Unitarismo: máscara de hegemonía

Jozo Ivicevic-Bakulic ([1])

(De acuerdo con lo que hemos prometido en el nro. XIII, pág. 131 de SC, continuamos publicando los artículos más caracterizados, aparecidos en los periódicos comunistas croatas en la época de gestación de la grave crisis que actualmente afecta a la Yugoslavia comunista y que estalló en diciembre de 1971. Las posiciones ideológicas y el contenido en general de estos artículos revelan la falsedad de la propaganda oficial de Belgrado acusando a los líderes comunistas croatas -más tarde destituidos- de contrarrevolución, chovinismo y separatismo. En realidad se trató de un intento serio de convertir a aquella comunidad en un Estado confederativo o, por la menos, en una federación efectiva, garantizando a cada uno de sus pueblos la igualdad y la soberanía compatibles con la existencia e integridad de dicha comunidad. La autogestión en la economía tuvo que ser el sendero indicado de la reforma deseada. Pero todo fracasó gracias al neostalinismo de Tito -llamado "centralismo democrático"- y a la voluntad hegemónica servia. Los autores más audaces en exponer las ideas de la reforma están ahora expiando en cárceles sus "pecados" contra la "unidad y fraternidad", interpretadas por los servios y custodiadas por un aparato militarista y policial implacable. (Red. de S. C.)

Yugoslavia -de carácter unitarista hasta 1941 (con el principio de un Estado compuesto desde 1939), y desde 1945 apenas aparentemente un Estado federal-, después de medio siglo de existencia, y 25 años después de la revolución (comunista, obs. del trad.), se halla nuevamente en una situación en la cual hay que elegir y decidirse.

¿Cuáles son los factores determinantes de esta situación?

La unión estatal de los servios, los croatas y los eslovenos, proclamada el 19 de diciembre de 1918, fue un objetivo de guerra condicionado del reino de Servia. Su objetivo primordial e incondicionado fue la liberación y la unificación del pueblo servio. En una serie de guerras sucesivas, que se prolongaron durante un siglo y fueron emprendidas con este fin (el primer y el segundo levantamiento servio, luego el levantamiento y la guerra de 1875-1876 y la guerra búlgaro-servia, las guerras balcánicas y, por fin, la guerra de 1914-1918), el plan de liberación nacional asumió cada vez más, y progresivamente, un carácter casi obligatorio de crear una Servia grande, que debió abarcar a Macedonia, Kosovo y la parte septentrional de Albania, a Montenegro, a la Dalmacia meridional y, por último, a Srijem (Sirmium), Eslavonia y a Bosnia-Herzegovina, como también a partes de la Hungría meridional.

Ficción de una nacionalidad única

La unión estatal de los servios, los croatas y los eslovenos fue tomada en el cálculo de este plan servio mucho más tarde y solamente en la medida en que ello obedecía a la realización de la idea de una gran-Servia y dentro de un espacio mayor del que se pueda estimar suyo, mirando, con -más liberalidad, el espacio histórico a geopolítico del pueblo servio. La organización centralista y la forma monárquica de gobierno que garantizarían en el futuro Estado una posición privilegiada y dominante a los servios, o, mejor, a su clase política, constituyen las exigencias con que el reino de Servía condicionaba dicha unión estatal.

Es por eso que la hegemonía granservia lógicamente adoptó la ideología del unitarismo nacional yugoslavo. La organización centralista de Yugoslavia puede justificarse -si hay una justificación posible- únicamente con el principio de una nacionalidad ("un pueblo, un Estado"), es decir sostener la ficción de un pueblo único (¡lirio o yugoslavo, o servio -croata -esloveno-macedonio, montenegrino-musulmán). Por eso, en cl plano de la vida interna del país, esta postura fue sometida después de 1918 a una amplia reexaminación. A pesar de su origen y tradición croatas, esta ideología perdió el apoyo en la vida pública de Croacia, pero fue aceptada, por el contrario, por parte del nacionalismo granservio y como una posible plataforma ideológica de la hegemonía y la asimilación progresivas de las nacionalidades no servias.

Al discriminar nacionalmente así a la mayoría absoluta de sus ciudadanos, el Reino de Yugoslavia (o Reino de los Servios, los Croatas y los Eslovenos hasta 1929) renunció a la democracia. El precio de la hegemonía granservia fue la quiebra del sistema parlamentario con la dictadura militar y una vuelta posterior (1931) a la vida aparentemente constitucional, impuesta por una Constitución-decreto.

Pero mantener en la posición de sumisión y asimilar a macedonios, montenegrinos, musulmanes, croatas y eslovenos (obstaculizando, a la vez el desarrollo de las minorías nacionales, especialmente de la albanesa) fue un objetivo desproporcionado con respecto a las fuerzas existentes. En consecuencia, el reino de Yugoslavia, por conflicto interno, permanentemente inestable, desmoralizado y sin justificación posible, fue incapaz de resistir a cualquier peligro externo: en la guerra de abril de 1941 se reveló como un hecho incontestable lo que acabo de decir.

Pero antes de desaparecer (Yugoslavia, Obs. del trad.) sembró la discordia que amenaza con una recíproca destrucción (de todos).

Unitarismo - Máscara de la hegemonía

La acción socialista, en este ambiente histórico, tendría perspectivas únicamente si podía y si estaba en condiciones de dar una contestación a la cuestión nacional.

Inmediatamente después de la unión estatal del año, 1918, el Partido Comunista de Yugoslavia, declarándose en el sentido unitarista, omitió su -propia oportunidad. Cuando se advirtió este error (1923-1924) ya era demasiado tarde: en el ínterin los movimientos nacionales, agitando las masas, se habían formado.

Separado de las masas nacionales, el PCJ fijó, en 1924, su propio programa nacional, que a partir de ese momento fue más radical.

Estimando que la ideología unitarista era solamente una máscara de la hegemonía granservia, el PCJ (1924) exige la liquidación del sistema centralista-unitarista basado en la Constitución de 1921 y que se reorganice el Estado en el sentido federal con que se garantizaría y protegería la igualdad nacional.

En un corto plazo (1926) da un paso más crítico: probando que Yugoslavia fue una creación granservia, que ansiaba conquistas ulteriores hegemonistas y que por eso fue la fuente principal de inseguridad y de intranquilidad en los Balcanes, el Partido llega a una conclusión extrema: invoca el derecho de autodeterminación de los pueblos declarándose por un Estado independiente esloveno, croata y macedonio, respectivamente, y a la vez exige -aplicando el principio de nacionalidad- la reunificación de Kosovo con Albania y la parte septentrional de Voivodina con Hungría.

El PCJ suavizó un poco esta postura, adoptada frente a la cuestión nacional en 1935-36 ante el peligro del fascismo en los países vecinos, con carácter ya de grandes potencias. Pero no obstante ratifica la condición de que el Estado tuvo que organizarse como Estado federal, lo que debían decidir los parlamentos nacionales. Desde este punto de vista, el PCJ estimó y condenó a Banovina Hrvatska (el Banato de Croacia, la autonomía conseguida por el Partido campesino croata en largas discusiones con Belgrado en 1939. N. de la Redac.) como una solución a medias y una actitud con la que la clase burguesa croata habría traicionado al movimiento nacional croata.

Este programa nacional tendría una influencia decisiva en los acontecimientos después de la caída de Yugoslavia en 1941: sólo con esta base programática (nacional) fue posible el movimiento de la resistencia común durante la ocupación (lo que por la mayoría croata no fue considerado ocupación sino como realización de su derecho de autodeterminación. Es verdad que sucedió en condiciones de guerra poco propicia para el reconocimiento internacional -casi mitad del mundo lo reconoció- pero en fin como la liberación del yugo servio. Nota de la Redar.) para que en el mismo tomasen parte no sólo el pueblo servio sino también los pueblos que fueron sometidos y oprimidos en la Yugoslavia de preguerra. De esto dependían posibilidades de dicho movimiento y, en el análisis extremo, también de la revolución socialista (sin el apoyo simultáneo por parte de Rusia y los aliados occidentales, tampoco esta revolución habría podido tener éxito. Nota -de la Redac.).

En estas condiciones fue renovada la comunidad yugoeslava, renovada necesariamente como una comunidad de los pueblos iguales y soberanos: después de la experiencia en el Estado centralista de preguerra y después de su caída, una Yugoslavia organizada como comunidad unitarista no tuvo perspectiva alguna para ser aceptada.

Estos principios fundamentales sobre los que fue revocada la comunidad yugoeslava en la guerra -la soberanía y la igualdad nacionales y el derecho de autodeterminación- fueron reafirmados luego en Constituciones de la Federación posteriores de la guerra, es decir, en la Constitución del año 1946 (que fue parcialmente cambiada con una ley constitucional del año 1953), como también en la Constitución del año 1963 -vigente hasta ahora-, y en todas las Constituciones de las Repúblicas (se refiere a las seis repúblicas federativas y sus respectivas Constituciones que muchos humoristas internacionales citan como uno de los absurdos de nuestros días: seis repúblicas, cinco naciones, cuatro idiomas, tres religiones, dos alfabetos y un Partido. Obs. del traduc.)

Un ejemplo decisivo

Pero estos principios fueron desvirtuados en su gran parte, y la causa la encontramos en el socialismo de Estado, formado gradualmente por la teoría y la práctica soviéticas, cuya esencia es el monopolio del poder sin parangón, el monopolio de poder, de propiedad y de ideología.

El ejemplo soviético, especialmente aquel de la época de Stalin, fue decisivo para el movimiento comunista internacional en su totalidad; así fue también en el caso yugoslavo.

Buscando el socialismo mediante un perfecto monopolio estatal y en un Estado totalmente centralizado, todo lo demás llegó por sí solo e inevitablemente: la burocratización y la vigorización de las características autoritarias -en el sector político social e ideológico; la reanimación del unitarismo y la hegemonía- en el campo de las relaciones entre las nacionalidades.

La idea del socialismo de autogestión, aparecida como una alternativa antistalinista ya desde 1948 Y como una alternativa del socialismo con, "faz humana" venía afirmándose en Yugoslavia y se afirma actualmente (el autor escribió antes del 19 de diciembre de 1971, cuando Tito dio un rumbo decisivo hacia la reestalinización de su régimen. Obs. del trad.) en un dramático medir de fuerzas con los que, se le oponen.

En una unión real, a menudo también en la unión personal, los elementos burócratas y partidarios, ligados ron el orden anterior por una ideología dogmática y por su posición social junto con las fuerzas del centralismo hegemónico de granestalinismo, son adversarios de todo cambio cuando se trata de la organización unitario-centralista del Estado.- (Un sector más elástico de esas fuerzas desistiría condicionalmente en la forma táctica de lo idea unitarista-centralista si es posible conseguir el mismo objetivo, -mediante un mercado común por ejemplo-, y después de haber asegurado de antemano para sí, gracias a la ayuda estatal la preponderancia financiera y comercial; es decir, manteniendo relaciones anteriores y formas nuevas).

La soberanía nacional: exigencia incondicional

La presión de las fuerzas unitaristas, burocrático-conservadoras y hegemonistas -cuya parte más visible fue condenada en la reunión de Brioni por el Comité Central de la Liga Comunista de Yugoslavia (el Partido) en 1966- fue dirigida en primer término, y por la relación de sus fuerzas en Yugoslavia contra el pueblo croata: la mejor confirmación de lo que acabo de decir es el fenómeno de que el movimiento en favor de la reforma social cobró en Croacia proporciones y características de un movimiento nacional "El movimiento nacional revolucionario en Croacia fue interesado -real y profundamente por el nuevo curso antiestatista. El pueblo croata sintió en propia carne -como también los demás pueblos- todos los horrores de los sistemas burocráticos, policiales, centralistas, unitaristas y de hegemonía. Podemos decir que el sufrimiento de los croatas fue mayor que el de los demás pueblos. En efecto, todos los grupos dominantes de dichos sistemas conocían muy bien la importancia económica, política y cultural del pueblo croata, partiendo así desde un cálculo bastante simple: la derrota de la corriente emancipadora croata y de su movimiento, significará a la -vez la quiebra de aquellas de otras nacionalidades" (Nerkez Smailagic. Se trata de un profesor de ciencias políticas de la Universidad croata de Zagreb. Este musulmán croata de Bosnia, por manifestar su pertenecía nacional al pueblo croata, fue en la purga neostalinista de Tito destituido y obligado a guardar silencio. Obs. del trad.).

El unitarismo, de carácter de un genocidio para los pueblos no servios, tampoco carece de peligro para el pueblo servio, ya que amenaza aislarlo, provoca el revanchismo, expone a Yugoslavia al peligro exterior y, en consecuencia, esta política promete al pueblo servio lo mismo que da a los demás pueblos: una dictadura como la del 6 de enero (1929, proclamada por Alejandro Karageorgevic. Obs. del trad.) o una del tipo burocrático-stalinista, o las dos a la vez.

Pero, por encima de todo, este sendero no nos lleva a punto alguno: causando en el último, medio siglo sólo desgracias de -proporciones catastróficas, el unitarismo ha conseguido una sola cosa, que los pueblos de Yugoslavia se hayan formado definitivamente.

Para hacer posible la democracia en Yugoslavia -lo que es gran interés tanto de todos sus pueblos en conjunto como de cada uno de ellos por separado, sin consideración a qué nacionalidad pertenece-, para liberar las relaciones entre las nacionalidades de los cargos, que nos empujan y mantienen profundamente por debajo del nivel aceptable en nuestra época contemporánea, y, por último, para que la comunidad yugoslava pueda existir -en un tiempo en que la soberanía nacional constituye la exigencia del último pueblo de la última colonia de África- nos queda, después de todo, un sendero único: reorganizar a Yugoslavia de acuerdo con los principios sobre los que fue planeada, es decir, como una comunidad de los pueblos realmente soberanos y de plena igualdad.

En esto vemos el sentido posible de la inminente reforma constitucional y sólo en la medida en que contribuya a este objetivo significará un progreso real.

(Traducido por: fn)

 



[1] Jozo (José) Ivicevic-Bakulic, ex secretario del Centro Cultural de Croacia Matica Hrvatska, es una personalidad eximia por su espíritu estudioso -se ha recibido en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en la de Filosofía y Letras y en la de la Historia- y su integridad ética verdaderamente estoica. En el período de la actual reestalinización del régimen de Tito, Ivicevic fue condenado a 5 años de prisión. En la, pág. 77-78 de este volumen de SC reproducimos las palabras de su autodefensa ante el tribunal de Tito, explicando la propia "culpabilidad". Son de gran valor interno, humano, dichas palabras. Con su sinceridad, su profundidad y su resignación de un espíritu que se siente superior a sus perseguidores, Ivicevic ilumina la situación política, cultural, nacional y humana en que trabajan los intelectuales croatas. Hay muchos observadores internacionales que, no obstante todo esto, acusan a los croatas por "fascismo" cuando intentan violentamente poner fin a esa situación. Evidentemente cometen un grave error contra los que luchan por la libertad., Para ellos la violencia croata es "fascismo" mientras la voz de protesta queda completamente desoída, permitiendo a los opresores continuar con su "arte" de persecución. El artículo arriba reproducido fue publicado en Hrvatski Tjednik, p. 4, Zagreb, 1971, suprimido por Tito en diciembre del mismo año.