho y en las escuelas secundarias Ias cátedras del idioma
croata.
Hasta 1840 los
croatas lucharon contra el idioma húngaro y contra la idea húngara de un Estado
unitario en forma de varias agrupaciones, formadas en torno de un especial
problema ocasional. Hasta ese momento no hubo partidos políticos en Croacia.
Pero el fracaso experimentado con la sanción de las decisiones sobre la
introducción del húngaro como idioma oficial en Ias escuelas y en la
administración, así como también el avance del "movimiento ilirico"
que aspiraba a reunir todas las tierras (provincias) croatas cultural y
políticamente bajo un solo nombre, dieron pie a los húngaros para organizar a
sus adictos en un verdadero partido político que contrarrestaría el
"ilirismo". Así, en 1841 se formaría el partido
"croata-húngaro" (horvatsko-ugarska stranka) cuyo programa era
unificar lo más estrechamente posible a los crotas con los húngaros en un
Estado políticamente unitario, a fin de que los croatas aceptasen el húngaro no
sólo como idioma en las escuelas sino también como lengua oficial y que cada
una de las županias enviara en adelante a dos representantes directamente al
parlamento húngaro como lo hacían las demás upanias húngaras y las de
Eslavonia. Por su contenido político-jurídico eso aqui valdría a la liquidación
de los derechos municipales croatas, a la caducidad del Sabr croata y la
transformación de Croacia en parte integrante de Hungría. Aquel partido, llamado
por el pueblo "magyarones", realizará en 1868 el Compromiso
húngaro-croata, pero sobre la base de su programa originario.
Contra los
"magyarones" se organizó el partido de los "ilirios",
denominado desde 1843, "el partido nacional croata". Insistía en su
programa en que "las relaciones jurídico-estatales entre Croacia y Hungría
deberían modificarse en el sentido de la formación de una unidad de las
provincias croatas —Croacia, Eslavonia, Dalmacia, la Marca Militar y Rijeka—
independiente de Hungría, con el Ban como su jefe, y con el idioma croata
oficial" [175].
En el Sabor
croata del 22 de abril de 1843, reunido en vísperas del parlamento de Poiun
(común en Hungría) los delegados croatas recibieron instrucciones para usar su
idioma y no el húngaro, que era, en aquel momento, el idioma oficial en el
parlamento húngaro. En este Sabor croata pronunció por primera vez el 2 de mayo
de 1843 el diputado Ivan Kukuljevic su discurso en croata, defendiéndolo como
idioma diplomático, es decir, como el lenguaje que debía usarse en el
parlamento, en las escuelas y en la instrucción pública sustituyendo al latín.
El rey,
"contra la decisión del parlamento de Poiun de que el idioma húngaro
debería ser en el futuro el idioma oficial en la administración y en las
escuelas en toda Hungría, Croacia, Eslavonia y el Litoral", envió una
resolución (12 de octubre de 1843) por la que se permitía a los diputados
croatas usar, según su parecer, el latín o el húngaro. Pero en vista de que los
húngaros impedían a los croatas hablar en latín, y exigían el empleo del
húngaro, dictó una nueva resolución (23 de enero de 1844) en el sentido de que
los diputados croatas deberían desde 1850 usar en el parlamento el húngaro. El
monarca se negó empero a dar la sanción a la introducción del húngaro en las
oficinas públicas y en las escuelas[176].
Eo 1845 se
planteó en Croacia el problema del orden electoral, con el derecho de
participar en la asamblea de Sabor y de županias, derecho del que gozaban
únicamente la nobleza del reino. Siguiendo la instrucción del rey, el ban
Haller no convocó el Sabor croata para aceptar las conclusiones del parlamento
de Pozun hasta que se restaurase la Zupania de Zagreb, es decir, hasta que
fuese elegido el cuerpo de sus dignatarios y funcionarios. Con la ayuda de la nobleza
rural de Turopolje, que hasta ese momento no había participado en el Sabor ni
tampoco en las de župania, vencieron los "magyarones" (1.289 contra
974), lesionando un derecho esencial del Sabor croata al proclamar en la
asamblea de Župania las decisiones del parlamento de Požun, primero en latín y
luego, en húngaro. Pero no fue ésta la primera victoria de los magyarones. Por
desgracia, por malentendido o intencionalmente, esta victoria se convirtió el
29 de julio de 1845 en una matanza, cuando el batallón 13 del regimiento
Wimpfen, compuesto casi exclusivamente por soldados italianos al comando del
teniente coronel Sartori, abrió fuego contra los "ilirios" y un grupo
de ciudadanos comunes, resultando 13 muertos y numerosos heridos. "Estas
víctimas se clavaron profundamente en el alma de los croatas, porque éste era
el primer encuentro con los húngaros"[177].
En el Sabor de Zagreb, reunido el 23 de septiembre de 1845 sin los nobles de
Turopolje, es decir, sin los magyarones, se decidió solicitar al rey la restauración
del gobierno independiente de Croacia, tal como era en los tiempos de María
Teresa, y la elevación de la diócesis de Zagreb a la dignidad del arzobispado
independiente de Hungría.
En ese momento
encabezaba la vida política en Hungría Lajos Kossuth, un político radical de
convicciones democráticas, que abogaba por la independencia de un país
popular-democrático y no de los estamentos de la nobleza. Pedía también un
gobierno responsable ante el parlamento de los diputados nacionales.
Reorganizada de este modo debería man-tener con Austria unión personal. Según
sus ideas políticas, Hungría le parecía un Estado unitario desde los Cárpatos
hasta el Mar Adriático con un solo pueblo político, el pueblo húngaro. A causa
de ese estado en Hungría y Croacia, en el mes de octubre de 1847 fueron tomadas
las decisiones en el Sabor, que tuvo que elegir a los diputados para el
parlamento en Požun, en el sentido de la completa liberación de Croacia del
dominio húngaro, pero sin suprimir las relaciones con la corona. A pro-puesta
de un comité del Sabor, el croata fue elevado a la categoría de idioma oficial,
suprimiéndose el uso del latín. En la misma oportunidad se decidió, confirmando
la integridad de las tierras y la exigencia del gobierno independiente, aceptar
uso del idioma húngaro en el parlamento común como signo de la amistad con
húngaros. Este Sabor, por su composición, fue el último de los estamentos de la
nobleza de Croacia, que era un Estado nobiliario-feudal como la misma Hungría.
El hecho de que
el rey Fernando V inaugurara el parlamento de Požun en el idioma húngaro, hecho
que no había sucedido durante siglos, fortaleció las esperanzas y los deseos de
los húngaros bajo la conducción de Kossuth. A pesar de las protestas croatas,
este parlamento votó varios proyectos de leyes en favor del unitarismo húngaro,
es decir "del idioma y la nacionalidad húngara". De acuerdo a estos
proyectos legales, todas las oficinas públicas y los empleados del
"litoral húngaro" debían usar la lengua húngara con las autoridades
húngaras, mientras en los asuntos locales podían usar, además, el italiano; las
Županias de Eslavonia podían emplear el latín solamente durante seis años,
vencido este lapso, hablarían solamente el húngaro. Todas las monedas húngaras
deberían llevar la inscripción húngara con el emblema húngaro. En todos los
edificios públicos y los buques debería izarse el pabellón húngaro; las
autoridades croatas en su comunicación con las húngaras, usarían solamente el
húngaro, y en los asuntos locales el latín; en todas las escuelas croatas,
incluso en las primarias, el estudio del húngaro sería materia obligatoria. En
una discusión sobre derecho de ciudadanía, declaró Kossuth "que no existía
el nombre ni el pueblo croata"[178].
De este modo y ante la buena voluntad de los croatas de hablar el húngaro en el
parlamento común, los húngaros contestaron con el intento de la negación total
de la nacionalidad croata. Por eso no les quedó otra salida que la de pedir al
rey la denegación de la sanción de dichos proyectos de ley.
Durante las
sesiones de este parlamento estalló en París la revolución de febrero,
extendiéndose casi a Europa entera, sintiéndose especialmente su gravedad en
Austria. Los húngaros pidieron el 3 de marzo de 1848, bajo la jefatura de
Kossuth, un gobierno responsable, un ejército nacional y la extensión del
derecho de representación también a los estamentos populares. Cuando el día 13
de marzo del mismo año estalló la revolución en Viena, el rey prometió a los
pueblos austríacos restituir la Constitución y destituyó a Metternich. A la
delegación húngara le prometió el 16 de marzo de 1848 un gobierno responsable
que fue formado el 7 de abril de 1848, y como primer ministro fue nombrado
Ludovico Batthyany, Kossuth, ministro de finanzas, y Francisco Deak ministro de
justicia. El 11 de abril 1848, al clausurar las sesiones, sancionó el rey todas
las leyes allí votadas menos el proyecto de ley "sobre el idioma y la
nacionalidad húngaros". Por la Ley V fue establecido que Croacia no
enviase en adelante a sus dos delegados al parlamento común, sino a 18
diputados electos, mientras Rijeka y Eslavonia enviarían sus representantes
directamente al parlamento húngaro. En virtud de la nueva organización del
gobierno húngaro, según el cual el rey no podría ya denegar la sanción a las
leyes votadas en el parlamento húngaro, los croatas quedaron librados al
arbitrio de aquel parlamento[179].
Las 31 leyes,
votadas en este período de sesiones, último de carácter nobilitario-feudal
elaboradas según el modelo belga, integran la Constitución húngara del 11 de
abril de 1848. De esa manera fue legalizada la
revolución húngara, y el imperio de los Habsburgo dividido en dos partes.
Hungría, hasta entonces una provincia de los Habsburgo —si bien privilegiada—,
se convirtió en un Estado sui generis[180].
Para defender esta Constitución, los húngaros se lanzarán a la revolución. Ella
(la Constitución) constituiría más tarde el fundamento del Compromiso
austro-húngaro de 1867, junto con la Sanción Pragmática de 1722/23.
Al mismo tiempo,
el movimiento revolucionario se propagó también a Croacia si bien con una
diferencia visible, puesto que los croatas, aparte de las reformas acordes con
el espíritu de la época, exigían también la liberación completa del dominio
húngaro. Croacia, en aquel momento, no tenia su ban, y el lugarteniente del
ban, el obispo de Zagreb, Haulik, no se encontraba en Zagreb. Las leyes votadas
en el parlamento de Požun no tenían vigor en Croacia, porque no fueron
confirmados por el Sabor, que a su vez no pudo reunirse por falta de autoridad
para convocarlo. Los magyarones emigraron a Hungría. Ignorando que el rey ya
había nombrado el 23 de marzo de 1848 a José Jelačić, coronel-barón,
como ban de Croacia, éste fue elegido por la gran asamblea popular el 25 de
marzo, que envió a una delegación especial al rey en Viena pidiendo el
nombramiento de Jelačić, la reunificación de todas las tierras
croatas, un gobierno responsable e independiente de Hungría, el permanente
Sabor croata como su parlamento representativo y la liquidación de los últimos
restos de la servidumbre. A pesar de que el rey satisfizo los deseos húngaros
en consonancia con sus promesas del 15 de marzo de 1848, no aceptó las
peticiones croatas, porque la exigencia de separación de Hungría era contraria
a las leyes fundamentales de la comunidad, juradas por el emperador. Una de
éstas se refiere a "la comunidad perenne de las tierras de la corona de
San Esteban" [181].
El ban
Jelačić, nombrado vicemariscal y el comandante en jefe en Croacia y
en la Marca Militar, impartió el 19 de abril de 1848 una orden dirigida a todas
las autoridades croatas, según la cual no debían acatar órdenes de nadie hasta
la convocatoria del Sabor, debiendo obedecerle solamente a él. Ante esta
declaración, Croacia rompió sus relaciones seculares con Hungría[182].
El 5 de junio fue convocado el Sabor que invistió solemnemente al ban
Jelačić, pero rehusó promulgar las leyes del parlamento de Požun,
abolió, motu propio, los restos de la servidumbre e introdujo la obligación
general de pago de los impuestos. En cuanto a las relaciones con Austria y
Hungría, el Sabor se pronunció por una organización federalista con los
gobiernos nacionales independientes y con el parla-mento y el gobierno
centrales de Viena. Luego, repitió la petición de la restauración de las
facultades de ban y de su jurisdicción desde el río Drava hasta el mar
Adriático y la unificación de todas las tierras croatas.
Estas peticiones
fueron presentadas al rey por la delegación croata en la ciudad de Innsbruck,
donde se había refugiado la Corte debido a la revolución en Viena. Pero el
monarca no aceptó las decisiones del Sabor, que no pudo reunirse sin la orden
real, y especialmente no aceptó la sepa-ración de Hungría. En cambio, la Corte
trató de solucionar el conflicto húngaro-croata. Al regresar de Innsbruck, se
enteraron la delegación y el ban de que, mediante un Manifiesto imperial del 10
de junio de 1848, es decir, dos días antes de la audiencia con el rey, quedaba
destituido Jelačić en su calidad de ban. Pero, el Sabor ignoró este
Manifesto y el día 29 de junio de 1848 otorgó al ban un poder ilimitado para la
defensa de la Patria. Los húngaros intentaron provocar la rebelión en
Eslavonia, pero el ban, al pasar allí con el ejército, fue recibido con
entusiasmo delirante por el pueblo.
De acuerdo a la
situación, la política de la Corte se inclinaba ora ha-cia los croatas ora
hacia los húngaros, deseando invalidarles la Constitución del 11 de abril de
1848. Con la victoria del ejército imperial en Vicenza y Custozza, la Corte
recobró un poder de manos más libres en cuan-to a las revolucionarias ciudades
de Viena y de Budapest. Y así fue madurándose la idea de la contrarevolución en
la que se liquidarían individualmente los focos rebeldes. El duque
Windischgratz disolvió por la fuerza el Congreso Eslavo en Praga[183];
la Corte evitó conflicto abierto con los húngaros; los croatas vivieron
temorosos de que la Corte pudiera concertar un compromiso con los húngaros,
mientras buscaba la conciliación húngaro-croata. Por otro lado, ambas partes
captaron las sugerencias de la Corte en el sentido de mantenerse
intransigentes. Así, por ejemplo, las tratativas en Viena entre
Jelačić y el presidente húngaro Batthyany terminaron con las palabras
dramáticas del último: "¡Adiós, barón! ¡Nos encontraremos otra vez en el
río Drava !" Con la contestación del primero:
"¡Le voy a buscar antes en las orillas del río Danubio !"[184].
Cuando la mobilización del ejército croata estaba en curso durante el mes de
agosto, Batthyany y Deak ofrecieron todas las concesiones, a condición de que
el ban, en adelante, aceptara solamente las órdenes del gobierno húngaro. Si
eso no fuera posible, estarían dispuestos aceptar la separación de Croacia y
Eslavonia, deseando tratar el problema servio (Voivodina servia desde el 19 de mayo
de 1848 - 19 de noviembre de 1849) separadamente del croata. Debido a las
libertades servias, fracasaron estas tratativas[185].
La doble cara de
la política de la Corte se manifestó especialmente cuando el ban
Jelačić obtuvo armas y dinero desde Italia por conducto del mariscal
Radetzky. El 19 de setiembre de 1848 el ban ocupó a Rijeka militarmente y la
incorporó a Croacia y el 7 del mismo mes declaró la guerra al gobierno húngaro,
después de la revocación formal del 10 de junio, relativa la anulación del nombramiento
de Jelačić como ban croata. Enarbolando la bandera croata el día 7 de
septiembre de 1848 se dirigió el ejército croata hacia el río Drava, cruzándolo
el día 10 de ese mismo mes, liberó a Medjumurje avanzando desde allí con la
bandera imperial[186].
Durante una comunidad estatal de más de siete siglos con los húngaros, los
croatas intentaron por tercera vez, después de 1527 y 1712, conseguir la ayuda
de Viena contra aquéllos, para que Viena defraudase otra vez.
c) La ruptura de
las relaciones con Hungria en 1848 y el Compromiso húngaro-croata de 1868.
A causa de la
invasión militar de Hungría por parte del ban Jelačić, el gabinete de
Batthyany dimitió, confiando el parlamento húngaro la conducción de los asuntos
estatales a Lajoš Kossuth. Así empezó la revolución húngara de 1848-1849,
conducida por Kossuth con el ejército nacional que estaba organizado desde el
mes de julio de 1848. Contra lo que era el objetivo de Kossuth —separar Hungría
de Austria y organizar a un gran imperio húngaro— se defendían otras
nacionalidades, en primer término los croatas, quienes en el mes de setiembre
de 1848 recurrieron a la autodefensa[187].
Después de la
liberación de la Viena revolucionaria, en cuya ayuda acudieron los húngaros,
vencidos en Schechat el día 30 de octubre por Jelačić, se preparaban
Jelačić y Windischgratz contra Hungría para someterla completamente.
En ese momento se operó el cambio en el trono imperial. A Fernando V,
incapacitado para gobernar, le sucedió Francisco José I (1848-1916) de acuerdo
a la ley de sucesión, y después de haber renunciado su padre, el hermano de
Fernando, Francisco Carlos. El mismo día, 2 de diciembre de 1848, Francisco
José I declaró que deseaba gobernar "sobre la base de una igualdad para
todas las nacionalidades de la Monarquía y para todos los ciudadanos, ante la
ley, y una participación de los diputados nacionales en la legislación".
Al mismo tiempo, nombró al ban Jelačić gobernador de Rijeka y de
Dalmacia, y al duque Francisco Kulmer ministro en el gabinete del conde
Schwarzenberg como mediador entre Ia Corte y el gobierno croata. Al declarar el
parlamento húngaro el 9 de diciembre de 1848 que deliberaba en Budapest desde 5
de julio, que no reconocía el cambio en el trono, entraron Jelaèié y
Windischgratz el 5 de enero de 1849 en Budapest, y ello obligó al parlamento
húngaro y a Kossuth a trasladarse a la ciudad de Debreszen. Después de las
victorias del ejérito imperial y pese a la ayuda polaca bajo los generales
Dembinski y Bem, Viena creyó quebrantada la rebelión húngara, por lo que el rey
otorgó el 4 de marzo de 1849 una Constitución al imperio austríaco. Esta
Constitución era en realidad, y en sus rasgos esenciales, la "Constitución
de Kremsier" (llamada así por la localidad de Kremsier, Kromeris, en
Moravia, donde se había refugiado el parlamento de Viena el 22 de octubre de
1848 a raíz de la revolución en Viena) prevista sola-mente para los territorios
austríacos sin Dalmacia y que ahora se extendía a Hungría y Croacia. En esta
Carta Magna se trató de hallar la soIución a la cuestión de las nacionalidades
dentro de la Monarquía partiendo de que ésta estaba compuesta de las tierras de
la corona (Kronlaender), independientes entre sí. Viena debía ser la sede del
gobierno central; el poder legislativo lo ejercería el emperador con el
parlamento central (Reichsrat) en los asuntos de Estado, y en los locales, el
emperador con los parlamentos locales (Landtag). Así fue derrogada la
Constitución húngara del 11 de abril de 1848. En cuanto a Croacia y Eslavonia
la nueva Constitución decía: "En los reinos de Croacia y Eslavonia, con el
Moral correspondiente y la ciudad de Rijeka y su distrito, quedarán en vigor
sus organizaciones especiales con la completa independencia de Hungría. Los
diputados de Dalmacia discutirán con el Sabor de Croacia y EsIavonia, mediante
el poder administrativo de Estado, las condiciones de la reunión de Dalmacia
con el reino de Croacia y Eslavonia, y luego pre-sentará el resultado al
emperador para su sanción"[188].
Mientras tanto en
Croacia, esperando la aprobación de sus decisiones del mes de junio de 1848, el
Sabor se negó a proclamar la nueva Constitución, no obstante las
recomendaciones del ban Jelačić, por la razón de que aquélla había
sido formulada sin su participación. Esto constituía una lesión a su poder
político y a la autoridad tan antigua, del ban en su calidad de prorex,
derechos por los cuales los croatas sostenían una lucha secular.
La nueva
Constitución exarcerbó aún más a los húngaros a tal punto que el 15 de abril de
1849 su parlamento proclamó la destitución de la familia de los Habsburgo del
trono húngaro, y eligió al mismo tiempo a Kossuth como presidente-gobernador de
Hungría. De esa manera la revolución húngara entró en su segunda fase política
y militar, cuando tras grandes éxitos y la reconquista de Budapest, fue
definitivamente aplastada con la ayuda del ejército del zar ruso Nicolás I,
quien había ofrecido su ayuda ante el temor de que se propagase la revolución
al territorio de Polonia. Con la rendición del ejército húngaro en Vilagos el
13 de agosto de 1849 terminó la revolución húngara.
Ahogada ésta, el
consejo croata del ban proclamó la Constitución otorgada de 4 de marzo de 1849
como ley fundamental, y el 13 de diciembre de 1849 proclamó Medjimurje
"provisoriamente unido a Croacia hasta que se decidiese al respecto
mediante la legislación del Estado". El 7 de abril de 1849, el emperador
Francisco José I sancionó las decisiones del Sabor croata del mes de junio de
1848, con la modificación necesaria de acuerdo con la nueva Constitución de
1849. Hungría fue gobernada hasta 31 de diciembre de 1851 por la administración
militar.
Posiblemente
aquella Constitución habría podido poner orden en un imperio como éste,
plurinacional, de no haber sido derogada antes de su entrada en vigor por la
"Patente de San Silvestre" del 31 de diciembre de 1851[189].
Con esta "Patente" se introdujo el tercer absolutismo en los últimos
cien años —denominado el "absolutismo de Bach"— por el ministro
honónimo del interior[190].
Desde 1854 se impuso el alemán como idioma oficial en todo el imperio, incluso
en Croacia, mientras la vida política estaba casi paralizada. La única ventaja
de este absolutismo, para Croacia, fue su permanente liberación de la soberanía
húngara en la administración, la justicia y la educación pública, así como, en
cierto aspecto, en el eclesiástico, puesto que el obispado de Zagreb fue
elevado en 1852 a la dignidad de arzobispado.
Las dificultades
financieras y los fracasos exteriores, especialmente la pérdida de Lombardía
después de las derrotas de Magento y Solferino, confirmada con la paz con
Napoleón III el 11 de julio de 1859 en Vila-franca, causaron la caída del
absolutismo y obligaron a Francisco José I a dar un giro paulatino hacia la
vida constitucional. El 15 de julio de 1859 dirigió una proclama a los pueblos
de la Monarquía, prometiendo "la mayoría correspondiente en la legislación
y la administración" sin usar la palabra "Constitución". De
todas las instituciones constitucionales, no suprimidas por la Patente de San
Silvestre, solamente permaneció el "Reichsrat" —un cuerpo de
consejeros nombrados por el emperador—que fue integrado el 5 de marzo de 1860,
y demás por 38 destacadas personalidades de todas Ias tierras de Imperio. A
este consejo de Estado reforzado (verstarkter Reichsrat) fueron llamados
también los representantes de Croacia, Eslavonia y Dalmacia, uno por cada una,
y dentro de su seno se aprobó una organización federalista del Imperio con el
parlamento central[191].
Durante la pugna
entre la concepción centralista y la federalista dentro de mencionado Consejo
de Estado, el representante de Eslavonia, obispo José Jorge Strossmayer, exigió
la reimplantación inmediata del uso del idioma croata en todas las escuelas y
oficinas públicas, expresando a la vez su esperanza en la próxima unificación
de Dalmacia con Croacia. A este pedido se opuso el representante de Dalmacia,
conde Borelli, porque, a su parecer, todavía no había llegado el momento
propicio. El discurso de Strossmayer, pronunciado en esa oportunidad, se
considera la base del partido nacional en Dalmacia, mientras eI de Borelli se
tiene por la base del "autonomismo", partido proitaliano que Viena
utilizará como recurso para impedir la reunificación de Dalmacia con Croacia.
El ban barón José Sokčević que sucedió el 20 de mayo de 1859 a
Jelačié al morir éste, introdujo, con autorización del imperador, el
idioma croata en todas Ias oficinas públicas, expulsando de Croacia a todos los
extranjeros llegados durante el absolutismo.
Respondiendo a
Ias decisiones del Consejo Reforzado de Viena, el emperador dió un Manifiesto
el 20 de octubre de 1861, conocido como "ET Diploma de Octubre" en el
que, subrayando la indisolubilidad de las partes del imperio devolvía la
Constitución a Hungría y Croacia, prometiéndosela también a las demás tierras
(Laender).
Este documento
distingue claramente entre los asuntos comunes de todas las partes del imperio
y los asuntos correspondientes a los parlamentos locales. Pide por escrito al
ban Šokčević que le presente una propuesta sobre la composición del
Sabor croata y el modo como deben arreglarse las relaciones húngaro-croatas.
Con un acto similar restaura la cancillería húngara en la Corte. El ban
šokčević convocó el 26 de de noviembre 1860 una reunión de los
politicos más destacados de Croacia, para solicitar del rey la fundación de la
Cancillería croata en la Corte real y la reunificación de todos los territorios
croatas. El emperador con-testó el 5 de diciembre 1860 aprobando la
introducción del croata como idioma oficial, la fundación de un dicasterio provisional
croata en la Corte (dicasterio: una especie de tribunal) y en cuanto a Dalmacia
aprobó la invitación de sus diputados a la conferencia de ban, es decir, al
cuerpo central de Croacia. No obstante, las intrigas de los empleados
austríacos impidieron el envio de aquéllos.
Aun cuando no
llegaron a cumplirse todas las perspectivas, el Diploma de Octubre despertó
grandes esperanzas. Pero las tendencias federalistas de la nueva Constitución
no gustaron a los círculos alemanes centralistas y nacionalistas, que vieron en
ellas el retorno al dualismo que empezó a manifestarse ya en 1848. Los húngaros
por su parte, no aceptaron ese Diploma porque les parecía clara la tendencia
federalista-centralista, y trataron de restaurar el status anterior al 1848. Consiguieron
reincorporar a Medjimurje croata y Rijeka; empezaron a ayudar a los
"autonomistas" abriendo nuevamente la brecha entre Croacia y Hungría,
brecha allanada y casi olvidada por los comunes sufrimientos durante el
absolutismo.
El desarrollo de
estas relaciones corre paralelo con la solución del problema alemán dentro de
la Liga Alemana (Deutscher Bund) con Austria al frente, disputándole Prusia la
prioridad. En la Asamblea Nacional, reunida en Frankfort en 1848 fue hallada la
solución de este problema en virtud de la cual el Imperio austríaco debería
ceder sus tierras a la Liga de los Estados alemanes autoliquidándose a favor de
un Estado nacional o renunciar a integrar la comunidad con los demás Estados
alemanes. La cuestión tan sólo se resolvió después de la guerra austro-prusiana
de 1866. Austria fue excluida de la Liga alemana, que se disolvió y reconoció
la jefatura de Prusia. Todo eso tuvo decisivo efecto en el desarrollo de la
vida constitucional del Imperio austríaco, cuya posición de gran potencia
dependería de la relación austro-húngara.
El paso ulterior
de este desarrollo lo constituye la Patente de Febrero de 1861 que reglamentaba
y aplicaba las disposiciones del Diploma de Octubre. Este documento preveía un gobierno
y parlamento centrales en Viena. El parlamento central sería compuesto por
cámara alta y baja, y contaría con un determinado número de delegados enviados
por los parlamentos locales. Para que esta constitución liberal se conviertiese
en Ley, era necesaria su aprobación por las dos cámaras y su sanción por el
emperador. Para elegir a sus respectivos delegados para el parlamento central,
fueron convocados los parlamentos locales de Hungría, Croacia y Dalmacia. Pero
el parlamento húngaro y el Sabor croata muy pronto fueron disueltos por el
emperador por haberse negado enviar a sus delegados al parlamento central de
Viena. El Sabor croata fue disuelto el 8 de noviembre 1861, el mismo día se
sancionó la Ley XVII/1861, relativa a las relacioneš húngaro-croatas, propuesta
por el "partido nacional" del obispo Strossmayer. Esta ley en los
decenios subsiguientes será en el fundamento de la política croata. En cuanto a
las relaciones con Hungría dicha ley establece lo que constituye jurisdicción
real y virtual de los reinos de Dalmacia, Croacia y Eslavonia, declarando luego
que, a causa de Ios acontecimientos de 1848, la relación entre Croacia y
Hungría cesó de jure, y sólo lá persona del rey común las unía, debiendo ser
coronado con la misma corona y en el mismo acto como rey de Croacia (Art. 1).
En el artículo 2 se dice que Croacia puede establecer con Hungría una
"unión más estrecha", si ésta le reconoce la independencia nacional y
la jurisdicción real y virtual de su territorio; las relaciones jurídico-estatales
serán nuevamente determinadas por un acuerdo sobre la comunidad (art. 3); la
legislación en los asuntos de la administración política, la instrucción
pública, el culto y la justicia no incumben a esa comunidad "más
estrecha", siendo de competencia exclusiva del gobierno croata (art. 4);
tan pronto los húngaros acepten esos principios se reunirán las delegaciones,
iguales en su número, para articular un convenio sobre la unión (art. 5) con la
obligación de comunicar su decisión al parlamento húngaro (art. 6). Esta
propuesta del "partido nacional" fue aprobada también por los
"magyarones" (unionistas) pero sin ninguna condición previa para la
parte húngara.
Mientras se
dilucidaba el dilema nacional de si deberían optar por Viena o por Budapest, se
formaron dos nuevos partidos políticos: el "Independiente", de
orientación austrófila, que esperaba conseguir con ayuda de Viena más
facilmente la unión de Dalmacia con Croacia, y el "Partido de
Derecho", del Dr. Antonio Starčevic que postulaba la integridad y la totalidad
de los territorios croatas con la independencia que habría que alcanzar en las
tratativas con el emperador, admitiendo sólo ciertos asuntos comunes[192].
En la sesión del
Sabor croata aparecen por primera vez los servios como factor político, porque,
por exigencia de aquél, se llevaron también a cabo elecciones en la Marca
Militar y en Srijem (Sirmium) poblados en parte por los servios durante las
irrupciones turcas, especialmente en 1690 y 1737 [193].
Estos servios inmigrados se convertirán desde entonces en el instrumento
político de Austria en Dalmacia, y de Hungría en Croacia para obstaculizar la
lucha croata por la reintegración de las provincias croatas y por su
independencia.
El Sabor de
Dalmacia, elegido de acuerdo a la Ley de 16 de febrero de 1861, estaba
compuesto por 43 diputados, de los cuales 31 eran proitalianos, 12 croatas y
servios[194].
Este Sabor frustró el envío de los diputados a Zagreb y, contrariamente, envió
sus 5 delegados al parlamento central de Viena (Reichsrat).
En el período de
1861-1866 Bismarck, primer ministro de Prusia, brindó su ayuda a los húngaros
para debilitar la posición de Austria. Por eso Viena trató aislar a los
húngaros y atraer a los croatas al Reichs rat. El exponente de esta política
del partido independiente fue Juan Mažuranić, el primer canciller croata
después de haberse constituido el 14 de marzo 1861 el primer gobierno croata
local bajo la denominación de Consejo Lugarteniente Real con la presidencia de
ban y de haberse convertido el 20 de noviembre 1861 el dicasterio croata en la
Cancillería ante la Corte. Al organizar la "Mesa de los Ocho"
—supremo tribunal en Croacia— el 30 de junio 1862, quedaron rotas las últimas
relaciones con Hungría. El objetivo de esta política austrófila del partido
independiente era hallar un compromiso con Austria antes que con Hungría. Para
esta política tenían más valor las realidades positivas que las teorias
jurídico-políticas y constitucionales de los demás partidos croatas[195].
A pesar de la ayuda de Viena, las elecciones del 17 de julio 1865 para el Sabor
dieron la mayoría a la coalición del partido nacional y de los unionistas, que
se oponía al compromiso eventul con Austria, temiendo que Croacia se hundiera
en el mar germánico y se convirtiese en el satélite de la política alemana. La
derrota de la política centralista del ministro Schmerling, creador de la
"Patente de Febrero", no sólo en las elecciones de Croacia sino
también en Hungría y Bohemia, obligó al emperador Francisco José a revocar la
Patente de Febrero con un Manifiesto del 20 de setiembre 1865, por el que
suspendía la actividad del Consejo Imperial (Reichsrat) con una declaración
adicional en la que expresaba que había decidido "marchar por el sendero
del compromiso con los re-presentantes legales de las tierras orientales del
imperio", es decir, con Hungría y Croacia[196].
El Sabor croata,
reunido el 12 de noviembre 1865 para tomar posición con respecto a los asuntos
comunes de la Monarquía y enviar a los diputados para la coronación en el
parlamento húngaro, fue unánime en cuanto a la totalidad de las tierras
croatas, pero dividido en cuanto a las relaciones con Hungría y Austria. Ante
nota de la mayoría de Sabor, esta vez formada por los partidos nacional e
independiente contra los "unionistas" y el Partido de Derecho, que
pedía que el Sabor resolviese los asuntos conjuntos con Austria en concordancia
con el reino de Hungría, pero en pie de total igualdad, el emperador contestó
con un Rescripto el 27 de febrero 1866 al Sabor diciéndole que eligiese su
diputación regnicolar que discutiría con la delegación idéntica húRgara las
relaciones recíprocas húngaro-croatas y los asuntos de toda la Monarquía. Hasta
dar por terminado este asunto, no se puede ni pensar en la unión de Dalmacia
con Croacia. Estas dos diputaciones regnicolares, cada una compuesta de 12
diputados, se reunieron en Budapest el 16 de abril 1866 sin el reconocimiento
previo de la integridad y la totalidad de los territorios croatas por parte del
parlamento húngaro, de acuerdo a la Ley XVII/1861 del Sabor croata. El 14 de
junio 1866 abandonaron las delegaciones la reunión sin conseguir su objetivo,
debido a que los húngaros determinaron imponer condiciones inaceptables para
los croatas: la relación entre Hungría y Croacia no fue en 1848 rota de jure
sino sólo de facto; las tratativas húngaro-croatas no se relacionan con los
asuntos comunes de la Monarquía sino sólo con los asuntos comunes con Hungría. que reconoce la autonomía completa croata únicamente en la
administración, la justicia, el culto y la instrucción pública, y que al
territorio croata no pertenecen Rijeka ni Medjimurje. Los húngaros tenían
sobradas razones para ser intransigentes porque el tiempo trabajaba en su
favor. Ya el 17 de junio de 1866 el emperador declaraba la guerra a Prusia, que
terminó en Sadova el 3 de julio del mismo año, a pesar de las victorias
parciales de Custozza en Italia y de la batalla naval, cerca de Vis, en el
Adriático del 20 de junio 1866[197].
Con la paz de Praga del 23 de agosto 1866 con Prusia, y de Viena el 3 de
octubre 1866 con Italia, Austria fue excluida de la Liga Alemana y de Italia.
Asi al mismo tiempo fue resuelta la cuesión alemana.
El pueblo
húngaro, encabezado por Francisco Deak, jefe del partido liberal, encontró
prácticamente la solución de sus relaciones con Austria en condiciones
propicias, tomando en consideración la situación austríaca entre Custozza y
Sedova (Königgratz). Apenas llegó el telegrama anunciando la victoria de
Custozza, fue disuelto el parlamento húngaro que aún día antes había presentado
su propuesta de compromiso. Las condiciones que después de aquella victoria
parecían el desideratum húngaro, se convirtieron después de Königgratz en una
concesión a Viena. El nuevo ministro de relaciones exteriores, Friedrich Beust,
propiciaba el dualismo, mientras el centralismo federal fue sostenido por el
primer ministro Richard Belcredi, proponiendo que la Monarquía unitaria debería
componerse de cinco Estados: Bohemia (Bohemia, Moravia y Eslesia), Polonia
(Galicia y Bukovina); Croacia y Hungría con Transilvania. El emperador optó por
el dualismo, nombrando a Beust primer ministro el 7 de febrero de 1867 con el
encargo de preparar el Compromiso con Hungría.
Durante las
tratativas secretas del emperador con Deak después de Kiiniggratz, fueron
convocados el mismo día 19 de noviembre de 1866 el Sabor croata y el parlamento
húngaro. Conociendo el plan de Belcredi relativo a la organización de la
Monarquía, decidió el Sabor croata abandonar la idea de la unión con Hungría
aceptando la del compromiso con Austria. Mientras tanto, Belcredi tuvo que
renunciar. Beust firmó el Compromiso austro-húngaro, que en realidad significó
el compromiso de la corona con Hungría, poniendo a las tierras austríacas y a
Croacia ante los hechos consumados. Este compromiso obligaba a dichas tierras,
pero no a Croacia, por lo cual no se hizo mención de ésta en el Compromiso,
salvo en términos generales: "Hungría y los reinos hermanados". De
acuerdo a este Compromiso del 14 de noviembre de 1868 la Monarquía de los
Habsburgo, denominada Austro-Hungría, fue una unión real de dos Estados, que
tenían en común: 1) el gobierno conjunto; 2) el ejército y la marina; 3) las
relaciones exteriores, y 4) los gastos para estos asuntos. Las delegaciones de
60 miembros de cada parte se reunían" cada año una vez en Viena y otra en
Budapest, ejerciendo el poder legislativo en los asuntos comunes[198].
En cuanto al territorio, Austria retuvo a Dalmacia, mientras a Hungría le cedió
Transilvania, Croacia, debiendo las partes interesadas negociar sus acuerdos
con Hungría[199].
Alcanzado el
Compromiso austro-húngaro, el emperador invitó al Sabor croata para que enviase
a sus delegados al acto de la coronación. El Sabor le contestó que no podia
hacerlo, puesto que las relaciones entre Croacia y Hungría no estaban
arregladas[200].
Por ello el 25 de mayo de 1867 el Sabor fue disuelto por el emperador y la
coronación del 8 de junio de 1867 se efectuó sin la participación de los
croatas. El 12 de junio 1867 el parlamento húngaro promulgó el Compromiso
austro-húngaro con la ley fundamental del Estado, sancionada el 18 de julio
1867 por el rey como la Ley Nro. XII11867.
Debido a este
desfavorable vuelco de los acontecimientos el ban Sokčević renunció y
el barón Levin Rauch fue nombrado el lugarteniente de la dignidad de ban con el
encargo de negociar el Compromiso húngaro-croata de acuerdo a los principios de
la diputación regnicolar de 1868. En base al nuevo sistema electoral, los
unionistas obtuvieron la mayoría, abandonando su actitud de oposición el 8 de
enero de 1868. El día 30 de mismo mes el Sabor eligió la delegación regnicola
compuesta de 12 miembros, todos unionistas, que junto con una similar
delegación húngara preparó y elaboró el texto del Compromiso húngaro-croata. En
cuanto a Rijeka, las delegaciones no pudieron encontrar una solución aceptable
para ambaš par-tes, dejándose la constancia del hecho en el Art. 66. Pero,
mientras la delegación húngara aceptó la propuesta del Compromiso por mayoría
de votos —tres de sus delegados votaron en contra-, proponiendo la
independencia financiera para Croacia de acuerdo a la propuesta de Deak, y que
el rey designaría al ban a propuesta del Sabor croata y no a propuesta y con
refrendación del primer ministro húngaro.
Así y todo esto
el Sabor aceptó este Compromiso el día 26 de septiembre de 1868, sin discusión
digna de mención, y con mayoría de votos, enviándolo el 24 de septiembre de
1868 al rey para su sanción y solicitándole al mismo tiempo la adjudicación de
Rijeka a Croacia por ser parte integrante suya en consonancia con su derecho
incontestable. El rey firmó inmediatamente el texto de este Compromiso. El 28
de agosto 1868 el parlamento húngaro aceptó también el Compromiso unánimamente,
agregrando al Art. 66, referente al territorio de Croacia, que Rijeka, con el
puerto y distrito, pertenecía directamente a Hungría debiendo ser incorporada
inmediatamente. Antes de aprobar el texto húngaro del Compromiso y con
intención de armonizar ambos textos, el rey publicó un Rescripto el 8 de
noviembre 1868 por el que invitaba a los dos parlamentos a reconocer que
"la ciudad de Rijeka constituía un cuerpo separado perteneciente a la
corona húngara". El texto húngaro del Compromiso fue cambiado en tal
sentido por la Cancillería de la Corte, y hubo que rehacerlo, mientras que
sobre el texto croata, ya sancionado, se pegó un pedazo de papel con el nuevo
contenido. El 17 de noviembre de 1868 el Sabor croata considero el Rescripto
del rey y aceptó el nuevo texto, que se convirtió en otra fuente de discordias
y disputas en las relaciones húngaro croatas hasta 1918.
El mismo día -17
de noviembre 1868— el monarca dio su real aprobación al original húngaro del
Compromiso húngaro-croata, convertiéndose de esta manera en la ley fundamental
de los reinos de Hungría, Croacia, Eslavonia y Dalmacia; para Croacia, como la
ley I/1868 y para Hungría, como ley XXX/1868 [201].
El contenido de
este Compromiso constituiría el tema de la segunda parte de nuestra exposición.
II
EL CONTENIDO DEL
COMPROMISO CROATA-HÚNGARO DE 1868
El Compromiso
húngaro-croata de 1868, como el austro-húngaro de 1867, se divide en dos partes : la política y la económica. Salta a la vista en
ambos casos una gran desproporción a favor de la parte política.
En ésta figuran,
en primer término, aquellas disposiciones que regulan la posición jurídica
estatal de Croacia dentro de la totalidad de la Monarquía, o, mejor dicho, las
que fijan la participación de Croacia en los asuntos comunes de Austria y de
Hungría, y después, las disposiciones que determinan la posición
jurídico-estatal de Croacia con Hungría. Abarca también las disposiciones
relativas a la autonomía croata.
a) La
participación de Croacia en los asuntos comunes de Austria y Hungría
En el Art. 4 del
Compromiso, Croacia reconoce la Ley N° XII de 1867 del parlamento húngaro, por
la que se fijan los asuntos comunes entre los reinos de la corona de San
Esteban y los demás territorios de Su Majestad, así como aquellose que, aún sin
ser comunes, deberán ser tratados de común acuerdo y en forma prevista. Este
reconocimiento retroactivo del Compromiso austro-húngaro lo acepta Croacia
"con Ia específica condición de que, en el futuro, las leyes similares y
compromisos de importancia fundamental sólo podrán votarse si se les concede
una participación legal a los reinos de Dalmacia, Croacia y Eslavonia" [202].
Insistiendo en sus derechos constitucionales y en vista de la convalidación
posterior del Compromiso austro-húngaro que hace efectiva su influencia sobre
la vida de Croacia, exige el Art. 4 del Compromiso que la ya mencionada ley
fundamental, o sea la Ley Nro. XII de 1867, así como Ias complementarias y
posteriores "deben ser a la brevedad enviadas al Sabor (parlamento) de los
reinos de Dalmacia, Croacia y Eslovenia en su original croata para ser
publicados y promulgados". De esta disposición se deduce lógicamente, que
el Sabor croata nunca autorizó al parlamento húngaro, o a algún otro, para que
representase a Croacia en los asuntos internacionales sin la participación de
sus diputados. En la misma disposición quedó recalcado que sólo las leyes
votadas por el Sabor croata tienen vigencia en Croacia.
Por no existir un
parlamento central de la Monarquía que respondiese a las disposiciones del
Compromiso austro-húngaro, y habiéndose estipulado que el poder legislativo en
los asuntos comunes lo ejercerán las "delegaciones" o las
"diputaciones", numéricamente iguales y elegidas —60 delegados— por
el Reichsrat austríaco y el parlamento común húngaro-croata, los Art. 40, 41 y
42 tratan sobre la participación de los de-legados croatas en la delegación
común húngaro-croata. El Art. 40 determina que en la delegación húngara serán
elegidas tantas personas, de entre los diputados de los reinos de Dalmacia,
Croacia y Eslavonia, como lo exija el criterio de acuerdo al cual estos reinos
participan en el parlamento común. El Art. 41 prevé que, a tal fin, serán
elegidos por el parlamento común cuatro diputados de entre los representantes y
uno de entre los virilistas (los que tenían voz y voto por su posición social
permanente: ciertos obispos y funcionarios públicos) de estos reinos. Por no
estar reunidas en aquel momento todas las regiones de Croacia, el Art. 42 prevé
el aumento de este número de delegados, en caso de aumentar también el número
de los diputados en el Sabor croata de acuerdo con lo establecido en el Art. 13
del Compromiso, donde se habla de la posibilidad del aumento territorial (de
Croacia)[203].
Tomando en
consideración la gran desproporción numérica entre los diputados croatas en el
parlamento común y, consecuentemente, también en la delegación húngara (5
croatas y 55 húngaros), la influencia práctica de Croacia en los asuntos
comunes resultaba insignificante tanto en la esfera legislativa como en la
administrativa. Esta influencia quedó, además, disminuida en el sector político
por el hecho de que el Art. 55 del Compromiso suprimió la Cancillería
croata-eslavona en la Corte imperial, que desde el 20 de noviembre de 1861 se
venía desempeñando como intermediario entre el Sabor croata y el rey,
encabezada por un canciller de la Corte. Por otra parte, de acuerdo al Art. 51
del Compromiso, el ban, jefe del gobierno autónomo croata, nombrado por el rey
a propuesta y con la firma del primer ministro común húngaro, no puede
cdmunicarse directamente con el rey, sino por intermedio de un ministro croata
especial sin cartera en el gobierno central de Budapest, y cuya función es la
de servir de enlace entre el rey y el gobierno autónomo de los reinos de
Dalmacia, Croacia y Eslavonia (Art.44).
A través de estas
disposiciones del Compromiso, se interpuso el Consejo ministerial húngaro en
cuanto a los intereses croatas entre Zagreb y Viena[204].
Los Art. 51 y 55 hicieron efectivo el dualismo de Ia Monarquía hasta el extremo
con respecto a Croacia.
b) Relación
jurídico-estatal de Croacia con Hungría
Dentro ya de ese
espíritu dual el Art. 1 del Compromiso croata-húngaro subraya que Hungría y
Croacia forman "una sola comunidad estatal tanto respecto de los demás
países bajo el poder de Su Majestad como en relación con otros Estados". A
fin de destacar ante el rey que esta unidad estatal —proveniente de la
indisolubilidad de las tierras de la corona de San Esteban, prevista y
confirmada por la Sanción Pragmática [205]-
y para eliminar todo rastro de la anterior unión personal, el Art. 2 del
Compromiso instituye que el rey de ambos reinos (Hungría y Croacia) deberá
coronarse en un mismo acto solemne y que para todos los reinos de la corona de
San Esteban se promulgará en el parlamento común el "diploma
inaugural". Por no haberse avenido el Sabor croata a enviar sus delegados
a parlamento convocado para la coronación del 8 de junio de 1867, aquella
ceremonia se realizó sin la participación de los croatas. El propio Art. 2
establece que el "mismo diploma inaugural de coronación de 1867 deberá
posteriormente prepararse en idioma croata y que, a la brevedad, se enviará al
Sabor de los reinos de Dalmacia, Croa-cia y Eslavonia". En la versión
croata de cada una de los futuros "diplomas inaugurales" "se
garantizará en su totalidad la Constitución autónoma de los reinos de Dalmacia,
Croacia y Eslavonia".
Tomando en
consideración la comunidad estatal y la indisolubilidad de los territorios
expresada en los Art. 1 y 2, el Art. 3 prevé que, con respecto a todos los
asuntos comunes de todas las tierras y reinos de la corona húngara y de Su
Majestad, existirán para Hungría y Croacia la misma representación legal, la
legislación y el gobierno comunes. En consecuencia, aprobando el Compromiso
croata-húngaro, el Sabor croata en el Art. 3 legaliza el mandato de los órganos
de una comunidad más amplia, es decir, de Austro-Hungría. Pero por existir,
además de los asuntos comunes en la Monarquía, también otros, comunes a Hungría
y Croacia, el Art. 5 reconoce la necesidad de una legislación y un gobierno
comunes para los segundos.
El Compromiso
croata-húngaro por tanto, detalla: a) los asuntos comunes y b) los órganos
comunes.
a) Los asuntes
comunes entre Croacia y Hungría.
Según los
artículos 6 - 9 son los siguientes: 1) Establecimiento de gastos para la Corte;
2) Aprobación del reclutamiento de soldados; legislación sobre la defensa y el
servicio militar; disposiciones relativas a la distribución territorial y
abastecimiento del ejército. Al respecto, para Croacia tienen vigor las
siguientes disposiciones: a) el número de reclutas para el contigente común
debe determinarse de acuerdo a la proporción de la población de Croacia,
Eslavonia y Dalmacia; b) los reclutas de estos reinos deben incorporarse a sus
unidades, y c) los reclutas del litoral deben incorporarse a la marina[206].
3) Los asuntos de finanzas, enumerados exactamente en el Art. 8 forman parte de
la competencia del Sabor común (elaboración común) de un sistema de impuestos;
manipulación y cobranza de aquellos; determinación de impuestos nuevos;
establecimiento del presupuesto de gastos comunes; control y amortización de las
deudas del estado; administración, gravámenes y ventas de los inmuebles del
Estado; manipulación de los monopolios y entradas reales). Aquí quedó
expresamente recalcado que, "si se tratase de la venta de los inmuebles
del Estado situados en Dalmacia, Croacia y Eslavonia —tales como tierras y
bosques— era necesario escuchar la opinión del Sabor croata y, sin su
consentimiento, no podría realizarse enajenación". En todos estos asuntos
la competencia de la administración financiera común, a cargo de un ministro
común responsable ante el Sabor común se extiende también a Croacia.
En el Art. 9
fueron enumerados también taxativamente los asuntos comunes ulteriores como
ser: El sistema monetario; la cuestión de las monedas metálicas y los bancos,
los contratos comerciales y estatales que integrasen a todas las regiones de la
corona de San Esteban; los créditos, los seguros, las medidas, las marcas y
muostrarios, los derechos de autor, de navegación, de comercio, cambiario y de
minas; además, los telégrafos, los correos, los ferrocarriles, los puertos, los
astilleros y aquellas rutas y ríos que afectan por igual a Hungria y Croacia.
En el Art. 10 se
fijan los asuntos de la legislación común, pero el poder ejecutivo queda
reservado para las autoridades autónomas. Tales asuntos son los siguientes: el
artesanado, las sociedades civiles particulares, los pasaportes, la policía
para los extranjeros, la ciudadanía y la naturalización. En cuanto al gobierno
central, no tendría órganos de ejecución para los asuntos comunes en Croacia,
puesto que ese poder pertenece a los órganos ejecutivos croatas (Art. 45) ; el croata es el idioma oficial para los órganos comunes
así como también para los croatas tratándose de la ejecución de los asuntos
comunes (Art. 57).
b) Los órganos comunes.
Los órganos
comunes del Estado son los siguientes: el rey, los ministros comunes y el
gobierno común.
1) El rey. — La
persona del rey no se hace objeto de las estipulaciones ni del Compromiso
austro-húngaro ni del croata-húngaro, aunque ambos contengan las estipulaciones
que conciernen al jefe del Estado en relación con el antiguo derecho
constitucional y del Estado húngaro y croata. El rey es el comandante supremo
del ejército; declara la guerra y concluye la paz; nombra a los ministros
comunes. al ban croata. a los
županes (jefes de los distritos administrativos), a los jueces y los profesores
de universidad. Es privilegio del rey nombrar a los representantes de la alta
nobleza para la casa húngara, y a los aristócratas y a los virilistas para el Sabor
croata. Mediante este privilegio pudo hacer sentir su influencia sobre la
legislación. Además, le asistía el derecho de iniciativa en la legislación y la
sanción de las leyes. Por el hecho de haberse estatuido, por intermedio de los
dos Compromisos el Estado constitucional con los gobiernos responsables, se
introdujo también cierta limitación del derecho real de dictar los reglamentos
y las órdenes debiendo ser desde ahora los asuntos comunes de Hungría y de
Croacia refrendados con las firmas de los respectivos ministros húngaros o, y
en los asuntos autónomos croatas, con la del ban[207].
2) Ministros
comunes. — Para todos los asuntos considerados comunes de acuerdo a los Art. 6,
7, 8 y 9 con la legislación, así como para los asuntos previstos en el Compromiso
austro-húngaro como comunes, de acuerdo al Art. 43, el poder ejecutivo tendrá
el gobierno central en Budapest por intermedio de sus propios órganos y también
en Croacia, Eslavonia y Dalmacia. Los ministros comunes eran: el primer
ministro, el de finanzas, el de obras públicas, comunicaciones y navegación
(más tarde reorganizado como ministerio de comercio), el ministro de
agricultura, industria y comercio (más tarde reorganizado como ministerio de
agricultura) y el ministro de la defensa nacional. Además, de acuerdo al Art.
48, junto a estos ministros comunes, hubo otro a latere (el ministro húngaro en
la Corte, representaba al rey), el ministro del interior, de culto y educación
y el de justicia que eran solamente ministros húngaros, porque Croacia, en
estos últimos asuntos, tenía plena autonomía.
El texto del Art.
43 no era del todo claro. De acuerdo al Art. 27 de la Ley XII de 1867 (del
Compromiso austro-húngaro), el poder ejecutivo en los asuntos comunes de todo
el Imperio de los Habsburgo pertenecía al ministerio común en Viena y no al
ministerio húngaro, como resultaría del texto del Art. 43 del Compromiso
croata-húngaro. Por eso, los regimentos croatas en el ejército común, en cuanto
al poder ejecutivo, se sometían al ministerio de guerra en Viena y no al
ministerio húngaro de honved[208].
Una especial
posición tenía el ministro de Croacia, Eslavonia y Dalmacia en el Consejo
ministerial e igualmente en el Consejo ministerial húngaro con el cargo de
representar sus intereses (Art. 44). Por formar parte de todo el consejo
ministerial, y teniendo el derecho de voto, este ministro era responsable
"ante el parlamento común del Estado". Su posición era igual a la de
los demás del consejo ministerial común, pudiéndoselo derrocar en el parlamento
común mediante un voto de desconfianza. Este ministro era el lazo entre
gobierno croata y el primer ministro húngaro. Su deber impostergable era
entregar al rey todas las peticiones del ban. En caso de duda en cuanto a la
comunidad formada por el Compromiso a los intereses comunes, que no pudo
aclararse después de la intervención del ban, dicho ministro, y eventualmente,
junto con el gobierno común, hacía llegar su opinión simultáneamente con la de
ban. En los asuntos autónomos de Croacia firmaba junto con el ban las dis-posiciones
del rey, dándoles así vigencia. Por carecer de directa influencia en los
asuntos autónomos de Croacia, este ministro no era responsable ante el Sabor
croata[209].
3) El parlamento
común. — Los Art. 31-42 regulan la constitución y la incumbencia del parlamento
común (del parlamento del Estado). De acuerdo al Art. 31 dentro de la
competencia legislativa de este parlamento entraban todos los asuntos comunes a
las tierras (Láneder) de la corona de San Esteban, así como de las demás
regiones del Imperio y todas las cuestiones declaradas comunes por el
Compromiso croata-húngaro (Art. 6-10). Este parlamento debía reunirse cada año
en Buda-Pest. Como este parlamento estaba formado por los representantes de la
nobleza o casa superior (alta nobleza, prelados, el ban croata, etc.) y por la
casa representativa, casa inferior, los reinos de Croacia, Eslavonia (Dalmacia
no fue mencionada) sin Fiume (Rijeka) por no haberse encontrado el compromiso
con respecto a la misma, enviaba 29 diputados (desde 1881 el número fue de 40)
a la cámara baja, y dos a la cámara alta (desde 1881 3 diputados) según los
Art. 31 y 36.
El mandato de los
diputados croatas se prolongaba por el mismo tiempo que el de los diputados de
parlamento común, sin que en ello incidiera la eventual disolución del Sabor
croata (Art. 34). De acuerdo al Art. 35, los representantes croatas tenían en
el parlamento común el derecho personal de discusión, es decir, un mandato
libre como el resto de los diputados de aquél sin restricción alguna[210].
El parlamento común debatía, primero, los asuntos comunes y, luego, los de
Hungría, pero concediendo un término de 3 meses como mínimo a los diputados
croatas para la discusión de su asuntos autónomos en
el Sabor croata Art. 38).
Una especial
importancia revestía el Art. 59 del Compromiso, tanto en lo que se refiere al
uso del croata en el parlamento común o en sus delegaciones, como en lo que
respecto a la relación jurídico-estatal de los reinos de Croacia y Eslavonia y
Hungría (Dalmacia no se menciona). Su texto es el siguiente: "Considerando
que los reinos de Croacia y Eslavonia son nación en el sentido político,
teniendo su propio territorio y, en los asuntos internos, su propia legislación
y su gobierno, se establece que los diputados de dichos reinos pueden usar el idioma
croata sea en el parlamento común, sea en las delegaciones". Las
ulteriores consecuencias del Compromiso equivalen a decir que Hungría y Croacia
son dos naciones diferentes en todo sentido, que las leyes votadas en el
parlamento común y firmadas por el rey deberían ser enviadas en el original
croata al Sabor croata (Art. 60), que en los asuntos autónomos de Croacia
debían usarse los colores y los estemas (sellos, símbolos) de los reinos de
Croacia, Dalmacia y Eslavonia, caso en que tuvo agregárseles el estema dela
corona de San Esteban (Art. 62); y, finalmente, que izar junto a la bandera
húngara, la bandera croata en el edificio en que deliberase el parlamento común
de las tierras de la corona húngara (Art. 63).
De lo arriba
dicho se deduce lógicamente, que el parlamento común era
,realmente, el parlamento húngaro-croata[211].
En opinión
generalizada que los delegados croatas, al discutir el Compromiso
húngaro-croata —con mínimas excepciones— daban mayor importancia al
mantenimiento de la independencia croata en el sentido jurídico-estatal que al
problema financiero, hecho por el cual esa parte del Compromiso, tratada en los
Art. 11-30, constituye el lado más débil de este contrato interestatal.
En los Arts.
11-13 se fijan los principios generales sobre la base de los cuales se concluye
el compromiso financiero entre el reino de Hungría y los reinos de Croacia y
Eslavonia, tratándoselo expresamente en el Art. 14. De acuerdo a esos
principios, Croacia se declaraba obligada a contribuir a los gastos para los asuntos
comunes a todas las tierras de la Monarquía, así como para los asuntos comunes
a las tierras de la corona húngara (Art. 11). Se establece más adelante que
para cubrir las erogaciones de Hungría, junto con Transilvania, corresponde el
93,5592201% y para los de Croacia el 6,4407799% de la totalidad de los gastos
comunes, que a su vez corresponde a las tierras de la corona húngara durante
diez años, período de validez del Compromiso* El tercer principio recalca que
de las entradas netas de Croacia hay que cubrir primero los gastos de la
autonomía —que serán determinados más tarde— y sólo entonces, de los
excedentes, se cubrirán los gastos comunes (Art. 13)[212].
Según el Art. 15,
las erogaciones de la autonomía croata se deter-minan para los primeros 10 años
en 2.200.000 de fiorines. Esta suma tuvo que cubrirse por el 45% proveniente de
los impuestos directos e indirectos y de otras entradas públicas (Art. 16),
mientras el 55% de todos ingresos públicos debían entregarse al tesoro común
del Estado para los gastos comunes (Art. 17). De estos ingresos, que se dividen
para los gastos de autonomía y los comunes, quedan excluidos los de la venta de
vino y de carne, previstos para los gastos de las comunas, así las entradas de
las aduanas, consideradas un asunto común de la Monarquía según la Ley
XII/1867. El Art. 19 prevé la aplicación de la misma tasa -45% - 55%, en caso
de la ampliación del territorio de Croacia— incorporación de Dalmacia o del
territorio de la Marca Militar. Los Art. 20 y 21 tratan sobre el impuesto y las
deudas de la reforma agraria, ocasionadas por la liquidación de la servidumbre,
manteniendo la garantía de los reinos de la corona húngara; incluso se prevé
para el mismo fin el anticipo de préstamos del tesoro común del Estado. El
ministro común de finanzas dirige las cobranzas en Croacia mediante la
Dirección financiera de Zagreb, nombrado por él, para los impuestos directos e
indirectos, para los monopolios de Estado, para el sellado, las tasas e
ingresos de los bienes del Estado (Art. 22). Los balances de Croacia en sus
asuntos autónomos deben ser comunicados por las autoridades financieras locales
al ministro común de finanzas a fin de que pueda contar con los datos
económicos de todas las tierras de la corona húngara, mientras el gobierno croata
ayudará a los órganos del gobierno común de finanzas a fin de asegurar y cobrar
los ingresos públicos y cumplir con las órdenes legales del ministro de
economía (Art. 23 y 24).
La parte
financiera del Compromiso pareció en el primer momento ventajosa en cuanto
preveía que el reino de Hungría aumentaría su déficit, si el 45% de todos los
ingresos no bastaba para cubrir los 2.200.000 fiorines para los gastos
autónomos (Art. 25) y, en caso de que el porcentaje del 45% excediera de este
importe previsto para la autonomía croata, el excedente se destinaría para los
gastos comunes (Art. 26). La representación contractual croata pudo verse
favorecida en el Art. 27 en relación con el Art. 25, al liberar a Croacia de la
restitución de los adelantos del Art. 25 calculados para cubrir los gastos
comunes, si con la capacidad contributiva de Croacia aumentasen sus ingresos y
se superase así el 55% para la obligación común; tal excedente se dejaría a la
disposición del gobierno autónomo[213].
A pesar de
haberse establecido en el Art. 29 que los balances de todos los reinos de la
corona húngara le serían comunicados para su información al Sabor croata, los
croatas, prácticamente, jamás pudieron averiguar cuántos impuestos fueron
cobrados en su territorio, ni tampoco cómo fueron distribuidos, porque de
acuerdo el Art. 22, el ministro húngaro de finanzas actuaba por intermedio de
la Dirección de un organismo nombrado por él. Fuera de esta causa de
descontento existía otra. Con la entrega a Hungría no sólo del tesoro croata sino
también de la legislación sobre comercio e industria (Art. 8) se produjo en
Croacia un estancamiento económico en nuevas condiciones y diversos tiempos.
Los resortes económicos y comerciales se convirtieron en arma principal de la
política húngara en Croacia a raíz de la firma del Compromiso[214].
De aquí surgió y se alimentó la convicción croata de su explotación por parte
de Hungría. La magnitud de ese descontento se dejo ver más claramente por el
hecho de que cuatro de las seis revisiones ulteriores del Compromiso original
se referían a cuestiones financieras[215].
c) La autonomía
croata según el Compromiso croata-húngaro.
El Compromiso no
alude a la existencia de las vetustas instituciones constitucionales croatas
como son el Sabor en cuanto factor legislativo, y el ban, como factor
ejecutivo. El Compromiso sólo deja a su incumbencia a los asuntos y actuaciones
que no fueron reservados en él para el parlamento común y al gobierno central.
En todos los que no son comunes, Croacia tiene, en consecuencia el derecho de
plena autonomía tanto en el sentido legislativo como en el ejecutivo (Art. 47).
En el ámbito de esta autonomía de Dalmacia, Croacia y Eslavonia pertenecen la
legislación y la administración en todos los asuntos del interior, de culto, de
educación y de justicia en todas las instancias, menos la judicatura en los
asuntos marítimos (Art. 48).
De acuerdo a lo
expuesto, los asuntos de Croacia se dividían en el grupo de los transferidos, o
mejor, de incumbencias de los órganos comunes, que ya hemos tratado, y en el
grupo del área autónomo, de incumbencia exclusiva de los factores
constitucionales croatas. El Compromiso no habla de la organización de los
órganos constitucionales croatas, especialmente no habla del Sabor croata, ni
pudo hablar, siendo el Sabor el contrayente equiparado, que estipuló el
Compromiso[216].
En los Arts. 50-53 el Compromiso trata del ban y de su poder como el secular
poder ejecutivo modificándolo solamente en cierta medida.
En el ámbito
autónomo los órganos legislativos de Croacia fueron el rey y el Sabor de
Croacia, Eslavonia y Dalmacia. La posición del rey en relación con el Sabor
croata, no la regula el Compromiso, puesto que se practica de acuerdo con la
costumbre. Ello equivale a decir que es igual a la adoptada ante el parlamento húngaro
o el común, respectivamente, cuando éste trataba los asuntos comunes de las
tierras de la corona de San Esteban. A esas posiciones alude al Art. 69 del
Compromiso al estipular que "en el futuro habrá que considerar como
derechos comunes y leyes fundamentales de la corona húngara todos aquellos
derechos constitucionales y todas las leyes fundamentales, cuyo goce y
protección alcancen directamente y por igual al reino de Hungría y los de
Croacia y Eslavonia, siempre que no entren en conflicto con el presente
Compromiso". Formalmente, el Sabor no estaba subordinado al rey. pero le pertenecía el derecho de no firmar una decisión
propuesta por el'Sabor y el de rechazar una sanción solicitada siempre y cuando
asf lo exigiesen los intereses dinásticos o totalidad de Monarquía; y
especialmente le asistía el derecho de disolver el Sabor, colocándolo así en
una posición de superioridad frente al parlamento húngaro y al Sabor croata.
Este era, no obstante, el cuerpo legislativo supremo, por cuya causa el rey no pudo
modificar o derrogar de jure los actos legislativos sancionados por el Sabor
croata[217].
Que el Sabor negó su obediencia al rey resulta visible en la primera e
histórica parte de esta disertación. De acuerdo al Compromiso, el Sabor croata
no estaba en posición subordinada respecto al parlamento común, por lo que éste
no pudo modificar o derrogar sus decisiones y, por otra parte, estas decisiones
no necesita-ban confirmación por el parlamento común. El Compromiso fue
aprobado por tres poderes equiparados: dos parlamentos iguales y el rey,
participando este último con sus proposiciones intermediarias sólo cuando las
respectivas delegaciones reales no pudieron ponerse de acuerdo como en eI caso
de Rijeka[218].
Los órganos
ejecutivos del poder autónomo de Croacia fueron el ban y el gobierno local. La
organización total del poder ejecutivo en Croacia fue determinada en el Art. 50
del Compromiso, donde se dice: "Al frente del gobierno autónomo de
Croacia, Eslavonia y Dalmacia el ban, responsable ante el Sabor de dichos
reinos". A diferencia de la anterior propuesta al rey para la nominación
del ban, según el Compromiso, el rey lo nombra a propuesta y con refrendado del
común ministro presidente húngaro (Art. 51). Recordando al ban Jelačié que
condujo en 1848 la guerra contra Hungría, por exigencia de los propios
húngaros, el Art. 52 establece, que la dignidad del ban va separada de la
dignidad militar, no pudiendo una personalidad castrense ejercer influencia
alguna sobre los asuntos civiles en Croacia. El Art. 52 fija el título del Ban:
El ban de los reinos de Dalmacia, Croacia y Eslavonia —recalcando— que el ban
quedará también en el futuro como miembro ex officio de la casa de la alta
nobleza en el parlamento común. Por su responsabilidad solamente ante el Sabor
croata, el ban no se subordinaba al ministro común, sino que se equiparaba a
aquél. Por eso no tenía derecho de inminuscuirse en los asuntos autónomos de
acuerdo con la ley de los empleados, sino rigiéndose por el Compromiso[219].
Pero, en todo caso, existía una responsabilidad de facto del ban frente al
primer ministro común, por el hecho de haberle propuesto éste para su
nombramiento de acuerdo el Art. 51, aún cuando esta responsabilidad es de
naturaleza meta-jurídica con consecuencias políticas.
Habiéndose
constituido el objetivo del Compromiso regular las relaciones
jurídico-estatales entre Croacia y Hungría, este documento no se aplicaba a la
organización del gobierno croata y de sus órganos subalternos. Esta era tarea
del Sabor croata, que ejecutaba, a propuesta del ban, y con el consentimiento
del rey (Art. 54). En consecuencia, la organización del gobierno croata en su
departamento para los asuntos interiores, para el culto y la educación, y para
la justicia y, más tarde para las 2upas (distritos), ciudades y comunas, así
como el sistema electoral, quedaban librados a la exclusiva incumbencia de la
autonomía croata[220].
El Compromiso,
según el Art. 70, y después de su sanción por parte del rey, se convirtió en la
ley fundamental del reino de Hungría y de los reinos de Dalmacia, Croacia y
Eslavonia. Por eso su artículo final establece, que el Compromiso no puede ser
objeto de legislación de ningún reino contratante por separado y que su
modificación sólo puede llevarse a cabo de la misma manera como surgió, es decir
con la colaboración de todos los poderes que intervenieron en su estupulación,
o sea: los dos parlamentos iguales en derecho, y el rey.
Al final del
siglo XIX, el Compromiso fue objeto de estudios muy serios incluso fuera del
ámbito de la Monarquía. Inspirado por su amigo el obispo José Jorge
Strossmayer, gran mecena croata, Gladstone tomó el Compromiso croata-húngaro
como modelo para el Home Rule Bill de Irlanda. La propuesta de Gladstone no
prosperó. Después de haber sido aceptada por la cámara de los Comunes, fue
rechazada por la de los Lores[221].
El problema de la
naturaleza jurídica del Compromiso croata-húngaro constituirá el tema de la
tercera parte de esta disertación.
III
EL CARACTER
JURIDICO DE LA COMUNIDAD ESTATAL HUNGARO-CROATA SEGUN EL COMPROMISO DE 1868
De igual manera
que existen diferentes opiniones sobre la naturaleza jurídica de la monarquía
austro-húngara, formada por el Compromiso austro-húngaro (La Ley austríaca de
las Delegaciones del 21 de diciembre de 1867 y la Ley húngara XII/1867 del 12
de junio de 1867), hay también distintos pareceres sobre la naturaleza jurídica
del Compromiso croata-húngaro y la relación jurídico-estatal entre Hungría y
croacia[222].
Esta relación
entre ambos reinos después de 1868 fue objeto de disertaciones y controversias
en su debido tiempo y se sigue discutiendo todavia hoy en la literatura
jurídica desde opuestos puntos de vista y con contradictorios resultados. En la
controversia participó casi la totalidad de los escritores más destacados, sea
en obras dedicadas directamente a la naturaleza jurídica de la Monarquía
austro-húngara después de 1867, sea en trabajos que tienen el propósito
especial de determinar el carácter específico de los Estados asociados[223].
En esta oportunidad hay que recalcar que la literatura jurídica austríaca, en
cuanto a la cuestión de Dalmacia, no encontró una contestación adecuada.
Dalmacia formaba parte de la comunidad croata, pero, no obstante, en su calidad
de tierra de la corona (Kronland), pertenecía a la mitad austríaca de la
Monarquía[224].
Al apreciar el
carácter jurídico del Compromiso croata-húngaro, la cuestión fundamental que se
plantea es la naturaleza jurídica de dicho documento, es decir, si tiene el
carácter de un arreglo internacional, o se trata de una mera medida de política
interna, mediante la cual Hungría otorga a una de sus partes los derechos de
autonomía. La respuesta a esta pregunta resulta fuera de duda con sólo
considerar que las tratativas fueron llevadas a cabo como de nación a nación,
ostentando los contrayentes, formalmente, un mismo grado de igualdad. Pero el
"status" político de las partes contrayentes no era igual. Hungría
tenía un territorio más grande y una población más numerosa que Croacia. En consecuencia,
su capacidad y potencia económica eran también superiores a las de Croacia y
Dalmacia. Además la Marca Militar no estaba unida con ella. Esta posición de
superioridad de Hungría desde el punto de vista político y de hecho, fue
reforzada todavía con el Compromiso austro-húngaro, por haberle Viena
reconocido a Croacia como parte integrante de la mitad húngara de la Monarquía.
En consecuencia, a pesar de la igualdad formal y teórica de los contrayentes,
Hungría tenía cierto privilegio jurídico y político, gracias a estas ventajas
que acaba-mos de mencionar.
Aunque por su
origen el Compromiso es un instrumento de derecho internacional público, por el
cual se crea una comunidad sui generis en la que ambas naciones salvaguardaron
su individualidad y soberanía, surgieron diferentes interpretaciones, muy
justificadas, en cuanto al carácter jurídico de la comunidad nacional así
creada y también respecto del status de Croacia dentro de aquella, o mejor
dicho, entre Hungría y Croacia.
Tomando en
consideración la relación entre esos reinos, podemos distinguir ya dos
opiniones fundamentales : 1) De acuerdo al Compromiso de 1868, Croacia dentro
de la Monarquía austro-húngara, era parte integrante de Hungría, es decir, una
de sus provincias; 2) Croacia, según el mencionado Compromiso, tenía carácter
de Estado aparte.
Lógicamente, y en
primer término, la primera opinión fue defendida por los escritores húngaros y
algunos escritores extranjeros, mientras los hombres de letras croatas, y
también numerosos escritores del exterior, defendían la segunda, como lo
veremos inmediatamente.
Matijas Gastony
considera a Croacia parte integrante del Estado unitario de Hungría, si bien
con carácter descentralizado. La idea unitaria de Hungría fue defendida también
por Gustav Beksics, pero este autor reconoce que el centralismo de Hungría fue
puesto seriamente en cuesión por los atributos estatales de Croacia. La teoría
húngara de Croacia como provincia autónoma del Estado descentralizado de las
tierras de la corona de San Esteban, fue desarrollada especialmente por el
Prof. Kmety. De acuerdo con su opinión, Croacia no es un Estado a pesar de
reconocerse en el Art. 59 del Compromiso que su pueblo es una "nación
política", porque en el Art. 1° del mismo documento se dice que "Hungría
y Croacia forman una comunidad estatal" y porque a Croacia le faltaba así
la personalidad de un sujeto del derecho internacional. Además, para la
totalidad de la mitad húngara de la Monarquía hay una sola ciudadanía común, lo
que significa que Croacia no tiene su ciudadanía, ni su ejército propio, ni su finanzas. Finalmente aduce que el rey nombra al ban de
Croacia a propuesta y refrendación del primer ministro húngaro (Art. 51), así
como que el ministro para Croacia —en tanto que miembro del gobierno húngaro—
es un ministro de ese reino y solamente responsable ante el parlamento húngaro.
Contra la opinión
de Kmety, recalca el Prof. Edmundo Bernatzik que las circunstancias aducidas no
son suficientes para privar a Croacia de su carácter de Estado aparte.
Bernatzik subraya en primer lugar que los conceptos "comunidad
estatal" y "nación política" no tienen un significado
específico, siendo aptos, por su elasticidad y plasticidad, para toda clase de
interpretaciones oportunistas. Tampoco resulta esencial la falta de la propia
ciudadanía, porque el Estado más grande de entonces, Prusia, carecía igualmente
de una ciudadanía única. Para el Prof. Bernatzik la personalidad estatal de
Croacia surge del Art. 50 del Compromiso, según el cual, el ban es responsable
solamente ante el Sabor croata. Surge también del hecho de que las leyes de ese
Sabor, según los artículos 47 y 54 del Compromiso, tengan el mismo valor que
las leyes del parlamento húngaro y que, de acuerdo al Art. 4 del Compromiso,
Austria, Hungría y Croacia queden equiparadas. El argumento más fuerte de esta
equiparación lo encuentra Bernatzik en el Art. 70 del Compromiso, de acuerdo al
cual ninguna de las partes contratantes puede hacer de este Compromiso objeto
de su legislación exclusiva, estableciendo además, que su modificación está
sujeta al procedimiento por el cual se lo creó, es decir, ha de contar con la
participación del Sabor croata, que actúa como una parte igual de derecho. Por
eso, no correspondía al Estado de Hungría "Kompetenz-Kompetenz" en este
punto decisivo. Esta disposición del Art. 70 del Compromiso croata-húngaro
cobra su significado tanto más cuanto que en el Art. 69 del Compromiso
austro-húngaro de 1867, se estableció que las relaciones de Hungría con Croacia
se regirán por las leyes húngaras.
En resumen, de
acuerdo a la opinión de Bernatzik, el Compromiso croata-húngaro es un contrato
internacional, y la relación estatal establecida por él constituye una unión
real más estrecha e igual (Unio realis jure inaequali).
Con anterioridad
defendía la misma opinión, en lo substancial, Friedrich Tezner. De acuerdo con
su tesis, a Croacia no se le podía negar la personalidad de Estado,
especialmente por su poder originario y no derivado de un poder estatal, tesis
que mantuvo en el momento de la estipulación del Compromiso. La intervención de
las autoridades centrales húngaras se agota con la ocupación del poder por el
ban, mientras las razones del cese de su poder sólo le afectan a Croacia,
porque el Sabor, de acuerdo con su ley autónoma puede someter al ban a juicio
mediante el tribunal real, mientras que, por el contrario, el ministerio
húngaro no podía exigir su revocación. No existía ningún derecho de ejecución
contra la actitud anticonstitucional de Croacia. Tampoco tiene vigor el
principio Reichsrecht bricht Landsrecht (la ley nacional deroga la ley
provincial). De acuerdo con este autor, Hungría-Croacia constituyen un Estado
federal (Bundesstaat) con fuertes elementos (Ansátzen) de una unión real, pero
con una corrección en el sentido de que a Hungría, para alcanzar el poder
absoluto de un Estado, le faltaba la libre disposición sobre las fuerzas
militares.
Mientras tanto,
en opinión del Prof. George Jellinek (Die Lehre von. den Staatenverbindungen,
Viena 1882) "Croacia y Eslavonia, en el sentido jurídico-estatal, no son
otra cosa que provincias húngaras, aún cuando disfruten de una autonomía de muy
grande alcance, y que, además, sólo puede modificarse a condición de su
consentimiento, pero des-de ningún punto de vista es un Estado". Contra
este parecer de Jellinek reaccionó el escritor y profesor José Pliverić
(Das rechtliche Verhiiltnis Kroatiens zu Ungarn, Zagreb 1885) argumentando que
la relación estatal húngaro-croata era una unión real de dos Estados soberanos
entre los cuales existe una paridad incuestionable. Es verdad que esta unión
manifiesta cierta anomalía, pero éstas no alteran la personalidad estatal de
Croacia. Después de la polémica sostenida con el Prof. Pliverić, el Prof.
Jellinek reconsideró parcialmente su opinión original, evitando más tarde
designar a Croacia sea como Estado o como provincia. Para él, Croacia es más
que provincia, pero menos que Estado, porque poseía muchos aunque no todos los
elementos para constituir un Estado. Para el caso de Croacia, así como para
algunas otras regiones en una situación similar, forjó el Prof. Jellinek un
nuevo concepto jurídico Staatsfragment (el Estado-fragmento). En consonancia
con esta opinión, se trataría de formaciones estatales que presentan atributos
estatales, pero en una forma incompleta.
La opinión de
Jellinek de que no cabía considerar a los órganos supremos de los
Estados-fragmento como órganos estatales, puesto que su incumbencia no se
extendía a todo el territorio del Estado, fue rechazada por la ciencia
jurídica, alegando que, en casos similares y cuando no se trata de órganos
estatales que actúan sobre la base de una autonomía política, sí lo hacen sobre
la base de una administración oficial de Estado y, en consecuencia, en tal
carácter, ejecutan actos que involucran la naturaleza de los actos estatales.
En opinión de Hermann-Rehm, las conclusiones de Jellinek son inexactas en
general y, en cuanto a Croacia, especialmente. Pero el Compromiso
croata-húngaro, a Hungría le fue únicamente conferida la ejecución del poder
estatal; por lo tanto, éste no era un poder fundado en sus propias leyes, como
erróneamente afirmaba Jellinek. De acuerdo a Rehm, Croacia era un Estado
—siempre según el Compromiso— con elementos institucionales y corporativos
entremezclados.
Además de
Bernatzik, Tezner, Rehm y Pliverić defendían la opinión de que Croacia
conservó su carácter de Estado en el Compromiso sosteniendo que se trata en
forma global de una unión real entre Croacia y Hungría, Ladislao Polić y
Bogoslav Šulek por la parte croata, y por la húngara, Istvan Pesty, quien ve en
la relación húngaro-croata una relación similar al dualismo, mientras que el
Prof. Ernest Nagy recalca que el legislador reconoció, mediante el Compromiso,
una vida estatal especial. Una unión real en dicha relación vieron
también Karel Kadlec, Siegfried Brie —quien señaló la relación discutida como
anormale Real-union— F. Holzendorf y Joseph Ulbrich. Este último esgrimió el
término "unión real desigual" acercándose a la opinión de Bernatzik.
Eduardo Horn, al analizar el Compromiso, Llega a la conclusión de que se trata
de un "acto interestatal", conservando en él Croacia su carácter de
Estado. Horn dio un paso más afirmando que las tierras (Lander) de la corona de
San Esteban deberían denominarse Hungría-Croacia y la Doble Monarquía Austro-Hungría-Croacia.
Mientras tanto,
en oposición a todas las opiniones favorables al pensamiento de que Croacia,
mediante el Compromiso, salvó su carácter de Estado en forma de una unión real
—a las cuales podríamos agregar de F. R. Dareste y Luigi Palma—, hay otras que
entreven en dicha relación los elementos de una federación. Así, por ejemplo,
Seton Watson, quien asume la posición intermediaria entre la soberanía completa
y el federalismo puro; y el parecer de H. J. Bidermann, de acuerdo con el cual
Hungría, después del Compromiso, quedó constituida por dos estados:
Hungría-Croacia.
Al dictamen de
que se trataría aquí de federación, se opuso Jellinek afirmando, como ya hemos
visto, que Croacia era "una provincia húngara con amplia autonomía".
También el Prof. Pliverić discutió la opinión de Bidermann de que éste
sería un caso de federación, fundando su posición en la institución de
"parlamento común". Contra este argumento Herrnritt califica las
tierra (Laender) de la corona de San Esteban como un Estado compuesto que,
tomando en consideración el parlamento común y los asuntos comunes para todas
las tierras (Laender) de la corona húngara, se asemeja más a un tipo de Estado
federalista, con lo que atribuye así el carácter de Estado tanto a Hungría como
a Croacia.
La singularidad
de la posición jurídico-estatal de Croacia la expresa Woodrow Wilson en los
siguientes términos : "No hay en Hungría
organización provincial análoga a la que hemos visto en Austria (772-773).
Croacia-Eslavonia es la única de las partes constitutivas de Hungría que tiene
su Landtag aparte. La organización de ese territorio es excepcional en todos
los aspectos. Se le han dado derechos legales que no pueden serle negados sin
su consentimiento; tiene una administración distinta, responsable ante el rey y
ante el Landtag. Sin embargo, forma parte integrante de la monarquía húngara" [225].
Para poder crear
este tipo de comunidad estatal, se necesitaban dos actos constitucionales de
dos parlamentos —del húngaro en Budapest y del croata en Zagreb—. Esta
característica esencial, así como el factor jurídico primordial del Compromiso,
fue vista también por los escrito-res extranjeros como, por ejemplo, por el
Prof. Demonbynes, quien sintetiza la relación húngaro-croata así: "Croatie
et Slavonie... ont conservé une autonomie particulière... ils forment dans la
Hongrie un pays distincte, à peu près comme la Hongrie elle même est distincte
de l'Autriche" [226].
Sobre la base de
tan dispares opiniones y del mismo Compromiso, Schrems extrae las siguientes conclusiones :
1) El reino de
Croacia, Eslavonia y Dalmacia era un verdadero Estado independiente, gracias a
la continuidad de su milenario derecho estatal propio. Hungría privó a este
Estado mediante el Compromiso de 1868 y a la fuerza— jus fortioris, algunos de
sus derechos de soberanía. Pero Croacia conservó su carácter estatal ya en el
mismo documento del Compromiso, lo que se puede ver de su mismo devenir, de la
forma de publicación como también del contenido de aquél (artículos 4 y 70).
Para la personalidad estatal de Croacia y su paridad con Hungría son decisivas
las disposiciones en cuya virtud Croacia se presenta como parte contra-yente,
mientras el poder supremo (Kompetenzhoheit) no pertenece a Hungría, hecho por
el cual el Compromiso no podía ser modificado sin el consentimiento croata- La
observación de que a Croacia le faltaban algunos derechos de soberanía no es
decisiva, porque la teoría dominante reconoce también como Estado a las
regiones estatales sin soberanía (Gebietskörpenrschaften). Por eso, Croacia
tenía personalidad estatal, si no en el sentido estricto del derecho
internacional, por lo menos en el` sentido jurídico-estatal.
2) La relación
jurídico-estatal de Croacia con Hungría no correspondía a. ningún caso conocido
de relaciones estatales (Staatenverbindungen). No era una confederación
(Staatenbund) ni tampoco una unión real; no era simple unión personal ni
tampoco una federación.
3) Si reconocemos
la personalidad estatal a Croacia, entonces existían todas las condiciones
previas para una liga de los Estados que no sacrificaron su carácter soberano.
Esta nueva creación estatal —llama-da "comunidad estatal", por el
Compromiso en su Art. 1.— presentaba una "unión
estatal sui generis", que ya fue señalada ingeniosamente por Bernadzik
como unio realis jure inaequali[227].
Recientemente
trató sobre el compromiso croata-húngaro el escritor soviético N. Ratner,
concluyendo que Croacia, según el propio Compromiso, era una provincia húngara,
que en el momento de tratarse el Compromiso, Croacia no era un Estado
independiente de Hungría y que la situación de Croacia después del Comnromiso
no tenía nada en común con la independencia y que esta situación estaba lejos
del federalismo.
Este dictamen de
Ratner sobre el carácter provincial de Croacia y sobre el federalismo y la unio
realis iure inaequali fue sometido a crítica por el profesor Ferdo
Culinović, de Zagreb. En cuanto al federalismo, čulinović
argumenta que cada federación está caracterizada por lo siguiente: a) la
transferencia de una parte de los asuntos de un Estado-miembro al Estado
federal; b) la igualdad en la ejecución de los asuntos comunes mediante los
órganos comunes del Estado federal. El primer elemento de la federación, de
acuerdo al Compromiso, existía, pero no así el segundo. En consecuencia, según
dicho autor, no hubo federación entre Croacia y Hungría. Respecto a la unión
real, afirma Culinović que hubo un elemento fundamental de aquélla.
Hungría y Croacia constituían en las relaciones internacionales sólo un sujeto
jurídico, precisamente frente a Austria. Los demás elementos no existían; ni
existía tampoco la independencia completa de los Estados miembros así unidos.
Croacia y Hungría estaban íntimamente ligadas por el Compromiso, tenían sus
asuntos comunes y los órganos del poder, y esto no existe en una reunión real.
Afirma que la nota específica del Compromiso húngaro-croata era una unio realis
inaequails, significa renunciar al punto de vista de que aquella unión era
verdaderamente una unión real.
Analizando el
Compromiso desde el punto de vista real o jurídico a través del prisma de los
tres elementos fundamentales de un Estado: el territorio, la propia población y
la organización especial del poder, Culinović deriva toda una serie de conclusiones:
a) Por el
Compromiso entre Croacia y Hungría de 1868 fue creada "la comunidad
estatal" (Art. 19)[228].
A quienes ven en esta relación "un carácter provincial de Croacia"
hay que llamarles la atención sobre el estado jurídico-estatal antes de Compromiso,
especialmente sobre la ley XLII/1861 del Sabor croata, confirmando el hecho de
que éste, en 1848, interrumpió su relación jurídico-estatal con Hungría.
Resulta así sin fundamento la opinión de N. Ratner, según la cual Croacia
"había obtenido ciertos derechos con el Compromiso". Hungría no pudo
dar a Croacia en aquel momento lo que ella misma no tenía;
b) El Sabor
croata, mediante el Compromiso, había transferido una parte de los asuntos
estatales de Croacia a la mencionada "comunidad estatal", que justamente
fue creada con este acto de transferencia, quedando también determinado el
ámbito de su actividad;
c) Al mismo
tiempo en el mismo acto, el Sabor croata dio a esa comunidad estatal
autorización para ejecutar actos de poder sobre Croacia. Por eso los
"órganos comunes" no ejecutaban "asuntos comunes" por su
propio derecho o por el derecho recibido de Hungría, sino ex mandatu por parte
del Sabor croata y de acuerdo a las disposiciones del Compromiso, es decir,
jure delegato del mismo Sabor croata;
d) Para la
atención de sus "asuntos autónomos" Croacia no pedía, ni obtenía la
autorización de Hungría; los ejecutaba ella misma por derecho propio. El mismo
Compromiso deja ver claramente cómo Croacia transfiere una parte de su asuntos
y retiene la otra para sí misma, disponiéndolos en consecuencia como la única
autorizada ab origine;
e) Tanto Croacia
como Hungría, según el Art. 70 del Compromiso de 1868, estaban de jure
limitadas por igual en cuanto a sus derechos y obligaciones recíprocas,
provenientes del Compromiso, no pudiéndolo ninguna de ellas modificar o negarle
derecho y unilateralmente. El Compromiso fue varias veces reconsiderado de
acuerdo al mencionado Art., lo que significa que Croacia había salvado su
carácter de contrayente estatal, o mejor dicho, que Croacia y Hungría fueron
formalmente equiparadas y no tenidas como parte en relación con la totalidad
(el Estado y la provincia) ;
f) Utilizando los
órganos comunes, es decir, mayorizando a la delegación croata en el
"parlamento común" e imponiendo la hegemonía sobre Croacia en el
mismo "gobierno común" por su dependencia de la mayoría parlamentaria
húngara en el parlamento común, los húngaros impusieron un sistema de
supremacía a Croacia.
De lo ya dicho se
deduce: 1) Que Croacia, después del Compromiso, mantuvo de facto y de jure su
carácter de Estado; 2) Que este carácter fue considerablemente mutilado; 3) Que
ello no obstante, nunca fue liquidado ese carácter. Croacia, en consecuencia,
de acuerdo al Compromiso de 1868 y hasta 1918, era a pesar de todo, un Estado y
de ninguna manera una provincia húngara. "La relación entre ellas, es
decir, entre Croacia y Hungría, no correspondería totalmente ni a la federación
ni tampoco a la unión real". Todo esto resulta evidente de las características
específicas de dicha relación. Por sus singularidades, tal relación entre
Croacia y Hungría fue una forma especial de Estado compuesto, semejante a la
categoría de esa clase de Estados, ya definida por algunos teóricos alemanes
como "el Estado de más estados" (Staatenstaat). Por eso
"recalcaban con derecho algunos tratadistas que Croacia y Hungría en 1868
estaban en una relación de dualismo" [229].
Croacia actuaba
ante Austria en común con Hungría y, a pesar de que en el Compromiso
austro-húngaro de 1867 no fue expresamente mencionado su carácter estatal, éste
se manifestaba en la constitución y la actuación de las delegaciones húngaras
(en realidad, de la delegación húngaro-croata). El dualismo austro-húngaro no
derogó el carácter de Estado de Croacia en su calidad de socio unido (por el
Compromiso de 1868) a Hungría. Dentro de la comunidad Austria-Hungría-Croacia,
asociada con Hungría era un Estado miembro[230].
OBSERVACIONES
FINALES
La característica
fundamental de la política croata desde el momento de su ingreso en la unión
con Hungría, era la lucha por la conservación de la integridad territorial y la
independencia política. Hallándose en el ámbito zonal de influencia de Roma y
Bizancio, los croatas resistieron a los imperios franco
y bizantino, y en el transcurso de esa lucha se plegaron a los húngaros que,
casi en el mismo momento histórico, se encontraron en idénticas condiciones.
Como enemigo secular apareció, primero, Venecia y, más tarde, Turquía,
arrebatando territorios croatas uno trás otro, hasta que, en 1594, Croacia
quedó reducida a sólo 16.800 kilómetros cuadrados, "reliquiae reliquiarum
olim inclyti regni Croatiae" [231].
Paralelamente con esta merma territorial comenzaron las tentativas de los
estamentos húngaros y la dinastía de los Habsburgo para limitar igualmente el
poder del ban y del Sabor croatas. La lucha por mantener intactos esos poderes
—dos instituciones fundamentales de la Constitución croata—, engendró y
desarrolló un sentimiento y sensibilidad especiales de los croatas por sus
derechos estatales, que ocuparán el primer plano al firmar el Compromiso,
relegando un tanto las cuestiones de carácter económico-financiero, tan
importantes para el Estado moderno después de la liquidación del feudalismo.
Mientras este
existió y, especialmente durante el reinado de la dinastia húngara Arpad, la
institución del Ban había adquirido gran importancia gracias al hecho de que el
rey, como fuente de todo poder, no residia en Croacia. Por esta misma razón, la
institución húngara del Paladino no era idéntica a la del Ban croata. El
Paladino era el lugar-teniente del rey en Hungría, mientras el Ban era virrey
en Croacia, causa por la cual a veces se lo menciona y escribe en los
documentos antes que el nombre del Paladino[232].
A pesar de que ambos pertenecían a los cuatros dignatarios más grandes del
reino —"iobagiones regni"— el Ban croata tenia una especial posición
en los asuntos militares. En efecto, como en todos los Estados feudales, hubo
también en Hungría el ejército del rey al lado de los ejércitos de la gran nobleza.
En Croacia no existía "ejército croata real". O mejor dicho existía,
pero se lo denominaba "ejército de Ban". Se trataba de un fenómeno
específico croata que no tenía antecedentes en parte alguna. En su carácter de
altos nobles, el paladino y el ban tenían que mantener esos ejércitos de la
alta nobleza, pero en Hungría no hubo además un ejército de paladino, como sí
lo hubo del ban en Croacia, como tampoco en Polonia o en otros Estados del
Imperio. El rey pagaba el ejército de ban y, si omitía a hacerlo, el ban fue
considerado como disminuido en su poder. No se trataba, en consecuencia, tan
sólo de la denominación, sino también de una diferencia esencial; es decir que
el rey tenía que sustentar en Croacia un ejército —al igual que en otras
partes— pero el mando supremo sobre él no lo ejercía el rey sino el ban. Esas
tropas no van a la guerra bajo la bandera real sino bajo la enseña croata que
tenía por un lado Ia imagen de Marfa con Jesús, igual que la bandera húngara.
En cuanto al poder del ban y especialmente al derecho de acuñar sus propias
monedas, rebasaba los del virrey, era la personificación del monarca que
residia fuera del reino de Croacia[233].
Durante el reinado de la dinastia de sangre croata, el ban era el substituto
del soberano en Croacia análogamente a como lo era el paladino en Hungría.
Por otro lado, el
fuero que ostentaba el Sabor croata al aceptar o rechazar las leyes votadas en
el parlamento común, así como la forma de representación de aquél en el
parlamento común por sus delegados propios —nuntii vel oratores regni—
estrictamente atenidos a las instrucciones recibidas del Sabor, habían
convertido el húngaro en un parlamento hungaro-croata común, en los momentos de
discutirse los asuntos del reino, puesto que los delegados croatas, en tanto
que representantes del reino de Croacia, ostentaban tantos poderes como los
húngaros, en representación del suyo.
A la luz de
dichas constantes de la política croata y de los atributos del ban y del Sabor
en su calidad de altos órganos del poder estatal junto al rey, el contenido del
Compromiso y sus realizaciones no habían satisfecho a los croatas. El
descontento era mayor por haber sido estipulado por el partido que no gozaba de
simpatía dentro de la mayoría del pueblo, y, en particular, porque aquél aceptó
también más tarde el Art. 66 —apócrifo y arbitrariamente agregado al texto ya
sancionado y que se refería a la situación de Rijeka (Fiume)—. Por eso, la
lucha empezó en el preciso momento de la celebración del Compromiso contra él
o, mejor dicho, por su revisión. Con el objeto de impedirla, la mayoría de
"magiarones" votó en el Sabor una ley que la declaraba como un
intento criminal de perturbación del orden público y un delito de alta
traición. A pesar de ello, en las elecciones de 1871, los unionistas
(magiarones) sólo obtuvieron 13 mandatos, mientras el partido nacional
consiguió 51 y el partido de derecho 1 sobre un total de 65. Sea como fuere, no
fue justo tildar a los contrayentes croatas del Compromiso con los términos que
les atribuyeron sus adversarios políticos. Croacia, de acuerdo al Compromiso
gozaba de mayor independencia estatal que cualquier otra región o el pueblo de
la Monarquía, exceptuando a dos fracciones dominantes: alemanes y húngaros.
Para formarse una idea exacta al respecto basta recordar que los últimos
contaban en la mitad del Imperio (Transleithania) cbn el 48% contra Ios croatas
que sólo alcanzaban 8% de la población, mientras en la otra mitad
(Cisleithania) o parte austriaca, los alemanes tenían 36,2% y los croatas
(incluidos los inmigrantes servios) apenas llegaban al 2,6% de la población,
según el censo. de 1900 [234].
Los datos
estadísticos aclaran también el porqué de que los alemanes y los húngaros, a
pesar de sus constantes divergencias estuviesen siempre unidos y los polacos
gozaban de un privilegio especial en la Monarquía. Es decir, que los alemanes y
los húngaros —"naciones dominantes"— sólo tenían la mayoría sobre la
población eslava a condición de contar con los polacos. De ahí su especial
importancia en la Monarquía.
El Compromiso
tampoco llenó las esperanzas croatas en cuanto a la integridad territorial.
Rijeka quedó como "corpus separatum" del territorio nacional a pesar
de que tenía, según estadísticas, 12.000 croatas y 651 italianos, es decir: una
"ciudad netamente croata" [235].
Austria no permitió la unificación de Dalmacia con Croacia, valiéndose de las
intrigas de los autonomistas ("autonomaši"), de 16.000 italianos en
su totalidad según el censo oficial de 1910 y de minoría servia contra la
voluntad expresa de Ios diputados croatas. Después de la ocupación de Bosnia y
Herzegovina, el emperador Francisco José I rechazó la petición del Sabor para
unirlas a Croacia, haciéndole además el reproche de que había tras-pasado así
los límites de su incumbencia. En realidad, la reunificación de Bosnia y
Herzegovina con Croacia, tropezaría con la posición servia, circunstancia que
fue aprovechada por los húngaros por conducto del partido de los
"magiarones", incluso hasta 1905 (en ese año fue celebra-da la
Resolución de Rijeka y se formó la coalición croata-servia) para impedir la
lucha contra el Compromiso y en pro de su revisión, un juego similar a aquel
que hicieron los austríacos en Dalmacia. Por eso Bosnia y Herzegovina, a pesar
de pertenecer histórica y étnicamente al reino de Croacia, obtuvieron un trato
especial constitucional dentro de la Monarquía, facilitándose así la influencia
tanto húngara como austríaca[236].
Uno de los más
graves defectos del Compromiso húngaro-croata, era de no haber previsto un
cuerpo o tribunal constitucional —o institución similar— al que habrían podido
recurrir las partes en caso de conflicto por la interpretación y aplicación del
sentido de sus disposiciones. Por eso los litigios de esta naturaleza iban
resolviéndose mediante la presión política y administrativa, que siempre se
ejercitaba en detrimento de Croacia. Ese órgano de mediación debería haber sido
como lo fue también al estipularse el Compromiso. Es decir, para la opinión
croata, la comunidad estatal debía tener como fundamento básico el poder real
y, en consecuencia, la comunidad entre Hungría y Croacia también descansaría
únicamente sobre el supuesto de un soberano común. Las leyes firmadas por el
rey al coronarse fueron consideradas como la fuente, el fundamento y la
garantía de la independencia croata. Estas leyes, junto con la "Bulla
Dorada" del año 1222, sin el Art. (ius
resistendi), fueron el resultado a que llegó el Sabor en Cetin el 14 de enero
de 1527, cuando fue elegido Fernando de Habsburgo como rey croata, luego de las
sanciones pragmáticas: la croata de 1712, donde se establecía el derecho de
Croacia para determinar por si sola quién sería su soberano, y la húngara, que
proclamó la indivisibilidad de las tierras de la corona de San Esteban. A ello
se debe que los historiadores croatas del derecho considerasen mucho más
importante el artículo 24 que el 14 del Compromiso,•puesto
que en aquél se habla del rey como del fundamento de la comunidad estatal,
mientras que en el primero se recalca la indivisibilidad de las tierras de la corona
de San Esteban y de la comunidad estatal húngaro-croata. Pero como el
Compromiso austro-húngaro era la consecuencia de una derrota militar de
Austria. con Prusia (Kđnigsgrátz), debiendo el emperador, en el ámbito de
la política interna, otorgar el Compromiso a los húngaros, así también desde la
posición de derrotado, el emperador tuvo que insistir en las posiciones del
Compromiso austro-húngaro que, por su misma formulación significaba la renuncia
imperial a muchas de las prerrogativas que tenía en Croacia antes del año 1867 [237].
Por la propia
naturaleza de la Doble Monarquía, el Compromiso no permitía al emperador y al
rey desempeñarse en los litigios entre húngares y croatas como un factor
imparcial. Manteniendo una influencia decisiva en el nombramiento del ban
croata, los húngaros, atenidos a la letra del Compromiso, eludían su verdadero
sentido. Lo mismo acontecía en el asunto del idioma, que en el Compromiso fue
resuelto favorable-mente para los croatas. Los húngaros tan pronto como se
estableció el Compromiso, empezaron paulatinamente a practicar la magiarización
de Croacia, Eslavonia y Dalmacia, introduciendo el húngaro en los ferrocarriles
croatas e incluso en los tableros de las estaciones ferroviarias donde
figurarían ambas lenguas; el bilinguismo sería también obligatorio al inaugurar
las escuelas húngaras para los empleados y constituía una condición para su
avance en la carrera. La política tarifaria húngara tenía por objeto impedir el
desarrollo y el progreso de los centros industriales croatas. De esa manera,
per ejemplo, el transporte de cereales desde Zagreb hasta Rijeka resultaba más
caro que el de la misma mercadería desde Budapest al Brasil, mientras el de los
fósforos desde Osijek a Mostar era más barato, utilizando el río Danubio hasta
Budapest y de ahí por ferrocarril, que directamente de Osijek a Mostar[238].
Este comportamiento de los húngaros al negar a los demás las ventajas que ellos
mismos habían conseguido así como la imposibilidad o la falta de buena voluntad
demostradas por Viena para obligar a los húngaros a respetar las obligaciones
asumidas por el Compromiso, condujeron a la situación en que los croatas
sintieron la necesidad de liberarse a cualquier precio de aquella comunidad
estatal. "En vano intentó Francisco Ferdinando, consciente del peligro, y
en una tácita oposición a los húngaros, encontrar la solución del problema
croata en el trialismo (Austria-Hungría-Croacia). Su muerte sepultó los últimos
intentos por salvar el afecto de los croatas hacia la Monarquía de los Habsburgo
y la existencia misma de aquella dinastía. La comunidad de las tierras de la
cuenca danubiana, lograda por los croatas en 1527 desde las montañas de
Cárpatos hasta el Adriático, dejó de existir en 1918 al finalizar la primera
guerra mundial" concluye el Prof. Dabinović en su ensayo sobre las
relaciones húngaro-croatas al cumplirse 70 años del Compromiso húngaro-croata[239].
Naturalmente, este historiador de derecho, croata, no pretendió afirmar que la
Monarquía hubiese perecido por el deseo de los croatas. Con idéntico
sentimiento obraban también las restantes nacionalidades y, en el último
decenio de la Monarquía, incluso los húngaros, al adoptar el estribillo
—"Los von Oesterreich"— que fue contestado por los austriacos con
—"Los von Ungarn". La suerte adversa de ese Estado multinacional se
manifestaba en la difeerncia fundamental estructural entre las tierras
austríacas y checas que pertenecían al espacio centro-europeo, y las tierras de
la corona de San Esteban que contituía una región marginal europea[240].
Aquí radicaba la verdadera razón de polémicas incesantes y de los conflictos
permanentes entre las dos mitades de la Monarquía, lo que, en condiciones y
tiempos nuevos, condujó a su destrucción, sin que ninguna de sus partes
asumiera la responsabilidad exclusiva.
En la época
comprendida desde la disolución de la comunidad estatal húngaro-croata en 1918
hasta hoy, los croatas y los húngaros conservan relaciones de buenos vecinos.
Además, fue Hungría la primera entre todos los Estados en reconocer a Croacia al
proclamarse independiente el 10 de abril de 1941. Cabe destacar, por fin, que,
a pesar de sus años de vida en comunidad política, entre Hungría y Croacia no
se han formado regiones de población mezclada que podrían entorpecer aquellas
buenas relaciones vecinales en el futuro de esos dos pueblos.
Una película
yugoeslava sobre campanarios, minarets y... cuchillos
La industria
cinematográfica yugoeslava está inspirada en la actualidad casi exclusivamente
por el culto de la llamada "lucha de liberación nacional". Mientras
en el resto del mundo el interés por la guerra en Ias películas hace ya mucho
tiempo que mermó, en la Yugoeslavia comunista la evocación casi narcisista de
esos días "heroicos" está todavía en boga, si bien un poco forzada.
Estos filmes "históricos" lisonjean la vanidad "del hijo más
grande de nuestros pueblos", pero además, distraen la atención de las
masas de los problemas y los fracasos de una actualidad bastante gris.
Se entiende que
la mayoría de esas producciones cinematográficas de guerra no son sino mera
propaganda comunista; no sólo se enaltece en ellas hasta dimensiones
sobrehumanas a los guerrilleros de aquella ideología, sino que al mismo tiempo,
se degrada de tal manera a sus adversarios, especialmente a los ustaši, que se
diría que no fuesen seres humanos. Semejante parcialidad frente al adversario
vencido difícilmente :se encontraría en toda la
historia. Posiblemente por eso: porque su victoria era el fruto de la
combinación de las fuerzas internacionales y no de la fuerza propia.
Lo peor de todo
es acaso el hecho de que se trate de guardar el silencio o de tergiversar las
verdaderas causas del conflicto así como sobre los objetivos finales de las
partes en conflicto. Los comunistas aparecen así como combatientes por la
libertad, escondidos en los bosques por un puro y ferviente deseo de liberar a
los pueblos yugoeslavos del dominio "del ocupante y de sus cómplices
internos". Por nada y en ningun.a oportunidad los comunistas yugoeslavos
mencionan la forma en que ellos defendieron el pacto Molotov-Ribbentrop,
mientras atacaban a los "imperialistas" occidentales, ni cómo se
hicieron guerrilleros solamente cuando la Rusia Soviética fue atacada, con el
propósito de aliviar justamente su frente de guerra e instalar en Yugoeslavia
su propia dictadura y un régimen de terror idéntico al que impuso Stalin en la
"cuna del socialismo". ¡Suponemos que los comunistas yugoeslavos no
podrían decir ahora que habían luchado por el socialismo de la autogestión!
Por otra parte, la propaganda comunista, todavía hoy, un cuarto de siglo des-pués de la guerra, pinta al ejército regular croata (domo•brani) como una entidad inmóvil que ignoraba lo que quería, mientras los ustaši eran para los comunistas una encarnación del diablo, cuyo único fin bélico consistía en matar por matar y derramar sangre. A través de esas películas, el espectador no puede, ni de lejos, enterarse de que los soldados croatas combatieron por lo menos tan valientemente como los guerrilleros comunistas, en defensa de su patria. Habiendo sido el Partido comunista yugoeslavo organizado sobre la base de una idea yugoeslava (hasta 1935 los comunistas abogaron por la desmembración de aquel Estado y por la organización de los Estados independientes de los pueblos integrantes), era necesario ahora crear y sostener la ficción de que "nuestros pueblos" lucharon en la última guerra por un Estado común. Eso podría resultar verosímil únicamente a condición de guardar silencio sobre el hecho clave, es decir, que en la última guerra combatieron entre sí tres ideas nacionales: la croata, la servia y la yugoeslava.
Leí pacientemente
en Vjesnik u Srijedu (12/3/1969), de Zagreb, algo sobre una nueva película
yugoeslava que presuntamente no era como las demás: "un juego entre
propaganda y arte". Esta vez se presentaban los acontecimientos bélicos en
"otro lenguaje" y se exponía la verdad "para ambas partes".
Se trata del filme "Oyendo las campanas", dirigido por Antonio
Vrdoljak, y sirviéndole de guión el diario de guerra del general guerrillero
Juan Šibl. Vjesnik u Srijedu publica una amplia entrevista con Vrdoljak y šibl,
referente a dicha película.
Vrdoljak explica
así lo que se propuso con ella: "Para mí, el mayor obstáculo fue esa
nuestra herencia dentro de la cual, durante veinte años, presentábamos a los
partisanos (guerrilleros comunistas) como únicos héroes —un orgullo exclusivo
de este país—, como gigantes que aniquilaban a los alemanes ciegos y a los
ustaši indecisos, es decir: a sus enemigos —así se argumentaba implícitamente—
que vivieron fuera del espacio, y sólo nuestras madres acunaban hijos
valientes... Por esa causa quise proceder de otra manera: comunicar la verdad,
decirla aquí de ambas partes".
Como un
acontecimiento de gran importancia, Šibl ha delineado en su "Diario"
de qué modo su unidad había "regalado" la vida a un ustaši, llamado
Meho, quien más tarde, por agradecimiento, se convirerte en un guerrillero muy
combativo. A la pregunta de si eso aconteció realmente, Šibl contesta: "Mi
Meho es una persona real. El y Suljica se fueron a comprar aguardiente, pero
Suljica fue alcanzado por un tiro, herido y degollado (mas, ¿quién lo hizo? N.
del autor) y Meho fue capturado, encadenado y llevado a mi unidad. Entonces la
cosa más normal era fusilar a un ustaši con la letra "U" sobre su fez
y armado con un fusil, porque el ambiente estaba ensangretado... Pero no se
procedió así y no mataron a Meho".
Resulta sumamente
interesante destacar que la "cosa más normal" para los guerrilleros
comunistas fuese fusilar a los adversarios capturados. Pero si, a su vez, éstos
pagaban con la misma moneda a los guerrilleros comunistas capturados, entonces
se trataba de un crimen de degüello.
El nudo
ideológico y el título de la película, lo explica Vrdoljak de la manera
siguiente: "El marco histórico se sitúa en un espacio restringido, donde
conviven tres religiones. En el diálogo se dice textualmente: "Cuando
Vjeko oyó que, alrededor habían dos campanarios y un minarete, declaró que eso
era demasiado. Y lue-go agregó: «¡Tres dioses para
este pequeño pedazo de suelo!» Gara le contestó: «Tú no amas a Dios»; y Vjeko
continúa explicando: (No tengo nada contra Dios, pero si tres dioses se
convierten en tres cuchillos... De estos problemas es necesario...»"
Se interpone otra
vez Vrdoljak y dice: "Es necesario hablar de estos problemas. En la
película he hablado de estos problemas en una época tremenda. Pero de una época
que mañana podría repetirse. ¡No hagamos bromas! Puede suceder mañana que este
país se convierta en el escenario de una guerra desde fuera y entonces esos
vampiros podrían saltar antes de lo que esperamos".
De lo antedicho
resulta obvio que, con la pretensión de decir la plena verdad, esta película es
en realidad mera propaganda proyugoeslavo-comunista. En el conflicto de la
última guerra no se trataría de las ideas nacionales y estatales, sino tan sólo
de la escisión y el retraso religioso. La culpa, en consecuencia, es de la
religión, del hecho de que en nuestras regiones existían "tres dioses"
que se convirtieron en "tres cuchillos".
Basta pensar un
instante para comprender cómo esta acusación es tendenciosa e inexacta. Los
servios, los búlgaros y los macedonios pertenecen a la misma religión greco-
oriental y, no obstante, en las regiones donde conviven sucedieron cosas muy
graves no sólo durante esta última guerra, sino que vienen sucediéndose desde
las guerras balcánicas (1912-1913) hasta hoy. Los montenegrinos profesan la
mis-ma religión, pero al finalizar la primera guerra mundial y durante la segunda,
hubo entre los partidarios de la unión con Servia y los de la independencia de
Montenegro enfrentamientos muy sangrientos. Además, el caso del ustaši Meho,
¿no desmiente la tesis de la película? Es un hecho innegable que los croatas de
religión islámica y católica lucharon hombro a hombro en la defensa del Estado
de Croacia, lo que es uno de los argumentos irrefutables de la pertenencia
nacional de los musulmanes de Bosnia. ¿De qué otra manera puede explicarnos el
señor Vrdoljak el hecho de que un campanario (croata-católico) y un minaret
(croata-musulmán) se unieran contra otro campanario (servio-ortodoxo)?
Culpar de todos
los males a la religión es ya vieja costumbre comunista. Y resulta tanto más
absurda, cuanto que la practican quienes profesan —e intentan imponer por la
fuerza— un nuevo dogma, una nueva concepción del mundo, introduciendo en las
relaciones humanas el fanatismo, la intolerancia y el odio, desconocidos hasta
ahora en la historia. En nombre de este nuevo dogma fueron matados, hasta ahora,
varios millones de hombres inocentes: más que en todas las guerras religiosas.
Con esta ideología se envenenan y ensangrientan las relaciones entre las
naciones, incluso entre aquellas que están obligadas a vivir bajo el régimen
comunista, como lo confirman los casos de Hungría, Checo-Eslovaquia
y el del conflicto ruso-chino. Todo esto sucedía también en nuestras aldeas y
ciudades.
Mientras tanto,
hemos visto que dicha película tampoco dijo la verdad. Para eludir el
reconocimiento de la existencia de la idea nacional croata y de su Estado, en
el filme se acusa a la religión y se habla irresponsablemente de campanarios,
minaretes y cuchillos.
Hasta tanto no se
pueda decir en Yugoeslavia la pura verdad sobre las causas reales de los
acontecimientos tan desafortunados, ocurridos en la última guerra y mientras el
anhelo de libertad nacional de los pueblos de Yugoeslavia no siga
interpretándose como chauvinismo, existirá también el peligro de que se repitan
los desastres que deploramos. Acertadamente dice Vrdoljak: "¡No hagan
bromas! ¡Mañana puede suceder que este país. se vea expuesto a la guerra desde fuera, y los vampiros
pueden saltar antes de lo que esperamos!"
El día 26 de
octubre de 1968 en la ciudad alemana de Munich fue cometido un horrendo crimen
contra tres exilados croatas. Mile Rukavina, Krešimir Tolj y Vid
Maričić, así se llaman las víctimas, fueron hallados muertos ese día
en la sede de Los Croatas Unidos de Alemania, en pleno centro de Munich. Según
peritos policiales, las víctimas fueron ultimadas a tiros de revólver
silencioso aproximadamente a las 10 de la mañana y encontrados
muertos recién a las 16. Los criminales, de acuerdo a la opinión pública,
fueron los agentes secretos de Tito, que operan provistos de documentos
diplomáticos y demás facilidades del movimiento entre unos 180.000 obreros
croatas, actualmente residentes en Alemania occidental. Al día siguiente los
tres fueron inhumados en el cementerio local, acompañados por unos 5.000
compatriotas hasta su última morada, rindiéndoles solemnes honores fúnebres.
Con este motivo fueron enviados por las organizaciones croatas varios
memorándums a las autoridades locales y centrales del Gobierno de Alemania
Occidental, acusando al régimen de Belgrado y pidiendo la protección de las
vidas de sus compatriotas.
Para caracterizar
el clima ipo:ítico y el ambiente general donde cayeron
estas úl-timas víctimas del terror comunista yugoeslavo, reproducimos una parte
del artículo del Dr. W. Sshoetler, abogado y escribano alemán, escrito con
motivo de descubrirse este tremendo crimen: "...Después de haberse
restablecido las relaciones diplomáticas entre Yugoeslavia comunista y la
Alemania Occidental, el terror de UDBA (Policía secreta yugoeslava) viene
reforzándose. Los emigrados croatas se han convertido en animales salvajes para
los comunistas granservios en Alemania... Los consulados y los consulados
generales como también las Misiones comerciales del régimen criminal de
Belgrado, se desempeñan como asilos del servicio secreto, taimado e
inescrupuloso en Alemania Occidental Las autoridades alemanas presencian
pasivamente los crímenes sin hacer nada para eliminarlos... Cualquiera que
intente identificar los crímenes de UDBA es acusado de instigador de la guerra
fría o como derechista radical... Vivimos en Alemania en un tiempo en que las
instituciones competentes alemanas confraternizan y colaboran con el régimen
dictatorial comunista y con sus sindicatos estatales. El que está dispuesto a
capitular ante la dictadura comunista, se le abren todas las puertas... Pero,
mientras estas autoridades alemanas toleran el terror del servicio secreto
comunista y no hacen nada contra él, las mismas autoridades proceden sin piedad
y consideración alguna para la emigración croata..."
A estas
observaciones del abogado alemán nada podemos agregar sino apelar al Gobierno
alemán, para que preste la protección legal a los obreros y demás croatas en su
país. Un filósofo cristiano en la actualidad escribió un libro: Fin del
maquiavelismo. Podemos creerlo?
Después de dichos
crimenes, han sucedido otros. En España fue ultimado cruelmente un ex general
croata, y en Munich el ing. Nahib Kulenović, hijo del ex presidente del
Gobierno de Croacia y uno de los caudillos más prominentes de los musulmanes de
Bosnia croata.
¿La tiranía tiene
su fin o sus límites?
Las
injustificadas pretensiones servias no se limitan solamente al territorio
croata, Bosnia y Herzegovina por ejemplo. Extiéndense estas ambiciones incluso
a nuestros logros espirituales. Así vienen procediendo desde hace un siglo,
difundiendo ka propaganda pagada por su gobierno en detrimento de Croacia.
Entre las mistificaciones de esta propaganda figura también la afirmación de
que el célebre matemático y filósofo croata, padre de la teoría atómica,
jesuita R. Boškovic, era de origen servio. El profesor servio Petronijevic
editó en 1924 en Londres THEORIA PHILOSOPHIAE NATURALIS de Boškovic, presentándolo
en su prefacio como sabio servio. La edición fue financiada por el gobierno de
Belgrado.
Hace dos años
este libro fue reeditado en Norteamérica, repitiendo la misma mistificación
servia. Tratándose de una personalidad extraordinaria, por cuya obra dentífica
crece el interés en los círculos más destacadas de la
ciencia en el mundo, especialmente en Norteamérica, en pos de la verdad cabe
rectificar tamaño error y establecer el origen de Boškovic.
Al leer el libro
LE MATIN DES MAGICIENS de los autores franceses Luis Pauwels y Jacques Bergier,
encontramos repetida esta falsa afirmación sobre el erigen servio de Boskovic.
Por ello
Instituto Croata Latino Americano de Cultura el día 8/8/1966 dirigió a dichos
escritores la siguiente carta:
Messieurs
L. PAWELS et J. BERGIER 4 Rue Galliéra
PARIS
Messieurs:
Nous avons lu
evec grand intéres et plaisir le livre- “Le Matin des Magiciens”, mais vôtre
affirmation dans le même oevre, que R. Boškovic était Serbe, nous a causé une
surprise désagréable.
Certes, on
peut trouver des affirmations pareilles dans d'autres publications, de
caractère éphemère ou encyclopedique, mais tous ses
auteures son des victimes de la propagande grand-serbe.
C'est pour des
raisons d'objetivité historique, aussi bien que pour nôtre intéres special
croate, que nous semble nécessaire d'appeler votre attention sur cette
tendenciese mystification serbe.
Quant a
l'objectivité historique, vous même dites, que Boškovic est
né a Dubrovnik. Mais cette cité, il y a plusiers
siecles, est une ville croate et catolique. (Voir: Hans Kohn:
"Idea of Nationalism", page 545). L'histoire, en effet, ne connait pas un seul prêtre franciscain, dominicain ou jesuite qui eut
été serbe. Le peuple serbe,
par contre, professe la religion orthodoxe grècque. Où peut on trouver des couvents catholiques serbes? Selon dite mystification serbe, un
seul jesuite serbe existait — Boškovic — et justement celui-ci était un genie!
En outre,
Dubrovnik a été une des plusieurs formations d'état croate, ou avait été sauvée
une part de la souveraineté croate, morcelé pendant des siècles de nos luttes
contre les Ottomanes et pendent l'occupations d'une part du territoire croate
par eux mêmes.
Dans la cité de
Dubrovnik fleurissait tout un monde culturel — la peinture, la sculture, la
science et la littérature croates, point de départ de la littérature croate
moderne. Les ecrivens
de Dubrovnik appalent sa langue «slave ou croate»,
mais jamais serbe. Tout cela a
autorisé les historiens croa-tes de proclamer cette cité adriatique «Athènes
croate».
La famille de
Bošković est originaire de la province croate Hercegovine qui formait, au
moyen âge, le centre de la Croatie Rouge. (D. Mandic: “Bosna i Hercegovina”,
Chicago 1963 ou de même auteur, dans notre publication: (Bosnia y Herzegovina»,
que nos vous, envoyans). Cette territoire, les environs immédiates de
Dubrovnik, et ses habitants, ont conservé son caractère et sa conscience
nationale croate jusqu' a present, malgré toutes les tentatives d'inflitration
serbe et de leur religion orthodoxe grècque.
La Croatie vit
aujoud'hui sous le régime communiste de caractèr serbe, mais si vous vous
dirigez, par exemple, a l'Académie Yougoslave de Zagreb, vou recevrez, nous en
sommes sûrs, la même réponse, que nous vous donons ici. En plus, Bošković
lui-même écrit dans une lettre, dirigée a son frère Bartolomé a Dubrovnik,
après avoir assisté a un défilé des troupes impériales a Vienne, qu'il a vu
«nos croates» dans la parade. Naturelment, Bošković a ecrit a son frère en
croate.
Quant a notre intéret
special croate, nous nous permetons la liberté de vous dire, que tous les
peuples du monde défendent leur droit d'existence et d'autodétermination
nationale, reclamant aussi bien le titre des leurs apports au trésor commun de
la civilisation. Par consequent, nier a Bošković sa nationalité croate
dans les conditions actuelles, ou son peuple croate lutte pour sa liberté
nationale et pour survivence même, signifie une tentative de diminuer ou de
priver le peuple croate d'un des ses titres de droit a la liberté nationale,
suprimée en Yugoslavie grand-serbe.
A cause de tout
cela, nous vous prions de vérifier nos contestations et de corriger votre
affirmation dans une nouvelle edition de «Le Matin de Magiciens» ou dans votre
revue «La Planète», publication d'une grande diffusion dans plusieurs lagues et
pays.
En espérant votre
réponse et votre opinion sur ce sujet, veuilles agréer, messieurs, les
assurances de notre considération."
Sécretaire:
Dr. F.
NEVISTIĆ
Président:
Dr. M.
BLAŽEKOVIĆ
El 26 de
septiembre del mismo año la revista STUDIA CROATICA recibió la siguiente
contestación de los señores L. Pauwels y J. Bergier:
éditions PLANÈTE
114 champs
élysées paris tél. 359 8416 8650
STUDIA CROATICA
Carlos Pellegrini
743 - P. 3 of. 18 BUENOS AIRES
(République Argentine)
"Messieurs,
C'est à notre
retour de vacances que Jacques Bergier et moi-même avons pris connaissance de
votre lettre du 10 Août.
Vous nous donnez
là une précision historique que nous n'avions pas trouvée dans l'importante
documentation que nous avons dépouillée pendant cinq ans avant d'entreprendre
la rédaction de notre ouvrage «Le Matin des Magiciens». Nous allons la vérifier
pour éventuellement en tenir compte.
Avec tous nos remerciements.
Nous vous prions d'agréer, Messieurs, l'expression de nos meilleurs
sentiments".
LOUIS PAUWELS
Algunos meses más
tarde la revista "Planète" —en su edición española Nro. 13
Septiembre-Octubre de 1966, págs. 129-143, publicó un artículo del señor J.
Bergier, que parcialmente aquí reproducimos, donde se menciona varias veces que
el jesuita y sabio R. Bošković era de origen croata.
Ya en la página
129, el señor Bergier reproduce el texto del libro "El Retorno de los
Brujos": "¿Mutante? ¿Viajero del tiempo? ¿Qué ser misterioso y
desconocido se esconde detrás de este misterioso croata? No solamente se halla
ya adelantado respecto de la ciencia de su tiempo, sino respecto de nuestra
propia ciencia". En la primera edición de "Le Matin• des
Magiciens" (El Retorno de los Brujos), en lugar de "croata" se
decía 'servio".
En la misma
página escribe Bergier: "...El escritor científico Arthur C. Clarke
observa que el gran genio del Renacimiento no habría podido concebir la
electrónica, y que si le hubieran puesto entre las manos un receptor de la
televisión lo habría contemplado como un enigma indescifrable. El matemático
Roger Bošković, por el contrario, se halla mucho más cerca de las
criaturas fabulosas descriptas por Sturgeon en «Más que humano», o de las
novelas fantásticas de Van Vogt sobre slans. Si existe una diferencia a favor
del matemático croata que vivió en el siglo XVIII..."
En la página 131
Bergier dice: "Bošković era el séptimo hijo de un séptimo hijo. Es
una ascendencia de mago. Jamás pudo hallarse su partida de nacimiento, pero un
certificado de bautismo declara que nació el 18 de mayo de 1711 y fue bautizado
el 26 de mayo del mismo año. Su padre era un ciudadano libre, condición rara en
aquella época. Más tarde, puso sobre su papel para cartas la corona de nobleza
de la familia croata Boško. No es seguro que tuviera derecho a hacerlo".
Así Bergier
repite siete veces en su artículo, tratando a Bošković como a un sabio de
origen croata. Destacando su labor cientifica Bergier cita al texto de Lalande:
"En abril de 1776, el gran Lalande le escribe: «Vos veréis en las noticias
literarias de 'Le Journal de Scavans' de abril una nota en honor de vuestro
Tratado de las ciencias cónicas. He aquí una parte: El genio de autor brilla
aquí tanto como en sus obras más sublimes... Un geómetra profundo que justifica
hasta en las menores cosas la reputación que tiene desde hace mucho de ser el
más grande matemático de nuestro siglo..
Bošković
editó en 1758 su libro: "Theoria Philosophiae Naturalis".
En la página 136
Bergier sintetiza la ley del universo según Bošković: "La idea del
sabio croata era formular una ley única que describiera todo. Esta ley única es
simple: la materia se compone de objetos llamados «puncta»... Los puncta se
atraen cuando se encuentran bastante lejos el uno del otro, se rechazan cuando
están muy cerca... Esta ley, que se aplica a dos puncta, puede ser
general.iz•sda matemáticamente a tres, cuatro... puncta, luego a todos los
puncta del universo".
En la misma
página reproduce la opinión del biógrafo de Bošković, el inglés Lancelot
Law Whyte: "La teoría de Bošković es un asombroso esfuerzo de
imaginación, una obra maestra de anticipación. Exhibe en grsdo muy ele-vade y
en forma poco habitual la pasión por el orden y el espíritu... Los que se
elevan más allá de la moda del día van a descubrir que Bošković es digno
de un honor particular: defiende lo que falta en la física moderna: el espíritu
de claridad en los valores fundamentales".
En la página 137
se dice entre otras cosas: "La mayor parte de la teoría de Bošković
es demasiado avanzada para poder ser verificada en el estado actual de nuestra
ciencia". Lancelot Law White escribe: "Si el universo no está
compuesto de puncta, debería estarlo". Nietzsche decía que «la teoría de
Bošković es el mayor triunfo del espíritu humano sobre los sentidos
realizados hasta el presente sobre esta tierra...» La teoría de los cuanta
—continua Bergier— nació directamente de los trabajos de J. J. Thomson quien,
desde 1905, escribió que él debía todo a Bošković. Las ideas de Rutherford
sobre la estructura del átomo derivan directamente de Thomson y, por medio de
éste, de Bošković. Bohr y Heisenberg han expresado su deuda respecto de
Bošković en ocasión del Simposio internacional que se celebró en Dubrovnik
en 1958".
Bošković
murió en Monza (Italia) el 13 de febrero de 1787. "El 13 de marzo, de
Lalande pronunciará su elogio en la Academia Francesa. Insistirá sobre su
temperamento colérico, pero agregando: «Es el único defecto que se le haya
conocido, pero estaba compensado por todas las cualidades que constituyen un
gran hombre». Se bautizaron en su honor calles de Roma, de Milán y de
Dubrovnik. Un cráter de la Luna lleva su nombre (lo que hubiera sido lo más
importante para él) y en los jardines del Instituto Atómico de Zagreb una gran
estatua de Bošković, realizada por el escultor yugoeslavo! (es el gran
escultor croata, N. de la R.) Ivan Meštrović, levanta su rostro de
visionario hacia el cielo. «La era del espacio se interesará por Bošković
más que nosotros», escribió su biógrafo Elizabeth Hill".
Creemos que así
terminará una de las aventuras servias poco honestas. Sería deber de los
croatas comprar cuanto más ejemplares de esta revista "Planète",
distribuyéndola donde lo consideren oportuno. Especialmente en las
Universidades y entre los hombres de ciencia. Los propagandistas servias
"merecen" también algunos ejemplares.
Considerando que
los señores L. Pauwels y J. Bergier han cumplido honestamente con su promesa,
nuestro Instituto con carta del 26 de enero de 1967 les ha agradecido por la
probidad intelectual y el amor por la objetividad histórica.
"Buenos Aires, le 26 Janvier 1967.
Messieurs
Luis Pauwels et Jacques Bergier, Editions Planète
116 Chaps -
Elysées
PARIS - VIII
Messieurs :
Nous Vous
confirmons d'avoir recu vôtre lettre du 26 Septembre 1966, ou Vous nous
promettez de verifier l'exactitude, si Bošković a
été croate ou serbe.
Avec une
grande satisfaction nous lisons dans le número 13 de "Planète", dest
édition espagnole l'article du monsieur J. Bergier, dans lequel l'origine
croate de Bošković est publicment reconnu et confirmé.
Avec l'article
cité, Vous avez accomplu sériesment la vôtre promesse et
confirmé la votre probité intelectuelle, digne de la tradition culturelle
occidentale.
Nous Vous
prions d'agréer, Messieurs, l'expression de notre gratitude et
de nos meilleurs sentiments".
Sécretaire
Dr. F.
NEVISTIĆ
Président
Dr. M.
BLAZEKOVIĆ
Analizando las
relaciones apolíticas y nacionales entre los croatas y los servios en el
periódico de un grupo de exilados servios —"Naša Reč", N° 187-90
de 1967, pág. 16— que se edita en Londres desde hace 20 años, el Ing. Vladimir
Predavec, en su artículo muy singular por su original enfoque, dice entre otras
cosas: "Los croatas se sentían amenazados por el Estado (la Yugoeslavia real,
N. de la R.) y los servios lo sentían como su Estado.
Este sentimiento fundamental de unos y otros determinó también su actitud hacia
esta comunidad. En semejante situación, donde un nacionalismo representa
tendencias centrífugas y otro centrípetas, todas las
cuestiones y todos los problemas fueron mal enfocados y planteados al revés.
Mencionaré sólo un ejemplo. La mayoría de los croatas se declaró en 1941 por el
Estado croata independiente. Esta es, sin duda alguna, una actitud política del
todo legitima, a la que toda comunidad tiene derecho. Un puñado de croatas
abrazó la ideología y adoptó los métodos ustaši, que es otra cosa. No obstante,
la mayoría de los servios identifican todavía hoy las dos cosas. Por cierto eso
es un craso error. Supongamos que los papeles en Yugoeslavia hayan sido
invertidos: los croatas, mayoría que da su respaldo al Estado; los servios,
minoría que siente que ese mismo Estado les fue impuesto, Tengo la plena
seguridad —sin miedo de que alguien de buena fe me desmienta— que los papeles
en tal situación habrían sido cambiados y los servios hubieran aprovechado la
primera oportunidad para separarse de semejante comunidad estatal".
"Yo,
Krešimir, gobernando por gracia de Dios en Croacia y Dalmacia y reinando
después de mi abuelo, de grata memoria, el rey Krešimir y de mi padre, el rey
Esteban —ambos descansan ahora en el campo de Klis— reunido en mi residencia de
Nin con los presentes comités (gobernadores), príncipes y bani y con capellanes
de mi carte real, púseme a meditar qué podría ofrendar al Dios omnipotente para
que salvaguardara mi gobierno del reino heredado y diera la paz eterna a las
almas de mis antepasados y antecesores. Y encontré que, de las obras de piedad,
ninguna sería más grata a Dios y más digna de nuestra corte terrestre que
otorgar a las moradas de los santos y de los monjes posesiones y donaciones
decorosas. Y por cuanto el Dios omnipotente extendió nuestro reino por la
tierra y el mar, decidi-mos y dispusimos solícitemente honrar el convento de
San Crisógono en Zadar con posesiones y tierras. Encontramos igualmente en las
obras de nuestros antecesores, preclaros reyes croatas, que ellos obsequiaron
también a dicho convento muchas heredades y propiedades; y nosotros, no
queriendo apartarnos nada de la senda de nuestros antepasados en lo tocante a
la salvación de nuestra alma y la de nuestros difuntos, te otorgamos a ti, San
Crisógono, por intermedio del venerable Pedro, digno abad de tu santa casa,
nuestra propia isla real, ubicada en nuestro mar dálmata, que se denomina Maon
y que a su izquierda tiene la isla que en croata se dice Vir. Que esta isla,
pues, sea por siempre de propiedad del convento de San Crisógono y que ninguno
entre los mortales se oponga a ello, puesto que así lo disponemos con el
consentimiento y a pedido de los señores de todo nuestro reino. A fin de que
esta donación nuestra sea duradera y valedera por todos los tiempos, la
certificamos y firmamos Nos, junto con nuestros obispos y disponemos que
quienquiera que sea si. olvidándose dei juicio divino
y despreciando nuestro honor real, quisiera arrebatar esa isla al convento
mencionado, sea culpable de ello en el Juicio Final; que eterna-mente comparta
la suerte de Herodes, de Judas y del Mago Simón; que sea maldito por Dios y por
sus apóstoles, por todos los santos y, especialmente, por San Crisógono.
Disponemos, además, que por tal acto criminal deberá pagar a nuestra corte
—bien durante el reinado de alguno de nuestro sucesores, o durante el mandato
de gobernador o de ban— la multa de 100 libras de oro y ser declarado en
nuestro reino deshonrado para siempre. Doy fe, Yo Krešimir, rey de Croacia y
Dalmacia; yo, Esteban, obispo de Zadar, firmé este documento". A
continuación siguen los nombres de los testigos oculares: Adamić,
gobernador de Nin, testigo; Boleslav, comodoro de la corte, testigo;
Velkić, gobernador de Luka, testigo; Volesa, senior, testigo; Budac,
camarero, gobernador de Bribir, testigo; Ivan, capellán real, testigo; Petar,
juez de la corte real, testigo; Studec, copero real, testigo; Leo, primer
espadero real y gobernador de Dalmacia, testigo; Selislav, gobernador de
Sidras, testigo; Dragomir, gobernador de Cetin, testigo; Andrés, alcalde de
Biograd, testigo. En la ciudad de Nin
Amén".
Cuadernos del
Instituto de Investigación de la Sociedad Alemana para la política exterior,
ed. C. W. Leske Verlag, Opladen, 1968, pp. 154.
El publicista
suizo Viktor E. Meier cobró reputación especialmente por su análisis de la
situación imperante en Yugoeslavia y demás países del sudeste europeo mientras
se desempeñaba como corresponsal del Neue Zürcher Zeitung en Belgrado y, luego,
en Viena. Su libro trata también de los problemas políticos de dichos países y
analiza el nuevo curso, la problemática actual y sus posibles soluciones en
Rumania, Yugoeslavia, Bulgaria, Grecia, Albania y Turquía. En sendos capítulos,
el autor pasa revista más tarde a los intentos realizados y a las posibilidades
actuales de una cooperación política más estrecha en los Balcanes.
La Sociedad
Alemana para la política exterior (con sede en Bonn), que editó el libro
aludido, no toma posición frente a los problemas tratados en sus publicaciones.
Idéntico criterio rige para la obra de Meier, financiada por la fundación de
Fritz Thyssen.
Hallándose
resumida una materia tan extensa en pocas páginas, es obvio que muchos temas
resulten apenas tocados o esbozados, y otros ni siquiera mencionados. El estilo
y el modo de exposición son amenos. En el apéndice figura una extensa
bibliografía, pero a lo largo del texto no existen referencias ni citas. Meier
dedica mayor atención a los problemas de Yugoeslavia e incluso sugiere puntos
de vista para las soluciones futuras. En el proceso interno yugoeslavo
vislumbra una sola alternativa: a la comunidad estatal yugoeslava contrapone el
exclusivismo de los Estados nacionales de los pueblos que la integran,
adoptando y abogando por la concepción yugoeslava como única solución política
viable y aceptada. De ese modo, Meier anticipa una posición ya definida y
limita su estudio, lo que va en desmedro del libro. Ya al comienzo de su exposición
discute las opiniones contrarias y sostiene, sin más, que la solución
yugoeslava es la única practicable. Hablando del carácter multinacional y
pluricultural de Yugoeslavia, Meier refuta la opinión de historiadores alemanes
y austríacos que sustentan que aquella es un conglomerado artificial, condenado
a desaparecer. Disiente también del consenso público en Yugoeslavia, así como
del historiador inglés Taylor, quien calificó a Tito como el último de los
Habsburgo, empeñado en restaurar las estructuras estatales que originó la caída
de aquella dinastía y de los gobiernos burgueses de Belgrado. A estas dudas
Meier contrapone su credo político unitarista: "La comunidad actual
yugoeslava, pese a tantas dificultades, dista de parecer un fósil histórico y
se presenta como una concepción estatal moderna que, con su carácter
supranacional y la constante búsqueda del equilibrio interno, puede servir de
guía para la zona entera del sudeste europeo" (p. 36).
No obstante ese
parti pris, Meier reseña con objetividad el proceso ideológico de un estado
común durante los siglos XIX y XX en Croacia y Servia, y la evolución política
en la Yugoeslavia de pre y post-guerra. Meier confronta dos concepciones
estatales divergentes: la croata y la servia. "Mientras, entre los croatas,
el Movimiento ilírico, Strossmayer y Supilo difundían ideas sobre un Estado
común sur-eslavo, entre los servios, Ilija Garašanin, con su Načertanie
(Programa, 1844), elaboró la concepción de una Servia engrandecida, que más
tarde realizó N. Pašič en 1918, extendiendo el predominio de Servia sobre
pueblos y minorías que integraron a Yugoeslavia. Ese programa tiene vigor hasta
hoy en el pensamiento nacional servio", manifiesta Meier. El nuevo Estado
fue fundado sobre una "base equivocada" en 1918, lo que suscitó la
oposición general de los croatas bajo la égida de Esteban Radic. Respecto del
yugoeslavismo del rey Alejandro, Meier afirma que no era sincero, sino
"que servía para encubrir la irrestricta hegemonía servia". Esa
política dio pábulo al movimiento ustaša, mientras que el Dr. V. Maček,
siguiendo otra línea, trató de hallar, mediante el Compromiso de 1939, la
solución de la cuestión croata en el marco del Estado yugoeslavo.
Resumiendo lo
acontecido en el curso de la última guerra, Meier sostiene que los comunistas,
dada su escasa fuerza numérica, no habrían llegado al poder en circunstancias
normales. Además, no fue-ron e 'los los primeros en sublevarse por atenerse al
pacto de no agresión firmado entre Hitler y Stalin. "Si Alemania no
hubiera atacado a la Unión Soviética el 21 de junio de 1941, acaso nunca se
hubiera producido el alzamiento comunista", escribe Meier.
Primero se
sublevaron los nacionalistas servios četnici y la guerrilla comunista se
inició en Užice, Servia, trasladando su centro después a Montenegro, y sólo
tras el fracaso del régimen de Pavelić en el Estado Independiente de
Croacia, los comunista lograron grandes éxitos en la frontera
bosniaco-croata". Luego sostiene Meier que la política búlgara en
Macedonia y la húngara en Voivodina favorecieron el movimiento guerrillero. Los
aliados empezaron a prestar ayuda a Tito. La persecución ustaša de los servios
en Croacia y la italiana de los croatas en Dalmacia impulsaba a la gente hacia
las filas comunistas. Entonces éstos presentaron la plataforma yugoeslava
frente a la concepción exclusivista servia que incluía la venganza contra los
croatas. En opinión de Meier, ese "yugoeslavismo en la práctica"
llevó a los comunistas a la primera fila de los luchadores contra las fuerzas de
ocupación y, luego, al poder.
Meier menciona
también la matanza del ejército croata en Eslovenia al finalizar la guerra.
"Ya terminada ésta, los comunistas liquidaron en Eslovenia a los restos de
los ustaši, del ejército regular croata (domobrani) y de la guardia nacional
eslovena que, en parte, les entregaron los británicos de Carintia y
Estiria" (p. 48).
De la exposición
de Meier se desprende que los guerrilleros, bajo la conducción comunista,
llegaron al poder por errores ajenos y no en virtud del programa comunista.
Pero los comunistas no cumplieron con el mandato yugoeslavo y, en opinión de
Meier, "ahora es el momento en que debe realizarse en una forma
nueva" (p. 49). "Hasta ahora los comunistas no lograron dar solución
al problema nacional. Evitaron ciertos errores de la preguerra, mas cometieron
otros nuevos. Su concepción de la fraternidad y unidad» está muerta y en cuanto
a la solución de los emergentes problemas nacionales, el partido comunista no
fue más lejos que el régimen de la preguerra en 1939" (p. 58). Según el
autor, la federación es letra muerta y el centralismo, con Ranković, cobró
el carácter servio comunista con "la reencarnación del viejo empeño servio
por la hegemonía en el ropaje comunista" (p. 55). La mayor oposición al
centralismo proviene de Eslovenia y Croacia que, con la ayuda de Macedonia,
derrocaron a Ranković en 1966. Meier nota in gran cambio en Eslovenia:
antes de la guerra, los eslovenos, dirigidos por Korošec, estaban satisfechos;
hay, como pueblo, se hallan en la oposición y Meier considera que Eslovenia es
el foco del nuevo nacionalismo en Yugoeslavia, puesto que allí el pueblo y el
partido comunista se aliaron en un frente unido contra el poder central de
Belgrado. Debido a la explotación económica, Eslovenia y Croacia se oponen actualmente
a la federación. Encabezada por esos pueblos, se forma la oposición en
Yugoeslavia, mientras que Servia quedó sola como "la base del poder de las
fuerzas dogmáticas".
Meier ofrece un
cuadro del Estado yugoeslavo, dislocado internamente, que presta demasiada
atención a los problemas de la política exterior, mientras que lo: contrastes
internos van agudizándose. Cree que en la nueva solución del problems nacional
es preciso hallar una nueva síntesis yugoeslava y contrarrestar a las fuerzas
que ahora actúan en el sentido contrario. Esa síntesis, según Meier, se logrará
si "las tradiciones de cada pueblo yugoeslavo y el movimiento histórico
sur-eslavo se integran totalmente en la búsqueda de una solución
realista". Está con-vencido de que únicamente tal solución se-ría
acertada, por cuanto en esa zona central balcánica, tan sólo puede mantenerse
npermanentemente un Estado grande y poderoso -y porque el Estado yugoeslavo
surgió "de los factores reales del espacio y de los intereses reales de
los pueblos respectivos". Esos y otros argumentos análogos.fueron
esgrimidos con mayor derecho a favor de la ex monarquía austro húngara que,
empero, se desintegró, por la razón principal de su propia disolución y
podredumbre internas y por el desgaste de la organización estatal y de la clase
dirigente. Yugoeslavia está en una situación análoga: podrida y desgastada, y
la idea estatal de ese país carece de atracción para las nuevas fuerzas
políticas.
Meier sostiene
también que la Yugoeslavia de la posguerra fue restaurada debido a los errores
ajenos, al temor de su población y por falta de otra concepción estatal
aceptable para los vencedores de la guerra. Al mismo tiempo constata que esta
nueva Yugoeslavia está lejos de solucionar los problemas nacionales. La situación
empeoró a. causa de la oposición radical de los eslovenos y del fracaso de la
reforma económica que Meier sólo menciona en su libro (escrito en 1967) y que
no dio los resultados esperados: el centralismo y la hegemonía de Servia no
están derrocados. Fracasó la descentralización de la política inversora como
uno de los principales objetivos de la reforma y, mediante la modificación
insustancial de la constitución con anterioridad al IX Congreso de la Liga
Comunista de Yugoeslavia en marzo de 1969, fue obstaculizada su reforma
sustancial. Los puestos claves en la economía, en el ejército y en distintos
servicios de seguridad los ocupan los servios, y la oposición trata, en vano,
llegar a ellos. Es probable que aún durante el gobierno de Tito se produzcan choques
abiertos entre la oposición y Ias autoridades centrales. Los problemas
nacionales, tras los 25 años del poder comunista, se agudizaron. Lo que es más
importante y lo que Meier prevé es el hecho de que no existen grandes fuerzas
políticas inspiradas en la idea yugoeslava. Durante la guerra, al menos, un
puñado de comunistas, además del gobierno monárquico exilado y comprometido,
creyeron en la idea y en el Estado yugoeslavo. ¡Hoy nadie cree ya en ella!
Meier insiste en que el paladín de mayor talla de esa nueva concepción
yugoeslava es Vladimir Bakaric, quien, en realidad, pide muy poco al gobierno
central y carece de partidarios entre los comunistas croatas. Tras el fracaso
de la reforma económica, Bakaric y su política no cuentan con el apoyo de Croacia.
Desarrolla Meier
una nueva concepción del Estado yugoeslavo, basado "en el nue-vo consenso
nacional". Debería, pues, constituirse con el acuerdo y consentimiento de
todos los pueblos y minorías nacionales que la integran, sin que importe el problema
de la "federación" o "confederación" sino el modo de dictar
las leyes y establecer las atribuciones de cada república. Unicamente las leyes
ofrecerían el marco adecuado, mientras que en cada república serían
complementadas con las disposiciones y normas ejecutivas. Con la creación de un
marco institucional apropiado no se dividiría el área económica yugoeslava,
mientras "que Croacia y Eslovenia deberán seguir contribuyendo en
beneficio de las regiones subdesarrolladas de Yugoeslavia. Es el precio que deben
pagar por la protección política que les brinda la comunidad yugoeslava"
(p 65).
Meier reconoce
que en las repúblicas occidentales existe el repudio a Yugoeslavia, pero no
menciona su derecho a la autodeterminación y separación. Por el contrario,
semejante proceso lo considera absurdo y contrario al desarrollo histórico.
Hasta se opone a la rectificación de las fronteras entre repúblicas. No tiene
en cuenta el problema de la nutrida minoría albanesa, la constitución de la
repúlica de Kosovo y Metohija o incluso su inconporación a Albania. Es un
enfoque es-tático del problema nacional en Yugoeslavia. La concepción entera de
Meier sobre la reorganización de Yugoeslavia se reduce a las reformas
políticas, que no difieren mucho de las soluciones actuales.
La insistencia de
Meier en el statu quo de Yugoeslavia como Estado y en su división interna en
repúblicas está ya perimida. Ni siquiera intenta hacer una síntesis de la idea
de los Estados nacionales con la concepción de su integración en una amplia
comunidad económica. Aquí estriba la posibilidad de una solución contemporánea
no sólo en los Balcanes sino en toda la zona adriático-danubiana. En esa área,
según las posibilidades políticas y gradualmente una comunidad económica que
limaría los contrastes y supeditaría los intereses nacionales a los intereses
comunes. El trazado de las fronteras nacionales resulta ineludible (como
también en Yugoeslavia), pero al no existir el exclusivismo nacional ni la
política autárquica, se limarían automáticamente muchos antagonismos nacionaIes
subsistentes hoy debido principalmente a las minorías nacionales. Con la
rectificación de las fronteras es posible, en forma humana y en cierta medida,
llevar a cabo el canje de la población donde sea imprescindible. Esa comunidad
debe formarse de acuerdo con las circunstancias y las necesidades del área
adriático-danubiana y no con la incorporación de sendos Estados a las
comunidades de la Europa occidental, ya que ni los presupuestos políticos ni el
grado del desarrollo económico favorecen semejante vinculación con esa Europa
mencionada. El espacio adriático-danubiano puede convertirse en un gran poderío
político y económico, mientras que la comunidad económica, en vista de los
lazos existentes y el desarrollo natural, gravitará preferentemente hacia los
mercados de la Europa central y occidental. La comunidad económica
adriático-danubiana puede abarcar no sólo a los pueblos de Yugoeslavia, o mejor
dicho, a sus Estados, sino también a otras naciones.
Semejante
solución concuerda con el desarrollo en la Europa occidental y en el mundo. La
realización del derecho de autodeterminación nacional debe posibilitarse (y no
impedirse, conforme lo recomienda V. Meier) también al sudeste europeo, pero
los Estados nacionales de esa zona tienen que integrarse inmediatamente en una
comunidad económica que facilitará su acercamiento político a otros países.
Se refiere Meier
igualmente en su libro a los intentos hechos para la cooperación en los
Balcanes. Sus temas principales son: expulsión de Turquía de los Balcanes,
mantenimiento del statu quo desde 1918 en el marco de la Pequeña Entente, los
intentos de formar la confederación balcánica después de la segunda guerra
mundial, la imprecisa política yugoeslava y el nuevo eje Belgrado-Bucarest. Al
respecto sugiere este autor un plan para una cooperación más estrecha e
indispensable a su parecer, y en ella ve la orientación hacia la Europa
occidental. Probablemente sustentaría idénticos puntos de vista si hubiera
escrito su libro después de la invasión de Checoeslovaquia por los países dei
Pacto de Varsovia. Aquí Meier se muestra mucho más elástico que en la cuestión
yugoeslava, y subraya ciertos elementos muy positivos. Pero en este caso, como
condición previa, aboga por el mantenimiento de Ias fronteras estatales en el
sudeste europeo. Para él, el problema nacional se presenta como si estuviera
solucionado, tanto para los pueblos de Yugoeslavia como para los pueblos
vecinos aún cuando arriba afirma lo contrario. Aquí sus planes disienten de la
realidad y difieren también de los postulados de varios países por su
liberación nacional. Para él, el problema virulento, de implicaciones
internacionales: el de los albaneses de Kosovo-Metohija, está re-suelto en
principio. por la intangibilidad de las fronteras
estatales en la Europa suroriental y en su opinión, una base positiva para la
cooperación balcánica será la actual concepción rumana, fundada en la
colaboración amistosa entre naciones, en el respeto del status de esas naciones
y de su orientación exterior. No cabe duda de que la política rumana tiende a
fortalecer la posición de los Estados y pueblos en esa zona, constituye un
factor nuevo y positivo. Está determinada por la actual política soviética,
pero pese a la independización de Moscú, no es suficiente para la formación de
una comunidad duradera. Para tal fin hacen falta concepciones contemporjneas
que determinen cierta institucionalización y no sólo la vinculación ad hoc. Hoy
es posible la integración de Estados nacionales en comunidades supranacionales
sin la abolición de Ias soberanías respectivas. Como hemos subrayado ya, en el
espacio adriático-danubiano se impone hoy una comunidad económica que debería
empezar con la unión aduanera, con la coordinada política inversora de
producción y del comercio exterior sin la reglamentación burocrática.
Probablemente en dicha zona podrá formarse una franja política peculiar entre
los bloques militares conducidos por los Estados Unidos y la Unión Soviética,
respectivamente. Contra esta realidad, Meier impone cierto voluntarismo
político, contradiciéndose a si mismo.
Meier aporta a la
discusión un nuevo elemento de singular valor. El cuenta con un mayor
distanciamiento de los EE.UU. en los países balcánicos (aunque no con su
retirada del Mediterráneo), con la mayor independización de la Europa
occidental y con su más estrecha vinculación con las naciones del este y el
sudeste europeo. Pero recalca especialmente que, para Francia y otros países
occidentales, su tarea en la construcción de puentes con los países comunistas
de este europeo, la Unión Soviética no debe ser interlocutor sino que han de
serlo directamente las naciones interesadas. Lo mismo se dice para la República
Federal Alemana, que no debería orientar su política hacia la Europa oriental
con miras solamente a la unificación de Alemania. Ese principio fue vulnerado
por Washington en la última guerra al situar a los pueblos de la Europa centro
oriental dentro de la esfera de influencia soviética. La política de De Gaulle,
no obstante el reconocimiento verbal de la soberanía de los países de la Europa
centro-oriental y del derecho a la autodeterminación nacional, pasó por encima
de los intereses vitales de esos pueblos. Por ello, la demanda de Meier para
que el Occidente colabore, negocie y ccmercie directamente con esos países
resulta de suma actualidad.
Brugg, Suiza
Jure Petricevic
Ed. Matica
Hrvatska, Zagreb, 1967, pp. 375.
Veceslav Holjevac
escribió hasta la fecha el estudio más amplio e informativo sobre los croatas
que emigraron de su país y se desparramaron por todo el mundo. De acuerdo a los
datos estadísticos que recopiló, más de dos millones de personas viven fuera de
Yugoeslavia; además de 1.500.000 croatas, hay 340.000 eslovenos, 200.000
servios, 100.000 macedonios y 10.000 montenegrinos.
Alrededor de
700.000 personas emigraron de Yugoeslavia durante y poco después de Ia segunda
guerra mundial. Otros 300.000, en su mayoría obreros y campesinos, salieron
desde 1960 a trabajar "temporalmente" en Europa Occidental,
principalmente en la Alemania Federal.
Holjevac pone de
relieve la gravedad del problema emigratorio para Croacia mediante amplia
documentación. estadística. Actualmente cada cuarto
croata vive fuera de su patria y una emigración continua en este nivel afectará
seriamente el crecimiento demográfico y económico de Croacia. Por ejemplo, de
1962 a 1965, 150.000 personas salieron de Croacia para trabajar en Europa
occidental y hasta ahora regresan sólo 5.000.
Siendo la primera
obra en su género, de gran alcance, Hrvati izvan Domovine, acusa ineludibles
deficiencias, omisiones y errores. No obstante sus faltas, el libro resulta ser
fuente indispensable de gran valor informativo acerca de la
migraciones, establecimientos y colonias croatas y sobre la vida de los
descendientes croatas en muchos países.
Holjevac es una
personalidad interesante. Nacido en 1918, se afilió al Partido comunista en
1939 y fue uno de los organizadores de los guerrilleros comunistas en Croacia
durante la última guerra.
Líder audaz e
inflexible, Holjevac progresó rápidamente hasta ser designado comisario
político del cuarto cuerpo del ejército de Tito. AI término de la guerra fue
comandante militar de Istria y de otras zonas que, entre las dos guerras
mundiales, fueron anexadas por Italia. Llego a ser teniente general y luego
encabezó la misión militar yugoeslava en Berlín; a continuación se desempeñó en
el gobierno federal de Belgrado como ministro para las regiones recién liberadas.
Desde 1952 hasta
1963 Holjevac fue Presidente del Consejo Popular de Zagreb (alcalde) y
ejerciendo ese cargo se interesó por los problemas de la emigración croata. Fue
presidente de Matica Iseljenika Hrvatske (Casa Matriz para los Emigrantes de
Croacia), organización patrocinada por el gobierno que mantiene contactos con
los croatas radicados fuera de su patria. El Instituto para Migraciones y
Nacionalidades (Zavod za Migracije i Narodnosti) reunió sistemáticamente la
documentación sobre los croatas en distintos países del mundo; este es el
material que Holjevac utilizó en primer lugar para su libro.
En varios
períodos Holjevac fue diputado en el parlamento croata (Sabor) y en la Asamblea
Federal (Skupština) de Belgrado; fue también miembro del Comité Central del
Partido comunista de Croacia hasta 1967, cuando tuvo que renunciar bajo la
presión de Vladimir Bakaric, presidente de dicho cuerpo. Esta salida era
esperada desde que V. Bakaric censuró a Matica Iseljenika Hrvatske en la
reunión de abril del Comité Central por haber presuntamente establecido
"vínculos con las organizaciones hostiles de los emigrados". Se llevó
a cabo una prolija investigación y sus resultados fueron presentados al Comité
Central en la sesión del- 16 de octubre de 1967; Holjevac fue censurado por su
política liberal y por el contenido- de su libro que comentamos, a la sazón a
punto de imprimirse.
La primera parte
del libro de Holjevac ofrece una breve reseña histórica de la emigración croata
del siglo XV a 1918. La invasión otomana obligó a muchos croatas a refugiarse
en Austria, Hungría, Rumania, Italia y Es'ovenia, donde sus descendientes
constituyen todavía una minoría en dichos países.
Los croatas
tomaron también parte en la colonización transatlántica empezada en el siglo
XVI. Hasta 1850, uno 13.000 croatas se radicaron en el
Nuevo Mundo. Presionados por adversas condiciones políticas y económicas, la
emigración masiva croata a América empezó después de 1880 y alcanzó el punto
máximo en vísperas de la primera guerra mundial. Entre 1900 y 1913, 329.251
croatas llegaron a los Estados Unidos, cifra alta si se toma en cuenta que
Croacia en 1910 tenía sólo 3 millones de habitantes.
La emigración en
masa prosiguió tras la creación del Reino de los Servios, Croatas
y Eslovenos (denominado Yugoeslavia en 1929). Del 1921 al 1939, 105 mil croatas
emigraron y sólo 46.000 regresaron. Desde que la cuota de ingreso a los Estados
Unidos fue fijada en menos de 1.000 personas, procedentes de Yugoeslavia, la
mayoría de los expatriados croatas tuvieron que radicarse en otros países y
muchos de ellos se establecieron en el Canadá.
Los croatas en
los Estados Unidos
En la segunda
parte del libro,titulada "En la nueva
patria", se describen varias colonias croatas y sus aportes a los paises
adoptivos. El capítulo más extenso, de 80 páginas, se refiere a los croatas en
los Estados Unidos. Como Holjevac tuvo que recurrir al material disponible en
Yugoeslavia y no hizo una investigación extensiva en los Estados Unidos durante
su corta visita hace pocos años, el capitulo es necesariamente trunco e
incompleta. Por supuesto, incluso en los Estados Unidos le hubiera resultado
difícil reunir to-dos los datos sobre los inmigrantes, por cuanto muchos
croatas fueron registrados bajo el nombre de su provincia, a saber como
"dálmatas" o "eslavonios" o simplemente según el país del
que Croacia formaba parte, i.e. como "austríacos" o
"yugoeslavos". También parece que Holjevac no disponía de los datos
del último censo norteamericano (1960), publicado en 1963.
En lineas generales,
Holjevac trató de reunir muchas informaciones interesantes sobre los croatas en
la Unión del Norte. Reseña in extenso sus actividades culturales y políticas,
dándo un panorama detallado sobre la fundación y las actividades de la Unión
Fraternal Croata (Pittsburgh, Pa.), la mayor organización croata en los Estados
Unidos. Por algún motivo habla poco de las orquestas "tamburitza" y
de los grupos folklóricos, particulamente populares entre los jóvenes
norteamericanos de origen croata.
El libro dispensa
considerable atención a Ias actividades de los croatas en el período previo a
la primera guerra mundial y a la labor de los "progresistas" entre
las dos conflagraciones mundiales. Según Holjevac, "el segmento más
progresivo de Ios inmigrantes croatas se hallaba organizado en la sección
yugoeslava del Par-tido comunista estadounidense". Holjevac, sin embargo,
relata objetivamente las actividades del Partido Campesino Croata, pero ignora
Hrvatski Domobran, organización influenciada por los emigrados políticos
ustaši, muy activa en los Estados Unidos por los años 1930. Por consiguiente,
el lector no puede obtener una imagen equilibrada de las actividades políticas
de los croatas en Norteamérica.
Asimismo,
Holjevac nada dice sobre las actividades políticas de los croatas
norteamericanos en el periodo de la posguerra salvo que registra varias
organizaciones que son, dice él, "hostiles a la Yugoeslavia actual".
El libro contiene
la bibliografía sumamente útil de los periódicos croatas, publicados en ols
EE.UU. de 1884 1960. El autor mayormente utiliza los datos recopilados por
George Prpic, profesor de John Carroll University (Cleveland, Ohio). Por
supuesto que un libro así limitado no pudo incluir todos los datos de interés e
importancia para 'los norteamericanos de las ascendencia croata. No obstante,
cabe señalar algunas omisiones notorias. Holjevac ignora totalmente las
organizaciones religiosas croatas, particularmente las parroquias y escuelas
católicas croatas que desempeñaron un papel muy importante en la vida de los
inmigrantes croatas y algunas de ellas siguen siendo activas. Pero, acaso sería
demasiado esperar una objetividad erudita en esta materia considerando Ias
circunstancias en las cuales el libro fue publicado en Zagreb. Ello hubiera
expuesto al autor a ataques todavía más acerbos por parte de los dogmáticos de
Partido comunista.
Los croatas en
Canadá, Sudamérica y Australia
Holjevac se
refiere en forma más breve a los emigrados al Canadá, menos numerosos que en
los EE.UU. Por otra par-te, algunas de las colonias croatas en ese país son muy
activas y conservan su identidad nacional. El contexto de esta sección
evidencia que el material sobre los croatas en el Canadá es un esbozo, tal vez
porque Holjevac no disponía de una documentación más completa en los archivos
de Zagreb.
Alrededor de
250.000 croatas y sus descendientes viven en los países latino-americanos,
principalmente en la Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Bolivia, Brasil y
Venezuela. El autor brinda un cuadro general del desarrollo y las actividades
de las colonias croatas en dichas repúblicas. Nuevamente, las deficiencias de
ese capítulo al parecer deben atribuirse a la falta de una documentación más
amplia. Por ejemplo, los datos bibliográficos acerca de las publicaciones
croatas en la Argentina son incompletos y a veces engañosos (Hrvatska figura
como Hrvatsko Glasilo; Hrvatska Revija es trimestral y no bimestral; la
revista Studia Croatica, editada en español desde 1960 ni siquiera
figura en la nómina de las publicaciones de los inmigrantes croatas en la
Argentina, N. de la R.).
En dos capítulos separados Holjevac se refiere a las colonias croatas en Australia y Nueva Zelandia. Las dificultades con que tropezó al recopilar la documentación en esa parte del mundo fueron, desde luego, iguales, si no mayores, que las que tuvo que superar para los demás capítulos. El autor, por ejemplo, ni siquiera menciona varias publicaciones croatas en Australia como Hrvatski Dom (del 1958 al presente), Spremnost (1958 hasta hoy), Informativni Vjesnik (1961 hasta hoy) y Uzdanica (1965 hasta hoy).
Igualmente Holjevac nombra cierto número de cuadros futbolísticos, especialmente "Yugal", promovido por los representantes oficiales yugoeslavos en Australia, pero nada dice del cuadro croata que recientemente derrotó a "Yugal". Hay una docena de clubes, denominados "Croatia" en varias ciudades australianas. Son miembros de las ligas de fútbol australianas y algunos cuadros sobresaIen en sus respectivas ciudades o regiones. Ninguno es mencionado por Holjevac.
El libro se
refiere, en breves rasgos, a distintas comunidades croatas en Europa.
Es
particularmente interesante el hecho de que, según Holjevac, 195.000 musulmanes
de Bosnia - Herzegovina y de Kosmet emigraron a Turquía entre 1953 y 1957, y
que entre ellos había croatas de religión islámica.
En la sección
"La contribución de los emigrantes croatas a la lucha de los pueblos de
Yugoeslavia durante la segunda guerra mundial", Holjevac se extiende sobre
la organización el "Congreso de los croatas en Norteamérica", en 1943,
en Chicago y al "Segundo Congreso Norte-americano Eslavo" en
Pittsburgh, en 1944. También reseña la considerable ayuda financiera
proporcionada por varios grupos croatas a los guerrilleros de Tito en ese
tiempo.
La nueva
emigración económica
El capítulo final
titulado "La nueva emigración económica" es sumamente importante
porque facilita abundantes datos concernientes a la migración masiva croata en
los últimos años. Los emigrados son a menudo gente en sus años más productivos;
de los 150.000 que salieron de Yugoeslavia entre 1962 y 1965, el 30% eran
menores de 25 años y el 60% entre 25 y 40 años. Abandonaron su patria por no
encontrar empleo, por los miserables sueldos o porque no pudieron procurarse
una vivenda decente. Otros se fueron al extranjero para aprender algún oficio o
procurarse medios para comprar coche y otros artículos de consumo duradero.
Las sombrías
perspectivas de los obreros se reflejan en estas cifras: en 1965 había en
Croacia 1.058.333 obreros empleados. Comparados con 1965, los empleos
aumentaron sólo en 29.000 o sea eI 2,9%. Desde la inauguración de la reforma
económica en 1965, el mercado de empleos se restringió más aún.
Holjevac teme de
que muchos que salieron "para encontrar un empleo temporario" en el
extranjero no regresen a causa de las desfavorables perspectivas económicas a
largo plazo en Croacia.
Tras enumerar los
aspectos positivos de la emigración masiva, tales como la adquisición de nuevas
habilidades profesionales y la creciente afluencia de las divisas a Yugoeslavia,
Holjevac señala las secuelas negativas de la migración:
"La cuarta
parte de los croatas vive en el extranjero. Desde el punto de vista nacional
este hecho es de decisiva importancia. Emigración ulterior puede ser decisiva
para la nación croata. Francamente, podemos decir que pone en peligro el
desarrollo demográfico y económico del pueblo croata. (Para los demás pueblos
de Yugoeslavia la emigración no es tan crítica porque constituye un porcentaje
mucho menor de su población.)
"La
expansión industrial en Croacia está quedando atrás respecto al promedio
national del país entero (Yugoeslavia). Al mismo tiempo, la industrialización
de otras repúblicas y regiones no proporciona fuente de trabajo a los croatas,
ya que esas repúblicas disponen de suficiente mano de obra propia, tanto
especializada. (porque tienen la ventaja de las
escuelas mejor financiadas) como sin especialización. La industrialización de
Croacia está estancada debido también a la pauperización y a las zonas
subdesarrolladas de Croacia y, en consecuencia, Croacia no puede proveer
suficientes empleos a sus ciudadanos de esas regiones. Este problema de las
regiones y las repúblicas subdesarrolladas debe reexaminar-se y si se sigue con
la política de subsidios a las repúblicas y regiones subdesarrolladas
,considerables sectores de Croa-cia (especialmente islas, las regiones
de Dalmatinska Zagora, Lika, Hrvatsko Zagorje, Medjumurje y el interior de
Istria) deben ser incluidos en la categoría de las regiones subdesarrolladas y
tratadas en consecuencia" (p. 356).
Holjevac recalca
que hay un drenaje constante de muchos obreros especializados y profesionales
que dejan el país. A su vez, ese hecho puede surtir efectos desastrosos en el
posterior crecimiento y expansión de la economía croata.
Debido a la
emigración en masa y a la decreciente tasa de la natalidad, la población de la
República de Croacia, que tuvo 4.160.000 habitantes en 1961, contará sólo 4.420
000 en 1970, y las posibilidades de encontrar empleo permanecerán
extremadamente restringidoas.
Holjevac elogia
los ejemplos de las em-presas croatas que, ocupando la mano de obra croata,
están ejecutando proyectos de construcción en Alemania, Sudán, Austria y en
otros lugares. Tales arreglos re-sultan más provechoso para la economía croata
y deben ser exploradas a fondo las posibilidades para expandir este tipo de la
cooperación internacional.
El autor aborda
también el problema de la protección social de los obreros de Yugoeslavia,
empleados en el extranjero y cita los convenios bilaterales al respecto que
Yugoeslavia suscribió con otros países.
En contraste con
los propagandistas oficiales yugoeslavos que tratan de encubrir la verdad sobre
la grave situación política y económica prevaleciente en Yugoeslavia, Holjevac
no sólo encaró con coraje los problemas que agobian actualmente al pueblo
croata, sino que propuso varios remedios. Aboga por que se otorgue mayor
participación a la iniciativa privada y a la empresa libre, especialmente en el
artesanado y el comercio, y sugiere la importación de capital extranjero antes
que la exportación de la mano de obra. "Este problema —dice Holjevac —
debe ser estudiado, por supuesto, de manera que armonice con nuestra estructura
social y económica".
Pese a la
presunta liberalización y democratización del sistema yugoeslavo, las ideas de
Holjevac son consideradas peligrosamente no ortodoxas y, por lo tanto, po
sorprende que fuera blanco de vehementes ataques por parte de los dogmáticos
del Partido comunista y por los adeptos del destituido jefe de la policía secreta,
Alejandro Rankovic. Para aplacar estas fuerzas reaccionarias, Holjevac terminó
apor ser expulsado del Comité Central de Croacia.
El complejo
problema del éxodo masivo croata de su país, sus causas, sus con-secuencias
económicas, sociales y políticas, como asimismo los remedios para invertir ese
curso son tratados con una franqueza desacostumbrada. Estas cualidades hacen
que la obra de Holjevac sea tal vez el libro más significativo, publicado en
Croacia en 1967. No es extraño que fuera el bestseller, agotado en tiempo
récord.
Nueva York
KARLO MIRTH
En el simposio
The immigrants influence of Wilson's peace policies, a cargo de Joseph P.
O'Grady, publicado por University of Kentucky Press en 1967, Dr. George J.
Prpič, profesor de historia en John Carrol University, Cleveland, se ocupa
en su trabajo titulado "Los eslavos meridionales" de la influencia de
un mi-I1ón de inmigrantes sureslavos y de su prensa en los EE.UU. y Canadá en
la opinión pública norteamericana y sus círculos oficiales respecto a la suerte
final de la Monarquía austro-húngara y las aspiraciones nacionales de esos
inmigrantes.
De ese millón de
inmigrantes sureslavos en vísperas de la primera guerra mundial, 650.000 eran
croatas, 250.000 eslovenos, 100.000 servios, mayormente de las prerincias
croatas, 2.000 montenegrinos y 10.000 macedonios búlgaros, todos ellos
diferentes en cuanto a nacionalidad, religión, idioma y alfabeto y, por lo
tanto, también en cuanto a sus aspiraciones políticas. Los croatas, siendo el
grupo más numeroso, fundaron en 1894 la Comunidad Nacional Croata y en 1912 la
Liga Croata, organización política, contraria a Austria y partidaria del Estado
independiente croata que luego debería unirse con Servia, Eslovenia y
Montenegro, formando un nuevo Estado sureslavo. Por consiguiente, esa
organización era adversa a los Habsburgo. La prensa estaba dividida en dos
grupos: la favorable a Ios Habsburgo, es decir la que abogaba por el Estado de
Croacia dentro de la Monarquía danubiana y contraria a su disolución. (Domovina
y Narodni List, con 12.000 ejemplares diarios). Los periódicos contrarios a los
Habsburgo eran: Hrvatska Svíjest (10.000 ejemplares), Srpski Dnevnik (10.000
ejemplares), Glasnik de los eslovenos (12.000 ejemplares), Hrvatska Zastave
(5.000), Clevelandska Amerika, Srbobran de Nueva York, Srpski Glasnik de
Chicago y Zajedničar, semanario de la Comunidad Nacional Croata.
En unas treintena
de páginas Prpic resumió los acontecimientos y las corrientes apolíticas más
importantes entre los inmigrantes sureslavos desde la llegada a Nueva York de
Frank Potočnjak en ene-ro de 1915, cuando en el gran congreso nacional
celebrado en Chicago el 10/3/ 1915 se adoptó la resolución sobre la destrucción
de la Monarquía y la creación de un Estado democrático servio- croata -
esloveno. En esa oportunidad se fundó el Consejo Nacional Yugoeslavo, integrado
(por 37 miembros. El trabajo referido se extiende hasta el mayo de 1918 cuando
Wilson cambió de parecer respecto a la conservación de Austria-Hungría.. El autor se refiere al Pacto de Londres (26/4/ 1915), al
ingreso de Italia a la guerra, a la fundación del Comité Yugoeslavo con el
propósito de disolver la Monarquía danubiana, al irredentismo italiano, a las
intenciones granservias de Pašli, luego al segundo congreso sureslavo que se
reunió en Pittsburg en julio de 1915, a la llegada de Milan Marjanović en
octubre de 1915 y al tercer congreso que éste organizó en Pittsburg en
noviembre de 1916 que, entre otras cosas, reconoció al Comité Yugoeslavo como
representante de los sureslavos provenientes de Austria,-Hungría y saludó a
Wilson como "defensor de los derechos de los pueblos pequeños".
Al mismo tiempo,
los adversarios de la unión sureslava —sacerdotes croatas y eslovenos con
Nasrodni List— reunidos en Pittsburg el 19/11/1916 enviaron un meiporandum a
Wilson y emitieron una proclamación exigiendo "la unificación de los
croatas y eslovenos en un Estado independiente y libre". Entre tanto, al declarar
Washington la guerra a Alemania el 6/4/1917 se fortalece la posición del
movimiento sureslavo. El embajador servio en Washington, Ljuba Mihajlović,
facilita al coronel Pribićević reclutar voluntarios para el ejército
servio en Corfú. AI firmarse la Declaración de Corfú (20/ 7/1917) se produjo
seria crisis en el movimiento sureslavo en Norteamérica: muchos emigrantes,
adversarios de los Habsburgo, siendo convencidos republicanos, se oponen al
sistema monárquico previsto para la futura Yugoeslavia. Para calmar los ánimos,
el gobierno servio envía al Dr. Hinković, miembro del Comité Yugoeslavo,
quien, empero, se torna contrario a los propósitos servias y deja Comité
Yugoeslavo. El 7/12/1917 Washington declara la guerra a Austro-Hungría, lo que
anuncia un cambio en la política norte-americana que se operó recién en mayo de
1918.
El autor reseña
los momentos esenciales del proceso político desde la proclamación de los 14
puntos de Wilson (8/1/18), recalcando su influencia desalentadora en los
miembros dei Consejo Nacional Yugo-eslavo y la misión militar servia en las
galerías del Congreso norteamericano, ya que el punto 10, en opinión de Lansig,
"no propiciaba la independencia de distintas nacionalidades, sino más bien
dejaba la impresión de que deberían ser Estados autónomos dentro de la
Monarquía". Cuando al día siguiente Lloyd George expresó su esperanza en
la federalización de Austria, el secretario de Estado Lansing en el memorial
del 10/1/ 1918 recomienda "la unión de Croacia, Eslavonia, Dalmacia, Bosnia,
Herzegovina, Montenegro y Servia bajo una soberanía", olvidándose incluir
a Eslovenia.
Cuando los
Aliados fracasaron en conseguir la paz con Austria, empezó a tomarse impulso el
criterio de Lansing sobre la disolución de Austria-Hungria en el círculo íntimo
en torno de Wilson. Recién el 29 de mayo de 1918, tras nuevos esfuerzos de
Lansing, de algunos embajadores norteamericanos en Europa occidental y del
embajador servio Ljuba Mihajlović, Washington adoptó, la política de Ia
disolución total de Austria y prometió la independencia a los. šureslavos pese a las advertencias de algunos embajadores
norteamericanos de que Montenegro era contrario a unirse con Sérvia y que
también en Croacia y Servia habia gente adversa a la unificación con Servia.
Los partidarios
del movimiento republicano sureslavo, especialmente la Federación Republicana
Eslovena, reclamaba una república federativa yugoeslava, tildando al Comité
Yugoeslavo de no democrático por infrigir el principio de Wilson de la
autodeterminación nacional. La posición del movimiento unionista se vio
agravada al negarse el gobierno de Estados Unidos a reconocer al Comité
Yugoeslavo como un gobierno revolucionario de facto de los sureslavos en la
Monarquía danubiana, lo que ocurrió a pedido de Italia y Servia, aunque el 3/9/1918
reconoció al Consejo Checoeslovaco como gobierno, presidido por Tomás G.
Masaryk.
Tras breve
exposición de los sucesos ocurridos en Croacia en octubre de 1918, Prpić
menciona la nota de Lansing, fechada el 19/10/1918, por la que contesta la nota
austro-húngara del 7/10/1918 que pedía la paz en virtud de los 14 puntos
wilsonianos. Lansing declaró en su nota "que el Presidente... ya no era
libre de aceptar la simple autonomía de estos pueblos como base para la paz,
sino que estaba obligado a insistir que ellos, y no él deben apreciar cual
acción de Austria-Hungría ha de satisfacer sus aspiraciones". Esta nota
asestó el golpe mortal a la Monarquía Dual, asevera Prpić y acota los
empeños, especialmente los de Gršković y Hinković, por impedir, a
través de la intervención norteamericana, la ocupación italiana y servia de las
regiones croatas y eslovenas. En París la Cuestión Adriática casi hizo fracar
la Conferenciá de Paz;; por fin, esta cuestión fue
resuelta mediante el Acuerdo de Rapallo del 12/11/1920 con el cual el Reino
Se trata de una
edición de 178 páginas. El texto, con carácter de reportaje turístico, viene
acompañado de 125 fotografías en negro y en color. El autor dedica el libro a
Aleksander y Rada de Belgrado, a France y Liliana de Ljubljana, a Nada de
Sebeniko y "a todos mis amigos yugoeslavos", dice textualmente.
Pasando con el
coche por las arterias principales de tránsito del país, el autor dedica su
atención principalmente a las bellezas naturales y las creaciones artísticas de
cada región, ateniéndose al criterio de la actual división política de
Yugoeslavia. Las fotografías de paisajes, de iglesias, museos, puentes, etc.,
deberían dar testimonio perdurable de sus vivencias.
Es forzoso
señalar que el autor ha exteriorizado amplia parcialidad. Mientras hay
numerosas fotografías de Ljubljana (Eslovenia) y Belgrado (Servia) figura una
sola de Zagreb (Croacia) intercalada entre las de Ljubljana y de las demás
ciudades eslovenas, como si fuera parte de las mismas.
Entre la primera
serie de 21 temas, 19 son de Eslovenia y sólo dos de Croacia. De Ljubljana hay
6, de Sempeter 4, etc., mereciendo la capital croata una sola — la catedral con
la iglesia de Santa María, y un muchacho sobre un carro, lleno de zapallos—
"En la ruta de Croacia". Al principio del libro hay tres fotografías
y en las páginas 56 y sig., 10 fotografías más de Belgrado. Además hay
reproducciones de Peé, Dećani, Prizren, Gračanica, Sopočani,
Studenica, Kragujevas, Topola, Ravanica, Kalendic, Niš, etc., dedicadas a las
iglesias ortodoxas servias y sus monumentos nacionales. Figura también la
iglesia de Oplenac, donde descansan los restos de la dinastia servia
Karageorgevich.
El autor expresa
su admiración por las realizaciones arquitectónicas, de escultura y pintura
servias, Iigándolas siempre con la historia, los acontecimientos y los reyes
servios. Ai hablar de semejantes fenómenos en la Dalmacia croata, elautor ve,
casi siempre, las manos de otros —de una u otra escuela del occidente,
especialmente de Italia—, pero en Ia Servia casi todo es servio, olvidando las
inspiraciones bizantinas y los maestros extranjeros, especialmente los de
Dubrovnik crota. Además, al referirse a las iglesias y demás realizaciones
artísticas o monumentos históricos croatas en Dalmacia, el autor evita o reduce
al mínima mencionar el nombre croata. Las obras de
Meštrovic y de Rosandic, croatas, son obras de "los escultores
yugoeslavos". Describiendo sus impresiones de Dubrovnik, si bien el autor
aprecia todas sus bellezas naturales y artísticas, admira su espíritu creativo,
cultural, comercial y politico, y omite consignar que todo eso, la naturaleza y
las creaciones humanas, pertenecen al pueblo croata; su propiedad y la
emanación de su espíritu. Ni una sola vez menciona la literatura croata de
Dubrovnik.
El nombre croata
se menciona solamente al referirse al "reino húngaro-croata",
recordando que Dubrovnik resistía y defendía su autonomía y su formación
estatal contra Bizancio, contra los príncipes servios y Venecia. Todo el
litoral se llama litoral dálmata, pero ya desde Hercegnovi tenemos el
"litoral montenegrino". La Dalmacia, cuna del Estado croata, entra
así en este libro bajo el nombre dálmata,. y la parte de esta misma región histórica y étnica croata,
entregada después de la última gran guerra a Monte-negro, se llama el
"litoral montenegrino". El nombre croata parece destinado a
desaperecer. Aleksandar y Rada casi consiguen su objetivo, informando a su
amigo francés.
La parcialidad
del autor y de sus amigos informadores se acentúa todavía más si leemos el
texto que acompañan las reproducciones fotográficas. En el ensayo histórico, el
autor reduce la historia croata a la misma categoría de la eslovena,
dedicándole el mismo número de líneas. Según sus informantes, los eslovenos y
los croatas se han diluido en el mundo germánico o romano, mientras sólo los
servios conservaron su independencia hasta mediados del siglo XV. Servia y
Montenegro son, para el autor, dos Estados servios desde su principio, mientras
las tribus servias en Bosnia y Herzegovina "entre estos dos Estados
servios y Croacia" cayeron en el siglo XII bajo el dominio de Hungría.
El autor formula
así afirmaciones históricamente falsas. Bosnia y Herzegovina fueron tierras
croatas y sus Bani (prorex) figuraban en la Lista de los siete grandes, que
elegían al nuevo rey de Croacia cuando se producía vacante el trono.
El autor no
menciona a un solo rey croata, mientras enumera toda una lista de los reyes
servios y, recordando la batalla de Kosovo (1389), se extiende hasta decirnos
que el cadáver del "zar" Lazar (servio) "fue tirado sobre el
cadáver del sultán Murat, degollado por el caballero servio M. Obilic".
Esta batalla de Kosovo, de acuerdo a estos "historiadores", había
abierto el libre paso a los otomanos al occidente hasta Viena. Ellos nada saben
de las batallas de Mohač, de Siget, de Belgrado, donde con los húngaros,
la principal fuerza de resistencia durante los siglos fueron los croatas. No se
mencionan batallas croatas contra los otomanos de Bihac, de Sisak, de Krbavo
Polje, de Klis y tantas otras que les valieron a los croatas el título
"antemurale Cristianitatis". El señor Germain intenta convencer ahora
al mundo occidental que los servios, verdaderos vasallos de los turcos, fueron
los defensores de la cristiandad. Claro que después de la decadencia del
imperio turco, agotado en las luchas contra Estados cristianos católicos:
España, Hungría, Croacia, Austria, Polonia y Venecia, el señor Germain y sus
informantes retoman la narración casi inagotable de las guerras servias de
liberación. Se detallan sus rebeliones de 1804-1815 hasta conseguir, con el
tratado de Berlín de 1878, su independencia después de siglos de la esclavitud.
Los eslovenos y los croatas fueron durante todo ese tiempo parte integrante de
Austria-Hungría, olvidando mencionar que Croacia vivía en aquel tiempo en su "Reliquiae
reliquiarum olim inclyti regni Croatiae", gozando de autonomía mucho
mayor que la que Servia consiguió en 1830. Croacia contaba con su Sabor
(parlamento), con sus fuerzas armadas autónomas, aun cuando bajo la soberanía
de los Habsburgo, formando con otros el último resto del "Sacro imperio
romano", que defendió la civilización occidental, preparando las
condiciones para que también los servios pudiesen emprender sus levantamientos
y la liberación. ¡Ahora, parece, los liberados quieren proclamarse defensores y
libertadores!
Es absolutamente
inexacta la afirmación del autor, de que 'los eslovenos, los croatas y los
servias en el siglo XIX "hicieron callar sus ambiciones particulares a
favor de una política eslava común". La historia conoce el siglo XIX como
el siglo de los esfuerzos servios más grandes, de sus ambiciones particulares
más injustificadas por apoderarse de los territorios croatas, especialmente de
Bosnia y Herzegovina. Difundiendo la propaganda granservia entre la minoría
ortodoxa en aquellas provincias croatas y falsificando la historia, un fanático
de esta minoría, G. Princip, asesino en 1914 al duque Francisco Ferdinando por
intentar resol-ver la cuestión croata dentro del mismo marco político del
Imperio austro-húngaro, creando el trialismo, en el que, junto al socio alemán
y húngaro, los croatas y eslovenos tendrían la misma posición político estatal.
El atentado criminal, que actualmente celebran los servios como fe-cha patria,
levantando a su autor monumentos y museos, causó la Primera guerra mundial,
imponiendo, al finalizar ella a los croatas, los eslovenos, los macedonios y a
'las minorías húngara, alemana y la albanesa un régimen de opresión, que duró
desde 1918 hasta 1941. Después de 1945 un régimen gran-servio del sello con
unista se instaló nuevamente contra todas las formas y valores de democracia y
libertad.
La inspiración
comunista y granservia resalta especialmente al hablar el autor del cardenal A.
Stepinac, calificándolo "más obispo de combate que
,pastor", cuando el Papa Juan XXIII lo llamó "la imagen del
Buen Pastor". El mundo sin prejuicio no puede concebir que Juan "El
Bueno" haya podido hacerse un juicio sin pensar bien lo que iba a decir.
"Monsieur Germain et ses informateures" resultan así muy ridículos y
más que cínicos.
Preocupado por el
futuro de aquel monstruoso país, el autor lo entrega a las manos de Dios. La
indiferencia ideológica de nuevas generaciones de burócratas, el particularismo
y la lucha por los fondos centrales de inversiones, dice, son los problemas que
conmueven los cimientos de Yugoeslavia. Pero, el problema más grave de todos,
es el problema nacional. Germain confía en la Providencia, que no se desatarán
nuevamente las pasiones nacionales.
A nosotros
croatas y creyentes en la Providencia resulta muy difícil comprender la
confianza del señor Germain en la Providencia, si él sabe bien cuáles
injusticias se han cometido y se están cometiendo contra muchos, pero las más
graves contra el pueblo croata, y las que se cometerán. La providencia que
protegería tantas injusticias no sería la Providencia.
BI cinismo del
señor Germain toma su especial forma cuando decidió adornar, con los citados de
la Independencia norteamericana, su libro, que constituye un verdadero
genocidio cultural y político contra el pueblo croata. Tanto más que justamente
el pueblo croata tuvo que pagar la parte leonina con sus recursos los gastos de
esta edición que debe haber costado mucho al gobierno de Belgrado.
F. NEVISTIC
Se trata de una
edición de lujo que abarca 1302 páginas. Esta nueva edición de la Sagrada
Biblia en el idioma croata, es el fruto de una serie de colaboradores. Entre
ellos figuran teólogos y biblicistas más prominentes y destacados escritores y
filólogos comunistas de aquella sociedad híbrida. Híbrida justamente porque se
han reunido en una obra conjunta —la traducción y la edición del documento más
importante de una de las religiones más grandes en la historia de la
humanidad—los comunistas adversarios, diríamos, naturales de toda la religión y
los teólogos, sacerdotes, sus devotos y no menos naturales cultores. En el
espíritu de coexistencia, acentuado especialmente en el período posprotocolar
—Protocolo de 1966 celebrado entre el Vaticano y el gobierno comunista yugoeslavo—
los comunistas justifican su colaboración con razones históricas, culturales,
artísticas, etc. mientras los teólogos, además, con razones específicas de la
fe.
Así, por ejemplo,
el poeta Jure Kastelan, marxista y ex guerrillero, dice en la Introducción
entre otras cosas: "La Biblia es el libro más leído y más traducido que
jamás el genio del hombre haya creado: Para los cristianos —los católicos y los
protestantes— es un libro sagrado, un libro inspirado y de carácter normativo.
Para todo otro hombre la Biblia es al mismo tiempo una colección de documentos
históricos y una obra literaria de valor original y permanente. Ella es la
parte integrante de la cultura de la humanidad". El doctor Bonaventura
Duda, franciscano, a su vez dice en la Introducción General: "Los
cristianos la estudian como libro normativo y documento en el que encuentran el
Mensaje —la palabra de Dios—. Pero la Biblia es también un documento histórico,
uno de los libros más antiguos, donde el genio hebreo ha asimilado a su manera
y enriquecido los esfuerzos y la sabiduría de la antigua Mesopotamia y de
Egipto transmitiéndolos a la civilización griego-romana y enoblecidos por el
genio griego. Así se convirtió en uno de los factores de nuestra cultura y
civilización... Sin la Biblia, en consecuencia, no podemos estudiar el comienzo
y el desarrollo de nuestra propia cultura. Sin ella, sin su historia, sin sus
temas y símbolos, se nos torna incomprensible la enorme herencia artística
europea y nuestra propia: la literatura, la música, la esculptura y la
pintura".
Los principales
traductores de esta gran obra son: Dr. Ante Sovćé (Antiguo Testamento,
menos el Pentatéuco y los psalmos). El Pentatéuco fue traducido por el
franciscano croata en exilio fray Silvio Grubišić, mientras el Nuevo
Testamento fue traducido por su cofrade franciscano fray Ludovico
Rupčić.
Por su tamaño,
por su belleza y pureza idiomática, nos parece que la presente edición de
Biblia es la más preciosa de todas Ias demás que fueron publicadas en el idioma
croata, a pesar de que haya traducciones desde el siglo XIV. Es de esperar que
esta colaboración concreta, se extienda a toda la vida
de la comunidad croata, preparando el camino para las declaciones generales más
humanas.
F.N.
El día 30 de
junio de 1969 falleció en Toronto, Canadá, el rev. padre doctor Carlos Kamber, cura párroco croata en dicha
ciudad. Sus restos mortales recibieron solemne sepultura el 5 de julio en el
cementerio local —la parte destinada a los croatas y comprada por el mismo
padre Kamber.
Nacido en 1901 en
la cuna del Estado nacional croata —en Dalmacia—, ya de niño, huérfano de
madre, se traslada con su padre a Bosnia —provincia croata central—, escenario
del fatal atentado en 1914 (Sarajevo) que provocó la primera guerra mundial, y
a teatro del conflicto nacional croata-servio hasta el presente.
El padre Kamber
terminó sus estudios secundarios —orientación clásica— como alumno
sobresaliente en Travnik, Bosnia, ciudad y sus alrededores preferidos por I.
Andrić en sus obras literarias. Como este último, el padre Kamber fue
alumno del colegio de los padres jesuitas de dicha localidad, sede, por cierto
tiempo, de los vezires.
Al recibir la
consagración sacerdotal en 1925, el P. Kamber continuó sus estudios en Roma en
el Instituto Oriental Pontificio, donde se recibió de doctor en Teología. En
sus estudios dio preferencia a la Iglesia ortodoxa —es decir, al cristianismo
oriental separado— y la filosofía y teología islámica. Al regresar a Sarajevo,
colaboró con el arzobispo, poeta y gran patriota, monseñor Dr. Ivan Šarić,
quien hace algunos años murió en Madrid como exilado. En Sarajevo el P. Kamber
desarrolló sus múltiples dotes de espíritu superior: excelente orador, muy
hábil catequista y buen organizador. Con la aprobación y ayuda de su arzobispo
Šarić, Kamber empezó en 1932 a editar un diario croata en Sarajevo,
"La Nación", que fue prohibido en breve, por haber defendido las
posiciones croatas y católicas en aquella ciudad donde la dictadura del rey
servio Alejandro sólo garantizaba la libertad para los servios. Pronto el P.
Kamber, por su inteligencia, su audacia y su dinamismo, resultó ya demasiado
visible para que la dictadura servia lo soportara en Sarajevo. Tuvo que
abandonar esa ciudad, y trasladarse a Doboj y Brčko, pequeñas localidades
provinciales. Pero tampoco allí permaneció de brazos cruzados. Su actividad
pastoral, cultural y nacional alarmaba a los servios. Especialmente sus
simpatías hacia los musulmanes, a quienes el padre Kamber consideraba y trataba
como verdaderos croatas, ya fique, objetivamente lo son. Todo esto fue
considerado peligroso por el régimen servio.
Al proclamarse la
Independencia de Croacia en 1941, Dr. Kamber se pone con entusiasmo a su
servicio. Después de la catástrofe croata del 1945 —tragedia de Bleiburg— él
también, con los sobrevimientes, se traslada a Roma, donde restablece múltiples
contactos con los eclesiásticos y políticos de Italia. En la misma oportunidad
entabló una discusión con el cardenal Tisserant proservio, exponiéndole la
esencia del conflicto croata-servio para defender la causa croata ante un
dignatario en el que prevalecen más los sentimientos políticos —alianza en la
primera guerra mundial con Francia— que objetividad de una estricta ética
cristiana.
Después de una
breve permanencia en Roma, el P. Kamber llegó a la República Argentina. Aquí
participó de la vida cultural, política y religiosa de la colectividad. El
Hospital Pirovano y la iglesia paroquial de la calle Jujuy vieron pasar a este
sacerdote de gran sonrisa y palabra afabilísima. De Buenos Aires se trasladó a
Norteamérica. Edificó allí la iglesia de la localidad de Lynch y después, otra
en Detroit, para radicarse definitivamente en Toronto, Canadá, donde levantó
una monumental basílica para sus conciudadanos croatas, compró un parque
contiguo con piletas de natación y una parte del cementerio local para sus
compatriotas. Entre los primeros que allí fueron inhumados, descansa hoy este
maravilloso hombre, sacerdote y patriota.
El Dr. Kamber ha
dejado escritos innumerables artículos en varios periódicos de su Patria así
como en el exilio. A pesar de haber escrito apresuradamente y sin enmiendas, a
sus artículos nunca les faltó la brillantez del estilo, la riqueza de
sugestiones, ideas y nuevas perspectivas. Sus conferencias constituían siempre
un acontecimiento.
Para honrar su
memoria, el obispo de Toronto, monseñor Fulton, pronunció en la iglesia
edificada por el padre Kamber, una oración fúnebre —corpo presente— y en esa
oportunidad dijo que el padre Kamber era "very great priest". Al
agradecer a tantos sacerdotes de varias nacionalidades que han llegado a
Toronto y enriquecido con nuevos elementos a Canadá, monseñor Fulton expresó:
"Pero el más sobresaliente entre ellos fue el padre Kamber".
Su colega y
compañero de seminario, el sacerdote croata padre Ante Livajušic, hablando en
la misma ocasión, destacó los talentos y virtudes del difunto, y manifestó también
lo siguiente: "Al releer el breviario, donde se describe al primer rey
judío Saúl —cstetitque in medio populi altior fuit universo papulo ab humero et
sursum»— me acuerdo siempre de mi camarada Carlos". Pero Samuel no
perseveró hasta el fin, y el padre Carlos soportó fielmente incluso las
tentaciones más extraordinarias. Nació pobre y se marchó pobre. Todo lo quiso
para los demás y nada para sí. Las calumnias de sus enemigos —los comunistas y
los granservios— no pudieron alcanzar la altura de la figura moral del padre
Kamber.
STUDIA CROATICA
pierde con el padre Kamber a un colaborador, a un amigo, a uno de los espíritus
más serenos dentro de las grandes filas de los emigrantes croatas. Querríamos
que estas palabras de gratitud y de afecto quedasen para siempre grabadas en el
monumento de bronce perdurable que el padre Kamber supo levantar en el corazón
de todos cuantos la conocieron. ¡ Dios sea su consuelo
y premio!
F. N.
El doctor Mateo
Jelicič nació en 1916 en la localidad argentina Santa Teresita, Provincia
Santa Fe. Sus padres eran croatas de la isba Hvar, localidad Brusje. Ahí habían
llegado sus antepasados en el siglo XVI directamente de Bosnia, localidad
Podbor, distrito Rama, huyendo y luchando contra la invasión otomana.
De acuerdo al
deseo de sus padres, Mateo fue enviado a la patria de sus progenitores, para
que terminara allí sus estudios secundarios y universitarios. Primeros cuatro
años de la, enseñanza secundaria terminó en un colegio franciscano en la isla
Brac y cuatro años superiores con el bachillerato en Split, orientación
clásica. La facultad de medicina frecuentó en Zagreb, donde fue promovido al
honor del doctor.
La lucha del
pueblo croata contra la tiranía del rey Alejandro Karageorgevich entre
1931-1934, o, hasta 1941, bajo sus sucesores militaristas, coincide con el
estudio y la formación nacional e intelectual del doctor Jeličić. El
pillaje, la persecusión, las encarcelaciones y fusilaje de croatas por el
régimen de Belgrado fueron decisivos paya su formación nacional. Inteligente
por naturaleza, este joven estudiante rápida-mente se destaca como uno de los
caudillos de aquella generación de la juventud estudiosa croata. Ya en la
Universidad pronto fue elegido presidente del Club Académico Católico
"Domagoj" y después el presidente del Club de los Estudiantes de
Medicina. Desde esas dos posiciones, dentro de la comunidad universitaria
croata, junto con los demás clubes, especialmente de los estudiantes de
Derecho, aportó con su inteligencia superior, con su dinamismo y sus ideas a la
coordinación de la actividad libertadora de los estudiantes y, mediante sus
organizaciones, de todo el pueblo croata. Considerándolo peligroso por la orden
impuesta por la dictadura, el régimen de Belgrado lo envió a Bosnia en un campo
de confinación con muchos otros sus colegas e intelectuales croatas.
Declarada la
Independencia de Croacia en 1941, el doctor Jelicić se puso a la
disposición de nuevas autoridades, aceptando el puesto del attasché cultural en
la embajada croata en Madrid. Un espíritu inquieto y deseoso de ampliar sus
conocimientos,durante tres años frecuenta asiduamente
las lecciones del Prof. Gregorio Maranón. Terminada la guerra, el Dr.
Jeličić regresa a Argentina, su patria natal. Se desempeñó cierto
tiempo como médico en Capitán Sarmiento y revalidado su título del doctor de
medicina, se instala en Buenos Aires donde fue nombrado el Director General de
la Sanidad de uenos Aires. Desplegando una actividad extraordinaria
profesional, cultural, política y caritativa, la salud del doctor Jeličiié
declinó rápidamente. El 2 de junio de 1969 murió repentimente de hemoragia
cerebral y sus restos mortales fueron sepultados el 3 de junio en la localidad
Capitán Sarmiento, donde viven su madre y hermanos.
Con la muerte del
doctor Jeličić la colonia croata, especialmente sus colegas y amigos
de la Universidad, pierden a uno de sus intelectuales más brillantes, cuyas
múltiples capacidades se volcaban constantemente hacia los campos de política y
cultura. Por esa pasión natural se adhirió a las filas del Partido Demócrata
Nacional, escalando muy rápidamente los peldaños que conducían hasta la cumbre
jerárquica de este Partido. El doctor Emilio Hardoy, su correligionario
político y amigo íntimo ha delineado muy acertadamente la personalidad del Dr.
M. Jelicić en su discurso funeral que reproducimos íntegramente:
"Señoras, Señores :
Con infinita
tristeza que nos envuelve y nos oprime dejándonos inmóviles y suspensos y
desalentados, recibimos sus amigos la noticia de que habíamos perdido para
siempre a Mateo Jeličić. En seguida nos dominó una emoción
incontenible que a duras penas pudimos finalmente serenar. Entonces comenzaron
a afluir los recuerdos comunes, llenos de acontecimientos grandes o pequeños
pero que fueron famosos para nosotros, de empresas que creíamos estupendas casi
siempre frustradas y de tentativas condenadas al fracaso, pero que por eso
mismo nos parecían más necesarias para hacer flamear viejas banderas y
renovados ideales. Cuantos esfuerzos y cuantos sacrificios que nosotros mismos
casi habíamos olvidado ahora vuelven impulsados desde el fondo de la memoria
por la ausencia del espíritu más puro que encontramos los que durante muchos
años recorrimos los caminos tan difíciles de nuestra política: el alma de Mateo
Jeličić. Y reaparecen en la ocasión fuertemente grabados sus
inconfundibles rasgos físicos y morales que alguna vez borrará el tiempo
cumplido su interminable tarea de nivelador pero que vivirán, eso sí, tanto
como podamos durar los que lo conocimos y, por lo tanto, no pudimos dejar de
amar-lo entrañablemente y respetarlo virilmente.
Era la suya una
personalidad peculiar en la que se habían yuxtapuesto más que mezclado los
aportes de la raza de sus antepasados, por una parte, y del medio en que había
surgido y desarrollado, por otra. Su aspecto exterior era el de un croata
típico, con su cuerpo poderoso, su recia apostura y la mirada recta de sus
claros ojos. El saludo, las maneras, las formas eran europeas y por momentos
parecían salidas de las mejores tradiciones militares del Imperio que fue la
patria de sus mayores. Hasta el acento con que recortaba netamente las palabras
correspondía a su ancestro. Su cultura, su vasta e inagotable cultura la había
bebido con fruición especialmente en los clásicos que recitaba con la misma
naturalidad con que aplicaba con acierto sin igual, el cuento intencionado o el
calificativo gracioso aprendido en la boca de un gaucho ladino. Su titulo de
doctor en medicina otorgado en el latín de la Viena que todavía esparcía su
tradición secular repetia la combinación curiosa de ias influencias germánica,
eslava, gótica, magyar y romana que él mismo había sufrido. Y todo esto junto
con la presencia actual de la tierra en que había nacido y se había criado, se
echó en el odre de su notable personalidad física y moral, para producir un
ejemplar extraordinario, único entre todos, como no hubo otro ni podrá haber
más en adelante.
Era un médico
enamorado de su profesión y sabía en su especialidad lo que muy pocos saben en
el mundo. Pero sentía al mismo tiempo una invencible inclinación a la política
y, dentro de ella, más que a las maniobras para alcanzar el poder, a los
aspectos prácticos de la función oficial, !a la necesidad de gobernar para
obtener resultados convenientes, hasta conseguir éxitos de bien general de los
que a veces era difícil enterarse porque no quería que se difundieran, y otras
transfería adjudicándolos a otros porque así se lo imponía su estricto concepto
de las jerarquías o porque los ocultaba su modestia y desinterés excesivos de
los que nunca pudo curarse. Sobre todo era un médico de muchedumbres, como lo
demuestra la carrera de sanitarista que eligió y se manifesta también en lo que
podríamos llamar, su pasión pública. Vivía volcado hacia los demás, siguiendo
con atención escrupulosa los acontecimientos y avizorando el porvenir, a veces
con esperanza pero a menudo también y con sobrado motivo, con terrible
angustia, con profundo desazón. Quizá los últimos ateradores sucesos que
vivimos recientemente hayan contribuído a destruir su fuerte organismo minado
por emociones que nunca pudo dominar. Porque su pe-cho inmenso y su figura
impresionante ocultaban un corazón tierno y sencillo, de una bondad sin límites
de una generosidad que llegaba al sacrificio en aras de una amistad muchas
veces no cabalmente correspondida, o de un deber que él hacía demasiado
riguroso.
Cuantas veces
recorrimos la Provincia en su viejo automóvil que él sabía hacer marchar
milagrosamente, cuantas vivimos o visitamos las cárceles llevados por
sentimientos dignos y pasiones elevadas, cuantos esfuerzos efectuamos para
reconstruir un viejo partido y hacerle prestar quizá su último servicio a la
Provincia y al pais. Pero entre lo que él hizo y otros consiguieron media la
diferencia de que él nada pedía y nada esperaba para sí y que los honores y los
cargos los difirió sintiendo una profunda satisfacción al contemplar los
triunfos de sus amigos.
Manejaba el
ingenio con acierto sin igual, descubría y también iluminaba las debilidades de
una personalidad o el absurdo de una situación con apreciaciones exactas,
atinadas, siempre cordiales y a menudo divertidas. Preveía el porvenir y
acertaba porque medía bien a los hombres y los acontecimientos. Su consejo en
las circunstancias políticas más difíciles y en los problemas más íntimos y
enredados de sus amigos, era no sólo justo sinó también humano, estimulante. A
veces corregía riendo como en la máxima latina y en todos los casos enseñaba a
vivir con honor, sin ofender, sin herir, sin castigar.
¿Quién no le
debía algún favor? ¿Quién no buscó su amistad? ¿Quién que haya tenido el
privilegio de haberlo conocido no sabía que el rasgo dominante de su
personalidad, lo que trascendía de sus palabras y sus actos, lo que queda ahora
saldo de su experiencia humana, más allá de su talento, su sabiduría, su
intuición inspirada y su golpe de vista certero, de su energia y su valor, lo
que definia su manera de ser, lo que fue en fin el estilo de su vida, era su
bondad, su bondad enorme como su figura de la que era algo así como un halo que
nunca lo abandonaba? Y si alguién no tuvo su amistad porque la suerte no le
concedió tan alto privilegio, tened la seguridad más completa de que nunca
nadie pudo ser su enemigo.
Para sus amigos
nos va a ser más difícil vivir sin la compañía que nos han quitado. Pero su voz
nos seguirá susurrando muy cerca del corazón, y su enseñanza nos permitirá
descomponer las más complicadas dificultades, descubrir los más escondidos
secretos de los poderosos y las más obscuras tendencias populares hasta hallar
el seguro camino del porvenir. Alguna vez alguien dijo en la tumba abierta de
argentino eminente: ha muerto el más grande. Hoy y acá, cuando vamos a enterrar
como era su deseo en la madre tierra de un humilde cementerio a este gran espíritu
que tuvo talento, ilustración, experiencia y tantas altas cualidades, podemos
estar seguros de que dijimos la verdad afirmando que ha muerto el más bueno.
Y esto que diré
ahora es lo que sé que más le hubiera gustado oír a Mateo de su alma, en sus recuerdos
y en su vida futura, en las hazañas que cumplan y en el amigos en la hora de la
despedida: Tú vivirás Mateo en cada uno de tus amigos, en arrepentimiento que
los redima, en todos los actos nobles, puros y elevados que realicen, en tus
amigos y en su corazón tú vivirás, Mateo nuestro amigo querido, incomparable,
inolvidable".
Además hablaron
en la oportunidad: Dr. Echegoyen, director del hospital Rawson, el doctor
García Díaz, secretario de Salud Pública de 1a ciudad de Buenos Aires y Juan C.
Rangugiu, el alcalde de Capitán Sarmiento. El Dr. P. Vukota habló en nombre de
los croatas.
Un mar de coronas
de flores habían cubierto el edificio y el féretro de
nuestro Mateo, a quien sus amigos y conacionales croatas nunca olvidarán.
STUDIA CROATICA
de este modo rinde un simple, pero profundamente sincero, homenaje a quien era,
durante mucho tiempo, uno de los que vivían casi únicamente por la libertad de
Croacia. A su esposa y dos hijos nuestros afectos y calwrosos sentimientos del
pésame. El Dr. Mateo Jeličic no ha muerto sino solamente cambiado la forma
de humana existencia prolongada en la eternidad.
F. N.
- LA NACIÓN, uno
de los diarios argentinos más destacados y que justamente en el curso de este
año (1969). celebra su primer centenario de
existencia, ha publicado el día 27 de abril un artículo sumamente interesante:
Encrucijada yugoeslava, destacando el carácter dicotómico de Yugoeslavia. Por
un lado están los croatas y los eslovenos, orientados hacia el occidente, y por
otro los servios con su tradición oriental. Entre dos partes existen también en
la actualidad antagonismos y tensiones muy peligrosas. En vista de un peligro
soviético, por su presencia cada vez más evidente en el Mediterráneo, el Dr.
Alejandro Dusaut, destacado hombre apolítico y ex profesor universitario
argentine, quien es el autor de dicho artículo, aboga ante el mundo libre por
una federación efectiva yugoeslava. Sólo así, cree el autor del artículo,
podría asegurarse "la unidad para la guerra" y la defensa contra los
soviéticos".
- LA PRENSA, que
también festeja en 1969 su primer centenario y con LA NACIÓN constituye el
orgullo periodístico argentino, ha publicado una entrevista con el Ing. Ante
Turica, especializado en aplicación de la energía nuclear en la esterilización
de los insectos que representan una verdadera plaga para las frutas y,
especialmente, para las manzanas en Argentina. Ing. Turica ha llegado a
Argentina después de la guerra y sus estudios había
cursado en la Facultad de Agronomía de Zagreb. Actualmente se desempeña como
uno de los técnicos especializados del Instituto de Patología Vegetal en
Argentina.
- EL REVERENDO
PADRE FRAY LINO PEDIŠIĆ, director espiritual de la colectividad croata en
Argentina quien se desempeña también como secretario general de la Comisión
Católica Argentina de Inmigraciones, en una conferencia de prensa del 19 de
agosto 1969, y en colaboración con las autoridades de la Caritas Internacional
de Roma y la Comisión Católica Internacional de Migraciones de Ginebra, ha
expuesto el problema de las inmigraciones en Argentina, provenientes de los
países limítrofes: Bolivia, Paraguay y Chile. Actualmente hay como 1.580.000 de
tales inmigrantes y unos 60% de ellos viven ilegalmente, poblando las Villas de
Miseria. Padre Pedišic pidió públicamente la comprensión humana para esa
multitud, buscando Ias formas y medios para su incorporación orgánica en la
comunidad argentina. "La Prensa" y algunos otros diarios argentinos
han registrado la exposición del padre Pedišić, publicando su fotografía
en presencia de los representantes de las autoridades argentinas y extranjeras
encargadas de graves 'problemas de migraciones y de caridad.
- LJEPOSLAV
PERINIĆ y Dusko KALEBIĆ, cada uno en su mantra, han aportado a la
vida cultural argentina. Perinić con la exposición extraordinaria de sus
muñecas reunidas en una colección de importancia de todo el mundo, y
Kalebić con la segunda exposición de sus Esculturas vegetales y Dibujos
metálicos. Los dos croatas han despertado la curiosidad y el interés dentro del
ambiente cultural argentino. Perinić en el ambiente folklórico y
político-humanitario, mientras Kalebić sólo dentro del marco estético.
"La Prensa" ha publicado varias fotografías de las muñecas de Perinić
junto con la fotografía de una de sus hijas en el traje nacional croata.
- LA REVISTA
HÚNGARA "TURAN", de Buenos Aires, en sus números 1 y 2 de 1968/69 ha
publicado un artículo titulado Relaciones húngaro-croatas. El autor del mismo
no oculta sus simpatías con el pueblo croata, aún cuando, nos parece, exagera
la influencia linguística húngara sobre el idioma croata, especialmente en el
campo jurídico. El director de la revista es Esteban Foyta y el autor del
artículo Adorján Bihar von Igló.
- NUESTRO
COMPATRIOTA, EL PINTOR Z. DUČMELIĆ, ha obtenido un premio de 100.000
pesos en el primer concurso de las pinturas organizado por Cía. Italo Argentina
de Electricidad en Buenos Aires en el mes de junio de 1969. "La
Prensa" del 19 de junio 1969 dice que este premio de 100.000 pesos "fue
otorgado a la obra «cuerpos y espacios imaginarios» de Zdravko
Dučmelić, un pintor residente en Mendoza y a quien recién se destaca
con justicia la alta dignidad de su pintura.
- EN PARIS en el
mes de octubre del año en curso, se efectuó una exposición retrospectiva del
famoso escultor croata Ivan Meštrović. Su obra ha despertado gran interés
en aquel centro mundial de cultura. Rodin era maestro y colega de Meštrovic.
Junto con Trumbić, Meštrović es considerado como uno de los grandes idealistas
croatas que creyeron en una imaginaria nación yugoeslava, aprovechada más tarde
por parte servia para imponer una implacable hegemonía a sus
"hermanos" croatas. Meštrović, con su exposición en Londres,
durante la primera guerra mundial, impresionó al público inglés de tal manera. que Lord Cecil, en aquella oportunidad, dijo que
Meštrović ha desmentido para siempre las afirmaciones sobre pretendida
inferioridad creadora cultural de los "yugoeslavos", representados
hasta aquel entonces únicamente por los servios.
- CON MOTIVO DE
CUMPLIRSE EL PRIMER CENTENARIO DE LA VIDA del diario argentino LA PRENSA, el
día 14 de octubre de 1969 el Club Cultural Croata Argentino, rindió un homenaje
especial en su sede social en Buenos Aires a este diario considerado como uno
de los mejores del mundo. El Dr. A. Dussaut pronunció un discurso titulado
"LA PRENSA baluarte de la Libertad", dando un panorama muy
interesante de la historia argentina intimamente ligada con LA PRENSA y su
lucha por la libertad bajo la serie de sus propietarios-directores de la
familia Paz. El Dr. Dussaut fue presentado al público asistente por el doctor
R. Latković presidente del Club. STUDIA CROATICA, como también muchas
otras entidades croatas, enviaron las expresiones de su adhesión a un diario
tan distinguido como también a su colega periodístico LA NACIÓN que también
cumplió el primer centenario de vida en octubre de 1969.
- SREBRENKA
(SENA) JURINAC, la famosa soprano croata, se presentó 5 veces, en el mes de
octubre de 1969, en el Teatro Colón, Buenos Aires. Se ha desempeñado en el
papel de mariscada de la ópera cómica "Caballero de Rosas" de R.
Strauss, confirmando sus extraordinarias cualidades de cantante y actriz, que
la habían ya colocado en la cumbre del arte teatral del mundo europeo y norteamericano.
Su carrera artística empezó en Zagreb, Croacia. Actualmente actúa
permanentemente en la Opera de Viena.
FRAGMENTOS DEL
DISCURSO DE SU PRESIDENTE
Con motivo de
aniversario celebrado el día 18 de enero de 1969, en que fue confirmado su
anterior presidente, el doctor y profesor defilosofía. Stanko Vujica, re
producimos algunos de los fragmentos más característicos de su discurso en
dicha oportunidad:
"En los
últimos años se viene notando un creciente interés por la Academia Croata de
Norteamérica entre los inmigrantes croatas en los Estados Unidos y Canadá...
"Paralelamente
con este interés se es-tá ya arraigando la convicción de que ya están dadas las
condiciones para ampliar sus acciones, cualitativa y cuantitativamente. Reflejo
de esta disposición de ánimo fue la reunión que, con la colaboración de la
Academia, organizó el Club Académico Croata-Americano bajo la presidencia del
Prof. Branko Yirka...
"Como, hasta
el presente, el objetivo principal de la Comisión Directiva fue la publicación
del anuario Journal of Croatian Studies. El volumen 7-8 acaba de apareecr este
otoño. Complacido he oído algunos juicios halagüeños, incluso de colegas
extranjeros. Un impresor norte-americano ponderó su esmero gráfico,
calificándolo como verdadero “labor of love”. Ya se halla en preparación el
tomo 9-10. Según el material preparado por los directivos, este número doble
será más actual, más homogéneo, e incluirá varias referencias y reseñas de
distintos libros que se ocupan de nuestros problemas nacionales. Quisiera poner
de relieve que en este momento el deber más urgente de la Comisión Directiva y
de todos los miembros de la Academia es brindar a los redactores todo su apoyo
para asegurar la impresión de este tomo en 1969, ya que así se subsanaría el
inconveniente, o sea, el atraso en la publicación de nuestro anuario...
"Nuestros
socios lograron también este año notables éxitos en sus profesiones y muchos de
ellos publicaron estudios de su especialidad. De un modo particular subrayo la
publicación del segundo tomo con el Simposio sobre la historia cultural de
Croacia: Croatia Land, people and culture, V. II, bajo la dirección de
nuestros socios, doctores Eterović y Spalatin, en la edición de la
Universidad de Toronto, como asimismo el libro del Dr. Bombelles: Economic
Development of Communistic Yugoeslavia, editado por la prestigiosa Hoover
Institution de la Universidad Stanford. A los benefactores de la Academia,
sobre todo a los que contribuyeron con sumas de importancia, expreso mi más
sentido agradecimiento...
"Me complace
informarles que la Academia, con el aporte pecuniario del Dr. Tuškan, fijó el
premio por los mejores ensayos escritos en inglés sobre la cultura y la
historia de Croacia. La convocatoria para dicho certamen fue publicada en
inglés el verano pasado en todos los periódicos de los inmigrantes; y
finalmente, en el número del 15 de enero de 1969, apareción en Zajedničar.
Esperamos que esos concursos continuarán en los
próximos años y que contribuirán a promover y difundir la herencia cultural
croata, incluso en la tercera generación de los norteamericanos de aquel
origen.
"Hablando de
esa herencia cultural, permítanme referirme brevemente en este informe anual a
ciertos procesos significativos en el ámbito de la cultura de Croacia durante
el año pasado. Dicha cultura, al parecer, se libera paulatinamente de las
cadenas del stalinismo y del monopolio de una sola ideología y retorna al
pluralismo cultural. La prensa religiosa pasa por un franco resurgimiento. La
ex Sociedad de San Jerónimo reanudó su labor bajo el nombre de «Sociedad de SS.
Cirilo y Metodio». Una obra monumental la constituye la edición de la Biblia
con la cooperación de los más destacados exégetas, escritores, traductores y
lingüistas. Nos agrada la noticia de que está preparándose una edición similar
del Corán. Cabe destacar la fundación del Hrvatski Književni List (Gaceta
Literaria Croata) justamente un año después de la conocida Declaración sobre la
posición y la denominación del idioma croata. Esta revista fue acogida con
enorme entusiasmo en Croacia, dado que aboga en forma franca y decidida por la
tradición cultural, histórica y política. En el editorial del primer número se
dice: «El rechazo de la tradición que dura ya más de 20 años en casi todos los
ámbitos en nombre de los falsos valores vanguardistas, y de varios 'ismos'
importados —por regla general, escoria envenenada de seudo culturas extrañas
como un nihilismo más reaccionario—, infligió gran daño a nuestra cultura. El retorno
a nuestra herencia cultural parecen ser la tendencia
central, incluso entre los fiósofos croatas. A principios de marzo de 1969 la
Sociedad Filosófica Croata ceelbró su X aniversario y, con ese motivo, organizó
un simposio sobre el tema: «Filosofía Croata en el pasado y el presente».
Participaron filósofos marxistas y no marxistas. El presbítero Francisco E.
Hosiko disertó sobre la filosofía escolástica en el Círculo de Zagreb de los
siglos XVII y XVIII. El Prof. Vladimiro Filipović se refirió a la labor de
su colega el filósofo Dr. Alberto Bazala; María Brida habló de Pablo Vuk
Pavlović, mientras Kruno Krstić eligió el tema: «Los comienzos de la
filosofía en Croacia».
"Nosotros,
en la Academia Americana, s plaudimos ese nuevo proceso y tendencias en nuestra
cultura. Estamos convencidos de que beber en las fuentes vivas nacionales y
este retorno a la milenaria y humanística tradición cultural croata tras un
cuarto de siglo de varios injertos extraños, tendrá el efecto de una fecunda
lluvia después de largas sequías, especialmente entre las nuevas generaciones
croatas.
"Al comienzo
de este informe destaqué el creciente interés por la Academia y también el
deseo de ver intensificada y ramificada su actividad..."
En la misma
oportunidad fue elegida la nueva Comisión Directiva, cuyo presidente, Dr. S.
Vujica, fue confirmado. Los redactores del anuario de la Academia son los
siguientes: Dr. J. Jareb, ing. K. Mirth, Prof. K. Spalatin, Dr. M.
Meštrović, Prof. Nada Kesterčanek-Vujica, A. Nizeteo, Dr. D.
Mandić, M. Kroker Tuškan y Prof. Dr. S. Vujica.
De acuerdo a las
informaciones de "Glas Koncila" (La Voz del Concilio), de la
archidiócesis de Zagreb, Croacia, el 9/11 de 1969 se celebró solemnemente 300
años de la fundación de la Facultad de teología en Croacia. El comienzo de la
enseñanza teológica superior, en el rango académico, remonta desde el año 1633,
organizada en el seminario de los jesuitas. Ya en 1662-1666 fue organizado el
estudio de filosofía cuyos cursos eran de tres años. Esta organización fue
posibilitada por una donación del canónigo Nicolás Dijaneševic, prefecto del
Capitolio de la iglesia catedral de Zagreb. Teniendo presentes estos
antecedentes morales y materiales, el emperador Leopoldo I de los Habsburgo, el
23 de septiembre de 1669, con un Diploma real, otorgó a dicha Academia de los
padres jesuitas todos los derechos y privilegios comunes a las demás
Universidades. Esta decisión del emperador fue aceptada y promulgada por el
Sabor (parlamento) croata el 3 de noviembre de 1671, reconociéndose así a los
estudios teológicos en aquella Facultad el rango del estudio de derecho
público, equiparado con los demás estudios universitarios. Desde entonces esa
Facultad vive y desarrolla su actividad benéfica en el seno del pueblo croata.
Por cierto tiempo uno de sus profesores se desempeñó de inspector de toda la
enseñanza universitaria (praefectus scholarum superiorum). Después de ciertas
dificultades ocasionadas por la supresión de la Compañía de Jesús, esa Facultad
en el siglo XIX logró su completa organización y la firme incorporación en la
Universidad de Zagreb, gracias al cardenal de Zagreb Haulik y al obispo
Strossmayer. Esta Facultad formó parte de la Universidad hasta 1952, cuando fue
separada de ella y desde entonces se desempeña como una institución de carácter
jurídico-eclesiástico. Naturalmente, las autoridades estatales comunistas le
han denegado cualquier apoyo material. Su vida se desarrolla dentro de las
modestas posibilidades económicas, formándose sus fondos por las donaciones y
aportes de los feligreses, los obispos y sacerdotes del pueblo croata. Los
profesores, destaca el decano actual, el Dr. Tomislav Šagi-Bunic, reciben
"en lugar de sueldos unos importes simbólicos".
Ante la numerosa
concurrencia de los alumnos, los profesores y los representantes de las
autoridades nacionales y científicas, el Dr. Sagi-Bunic dio una breve y
significativa historia de esa Facultad que, con todo derecho, podemos
considerar como el comienzo de la Universidad croata. La separación de la
Facultad teológica, ha recalcado su decano, está ligada con el nombre del
doctor Miloš Zanko que fue en aquel momento el ministro de la instrucción
pública de la república comunista de Croacia. "A pesar de que la Facultad
de teología no tiene desde 1952 aquel carácter de derecho público en el ámbito
del Estado que le fue dado en virtud del Diploma de Leopoldo I, no se le puede
denegar el derecho de celebrar su 300 aniversario, porque como una institución
cultural viviente y creadora, está en posesión de una continuidad
ininterrumpida desde entonces hasta hoy. Aquel Diploma significa el punto de
partida en su formación de una institución superior de enseñanza en el rango
universitario".
En la oportunidad
usó de la palabra también el Rector de la Universidad nacional el doctor Ivan
Supek, quien dijo entre otros conceptos: "Es seguro que el Diploma de
Leopoldo I no era solamente el reconocimiento a los esfuerzos de aquella
Academia de los jesuitas. Ese Diploma significó, ante todo, el reconocimiento a
la tradición cultural de Croacia y a todos aquellos esfuerzos del pueblo croata
en la lucha contra la tremenda invasión otomana. Hay que destacar que esta
vuestra Facultad, como también nuestra entera Universidad, era, durante todo aquel
tiempo, el portador de nuestra eixstencia nacional. También hay que decir, que
esta vuestra Facultad, por igual como las demás, fue llevada por un anhelo
profundo de salir de un secular atraso y acercarnos al nivel europeo".
El presidente de
la Academia de Ciencia y Artes, doctor G. Novak, ha invocado las estrechas
relaciones entre la Facultad de Teología, de sus profesores y protectores por
un lado y los miembros de la Academia por otro, y agregó: "Formulando
saludos en mi calidad de presidente de esta más alta Institución científica
croata y más vieja de todos los eslavos del sur, considero que esto significa
nuestro orgullo, orgullo del pueblo croata y de la ciudad de Zagreb... "
Es inevitable la pregunta: ¿En qué forma más los señores Supek y Novak dan la prueba de su orgullo al respecto? ¿Han desmentido a su ministro Miloš Zanko en una forma efectiva?
[1] Rudolf
Bićanić, Ekonomska Podloga Hrvatskog Pitanja (La Base Económica de la
Cuestión Croata), Zagreb 1939, pág. 14.
[2] Rudolf
Bićanić, Op. cit., pág. 30.
[3] Rudolf
Bićanić, Op. cit., pág. 19.
[4] Rudolf
Bićanić, Op. cit., pág. 34, 36, 37.
[5] Rudolf
Bićanić, Op. cit., pág. 52.
[6] Rudolf
Bićanić, Op. cit., pág. 112.