"Esprit", París, octubre 1973, sobre problemas del Sudeste europeo

Jean Marmont, al reseñar el libro de Paul Lendvai L'Europe des Balkans aprés Stalin (Fayard, col. "Le Monde Contemporain"), dice: "Después del importante libro Historia de las democracias populares, de F. Fejtó, aparece un nuevo libro escrito por un especialista húngaro, que constituye una considerable contribución para la comprensión de los fenómenos del sudeste europeo.

Su autor es Paul Lendvai, corresponsal vienés del Financial Times, de Londres. El autor ofrece al público francés un estudio muy completo de las realidades políticas, económicas, sociales y nacionales de cuatro regímenes comunistas de los Balcanes: Yugoslavia, Albania, Bulgaria y Rumania".

Dos rasgos fundamentales caracterizan al estudio de Lendvai: primero, él ha vivido personalmente las realidades de un régimen socialista y, segundo, conoce datos históricos, políticos y nacionales de aquellos regímenes. Estos dos elementos le han posibilitado hacer conocer a fondo los acontecimientos de los Balcanes ignorados todavía por el público occidental.

El tema principal de su estudio es el despertar del "nacionalismo defensivo" y la liberación de los pueblos de los Balcanes. Este fenómeno, que a veces "puede parecerles a los ciudadanos de los Estados nacionales de fecha antigua en Occidente como una supervivencia irritante del pasado -y a los americanos como un fantasma de los tiempos oscuros -, allí, en Europa Oriental, es una cosa muy diferente" (pág. 12).

La idea general, que aflora en todos sus análisis, es que este "nacionalismo en su nueva versión comunista... es más fuerte que el comunismo" y que la "aspiración hacia la personalidad nacional es más potente que la de las ligazones ideológicas". Incluso Lendvai llega a decir: "En el caso de las naciones que luchan por su derecho a no ser dominadas desde el exterior por una gran potencia, o bien en el interior por una nación mayoritaria, resulta imposible identificar el despertar de los sentimientos nacionales con las causas reaccionarias". Y más adelante afirma que hoy en los Balcanes "el nacionalismo es un aliado de la democracia y la decentralización" (Pág. 426).

La región clave entre dichos países, según Lendvai, es Yugoslavia, un ensayo fracasado de "melting pot" artificial en los Balcanes. Este Estado, que no es ni un país, ni un pueblo, ni una nación, representa hoy en día la mayor incógnita sobre el futuro de ese rincón de Europa. Caracterizada, a su vez, por una fuerte inestabilidad interna y por numerosos factores de crisis externos, Yugoslavia podría bien convertirse en el botín de una dictadura militar patrocinada o apoyada por los soviéticos. Esta eventualidad expondría inmediata y directamente también a Rumania y Albania y, de manera menos directa, a Grecia e Italia.

En el aspecto interno la dirección autoritaria de Tito y la crisis de sucesión ya abierta, sólo agravan los conflictos nacionales, de los cuales el más difícil es el problema croata. En lo externo, la política soviética con respecto al régimen yugoslavo comporta una permanente ambigüedad: entre el deseo de reincorporar a Yugoslavia a su "block" y el de mantener la crisis interna con el fin de tener un "mal ejemplo" para mostrar a los "países hermanos". La Unión Soviética hace un juego activo para la "retoma del poder" y la "normalización" de Yugoslavia por parte de los neostalinistas. Este juego se ve facilitado por la ausencia total de una política, a corto o largo plazo por parte de las democracias occidentales con respecto a las naciones que componen a Yugoslavia. Los países occidentales, Lendvai lo señala claramente, no están creando nuevas situaciones; se contentan sólo con insinuar protestas aisladas. Sus servicios diplomáticos no se dan cuenta de las aspiraciones nacionales y políticas de los pueblos oprimidos (croata, albanés) y por eso creen que Yugoslavia podría servir de "tapón" eficaz entre ellos y el bloque soviético.

Lo original de Lendvai se manifiesta, entre otros aspectos, en su análisis de la ruptura entre Stalin y Tito en 1948: "Tito no fue el precursor de la lucha contra la burocracia staliniana. El combate de 1948 fue librado por dos partidos totalitarios en el terreno de la política de poder comunista del siglo XX y no precisamente del nacionalismo del siglo XIX", dice Lendvai (p. 91), y continúa así: "Uno de los errores de juicio de los observadores superficiales consiste en considerar a Tito como a un hombre que empujó al partido en la dirección por donde querían ir los liberales, en lugar de verlo como quien ha impuesto una marcha bastante lenta para asegurarse permanentemente el asentimiento vacilante de la vieja guardia. Esta afirmación no está confirmada por los hechos" (pág. 150). Lendvei concluye: "Tito está interesado ante todo y sobre todo en mantener el poder absoluto del partido" (pág. 183) y de su propio poder.

Inmediatamente después de la guerra, sobre todo en el momento mismo de la ruptura, la política interior y exterior de Yugoslavia, fue "más staliniana que la de Stalin": la represión de los croatas y los albaneses, sangrienta colectivización, nacionalizaciones, persecución de la Iglesia Católica. Los cuadros militares servios y montenegrinos salidos de la guerra, "montañeses y paisanos" en su mayoría, se constituyeron en el pilar del nuevo régimen. A diferencia de la Yugoslavia de preguerra, donde el poder descansaba esencialmente sobre tos servios de Servia, el régimen de posguerra se basa sobre los "neo-servios" provenientes de las regiones croatas.

Gracias a estos elementos, fuertemente originados en el ejército, en el servicio de seguridad y en la economía, se despertó el sentimiento nacional croata, macedonio, esloveno y albanés en los años 1967-1971. Lendvai afirma que los que encabezaron este despertar -los líderes croatas del grupo Tripalo- fueron "los auténticos portavoces nacionales" ("port parole nationaux") (pág. 17).

Los primeros en resistir, desde al año 1941, los comunistas croatas, difícilmente se recuperaron de los golpes que les fueron asestados en tiempos anteriores a la guerra, cuando formaron su Partido Comunista independiente. En 1938 su ala izquierda y antistalinista fue eliminada por Tito y en 1941 su dirección y su intelectualidad perecieron casi totalmente en manos de los alemanes y los ustachis después de una traición alevosa. El único sobreviviente del liderazgo del partido croata de esa época, líder de la Resistencia y del Partido Croata Andrés Hebrang, uno de los dirigentes comunistas más competentes, fue eliminado y arrestado por Tito y luego se "suicidó" en la cárcel en 1948...

Después de treinta años de vacío nacional, el liderazgo de Tripalo comenzó a formular las reivindicaciones nacionales croatas apoyándose en el concepto de autogestión y pidiendo la democratización y la descentralización económica y política. Tito permitió que chocase contra el muro de la burocracia servia para imponerse luego en calidad de árbitro. Aunque el proceso de la emancipación nacional es brutalmente frenado en Croacia, esta evolución no es todavía cuestionada en otros países balcánicos.

Así, por ejemplo, Albania, para liberarse del imperio soviético, debió primero liberarse de la "fraternidad" yugoslava, y no fueron las diferencias doctrinales sino las consideraciones puramente nacionales las que llevaron a una parte importante del liderazgo albanés en contra del comunismo yugoslavo (pág. 226). Después de la ruptura con Yugoslavia, este país, el menos desarrollado de Europa, lacerado por las divisiones tribales, supo esconder sus aspiraciones nacionales hasta 1960 para reconquistar su independencia alineándose detrás de la lejana Pekín.

Menos espectacular, pero mucho más difícil, fue la distanciación de Rumania, gracias a la habilidad de su diplomacia. El despertar nacional no fue aquí, a diferencia del de Croacia, consecuencia de la política de independización del equipo de Ceaucescu. A pesar de que el comunismo en Rumania es "una mercadería importada", el líder rumano no olvida afirmar que el presente es "una continuación del pasado histórico y... (que) los dirigentes comunistas (son) herederos legítimos del pasado y jefes que combaten por las aspiraciones nacionales" (pág. 324). Uno de sus viceministros de Relaciones Exteriores es todavía más "actual": "Nosotros no somos ni neutralistas ni nacionalistas, nosotros somos comunistas rumanos. La gente en Moscú y en Occidente, como también en otros lugares, ha olvidado este simple hecho, quizá por un tiempo anormalmente largo. Nosotros tenemos que representar los intereses nacionales rumanos y, en caso de necesidad, también protegerlos" (pág. 397).

La excepción de este despertar nacional en los Balcanes parece ser Bulgaria, donde la tradición de amistad para con Rusia se ha transferido a la Unión Soviética en su totalidad. La fidelidad incondicional a la "Rusia liberadora" representa para Bulgaria una ayuda soviética considerable: ella fue y es el único país socialista que se aprovechó de la Rusia Soviética y no conoció el peso colonial de la "cooperación fraternal". En su caso queda como verdad indiscutible que "ningún partido Comunista puede arriesgar la pérdida de prestigio en su propio país abandonando las reivindicaciones nacionales tradicionales", y es así que Bulgaria repite sus pretensiones sobre la Macedonia yugoslava cada vez que las relaciones soviético-yugoslavas se deterioraban.

Una observación crítica: respetando la delimitación geográfica de los Balcanes, Lendvai ha omitido tratar de Hungría que, histórica y geopolíticamente, es parte de la Europa sudoriental. Esta omisión, no obstante, no es completa. Hay en Lendvai cierto reflejo húngaro en su sensibilidad por las injustas fronteras en los Balcanes y por la situación de la minoría húngara en Rumania; también en la separación que hace entre Croacia y Dalmacia, siendo esta última cuna del Estado croata en el siglo VIII y parte integrante, de la República de Croacia actual;* lo mismo hallamos en su mayor conocimiento de la historia de los países que tenían lazos históricos con Hungría, a diferencia de los que no los tenían; también en la comprensión de los mecanismos coloniales en el campo de los cambios y de la cooperación económica entre los "países fraternales". A pesar de ello, este estudio voluminoso está bien documentado en todo lo relacionado con los Balcanes donde, "a pesar de dos decenios de la declarada adhesión al evangelio social conocido con el nombre de marxismo-leninismo, la búsqueda, el ansia por una personalidad nacional se ha revelado más fuerte que las ligazones ideológicas" (pág. VII).

(*) Lo mismo vale en cuanto a Bosnia: los "bosníacos" convertidos al Islam, pertenecieron a la religión católica o cátara, pero eran croatas por su nacionalidad. (Observación también del señor J. Marmont.)

Allí donde los partidos comunistas en el poder "ensalzan la bandera de la independencia y la soberanía nacionales para obtener el apoyo popular y oponerse a la hegemonía soviética" (Pág. 430) o a la de la "nación mayoritaria...", el renacimiento espectacular, a veces justamente frenético, de los sentimientos de los sentimientos y los antagonismos nacionales, constituye el más importante cambio, sin duda alguna, que se ha producido en la política balcánica después de la toma del poder por parte de los comunistas". Los factores esenciales -históricos, políticos, económicos, culturales, sentimentales- que afectan a los intereses nacionales actúan con más profundidad que los regímenes actuales o las doctrinas" (Pág. 424).

(Trad. por F. N )