Quousque tandem abutere, Jugoslavia, patientia nostra?

Bogdan Radica (*)

Probablemente uno de los problemas más tremendos que la Yugoslavia oficial expone a los croatas es su incesante y reiterada acusación día tras día, mes tras mes, año tras año de que todo lo que acontece, tanto en Croacia como en el mundo libre y tiende a la preservación y la defensa de los valores nacionales croatas, tiene origen y carácter chovinista, separatista y, por último, ustashi. El régimen comunista, cuyo centro es Belgrado, a través de sus órganos diplomáticos y policiales, atribuye cada exteriorización del descontento en Croacia casi exclusivamente a los ustashi, la tilda no sólo de separatista sino siempre y al mismo tiempo ustashi. Cabe observar que en ese sentido la Belgrado actual no difiere nada de la Belgrado monárquica. Hoy como antes, los croatas siguen siendo la principal fuerza opositora al centralismo granservio y al unitarismo estatal yugoslavo; los croatas fueron y siguen siendo el blanco principal de las maniobras e intrigas granservias dentro y fuera del país. Durante la última guerra mundial la diplomacia serbia concentró todos sus recursos y sus energías para acusar a los croatas entre los Aliados de todo lo que pasaba en Yugoslavia. De esta denigración nadie se salvó: el pueblo croata entero fue identificado con los ustashi y en gran parte de la opinión pública aliada trató de crear la impresión de que los croatas eran elementos pronazi y, por consiguiente, enemigos de la lucha democrática de los Aliados.

Semejante política ciega y excluyente desde el punto de vista yugoslavo, fue repudiada durante la guerra por los gobiernos aliados, en primer lugar por el gobierno de Washington, interesado en reconstituir a Yugoslavia. Pero como a la mayoría serbia no le interesaba una Yugoslavia restablecida sin su predominio absoluto, atacando a los croatas, ayudaron a la toma del poder por parte de los comunistas, pues se hizo claro para todo el mundo que los croatas no podían consentir su propio exterminio en caso de permitir el retorno al poder de los grupos granservios de la preguerra. Es sabido que Tito de esa manera ganó la batalla e imposibilitó la restitución de los dirigentes serbios de la preguerra. Sin embargo, desde el día en que los comunistas se apoderaron del gobierno en Belgrado, no ha cesado ni ha disminuido la sistemática propaganda anticroata. Todo lo contrario, se recurre ahora a otros métodos y argumentos para calumniar y denigrar todo lo que es croata. En Croacia, recordar o rememorar hechos, figuras y fechas nacionales se considera como la revalorización de los ustashi. Los comunistas croatas temían incluso declarar su nacionalidad o por lo menos no insistían mucho en ello. Las instituciones culturales croatas no fueron restablecidas, hubo intentos incluso de suprimir a la prestigiosa institución Matica Hrvatska, tal como fue suprimido el diario Obzor, mientras que en Servia todas las entidades de preguerra reaparecieron, hasta el diario granservio Politika. Si algún croata osaba protestar contra tal estado de cosas, inmediatamente se lo aislaba y se lo tildaba de chauvinista, separatista y hasta ustasha.

En el exterior, la diplomacia comunista granservia dedicó todos sus esfuerzos y recursos en acusar a los exilados croatas de ustashi, es decir fascistas y nazis. Tan sólo una pequeña parte de los intelectuales croatas pudo salvar su cabeza y gracias al trato humano del mundo libre pudo ponerse a resguardo y establecer nuevas relaciones, asegurándose con su tenaz y honrado trabajo una existencia decorosa. Mientras tanto, la propaganda de Belgrado, fiel a su técnica de los tiempos de la guerra y preguerra, seguía acusando a los croatas, por todos los medios disponibles, de nazis, fascistas y ustashi. Mas todas esas frases repetidas se volvían vacías y no persuadían a nadie. La mayor parte de los intelectuales croatas o se retiraba gradualmente de la actividad política, se asimilaba al ambiente circundante y llegaban a ser ciudadanos respetados en los países respectivos, de modo que merecieron un trato normal y democrático tal como se acostumbra en el mundo libre. No obstante, la máquina propagandística servia no cesó de lanzar sus mentiras. Ahora su blanco principal son las nuevas generaciones de exiliados, nacidas en vísperas o durante la guerra, de modo que ni conocieron los regímenes imperantes en Europa con anterioridad a 1945. Algunos de ellos provienen de padres guerrilleros, de manera que ni por su edad ni por su ideología hay relación entre ellos y las generaciones más viejas.

Juzgando por sus acciones recientes, es difícil concluir quién los apoya y quién está detrás de ellos, de manera que mucha gente seria piensa que en muchos casos se trata de acciones planificadas y organizadas por los centros comunistas de Belgrado y con fines anticroatas. Salvo contados casos, la inteligentsia croata en el exterior no tiene arte ni parte en tales actividades, pues su única arma es la pluma y los argumentos para justificar la lucha del pueblo croata por sus derechos inalienables. El mecanismo operativo de Belgrado trata desde tiempo atrás de envolver a los croatas en acciones terroristas, exhibiéndolos como órganos de la conspiración fascista internacional, presionan ante las autoridades de los países donde viven y trabajan los croatas para que sospechen de ellos y los persigan. Pues todo el llamado terrorismo de los ustashi croatas -siempre se destaca que los ustashi forman parte del fascismo internacional- es obra de la policía secreta de Belgrado y de las organizaciones oficiales.

Teniendo en cuenta lo dicho precedentemente, se plantea el interrogante:

¿A quién le interesa que, incluso hoy, más de un cuarto de siglo después de la existencia del nuevo estado yugoslavo, se insista en un concepto y en un nombre, muy poco caros al pueblo croata y que el pueblo croata no quiere identificar con su sentir nacional ni con su identidad nacional? ¿Puede servir eso a los intereses de una unidad estatal? Supongamos que es la realidad lo que el régimen de Belgrado repite incesantemente, es decir que la mayor parte del pueblo croata se siente "ustashi", entonces nadie puede dudar que Yugoslavia, no podrá sobrevivir. Pues si uno de los pueblos integrantes de esa combinación estatal no desea ni quiere vivir más en esta comunidad artificial, nadie puede obligarlo por fuerza a quedarse en ella, pues a ello se oponen todos los intereses físicos y morales. Si tampoco en la Yugoslavia comunista, después de 27 años, el régimen no encuentra otros argumentos ni recursos para justificar la existencia de ese estado sino acusando al entero pueblo croata como enemigo de Yugoslavia, entonces es más que patente que todo ese conglomerado, híbrido y antinatural, conocido con el nombre de Yugoslavia, es una podredumbre total. Por último, surge la pregunta: ¿Por qué el régimen, esforzándose por mantener a Yugoslavia, única y exclusivamente ataca a los croatas? ¿Cómo puede ser que únicamente los croatas sean enemigos del Estado, tal como lo eran de la Yugoslavia monárquica? ¿Es de veras el propósito de la política nacional de Belgrado seguir poniendo en tela de juicio sólo a los croatas, acusándolos de enemigos de Estado, como lo hacían entre las dos guerras mundiales y durante la última guerra, en resumen, desde los primeros años de la creación de la comunidad estatal yugoslava?

Es significativo que ni la Yugoslavia comunista se percata de la posición tragicómica en que colocó al país entero. Especialmente hoy en día cuando el resurgimiento nacional croata dio pruebas de que incluso los comunistas croatas advierten sus errores y procuraron devolverle su verdadero rostro, restituyéndole todos sus derechos.

Ya es hora de que muchos se liberen de los viejos prejuicios y entiendan que es la última oportunidad para que Croacia sea considerada lo que es: un pueblo maduro para tener su propio Estado. No se puede seguir con la práctica anterior, tildando a todo un pueblo de enemigo del Estado, sin exponer al mismo tiempo a ese mismo Estado, en nuestro caso Yugoslavia, a una seria sospecha e incertidumbre, en cuanto a su futura existencia. Si los croatas no quieren a Yugoslavia -lo que es obvio-, lo que confirma el régimen granservio con su proceder anticroata, entonces es ya tiempo de tratar de encontrar soluciones definitivas y una de las fundamentales es que Croacia sea un estado independiente y soberano. Como tal contará con sus representantes en el exterior en defensa de sus intereses y en el interior su poder será ilimitado para vivir independiente y libre.

¿Es posible que después de más de cinco decenios los croatas puedan soportar tantas humillaciones, ofensas y persecuciones en un Estado que cada día sienten menos como el suyo? ¿Es posible que el Estado que considera a los croatas como sus "ciudadanos" emplee todas las fuerzas y el poder para perseguirlos y exterminarlos en el país, y calumniarlos y denigrarlos en el exterior, como nunca ocurrió en la milenaría historia croata? ¿Hasta cuándo Yugoslavia abusará de la paciencia de un pueblo, que tiene no sólo el derecho sino la capacidad y la madurez para regir su destino? ¡Aquí yace la respuesta a la crisis en que se debate Yugoslavia! ¡La respuesta que no compete sólo al pueblo croata sino a todos los pueblos interesados en la paz y el bienestar en el mundo!

Nueva York, 1971.

(El original de este artículo fue publicado en croata en Hrvatska Revija (La Revista Croata) Nros. 2-3 de 1971, Munich, Alemania. Radica lo escribió antes del golpe de Estado que efectuó Tito en diciembre de 1971, momento desde que el carácter hegemónico y neostalinista del régimen de Tito tomó formas cada vez más brutales. Para facilitar a los señores lectores de Studia Croatica cómo reaccionó el Sr. Radica a ese inesperado procedimiento de Tito, a continuación reproducimos algunos párrafos de su artículo, publicado también en Hrvatska Revija (La Revista Croata) Nº 2-3/71, pág. 131-134.

 

Ocaso de Tito

Bogdan Radica

El fin de la segunda Yugoslavia

En diciembre de 1971 dio comienzo la disgregación o, mejor dicho, la extinción de la segunda Yugoslavia. Hasta la reunión de Karageorgevo todas las conjeturas sobre este agudo tema partían generalmente de los observadores de la situación yugoslava o de los estudiosos de la enmarañada problemática de un Estado plurinacional, que desde hace decenios está suspendido en el aire como una especie de castillo de naipes. Con ello no quiero decir que antes no hubo convulsiones y perturbaciones tan hondas que era difícil imaginarse la supervivencia de Yugoslavia sin cambios radicales. Pese a todo se creía, especialmente en Occidente, que el carisma de Tito, su varilla mágica de dirigente a lo Habsburgo iba a poner las cosas en su lugar, y detener el proceso de descomposición y extinción sin mayores sacudones.

En Karageorgevo, sin embargo, Tito demostró fehacientemente que la crisis básica de Yugoslavia no puede solucionarse con medidas legislativas tales como las enmiendas constitucionales, sino por la fuerza, con los métodos policiales y con la intervención de las fuerzas armadas, es decir con los viejos métodos de la primitiva mecánica balcánica que nada resuelve y todo lo posterga a plazos indefinidos. La experiencia nos enseña semejantes procederes no pueden tener éxito. Todo lo contrario, advierten que la realidad es tan grave y compleja que dichos métodos no son apropiados para corregirla ni siquiera encubrirla. Yugoslavia, como si hubiera sido concebida al revés; como si por esta concepción fuera incapaz de progresar y crecer en forma natural. Hasta hoy nadie pudo probar si la culpable era la geografía o la antropología, o las condiciones geográficas en que se hallan los pueblos integrantes de Yugoslavia o los hombres que la han ideado, formado y destruido. Cuando repaso las lecturas de mi juventud y recuerdo lo que sobre el particular se escribía, sea en forma literaria o científica, no encuentro defectos y virtudes en los pueblos sureslavos que no existan en otros pueblas también. Mas una cosa es clara, o sea que nuestros defectos y nuestras virtudes no permiten ni al país ni a los pueblos que la componen la paz y la felicidad que, en cambio, se dan en idénticas o análogas condiciones en otros pueblos.

Yugoslavia es un Estado multinacional como tantos otros. Pero mientras en otras comunidades estatales plurinacionales se ha hallado un denominador común y un sentido común o el imperativo vital, en Yugoslavia ese fenómeno ni apareció ni prosperó. La visión romántica de la comunidad yugoslava del siglo pasado y principios de este siglo se desvaneció en el primer encuentro de los croatas y los servios No sólo se esfumó un par de años después de haberse constituido la primera Yugoslavia (monárquica) sino también poco tiempo después de la imposición de la segunda Yugoslavia (comunista). La llamada "fraternidad y unidad", "fraguada" en la última "guerra de liberación", se disgregó tan rápidamente como la de Vidovdan. Los croatas en su primer encuentro con los serbios se dieron cuenta que pocas cosas los unían con su idioma, con su manera de vivir y pensar y con sus conceptos políticos. El abismo entre las dos culturas era tan profundo que una visión común del mundo no tenía cabida.

¿Débese ello a la tan honda diferencia de la cosmovisión bizantino turca, es decir de la experiencia servia en convivencia con este mundo? ¿O se trata de la visión centroeuropea y mediterránea, prevaleciente en Croacia, la formación de la individualidad cultural y nacional realizada por intermediación de Roma? Cualquiera sea la respuesta a estos malditos interrogantes de alternativas opuestas, es el hecho que los serbios y croatas no sólo no pueden vivir en comunidad sino que no se vislumbra posibilidad alguna de que alguna vez lo podrían hacer. No sería tan importante el hecho de que los croatas y los serbios no se quieran. Casos análogos se dan en todas las comunidades multinacionales. Pero ni los serbios ni los croatas consiguieron formar una comunidad en la cual conjugaran y armonizaran sus intereses económicos y sus divergentes cosmovisiones. Subsiste un odio permanente que en forma esporádica y cíclica desemboca en matanzas y asesinatos recíprocos.

Un antropólogo a menudo debería plantearse la pregunta: ¿Tratase de matanzas fratricidas o de otra cosa? Según ciertos aspectos parecería que sí. En Norteamérica los blancos y los negros no se matan con tanta saña y con tanto placer interior como los cristianos ortodoxos y los musulmanes, o los cristianos católicos y los ortodoxos. Resulta característico, sin embargo, que ese placer de matanza recíproca no lo encontraremos entre los católicos y los musulmanes. En los Balcanes los griegos y los servios ortodoxos no toleran a los musulmanes, por identificarlos con los turcos. Considerándose herederos del Bizancio ortodoxo, se tienen por exponentes orgullosos y dominantes antiturcos. Ni en Serbia ni en Grecia hasta Njegos y Kazandzakis, no encontramos a un Luka Botic[1], autor de "María la pobre", es decir no encontramos un intento de reconciliación entre los cristianos y los mahometanos. Aquí cabría agregar que durante la última guerra únicamente de parte de los croatas hubo evidencia de un verdadero remordimiento de conciencia. Las poesías de Vladimir Nazor y Goran Kovacic están tan impregnadas de hondos sentimientos de compasión humana, como nunca los encontramos en los escritores servios[2].

Pensando en todo eso, junto a la frontera de Croacia, traté de hallar un puñado de respuestas y conclusiones. Pero, para llegar al ocaso de Tito, según lo llamó Krleza[3], (nota 3) no puedo dejar de sentir toda la soledad y la especie de aislamiento de Croacia. Me paseo junto a la frontera de Croacia o me detengo en Londres, París o Roma y en ninguna parte pude topar con algún mensajero de Croacia para analizar no tanto la situación actual como procurar vislumbrar las perspectivas y posibilidades del futuro mediato e inmediato.

Hojeando la prensa de Croacia, tan gris y uniforme como nunca lo fue, con tristeza leo los nombres que en los últimos años nos infundían cierta esperanza de que Croacia daría al "socialismo" aquel rostro humano que la humanidad espera en vano desde varios decenios. Detienen, interrogan, encarcelan e instruyen sumarios a los hombres que combatieron en la "guerra de liberación", que creyeron en los nuevos fundamentos igualitarios de Yugoslavia, en la que todos los pueblos iban tener iguales derechos e iguales deberes y de ese modo se lograrían los postulados esenciales de la revolución social. ¿De qué hombres se trata? Por regla general todos los intelectuales marxistas que durante años conferían al "titoísmo" su razón de ser dialéctica. ¿Tendría Tito en el mundo la reputación ideológica que tiene sin esos intelectuales que hoy están encarcelados por la policía secreta UDBA en lugar de las autoridades judiciales? ¿Es que Tito hubiera acumulado tanto capital extranjero sin las realizaciones culturales de Croacia en los últimos años? Toda su reputación internacional se debe precisamente a los aportes intelectuales de esa gente, hoy perseguida, maltratada, destituida y encarcelada.

Y en este nocturno de la Yugoslavia de Tito, en mis soledades me invadieron distintas asociaciones cuando al término de la segunda guerra mundial y bajo el terror de la policía secreta yugoslava leía la novela Oscuridad a mediodía de Koestler y Compañero Tupaev de Víctor Serge y trataba de explicarme el sentido de lo que acontecía en ese entonces en Belgrado, Zagreb y Split. ¿Es ésta la vida mejor y más justa que el sistema comunista dio al hombre? Y me acuerdo cómo los prominentes comunistas, a saber: un Tudjman, un Komarica, un Bace, junto con centenares más están ahora destituidos, perseguidos o encarcelados, pese a que toda su vida la habían consagrado al triunfo de la idea comunista y a nosotros nos consideraban como meros fracasados. Ahora deben sentirse como Rubashov de Koestler y Tupaev de Serge ante sus acusadores policiales.

Como Rubashov deben preguntarse: ¿Es éste el aparato creado por nuestro sistema? ¿Es que nuestra ideología es de veras un mecanismo para producir esos seres para los cuales lo más íntimo, lo más humano importa un bledo si ese sistema debe mantenerse? Deben ser desesperantes sus noches en las celdas solitarias cuando analizan sus convicciones. ¡Sentirse defraudado por la filosofía de la vida en la que uno creyó desde su temprana juventud! ¡Cómo debe sentirse mortificado y amargado un Gotovac, un Djodan, un Veselica, un Budisa y un Cicak! [4] ¿A qué descubrimientos y a qué conclusiones deberá llegar? ¿Seguirán en las posiciones de su pensamiento defraudado, de una promesa no cumplida y de una fe malograda?

Al fin y al cabo, ¿qué hicieron estos hombres? ¿Qué falta cometieron? ¿Transgredieron algunas normas partidistas, estaban inmiscuidos en "conspiraciones contrarrevolucionarias con los enemigos exilados"? ¿Trataron de restituir el régimen "ustashi" mediante el resurgimiento nacional? En otro lugar y en las páginas de esa revista dimos respuestas claras y concretas a todas esas preguntas. Si el sistema comunista granservio, con sede en la Belgrado granservia, no encontró otra cosa sino tildar de ustashi toda aspiración croata a gozar de soberanía e independencia, entonces en las últimas seis décadas todas las generaciones croatas serían ustachi.

¿Es posible que alguien crea que Miko Tripalo y la doctora Savka Dabcevic-Kucar, al recalcar el término "soberanía" como atributo estatal de Croacia, pensaban seguir, como expresó Tito, el camino de Pavelic? ¿O se considera un pecado ustashi cuando un Bruno Busic, conocido periodista croata, comprueba en Hrvatski Knjizevni List (la Gazeta Literaria Croata) que en la última guerra perecieron más croatas que integrantes de las otras nacionalidades yugoslavas y que el estado mayor del ejército yugoslavo no permite la publicación de esos datos estadísticos? ¿Por lo demás, no era Vladimir Bakaric quien en su entrevista con Nin subrayó primero que la República de Croacia era "soberana" y como tal le asiste el derecho de exigir su presencia activa en la conducción de la política exterior? [5] ¿Sus palabras constituían una provocación o eran directrices a los hoy encarcelados comunistas del rumbo que debían tomar para liberar a Croacia del colonialismo monopolista granservio y belgrandense?

Habida cuenta de los sucesos recientes, ¿qué le queda a los croatas, a sus dirigentes y al pueblo? Acaso insistir en la confederación que Tito junto con la jefatura granservia rechazó en forma definitiva. Tengo la impresión de que hasta el diciembre trágico de 1971 todavía se podía insistir en la confederación pero creando una nueva capital. Se podría dar un paso más y ampliar los territorios autónomos convirtiéndolos en repúblicas. Empero, el traspaso de las actuales prerrogativas federales de las Repúblicas a las estructuras confederales tropezó con una reacción unánime y total de todos los servios dentro y fuera del país. Todos los servios se unieron contra las aspiraciones croatas. Accederían incluso a ceder Kosovo-Metohija a Albania, pero nunca a los croatas un status confederal, o un status como en la Unión del Norte tienen los Estados. Los servios abrieron fuego contra todos los croatas, acusándolos no sólo de ser separatistas y de aspirar a la restitución de la independencia de Croacia sino de querer escindir y destruir a Yugoslavia. Y como argumento principal contrario de las legítimas aspiraciones croatas vale siempre la presunta matanza de los servios por parte de los ustashi, como si todas las generaciones de los croatas debieran sacrificar sus libertades y padecer durante decenios porque, en el marco de una conflagración mundial, estalló la guerra civil entre los servios y los croatas, en la cual cayeron más croatas que servios.

El pueblo croata en su historia contemporánea todavía no ha realizado su revolución nacional ni logró consolidar en forma permanente su independencia nacional. Todos los indicios señalan que precisamente las novísimas generaciones, nacidas en la Yugoslavia comunista, aspiran unánimemente a una meta: la realización de su Estado propio. Nacieron en Yugoslavia, su padres eran más bien de orientación proyugoslava o se conformaban con Yugoslavia como una realidad inevitable. Lo que les molestaba era la implantación del régimen comunista. Cuando después de la guerra buscábamos la libertad en el exilio, la cuestión principal era la liberación del comunismo. El Dr. Macek, líder demócrata croata, no reclamaba la independencia estatal de Croacia, estaba dispuesto a un compromiso con el rey Pedro con tal de liberar al país del comunismo. En cambio, toda la juventud actual, por centenares de miles ya idea: ¡Croacia, aunque sea socialista, pero que sea nuestra, independiente y soberana!

No nos queda, pues, otro camino que dejar que los más jóvenes busquen y encuentren el camino a la libertad, felicidad e independencia de Croacia, pues para ello son los primeros, ya que sienten que su lugar no está en una comunidad donde se sienten subordinados. La meta de las nuevas generaciones croatas es la revolución nacional. Y su intento de lograrla nadie, creo, podrá obstaculizarlo. La Yugoslavia monárquica y la comunista ha muerto en la conciencia y en el alma de cada croata. Lo que cabe ahora es tomar medidas más directas y recurrir a los métodos más radicales para que Croacia alcance su soberanía en la independencia y la libertad.

L'Ulivello, Florencia, 24 de junio de 1972.

(Tradujo del croata: B. K.)

 



* Bogdan Radica, ex diplomático de la Yugoslavia monárquica, escritor y publicista croata, más conocido en el mundo libre, especialmente en el ambiente angloamericano, reside actualmente en Nueva York, donde es profesor en la Universidad Fairleigh Dickinson, de historia moderna europea. Durante la última guerra mundial vivió en Estados Unidos, volcando públicamente sus simpatías por el movimiento de Tito. En 1945 regresó a Yugoslavia y al ver el carácter violento y vengativo del nuevo régimen, después de pocos meses abandonó el país para enrolarse en las filas independientes de los intelectuales croatas, entre los cuales está desarrollando una actividad amplia e incansable para informar al mundo sobre los problemas vitales del pueblo croata. Radica goza de un prestigio internacional, sea por su actividad de escritor y de publicista -su obra mayor es Agonía de Europa, publicada en 1940- sea por sus múltiples lazos de amistad con las figuras políticas y culturales más destacadas de nuestro tiempo que mantiene junto con su esposa, hija de Guillermo Ferrero y nieta de César Lombroso.

[1] Petar Petrovic Njegos, príncipe de Montenegro y obispo ortodoxo, es autor del poema épico "La guirnalda de montaña"' en la que describe el exterminio de los turcos en Montenegro, elogiándolo y elevándolo a una categoría ética superior, si bien se trataba de asesinatos y crímenes.

[2] Conocidos y talentosos poetas croatas que en la última guerra se adhirieran al movimiento guerrillero de Tito. Goran Kovacic fue asesinado por los nacionalistas serbios denominados chetniks.

 

Luka Botic (1830-1863) poeta croata, uno de los escritores representativos del romanticismo croata en su poema Biedna Mare describe el malogrado amor de un oficial mahometano con la católica María. Abogó por la unión y la fraternidad entre los hermanos croatas sin distingo de religión.

[3] Miroslav Krleza, el más destacado escritor izquierdista croata, amigo personal de Tito y principal promotor de las ideas marxistas entre las dos guerras mundiales.

[4] Intelectuales y dirigentes estudiantiles croatas, actualmente encarcelados y condenados a distintas penas de prisión por haber abogado en favor de la liberalización del régimen y contra la explotación económica de Croacia y Eslovenia.

[5] Miko Tripalo y la Dra. Savka Dabcevic-Kucar, figuras principales del gobierno comunista croata, derrocado por Tito en diciembre de 1971. Dr. VIadimir Bakaric, destacado jefe comunista de orientación centralista y pro-stalinista.