Gert Fricke: Croacia 1941-1944. El Estado Independiente visto por el general plenipotenciario en Zagreb, Glaise v. Horstenau

Bozidar Latkovic

(Edición Rombach, Freiburgo, 1972, pp. 206).

Cuando en la primavera de 1941 la guerra se extendió al sudeste europeo, Yugoslavia, esta creación versallesca del fin de la primera guerra mundial, no sólo sucumbió en pocos días, sino que se desintegró también. Los croatas, uno de los tres principales pueblos que constituían la Yugoslavia, aprovecharon la oportunidad para declarar su tan deseada separación de aquel Estado multinacional y proclamar su independencia. El Estado Independiente de Croacia nació, pues, en tiempos muy turbulentos: la guerra no había terminado todavía y, por lo contrario, iba a extenderse hacia al Este, internándose en Eurasia. Además Italia, una de las principales potencias, tenía exigencias territoriales sobre las partes histórica y étnicamente croatas. Por fin, pronto iban a organizarse guerrillas contra las potencias del Eje y contra el flamante Estado de Croacia: los comunistas por un lado y los chetniks servios por el otro.

Como se desprende del subtítulo del libro, se trata del enfoque del representante de las Fuerzas Alemanas en Croacia, general Glaise V. Horstenau. El autor, conocido publicista alemán, tuvo una doble tarea ante sí: por un lado, presentar los acontecimientos de tal manera que fuera comprensible esa complicada realidad político-militar, sin hacer hincapié en algunos de los factores en juego en detrimento de otros y, por el otro, elegir los juicios y actos más representativos del verdadero pensamiento y actitud del general Glaise con respecto a aquellos. Tarea poco fácil, pero hecha con seriedad y, nos parece, con bastante acierto. La principal fuente de información del autor son los documentos del archivo federal y militar en parte todavía no publicados, así como también una copiosa literatura.

Antes de empezar a exponer los acontecimientos de los años a que se referían los juicios de Glaise, el autor describe en forma bien sucinta la difícil situación -desde su creación- de Croacia en Yugoslavia y apunta que la unión de Croacia con Servia no era aprobada por las masas populares croatas, que nunca la reconocieron. Menciona después la hegemonía servia, la paulatina servización de los territorios no servios y otros actos contra los croatas y demás pueblos de Yugoslavia, violencia que culmina con el asesinato del líder político croata Esteban Radic en el parlamento, en Belgrado, en 1928. A esto siguió la dictadura del rey Alejandro, quien prohibió la bandera y el himno croatas y promulgó varias medidas que favorecían la dominación servia y que tendían al debilitamiento de la posición croata dentro de Yugoslavia. Con esos métodos los servios han ido creando "un verdadero sentimiento de odio en su contra, que tuvo que sufrir en medida inesperada la población servia que vivía en el territorio croata en 1941, después de la creación del Estado Independiente de Croacia". A continuación sigue una buena descripción de los acontecimientos relacionados con la desaparición de Yugoslavia y la creación del Estado de Croacia. Dice el autor que este Estado abrazaba "los territorios croatas propiamente dichos, a los cuales han sido agregados Syrmium, Bosnia y Herzegovina". Hay que corregir eso, pues Syrmium, Bosnia y Hezegovina fueron siempre tierras croatas, aunque hayan sido durante la ocupación turca y austriaca, y parcialmente también en Yugoslavia, separadas de Croacia

Al comportamiento de Italia para con Croacia el autor dedica gran parte del libro. Para definir y legalizar sus ya mencionadas exigencias sobre el territorio croata, Italia presionó para la conclusión de los tratados conocidos como "Tratados de Roma". En cuanto a la firma de los mismos, Glaise ha tenido observaciones harto duras (Fricke a su vez les ha dado un fuerte relieve), que necesitarían una argumentación más documentada para poderlos aceptar como una apreciación objetiva. Pero seguramente acierta cuando dice que estos tratados "han asegurado a Italia la predominancia política, militar y económica en la parte de la Croacia que ella, de acuerdo con Alemania, ha considerado como la zona de su interés".

El autor considera que los "Tratados de Roma" son la hipoteca que ha pesado desde el primer momento sobre el nuevo Estado. Glaise ha informado al día siguiente de la firma de los mismos: "El tratado de Roma publicado anoche ha producido en esferas de Croacia el abatimiento... Adonde uno va se encuentra con amenazas contra los italianos".

Además de la mencionada "hipoteca" italiana, pesaban sobre el joven Estado, según Fricke, la hipoteca servia, es decir, todo ese sentimiento de odio, así como también todas las dificultades de organización estatal por falta de empleados experimentados y aptos para conducir, y la carencia de oficialidad para el ejército croata, todo esto como resultado de la política servia en Yugoslavia, que impedía a los croatas el acceso a los altos puestos de la administración y el ejército. La tercera hipoteca que pesaba sobre Croacia era, dice Fricke, el movimiento de revolución nacional Ustasa.

Con respecto al papel que han desempeñado los italianos y las consecuencias. que han tenido para el desarrollo de la situación político-militar y económica en Croacia, Glaise ha hecho una correcta apreciación, de la que sus informes abundan en detalles. Cuando en julio de 1941 los comunistas provocaron una sublevación en una parte de Croacia, los italianos tomaron esto como pretexto para ocupar más territorios de Croacia, sin otro anuncio que una nota de Mussolini a Pavelic. Dice Glaise que éste la rechazó "pues no la podía aceptar ni ante Dios ni ante su conciencia". En la contestación croata se dice, además, "que en grandes partes del territorio de la costa ahora anexados por Italia, nunca existió un movimiento insurreccional. En donde tal movimiento existió, las tropas croatas fueron impedidas de conjurarlo por los italianos. Este nuevo acto de Italia contra Croacia ha de dar al movimiento insurreccional nuevo sustento por parte de los comunistas y los chetniks. También habría que quejarse de que Italia ha fomentado hasta ahora este movimiento en lugar de combatirlo".

Los chetniks eran una organización paramilitar servia, surgida en la lucha de los servios contra los turcos en la Servia del siglo XIX, y que en Yugoslavia fue defensora de la idea de una Gran Servia. Cuando fue ocupada Servia por el ejército alemán, los chetniks empezaron la lucha contra los ocupadores organizando también la población ortodoxa en Croacia contra el nuevo Estado con el fin de resucitar a Yugoslavia y a la hegemonía servia en ella después de la derrota de los alemanes y los italianos. Esta organización, netamente servia, se consideraba como continuadora de la misión del ejército yugoslavo en exilio. A pesar de esto, Italia ha apoyado a los chetniks en su lucha contra Croacia.

"El ejército italiano e incluso la organización fascista azuzan contra todo lo que es croata", dijo el prof. Loesch del Instituto para los Estudios Limítrofes y Extranjeros en septiembre de 1941. Glaise a su vez informa que "los sublevados servios reciben por parte de las autoridades italianas de ocupación -por razones políticas- un muy amplio apoyo, como también la población ortodoxa en general un trato de preferencia".

No solamente en el terreno político y militar, sino también en el económico, la actitud de Italia con respecto a Croacia era hostil. Glaise ha comparado el efecto de las medidas económicas italianas con el de "una bomba de chupar que imposibilitaría a la larga, incluso a un genial economista, el cumplimiento de su misión". En la carta al mariscal Keitel, de marzo de 1942, Glaise ha expresado su preocupación porque la situación económica de Croacia puede llegar a ser un peligro también para la posición militar alemana en los Balcanes y dice: "...pero el más insalvable obstáculo para una racional política económica croata es la actitud de Italia hacia los problemas económicos croatas", y continúa: "...es casi imposible para un Estado joven organizar una economía planificada cuando hay 700 km de la frontera abierta hacia una potencia hambrienta de mercaderías y despiadada explotadora como es Italia".

Glaise tuvo naturalmente muchas oportunidades de tomar posición con respecto a los actos de gobierno croatas y a la actuación de sus fuerzas armadas, especialmente de las fuerzas armadas del movimiento Ustasa, que detentaba el poder. Sin duda, Glaise no era simpatizante de éste y sus críticas son muy fuertes y hasta muy duras. Estas se fundaban muchas veces sobre los informes de sus agentes alemanes, que no eran bien dispuestos para con los croatas y el gobierno croata. Por eso, aunque en gran medida muchas de esas críticas son inobjetables, en su totalidad resultan inaceptables y sin la debida discriminación. Fricke destacó las expresiones negativas de este contexto, pero admitió, en pos de la objetividad, que era sorprendente que Glaise no mencionara las fechorías de los comunistas contra la población croata. Agrega Fricke, que contrariamente a este silencio de Glaise, el general italiano Mario Roatta, comandante por un tiempo de las fuerzas italianas en las partes ocupadas de Croacia, resaltó en su libro el hecho de que los comunistas mataran centenares de personas y familias enteras -inclusive niños de poca edad-, completamente pacíficas y apolíticas, pero que "tenían el gran defecto de no ser comunistas o simpatizantes de los comunistas". De semejantes actos criminales ejecutados por los chetniks servios de Draza Mihajlovich no habla, naturalmente, Roatta, pues los italianos colaboraron con ellos en contra de los croatas. Pero en el libro de Fricke leemos, en varias oportunidades sobre esa colaboración, según los informes del general Glaise.

La actitud de Alemania con respecto a Croacia no era siempre bien definida. Desde un cierto desinterés al comienzo, cuando dejó -por así decirlo- las manos libres a su aliado, lo que causó mucho perjuicio a Croacia, esa actitud pasó por varias fases, hasta que al final se definió en un sostenimiento definitivo del régimen existente. Glaise, al igual que los otros jefes de la Wehrmacht en este frente sudeste europeo, ha sostenido al respecto un punto de vista diferente del embajador alemán en Zagreb y del Ministerio del Exterior de Alemania, Ese titubeo, esa vacilación alemana en cuanto a dar o no su apoyo definitivo a Croacia, especialmente con respecto a la actitud de Italia, está bien presentado y documentado por Fricke.

Cuando a fines de 1944 las divergencias de Glaise con la política de su gobierno se hicieron ya demasiado grandes y la situación político-militar tomó contornos dramáticos, Glaise tuvo que retirarse.

Fricke trae también muchas referencias con respecto al ejército croata. Es cierto que cita a Glaise hablando de "buenas predisposiciones militares croatas, las cuales pueden expresarse sólo en un grado menor a causa de las desfavorables circunstancias", pero no omite apreciaciones negativas, que dejan una imagen errónea del soldado croata. No resaltó, por ejemplo, el idealismo y el heroísmo del soldado croata, conocido y apreciado también por muchos comandantes alemanes que tuvieron ocasión de luchar junto al ejército croata. Sin duda, debe haber constancias al respecto en los archivos. De esta manera se habría hecho justicia al coraje y honor del soldado croata.

La función de Glaise era la de representar los intereses de las Fuerzas armadas Alemanas ante el gobierno de Croacia, función de suma importancia. De ahí el interés especial de este libro. El valor del testimonio es además mayor por el hecho de que Glaise era un buen conocedor de Croacia y de los croatas. Esta circunstancia hace que sus criticas deban ser reribidas con respeto, aunque no sin reservas. Por esto el libro de Fricke, si bien aporta mucho al esclarecimiento de las relaciones político -militares en la Croacia de esos años de guerra, no debe ser aceptado sin la debida precaución. Los errores cometidos, de los que Glaise y el libro hacen responsable al naciente Estado de Croacia, deben ser juzgados en el contexto de los acontecimientos de aquellos tiempos y la complejidad de las situaciones. Es de esperar que el lector del libro así lo entienda, como también que comprenda que fueron los factores externos preponderantes, los que impidieron al pueblo croata resguardar su Estado y consolidarlo sobre los principios democráticos tan arraigado en el espíritu del pueblo.