El escritor Ivo Andrić — Premio Nobel de Literatura — es un croata

Algunas observaciones con motivo de cumplirse el primer año de su muerte

Lucian Kordić

 

Studia Croatica, Año XVII – Enero – Junio 1976- Vol. 60-61

 

Podemos decir con plena razón que hay una especie de milagro en la historia de la ciencia y la literatura contemporáneas: el pueblo croata, a pesar de su pequeñez numérica y no obstante vivir en condiciones cercanas a la esclavitud política sin su independencia estatal — dio al mundo tres hombres, que fueron distinguidos con el Premio Nobel en un breve lapso: Lavoslav Ruzicka (1939 en química), Vladimir Prelog (1975, también en química) e Ivo Andrić (1961, en literatura).

LA EPOCA EN QUE SE FORMO SU PERSONALIDAD

El tiempo en que nació y en que se formó la personalidad de Ivo Andrić fue la llamada "belle époque" europea. "La belle epoque" estaba perdiendo su vigor e importancia justamente ante los tiempos nuevos que sobrevenían; fue interrumpida por la primera guerra mundial que en definitiva terminó con ella. Fue un período de bancarrota y de un profundo cambio no sólo en el sentido técnico-industrial sino también en lo que atañe al espíritu y la cultura. Entre otros síntomas y signos de este proceso podemos señalar el comienzo del derrumbe y la desaparición de la idea de unidad y supremacía de la civilización de la raza blanca europea sobre los demás pueblos de un grado inferior de desarrollo cultural.

En la provincia croata de Bosnia, donde nació Andrić, se produjo un cambio radical ya que, después de la dominación turca durante casi 500 años —dominación que a veces fue muy cruel y se caracterizó por las luchas continuas y la miseria de las masas cristianas que se llamaba "rayeh"— llegó el Imperio austro-húngaro con sus ideas y valores occidentales y europeístas. Allí, en la encrucijada de los mundos históricos y de sus influencias, organizó nuevo poder su condominium. Después de una época, como dijimos, a menudo muy crucial, este nuevo hecho fue un gran alivio para el pueblo —por lo menos cristiano— y un enorme progreso, pero, teniendo presente el desarrollo europeo en general y especialmente sus condiciones político-económicas, en Bosnia, donde se notaba el atraso por todos los rincones, se instalaron nuevamente la opresión y la explotación por parte del nuevo ocupador. Por eso, la conciencia nacional en general, especialmente de las masas campesinas y de clase obrera empezó a despertarse.

Bajo estas circunstancias nació y se educó Ivo Andrić. Al nacer y recibir sus primeros elementos de educación, se sentia todavía el clima clásico de los tiempos de paz, pero durante la plena formación y maduración de su juventud fue envuelto por la tormenta bélica que dejó en su personalidad razgos imborrables tanto en su fantasía como en su vida. La Segunda Guerra Mundial lo alcanzó ya en plena edad madura. Los horrores de la guerra fueron uno de los motivos que convirtieron a Andrić en un espíritu meditativo, muy sensible y alérgico; un humanista que no se orienta más en los tiempos volcánicos de la nueva época.

Oriundo socialmente de los estratos populares más pobres, sintió desde el comienzo de su vida todo el peso de la misma y Ias injusticias sufridas, a pesar de que vivía en las pequeñas ciudades de su Bosnia natal. Tuvo que pasar por trances muy difíciles para subir los peldaños más altos de la sociedad y asegurarse un cierto nivel de vida. Esta vida de penurias y la lucha por superarla le acumularon una experiencia muy apreciable, lo que se reflejó en sus posteriores obras literarias. Las mismas están marcadas por una constante nostalgia y tristeza como también por un pesimismo bien visible. En su juventud Andrić leía apasionadamente a Soren Kierkegaard, filósofo danés, quien oponía a las construcciones abstractas la realidad objetiva del individuo; precisamente su existencia en todos los detalles, quiebras y dramas personales. En efecto, estos "detalles existenciales" desempeñaron un papel importantísimo tanto en la vida privada de Andrić como también en toda su obra literaria. Sentimental y sensible en forma extrema, Andrić igual que Kierkegaard, tomaba posición de reserva o polémica con su contorno social y las posiciones de vida. Es por eso que prefería una vida privada y de soledad: rehuía el ruido de las masas y el bullicio público, sintiéndose amenazado por ellos.

No obstante, es posible señalar dos épocas de su existencia bien diferentes y claramente caracterizadas. La primera abarca el tiempo de su juventud y de sus estudios. Aquí lo encontramos como a un revolucionario. Sus cartas, sus manuscritos y sus obras de esta primera etapa dejan un testimonio indudable de su inclinación revolucionaria y de "engagement" socio-político. Anota en su Diario del 8 de junio de 1912, es decir a los veinte años de edad: "vivan aquellos que están muriendo en las calzadas, víctimas inocentes del odio y la pólvora, dolorosos y enfermos por nuestra vergüenza común. Vivan aquellos que, retirados y silenciosos en las piezas oscuras están preparando la revolución..." Desde Zagreb, Cracovia y Graz —ciudades en que vivió Andrić como estudiante— es fácil observar en él un rasgo muy claro de su participación en los acontecimientos actuales de entonces; se trata de un coparticipante en el acontecer de su tiempo y do su patria Croacia. Tal es así que lo confirmaron las consecuencias: al comienzo de la primera guerra mundial fue encarcelado como un joven sospechoso, por ser adversario del régimen y el gobierno austro-húngaro en las tierras croatas. Es decir, Andrić vivió, trabajó y se sacrificaba en aras de sus ideas.

El segundo período de su vida, es decir el tiempo de su madurez —por un lapso de veinte años— Ivo Andrić estuvo en el servicio diplomático en diferentes capitales europeas. Durante este tiempo Andrić escaló varios peldaños por encima de su ambiente croata-bosniano y aprovechó la oportunidad para su formación y enriquecimiento cultural personal, como también para completar su concepción filosófico-humanista. Se convierte así en un hombre más armónico, equilibrado y más tranquilo que observa todo lo bullicioso y dramático de la vida desde su posición diplomática detrás de los bastidores de una nueva carrera. No se declara más públicamente partidario de revoluciones, pero los acontecimientos de tal índole los siente como personales y les deja espacio de vivencia en sus obras. Sus calidades de filósofo, sicólogo y humanista se expresan en cada página de sus obras. Ahora cree que más vale la fuerza de la influencia cultural que la acción revolucionaria. Parcial y gradualmente se convierte en un pesimista en todo lo que se refiere a las conquistas humanas y la realización de los ideales del hombre. En este sentido es muy característico el final de su novela "Prokleta Avlija" — El Callejón Maldito" del año 1954 donde dice: "No hay más ni males humanos, como tampoco hay esperanza o resistencia que nos acompañaban siempre. No hay nada. Sólo la nieve y el simple hecho de que se muere y se desaparece bajo la tierra".

Resulta conveniente destacar aquí que sin la participación de Andrić en los movimientos revolucionarios, hoy no tendríamos sus obras "Ex Ponto" e "Inquietudes", mientras sin su carrera diplomática no tendríamos la oportunidad de leer su "Crónica de Travnik", fiel reflejo de la actividad diplomática y de su dialéctica más secreta.

EL VALOR ARTISTICO DE SUS OBRAS LITERARIAS

Ivo Andrić empezó su carrera literaria como poeta para continuar con poesías en prosa; luego escribe cuentos y ensayos y por fin novelas de un gran aliento y volumen. Pero de su entero Opus se desprende claramente que Andrić fue, en primer término, un poeta y ensayista. Estas características de su talento y estilo literarios las trasplantó también a sus cuentos y novelas en tal medida que podemos afirmar que su éxito literario debe agradecerlo justamente a este transplante poético y de su suscinto de escribir de ensayista. Andrić sobresalió ya al aparecer sus primeras creaciones literarias. Así, por ejemplo, escribió en 1925 el profesor Antun Barac, historiador y critico literario: "Andrić es el más representativo de aquella generación que está en la plenitud de su creación..."

Andrić consagró la mayor parte de su obra literaria a su Bosnia natal, describiendo la vida civil de la clase dominante primero, y del hombre de Bosnia en general, durante la dominación turca. Esta, empezó su decadencia tras su permanente debilitamiento en los siglos inmediatamente pasados. Aquí encontró de manera excepcional su expresión descriptiva el estrato de la "Rayen cristiana" sobre la que recaía el peso mayor de sufrimiento. Andrić describe esa época tan plástica e intensivamente como si uno, leyendo sus obras, tuviese en sus manos un verdadero documento histórico, lo que tiene énfasis especial en sus dos obras más conocidas "La Crónica de Travnik" y "El puente sobre el Drina" (sucedió en Bosnia), obras que fueron decisivas para el logro del premio Nobel en 1961.

En esto que acabamos de decir debemos ser muy atentos y cautelosos: a pesar de que las obras de Andrić a primera vista parecen históricas, ellas no lo son en absoluto. La pretendida exactitud histórica de sus obras, es en realidad prevalentemente fruto de su mera fantasía mezclada parcialmente con cierto acontecer histórico para dar más relieve de autenticidad a lo escrito. Se trata más bien de la mitología de Bosnia y de las condiciones en que Andrić proyecta sus inclinaciones políticas y sociales del momento. Es así, que con toda razón podemos decir que Andrić en sus obras pinta y modifica hechos históricos a su antojo. Paradójicamente, y a pesar de todo, Andrić dibujó con realismo y precisión el pasado de Bosnia y su vida. La mencionada aseveración sobre la arbitrariedad del escritor no disminuye, en efecto, el valor artístico de sus obras, ya que el artista no está ligado estrictamente a la objetividad histórica, especialmente si la realidad desnuda es la base auténtica del acontecer. Este punto debe ser considerado como primordial y esencial. La atmósfera de Ia dominación turca y la vida del pueblo oprimido, como también Ias condiciones de vida de entonces, difícilmente hallarían una exposición-descripción mejor y más típica comparándola aún con cualquier obra de historiadores.

Por cuanto Andrić es inseparable de los hechos relatados en sus obras, reales o imaginativos, y por cuanto está enamorado de los detalles de la vida, todo esto le sirve sólo como el fundamento para sus análisis y reconstrucción sicológica-meditativa del objeto. El es un sicólogo inalcanzable sin perderse, no obstante, demasiado en las investigaciones y los análisis filosófico-sicológicos. La meditación acerca del fin de la vida y del acontecer humano como también la vivisección del último a través de un cúmulo de hechos —siempre nuevos e interesantes— este es el Andrić artista; que no sólo no aburre, sino por el contrario fatiga al lector para que lo siga hasta el final. Su prosa literaria deja Ia impresión de la poesía que nos regala un goce imborrable y un recuerdo de lo hermoso. En estas obras sentimos también la "Angustia de Kierkergaard" —la angustia de Andrić que observa la vida con el microscopio de su espíritu y de sus nociones que increíblemente calan hondo en la incómoda suerte de los hombres, de sus personalidades recreadas. Emociones, sangre, y la vida sentimental; un cúmulo de vivencias y de hechos están mezclándose y entrelazando, mientras el artista les está dando una orientación; infunde el sentido interno a todos estos contrastes y efervescencia.

El realismo de Andrić y les procesos sicológicos en las obras del escritor están marcados por las características de la concepción moderna de la novela y de una obra literaria en general. Andrić no se entrega demasiado a lo secundario, especialmente en el acontecer principal de su obra, sino con una seguridad clásica de maestro disponiendo del instrumentarlo más moderno, revela lo esencial dejando en el público un sentimiento vivo de admiración. Muchas veces alcanza la altura de Sienkiewicz. y lo dramático de la pluma de Remarque.

El estilo del escritor Andrić es tan incisivo y fabuloso —pero no obstante tan realista— que uno con razón puede preguntarse: ¿qué sistema ha adoptado y a quién tomó como modelo para escribir sus obras?

No hay duda alguna que en la mayoría de los casos describía y transponía en imaginación sus propias vivencias. En cuanto al objeto, especialmente en sus novelas y cuentos del pasado croata —Bosniaco— Andrić tomaba un procedimiento con que proyectaba al pasado vivencias actuales y hacia así realmente la "transposición artística" del acontecer poético, convirtiéndolo en novela. La mayor parte del objeto —contenido de sus obras, especialmente de aquellas que le dieron fama y lo ubicaron entre los más encumbrados escritores de la literatura europea y mundial—, lo tomaba de su Bosnia, sentida profundamente por él en carne propia. Luego prestaba su atención a lo que vio y sintió durante el servicio diplomático, localizándolo nuevamente en Bosnia. Resulta casi imposible no observar que uno de los principales personajes de la "Crónica de Travnik", Jean Baptista - Etienne Daville, cónsul y diplomático francés en Travnik, es la personificación, en su buena parte, del mismo Andrić. Justamente aqui, refiriéndose a Daville que también se dedicaba a escribir, Andrić dice: "varias veces diariamente Daville se refugiaba en su «realidad de papel» y se apoyaba, dentro de sí mismo, en alguna idea como un rengo sobre su bastón". También hacía lo contrario, escuchando noticias sobre el acontecer de la guerra, observando personalmente alguna que otra escena o ejecutando personalmente determinada tarea, las tomaba y transportaba en su epopeya poética. Con este retrotraerlos unos centenares de años atrás, todas estas cosas pierden algo de su pesadumbre y de su agudez presentándose por eso mismo poco más livianas y más soportables" ("Crónica de Travnik'', Zagreb 1967, pág. 136). Esta fue su manera de trabajar; transponía íos acontecimientos del tiempo y la vida actuales al pasado. Esto podemos afirmarlo sin más en relación a la "Crónica de Travnik" que desenreda el material de la vida diplomática-consular al comienzo del siglo XIX. Lo mismo vale para el contenido de "El Callejón Maldito", por sus complicaciones y absurdos trágicos, nos da más la imagen colocándolas en la época turca; incluso, podríamos decir con más exactitud: "El Callejón Maldito", por sus complicaciones y absurdos trágicos nos da más la imagen de las cárceles comunistas en la Yugoslavia actual.

De esta manera y modo de interpretación literaria, Andrić creó la epopeya de Bosnia, que es una pequeña provincia croata, pero también es la parte del globo terráqueo en el aspecto del drama humano general. Esta epopeya que podríamos llamar "Bosnia" en prosa, en su mayor parte parece turbia y pesada —es una imagen de Bosnia real— negra y negativa. Hay varias razones para esto: la primera el que Bosnia es una región fronteriza. Teniendo presente este aspecto y la suerte de una región fronteriza, Andrić acota: "Esta es la gente de frontera —espiritual y física—de la línea negra y ensangrentada que en medio de un malentendido grave y absurdo es puesta entre los hombres... Es la margen entre la tierra y el mar, condenada a un movimiento e intranquilidad perpetuos" ("Crónica de Travnik", Zagreb, 1967, pág. 288).

Novelas y cuentos están normalmente construidos sobre diálogos como también sobre descripciones del acontecer y el ambiente. Andrić es un gran maestro de diálogo, pero utiliza todavía más la descripción de la situación de complicaciones y de personas. En este sentido es casi incansable e inalcanzable y que describe el drama humano en una infinidad de detalles sicológicos muy variados. En sus exposiciones no se repite y no se dilata desmesuradamente; conoce bien el impulso de la creación artística desarrollando el material de su novela casi en aforismos y de una forma poético-ensayista que el lector está bajo la impresión de pasear por un salón artístico cubierto de una multitud de mosaicos de infinitos colores y variaciones.

A pesar de ser llevado por una corriente de su tiempo y tener las ideas más variadas, por un encanto de las empresas revolucionarias, Andrić se mantuvo en su esencia siempre como un humanista y europeo consecuente, especialmente en su época más madura, exponiendo y defendiendo en sus obras las ideas y tesis humanistas. La norma de la belleza clásica permaneció en la borrasca de los tiempos modernos, como una regla indiscutible e inconmovible. A veces se convierte incluso en un moralizador clásico. Aqui un tópico de este carácter: "La vida del hombre se pierde (se gasta) en una eterna tensión, en la procura de hallar un sendero verdadero y en la eterna rectificación del sendero equivocado por el que está marchando. Es necesario, pues, continuar buscando un verdadero camino".

La atmósfera social que conoció Andrić en su juventud fue la del humanismo cristiano con ciertas adiciones exteriores de la civilización. De origen humilde y, además, huérfano —fue ayudado por los franciscanos de Bosnia, llamados cariñosamente "ujaci" - "tíos", a quienes su madre prestó por cierto tiempo servicio doméstico. En ese tiempo Andrić tuvo la oportunidad de conocer bien su trabajo, modo de vida y su destino histórico en aquella provincia, donde los franciscanos durante la dominación turca —como lo hacen hoy todavía— desempeñaron un importantísimo papel religioso y cultural. Andrić en sus obras literarias describe esas figuras franciscanas sin la más mínima idealización o embellecimiento, viéndolas en su verdadera realidad y que a pesar de todo, aparecen como las personas más simpáticas en toda su actuación dramática. No es, pues, sin razón que sus coetáneos y sus colegas literarios lo solían llamar "Fray Ivo". El contenido de muchos de sus cuentos que extraído por él de las conversaciones de los franciscanos de Bosnia. Los sabían contar muy bien ellos mismos porque constituían la parte de su experiencia bosníaca, llena de hechos y de una filosofía natural que fluye como un rio ondulante, Estas son, sin discusión, las características más brillantes del narrador Andrić.

EL DILEMA DE ANDRIĆ

Pasar de la potencia de una idea a la acción real constituyó siempre un grave problema humano. En casos donde ésta acción concreta concuerda con ciertos principios ideales, tenemos una personalidad de carácter integral e irreprochable. Ivo Andrić en este campo —es nuestra opinión— no tuvo ni suerte, ni éxito. Por su naturaleza meditativa, síquicamente muy sensible y de unos nervios espirituales muy afinados — vacilaba en la vida concreta y en su "engagement"; en la elección de senderos y orientaciones. Lo empujaba el viento de las circunstancias existenciales y por eso su vida y su sendero no resultaron rectilíneos y directos. Su personalidad fue sede de dualidad, de contrastes y de contradicciones. Lo podemos ver bien, entre otros, también en los hechos que vamos a mencionar inmediatamente.

En la revista "Vihor" (Zagreb, 1914) I. Andrić, escribiendo el necrólogo al destacado escritor y poeta croata G. Matoš, agrega: "Toda Croacia está roncando no agradablemente. Están despiertos sólo los activistas y los poetas". Evidentemente, Andrić en esa época navegaba en una corriente revolucionaria, pero más tarde se hizo "muy cauto" y "diplomático", evitaba extremismos de la vida y todos los pasos radicales.

Además, Andrić fue sin duda, por su origen y su sentir, un croata. Durante la primera parte de su vida así se declaraba para enmudecer más tarde, sin definir su pertenencia nacional; verdad, él no la niega, pero la encubre y pasa por alto. De la misma manera su idioma materno es croata, mientras en la segunda parte de su vida escribe en el idioma servio. Pero este idioma servio, en su mayor parte, es un idioma croata "'servizado". Se trata de uno de los defectos y desventajas de su obra literaria lo que escapó a la evidencia de los que le entregaron el premio Nobel.

La obra "Puente sobre el Drina" que le aseguró decididamente dicho premio, descansa sobre una grave falsificación: se trata de la historia novelizada de Bosnia; de su drama de vida bajo la ocupación turca. Pero Andrić ha ido en su falsificación tan lejos que en esta provincia histórica y étnicamente croata, casi no ve a los croatas; para él en dicha historia los principales protagonistas son los servios.

Ivo Andrić es un croata de Bosnia y quería mucho a su "Bosnia orgullosa", pero nunca le gustó vivir allí; no quiso morir ni ser sepultado en ella. En sus obras, a pesar de haber eternizado a Bosnia, nadie pronunció tantas y tan fuertes acusaciones, incluso invectivas contra Bosnia, como lo hizo él.

En la juventud Andrić era un luchador sin compromiso por la justicia y la libertad de su patria, mientras que en los años maduros se convierte en un empleado diplomático rutinario de aquella Yugoslavia que tantas injusticias sociales y nacionales cometió contra su pueblo croata.

Surge, lógicamente, la pregunta: ¿cuál fue la razón de tal comportamiento y por qué el escritor Andrić en la segunda parte de su vida se alejó de tan grave, complicada y trágica suerte de su pueblo, renegó de su nacionalidad y de su idioma materno? Hay varias razones que podemos aducir sin comprenderlo, justificarlo siquiera. Primero, Andrić bajo el peso de las dificultades más variadas de su vida, dejó de ser un luchador bajo ciertas banderas altamente enarboladas y prefirió la vida de "diplomático" —retirado en los silencios desconocidos, viviendo en sus honduras la vida casi de un anónimo—. Luego, el momento de la existencia material y social dio un aporte muy incisivo en este sentido. Viviendo casi permanentemente en el ambiente servio —en consulados y embajadas donde el espíritu y el idioma servios dominaban exclusivamente— luego su casamiento con una actriz servia de Belgrado, hicieron que Andrić se integrara en el ambiente cultural servio. Contradictorio en cuanto a su origen nacional croata y en cuanto a su cultura occidental, pero es la verdad. En todo esto —un fenómeno no común de cambios y saltos— el factor decisivo fue el carácter inestable del hombre I. Andrić: su flexibilidad o, mejor, su oportunismo que hace al hombre inclinarse ante las condiciones más variadas y contradictorias, es su característica fundamental del hombre.

Por fin, Ivo Andrić no fue claro ni consecuente en sus relaciones con el régimen comunista yugoslavo. Pero una cosa queda fuera de toda sospecha: Andrić nunca tuvo simpatía alguna por el comunismo y los comunistas. Por lo demás, él era un creyente y sus obras son una genuina oposición a la concepción comunista aún sin serlo directa v expresamente. No obstante, en aquel ambiente comunista, Andrić gozaba de los más altos privilegios, porque permitió que lo inscribieran entre los socios de la Liga Comunista de Yugoslavia (Partido Comunista) y aceptó también desempeñarse como diputado en la Asamblea Federal en Belgrado.

Todo lo que acabamos de decir —contrastes y contradicciones do su vida— constituye su dilema personal, sentido por el mismo; pero él no permitía conversaciones o discusiones al respecto. Tomando en consideración todas sus dificultades, debilidades y vacilaciones; todos los entusiasmos revolucionarios de su juventud y el oportunismo posterior; todas sus contradicciones y enigmas morales, politicos 'y nacionales, podemos decir que Andrić parece más bien, un croata distinguido por el premio Nobel, como un brillante meteoro lanzado y empujado por las corrientes del espacio sideral por entre y por encima y por debajo de todas las paralelas, parábolas y desvíos, lo que le cambia el aspecto; cambia su posición, su luz y su color, pero con todo permanece ser un cometa; incomparable fenómeno y grandeza; alcanzó la cima de la creación literaria tanto croata como la de la literatura universal.

Con motivo del primer aniversario de su muerte no podemos abstenernos de decir que I. Andrić, artísticamente, es un faro en las letras croatas, a pesar de que fue un verdadero renegado nacional en los momentos más difíciles de la lucha del pueblo croata no sólo por la libertad y autodeterminación nacional sino lisa y llanamente por su propia supervivencia. — (Traducción: fn.).