Europa y Croacia entre dos gigantes

Bogdan Radica

Un profundo e inquietante sentimiento de angustia -por no decir miedo- se apoderó de Europa este verano (1973). Y como Croacia, más que cualquier otro pueblo de los eslavos del sur está ligado política, espiritual y geográficamente a la Europa libre, se vio afectada también por ese sentimiento de incertidumbre y de miedo. ( ... ) ¿De dónde y por qué sobrevino este temor? El encuentro del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, y el secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, es el motivo principal y esencial de tales sentimientos. Los representantes de las dos más grandes potencias mundiales no se encontraron porque sí y solos, lejos del resto de los conductores del mundo, sino que conversaron durante largas horas, ya sea en Washington, en Camp David o en Saint Clement, en la costa occidental americana, sobre cuestiones que afectan la esencia misma de la existencia del mundo, y calan profundamente en las relaciones de las potencias, grandes y pequeñas, sin que se diera a publicidad lo tratado.

Tanto en Europa como en América, la gente se pregunta: ¿no significa esto el fin de la guerra fría y el principio de una nueva época de cooperación entre dos sistemas diametralmente opuestos, como lo son el sistema democrático por un lado y el totalitario por el otro? ¿No marca, quizá, todo esto el fin del comunismo dogmático, por lo menos para esta época, y el fin de las esperanzas de que el comunismo destruiría al capitalismo o viceversa? ¿No se trata, posiblemente, de un arreglo más estable y más sólido entre Occidente y Oriente? ¿No sería, por fin, "un último tango" en las relaciones de las superpotencias comunista y capitalista o, mejor, entre la libertad y el totalitarismo? Después de este "tango" sobrevendría el apocalipsis del granizo atómico, que se precipitaría sobre la humanidad.

Mientras Europa continúa con sus temores, resulta necesario otear y examinar en qué consisten y cómo se manifiestan en el horizonte del mundo dichas preocupaciones y por qué el mando libre tiembla ante la idea, no porque ésta podría ser una, paz perpetua, sino el principio de un nuevo equilibrio de fuerzas sobre el que deciden sólo dos gigantes. No está preocupada solamente Francia, único país que habla en voz alta, sino que lo mismo sucede con Inglaterra, que sólo rumorea. Está preocupada también Italia, que toma la postura del que no es capaz de hacer algo y que sólo espera y cree que, a pesar de todo, no está todo perdido. Mientras tanto Alemania está contenta, no sólo por ser la más fuerte potencia económica del mundo junto con Estados Unidos y el Japón, sino también porque Brandt está profundizando el arreglo entre su país y la Unión Soviética, un arreglo al que todos temen en el continente europeo, especialmente los países occidentales. Esta política está creando un estado de ánimo de cierta "finlandización", que nadie desea pero que todos aceptan. Por lo menos en esta etapa, hasta que se forme un nuevo equilibrio de fuerzas contrario a éste y suficientemente fuerte como para que Europa se convierta en un nuevo centro de poder. Europa, que antes del encuentro Nixon-Brezhnev no sólo tomaba posturas antiamericanas al estilo degaullista, sino también, perdiendo la calma y, casi cayendo en la histeria, pedía el retiro de las tropas americanas de su territorio, ahora casi tiembla al pensar que Washington así lo haría. No resulta fácil decir ni explicar si esta reacción se produce por los enormes gastos a los que debería hacer frente para el mantenimiento de tropas propias o porque la presencia del soldado americano en su territorio le da seguridades contra cualquier ataque de la Unión Soviética. No obstante, una cosa está clara y es que Europa, al igual que Croacia, teme la posibilidad de convertirse en una especie de Finlandia ensanchada o en un espacio cerrado dentro del poder imperial de la Unión Soviética. Este sentimiento permanecerá vivo hasta que la Europa libre no forme su propia unidad y se convierta así en el factor suspensivo del actual equilibrio de fuerzas, es decir, en un factor que podría limitarlo y hacer de sí misma uno de los gigantes. Existen al respecto las mejores expectativas, pero también mucho pesimismo. Unir a Europa parece para algunos una posibilidad remota y para los otros una utopía kantiana de la paz perpetua.

Si profundizamos un poco más en el fondo de este movimiento, no cabe duda alguna, que hay cierta contradicción en el rumbo actual de la política norteamericana. El presidente Nixon, como hombre político, desde el comienzo de su carrera no fue solamente un conservador de formación anticomunista, sino, incluso en los años de la guerra fría, uno de sus protagonistas. Si el rumbo actual hubiera sido decidido por otra personalidad política liberal y democrática, no cabe la menor duda que habría sido justamente Nixon el primero en condenarlo. Pero un caso similar no resulta una paradoja para los políticos norteamericanos. Aún más, este proceder resulta comprensible e incluso justificado. La guerra en Vietnam y todo lo que sobrevino con ella contribuyeron por cierto, para que se produjera el cambio de la política exterior americana. Extender la mano a la China de Mao y a la Unión Soviética no fue solamente un paso realista, es decir, de reconocimiento de la realidad, sino al mismo tiempo la más eficaz contestación a todas aquellas fuerzas que en la propia casa, hartas ya de una guerra incomprensible, exigían una salida de la crisis. El pueblo americano nunca se entusiasmó por la guerra, especialmente por las expediciones coloniales e imperialistas. Desde el comienzo no le gustó la intervención en el sudeste asiático por ser un pueblo anticolonialista y por haber salido del colonialismo al conquistar su propia independencia. El presidente Nixon comprendió bien todo esto. Lo que sucedió más tarde fue interpretado por la mayoría del pueblo norteamericano como una actitud diplomática constructiva.

Pero para los entendidos fue claro que la doctrina de Kissinger no significó una victoria de la diplomacia americana. Comparar a Kissinger con Metternich, como suelen hacerlo los medios de publicidad americanos y mundiales, no parece del todo correcto. Ganar una gran guerra -la Segunda Guerra Mundial-, tener a su disposición la mayor fuerza del mundo, sufrir la derrota en una guerra de proporciones modestas y sólo porque no se hizo lo que debía hacerse, y luego acceder a un arreglo con dos grandes potencias comunistas, no puede tener ni el significado ni la importancia de lo que consiguió Metternich en Viena. En otras palabras, parar la propagación de la revolución en el continente europeo. A partir de 1814 y hasta las revoluciones nacionales y sociales del año 1848, Metternich había puesto coto a la revolución y restablecido un sistema monárquico rejuvenecido que dio a la Europa posrevolucionaria y posnapoleónica la paz hasta 1914. En el caso Kissinger-Nixon se trata realmente del reconocimiento de la victoria comunista, no sólo en Rusia, sino también en la Europa sudoriental y en China. El totalitarismo no solo no fue liquidado, sino que, tampoco detenido, porque él mismo, una vez fortalecido, puede iniciar una expansión ulterior. Cuando la Europa entera y Estados Unidos dieron su consentimiento para la convocatoria de la Conferencia de Cooperación y de Seguridad en Helsinki, se cometió un grave error, tanto político como diplomático. De la convocatoria de dicha conferencia y del temario por discutir se encargó la Unión Soviética, con la intención de poder ratificar todo lo que la misma conquistó en Yalta en 1945, ya sea mediante su agresión o a expensas de la indecisión de Occidente. Si bien los representantes de Inglaterra y de Estados Unidos señalaron la necesidad de intercambiar ideas, la voz de Francia, e incluso la de Rumania, fue más fuerte y más significativa. En nuestra opinión si Croacia, por casualidad, fuera un Estado comunista independiente también su voz se hubiese oído mejor que la de Yugoslavia, porque en ella, como también en toda Europa, prevalece la convicción que las fuerzas espirituales, dentro del mundo comunista, perderán la posibilidad de salvarse, si Estados Unidos no aumenta su presión sobre la Unión Soviética con el fin de ampliar la liberación de las mismas. Mientras tanto, la visita del secretario de Estado norteamericano, W. Rogers a Praga (este artículo fue escrito antes del cambio efectuado en la conducción de la política exterior norteamericana, cuando Kissinger reemplazó a Rogers- Obs. del trad.), tuvo un eco muy negativo en Europa, porque todavía quedan muy frescos los recuerdos de la ocupación soviética del año 1968 y porque allí miles de intelectuales languidecen en las cárceles, igual que en Croacia, por la única razón de haber ofrecido todo lo que podían para realizar los objetivos de humanización del comunismo ideados por Dubcek. The New York Times tenía mucha razón cuando dijo que el optimismo de Rogers al "abrir un nuevo capítulo" en las relaciones Praga-Washington fue una ironía, sabiendo que las fuerzas militares soviéticas están todavía en Checoslovaquia. Este tipo de política es una negación real de todo aquello sobre lo que insistían los círculos liberales en los Estados Unidos durante los dos últimos decenios.

De esta manera parece que dentro de las perspectivas oficiales los Estados Unidos no entra la de llevar la antorcha de la libertad, reservándosela a otros. Así, de repente, se asoma Francia como portadora, no solo de la independencia con respecto a los dos gigantes sino también como defensora de los pueblos sojuzgados. la visita del premier Messmer a Sofía y la declaración de Todorov de "que todos los pueblos de Europa deberían decir su propia palabra" no son sólo una característica del clima general que se está extendiendo en la parte soviética de Europa, sino que esta fue la primera vez que también Bulgaria se sintió más fuerte y empezó a hablar como viene hablando, hace años, la Rumania de Ceaucescu. Es sintomático que en todo esto la voz de la Yugoslavia de Tito no tenga ningún eco. Su voz simplemente no se oye. Todos aquellos elementos que en el país defendían la política de un mayor apoyo sobre Occidente fueron eliminados. ( ... ) La Yugoslavia de Tito en esta fase de su oscurecimiento evita incluso festejar el 25 aniversario de su ruptura con Moscú, que lo festejó a su vez casi todo el periodismo de importancia en Europa. ( ... ) El hecho de que Tito no permita hablar y escribir sobre su conflicto con el Krem1in no quiere decir que él no desea vulnerar el recuerdo de su benefactor Stalin, sino todo esto ratifica nuestra antigua convicción de que Tito deja en la ignorancia a los comunistas yugoslavos para que no se alejen de la Unión Soviética, único garante del mantenimiento del sistema comunista en Yugoslavia. No obstante, esto no significa que Tito, al mismo tiempo y de vez en cuando, no pueda destacar su "no-alineación" o recibir al Sha de Irán, al rey Balduino. ( ... ) Como buen vienés, Tito está enamorado del protocolo de los Habsburgos, de encuentros con reyes y personas importantes si bien todo esto no quiere decir que piense abandonar su firme adhesión a la concepción comunista del Kremlin.

Después de un enfoque de la crisis constitucional provocada por el "affaire" Watergate, al que presenta como un testimonio más de la salud de la democracia americana porque, a pesar de las faltas de grupos o individuos investidos de poder, se puede ver en las discusiones, acusaciones y destituciones de algunos funcionarios de alta investidura que en el fondo se trata de la lucha por la integridad de las instituciones democráticas y constitucionales, donde la institución de la presidencia es mucho más importante que cualquier persona que podría desempeñar el cargo, el publicista croata dice también lo siguiente: "Concluyendo nuestras reflexiones en el momento en que se plantea el problema de la existencia de Europa, o mejor dicho, de todos sus pueblos, y entre ellos el de Croacia, que se hallan entre dos gigantes, Estados Unidos y Rusia, aparece como una necesidad urgente el reactivar todas las fuerzas croatas. En el curso de la primera guerra mundial, igual que durante la segunda, fueron pocos los croatas que tenían el deber de plantear el problema de Croacia en el conjunto de los problemas de la política mundial. Hoy somos casi un millón, quizás aún más! Las perspectivas para un cambio de aquella parte del mundo, donde vivimos desde hace muchísimo tiempo, no son ni tan rosadas ni tan negras. En el horizonte no hay más una guerra total, porque no es del interés de los dos gigantes. Pero no obstante, todo esto no significa que dentro del cuadro de paz no se podrían rectificar y subsanar los errores cometidos en Yalta o en otras conferencias, oportunidad en la que fue impuesto el destino a las naciones pequeñas por parte de los tres grandes. Hablando de Yalta, hay que tener presente que la influencia occidental, especialmente en Croacia no tuvo en ningún momento aplicación. Hay que insistir en esto para lograr la paz, la cooperación y la seguridad tanto en el Mediterráneo como en la Europa central. La Yugoslavia actual no es de interés ni para Oriente ni para Occidente, mientras que una Croacia independiente sí ayudaría a que las potencias del Mediterráneo se reforzasen e hiciesen más fuertes y más poderosas, completando de esta manera la totalidad mediterránea. El camino que tenemos que recorrer, a pesar de ser arduo y complicado, ofrece también posibilidades que nuestras nuevas generaciones no deben omitir porque el futuro del pueblo croata depende de un exitoso aprovechamiento de dichas posibilidades". (Traducido del croata de la "Revista Croata - Hrvatska Revija", Muenchen, septiembre de 1973, págs, 399, 440, 43, 351, 2. Traducción por F.N.)