Ante Ciliga: La crisi di stato della Jugoslavia di Tito.

Il vero dilemma: spartizione "fifty - fifty" o confederazione con Djilas e Savka Dapcevic. Edizioni Odep- Roma, 1972, 542 pág.

Cuando en el mes de julio de 1966 Tito, al verse amenazado por el vicepresidente de la República y el jefe de la Policía Secreta A. Rankovic, decidió alejarlo, Yugoslavia ocupó una vez más las primeras páginas de los diarios mundiales. Esta eterna "vedette" de la política internacional, como llamó a Yugoslavia un diario italiano, no defraudó a los espectadores, pues el acontecimiento de referencia, no sólo que fue bastante espectacular en sus pormenores, sino que también dio ocasión para descubrir las profundas contradicciones internas de este estado. Al desaparecer de la escena política el temible jefe de la Policía Secreta, iba lentamente desapareciendo también el terror y el miedo, de manera que las reclamaciones por los derechos suprimidos y contra la explotación de las Repúblicas económicamente fuertes por parte del gobierno central de Belgrado, fueron cada vez más enérgicas y dieron lugar al mayor interés extranjero por este enfermo sobre el ría Drina. Con la invasión de la Checo-Eslovaquia por las tropas rusas, en agosto de 1968 y la subsiguiente amenaza para Yugoslavia, ese interés aumentó en una medida considerable.

Entre muchos libros escritos sobre Yugoslavia, el del Dr. Ante Ciliga es de especial interés por la personalidad de su autor. Nacido en 1898 en la provincia croata de Istria, ya como estudiante secundario ha participado en el movimiento anti-austríaco (Istria formaba parte de Austro-Hungría antes de la primera guerra mundial). Después de 1917 se orientó hacia el comunismo esperando que la Revolución rusa contribuyera a la liberación de Croacia (entonces parte de Austria-Hungría). Desde 1922 hasta 1925 fue secretario del Partido Comunista para Croacia. Expulsado en ese año de Yugoslavia, pasó a Austria y a fines del 1926 fue enviado a Moscú para enseñar en la Escuela del Partido y colaborar en el Secretariado Balcánico del Comintern. Aquí entró en conflicto con la dirección del partido ruso y fue exilado a Siberia. Recién en 1936 fue liberado y se instaló en Francia. Al restaurarse el Estado Independiente de Croacia durante la segunda guerra mundial, volvió a su país de origen. Colaboró en Spremnost, el más importante semanario de Zagreb, capital de Croacia. Antes de terminar la guerra salió de Croacia. Desde entonces vive en Italia como publicista libre y es comentarista de la RAI (Radio Italiana). Ha publicado en 1938 su primer libro En la tierra de la gran mentira (Gallimard - París) en el que denunció y rompió con el stalinismo. Este libro ha suscitado a su tiempo gran interés en el Occidente. Una nueva edición del mismo apareció en 1950 con el título En el país de la mentira desconcertante. El mismo año en París se edita su libro Siberia - tierra del exilio y de la industrialización, y en 1952, también en París, su penúltimo libro Yugoslavia bajo la amenaza interna y externa. En este libro ha apoyado a Tito en su rebelión contra Stalin.

En el libro que comentamos, Ciliga denuncia la hegemonía de Servia sobre los otros pueblos de Yugoslavia, especialmente en cuanto a los croatas, y concluye que Yugoslavia podrá sobrevivir después de la muerte de Tito únicamente si se transformara en una Confederación de ocho repúblicas y con una nueva Capital. En caso contrario, sería dividida entra Estados Unidos y Rusia y la línea divisoria iría del noroeste al sudeste dividiendo a Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina por las mitades. Ciliga no menciona las fuentes de las cuales ha extraído esta línea divisoria, pues el acuerdo "fifty-fifty", hecho en Yalta durante la segunda guerra mundial entre USA y Rusia, se refería solamente a la distribución -en la mencionada proporción- de la influencia política de estas dos potencias en Yugoslavia. "Fuera de la Confederación no hay esperanza alguna de superar la actual crisis del Estado, de evitar la disolución del Estado común..., de pasar del "fifty-fifty" político al territorial".

Ciliga reconoce que durante la guerra y los primeros cuatro años después, creía que la Yugoslavia comunista habría resuelto los problemas nacionales, pues, la Constitución Federativa era la realización de su antiguo proyecto del 1923, considerándose "padre espiritual de esta Constitución". Ciliga por lo tanto creía que esta Constitución era suficiente para que en Yugoslavia fuera resuelta la cuestión nacional. "Unicamente que... no había tenido en debida consideración el hecho de que el régimen del Partido Unico... habrá permitido al régimen titoísta... construir en la práctica un Estado centralista a ultranza, de manera que la opresión hegemónica servia y el rigor centralista habían llegado en ciertos momentos a nivel antes nunca alcanzado, ni siquiera en los peores días de la dictadura del rey Alejandro". Es interesante observar cómo Ciliga, a pesar de tener conocimiento profundo del comunismo en el poder, pudo pensar que el régimen del partido único en la Yugoslavia titoísta no habría de producir las consecuencias conforme a su experiencia anterior con el comunismo. ¿Ha sido el idealismo afín al de sus años juveniles o la coraza de su educación marxista que impidió a la excelente inteligencia política de Ciliga evaluar las consecuencias inexorables en el caso de la Yugoslavia comunista?

El libro está dividido en seis capítulos, el Prefacio y el Postscriptum. Abarca particularmente los eventos desde la invasión de la Checo-Eslovaquia hasta el año 1972, pero hace referencia también a una gran cantidad de hechos y situaciones de los años anteriores. El último capítulo se refiere a la biografía de Tito y podría ser interesante para un enfoque psicoanalítico.

A través de todo el libro (como un hilo conductor), nos encontramos con los hechos que demuestran la hegemonía servia tanto en la primera como en la segunda Yugoslavia. Tanto la monárquica como la comunista han podido mantenerse sólo con la ayuda exterior. "La Yugoslavia de Tito, dejada sola, sin garantía para su régimen por parte, por lo menos de una grande potencia, debía ceder a la real relación de fuerzas de sus pueblos", constata Ciliga.

La caída del odiado jefe de la Policía Secreta ha sido recibida con júbilo en los pueblos no servios de Yugoslavia. En Servia misma hubo cierta satisfacción, pues ella también se sentía oprimida. Pero por otro lado dicha caída causó la preocupación de los servios respecto a las perspectivas de su hegemonía. Cuando los estudiantes de Belgrado en 1968 ocupan por algunos días la Universidad y reclaman las libertades individuales y civiles, no incluyen en este reclamo el problema fundamental de Yugoslavia: la igualdad de los pueblos que la constituyen. Ciliga concluye que "el obstinado silencio, en esta circunstancia, equivale al requerimiento de la conservación y afirmación de la hegemonía nacional servia".

Pasando a la lucha de los dirigentes comunistas de Croacia contra el centralismo estatal y la hegemonía servia, Ciliga muestra al lector cómo el gobierno central y la dirección del Partido de Belgrado se sirvió de todos los medios contra aquellos y contra las instituciones croatas, todo eso siempre con el fin de mantener la hegemonía servia. Ciliga describe con maestría esta lucha. Aquí como, por lo demás, en todo el libro se puede apreciar su profundo conocimiento de la manera de proceder y de la táctica de los partidos comunistas. Igualmente se puede apreciar cuánto Ciliga es compenetrado con la dialéctica marxista y con qué soltura se sirve de la misma.

Como reacción a los reclamos de las Repúblicas no servias, en Belgrado se ha formado un bloque de tres grupos diferentes y, en parte, diametralmente opuestos en sus últimas metas. Ciliga, los denomina: la "nueva izquierda", que quiere un Estado servio libre y democrático; los "neoconformistas" que piensan utilizar este Estado libre servio como medio para llevarlo al campo soviético; el tercer grupo sería la "oposición nacionalista no comunista" que desea crear con la ayuda soviética la "Gran Servia" y después desligarse de Rusia con el apoyo de Occidente. Esta "Gran Servia" debería abarcar todas las regiones donde existen las minorías Servias. Esta es la vieja teoría de Pasic, estadista servio del principio de nuestro siglo y uno de los forjadores de la Yugoslavia concebida como "Gran Servia". "Varias oposiciones (al actual régimen, obs. n.) que predominan hoy en la opinión pública de Belgrado, desde los comunistas hasta los nacionalistas y los democráticos no comunistas, se mueven en la misma dirección", constata Ciliga. La única diferencia entre la actual concepción de la "Gran Servia" y la de Pasic está en que aquella ya no comprende a Macedonia, aceptando ambas que Croacia (una vez reducida por arrebatarle las provincias que formarían la "Gran Servia"), se constituya en un Estado soberano, igual. que Eslovenia.

Hablando de la actitud del Partido Comunista Yugoslavo respecto del problema de las nacionalidades que integran Yugoslavia y especialmente respecto de la hegemonía Servia, Ciliga nos suministra abundantes y muy interesantes datos. No es posible aquí entrar en el análisis de ellos, pero podemos decir que después de leer estas páginas no cabe duda que en su línea general el Partido comunista de Yugoslavia ha compartido la orientación "gran Servia" y que Tito ha actuado en el mismo sentido. Dice Ciliga que los comunistas croatas han perdido (desde 1940) su voz en la Central del Partido comunista yugoslavo, y que durante prácticamente 30 años han tenido la posición de simples "súbditos" y ejecutores. Esto era obra de Tito que en 1939 fue a Moscú para acusar a la Dirección comunista de Croacia, por no estar ésta de acuerdo con la línea dictada por Stalin, por su renovada coincidencia. con la línea nacional servia.

En el contexto de las relaciones entre los comunistas croatas y los servios, Ciliga insinúa la responsabilidad del grupo servio del Politburó y de Tito mismo por la muerte de los "comunistas nacionales" croatas en agosto de 1941 y del mismo Comité de Zagreb (capital de Croacia) en febrero de 1942, ambos liquidados durante las acciones de la policía croata, avisada por la gente del mencionado grupo del Politburó.

Para ilustrar mejor el antagonismo de los comunistas croatas y servios, siempre latente, pero en ciertos períodos muy acentuado, citaremos al principal teórico comunista servio, de la primera Yugoslavia, hombre político y profesor de la Universidad de Belgrado que ya en los primeros años de la existencia de Yugoslavia y en ocasión de la discusión del problema de las nacionalidades, ha justificado la hegemonía servia en los siguientes términos (en su libro La cuestión nacional a la luz del marxismo, Belgrado 1923); "La burguesía croata y eslovena no quieren, en sustancia, nada más que la igualdad con la burguesía servia en el Estado común, dado que en el régimen de igualdad ellas, económicamente más aventajadas, gozarían todavía de una cierta ventaja sobre la rezagada burguesía servia.

"La igualdad requerida por los croatas y los eslovenos representa solamente la expresión política de su reivindicación económica básica: la igualdad del capital. Entretanto, la igualdad del capital llevaría sin duda a una cierta hegemonía del más desarrollado, del mejor organizado y del más moderno capital croata y esloveno sobre el capital servio. Por ello la burguesía servia es contraria a la igualdad política y a favor de la hegemonía servia, de la cual se sirve en la lucha de competencia contra la burguesía croata y eslovena. En cuanto a la burguesía servia, cuanto más ésta se levanta económicamente, gracias al régimen de saqueo, practicado durante todo el tiempo de su dominación dictatorial, desde la unificación (la creación de Yugoslavia, octubre-diciembre 1918, A. C.), hasta hoy (se entiende 1923), acercándose al nivel de la burguesía croata y eslovena, tanto más la idea de la igualdad encuentra gradualmente el eco también en sus filas. Y cuando la burguesía servia, gracias a su absolutismo, será tan fortalecida como para poder, de igual a igual, afrontar la lucha de competencia con la burguesía croata y eslovena entonces aceptará sin duda también la idea de la igualdad política con los croatas y los eslovenos".

Nos parece que Ciliga tiene toda la razón cuando dice que el texto citado se puede considerar corno texto clásico por cuanto refleja con fidelidad el pensamiento de los círculos dominantes de Belgrado.

El régimen de hegemonía política se ha mantenido no sólo durante los veintitrés años de la primera Yugoslavia, sino también durante los 26 años de la segunda, en la cual ya no se puede hablar más de la lucha de competencia de las burguesías.

En cada uno de los capítulos de su libro, Ciliga se refiere a Tito y a su actuación. Así, por ej., ya en el Prefacio lo define como "el hombre de ambiciones prácticas y ajeno a los principios abstractos". Cuando habla del conflicto de Tito con Moscú, dice que después de este conflicto Tito imitó fielmente, habiéndose formado en su juventud en la vieja Austria, el sistema de gobierno austro-húngaro: en el fondo el inmovilismo, pero tolerando ciertas tendencias progresistas y aquellas formas que no cambian la situación de hecho.

Hablando de amenaza rusa, constata que Tito no ha tenido la sensibilidad para el deseo cada vez más fuerte de los pueblos no servios de Yugoslavia por conquistar la igualdad con los servios dentro de aquella comunidad.

Ciliga reconoce a Tito que con su rebelión contra Stalin ha iniciado "una nueva fase de la historia del comunismo: la fase de la declinación y de la disgregación interna". Pero -agrega- que no sucedió raramente en la historia que los incidentes insignificantes y los motivos banales y egoístas han provocado acontecimientos de enorme importancia. Así, a pesar que la base de la rebelión de Tito fue su egoísmo de mantenerse como "patrón-soberano" de Yugoslavia -"su pequeño imperio"- cabe reconocer la importancia mundial de esta rebelión... En otro contexto Ciliga hace resaltar que Tito en su actividad ha practicado el método staliniano de las dos líneas: una de la política del momento y la otra para los fines propagandísticos y psicológicos.

Es en el último capítulo del libro donde Ciliga busca en la biografía de Tito la explicación de su política. Comparándolo con otros hombres políticos croatas o servios que han desempeñado un importante rol en la vida de estos pueblos: Stjepan Radic, Ante Pavelic (por parte de los croatas), el rey Alejandro, Nicolás Pasic (por parte de los servios) constata que Tito se diferencia de ellos en un punto fundamental: todos ellos han actuado siempre en su vida política como representantes y defensores de los intereses de su pueblo de origen croata o servio, mientras que Tito, desde que entró al escenario político yugoeslavo en 1927/28, y aunque croata, ha actuado en la línea nacional servia, incluso gran-servia, y de todo modo en la línea anticroata. Y Ciliga en seguida pregunta: ¿por qué se distanció de su nacionalidad de origen y abrazó la causa del nacionalismo panservio? La contestación a esta pregunta la encuentra Ciliga en la formación juvenil de Tito, que ha causado su incapacidad de comprender la esencia del problema yugoslavo, el problema de las nacionalidades. Ciliga ve la razón del anticroatismo de Tito en la idea de sus años juveniles que el ambiente croata era responsable de sus penurias personales. Así se produjo un distanciamiento interior de Tito de su pueblo. A este alejamiento se debe -piensa Ciliga- también la dificultad de Tito en hablar croata, y no a que Tito fuera en realidad un ruso y no el croata Josip Broz, como pretendían algunos. Nuestro autor concluye: "Si el anacional Tito -tal como ha quedado toda su vida- "siente" en cierta medida por una nacionalidad, esta es sin duda la austro-húngara".

Ciliga nos describe varios detalles de la vida de Tito demostrando que su biografía oficial está en varios puntos tergiversada.

El libro se cierra con un Postscriptum donde, a pesar de su pesimismo con respecto a la situación actual del mundo y su marcha general, Ciliga con la ayuda de Theilard de Chardin ve al final un poco de esperanza de que el mundo no se autodestruirá.

Ciliga escribe con temperamento y es a menudo polémico. Por consiguiente, muchas de sus aseveraciones hay que tomarlas con especial cuidado. Esto es el caso sobre todo cuando habla de los ustashi y casi en general de todos los exilados croatas. Es muy subjetivo cuando habla de personas con las cuales sus relaciones personales han sido interrumpidas por razones que sin duda cada uno tiene derecho a justificar desde su punto de vista. Pero existen siempre límites en la exposición de estas justificaciones, especialmente cuando la persona atacada está impedida por fuerza mayor a defenderse.

Como ya hemos dicho al comienzo, la tesis fundamental del libro es que la segunda Yugoslavia es como la primera: una comunidad política con la hegemonía servia. Dicha comunidad no podrá mantenerse como hegemonía -Ciliga defiende su existencia-, pues de otra manera serán divididos los croatas y eslovenos por la mitad de sus territorios nacionales. Ciliga considera que a través de una auténtica Confederación habría que llegar a una auténtica Federación, en lugar de la actual falsa. Milovan Djilas y Savka Dabcevic (la ex presidenta del Partido comunista de Croacia, la principal víctima de la purga de Tito del diciembre de 1971), serían -según él- los políticos más indicados para salvar a Yugoslavia y conducirla a la Confederación. Nos parece más una profecía que una conclusión realista esta designación en persona de los "salvadores" de Yugoslavia. Pues por un lado no es del todo evidente que Savka Dabcevic trabajaría para salvar a Yugoslavia una vez que el pueblo croata llegase a concretar su autonomía económica, política y militar en igualdad con los servios dentro de Yugoslavia, pues, cuando el pueblo croata aclamaba a Savka Dabcevic como "la reina croata", expresaba el sentimiento de la independencia nacional y de la restauración del Estado de Croacia soberano y libre dentro de sus límites históricos, y no seguramente el sentimiento y el deseo de vivir en una república "federada" dentro de la Yugoslavia comunista o no comunista, federativa o confederativa por igual. En cuanto a M. Djilas, por otro lado, tampoco es claro que él piensa en una Yugoslavia idealizada por Ciliga, pues las declaraciones de Djilas son contradictorias, varias de ellas de corte granservio, de manera que Ciliga mismo se ve obligado a reconocer que no puede creer que Djilas lo piensa en serio y que sus vínculos con los círculos políticos servios autores de una Granservia, deben ser por esta razón, sólo una cuestión táctica.

Leyendo el libro uno se pregunta a qué se debe que Ciliga, croata de origen, a pesar de haber escrito todo lo que ha escrito en este libro respecto a la hegemonía servia, y haber destacado también la independencia política croata en curso de su larga historia, encuentra como la única solución positiva para Croacia su incorporación en una Yugoslavia. Esta, naturalmente, debería -según Ciliga- ser basada en la igualdad de los pueblos, pero ¿no ve Ciliga que todo lo dicho en el libro autoriza considerar una tal Yugoslavia como utopía? ¿No será el carácter mesiánico, universalista croata, además del "yugoeslavismo" asimilado en sus años juveniles, la base de esa, su porfiada actitud pro-yugoeslava?

Lástima que el texto no ha sido lo suficientemente revisado, pues de esta manera se hubieran evitado muchas repeticiones que lo hacen innecesariamente voluminoso. También para un lector extranjero hubiera sido más conveniente evitar varios detalles. Sin embargo, por otro lado, todos estos detalles constituyen un valioso aporte a la documentación política de la reciente historia croata.

Es de lamentar que en lugar de defender con tanto empeño a Yugoslavia, Ciliga no haya empleado su inteligencia, sus conocimientos y su dialéctica para defender la idea de un Estado independiente de su Croacia. Es lástima también que no haya empleado este gran esfuerzo que representa este libro, para dar los argumentos que harían más fácil comprender la utilidad internacional de una Croacia independiente. Siendo el libro escrito en italiano y por lo tanto dirigido principalmente a los italianos, Ciliga hubiera hecho más para la regularización de las relaciones croata-italianas, si hubiera tratado de demostrar a los italianos que más vale para ellos una Croacia independiente que una Yugoslavia a punto de desintegrarse en la primera oportunidad.

Pero, ¿cómo esperar esto de Ciliga, otro croata que no quiere la independencia de su pueblo? ¿Es que Ciliga piensa que Croacia es demasiado débil para existir independiente fuera de Yugoslavia? Pero es él mismo que nos dice que Yugoslavia tal cual ha existido desde 1918 hasta 1972 con la hegemonía servia pudo existir sólo con la ayuda de por lo menos una gran potencia. Sin ésta Yugoslavia se desintegraría por falta de la cohesión interna. Quiere decir que, su debilidad natural era reemplazada con la fuerza del Estado protector. En este orden de razonamiento, la Croacia independiente, si le faltara fuerza para defenderse ¿no podrá -a pesar de esto- sobrevivir con la ayuda de una gran potencia? Y nótese que Croacia no adolecería del mal del que adolece Yugoslavia: la hegemonía de una minoría, pues en Croacia los croatas representan una gran mayoría y es en ésta donde se asentaría el poder de Estado. Esto también había que decir a los italianos y todos los otros que no conocen o conocen insuficientemente el problema de Croacia.

A pesar de estas reservas y de muchas otras que podríamos hacer, pero que no hacemos aquí por considerar que este no es lugar propicio para discutirlas, nos parece que el libro del Dr. Ante Ciliga no hará daño a la lucha de la nación croata para conquistar su independencia y que todo lector objetivo podrá encontrar en él suficiente material para comprender esta lucha y hasta mirarla con simpatía. Lo que le será probablemente difícil comprender será el yugoeslavismo idealizado del autor.

Bozidar Latkovic